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Full text of "Historia de la filosofía española;"

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>f  3  I 


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ASOCIACIÓN   ESPAÑOLA   PARA   EL    PROGRESO    DE  LAS 


HISTORIA 

DE  LA 

FILOSOFIA  ESPAÑOLA 


FILOSOFIA  CRISTIANA 

DE  LOS 

SIGLOS  XIII  AL  XV 

POR 

TOMÁS  CARRERAS  Y  ARTAU     JOAQUIN  CARRERAS  Y  ARTAU 

CATEDRÁTICO   DE   LA  UNIVERSIDAD  CATEDRÁTICO   DEL  INSTITUTO 

DE  BARCELONA  DE  2.a  ENSEÑANZA  «BALMES»   DE  BARCELONA 

OBRA  LAUREADA  POR  LA  ASOCIACIÓN  CON  EL  PREMIO  MORET 

TOMO  I 


domicilio  social: 

REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS  EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 
Valverde,  24..— Teléfono  12529 
MADRID 
«939 
AÑO  UB  LA  VICTORIA 


-VA 


C.  BERMEJO,  IMPRESOR. — STMA.  TRINIPAP,  ?r- TELEFONO  31199— 


La  Asociación  Española  para  el  Progreso  de 
las  Ciencias  anunció,  en  1929,  un  Concurso  en 
homenaje  y  estímulo  de  la  ciencia  española  para  la 
adjudicación  de  cinco  premios  fundados  y  costea- 
dos por  su  Presidente,  Excmo.  Sr.  Vizconde  de  Eza, 
a  otros  tantos  estudios  que  continuasen  la  Histo- 
ria de  la  Filosofía  Española,  comenzada  por 
D.  Adolfo  Bonilla  y  Sanmartín.  El  importe  de  cada 
premio  era  de  veinte  mil  pesetas,  más  cinco  mil 
para  la  publicación. 

La  presente  obra  obtuvo  el  Premio  Moret,  pri- 
mero adjudicado  del  concurso,  en  virtud  de  fallo 
unánime  emitido  por  el  Jurado  Calificador  en  fe- 
brero de  1935. 


ADVERTENCIA  PRELIMINAR 


Tras  un  intervalo  de  veinticuatro  años  se  reanuda,  con  el  presente 
volumen,  la  publicación  de  la  Historia  de  la  Filosofía  Española,  comen- 
zada en  1908  por  el  Dr.  Adolfo  Bonilla  y  Sanmartín  y  detenida  en  el 
segundo  tomo,  aparecido  en  191 1,  a  causa  de  la  temprana  muerte  del 
ilustre  profesor.  El  asunto  de  este  tomo  se  contrae  a  la  filosofía  cristia- 
na que  se  desarrolla  en  España  durante  los  siglos  xin,  xiv  y  xv;  y  el 
plan  se  ajusta,  en  sus  líneas  generales,  al  trazado  antaño  por  el  doctor 
Bonilla  y  propuesto  después  como  pauta  en  el  concurso  en  el  que  esta 
obra  ha  sido  premiaída,  si  bien  la  concepción  de  los  autores  respecto  a 
la  distribución  de  las  'materias,  a  la  ponderación  y  conexiones  de  las  es- 
cuelas y,  sobre  todo,  a  la  valoración  y  sentido  de  la  filosofía  cristiana 
en  España,  responde  a  un  criterio  muy  diferente  del  que  preside  dicho 
plan. 

En  efecto,  mientras  el  plan  Bonilla  se  desenvuelve  a  base  de  un  su- 
puesto paralelismo  entre  las  producciones  literarias  y  las  manifestacio- 
nes de  la  actividad  filosófica,  en  lo  cual  se  transiparenta  el  intento  de 
explicar  esta  actividad  atendiendo  preferentemente  a  factores  naciona- 
les, estiman  los  autores  que  la  filosofía  cristiana  en  España,  durante  los 
citados  siglos,  hállase  condicionada,  ante  todo,  por  las  circunstancias  de 
la  vida  y  del  pensamiento  europeos,  y  ha  de  ser  explicada,  por  consi- 
guiente, más  que  como  una  explosión  del  genio  nacional,  como  la  sin- 
gular aportación  de  los  pueblos  hispanos  a  la  filosofía  general  de  Euro- 
pa en  dicha  época. 

Este  modo  más  bien  "europeo",  digámoslo  así,  de  enfocar  el  asun- 
to, sobre  ampliar  los  horizontes  de  la  investigación,  ha  sugerido  a  los 
autores  no  sólo  una  presentación  distinta  de  las  figuras  filosóficas  que 
aparecen  en  el  plan  Bonilla,  sino  también  la  inclusión  de  otras  no  men- 
cionadas en  él,  entre  las  cuales  las  hay  tan  representativas  como  Gon- 
zalo de  Balboa,  Alvaro  Pelayo  y  Juan  Marbres,  para  citar  sólo  un  pen- 
sador de  cada  siglo.  Asimismo,  ha  sido  revelada  la  existencia,  a  la  sa- 
zón, en  la  península  de  escuelas  y  direcciones  filosóficas  importadas  de 


X  - 


Europa,  que  gozaron  aquí  de  arraigo  y  tuvieron  valiosos  adherentes. 
Verdad  es  que  el  conocimiento  de  unas  y  otras  se  debe  principalmente 
al  progreso  de  las  investigaciones  históricas  acerca  de  la  Edad  Media 
en  los  últimos  años,  que  ha  logrado  desenterrarlas  del  olvido,  donde  qui- 
zás yacen  todavía  otras  notables  pensadores  españoles  de  aquellos  siglos. 

Expuestas  las  divergencias  entre  nuestra  concepción  y  la  que  ins- 
piró el  plan  Bonilla,  añadiremos  que  hemos  vaciado  aquélla  en  una  In- 
troducción y  cuatro  grandes  divisiones.  En  la  Introducción  se  describe 
el  ambiente  cultural  español  del  siglo  xiii,  dentro  del  cual  se  inicia  el 
nuevo  desarrollo  filosófico ;  y  en  ella  se  incluye  lógicamente  el  examen 
del  material  filosófico  existente  en  las  bibliotecas  españolas  medievales. 
El  siglo  xn [  es  tratado  con  la  amplitud  que  su  enorme  importancia  re- 
quiere, pues,  además  de  abordarse  en  él  el  estudio  monográfico  de  sus 
grandes  figuras — Pedro  Hispano,  Ramón  Martí,  Arnaldo  de  Vilano- 
va — ,  se  muestra  el  nacimiento  de  corrientes  o  direcciones  filosóficas, 
dentro  de  las  cuales  actúan  otros  pensadores  de  segundo  orden.  Cuanto  a 
los  siglos  xiv  y  xv,  son  examinadas  en  capítulos  paralelos  las  concepciones 
filosóficas  de  obras  y  autores  pertenecientes  a  la  Escolástica  y  las  que 
se  manifiestan  a  través  de  los  productos  literarios.  Algo  se  dice  también, 
a  guisa  de  apéndice  al  estudio  del  pensamiento  erudito,  acerca  de  los 
mitos,  las  supersticiones  y  las  creencias  astrológicas,  con  el  intento  de 
revelar  las  concepciones  populares  que  en  ellos  se  encubren.  Finalmen- 
te, se  agrega  un  capítulo  destinado  a  recoger  las  manifestaciones  litera- 
rias— versiones  e  imitaciones  de  clásicos,  principalmente — ,  que  prelu- 
dian el  Renacimiento  y  señalan  la  transición  a  la  época  siguiente. 

La  parte  más  extensa  de  la  exposición  y  que  ocupa  casi  la  mitad  de 
la  obra,  está  dedicada  a  Raimundo  Lulio  y  a  un  primer  intento  de  histo- 
ria filosófica  del  lulismo.  Ante  la  tradicional  confusión  reinante  alrede- 
dor de  esta  extraordinaria  figura,  objeto  de  los  más  contrapuestos  jui- 
cios y  apasionamientos,  los  autores  se  han  producido  con  gran  libertad 
en  la  manera  de  situar  el  personaje,  de  valorar  las  diversas  direcciones 
de  su  pensamiento  y  de  enjuiciar  el  proceso  del  lulismo.  Una  innovación, 
que  no  somos  los  primeros  en  establecer,  consiste  en  adoptar  corriente- 
mente la  denominación  de  Ramón  Lull,  rechazando  la  usual  castellana 
de  Raimundo  Lulio,  resabio  de  la  transcripción  latina  del  nombre  y  ape- 
llido originales.  Por  idénticas  razones,  sustituímos  la  denominación  de 
Raimundo  Martín  por  la  más  propia  de  Ramón  Martí. 

Relegamos  a  los  apéndices  algunos  índices  cronológico-bibliográfi- 
cos  relativos  a  pensadores  importantes,  aprovechables  como  instrumen- 
tos de  trabajo,  que  hubieran  alargado  excesivamente  el  texto. 


—  XI  — 


Aspiramos  a  presentar  un  cuadro  de  la  filosofía  cristiana  de  nues- 
tra Edad  Media  tan  completo  en  sus  líneas  generales  como  permita  el 
estado  actual  de  los  conocimientos.  Pero,  lejos  de  ofrecer  como  defini- 
tivo el  ipresente  ensayo,  lo  estimamos  susceptible  de  revisión  motivada 
por  nuevos  hallazgos  bibliográficos  y  ulteriores  y  más  afortunadas  in- 
vestigaciones. Los  autores,  al  revisar  el  manuscrito,  antes  de  darlo  a  la 
estampa,  han  procurado  poner  la  obra  al  día;  pero  han  usado  con  ex- 
trema parquedad  de  la  benévola  autorización  que  para  ello  les  fué  otor- 
gada por  el  Jurado  Calificador,  ante  el  compromiso  de  no  retrasar  la  im- 
presión. 

Hemos  luchado  con  dificultades  de  información  considerables,  que 
sólo  en  parte  hemos  logrado  vencer  gracias  a  la  cooperación  de  diversa 
índole  recibida  de  numerosas  personas,  a  todas  las  cuales  estamos  sin- 
ceramente agradecidos.  Debemos  mencionar  especialmente  al  personal 
directivo  y  técnico  de  varias  bibliotecas  barcelonesas,  a  saber:  la  Bi- 
blioteca Universitaria,  la  Biblioteca  de  Cataluña,  la  del  Colegio  de  Abo- 
gados, la  Biblioteca  Balmes  y  la  de  los  PP.  Capuchinos  de  Sarriá,  a  las 
cuales  hay  que  añadir  la  de  los  PP.  Benedictinos  de  Montserrat.  Cir- 
cunstancialmente,  hemos  utilizado  los  servicios,  no  menos  importantes, 
de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  y  de  la  de  la  Facultad  de  Filosofía 
y  Letras  de  la  Universidad  Central.  También  el  Centro  de  Estudios  Ale- 
manes, de  Barcelona,  nos  ha  gestionado  el  préstamo  de  obras  pertene- 
cientes a  la  Preussische  Staatsbibliothek  de  Berlín. 

Queremos  terminar  expresando  públicamente  nuestro  reconocimien- 
to al  ilustre  procer  e  insigne  presidente  de  la  Asociación  Española 
para  el  Progreso  de  las  Ciencias,  D.  Luis  Marichalar,  Vizconde  de  Eza, 
quien  con  la  feliz  idea  de  los  concursos  anunciados — de  la  cual  es 
fruto  la  presente  obra — ha  sabido  crear  un  método  para  despertar  ener- 
gías y  entusiasmos,  estimular  y  a  la  par  rendir  culto  a  la  investigación 
pura,  tan  llena  de.  dificultades,  y  abrir  nuevos  cauces  a  la  ciencia  es- 
pañola. 

Los  Autores. 

Barcelona,  agosto  de  1935. 


PARTE  PRIMERA 

INTRODUCCION 


CAPITULO  I 


EL  AMBIENTE  CULTURAL  EN  LA  ESPAÑA  DEL  SIGLO  XIII 


'•  i   >  ••:  < 

La  corte  real  castellano-leonesa. 

Los  comienzos  de  la  cultura  nacional  en  el  reinado  de  Fernando  III. — La  tradi- 
ción isidoriana  medieval  y  la  versión  de  las  Etimologías;  el  Septenario. — Re- 
nacimiento jurídico;  el  maestro  Jácome  de  las  Leyes. — Obras  didáctico-mo- 
rales  de  influencia  oriental;  el  Libro  de  la  Nobleza  y  Lealtad  y  las  Flores  de 
Filosofía. 

Alfonso  X  el  Sabio  y  el  apogeo  cultural  del  siglo  xm. — Facetas  diversas  en  la 
actuación  cultural  de  este  monarca: 

a)  Alfonso  X  en  relación  con  la  cultura  eclesiástico-latina  de  su  tiempo. — 
Redaciones  con  Pedro  Gallego,  Pedro  Hispano  y  los  teólogos  occidentales. 

b)  Protección  al  saber  científico. — La  segunda  escuela  de  traductores  en 
Toledo. — Las  Tablas  Alfonsíes,  los  Libros  del  Saber  de  Astronomía  y  las  de- 
más obras  científicas  impulsadas  por  Alfonso  el  Sabio. — Su  repercusión  en  la 
cultura  filosófica. 

c)  Florecimiento  de  la  literatura  didáctico-moral  en  este  reinado. — Con- 
sideración especial  del  Poridad  de  Poridades  y  de  Los  Bocados  de  Oro. 

d)  La  obra  jurídica  de  Alfonso  X. — Consideración  especial  del  Fuero 
Real,  del  Espéculo  y  de  Las  Siete  Partidas. — Valor  filosófico  de  dichos  cuerpos 
legales. 

Sancho  IV  el  Bravo. — El  Lapidario. — El  Libro  de  los  Castigos  e  Documentos  atri- 
buido a.  este  rey. — Su  influencia  en  los  Consejos  del  rey  'de  Mentón,  de  la 
Historia  del  Caballero  Cifar,  y  en  otras  obras  del  mismo  género. 

i.  El  siglo  xm  se  abre  para  la  cultura  europea  bajo  los  mejores  aus- 
picios. Brotan  en  él  los  gérmenes  de  una  nueva  vida,  latentes  desde 
antiguo  en  su  seno,  bajo  la  fecunda  influencia  de  hechos  universales  de 
una  profunda  significación.  La  humanidad  asiste  en  este  siglo  al  fraca- 
so de  las  empresas  religioso-militares,  tan  características  de  la  primera 
época  de  la  Edad  Media ;  y  la  Cristiandad  ahora,  como  antes  el  Islam, 


-  4  — 


se  ve  obligada  a  renunciar  a  la  temeraria  aventura  de  imponer  su  ideal 
en  el  mundo  por  la  fuerza  de  las  armas.  A  medida  que  se  desvanece  el 
ensueño  de  las  Cruzadas,  sobreviene  en  los  pueblos  europeos  una  fase 
de  concentración  espiritual  que  les  lleva  a  forjar  en  las  empresas  de  la 
cultura  las  nuevas  armas  con  que  conquistar  la  anhelada  superioridad. 
También  en  este  tiempo  se  desmorona  la  empresa  carolingia  de  fundir 
la  nueva  Europa  en  un  imperio  que,  bajo  la  égida  espiritual  del  Papado, 
restaurase  el  poder  de  la  Roma  clásica  y  perpetuase  su  dominación  en 
el  mundo.  La  comunidad  del  sentimiento  religioso  salva  efectivamente 
la  unidad  moral  de  los  pueblos  cristianos  y  aun  los  estrecha  cada  vez 
más  en  torno  al  Pontífice,  como  miembros  de  una  gran  familia;  pero  el 
vínculo  político-militar  se  va  poco  a  poco  relajando  hasta  perder  toda 
eficacia.  Mientras  tanto,  Europa  vence  trabajosamente  los  peligros  de 
la  disgregación  feudal  y  acaba  por  cristalizar  en  una  pluralidad  de  nú- 
cleos políticos  diversos.  En  vez  del  Imperio,  surge  una  Etnarquía. 

Cada  una  de  las  nacientes  nacionalidades  alienta  el  afán  de  crear  su 
propia  cultura.  El  cultivo  literario  de  las  lenguas  vulgares,  ensayado 
con  timidez  en  el  siglo  anterior,  adquiere  un  rápido  incremento  en  el  ac- 
tual y  se  adueña  presto  de  todos  los  géneros  de  la  poesía;  desde  media- 
dos de  siglo,  los  romances  se  muestran  maduros  para  expresar  en  las 
formas  de  la  prosa  cualesquiera  producciones  de  la  actividad  didáctico- 
moral  y  jurídica.  Apenas  se  salvan  de  la  creciente  invasión  de  los  nue- 
vos idiomas  las  altas  especulaciones  del  espíritu,  en  especial  la  teología, 
la  ciencia  y  la  filosofía,  que,  por  desarrollarse  en  un  plano  supranacio- 
nal,  siguen  expresándose  en  latín  hasta  el  fin  de  la  Edad  Media.  Las 
fuentes  básicas  de  las  que  se  alimentaba  esta  intensa  actividad  espiri- 
tual de  los  pueblos  europeos,  preexistían  en  la  cultura  cristiana  ante- 
rior de  los  tiempos  de  la  Patrística  y  aun  de  los  siguientes  hasta  el  ciclo 
carolingio.  El  contacto  con  la  civilización  oriental  había  revelado  ade- 
más, en  el  siglo  xii,  un  cúmulo  de  ignorados  materiales  del  saber,  y  des- 
de entonces  el  Occidente  trabajaba  afanoso  en  asimilárselos.  Por  uno 
y  otro  camino,  la  Europa  medieval  llegó  a  descubrir,  aunque  parcialmen- 
te y  casi  siempre  de  segunda  mano,  los  tesoros  de  la  Antigüedad  clási- 
ca y,  andando  el  tiempo,  a  empalmar  sus  originales  creaciones  en  la  grar; 
corriente  histórica  de  la  más  auténtica  tradición  occidental. 

Las  instituciones  escolares  resultaron  'pronto  insuficientes  para  encau- 
zar la  labor  de  las  nuevas  promociones  que  tuvieron  acceso  al  saber, 
reclutadas  en  buena  parte  en  capas  sociales  hasta  entonces  ajenas  a  la 
cultura  intelectual.  El  depósito  y  la  transmisión  de  los  conocimientos 
acumulados  desbordó  el  recinto  de  los  monasterios;  las  catedrales  or- 


—  5  — 


ganizaron  sus  bibliotecas  y  ofrecieron  enseñanza  pública  de  artes  y  de 
teología  al  clero  secular,  sin  excluir  a  los  laicos.  En  ese  movimiento  de 
secularización  y  difusión  del  saber  participaron  asimismo  los  reyes  y 
las  municipalidades.  Al  propio  tiempo,  en  algunas  ciudades  florecientes 
de  Europa  (París,  Oxford,  Bolonia,  etc.)  se  operaba  la  integración  (le- 
los órganos  propulsores  de  la  cultura  en  una  vasta  y  poderosa  institu- 
ción unitaria,  y  así  nacieron  las  primeras  Universidades.  A  su  vera,  las 
Ordenes  mendicantes  fundaron,  a  partir  del  mismo  siglo  xni,  institucio- 
nes paralelas,  complementarias  o  rivales,  primer  cimiento  de  otra  pode- 
rosa organización  escolar. 

2.  En  mayor  o  menor  medida  todos  los  acontecimientos  referidos 
se  sucedieron  o  influyeron  en  España,  y  acabaron  por  producir  en  ella 
un  brillante  renacimiento  cultural.  Al  cabo  de  cinco  siglos  de  resisten- 
cia y  de  lucha  armada  sostenida  sin  descanso  por  los  reinos  hispano- 
cristianos, la  dominación  árabe  fué  reducida  a  términos  prácticamen- 
te nulos.  Las  campañas  de  Fernando  III  el  Santo  y  de  Jaime  I  el  Con- 
quistador rescataron  del  poder  de  la  morisma  la  casi  totalidad  del  país. 
A  tan  halagüeño  resultado  contribuyó  decisivamente  el  hecho  de  que  la 
variedad  peninsular  se  organizara  bajo  la  hegemonía  de  dos  robustos 
núcleos  políticos :  el  castellano-leonés  y  el  catalano-aragonés,  que  acer- 
taron con  frecuencia  a  coordinar  en  forma  armónica  sus  respectivas 
empresas.  Libre  de  los  agobios  de  la  invasión,  la  España  cristiana  pudo 
ahora  entregarse  a  la  urgente  tarea  de  su  reconstrucción  interior,  que 
se  inicia  en  el  reinado  de  aquellos  dos  monarcas  con  una  serie  de  re- 
formas de  orden  político,  social  e  intelectual. 

De  las  tres  literaturas  peninsulares  nacidas  en  el  siglo  anterior :  la 
gallega,  la  catalana  y  la  castellana,  las  dos  últimas  se  consolidan  y  ro- 
bustecen al  amparo  de  los  sucesos  políticos  favorables  hasta  transfor- 
marse en  instrumentos  aptos  para  las  varias  manifestaciones  del  saber. 
La  cultura  latino-eclesiástiea  emprende,  a  su  vez,  un  movimiento  as- 
censional  merced  a  los  esfuerzos  de  personalidades  eminentes  de  signi- 
ficación europea  y  a  la  creació  i  de  nuevos  centros  de  enseñanza.  Por 
otro  lado,  el  saber  oriental  sigue  afluyendo  a  raudales,  traído  en  gran 
parte  por  los  sabios  musulmanes  inmigrados  en  tierras  cristianas  a  con- 
secuencia de  las  persecuciones  que  origina  el  fanatismo  y  la  intoleran- 
cia almohades;  y  de  su  benéfica  influencia  se  aprovechan  por  igual  la 
ciencia  profana  y  las  más  elevadas  especulaciones  de  la  teología.  Abier- 
ta a  todos  los  vientos,  España  va  atesorando  copiosos  materiales  con 
los  que  pronto  ensayará  levantar  el  edificio  de  una  cultura  propia. 

3.  El  eje  de  la  profunda  transformación  sobrevenida  en  la  socie- 


—  6  — 


dad  española  del  siglo  xm,  fué  la  realeza.  De  esta  suprema  institución 
política,  que  las  circunstancias  históricas  del  momento  rodearon  de 
prestigio,  partieron  estímulos  no  sólo  para  las  empresas  de  orden  gue- 
rrero, sino  aun  para  las  más  delicadas  iniciativas  de  la  vida  espiritual. 
Los  monarcas  de  la  dinastía  castellano-leonesa,  y  lo  mismo  se  diga  de 
los  de  la  Casa  de  Aragón,  acertaron  entonces  a  encauzar  las  desbor- 
dantes energías  de  sus  pueblos  respectivos  hacia  un  ideal  de  reconstruc- 
ción nacional.  Y  no  fué  el  menor  de  sus  méritos  el  haber  participado 
muchos  de  ellos  personalmente  en  las  tareas  literarias  y  el  haber  im- 
pulsado iniciativas  científicas  de  gran  alcance,  instaurando  así  una  po- 
lítica cultural  que  con  un  gran  espíritu  de  continuidad  fué  proseguida 
en  los  siglos  inmediatos. 

Esta  política  integradora  y  de  un  hondo  sentido  nacional  la  inauguró 
en  Castilla  el  rey  Fernando  IIT,  quien,  además  de  un  excelente  gue- 
rrero, fué  un  gran  propulsor  de  la  cultura.  Cuando  a  la  invitación  de 
su  primo  camal  Luis  IX  de  Francia  para  que  coadyuvara  en  la  cruza- 
da de  Tierra  Santa  contestó  con  la  conocida  frase:  "No  faltan  mu- 
sulmanes en  mi  tierra",  sentaba  explícitamente  una  de  las  normas  di- 
rectivas de  su  reinado  por  la  que,  sin  desvincularse  de  la  comunidad 
moral  que  formaba  la  Cristiandad,  reservaba  para  su  país  y  para  su 
pueblo  las  ventajas  territoriales  a  obtener  con  sus  conquistas.  En  el 
orden  de  la  cultura,  un  interés  análogo  le  llevó  a  reanudar  la  tradición 
isidoriana  que  representaba  a  sus  ojos  el  momento  más  fecundo  del 
pasado  nacional.  A  iniciativa  suya,  comienza  en  su  reinado  la  versión 
al  romance  de  las  Etimologías,  la  obra  enciclopédica  en  que  el  ilustre 
prelado  sevillano  se  esforzó  en  resumir  el  saber  de  su  tiempo  y  que, 
al  ser  incorporada  al  acervo  de  la  lengua  vulgar,  ofreció  a  las  personas 
deseosas  de  instruirse  una  suma  bastante  completa  de  los  conocimien- 
tos profanos  y  eclesiásticos.  Aun  suponiendo  que  la  traducción  no  lle- 
gara a  su  fin,  toda  vez  que  el  único  texto  conservado  contiene  nada  más 
los  diez  primeros  libros  de  la  obra,  es  innegable  que  su  divulgación  de- 
bió aportar  un  poderoso  estímulo  al  despertar  de  la  cultura  nacional. 
Los  siete  libros  de  las  artes  liberales  constituyeron  un  texto  clásico  para 
iniciación  escolar;  los  de  medicina  y  derecho  aportaron  elementos  de 
consulta  a  las  nacientes  Facultades  universitarias;  y  el  libro  de  crono- 
logía contribuyó  a  facilitar  los  trabajos  de  los  historiógrafos.  En  espe- 
cial, la  redacción  en  vulgar  de  nociones  y  textos  clásicos  de  derecho 
ayudó  a  perfilar  el  vocabulario  jurídico  castellano  y  puso  una  multitud 


-  7  - 


<ie  conocimientos  técnicos  al  alcance  de  cuantas  personas  fuesen  llama- 
das a  administrar  justicia  (i). 

Con  idéntica  finalidad  fué  concebida  por  Fernando  III  una  empre- 
sa de  más  altos  vuelos,  con  la  que  se  proponía  repetir  en  la  España  del 
siglo  xiii  una  hazaña  similar  a  la  realizada  por  San  Isidoro,  es  decir, 
redactar  una  nueva  enciclopedia  de  los  conocimientos  humanos  a  la  al- 
tura de  los  tiempos.  Reunió  a  tal  objeto  en  su  corte  una  comisión  de 
sabios,  que  se  encargó  de  dar  cima  a  tan  ambiciosa  empresa  dentro  de 
los  moldes  tradicionales  del  trivium  y  del  quadrivium.  El  Septenario, 
que  así  fué  intitulada  la  obra,  debía  consistir  en  una  perspectiva  gene- 
ral de  las  siete  artes  liberales :  "Onde  todas  estas  siete  cosas  de  las  sie- 
te naturas  que  son  dichas  sabiduría,  segunt  dixeron  los  sabios,  fazen 
venir  a  orne  a  acabamiento  de  todas  las  cosas  que  sabe  fazer  e  acabar. 
E  por  ende  ordenaron  los  sabios  los  siete  saberes,  a  que  llaman  artes  ; 
e  estas  son  maestrías  sotiles  e  nobles  que  fallaron  por  saber  las  cosas 
ciertamente,  e  obrar  dellas  segunt  conviniesse"  (2).  El  texto  del  Sep- 
tenario, cuya  redacción  fué  comenzada  en  el  reinado  de  Fernando  TTÍ 
y  proseguida  en  el  reinado  siguiente,  apenas  nos  es  conocido  a  través 
de  los  escasos  fragmentos  que  de  él  se  nos  han  conservado;  pero  cabe 
desechar,  desde  luego,  la  idea  de  que  contenga  un  código  legislativo. 
Hay,  sin  embargo,  autores  que,  desconociendo  su  carácter  enciclopédi- 
co, lo  reducen  a  una  especie  de  tratado  político,  moral  y  religioso,  sín- 
tesis de  la  ciencia  medieval. 

4.  El  retorno  a  las  grandes  creaciones  culturales  del  período  visi- 
godo se  hace  aún  más  visible  en  la  resolución  del  rey  Fernando,  por  la 
que  la  colección  legislativa  del  Fuero  Juzgo  recobró  su  vitalidad,  des- 
pués de  haber  sido  vertida  al  romance  castellano.  Las  ciudades  recién 


(1)  Sobre  el  manuscrito  castellano  de  las  Etimologías,  véase  la  obra  del  P.  Julián 
Zarco:  Catálogo  de  los  códices  castellanos  de  la  Real  Biblioteca  de  El  Escorial.  I,  Ma- 
drid, 1924,  págs.  29-31. 

Los  fragmentos  jurídicos  del  códice  han  sido  publicados  por  el  Prof.  Román  Riaza: 
La  versión  castellana  del  libro  V  de  las  Etimologías  de  San  Isidoro.  Transcripción  y  nota 
preliminar.  Madrid,  1929;  y  en  un  artículo  de  la  "Revista  de  Ciencias  jurídicas  y  so- 
ciales", vol.  15,  1932,  págs.  383-412. 

Los  fragmentos  matemáticos  contenidos  en  el  libro  III  han  sido  editados  por  F.  Vera: 
San  Isidoro  matemático,  en  la  revista  "Erudición  ibero-ultramarina",  vol.  2,  193 1,  pá- 
ginas 1-22. 

Sobre  el  contenido  de  las  Etimologías,  véase  el  tomo  I  de  esta  Historia,  publicado  por 
el  Sr.  Bonilla,  págs.  232  y  sgtes. 

(2)  Citado  por  A.  Bonilla  y  Sanmartín:  Historia  de  la  filosofía  española.  I,  Madrid, 
1908,  págs.  234-235.  El  texto  del  Septenario,  inédito  y  aun  sin  estudiar,  se  conserva 
manuscrito  en  las  Bibliotecas  de  El  Escorial  y  Catedral  de  Toledo. 


—  8  — 


conquistadas  de  Córdoba  y  Sevilla,  a  las  que  en  reinados  posteriores 
fueron  añadidas  Jerez  y  otras,  se  rigieron  efectivamente,  por  iniciativa 
real,  con  arreglo  a  los  preceptos  de  aquel  código.  Para  la  cultura  jurí- 
dica española  del  siglo  xin  esta  soberana  disposición  revistió  conside- 
rable importancia,  porque  a  3U  amparo  revivieron  en  parte  del  territo- 
rio nacional  las  instituciones  del  derecho  romano  justinianeo  combina- 
das con  las  del  derecho  visigodo.  En  la  intención  del  rey  era  notorio  el 
deseo  de  remontar  a  las  fuentes  más  puras  de  la  tradición  jurídica  his- 
pana, enturbiada  y  desnaturalizada  en  unos  siglos  de  legislación  feudal, 
y  juntamente  de  volver  a  la  unidad  legislativa  del  reino,  rota  en  la  anár- 
quica diversidad  de  los  fueros  municipales.  La  tendencia  unificadora 
condujo  asimismo  en  este  reinado  a  la  redacción  de  las  compilaciones 
legales  que  hoy  conocemos  con  los  nombres  de  Libro  de  los  Fueros  y 
Fuero  Viejo  de  Castilla  (3). 

Paralelamente  se  iniciaba  en  la  corte  real  el  cultivo  científico  del 
derecho,  que  fructificó  muy  pronto  en  las  primeras  obras  de  filosofía 
jurídica  escritas  en  idioma  castellano.  Fué  ocasión  para  ello  la  educa- 
ción del  primogénito  real,  a  quien  Fernando  III,  con  el  propósito  de 
adiestrarle  no  sólo  en  la  profesión  militar,  sino  también  en  el  más  di- 
fícil arte  de  gobernar  a  los  pueblos,  dió  por  ayo  un  notable  juriscon- 
sulto, el  maestro  Jácome.  Un  hecho  al  parecer  tan  sencillo  originó,  sin 
embargo,  resonancias  incalculables.  Con  la  entrada  del  maestro  Jácome 
en  la  corte  se  infiltró  a  la  vez  en  las  alturas  del  gobierno  la  corriente 
científica  que  Italia  irradiaba  desde  el  siglo  xn  por  conducto  de  los  clé- 
rigos llegados  de  todas  las  partes  de  Europa  a  estudiar  en  Bolonia  el 
derecho  románico  y  el  derecho  canónico.  Los  españoles  habían  afluido 
en  abundancia  (4).  El  mismo  Jácome,  aunque  lego,  pudo  ser  uno  de 
esos  escolares  españoles  formados  en  Italia,  si  bien,  como  han  revelado 
los  Sres.  L^reña  y  Bonilla  (5),  es  más  verosímil  que  naciera  en  Italia  y 
estudiara  allí  en  su  juventud  la  ciencia  del  derecho.  En  la  tarea  de 


(3)  J.  Beneyto  Pérez:  Fuentes  de  Derecho  Histórico  Español;  Ensayos.  Barcelona. 
Librería  Bosch,  1931;  págs.  125-127. 

(4)  J.  Beneyto  Pérez:  La  tradición  español-a  en  Bolonia,  artículo  en  "Revista  de 
Archivos,  Bibliotecas  y  Museos",  año  1929. 

Para  los  estudiantes  de  la  Confederación  catalano-aragonesa,  véase  el  estudio  de 
J.  Miret  y  Sans:  Escolars  catalans  al  estudi  de  Bolonia  en  la  XIII  centuria,  inserto  en 
el  "Boletín  de  la  R.  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barcelona",  tomo  8,  julio-septiem- 
bre de  1915,  págs.  137-155;  al  grupo  de  los  estudiantes  catalanes  de  derecho  perteneció 
San  Ramón  de  Peñafort. 

(5)  Estudio  preliminar  a  las  Obras  del  Maestro  Jacobo  de  las  Leyes,  publicadas  por 
R.  de  Ureña  y  A.  Bonilla  Sanmartín;  Madrid,  Editorial  Reus,  1024. 


—  9  — 


instruir  a  su  real  discípulo,  el  futuro  legislador  de  las  Partidas,  con 
cibió  el  maestro  Jácome  la  idea  de  dedicarle  un  libro  "por  que  podies- 
sedes  aver  alguna  carrera  ordenada  para  entender  et  para  delibrar  es- 
tos pleytos,  segundo  las  leys  de  los  sabios".  Las  "leyes  de  los  sabios" 
eran,  para  un  jurisconsulto  del  siglo  xiii,  las  constituciones  contenidas 
en  los  códigos  de  derecho  romano,  con  sus  aclaraciones  de  la  Glosa.  Las 
Flores  de  Derecho,  pues,  que  así  intituló  eil  maestro  Jácome  su  obra, 
aun  siendo  un  compendio  de  derecho  procesal,  lo  mismo  que  sus  otras 
obras  conocidas  (6),  declaraban  explícitamente  la  inspiración  de  su  au- 
tor en  la  corriente  científica  romanista.  La  influencia  extraordinaria  ejer- 
cida por  tan  notable  jurisconsulto  se  revela  en  la  actividad  jurídica  ex- 
cepcional de  Alfonso  X,  en  la  incorporación  de  algunos  textos  tomados 
de  las  Flores  de  Derecho  al  cuerpo  de  las  Partidas  y,  también,  en  las 
traducciones  al  portugués  y  al  catalán  de  las  Flores  y  de  alguna  otra  obra 
del  maestro  Jácome,  aparte  los  plagios  y  las  glosas  a  las  mismas  escri- 
tas en  los  siglos  xm  y  xiv. 

5.  Finalmente,  en  este  mismo  reinado  de  Fernando  III  aparecen 
las  primeras  muestras  de  la  literatura  filosófica  en  lengua  vulgar,  a  imi- 
tación de  modelos  orientales.  Pertenecen  al  género  didáctico-moral  y 
están  redactadas  en  forma  sentenciosa,  la  más  a  propósito  para  instruir 
a  gentes  rudas  en  sus  deberes  tanto  públicos  como  privados ;  por  esto, 
han  sido  bautizadas  acertadamente  con  el  nombre  de  "catecismos  po- 
lítico-morales". Los  más  antiguos  son  el  Tratado  de  la  Nobleza  y  Leal- 
tad y  las  Flores  de  Filosofía.  El  primero  se  denomina  usualmente  Li- 
bro de  los  doce  Sabios  (7),  poique  finge  en  su  comienzo  una  asamblea 
de  doce  sabios,  "algunos  dello.,  grandes  filósofos,  e  otros  dellos  de  san- 
ta vida",  convocada  para  redactarlo.  La  ficción  es  típicamente  oriental, 
y  el  mismo  origen  tienen  probablemente  la  mayoría  de  los  materiales 
utilizados  en  el  cuerpo  de  la  obra;  pero  algunas  ideas  y  expresiones 
netamente  cristianas  inducen  a  asignarle  autor  español.  Después  de  atri- 
buir a  los  doce  sabios  otras  tantas  definiciones  de  algunas  virtudes  y 


(6)  Además  de  las  Flores  de  Derecho,  conocemos  de  él  un  Doctrinal  de  pleitos,  que 
compuso  para  Bonajunta,  su  hijo,  y  una  Suma  de  los  nueve  tiempos  de  los  pleitos,  apar- 
te una  breve  exégesis  a  una  ley  de  las  Partidas,  todas  las  cuales  fueron  editadas  por  los 
señores  Ureña  y  Bonilla  en  el  volumen  citado. 

(7)  Esta  curiosa  obra,  de  la  que  se  conservan  manuscritos  en  la  Biblioteca  de  El 
Escorial  y  en  la  del  Palacio  Nacional  de  Madrid,  fué  impresa  en  Valladolid  el  año  1500. 
Fué  reeditada  en  las  Memorias  para  la  vida  del  santo  rey  Fernando  III  del  pseudóni- 
mo P.  A.  M.  Burriel  publicadas  en  Madrid,  1800,  págs.  188-206;  y  de  ellas  extrajo 
fragmentos  el  Sr.  M.  Lafuente  para  insertarlos  en  Apéndice  a  su  Historia  de  España, 
Madrid,  1851,  tomo  V,  págs.  485-494. 


—    IO  — 


vicios  (lealtad,  codicia,  etc.),  expone  por  piezas  menudas  las  cualidades 
indispensables  a  la  persona  del  rey  y  los  deberes  inherentes  al  ejercicio 
de  la  realeza.  Pecaría  de  temerario  el  intento  de  reducir  a  cuerpo  de 
doctrina  el  amasijo  incoherente  de  definiciones  nada  más  literarias 
("lealtanza  es  prado  fermoso  e  verdura  sin  sequedad",  dice,  por  ejem- 
plo, uno  de  los  sabios)  y  de  máximas  triviales  con  las  que  se  entreteje 
el  texto  del  libro.  Pero  queremos  subrayar  la  fuerza  evocadora  y  el  sa- 
bor de  época  que  se  encierra  en  algunos  de  sus  capítulos.  Así  en  uno  de 
ellos,  el  tercero,  se  asigna  un  fundamento  racional  a  la  institución  de 
la  monarquía  hereditaria,  al  exigir  que  el  rey  nazca  de  sangre  real, 
pues  "...  non  seria  cosa  complidera  nin  razonable  que  el  menor  rigiese 
al  mayor,  nin  el  siervo  al  sennor.  Et  mas  razón  es  que  el  grado  depen- 
da de  la  persona,  que  la  persona  del  grado..."  Mayor  interés  ofrecen 
todavía  los  capítulos  XXVI  y  XXVII,  que  desarrollan  una  teoría  mo- 
ral del  conquistador  cristiano :  "Sennor  conquistador,  si  quieres  ganar 
otras  tierras  e  comarcas  e  las  conquistar,  tu  deseo  es  amochiguar  la 
ley  de  Dios  e  le  seguir  e  fazer  plazer,  e  dexar  al  mundo  alguna  buena 
memoria  e  ñombradia..."  Una  vida  justa  y  cristiana  aparece  condición 
obligada  en  el  rey  para  alcanzar  el  favor  de  Dios  en  la  conquista : 
"...  primeramiente  ante  de  todas  las  cosas  pon  tus  fechos  en  Dios,  e 
en  la  su  gloriosa  Madre,  e  encomiéndate  a  el,  que  a  el  se  debe  la  paz 
de  la  tierra,  e  todos  los  malos  sojuzga,  e  el  es  sennor  de  las  batallas,  e 
siempre  crescerá  tu  nombre,  e  tu  estado  irá  adelante  en  todos  tiempos. 
E  lo  segundo  ordena  toda  la  tierra  e  sennorio  a  toda  buena  ordenanza 
e  justicia...  Et  -lo  tercero  tu  entencion  sea  mas  de  acrecer  la  ley  de 
Dios  que  non  por  aver  las  glorias  mundanales..."  Ese  florilegio  moral 
para  la  educación  de  un  rey  guerrero  constituye  una  magnífica  mues- 
tra de  la  rudeza  de  las  costumbres  en  ios  tiempos  y  en  los  hombres 
para  los  que  fué  escrito.  Adviértese  al  rey  que  no  desprecie  el  consejo 
de  los  simples,  "...que  muchas  veces  embia  Dios  sus  gracias  en  per- 
sonas que  non  se  podría  pensar...";  y  se  le  pide  alguna  reflexión  en  sus 
actos,  "...  salvo  cuando  vieres  tus  enemigos  delante  ty,  que  aqui  non 
hay  que  pensar,  salvo  ferir  reciamente,  e  pasar  adelante..."  Otorga  a 
la  voz  del  rey,  y  por  analogía  a  su  nombre  o  fama,  una  virtualidad 
casi  mágica:  "...  la  tu  voz  empavoresca  el  tu  pueblo,  e  sea  el  tu  nom- 
bre temido,  e  con  esto  empavorescerán  los  tus  enemigos,  e  la  meitad 
de  tu  conquista  tienes  fecha...;  ...  los  que  conquistaron  mucho,  asi  Ale- 
xandre  como  todos  los  otros,  más  conquistó  su  voz  e  su  temor  que  los 
golpes  de  sus  espadas". 

Una  producción  más  culta,  pero  menos  fresca  y  espontánea,  del  mis- 


1 1  — 


mo  género  encontramos  en  las  Flores  de  Filosofía  (8),  cuyos  38  capí- 
tulos se  dice  en  el  prólogo  compuestos  por  una  asamblea  de  37  sabios  jun- 
tamente con  Séneca,  que  habría  acabado  la  obra.  En  medio  de  tanta 
ficción  resulta  siquiera  verdad  que  en  esa  "guirnalda  filosófica,  cuya 
trama  forman  las  reglas  del  bien  vivir",  como  la  ha  definido  H.  Knust, 
se  contiene  un  gran  fondo  de  moral  estoica,  apenas  velado  por  algunas 
escasas  máximas  de  espíritu  cristiano.  La  exaltación  de  la  nobleza  como 
virtud  cardinal  que  resume  las  demás,  de  la  justicia  como  la  virtud  del 
rey  por  antonomasia,  de  la  ley  como  el  mejor  bien  del  pueblo,  de  la 
mesura  en  que  toda  virtud  ha  de  inspirarse,  del  saber  o  conocimiento 
que  ha  de  iluminar  las  acciones,  son  tópicos  que  campean  por  doquier 
en  el  libro.  Una  idéntica  significación  descúbrese  en  la  doctrina  de 
"commo  la  voluntad  es  enemiga  del  omme"  (cap.  XXXVII),  que  se  ex- 
pone a  continuación  de  una  apología  del  saber.  Ese  conjunto  de  máxi- 
mas y  sentencias,  dispuesto  con  mucha  mayor  arte  que  el  Libro  de  los 
Doce  Sabios,  constituye  un  código  moral  valedero  ya  no  sólo  para  el 
rey,  sino  en  general  para  todo  hombre,  que  con  bello  ropaje  literario 
cumple  su  finalidad  instructiva  y  vulgarizadora  de  una  doctrina  cier- 
tamente elevada,  aunque  nada  original  ni  sistemática.  Amador  de  los 
Ríos  afirma  que  Fernando  III  mandó  componer  el  Libro  de  los  Doce 
Sabios  y  las  Flores  de  Filosofía  para  la  educación  de  su  hijo  Alfonso; 
si  tal  suposición,  difícil  hoy  de  comprobar,  resultase  verdadera,  estas 
obras  habrían  desempeñado  en  la  formación  del  Rey  Sabio  un  papel 
análogo  al  de  las  Flores  de  Derecho,  y  quedaría  con  ello  revelado  en 
buena  parte  el  secreto  del  caso  maravilloso  de  este  monarca,  sin  par 
en  la  historia  de  la  cultura  castellana. 

6.  Alfonso  el  Sabio  continúa  y  amplifica  las  empresas  culturales 
de  su  padre,  de  quien  parece  haber  seguido  las  inspiraciones,  lo  mismo 
al  promover  la  continuación  del  Septenario  y  del  Libro  de  la  Nobleza  y 
Lealtad,  que  al  ordenar  la  redacción  del  código  de  Las  Siete  Partidas 
según  un  proyecto  acariciado  por  Fernando  III  (9).  Pero,  ya  en  vida 
de  éste,  inicia  por  su  cuenta  nuevas  corrientes  culturales  encaminadas 
a  establecer  un  estrecho  contacto  con  el  saber  oriental.  Su  prolongada 

(8)  Las  ha  editado  H.  Knust  en  Dos  obras  didácticas  y  dos  leyendas,  tomo  XVTI  de 
los  publicados  por  la  "Sociedad  de  Bibliófilos  españoles",  Madrid,  1878,  págs.  11-83. 

El  mismo  autor  había  ya  publicado  anteriormente  un  estudio  literario  del  manus- 
crito, existente  en  la  Biblioteca  Nacional,  en  el  "Jahrbuch  für  romamsche  und  englische 
Litteratur",  tomo  X,  1869,  págs.  45-55- 

(9)  "...  el  muy  noble  e  bienauenturado  rey  D.  Fernando  nuestro  padre...  lo  quisie- 
ra fazer  si  más  biuiera,  e  mando  a  Nos  que  lo  fiziesemos...",  dice  D.  Alfonso  en  el  pró- 
logo a  Las  Siete  Partidas. 


  12  — 


permanencia  en  Murcia,  que  había  reconquistado  del  poder  de  los  mo- 
ros y  de  cuyo  territorio  su  padre  le  había  conferido  el  gobierno,  le  de- 
paró la  ocasión  de  conocer  y  tratar  numerosos  sabios  musulmanes  re- 
sidentes en  las  ciudades  andaluzas.  Uno  de  ellos,  Mohamed  el  Ricotí, 
despertó  su  admiración  y  obtuvo  que  le  organizase  una  escuela,  a  la 
que  afluyeron  por  igual  escolares  castellanos,  judíos  y  moros,  y  donde 
fueron  usados  a  la  vez  el  árabe,  el  hebreo,  el  latín  y  el  romance.  Esos 
contactos  culturales  habían  de  dar  muy  pronto  sazonados  frutos. 

El  reinado  de  Alfonso  X  señala,  en  efecto,  un  momento  de  singu- 
lar esplendor  en  la  cultura  de  Castilla.  En  las  Cantigas,  la  lengua  ga- 
llega y  la  música  popular  llegan  a  expresar  acentos  líricos  de  una  gran 
belleza.  Aparece  la  historiografía  en  la  lengua  nacional,  y  en  madura 
prosa  castellana  son  esbozadas  por  iniciativa  del  rey  una  historia  de 
España  y  una  historia  universal.  Se  intensifica  el  cultivo  de  los  demás 
géneros  en  prosa,  que  florecen  en  obras  originales  y  en  traducciones 
del  árabe.  Aparte  estos  aspectos  puramente  literarios,  en  los  que  no  po- 
demos detenernos,  Alfonso  favoreció  multitud  de  otras  tareas  cultu- 
rales que  importa  enumerar,  siquiera  sea  brevemente. 

La  cultura  eclesiástico-latina  recibe  en  tiempos  del  Rey  Sabio  un 
formidable  impulso  con  la  creación  de  nuevas  Universidades  en  Se- 
villa y  en  Valladolid  y  la  reorganización  de  la  de  Salamanca,  que  abre 
el  camino  a  su  período  de  esplendor.  Paralelamente,  un  buen  número 
de  estudiantes  españoles  afluye  a  las  más  afamadas  Universidades  euro- 
peas;  un  infante  de  Castilla,  tal  vez  el  quinto  de  los  hermanos  de  Al- 
fonso, seguía  por  estos  años  en  París  las  lecciones  universitarias  de 
Alberto  de  Colonia,  y  hasta  le  regaló  una  concha  de  mucha  rareza  que 
el  gran  naturalista  apreció  como  un  magnífico  ejemplar  do).  En  cam- 
bio, un  ilustre  extranjero,  a  quien  se  suele  considerar  maestro,  o  pol- 
lo menos  guía  espiritual,  del  Dante,  el  italiano  Brunetto  Latini,  apro- 
vechaba su  estancia  en  España  a  título  de  embajador  acreditado  cerca 
de  Alfonso  X  para  trabar  relación  en  Sevilla  y  en  Toledo  con  sabios 
musulmanes  y  judíos  y  cosechar  abundantes  materiales  con  destino  a 
su  enciclopedia  del  Tesoro,  que  tanta  fama  había  de  valerle  en  la  cul- 
tura occidental  ín).  Por  su  lado,  el  rey  mantenía  relaciones  literarias 


fio)  Según  testimonio  del  mismo  Alberto  en  su  Comentario  al  libro  de  los  Me- 
teoros, II,  tract.  3,  c.  i:  "...  cum  essem  Parisiis  de  numero  doctorum  et  grege,  contigit 
advenire  ad  studium  filium  regis  Castellae...".  Tomo  esta  cita  de  un  artículo  del  P.  Bel- 
trán  de  Heredia,  publicado  en  "La  Ciencia  Tomista",  t.  34,  1926,  págs.  360-361. 

(n)  G.  Sarton:  Introduction  to  the  history  of  science,  vol.  II,  part.  II,  London. 
1031,  páes.  026-7. 


con  eminentes  personalidades  eclesiásticas,  como  el  lisboeta  Pedro  His- 
pano, más  tarde  Papa  con  el  nombre  de  Juan  XXI  (12);  y  confesores 
suyos  fueron  el  franciscano  Pedro  Gallego,  nombrado  a  propuesta  suya 
obispo  de  Cartagena  a  raíz  de  la  conquista  del  reino  de  Murcia,  y  el 
teólogo  e  historiador  Juan  Gil  de  Zamora,  autor  asimismo  de  un  ira 
tado  de  historia  natural.  La  noticia  de  tales  amistades  de  Alfonso  el 
Sabio  ofrece  tanto  mayor  interés  cuanto  que  permite  relacionar  a  este 
monarca  con  la  primera  escuela  de  los  traductores  toledanos,  pues,  aun 
cuando  Pedro  Hispano  no  pertenece  al  grupo  de  los  traductores,  debió 
trabajar  en  íntimo  contacto  con  ellos,  cuyas  versiones  del  arábigo  al 
latín  tomó  por  base  de  sus  n'umerosos  comentarios  científicos  (13).  De 
Pedro  Gallego  han  sido  descubiertas  recientemente  dos  traducciones  del 
árabe  al  latín :  una  del  Tratado  de  los  animales,  de  Aristóteles,  y  otra 
de  una  Económica,  que  corría  en  su  tiempo  bajo  el  nombre  de  Gale- 
no (14).  El  Líber  de  animalibus  es  una  abreviación  de  aquél,  hecha  por 
Pedro  Gallego  a  base  de  un  texto  árabe  anónimo,  con  ayuda  de  la  pri- 
mera versión  de  Miguel  Scoto  y  del  resumen  de  Averroes;  para  la  exé- 
gesis  y  aclaración  del  texto  ha  sido  utilizado  el  comentario  de  Aboul- 
faradj  ibn  at  Tayib,  un  sacerdote  siríaco  del  siglo  xi,  y  las  glosas  a 
este  comentario.  Pedro  Gallego  ha  añadido  de  su  cosecha  un  prólogo 
a  la  traducción  y  un  justificante  de  la  división  adoptada  en  la  obra.  El 


(12)  En  una  canción  festiva,  original  del  rey  Alfonso,  éste  alude  a  sus  relaciones 
con  Pedro  Hispano  y  con  Pedro  Gallego  en  los  siguientes  términos: 

Pero  que  ey  ora  mengua  de  companha, 
Nem  Pero  García,  nem  Pero  d'Espanha, 

Non  Pero  Galego 

Non  irán  comego. 
E  bem  vol-o  juro  por  Santa  Maria, 
Que  Pero  d'Espanha,  nem  Pero  García, 

Nem  Pero  Galego 

Non  irán  comego. 
Nunca  cinja  espada  con  boa  bainha, 
Se  Pero  d'Espanha,  nem  Pero  García, 

Nem  Pero  galego 

For  ora  comego. 

Galego,  galego, 

Outro  irá  comego. 

La  canción  está  incluida  en  el  cancionero  llamado  de  Collocci-Brancuti,  Ed.  Molteni, 
Halle,  1880. 

(13)  Véase,  más  adelante,  el  capítulo  sobre  Pedro  Hispano. 

(14)  A.  Pelzer:  Un  traducteur  inconnu:  Fierre  Gallego  Franciscain  et  premier  évé- 
que  de  Carthagéne  (1250-1267).  "Miscellanea  Fr.  Ehrle",  I,  Roma,  1924,  págs.  407-456. 
En  el  apéndice  a  su  interesante  opúsculo,  Mgr.  Pelzer  ha  publicado  fragmentos  del  Liber 
de  animalibus  y  el  texto  íntegro  del  Regitiva  domus. 


—  14  — 


otro  opúsculo,  Regitiva  domus,  es  también  una  abreviación  a  base  de 
un  texto  árabe  hoy  desconocido,  en  el  que  en  cinco  partes  o  capítulos 
se  examina  el  fin  de  la  economía  doméstica,  la  vida  conyugal,  las  re- 
laciones entre  padres  e  hijos,  el  comportamiento  de  los  amos  con  sus 
criados  o  servidores  y,  finalmente,  la  adquisición  y  el  uso  de  los  bienes 
materiales.  No  es  improbable  que  Pedro  Gallego  se  haya  decidido  a 
emprender  sus  versiones  por  iniciativa  de  su  real  protector,  aun  cuan- 
do faltan  datos  para  asegurarlo. 

7.  La  significación  extraordinaria  de  Alfonso  X  para  la  cultura 
nacional  arranca  de  su  ambicioso  proyecto  de  verter  al  romance  caste- 
llano las  grandes  creaciones  de  la  civilización  oriental,  así  las  religio- 
sas como  las  científicas  o  meramente  literarias.  Un  plan  tan  vasto  in- 
cluía la  traducción  del  Alcorán,  del  Talmud  y  de  la  Cábala;  de  las 
obras  matemáticas,  astronómicas,  físicas  y  naturales  que  gozaban  de 
mayor  crédito  entre  los  árabes;  de  magníficas  colecciones  de  novelas  y 
cuentos.  Hay  que  relacionar,  sin  duda,  esta  colosal  empresa,  que  no 
pudo  ser  realizada  íntegramente,  con  la  aparición  en  Toledo  de  la  se- 
cunda escuela  de  traductores,  que,  bajo  el  patrocinio  y  con  la  colabo- 
ración del  rey,  vino  a  continuar  la  magna  obra  iniciada  un  siglo  antes 
por  el  arzobispo  Don  Raimundo.  La  nueva  escuela,  que  por  el  nombre 
de  su  real  mecenas  se  suele  apellidar  "escuela  alfonsina",  no  influyó 
tan  profundamente  en  la  cultura  europea  como  la  anterior,  en  parte 
por  haber  renunciado  al  latín,  que  seguía  siendo  el  idioma  para  la  co- 
municación internacional,  y  en  parte  por  haber  dejado  al  margen  las 
obras  de  especulación  filosófico-teológica,  que  suscitaban  a  la  sazón  el 
máximo  interés  en  Occidente.  El  palacio  real  en  Toledo  parece  haber 
sido  el  centro  de  esa  segunda  escuela  de  traductores,  de  la  cual  forma- 
ron parte  sabios  cristianos,  judíos  y  musulmanes,  en  ejemplar  colabo- 
ración. Entre  los  primeros,  sobresalen  Guillermo  Arremon  Daspa  y 
Juan  Daspa,  ambos  aragoneses;  Juan  de  Mesina,  Juan  de  Cremona, 
Fernando  de  Toledo  y  un  tal  Bernardo.  Los  colaboradores  judíos  eran: 
Judah  ben  Moses  ha-Kohen,  Samuel  ha-Levi  Abulafia,  Isaac  ibn  Sid 
ha-Hazzan,  Abraham  Alfaquín  de  Toledo  y  Rabí  Zag  Aben  Cayut,  el 
más  notable  de  todos.  Por  lo  común  estos  dos  grupos  trabajaban  aco- 
plados en  parejas  integradas  por  un  cristiano  y  un  judío.  Se  ignoran 
los  nombres  de  los  colaboradores  árabes,  que  ciertamente  existieron.  A 
los  nombres  antedichos  hay  que  sumar  los  de  algunos  otros  extranje- 
ros, como  Pedro  de  Regio  o  el  parmesano  Egidio  de  Tebaldis,  que  se 
encargaron  de  verter  varios  textos  del  castellano  al  latín,  con  lo  cual 
aquéllos  alcanzaron  una  mayor  difusión.  El  caudal  de  las  obras  cientí- 


ficas  incorporadas  al  castellano  por  orden  del  Key  Sabio  está  integrado 
en  buena  parte  por  tratados  de  astronomía,  la  ciencia  que  gozó  de  sus 
preferencias:  los  Libros  del  saber  de  Astronomía,  que  reformaron  el 
sistema  de  Tolomeo  y  fueron  aceptados  en  las  escuelas  de  Europa  has- 
ta fines  de  la  Edad  Media;  los  Astrolabios  llano  y  redondo;  el  Libro 
de  las  figuras  de  las  estrellas  fijas;  el  Libro  de  la  Esfera  y  el  de  la 
Azafea,  de  Azarquiel ;  el  Libro  del  globo  celeste,  el  de  los  cuadrantes, 
el  de  las  láminas  de  los  siete  planetas,  el  Tratado  de  las  Armiellas,  los 
cinco  libros  sobre  los  relojes,  y  otros  más.  Las  Tablas  Alfonsíes  fueron 
compiladas  por  mandato  del  rey  con  el  propósito  de  sustituir  las  Ta- 
blas Toledanas,  que  dos  siglos  antes  había  elaborado  en  la  misma  ciu- 
dad el  astrónomo  Azarquiel,  y  contienen  el  cómputo  anticipado  de  los 
principales  sucesos  astronómicos  a  partir  de  la  fecha  de  la  coronación 
de  Alfonso;  traducidas  al  latín  y  arregladas  por  Juan  de  Sajonia  a 
principios  del  siglo  xrv,  gozaron  de  inmensa  popularidad  en  Europa 
hasta  la  publicación  de  las  Tablas  Rudolñnas,  compiladas  por  Kepler, 
y  fueron  impresas  muchas  veces  en  los  siglos  xv  y  xvi  (15). 

Aun  cuando  el  contenido  de  estas  obras  se  ciñe  regularmente  a  los 
asuntos  científicos  enunciados  en  sus  respectivos  títulos,  deja  traslucir 
con  frecuencia  una  concepción  general  del  mundo  que  se  inspira  en  la 
filosofía  del  neoplatonismo.  Doctrinas  como  la  de  la  animación  de  los 
cuerpos  celestes,  la  del  influjo  y  poderío  de  los  astros  en  los  hombres 
y  en  las  cosas  terrenas,  la  de  las  virtudes  secretas  que  las  piedras  po- 
seen por  el  influjo  de  los  cuerpos  celestes  y  otras  similares,  muestran 
que  las  concepciones  astronómicas  aceptadas  por  el  Rey  Sabio  y  sus 
colaboradores  andaban  entremezcladas  con  prejuicios  astrológicos  (16). 
Una  obra  típicamente  astrológica  es  el  Libro  de  los  juicios  de  las  es- 
trellas, de  Ali  Abenragel,  cuya  versión  hay  que  añadir  a  las  anterior- 
mente citadas,  que  enseña  el  arte  de  consultar  las  estrellas  para  sa- 
ber si  un  consejero  es  leal  o  traidor,  si  un  negocio  será  bueno  o  malo, 
si  una  mujer  está  o  no  encinta,  y  si  tendrá  hijo  varón  o  hembra.  Otra 


(15)  Para  el  estudio  detallado  de  la  actividad  dentífica  desplegada  por  la  segunda 
escuela  de  los  traductores  toledanos  bajo  el  patrocinio  del  Rey  Sabio,  véase  la  obra 
de  Haskins:  Studies  in  the  History  of  Medioeval  Science,  Cambridge  (U.  S.  A.),  1024; 
chap.  I:  "Translators  from  the  arabic  in  Spain".  Una  visión  de  conjunto  sobre  el  mismo 
tema,  con  amplias  perspectivas,  se  hallará  en  la  obra  de  G.  Sarton:  Introduction  to  the 
History  of  Science,  vol.  II,  part.  II,  London,  193 1,  págs.  8'<4-842. 

(16)  José  A.  Sánchez  Pérez:  Alfonso  X  el  Sabio  y  el  Astrólogo,  artículo  publicado 
en  la  revista  "Investigación  y  Progreso",  año  IV,  núm.  5  (Madrid,  mayo  de  1930). 


—   10  — 


versión  es  la  del  Libro  de  las  cruces  (17),  de  Oveidala,  cuya  única  fina- 
lidad estriba  en  formar  horóscopos  y  predecir  sucesos  que  principal- 
mente interesan  a  los  reyes ;  el  deseo  de  aplicar  a  España  conocimien- 
tos que  reputaban  ide  tanta  utilidad  indujo  a  los  traductores  a  añadir 
un  capítulo  muy  interesante,  que  "fabla  en  saber  la  soma  de  los  grados 
ensennorados  sobre  las  principales  villas  antiguas  despanna.  Et  en  las 
planetas  sobre  quales  mansiones  an  poderio  et  las  mansiones  sobre  qua- 
les  de  las  villas  despanna.  Et  en  la  diversidad  de  las  opiniones  de  los 
sabios  sobre  el  signo  despanna  qual  es  et  del  sennorio  de  las  planetas 
sobre  dVersas  yentes".  También  es  una  traducción  el  Lapidario,  en  el  que 
se  recopilan  las  virtudes  secretas  de  las  piedras  y  se  indica  el  influjo 
de  los  astros  en  aquellas  virtudes.  La  divulgación  de  la  astrología  orien- 
tal abrió  un  surco  profundo  en  la  mentalidad  española,  que  precisa  te- 
ner en  cuenta  al  emprender  la  historia  de  las  supersticiones  arraigadas 
en  nuestra  patria  (18). 

8.  La  literatura  didáctico-moral  en  lengua  vulgar,  de  la  que  hemos 
examinado  ya  las  primeras  muestras  aparecidas  en  el  reinado  anterior, 
adquiere  en  éste  un  gran  incremento  y  se  manifiesta  en  traducciones  y 
arreglos  de  obras  arábigas  llevadas  a  cabo  en  la  corte  real  o  por  inicia- 
tiva de  personas  reales.  Tales  producciones  forman  parte  de  un  amplio 
ciclo  literario  de  influencia  oriental,  iniciado  en  el  siglo  anterior  con  la 
Disciplina  el  erica!  is,  del  judío  converso  Pedro  Alfonso,  y  que  ahora  cul- 
mina en  algunas  muestras  exquisitas  de  la  novelística  (19),  como  el  Ca- 
lila e  Dimna,  que  Alfonso  el  Sabio,  en  1251,  todavía  infante,  mandó 
poner  en  romance  castellano,  y  el  Sendebar,  que  a  iniciativa  del  infan- 
te D.  Fadrique,  hermano  de  Alfonso,  fué  traducido  en  1253,  con  el  tí- 
tulo de  Libro  de  los  engarnios  et  assayamientos  de  las  mugeres  (20). 
Estas  colecciones  de  cuentos  y  fábulas  suelen  exteriorizar  intenciones 
moralizadoras,  por  lo  cual  se  las  puede  tomar  por  verdaderos  ejem- 
plarios  morales ;  y  como,  además,  en  algunas  se  intercalan  abundan- 
tes máximas  y  sentencias  de  sabios  y  moralistas,  resulta  patente 
su  parentesco  con  las  obras  incluidas  en  el  género  didáctico-mo- 
ral. Aun  más:  la  mayoría  de  las  producciones  pertenecientes  a  este 

(17)  José  A.  Sánchez  Pérez  ha  pablicp^o  un  análisis  detallado  y  abundantes  ex- 
tractos de  este  libro  en  la  revista  "Isis".  vol.  14,  1030,  pá°¡s.  77-132 

(18)  Véase,  más  adelante,  el  Apéndice  al  capítulo  penúltimo,  que  versa  sobre:  "Li¡. 
filosofía  en  las  concepciones  populares". 

(19)  Angel  González  Palencia:  Historia  de  la  literatura  arábigo-española;  Barce- 
lona, Editorial  Labor,  1928,  págs.  309  y  ?->;tes. 

(20)  Publicado  por  A.  Bonilla  y  Sanmartín,  con  un  estudio  preliminar,  en  el 
tomo  XIV  de  la  Bibliotheca  Hispánica;  Barcelona,  1904. 


-  17  — 


último  género  toman  pretexto  de  una  fábula  para  desenvolver  con  oca- 
sión de  ella  su  contenido  doctrinal.  El  elemento  fabulístico,  nada  más 
insinuado  en  el  Libro  de  los  Doce  Sabios  y  en  las  Flores  de  Filosofía, 
cobra  luego  importancia  y  se  convierte  en  una  narración  introductoria 
a  la  parte  moral  o  filosófica;  así  ocurre  en  la  Historia  de  la  doncella 
Teodor,  la  esclava  que,  por  amor  a  su  dueño  y  educador  caído  en  la 
miseria,  pide  ser  vendida  en  la  corte  del  rey  Almanzor,  y  allí  maravilla 
por  sus  conocimientos  de  toda  índole  a  los  diversos  sabios  que  la  in- 
terrogan, o  en  las  Respuestas  del  filósofo  Segundo  a  las  cosas  que  le 
preguntó  el  emperador  Adriano,  curiosa  historieta  que  introduce  en  la 
literatura  castellana  el  experimento  moral  de  la  flaqueza  inherente  a  la 
condición  femenina,  o  en  la  obra  más  vasta  intitulada  Bocados  de  Oro, 
en  cuyo  texto  se  engarzan  a  veces  las  dos  precedentes  (21). 

Los  Bocados  de  Oro,  colección  de  dichos  o  sentencias  áureos  toma- 
dos de  los  sabios  orientales,  comienzan  con  una  pequeña  fábula,  que 
bien  pudiera  encerrar  un  profundo  simbolismo,  pues  en  ella  se  finge 
que  El  Bonium,  un  rey  de  Persia,  fué  a  las  tierras  de  la  India  en  bus- 
ca del  saber.  El  historiador  Floranes  (22)  advirtió  que  "El  Bonium  leí- 
do al  revés  dice  muy  noble",  epíteto  con  que  en  Castilla  se  solía  ape- 
llidar la  persona  del  rey;  y  supuso,  además,  que  el  nombre  de  Persia 
encubría  una  alusión  a  Hesperia.  En  esa  introducción,  pues,  que  por 
cierto  es  la  única  parte  de  la  obra  que  aparece  solamente  en  manuscri- 
tos castellanos,  se  expresaría  tal  vez  en  forma  velada  la  actitud  recep- 
tiva y  el  esfuerzo  asimilador  desplegado  por  los  monarcas  españoles 
frente  a  los  tesoros  del  saber  procedentes  del  lejano  Oriente.  Por  lo 
demás,  el  texto  de  los  Bocados  de  Oro,  salvo  la  introducción,  deriva 
del  Libro  de  las  sentencias,  de  Abulguafá  Mobáxir  Benfátic,  donde  se 
hallan  recopilados  los  dichos  de  filósofos  indios,  griegos,  latinos  y  ára- 
bes, que  oyera  el  rey  Bonium  en  su  visita  al  palacio  de  los  sabios  en  la 
India  (23).  He  aquí  los  nombres  de  los  sabios,  cuyas  sentencias  se  re- 
producen en  capítulos  separados:  Sed,  Ermes,  Catalquio,  Tad,  Omiro, 


(21)  Las  tres  obras  han  sido  publicadas  por  H.  Knust  en  sus  Mittheilungen  aus 
dem  Eskurial,  Tübingen,  1879,  en  cuyos  apéndices  se  acompañan  detallados  análisis  lite- 
rarios de  las  mismas. 

Ya  anteriormente,  en  el  tomo  X  del  "Jahrbuch  für  romanische  und  englische  Litte- 
ratur",  1869,  págs.  131-153,  el  mismo  autor  había  dado  a  conocer  sus  profundos  estudios 
literarios  sobre  este  grupo  de  obras  en  el  interesante  artículo  Ein  Beitrag  zur  Kenntnis  dcr 
Eskurialbibliothek . 

(22)  Floranes,  en  los  Apéndices  a  las  Memorias  históricas  de  la  vida  de  D.  Alon- 
so VIH,  por  el  Marqués  de  Mondéxar,  p.  CXXXVII. 

(23)  A.  González  Palencia,  obra  citada,  pág.  308. 


2 


—  j8  — 


Solón,  Rabión,  Hipócrates,  Pitágoras,  Diógenes,  Sócrates,  Platón,  Aris- 
tóteles, Alejandro,  Tolomeo,  Leogenin,  Enufio,  Medragis,  Sillo,  Ga- 
lieno,  Proteo,  Gregorio  y  Píramo.  En  un  extenso  capítulo  final  se 
amontonan  los  dichos  de  otros  cincuenta  filósofos.  Un  detalle  curioso 
es  que  varios  de  los  capítulos  consignan  al  principio  unas  breves  noti- 
cias históricas  de  los  filósofos  a  quienes  las  sentencias  son  atribuidas. 
Doctrinalmente  la  obra  resulta  un  mosaico  de  opiniones  y  tendencias 
sumamente  difícil  de  reducir  a  una  síntesis ;  el  capítulo  preliminar  con- 
tiene una  ingeniosa  teoría  psicológica  acerca  del  entendimiento,  como 
órgano  adquisitivo  del  saber,  y  de  los  cinco  sentidos  como  fuentes  de 
información  para  el  entendimiento,  entre  las  que  subraya  la  preemi- 
nencia del  oído,  y  la  demuestra  con  el  ejemplo  de  la  deficiencia  mental 
inherente  de  ordinario  a  las  personas  carentes  de  él,  deficiencia  que  no 
se  da  en  los  privados  de  la  vista  o  de  algún  otro  sentido.  Los  Bocados 
de  Oro  ejercieron  un  considerable  influjo  en  las  demás  obras  literarias 
del  mismo  género  aparecidas  en  aquel  siglo  y  aun  en  los  siglos  inme- 
diatos. Por  su  contenido  pueden  parangonarse  con  esta  obra  el  Libro 
de  los  Buenos  Proverbios,  otra  compilación  de  máximas  al  estilo  de  las 
recogidas  por  el  rey  Bonium,  que  ha  sido  traducida  de  las  Sentencias 
morales  de  los  filósofos,  de  Honain  ben  Ishac  Elibadí,  y  los  Ensenna- 
mientos  et  castigos  de  Alixandre,  donde,  al  igual  que  en  El  Bonium, 
se  insertan  dos  cartas  apócrifas  de  Alejandro  Magno  a  su  madre  (24). 

Por  esta  última  circunstancia  ambas  producciones  denuncian  su  ori- 
gen común  con  el  de  otra  obra  que  logró  en  estos  siglos  una  gran  difu- 
sión en  todo  el  mundo  culto,  y  en  España  fué  asimismo  conocida  no 
sólo  en  su  versión  latina,  sino  además  en  traducciones  y  arreglos  al  cas- 
tellano, al  aragonés  y  al  catalán.  Me  refiero  al  pseudo-aristotélico  Secre- 
tum  Secretorum,  una  obra  árabe  o  siríaca,  que  debió  irse  formando  en 
los  siglos  vni  y  ix,  y  de  la  que  se  conoció  en  el  siglo  ix  una  versión 
árabe  de  Yahya  ben  Batric ;  en  el  siglo  xn,  Juan  de  Sevilla  hizo  una 
versión  latina  que,  al  divulgarse  por  Europa,  sirvió  de  base  a  nuevas 
traducciones  en  todos  los  idiomas  romances.  La  versión  castellana  hecha 
en  el  siglo  xm,  bajo  el  título  Poridat  de  Poridades,  es  más  bien  una 
selección  del  original,  que  no  se  sabe  si  hay  que  atribuir  al  traductor 
o  si  preexistía  en  algún  texto  latino.  Está  dividida  en  ocho  tratados, 


(24)  El  Libro  de  los  Buenos  Proverbios  ha  sido  también  publicado  en  los  Mitthei- 
lungen  aus  dem  Eskuruil,  págs.  1-65,  por  H.  Knust,  quien  en  el  apéndice  a  esta  obra  y 
en  el  tomo  X  del  citado  "Jahrbuch",  págs.  317-327,  lo  ha  analizado  literariamente. 

Sobre  los  Ensennamientos  el  Castigos  de  Alixandre,  véase  el  mismo  tomo  X  del 
"Jahrbuch",  págs.  306-317. 


—  19  — 


de  dos  cuales  los  dos  primeros  contienen  un  código  de  moral  para  uso 
de  los  reyes,  germen  de  los  futuros  Regimientos  de  Príncipes,  que  tan- 
to habían  de  abundar  en  los  siglos  xiii  y  xiv.  Los  cinco  tratados  si- 
guientes desenvuelven  una  doctrina  de  los  deberes  a  cumplir  por  los 
funcionarios  dependientes  de  la  corte  real:  jueces,  escribanos,  alguaci- 
les, adelantados,  caballeros,  mandaderos,  jefes  militares,  etc.,  y  cons- 
tituyen el  precedente  inmediato  de  varias  compilaciones  legislativas  que 
ordenó  Alfonso  X.  El  último  libro,  que  "...  es  de  los  saberes  ascondi- 
dos  e  de  propriedades  de  piedras  e  de  las  plantas  e  de  las  animalias  e 
de  poridades  estrannas  de  física",  no  parece  guardar  una  estrecha  re- 
lación con  los  anteriores,  y  se  compone  de  una  fisiognomónica,  una  su- 
ma de  preceptos  para  la  conservación  de  la  salud  y  un  lapidario.  Aun- 
que el  Secretum  Secretorum  no  sea  obra  auténtica  de  Aristóteles,  sino 
compuesta  siglos  después,  se  inspira  fielmente  en  sus  doctrinas,  por  lo 
cual  contribuyó  muchísimo  a  infiltrar  el  aristotelismo  en  la  filosofía  po- 
lítica europea  a  partir  del  siglo  xiii,  en  que  fué  divulgado.  Más  con- 
cretamente, el  texto  castellano  del  Poridat  de  Poridades  ha  suminis- 
trado abundantes  materiales  para  la  doctrina  política  que  se  despliega 
en  Las  Siete  Partidas.  Y  otros  documentos  reales  tan  característicos  de 
la  época,  como  el  Libre  de  S aviesa,  atribuido  a  Jaime  I,  y  los  Cas- 
tigos e  documentos,  atribuidos  a  Sancho  IV,  se  han  aprovechado  asi- 
mismo de  aquella  obra,  ya  fuese  en  la  versión  latina  o  en  alguno  de  los 
textos  romanceados  (25). 

9.  Ideológicamente  no  existe  solución  de  continuidad  entre  esos  ca- 
tecismos político-morales  que  acabamos  de  examinar  y  las  grandes  obras 
legislativas  debidas  a  la  iniciativa  del  Rey  Sabio.  Nos  referimos,  claro 
está,  no  a  las  colecciones  de  leyes  promulgadas  para  remedio  de  nece- 
sidades concretas  y  ocasionales  de  la  vida  pública  {Leyes  del  Estilo,  Or- 
denamientos de  las  Tafurerías,  Leyes  Nuevas,  etc.),  sino  a  los  cuerpos 
legales  inspirados  en  una  concepción  política  general,  como  son  el  Fue- 
ro Real,  el  Espéculo  y  las  Partidas,  los  tres  muy  semejantes  entre  sí 
por  el  contenido  y  la  doctrina,  tanto,  que  cabría  incluso  pensar  si  des- 
envuelven gradualmente  y  por  etapas  un  mismo  plan,  que  en  las  Par- 
tidas habría  llegado  a  madurez.  Así,  en  los  cuatro  libros  del  Fuero 


(25)  El  texto  latino  fué  impreso  por  primera  vez  en  Colonia  el  año  1480  y  ha  sido 
reimpreso  muchos  veces.  Véase  un  estudio  sobre  el  mismo  en  G.  Sarton,  obra  y  volu- 
men citados,  part.  I 

Sobre  el  Poridat  de  Poridades  consúltese  especialmente  el  artículo  ya  citado  de 
H.  Knust  en  el  tomo  X  del  "Jahrbuch",  págs.  303-317,  estudio  que  sigue  a  otro  de 
carácter  general  sobre  la  obra  (ibid.,  págs.  153-172). 


  20  — 


Real,  que  es  el  más  antiguo,  no  sólo  se  anticipa  el  cuadro  general  y  el 
orden  de  las  materias,  ajustado  al  del  Digesto,  que  das  Partidas  expla- 
narán más  tarde,  sino  que  se  esbozan  ya  sus  principales  instituciones, 
mientras  el  Espéculo  parece  un  ensayo  de  redacción  previa  de  las  Par- 
tidas primera  y  segunda,  con  cuyo  texto  ofrece  abundantes  coinciden- 
cias literales.  Las  tres  obras  anteponen  a  la  regulación  detallística  de 
las  instituciones  del  derecho  castellano  una  exposición  general  de  las 
fuentes  jurídicas,  un  resumen  del  derecho  eclesiástico  y  una  doctrina 
de  la  institución  real.  En  el  Fuero  Real  esa  parte  introductoria  ocupa 
escasamente  la  mitad  del  primer  libro,  aparece  bastante  compendiada 
y  peca,  sobre  todo,  de  insistemática.  Su  redacción  recuerda  más  la  for- 
ma sentenciosa  de  los  "dichos"  y  "castigos"  de  la  literatura  didáctico- 
moral  que  los  majestuosos  desarrollos  de  las  leyes  de  Partidas  o  del 
Espéculo.  El  mayor  interés  doctrinal  fluye  de  los  títulos  II,  III  y  VI 
del  libro  primero  (26) ;  éste  pone  los  jalones  de  una  filosofía  de  las  le- 
yes, ése  resume  las  diversas  virtudes  políticas  del  subdito  en  la  virtud 
capital  de  la  lealtad,  y  aquél  aplica  el  símbolo  del  organismo  a  la  teo- 
ría del  grupo  político,  en  el  que  el  rey  es  la  cabeza  y  el  pueblo  es  el 
cuerpo.  Con  dicho  símbolo  se  conjuga  la  idea  de  que  la  corte  real  en- 
carna en  la  tierra  una  viva  imagen  de  la  corte  celestial ;  y  lo  que  Jesu- 
cristo es  a  los  ángeles  y  bienaventurados  en  la  gloria,  es  el  monarca  en 
el  reino  a  la  multitud  de  sus  súbditos.  Todas  esas  doctrinas  habían  de 
encontrar  un  mayor  desenvolvimiento  en  los  textos  de  las  Partidas. 

El  Espéculo  (27),  a  diferencia  del  Fuero  Real,  presenta  un  cuadro 
parcial,  aunque  bastante  sistemático,  de  las  instituciones  del  derecho 
público.  En  esta  parcialidad  de  las  materias  que  trata  se  diferencia  de 
las  Partidas,  que  incluyen  toda  la  legislación;  se  diferencia,  además, 
por  la  menor  elevación  de  la  doctrina,  que  transige  con  algunas  impu- 
rezas del  vivir  humano,  tales  como  las  mancebas  o  los  hijos  bastardos 
del  rey,  para  con  quienes  impone  deberes  taxativos  a  los  súbditos  por 
el  estilo  de  los  que  establece  para  con  la  reina  o  los  hijos  legítimos.  El 
libro  II  encierra  un  código  muy  completo  de  los  deberes  político-mora- 
les de  los  súbditos  hacia  la  realeza  por  el  siguiente  orden :  la  persona 

(26)  El  Fuero  Real  ha  sido  editado  por  la  R.  Academia  de  la  Historia  en  los 
"Opúsolos  leches  del  Rey  D.  Alfonso  el  Sabio",  Madrid,  1836,  págs.  1-177  del  tomo  II. 

He  aquí  el  texto  literal  de  los  títulos  citados: 
"Tit.  II.    De  la  guarda  del  rey  e  de  su  señorío. 
Tit.  ITI.    De  la  guarda  de  los  fijos  del  rey. 
Tit.  VI.    De  las  leyes  et  de  sus  establecimientos." 

(27)  El  Espéculo  o  Espejo  de  todos  los  derechos  ocupa  todo  el  tomo  I  de  la  edición 
de  la  R.  Academia  de  la  Historia,  que  acabamos  de  citar 


—   21  — 


y  la  honra  del  rey ;  la  reina ;  la  persona  y  la  honra  de  los  hijos  del  rey ; 
los  castillos,  villas  y  fortalezas  del  rey,  las  cosas  muebles  del  rey  vivas, 
etcétera.  Los  desarrollos  se  pierden  a  veces  en  lo  detallístico  y  en  lo 
pueril,  como  ocurre,  por  ejemplo,  con  las  leyes  3  a  6  del  título  II,  que 
exponen  cómo  el  rey  debe  ser  honrado  "en  seyendo",  "en  estando  en 
pie",  "en  yaziendo" ;  pero,  por  lo  común,  responden  a  una  concepción 
doctrinal  trabada  y  coherente,  que  preludia  en  muchos  aspectos  la  de 
las  Partidas  (28).  Un  interés  especial,  desde  este  punto  de  vista,  ofrece 
el  título  I  del  libro  I,  que  se  ocupa  "De  las  leyes".  A  la  ley  le  es  asig- 
nada la  finalidad  de  que  por  ella  "los  ornes  sepan  traer  e  guardar  la  fe 
de  nuestro  Señor  Jesu  Christo...  e  otrosí  que  vivan  unos  con  otros  en 
derecho  e  en  justicia"  (ley  1).  Las  leyes  han  de  llenar  ciertas  condicio- 
nes; así,  han  de  ser  "muy  cuydadas  e  muy  catadas,  ...  llanas  e  paladi- 
nas..., e  sin  escatima  e  sin  punto  porque  non  pueda  venir...  disputa- 
ción nin  contienda"  (ley  2).  En  cuanto  al  legislador,  después  de  sentar 
que  "ninguno  non  puede  fazer  leyes  sinon  emperador  o  rey  o  otro  por 
su  mandamiento  dellos"  (ley  3),  enumera  sus  prendas  o  cualidades  per- 
sonales en  el  siguiente  orden:  amor  y  temor  de  Dios,  amor  de  la  jus- 
ticia y  de  la  verdad,  saber  ("deve  ser  entendudo"),  fortaleza  frente  a 
los  crueles  y  soberbios  y  piedad  hacia  los  mezquinos  e  inculpados,  hu- 
mildad y  paciencia  ("deve  ser  sofrido")   (ley  4).  Magníficamente  se 
describen  ¡las  ventajas  que  de  las  leyes  se  siguen :  "dan  paz  e  folgura 
e  fazen  los  ornes  de  buena  vida  e  bien  costumbrados  e  fazenlos  ricos 
que  cada  uno  aya  sabor  de  lo  suyo  e  non  de  lo  ajeno  e  castigan  el  mal 
e  dan  galardón  del  bien  e  acrecientan  el  señor  e  amuchiguan  las  gien- 
tes  e  muestran  carrera  a  los  ornes  para  ganar  amor  de  Dios"  (ley  5). 
Las  leyes  encaminan  a  los  hombres  a  conocer  a  Dios  y  a  su  señor  na- 
tural, a  amarse  los  unos  a  los  otros  en  paz  y  justicia  y,  en  definitiva, 
a  vivir  bien  (ley  6).  La  ley  toma  su  nombre  de  ligar,  porque  "ley  tanto 
quiere  dezir  como  castigo  e  enseñamiento  escripto  que  lega  a  orne  que 
non  faga  mal  o  quel  aduce  a  seer  leal  faziendo  derecho"  (ley  7).  La 
interpretación  de  la  ley  se  ajustará  a  un  sentido  "complido  e  sano,  e 
tomado  todavía  a  la  mejor  parte  e  mas  derecha  e  mas  aprovechosa  e 
mas  verdadera"  (ley  8).  La  ley  obliga  a  todos,  desde  el  rey  al  ín- 
fimo de  sus  vasallos :  el  pueblo  la  debe  observar,  porque  es  mandamien- 
to del  señor  y,  además,  buena  y  útil;  por  su  parte,  el  rey  se  ha  de  por 


(28)  La  crítica  histórica  no  ha  puesto  todavía  en  claro  si  el  Espéculo  es  anterior 
o  posterior  en  fecha  a  las  Partidas;  en  el  segundo  caso,  sería  una  condensación  abreviada 
de  los  libros  primero,  segundo  y  tercero  de  este  código. 


tar  más  respetuoso  con  las  leyes  que  ninguno,  porque  ellas  le  honran 
y  amparan,  le  ayudan  a  dictar  la  justicia  y  el  derecho  y  son,  en  fin, 
obra  suya  (ley  9).  Para  razonar  la  máxima  jurídica  tradicional  de  que 
la  ignorancia  de  las  leyes  no  excusa  de  su  cumplimiento  (ley  11),  se 
aduce  una  interesante  disquisición  filosófica:  "bien  asi  como  del  saber 
vienen  en  todas  las  cosas  e  los  bienes  e  los  proes...,  del  non  saber  vie- 
nen todos  los  males  e  todos  los  daños...  e  por  el  saber  conosce  orne  a 
Dios...  Otrosi  conosce  las  otras  cosas...  E  esto  faze  el  orne  seer  aca- 
bado e  complido  de  todo  bien  e  estremal  de  todas  las  otras  cosas  que 
non  an  este  entendimiento.  E  por  el  non  saber  yerra  el  orne  contra 
Dios...  e...  contra  todas  las  otras  cosas...  E  el  que  asi  bive  dezimos 
que  faz  vida  de  bestia  e  aun  peor,  ca  la  bestia  faze  segunt  su  sentido 
le  abonda..."  Este  breve  florilegio  de  textos  entresacados  del  Espéculo 
revela  la  enjundia  ideológica  que  vivifica  muchos  títulos  de  la  obra, 
en  la  que  han  hallado  franca  acogida  algunas  doctrinas  típicas  de  la 
jurisprudencia  romana  clásica  y  la  concepción  jurídica  y  política  apa- 
rece impregnada  de  un  hondo  sentido  ético. 

El  monumento  legal  más  importante  del  reinado  de  Alfonso  X,  y 
aun  de  toda  la  Edad  Media  española,  es,  sin  ningún  género  de  duda, 
el  Libro  o  Fuero  de  las  Leyes,  designado  usualmente  con  el  nombre  de 
Las  Siete  Partidas,  por  las  siete  partes  de  que  consta.  Esta  obra  cons- 
tituye un  ensayo  completísimo  de  legislación,  porque  abarca  la  totali- 
dad de  las  materias  del  derecho,  así  público  como  privado,  y  porque  a 
propósito  de  cada  institución  desarrolla  a  la  vez  las  normas  precepti- 
vas y  su  fundamento  racional;  y  así,  además  de  un  código,  resulta  ser 
un  tratado  de  filosofía  jurídica.  Durante  siglos,  el  último  aspecto  ha 
sido  el  más  influyente,  pues,  mientras  el  texto  legal  carecía  de  vigencia 
o  a  lo  sumo  la  obtenía  a  título  suplementario,  la  doctrina  jurídica  pene- 
traba en  la  mentalidad  castellana,  y  aun  llegaba  a  infiltrarse  en  todo  el 
ámbito  de  la  vida  española,  a  través  de  la  jurisprudencia  y  de  las  opi- 
niones de  los  jurisconsultos  (29).  Las  Partidas  gozaron  de  tanto  presti- 
gio gracias  a  que  su  orientación  doctrinal  estaba  tomada  de  las  más 
puras  corrientes  científicas  del  siglo  xiii  :  el  romanismo  y  la  legislación 
canónica,  tal  vez  porque  en  el  propósito  de  su  real  iniciador  debían  rea- 
lizar en  el  terreno  legislativo  la  aspiración  imperial,  con  que  soñó  Al- 


(29)  Para  las  cuestiones  histórico-críticas  acerca  de  la^  Partidas  consúltese  la  obra 
de  J.  Beneyto  Pérez:  Fuentes  de  Derecho  Histórico  Español;  Ensayos.  Barcelona,  193 1, 
págs.  133  y  sgtes. 

Sobre  la  influencia  de  las  Partidas  en  Cataluña,  véase  a  R.  d'Abadal  i  Vinyals:  Le* 
"Partides"  a  Catalunya  durant  VEdat  Mitja.  Barcelona,  1914. 


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fonso  X  durante  todo  su  reinado.  De  confirmarse  esta  sospecha  que  ya 
apuntó  el  historiador  Floran-es  y  vuelve  hoy  a  tomar  cuerpo  en  los  co- 
nocedores de  nuestra  historia  jurídica,  el  Libro  de  las  Leyes  estaba  pre- 
destinado a  ser  el  código  de  la  Europa  cristiana  de  entonces  o,  para 
decirlo  en  términos  más  exactos,  la  suprema  ley  del  Sacro  Romano  Im- 
perio. Por  lo  menos,  esta  idea  parece  haber  presidido  la  redacción  de 
las  dos  primeras  Partidas,  en  las  que  se  resume  toda  la  sustancia  del 
derecho  público  de  su  tiempo.  La  Partida  primera,  en  efecto,  aparte 
los  dos  títulos  iniciales  donde  se  enumeran  las  fuentes  del  derecho  y 
se  reproducen,  un  tanto  ampliadas,  las  doctrinas  del  Espéculo,  en  espe- 
cial aquella  interesante  filosofía  de  la  ley  que  antes  hemos  expuesto, 
viene  a  ser  un  compendio  del  derecho  eclesiástico,  extractado  casi  ínte- 
gramente de  las  Decretales,  que  empieza  enunciando  los  artículos  de  la 
Fe  Católica  y  los  sacramentos  de  la  Iglesia,  sigue  con  el  examen  de  la 
jerarquía  eclesiástica  desde  el  Papa  hasta  sus  últimos  peldaños  y  termi- 
na con  un  extenso  estudio  de  las  cosas  eclesiásticas :  iglesias,  monaste- 
rios, sepulturas,  derechos,  privilegios  y  franquicias,  beneficios,  diezmos 
y  primicias,  etc.  La  elevación  doctrinal  de  las  Partidas  culmina  en  él 
libro  segundo,  que  "fabla  de  los  Emperadores,  e  de  los  Reyes,  et  de  los 
otros  grandes  Señores  de  la  tierra,  que  la  han  de  mantener  en  justicia  e 
verdad"  (30).  En  su  título  I  se  definen  los  grados  de  la  jerarquía  polí- 
tica: el  emperador,  el  rey  y  los  demás  gobernantes  que  detentan  el  se- 
ñorío territorial ;  y  en  los  otros  treinta  títulos  se  desenvuelve  un  com- 
pletísimo tratado  de  los  deberes  morales  y  jurídicos  inherentes  a  la  per- 
sona del  rey  y  de  los  que  incumben  al  pueblo  hacia  su  rey. 

Ya  en  el  prólogo  a  la  segunda  Partida  se  anuncia  el  alcance  filosó- 
fico de  su  contenido,  al  establecer  en  sus  primeras  líneas  la  doctrina  de 
los  dos  poderes,  el  eclesiástico  y  el  político,  por  los  que  se  gobierna  el 
mundo  y  que  vienen  a  ser  como  las  dos  espadas,  prefiguradas  en  un  epi- 
sodio evangélico,  por  las  que  se  mantienen  la  justicia  espiritual  y  la 
justicia  temporal.  En  la  cúspide  de  la  jerarquía  política  figura  el  empe- 
rador, "gran  Dignidad,  noble  e  honrrada  sobre  todas  las  otras,  a  cuyo 
mandamiento  deven  obedescer  todos  los  [ornes]  del  Imperio,  o  el  non 
es  tenudo  de  obedescer  a  ninguno,  fueras  ende  al  Papa  en  las  cosas  es- 
pirituales". "El  Emperador  es  Vicario  de  Dios  en  el  Imperio,  para  fazer 
justicia  en  lo  temporal,  bien  assi  como  el  Papa  lo  es  en  lo  espiritual." 


(30)  Para  las  citas  de  las  leyes  de  Partidas,  hemos  utilizado  siempre  el  texto  esta- 
blecido por  Gregorio  López  y  reeditado,  con  la  versión  castellana  de  sus  glosas,  por 
Sanpons  y  Barba,  Martí  de  Eyxalá  y  Ferrer  y  Subirana,  Barcelona,  1843,  4  vols. 


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La  necesidad  de  la  institución  imperial  se  desprende  de  la  exigencia  de 
concertar  los  pueblos  entre  sí,  a  lo  que  contribuyen  en  gran  manera  las 
normas  de  una  sabia  legislación  y  los  fallos  de  una  justicia  recta,  y  asi- 
mismo de  la  conveniencia  de  "amparar  la  Fe  de  nuestro  Señor  Jesu 
Christo,  e  quebrantar  los  enemigos  della"  (ley  i).  El  poderío  jurídico 
del  emperador  (o  "poder  de  derecho")  dimana  de  la  antigua  institu- 
ción imperial  romana:  "...  ca  maguer  los  romanos,  que  antiguamente 
ganaron  con  su  poder  el  señorío  del  mundo,  ficiessen  Emperador,  e  le 
otorgassen  todo  el  poder,  e  el  señorío  que  avian  sobre  las  gentes,  para 
mantener,  e  defender  derechamente  el  pro  comunal  de  todos...  E  este 
poder  ha  el  Señor,  luego  que  es  escogido  de  todos  aquellos,  que  han 
poderío  de  lo  escoger,  o  de  la  mayor  parte,  seyendo  fecho  Rey  en  aquel 
lugar,  onde  se  acostumbraron  a  fazer  antiguamente,  los  que  fueron  es- 
cogidos para  Emperadores"  (ley  2) ;  este  poder  se  extiende  a  poner  y 
quitar  ley,  fuero,  costumbre,  juicio,  tributo,  moneda,  demarcación,  gue- 
rra, paz  y  tregua,  jefes  militares,  etc.  El  poderío  de  hecho  estriba  en 
la  fuerza  de  que  el  emperador  dispone:  huestes  y  caudillos,  castillos, 
fortalezas  y  puertos,  "mayormente  de  aquellos  que  están  en  frontera 
de  los  barbaros,  e  de  los  otros  Reynos,  sobre  que  el  Emperador  non  ha 
Señorío";  pero  el  más  firme  sostén  de  la  fuerza  material  radica  en  la 
justicia  y  en  el  derecho,  por  lo  cual  el  emperador  debe  rodearse  de 
"ornes  sabidores,  e  entendidos,  e  leales  e  verdaderos,  ...  para  su  conse- 
jo, e  para  fazer  justicia,  e  derecho  a  la  gente...  Otrosí  ...  el  mayor  pode- 
río, e  mas  cumplido,  que  el  Emperador  puede  aver  de  fecho  en  su  Seño- 
río, es  cuando  el  ama  a  su  gente  ,  e  es  amado  della"  (ley  3). 

La  expuesta  concepción  típicamente  medieval  del  Imperio,  que  se 
apoya  en  textos  del  derecho  romano  justinianeo  y  en  pasajes  de  los 
glosadores,  se  continúa  en  el  mismo  título  con  una  teoría  política  de  la 
realeza  de  neto  abolengo  aristotélico,  por  lo  menos  en  sus  rasgos  funda- 
mentales. El  rey  ha  sido  puesto  al  frente  de  su  pueblo,  como  alma  y  ca- 
beza suya  que  es,  para  mantenerle  en  el  camino  de  la  justicia  y  de  la 
verdad  (ley  5).  En  lo  cual  no  se  diferencia  del  emperador,  como  tampo- 
co en  el  resto  de  sus  derechos,  salvo  que  el  Imperio  se  extiende  a  más 
tierras  y  pueblos.  El  cotejo  entre  los  óos  supremos  grados  de  la  jerar- 
quía política  revela  al  instante  la  mayor  robustez  que  en  la  teoría  y  en 
la  práctica  iba  cobrando  la  institución  real  que,  en  contraste  con  el  Im- 
perio, se  transmite  por  herencia.  El  rey  puede,  además,  otorgar  e  in- 
feudar  señoríos  y  obligar  coactivamente  a  la  gente  de  su  tierra  a  que  le 
sirvan  en  guerra  y  en  paz,  mientras  nada  de  esto  puede  hacer  el  empe- 
rador (ley  8).  La  institución  de  la  realeza  satisface  a  una  íntima  necesí- 


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dad  social ;  toda  agrupación  humana,  sea  cual  fuere,  mantiene  su  cohe- 
sión por  una  persona  constituida  en  autoridad  que  unifica  los  esfuerzos 
del  grupo,  y  en  las  sociedades  políticas  esta  persona  es  el  rey.  El  rey 
es  el  señor  de  su  pueblo,  que  en  la  guerra  le  sirve  de  caudillo  y  en  la 
paz  le  mantiene  en  la  justicia  y  el  derecho  (leyes  6  y  7).  El  abuso  del 
poder  real  engendra  la  tiranía  (ley  10).  Entre  el  rey  y  el  pueblo  existen 
más  peldaños  de  la  jerarquía  política,  de  los  cuales  unos  ejercen  el  po- 
der por  señorío  de  la  tierra  vinculado  a  su  familia  y  otros  por  delega- 
ción del  rey,  a  quien  en  último  término  todos  deben  sujeción  (leyes  11, 
12  y  13). 

A  esta  doctrina  sobre  la  institución  real,  sigue  un  extenso  tratado 
filosófico-moral  en  el  que  se  exponen  ordenadamente  los  deberes  del  rey 
para  con  Dios,  para  consigo  mismo,  para  con  las  personas  de  su  familia 
(esposa,  hijos,  parientes),  para  con  sus  funcionarios  y  para  con  sus  sub- 
ditos (títs.  II  al  XI).  Para  con  Dios,  el  rey  tiene  los  deberes  de  cono- 
cerle, amarle,  temerle,  servirle  y  alabarle  (leyes  1  a  4  del  tít.  II).  Con- 
sigo, ha  de  ser  bueno  en  los  pensamientos,  palabras  y  obras  (títs.  III 
al  V) ;  no  debe  codiciar  honras  desmedidas  ni  grandes  riquezas,  no  debe 
decir  palabras  menguadas  ni  inconvenientes,  ha  de  ser  mesurado  en  co- 
mer y  beber,  ha  de  refrenar  su  sexualidad  ("guardar  en  que  lugar  faze 
linaje"),  realizar  sus  actos  con  buen  talante,  vestir  apuestamente,  ser 
manso  de  maneras,  sufrido  más  que  los  otros,  de  buenas  costumbres, 
nada  propenso  a  la  ira  y  a  la  malquerencia,  instruido  en  las  artes  y  cien- 
cias ("acucioso  en  aprender  a  leer,  e  de  los  saberes  lo  que  pudiere"), 
conocedor  de  los  hombres,  diestro  en  el  manejo  de  las  armas  y  en  el 
cazar,  etc.  Ha  de  amar,  honrar  y  guardar  a  su  mujer  y  a  sus  hijos 
(títs.  VI  y  VIII) ;  y  a  éstos  darles  buena  crianza  y  educación,  para  lo  cual 
escogerá  "ayos  de  buen  linage,  bien  acostumbrados,  discretos,  e  de  buen 
entendimiento",  que  les  enseñen  a  ser  "apuestos  e  limpios",  "mesurados 
en  bever  el  vino",  "como  fablen  bien  e  apuestamente"  y  "que  tengan 
buen  continente".  El  rey  no  olvidará  el  cuidado  y  la  instrucción  personal 
de  sus  hijos,  y  los  castigará  cuando  erraren.  A  sus  hijas  les  buscará  las 
mejores  amas,  las  guardará  y  procurará  casarlas.  A  sus  demás  parien- 
tes, el  rey  tiene  que  amarlos,  honrarlos  y  hacerles  bien,  y  escarmentar- 
los si  cometieren  yerro  (tít.  VIII).  También  viene  el  rey  obligado  a  cum- 
plir deberes  específicos  para  con  sus  oficiales  o  funcionarios  según  el 
cargo,  más  o  menos  elevado,  en  que  estuvieren  constituidos  (tít.  IX). 
Y,  en  general,  a  la  gente  de  su  pueblo  y  a  su  tierra  debe  el  rey  asimismo 
amarlos,  honrarlos  y  guardarlos  (títs.  X  y  XI). 

Recíprocos  de  los  deberes  que  incumben  a  la  realeza  son  los  que  las 


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demás  personas  tienen  para  con  el  rey,  para  con  sus  allegados  y  para 
con  sus  cosas  o  bienes.  Ante  todo,  el  pueblo,  que  "...  tanto  quiere  dezir 
como  ayuntamiento  de  gentes  de  todas  maneras  de  aquella  tierra  do  se 
allegan.  E  desto  no  sale  home  ni  muger,  ni  clérigo  ni  lego..."  (Part.  I, 
tít.  2,  ley  5),  tiene  los  deberes  de  conocer,  amar  y  temer  a  Dios  (Part.  II, 
tít.  XII),  y  conocer,  honrar  y  guardar  al  rey  (Part.  II,  tít.  XIII). 
También  viene  el  pueblo  obligado  a  guardar,  lo  mismo  que  a  las  per- 
sonas del  rey  y  de  la  reina,  a  sus  hijas  y  demás  parientas,  así  como  a 
las  dueñas,  doncellas  y  otras  mujeres  que  forman  el  acompañamiento 
de  la  reina  (tít.  XIV).  No  menos  apremiantes  son  los  deberes  hacia  los 
hijos  del  rey  (tít.  XV)  y  hacia  las  personas  investidas  por  el  rey  con 
autoridad  o  cargo  en  la  corte  o  en  el  país  (tít.  XVI).  Las  gentes  del  pue- 
blo deben,  por  fin,  al  rey  la  guarda  de  sus  cosas  muebles  y  raíces  que  le 
pertenecen  a  título  personal  (tít.  XVII) ;  la  guarda,  abastecimiento  y 
defensa  de  los  castillos  y  fortalezas  del  reino  (tít.  XVIII) ;  la  protección 
contra  los  enemigos  (tít.  XIX),  y  el  amor  a  la  tierra  natal  (tít.  XX).  El 
resto  de  la  Partida  segunda  sigue  especificando  los  deberes  de  los  caba- 
lleros, adalides,  almogávares,  peones,  en  la  guerra  terrestre  y  en  la  ma- 
rítima, etc.,  de  suerte  que  resulta  el  código  más  completo  de  moral  po- 
lítica que  se  pueda  imaginar  para  su  tiempo. 

Una  obra  de  tan  subido  valor  doctrinal  revela  que  la  cultura  moral 
y  política  había  llegado  en  Castilla,  a  mediados  del  siglo  xm,  a  un  nivel 
envidiable.  Las  investigaciones  contemporáneas  sobre  este  punto,  en  re- 
lación con  el  problema  de  las  fuentes  de  la  segunda  Partida  (31),  han 
aportado  algunas  interesantes  noticias,  que  convendría  complementar  con 
el  examen  de  las  fuentes  de  las  Partidas  restantes,  toda  vez  que  no  hay 
ninguna  que  no  aparezca  esmaltada  de  pasajes  filosóficos.  Hasta  ahora, 
los  comentaristas  de  las  Partidas  se  habían  contentado  con  el  tópico  de 
que  sus  materiales  estaban  sacados  del  derecho  canónico,  de  las  com- 
pilaciones justinianeas  y  de  los  escritos  de  los  jurisconsultos  romanis- 
tas (32).  A  lo  sumo,  se  había  logrado  precisar  los  modelos  inmediatos 
de  varias  leyes  de  Partidas  en  la  Summa  Hostiensis,  en  la  Summa  Azo- 


(31)  Pío  Ballesteros:  Algunas  fuentes  de  las  Partidas,  artículo  en  "Revista  de  Cien- 
cias jurídicas  y  sociales",  I,  1918,  págs.  542-547. 

(32)  "Les  sources  de  la  compilation  alphonsine  sont  indiquées  en  termes  généraux 
dans  le  recueil  méme:  ce  sont,  les  paroles  des  saints  et  les  dits  des  anciens  sages.  Par 
saints,  le  recueil  designe  les  auteurs  des  décrétales;  les  anciens  sages  sont  les  juriscon- 
sultes  romains."  Ernest  Nys:  Les  "Siete  Partidas"  zt  le  droit  de  la  guerre,  artículo  en 
"Rev.  de  droit  internation.",  XV,  pág.  43 1. 


-  27  - 


nis  y  en  la  Summa  Gofredi  (33).  Esa  actitud  tradicional  se  apoyaba  en 
el  ingenuo  supuesto  de  que  en  la  redacción  de  las  Partidas  habían  sido 
utilizadas  nada  más  fuentes  jurídicas,  siendo  así  que  en  su  texto  se 
manifiesta  repetidamente  (34)  que  fueron  puestos  a  contribución  las 
palabras  de  los  Santos  y  los  dichos  de  los  Sabios,  es  decir,  el  sa- 
ber sagrado  y  profano  de  aquel  tiempo.  Por  donde  se  plantea  el  pro- 
blema de  la  averiguación  de  las  fuentes  eclesiásticas,  filosóficas  y  aun 
las  meramente  literarias  en  que,  además  de  las  jurídicas,  se  inspiraron 
sus  autores.  Entre  las  primeras  cabe  señalar  el  Antiguo  y  el  Nuevo  Tes- 
tamento, algunas  obras  de  San  Agustín,  tal  vez  los  tratados  del  Pseudo- 
Dionisio  Areopagita  (35)  y  alguna  de  las  varias  Sumas  teológicas,  que 
ya  entonces  estaban  muy  difundidas.  Entre  las  literarias,  citaremos  en 
primer  término  algunos  de  los  tratados  didáctico-morales  en  romance 
que  antes  hemos  estudiado.  El  más  influyente  ha  sido  El  Bonium  o  Bo- 
cados de  Oro,  del  que  la  Partida  segunda  ha  transcrito  nada  menos  que 
18  pasajes,  inventariados  por  H.  Knust  (36).  También  las  Flores  de 
Filosofía  han  dejado  su  rastro  en  los  textos  de  Partidas,  y  es  verosímil 
que  algunas  citas  imprecisas  de  Séneca  estén  tomadas  de  las  Flores  o 
de  otra  colección  similar  de  dichos  de  sabios  y  filósofos.  Hasta  las  máxi- 
mas del  filósofo  Segundo  han  sido  aprovechadas  en  la  Partida  segun- 
da. De  las  fuentes  filosóficas,  consignaremos  aquí  Boecio,  varias  obras 
aristotélicas  — entre  ellas,  el  De  anima  y  la  Etica —  y  la  literatura  po- 
lítica contemporánea,  que  merece  consideración  aparte.  Pío  Balleste- 
ros (37)  ha  descubierto,  a  este  propósito,  una  abundante  utilización  de 
fuentes  peripatéticas,  lo  cual  no  es  de  extrañar  en  una  obra  cuya  doc- 
trina moral  y  política  se  caracteriza,  según  advertimos  oportunamente, 
por  fuertes  trazos  aristotélicos.  De  Aristóteles  han  sido  puestos  a  con- 
tribución el  apócrifo  Secretum  Secretorum,  o  más  concretamente  su 
adaptación  castellana  Poridat  de  Poridades,  y  también  la  Política.  Esta 
última  fuente  maravilla  tanto  más  cuanto  que  su  primera  versión  la- 
tina, realizada  por  el  dominico  flamenco  Guillermo  de  Moerbeka  a  ins- 
tancia de  su  hermano  en  religión  Tomás  de  Aquino,  fué  terminada  en 

(33)  Martínez  Marina:  Ensayo  histórico-crítico  sobre  la  antigua  legislación  de  Cas- 
tilla. Madrid,  1834,  tomo  I,  pág.  387,  nota  1. 

(34)  Por  ejemplo,  en  el  prólogo  y  en  el  título  I  de  la  Partida  I,  leyes  2  y  6. 

(35)  Me  hace  sospechar  la  utilización  de  esta  fuente  el  preámbulo  y  el  cuerpo  del 
título  VI  de  la  Partida  I,  en  los  que  se  alude  a  los  nueve  grados  de  la  jerarquía  angélica 
y  a  los  nueve  correspondientes  de  la  jerarquía  eclesiástica. 

(36)  En  el  registro  de  lugares  paralelos  inserto  en  los  apéndices  a  la  edición  de 
Bocados  de  Oro  antes  citada. 

(37)  En  el  artículo  antes  citado. 


-  28  — 


I2ÓO  (38),  cuando  la  redacción  de  las  Partidas,  comenzada  en  1256,  iba 
ya  bastante  adelantada  y  se  encaminaba  a  su  término,  que  tuvo  lugar 
en  1265.  Finalmente,  Ballesteros  ha  mostrado  que  el  plan  desenvuelto 
en  la  segunda  Partida  se  ajusta  en  muchos  detalles  al  de  una  obra  po- 
lítica anónima  entonces  muy  en  boga,  el  De  eruditione  principum,  que 
él  atribuye  equivocadamente  a  Santo  Tomás  de  Aquino,  siendo  así  que 
este  autor,  en  la  fecha  en  que  fueron  acabadas  las  Partidas,  aun  no 
había  dado  comienzo  a  su  tratado  De  regimine  principum  (39).  Como 
puede  verse  por  las  ligeras  indicaciones  que  anteceden,  la  averiguación 
de  las  fuentes  del  famoso  código  alfonsino  tiene  interés  sobrado  para 
que  la  erudición  contemporánea  emprenda  su  total  esclarecimiento. 

10.  Con  la  muerte  de  Alfonso  X  quedó  truncada  la  realización  del 
vasto  plan  de  traducciones  y  demás  empresas  culturales  que  estaba  pro- 
yectado. Su  sucesor,  Sancho  IV,  un  vivo  contraste  de  su  padre  en  mu- 
chos aspectos,  fué  ante  todo  un  bravo  militar  y  un  enérgico  gobernan- 
te, a  pesar  de  lo  cual  no  desatendió  totalmente  las  tareas  literarias.  Pudo 
inspirarle  afición  a  ellas  su  preceptor  Juan  Gil  de  Zamora,  a  quien  el 
rey  Alfonso  tenía  confiada  su  educación.  Cabe  incluso  la  sospecha  de 
que  este  teólogo  y  naturalista  interviniera  personalmente  en  la  compo- 
sición de  un  curiosísimo  libro  que  apareció  en  este  reinado  bajo  el  nom- 
bre de  Sancho  IV.  Me  refiero  al  Lucidario,  una  obra  que  proyecta  mu- 
cha luz  sobre  el  drama  cultural  que  en  España,  como  en  el  resto  de  la 
Cristiandad,  se  desarrollaba  en  aquellos  momentos  a  consecuencia  de  la 
invasión  de  la  ciencia  profana,  cuyas  afirmaciones  no  siempre  andaban 
acordes  con  el  dogma.  El  espíritu  religioso  experimentaba  una  cierta 
zozobra  ante  el  nuevo  saber  venido  del  Oriente  pagano  e  idólatra  a  tra- 
vés, sobre  todo,  de  España;  de  aquí  que  la  teología  tradicional  levan- 
tara en  París  cruzada  contra  el  averroísmo,  que  minaba  sus  fundamen- 
tos. A  la  necesidad  de  concordar  las  enseñanzas  de  las  ciencias  divinas 
y  humanas  (40)  responde  la  idea  del  Lucidario,  que  se  expresa  clara- 
mente en  el  prólogo :  "Veyendo  la  contienda  que  era  entre  los  maes- 
tros de  la  theologia  et  'los  de  las  naturas,  que  eran  contrarios  unos  de 
otros  en  aquellas  cosas  que  son  sobre  naturas  que  avian  a  rassonar  fe- 

(38)  B.  Geyer:  Die  patristische  und  scholastische  Philosophie,  11.a  edición  revisada 
del  vol.  II  del  Grundriss  der  Geschickte  der  Philosophie,  de  Überweg-Heinze ;  Berlín, 
1928,  pág.  348. 

(39)  M.  Grabmann:  Santo  Tomás  de  Aquino,  trad.  castellana  del  P.  A.  G.  Menén- 
dez-Reigada.  Madrid-Salamanca,  1918,  pág.  26. 

(40)  Amador  de  los  Ríos:  Historia  critica  de  le  literatura  española,  Madrid,  186 1- 
1865,  tomo  W,  pág.  30. 


¿9  — 


cho  de  nuestro  Sennor  Jhu.  Xpo.,  que  es  toda  la  obra  del  miraglo  que 
quiere  desir  tanto  como  cosa  maravillosa,  en  que  non  a  que  ver  natura 
nin  otra  cosa  ninguna;  et  otrosi  los  que  ovieren  a  rassonar  las  naturas 
que  es  rrason  del  curso  que  Dios  ordenó,  por  que  pasa  toda  via  el  mun- 
do por  el;  et  veyendo  esta  contienda  que  era  entre  estos  dos  saberes, 
et  aviendo  muy  gran  sabor  que  las  estorias  que  fablan  de  nuestro  Sen- 
nor Jhu. Xpo.  sean  departidas,  por  que  ninguno  non  pueda  dudar  en 
ellas,  et  por  traerlas  a  acordamiento  et  a  servicio  et  enxalgamiento  de 
la  nuestra  fée;  por  ende  Nos  Don  Sancho,  por  la  graqia  de  Dios  rey 
de  Castilla...  tovimos  por  bien  et  derecho  de  comentar  este  libro../'  (41). 
El  conflicto  entre  la  teología  y  la  filosofía  natural  aparece  planteado, 
como  se  ve,  a  propósito  del  determinismo  de  las  leyes  de  la  naturaleza, 
al  que  el  milagro  constituye  una  excepción;  pues  si  la  fe  muestra  los 
hechos  maravillosos  obrados  por  Jesucristo  en  el  decurso  de  su  misión 
evangélica,  la  ciencia  enseña  que  los  acontecimientos  mundanos  obede- 
cen a  una  ciega  necesidad.  El  argumento  del  Lucidario  presenta  en  for- 
ma viviente  ese  conflicto  que  daba  angustia  a  los  espíritus  cultos  de  en- 
tonces: un  escolar,  que  moraba  con  su  maestro  en  una  ciudad  donde 
había  "muchas  escuelas  en  que  se  leían  los  saberes",  entró  por  azar  en 
la  del  "arte  que  llaman  de  naturas",  en  la  que  se  había  entablado  "una 
muy  grant  disputación  entre  los  escolares  et  su  maestro";  excitada  su 
curiosidad  por  la  disputa,  el  escolar  frecuentó  aquella  escuela,  de  cu- 
yas enseñanzas  empero  "fallaba  que  muchas  cosas  eran  contrarias"  a 
las  que  él  tenía  por  verdaderas.  Confiado  en  los  conocimientos  de 
su  maestro,  el  escolar  le  expone  sus  dudas,  que  aquél  le  va  resolviendo 
a  todo  lo  largo  de  la  obra  por  una  doble  vía  del  saber:  por  teología  y 
por  natura.  Surge  de  ahí  el  pretexto  para  una  exposición  completa  de 
la  filosofía  natural,  en  la  que  se  intercalan  en  forma  algo  abigarrada 
numerosas  cuestiones  teológicas,  conducentes  a  mostrar  la  perfecta  ar- 
monía entre  la  fe  y  la  ciencia.  La  exposición  teórica  se  abre  con  una 
doctrina  del  Hacedor  Supremo  y  de  su  relación  con  el  cosmos,  a  pro- 
pósito del  cual  se  describe  el  sistema  astronómico  y  la  variedad  de  sus 
movimientos  y  se  estudian  las  causas  aparente»  y  reales  de  los  eclip- 
ses. Se  establece  la  eternidad  de  Dios  frente  a  la  temporalidad  del  mun- 


(41)  El  Lucidario  no  ha  sido  impreso;  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  existen 
tres  manuscritos. 

Unicamente,  el  Sr.  Amador  ha  dado  breves  noticias  y  extractos  de  él  en  la  obra  cita- 
da, págs.  30-36,  y  el  Sr.  Pascual  de  Gayangos  ha  publicado  el  prólogo  íntegro  y  la  tabla 
de  los  capítulos  en  el  tomo  LI  de  la  "Biblioteca  de  Autores  Españoles"  (Madrid,  ed.  Ri- 
vadeneyra,  1884),  págs.  80-84. 


—  3o  — 


do  y  se  explana  el  misterio  de  'la  Trinidad  por  revelación  y  por  natura. 
Sigue  un  grupo  de  cuestiones  psicológicas  acerca  de:  si  el  alma  existe, 
en  qué  lugar  del  cuerpo  reside,  si  se  fracciona  al  cortar  una  mano  o  un 
pie,  y  cómo  mora  en  el  cuerpo.  Algunas  de  estas  cuestiones  se  tratan 
por  incidencia  de  otras  más  graves  de  índole  teológica  relativas  a  los 
misterios  que  preceden,  acompañan  y  siguen  a  la  venida  del  Mesías. 
Tras  una  especulación  sobre  los  novísimos  (muerte,  infierno,  etc.),  el  li- 
bro desemboca  en  unos  interesantes  capítulos  de  historia  natural,  con 
descripciones  de  aves,  plantas,  piedras,  bestias,  etc.,  y  termina  con  la 
clásica  doctrina  de  los  cuatro  elementos  de  que  se  componen  todas  las 
cosas.  Como  es  fácil  de  ver,  los  materiales  de  la  obia  han  sido  tomados 
de  fuentes  profanas  y  eclesiásticas,  entre  éstas  las  Etimologías  de  San 
Isidoro.  El  orden  y  el  tratamiento  de  las  materias  teológicas  revelan  la 
mano  de  alguien  avezado  a  manejar  las  Sumas,  que,  como  la  de  Pedro 
Lombardo,  constituían  el  texto  de  la  enseñanza  en  las  escuelas  eclesiás- 
ticas. Los  conocimientos  astronómicos,  y  los  astrológicos  que  con  ellos 
se  entrelazan,  dimanan  de  las  obras  traducidas  por  orden  del  Rey  Sa- 
bio; y  los  naturalísticos  tal  vez  estén  tomados  de  la  historia  natura) 
que  escribiera  Juan  Gil  de  Zamora,  que  bien  pudiera  no  ser  ajeno  a 
esta  compilación.  Un  examen  más  a  fondo  de  la  obra  ofrecería  el  inte- 
rés de  revelar  el  estado  de  la  filosofía  natural  en  Castilla  a  fines  del  si- 
glo xiii,  y  quién  sabe  si  aportaría  algún  esclarecimiento  al  enigma  his- 
tórico de  la  teoría  de  la  doble  verdad. 

ii.  Durante  largo  tiempo  fué  atribuida  a  Sancho  IV  una  obra  del 
género  didáctico-moral,  titulada  Castigos  e  documentos,  que,  a  creer 
la  letra  del  prólogo,  habría  él  redactado  en  la  cuaresma  de  1292,  mien- 
tras tenía  puesto  cerco  a  Tarifa,  para  su  primogénito  Fernando.  La 
obra  está  cortada  según  el  patrón  de  la  moda  europea  del  tiempo,  en 
el  que  la  educación  de  los  príncipes  reales  se  convirtió  en  tema  predi- 
lecto de  la  literatura  moral  y  política  (42).  Tal  vez  cabría  hallar  su  in- 
mediato modelo,  por  lo  menos  en  la  forma,  en  el  libro  de  Les  enseigne- 
menz  que  monseigneur  Saint  Loys  fist  á  son  ainzné  füs  Phelippe  y  en 
los  otros  tratados  similares  que  se  suponen  escritos  por  el  santo  rey  de 
Francia  para  sus  restantes  hijos  (43).  En  los  noventa  capítulos  de  que 
consta  la  obra  se  van  desenvolviendo  y  razonando  las  advertencias 
("castigos")  paternas  encaminadas  a  mostrar  al  hijo  cómo  se  ha  de  com- 

(42)  G.  Sarton :  Introduction  to  the  History  of  Science,  vol.  II,  part.  II,  London, 
1931,  pág.  72$. 

(43)  H.  Francote  Delaborde:  Le  texte  primitive  des  Enseignements  de  Saint  Lovii 
a  son  Fils.  "Bibliothéque  de  l'Ecole  des  Chartes",  vol.  73:  París,  1012. 


-  3i  ~ 


portar  en  su  vida  y,  especialmente,  en  el  desempeño  del  cargo  real.  Jun- 
to, pues,  con  un  tratado  de  la  vida  cristiana  para  uso  general,  los  Cas- 
tigos e  documentos  encierran  un  compendio  para  la  educación  del  prín- 
cipe cristiano,  al  estilo  del  que  Santo  Tomás  de  Aquino  empezó  para 
el  joven  rey  de  Chipre  o  del  que,  bajo  el  mismo  título  De  regimine 
principum,  el  romano  Gil  de  Colonna  compuso  para  el  futuro  rey  de 
Francia,  Felipe  el  Hermoso,  y  obtuvo  tanto  éxito  en  todo  Europa.  Los 
"castigos"  se  documentan,  en  la  obra  castellana,  con  "enxiemplos"  o 
historietas,  de  los  cuales  se  desprende  alguna  enseñanza  moral  congruen- 
te con  la  máxima  paterna  que  encabeza  el  capítulo;  las  fuentes,  muy 
varias,  de  tales  ilustraciones  hay  que  buscarlas  en  la  fabulística  orien- 
tal, en  las  narraciones  bíblicas,  en  las  hazañas  de  los  héroes  nacionales 
y  en  la  historia  universal.  El  acoplamiento  de  la  norma  abstracta  y  del 
caso  concreto,  de  la  enseñanza  teórica  y  de  la  ilustración  que  la  acom- 
paña, presta  un  singular  encanto  a  la  obra  y  la  hace  muy  apropiada 
para  los  fines  moralizadores  que  perseguía  su  autor  (44). 

La  erudición  moderna  ha  puesto  en  claro  que  la  atribución  de  los 
Castigos  e  Documentos  a  la  persona  del  rey  Sancho  IV  era  un  simple 
truco,  de  los  que  tanto  se  estilaban  en  la  Edad  Media,  por  el  que  un 
autor  poco  conocido  quiso  rodear  de  prestigio  una  obra  suya.  A  prin- 
cipios de  este  siglo,  en  efecto,  R.  Foulché-Delbosc  (45)  ha  mostrado, 
mediante  cotejo  a  doble  columna,  las  coincidencias  literales  de  los  Cas- 
tigos e  Documentos  con  el  texto  de  la  adaptación  castellana  que  fray 
Juan  García  de  Castrojeriz,  confesor  de  la  reina  María,  la  esposa  de 
Alfonso  XI,  realizó  hacia  1345  del  ya  citado  De  regimine  principum 
de  Gil  de  Colonna  (Egidio  Romano)  para  la  educación  del  príncipe  Don 
Pedro  (más  tarde  "el  Cruel"),  que  le  había  sido  confiada.  La  compo- 
sición de  la  obra  ha  de  ser,  pues,  retardada  en  más  de  medio  siglo  de 
la  fecha  que  se  venía  admitiendo.  Otros  materiales  fueron,  además,  uti- 
lizados por  el  anónimo  autor,  en  especial  las  disertaciones  originales 
con  las  que  fray  Juan  exornó  su  traducción,  las  leyes  de  la  Partida  se- 


(44)  El  texto  de  los  Castigos  e  Documentos  del  rey  Don  Sancho  ha  sido  impreso 
por  vez  primera  por  D.  Pascual  de  Gayangos,  a  base  de  dos  códices  conservados  en  la 
Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  en  el  tomo  LI  de  la  "Biblioteca  de  Autores  Españoles" 
(Madrid,  ed.  Rivadeneyra,  1884),  págs.  85-228. 

(45)  R.  Foulché-Delbosc:  Les  "Castigos  e  Documentos"  de  Sanche  IV.  "Revue 
Hispanique",  vol.  XV,  1906,  págs.  340-371. 

En  el  mismo  volumen,  al  mencionado  artículo  le  precede  otro  de  Paul  Grossac : 
Le  livre  des  "Castigos  e  Documentos"  attribué  au  Roi  D.  Sanche  IV,  págs.  212-339,  en 
el  que  analiza  detenidamente  el  contenido  y  las  fuentes  de  esta  obra. 


gímela  y  una  primitiva  novela  castellana,  a  la  que  ahora  mismo  vamos 
a  referirnos. 

La  Historia  del  Caballero  de  Dios,  que  havia  por  nombre  Cifar,  el 
qual  por  sus  virtuosas  obras  e  hazañosas  cosas  fué  Rey  de  Mentón  se 
disputa,  en  la  opinión  de  los  críticos  e  historiadores  de  la  literatura  cas- 
tellana, con  el  Amadís  el  privilegio  de  ser  el  más  antiguo  «libro  de  ca- 
ballerías y,  por  ende,  la  primera  muestra  de  la  novelística  española  (46). 
A  fiar  en  su  raro  prólogo,  sin  relación  con  la  obra,  donde  se  narran 
sucesos  acaecidos  en  los  años  inmediatos  a  1300,  debió  ser  escrita  des- 
pués de  esta  fecha  y  antes  de  1305;  pero  se  ha  objetado  que,  aludién- 
dose en  aquél  a  la  muerte  de  D.a  María  de  Molina,  su  composición  ha 
de  ser  posterior  a  1321  (47).  Esta  extraña  Historia  se  compone  de  una 
leyenda  hagiográfica,  un  tratado  didáctico-moral  y  un  libro  de  aventu- 
ras caballerescas.  La  'leyenda  oriental  de  San  Eustaquio  o  Plácido,  po- 
pularizada en  Occidente  durante  la  Edad  Media,  se  transforma  aquí 
en  la  historia  de  Cifar,  un  noble  y  valeroso  caballero  víctima  de  un  sino 
fatal,  que  le  expatría  de  su  tierra  con  su  mujer  Grima  y  sus  hijos  Gar- 
fín  y  Roboam  y  les  obliga  a  errar  por  el  mundo  en  medio  de  tremendas 
adversidades,  que  acaban  por  dispersar  el  grupo.  Cuando  Cifar  logra, 
al  fin,  vencer  el  hado  y  reunir  otra  vez  a  su  familia,  ha  sido  coronado 
por  sus  méritos  rey  de  Mentón.  En  este  estado,  y  fallecida  su  mujer, 
Cifar  emprende  la  educación  moral  de  sus  hijos  antes  de  dejar  que  és- 
tos se  lancen  en  busca  de  aventuras,  con  las  que  aspiran  a  ganar  fama 
de  esforzados  caballeros.  El  adoctrinamiento  de  Cifar,  que  constituye 
la  materia  del  libro  II  de  su  Historia,  se  ha  de  incluir  en  la  literatura 
de  consejos  reales  destinados  a  los  príncipes,  y  guarda,  por  lo  mismo, 
una  notoria  relación  con  los  Consejos  e  Documentos  atribuidos  al  rey 
Don  Sancho,  para  cuyo  texto  fueron  aprovechados  abundantes  mate- 


(46)  La  publicó  por  primera  vez  Heinrich  Michelant,  el  año  1872,  en  el  tomo  CXII 
de  la  "Bibliothek  des  litterarischen  Vereins  in  Stuttgart". 

Una  edición  crítica  excelente  ha  aparecido,  el  año  1929,  por  obra  de  Charles  Philip 
Wagner,  que  forma  el  volumen  V  de  las  publicaciones  de  la  Universidad  de  Michigan, 
sección  "Language  and  LiUerature" ;  al  volumen  publicado  seguirá  otro  con  el  estudio 
de  las  fuentes,  historia,  influencias  y  crítica  interna  de  la  obra. 

El  mismo  erudito  ha  anticipado  ya  los  resultados  de  sus  primeras  investigaciones 
acerca  de  esta  obra  en  un  artículo:  The  sources  of  El  Cavallero  Cifar,  inserto  en  la 
"Revue  Hispanique",  1903,  vol.  X,  págs.  4  y  sgtes. 

(47)  Sobre  esta  importante  cuestión  histórica,  véanse  los  artículos  de  Erasmo  Bu- 
ceta:  Nuevas  notas  históricas  al  prólogo  del  uCavallero  Zifar".  "Revista  de  Filología 
Española",  XVII,  1930,  cuad.  4;  y  de  Gerhard  Moldenhauer:  La  fecha  del  origen  de 
la  "Historia  del  Caballero  Zifar"  y  su  importancia  para  la  historia  de  la  literatura  es- 
pañola. "Investigación  y  Progreso",  V,  1931,  n.°  12,  págs.  175-176. 


~  33  — 

ríales  de  aquélla.  Casi  todas  las  Flores  de  Filosofía  han  sido  reprodu- 
cidas en  los  consejos  del  Rey  de  Mentón,  y,  con  no  tanta  literalidad, 
han  sido  incorporadas  asimismo  algunas  leyes  de  la  segunda  Partida  y 
varios  pasajes  de  los  Bocados  de  Oro.  El  contenido  doctrinal  de  la  His- 
toria del  Caballero  Cifar  carece,  por  lo  dicho,  de  originalidad,  y  se  li- 
mita a  reproducir  los  tópicos  corrientes  en  el  tipo  de  obras  a  que  per- 
tenece. 

El  género  didáctico-moral,  introducido  en  la  literatura  castellana 
por  iniciativa  de  Fernando  III  e  incrementado  en  los  reinados  siguien- 
tes, ha  logrado  mucha  difusión  en  Castilla  a  lo  largo  de  los  siglos  xiv 
y  xv.  Por  un  lado,  bajo  la  influencia  de  la  literatura  política  europea, 
aquel  género  se  depura  de  elementos  fantásticos  y  florece  en  los  Regi- 
mientos de  Príncipes  y  en  los  libros  de  Consejos  et  Documentos,  tales 
como  los  escritos  por  García  de  Castro jeriz,  el  rabí  converso  Don  Sem 
Tob  o  el  maestro  Pedro  Gómez  Barroso.  Por  el  otro,  los  elementos  fa- 
bulísticos  crecen  hasta  convertirse  en  una  verdadera  novela  en  la  His- 
toria del  Caballero  Cifar,  y  persisten  en  el  Libro  de  los  Gatos,  de  fray 
Jacobo  de  Benavente,  y  en  el  Libro  de  los  Enxemplos,  de  Clemente 
Sánchez-Vercial,  así  como  en  las  obras  poéticas  didáctico-simbólicas, 
que  tanto  abundan  en  estos  siglos.  En  la  confluencia  de  ambas  direc- 
ciones, Don  Juan  Manuel  aparece  en  los  comienzos  del  siglo  xiv  como 
el  mejor  representante  de  dicho  género  literario  en  la  literatura  caste- 
llana de  todos  los  tiempos,  que  en  el  Libro  de  Patronio,  en  el  Libro  de 
los  Estados,  en  el  de  los  Castigos  o  Consejos  que  fizo  para  su  fijo  y 
otros  más  alcanza  formas  de  mucha  perfección.  Ni^to  de  San  Fernan- 
do, sobrino  del  Rey  Sabio  y  primo  hermano  de  Sancho  IV,  Don  Juan 
Manuel  recoge  la  herencia  literaria  de  los  monarcas  castellanos  del  si- 
glo xiii  para  transmitirla,  enriquecida  con  su  personal  y  valiosa  apor- 
tación, al  siglo  inmediato. 


3 


II 


La  corte  real  catalano-aragonesa. 

Jaime  I  el  conquistador. — Su  protección  a  la  cultura  literaria,  jurídica  y  religiosa. — 
Sus  relaciones  con  San  Ramón  de  Peñafort. — San  Ramón  de  Peñafort  como 
pensador  y  hombre  de  acción  y,  en  especial,  como  creador  de  la  teología  moral. 

El  renacimiento  literario  catalán  en  tiempo  de  Jaime  II. — Difusión  del  elemento 
oriental. — El  Libre  de  Saviesa. — Jafuda  Bonsenyor. 

12.  Mientras  en  el  trono  de  Castilla  Alfonso  X  congregaba  a  su 
alrededor  una  pléyade  de  sabios  de  diversas  procedencias,  que  con  un 
amplio  espíritu  de  tolerancia  cooperaban  a  un  común  ideal  de  saber, 
en  la  Confederación  catalano-aragonesa  se  formaba  otro  núcleo  cultu- 
ral importante  en  torno  a  la  figura  del  rey  Jaime  I.  Lo  mismo  que  en 
Castilla,  ese  florecimiento  cultural  lleva  un  anhelo  de  totalidad  y  se  ma- 
nifiesta en  ramos  muy  diversos  del  saber  y  de  las  letras,  y  provoca  tam- 
bién el  nacimiento  de  la  prosa  en  romance,  signo  de  madurez  en  la  len- 
gua vulgar.  La  cultura  literaria  adquiere  un  gran  esplendor.  En  poesía 
la  escuela  trovadoresca,  de  ascendencia  provenzal,  cuenta  con  ilustres 
representantes,  como  Cerverí  de  Gerona;  la  corte  del  rey  ofrece  a  los 
trovadores  amable  acogida,  y  en  ella  aprende  el  arte  de  rimar  aquel 
apasionado  caballero  Ramón  Lull,  que  más  tarde,  juglar  espiritual,  ha- 
bía de  componer  trovas  a  lo  divino.  En  prosa  aparecen  las  primeras 
producciones  del  género  histórico,  de  genuina  inspiración  nacional,  y, 
juntamente,  las  primeras  obras  didácticas,  apropiaciones  o  imitaciones 
de  otras  extranjeras. 

Al  propio  tiempo  se  produce  un  vigoroso  despertar  de  la  cultura 
jurídica.  Desde  Bolonia,  por  el  intermedio  de  los  estudiantes  catalanes 
que  acuden  al  Estudio  General  de  aquella  Universidad,  el  romanismo 
renaciente  invade  el  foro  y  se  impone  en  la  jurisprudencia,  hasta  el  ex- 
tremo de  verse  obligado  el  rey  a  dictar  medidas  de  protección  a  favor 
del  derecho  godo  y  consuetudinario  tradicional.  En  su  corte,  sin  em- 
bargo, el  rey  se  acompaña  constantemente  con  civilistas  y  decretalistas, 


-  35  - 


como  le  reprochan  las  Cortes  de  Zaragoza,  y  por  obra  de  ellos  el  nuevo 
derecho  científico  toma  carta  de  naturaleza  en  la  legislación  e  inspira 
notables  compilaciones  legislativas,  además  de  un  buen  número  de  tra- 
tados doctrinales.  Pero,  a  diferencia  de  Castilla,  donde  el  rey  pretendió 
introducir  el  derecho  romano  de  una  sola  pieza  en  el  gran  monumento 
de  Las  Siete  Partidas,  en  Cataluña  el  elemento  científico  importado  en- 
tra en  aleación  con  »los  elementos  godo  y  popular  y  transforma  lenta- 
mente la  legislación  nacional.  El  sentido  práctico  del  rey  Jaime  I  y  de 
los  legistas  que  le  rodeaban  supo  resolver  en  armonía  el  conflicto  de 
lo  nuevo  con  lo  antiguo. 

Tal  vez  la  máxima  diferencia  entre  la  cultura  de  Castilla  en  tiem- 
po de  Alfonso  X  y  *la  de  Cataluña  en  el  reinado  de  Jaime  I  estriba  en 
que  aquélla  ostenta  predominantemente  un  carácter  civil  y  ésta  se  pre- 
senta profundamente  impregnada  de  sentido  religioso.  No  sólo  la  cul- 
tura eclesiástica  florece  vigorosa  en  esta  época  en  Cataluña,  sino  que 
el  rey  informa  su  política  en  los  ideales  de  la  Cristiandad  y  se  incor- 
pora sin  titubeos  a  las  corrientes  más  universales  de  la  época.  En  su 
reinado  las  Ordenes  mendicantes  arraigan  en  el  país  y  adquieren  un 
incremento  extraordinario;  en  especial,  la  Orden  de  Predicadores  goza 
del  favor  del  rey,  quien  se  rodea  en  todo  momento  de  sus  personali- 
dades más  salientes:  Miguel  de  Fabra,  Arnaldo  de  Sagarra,  Cendra, 
Ramón  Martí,  etc. 

Sobre  todas  descuella  la  figura  eminente  de  San  Ramón  de  Peña- 
fort  (48).  Nacido  de  noble  estirpe  catalana  en  el  castillo  de  los  Peña- 
fort,  no  lejos  de  Villafranca  del  Panadés,  previos  los  estudios  de  ini- 
ciación, que  cursó  tal  vez  en  Barcelona,  hacia  1210  se  traslada  al  Es- 
tudio de  Bolonia,  donde  se  entrega  con  entusiasmo  al  cultivo  científico 


(48)    Sobre  San  Ramón  de  Peñafort  pueden  ser  consultadas  la<;  siguientes  obras: 
Raymundiana,  seu  documenta  quae  pertinent  ad  Sancti  Raymundi  de  Pennafort  vi- 
tam  et  scripta,  en  "Monumenta  ordinis  fratrum  praedicatorum  histórica",  VI,  partes  1-2, 
Roma,  1898-1901,  publicados  por  Francis  Balme  y  Ceslaus  Paban. 

Buenaventura  Ribas  y  Quintana :  Estudios  históricos  y  bibliográficos  sobre  San 
Ramón  de  Peñafort,  en  "Memorias  de  la  R.  Academia  de  Buenas  Letras",  Barcelo- 
na, 1890. 

Manuel  Durán  y  Bas:  San  Raimundo  de  Peñafort.  Barcelona,  1889.  (Estudio  refe- 
rido principalmente  a  la  obra  jurídica.) 

F.  Valls  i  Taberner:  El  diplomatari  de  Sant  Ramón  de  Penyafort,  "Analecta  Sacra 
Tarraconensia",  V,  1929,  págs.  249-304. 

L.  Feliu:  Documenta  inédits  sobre  Sant  Raimond  de  Penyafort.  "Vida  Cristiana" 
(Barcelona),  vol.  18,  193 1,  págs.  296-300. 

L.  Feliu:  Diplomatari  de  Sant  Ramón  de  Penyafort.  Nous  documents.  "Analecta 
Sacra  Tarraconensia",  VII,  1932,  págs.  ioi-it*. 


-  36  - 


del  derecho  (49).  En  el  ambiente  italiano,  sensible  a  la  sazón  a  todas 
las  inquietudes  espirituales,  sobresale  en  seguida  la  personalidad  vigo- 
rosa de  Ramón  de  Peñafort,  así  en  el  campo  del  saber  como,  sobre 
todo,  en  el  de  la  acción.  De  escolar  asciende  a  ser  maestro,  y,  al  pro- 
longado contacto  con  las  más  puras  corrientes  do'ctrinales  del  derecho, 
su  mentalidad  se  impregna  del  hondo  sentido  jurídico  de  que  dió  más 
tarde  acabadas  muestras  en  la  composición  de  las  Decretales.  El  Pon- 
tífice Gregorio  IX  encomendó  a  Ramón  de  Peñafort  la  sistematización 
de  las  normas  canónicas  para  poner  fin  a  la  diversidad  de  las  coleccio- 
nes en  uso,  y  en  seis  años  de  ahincada  labor  el  canonista  catalán  dió 
cumplimiento  al  encargo  papal,  redactando  una  compilación  tan  perfec- 
ta, que  ha  podido  lograr  siete  siglos  de  vigencia.  El  mérito  intrínseco 
de  las  Decretales  radica,  no  sólo  en  el  cúmulo  enorme  de  materiales 
canónicos  que  integran  la  colección,  sino  más  bien  en  su  carácter  cien- 
tífico, que  cabe  interpretar  como  una  huella  del  romanismo.  Induda- 
blemente Ramón  de  Peñafort  ha  tomado  modelo  de  los  códigos  roma- 
nos ;  pero,  lejos  de  lanzarse  a  un  calco  servil,  ha  sabido  inspirar  el  sis- 
tema de  las  normas  canónicas  en  un  profundo  espíritu  ético-religioso, 
muy  en  armonía  con  el  modo  de  ser  de  la  sociedad  eclesiástica.  La  es- 
piritualización del  sistema  jurídico  resalta,  al  cotejar  las  Decretales  con 
eil  derecho  romano,  en  la  simplificación  de  las  instituciones,  en  la  su- 
presión del  formulismo,  en  la  fina  elaboración  del  procedimiento  y,  so- 
bre todo,  en  el  criterio  de  libertad  civil  que  informa  la  contratación. 
Además  de  eminente  jurisconsulto,  Ramón  de  Peñafort  se  revela,  des- 
de los  días  de  su  primera  residencia  en  Italia,  como  un  formidable  hom- 
bre de  acción.  En  Viterbo  se  entrevista  con  el  procer  castellano  Do- 
mingo de  Guzmán,  quien  se  dirigía  entonces  a  Roma  para  dar  cima  a 
su  capital  empresa  de  difusión  de  la  Orden  de  Predicadores,  y  se  aso- 
cia inmediatamente  a  sus  proyectos  (50).  Al  emprender  el  regreso  a 
Cataluña  en  compañía  del  obispo  barcelonés  Berenguer  de  Palau,  Ra- 
món de  Peñafort  llevaba  ya  el  encargo  de  fundar  en  Barcelona  una  re- 
sidencia de  frailes  predicadores;  este  convento,  que  fué  puesto  bajo  la 
advocación  de  Santa  Catalina,  influyó  decisivamente  desde  sus  prime- 
ros momentos  en  los  destinos  culturales  de  Cataluña,  como  tendremos 
ocasión  de  ver.  Ramón  de  Peñafort,  a  quien  el  obispo  había  nombrado 


(49)  Petrus  Mandonnet,  O.  P. :  La  carriére  scolaire  de  Saint  Raymond  de  Peña- 
fort. "Analecta  Sacri  Ordinis  Fratrum  Praedicatorum",  vol.  XXVIII,  1920,  pági- 
nas 277-280. 

(50)  Mort:er:  Histoire  des  Maitres  Généraux  de  VOrdi'e  des  Fréres  Précheurs,  vo- 
lumen I,  París,  1903,  págs.  376-400. 


—  37  — 

canónigo  de  la  Seo  barcelonesa,  tomó  a  su  cargo  el  patrocinio  de  la  na- 
ciente institución;  pero  no  transcurrieron  muchos  años  sin  que  él  mis- 
mo experimentara  el  atractivo  de  aquella  activa  modalidad  del  vivir 
cristiano  y  solicitara  la  toma  de  hábito,  con  lo  cual  acabó  por  ser,  de 
hecho  y  de  derecho,  el  guía  de  la  nueva  comunidad  religiosa.  El  éxito  de 
su  gestión  al  frente  del  convento  de  Santa  Catalina  aumentó  su  fama 
de  hombre  de  gobierno  en  términos  que,  al  fallecer  el  segundo  maes- 
tro general  de  la  Orden,  el  cónclave,  reunido  en  Bolonia,  le  designó 
por  unanimidad  para  el  Generalato.  Fué  enviada  a  Barcelona  una  di- 
putación elegida  del  seno  del  cónclave  para  rogarle  la  aceptación  del 
cargo,  y  Ramón  de  Peñafort,  en  vista  de  las  críticas  circunstancias  por 
que  la  Orden  atravesaba,  accedió.  Durante  su  breve  paso  por  el  Gene- 
ralato redactó  las  segundas  Constituciones  de  la  Orden  (51),  para  reem- 
plazar a  las  primitivas  de  1228,  que  el  rápido  crecimiento  y  difusión  de 
aquélla  por  todo  Europa  había  vuelto  anticuadas;  su  talento  de  legis- 
lador acertó  asimismo  en  esta  ocasión  a  trazar  seguros  rumbos  a  una 
de  las  instituciones  más  prestigiosas  que  han  florecido  en  el  seno  de  la 
Cristiandad.  A  pesar  de  su  renuncia  al  cargo  de  maestro  general,  Ra- 
món de  Peñafort  continuó  siendo  hasta  el  final  de  su  vida  uno  de  los 
grandes  orientadores  de  la  Orden,  especialmente  en  asuntos  escolares 
y  misioneros. 

Reintegrado  por  propia  voluntad  a  su  convento  predilecto  de  Santa 
Catalina,  no  tarda  en  dirigir  los  destinos  de  la  política  catalana  a  tra- 
vés del  Conquistador,  de  quien  es  confesor  y  consejero.  Por  sugestión 
suya,  el  ideal  europeo  de  expansión  de  la  Cristiandad  a  costa  del  Islam 
encuentra  un  nuevo  adalid  en  Jaime  I,  y  al  combinarse  con  las  ansias 
de  expansión  nacional  de  este  rey,  se  concreta  en  los  planes  de  con- 
quista dirigidos  contra  los  musulmanes  de  Mallorca,  Valencia  y  Mur- 
cia. El  acrecentamiento  de  Cataluña,  país  situado  en  las  fronteras  del 
islamismo,  resulta  ser  a  la  vez  el  acrecentamiento  de  la  Cristiandad.  La 
política  exterior  religiosa  de  Jaime  I  perdura  a  lo  largo  de  su  reinado 
y  culmina  en  la  malograda  empresa  de  la  cruzada  a  Tierra  Santa.  Idén- 
ticos ideales  presiden  al  desarrollo  de  su  política  interior,  como  se  echa 
de  ver  en  la  decidida  protección  del  rey  a  los  frailes  predicadores,  quie- 
nes le  acompañan  en  las  guerras  contra  los  moros  y  fundan  nuevos 
hogares  de  cultura  en  las  ciudades  recién  conquistadas  (Palma,  Valen- 

(51)  Heinrich  Denifle,  O.  P.:  Pie  Constitutionen  des  Predigerordens  in  der  Re- 
daction  Raimunds  von  Peñafort.  "Archiv  für  Litteratur  und  Kirchengeschichte  des  Mit- 
telalters",  vol.  V,  1889,  págs.  530-564 


_  38  - 


cia,  etc.) ;  en  el  establecimiento  de  la  Inquisición,  para  preservar  la  uni- 
dad de  la  fe  mediante  la  vigilancia  y  desarraigo  de  las  herejías;  en  la 
conducta  observada  frente  al  judaismo,  imponiendo  la  predicación  cris- 
tiana en  las  sinagogas,  provocando  la  controversia  con  los  teólogos  cris- 
tianos y  sometiendo  a  censura  los  libros  rabínicos.  Otros  aspectos  de 
la  política  de  cooperación  religiosa  de  Jaime  I  se  muestran  en  la  fun- 
dación de  la  Orden  de  la  Merced  para  el  rescate  de  los  cristianos  cau- 
tivos en  poder  de  la  morisma  y  en  la  acción  diplomática  desplegada  a 
favor  de  los  misioneros  en  tierras  africanas.  En  la  mayoría  de  los  acon- 
tecimientos enumerados,  que  hinchen  de  grandeza  espiritual  el  reinado 
de  Jaime  I,  es  difícil  deslindar  la  parte  de  iniciativa  que  corresponde 
al  rey  y  la  que  corresponde  a  su  eminente  consejero;  hasta  tal  extremo 
se  entrelaza  la  actuación  de  ambas  vigorosas  personalidades  a  lo  largo 
de  este  reinado. 

Un  corolario,  nada  más,  a  la  intensa  vida  activa  de  Ramón  de  Pe- 
ñafort  son  sus  obras,  escritas  sobre  temas  candentes  de  la  vida  social, 
ética  y  religiosa,  de  su  tiempo.  Aparte  la  labor  legislativa  llevada  a 
cabo  en  la  compilación  de  las  Decretales  y  en  la  redacción  de  las  cons- 
tituciones para  la  Orden  de  Predicadores,  Ramón  de  Peñafort  ejerció 
toda  su  vida  la  guía  de  las  conciencias  mediante  la  solución  de  casos 
difíciles  y  las  respuestas  a  numerosas  consultas  que  le  eran  formula- 
das. Papas  y  reyes  le  tuvieron  por  penitenciario,  y  personas  pertene- 
cientes a  las  más  diversas  clases  sociales  del  país  acudían  con  frecuen- 
cia a  él  en  solicitud  de  criterios  morales  para  la  acción.  Algunas  de  las 
instrucciones,  por  su  trascendencia  en  la  vida  colectiva  y  por  su  mar- 
cado interés  general,  fueron  redactadas  por  escrito.  Así  nació  en  ma- 
nos de  San  Ramón  la  teología  moral,  y  no  como  un  centón  de  solucio- 
nes empíricas  a  unos  conflictos  de  conciencia,  sino  como  un  arte  de  re- 
solver reflexivamente  los  momentos  dudosos  de  la  conducta  mediante 
la  aplicación  de  unas  normas  generales  de  vida  cristiana.  Por  esta  in- 
vención Ramón  de  Peñafort  se  incorpora  netamente  a  la  historia  de 
la  filosofía  moral.  Se  ha  observado  con  justeza  que  el  casuísmo  moral 
de  San  Ramón  se  limita  a  aplicar  a  los  problemas  de  Ja  conciencia  la 
técnica  utilizada  por  los  jurisconsultos  romanos  en  la  solución  de  los 
casos  del  derecho ;  y  aun  parece  que  la  afirmación  se  puede  cimentar 
en  el  cotejo  de  algunos  textos  entresacados  de  la  Summa  de  Paenit en- 
tio. con  los  de  algunas  leyes  romanas  (52).  Si  una  vasta  exploración  de 

(52)  O.  Anguera  de  Sojo:  La  "Summa  de  paenitentia  et  matrimonio"  de  Sant  Ra- 
món de  Penyafort  i  les  Summes  de  l'Edat  Mitjana.  Conferencia  pronunciada  en  la  Bi- 
blioteca Balmes,  de  Barcelona,  en  13  de  mayo  de  1927  (según  extractos  periodísticos). 


-  39  — 


las  conciencias  suministró  a  su  autor  las  primeras  materias  para  la  com- 
posición de  una  obra  tan  original,  y  la  cultura  clásica  y  canónica  le 
dictó  los  criterios  de  rectitud  y  equidad  que  inspiran  sus  soluciones,  la 
moda  del  tiempo  le  dió  hecho  el  molde  en  que  externamente  habían  de 
vaciarse  unas  y  otras,  a  saber,  el  de  una  Summa  o  tratado  en  que  el 
tema  se  desarrolla  en  su  integridad.  La  Summa  de  Paenitentia  de  Ra- 
món de  Peñafort  encierra,  en  efecto,  una  doctrina  general  de  la  peni- 
tencia sacramentaría  (53) ;  pero  se  desenvuelve  como  un  sistema  de  ca- 
sos de  conciencia  dividido  en  tres  partes,  según  que  se  refieran  a  Dios, 
al  prójimo  o  a  aspectos  conexos  y  secundarios.  Al  contenido  primitivo 
de  la  Summa  le  fué  añadida  después  una  cuarta  parte,  el  Tractatus  de 
matrimonio,  para  la  guía  religiosa  de  la  vida  conyugal  y  familiar.  En 
esa  su  forma  definitiva,  el  libro  ha  alcanzado  una  difusión  extraordi- 
naria y  ha  venido  a  ser  el  breviario  moral  de  grandes  sectores  sociales 
de  la  Edad  Media  cristiana  (54).  Para  percatarnos  del  extraordinario 
interés  de  las  normas  de  vida  moral  formuladas  por  San  Ramón,  bas- 
tará citar  algunas  de  las  instrucciones  más  características.  La  Instruc- 
tio f  su per  deprehensis  in  carceribus,  por  ejemplo,  aboga  por  un  trato  hu- 
manitario a  los  herejes  encarcelados.  La  instrucción  a  los  comercian- 
tes moradores  en  tierras  de  infieles  traza  la  línea  divisoria  de  lo  lícito 
y  de  lo  ilícito  en  los  varios  aspectos  de  la  obligada  convivencia  con 
ellos  (55).  La  instrucción  sobre  el  salario  de  los  maestros  señala  los 
casos  en  que  los  profesores  de  París  o  de  Bolonia  pueden,  sin  incurrir 
en  pecado  de  simonía,  admitir  estipendio  en  pago  de  sus  lecciones  (56). 
Las  Responsiones  ad  dubia  e  praxi  missionariorum  exorta  contienen  la 
solución  a  la  consulta  formulada  ante  la  curia  romana  por  el  prior  de 
los  frailes  dominicos  y  el  ministro  de  los  franciscanos  en  Túnez,  jun- 
tamente, acerca  de  las  normas  de  vida  a  seguir  por  sus  misioneros  en 
el  trato  habitual  con  las  gentes  de  las  plazas  africanas  donde  resi- 


(53)  P.  Amedeus  Teetaert,  O.  M.  Cap.:  La  "Summa  de  Paenitentia"  de  Saint  Ray- 
mond  de  Penyafort,  en  "Ephemerides  Theologicae  Lovanienses",  1927;  y  La  doctrine 
pénitentielle  de  Saint  Raymond  de  Penyajdi,  O.  P.,  en  "Analecta  Sacra  Tarraconen- 
sia",  IV,  1928,  págs.  121-182. 

(54)  En  el  mismo  siglo  xiii  fué  declarada  obra  de  texto  en  la  Universidad  de  Pa- 
rís y  en  otros  centros  de  enseñanza  teológica.  Por  prescripción  de  la  Orden,  debían 
existir  en  todos  los  conventos  manuscritos  de  la  Summa  de  Paenitentia.  No  es  extraño 
que,  ya  en  vida  de  San  Ramón,  esta  obra  se  difundiera  por  toda  la  Europa  cristiana. 

Fué  impresa  por  primera  vez  en  Roma  en  1603,  y  ha  sido  reeditada  muchas  veces 
posteriormente. 
,  (55)    Summa  de  Paenitentia,  lib.  I,  tít.  V,  párr.  2. 
(56)    Ibid.,  lib.  I,  tít.  II,  párr.  1. 


—  4o 


dían  (57).  Otras  instrucciones  regulan  la  conducta  de  los  cristianos  con 
los  judíos  y  musulmanes  que  moran  en  sus  reinos,  el  pago  de  los  im- 
puestos, el  ejercicio  del  derecho  de  ocupación  sobre  las  cosas  proce- 
dentes de  naufragio,  los  torneos  y  las  guerras,  etc.  Así  la  teología  mo- 
ral de  San  Ramón  de  Peñafort  resulta,  históricamente,  un  magnífico 
inventario  de  la  vida  íntima  y  social  de  su  tiempo. 

13.  El  predominio  de  las  tendencias  eclesiásticas  en  la  política  de 
Jaime  I  el  Conquistador  mantuvo  la  cultura  nacional  libre  de  influen- 
cias orientales  durante  su  reinado.  Se  ha  querido  ver,  sin  embargo,  una 
muestra  de  tales  influencias  en  el  Libre  de  saviesa,  atribuido  al  propio 
rey,  que  nos  ha  sido  conservado  en  un  manuscrito  de  la  Biblioteca  Na- 
cional de  Madrid  y  en  otro  de  El  Escorial  (58).  Pero  es  probable  que 
tropecemos  aquí  con  una  nueva  atribución  apócrifa,  por  el  estilo  de  la 
que  antes  hemos  señalado  a  propósito  de  los  Castigos  e  documentos  del 
rey  castellano  Sancho  IV ;  el  aspecto  general  de  la  obra  y  la  madurez 
del  idioma  en  ella  empleado  más  bien  inducen  a  creer  que  ha  sido  com- 
puesta bastante  después.  El  Libre  de  saviesa  pertenece  asimismo  a  la 
literatura  de  tratados  para  la  educación  de  príncipes,  y  consiste  en  una 
colección  de  máximas  recopiladas  de  los  sabios  orientales.  La  fuente 
más  copiosa  de  donde  tales  máximas  fueron  sacadas  es  el  Secretum  Se- 
cretorum,  del  cual  se  encuentran  párrafos  enteros  en  el  Libre  de  sa- 
viesa; también  han  sido  utilizados  los  Bocados  de  Oro  y  el  Libro  de 
los  Buenos  Proverbios,  probablemente  en  texto  latino  o  hebraico.  Ade- 
más de  los  consejos  y  advertencias  relativos  al  arte  de  gobernar,  que 
integran  el  cuerpo  principal  de  la  obra,  ésta  contiene  dos  elementos 
heterogéneos:  la  predicción  de  una  serie  de  sucesos  astronómicos  que 
tuvieron  cumplimiento  entre  1290  y  1295  — lo  cual  permite  sospechar 
que  el  libro  haya  sido  compuesto  poco  después  de  esta  última  fecha — 
y  un  repertorio  de  proverbios  acerca  de  la  obligación  de  guardar  los 
secretos,  con  manifiestas  alusiones  al  castigo  infligido  por  Jaime  I  al 
obispo  gerundense  Berenguer  de  Castellbisbal,  a  quien  le  fué  cortada 
la  lengua  por  haber  revelado  un  secreto  de  confesión. 

La  literatura  de, proverbios,  de  ascendencia  oriental,  florece,  en  efec- 
to, abundantemente  en  la  prosa  catalana  hacia  fin  de  siglo,  en  tiempo 


(57)  Impresas  en  Monumento,  Ordinis  Praedicatorum,  IV,  II,  Romae,  1901,  pági- 
nas 29-37,  y  reproducidas  por  el  P.  Atanasio  López  en  el  apéndice  a  su  obra:  La  Pro- 
vincia de  España  de  los  Frailes  Menores.  Apuntes  histórico- críticos  sobre  los  orígenes 
de  la  Orden  Franciscana  en  España.  Santiago,  1915,  págs.  317-388 

(58)  Gabriel  Llabrés  y  Quintana  lo  hizo  estampar  en  Santander  el  año  1908,  en 
conmemoración  del  VII  centenario  del  nacimiento  de  Jaime  I. 


-  4i  ~ 


de  Jaime  II,  nieto  y  tercer  sucesor  del  Conquistador,  quien,  por  haber 
antes  reinado  bastante  tiempo  en  Sicilia,  tuvo  sobrada  ocasión  de 
entrar  en  contacto  con  los  medios  cultos  musulmanes  y  judíos.  El  se- 
mitismo llega  entonces  a  su  apogeo  e  irrumpe  en  la  literatura  nacional 
de  Cataluña  a  través  de  numerosas  imitaciones  y  versiones  de  obras 
árabes.  La  Disciplina  clericalis,  el  Cuzary,  el  Sendebar  y  numerosos  li- 
bros orientales  anónimos  son  puestos  en  catalán.  A  imitación  de  mo- 
delos árabes,  Ramón  Lull  compone  varios  libros  de  proverbios,  uno  de 
los  cuales  dedica,  en  1309,  a  Jaime  II.  Por  encargo  del  rey,  el  judío 
barcelonés  Jahuda,  hijo  de  Astruch  Bonsenyor,  que  había  servido  de 
secretario  a  Jaime  I,  dispone  una  nueva  colección  de  máximas  extraí- 
das de  textos  orientales,  que  intitula  Libre  de  páranles  e  dits  deis  savis 
e  filosops  (59) ;  libro  que,  por  la  maravillosa  concisión  de  sus  senten- 
cias y  la  elevación  de  sus  doctrinas,  obtuvo  una  difusión  considerable. 
Lo  trasladó,  en  1402,  al  romance  castellano  otro  judío,  Jacobo  Zadique 
de  Uclés,  por  orden  del  suegro  del  marqués  de  Santillana,  D.  Lorenzo 
Suárez  de  Figueroa,  de  quien  era  médico.  También  fueron  vertidas  al 
catalán  algunas  de  las  obras  didáetico-morales,  a  las  que  antes  nos  he- 
mos referido.  La  facilidad  con  que  tales  textos  pasaban  de  unos  a  otros 
idiomas  demuestra  el  grado  de  compenetración  alcanzado  en  largos  años 
de  convivencia  por  las  varias  literaturas  surgidas  en  el  suelo  penin- 
sular. 


(59)    Gabriel  Llabrés  lo  editó  asimismo  en  Palma  de  Mallorca  el  año  i88q. 


III 


El  elemento  semita-. 

Situación,  en  esta  época,  de  los  musulmanes  y  judíos  residentes  en  tierras  de  cris- 
tianos.— Las  escuelas  de  traductores  y  sus  aportaciones  a  la  literatura  hispana. — 
Las  controversias  dogmáticas  con  los  judíos  y  los  orígenes  de  la  nueva  apolo- 
gética cristiana. — Las  polémicas  cristiano-musulmanas. 

14.  El  vehículo  de  la  abundante  influencia  oriental  que  hemos  re- 
gistrado en  los  comienzos  de  las  literaturas  hispanas  romanceadas  son, 
naturalmente,  los  judíos  y  musulmanes  residentes  en  las  tierras  de  cris- 
tianos. La  contribución  que  unos  y  otros  aportaron  a  la  incipiente  cul- 
tura española,  y  aun,  a  través  de  ella,  a  la  cultura  europea  medieval, 
justifica  sobradamente  que  nos  detengamos  a  considerar  su  situación 
social  y  jurídica  en  los  reinos  peninsulares  y  los  hechos  culturales  a 
que  su  convivencia  dió  lugar. 

Urge  advertir  que  la  existencia  de  esos  dos  núcleos  alógenos  en  el 
seno  de  los  pueblos  hispano-cristianos  obedece  a  causas  muy  distintas 
y  reviste,  por  tanto,  un  distinto  carácter.  Los  judíos  carecían  de  patria ; 
dispersos  por  el  mundo,  adoptaban  como  propio  el  país  que  los  acogía 
y  acataban  respetuosos  su  organización  de  gobierno.  Faltos  de  vínculo 
político,  su  personalidad  colectiva  habría  acabado  por  desdibujarse,  a 
no  ser  por  sus  creencias  y  culto  peculiares;  los  rabinos  mantenían  su 
unidad  religiosa  y  la  sinagoga  ios  aglutinaba  como  a  pueblo.  De  ahí 
provenía  su  poder  de  irradiación  espiritual  y,  a  la  vez,  la  debilidad  de 
su  posición  en  la  vida  pública.  Desde  los  tiempos  de  la  monarquía  vi- 
sigoda numerosos  grupos  judíos  habían  arraigado  en  España,  amoldán- 
dose a  las  varias  situaciones  políticas  que  aquí  se  sucedieron  en  los  s:- 
glos  medievales.  Las  familias  musulmanas,  en  cambio,  habían  llegado 
a  nuestro  suelo  en  seguimiento  de  los  conquistadores  y  se  sentían  vin- 
culadas a  él  por  intereses  puramente  materiales,  casi  siempre  de  índole 
profesional ;  pero  su  centro  político  y  religioso  estaba  en  un  rincón,  to- 
davía musulmán,  del  Sud  de  España  y  en  Africa.  Esos  núcleos  mu- 


—  43  — 


sulmanes  habrían  carecido  de  toda  influencia  cultural  si,  por  un  extra- 
ño fenómeno  de  repelencia,  el  fanatismo  exacerbado  de  los  sectarios 
de  Mahoma  en  más  de  una  ocasión  no  hubiese  expulsado  de  sus  reinos 
a  grupos  de  moros  cultos  sospechosos  de  heterodoxia.  Estos  sabios  se 
refugiaron  en  tierras  de  cristianos,  con  lo  cual  Jas  aljamas  españolas 
cobraron  circunstancialmente  algún  esplendor.  Mientras  la  convivencia 
de  núcleos  musulmanes  constituía,  pues,  un  fenómeno  peculiar  de  Es- 
paña en  la  Edad  Media,  y  a  lo  sumo  de  algún  otro  país  — por  ejemplo, 
Sicilia — ,  la  convivencia  de  núcleos  judíos  era  un  fenómeno  general 
europeo. 

El  diferente  origen  y  carácter  de  los  grupos  semitas  incluidos  en 
los  reinos  españoles  contribuye  a  explicar  muchas  de  sus  vicisitudes. 
De  hecho,  a  propósito  de  las  relaciones  con  musulmanes  y  judíos,  se 
enfrentaron  aquí  a  menudo,  como  en  tantos  otros  aspectos,  dos  polí- 
ticas: una,  la  de  los  reyes,  inspirada  en  el  interés  nacional ;  otra,  la  de 
üos  Papas,  inspirada  en  el  interés  espiritual  europeo.  Ya  Inocencio  III 
había  prevenido  a  la  Cristiandad  contra  los  peligros  que  para  la  inte- 
gridad de  las  creencias  y  la  pureza  de  las  prácticas  religiosas  envolvían 
la  normal  convivencia  y  el  trato  cotidiano  con  gentes  de  otra  religión, 
como  eran  los  judíos;  y  los  Concilios  II  y  III  de  Letrán,  en  1180  y 
121 5,  respectivamente,  habían  ensayado  conjurarlos  mediante  un  siste- 
ma de  prescripciones,  entre  las  que  resaltan,  por  su  importancia,  el 
apartamiento  de  los  judíos  en  barrios  separados,  el  uso  de  vestidos  di- 
ferenciales que  permitieran  reconocerles ,  al  momento,  la  prohibición  de 
ejercer  cargos  que  llevaran  anejo  mando  o  jurisdicción  sobre  los  fieles 
cristianos,  restricciones  en  el  comercio,  etc.  En  esa  política  religiosa  de 
prevención  y  alarma  se  originan  las  antipatías  populares,  que,  al  agran- 
darse en  el  ambiente  contagioso  de  las  masas  y  al  mixtificarse  con  otros 
móviles  menos  puros,  se  desahogaron  a  intermitencias  en  las  matanzas 
y  demás  suertes  de  persecuciones  surgidas  en  distintos  lugares  de  Euro- 
pa. Bajo  la  presión  de  las  leyes  canónicas,  y  episódicamente  para  sa- 
tisfacer a  las  exigencias  de  sus  pueblos,  los  reyes  españoles  declararon 
en  vigor  aquellas  normas  en  sus  respectivos  Estados,  y  aun  las  hicieron 
extensivas  a  la  población  musulmana  por  razones  idénticas.  Pero  el  in- 
terés nacional  impelía  a  los  reyes  hacia  otros  derroteros,  y  apenas  la 
agitación  popular  y  la  presión  eclesiástica  cedían  en  su  empuje;  las  le- 
yes resultaban  letra  muerta,  judíos  y  musulmanes  se  redimían  de  su 
inferioridad  social  recabando  privilegio  tras  privilegio,  y  los  reyes  no 
desdeñaban  rodearse  en  su  corte  y  lámar  a  los  altos  cargos  de  gobier- 


—  44  — 


no  a  personalidades  notables  de  la  sinagoga  o  de  la  aljama  (6o).  Perío- 
dos hubo  en  España  en  que  los  creyentes  del  judaismo  y  del  mahome- 
tismo llegaron  a  gozar  de  una  completa  libertad  religiosa  y  fueron  equi- 
parados socialmente  con  los  cristianos.  Desde  mediados  del  siglo  xiv, 
sin  embargo,  la  igualdad  no  fué  ya  posible,  y  por  más  que  los  reyes 
mecharan  con  sus  benevolencias  para  mitigar  los  rigores  contra  moros 
y  judíos,  cada  vez  más  odiados  por  las  masas  cristianas,  el  sentimiento 
popular,  reiterado  en  terribles  explosiones  de  furor,  acabó  por  imoo- 
nerse  a  la  conveniencia  real  y  por  dictar  en  las  postrimerías  del  siglo  xv 
la  total  expulsión  de  unos  y  otros  de  nuestro  suelo. 

La  dualidad  de  tendencias  de  la  política  seguida  en  España  durante 
la  Edad  Media  para  con  los  musulmanes  y  judíos  cristaliza,  en  el  orden 
cultural,  en  dos  hechos  de  incalculable  alcance,  que  forman  como  el  an- 
verso y  el  reverso  de  la  convivencia:  las  escuelas  de  traductores  y  las 
controversias  apologéticas.  Aquéllas  se  organizan  en  un  ambiente  de 
tolerancia  y  rinden  por  la  colaboración  un  trabajo  fecundo,  del  que  la 
cultura  nacional  y  europea  reportan  opimos  frutos ;  éstas  se  inspiran 
en  el  recelo,  se  desenvuelven  en  apasionadas  discusiones  y  terminan  en 
medidas  persecutorias  y  en  coacciones  reales  o  inquisitoriales.  Crono- 
lógicamente, el  anhelo  de  la  compenetración  cultural  prevalece  en  los 
siglos  xn  y  xiii  ;  en  la  decadencia  del  espíritu  medieval,  que  se  acen- 
túa a  lo  largo  de  los  siglos  xiv  y  xv,  las  controversias  religiosas  toman 
cada  vez  mayores  vuelos.  Geográficamente,  Castilla  siente  con  mayor 
fuerza  el  atractivo  de  la  superior  cultura  de  los  pueblos  orientales,  tal 
vez  por  su  mayor  proximidad  e  intimidad  con  ellos ;  Aragón  y  Cata- 
luña, en  cambio,  más  sensibles  a  las  corrientes  europeas,  importan  las 
disputas  teológico-apologéticas  y  las  contagian  a  todo  el  ámbito  español. 

15.  En  lugar  oportuno  de  la  presente  Historia  fué  estudiada  con 
la  debida  extensión  la  actividad  de  las  dos  escuelas  de  traductores  to- 
ledanos, la  organizada  por  el  arzobispo  Raimundo  en  el  siglo  xn  y  la 
patrocinada  por  el  Rey  Sabio  en  el  xiii.  que  contribuyeron  decisiva- 
mente a  la  renovación  de  la  cultura  cristiana  medieval.  En  ambas,  la 
convivencia  pacífica  y  la  colaboración  amistosa  entre  los  sabios  de  las 
tres  religiones  alcanzaron  extremos  inusitados,  que  todavía  hoy  despier- 
tan admiración.  Con  alguna  anterioridad  un  hecho  igual  se  había  pro- 
ducido en  tierras  de  Cataluña,  donde  también  existieron  agrupaciones 
de  traductores  que  vertieron  al  latín  obras  científicas  sobre  matemáti- 


(60)  Fritz  Baer:  Studien  zur  Geschichte  der  Juden  in  Kcmigreich  Aragonien  wáh- 
rend  des  13.  und  14.  Jahrhunderts,  Berlín,  1913,  págs.  20  y  sgtes. 


1-  45  ~ 


cas,  agrimensura  y  música  (61).  Una  nueva  invasión  del  saber  oriental 
en  Cataluña  tuvo  lugar  a  fines  del  siglo  xm,  y  llegó  a  su  auge  en  el 
reinado  de  Jaime  II.  Las  figuras  catalanas  más  representativas  de  este 
tiempo  son  grandes  hebraístas  o  grandes  arabistas,  o  ambas  cosas  a  la 
vez,  conocen  a  fondo  no  sólo  la  lengua,  sino  además  la  literatura,  de 
ambos  pueblos,  utilizan  a  manos  llenas  los  materiales  de  sus  obras  cien- 
tíficas o  teológicas  y  traducen  algunas  de  ellas  al  latín  o  al  catalán.  Pero 
no  basta  con  mencionar  las  aportaciones  orientales  a  la  literatura  his- 
pano-cristiana  en  idioma  latino  o  en  romance,  toda  vez  que  las  infiltra- 
ciones de  una  a  otra  cultura  se  produjeron  en  esta  época  en  cualesquie- 
ra direcciones.  Un  esfuerzo  muy  intenso  de  asimilación  cultural  des- 
plegaron en  el  siglo  xm  los  judíos  del  Nordeste  de  España  y  Sud  de 
Francia  (Cataluña,  Rosellón  y  Provenza)  mediante  versiones  del  ará- 
bigo, que  por  su  número  y  la  importancia  de  las  obras  elegidas,  entre 
las  cuales  predominaban  las  de  los  grandes  peripatéticos  Averroes  y 
Maimónides,  influyeron  notoriamente  en  los  destinos  del  judaismo;  en 
especial,  la  primera  de  las  dos  versiones  hebreas  del  Mohre  Nebukim 
(o  "Guía  de  los  descarriados"),  de  Maimónides,  realizada  por  Samuel 
ibn  Tibbon  en  1204,  injertó  el  aristotelismo  en  los  medios  rabínicos  con 
tal  éxito,  que  la  interpretación  racionalista  de  la  Biblia  y  del  Talmud 
acabó  por  prevalecer  sobre  el  tradicionalismo  ortodoxo  en  las  sinago- 
gas (62).  En  dicha  versión  hebrea  de  Maimónides  fué  calcada  poco  des- 
pués una  versión  latina  anónima,  que  anduvo  en  manos  de  muchos  teó- 
logos cristianos,  así  como  la  versión  castellana  de  Pedro  de  Toledo,  a 
quien  algunos  pretenden  identificar  con  el  culto  prelado  Pedro  Gómez 
Barroso,  fallecido  en  Aviñón  en  1345  (63).  Las  familias  judías  de  los 
Qimhi  y  de  los  Tibbónidas,  cuyos  miembros  más  ilustres  fueron  espa- 
ñoles o  desarrollaron  sus  tareas  en  España,  se  distinguieron  extraordi- 
nariamente en  la  literatura  de  traducciones ;  Jacob  Anatoli,  que  empa- 
rentó con  los  Ibn  Tibbon  por  casamiento  con  la  hija  de  Samuel,  con- 
vivió en  la  corte  del  rey  siciliano  Federico  II  con  Miguel  Escoto,  y 
hasta  se  dice  que  prepararon  juntos  otra  versión  latina  de  la  citada  obra 
de  Maimónides,  que  su  suegro  había  trasladado  al  hebreo.  Por  lo  me- 
nos, es  seguro  que  Anatoli  conocía  a  la  perfección  el  latín  tanto  como 
el  árabe,  y  que  algunas  de  sus  versiones  hebreas  han  sido  elaboradas 


(61)  J.  Millas  Vallicrosa:  Assaig  d'histdria  de  les  idees  jisiques  i  matematiques  a 
la  Catalunya  med:eval,  vol.  I.  Barcelona,  1031. 

(62)  Georre  Sarton :  Introduction  to  the  history  of  science,  vol.  II,  part  II;  Lor- 
don,  1031,  págs.  719-720. 

(63)  Idem,  ibid.,  pág.  604. 


-  46  - 


a  base  de  textos  árabes  y  latinos  a  la  vez  (64).  En  lo  cual  se  revela  la 
importancia  creciente  que  a  los  ojos  de  los  judíos  iba  adquiriendo  la 
cultura  de  los  pueblos  europeos;  desde  la  segunda  mitad  del  siglo  xiii, 
en  efecto,  hubo  ya  traducciones  hebreas  de  obras  latinas,  y  su  número 
aumentó  considerablemente  a  lo  largo  de  los  siglos  xiv  y  xv.  A  los  his- 
toriadores de  la  cultura  judía  incumbe  explorar  este  aspecto  tan  inte- 
resante de  su  actividad  literaria.  Para  muestra  baste  decir  que  el  año 
1490  fueron  traducidos  al  hebreo,  probablemente  en  Ocaña,  los  comen- 
tarios de  Santo  Tomás  a  la  Metafísica  de  Aristóteles  por  Abraham  ben 
Joseph  ibn  Nahmias,  y  que  poco  antes  otro  judío  español,  Elijah  ben 
Joseph  Habillo,  tradujo  asimismo  las  Quaestiones  disputatae,  la  Quaes- 
tio  de  anima  y  los  comentarios  de  Santo  Tomás  a  la  Etica  nicomaquea, 
y,  bajo  el  influjo  de  la  filosofía  tomista,  escribió  tratados  originales  so- 
bre el  ser  y  la  cualidad.  Pero  tales  versiones  y  obras  de  los  judíos  espa- 
ñoles se  relacionan  ya  con  los  trabajos  de  los  hebreos  renacentistas  (65). 

16.  Las  controversias  apologéticas  son  en  parte  autóctonas  y  en 
parte  importadas.  Ya  el  judío  español  Pedro  Alfonso,  el  famoso  autor 
de  la  Disciplina  clericalis,  nacido  en  1062  en  Huesca,  con  el  nombre 
originario  de  Moisés  Sephardi,  y  bautizado  más  tarde  bajo  el  patroci- 
nio del  rey  castellano  Alfonso  VI,  de  quien  era  médico,  escribió,  para 
justificar  su  conversión,  unos  DiaJogi  cum  Judaeo,  en  los  cuales  Moisés 
y  Pedro,  dos  personajes  que  son  las  dos  figuraciones  del  autor  antes 
y  después  del  bautismo,  discuten  en  pro  y  en  contra  de  la  religión  ju- 
daica (66).  Tales  diálogos,  in  quibus  impiae  Judaeorum  opiniones  con- 
futantur,  aparecen  todavía  acuñados  en  los  moldes  platonizantes  de  la 
apologética  clásica,  que  tuvo  su  máximo  florecimiento  en  la  segunda 
generación  de  los  primitivos  escritores  cristianos.  Es  sintomático  que 
haya  sido  un  converso  el  autor  de  esta  temprana  obra  de  controversia; 
como  vamos  a  ver  en  seguida,  los  actores  principales  de  tan  dramáti- 
cas disputas  han  sido  frecuentemente  neófitos  recién  convertidos  del  ju- 
daismo, azuzados  o  protegidos  por  poderosos  personajes  eclesiásticos. 

El  nuevo  tipo  de  las  polémicas  anti judaicas  nació  en  Erancia  a  con- 
secuencia de  las  graves  denuncias  contra  el  Talmud  formuladas  en  1238 
por  el  judío  renegado  de  la  Rochela  Nicolás  Donin,  a  quien  se  imputa 
el  "levantamiento  de  terribles  persecuciones  contra  los  judíos  franceses, 
durante  las  cuales  murieron  asesinados  unos  tres  mil,  fueron  bautiza- 


(64)  Idem,  ibid.,  págs.  492-493. 

(65)  Jáer.\,  ibid.,  pág.  918. 

(66)  Idem,  ibid.,  págs.  199-200. 


47  - 


dos  quinientos  y  fueron  quemados  por  orden  del  Papa  Gregorio  IX  to- 
dos los  manuscritos  del  Talmud,  de  los  que  el  rey  de  Francia,  San  Luis, 
logró  incautarse.  Fué  dispuesta,  además,  una  disputa  pública  en  París 
entre  Donin  y  cuatro  rabinos,  que  comenzó  a  12  de  junio  de  1240,  y  a 
la  que  estuvieron  presentes,  entre  otros,  los  maestros  en  teología  Gui- 
llermo de  Alvernia  y  Alberto  Magno ;  el  resultado  de  la  controversia 
fué  la  condenación  del  Talmud  y  la  orden  real  de  quema  de  sus  ejem- 
plares (67).  Tales  sucesos  alcanzaron  entonces  una  considerable  reper- 
cusión, y  no  tardaron  muchos  años  sin  que  el  rey  aragonés  Jaime  I,  a 
sugestión  de  San  Ramón  de  Peñafort,  ordenara  una  disputa  pública 
similar,  que  comenzó  en  Barcelona  el  año  1263.  Fué  actor  principal 
otro  converso,  por  nombre  cristiano  Pablo,  a  quien  le  fué  enfrentado 
el  famoso  rabino  gerundense  Moisés  ben  Nahman,  más  conocido  con 
el  nombre  vulgar  de  Bonastruc  de  Porta,  y,  aunque  el  converso  parece 
haber  llevado  la  peor  parte  en  la  controversia,  el  rey  dispuso  a  su  tér- 
mino que  una  comisión  de  teólogos  procediera  al  examen  y  censura  de 
los  libros  rabínicos  (68).  De  ella  formaron  parte  el  obispo  de  Barcelo- 
na y  los  frailes  dominicos  Ramón  de  Peñafort,  el  prior  de  Santa  Ca- 
talina Arnaldo  de  Sagarra,  Pedro  Janer  y  Ramón  Martí,  a  quien  fué 
confiado  un  examen  minucioso  de  los  textos  (69).  La  sentencia  real  no 
fué,  empero,  de  quema,  sino  de  simple  expurgación. 

De  la  campaña  antijudía  levantada  en  el  reinado  del  Conquistador 
brota  en  Cataluña  la  literatura  polémico-apologética,  cuyo  primero  y  ca- 
pital representante  es  el  citado  Ramón  Martí.  Él  mismo  cuenta  en  su 
Capistrum  judaeorum,  una  obra  perdida,  hoy  a  punto  de  recuperar,  y 
de  la  que  se  conservan  abundantes  referencias  (70),  que  en  uso  de  un 
privilegio  real  se  había  personado  en  las  sinagogas  catalanas  a  predi - 


(67)  Idem,  ibid.,  pág.  557. 

(68)  Fritz  Baer:  Las  polémicas  de  R.  Jehiel  de  París  y  de  R.  Mossé  ben  Nahman. 
Separata  de  la  revista  hebraica  "Tarbís",  II,  vol.  II,  Jerusalén,  193 1.  Véase  también 
J.  Millás  Vallicrosa  en  "Estudis  Universitaris  Catalans",  X,  1925,  págs.  194-198. 

(69)  Véase,  mas  adelante,  el  capítulo  IV  a  propósito  del  estudio  dedicado  a  Ramón 
Martí. 

(70)  André  Berthier  ha  señalado  recientemente  la  existencia  de  dos  manuscritos 
anónimos  de  esta  obra  en  la  Biblioteca  universitaria  de  Bolonia  y  en  la  Nacional  de 
París,  respectivamente.  Véase  un  extracto  de  su  tesis:  Raymond  Martin,  Frere  Précheur. 
en  "Eco'e  Nationale  des  Chartes.  Position  des  théses  soutenues  par  les  éléves  de  la 
promotion  de  1931.  París." 

Según  comunicación  verbal  del  Dr.  J.  Millás  Vallicrosa,  existe  un  tercer  manuscrito 
en  la  Biblioteca  capitular  de  la  Catedral  de  Gerona;  y,  por  nuestra  parte,  creemos  estar 
en  situación  de  afirmar  la  existencia  de  un  cuarto  ejemplar  en  el  Archivo  de  la  Catedral 
de  Córdoba. 


-  48  - 

car  la  fe  cristiana  a  ios  judíos  y  había  sostenido  disputas  con  sus  ra- 
binos, pero  sus  predicaciones  carecían  de  fruto  por  la  mala  fe  de  sus 
contradictores,  que  en  la  disputa  hablada  trocaban  los  argumentos  y  se 
quejaban  de  la  inexacta  interpretación  de  los  textos  sagrados  auténti- 
cos. Entonces  Ramón  Martí  se  decidió  a  fijar  los  argumentos  por  es- 
crito con  la  alegación  de  los  pasajes  sagrados  en  el  original  hebreo.  Así 
apareció  en  España  la  literatura  de  controversias  religiosas ;  la  obra  más 
representativa  del  género  fué  compuesta  por  el  mismo  Ramón  Martí 
en  el  convento  barcelonés  de  Santa  Catalina,  el  año  1278,  con  el  rótulo 
de  Pugio  fidei  contra  Judaeos  (Puñal  de  la  fe  contra  los  judíos);  de 
ella  nos  ocuparemos  extensamente  más  adelante  (71).  En  el  Pugio  fidei 
inspiraron  el  obispo  oscense  Bernardo  Oliver  su  Tractatus  contra  cae- 
citatem  judaeorum  (72)  y  el  inquisidor  Nicolás  Eymerich  sus  invecti- 
vas contra  los  judíos,  que  incluye  en  el  Directorium  inquisitoram  y  en 
otras  obras  (73).  Por  su  parte,  los  judíos  no  permanecieron  inactivos 
en  la  defensa  y  propaganda  de  sus  creencias.  A  Ramón  Martí  le  re- 
plicó, también  por  escrito,  un  discípulo  de  Moisés  ben  Nahman,  el  bar- 
celonés Salomón  ben  Adret  (74).  Por  el  mismo  tiempo,  otro  judío  es- 
pañol, originario  de  Zaragoza,  Abraham  ben  Samuel  Abulafia,  empren- 
día un  viaje  a  Roma  para  dialogar  personalmente  con  el  Papa  Nico- 
lás III,  con  la  esperanza  de  provocar  su  conversión  al  judaismo  en  la 
tendencia  místico-cabalística  que  él  propugnaba  (75).  En  el  siglo  xiv  la 
polémica  escrita  entre  cristianos  y  judíos  continúa  y  aun  se  intensifica, 
sin  que  los  controversistas  reparen  mucho  en  los  materiales  utilizados 
para  conseguir  su  objeto.  Además  de  'las  obras  citadas  de  Bernardo  Oli- 
ver y  Nicolás  Eymerich,  fué  muy  divulgada  del  lado  cristiano  la  Epís- 
tola Rabbi  Samuelis,  una  refutación  del  judaismo  escrita  en  arábigo  por 
un  mahometano  y  traducida  al  latín  en  1339  por  un  teólogo  cristiano 
español  que  se  ocultó  bajo  el  pseudónimo  de  Alfonso  Buenhombre  (76). 


Í71)    Véase  el  estudio  dedicado  a  Ramón  Martí  en  el  capítulo  IV. 

(72)  Kürzinger:  Alphonsus  Vargas  Toletanus,  Münster,  1030,  pág.  X,  cita  un  ma- 
nuscrito de  esta  obra  existente  en  la  biblioteca  municipal  de  Munich. 

(73)  Véase  la  obra  antes  citada  de  Fritz  Baer  sobre  la  historia  de  los  judíos  en  el 
reino  de  Aragón,  pág.  69. 

(74)  G.  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  pág.  884;  y  Ramón  Mallofré:  Rabi  Sa- 
lomo ben  Adreth  de  Barcelona,  artículo  en  la  revista  "Criterion"  (Barcelona),  V,  1929, 
págs.  46-55. 

(75)  G.  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  págs.  881-882. 

(76)  Epístola  Rabbi  Samueles  israhelite  de  civitate  Regís  Marrocorum  missa  Rabbi 
Ysaach  maoistro  sinagoge...  translata  de  arábico  in  latinum  per  fratrem  Alphonsum  Bo- 
nikominis  hyspanum  ordinis  predicatorum...  anno  Domini  millcssimo  CCC°  XXXVIIII0. 
Tanto  la  versión  latina,  como  las  versiones  en  vulgar  que  la  tomaron  por  bace,  han  sido 


-  -[9  — 


Resulta  también  curioso  que  las  tesis  y  los  argumentos  del  Pugio  se 
reproduzcan  en  buena  parte  en  el  Mostrador  de  justicia,  del  judío 
Abner  de  Burgos,  converso  al  cristianismo  con  el  nombre  de  Alfonso 
de  Valladolid:  una  obra  originariamente  escrita  en  hebreo  y  puesta  al 
poco  tiempo  en  romance  castellano  (77). 

El  episodio  culminante  y  más  espectacular  de  la  prolongada  lucha 
entre  las  dos  confesiones  tuvo  su  escenario  en  la  ciudad  de  Tortosa  en 
los  años  de  1413  y  1414  por  disposición  del  Pontífice  Benedicto  XIII, 
el  aragonés  Pedro  de  Luna.  A  la  disputa  de  Tortosa  se  llegó  a  conse- 
cuencia de  haber  recrudecido  en  el  país  el  sentimiento  antijudaico,  que 
se  desahogó  en  terribles  matanzas  el  año  1391.  Con  el  propósito  de  en- 
cauzar por  caminos  de  menor  violencia  las  iras  populares,  el  monarca 
catalán  Juan  II  había  encargado  a  una  comisión,  integrada  por  los  maes- 
tros franciscanos  en  teología  Francisco  Eximenis,  Nicolás  Sacosta  y 
Tomás  Olzina,  que  examinara  los  libros  hebraicos  de  la  sinagoga  de 
Valencia.  Probablemente  esta  comisión  desistió  de  actuar,  por  haberse 
interpuesto  los  sangrientos  sucesos  aludidos  (78).  Veinte  años  después, 
una  querella  local  suscitada  entre  los  rabinos  de  Alcañiz  y  Josua  Ha- 
Iorki,  que  acababa  de  convertirse  al  cristianismo  con  el  nombre  de  Je- 
rónimo de  Santa  Fe,  encendió  una  controversia  general,  en  la  que  fue- 
ron obligados  a  participar  los  representantes  más  eminentes  de  las  si- 
nagogas españolas ;  en  ella  descollaron,  en  la  defensa  del  judaismo,  Jo- 
sef  Albo  de  Daroca  (79),  Astruch  Halevi  de  Alcañiz  y  Serachja  Halevi 
y  Matias  Hajizhari  de  Zaragoza.  La  defensa  del  dogma  cristiano  fué 
encomendada  por  Benedicto  XIII  a  Jerónimo  de  Santa  Fe,  su  médico 
de  cámara,  a  quien  San  Vicente  Ferrer  había  catequizado  en  la  corte 
papal.  En  la  intención  de  sus  promotores  la  controversia  tortosina  ha- 
bía de  conducir,  por  la  total  victoria  del  cristianismo,  a  la  conversión 
de  los  judíos  que  en  España  conservaban  todavía  la  fe  de  sus  mayores, 
y  finalmente  a  la  unidad  religiosa.  Pese  a  la  duración  de  los  debates 

editadas  muchas  veces.  Véase,  a  este  propósito,  la  obra  citada  de  G.  Sarton,  págs.  281 
y  401-402,  quien  da  por  auténtico  el  nombre  del  traductor  Alfonso  Buenhombre  y  le 
hace  obispo  de  Marruecos  en  1346. 

(77)  Fritz  Baer:  Abner  aus  Burgos.  Berlín,  IQ2Q. 

(78)  A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per  a  Vhistória  de  la  cultura  catalana  mig-eval, 
vol.  II,  Barcelona,  192 1,  pág.  338. 

(7q)  Sobre  e3te  eminente  pensador  judío,  véase  la  obra  reciente  de  J.  Husik : 
Joseph  Albo,  the  last  oí  the  medieval  Jewish  philosophers.  "Proceedings  of  the  Ameri- 
can Academy  for  Jewish  Rezearch",  1028-IQ30,  pá^rs.  61-72. 

En  iq^i  ha  s;do  publicada  en  los  Estados  Unidos  la  obra  capital  de  Josef  Albo,  el 
Libro  de  los  Principios,  en  cinco  volúmenes  de  texto  hebreo  original  acompañado  de  la 
versión  inglesa. 


1 


5o  — 


y  a  la  pertinacia  de  Jerónimo  de  Santa  Fe,  dicha  finalidad  político- 
religiosa  no  pudo  ser  lograda  (8o).  Disuelta  la  reunión  de  Tortosa,  con- 
tinuó la  polémica  escrita,  que  por  el  lado  cristiano  se  intensificó  a  par- 
tir de  esta  fecha;  en  ella  participaron,  además  de  San  Vicente  Fe- 
rrer  (81),  los  conversos  Pablo  de  Burgos  y  el  tarraconense  Pedro  de 
la  Cavallería  (82).  El  promotor  de  tan  activa  campaña  no  era  otro  que 
el  Pontífice  Benedicto  XIII,  en  cuya  biblioteca  existió  un  buen  núme- 
ro de  obras  apologéticas  anti judaicas  (83).  Esta  literatura  prosigue  a 
todo  lo  largo  del  siglo  xv.  Así,  por  ejemplo,  entre  1453  y  1458,  Fray 
Juan  de  Fuente  Saúco  escribe,  a  instancia  del  adelantado  de  Murcia 
Pedro  Fajardo,  un  tratado  De  Verbo  contra  Judaeos,  del  cual  toma  pre- 
texto, en  1459,  el  converso  Fray  Alonso  de  Espina  para  una  obra  de 
mayor  empuje,  el  Fortalitium  fidei  (84).  Apenas  establecida  la  impren- 
ta en  Valencia,  Fr.  Jacobo  Pérez  se  aprovecha  de  ella  para  divulgar, 
en  1484,  otro  Tractatus  contra  Judaeos.  Todavía  un  eco  postumo  de 
esta  literatura  antijudaica  lo  encontramos,  bastantes  años  después  de 
ocurrida  ya  la  expulsión,  en  Luis  Vives. 

17.  Mientras  los  gérmenes  de  la  apologética  antijudaica  fueron  im- 
portados a  España  en  el  siglo  xm,  la  literatura  antimusulmana  ha  te- 
nido aquí  sus  genuinos  orígenes.  Pero  el  diferente  carácter  y  situación 
del  mahometismo  ha  obligado  a  los  luchadores  cristianos  a  adoptar  tác- 
ticas nuevas  para  combatirlo.  En  vez  de  las  controversias  públicas  bajo 
el  patrocinio  de  reyes  o  de  papas  al  estilo  de  las  organizadas  contra  los 
judíos,  ha  sido  proyectado  un  ataque  en  gran  escala  a  la  confesión  de 
Mahoma  con  el  envío  de  un  ejército  de  misioneros.  La  ejecución  ha 

(So)    Fritz  Baer:  Die  Disputation  von  Tortosa  (1413-1414).  "Spanische  Forschun 
gen  der  Górresgesellschaft",  II,  Münster,  193 1,  págs.  307-336.  Véase,  asimismo,  el  ar- 
tículo de  Adolphe  Posnanski:  Le  col.loque  de  Tortosa  et  de  San  Mateo,  en  la  "Revue 
des  études  juives",  1923,  págs.  147-15 1. 

(81)  Tractatus  contra  perfidiam  judaeorum,  existente  en  el  manuscrito  latino  1043 
de  la  Biblioteca  Vaticana.  (Véase  Garrastachu:  Los  manuscritos  del  Cardenal  Torquema- 
da.  "La  Cencía  Tomista",  vol.  41,  1930,  pág.  199). 

(82)  Líber  de  Fide  in  Christum  adversus  Sarracenos  et  Judaeos,  existente  en  el  ma- 
nuscrito latino  3362  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París.  (Citado  por  Mazzatinti:  La 
Biblioteca  dei  Re  d'Aragona  in  Napoli,  Roca  S.  Carciano,  1897,  pág.  10.)  Fué  editado 
en  Venecia  en  1592. 

(83)  En  el  catálogo  de  la  librería  papal  de  Aviñón  formado  en  1407  por  orden  de 
Benedicto  XIII  hállanse  inventariadas  más  de  una  docena  de  obras  pertenecientes  a  la 
literatura  de  controversias,  en  su  mayoría  de  autor  español,  algunas  de  las  cuales  se 
consideran  hoy  perdidas.  (Véase  P.  Galindo  Romeo:  La  biblioteca  de  Benedicto  XIII, 
Zaragoza,  1929,  pág.  157.) 

(84)  Citados  por  Mario  Schiff :  La  bibliothéque  du  marquis  de  Santülane,  Paris. 
1905,  pág.  426. 


—  5» 


sido  confiada  a  las  nuevas  Ordenes  religiosas  de  dominicos  y  fran<  3- 
canos,  quienes  han  fundado  en  España  centros  especiales  de  cultura  pa- 
ra la  preparación  de  los  frailes  destinados  a  las  misiones.  Las  exigen- 
cias de  la  preparación  escolar  y  las  ulteriores  de  predicación  y  disputa 
en  tierras  africanas  han  motivado  la  aparición  de  otro  tipo  de  apolo- 
gética cristiana,  algunas  de  cuyas  producciones  guardan  un  estrecho  pa- 
rentesco con  las  obras  de  controversia  anti judaica.  El  modelo  irrepro 
chable  de  esa  nueva  literatura  lo  encontramos  en  la  Summa  contra 
Gentes,  que  el  dominico  Tomás  de  Aquino,  a  indicación  de  San  Ramo;; 
de  Peñafort,  compuso  entre  los  años  de  1259  y  1264  Para  te  her. na- 
nos en  religión  que  recibían  una  preparación  misionera  en  los  conven 
tos  de  España.  De  esta  obra  transcribió  Ramón  Martí  capítulos  ente 
ros  en  el  Pugio  fidei,  que,  indistintamente,  fué  dirigida  contra  moros 
y  judíos  (85).  A  decir  verdad,  los  gérmenes  de  dicha  literatura  preexis- 
tían  desde  el  siglo  anterior,  en  que  Pedro  el  Venerable,  el  gran  refor- 
mador de  Cluny,  vino  a  España  en  visita  de  inspección  a  los  monaste- 
rios de  su  Orden.  Profundamente  impresionado  por  la  superior  cultu- 
ra de  musulmanes  y  judíos  y  consciente  de  los  peligros  que  amenaza 
ban  la  fe  de  los  cristianos,  concibió  Pedro  la  idea  de  traducir  y  refutar 
el  Corán  y  de  hacer  lo  propio  con  el  Talmud  con  la  ayuda  de  renega- 
dos. Un  anticipo  a  este  gran  proyecto  fueron  sus  Libri  II  contra  nc- 
fandam  sectam  Sarracenorum  (86).  De  todos  modos,  la  situación  cul- 
tural de  España  no  permitió  llevarlo  adelante  hasta  el  siglo  inmediato, 
en  que  el  Corán  fué  vertido  al  latín  y  fué  divulgada,  además,  una  Vita 
Mahometi,  escrita  desde  el  punto  de  vista  cristiano  y  en  desprestigio 
del  falso  profeta  (87).  Pero  fueron  los  hombres  curtidos  en  la  vida  mi- 
sionera los  que  en  España  forjaron,  también  con  su  pluma,  los  dardos 
más  mortíferos  contra  el  mahometismo.  Tal  es  el  caso  de  Ramón  Mar- 
tí, quien,  a  su  regreso  de  las  misiones  de  Túnez,  escribe  en  la  vejez  el 
Pugio  fidei-  Tal  es  el  caso  de  San  Pedro  Pascual,  el  valenciano  que. 


(85)  Véase,  más  adelante,  el  capítulo  IV  sobre  Ramón  Martí. 

(86)  G.  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  pág.  161. 

Contra  la  afirmación  de  Sarton  que  da  la  obra  por  inédita,  podemos  citar  por  lo 
menos  dos  ediciones:  la  de  Migne  en  su  Patrología,  Series  latina,  vol.  189,  págs.  659-719; 
y  la  incluida  en  la  Collectio  Veterum  Scriptorum  et  Monument.,  Parisiis,  1724-1733; 
vol.  IX,  págs.  11 20  y  sgtes. 

Sobre  el  proyecto  de  Pedro  el  Venerable,  véase  el  artículo  de  Pierre  Mandonnet : 
Pierre  le  Venerable  et  son  activité  litteraire  contre  V Islam,  en  "Revue  Théologique",  I, 
1893,  págs.  328-343. 

(87)  M.  Serrano  y  Sanz:  Vida  de  M ahorna  según  un  códice  latino  de  mediados  del 
siglo  XIII.  "Erudición  ibero-ultramarina"  (Madrid),  vol.  2,  1931,  págs.  365-306. 


-  52  - 


llevando  en  las  venas  sangre  mora  (88),  llegó  por  sus  méritos  a  obispo 
de  Jaén,  y,  capturado  en  su  diócesis  por  los  moros  del  vecino  reino  de 
Granada,  escribió  en  el  cautiverio  su  Historia  e  Impunacion  de  la  Seta 
de  M ahorna  e  Defensión  de  la  ley  evangélica  de  Christo  (89).  Tal  es, 
sobre  todo,  el  caso  de  Ramón  Lull,  por  cuya  intervención  la  cruzada 
espiritual  contra  el  mahometismo  y  sus  infiltraciones  en  la  cultura  cris- 
tiana se  convierte  en  una  de  las  grandes  preocupaciones  europeas.  As- 
pectos parciales  de  la  vasta  cruzada  emprendida  por  Lull  son  sus  va- 
rios viajes  a  Africa  en  plan  de  misionero,  las  polémicas  mantenidas  en 
tierras  africanas  con  los  sabios  mahometanos  y  las  obras  de  contro- 
versia con  musulmanes,  como  la  Disputatio  Raymundi  et  Hamar  sa- 
rraceni,  o  la  Disputatio  fidelis  et  infidelis,  o  las  de  controversia  gene- 
ral, en  las  que  nunca  falta  un  contradictor  musulmán,  como  el  Libre 
del  gentil  e  deis  tres  savis,  el  De  quinqué  sapientibus,  el  Liber  de  Sanc- 
to  Spiritu  y  otras  más  (90).  Tras  un  período  de  esplendor,  la  contro- 
versia literaria  con  los  musulmanes  decae  a  lo  largo  del  siglo  xiv,  para 
no  reavivarse  hasta  bien  entrado  el  siglo  xv,  cuando  cuaja  en  el  am- 
biente popular  el  anhelo  profundo  de  eliminar  del  país  los  núcleos  se- 
mitas en  él  radicados.  Esta  literatura  transcurre  entonces  paralela  a  la 
literatura  anti judaica,  con  la  que  comparte  los  objetivos  y  aun  los  pro- 
cedimientos de  combate.  Entre  las  obras  antimusulmanas  cuatrocentis- 
tas señalaremos  el  ya  mencionado  Fortalitium  fidei,  de  Fr.  Alonso  de 
Espina,  al  que  había  precedido  poco  antes  el  De  Verbo  contra  Sarrace- 
nos, del  Dr.  Juan  de  Segovia,  y  el  De  confusione  sectae  Mahometicae, 
escrito  por  el  converso  valenciano  Juan  Andrés  a  fines  del  siglo  xv. 

Por  el  lado  musulmán  la  controversia  fué  mantenida  asimismo  ori- 
ginariamente a  mucha  altura.  La  obra  más  popular  de  la  apologética 
islámica  fué  una  refutación  del  cristianismo  y  del  judaismo  a  la  vez, 
compuesta  en  1221  por  el  egipcio  Abu-l-beca,  por  encargo  del  rey  de 
Egipto  Ayyubid,  quien  la  mandó  al  emperador  romano  en  respuesta  a 
una  carta  suya  anterior  (91).  Fuera,  tal  vez,  de  ésta,  ninguna  otra  obra 
de  la  apologética  musulmana  parece  haber  sido  conocida  en  los  países 
cristianos,  a  excepción  de  una  árabe,  escrita  en  Túnez  el  año  1420  por 
Abd-Alláh  ibn  Abd-Alláh,  el  Drogman,  con  el  título  de  La  ofrenda  del 


(88)  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  pág.  803. 

(89)  Ingerta  en  el  volumen  II  de  las  "Obras  completas  de  San  Pedro  Pascual,  publi- 
cadas por  Fr.  Pedro  Armengol  con  la  traducción  latina  y  algunas  anotaciones".  Roma. 
Imprenta  Salustiana,  1906-1908. 

(qo)    Véace,  más  adelante,  el  capítulo  sobre  las  obras  de  Ramón  Lull. 
(91)    G.  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  págs.  557-558. 


53  - 


hombre  letrado  para  refutar  a  los  partidarios  de  la  Cruz  (92).  La  ex- 
traordinaria impresión  causada  por  esta  obra  en  el  mundo  musulmán 
se  debió,  ante  todo,  a  la  circunstancia  de  que  su  autor  era  un  renegado 
cristiano  nacido  en  Mallorca,  por  nombre  de  bautismo  Anselmo  Tur- 
meda,  quien  en  su  juventud  vistió  el  hábito  de  San  Francisco  y  logró 
en  el  seno  de  su  Orden  ser  muy  apreciado  por  su  gran  cultura,  hasta 
que,  tras  una  tremenda  crisis  espiritual,  huyó  a  Túnez  y  abjuró  públi- 
camente el  cristianismo  en  manos  del  Sultán.  Su  vida  religiosa  ante- 
rior y  su  cultura  teológica  hacían  del  converso  Abd-Alláh  un  polemista 
temible,  a  quien  ciertamente  no  cabía  achacar  el  común  defecto  del  des- 
conocimiento de  la  dogmática  cristiana ;  no  sin  razón  se  ha  podido  afir- 
mar de  él  que  representó,  en  su  vida  y  en  sus  actividades  literarias,  una 
viva  antítesis  de  Lull  (93). 

A  fines  del  siglo  xv,  con  la  toma  de  Granada  y  la  expulsión  de  los 
judíos  por  los  Reyes  Católicos,  se  llega  en  España  a  'la  anhelada  uni- 
dad religiosa,  y  falta,  por  tanto,  desde  entonces  el  aliciente  para  la  pro- 
secución de  las  controversias  religiosas,  cuya  literatura  desaparece  casi 
por  completo.  Cuando,  pasados  los  hervores  del  Renacimiento,  el  géne- 
ro apologético  renace  en  España,  otras  preocupaciones  de  muy  diversa 
índole  se  ciernen  en  el  horizonte  espiritual  de  Europa  a  consecuencia 
de  la  escisión  religiosa  interior  que  la  reforma  protestante  entraña.  Los 
Loci  theologici  del  español  Melchor  Cano  señalan  entonces  los  nuevos 
rumbos  a  la  apologética  cristiana. 

El  contenido  doctrinal  de  las  controversias  religiosas  cae,  en  parte, 
dentro  de  la  filosofía.  Aunque  primordialmente  la  discusión  versara  so- 
bre las  verdades  de  fe,  en  especial  sobre  los  llamados  "dogmas  diferen- 
ciales" — la  Trinidad  y  la  Encarnación — ,  en  rigor  sólo  demostrables 
mediante  argumentos  de  autoridad  sacados  de  los  Libros  sagrados,  'a 
complicación  ulterior  de  la  disputa  indujo  a  alegar  argumentos  de  ra- 
zón natural,  es  decir,  filosóficos  (94).  En  la  controversia  con  el  maho- 
metismo, la  alegación  de  las  pruebas  racionales  constituía  una  necesi- 
dad imprescindible,  porque,  al  no  ser  reconocida  la  inspiración  divina 
del  Antiguo  ni  del  Nuevo  Testamento,  faltaba  una  base  común  positiva 


(92)  El  original  árabe  fué  editado  en  El  Cairo,  en  1904.  Con  anterioridad,  Jean 
Spiro  había  publicado  una  versión  francesa  (París,  Leroux,  1886). 

(93)  Lorenzo  Riber:  Un  Anti-Lulio.  "Boletín  de  la  Academia  Española",  abril  de 
1932,  págs.  249-259. 

De  Anselmo  Turmeda  se  tratará  especialmente  en  un  capítulo  más  adelante. 

(94)  T.  Carreras  i  Artau:  Introdúcelo  a  l'histdria  del  pensament  filosójic  a  Cata- 
lunya, Barcelona,  1931,  págs.  34-36  y  66-68. 


54  — 


de  discusión.  Por  esto,  en  la  Summa  contra  Gentes,  de  Santo  Tomás, 
y  en  el  Pugio  fidei,  de  Ramón  Martí,  la  apologética  se  desenvuelve  en 
buena  parte  en  forma  de  demostraciones  filosóficas.  Ramón  Lull  llega 
hasta  el  extremo  de  querer  demostrar,  frente  al  mahometismo,  la  ver- 
dad del  dogma  trinitario  y  de  la  Encarnación  por  meras  razones  ("per 
raons  necessaries").  Así,  aunque  el  conflicto  ideológico  afectaba  inicial  - 
úñente  al  contenido  dogmático  de  las  tres  religiones:  cristiana,  judaica 
y  mahometana,  su  desenvolvimiento  condujo  con  frecuencia  a  enfren- 
tar las  varias  corrientes  filosófico-teológicas  dominantes  en  cada  época 
y  en  cada  pueblo.  No  hay  que  olvidar  que  en  la  cultura  de  la  Edad 
Media  la  dogmática,  la  teología  y  la  filosofía  se  hallan  estrechamente 
vinculadas  entre  sí. 


IV 


LOS  NUEVOS  CENTROS  DE  CULTURA. 

Las  antiguas  escuelas  catedrales,  monacales  y  palatinas. 

Las  Universidades. — Fundaciones  en  Castilla  durante  los  siglos  xm  al  xv. — Las 
Universidades  de  Aragón  y  Cataluña. 

Las  Ordenes  mendicantes. — La  Orden  de  Predicadores  y  su  introducción  en  Es- 
paña.— Los  comienzos  de  la  Orden  franciscana  en  España. — Florecimiento  de 
las  escuelas  conventuales  de  ambas  Ordenes. 

Organización  de  los  estudios  filosóficos;  cátedras,  métodos  y  textos. 

18.  Si  la  cultura  oriental  penetró  en  España  a  través  de  los  nú- 
cleos semitas,  judíos  y  musulmanes,  que  convivían  con  los  hispano-cris- 
tianos,  la  cultura  latino-eclesiástica  encontró  su  vehículo  de  influencia 
en  las  escuelas  y  Universidades.  Como  en  todo  Europa  a  lo  largo  de  la 
Edad  Media,  también  aquí  el  elemento  escolar  fué  el  fermento  ac- 
tivo del  renacimiento  cultural. 

Los  primeros  jalones  de  la  organización  escolar  en  la  España  cris- 
tiana fueron  puestos  con  la  reforma  isidoriana  en  el  siglo  vn,  que  tuvo 
por  escenario  los  claustros  de  las  iglesias  más  prósperas  en  tiempos  de 
la  monarquía  visigoda:  Sevilla,  Toledo,  Zaragoza,  etc.  Los  altos  estu- 
dios se  caracterizan  en  esta  época  por  su  contenido  enciclopédico,  que 
en  los  cuadros  sistemáticos  del  trivium  y  del  quadrivium  pretende  en- 
cerrar la  totalidad  de  los  conocimientos  humanos,  y  por  su  finalidad 
religiosa,  que  consiste  en  la  formación  intelectual  de  los  clérigos  para 
mejor  prepararles  al  desempeño  de  los  oficios  divinos;  por  lo  mismo, 
el  estudio  de  los  textos  sagrados  constituye  el  coronamiento  de  la  ense- 
ñanza claustral.  La  invasión  musulmana  truncó  en  el  siglo  viii  el  des- 
arrollo de  esa  incipiente  organización,  que  resurgió,  sin  embargo,  en  la 
España  reconquistada.  A  partir  del  siglo  x,  en  los  claustros  de  las  ca- 
tedrales de  Santiago,  Mondoñedo,  Lugo,  Oviedo,  etc.,  en  el  NO.,  y  de 
las  de  Barcelona,  San  Félix  de  Gerona,  Urgel,  Vich,  etc.,  en  el  NE., 
funcionan  nuevamente  las  escuelas;  en  Toledo  fué  restablecida  a  raíz 
de  su  reconquista  por  Alfonso  VI,  en  1085.  En  general,  por  lo  preca- 


56  - 


rio  de  los  tiempos,  las  enseñanzas  deben  de  haber  sido  bastante  rudi- 
mentarias en  la  mayoría  de  tales  instituciones;  solamente  en  algunas, 
como  en  Vich,  ha  existido  un  florecimiento  científico  considerable,  que 
ha  irradiado  sus  esplendores  más  allá  de  la  Península  (95).  Pero  la  alta 
cultura  busca  entonces  un  ambiente  más  propicio  en  el  recogimiento 
de  la  vida  monacal,  y  en  los  monasterios  de  Ripoll,  San  Millán  de  la 
Cogolla,  Santo  Domingo  de  Silos  y  San  Juan  de  la  Peña,  entre  otros, 
los  estudios  alcanzan  un  nivel  envidiable.  Las  escuelas  catedrales  y  mo- 
nacales son  las  únicas  en  alimentar  el  rescoldo  de  la  enseñanza  supe- 
rior hasta  terminar  el  sigio  xn  (96). 

19.  En  la  confluencia  de  este  siglo  con  el  inmediato  se  columbran 
los  primeros  síntomas  de  una  profunda  transformación  escolar.  La  cul- 
tura cenobítica,  estancada  en  las  soledades  del  ambiente  rural,  decae; 
mientras  en  los  núcleos  urbanos,  o  sea  los  nacientes  municipios,  germi- 
na una  intensa  apetencia  de  saber.  Al  contagio  del  nuevo  ambiente  las 
escuelas  catedrales  cobran  ahora  una  mayor  vitalidad  y  asumen  las  fun- 
ciones directivas  de  la  enseñanza  superior.  La  Iglesia  contribuye  con 
oportunas  medidas  a  consumar  el  cambio,  apenas  iniciado;  el  Conci- 
lio III  de  .Letrán  (1179)  ordena  la  institución  en  todas  las  catedrales 
de  un  beneficio  para  el  sostenimiento  del  maestro  de  la  escuela,  y  el 
Concilio  IV  de  Letrán  (121 5)  hace  extensiva  la  disposición  a  las  igle- 
sias principales  en  cada  diócesis.  En  cumplimiento  de  las  normas  ca- 
nónicas se  fundan  escuelas  catedralicias  en  Palencia,  Salamanca,  Sego- 
via,  Astorga,  Tarragona,  y  otras  presbiterales  en  poblaciones  de  menor 
importancia  (por  ejemplo,  en  Reus,  Valls  y  Montblanch,  en  la  dióce- 
sis tarraconense).  Tanto  como  el  número  creciente  de  estas  escuelas  in- 
fluye en  el  cambio  cultural  el  enriquecimiento  de  las  enseñanzas.  En  los 
primeros  tiempos  de  la  Reconquista  el  maestrescuela  enseñaba  a  leer, 
escribir  y  contar,  y  a  lo  sumo  profesaba  la  gramática,  en  latín,  natu- 
ralmente. En  el  siglo  xu  renacen  en  las  catedrales  los  estudios  supe- 
riores :  por  un  lado  se  desdobla  la  enseñanza  en  dos  grados,  la  escuela 
infantil,  para  la  instrucción  en  la  letra  y  en  el  canto  de  los  monaguillos, 
con  vistas  al  servicio  del  coro,  y  la  escuela  mayor,  para  la  formación 
intelectual  del  clero;  por  el  otro  lado,  el  contenido  de  esta  segunda  en- 
señanza se  integra  con  las  otras  dos  disciplinas  del  trivium,  la  retó- 
rica y  la  dialéctica,  a  las  que  se  añadió  asimismo  la  música.  La  Par- 

(95)  J.  Millas  Vallicrosa:  Assaig  d'Histdria  de  les  idees  físiques  i  matematiques  a  la 
Catalunya  medieval.  Vol.  I,  Barcelona,  193 1;  2.a  part,  "Cultura  cristiana". 

(96)  H.  Sancho:  La  enseñanza  en  el  siglo  XII.  "La  Ciencia  Tomista",  vol.  IX,  1914, 
págs.  52-76. 


tida  I,  fiel  trasunto  de  la  legislación  canónica  de  la  época,  refleja  la 
descrita  situación  de  la  enseñanza  eclesiástica  en  la  ley  37  del  título  V, 
al  enumerar  "las  cosas  de  que  el  Perlado  debe  ser  sabidor",  en  los  si- 
guientes términos:  "La  primera  en  la  Fe...  La  segunda  ha  de  ser  sa- 
bidor en  los  saberes  que  llaman  artes,  e  mayormente  en  estas  quatro. 
Asi  como  en  Grammatica  que  es  arte  para  aprender  el  lenguaje  del  la- 
tín. E  otrosí  en  Lógica,  que  es  sciencia  que  demuestra  departir  la  ver- 
dad de  la  mentira.  E  aun  en  la  Rethorica,  que  es  sciencia  que  demues- 
tra las  palabras  apuestamente,  e  como  conviene.  E  otrosí  en  Música, 
que  es  saber  de  los  sones,  que  es  menester  para  los  cantos  de  Santa 
Esglesia...  Mas  los  otros  tres  saberes,  non  tovieron  por  bien  los  San- 
tos Padres  que  se  trabajassen  ende  los  Perlados  mucho  de  los  saber. 
Ca  maguer  estos  saberes  sean  nobles,  e  muy  buenos  quanto  en  sí  non 
son  convenientes  a  ellos,  nin  se  moverían  por  ellos  a  fazer  obras  de 
piedad..."  Junto  a  la  escuela  de  las  artes  liberales  del  trivium  y  de  la 
música  no  tardó  en  ser  instaurada  la  cátedra  para  la  instrucción  reli- 
giosa superior,  que  consistió  inicialmente  en  la  lectura  pública  de  las 
Sagradas  Escrituras  y  se  convirtió  con  el  tiempo  en  cátedra  de  teolo- 
gía. Por  las  escuelas  de  las  catedrales  españolas,  cuya  historia  yace  en 
buena  parte  en  el  olvido,  desfilaron,  en  calidad  o  de  oyentes  o  de  maes- 
tros, personalidades  eminentes.  Así,  en  la  de  Palencia,  cursó  sus  estu- 
dios, hacia  1184,  Santo  Domingo  de  Guzmán,  el  fundador  de  la  Orden 
de  Predicadores.  En  la  de  Valencia,  San  Vicente  Ferrer  desempeñó  la 
cátedra  pública  de  teología  durante  los  años  1383  a  1389.  En  la  ciu- 
dad de  Mallorca  fué  instituida  la  enseñanza  pública  de  la  teología  con 
carácter  temporal,  a  cargo  de  lectores  dominicos  y  franciscanos,  por 
turno ;  el  teólogo  dominico  Pedro  Correger  la  regentó  en  tiempo  del 
obispo  Antonio  de  Galiana,  y  le  sucedió  en  1384,  por  renuncia,  el  mi- 
norita  Nicolás  Sacosta,  a  quien  le  fué  nombrado  un  sustituto  para  caso 
de  ausencias  y  enfermedades  en  la  persona  de  Fr.  Juan  Exemeno,  y 
más  tarde  un  segundo  sustituto  en  la  de  Fr.  Antonio  Sent-Oliva.  A 
estos  varios  personajes,  muy  influyentes  en  la  historia  cultural  de  Ma- 
llorca, alude  nominalmente  Anselmo  Turmeda  en  una  de  sus  obras  li- 
terarias (97).  Ni  hay  que  olvidar  que  en  la  escuela  catedralicia  de  To- 
ledo fué  iniciado  el  contacto  con  el  saber  oriental,  que  transformó  en 
el  siglo  xiii  la  faz  intelectual  de  Europa. 

La  enseñanza  de  las  artes  y  la  de  la  teología  absorben  en  la  Edad 


(97)  Estanislau  Aguiló :  Identificado  deis  personatges  esmentats  per  Turmeda  en 
les  "Cobles",  en  la  revista  "Museo  Balear",  1885,  págs.  21S  y  sgtes.,  256  y  sgtes. 


-  58  - 


Media  todo  el  interés  filosófico,  aquélla  porque  el  contenido  del  trivium 
culmina  en  la  lógica  o  dialéctica  (filosofía  racional),  ésta  porque  en  su 
progresivo  desenvolvimiento,  y  aun  mas  desde  Anselmo  de  Aosta,  la 
especulación  sobre  el  dogma  involucra  cada  vez  en  mayor  escala  una 
concepción  metafísica  (filosofía  real).  No  habría,  pues,  ni  asomo  de 
exageración  en  afirmar  que  la  filosofía  de  la  Edad  Media  ha  nacido 
en  las  catedrales,  tanto  más  que  un  cultivo  independiente  de  la  misma 
no  aparece  hasta  muy  entrado  el  siglo  xin.  Precisa  para  ello  que  los 
moldes  tradicionales  de  la  organización  escolar  eclesiástica  sean  desbor- 
dados al  impulso  de  las  nuevas  exigencias  que  el  anhelo  de  saber,  ca- 
racterístico de  la  época,  trae  consigo.  Ya  no  es  sólo  el  alto  clero  el  que 
necesita  y  desea  una  cumplida  formación  intelectual ;  las  tareas,  cada 
vez  más  delicadas,  de  la  dirección  espiritual  de  los  pueblos  exigen  de 
todo  el  clero,  así  regular  como  secular,  un  nivel  mínimo  de  cultura. 
También  los  laicos  afluyen  en  crecido  número  a  las  escuelas  en  deman- 
da de  saber.  Los  antiguos  organismos  resultan  insuficientes  para  alojar 
a  las  masas  de  escolares,  que  se  concentran  en  los  grandes  núcleos  de 
población  en  edificios  elegidos  adrede,  fuera  del  recinto  de  los  claus- 
tros. La  escuela  ya  no  es  un  elemento  de  la  catedral,  pero  todavía  el 
obispo  y  el  cabildo  la  patrocinan.  A  esa  secularización  externa  de  la 
institución  escolar  contribuyó  eficazmente  la  ampliación  de  su  conteni- 
do con  las  enseñanzas  de  carácter  profesional,  la  medicina  y  el  dere- 
cho, organizadas  sobre  todo  para  los  laicos,  en  términos  que  a  una  par- 
te del  clero  le  estaba  formalmente  vedado  por  las  leyes  el  cursarlas  (98). 
Así  nacieron  en  España,  como  en  todo  Europa,  los  primeros  Estudios 
Generales  (Universidades),  en  los  que  los  nuevos  ideales  eclesiásticos 
se  armonizan  y  conjugan  con  los  anhelos  nacionales  de  cada  pueblo ; 
los  Reyes,  intérpretes  de  esos  anhelos,  toman  la  iniciativa  de  su  fun- 
dación, y  los  Papas  van  plasmando  en  visión  de  conjunto  la  organiza- 
ción intelectual  de  la  nueva  Europa. 

20.  La  más  temprana  de  las  Universidades  españolas  es  la  de  Pa- 
tencia, fundada  entre  1212  y  1214,  a  iniciativa  del  rey  Alfonso  VTTI 
de  Castilla,  instado  por  el  obispo  Tello  Téllez  de  Meneses,  mediante 
transformación  de  la  primitiva  escuela  catedral  (99) ;  "...  para  que  todo 
el  que  quisiese  aprender  los  saberes  allí  fuese",  según  refiere  la  Estoria 
de  Espanna  redactada  de  orden  de  Alfonso  el  Sabio,  fueron  llamados 


(98)  Partida  I,  título  VII,  ley  28:  "Que  ningún  Religioso  non  puede  aprender 
Física,  nin  leyes." 

(99)  George  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  part.  I,  pág.  573. 


-  59  - 


a  profesar  sabios  de  Francia  y  de  Lombardía,  con  cuya  presencia  el 
Estudio  cobró  gran  realce.  Tal  vez  el  ensayo  fuera  prematuro,  porque, 
tras  un  período  fugaz  de  esplendor,  el  Estudio  decayó  rápidamente  y 
se  extinguió  sin  llegar  al  medio  siglo  de  existencia. 

No  mucho  después  de  la  de  Falencia,  la  escuela  catedral  salmantina 
fué  transformada  en  Estudio  General  durante  el  reinado  de  Alfonso  IX 
de  León.  El  privilegio  de  fundación  fué  renovado  en  1242  por  su  hijo 
Fernando  III  el  Santo;  pero  el  comienzo  de  su  prosperidad  arranca  de 
Alfonso  X,  quien  en  1254  le  otorga  nuevos  privilegios  y  obtiene  del  Papa 
Alejandro  IV  que  los  grados  por  ella  conferidos  sean  valederos  no  sólo 
en  todo  el  reino,  sino  aun  en  cualquier  otro  sitio  fuera  de  él,  a  excep- 
ción de  París  y  Bolonia.  El  Concilio  de  Vienne  (1312)  la  menciona  ya 
como  una  de  las  cuatro  grandes  Universidades  de  Europa,  y  dispone 
que  en  ella  se  implante  la  enseñanza  de  las  lenguas  orientales:  árabe, 
hebreo  y  caldeo.  En  1333  el  Papa  Juan  XXII  reconocía  a  sus  títulos 
valor  universal.  -Cuando  la  Universidad  de  Salamanca  contaba  ya  siglo 
y  medio  de  existencia  encontró  su  verdadero  reformador  en  Pedro  de 
Luna,  quien,  en  funciones  de  cardenal -legado  primeramente  y  después 
de  Papa,  promulgó  unos  nuevos  Estatutos,  amén  de  un  sinnúmero  de 
otras  constituciones,  con  lo  cual  sentó  las  bases  de  su  futura  grandeza 
en  el  siglo  xvi  (100). 

Al  tiempo  en  que  se  extinguía  el  Estudio  General  de  Palencia,  Al- 
fonso el  Sabio  fundó  otro  Estudio  en  la  ciudad  próxima  de  Vallado- 
lid,  otorgando  asimismo  a  los  grados  en  él  conferidos  validez  general 
en  todo  el  reino.  Difería,  pues,  del  de  Salamanca  en  no  ser  ecuménico, 
y  no  logró  el  carácter  de  tal  hasta  1346,  en  que  el  Papa  Clemente  VI 
confirmó  la  fundación  (101). 

Todavía  otro  tipo  de  escuela  superior  fundó  Alfonso  X  en  Sevilla, 
donde  en  1254  fué  inaugurado  un  Estudio  con  maestros  que  profesa- 
ban en  latín  y  otros  en  arábigo.  En  1260  el  Papa  Alejandro  IV  con- 
firmó la  carta  real  de  establecimiento  (102).  Estas  varias  fundaciones 
escolares  del  Rey  Sabio,  junto  con  la  del  Estudio  privado  que  instituyó 
en  Murcia,  a  cargo  de  Mohamed  el  Ricotí,  al  que  antes  se  aludió,  v  la 
interesante  legislación  universitaria  del  título  último  de  la  Partida  se- 
gunda, revelan  el  profundo  interés  de  aquel  monarca  por  elevar  el  ni 
vel  de  los  estudios  en  su  reino.  Hay  que  saltar  hasta  el  reinado  de  los 

(100)  H.  Denifle:  Die  pápstlichen  Dokamente  für  die  Universitát  Salamanca,  en 
"ArcViv  für  Litteratur-  und  Kirchengeschichte  des  Mittelalters",  V,  págs.  167-225. 

(101)  George  Sarton,  obra  y  volumen  citados,  pág.  862. 

(102)  Idem,  ibid. 


-  6o  - 


Reyes  Católicos  y  la  regencia  del  Cardenal  Cisneros  para  encontrar  un 
caso  igual  de  interés  por  la  cultura  intelectual  del  país.  En  ese  lapso  Je 
casi  dos  siglos  y  medio  ninguna  otra  Universidad  fué  fundada  en  Cas- 
tilla. Unicamente,  hacia  1293,  Sancho  IV  instituyó  en  Alcalá  de  Hena- 
res un  colegio  de  estudios  superiores.  En  1365  el  cardenal  Gil  de  Al- 
bornoz fundó  en  Bolonia  el  Colegio  de  San  Clemente  para  los  estu- 
diantes españoles  de  derecho  y  de  teología  en  aquella  Universidad. 
Desde  mediados  del  siglo  xv,  por  iniciativa  particular,  se  erigieron  Co- 
legios mayores  en  el  mismo  Alcalá,  en  Salamanca,  en  Toledo,  en  Avi- 
la, en  Valladolid,  en  Oviedo  y  en  Sigüenza,  preludio  de  las  nuevas  fun- 
daciones universitarias  que  surgen  en  los  albores  del  Renacimiento. 

En  la  Corona  de  Aragón  no  existió  Estudio  General  hasta  el  año 
1300,  en  que,  por  iniciativa  de  Jaime  II,  fué  fundada  una  Universidad 
nacional  en  la  ciudad  de  Lérida,  centro  geográfico  de  los  varios  Esta- 
dos de  la  Confederación.  Pese  a  los  esfuerzos  del  fundador  y  al  pres- 
tigio internacional  de  la  dinastía  aragonesa,  la  Universidad  de  Lérida 
no  alcanzó  rango  europeo  en  toda  la  Edad  Media  ni  le  fué  concedida 
la  Facultad  de  Teología  hasta  mediados  del  siglo  xv  (103).  El  máximo 
esplendor  de  la  primera  Universidad  catalana  corresponde  al  siglo  xiv, 
a  fines  del  cual  su  vitalidad  decae,  en  parte  debido  a  interminables  que- 
rellas internas  y  en  parte  a  la  competencia  de  las  nuevas  Universida- 
des de  Huesca  y  Perpiñán,  que,  por  el  mismo  patrón  de  la  de  Lérida, 
había  fundado  el  rey  Pedro  IV  en  1354  y  1350,  respectivamente  (104). 
Un  siglo  después,  Alfonso  V  el  Magnánimo  trae  a  Cataluña  las  auras 
del  Renacimiento  italiano  e  instaura  nuevas  Universidades  en  Gerona, 
Barcelona  y  Tarragona.  También  en  Mallorca  la  escuela  catedralicia, 
ya  existente  desde  el  siglo  anterior,  fué  transformada  en  Estudio  Ge- 
neral por  privilegio  obtenido  en  1483  del  rey  Fernando  el  Católico  (105). 

21.  El  cuadro  mínimo  de  las  enseñanzas  en  un  Estudio  General 
estuvo  originariamente  integrado  por  las  artes  liberales  del  trivium  y 
el  quadrivium  y  la  ciencia  del  derecho  (Partida  II,  tit.  XXXI,  ley  I), 
profesadas  — a  ser  posible —  por  maestros  especializados.  "Para  ser  el 
Estudio  general  cumplido,  quantas  son  las  sciencias,  tantos  deven  ser 
los  Maestros  que  las  muestren,  assi  que  cada  una  dellas  haya  un  Maes- 
tro a  lo  menos.  Pero  si  para  todas  las  sciencias  non  pudiessen  aver 


(103)  H.  Denifle:  Die  Universitdten  des  Mittelalterz  bis  1400.  Berlín,  1885;  I,  pá- 
ginas 500  y  sgtes. 

(104)  A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per  l'histdria  de  la  cultura  catalana  mi-eval, 
vol.  II,  Barcelona,  1921,  prólech,  págs.  LXVI  y  LXVII. 

(105)  V.  Lafuente:  Historia  de  las  Universidades  de  España,  Madrid,  1884. 


—  6i  — 


Maestro,  abonda  que  aya  de  Gramática  e  de  Lógica  e  de  Retorica  e 
de  Leyes  e  Decretos''  (ibid.,  ley  3).  El  de  Salamanca,  en  tiempo  de  Al- 
fonso el  Sabio,  contaba  con  dos  maestros  de  lógica,  al  igual  que  de  las 
otras  enseñanzas  (106),  entre  las  cuales  figuraba  asimismo  la  de  la  me- 
dicina (física).  De  la  de  teología,  en  la  que  culminaba  la  docencia  uni- 
versitaria, no  se  habla  hasta  más  tarde;  en  1355  existía  ya  una  ense- 
ñanza ordinaria  de  teología  a  la  hora  de  prima,  que  a  principios  del  si- 
glo xv  se  había  completado  con  otra  cátedra  de  vísperas,  amén  de  dos 
más  /profesadas  por  religiosos  en  los  conventos  de  dominicos  y  fran- 
ciscanos (107).  El  más  antiguo  titular  conocido  de  la  cátedra  de  Prima 
es  él  franciscano  Diego  Lope  ("Fr.  Didacus  Lupi,  Ord.  Min."),  y  du- 
rante los  siglos  xiv  y  xv  la  regentaron,  entre  otros,  los  maestros  Fray 
Lope  de  Barrientos,  Fr.  Alvaro  de  Osorio,  Pedro  Martínez  de  Osma, 
Fr.  Diego  de  Deza  y  Fr.  Juan  de  Santo  Domingo.  Por  la  cátedra  de 
Vísperas  desfilaron,  además  del  citado  Alvaro  de  Osorio,  Martín  Ro- 
dríguez de  Peñalver,  Fr.  Pedro  de  Calvea  y  Sebastián  de  Ota.  Había, 
además,  la  enseñanza  bíblica  o  escriturística,  que  desempeñaron,  entre 
otros,  Juan  González  de  Segovia,  Alonso  de  Madrigal,  Alvaro  García 
y  Fr.  Diego  Betoño.  Más  que  en  la  Facultad  teológica,  la  enseñanza 
de  la  filosofía  tenía  su  sede  propia  en  la  Facultad  de  Artes,  dentro  de 
la  que  logró  sobrepujar  a  las  demás  disciplinas  liberales,  hasta  el  ex- 
tremo de  que  el  arte  lógica  o  dialéctica  acabó  por  desdoblarse  en  un 
entero  ciclo  filosófico.  Este  comprendía,  en  141 1,  las  cuatro  enseñanzas 
de  lógica  vieja  (a  base  de  textos  antiguos  de  lógica),  lógica  nueva  (a 
base  de  las  Súmulas),  filosofía  natural  y  filosofía  moral.  En  los  siglos 
xiv  y  xv  profesaron  tales  enseñanzas  los  siguientes  maestros,  entre 
otros:  Fr.  Pedro  de  Padilla,  Diego  de  Navalmorcuende,  Juan  de  Cela- 
ya  y  Andrés  de  Carmona,  la  lógica  antigua ;  Martín  de  Espinosa  y  Mar- 
tín Vázquez  de  Oropesa,  las  Súmulas ;  Pascual  Ruiz  de  Aranda  y  An- 
tonio de  Salamanca,  la  filosofía  natural,  y  Fr.  Martín  Alfonso  de  Cór- 
doba, Pedro  Martínez  de  Osma,  Fernando  Pérez  de  Talavera,  Juan  de 
León  y  Fernando  de  Roa,  la  filosofía  moral  (108). 

El  ciclo  de  los  Estudios  se  repartía  por  grados  y  por  años;  los  gra- 
dos eran  dos:  bachiller  y  maestro.  Para  ser  bachiller  en  artes  se  debía 


(106)  E.  Esperabé  Arteaga:  Historia  de  la  Universidad  de  Salamanca,  tomo  I,  Sa- 
lamanca, 1914,  pág.  22. 

(107)  H.  Denifle:  Die  pdpstlichen  Dokumente  für  die  Universitat  Salamanca,  en  el 
citado  "Archiv",  V,  páss.  208-209. 

(108)  E.  Esperabé  Arteaga:  Historia  de  la  Universidad  de  Salamanca,  tomo  II,  Sa- 
lamanca, 1917,  págs.  245  y  sgtes. 

I 


62  - 


ingresar  en  la  Facultad  previa  una  instrucción  gramatical,  y  seguir  du- 
rante tres  años  los  estudios  de  las  varias  artes  liberales,  siendo  obliga- 
torio el  ciclo  filosófico  completo;  se  debía,  además,  explicar  diez  lec- 
ciones y  disertar  públicamente  sobre  un  tema.  Para  hacerse  maestro,  e] 
bachiller  debía  leer  (o  profesar)  durante  otros  tres  años  la  lógica  y  la 
filosofía  y  superar  la  prueba  final,  consistente  en  una  repetición,  o  sea, 
en  un  ejercicio  de  explanación  y  defensa  de  una  tesis  filosófica  de  ac- 
tualidad, con  respuesta  a  las  impugnaciones  que  los  maestros  formula- 
ren contra  ella  (109).  Los  estudios  de  artes  se  reputaban  introducto- 
rios a  los  de  las  demás  Facultades,  en  especial  a  los  de  teología.  Para 
llegar  a  bachiller  en  teología,  el  bachiller  en  artes  debía  oír  durante 
seis  años  la  lectura  del  Libro  de  las  Sentencias  y  simultáneamente,  por 
espacio  de  cuatro  años,  la  lectura  de  la  Biblia,  profesar  diez  lecciones 
y  defender  públicamente,  según  costumbre,  un  tema  de  actualidad.  Para 
el  magisterio  en  teología  se  requería  la  lectura  del  Libro  de  las  Sen- 
tencias por  espacio  de  cuatro  años,  en  forma  tal  que  cada  año  fuesen 
explicados  dos  de  los  libros,  y  a  la  terminación  del  ciclo  la  obra  hubie- 
se sido  comentada  íntegramente  dos  veces.  La  explicación  de  cada  libro 
se  inauguraba  con  una  disputa  quolibética  a  sostener  entre  bachilleres, 
bajo  la  dirección  del  maestro  que  dirigía  la  lectura;  había,  además,  las 
disputas  ordinarias  o  quaestiones,  según  práctica  importada  de  las  Uni- 
versidades extranjeras  ("ut  est  moris  in  aliis  studiis  generalibus").  Un 
examen  final  daba  acceso,  por  fin,  al  anhelado  título  de  magister  fno). 
Eá  curso  universitario  se  inauguraba  el  día  de  San  Lucas  con  una  so- 
lemnidad religiosa,  a  la  que  seguía  una  repetición  pública  a  cargo  de 
uno  de  los  maestros,  designado  por  el  rector  del  Estudio.  Algunas  de 
estas  repeticiones,  como  las  del  maestro  Juan  Alfonso  de  Benavente. 
en  el  último  tercio  del  siglo  xv,  fueron  muy  celebradas  en  su  tiem- 
po (111).  En  general,  de  toda  esta  literatura  de  repeticiones,  quolíbetos, 
cuestiones  disputadas  y  cursos  profesados  en  la  Universidad  de  Sala- 
manca, conocemos  muy  poco.  Cabe,  sin  embargo,  considerar  como  ge- 
nuinas  producciones  universitarias  algunas,  entre  las  obras  de  Alfon- 
so de  Madrigal,  Pedro  de  Osma  y  Juan  de  Celaya,  para  citar  solamente 
los  nombres  de  los  teólogos  y  filósofos  más  conocidos. 

Bastante  menos  detalladas  son  las  noticias  que  poseemos  de  la  Uni- 


(109)  H.  Denifle,  en  el  citado  tomo  V  del  "Archiv",  pág.  177. 

(110)  Idem,  ibid.,  págs.  210-21 1. 

(111)  Lynn  Thomdike:  Public  recitáis  in  universitics  of  the  fifteenth  century,  en  la 
revista  "Speculum",  III,  1928,  págs.  104-105;  y  C.  Lynn:  The  "repetitio"  and  "a  repe- 
titio",  ibid.,  IV,  1931,  págs.  123-131. 


-  63  - 


versidad  catalano-aragonesa  de  Lérida.  Se  abrió  en  1300  con  un  maes- 
tro ordinario  y  otro  extraordinario  de  derecho  civil,  uno  de  decretales, 
uno  de  gramática,  además  del  de  la  catedral,  uno  de  filosofía  y  uno  de 
medicina;  tales  enseñanzas  constituyeron  el  germen  de  las  futuras  Fa- 
cultades de  Leyes,  Medicina  y  Artes.  Esta  última  incluía,  en  el  siglo  xv, 
cátedras  de  gramática,  retórica,  lógica  y  filosofía  natural.  Hasta  1430 
no  fué  implantada  la  enseñanza  oficial  de  la  teología;  pero  desde  el  si- 
glo xiv  existía  ya  una  cátedra  libre  a  cargo  de  los  franciscanos,  en  la 
que  Fr.  Francisco  Eximenis  profesó  la  teología  durante  el  curso  de  1370 
a  1371  (112).  Cabe  suponer  que  los  grados  y  el  ciclo  de  los  estudios  es- 
tarían organizados,  poco  más  o  menos,  como  en  Salamanca;  por  noti- 
cias autobiográficas  de  Anselmo  Turmeda,  que  cursó  en  Lérida  parte 
de  sus  estudios,  sabemos  que  el  ciclo  completo  de  la  enseñanza  de  ar- 
tes duraba  asimismo  seis  años,  al  que  seguía  un  ciclo  escriturístico  de 
cuatro  años  en  la  Facultad  libre  de  Teología  (113).  Como  detalle  cu- 
rioso citaremos  que  en  la  cátedra  de  filosofía  natural  se  leía  en  1421  efl 
texto  del  escotista  español  Antonio  Andrés  (114),  que  en  el  siglo  an- 
terior había  sido  alumno  de  la  Universidad.  También  cursaron  allí  es- 
tudios San  Vicente  Ferrer  y  el  aragonés  Pedro  de  Luna,  y  otro  futuro 
Papa,  Alfonso  de  Borja,  desempeñó  la  cátedra  de  Prima  de  cánones 
en  la  segunda  década  del  siglo  xv  (115). 

Además  de  los  Estudios  Generales  patrocinados  por  Reyes  y  Pa- 
pas, hubo  en  España  durante  la  Edad  Media  otros  locales  de  inicia- 
tiva particular,  eclesiástica  o  civil.  "La  segunda  manera  — se  lee  en  la 
Partida  II,  tit.  XXXI,  ley  1 —  es,  a  que  dicen  Estudio  particular,  que 
quiere  tanto  decir  como  quando  algún  Maestro  muestra  en  alguna  Villa 
apartadamente  a  pocos  Escolares.  E  a  tal  como  este  pueden  mandar 
facer  Perlado  o  Concejo  de  algún  lugar."  Por  las  monografías  histó- 
ricas de  los  respectivos  municipios  consta  la  existencia  de  estudios  de 
esta  clase  en  sitios  como  Castellón  (116),  Valls  (117)  y  otros  muchos. 

(112)  E.  Serra  Ráfols:  Una  Universidad  medieval:  el  Estudio  General  de  Lérida. 
Discurso 'inaugural  del  año  académico  1931-1932  en  la  Universidad  de  La  Laguna.  Ma 
drid,  1931;  págs.  25,  42-46  y  48. 

(113)  En  la  introducción  a  su  obra:  Le  Présent  de  VHomme  Lettré,  versión  fran 
cesa  de  J.  Spiro;  París,  1886. 

(114)  E.  Serra  Ráfols,  obra  citada,  pág.  73. 

(115)  Idem,  ibid.,  pág.  68;  y  J.  Rius:  Vestudi  general  de  Lleida,  en  la  revista  "Cri- 
terion",  VIII,  1932,  págs.  72-90  y  295-304;  y  X,  1934,  págs.  96-105. 

(116)  L.  Revest:  Uensenyanca  a  Castelló  des  de  1370  a  1400,  en  "Boletín  de  la  So- 
ciedad Castellonense  de  Cultura",  IX,  1930,  págs.  161-190. 

(117)  Fidel  de  Moragues:  Vestudi  de  Valls,  en  "Estudis  Universitaris  Catalans", 
XII,  Barcelona,  1927,  págs.  467-472. 


64  - 


Solían  ser  escuelas  de  gramática  que,  a  favor  de  las  circunstancias,  se 
completaban  con  'las  enseñanzas  de  retórica  y  lógica;  rara  vez  el  ciclo 
del  trivium  era  desbordado  con  la  inclusión  de  alguna  enseñanza  cien- 
tífica. Estudios  de  esta  índole  funcionaron  asimismo  en  el  palacio  de 
los  Condes  de  Barcelona,  para  instrucción  en  la  gramática  y  lógica  a 
los  clérigos  y  aspirantes  adscritos  al  servicio  de  la  capilla  real ;  dicha 
escuela  palatina  llegó  a  contar  con  una  cátedra  de  teología,  a  la  que  el 
rey  Martín  llamó  en  1398  al  maestro  Fr.  Antonio  Canals,  lector  a  la 
sazón  en  la  catedral  de  Valencia  (118). 

22.  Finalmente,  hay  que  mencionar  las  escuelas  conventuales  fun- 
dadas por  las  Ordenes  mendicantes  a  partir  del  siglo  xiii.  Las  más  an- 
tiguas, y  a  la  vez  las  más  importantes,  las  poseyó  la  Orden  de  Predi- 
cadores, que  se  propagó  rápidamente  en  España  desde  la  misión  enco- 
mendada en  1216  por  el  Fundador  a  Suero  Gómez  para  que  estable- 
ciera una  primera  comunidad  en  Madrid  y  el  viaje  del  Santo  a  Espa- 
ña en  1219  (119).  La  organización  escolar  tomó  incremento,  sobre  todo, 
en  la  Corona  de  Aragón  por  la  iniciativa  y  los  cuidados  de  San  Ramón 
de  Peñafort  y  sus  colaboradores,  entre  los  cuales  figuró  el  primer  lec- 
tor de  teología  que  la  Orden  tuvo  en  París,  Miguel  de  Fabra ;  a  ellos 
se  debe  la  instauración  de  estudios  en  los  conventos  recién  fundados 
de  Mallorca,  Valencia,  Játiba  y  Murcia,  ciudades  que  Jaime  I  acababa 
de  arrancar  del  poder  de  los  moros  (120).  Aunque  en  un  principio  la 
Orden  se  mostró  hostil  a  la  admisión  de  los  estudios  profanos,  ese  es- 
tado de  prevención  duró  poco.  En  la  segunda  mitad  del  siglo  xiii,  el 
studium  conventuale  de  los  predicadores  se  presenta  ya  estructurado 
en  dos  grados :  el  superior,  o  studium  theologiac,  con  cátedras  de  Sa- 
grada Escritura  y  Teología,  y  el  inferior,  que  a  su  vez  se  desdobla  en 
studium  artium,  rpara  ila  gramática,  retórica  y  lógica,  y  el  studium  na- 
turale,  para  la  filosofía  natural  y  moral.  La  mayoría  de  los  conventos 
tan  sólo  poseían  uno  o  ambos  grados  inferiores ;  el  cuadro  completo  de 
los  estudios  se  cursaba  nada  más  en  ciertos  conventos  principales,  don- 
de había  el  studium  solemne  para  la  formación  de  la  élite  intelectual 
de  la  Orden  (121).  El  convento  barcelonés  de  Santa  Catalina  y  el  de 

(118)  A.  Rubio  y  Lluch:  Documcnts  per  a  VHistória  de  la  cultura  catalana  mig- 
eval,  vol.  I,  Barcelona,  iqo8,  págs.  247  y  401. 

(119)  Mortier:  Histoire  des  Maitres  Généraux  de  l'Ordre  des  Fréres  Précheurs,  vo- 
lumen I,  París,  1903,  caps.  II  y  IV. 

(120)  J.  Torras  y  Bages:  La  Tradició  Catalana,  3.a  edición,  Barcelona,  1913,  pá- 
gina 179. 

(121)  Mortier,  obra  citada,  caps.  V  y  VIII.  Cf.  C.  Douais:  L'Albigéisme  et  les 
Fréres  Précheurs  á  Narbonne  au  XIII  sihl?.  París,  1894. 


-  65  - 


San  Esteban  en  Salamanca  conquistaron  pronto  este  rango.  El  ciclo  de 
tos  estudios  se  desarrollaba  en  un  período  de  quince  años :  uno  de  gra- 
mática, cuatro  de  lógica,  dos  de  ciencias  físicas  y  naturales,  dos  de  pro- 
fesorado de  lógica,  tres  de  Sagradas  Escrituras,  dos  de  profesorado  de 
física  y  uno  para  el  estudio  intensivo  de  la  teología.  El  estudiante  solía 
cambiar  de  convento,  al  pasar  a  un  nuevo  grado,  en  busca  de  un  estu- 
dio más  completo.  En  la  Corona  de  Aragón,  la  enseñanza  mejor  de 
gramática  se  daba  en  él  convento  de  Gerona,  la  de  artes  humanísticas 
•en  Lérida  y  Mallorca,  la  de  ciencias  físico-naturales  en  Valencia,  la  de 
teología  en  Barcelona,  desde  donde  el  escolar  se  trasladaba  a  París  o  a 
'Oxford  para  cursar  en  aquellas  Universidades  los  restantes  estudios  de 
teología  y  obtener  el  magisterio  (122).  Hasta  1337  los  clérigos  regulares 
no  fueron  admitidos  a  los  grados  universitarios  sino  en  París,  en  Oxford 
y  en  Cambridge.  Los  textos  (para  la  enseñanza  de  la  teología  eran  la 
Biblia  en  la  forma  de  la  Vulgata  y  el  Libro  de  las  Sentencias,  de  Pedro 
Lombardo.  En  la  escuela  de  Artes,  para  la  enseñanza  de  la  lógica  anti- 
gua se  utilizaban  el  Comentario  de  Porfirio  y  las  obras  de  Boecio ;  para 
el  resto  de  la  lógica,  así  como  para  la  filosofía  natural  y  moral,  se  em- 
pleaban los  textos  de  Aristóteles  (123).  La  Provincia  de  Aragón,  re- 
cién desglosada  de  la  primitiva  provincia  de  España,  fué  la  primera  en 
adoptar,  en  el  capítulo  general  celebrado  en  Zaragoza  en  1309,  las  obras 
*der  Tomás  de  Aqulno  para  texto  de  teología;  el  bagaje  mínimo  del  es- 
colar dominico  quedó  integrado,  desde  aquel  momento,  por  la  Biblia  y 
la  Summa  Theologica,  los  dos  únicos  libros  de  que  no  podía  despren- 
derse, ni  aun  en  caso  de  necesidad  (124).  Por  las  dificultades  inheren- 
tes a  la  consecución  de  los  grados  superiores,  los  maestros  en  teología 
se  contaban  en  escaso  número;  en  1390  la  Orden  tenía  nada  más  trece 
de  ellos  en  toda  la  provincia  de  Aragón,  que  eran:  Nicolás  Eymerich, 
Pedro  Correger,  Antonio  Folquet,  Bartolomé  Gassó,  Francisco  Mar- 
many,  Juan  de  Montsó,  Pedro  de  Guils,  Pedro  Bañeres,  Bernardo  Cas- 
tellet,   Vicente   Ferrer,   Miguel   de   Pous,   G.   Cavila  y   Pedro  de 
Arenys  (125).  La  mayoría  de  los  teólogos  catalanes,  aragoneses  y  ma- 
llorquines habían  obtenido  su  magisterio  en  París ;  allí  residían  duran- 

(122)  M.-M.  Gorce:  Saint  Vincent  Ferrier,  París,  1924,  págs.  11-13. 

(123)  Mortier,  obra  citada,  cap.  VIII. 

(124)  Dictionnaire  de  Theologie  Catholique,  VI,  cois.  888-88q. 

(125)  Se^ún  la  crónica  de  este  último,  que  se  conserva  manircrita  en  la  B'blioteca 
Universitaria  de  Barcelona.  Véanse  extractos  de  la  nvsma  en  el  citado  "Archiv"  de  De- 
nifle,  vol.  III,  págs.  645-650.  El  texto  íntegro  ha  sido  pubUcado  por  el  P.  Rechcrt  en 
el  vol.  VII  de  los  Monumento,  ordinis  fratrum  Praedicatorum,  Roma,  igoo;  la  lista  Ae 
los  13  maestros  está  inserta  en  la  pág.  61. 


—  60  — 


te  los  estudios  en  la  casa  central  de  la  Orden,  que  Santo  Domingo  ha- 
bía puesto  bajo  la  advocación  del  Apóstol  Santiago  (Saint-Jacques),  y 
acudían  a  la  Universidad,  ya  fuese  para  sentarse  en  las  aulas  con  los 
demás  escolares  o  para  profesar  los  cursos  reglamentarios.  La  Univer- 
sidad parisién  tenía  incorporadas  tres  cátedras  de  teología,  a  cargo  de 
los  frailes  dominicos,  de  las  cuales  la  tercera  estaba  reservada  a  los  ex- 
tranjeros; en  ella  enseñaron  la  teología,  alternando  con  Santo  Tomás 
y  otras  grandes  figuras  de  la  época,  muchos  españoles  (126). 

No  muy  distinta  marcha  siguieron  los  acontecimientos  en  la  Orden 
franciscana.  El  viaje  a  España  de  San  Francisco  de  Asís  para  evange- 
lizar a  los  moros  y  visitar  el  sepulcro  del  apóstol  Santiago  (1213-1214) 
dejó  preparado  el  terreno  para  que  germinara  la  simiente  traída  por  el 
compañero  fundador  Fr.  Bernardo  de  Quintaval  a  raíz  de  la  disper- 
sión decretada  por  el  Capítulo  general  de  Asís  en  121 7.  Antes  de  los 
tres  años  se  delimitaba  la  provincia  de  España  con  más  de  100  com- 
pañeros, y  en  1233  ésta  se  desmembraba  en  las  tres  provincias  de  San- 
tiago, Castilla  y  Aragón.  El  florecimiento  intelectual  parece  haber  sido 
más  intenso  en  la  primera  durante  el  siglo  xui ;  pero  durante  los  si- 
glos xiv  y  xv  la  primacía  cultural  se  ha  desplazado  al  convento  de  San 
Francisco,  en  Salamanca,  y  al  de  San  Nicolás,  en  Barcelona,  donde  ra- 
dicaba el  studium  solemne  de  la  provincia  respectiva.  La  carrera  esco- 
lar se  perfeccionaba  asimismo  en  los  tres  grados  de  artes,  filosofía  y 
teología;  se  terminaba  en  la  Universidad  de  París  o,  preferentemente, 
en  las  de  Oxford  y  Cambridge,  a  donde  afluyeron  en  gran  número  los 
franciscanos  españoles.  Hasta  1421  no  les  fué  dado  obtener  el  magis- 
terio en  teología  en  ninguna  otra  Universidad ;  el  Capítulo  general  de  este 
año  lo  autorizó  en  cinco  más,  y  el  de  1437  aumentó  su  número  hasta  t6. 
En  la  lucha  entablada  en  el  seno  de  la  Orden  en  pro  o  en  contra  de 
los  estudias,  las  provincias  españolas  se  declararon  francamente  favo- 
rables al  cultivo  no  sólo  de  la  teología,  sino  de  las  ciencias  profanas 
reputadas  preliminares  (127).  En  el  capítulo  general  de  la  Orden  cele- 
brado en  Barcelona  en  1451  la  tendencia  intelectual  prevaleció  y  fueron 
elaborados  unos  excelentes  Statuta  a  propósito  de  las  escuelas  conven- 


(126)  Deniflc,  en  el  citado  "Archiv",  vol.  III,  págs.  645-6?o. 

(127)  H.  Felder  de  Lucerne:  Les  eludes  dans  l'ordre  des  Capucins  au  premier  siécle 
de  son  histoire.  I.  Les  études  dans  l'Ordre  franciscain  a  l'époque  qui  précéde  immédia- 
tement  la  reforme  capucine.  "Estudis  Franciscans"  (Barcelona),  vol.  41,  iQ2Q,  pági- 
nas 203-216. 


67 


tuales,  de  los  libros  y  de  las  bibliotecas,  que  se  han  mantenido  en  vigor 
durante  siglos  (128). 

Sobre  la  organización  escolar  de  dominicos  y  franciscanos  calcaron 
la  suya  más  tarde  otras  Ordenes  religiosas,  en  especial  los  agustino- 
carmelitas  (129) ;  huelga,  por  tanto,  insistir  sobre  el  tema.  En  lugar 
oportuno  citaremos  algunas  figuras  de  pensadores  españoles  pertenecien- 
tes a  ellas  (130). 

He  aquí  los  moldes  en  los  que  se  configuró  la  vida  filosófica  de  Es- 
paña en  los  siglos  xiii,  xiv  y  xv.  Los  capítulos  que  seguirán  no  harán 
sino  describir  el  desenvolvimiento  de  esa  vida  a  través  de  sus  figuras 
y  direcciones  más  representativas.  Antes,  empero,  conviene  añadir  unas 
páginas  de  información  sobre  el  material  filosófico  de  que  se  pudo  echar 
mano  por  aquellos  hombres  y  en  aquellos  tiempos  en  las  bibliotecas  a 
su  alcance. 


(128)  Statuta  genemlia  edita  apud  Baránonam,  publicados  por  Howlett  en  "Mo- 
mimenta  Franciscana",  vol.  II,  Londres,  1882,  págs.  90  y  sgtes. 

(129)  Fr.  Bartholomaeus  M.  Xiberta:  De  institutis  Ordinis  Carmelitarum  quae  ad 
doctrinas  philosophorum  et  theologorum  sequendas  pertinent.  Romae,  1929. 

(130)  Véase,  más  adelante,  el  capítulo  sobre  "La  Escolástica  en  el  siglo  xrv" 


CAPITULO  II 


LAS  BIBLIOTECAS  ESPAÑOLAS  DE  LA  EDAD  MEDIA 

Importancia  de  este  estudio  para  el  conocimiento  del  progreso  cultural  y  filosó- 
fico.— Fuentes  y  líneas  de  investigación. 

Los  antiguos  centros  de  cultura. — Los  cenobios  y  su  evolución  en  la  Edad  Me- 
dia.— La  Biblioteca  de  Ripoll. — Las  catedrales. — La  Biblioteca  capitular  de 
Toledo. 

Los  nuevos  centros  de  cultura. — Bibliotecas  de  las  Ordenes  mendicantes. — El 
convento  barcelonés  de  Santa  Catalina. — Las  Universidades  y  Colegios. 

Bibliotecas  de  particulares. — Gonzalo  Palomeque. — Arnaldo  de  Vilanova. — En- 
rique de  Villena. — Francisco  Eiximenis. — La  Biblioteca  papal  de  Peñíscola. 

Bibliotecas  cuatrocentistas. — Bibliotecas  reales:  de  Martín  el  Humano,  de  Al- 
fonso V  el  Magnánimo,  de  la  reina  María;  del  príncipe  de  Viana,  del  con- 
destable de  Portugal;  de  Isabel  la  Católica. — Bibliotecas  nobiliarias:  del  mar- 
qués de  Santillana.  del  duque  de  Béjar.  del  conde  de  Benavente. 

i.  Acabamos  de  señalar  en  las  instituciones  escolares  los  órganos 
para  el  ejercicio  de  la  actividad  intelectual!,  o  por  mejor  decir,  los  ins- 
trumentos para  la  adquisición  y  transmisión  del  saber.  Pero  el  conte- 
nido mismo  del  saber,  esto  es.  la  suma  de  los  conocimientos,  se  crea 
por  el  esfuerzo  humano  acumulado  y  se  conserva  por  tradición  oral  y 
escrita.  La  función  creadora  distingue  los  pensadores  eminentes,  cuyo 
estudio  singular  constituye  el  tejido  principal  de  la  presente  Historia. 
La  tradición  científica  se  transmite,  en  su  forma  oral,  en  la  comunica- 
ción de  maestros  a  escobares,  y  en  su  forma  escrita,  a  través  de  los  tex- 
tos. En  el  desarrollo  intelectual  de  la  Edad  Media  la  función  creadora 
ha  quedado  siempre  en  un  nivel  inferior  a  la  asimilación  de  los  cono- 
cimientos, y,  en  ningún  momento,  el  valor  de  originalidad  de  un  autor, 
de  una  enseñanza  o  de  una  obra  ha  superado  en  la  estimación  colectiva 
su  valor  tradicional.  De  aquí  que,  para  apreciar  la  intensidad  de  la  vida 
filosófica  jen  un  determinado  período,  y  más  si  se  trata  de  la  Edad  Me- 
dia, no  baste  con  registrar  las  creaciones  de  sus  más  originales  pensa- 
dores, sino  que  precise  describir  también  el  acervo  de  las  doctrinas  que, 
a  través  de  las  enseñanzas  y  de  los  libros,  se  transmiten  de  unas  a  otras 


-  69  - 


generaciones  a  título  de  patrimonio  universal.  La  tradición  científica  me- 
dieval se  vincula  básicamente  a  los  textos,  toda  vez  que  la  enseñanza 
consistió,  en  cualquier  tiempo  y  en  cualquier  grado,  en  la  lectura  de  un 
texto  dado  con  la  añadidura  de  meras  glosas,  comentarios  o  cuestiones. 
Salta  a  la  vista  en  seguida  la  importancia  que  para  el  conocimiento  de 
la  cultura  filosófica  en  la  Edad  Media  ofrece  la  averiguación  del  caudal 
de  sus  libros  y  de  sus  bibliotecas. 

Esta  averiguación  debiéramos  tal  vez  proseguirla  en  dos  sentidos, 
ateniéndonos,  por  una  parte,  a  la  difusión  geográfica,  y  por  otra,  al  acre- 
centamiento histórico  de  dicha  cultura.  Cada  vez  que  ha  sido  fundado 
un  monasterio  o  ha  sido  abierto  un  Estudio,  uno  de  sus  prinneros  cui- 
dados ha  consistido  en  proveerse  de  manuscritos  en  cantidad  suficiente 
a  cubrir  sus  mínimas  exigencias  de  vida  'espiritual.  Con  sólo  tener  en 
cuenta  que  durante  los  siglos  ix  al  xi  han  sido  fundados  en  España 
más  de  quinientos  monasterios  y  que  a  partir  del  siglo  xiii  se  ha  in- 
tensificado la  creación  -de  escuelas  seculares  o  conventuales,  se  compren- 
derá qué  proporciones  tan  cuantiosas  debe  'haber  alcanzado  entonces  la 
difusión  de  manuscritos.  El  hecho,  sin  embargo,  carece  de  interés  en 
una  investigación  de  la  cultura  filosófica,  ya  que  ésta  tan  sólo  ha  prendido 
y  arraigado  en  un  número  relativamente  escaso  de  cenobios  y  de  es- 
cuelas que  se  han  puesto  a  la  cabeza  del  movimiento  intelectual.  La  his- 
toria de  tales  centros,  en  especial  los  sucesivos  inventarios,  acaso  con- 
servados,  de  sus  bibliotecas  respectivas,  constituyen  las  fuentes  más  va- 
liosas de  información  que  es  dable  hoy  utilizar.  Desgraciadamente,  al- 
gunos de  éstos  elementos  se  han  perdido  y  muchos  yacen  ignorados  bajo 
el  polvo  de  los  archivos,  en  espera  de  que  la  erudición  histórica  los- sa- 
que a  luz. 

Los  libros  han  sido,  en  la  Edad  Media,  un  material  costoso  por  su 
rareza,  que  los  hacia  difícilmente  asequibles.  Cada  comunidad  se  procu- 
raba los  más  indispensables,  según  el  nivel  que  alcanzaba  su  vida  espi- 
ritual. En  las  iglesias  y  cenobios  el  primitivo  fondo  de  manuscritos  es- 
tuvo integrado  por  libros  religiosos:  los  de  rezo  (psalterio,  antifonario, 
evangeliario,  etc.)  y  de  ceremonial,  a  los  que  pronto  se  añadieron  libros 
bíblicos  y  de  antiguos  escritores  eclesiásticos  (San  Ambrosio,  San  Agus- 
tín, etc.)  (i) ;  se  guardaban  -en  el  coro,  en  la  sacristía  u  otro  lugar  del 
edificio,  a  disposición  de  quien  los  necesitare,  y  se  adquirían  por  com- 
pra, donación  o  trueque,  de  los  conventos  e  iglesias  principales,  que  re- 


ír) R.  Beer:  Hatulschriftenschdtze  Spaniens,  Viena,  1894;  Einleitung,  págs,  18  y  si- 
guientes. 


7o  — 


producían  dos  ejemplares  en  sus  scriptorium.  Las  investigaciones  de 
R.  Beer  y  las  más  recientes  de  otros  eruditos  han  proyectado  bastante 
luz  sobre  la  actividad  de  los  scriptorium  radicados  en  la  Marca  Hispá- 
nica durante  (la  época  carolingia:  Ripoll,  Vich,  Montserrat,  Seo  de  Ur- 
gel,  etc.  El  armario  — theca —  reservado  para  los  libros  — bibloi —  en 
las  sacristías  vio  así  crecer  su  tesoro  en  las  iglesias  más  prósperas.  No 
tardó  ese  tesoro  en  aumentar  con  la  aparición  de  un  nuevo  género  de 
libros :  los  textos  de  -enseñanza  de  la  escuela  claustrall.  Con  el  tiempo, 
en  las  catedrales  y  conventos  más  cultos  e|l  fondo  de  los  libros  utiliza- 
dos en  la  enseñanza  llegó  a  ser  tan  copioso,  que  él  armario  no  pudo  al- 
bergarlos, y  hubo  que  pensar  en  construir  una  habitación  para  guarda 
y  manejo  de  los  libros  del  Estudio.  Hasta  nosotros  han  llegado  intere- 
santes testimonios  de  esas  primeras  construcciones  de  bibliotecas  me- 
dievales, no  sólo  en  las  nacientes  Universidades,  sino  además  en  cen- 
tros ( conventuales  como  Santa  Catalina  de  Barcelona  o  Santa  María 
de  Poblet. 

2.  El  caudal  filosófico  de  1/as  más  ,antiguas  bibliotecas  medievales 
se  constituye  inicialmente  a  base  de  dos  grupos  de  manuscritos :  los  tex- 
tos de  (lógica  manejados  en  la  Escuela  de  Artes  y  un  corto  número  de 
obras  patrísticas  utilizadas  para  la  exégesis  v  comentario  de  las  Sagra- 
das Escrituras,  en  las  que  se  involucran  a  menudo  conceptos  y  doctrinas 
filosóficos.  Integran  el  primer  grupo,  casi  invariablemente,  el  Comenta- 
rio de  Porfirio  a  las  cinco  voces  y  algunas  obras  lógicas  de  Boecio ;  el 
segundo  suele  incluir,  en  los  monasterios  y  catedrales  españoles,  obras 
de  San  Gregorio  el  Grande,  de  San  Isidoro  — especialmente  las  Etimo- 
logías y  el  De  summo  bono — ,  de  sus  discípulos  españoles  (Tajón,  San 
Braulio,  etc.)  y  de  otros  enciclopedistas  (Beda,  Rábano  Mauro,  Casio- 
doro,  etc.),  a  todos  los  cuales  aventaja  en  importancia  San  'Agustín  por 
el  elenco  variado  de  sus  escritos,  de  muy  desigual  repartición  (2).  El  pri- 
mer grupo  falta  en  aquellos  centros  eclesiásticos,  en  cuyas  enseñanzas 
no  está  completo  el  ciclo  de  las  artes  liberales. 

Hasta  el  siglo  xn  el  enriquecimiento  progresivo  de  las  bibliotecas 
monásticas  y  catedralicias  españolas  tuvo  lugar  en  un  sentido  más  bien 
cuantitativo ;  se  multiplicaban  los  ejemplares  de  un  mismo  texto  para 
mayor  comodidad  de  los  estudiantes,  se  adquirían  nuevas  obras  de  un 
Santo  Padre  ya  conocido     -San  Agustín,  pongamos  por  caso—  o  se  ve- 

(2)  M.  Grabmann:  Geschichte  der  scholastischen  Methade,  Band  II,  Freiburg,  191 1; 
véase  el  cap.  III  de  la  parte  general:  "Die  Bibliothek  der  Scholastiker  des  12.  Jahr- 
hunderts." 


71 


nía  en  conocimiento  de  un  nuevo  autor  patrístieo  de  ideología  funda- 
mentalmente parecida  a  la  de  los  demás.  La  cultura  dialéctica  y  pa- 
trística iba  cobrando  nuevos  matices,  sin  rebasar  sus  cuadros  tradicio- 
nales. Pero  en  el  siglo  xn,  España  se  siente  agitada  por  convulsiones 
fecundas  que  presagian  nuevos  acontecimientos  culturales,  y  desde  en- 
tonces afluyen  a  nuestras  bibliotecas  primeramente  obras  orientales,  bien 
sea  en  su  texto  original  o  en  versiones  hebreas  y  /latinas  y  aun  roman- 
ceadas, y  más  tarde  Jas  producciones  de  la  cultura  eclesiástico-europea 
procedentes  de  Francia,  de  Italia  o  de  Inglaterra.  Al  cabo  de  otros  dos 
siglos,  una  nueva  convulsión  intelectual  estremece  todo  Europa,  y  des- 
de Italia,  unas  velces  directamente  y  otras  a  través  de  Francia,  llegan 
a  nuestro  país  las  primeras  manifestaciones  escritas  del  Renacimiento. 

En  otro  aspecto,  ila  creciente  secularización  de  ¡la  cultura  desde  el 
siglo  xiii  trae  por  consecuencia  ¡la  formación  de  bibliotecas  en  las  Uni- 
versiídades  y  Estudios  locales,  en  las  que  adquiere  preponderancia  el 
fondo  de  obras  teológicas,  filosóficas  o  meramente  (científicas.  Con  la 
mayor  profusión  de  manuscritos,  hasta  algunos  particulares  se  atreven 
a  formar  su  propia  biblioteca  para  finalidades  profesionailes  o  de  estu- 
dio; entre  ellos  sobresalen  obispos,  canónigos  y  clérigos  ilustres,  a  los 
que  se  añaden  luego  personajes  laicos  tocados  de  la  afición  al  saber 
científico  o  a  la  bella  literatura.  Entre  estas  bibliotecas  particulares  cabe 
contar  las  de  uso  personal  de  los  reyes  y  las  formadas,  a  imitación 
suya,  por  los  grandes  señores  (3).  La  casa  reail  de  Aragón,  en  la  que 
el  amor  a  los  libros  ^constituyó  una  tradición  de  familia,  llegó  a  poseer 
en  el  siglo  xv  una  espléndida  biblioteca,  y  no  son  menos  dignas  de  men- 
ción las  coleccionadas  en  este  mismo  siglo  por  los  nobles  castellano, 
contagiados  de  la  bibliofilia  renacentista. 

3.  Ninguna  biblioteca  de  la  Edad  Média  española  ha  tenido,  hasta 
ahora,  la  fortuna  de  contar  con  un  historiador  tan  atildado  como  e! 
que  el  antiguo  cenobio  de  Ripoll  ha  encontrado  en  R.  Beer  (4).  Gra- 
cias a  sus  fundamentales  investigaciones  es  hoy  posible  reconstruir  en 
gran  parte  el  proceso  que  ha  seguido  la  forma/ción  de  aquella  bibliote- 


(3)  R.  Beer,  obra  citada,  págs.  31-35. 

(4)  R.  Beer:  Die  Handschriften  des  Klosters  Santa  María  de  Ripoll.  Viena,  1907. 
Hay  traducción  catalana  por  el  Sr.  Barnils  y  Giol;  Barcelona,  1910. 

Véase,  sobre  el  mismo  asunto,  la  publicación  del  P.  Zacarías  García  Villada:  Biblio^ 
theca  Patrum  Latinorum  Hispaniensis,  II.  Band,  Viena,  1915. 

Sobre  el  estado  actual  de  los  manuscritos  del  antiguo  cenobio  de  Ripoll,  véase 
F.  Valls  y  Taberner:  Códices  manuscritos  de  Ripoll,  en  la  "Revista  de  Archivos,  Bi- 
bliotecas y  Museos",  Madrid,  193 1,  págs.  5-15  y  139-175. 


—  72  — 

ca,  la  más  rica  en  España  hasta  el  siglo  xn.  El  año  957  constaba  sola- 
mente de  53  códices,  en  su  mayoría  textos  bíblicos  y  manuscritos  li- 
túrgicos, con  alguna  que  otra  obra  de  ¡los  Santos  Padres ;  ni  un  solo? 
libro  era  apto  para  el  estudio  de  las  artes  liberales.  El  inventario  del 
año  1046  registra  ya  192  códices ;  en  él  figura  una  abundante  repre- 
sentación de  obras  patrísticas,  además  de  unos  46  códices  para  la  en- 
señanza de  las  artes  liberales  (5),  entre  ellos  un  texto  griego  de  Por- 
firio, dos  códices  de  la  Ysagoge  en  latín,  las  Categorías  y  el  Periher- 
meneias  y  un  comentario  de  Boecio  a  los  textos  de  Aristóteles.  El  mo- 
mento inicial  de  tan  interesantes  adquisiciones  hechas  en  el  trans- 
curso de  un  siglo  parece  coincidir  poco  más  o  menos  con  la  venida 
de  Gerberto  a  España  en  967.  Aun  cuando  el  monasterio  de  Ripoll 
pierde  su  primacía  en  el  siglo  xn  al  entroncarse  la  casa  -condal  de  Bar- 
celona con  la  estirpe  real  aragonesa,  la  biblioteca  sigue  enriqueciéndose 
con  nuevas  adquisiciones.  En  el  siglo  xm  afluyen  a  Ripoll  obras  mé- 
dicas traídas  de  Salerno,  obras  jurídicas  procedentes  de  Bolonia,  obras 
teológicas  asimismo  de  factura  italiana,  como  el  Libcr  sententiarum,  de 
Pedro  Lombardo,  con  el  comentario  de  San  Buenaventura  a  los  libros 
segundo  v  tercero,  que  ingresaron  en  julio  de  1238,  y  el  De  anima,  ác 
Santo  Tomás  de  Aquino.  En  el  siglo  xiv  las  adquisiciones  de  obras  teo- 
lógicas y  filosóficas  se  cuentan  en  gran  número;  entre  ellas  encontni 
mos  la  Summa  theologica  y  el  De  fide  catholica,  de  Santo  Tomás ;  los. 
comentarios  al  Libro  de  las  Sentencias,  de  Ricardo  de  Mediavilla  y 
Juan  Duns  Scot,  el  comentario  de  Santo  Tomás  al  aristotélico  De  ani- 
ma, sin  mencionar  un  nutrido  grupo  de  obras  de  filosofía  práctica.  En 
este  siglo  fué  adquirida  una  espléndida  colección  lde  textos  escolares  de 
lógica  y  de  filosofía,  a  cuya  cabeza  figuran  las  Summulas,  de  Pedro 
Hispano;  un  comentario  anónimo  a  las  mismas,  con  los  Sophismata,  de 
Alberto  de  Sajonia;  la  Summa  sophis'matum  Magistri  Matthaei  Aure- 
lianensis;  el  De  sensu  composito  et  diviso,  de  Guillermo  Hentisberus ; 
las  obras  del  lógico  inglés  Strode;  todos  los  libros  del  Organon  aris- 
totélico,  además  de  la  Metafísica,  los  Parva  naturalia,  el  De  generatio- 
ne,  el  De  animalibus,  la  Physingnomica  y  otros  más ;  el  Super  libro 
elenchorum,  de  Gil  de  Colonna  (Egídio  Romano) ;  el  tratado  sobre  Por- 
firio del  maestro  Bernardo  de  Sanciza,  las  glosas  de  Guillermo  de  Au- 
vergne  a  los  Primeros  Analíticos,  etc.  En  el  siglo  xv  ingresan  tres  nú- 
cleos de  libros  de  distinto  carácter :  por  un  lado,  obras  místicas  de  Hugo 


(5)  Cf.  A.  Bonilla  y  Sanmartín  :  Historia  de  la  Filosofía  española,  I,  Madrid,  iqc¿ 
página  247,  nota  3;  y  pág.  307,  nota  3. 


—  73  - 


de  San  Víctor,  San  Bernardo,  San  Buenaventura  y  algunas  anónimas 
por  otro,  manuscritos  renacentistas,  como  el  Líber  vitae  solitariae,  del. 
Petrarca;  los  Proverbios,  de  Séneca;  el  De  Officiis,  de  Cicerón,  y  otra 
buena  colección  de  textos  aristotélicos  latinos ;  y  finalmente,  obras  es- 
critas o  vertidas  en  romance,  colmo  el  Libre  de  la  intenció  y  el  Dictat 
de  Ramón,  ambos  Míanos ;  la  Doctrina  compendiosa,  de  Eiximenis ;  el 
texto  cataflán  del  boeciano  De  consolatione ,  los  cuatro  libros  de  los  Diá- 
logos, de  San  Gregorio,  en  su  traducción  lemosina,  y,  por  excepción, 
una  versión  castellana  de  las  Eticas,  de  Aristóteles,  que  los  catálogos 
dan  por  anónima,  y  parece  coincidir,  no  con  la  que  a  mediados  de  si- 
glo hiciera  e!l  príncipe  de  Viana,  sino  con  otra  anterior,  que  fué  luego 
impresa  en  Sevilla  en  1493. 

Si  hemos  expuesto  con  alguna  minuciosidad  las  sucesivas  aportacio- 
nes con  las  que  la  biblioteca  de  Ripoll  se  fué  enriqueciendo  a  lo  largo 
de  la  Edad  Media,  es  porque  de  ninguna  otra  biblioteca  española  han 
sido  publicados  tantos  datos  ni  cabe  reconstruir  tan  completamente  la 
historia  (6).  De  las  demás  bibliotecas  nos  son  conocidos,  a  lo  sumo,  uno 
o  más  inventarios,  que  reflejan,  como  en  proyección  instantánea,  la  am- 
plitud de  la  cultura  en  un  lugar  y  en  un  mohiento  determinado,  a  ve- 
ces muy  fragmentariamente.  No  por  esto  tales  inventarios  son  menos 
dignos  de  mención  y  de  estudio,  toda  vez  que  su  conjunto  ayuda  a  di- 
bujar con  trazos  firmes  los  progresos  realizados  durante  los  siglos  me- 
dios por  España  en  d  orden  de  la  cultura  filosófica. 

Para  darse  cuenta  de  la  riqueza  de  Ripoll  en  materia  de  códices 
basta  compararle  con  cualquier  otro  cenobio  español  de  vida  floreciente 
en  la  misma  época.  El  monasterio  de  Santo  Domingo  de  Silos,  por 
ejemplo  (7),  alineaba  en  el  siglo  xiii  nada  más  105  libros  manuscritos 
en  su  biblioteca.  En  el  fondo  de  libros  patrísticos  figuraban  las  Etimo- 
logías y  el  Contra  Judaeos,  de  San  Isidoro,  una  obra  de  San  Leandro, 
los  Diálogos  de  San  Gregorio,  en  doble  ejemplar,  los  cuatro  libros  de 
las  Sentencias,  el  Liber  de  Fide  y  una  obra  innominada  de  teología  cuyo 
primer  capítulo  trataba  de  la  Trinidad.  El  fondo  profano  incluía  dé 
45  a  50  piezas,  cifra  elevada  para  su  época,  y  en  él,  mezclados  con  otros 
libros  gramaticales  y  de  retórica,  aparecen  el  Liber  interpretationum,  de 


(6)  Sobre  la  importancia  de  algunos  códices  filosóficos  de  la  biblioteca  de  Ripoll, 
véase  a  M.  Grabmann:  Mittelalterliche  lateinische  Aristotelesübersetzungen  und  Aristo- 
ieleskommentare  in  Handsckriften  spc.nischer  Bibliotheken,  München,  1028;  y,  del  mis- 
mo autor,  Der  lateinische  Averroismus  des  XIII.  Jahrhunderts,  München,  193 1,  pági- 
nas 76-77. 

(7)  M.  Férotin:  Histoire  de  l'Abbaye  de  Silos.  París,  1897,  págs.  257  y  sgtes. 


;  ; 

Aristóteles ;  el  Libcr  Boecii  y  una  Sophisteria  de  lógica,  además  del  Lu- 
cidario  y  el  boeciano  De  consolatione.  El  monasterio  de  San  Salvador 
de  Oña  poseía  ya  en  el  siglo  xn  132  códices,  pero  tanto  el  fondo  pa- 
trístico  como  el  profano  resultan  extraordinariamente  pobres;  en  aquél 
destacan  las  Morales  y  los  Diálogos,  de  San  Gregorio;  las  Etimologías 
y  el  De  summo  bono,  de  San  Isidoro;  el  De  civitate  Dei  y  el  De  doc- 
trina christiana,  de  San  Agustín,  con  alguno  más  difícil  de  identificar; 
de  éste,  que  comprende  30  piezas,  no  hay  ni  un  solo  número  referente 
a  'libros  de  lógica,  lo  cual  permite  sospechar  que  la  enseñanza  del  tri- 
vium  no  se  daba  aún  completa  allí  en  dicho  siglo  (8).  Probablemente 
hasta  el  siglo  xm  los  estudios  filosóficos  no  fueron  implantados  en  mu- 
chos monasterios,  pues  las  noticias  conservadas  del  xn  raras  veces  alu- 
den a  textos  de  esta  índole;  ya  en  el  xm  estos  textos  se  mencionan  tan- 
to en  los  inventarios  como  en  las  cédulas  de  compra  o  en  las  notas  de 
préstamos.  Para  muestra  citaremos  que  en  una  lista  de  quince  obras 
prestadas  a  Alfonso  el  Sabio  por  el  convento  de  Santa  María  de  Nájera 
no  falta  el  indispensable  Boecio  Sobre  los  diez  predicamentos  al  lado  del 
De  consolación  y  del  comento  ciceroniano  sobre  el  Sueño  de  Scipión  (9). 

La  irradiación  cultural  de  Ri'poll  en  Cataluña  fué  considerable,  y 
entre  sus  manifestaciones  de  mayor  relieve  cabe  anotar  la  fundación 
del  monasterio  de  Santa  María,  en  las  montañas  de  Montserrat,  por 
monjes  ripolleses,  en  el  siglo  xi.  A  raíz  de  la  fundación,  la  nueva  co- 
munidad poseyó  unos  25  códices,  que  el  abad  de  Ripoll  había  encarga- 
do a  su  scriptorium  para  mandarlos  a  la  naciente  sucursal,  y,  a  pesar 
del  reducido  número  de  la  lista,  no  faltaban  en  ella  las  consabidas  obras 
de  San  Gregorio,  San  Agustín  y  el  Venerable  Beda,  por  un  lado,  ni, 
por  otro,  las  obras  lógicas  de  Porfirio,  Boecio  y  Aristóteles  fio). 

4.  Como  vemos,  en  las  bibliotecas  de  las  comunidades  monacales 
se  repiten  poco  más  o  menos  los  mismos  nombres  de  autores  y  los  mis- 
mos títulos  de  obras,  y  esta  coincidencia  no  puede  menos  de  acusar  unas 
directivas  idénticas  en  la  formación  cultural.  Las  precarias  noticias  que 
han  visto  la  luz  acerca  de  la  actividad  intelectual  en  las  escuelas  cate- 
dralicias convergen  a  un  igual  resultado.  Desgraciadamente,  las  anti- 
guas colecciones  de  códices  que  atesoraron  las  catedrales  españolas  se 
han  perdido  totalmente  (Compostela,  Oviedo)  o  en  buena  parte  (León), 


(8)  R.  Beer:  Handschriftenschátze  Spaniens,  págs.  309-370. 

(9)  Idem,  ibid.,  pág.  367. 

(10)  Dom  Anselm  M.a  Albareda:  El  llibre  a  Montserrat  (Del  segle  xi  al  segle  xix). 
Montserrat,  193 1. 


-  75 


y  las  conservadas  resultan  de  difícil  acceso  y  estudio  para  el  investiga- 
dor (Barcelona).  En  el  caso  mejor,  faltan  noticias  bastantes  a  recons- 
truir su  historia.  Citaremos  el  caso,  típico,  de  la  Biblioteca  capitular  de 
Toledo,  que  debió  figurar  entre  las  más  importantes  de  la  Edad  Media. 
El  fondo  antiguo  parece  disperso,  pues  la  base  de  <la  actual  colección 
resulta  ser  la  librería  donada  al  Cabildo  por  el  arzobispo  Pedro  Teno- 
rio en  el  siglo  xiv ;  aun  así,  su  primer  catálogo  conocido  no  se  remonta 
más  que  al  año  1455  (11).  De  los  manuscritos  anteriores  al  siglo  xiv 
a  duras  penas  cabe  identificar  unos  pocos  que  contienen  obras  patrísti- 
cas, manuales  de  gramática  y  textos  clásicos  para  la  enseñanza  del  la- 
tín y,  sobre  todo,  versiones  de  obras  arábigas  y  originales  de  autores 
toledanos  del  siglo  xiii.  Merecen  ser  mencionadas:  la  traducción  del 
apócrifo  C 'entilo quium,  de  Tolomeo,  por  Hugo  de  Santalla,  dedicada  al 
arzobispo  de  Tarragona;  la  de  una  obra  astrológica  de  Ali  ben  Acha- 
met  Embrani,  realizada  en  1124,  en  Barcelona,  por  un  judío  español 
de  nombre  Abraham ;  varias  traducciones  y  una  obra  original  de  Juan 
Hispalense;  la  traducción  de  un  comentario  árabe  a  la  Etica  nicoma- 
quea,  fechada  en  1240;  las  traducciones  del  Almagesto,  de  Tolomeo,  y 
de  un  comentario  árabe  aJl  mismo,  hechas  en  Toledo  por  Gerardo  de 
Cremona;  un  códice  misceláneo  con  obras  de  geometría  originales  de 
Euclides,  Teodosio,  el  árabe  Ameto  y  otras  anónimas,  vertidas  también 
en  latín  (12);  un  libro  de  astrología  judiciaria,  compuesto  con  fragmen- 
tos entresacados  de  varios  autores,  y  un  tratado  De  intellectu  humano 
et  de  creatione  mundi,  dedicado  al  arzobispo  de  Toledo  por  su  autor, 
G.  Alvaro,  un  toledano  que  debió  actuar  en  íntimo  contacto  con  la  Es- 
cuela de  Traductores  (13). 

En  la  Corona  de  Aragón,  en  cambio,  las  escuelas  catedrales  se  mues- 
tran más  sensibles  a  las  nuevas  corrientes  teológicas  aparecidas  en  Eu- 
ropa durante  los  siglos  xiii  y  xiv,  que  se  infiltran  poco  a  poco  en  el 
contenido  tradicional  de  las  enseñanzas  eclesiásticas.  La  catedral  de 
Vich,  cuya  escuela  floreció  bajo  la  égida  cultural  de  Ripoll,  poseía  ya 
en  el  siglo  xn  un  caudal  patrístico  considerable,  en  el  que  figuran 
los  Soliloquios,  las  Homilías  y  las  Epístolas,  de  San  Agustín;  las 

(11)  Inserto  en  la  "Revista  de  Archivos,  Bibliotecas  y  Museos",  VII,  1877,  pá- 
ginas 321  y  sgtes. 

(12)  José  M.a  Octavio  de  Toledo:  Catálogo  de  la  librería  del  Cabildo  Toledano.  Ma- 
drid, 1903;  números  1,  2,  13,  124,  286,  335,  336  y  400  de  la  sección  de  manuscritos. 
Vid.  A.  Bonilla  y  Sanmartín:  Historia  de  la  Filosofía  española,  I,  Madrid,  1908,  pági- 
nas 321,  nota  1;  363,  notas  2  y  3,  y  369-370,  nota  1. 

(13)  A  este  Alvaro  son  debidos  los  escolios  que  exornan  los  varios  tratados  cientí- 
ficos contenidos  en  el  códice  124  de  los  descritos  por  Octavio  de  Toledo. 


Morales,  los  Diálogos  y  obras  menores  de  San  Gregorio;  obras  de 
Orígenes,  de  San  Atanasio,  de  San  Isidoro,  de  San  Fulgencio  y  de  Al- 
cuino  ;  y  en  los  siglos  xiii  al  xv  adquirió  un  escogido  repertorio  de  ma- 
nuscritos de  teología  dogmática  y  mística  de  autores,  como  Pedro  Lom- 
bardo, Santo  Tomás  de  Aquino,  San  Buenaventura,  Hugo  de  San  Víc- 
tor, Pedro  de  Tarantasia,  Hervé  Nedelec,  Hugo  de  Ripa,  el  cartujano 
Landuilfo,  etc.  (14).  De  la  catedral  de  Valencia  desconocemos  los  catá- 
logos anteriores  al  siglo  xv;  pero  consta  que  en  1356  un  canónigo  de  su 
cabildo  adquirió  un  buen  lote  de  libros  procedentes  de  Aviñón,  en  su 
mayoría  jurídicos,  con  otros  de  teología,  como  el  Libro  de  las  Senten- 
cias, unos  Comentarios  a  él,  unas  Distinciones  escritas  por  un  fraile, 
cuyo  nombre  no  se  cita;  la  Summa  Theologica,  de  Santo  Tomás  de 
Aquino ;  el  De  articulis  fidei,  el  De  virtutibus  et  vitiis,  la  Summa  de 
San  Ramón  de  Peñafort.  las  Morales  y  los  Diálogos  de  San  Gregorio, 
un  libro  innominado  de  teología,  obras  de  San  Bernardo  y  un  De  regi- 
mine  principum.  Es  de  creer  que  esta  compra  tan  extraordinaria  res- 
pondería al  propósito  de  sentar  la  enseñanza  de  la  teología  sobre  bases 
más  amplias  (15). 

5.  El  vehículo  más  eficaz  para  la  infiltración  de  las  nuevas  tenden- 
cias teológico-filosóficas  lo  constituyeron,  sin  duda,  las  escuelas  conven- 
tuales fundadas  por  las  Ordenes  mendicantes.  Es  sorprendente  que,  ha- 
cia 1250,  fuese  ya  utilizada  en  el  convento  barcelonés  de  Santa  Cata- 
lina la  Summa  del  franciscano  Alejandro  de  Halés,  texto  oficial  enton- 
ces en  la  Sorbona,  y  juntamente  la  Lectura  sobre  las  Sentencias  del 
famoso  maestro  parisién  Fr.  Juan  Pointeláne  (Johannes  Pungens-Asi- 
num)  (16).  En  1256  Arnaldo  de  Sagarra,  que  había  seguido  en  Colonia 
las  lecciones  de  Alberto  Magno,  con  el  precio  sacado  de  una  Biblia  com- 
pró para  su  convento  varias  obras  de  teología,  y  entre  ellas  (ttotum 
scriptum  fratris  Alberti,  magistri  nostri,  super  sententias,}  (17).  Casi  a 
raíz  de  su  aparición  fueron  conocidos  en  el  convento  de  Barcelona  los 
Sermones  de  Sanctis,  los  cuatro  volúmenes  del  Comentario  a  las  Sen- 
tencias y  las  Cuestiones  disputadas  De  Veritate,  de  Santo  Tomás  de 

(14)  R.  Beer:  Handschriftensckatze  Spaniens,  págs.  545-552. 

(15)  J.  Sanchís  Sivera:  Bibliología  valenciana  medieval,  en  "Anales  del  Centro  de 
Cultura  Valenciana",  III,  1930,  págs.  84-86. 

(16)  André  Callebaut:  La  Somme  d'Alexandre  de  Halés  chez  les  Dominicains  de 
Barcelone  et  de  Pise  vers  la  moitié  du  XIII  siécle,  en  "Archivum  Franciscanum  Histo- 
ricum",  XIX,  1926,  págs.  201-205. 

(17)  H.  Denifle:  Quellen  zur  Gelekrtengeschickte  der  Predigerordens  im  13.  und  14. 
Jahrhundert,  en  "Archiv  für  Literatur-  und  Kirchengeschichte  des  Mittelalters"  II,  pá- 
ginas 202-203  y  241-248. 


-  :7  - 


Aquino,  así  como  otro  Comentario  del  franciscano  Otto  Rigaldi.  A  me- 
diados del  siglo  xiii,  en  la  Escuela  de  Artes  del  convento,  se  leían,  ade- 
más de  la  lógica  vetus  y  nova,  comentarios  modernísimos  a  la  lógica 
como  el  del  maestro  oxoniense  Roberto  Grosseteste,  los  libri  naturales 
aristotélicos  y  la  Summa  de  anima  de  Alberto  Magno.  Bastan  estos  po- 
cos datos  para  convencerse  de  que  el  nivel  de  las  enseñanzas  on  la  jo- 
ven fundación  barcelonesa  no  desdecía  del  de  las  mejores  instituciones 
escolares  europeas.  Ni  eran  olvidadas  las  producciones  de  la  escolásr 
tica  anterior;  juntamente  con  las  lecciones  teológicas  de  Alberto  Mag- 
no, Arnaldo  de  Sagarra  adquirió  un  volumen  en  el  que  estaban  transcri- 
tas de  los  textos  originales  obras  de  San  Juan  Damasceno,  de  San  Ansel- 
mo, del  Pseudo  Dionisio  Aeropagita  y  de  otros  autores  (et  quaedam 
alia).  En  la  segunda  mitad  del  siglo  xiii  fueron  divulgadas  en  Bar- 
celona la  Summa  contra  Gentes  y  la  Summa  Theologica,  con  alguna 
otra  obra  de  Santo  Tomás  de  Aquino.  En  'manos  de  los  frailes  del  con- 
vento corrían  asimismo  en  este  siglo  o  en  el  siguiente  algunos  extracT 
tos,  apostillas  y  comentarios  anónimos  al  Libro  de  las  Sentencias,  un 
libro  intitulado  Pharetra,  atribuido  a  San  Buenaventura;  las  Historias 
Escolásticas,  de  Pierre  le  Mangeur,  y  las  Praelectiones  in  librum  Sa~ 
pientiae,  del  dominico  inglés  Roberto  Holkot  (18).  Como  vemos,  en  la 
enseñanza  de  los  Predicadores  de  Santa  Catalina  el  fondo  tradicional 
de  obras  patrísticas  había  sido  reemplazado  por  las  producciones  anti- 
guas y  recientes  de  la  Escolástica. 

Las  noticias  de  este  convento  barcelonés  resultan  tanto  más  valio- 
sas cuanto  que  de  los  demás  conventos  español  es  desconocemos  en  ab- 
soluto la  historia  de  su  biblioteca  en  ¡los  siglos  medios,  como  ocurre  con 
eÜ  convento  franciscano  de  San  Nicolás,  o  poseemos  a  lo  sumo  datos 
muy  fragmentarios,  como  es  el  caso  de  la  mayoría.  Igual  lamentación 
hacemos  extensiva  a  las  bibliotecas  de  nuestras  Universidades  medie- 
vales, como  Salamanca,  Valladolid  y  Lérida,  y  de  los  Colegios  que  les 
estuvieron  incorporados,  como  el  Colegio  Viejo  de  San  Bartolomé  Ma- 
yor, en  Salamanca,  o  el  Colegio  de  Santa  Cruz,  en  Valladolid,  cuyos 
tesoros  bibliográficos  antiguos  fueron  pasto^  de  las  llaímas  o  han  sufri- 
do irreparable  dispersión  a  consecueniciá  de  desastres  bélicos  y  de  ca- 
lamidades políticas.  De  alguna  de  estas  bibliotecas  empieza  a  clarearse 
su  historia  a  partir  del  siglo  xv,  cuando  las  novedades  renacentistas 
afluían  ya  a  España.  Así  la  Universidad  de  Salamanca,  a  la  que  el  Papa 


(18)  Douais:  Les  assignations  des  livres  aux  reügieux  du  couvent  des  Fréres  Pré- 
cheurs  de  Barcelone.  Toulouse,  1803. 


-  78  - 


Benedicto  XIII  ordenaba  en  141 1  la  adquisición  de  las  obras  de  San- 
to Tomás,  de  San  Buenaventura  y  de  los  teólogos  más  recientes,  cons- 
tituyó a  fines  de  dicho  siglo  un  fondo  importantísimo  de  obras  clásicas, 
de  autores  griegos  y  latinos;  más  de  600  adquirió  de  un  solo  golpe  el 
año  1497  por  donación  del  canónigo  toledano  Alonso  Ortiz.  A  este  fon- 
do renacentista  hay  que  añadir  unas  pocas  versiones  e  imitaciones  de 
obras  clásicas  en  romance  castellano  que  iban  ingresando  paralelamen- 
te, como  la  versión  de  Séneca  por  D.  Alonso  de  Cartagena  o  la  anó- 
nima de  San  Gregorio  o  el  Libro  de  las  virtuosas  e  claras  mugeres,  de 
D.  Alvaro  de  Luna  (19).  En  cambio,  en  el  fondo  antiguo  de  obras  do- 
nadas al  Colegio  Viejo  de  San  Bartolomé  Mayor,  de  Salamanca  (20), 
preponderaban  las  de  contenido  teológico  y  filosófico,  al  igual  que  en  las 
bibliotecas  conventuales. 

6.  Mientras  las  bibliotecas  monásticas  y  catedralicias,  por  un  lado, 
y  las  universitarias  y  conventuales,  por  otro,  acogían  de  (preferencia  las 
obras  pertenecientes  a  la  cultura  eclesiástico-latina,  tanto  en  su  caudal 
patrístico  y  teológico  como  en  el  meramente  filosófico,  se  mostraban  por 
lo  común  impermeables  a  las  manifestaciones  de  la  cultura  oriental  y 
a  las  nuevas  producciones  en  romance,  que  lograron  introducirse  en  el 
ambiente  cultural  de  España  a  merced  de  la  iniciativa  individual.  De 
ahí  la  extraordinaria  importancia  que  para  el  conocimiento  de  la  lite- 
ratura nacional  y  de  las  influencias  orientales  reviste  el  estudio  de  las 
bibliotecas  formadas  por  particulares.  Por  lo  mismo,  es  de  lamentar 
vivamente  que  no  estemos  mejor  informados  de  la  biblioteca  de  un  per- 
sonaje central  en  la  cultura  castellana,  como  es  Alfonso  X  el  Sabio.  La 
reconstitución  intentada  por  Amador  de  los  Ríos  (21)  resulta  insufi- 
ciente, porque  se  basa  en  el  análisis  de  las  fuentes  literarias  de  las  obras, 
sin  distinguir  entre  las  citadas  por  manejo  directo  y  las  de  referencia 
a  través  de  otras ;  en  igual  defecto  incurren  los  demás  ensayos  hechos 
hasta  ahora.  De  todos  modos,  cabe  admitir  que  Alfonso  el  Sabio  po- 
seyó una  vasta  cultura  patrística  y  que  por  'lectura  directa  o  por  citas 
conoció  San  Isidoro,  Beda,  Rábano  Mauro,  San  Jerónimo,  Orígenes, 
San  Agustín  y  otros  Santos  Padres.  Menciona  también  la  obra  capital 
de  Pedro  Lombardo.  Además  de  la  Biblia  y  del  Corán,  conoció  la  Mish- 
na,  la  Cábala  y  el  Talmud,  junto  con  algunas  obras  de  exégesis  de  loá 
libros  sagrados  árabes  y  rabínicos.  De  lo  dicho  anteriormente  (22)  se 

(19)  Beer,  obra  citada,  págs.  420-426. 

(20)  Gottlieb:  Vber  die  mittehUerlicke  Bibliotheken,  Leipzig,  1890,  págs.  267-273. 

(21)  Beer,  obra  citada,  págs.  28-30. 

(22)  Véase  el  capítulo  anterior,  §  I,  n.°  p. 


—  79 

colige,  además,  con  visos  de  gran  verosimilitud,  que  estuvo  bastante  bien 
informado  en  la  literatura  ididáctico-moral  y  política,  así  la  divulgada 
desde  los  centros  eclesiásticos  europeos  como  la  asimilada  de  fuentes 
orientales.  El  acoplamiento  de  datos  tan  dispersos  ayuda,  si  no  a  reha- 
cer, por  lo  menos  a  sugerir  los  principales  fondos  de  manuscritos  que 
el  Rey  Sabio  tuvo  a  su  disposición. 

Ya  que  no  podamos  conocer  de  fuente  segura  la  biblioteca  de  uso 
personal  del  Rey  Sabio,  por  lo  menos  nos  ha  sido  conservado  él  inven- 
tario de  líos  libros  de  un  contemporáneo  suyo  que  mantuvo  con  él  rela- 
ciones científicas,  el  canónigo  toledano  Gonzalo  Palomeque,  que  mu- 
rió obispo  de  Cuenca  (23).  En  1273  poseía  este  clérigo  la  respetable 
cantidad  de  42  códices,  que  en  un  examen  superficial  de  los  títulos  se 
deja  repartir  en  tres  fondos:  uno  de  contenido  jurídico,  que  abarca  los 
primeros  doce  números ;  otro  de  carácter  clásico,  relacionado  con  el  ci- 
clo de  las  artes  liberales,  que  incluye  obras  de  Lucano,  Plinio,  el  De 
Officiis  de  Cicerón,  con  otras  obras  retóricas  suyas,  unas  glosas  de  re- 
tórica y  filosofía,  un  "libro  de  Platón  con  glosa",  un  volumen  con  obras 
de  Boecio,  Macrobio,  Platón  y  Marciano  Capella,  los  "libros  de  Casio- 
doro",  etc. ;  y  finalmente,  un  tercero,  científico-teológico,  de  extraordi- 
naria originalidad,  que  en  algunos  aspectos  se  continúa  con  el  anterior, 
y  en  d  que  figuran  obras  como  las  siguientes:  un  Avicena,  Aristóteles 
De  Naturalibus,  un  libro  en  arábigo  con  figuras  y  puntos  ejecutados  en 
oro,  un  volumen  con  las  obras  del  Pseudo-Dionisio  y  de  Maimónides 
(Rabi  Moysen),  la  obra  atribuida  a  Hermes  Trismegisto,  la  Etica  a  Ni- 
cómaco  (por  error  dice  "Aritmética"),  trasladada  de  nuevo;  el  Exem- 
plario,  en  romance,  trasladado  asiimismo  de  nuevo,  con  cuatro  cuader- 
nos de  un  escrito  de  Alí  Abenragel ;  un  volumen  con  el  "cómpoto  al- 
gorismo  et  espera" ;  el  De  planctu  naturae,  de  Alain  de  Lille,  con  obras 
del  neoplatónico  francés  Bernardo  Silvestre;  otra  obra  en  verso  dé 
Alain  de  Lille;  otro  volumen  misceláneo,  con  obras  de  Alfagrano  (Al 
Fergani),  Teodosio,  Anaricio  (?),  Mileo  y  libros  de  geometría;  unos 
comentarios  a  los  Ultimos  Analíticos,  junto  con  unas  glosas  a  Eucli- 
des;  "37  quadernos  de  la  obra  de  fr.  Alberto  sobre  los  libros  de  natu- 
ralibus, sobre  el  libro  fisicorum,  et  de  generatione  et  de  corruptione,  et 
de  meteoris,  et  de  parte  mineralibus" ;  el  comentario  del  mismo  Alberto 
Magno  a  los  libros  de  meteoros  y  el  De  proprietatibus  elementorum,  to- 


(23)  Publicado  por  Martínez  Marina  en  su  Ensayo  kistórico-crítico  de  la  legislación 
española,  Madrid,  1834,  en  la  nota  al  núm.  12  de  la  Introducción.  Reproducido  por 
Beer,  obra  citada,  págs.  i47-i4Q. 


—  So  — 


dos  los  comentarios  de  Averroes,  a  excepción  de  unos  pocos,  "et  es  el 
primer  original  escripto  de  la  mano  del  trasladado r" ;  7  cuadernos  del 
libro  De  animalibus,  "escriptos  de  la  mano  del  traslador" ;  el  Almages- 
to,  con  las  Tablas  de  Astronomía  de  Abenzait,  y  un  libro  de  física  de 
aves.  Para  ponderar  la  importancia  de  este  inventario  bastará  decir  que 
su  conocimiento  contribuye  a  precisar  la  .fecha  de  algunas  versiones 
arábigo-latinas  de  Aristóteles,  la  de  la  divulgación  en  Occidente  del  co- 
mentario completo  de  Averroes  y  la  de  la  penetración  en  Toledo  de  al- 
gunas obras  neoplatónicas  y  peripatéticas. 

7.  Excepcional  para  su  tiempo  es  la  biblioteca  reunida  por  Arnal- 
do de  Vilanova,  en  cuyo  inventario  del  año  1318,  aun  descontados  los 
cuadernos  en  blanco,  enseres  y  demás  cosas  muebles  incluidas,  los  ma- 
nuscritos rebasan  sobradamente  el  par  de  centenares  (24).  Claro  está 
que  habrían  de  ser  descartados  asimismo  los  copiosos  volúmenes  en  los 
que  se  contienen  obras  del  famoso  médico  catalán,  si  el  conocimiento 
de  talles  escritos  no  ofreciese  ya  un  interés  considerable  para  la  histo- 
ria de  la  cultura  teológica.  En  efecto,  Arnaldo  fué,  además  de  un  gran 
científico,  un  teólogo  reformador  eme  influyó  enormemente  en  las  ideas 
religiosas  de  su  época,  según  han  revelado  los  modernos  estudios  de 
Menéndez  Pelayo,  Finke,  Diepgen  y  R.  de  Alós  (25).  Pero  nadie,  que 
sepamos,  ha  señalado  todavía  el  extraordinario  valor  que  para  la  re- 
constitución del  corpus  de  sus  escritos,  y  an  especial  de  Hos  teológicos, 
reviste  un  estudio  analítico  del  inventario  levantado  a  su  fallecimiento, 
en  el  que  los  testamentarios  anotaron  un  crecido  número  de  escritos 
arnaldianos,  consignados  unos  explícitamente  p.  su  nombre  y  otros  sin 
declararlo,  citados  unos  por  el  rótulo,  otros  por  el  incipit  y  otros  sin 
designación  precisa  del  título  ni  de  las  palabras  iniciales.  Los  hay  en 
latín  y  en  catalán,  de  teología  y  de  medicina,  muchos  conocidos  y  al- 
gunos ignorados.  Entre  los  conocidos  están  eíl  Régimen  sanitatis,  los 
Aphorismi,  unos  comentarios  a  Hipócrates,  el  De  regimine  castra  se- 
quentium,  el  Compendium  regimentl  acutorum,  el  Alphabetum  catholi- 
corum,  el  Tractatus  de  prudentia  catholicorum  scholarium,  el  comenta- 
rio al  Apocalipsis  y  la  interpretación  de  ciertos  ensueños.  Entre  los  es- 


(24)  Roque  Chabás:  Inventario  de  los  libros,  ropas  y  demás  efectos  de  Arnaldo  de 
Villanueva,  en  "Revista  de  Archivos,  Bibliotecas  y  Museos",  IX,  1903,  págs.'  180  y  s^tes. 
Un  minucioso  análisis  de  este  inventario  ha  sido  publicado  por  Joaquín  Carreras  y 
Artau:  La  llibreria  d'Arnau  de  Vilanova,  en  "Miscellánia  Finke",  Analecta  Sacra  Tarra- 
conensia,  Barce^na,  1935,  págs.  63-84. 

(25)  Véase,  más  adelante,  la  nota  1  al  capítulo  V,  que  versa  sobre  Arnaldo  de 
Vilarova. 


-  Si  — 


critos  perdidos,  y  aun  desconocidos,  de  Arnaldo  figuran  un  tratado  De 
institutione  medicorum,  el  Speculum  medicinae,  el  texto  latino  del  Rao- 
nament  d'Avinyó,  el  texto  catalán  de  los  opúsculos  De  charitaie,  De 
eleemosyna  et  sacrificio  y  De  adventu  Antichristi,  la  lección  de  Cata- 
nia,  una  lectio  almerie  que  se  cita  hasta  tres  veces,  una  Regula  confra- 
trie  y  un  opúsculo  Filii  ismel  en  romance,  un  liber  den  Estorgat,  que 
se  cita  dos  veces  y  estaba  también  en  catalán,  y  un  opúsculo  innomina- 
do de  carácter  y  asunto  similar  al  De  charitate.  Estos  originales  apare- 
cen mezclados  con  los  testamentos,  notas  de  compra  o  venta,  instrumen- 
tos notariales  y  otros  documentos  de  indudable  valor  para  la  biografía 
de  ArnaMo.  Figuran,  además,  en  ei  inventario  escritos  alusivos  a  su- 
cesos religiosos  contemporáneos,  en  los  que  Arnaldo  hubo  de  interve- 
nir o  sobre  los  que  debió  opinar,  como  la  Responsio  quaestionis  catho- 
licae  ad  cives  Barchinone  o  los  dos  cuadernos  sobre  ciertos  hechos  acae- 
cidos a  presencia  dél  rey  de  Aragón  y  del  obispo  de  Barcelona,  o  el 
documento  notarial  devado  al  Papa  Clemente  V,  y  asimismo  reporta- 
jes de  obras,  cartas,  cuentas  y  actas  de  gestiones  hechas  por  o  para  ami- 
gos suyos,  como  el  canónigo  de  Digne  Jaime  Blanch,  Benito  Acenuy  y 
Pedro  ¡de  Montmeló,  y  el  folleto  de  su  impugnador  Fr.  Martín  de  Ateca. 

Aun  prescindiendo  de  los  escritos  originales  de  Arnaldo  o  referen- 
tes a  su  persona,  el  inventario  contiene  interés  sobrado  para  que  llaga- 
mos extensivo  ¡nuestro  examen  a  sus  restantes  fondos.  Sorprende  en 
seguida  la  mención  de  cuatro  códices  griegos,  el  más  importante  fondo 
<le  esta  clase  de  que  hay  noticia  en  España  hasta  el  siglo  xiv;  se  trata 
de  textos  escriturísticos :  dos  ejemplares  'del  psatlterio  y  uno  con  los  cua- 
tro Evangelios,  más  otro  de  contenÜdo  indeterminado.  También  son  es- 
criturísticos cuatro  códices  hebreos.  En  cambio,  ocho  códices  árabes 
-que  los  autores  del  inventario  no  supieron  rotular  deben  ser  puestos 
más  bien  en  la  cuenta  deil  fondo  científico.  Los  restantes  manuscritos 
son  todos  latinos,  pues  los  pocos  que  constan  redactados  en  romance 
probablemente  contienen  obras  originales  de  Arnaldo.  Ese  fondo  latino 
se  desdobla  a  su  vez  en  dos  grupos  de  obras  procedentes,  respectiva- 
mente, de  la  cultura  ecHesiástico-europea  y  Ide  la  científico-oriental.  El 
primer  grupo  resulta  integrado  casi  en  totalidad  por  obras  bíblicas  y 
teológicas;  las  artes  liberales  tienen  una  exigua  representación  en  un 
cuaderno  de  música,  en  un  libro  al  parecer  de  filosofía,  en  otro  :.ntitu- 
lado  Philosophorum,  en  los  textos  aristotélicos  de  la  Etica  y  de  la  Me- 
tafísica, en  una  obra  de  Rábano  Mauro  y  quién  sabe  si  en  unas  glosas 
a  Boecio.  Abundan  los  textos  escriturísticos  con  o  sin  exégesis,  glosas, 
comentarios,  apostillas  y  concordancias  de  varios  autores.  En  cambio, 


6 


—  82  — 


las  literaturas  patrística  y  teológica  se  hallan  escasamente  representa- 
das: aquélla,  en  un  códice  con  las  obras  de  San  Metodio  y  tres  más 
con  el  De  Consolatione  y  el  De  Trinitate,  de  Boecio ;  ésta,  en  una  obra 
de  Ramón  Lull,  el  texto  de  Pedro  Lombardo,  una  Summa  y  otras  dos 
obras  de  Tomás  de  Aquino,  con  una  tabla  para  el  manejo  de  aquélla ; 
varios  escritos  de  Alain  de  Lille,  ¡la  obra  polémica  de  Guillermo  de 
Saint-Amour  y  la  Summa  de  Paenitentia,  de  San  Ramón  de  Peña- 
fort.  En  compensación,  aparecen  en  este  fondo  eclesiástico  dos  núcleos 
muy  originales  e  interesantes,  el  primero  de  los  cuales  guarda  relación 
con  la  controversia  de  los  "espirituales"  que  se  agitaba  a  la  sazón  en 
el  seno  de  la  Orden  franciscana,  y  comprende  la  Regla  de  San  Fran- 
cisco y  una  serie  de  escritos  bonaventurianos,  como  el  Itinerarium,  el 
Centiloquium,  la  Apología  pauperum,  con  otros  'dos  opúsculos  sobre  la 
pobreza,  unas  cartas  quae  diriguntur  diversis  fratribus,  otra  cum  re- 
conventione  fratris  P.  y  otra  quod  Christas  non  fuit  calciatus.  Pero  el 
núcleo  más  copioso  y  característico  está  formado  por  los  escritos  esca- 
tológicos,  apocalípticos  y  proféticos  contenidos  en  unos  quince  a  veinte 
códices,  cuya  lista  es  como  sigue :  Cirillus,  Cirillum  cum  expositione, 
Cirillus  cum  glosa  Gilberti,  Expositiones  Cirilli  et  horoscopus,  Revela- 
tionum  Cirilli  et  aliorum  cum  glosa,  Epístola  Johachim,  Líber  concor- 
diae  Johachim,  un  volumen  de  diversas  revelaciones,  que  empieza  Do- 
mifti  totius;  otra  revelación,  tal  vez  escrita  por  A  maído ;  dos  ejempla- 
res de  un  libro  rotulado  Malleus,  las  Parabolae  Salomonis,  una  Sybilla, 
un  libro  titulado  Sóror  angelí  y  otro  Concordia  tribuum  XII  cum  toti- 
dem  ecclesiis.  Huelga  subrayar  la  importancia,  tampoco  señalada  hasta 
ahora,  de  estos  dos  grupos  de  obras  existentes  en  la  biblioteca  de  Ar- 
naldo,  cuya  enumeración  aporta  valiosos  esclarecimientos  en  torno  a 
dos  literaturas  imperfectamente  conocidas  y  a  la  penetración  en  Cata- 
luña del  movimiento  de  los  "espirituales",  del  que  Amaldo  fué  cabal- 
mente uno  de  los  jefes  más  caracterizados. 

El  fondo  científico  de  la  biblioteca  de  Arnaldo  comprende  obras  de 
medicina  y  de  ciencia  natural.  Las  primeras  proceden  de  Salerno  y  de 
Montpellier  e  incluyen  traducciones  de  obras  auténticas  y  apócrifas  de 
Hipócrates  y  Galeno,  el  manual  de  cirugía  de  Teodorico,  el  Lilium  me- 
dicinae,  de  Bernardo  Gordon ;  el  De  urinis,  de  un  tal  Gil ;  el  Líber  se- 
cretorum  medicinae,  atribuido  al  rnoro  Razis;  tratados  de  oculística, 
dietética,  sobre  fiebres,  orinas,  enfermedades  agudas,  medicinas  senci- 
llas y  colecciones  de  aforismos.  La  literatura  científico-natural  abarca 
varios  tratados  pseudo-aristotélicos  íun  lapidario,  un  libro  De  plantis 
y  los  Secretos) ;  la  Sphoera  y  el  Computus,  del  obispo  inglés  Roberto 


-  83  - 


Grosseteste;  la  Perspectiva  communis,  de  Juan  Peckham ;  d  hermético 
Líber  lunae  y  obras  de  geometría,  agricultura,  cronología,  astróloga  y 
sobre  metales.  Ya  se  ve  cómo  en  el  inventario  de  esta  biblioteca  se  re- 
flejan fielmente  las  varias  tendencias  científicas  y  religiosas  que  inte- 
gran la  compleja  personalidad  intelectual  de  Arnaldo  de  Vilanova. 

8.    Bastante  parecido  guarda  con  Arnaldo  en  algunos  aspectos  un 
personaje  castellano,  aficionado  como  él  a  las  ciencias  naturales  y  a  la 
astrología,  que  poseyó  igualmente  el  griego,  el  hebreo  y  el  árabe  y,  por 
añadidura,  vivió  en  tiempos  de  renovación  del  clasicismo.  Nos  referi- 
mos a  D.  Enrique  de  Villena  (1384-1434),  hijo  del  infante  Don  Pedro 
de  Aragón  y  de  la  infanta  Doña  Juana  de  Castilla,  y  por  ende,  nieto 
de  reyes  por  ambas  líneas,  quien  llegó  a  reunir  una  colección  de  obras 
famosa  para  su  tiempo.  La  historia  (o  leyenda)  de  la  expurgación  y 
quema  parcial  de  su  biblioteca  que,  según  órdenes  del  rey  Don  Juan  II, 
llevó  a  cabo  su  confesor  Fray  Lope  de  Barrientes  al  fallecimiento  de 
D.  Enrique,  y  ha  quedado  atestiguada  por  varios  relatos,  demuestra  qué 
abismo  separaba  aún  a  principios  del  siglo  xv,  en  la  conciencia  espa- 
ñola, la  cultura  teológico-escolástica  y  la  científico-profana.  En  la  des- 
trucción de  tan  notable  biblioteca  perecieron  posiblemente  sus  inventa- 
rios, y  al  esfuerzo  de  un  erudito  contemporáneo,  D.  Emilio  Cotarelo, 
se  debe  que  conozcamos  hoy  en  buena  parte  el  contenido  de  aquélla  (26). 
La  reconstrucción  adolece,  sin  eimbargo,  dd  defecto  de  basarse  nada 
más  en  las  citas  de  obras  y  autores,  sin  distinguir  entre  las  de  primera 
y  las  de  segunda  mano.  Hecha  esta  salvedad,  cabe  afirmar  que  la  cul- 
tura de  D.  Enrique  de  Villena  se  extendía  a  la  literatura  patrística,  a 
la  científica,  tanto  oriental  como  europea,  y  a  la  clásico-renacentista,  con 
más  escasos  conocimientos  de  las  literaturas  nacional  y  teológica.  El 
caudal  patrístico  no  merece  detallarse,  porque  se  reduce  a  1as  consabi- 
das obras  de  San  Isidoro,  San  Jerónimo,  San  Agustín,  San  Gregorio 
el  Grande,  etc. ;  a  ellas  sumaremos  unas  pocas  obras  medievales  de  Ni- 
colás de  Lira,  San  Bernardo  y  Ramón  Lull.  El  saber  profano,  que  en- 
cuentra en  D.  Enrique  de  Villena  su  máximo  cultivador,  está  repre- 
sentado en  la  bibliografía  de  su  uso  «personal  por  los  siguientes  grupos 
de  obras  y  autores :  enciclopedistas  latinos  (San  Isidoro,  Rábano  Mau- 
ro, Casiano,  Casiodoro,  Boecio,  el  Anü-Claudianus  de  Alain  de  Lille, 
una  Suma  de  las  artes  mecánicas  atribuida  a  un  tal  Teófilo,  monje  ale- 
mán del  siglo  xii,  y  una  Imago  mundi  falsamente  atribuida  a  San  An- 
selmo) ;  científicos  árabes  (el  De  somno  et  vigilia,  de  Averroes ;  la  Pers- 


(26)    E.  Cotarelo:  Don  Enrique  de  Villena.  Madrid,  1896. 


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pectiva,  de  Alhacén ;  las  Diferencias,  de  Al  Fergani ;  el  Canon,  de  Avi- 
cena ;  el  Tratado  de  la  lepra,  de  Zaharagui,  y  una  obra  de  Alkendi) ; 
autores  judíos  (Aben-Ezra,  Aben  Oaxia,  los  Juicios  astrológicos  de  Aben 
Ragel,  Aben-Reduan,  Aben-Majerar,  Hasdai  Crescas,  Rabí  Aser,  Rabí 
Zag,  Rabí  Zaraya,  Rasech  Enoch,  el  libro  de  Raziel  y,  sobre  todo,  el  Rabí 
Moysén  de  Egipto,  o  sea  Maimónides) ;  versiones  latinas  medievales  de 
clásicos  griegos  y  originales  latinos  clásicos  (un  buen  número  de  obras 
auténticas  y  apócrifas  de  Aristóteles,  Galeno  e  Hipócrates,  el  De  sompno 
Scipionis,  de  Macrobio,  cuatro  obras  de  Tolomeo,  a  las  que  podrían 
añadirse  el  apócrifo  Hermes  y  una  traducción  de  Porfirio  por  Juan 
de  Sevilla) ;  producciones  originales  españolas,  en  latín  o  en  ro- 
mance (el  Lapidario  y  el  Libro  de  los  agüeros,  atribuidos  a  Alfonso  el 
Sabio ;  el  Contra  fortuna,  del  propio  D.  Enrique ;  un  Doctrinal,  de  Fray 
Ramón  de  Cornet ;  el  Libro  de  figuras  y  colores  retóricos,  de  Berenguer 
de  Noya ;  el  Libro  de  quinta  esencia,  de  Juan  de  Roca  — probablemente 
el  alquimista  Rocatallada — ;  tal  vez  el  De  cura  fascinationis,  de  un 
Maestro  Marsilio,  y  obras  de  Maestro  Ramón  — Lull —  y  de  Gil  de  Za- 
mora), y  producciones  científicas  de  autores  latinos  medievales  (siete 
obras  de  Alberto  Magno,  entre  las  auténticas  y  las  espúreas;  la  Suma 
de  las  artes,  del  inglés  Walter  Burleigh ;  la  Exposición  del  tratado  de 
la  esfera,  del  franciscano  oxoniense  John  Peckham ;  una  Abreviada  fi- 
losofía, de  Guillermo  de  Conches  — si  bien  equivoca  Guillermo  por 
Juan — ,  obras  médicas  del  salernitano  Platearius,  de  Gilberto  de  Ingla- 
terra y  de  Bernardo  Gordón,  el  De  proprietatibus  rerum  y  un  anónimo 
Turba  philosophorum  líber  (27),  una  obra  de  alquimia  muy  difundida 
en  la  Edad  Media).  Mencionaremos,  por  último,  el  fondo  de  obras  clá- 
sicas de  factura  renacentista,  en  el  que  figuran  obras  tan  importantes 
como  las  siguientes :  el  Fedón,  el  Timeo  y  la  República,  de  Platón ;  las 
glosas  al  Timeo,  de  Felipe  Elefante;  los  escritos  ciceronianos  De  na- 
tura deorum,  De  legibus,  De  Officiis,  De  Fasto,  De  Divinatione  y  Re- 
thorica;  la  obra  natural  de  Plinio,  algunas  versiones  latinas  de  Aristó- 
teles, y  las  tragedias,  él  De  remediis  fortunae,  el  De  beneficiis  y  la  Epís- 
tola ad  Lucillum,  de  Séneca.  También  está  la  Divina  Comedia,  de  Dan- 
te Alighieri,  una  de  las  obras  preferidas  de  D.  Enrique  de  Villena.  Los 
restos  de  tan  interesante  colección  han  ido  a  parar  a  la  Biblioteca  Na- 
cional de  Madrid. 


(27)  Julius  Ruska:  La  "Turba  Philosophorum",  una  obra  fundamental  de  la  Alqui- 
mia de  la  Edad  Media,  en  la  revista  "Investigación  y  Progreso",  Madrid,  IV,  1930,  nú- 
meros 7  y  8  (lo  da  como  una  versión  del  árabe). 


-  85  - 


g.  Si  queremos  contrastar  con  la  de  D.  Enrique  de  Villena  las  bi- 
bliotecas de  los  representantes  coetáneos  más  autorizados  de'l  saber  ecle- 
siástico, precisa  traer  a  colación  las  noticias  que  han  llegado  hasta  nos- 
otros sobre  la  de  algún  Papa  español,  como  Benedicto  XIII  (28)  o  Ca- 
lixto III,  o  sobre  la  que  acostumbró  a  usar  un  escritor  religioso  como 
Francisco  Eiximenis  (29).  Este,  por  el  voto  de  pobreza,  carecía  de  bi- 
blioteca propia;  pero,  a  su  fallecimiento,  la  comunidad  de  Valencia  se 
hizo  cargo  de  los  libros  de  su  uso  y  manejo  habitual  y  levantó  inven- 
tario, en  el  que  figuran,  aparte  de  algunos  escritos  propios  y  otros  aje- 
nos copiados  de  su  mano,  una  Lectura  super  tertium  sententiarum,  el  Co- 
mentario a  las  Sentencias  y  las  Quaestiones  de  Juan  Duns  Scot,  el  Co- 
mentario de  Enrique  de  Gante,  el  del  escotista  Petrus  de  Aquila  y  ser- 
monarios, apostillas,  colecciones  de  decretales,  etc.  Poseía,  además,  un 
libro  De  exemplis  y  otro  De  dictis  Senecae  et  aliis,  una  Tabula  philoso- 
phiae  y  unas  tablas  o  índices  de  otros  libros,  un  manual  de  lógica  que 
le  encontraron  en  el  convento  de  Gerona,  una  Lógica  venatoris  y  un  li- 
bro de  cuestiones  difíciles,  sin  contar  los  vocabularios,  libros  inno- 
minados y  los  demás  que  no  hacen  al  caso. 

La  biblioteca  del  castillo  de  Peñíscola  guarda  estrecha  relación  con 
la  particular  de  Pedro  de  Luna  y  la  papal  de  Aviñón.  Aquélla  constaba 
'de  196  volúmenes  en  el  motmento  de  ser  elevado  su  dueño  al  solio  pon- 
tificio; ésta  llegó  a  sumar  durante  su  pontificado  más  de  2.500  códices, 
cantidad  fabulosa  para  la  época.  Los  libros  privados  del  Papa  vertie- 
ron al  fondo  general  de  Aviñón,  de  donde  fueron  traídos  a  Peñíscola, 
cuando  Benedicto  XIII  se  instaló  allí,  bastante  más  de  un  millar  de  có- 
dices, que,  desgraciadamente,  a  su  muerte  sufrieron  una  tremenda  dis- 
persión. La  biblioteca  de  los  Pontífices  de  Aviñón  estaba  integrada  prin- 
cipalmente por  una  riquísima  colección  de  obras  de  los  Santos  Padres 
y  de  los  teólogos  medievales ;  solamente  de  Santo  Tomás  había  más  de 
100  manuscritos.  Benedicto  XIII,  uno  de  los  personajes  más  cultos  de 
su  tiempo,  inició  criterios  de  mayor  amplitud  que  los  tradieionálmente 
aplicados  para  el  enriquecimiento  de  la  biblioteca  papal ;  desde  su  pon- 
tificado, aparte  los  comentarios  a  las  Sentencias  o  a  los  textos  canóni- 

(28)  Pascual  Galindo  Romeo:  La  biblioteca  de  Benedicto  XIII  (Don  Pedro  de 
Luna).  Discurso  inaugural  en  la  Universidad.  Zaragoza,  1929. 

Véase,  asimismo,  la  obra  citada  de  Gottlieb,  págs.  231-232;  el  artículo  del  P.  Da- 
niel de  Molins  de  Rey:  La  biblioteca  papal  de  Penyiscola,  en  "Estudis  Franciscans", 
XXVIII  y  XXIX,  1922;  y  los  estudios  de  Fr.  Ehrle  sobre  el  citado  Papa,  publicados 
en  el  "Archiv  für  Litteratur-  und  Kirchengeschichte  des  Mittelalters",  vols.  V,  VI  y  VII. 

(29)  J.  Sanchís  Sivera:  Bibiologia  valenciana  medieval,  en  "Anales  del  Centro  de 
Cultura  Valenciana",  III,  1930,  págs.  86  y  sgtes. 


-  86 


eos,  empezaron  a  ingresar  obras  de  muy  distinto  carácter.  A  través  de 
las  nuevas  adquisiciones  se  hacen  patentes  tres  tendencias  personales 
de  Pedro  de  Luna:  la  afición  a  las  polémicas  antijudaicas,  el  amor  a 
los  clásicos  latinos  y  el  interés  por  el  conocimiento  de  la  naturaleza. 
Esta  última  tendencia,  aun  chocante  en  los  medios  eclesiásticos  de  su 
tiempo,  le  valió  ser  tachado  de  mágico  y  nigromante  por  los  partícipes 
del  Concilio  de  Pisa.  También  "merece  ponerse  de  relieve  el  especial 
cuidado  que  D.  Pedro  de  Luna  tenía  en  coleccionar  los  mejores  libros 
relativos  a  los  judíos;  en  el  inventario  de  su  biblioteca  privada  apare- 
cen diez  obras  relativas  a  los  errores  de  éstos,  debidas  a  Fr.  Bernardo 
Oliver,  San  Isidoro,  Pedro  Alfonso,  Raimundo  Martín  y  a  otros  dos 
autores,  cuyos  nombres  no  se  consignan.  De  sumo  interés  es  que  el 
cardenal  de  Aragón  poseyera  en  lengua  vulgar  no  sólo  obras  como  el 
Mostrador  de  iustitia  contra  lúdeos  y  De  escolia  Jacob  contra  lúdeos, 
sino  también  el  mismo  Pedro  Alfonso,  cuyos  Diálogos  por  ahora  ya  no 
los  conocemos,  sino  tan  sólo  en  latín"  (30).  En  la  biblioteca  traída  de 
Aviñón,  Benedicto  XIII  "parece  haber  eliminado  un  número  de  obras 
que  llenaban  la  de  Urbano  V,  principalmente  de  explicación  bíblica  y 
de  filosofía  escolástica;  los  manuscritos  de  Santo  Tomás,  que  en  la  pri- 
mera llegaban  a  un  centenar,  quedan  reducidos  a  una  docena.  Comple- 
ta, o  más  bien  completada,  se  acrecentó  con  tratados  de  apologética  y 
de  teología  y,  en  proporciones  que  llaman  la  atención,  con  obras  de 
ciencias  naturales  y  de  literatura.  Veintitrés  libros  de  medicina,  quince 
de  astronomía  o  de  astrología,  47  de  historia,  donde  las  crónicas  gene- 
rales de  los  papas,  de  los  emperadores  y  de  los  reyes  se  mezclan  a  las 
crónicas  especiales  y  locales,  a  las  narraciones  de  los  viajes  a  Oriente... 
A  los  nombres  de  Cicerón,  de  Séneca,  de  Plinio,  de  Vegecio,  de  Vale- 
rio Máximo,  de  Boecio,  etc.,  cuyos  manuscritos  poseía  ya  Urbano  V, 
las  letras  antiguas  añaden  Homero  en  latín,  Plauto,  Terencio,  Catón  él 
Censor,  Horacio,  Ovidio,  Virgilio  y  Servio,  Lucano,  Estacio,  Quintilia- 
no,  Aulo  Gelio,  Apuleyo...;  y  en  cuanto  a  los  primeros,  el  número  de 
sus  manuscritos  está  muy  aumentado:  hay  11  de  Cicerón,  14  de  Séne- 
ca, aun  sin  contar  las  tablas,  extractos  y  moralidades  derivadas  de  ta- 
les obras.  Petrarca  figura  con  16  volúmenes  de  sus  escritos...,  cartas, 
diálogos,  poemas  de  Africa  y  églogas,  los  tratados...  de  Bocaccio,  las 
fórmulas  filosóficas  de  CoÜuccio  Salutati  contra  la  fortuna  y  la  cólera, 
y...  un  libro  escrito  in  vidgari  ytalico,  la  Divina  Comedia..."  (31).  "Si 


(30)  Galindo,  obra  citada,  pág.  18. 

(31)  Idem,  ibid.,  págs.  15-16. 


-Si- 


se hace  un  estudio  comparado  de  los  códices  y  obras  que  la  bibliotdca 
de  Benedicto  poseía,  correspondientes  a  autores  latinos,  se  nota  en  se 
guida  que  es  Séneca  el  que  figura  con  mayor  número  de  códices,  ya 
comprendan  éstos  tan  sólo  el  texto  del  filósofo,  ya  — !lo  que  es  muy  fre- 
cuente—  comentarios  del  mismo  o  extractos  florilegios  formados  con 
sus  ideas  o  con  sus  frases.  Por  ello  no  nos  ha  de  extrañar  que  en  la 
obra  más  personal  de  Benedicto,  en  la  que  éste  escribió,  retirado  y  aban- 
donado en  Peñíscola,  sea  Séneca  el  autor  favorito,  el  que  le  ha  pres- 
tado mayor  número  de  ideas  y  aun  sentencias  literales..."  /32)-  Si  en 
el  ambiente  'cultural  hispano  Pedro  de  Luna  "fué  el  más  profundo  se- 
nequista  de  'la  Edad  Media  y  de  los  albores  del  Renacimiento"  (33),  en 
la  cultural  general  europea  no  se  le  puede  regatear  di  mérito  de  haber 
sido  el  primero  de  los  Papas  renacentistas. 

10.  El  siglo  xv  se  caracteriza  por  el  extraordinario  fervor  biblio- 
gráfico que  se  apodera  de  las  capas  más  elevadas  (de  la  sociedad  espa- 
ñola, como  en  general  de  la  europea.  Al  humanizarse  las  costumbres, 
los  magnates  tienen  a  gala  alternar  el  ejercicio  de  las  armas  con  el  de 
las  letras  y  convertir  sus  palacios  en  lugares  de  recrealción  literaria,  a 
donde  son  convocados  sabios  v  eruditos  y  afluyen  .bellas  colecciones  de 
libros.  En  la  Confederación  catalano-aragonesa  ese  tmecenaje  cultural 
lo  ha  ejercido  principalmente  la  Casa  reinante  de  Aragón,  mientras  en 
el  resto  de  la  Península  ,han  sido  algunos  nobles  castellanos  los  más 
desinteresados  protectores  del  saber.  Las  bibliotecas  de  esos  proceres 
acogen  con  delectación  dos  corrientes  de  la  cultura  profana,  que  sólo 
excepcionalmente  se  filtran  en  las  bibliotecas  de  eclesiásticos,  y  son : 
las  producciones  romanceadas  y  los  nuevos  textos  de  los  clásicos  lati- 
nos y  griegos  divulgados  desde  Italia  con  sus  adaptaciones  e  imitacio- 
nes de  todas  .suertes. 

Una  magnífica  muestra  de  este  tipo  de  bibliotecas  renacentistas  llegó 
a  ser  la  de  la  Casa  real  aragonesa,  cuyos  orígenes  se  pierden  muy  aden- 
tro del  siglo  xiv,  y  cuya  organización  parece  en  gran  parte  debida  a 
iniciativa  del  rey  Pedro  IV.  Estaba  instalada  en  el  Palacio  Mayor  de 
Barcelona,  y  en  d  reinado  de  Martín  I  constaba  de  unos  300  códices, 
sin  contar  ,los  devocionarios  y  libros  litúrgicos  guardados  en  la  capi- 
lla (34).  Los  libros  latinos  constituían  entonces  el  fondo  más  copioso; 
pero  ya  el  fondo  catalán  empezaba  a  tomar  relieve  por  el  número  de 

(32)  Idem,  ibid.,  pág.  41. 

(33)  Idem,  ibid.,  pág.  42. 

(34)  J.  Massó  Torrente:  Inventan  deis  bens  mobles  del  Rey  Martí  d'Aragó,  en 
"Revue  Hispanique",  vol.  XII,  págs.  413-500. 


-  88  — 


los  códices  y  la  calidad  de  .las  obras,  en  su  mayoría  versiones  del  latín 
o  del  árabe,  como  los  Diálogos  de  San  Gregorio,  el  pseudo-aristotó'lico 
Secret  deis  Secrets,  los  Dits  de  savis,  el  Regimeni  de  princeps,  la  Suma 
de  filosofía  del  Victorino  Guillermo  de  Conches  y  algunas  obras  de  cien- 
cia y  superstición;  las  Tablas  Alfonsíes,  el  apócrifo  Hermes,  el  Luci- 
dario,  el  Arte  de  Geomancia,  una  Suma  de  Astrología,  una  obra  de 
Alí  ben  Ragél,  tratados  de  medicina  e  higiene,  etc.  El  cre'ciente  apre- 
cio que  las  literaturas  en  vulgar  iban  conquistando  entre  las  capa:s  cul- 
tas se  revela  en  el  hecho  de  que  junto  a  las  obras  en  el  romance  nacio- 
nal aparecen  en  las  bibliotecas  reales  y  nobiliarias  del  siglo  xv  otras  es- 
critas en  los  demás  idiomas  neolatinos.  Así,  en  el  inventario  de  los  li- 
bros de  Martín  el  Humano,  además  de  las  citadas  obras  catalanas,  ñgu- 
ran  seis  castellanas,  once  francesas  y  dos  sicilianas.  Entre  estas  últimas 
hay  un  ejemplar  de  las  Epístolas  de  Séneca,  que,  por  tanto,  en  1410 
habían  llegado  ya  a  la  península  en  la  versión  siciliana.  El  fondo  cas- 
tellano comprende  dos  ejemplares  de  un  libro  titulado  deis  gentils,  que 
parece  referirse  asimismo  a  Séneca ;  el  libro  anteriormente  citado  sobre 
Mahoma,  una  traducción  del  Valerio  Máximo,  un  texto  De  Philosophia 
y  un  libro  intitulado  den  Consell.  El  fondo  francés  tiene  más  impor- 
tancia; además  de  tratados  de  astronomía,  enciclopedia  y  artes  libera- 
les, entre  ellos  el  Tesoro,  de  Brunetto  Latini,  incluye  la  versión  de  la 
Doctrina  pueril,  de  R.  Lull ;  la  de  la  Ymago  mundi,  la  del  Regimiento 
de  Príncipes  y  obras  aristotélicas.  Como  detalle  curioso  citaremos  que  en 
esta  biblioteca  real  había  un  solo  códice  hebreo  con  la  versión  de  una 
obra  de  Maimónides.  El  caudal  latino  lo  integraban  principalmente 
obras  de  astronomía  y  astrología,  con  alguna  otra  de  alquimia  y  geo- 
mancia, a  las  que  el  ^temperamento  supersticioso  del  rey  le  inclinaba  en 
gran  manera ;  a  ellas  debe  añadirse  un  buen  número  de  obras  de  asun- 
to político  de  las  más  divulgadas  en  aquel  tiempo.  Los  fondos  de  las 
demás  materias  escaseaban :  había  unos  cuantos  códices  de  medicina, 
otros  enciclopédicos  y  de  formación  humanista,  varios  textos  lulianos, 
una  media  docena  de  libros  de  filosofía  y  pocos  más  de  Santos  Padres 
y  de  teólogos.  Entre  los  manuscritos  más  dignos  de  mención  están :  los 
aristotélicos  Ethicorum,  De  problematibus  y  De  corruptione,  el  comen- 
tario de  Santo  Tomás  al  Physicorum,  el  comentario  de  Tomás  Angli- 
cus,  los  Soliloquios  de  San  Agustín,  eil  De  consolatione  de  Boecio,  la 
escatológica  Revelatio  beati  Sirilli  y  algunos  tratados  de  Séneca.  Como 
vemos,  con  las  producciones  medievales  se  mezclan  algunas  tempranas 
muestras  de  carácter  renacentista. 

A  «la  muerte  del  rey  Don  Martín  cuidó  amorosamente  la  biblioteca 


~  89  - 


real  no  su  inmediato  sucesor  Fernando  de  Antequera,  sino  el  primo- 
génito de  éste:  Alfonso.  En  un  inventario  de  sus  bienes  muebles,  co- 
menzado en  noviembre  de  1413,  cuando  era  todavía  príncipe  .heredero, 
y  continuado  con  anotaciones  ulteriores  hasta  1424  (35),  figuran  varias 
adquisiciones  de  libros  catalanes,  castellanos,  franceses  y  latinos,  entre 
ellos  un  Boecio,  De  .consolatione  y  un  Regimiento  de  los  príncipes  en 
versión  francesa,  los  Dichos  de  los  Savios  y  Del  governamento  de  los 
príncipes,  en  texto  castellano.  El  futuro  monarca  proseguía,  pues,  la 
tradición  literaria  del  rey  Martín  el  Humano.  Elevado  al  trono,  no  sólo 
intensificó  sus  adquisiciones  de  manuscritos,  de  las  que  nos  han  que- 
dado abundantes  documentos  (36),  sino  que,  además,  desplegó  una  ac- 
ción pública  de  protección  a  ,los  -tesoros  bibliográficos.  En  18  de  enero 
de  1416,  hallándose  en  Valencia,  estableció  una  ordenanza  prohibiendo 
ia  extracción  de  libros  dell  reino,  y  diez  años  después,  por  otra  pragmá- 
tica dada  también  en  Valencia,  recordó  y  aun  reforzó  la  prohibición  (37). 
Durante  los  primeros  años  de  su  reinado  ingresaron  en  la  bibliote- 
ca real,  entre  otros  manuscritos,  los  siguientes :  el  textb  original  y  la 
versión  francesa  de  La  Ciudad  de  Dios,  las  versiones  francesa  y  catalana 
del  De  consolatione,  la  obra  política  de  Gül  de  Colonna  en  sus  textos 
latino,  francés  y  catalán,  el  texto  original  y  versión  castellana  de  Los 
Diálogos  de  San  Gregorio,  Jos  Dichos  de  los  Sabios  y  el  libro  compues- 
to (o  atribuido)  por  Fernando  el  Santo  para  su  hijo,  obras  de  Eiximenis 
en  vulgar,  el  texto  castellano  del  libro  de  R.  Lull  Reglas  de  la  Orden  de 
cavalleria,  el  Libro  de  los  siete  sabios,  en  francés,  las  obras  de  Santo 
Tomás,  una  Lectura  de  summa  theologiae,  algunas  obras  más  de  ca- 
rácter eclesiástico,  un  texto  en  romance  de  las  Epístolas  de  Séneca  y 
un  lote  de  [libros  hebraicos  (38). 

Al  trasladarse  Alfonso  V  a  Italia  se  contagió  intensamente  del  fer- 
vor renacentista,  y  en  su  corte  de  Nápoles  fundó  una  segunda  biblioteca 
real  que  acabó  de  cimentar  su  fama  de  magnificente.  En  ella  dió  ca- 
bida, en  amplia  medida,  a  las  nuevas  producciones  que  iban  apareciendo 
en  la  literatura  italiana,  en  especial!  a  los  textos  de  clásicos  ílatinos  y  a 


(35)  E.  González  Hurtebise:  Inventario  de  los  bienes  muebles  de  Alfonso  V  de  Ara- 
gón como  Infante  y  como  Rey,  en  "Anuari  de  PInstitut  d'Estudis  Catalans",  Barcelona, 
1907,  págs.  148-188;  la  relación  de  los  manuscritos  se  hallará  en  las  págs.  182-185. 

(36)  R.  d'Alós:  Documenti  per  la  storia  delta  biblioteca  di  Alfonso  il  Magnánimo, 
en  "Miscellánea  Fr.  Ehrle",  V,  Roma,  1924,  págs.  390-422. 

(37)  J.  Sanchís  Sivera:  Bibliología  valenciana  medieval,  en  "Anales  del  Centro  de- 
Cultura  Valenciana",  III,  1930,  págs.  44-45- 

(38)  R.  d'Alós,  artículo  citadc. 


—  izó- 
las recientes  versiones  latinas  de  clásicos  griegos,  juntamente  con  las 
obras  originales  de  los  renacentistas  italianos.  Fueron  adquiridos,  entre 
otros,  muchos  escritos  de  Séneca  y  algunos  de  Cicerón,  la  reciente  ver- 
sión de  las  Eticas  de  Aristóteles  por  el  bizantino  Juan  Argirópulos,  y 
composiciones  originailes  de  éste,  del  Petrarca,  de  Jorge  de  Trebizon- 
da;  de  Gasparino  y  del  Abad  Panormitano;  también  las  obras  catala- 
nas de  Eiximenis,  de  Bernat  Metge,  de  Nicolás  de  Paz  y  els  Proverbis 
e  dits  de  philosophs  (39).  El  caudal  más  copioso  de  la  biblioteca  seguía 
integrado  por  las  producciones  de  carácter  eclesiástico,  que  la  nueva  li- 
teratura profana  desplazaba,  sin  embargo,  poco  a  poco.  Así,  todavía  del 
año  1455  conocemos  dos  importantes  encargos  reales  de  adquisiciones 
de  manuscritos  que  contienen  exclusivamente  obras  de  exégesis  bíbli- 
ca, de  tecüogía  y  de  filosofía:  el  uno  fué  dado,  desde  Nápoles,  al  ca- 
nónigo valenciano  Mossén  Jaime  Torres  para  que  comprase,  donde  los 
encontrase,  una  lista  de  escritos  de  San  Agustín,  San  Bernardo,  Ale- 
jandro ide  Hales,  Enrique  de  Gante.  Juan  Duns  Scot,  Francisco  May- 
rens,  Pedro  de  Alvernia  y  Enrique  Bate  de  Malinas  (40) ;  el  otro  fué 
dado  a  García  de  Urrea  quien  com/pró  en  Italia  un  lote  de  24  manus- 
critos, donde  figuraban  la  mayoría  de  las  obras  encargadas  a  Torres, 
con  otras  similares.  En  cambio,  otro  lote  de  25  manuscritos,  que  fué 
adquirido  en  una  ocasión  distinta,  comprendía  obras  clásicas,  entre  ellas 
un  Lucrecio  De  natura  rerum  y  un  Donatas  super  Terentium  (41). 
Desgraciadamente,  de  la  biblioteca  napolitana  de  Alfonso  V  no  posee- 
mos sino  noticias  fragmentarias  por  el  estilo  de  las  transcritas;  el  in- 
ventario que  el  rey  ordenó  levantar  en  1453,  0  no  se  mzo  0  se  per- 
dido, y,  por  otra  parte,  los  azares  de  la  guerra  no  tardaron  en  deshacer 
la  espléndida  colección  del  rey  aragonés  (42). 

También  su  esposa  la  reina  María,  hija  dél  rey  Enrique  III  de  Cas- 
tilla y  de  doña  Catalina  de  Lancaster,  compartía  la  afición  a  los  libros 
y  formó  para  su  uso  personal  una  regular  biblioteca,  en  cuyo  inven- 
tario, formalizado  a  su  muerte,  se  encuentran  hasta  70  códices,  de  los 
cuales  52  contienen  textos  catalanes,  7  castellanos  y  los  11  restantes 
están  en  latín.  Tanto  por  esta  proporción  cuantitativa  como  por  los 
asuntos  el  inventario  sugiere  una  idea  muy  cabal  de  los  libros  que  acos- 
tumbraba a  manejar  una  reina  aragonesa  cuatrocentista.  La  mayor  su- 


(39)  G.  Mazzatinti:  La  biblioteca  dei  Re  d'Aragonc  in  Napoli.  Rocca  S.  Carciano, 

1897. 

(40)  J.  Sanchís  Sivera,  artículo  citado. 

(41)  G.  Mazzatinti,  obra  citada,  págs.  XX-XXI. 

(42)  Idem,  ibid.,  prólogo. 


—  9i  — 


ma  de  códices,  en  efecto,  pertenece  a  la  literatura  ascética,  mística  y 
moral,  y  abarca  obras  de  autores  antiguos  y  modernos,  nacionales  y  ex 
tranjeros,  desde  San  Gregorio  y  Boecio  hasta  Eiximenis,  Bernardo  Oli- 
var y  Fray  Antonio  Canjals,  desde  los  Proverbios  de  Iñigo  López  de 
Mendoza  hasta  la  versión  catalana  del  De  arrha  animae,  de  Hugo  de 
San  Víctor,  o  de  las  Epístolas  de  Séneda.  Para  el  conocimiento  del  es- 
tado y  divulgación  de  las  letras  catalanas  en  el  siglo  xv,  el  inventario 
de  esta  biblioteca  ofrece  un  singular  interés  (43). 

II.  En  la  Casja  real  de  Navarra  poseyó  la  biblioteca  más  impor- 
tante el  príncipe  de  Viana  Don  Carlos,  primogénito  del  rey  de  Aragón 
Don  Juan  II,  y  rey  de  Navarra  por  herencia  de  su  madre,  Doña  Blan- 
ca. Contenía  un  centenlar  'de  códices,  que  a  su  muerte  fueron  valorados 
a  muy  elevado  precio  (44).  El  cuerpo  principal  de  la  biblioteca  radica- 
ba en  Navarra,  si  bien  Don  Carlos  acostumbró  !a  llevar  conisigo  una 
parte  de  los  libros  en  sus  continuos  andanzas  y  viajes.  De  84  de  ellos 
se  sabe  la  lengua  en  que  estaban  escritos :  52  eran  ljatinos,  ,24  franceses, 
cuatro  catalanes,  dos  griegos,  uno  castellano  y  uno  italiano.  La  afición 
a  'l¡a  literatura  francesa,  que  le  provenía  de  su  ascendencia  materna, 
fué  en  él  bien  manifiesta,  y,  por  otro  (lado,  su  educación,  de  tipo  tradi- 
cional y  religioso,  le  inclinaba  a  la  constante  consulta  de  la  literatura 
eclesiástica.  Tjambién  los  asuntos  de  los  libros  inventariados  son  un  fiel 
trasunto  de  sus  aficiones;  casi  tokios  los  títulos  se  refieren  a  obras  de 
teología,  de  historia  y  de  bella  literatura.  En  este  último  grupo  se  in- 
cluyen un  puñado  de  textos  clásicos  de  divulgación  reciente  y  unas  po- 
cas obras  de  autores  renacentistas.  Mención  especialísima  merece  un 
códice  con  las  Epistolae  Phalaridis  et  Cratis  que,  entre  otras  cosas,  con- 
tiene la  versión  latina  de  .141  cartas  de  Phalaris,  por  Francisco  d'Arez- 
zo,  y  la  versión  latina  ,de  41  cartas  del  filósofo  cínico  Cratés  y  otros 
personajes,  hecha  por  el  constantinopolitano  Atanasio,  "archiensis  ab- 
bas",  y  dedicada  a  Don  Carlos  (45). 

(43)  Sin  duda  por  esto,  ha  sido  publicado  tantas  veces.  La  primera  lo  fué  en  la 
"Revista  de  Archivos,  Bibliotecas  y  Museos",  I,  Madrid,  1872.  El  año  1907  fué  incluí- 
do  en  la  colección  "Recull  de  textes  catalans  antics",  vol.  VIII,  Barcelona.  J.  Sanchís 
Sivera  lo  reprodujo  en  Bibliología  valenciana  medieval,  Valencia,  1930  (antes  citado). 

Fernando  Soldevilla  leyó  en  1922  su  tesis  doctoral  sobre  La  biblioteca  de  la  reina 
Doña  María,  esposa  de  Alfonso  el  Magnánimo,  que  ha  englobado  después  con  otros  es- 
tudios suyos  en  el  volumen  intitulado  Sobiranes  de  Catalunya,  Barcelona,  193 1. 

(44)  G.  Desdevises  du  Dezert:  Don  Carlos  d' Aragón,  Prince  de  Viana.  París,  1889, 
páginas  400-403;  y  Apéndice  XV,  págs.  452-455- 

El  inventario  de  los  libros  fué  publicado  por  el  archivero  Mr.  Raymond  en  la  Revue 
de  l'Ecole  des  Chartes,  4éme  série,  tom.  IV,  pág.  484.  París,  1858. 

(45)  L.  Délisle:  Un  libre  de  la  bibliothéque  de  don  Carlos,  prince  de  Viana.  Lille. 


—  92  - 


Este  códice,  y  tal  vez  algunos  más  que  Don  Carlos  tenía  en  Cata- 
luña, pasaron  a  su  muerte  a  poder  del  coridestablle  de  Portugal  Don 
Pedro,  a  quien  los  catalanes  erigieron  en  heredero  de  los  derechos  de 
aquél  en  la  guerra  civil  sostenida  con  Don  Juan  II.  El  condestable  fué 
también  persona  muy  letrada  que,  a  la  temprana  edad  de  dieciocho  años, 
mandó  una  embajada  al  marqués  de  Santillana  para  pedirle  todas  sus 
obras ;  él  marqués  no  sólo  accedió  al  ruego,  sino  que  acompañó  el  ~nvío 
con  una  famosa  carta,  en  que  le  informa  del  estado  de  (las  letras  cata- 
lanas y  valencianas  a  la  sazón.  De  Don  Pedro  se  conserva  una  compo- 
sición literaria  original  en  castellano,  intitulada  Satyra  de  felice  e  in- 
felice  vida.  El  inventario  de  sus  bienes  muebles,  que  ke  conserva  en  el 
archivo  municipal  de  Gerona,  incluye  unos  96  códices  de  obras  caste- 
llanas, catallanas,  latinas,  francesas,  portuguesas  e  italianas,  cuyos  rótu- 
los no  merecen  ser  detallados  por  coincidir  poco  más  o  menos  con  los 
que  ya  llevamos  mencionados.  Destacaremos,  no  obstante,  que  en  el  fon- 
do castellano  figuran,  además  de  las  obras  del  marqués  de  Santillana, 
algunas  versiones  interesantes  de  Bocaceio,  de  Boecio,  de  Aristóteles, 
y  un  tratado  anónimo  De  la  inmortalitat  de  la  anima  (46). 

En  el  trono  de  Cajstila  el  monarca  más  afectado  por  la  cultura  lite- 
raria en  el  siglo  xv  fué,  sin  duda,  el  rey  Don  Juan  II.  De  él  heredó  su 
hija  Isabel  no  sólo  la  corona  por  el  intermedio  de  su  hermano  Enrique, 
sino,  además,  la  afición  a  los  libros.  A  la  iniciativa  de  Isabel  se  debe  la 
formación  de  una  espléndida  biblioteca  en  el  convento  toledano  de  San 
Juan  de  los  Reyes.  Ella  misma  poseyó  muchos  y  buenos  libros,  que 
legó  en  testamento  a  la  capilla  real  levantada  por  su  orden  en  Gra- 
nada; la  colección,  matl  conservada  allí  y  perdidos  ya  bastantes  ejem- 
plares, fué  a  engrosar  la  biblioteca  de  El  Escorial  por  disposición  del 
rey  Felipe  II  (47).  En  el  archivo  de  Simancas  se  conservan  dos  inven- 
tarios de  los  libros  de  la  Reina  Católica:  uno  del  secretario  real  Gaspar 
de  Gricio,  formalizado  en  1503,  y  otro  del  camarero  Sancho  de  Pare- 
des, hecho  en  1501  ;  éste  enumera  los  libros  que  se  hallaron  en  la  re- 
cámara de  la  reina  y  consta  de  52  números,  aquél  constituye  el  inven- 
tario de  los  libros  guardados  en  el  alcázar  de  Segovia  y  contiene  201 
títulos.  El  carácter  ¡más  relevante  de  la  colección  de  libros  formada 
por  Isabel  I  es  el  predominio  de  la  literatura  castellana,  de  la  cual  se 


(46)  A.  Balaguer  y  Merino:  Don  Pedro  el  Condestable  de  Portugal  considerado 
como  escritor,  erudito  y  anticuario  (1429-1466) .  Estudio  histórico-bibliográfico.  Gero- 
na, 1881. 

(47)  Clemencín:  Biblioteca  de  la  Reina  Doña  Isabel  I  la  Católica,  en  "Memorias 
de  la  Real  Academia  de  la  Historia",  tomo  VI,  Madrid,  1821,  págs.  431-481. 


93  - 


acogen  con  amplísimo  criterio  las  obras  originales  y  las  traducciones 
de  todas  clases.  Junto  a  las  producciones  de  los  siglos  xni  y  xiv,  como 
las  Flores  de  Filosofía,  el  Calila  e  Dimna,  los  Bocedos  de  Oro,  El  Con- 
de Lucanor  y  varios  tratados  sobre  gobierno  o  regimiento  de  los  prín- 
cipes, figuran  .los  escritos  de  los  mejores  autores  del  siglo  xv:  Pedro 
de  Luna,  Alvaro  de  Luna,  Ruy  Sánchez  de  Arévalo,  Pedro  Ximénez 
de  Prejano,  Hernán  Pérez  de  Guzmán,  el  cardenal  Jiménez  de  Cisneros 
y  algunos  anónimos.  Llaman,  sobre  todo,  la  atención  las  numerosas  ver- 
siones castellanas  de  textos  latinos,  catalanes  e  itallianos :  las  Etimologías 
de  San  Isidoro,  una  obra  de  San  Juan  Crisóstomo,  los  Diálogos  de  San 
Gregorio,  probablemente  en  la  traducción  de  Fr.  Gonzalo  de  Ocaña,  di 
Regimiento  de  la  casa,  de  Bernardo  Silvestre;  la  Natura  angélica,  de 
Eiximenis ;  las  Eticas  de  Aristóteles,  romanzadas  por  Fr.  Diego  de  Bel- 
monte;  las  cartas  al  rey  Don  Juan  de  Leonardo  d'Arezzo,  además  de  otros 
manuscritos.  El  Renacimiento  tiene  asimismo  en  esta  biblioteca  una  bri- 
llante representación;  como  siempre,  Séneca  aventaja  en  el  número  y  va- 
riedad de  los  códices  a  los  demás  clásicos,  y  le  sigue  en  importancia 
Aristótdles,  de  quien  la  Etica  es  el  libro  preferido.  Para  el  conocimiento 
de  las  letras  castellanas  en  el  siglo  xv,  los  inventarios  de  esta  biblioteca 
tienen  tanta  importancia,  y  aún  mayor,  que  los  de  la  biblioteca  de  Doña 
María  de  Aragón  para  ¡las  'letras  catalanas. 

12.  Mayor  influencia  que  las  bibliotecas  reales,  ejercieron  en  Cas- 
tilla las  nobiliarias,  sobre  todo  en  él  desarrollo  de  la  literatura  nacional. 
Por  el  mecenaje  de  los  nobles  castellanos  del  siglo  xv  fueron  adquiridos 
en  Italia  e  importados  a  España  valiosos  manuscritos  que  trajeron  a 
Castilla  los  primeros  fulgores  del  Renacimiento.  Algunos  de  esos  mag- 
nates mantuvieron  relaciones  directas  o  por  persona  interpuesta  con  lite- 
ratos italianos  de  primera  fila,  y  todos  rivalizaron  en  proteger  a  sus  tra- 
ductores o  imitadores  españoles;  con  'las  compras,  trueques,  regalos  y 
encargos  de  manuscritos  formaron  rápidamente  sus  bibliotecas,  que  apor- 
taron un  fermento  activísimo  al  apogeo  de  la  cultura  nacional  en  el  si- 
glo xvi.  La  más  rica  de  las  bibliotecas  nobiliarias  castellanas  es  la  reuni- 
da en  su  palacio  de  Guadalajara  por  Don  Iñigo  López  de  Mendoza  (48), 
marqués  de  Santillana  y  conde  del  Reaíl  de  Manzanares,  figura  central 
en  la  literatura  castellana  del  siglo  xv,  hijo  y  nieto  de  poetas  y  poeta  in- 
signe él  mismo  que  introdujo  en  el  arte  de  trovar  al  estilo  italiano  algu- 
nas innovaciones.  Pariente  próximo  del  canciller  Pedro  López  de  Aya- 


(48)  Mario  Schiff:  La  bibliothéque  du  marquis  de  Santillana.  París,  1905.  (Forma 
el  fascículo  153  de  la  "Bibliothéque  de  l'Ecole  des  Hautes  Etudes".) 


94  - 


la  y  de  los  Garcilaso  de  la  Vega,  brilló  por  su  talento  en  la  corte  de  Don 
Juan  II  y  mantuvo  relaciones  (literarias  con  todas  las  personalidades 
castellanas  y  españolas  de  su  tiempo.  Apasionado  por  los  libros,  formó 
una  colección  muy  selecta  de  códices  en  la  que  predominaban  las  obras 
de  bella  literatura;  algunas,  desconocidas  a  la  sazón  en  España,  fueron 
adquiridas  en  Italia  por  encargo  suyo  especial,  como  una  litada  que  le 
trajo  de  allá  un  su  amigo  y  pariente.  Sospéchase  que  esta  ipersona  fuera 
un  tal  Ñuño  de  Guzmán,  un  noble  aventurero  que  entabló  relación  per- 
sonan con  algunos  renacentistas  italianos  e  hizo  transcribir  en  Florencia 
textos  clásicos  de  Cicerón,  Quintiliano  y  otros  para  remitir  a  España. 
Se  ignora  el  destinatario  de  los  volúmenes.  Pero,  si  no  éstos,  por  lo 
menos  otros  fueron  a  parar  a  manos  del  Marqués  de  Santillana,  como 
una  obra  de  Manetti  cuya  versión  encargó  al  mismo  Don  Ñuño.  Apro- 
vechó asimismo  el  viaje  a  Italia  de  su  capellán  y  protegido  Juan  de 
Lucena  para  procurarse  nuevos  manuscritos  renacentistas.  Con  tener 
presentes  tales  hechos  y  añadir  que  el  Marqués  de  Santillana  conocía 
bastante  mal  el  latín,  pero  dominaba  a  la  perfección  él  italiano,  el  fran- 
cés y  di  catalán,  se  puede  suponer  el  carácter  de  la  biblioteca  por  él  for- 
mada. Desgraciadamente,  no  ha  quédado  de  la  misma  ningún  inventa- 
rio antiguo  que  permita  conocerla  en  su  integridad ;  tan  sólo  Mario 
Schiff  ha  intentado  una  reconstrucción  hipotética  a  base  de  los  manus- 
critos existentes  hoy  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  que  los  ad- 
quirió, juntamente  con  los  procedentes  de  la  casa  de  Osuna,  en  virtud 
de  una  ley  del  Estado  el  año  1884. 

Los  fondos  de  esta  biblioteca,  a  juzgar  por  la  parte  que  ha  llegado 
hasta  nosotros,  contenían  muestras  muy  escogidas  de  las  literaturas  ro- 
manceadas. Escaseaban,  en  cambio,  'los  libros  latinos  de  autores  ecle- 
siásticos; a  lo  sumo,  se  cuentan  unas  pocas  obras  de  San  Agustín,  Ra- 
món de  Peñafort,  Pedro  Comestor,  los  escritos  políticos  de  Santo  To- 
más de  Aquino  y  Gil  de  Colonna  y  unas  versiones  de  Eusebio  y  del  Cri- 
sóstomo,  entre  ellas  la  de  la  Historia  Universa!  que  el  Tostado  hiciera 
para  el  Marqués.  Entre  los  manuscritos  en  italiano  figuran :  una  ver- 
sión anónima  de  la  Moral  a  Nicómaco,  la  versión  del  libro  VI  del  Te- 
soro de  Brunetto  Latini  reallizada  por  Bono  Giamboni,  la  versión  de  las 
obras  ciceronianas  De  Officiis,  De  Amicitia,  De  Paradoxis,  De  Sznec- 
tute  y  las  Tusculanas,  la  versión  de  las  Epístolas  y  del  De  providentia 
Dei  de  Séneca,  la  de  las  Confessiones  y  del  De  vita  christiana  de  San 
Agustín,  del  De  consolatione  de  Boecio,  y  textos  originales  de  Dante: 
Petrarca  y  Bocaccio.  De  los  códices  en  francés,  merecen  citarse  el  anó- 
nimo Dix  máximes  morales,  el  Traite  des  vices  et  des  vertus  y  la  traduc- 


95  — 


ción,  hecha  por  Henri  de  Gauchi,  del  tratado  político  de  Gil  de  Colorína. 
En  catalán  están  dos  obras  de  R.  Lull,  Els  cent  noms  de  Deu  y  'las  Hores 
de  nostra  dona-  sancta  Marra,  una  de  Eiximenis  que  es  la  Doctrina  de 
viure  a  cascuna  persona  y  la  versión  de  las  Colaciones  de  los  Santos  Pa- 
dres de  Juan  Casiano.  Se  cita,  asimismo,  una  versión  aragonesa  del  De 
Officiis  y  del  De  amicitia  de  Cicerón.  Ni  abundan  mucho  las  obras  doc- 
trinales en  original  castellano;  recordaremos,  nada  más,  a  este  propó- 
sito, El  Espéculo  dél  rey  Alfonso  X,  di  Doctrinal  de  Príncipes  de  Diego 
de  Valera  y  el  Tratado  de  los  gualardones  de  Juan  de  Lucena.  Pero  la 
riqueza  de  esta  biblioteca  es  excepcional  en  punto  a  versiones  castella- 
nas de  obras  clásicas  y  medievales;  bastará  enumerar  las  más  importan- 
tes para  hacerse  cargo  de  su  enorme  valor.  Hélas  aquí :  el  Fedón  de  Pla- 
tón y  el  Axíoco  que  ile  era  atribuido,  el  De  beata  vita  de  San  Agustín,  la 
Etica,  la  Económica  y  el  De  animalibus  de  Aristóteles,  la  carta  atribuida 
a  San  Bernardo  sobre  el  régimen  de  la  persona,  casa  y  hacienda,  las 
Morales  de  San  Ambrosio,  el  De  beata  vita  de  San  Agustín,  el  De  Con- 
solatione  de  Boecio  junto  con  el  comentario  de  Pedro  de  Valladolid,  las 
Morales  sobre  el  libro  de  Job  en  la  traducción  de  López  de  Ayala  de  la 
cual  existen  hasta  cuatro  códices,  el  Libro  de  la  vileza  de  la  humana  con- 
dición dd  papa  Inocencio  III,  el  Regimiento  de  príncipes  de  Gil  de  Co- 
lonna  en  la  versión  de  fray  Juan  García  de  Castrojeriz,  el  Mohre  Ne- 
bukim  de  Maimónides  en  la  traducción  de  Pedro  de  Toledo,  el  Libro  del 
caballero  de  Dios  Cifar,  la  Natura  Angélica  de  Francisco  Eiximenis,  el 
De  Verbo  contra  judaeos  de  Juan  de  Fuente  Saúco,  y  obras  de  Dante, 
Petrarca,  Bocaccio  y  Leonardo  Bruñí  d'Arezzo,  entre  éstas  (la  Vida  de 
Aristóteles  y  las  de  Dante  y  Petrarca.  De  intento  he  reservado  para  el 
final  las  cuantiosas  versiones  castellanas  de  obras  de  Séneca  o  que  co- 
rrían entonces  bajo  su  nombre,  cuyo  número  se  eleva  a  unos  25  títulos 
diferentes,  aparte  las  obras  repetidas  dos,  tres  y  cuatro  veces.  Hay  dos  o 
tres  códices  con  la  versión  de  su  contemporáneo  Alonso  de  Cartagena,  y 
una  serie  de  otros  códices  con  versiones  distintas  anónimas ;  añádanse 
florilegios,  extractos,  compilaciones,  arreglos,  etc.,  y  se  comprenderá  el 
máximo  interés  que  este  autor  ha  despertado  en  las  letras  castellanas 
del  siglo  xv.  En  la  biblioteca  del  Marqués  de  Santillana  se  revelan  no 
sólo  los  gustos  y  aficiones  personales  de  su  colector,  sino  aun  en  buena 
parte  las  del  círculo  literario  que  le  rodeaba  y  era  a  la  sazón  la  ñor  y 
nata  de  la  cultura  en  Castilla. 

Un  interés  muy  parcial  ofrecen,  en  cambio,  las  noticias  llegadas  hasta 
nuestros  días  de  la  bibilioteca  reunida  en  Plasencia  por  D.  Alvaro  Ló- 
pez de  Zúñiga,  duque  de  Béjar,  por  la  circunstancia  de  que  en  el  inven- 


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tario  de  los  bienes  muebles  del  palacio,  formalizado  de  orden  suya  en 
el  año  1468,  la  inmensa  mayoría  de  los  libros  figuran  innominados;  tan 
sólo  de  21  se  cita  el  título  o  el  asunto  o  el  autor  (49).  Siete  de  ellos  se 
atribuyen  nominalmente  a  fray  Juan  Lopes  (o  López),  que  debía  estar  en 
relación  de  bastante  amistad  con  líos  duques,  y  son :  la  primera  y  segun- 
da parte  del  Clarísimo  sol  de  justicia,  el  Libro  de  la  casta  niña,  los  Evan- 
gelios moralizados,  unos  cuadernos  en  pergamino  y  en  papel  de  los  que 
no  se  expresa  ni  el  rótulo  ni  el  tema,  un  libro  "y  encima  un  lienzo  que 
hizo  como  la  duquesa  aparta  de  sí  todos  los  instrumentos  y  placeres", 
y  otro  de  controversia  apologética  en  respuesta  al  que  hizo  Qagui  Di- 
limost,  alfaquí  de  los  moros  de  Segovia.  De  este  libro  que  motivó  la 
respuesta  de  fray  Juan,  están  inventariados  dos  ejemplares.  Al  mismo 
género  literario  pertenece  "otro  tratado,  fecho  por  Diego  de  Valera, 
contra  otro  que  fizo  frey  Juan  Serrano,  que  es  en  favor  'de  los  judíos". 
El  resto  de  las  obras,  salvo  un  libro  "escrito  de  molde",  que  eran  los 
Proverbios  de  Séneca,  y  un  ejemplar  del  Calila  e  Dimna,  se  incluye  en 
la  literatura  de  asunto  religioso  y  imoral :  libros  de  horas,  de  sermones, 
para  confesión,  de  la  pasión,  de  vidas  de  santos,  uno  que  trata  de  los  te- 
mores y. miedos  y  otro  de  la  mesquindad  de  la  codicia  humanal. 

Más  matizado  es  el  fondo  de  libros  que  hacia  el  año  1440  empezó 
a  reunir  en  el  castillo  de  Benavente  el  segundo  conde  de  este  título, 
Rodrigo  Allfonso  Pimentel.  En  el  inventario  de  su  biblioteca,  que  Fr.  Li- 
ciniano Sáez  copió  de  un  documento  antiguo  (50),  constan  121  títulos. 
De  ellos  se  desprende  que  el  Conde  sentía  gran  afición  a  la  lectura  de 
las  crónicas  y  demás  libros  de  historia,  de  los  cuales  hay  una  abundan- 
te representación,  y  no  era  insensible  a  las  corrientes  renacentistas,  pues 
figura  un  pequeño  fondo  de  textos  clásicos  que  revela  una  marcada  pre- 
ferencia por  Tito  Livio.  También  se  incluyen  libros  gramaticales,  cien- 
tífico-matemáticos y  naturales  (libros  de  geometría,  ajedrez,  caza,  ce- 
trería, albeitería  y  agricultura),  médicos  ("Recebtas  de  GaJlieno  que  sacó 
en  romance  Rabí  Yuda"),  de  jurisprudencia  civil  y  canónica,  varios  tra- 
tados de  ética  y  política  entre  los  más  conocidos,  versiones  y  glosas  de 


(49)  Fr.  Liciniano  Sáez:  Demostración  histórica  del  verdadero  valor  de  todas  las 
monedas  que  corrían  en  Castilla  durante  el  reynado  del  señor  Don  Enrique  IV...  Ma- 
drid, Imprenta  Sancha,  1805;  Apéndice  XXIII,  págs.  536-546.  El  índice  de  los  libros 
está  en  las  págs.  543-544.  R.  Beer  reprodujo  este  catálogo  en  Handschriftenschatze 
Spaniens,  págs.  402-403. 

(50)  Fr.  Liciniano  Sáez:  Demostración  histórica  del  verdadero  valor  de  todas  las 
monedas  que  corrían  en  Castilla  durante  el  reynado  del  señor  Don  Enrique  III...  Ma- 
drid, 1796,  nota  XIII,  págs.  368  y  sgtes.  R.  Beer  ha  reprod^^o  este  catálogo  en 
Handschriftenschatze  Spaniens,  págs.  103-109. 


—  97  — 


Séneca,  un  grupito  de  obras  místicas,  unas  cuantas  obras  mitológicas  y 
de  imaginación,  bastantes  versiones  castellanas  de  autores  medievales 
que  llevamos  ya  citadas  (San  Gregorio,  San  Agustín,  Boecio,  San  Isi- 
doro, Maimónides,  Juan  Casiano,  etc.)  y  unos  pocos  escritos  de  autores 
renacentistas  (Dante,  Bocaccio,  "un  libro  de  Leonardo",  "un  libro  de 
Remon  León",  etc.).  Como  vemos,  el  erudito  Conde  gustaba  un  poco  de 
todo  y  reunía  escritos  sobre  'las  materias  más  dispares  con  predominio, 
sin  embargo,  de  los  conocimientos  profanos.  Un  interés  singular  ofrece 
esta  librería  en  un  aspecto  concreto,  que  no  creemos  haya  sido  todavía 
señalado  (51),  por  cuanto  permite  sorprender  uno  de  los  caminos  por 
los  que  el  movimiento  ¡luliano  se  ha  difundido  en  Castilla  a  fines  del  si- 
glo xv ;  hasta  doce  códices  lulianos  figuran,  efectivamente,  en  el  aludi- 
do inventario  con  diez  títulos  distintos  que  son:  el  Gentil,  el  Arbol  de 
Ciencia,  el  Amigo  Amado,  el  Félix,  el  Blanquerna,  el  Libro  de  Consola- 
ción ai  Ermitaño,  el  de  la  Intención,  la  Tabla  general,  el  Arte  breve  y 
"un  libro  'de  Hermitaño  buen  amigo",  que  tal  vez  sea  el  Libro  del  Orden 
de  Caballería.  Más  que  de  textos  catalanes  o  latinos,  parece  tratarse  de 
versiones  Castellanas,  si  bien  no  consta  la  lengua  en  que  estaban  los  ma- 
nuscritos. Tal  abundancia  de  textos  lulianos  reviste  una  clara  significa- 
ción y  ayuda  a  explicar  la  génesis  del  lulismo  en  Castilla,  del  que  ha- 
bremos de  ocuparnos  más  adelante  (52). 

En  las  bibliotecas  del  siglo  xv,  que  inician  y  aceleran  la  transición  al 
Renacimiento,  detenemos  nuestro  análisis  de  las  bibliotecas  medievales, 
que  nos  ha  dado  a  conocer  el  conjunto  de  obras  sobre  las  que  ha  podido 
trabajar  cada  autor,  cada  grupo  de  escritores,  cada  generación  española 
en  los  siglos  xm,  xiv  y  xv.  Cabría  ensanchar  este  estudio,  más  allá  'de 
las  figuras  representativas  escogidas,  a  otros  personajes  de  segunda  filia 
o  aún  más  modestos;  pero  una  ampliación  tal  degeneraría  fácilmente  en 
machaconería.  Por  lo  demás,  lo  expuesto  basta  y  sobra  para  señalar  las 
principales  rutas  a  través  de  las  cuales  el  caudal  de  los  conocimientos 
filosóficos,  solos  o  en  mescolanza  con  los  teológicos  u  otros  de  distinta 
índdle,  ha  aumentado  progresivamente  en  España  a  lo  largo  de  la  Edad 
Media. 

(51)  Véase  el  artículo  de  Joaquín  Carreras  y  Artau:  Los  comienzos  del  lulismo  en 
Castilla,  de  inminente  publicación  en  el  volumen  de  homenaje  al  Profesor  Dr.  Rafael 
Altamira  con  motivo  de  sus  70  años  y  de  su  jubilación  en  el  profesorado  (Madrid,  T035). 

(52)  Véase,  más  adelante,  el  capítulo  XII  sobre  la  historia  del  lulismo  en  España. 


7 


PARTE  SEGUNDA 

LA  FILOSOFIA  DEL  SIGLO  XIII 


CAPITULO  III 


LA  ESCOLASTICA  EN  LA  FACULTAD  DE  ARTES. 
PEDRO  HISPANO 

I 

SU  PERSONALIDAD. 

La  patria  de  Pedro  Hispano. — Su  condición  de  clérigo  secular. — Fecha  probable 
de  su  nacimiento. — Su  identidad  con  el  papa  Juan  XXI. — Nombre  y  familia 
de  nuestro  autor. 

i.  Difícilmente  encontraríamos  en  la  filosofía  de  la  Edad  Media 
un  personaje  cuyo  estudio  hubiese  suscitado  tantos  problemas  a  la  crí- 
tica contemporánea  como  el  famoso  Pedro  Hispano,  autor  de  un  ma- 
nual de  lógica  que  estuvo  muy  en  boga  en  los  siglos  xiv  al  xvi.  Por  un 
contraste  de  la  historia,  un  tratadista  tan  traído  y  comentado  en  esos 
siglos  cae  en  la  Edad  Moderna  en  un  total  olvido,  del  que  tan  sólo  la 
diligencia  de  algunos  investigadores  ha  logrado  recientemente  salvarlo. 
Fué  K.  Prantl,  el  historiador  de  la  lógica  en  Occidente,  quien  renovó  el 
recuerdo  del  enorme  papel  que  la  obra  lógica  de  Pedro  Hispano  había 
jugado  en  el  desarrollo  filosófico  a  fines  de  la  Edad  Media.  Paralela- 
mente fué  reivindicada  la  importancia  de  su  producción  médica.  Unos 
lustros  más  tarde,  R.  Stapper  llegó  a  esbozar  la  biografía  del  personaje 
hasta  identificarle  con  el  Papa  Juan  XXI.  Hace  pocos  años,  M.  Grab- 
mann,  en  un  viaje  de  estudios  por  España,  realizó  el  feliz  hallazgo  de 
unos  manuscritos  que  permiten  reconstruir  la  extensa  lista  de  sus  pro- 
ducciones filosóficas  (i). 

(i)  El  mejor  estudio  sobre  la  lógica  de  Pedro  Hispano  se  debe  a  K.  Prantl  en  su 
Geschichte  der  Logik  im  Abendlande,  vol.  III,  Leipzig,  1866,  cap.  XVII,  págs.  32-74. 

El  mismo  Prantl  publicó  en  1867  su  monografía  Michael  Psellus  und  Petrus  Hispanus, 
en  la  que  niega  la  originalidad  del  compendio  de  lógica  de  este  último. 

Defendió  la  opinión  contraria  Ricardo  Stapper  en  su  artículo  Die  Summulae  logi- 


  102 


A  base  de  tales  estudios  monográficos,  completados  con  otros  no  tan 
fundamentales,  es  fácil  hoy  libertarse  de  la  inextricable  maraña  de  hipó- 
tesis inventadas  acerca  de  nuestro  autor  y  fijar  con  visos  de  certeza  su 
verdadera  personalidad.  Hubo  un  tiempo  en  que  de  ésta  tan  sólo  per- 
sistía en  el  humano  recuerdo  el  nombre  y  la  fama  del  extraordinario 
aprecio  que  indujo  a  Dante  a  asignarle  un  lugar  en  el  paraíso  junto  a 
los  sabios  más  reputados  de  la  Cristiandad : 

e  Pietro  Ispano, 
lo  qual  giú  luce  in  dodici  libelli..."  (2). 

2.  ¿En  qué  parte  de  España  nació  ese  Pedro,  a  quien  Dante  dis- 
pensa tanto  honor?  Los  códices  casi  coetáneos  que  Grabmann  descubrió 
el  año  1928  en  nuestra  Biblioteca  Nacional,  resuelven  de  plano  la  cues- 
tión, pues  en  los  incipit  y  explicit  de  los  numerosos  escritos  de  nuestro 
autor  que  en  ellos  se  contienen,  se  le  nombra  siempre  de  igual  manera : 
Petrus  Hispanus  Portugalensis.  No  cabe,  pues,  duda  de  que  fué  portu- 
gués y,  precisando  más,  de  la  ciudad  de  Lisboa,  según  atestiguan  el 
franciscano  Paulino  en  su  Historia  satyrica  escrita  en  la  primera  mitad 


cales  des  Petrus  Hispanus  und  ihr  Verhaltnis  zu  Mickael  Psellus,  "Festschrift  zu  1100 
jáhr.  Jub.  des  Deutschen  Camposanto  in  Rom,  Friburgo,  1896,  págs.  130-138. 

En  1898  Stapper  publicó  su  otro  artículo  Pietro  Hispano  (Papst  Giovanni  XXI)  ed 
il  suo  soggiorno  in  Siena  en  el  "Bulletino  Senese  di  Storia  Patria",  armo  V,  fase.  3 ;  y, 
además,  su  monografía  Papst  Johannes  XXI,  en  "KirchenReschichtliche  Studien",  IV,  4, 
Münster. 

Los  hallazgos  de  Grabmann  hállanse  reseñados  en  su  opúsculo  Mittelalterliche  lateini- 
sche  Aristotelesübersetzungen  und  Aristoteleskommentare  in  Handschriften  spanischer 
Bibliotheken,  "Sitzungsberichte  der  bayerischen  Akademie  der  Wissenschaften",  Mün- 
chen,  1928,  Heft  5. 

En  el  mismo  año  publicó  también  Ein  ungedrucktes  Lekrbuch  der  Psychologie  des 
Petrus  Hispanus  (Papst  Johannes  XXI,  f  1277).  Cod.  3.314  der  Biblioteca  Nacional  zu 
Madrid,  en  los  "Spanische  Forschungen  der  Górresgesellschaft.  I  Band".  Münster,  pá- 
ginas 166-173;  y  el  artículo  Reciente  descubrimiento  de  obras  de  Petrus  Hispanus  (Papa 
Juan  XXI,  "$1277),  en  la  revista  "Investigación  y  Progreso"  de  Madrid,  año  II,  núm.  11. 
págs.  85  y  sgtes. 

El  conocimiento  de  la  obra  médica  de  Pedro  Hispano  es  debido,  en  parte,  a  G.  Pe- 
tella:  Les  connaissances  oculistigues  d'un  médecin  philosophe  devenu  pape,  en  la  revista 
'  Janus",  1897-98.  A  este  autor  debemos  asimismo  un  importante  artículo  Sull'identitá  di 
Pietro  Ispano  medico  in  Siena  e  poi  Papa  col  filosofo  dantesco,  que  vió  la  luz  en  el  ante- 
dicho "Bulletino  Senese  di  Storia  Patria",  anno  V,  fase.  2,  1899,  págs.  277-329. 

Un  estudio  completo  de  Pedro  Hispano  en  el  aspecto  médico  se  encontrará  en  la 
obra  de  Thorndike:  A  History  of  Magic  and  Experimental  Science,  vol.  II;  New- York, 
1923,  págs.  488-516. 

Los  estudios  menos  importantes  de  otros  autores  se  citarán  en  el  lucrar  oportuno. 
(2)    Im  Divina  Commedia,  Paradiso,  cant.  XII,  vs.  134-135. 


—  io3  — 


'del  siglo  xiv  y  Martín  Polono  en  su  Crónica  que  data  de  1331  (3).  Que- 
da así  descartada  la  suposición  de  que  Pedro  Hispano  naciera  en  Casti- 
lla, en  Toledo  según  unos,  por  una  lamentable  confusión  con  su  contem- 
poráneo Juan  el  Cardenal,  asimismo  médico  y  teólogo  de  una  pieza  (4) ; 
en  Burgos  según  otros,  que  lo  identifican  con  un  cardenal-obispo  de 
esta  ciudad  de  principios  del  siglo  xiv  a  quien,  durante  una  residencia 
en  Roma,  el  rey  Jaime  II  escribía  desde  Zaragoza  una  carta  de  reco- 
mendación a  favor  de  Arnaldo  de  Vilanova  (5). 

Esta  última  hipótesis,  que  presenta  como  burgalés  a  Pedro  Hispa- 
no, ha  sido  especialmente  grata  a  los  autores  dominicos.  Enlázase  con 
ella  la  tradición  de  que  Pedro  vistió  el  hábito  de  Santo  Domingo  en  el 
convento  de  Estella,  población  navarra  situada  en  los  confines  de  Cas- 
tilla (6).  Nada  más  inexacto.  En  ningún  manuscrito  antiguo  se  atribuye 
a  nuestro  autor  la  condición  de  frater,  con  la  que  se  suele  designar  a 
los  religiosos  profesos  en  una  Orden;  sino  que  en  todos  ellos  se  le  cali- 
fica de  magister,  palabra  que  servía  para  caracterizar  a  los  clérigos  secu- 
lares que  profesaban  en  las  Facultades  de  Artes.  El  códice  3314  de  la 
Biblioteca  Nacional  de  Madrid  lo  especifica,  además,  en  el  explicit:  "Ego 
igitur  Petrus  Hispanus  Portugalensis  liberalium  artium  doctor,  etc."  La 
profesión  de  maestro  en  las  artes  liberales  demuestra,  a  su  vez,  la  im- 
posibilidad de  que  fuera  dominico;  sabido  es  que  la  Orden  de  Predica- 
dores en  las  primeras  décadas  de  su  existencia,  precisamente  en  el  tiem- 
po en  que  nuestro  Pedro  Hispano  debió  cursar  estudios  y  dedicarse  a 
la  docencia  en  París,  mantenía  con  severidad  la  prohibición  de  que  sus 
miembros  se  entregasen  a  los  estudios  profanos  cultivados  en  la  Facul- 
tad de  Artes,  por  considerarlos  un  obstáculo  a  la  formación  religiosa. 

La  validez  de  este  argumento  depende,  sin  embargo,  de  la  solución 


(3)  Citados  por  R.  Stapper:  Papst  Jokannes  XXI,  pá&\  1. 

(4)  Sobre  este  interesante  personaje  véase  el  estudio  de  Grauert :  Meister  Johann  ron 
Toledo,  "Sitzungsberichte  der  bayerischen  Akademie  der  Wissenschaften",  München,  iqoi. 

(5)  Véase  en  A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per  l'histdria  de  la  cultura  catalana 
mig-eval,  vol.  I,  Barcelona,  1908,  págs.  37-38. 

En  esta  confusión  incurrió,  ya  a  principios  del  siglo  xvi,  un  anónimo  comentarista  de 
las  Súmulas  que  escribió  una  Explanatio  in  nonnulla  Petri  Burdegalensis,  quem  Hispa- 
num  dicunt,  volumina,  etc.  Véase  a  Prantl:  Geschichte  der  Logik,  IV,  págs.  264-265. 

(6)  Los  dominicos  españoles  cronistas  de  la  Orden,  entre  ellos  Luis  de  Valladolid, 
Diago  y  López,  acogen  esta  tradición,  que  ha  renovado  hace  poco  el  P.  Simonin  en  un 
artículo  inserto  en  los  "Archives  d'Histoire  doctrínale  et  littéraire  du  Moyen  Age",  t.  V, 
París,  1930,  págs.  267-278. 

Dicho  artículo  ha  sido  contestado  por  Joaquín  Carreras  y  Artau:  La  nacionalidad 
Portuguesa  de  Pedro  Hispano,  en  la  revista  "Las  Ciencias",  Madrid,  1934,  año  I,  núme- 
ro 2,  págs.  378-384,  quien  opone  a  la  citada  tradición  los  recientes  y  decisivos  hallazgos 
de  Grabmann. 


—   IC4  — 


a  un  nuevo  problema:  la  fecha  en  que  vivió  nuestro  Pedro  Hispano, 
que  algunos  autores  tienden  a  retrasar  excesivamente;  pues  hay  quien 
le  hace  vivir  a  fines  del  siglo  xiii  o  a  principios  del  siguiente.  El  supues- 
to se  viene  abajo  con  sólo  recordar  que  ya  en  el  siglo  xiii  la  obra  lógi- 
ca de  Pedro  Hispano  se  había  difundido  hasta  el  extremo  de  encontrar- 
se manuscritos  suyos  en  'lugares  remotos  y  de  segundo  orden  (7).  Resul- 
ta, pues,  indefendible  el  aserto  de  que  las  Súmulas  no  fueron  escritas 
antes  del  siglo  xiv.  Con  mejor  acuerdo,  Stapper  admite  que  nuestro  au- 
tor nació  en  la  segunda  década  del  xiii. 

3.  El  esclarecimiento  definitivo  de  la  misteriosa  personalidad  de 
Pedro  Hispano  se  ha  logrado  gracias  a  su  identificación  con  el  papa 
Juan  XXL  La  identidad  de  uno  y  otro  se  halla  atestiguada,  ya  en  1312, 
por  Ricobaldo  de  Ferrara,  canónigo  a  la  sazón  en  Ravena  (8),  y  la  con- 
firman Tolomeo  de  Luca  y  el  cronista  Jordanus,  que  es  el  minorita  antes 
citado;  el  siglo  xiv  ha  tenido  unánimemente  por  autor  de  las  Súmulas 
al  papa  Juan  XXI,  y  tal  vez  esta  circunstancia  haya  promovido  la  ex- 
traordinaria fortuna  de  que  el  libro  gozó  en  las  escuelas  medievales. 
La  semejanza  de  estilo,  de  maneras  dialécticas,  de  terminología  y  hasta 
de  autoridades  entre  dicha  obra  y  los  tratados  médicos  de  indudable 
atribución  a  Juan  XXI,  constituye  un  nuevo  indicio  a  favor  de  la  iden- 
tidad de  autor.  Nótese,  además,  cuan  sintomáticamente  autobiográfico 
es  el  siguiente  ejemplo  aducido  en  las  Súmulas:  "...  esse  Medicum  vel 
Grammaticum  convenit  solí  homini,  sed  non  omni..."  (9).  El  valor  de 
tales  indicios  y  testimonios  podría,  sin  embargo,  ser  desmentido  por  los 
hechos.  Pero  hoy  poseemos  noticias  taxativas  que  aseguran  la  identidad 
de  ambos  personajes.  Está  averiguado  que  Pedro  Hispano,  hacia  me- 
diados del  siglo  xiii,  se  trasladó  a  Italia  y  se  puso  en  relación  con  la 
corte  de  Federico  II  al  objeto  de  perfeccionar  en  ella  sus  conocimientos 
de  medicina;  allí  siguió  las  enseñanzas  del  famoso  maestro  Teodoro, 


(7)  Un  ejemplar  del  siglo  xiii  se  conserva  hoy  en  el  Archivo  Histórico  Archidioce- 
sano  de  Tarragona;  véase  una  noticia  acerca  del  mismo  en  "Analecta  Sacra  Tarraconen- 
sia",  VI,  Barcelona,  1030,  págs.  295-296.  El  manuscrito  fué  propiedad  de  la  Comunidad 
de  Presbíteros  de  Valls. 

Tenemos  noticia  de  otro  ejemplar  que  ya  en  1278  existía  en  el  convento  de  Santa 
Catalina  de  Pisa;  en  el  inventario  de  las  obras  legadas  al  convento  por  Fr.  Proynus, 
muerto  en  dicho  año,  figuran  con  el  núm.  45  "tractatus  magistri  Petri  Yspani  loycales". 
Ha  publicado  este  inventario  Fr.  Pelster:  Die  Bibliotkek  vgn  Sta.  Caterina  zu  Pisa,  en 
"Xenia  Thomistica",  Roma,  1927,  vol.  III,  pág.  257. 

(8)  "Hic  (i.  e.,  Johannes  XXI)  magnus  magister...,  cui  nomen  fuit  magister  Petrus 
Hispanus,  qui  tractatus  in  lógica  composuit"  (citado  por  Stapper,  pág.  14). 

(9)  Tr.  n,  cap.  16. 


-  '05  — 


de  quien  se  declara  4 'alumno"  en  una  de  sus  obras  médicas  (10).  Poco 
después  pasó  a  Siena,  donde  en  1246  enseñó  la  medicina  en  el  Estudio, 
recién  fundado,  de  dicha  población.  Pues  bien,  de  ese  profesor  de  medi- 
cina consta  que  más  tarde  llegó  a  ser  Papa  y  tomó  el  nombre  de 
Juan  XXI  (11). 

Merced  a  tan  importante  hallazgo  histórico  nos  encontramos  hoy  en 
situación  de  precisar  mejor  la  personalidad  de  Pedro  Hispano  y  de  tra- 
zar, siquiera  sea  con  bastantes  lagunas,  su  biografía.  Desde  luego,  cabe 
afirmar  que  su  auténtico  nombre  fué  el  de  Petrus  Julianus,  o  mejor, 
Petrus  Juliani;  de  este  Julián,  su  padre,  se  ha  supuesto,  aunque  sin  fun- 
damento, que  era  médico.  Debió  pertenecer  a  una  acaudalada  familia 
lisboeta,  cuya  fortuna  permitiría  subvenir  a  los  cuantiosos  gastos  oca- 
sionados por  su  larga  estancia  en  el  extranjero  para  cursar  estudios; 
Pedro  poseyó  en  Lisboa  unas  casas,  probable  herencia  familiar,  que  a 
su  muerte  legó  al  Cabildo  Catedral  para  una  fundación  de  misas.  Con 
seguridad  conocemos  a  un  pariente  suyo  Egidio  Reboli,  que  mejoró  más 
tarde  la  fundación  de  su  deudo  y  había  recibido  de  él  en  vida  varios 
beneficios;  y  se  conjetura  que  fuese  también  pariente  suyo  un  tal  Pe- 
dro Martín,  a  quien  durante  su  pontificado  confirió  una  canonjía  en  Sa- 
lamanca. A  base  de  noticias  tan  escasas  se  ha  querido  emparentar  a  Pe- 
dro Hispano  con  la  familia  de  los  Reboli  o  Rabelli,  perteneciente  a  la 
alta  nobleza  portuguesa;  la  hipótesis  es  verosímil,  pero  falta  de  justifi- 
cación. 

Y,  ahora  que  sabemos  quién  era  ese  Pedro  Hispano  tan  renombrado 
un  tiempo  por  su  compendio  de  lógica,  vamos  a  narrar  los  hechos  más 
interesantes  de  su  vida  y  a  estudiar  con  alguna  mayor  extensión  sus 
obras  y  doctrina. 

(10)  Véase  a  Haskins:  Studies  in  the  History  of  Mediaeval  Science,  Cambridge 
(U.  S.  A.),  1924,  cap.  XII,  pág.  257. 

(n)    Véanse  los  artículos  de  Stapper  y  Petella  c'tados  en  la  nota  1. 


SU  VIDA. 


Estudios  en  Lisboa,  en  París  y  en  Italia. — Títulos  académicos  que  obtuvo. — Ma- 
gisterio en  Siena. — Dignidades  eclesiásticas. — La  elección  papal. — Política  ci- 
vil y  eclesiástica  de  Juan  XXI. — Su  intervención  en  las  luchas  doctrinales  de 
la  Universidad  de  París. — Muerte  de  Juan  XXI. 

4.  Por  noticias  autobiográficas  cabe  reconstruir  en  parte  la  carre- 
ra escolar  de  Pedro,  el  hijo  de  Julián.  Su  primera  iniciación  en  el  saber 
tuvo  lugar  en  la  escuela  catedralicia  de  Lisboa;  pero,  como  Portugal 
carecía  a  la  sazón  de  estudios  superiores,  el  joven  Pedro  fué  enviado  a 
París  para  cursar  en  aquella  célebre  Universidad,  donde,  según  costum- 
bre de  entonces,  fué  apellidado  en  seguida  con  el  mote  Hispanus.  Apa- 
sionado por  la  ciencia,  en  la  amplitud  y  brillantez  de  los  estudios  uni- 
versitarios halló  la  íntima  satisfacción  que  anhelaba  su  espíritu.  Toda- 
vía en  la  edad  madura  tenía  a  gala  recordar,  desde  el  solio  pontificio, 
la  gratísima  impresión  que  guardaba  de  su  Universidad,  flumen  aquae 
vivae  tamquam  cristallus  splendidum  (12). 

Estudió  con  seguridad  en  la  Facultad  de  Artes,  que  atravesaba 
a  la  sazón  un  período  de  gran  florecimiento  por  el  intenso  cultivo  que 
en  ella  recibían  los  estudios  lógicos.  Allí  profesaba  hacia  1240  un  maes- 
tro afamado,  Guillermo  Shyreswood,  de  cuya  pluma  salió  el  primer  com- 
pendio hoy  conocido  en  que  se  recogen  las  tradiciones  dialécticas  de  la 
escuela  parisién.  Como  ese  compendio  ejerció  una  notoria  influencia  en 
Pedro  Hispano,  no  es  aventurado  suponer  que  éste  oiría  en  París  las 
enseñanzas  de  Shyreswood,  quien  pudo  muy  bien  contagiarle  aquel  en- 
tusiasmo por  la  dialéctica,  manifiesto  en  el  comienzo  de  sus  Súmulas: 
"Dialéctica...  est  ars  artium,  scientia  scientiarum" . 

Su  afán  de  saber  le  llevó  a  cursar  las  demás  Facultades  que  inte- 
graban la  Universidad  y  a  obtener  todos  los  grados  académicos.  Sin 


(12)  Con  e^tas  palabras  empieza  la  Bula  papal  de  28  de  abril  de  1277,  a  la  que 
más  tarde  nos  referiremos. 


—  107  — 


duda  por  este  motivo,  los  cronistas  antes  citados  le  llaman  clericus  ge- 
neralis.  En  la  Facultad  de  Teología  oyó  las  lecciones  del  franciscano 
Juan  de  Parma,  a  quien,  a  raíz  de  su  elevación  al  Generalato  de  la  Or- 
den, sucedió  en  la  cátedra  San  Buenaventura;  cuando  años  más  tarde 
Juan  de  Parma,  perseguido  como  joaquimita,  hubo  de  renunciar  a  tan 
alta  dignidad,  salirse  de  la  Orden  y  retraerse  a  la  soledad,  el  afecto 
movió  a  su  discípulo,  ya  Papa,  a  rehabilitarle,  para  lo  cual  le  llamó  a  la 
curia  y  aun  quiso  nombrarle  cardenal,  impidiéndoselo  la  muerte. 

Pedro  Hispano  sintió  una  marcada  preferencia  por  los  estudios  mé- 
dicos, en  los  que  debió  iniciarse  en  la  misma  Facultad  de  Artes  de  Pa- 
rís, donde  se  leía  y  comentaba  con  fervor  a  la  sazón  la  filosofía  natural 
aristotélica,  retiradas  ya  las  prohibiciones  eclesiásticas  de  tiempos  ante- 
riores. Es  posible  que  oyera  a  Alberto  Magno,  de  cuyas  obras  cientí- 
ficas copió  en  algunos  escritos  médicos.  Perfeccionó  sus  conocimientos 
de  medicina  en  Sicilia  con  los  maestros  de  la  famosa  Escuela  de  Saler- 
no;  y,  al  fundarse  el  Estudio  de  Siena,  fué  requerido  para  enseñar  allí 
la  medicina.  A  partir  de  este  momento,  se  pierde  el  rastro  de  su  vida, 
en  cuyo  relato  un  lapso  ignorado  de  casi  tres  lustros  pone  una  evidente 
solución  de  continuidad. 

5.  Ese  típico  representante  del  saber  profano  de  su  tiempo  estaba 
destinado  a  ocupar  la  cumbre  de  la  jerarquía  eclesiástica.  El  hecho  nada 
tiene  de  extraordinario  en  un  siglo  que  vió  subir  al  Pontificado  a  Pe- 
dro de  Tarantasia  y  a  otros  .afamados  maestros  universitarios.  Entre  la 
Universidad  y  la  Iglesia  mediaban  íntimas  y  constantes  relaciones.  Pro- 
bablemente Pedro  Hispano  entraría,  a  lo  largo  de  su  carrera  escolar, 
en  relación  con  altos  personajes  eclesiásticos.  Lo  cierto  es  que,  cuando 
volvemos  a  saber  de  él,  en  el  año  1261  aparece  firmando  un  acta  en 
compañía  del  cardenal  Ottobonus,  más  tarde  Adriano  V,  y  del  cardenal 
Hugo  de  Saint-Cher;  ya  se  titula  entonces  "deán  de  Lisboa"  (decanus 
UILvbonensis).  Ignoramos  si  llegó  a  personarse  en  tal  prebenda,  dada  la 
crítica  situación  que  atravesaba  la  Iglesia  en  Portugal  por  la  enconada 
persecución  del  rey. 

Tras  un  nuevo  lapso  de  siete  años  de  los  que  no  hallamos  noticia 
alguna,  en  las  postrimerías  de  1268  el  pontífice  Gregorio  X  le  honra  con 
el  cargo  de  "archiatro"  o  médico  suyo,  bien  fuese  personalmente  cono- 
cedor de  su  valía  en  este  ramo  del  saber  o  se  lo  hubiese  recomendado 
Ottobonus.  No  tardó  en  dejar  para  su  pariente  Egidio  Reboli  o  Martín 
el  deanato  de  Lisboa,  haciéndose  nombrar  arcediano  de  Vermuy  en  la 
archidiócesis  de  Braga. 

En  marzo  o  abril  de  1273  empieza  su  vertiginosa  ascensión  a  las  altas 


—  io8  — 


dignidades  eclesiásticas.  El  capítulo  de  Braga  le  elige  arzobispo;  y,  to- 
davía electo.  Gregorio  X  le  nombra  cardenal-obispo  de  Tusculum  para 
retenerle  a  su  lado,  si  bien  continuó  por  algún  tiempo  en  la  administra- 
ción de  la  archidiócesis  por  orden  pontificia. 

Desde  la  corte  acompañó  al  Papa  en  viaje  para  asistir  al  Concilio  II 
de  Lión,  donde  fué  consagrado  obispo  a  principios  de  1274.  Durante  el 
Concilio  fué  elevado  a  cardenal  en  una  promoción  famosa,  pues  iun- 
tamente  con  él  lo  fueron  el  minorita  San  Buenaventura,  el  dominico 
Pedro  de  Tarantasia  y  los  obispos  de  Aix  y  Arlés.  No  parece  que  a  títu- 
lo de  cardenal  interviniese  mucho  en  el  gobierno  de  la  Iglesia.  Grego- 
rio X  encomendó  a  su  celo  una  comunidad  de  monjas  de  Évora  que 
habían  pedido  en  Lión  la  confirmación  de  su  Orden  recién  fundada ; 
Pedro  Hispano  les  impuso  la  regla  cisterciense  y  las  confió  a  la  vigilan- 
cia del  abad  cisterciense  de  Alcobaca. 

6.  A  la  muerte  de  Gregorio  X  se  sucedieron  dos  Papas  en  breve 
tiempo.  Pedro  de  Tarantasia.  que  había  adoptado  el  nombre  de  Inocen- 
cio V,  murió  al  cabo  de  medio  año;  y  Ottobonus,  que  tomó  el  nombre 
de  Adriano  V.  no  gobernó  la  Iglesia  más  de  treinta  y  ocho  días.  Fué 
convocado  nuevo  cónclave  en  Viterbo,  al  que  tan  sólo  acudieron  nueve 
cardenales;  y  tras  alguna  demora  y  un  alboroto  popular  levantado  por 
los  empleados  de  la  curia,  a  mediados  de  septiembre  de  1276  fué  ele- 
gido Papa  por  unanimidad  Pedro  Hispano.  Dos  circunstancias  contri- 
buyeron de  una  manera  decisiva  a  la  elección :  la  de  ser  el  único  asis- 
tente al  cónclave  que  no  era  italiano  ni  francés  dos  dos  bandos  en  que 
el  cónclave  se  dividió)  y  el  deseo  general  de  designar  un  Papa  que  viviese 
largo  tiempo.  La  coronación  pontificia  se  celebró  en  el  mismo  Viterbo 
el  siguiente  domingo,  20  de  septiembre,  en  la  Catedral  de  San  Loren- 
zo;  allí  recibió  las  insignias  papales  de  manos  del  cardenal  Orsini,  jefe 
del  bando  italiano,  que  más  tarde  había  de  sucederle  con  el  nombre  de 
Nicolás  III  y,  tal  vez  en  su  honor,  adoptó  el  nombre  de  Juan  ( 13). 

Apenas  hubo  empuñado  Juan  XXI  las  riendas  del  gobierno,  castigó 
a  los  curiales  promotores  del  alboroto  de  Viterbo  y  revocó  la  reglamen- 
tación del  cónclave  dictada  por  el  Concilio  de  Lión.  Esta  medida,  que 
dió  pábulo  a  murmuraciones,  obedecía  al  deseo  del  Pontífice  de  dictar 
una  nueva  Constitución  que  evitase  los  largos  interregnos  en  las  vacan- 
tes del  Pontificado;  la  muerte  no  le  dió  tiempo  a  la  realización  del  pro- 

Í13)    Suele  llevar  el  núm.  21  entre  los  Papas  de  este  nombre,  aunque  la  Curia  le 

dió  el  núm.  20.  La  confusión  en  el  cómputo  proviene  de  que  algunos  admiten  errónea- 
mente otro  papa  Juan  entre  Bonifacio  \TT  y  Juan  XV  o  bien  incluyen  en  la  nume- 
ración al  antipapa  Juan  Filábate. 


pósito.  En  7  de  octubre  anunció  al  mundo  cristiano  su  elección  en  la 
encíclica  Qui  aeternae  legis. 

Intervino  directamente  o  mediante  legados  en  los  principales  asun- 
tos políticos  de  carácter  europeo.  En  la  cuestión  del  Sacro  Romano  Im- 
perio se  inclinó  a  favor  de  Carlos  de  Anjou,  quien  logró  ver  reconoci- 
dos sus  derechos  frente  a  Rodolfo  de  Habsburgo,  que  había  detentado 
hasta  entonces  el  codiciado  título  de  rey  de  Roma.  Gestionó  la  paz  en- 
tre el  rey  francés  Felipe  el  Atrevido  y  Alfonso  de  Castilla,  enemistados 
con  ocasión  de  la  herencia  del  reino  de  Navarra;  el  General  de  los  do- 
minicos y  el  Ministro  de  los  franciscanos  recordaron  a  los  contendientes 
en  nombre  del  Papa  que  urgía  la  preparación  de  la  guerra  de  cruzada 
y  el  mantenimiento  de  la  paz  entre  los  príncipes  cristianos.  En  cambio, 
nada  obtuvo  del  rey  de  Portugal  que  había  roto  sus  relaciones  con  el 
Papado  y  había  confiscado  los  bienes  eclesiásticos,  a  pesar  de  una  carta 
del  Pontífice  escrita  en  términos  harto  benévolos  para  el  monarca  rei- 
nante en  su  patria.  Anduvo  en  tratos  con  el  rey  de  Inglaterra  sobre  las 
rentas  de  cruzada  y  la  liberación  de  una  hija  de  Simón  de  Monfort 
que  había  sido  puesta  en  prisión,  ejerciendo  de  mediador  el  arzobispo 
de  Canterbury  John  Peckham,  con  quien  cambió  una  interesante  corres- 
pondencia a  propósito  de  tales  asuntos. 

No  descuidaba  entretanto  Juan  XXI  los  graves  negocios  de  la  Igle- 
sia. La  empresa  de  las  cruzadas  requería  una  base  económica;  los  im- 
puestos establecidos  con  esta  finalidad  habían  suscitado  dificultades  en 
la  recaudación  y  en  la  guardaduría,  que  el  Papa  solventó  con  una  serie 
de  disposiciones  transmitidas  a  los  legados  y  representantes  pontificios 
en  cada  país.  Gracias  a  ello,  fueron  amontonadas  cuantiosas  sumas  de 
dinero.  Paralelamente  seguía  tratando,  conforme  a  las  directivas  políti- 
cas de  Inocencio  V,  con  el  emperador  de  Constantinopla  Miguel  Paleólo- 
go y  su  hijo,  la  unión  de  las  Iglesias  latina  y  griega  iniciada  en  el  Con- 
cilio II  de  Lión ;  y  hasta  logró  de  ambos  que  suscribieran  una  profesión 
de  fe  católica,  juntamente  con  el  patriarca  constantinopolitano  Juan 
Beck.  La  unión  fracasó,  sin  embargo,  una  vez  más  por  motivos  políti- 
cos. Promovió  asimismo  las  misiones  en  tierras  de  infieles ;  y  es  digna 
de  mención  la  súplica  que  le  fué  enviada  por  el  Khan  de  Tartaria  en 
demanda  de  misioneros  para  evangelizar  el  país,  y  el  ofrecimiento  si- 
multáneo de  auxilios  para  la  cruzada.  A  ¡los  dos  meses  de  su  Pontifica- 
do, por  documento  expedido  en  Viterbo  a  16  de  noviembre  de  1276, 
aprobó  y  confirmó  la  erección  del  Colegio  misionero  de  Miramar,  que 


—  I  lü  — 

el  infante  Don  Jaime  acababa  de  fundar  a  instancias  de  Ramón  Lull  (14). 
Un  rasgo  muy  personal  de  este  Papa  fué,  al  decir  de  los  historiadores., 
su  decidida  protección  a  los  estudiantes  y  letrados,  a  un  gran  número 
de  los  cuales  concedió  beneficios,  prebendas,  dispensas  y  otras  ayudas; 
en  especial,  menudeó  las  distinciones  a  los  clérigos  que  iban  en  viaje 
de  estudios  a  París. 

7.  Para  la  historia  del  pensamiento  filosófico  reviste  enorme  interés 
la  intervención  del  papa  Juan  XXI  en  las  luchas  doctrinales  que  se  des- 
arrollaron en  la  Universidad  de  París  al  comenzar  el  último  cuarto  del 
siglo  xiii.  El  conflicto  entre  el  agustinismo  tradicional  y  el  aristotelismo 
renaciente  atravesaba  una  fase  aguda.  Por  un  lado,  los  maestros  de  la 
Facultad  de  Artes  acogían  y  enseñaban  sin  rebozo  las  doctrinas  de  Aris- 
tóteles, sin  cuidar  gran  cosa  de  armonizarlas  con  el  dogma  cristiano. 
Coincidiendo  con  este  movimiento,  Tomás  de  Aquino  en  la  última  etapa 
de  su  docencia  en  París  había  osado  exponer  el  peripatetismo  en  el  co- 
razón mismo  de  la  Universidad,  es  -decir,  en  la  Facultad  de  Teología. 
Las  autoridades  religiosas,  encargadas  de  velar  por  la  pureza  de  la  fe 
en  las  enseñanzas  universitarias,  experimentaron  gran  alarma,  de  la  que 
hicieron  partícipe  al  Papa.  Al  Papa  le  incumbía  en  la  Edad  Media  la 
suprema  vigilancia  de  la  Universidad;  y  en  el  ejercicio  de  esta  misión, 
los  Pontífices  venían  desplegando  tradicionalmente  una  política  favora- 
ble a  la  expansión  del  agustinismo.  La  actuación  de  Gregorio  X  se  acusa 
en  este  aspecto  con  un  perfil  inequívoco :  en  1272  nombra  a  dos  caracte- 
rizados teólogos  de  tendencia  agustiniana,  Roberto  Kildwarby  y  Pedro 
de  Tarantasia,  primados  de  Inglaterra  y  Francia,  respectivamente;  y  al 
siguiente  año  promueve  al  cardenalato  a  Pedro  de  Tarantasia,  P>uena- 
ventura  y  Pedro  Hispano,  afiliados  a  la  misma  dirección.  Los  inmedia- 
tos sucesores  de  Gregorio  X  insistieron  en  esta  política. 

Al  subir  al  solio  Juan  XXI,  encontró  planteada  la  cuestión  de  la 
ortodoxia  universitaria.  Un  cardenal,  Simón  de  Brie,  actuaba  en  París 
como  legado,  nombrado  por  Gregorio  X  para  atajar  costumbres  des- 
honrosas y  excesos  de  los  universitarios.  En  uso  de  amplios  poderes 
prohibió  los  cenáculos  donde  se  leían  en  secreto  ciertas  obras  y  proscri- 
bió cualquiera  enseñanza  dada  al  margen  de  los  cursos  públicos  de  la 
Universidad,  a  excepción  de  las  de  gramática  y  lógica ;  a  los  bachille- 


(14)  A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per  ¡'historia  de  la  cultura  catalana  tnig-eval,  I, 
Barcelona,  igo8,  páss  4-5. 


—  III  — 


res  y  maestros  que  prosiguieran  en  tales  enseñanzas  clandestinas,  les 
amenazó  con  la  expulsión  del  claustro  universitario  (15). 

En  18  de  enero  de  1277,  Juan  XXI  promulgó  una  bula  contra  cier- 
tos maestros  de  la  Facultad  de  Artes  (16),  en  la  que,  después  de  recor- 
dar con  vivo  afecto  sus  años  de  estudios  en  la  Universidad,  lamenta  las 
innovaciones  doctrinales  introducidas  por  algunos  profesores  en  las  en- 
señanzas de  dicha  Facultad,  que  han  llegado  a  hacer  mella  en  los  teólo- 
gos y  a  ser  expuestas  en  libros;  y  encarga  al  obispo  de  París  que  le 
informe  acerca  de  tales  errores,  así  como  de  sus  autores  y  partidarios 
y  de  los  escritos  donde  se  contienen,  para  sompesar  su  alcance  y  tomar 
en  su  día  una  determinación  que  reintegre  la  Universidad  a  su  pureza 
doctrinal.  Ni  corto  ni  perezoso,  al  obispo  Tempier  omitió  la  informa- 
ción solicitada  por  el  Papa ;  pero,  amparándose  en  su  bula,  en  7  de  marzo 
proscribió  de  la  enseñanza  universitaria  una  lista  de  219  tesis  en  las  que 
se  resumía  la  doctrina  peripatética  a  la  sazón  difundida  en  la  Facultad 
de  Artes. 

Mayor  circunspección  fué  usada  con  la  Facultad  de  Teología.  Por 
otra  bula  de  28  de  abril,  Juan  XXI  mandaba  al  obispo  Tempier  que, 
con  una  comisión  de  maestros,  abriera  una  información  similar  a  la  an- 
terior acerca  de  (las  novedades  introducidas  en  la  enseñanza  de  la  Teo- 
logía (17).  Tempier  se  sintió  esta  vez  menos  impetuoso;  y,  acatando  a 
la  letra  la  orden  pontificia,  se  dispuso  a  realizar  la  oportuna  información. 

8.  Sobrevino  en  esto  la  trágica  muerte  de  Juan  XXI  a  consecuen- 
cia de  un  accidente  desgraciado  que  le  ocurrió  en  Viterbo.  Acababa  el 
Papa  de  instalarse  en  unas  habitaciones  recién  construidas  de  su  pala- 
cio, cuando  el  techo  se  hundió  y  le  hirió  de  tal  gravedad  que  expiró,  al 
cabo  de  seis  días,  en  20  de  mayo  de  1277.  Los  anhelos  de  un  largo  pon- 
tificado que  sentía  la  Cristiandad,  se  frustraron  una  vez  más.  El  cadá- 
ver fué  sepultado  en  la  Catedral  de  San  Lorenzo  en  Viterbo;  el  sepul- 
cro en  que  yace,  fué  restaurado  siglos  más  tarde  y  reemplazado  no  hace 
mucho,  en  1886,  por  un  túmulo  funerario. 


(15)    Denifle-Chatelain:  Chartularvum  Universitatis  Parisiensis,  I,  París,  1899,  pá- 
ginas 538  y  S4o. 
•  (16)    Denifle-Chatelain,  ibid.,  pág.  541. 

(17)  La  existencia  de  esta  segunda  bula  ha  sido  puesta  en  duda,  por  no  hallarse  in- 
cluida en  las  colecciones  oficiales.  La  identidad  de  su  texto  con  el  de  la  anterior  ha  indu- 
cido a  creer  que  se  trataba  de  una  sola  bula,  sin  tener  en  cuenta  que  la  primera  fué 
escrita  para  los  "artistas"  y  la  segunda  para  los  "teólogos".  La  ha  publicado  íntegramen- 
te, a  base  del  manuscrito  761  de  Burdeos,  el  P.  André  Callebaut  en  su  artículo:  Jean 
Peckham  O.  F.  M.  et  l'Augustinisme,  inserto  en  "Archivum  Franciscanum  Historicum", 
XVIII,  1925,  págs.  446-466. 


 112  — 


La  fantasía  popular  urdió,  en  torno  al  desgraciado  fin  del  Papa,  una 
leyenda  negra.  Se  quiso  ver  en  aquél  la  mano  de  Dios  vengadora  de 
supuestas  ofensas  que  le  habían  sido  inferidas.  Como  otros  médicos  me- 
dievales, Juan  XXI  gozó  fama  de  nigromante;  y,  exagerando  más,  le 
fueron  atribuidos  tratos  con  el  diablo.  Por  su  lado,  las  Ordenes  religio- 
sas, en  especial  la  de  Predicadores,  guardaron  mal  recuerdo  de  su  pon- 
tificado; algunos  cronistas  tardíos  propagaron  el  rumor  de  que  su  muer- 
te había  sido  un  castigo  del  cielo  por  las  persecuciones  infligidas  a  los 
religiosos.  El  rumor  carece  de  fundamento,  pues  en  las  luchas  doctrina- 
les entre  agustinianos  y  peripatéticos  no  estuvo  involucrada  la  Orden  en 
un  principio.  De  hecho,  Juan  XXI  parece  haber  actuado  con  una  gran 
independencia  de  criterio  y  respondiendo,  como  veremos,  a  convicciones 
propias,  sin  que  su  actitud  en  la  cuestión  de  la  ortodoxia  universitaria 
trascendiera  al  trato  con  las  Ordenes  religiosas,  a  las  que  dispensó  se- 
ñalados favores  y  con  cuyos  principales  miembros  mantuvo  cordial  re- 
lación. 

El  reproche  mayor  que  se  ha  dirigido  a  este  Papa,  ha  sido  el  de  una 
cierta  impericia  en  el  gobierno  de  la  Iglesia.  La  tramitación  burocrá- 
tica de  los  asuntos  le  aburría,  en  extremo ;  y  su  afición  no  extinguida  a 
los  estudios  le  llevaba  a  aislarse,  siempre  que  podía,  de  la  curia  para 
entregarse  a  la  lectura  y  al  trabajo  intelectual.  Ni  hay  que  decir  que  el 
reproche  aumenta  el  interés  por  el  conocimiento  de  sus  obras  y  de  su 
doctrina,  cuyo  examen  emprendemos  a  continuación. 


III 


SUS  OBRAS. 

Amplitud  de  la  producción  literaria  de  Pedro  Hispano. — Clasificación  de  sus  es- 
critos.— 1.°  Las  Summulae  logicales;  su  origen,  finalidad  y  estructura. — Su 
extraordinaria  fortuna  en  la  Edad  Media. — Originalidad  del  texto  latino. — 
2.°  Los  comentarios  a  Aristóteles. — 3.°  Obras  de  filosofía  natural. — 4.°  Escri- 
tos teológicos. — 5.°  Obras  médicas;  comentarios  y  escritos  originales. — Con- 
sideración especial  del  Thesaurus  pauperum. 

9.  La  historia  y  la  leyenda  coinciden  en  presentarnos  a  Pedro  His- 
pano como  hombre  de  saber  muy  vasto.  Ninguna  de  las  disciplinas  cul- 
tivadas en  su  tiempo  escapó  a  su  insaciable  curiosidad ;  y,  aunque  prefirió 
la  lógica  y  la  medicina,  conoció  todos  los  demás  ramos  del  humano  sa- 
ber desde  la  gramática  a  la  teología.  Sin  hipérbole  se  le  puede  paran- 
gonar con  los  ingenios  más  universales  del  siglo  xm,  aunque  ni  por  la 
amplitud  ni  por  la  profundidad  de  sus  conocimientos  alcance  la  talla 
de  un  Alberto  Magno.  Polígrafo  como  éste,  escribió  obras  muy  diversas 
y  legó  a  la  posteridad  un  cuantioso  patrimonio  literario,  que  en  buena 
parte  quedó  pronto  olvidado.  Quién  sabe  si  la  extraordinaria  fama  de 
su  gran  contemporáneo,  que  paralelamente  escribió  sobre  materias  igua- 
les o  similares,  pudo  perjudicarle  hasta  eclipsar  por  completo  su  labor. 
De  las  recientes  investigaciones  se  desprende,  en  efecto,  una  conclusión 
muy  clara:  la  fortuna,  que  se  mostró  excesivamente  pródiga  con  la  obra 
lógica  de  Pedro  Hispano — como  tendremos  ocasión  de  ver — ,  no  corres- 
pondió, en  cambio,  al  mérito  efectivo  de  sus  restantes  producciones  cien- 
tíficas, si  exceptuamos  tal  vez  alguno  de  sus  tratados  'médicos. 

Por  la  rareza  de  los  manuscritos  y  la  falta  absoluta  de  ediciones  de 
la  mayoría  de  las  obras  de  nuestro  autor  ha  pasado  inadvertida  la  mag- 
nitud de  su  producción  literaria.  Recientes  y  afortunados  hallazgos  han 
devuelto  al  conocimiento  de  los  eruditos  aquella  rica  herencia;  y  hoy 
nos  hallamos  en  situación  de  inventariarla  con  mayor  exactitud.  Para 
proceder  con  orden,  vamos  a  clasificarla  en  cinco  grupos:  el  compen- 
dio de  lógica,  los  comentarios  a  Aristóteles,  las  obras  psicológicas  y  de 
filosofía  natural,  los  escritos  teológicos  y  los  tratados  médicos.  Prescin- 
dimos, por  su  escaso  interés  para  nuestro  objeto,  de  los  documentos  pon- 
tificios emanados  de  Juan  XXI  o  que  le  han  sido  atribuidos :  una  encí- 


—  114  — 


clica,  varias  bulas  y  una  serie  de  cartas,  acerca  de  los  que  se  ha  dicho* 
ya  lo  bastante  en  los  párrafos  precedentes  (18). 

10.  Su  obra  lógica  está  contenida  en  las  Súmulas  o  compendio  es- 
colar para  iniciación  en  la  dialéctica  de  los  estudiantes  de  la  Facultad 
de  Artes.  Las  Facultades  de  Artes  suceden  en  la  Edad  Media  a  las  anti- 
guas Escuelas  monacales,  catedrales  o  palatinas,  en  las  que  se  daba  la 
enseñanza  de  las  siete  artes  liberales.  Coronamiento  del  trivium  era  la 
dialéctica,  cuyo  estudio  adquirió  gran  incremento  en  los  siglos  medios 
hasta  convertirse  en  enseñanza  principal  y  en  objeto  de  cultivo  inde- 
pendiente. Su  contenido  venía  prefijado  en  los  textos  de  uso  en  las  es- 
cuelas ;  hasta  el  siglo  xn,  el  libro  aristotélico  de  las  Categorías  y  un  frag- 
mento del  Perihermeneias,  precedidos  de  la  Introducción  de  Porfirio  o 
Isagoge  y  de  algunos  pequeños  tratados  de  Boecio,  dan  la  pauta  para  el 
desarrollo  esencial  de  esta  enseñanza.  En  el  siglo  xn,  al  ser  conocido 
íntegramente  el  Organon,  se  completa  el  ciclo  escolar  con  las  demás  ma- 
terias de  la  lógica  aristotélica  (lógica  nova  en  oposición  a  la  ve  tus).  Pero 
no  terminó  aquí  el  desarrollo  de  esta  disciplina.  Poco  a  poco  en  el  am- 
biente de  las  escuelas  germinó  una  doctrina  lógica  complementaria  que, 
además  de  facilitar  la  retención  de  la  doctrina  aristotélica  mediante  re- 
cursos mnemotécnicos,  tendía  a  fijar  la  significación  de  los  términos,  el 
valor  de  los  argumentos  y  el  carácter  sofístico  de  ciertas  pretendidas 
demostraciones,  con  vistas  siempre  a  la  disputa.  Esta  parte  de  la  dialéc- 
tica acabó  por  ser  enseñada  a  continuación  de  las  otras  y  recibió  el  nom- 
bre de  lógica  modernorum  (en  oposición  al  conjunto  de  las  dos  partes 
anteriores  o  lógica  antiqua). 

En  el  siglo  xiii  los  profesores  de  la  Facultad  de  Artes,  a  imitación 
de  sus  colegas  de  Teología,  se  esfuerzan  en  codificar  el  total  contenido 
de  su  respectiva  enseñanza  en  tratados  sistemáticos,  que  reciben  el  nom- 
bre de  Sumas.  Guillermo  de  Shyreswood  y  Lamberto  de  Auxerre  pare- 
cen haber  iniciado  en  la  dialéctica  esta  tendencia,  que  fué  inmediatamen- 
te seguida  por  Pedro  Hispano.  La  obra  de  éste  es,  sin  embargo,  una 
mera  Súmula.  o  Suma  pequeña,  es  decir,  un  texto  abreviado,  en  el.  que 
de  una  manera  concisa  se  establecen  las  nociones  elementales  dialécti- 
cas en  las  varias  materias  que  integraban  entonces  dicha  disciplina.  El 
estilo  es  lapidario  y  sentencioso,  los  ejemplos  oportunos  y  bien  escogi- 
dos, las  exposiciones  breves  y  descargadas  de  inútil  erudición,  y  las  di- 
versas partes  tan  bien  trabadas,  que  la  obra  ofrece  una  innegable  unidad. 

(t8)  Para  más  detalles  acerca  de  éstos  documentos  papales,  véase  el  estudio  de- 
M.  Daunou  inserto  en  la  "Histoire  littéraire  de  la  France".  voh  XIX,  París,  1895,  pá-' 

dna?  322-334,  al  final. 


—  H5  — 

Cualidades  tan  excelentes  valieron  a  esta  obra  una  difusión  extra- 
ordinaria. Maestros  y  escolares  la  consideraron  un  modelo  en  su  género 
y  la  utilizaron  para  guía  en  los  estudios.  Con  el  tiempo  fué  declarada 
texto  oficial  casi  en  todas  partes,  como  expondremos  más  adelante;  su 
boga  duró  hasta  bien  entrado  el  siglo  xvi.  Así  se  explica  el  crecido  nú- 
mero de  manuscritos  de  esta  obra  que  existieron  en  los  siglos  xm,  xiv 
y  xv  y  la  gran  cantidad  de  ediciones  aparecidas  en  los  siglos  xv  y  xvi. 
De  los  primeros  se  conservan  todavía  bastantes  ejemplares  en  España, 
dispersos  en  archivos  y  bibliotecas  (19).  De  las  segundas  intentó  formar 
un  catálogo  completo  Prantl,  quien  llegó  a  inventariar  hasta  48  edicio- 
nes (20).  Algunas,  sin  embargo,  escaparon  a  su  conocimiento  (21);  por 


(19)  Sin  investigación  de  nuestra  parte  y  nada  más  por  noticias  casuales  o  infor- 
maciones de  amigos,  podemos  señalar  los  siguientes:  uno  del  siglo  xiii  en  el  Archivo 
Archidiocesano  de  Tarragona,  varios  en  las  Bibliotecas  Capitulares  de  Toledo,  Córdoba 
y  Sevilla,  y  uno  en  el  Museo  Episcopal  de  Vich.  Costaría  poco  esfuerzo  señalar  la  exis- 
tencia de  otros  muchos. 

(20)  He  aquí  la  lista  escueta  de  las  48  ediciones  citadas  por  Prantl  en  su  Geschichte 
dcr  Logik  im  Abendkmde,  vol.  III,  cap.  XVII,  nota  143  (págs.  35-40) : 

5  ediciones  en  Leipzig  por  Melchor  Lotther  en  1499,  1506,  1509,  1510  y  1516. 
1  edición  incunable  sin  indicación  de  lugar  ni  fecha. 

5  ediciones  alemanas  con  el  comentario  de  Juan  Versor  en  1487  (Colonia?),  1488 

(Colonia?),  1489  (Colonia),  1495  (Nurenberg)  y  1497  (Nurenberg). 
S  ediciones  en  Colonia,  con  los  comentarios  del  tomista  Lamberto  de  Monte,  en 

1480,  1489,  1490,  1493,  1494,  1496,  1503  y  1507- 

3  ediciones  en  Colonia,  con  los  comentarios  del  albertista  Harderwyck  en  1488, 

1493  y  1504. 

1  edición  en  Venecia,  de  1516,  con  los  comentarios  del  escotista  Nicolás  de  Orbelli. 

5  ediciones  más  en  Venecia,  de  ellas  cuatro  con  los  comentarios  de  Versor  y  una 

con  los  de  Juan  de  Monte,  en  1488,  1508,  1550,  1572  y  1500. 

2  ediciones  en  Lión,  con  los  comentarios  de  Jorge  de  Bruselas  y  Tomás  Bricot 

en  1489  y  1515. 
1  edición  en  París,  con  los  mismos  comentarios,  en  i497- 
1  edición  en  Venecia,  con  los  comentarios  de  Juan  de  Mestres,  en  i4qo. 

3  ediciones,  con  los  comentarios  del  escotista  Tartaret,  de  Friburgo  en  1504,  de 

Basilea  en  15 14  y  de  Venecia  en  1591. 

6  ediciones  con  el  título  Duodecim  tractatus,  de  Basilea  en  151 1,  de  Estrasburgo 

en  1511  y  1514,  de  Colonia  en  1499,  1504  y  1513- 
1  edición  de  Reutlingen  en  1486. 
1  edición  sin  indicación  de  lugar  ni  de  fecha. 
1  edición  incunable,  también  sin  fecha  ni  lugar. 

3  ediciones,  con  los  primeros  seis  tratados  solamente :  una  de  Viena,  con  los  co- 
mentarios de  Marsilio,  en  1512;  otra  de  Viena  en  1516,  y  otra  por  Augusto 
Vindel,  con  los  comentarios  de  Juan  Eck,  en  1516. 

1  edición  de  Lión,  en  1505,  con  tan  sólo  cuatro  tratados  y  los  comentarios  de 
Juan  Mayor. 

Indicaciones  bibliográficas  muy  detalladas  se  encontrarán  en  la  nota  citada  de  Prantl. 

(21)  Helas  aquí: 


—  i  i  o  — 


nuestra,  parte,  hemos  de  lamentar  que  Prantl  ignorara  en  absoluto  la 
existencia  de  ediciones  españolas  (22). 

El  examen,  aunque  sea  somero,  de  un  tal  cúmulo  de  manuscritos  y 
ediciones  despierta  alguna  inquietud.  Es  fácil  advertir  en  los  unos  y  en 
las  otras  una  enorme  diversidad  de  títulos  y  a  las  veces — lo  que  es  peor — 
de  contenido,  de  donde  proviene  un  obstáculo  casi  insuperable  para  la 
reconstitución  del  texto  original.  El  compendio  aparece  rotulado  de  las 
más  diversas  maneras :  Summulae  logicales,  Logicalia,  Parvorum  logi- 
calium  líber  o  libellus  o  compendium,  Logicalia  12  tractatuum,  Summula 
logicae,  Scriptum  summularum,  Textus  summularum,  Copulata  sex 
tractatuum,  Textus  septem  tractatuum,  Tractatus  12  de  dialéctica,  Co- 


Varias  ediciones  sin  indicación  de  fecha  ni  lugar,  distintas  de  las  citadas  por  Prantl 
de  las  que  hay  ejemplar  en  la  Biblioteca  Universitaria  de  Barcelona. 

Otra  edición  de  1503,  en  folio,  sin  indicación  de  lugar  (existe  ejemplar  en  Sevilla). 

Otra  edición  de  Lión,  de  1502,  con  los  comentarios  de  Jorge  de  Bruselas  y  Tomás 
Bricot  (existe  ejemplar  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid). 

Edición  de  Rouen,  de  1500,  con  los  comentarios  de  Jorge  de  Bruselas  (ejemplar  en 
Sevilla) . 

Otra  edición  de  Leipzig,  de  15 13,  con  los  comentarios  de  un  tal  Hieronymus  Cin- 
gularius  Chrysopolitanus  (ejemplar  en  Sevilla). 

Otra  edición  de  París,  de  15 10,  con  los  comentarios  de  Dorp  y  Ockam  (ejemplar  en 
Sevilla) . 

Otra  edición  de  Venecia,  de  1518,  con  los  comentarios  de  Juan  Versor  (ejemplar  en 
Sevilla) . 

Hemos  visto,  además,  citadas  las  siguientes  ediciones  no  incluidas  en  la  lista  de 
Prantl:  Venecia,  1593;  Colonia,  1610;  y  Basilea,  1540,  con  el  comentario  de  Cristóbal 
Hegendorf. 

(22)  Existen,  por  lo  menos,  tres  ediciones  españolas  de  las  que  hemos  logrado  ver 
ejemplar:  una  de  1503  en  Sevilla,  otra  de  1528  en  Alcalá  y  otra  de  Sevilla  en  1571.  La 
segunda  contiene  únicamente  el  primer  tratado  de  las  Súmulas.  La  primera  incluye  los 
comentarios  de  Juan  Versor;  y  la  tercera,  genuinamente  española,  publica  además  los 
comentarios  del  dominico  Tomás  Mercado.  De  7a  primera  de  estas  ediciones  hay  ejem- 
plar en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid;  de  las  otras  dos  existe  ejemplar  en  la  Biblio- 
teca Universitaria  de  Barcelona. 

Pongo  a  continuación  una  nota  bibliográfica  más  extensa: 

1.  Preclara  in  magistri  petri  hispani  logicam  Versoris  expositoris  famosissimi  inda- 
gatio  una  cum  textu  eiusdem  magistri  petri.  Tractatusque  parvorum  logicalium  perquam 
necessario.  Tractatus  item  de  secundis  intentionibus  ab  egregio  magistro  francisco  de 
prato  ad  utilitatem  studentium  compilatus.  Anno  M.D.III. — El  explicit  al  dorso  del 
folio  penúltimo  reza  a  la  letra:  Summularum  logice  magistri  Petri  Hispani  tractatus 
septem  acuratissima  excellentissimi  Joannis  versoris  expositione  elucubrati.  una  cum  de 
secundis  intentionibus  Francisci  de  prato  viñ  memorandi  tractatus  visi  approbatique  a 
Reverendo  sacre  pagine  magistro  Roderico  a  sancta  ella  reyne  archidiácono  bene  mérito. 
Hispali  per  Stanislaum  polonum  et  Jacobum  kronberger  alemanum  impressi.  Feüci  sy- 
dere  sunt  expliciti  impensis  per  maximis  garsie  de  la  torre  nec  non  Alfonsi  laurentii 
bibliopolarum.  A  nno  christiane  salutis  millesimo  quingentésimo  tertio.  XVII.  Kl.  Madij. 

Es  interesante  el  prefacio,  en  el  que  Pedro  de  San  Juan  expone  cómo  se  ha  decidido 


púlala  omnium  tractatuum,  Tesaurus  sophismatum,  etc.  Manuscritos 
tardíos  y  algunas  ediciones  anuncian  la  obra  como  una  compilación  de 
diversos  autores  o  como  un  comentario  a  la  lógica  aristotélica  o  a  la 
filosofía  de  Santo  Tomás  de  Aquino.  La  mayoría  de  estos  rótulos  res- 
ponden a  un  punto  de  vista  personal  del  que  ha  copiado  el  manuscrito  u 
ordenado  la  edición;  en  medio  de  tanta  variedad  cabe  sospechar  que  el 
auténtico  título  de  la  obra,  si  realmente  su  autor  llegó  a  bautizarla,  fuese 
el  de  Summulae  logicales  u  otro  muy  parecido. 

Lo  más  desconcertante  del  caso  es  la  variación  en  el  número  de  los 
tratados  parciales  que  integran  la  obra,  que  unas  veces  son  6,  otras  son 
7  y  otras  son  12.  La  divergencia  proviene  de  la  presentación  externa  del 
texto,  del  cual  en  unas  ediciones  se  segrega  el  último  tratado  para  acom- 
pañarlo a  guisa  de  complemento  a  la  lógica  de  contenido  aristotélico, 
mientras  que  en  otras  ediciones  cuenta  como  séptimo  trozo,  y  en  otras 
las  subdivisiones  de  este  séptimo  tratado  van  numeradas  a  continuación 
de  los  tratados  anteriores  hasta  completar  el  número  doce.  El  índice  que 
corresponde  a  la  auténtica  estructura  de  la  obra,  se  desmenuza  en  las 
siguientes  materias: 


/. 

De  enunciatione. 

II. 

De  quinqué  universalibus. 

III. 

De  praedicamentis. 

IV. 

De  syllogismis. 

V. 

De  locis  dialecticis. 

VI. 

De  fallaciis. 

VIL 

De  proprietatibus  terminorum 

a  emprender  la  edición  por  la  gran  rareza  de  los  comentarios  impresos  de  Juan  Versor 
con  el  texto  intercalado  de  Pedro  Hispano,  apelando  a  la  munificencia  de  Juan  Pardo 
por  no  haberse  atrevido  ningún  librero  a  correr  con  los  gastos  de  la  edición. 

2.  Primus  tractatus  sumtnularum  m  textura  Petri  Hispani  a  Roderico  Cueto  cordu- 
bensi,  dum  profiteretur  artes  ingenuas.  Compluti,  in  edibus  Michaelis  de  Guya,  1528. 
Es  una  preciosa  edición  semigótica  a  doble  columna. 

3.  Commentarii  lucidissimi  in  textum  Petri  Hispani  P.  Thomae  de  Mercado,  ordinií 
praedicatorum,  artium  ac  sacrae  Theologiae  professoris.  Prima  editio  cum  argumentorum 
selectissimorum  opúsculo  quod  vice  Enchyridii  esse  possit  Dialecticis  ómnibus.  Hispali. 
ex  officina  Ferdinandi  Diaz,  in  via  Serpentina,  1571. 

Contiene  nada  más  los  cinco  primeros  libros  de  las  Summulae  de  Pedro  Hispano, 
cuyo  texto  aparece  algo  corrompido;  al  texto  acompaña  el  comentario  de  Tomás  Mer- 
cado en  forma  de  lectio.  El  libro  está  dedicado  a  Cristóbal  de  Rojas,  Arzobispo  de 
Sevilla. 


uS  -- 


3- 

4- 

5 
6. 


2. 


I 


Suppositio. 

Ampliatio. 

Appcllatio. 

Res  trie  tio. 

Distributio. 

Exponibilia. 


Los  seis  trataditos  que  integran  la  séptima  parte  de  la  obra,  encie- 
rran la  doctrina  más  original,  aunque  objetivamente  la  menos  intere- 
sante, de  nuestro  autor.  Para  distinguirlo  del  curso  completo  de  la  lógi- 
ca aristotélica  o  lógica  magna,  se  designó  al  conjunto  de  esta  última 
parte  con  el  nombre  de  lógica  parva ;  sus  varias  subpartes  constituían  los 
parva  logiealia.  Con  el  tiempo,  por  superfetación  de  la  doctrina,  les  fue- 
ron añadidas  partes  nuevas:  de  oblif/atoriis,  de  insolubilibus,  de  conse- 
quentiis  y  un  traetatus  syncathegoreumatum,  que  en  algunas  ediciones 
aparecen  completando  las  Súmulas.  Tales  otros  parva  logiealia  no  son 
originales  de  Pedro  Hispano,  sino  fruto  posterior  de  escritores  anónimos 
que  reelaboraron  y  ampliaron  el  texto  primitivo. 

Una  reelaboración  por  el  estilo  sufrió  la  letra  del  texto,  que  no  es 
coincidente  en  los  manuscritos  ni  en  las  ediciones.  El  sentido  fundamen- 
tal se  mantiene  invariable ;  pero  la  redacción  varía  de  unos  textos  a  otros 
y  denuncia  ligeros  retoques,  supresiones  o  adiciones  de  otras  manos.  Si- 
multáneamente estuvieron  en  uso  varias  redacciones  y  se  dió  el  caso 
de  que  cada  centro  escolar  y  cada  ciudad  poseyese  su  propia  versión ; 
así  se  conocía  la  redacción  de  París,  la  de  Colonia,  la  de  Leyden,  la  de 
Louvain,  etc.  "Pasa  con  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano — si  se  me  per- 
mite la  comparación — algo  parecido  a  lo  que  con  las  epopeyas  homé- 
"ricas.  La  sustancia  viva  del  texto  se  mantiene  siempre  igual,  pero  los 
"detalles  varían  en  la  tradición  oral  o  escrita"  Í23). 

Imposible  resulta  precisar  dónde  ni  cuándo  redactó  Pedro  Hispano 
su  famoso  compendio.  Las  escasas  noticias  que  poseemos  acerca  de  su 
vida  académica,  impiden  aventurar  cualquiera  hipótesis.  Es  gratuita  la 
afirmación  de  Stapper  de  que  compuso  las  Súmulas  durante  su  magiste- 
rio en  Siena,  donde  probablemente  no  enseñó  lógica,  sino  medicina.  Su 
magisterio  en  París  es  muy  verosímil,  pero  ninguna  fuente  histórica 
conocida  lo  atestigua.  A  decir  verdad,  esta  averiguación  no  ha  consti- 
tuido problema  hasta  hace  poco  tiempo,  porque  bajo  el  peso  de  la  auto- 
ridad de  Prantl  se  admitía  comúnmente  que  Pedro  Hispano  se  había 


(23)    Prantl,  obra  y  capítulo  ya  citados,  nota  i44. 


—  U9  — 


limitado  a  verter  en  idioma  latino  una  obra  griega  más  antigua  de  un 
tal  Miguel  Psello,  que  había  vivido  doscientos  años  antes.  Lo  cierto  es 
que.  el  texto  latino  se  correspondía,  palabra  por  palabra,  con  el  texto 
griego,  cuyos  manuscritos  fueron  conocidos  en  Occidente  desde  el  si- 
glo xv.  El  renacentista  Lorenzo  Valla  alude  al  texto  griego  del  com- 
pendio en  términos  que  revelan  un  desconocimiento  del  texto  latino, 
Prantl,  juzgando  a  la  mentalidad  medieval  incapaz  de  inventar  la  doc- 
trina de  las  propiedades  de  los  términos,  atribuyó  a  Pedro  Hispano  el 
haber  transplantado  a  Occidente,  ípor  una  mera  labor  de  traducción,  la 
lógica  de  Bizancio. 

Prantl  habría  podido  ahorrarse  el  título  erróneo  de  "lógica  bizan- 
tina" que  impuso  al  capítulo  dedicado  a  Pedro  Hispano,  con  sólo  ad- 
vertir por  la  simple  lectura  del  primer  párrafo  de  las  Súmulas  que  su 
autor  ignoraba  el  griego.  De  otro  modo,  no  se  le  hubiera  ocurrido  pro- 
poner la  siguiente  estrafalaria  etimología:  "Dicitur...  dyalectica  a  "dya", 
quod  est  dúo,  et  "logos",  sermo,  vel  "lexis",  ratio,  quasi  duorum  sermo 
vel  ratio".  Entonces  habría  caído  en  la  sospecha  de  que  el  manuscrito  de 
Augsburgo  (hoy  en  Munich)  descubierto  en  1597  por  Elias  Ehinger,  es 
el  único  que  atribuye  el  texto  griego  a  Miguel  Psello.  Este  autor  vivió 
efectivamente  en  Bizancio  en  el  siglo  xi  y  compuso  algunos  tratados, 
en  su  mayor  parte  compendios  de  la  filosofía  platónica.  Pero  no  escri- 
bió compilación  alguna  de  la  lógica  aristotélica  ni  era  conocida  entonces 
en  Bizancio  la  doctrina  de  las  propiedades  de  los  términos.  Nos  encon- 
tramos, pues,  ante  una  falsa  atribución.  El  hallazgo  de  nuevos  manus- 
critos en  los  que  consta  el  texto  griego  de  las  Súmulas,  ha  resuelto  de 
plano  la  cuestión;  todos  ellos  dicen  ser  traducciones  del  latín,  bastantes 
añaden  que  de  la  obra  de  Pedro  Hispano  y  aun  algunos  traen  el  nombre 
del  traductor,  un  tal  Jorge  Scholarios  que  vivió  en  el  siglo  xv. 

Resulta,  pues,  que  el  texto  de  las  Súmulas  es  original  de  Pedro  His- 
pano y  que  sobre  él  ha  sido  calcada  la  versión  griega,  al  igual  que  otra 
hebrea  (24).  Y  es  indudable  que,  si  las  lenguas  romances  hubiesen  sido 
vehículo  de  la  cultura  filosófica  en  los  siglos  medios,  a  ellas  habría  sido 
vertido  también  el  texto  latino,  como  ocurrió  con  la  más  conocida  obra 
médica  de  nuestro  autor. 

11.  Por  referencias  del  propio  Pedro  Hispano  en  sus  tratados  de 
medicina  se  sabía  que  escribió  comentarios  a  algunas  obras  de  Aristó- 
teles. En  uno  de  dichos  tratados,  dice  al  hablar  de  ciertas  cuestiones : 


(24)  En  Venecia  se  conserva  un  manuscrito  con  la  versión  griega;  otro,  con  la 
versión  hebrea,  existe  en  la  Biblioteca  del  Estado  en  Viena. 


—    120  — 


"...  alibi  sunt  disputata  vel  determinata  sicut  supra  librum  de  sensu  et 
sensato  et  supra  secundum  librum  de  anima..."  Pero  tales  comentarios 
y  otros  a  los  que  alude  en  distintos  pasajes,  yacían  ignorados. 

M.  Grabmann  ha  tenido  la  fortuna  de  descubrir,  el  año  1927,  en  la 
Biblioteca  Nacional  de  Madrid  unos  manuscritos  donde  se  contienen  los 
comentarios  de  Pedro  Hispano  a  varios  libros  aristotélicos.  Los  manus- 
critos son  el  3314  y  el  1877.  En  el  primero  se  encuentran,  además  de 
otras  obras  de  Pedro  Hispano  que  mencionaremos  luego,  los  comenta- 
rios al  De  anima  (incompletos  por  faltarles  un  fragmento  inicial)  y  a  los 
Parva  Naturalia,  de  los  que  son  comentados  el  De  sensu  et  sensato,  el 
De  morte  et  vita  y  el  De  somno  et  vigilia.  En  el  otro  manuscrito  una  por- 
ción importante  está  ocupada  por  el  comentario  a  la  Historia  de  los  ani- 
males, al  que  le  falta  el  fragmento  final.  Aunque  por  deficiencias  en  la 
conservación  de  los  manuscritos  falta  la  atribución  taxativa  de  tales  obras 
a  Pedro  Hispano,  es  indudable  que  le  pertenecen,  por  hallarse  incluidas 
en  códices  donde  constan,  escritas  de  la  misma  mano,  otras  obras  suyas 
con  las  que  guarda  conexión.  El  hallazgo  confirma,  por  otro  lado,  las 
noticias  que  ya  poseíamos. 

Pedro  Hispano  ha  sido  probablemente  el  primer  autor  escolástico 
que  ha  comentado  el  De  animalibus.  Entre  todas  las  obras  de  Aristóte- 
les, ésta  parece  haber  suscitado  el  menor  número  de  comentarios  en  la 
Edad  Media.  Sin  embargo,  ya  en  el  siglo  xiii,  no  mucho  después  de 
aparecer  la  versión  latina,  se  compusieron  varios  de  ellos.  Aparte  el 
Tractatus  de  animalibus  del  obispo  cartaginense  Pedro  Gallego,  al  que 
ya  se  aludió,  Alberto  Magno  compuso  una  magnífica  obra  en  26  libros, 
vasto  arsenal  de  sus  conocimientos  científico-naturales,  que  por  su  im- 
portancia forma  época  en  la  historia  de  esta  ciencia.  Todavía  brotó  de 
la  pluma  de  Alberto  un  segundo  comentario,  que  ha  descubierto  recien- 
temente Mgr.  Pelzer;  y  en  el  mismo  siglo  xiii  fueron  compuestos  va- 
rios comentarios  más  a  la  misma  obra.  A  todos  precede  en  antigüedad 
el  de  Pedro  Hispano,  que  debió  ser  escrito  a  mediados  de  dicho  siglo. 

.Sirve  de  base  al  comentario  el  texto  latino  en  19  libros,  trasladado 
del  árabe  por  Miguel  Escoto  en  Toledo  antes  de  1220.  Al  prólogo  de 
Pedro  Hispano  le  sigue  el  proemio  de  Escoto:  "In  nomine  Domini  nostri, 
etcétera",  y  empieza  a  continuación  el  texto  de  Aristóteles :  ((quedam 
partes  corporis  animalium,  etc." ;  este  texto  debió  aparecer  con  varian- 
tes en  los  manuscritos,  según  se  desprende  de  alguna  cita.  Es  curioso 
que  Pedro  Hispano,  antes  de  entrar  a  comentar  el  texto  aristotélico,  se 
plantee  cuestiones  acerca  del  proemio  del  traductor,  de  significación  re- 
ligiosa como  es  sabido,  al  objeto  de  inquirir  por  qué  su  versión  lleva 


—   121  — 


proemio  y  no  lo  lleva,  en  cambio,  la  versión  hecha  por  Alfredo  de  Sa- 
reshel  del  De  vegetabilibus  o  por  qué  dicho  proemio  es  católico  y  no  lo 
es  el  de  Aristóteles.  Las  preguntas  no  pueden  ser  más  baladíes  y  mues- 
tran el  prurito  de  la  disputa  sistemática  que  se  adueñó  de  la  enseñanza 
en  la  Edad  Media. 

Este  comentario,  en  efecto,  es  fruto  de  lecciones  profesadas  por  Pe- 
dro Hispano,  sin  duda  en  alguna  Facultad  o  Escuela  de  Artes.  Adopta 
la  forma  de  cuestiones  disputadas  sobre  el  texto  de  Aristóteles.  Una 
vez  establecido  éste,  se  suscita  la  cuestión,  que  se  desmenuza  en  seguida 
en  sus  varios  aspectos  a  tratar  separadamente  hasta  llegar  a  resolver  la 
cuestión  principal,  conforme  a  las  reglas  ordinarias  de  la  disputa  escolar. 

La  versión  de  Miguel  Escoto  pudo  llegar  a  conocimiento  de  Pedro 
Hispano  por  más  de  un  conducto.  Su  autor  debió  darla  a  conocer  en 
Italia  al  incorporarse  a  la  corte  de  Federico  II,  con  la  que  Pedro  Hispa- 
no mantuvo  asimismo  contacto.  Ni  es  improbable  que  ambos,  Miguel 
Escoto  y  Pedro  Hispano,  trabaran  allí  relación  personal. 

12.  Además  de  los  comentarios  a  la  filosofía  natural  de  Aristóteles,. 
Pedro  Hispano  ha  procedido  a  una  especulación  independiente  de  carác- 
ter antropológico,  desconocida  hasta  hace  poco.  El  fruto  más  sazonado 
de  esa  especulación  se  contiene  en  el  tratado  De  anima,  descubierto  asi- 
mismo por  Grabmann  en  el  códice  3314  de  nuestra  Biblioteca  Nacional. 
La  autenticidad  de  la  obra  viene  garantida  no  sólo  por  las  explícitas 
atribuciones  del  incipit  y  del  explicit  y  por  los  títulos  de  maestro  en  artes 
y  médico,  sino  además  por  su  inclusión  en  un  conjunto  de  otras  obras 
indudables  del  mismo  autor. 

"El  libro  De  anima,  integrado  por  trece  tratados,  está  concebido  no 
"en  forma  de  cuestiones  escolásticas,  sino,  por  el  contrario,  de  manera 
"expositiva,  que  fluye  libremente,  en  estrecha  ordenación  sistemática  de 
"la  materia  total  de  la  psicología  empírica  y  metafísica  de  aquella  épo- 
"ca.  La  concepción  médica  del  autor  se  pone,  frecuentemente,  de  mani- 
"fiesto  en  la  delicadísima  elaboración  de  las  bases  fisiológicas  de  la  vida 
"anímica.  Cosa  sumamente  notable  en  este  curioso  tratado  de  psicolo- 
gía es  la  carencia  de  toda  cita,  incluso  del  mismo  Aristóteles  con  cuyo 
"pensamiento  estaba  tan  familiarizado  el  autor..."  (25).  Por  ser  el  De 

(25)  M.  Grabmann,  en  el  artículo  de  "Investigación  y  Progreso"  citado  en  la 
nota  1,  en  el  que  anunció  la  publicación  del  manuscrito,  en  colaboración  con  un  erudito 
español;  y,  además,  un  estudio  histórico-doctrinal  sobre  el  mismo.  (Por  el  momento, 
según  nos  dice  en  reciente  comunicación  epistolar,  el  proyecto  ha  quedado  en  suspenso.) 

Ya  el  Dr.  Bonilla  y  Sanmartín  conoció  el  códice  3314  de  la  Biblioteca  Nacional,  del 
que  dió  una  noticia  en  su  obra  Luis  Vives  y  la  Filosofía  del  Renacimiento,  2.a  edición, 
Madrid,  1929,  vol.  II,  pág.  198  y  vol.  III,  pág.  112;  pero  no  adivinó  su  importancia 


  122  — 


anima  la  más  antigua  obra  de  psicología  nacida  en  el  ambiente  de  la 
Facultad  de  Artes,  su  conocimiento  reviste  un  gran  valor  para  la  ex- 
ploración de  las  corrientes  netamente  filosóficas  del  siglo  xiii. 

Otra  obra  similar  a  la  anterior  es  el  Líber  de  morte  et  vita  et  causis 
¡ongitudinis  ac  brevitatis  vitae,  que  se  nos  conserva  manuscrita  en  un 
códice  del  siglo  xv  perteneciente  al  Corpus  Christi  College  de  Ox- 
ford (26).  Análogamente  a  como  el  De  anima  se  distingue  del  comenta- 
rio al  libro  aristotélico  de  igual  título,  así  tampoco  cabe  confundir  ese 
otro  tratado  con  los  comentarios  a  los  Parva  naturalia.  Por  la  índole  del 
asunto,  que  se  ciñe  estrictamente  a  las  manifestaciones  de  la  vida  somá- 
tica, el  Liber  de  morte  et  vita  señala  la  transición  a  las  obras  médicas. 

13.  Antes  de  ocuparnos  de  éstas,  señalaremos  la  existencia  de  un 
tratado  teológico,  que  cabe  atribuir  con  verosimilitud  a  nuestro  Pedro 
Hispano.  Hállase  conservado  en  el  códice  7983  de  la  Biblioteca  de  Mu- 
nich, de  fines  del  siglo  xiii  o  principios  del  xiv,  en  el  que  se  lee:  "Incipit 
prohemium  in  expositionem  librorum  beati  Dionysii  a  Pedro  yspano  edi- 
tum".  Se  trata  de  unos  comentarios  al  Pseudo-Dionisio  Areopagita.  es- 
critos a  base  de  la  versión  latina  llevada  a  cabo  en  el  siglo  xn  por  Juan 
Sarraceno  cuyo  texto  íntegro  se  antepone  al  comentario  (27).  Si  se  pu- 
diera comprobar  la  identidad  de  su  autor  con  el  Pedro  Hispano  de  que 
tratamos,  tendríamos  en  esta  obra  una  guía  certera  para  el  conocimiento 
de  sus  doctrinas  teológicas.  Notemos  de  paso  que  el  procedimiento  del 
comentario  que  en  ella  se  sigue,  lo  ha  empleado  nuestro  autor  frecuen- 
temente en  sus  escritos  de  filosofía  natural  y  en  sus  obras  médicas,  como 
vamos  a  ver. 

14.  El  caudal  más  numeroso  de  las  obras  de  Pedro  Hispano  versa 
sobre  asuntos  médicos  (28).  Hasta  dieciocho  escritos  se  conocen  de  esta 
índole,  de  los  cuales  solamente  unos  pocos  han  merecido  los  honores 
de  la  imprenta.  También  en  este  grupo  hemos  de  distinguir  los  comen- 
tarios y  los  tratados  originales.  Los  primeros  toman  por  base  las  obras 

(26)  Véase  a  L.  Thorndike :  A  History  oj  Magic  and  Experimental  Science, 
vol.  II,  New- York.  1023,  cap.  LVIII,  pág.  501,  nota  7;  y  a  M.  Grabmann :  Mittelal- 
terliche  lateinische  Vbersetzungen  von  Schriften  der  Aristoteles-Kommentatoren  Johannes 
Pkiloponos,  Alexander  von  Aphradisias  und  Themistios,  publicado  en  "Sitzunsgsberichte 
der  bayerischen  Akademie  der  Wissenschaften".  München,  1020;  pá?s.  54-55- 

C27)    Grabmann:  Mittelalterliches  Geistesleben,  München,  ig26,  pág.  460. 

C28)  Sobre  los  escritos  médicos  pueden  consultarse  las  obras  de  Thorndike  y 
Stapper  citadas  en  la  nota  1  y  el  estudio  de  M.  Daunou  en  la  "Histoire  littéraire  de 
la  France",  vol.  XIX,  págs.  322-324. 

A  juzgar  por  los  títulos  de  los  manuscritos,  resulta  un  número  de  obras  superior  a 
18,  si  bien  a  veces  una  misma  obra  podría  ser  mencionada  bajo  títulos  diferentes.  Falta 
todavía  un  estudio  médico  completo  de  Pedro  Hispano,  que  debería  basarse  en  un  mi- 


—  1 23  — 


y  los  autores  más  en  boga  en  la  medicina  de  la  época :  los  Aforismos,  el 
Prognosticon  y  el  De  regimine  acutorum  de  Hipócrates,  los  Problemas 
y  la  Physiognomonica  de  Aristóteles,  el  De  crisibus  y  el  De  diebus  decre- 
toriis  de  Galeno,  junto  con  el  Microtechne  del  mismo  autor,  y  el  De  pul- 
sibus  de  Philaretes,  entre  las  obras  de  la  antigüedad  clásica;  y  de  la  me- 
dicina árabe,  la  Isagoge  ad  artem  parvam  Galeni  de  Hunain  ibn  Ishaq, 
traductor  al  arábigo  de  Hipócrates  y  Galeno,  y  sobre  todo  los  escritos 
médicos  de  Isaac  Israeli  De  urinis,  De  dietis  universalibus  y  De  dietis 
particularibus.  La  importancia  de  estos  tres  últimos  comentarios  se  des- 
prende del  hecho  de  que  han  sido  los  únicos  impresos  de  Pedro  Hispano. 
Todavía  escribió  otro  comentario  al  De  viatico,  obra  atribuida  falsamen- 
te a  Constantino  Africano  y  cuyo  verdadero  autor  es  Abu  Diafar  Ahmad, 
un  discípulo  de  Isaac  Israeli.  Entre  los  escritos  originales  merecen  ci- 
tarse: un  tratado  de  oculística,  que  ha  sido  recientemente  editado  y  es- 
tudiado a  fondo  por  los  especialistas  en  la  materia  (29) ;  un  Tractatus 
mirabilis  aquarum,  que  en  algunos  manuscritos  acompaña  al  anterior  y 
en  el  que  se  dan  las  fórmulas  para  obtener  doce  líquidos  o  aguas  cura- 
tivas, muy  apreciados  en  la  Edad  Media;  y  las  obras  de  medicina  ge- 
neral, que  parecen  haber  tenido  cierta  resonancia  en  su  tiempo.  Entre 
éstas  se  hallan  el  Régimen  sanitatis,  dedicado  a  la  reina  Blanca  de  Fran- 
cia ;  la  carta  al  emperador  Federico  sobre  el  mismo  asunto ;  la  Summa  de 
consenmnda  sanitate;  y  el  Thesaurus  pauperum. 

La  fortuna  del  Thesaurus  en  la  Edad  Media  es,  en  parte,  compara- 
ble a  la  del  compendio  de  lógica.  A  lo  largo  del  siglo  xiv  sirve  también 
de  texto  para  la  enseñanza  de  la  medicina  en  muchas  Universidades.  Su 
éxito  lo  demuestran,  además,  el  gran  número  de  manuscritos  conocidos 
(  del  texto  latino,  las  versiones  a  los  varios  idiomas  romances  y  las  edi- 
ciones de  unos  y  de  otras  (30).  Ya  en  el  siglo  xiv  existía  una  versión 


nudoso  examen  de  los  numerosos  manuscritos  dispersos  en  las  principales  bibliotecas  de 
Europa. 

Un  Líber  naturaüs  de  rebus  principalibus  tiaturarum  atribuido  a  nuestro  autor  en 
un  manuscrito  de  Viena,  es  considerado  ordinariamente  como  apócrifo,  por  cuya  razón 
no  lo  hemos  mencionado  en  el  lugar  oportuno. 

Una  buena  porción  de  los  comentarios  médicos  constan  por  modo  indubitable  en  el 
manuscrito  3314  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  ya  citado. 

(29)  Berger  lo  ha  editado  el  año  1899  en  Munich,  y  lo  han  reproducido  o  estu- 
diado más  recientemente  Pensier  (París,  1908)  y  K.  Sudhoff,  en  1918;  antes  lo  íabía 
estudiado  G.  Petella  (véase  la  nota  1).  Existe  una  versión  italiana  por  F.  Zambrini, 
impresa  en  "Scelta  di  curiositá  letterarie",  Bolonia,  1873. 

(30)  Thorndike  ha  publicado  una  lista  de  28  manuscritos  del  Thesaurus  pauperum 
existentes  en  las  principales  bibliotecas  de  Europa;  véase  su  obra  ya  citada,  págs.  514- 
316.  Stapper  ha  publicado  otra  en  una  nota  de  su  monografía. 


—   l?4  — 


catalana;  y  la  castellana  debe  andarle  muy  a  la  zaga  en  cuanto  al  tiem- 
po (31J.  El  Thesaurus  es  un  manual  de  medicina  general  para  uso  de 
los  estudiantes  pobres  que  no  podían  comprar  los  libros  caros  de  las 
autoridades  famosas,  cuya  doctrina  se  extracta  en  el  texto.  La  obra  está 
escrita  a  manera  de  compilación  y  expone  de  una  manera  sistemática 
las  enfermedades  que  pueden  afectar  a  las  diversas  partes  del  cuerpo 
humano,  empezando  por  la  punta  de  los  pelos  y  terminando  en  las  uñas 
de  los  pies,  y  sus  tratamientos  curativos  adecuados ;  en  este  vasto  pa- 
norama anatomo-topográfico  nada  queda  olvidado.  El  texto  cayó  tan  en 
gracia  de  los  contemporáneos  y  sucesores  que  fué  también  reelaborado 
y  completado  por  manos  anónimas,  de  suerte  que  apenas  hay  dos  ma- 
nuscritos o  dos  ediciones  totalmente  coincidentes. 


Ninguno  de  los  dos  autores  cita  manuscritos  españoles,  que  también  los  hay;  por 
información  de  nuestro  amigo  Dr.  Millas  Vallierosa,  conocemos  la  existencia  de  uno 
conservado  en  la  Biblioteca  de  la  Catedral  de  Toledo. 

Acerca  de  las  ediciones,  pueden  consultarse  el  estudio  citado  de  M.  Daunou  y  el 
repertorio  bibliográfico  de  Hain. 

("31)    Además  de  las  versiones  españolas,  las  hay  inglesa,  italiana  y  portuguesa. 

La  versión  catalana  se  conserva  en  la  Catedral  de  Vich  en  un  códice  que  pertene- 
ció al  convento  barcelonés  de  Santa  Catalina;  empezó  a  publicarse  en  Barcelona  el  año 
1892  en  folletón  de  la  "Revista  Catalana". 

No  conocemos  el  paradero  del  manuscrito  de  la  versión  castellana,  publicada  el 
año  1543  en  Sevilla  por  obra  de  Juan  Cromberger  con  el  Regimiento  de  Sanidad  de  Ar- 
naldo  de  Vilanova,  que  a  veces  es  confundido  en  los  manuscritos  con  Pedro  Hispano. 
Una  nueva  edición  de  ambos  textos  castellanos  vió  la  luz  en  Barcelona  el  año  1722. 


IV 


s  La  doctrina  lógica. 

Su  carácter  formal  y  verbalista. — La  lógica,  como  arte  de  la  disputa. — Las  pala- 
bras y  las  proposiciones. — Los  predicables  y  las  categorías. — Los  silogismos. — 
Los  lugares  dialécticos  y  las  falacias. — Las  propiedades  de  los  términos: 
suposición,  ampliación,  restricción,  apelación  y  distribución. — Los  exponibi- 
lia. — Génesis  histórica  de  las  Súmulas. — Su  aceptación  como  libro  de  texto 
oficial  en  la  enseñanza  y  su  repercusión  en  la  literatura  posterior. — Los  co- 
mentaristas españoles  de  Pedro  Hispano. 

15.  Hora  es  ya  de  exponer  las  doctrinas  de  Pedro  Hispano.  Y, 
puesto  que  las  Súmulas  obtuvieron  un  éxito  tan  fabuloso,  parece  obli- 
gado conceder  la  primacía  a  la  doctrina  lógica  y  examinaría  con  de- 
tención. 

Oportunamente  se  dijo  que  la  trama  de  las  Súmulas  estaba  tomada 
del  corpus  escolar  medieval.  Sería,  empero,  un  error  creer  que  el  com- 
pendio de  Pedro  Hispano  se  limita  a  una  mera  compilación  de  concep- 
tos y  doctrinas  apropiados  de  Aristóteles,  de  Porfirio  o  de  Boecio.  Lejos 
de  esto,  el  autor  ha  escogido  los  materiales  a  su  gusto,  ha  subrayado  al- 
gunas doctrinas  y,  sobre  todo,  ha  añadido  de  propia  cosecha  un  sinnú- 
mero de  definiciones,  de  fórmulas,  de  versos,  de  signos  convencionales 
y  otros  detalles,  que  dan  al  tratado  un  aspecto  nuevo  e  incluso  una  cier- 
ta originalidad. 

No  olvidemos  que  estamos  ante  un  texto  para  iniciación  escolar;  el 
recordarlo  nos  ayudará  a  explicar  la  abundancia  de  artificios  mnemo- 
técnicos  ,de  que  está  plagada  la  obra.  Por  otro  lado,  la  lógica — que,  si- 
guiendo las  preferencias  de  la  época,  es  denominada  "dialéctica" — es 
concebida  desde  el  primer  momento  como  una  disciplina  instrumental 
y  formal,  que  proporciona  sus  métodos  al  conjunto  de  las  demás  cien- 
cias, de  donde  le  proviene  su  prioridad.  "Dialéctica  est  ars  artium, 
"scientia  scientiarum,  ad  omnium  methodorum  principia  viam  habens. 
"Sola  enim  dialéctica  probabiliter  disputat  de  principiis  omnium  aliarum 
"scientiarum.  Et  ideo  in  acquisitione  scientiarum  dialéctica  debet  esse 


—    126  - 


"prior".  ~La.  idea  aristotélica  de  la  lógica  como  órgano  (Organon)  o  ins- 
trumento del  saber  hállase  aquí  expresada  con  decisión.  Entiéndase  bien 
que  Pedro  Hispano  no  pretende  absorber  en  la  dialéctica  el  contenido 
material  de  las  demás  ciencias  cuya  autonomía  respeta,  sino  únicamente 
subordinarlas  a  aquélla  desde  el  punto  de  vista  metodológico. 

Ahora  bien,  el  método  científico  de  la  Edad  Media  es  la  disputa  oral 
o  escrita.  Desconocido  el  método  experimental,  la  ciencia  llega  a  sus 
conclusiones  estableciendo  una  tesis  y  partiendo  de  autoridades  a  su 
favor  o  en  su  contra  ;  la  alegación  de  éstas  y  el  esfuerzo  subsiguiente 
por  interpretarlas  y  concilladas  origina  la  disputa,  que  se  convierte  por 
lo  mismo  en  el  método  general  del  saber.  La  dialéctica  versará,  pues, 
sobre  la  disputa.  Y  como  la  disputa  se  tiene  hablando  y  el  hablar  consta 
de  palabras  y  las  palabras  se  forman  de  sonidos,  hasta  este  último  ele- 
mento habrá  de  descender  la  dialéctica  para  enhebrar  el  hilo  de  sus  ul- 
teriores desarrollos.  "Quia  disputatio  non  potest  haberi  nisi  mediante 
"sermone  nec  sermo  nisi  mediante  voce  nec  vox  nisi  mediante  sonó, 
"omnis  enim  vox  est  sonus,  ideo  a  sonó  tanquam  a  priori  inchoandum 
"est".  Con  lo  cual  la  lógica  de  Pedro  Hispano,  además  de  formalista, 
puede  ser  calificada  de  verbalista,  por  consistir  últimamente  en  un  es- 
tudio de  sonidos  y  voces  para  el  arte  de  la  disputa  verbal. 

16.  Sin  más  preámbulos,  el  autor  acomete  el  estudio  de  las  palabras 
o  voces,  en  cuya  producción  señala  la  eficacia  de  los  órganos  o  instru- 
mentos que  se  expresan  en  el  siguiente  dístico : 

Instrumenta  novem  snnt:  guttur,  lingna,  palatnm, 
Quatnor  ct  dentes  et  dúo  labra  s'vmul; 

y  pasa  luego  a  considerar  las  clases  de  palabras,  en  especial  el  nombre 
y  el  verbo,  sin  omitir  el  estudio  de  las  voces  sincategoremáticas,  o  sea, 
desprovistas  por  sí  solas  de  sentido  completo. 

En  realidad,  este  breve  comienzo,  de  valor  más  bien  gramatical,  es 
el  pórtico  a  un  amplio  tratado  de  las  proposiciones,  que  se  correspon- 
de con  la  Hermeneia  aristotélica.  En  el  análisis  del  juicio  lógico,  des.- 
pués  de  señalar  los  tres  elementos  de  sujeto,  predicado  y  cópula,  pasa 
a  establecer  la  conocida  clasificación  de  las  proposiciones  por  su  cuali- 
dad y  por  su  cantidad.  Introdúcese  en  este  punto  la  notación  conven- 
cional de  las  proposiciones  mediante  los  signos  vocales,  tal  como  la  pone 
el  siguiente  verso : 

Asserit  A,  negat  E,  sed  universaliter  ambo; 
Asserit  I,  neaat  O,  sed  particidariter  ambo. 


—   127  — 


Sigue  la  doctrina  de  la  oposición  entre  las  proposiciones  en  sus  cua- 
tro formas  de  contradicción,  contrariedad,  subcontrariedad  y  subalter- 
nancia.  La  clasificación  de  los  juicios  por  la  materia  da  lugar  al  enun- 
ciado de  nuevas  reglas  en  verso.  También  la  doctrina  de  la  conversión 
en  sus  tres  formas:  sencilla,  accidental  y  por  contraposición,  se  sinteti- 
za en  otra  estrofa : 

Feo  simpliciter  convcrtitur,  Eva  per  accidens; 
Asto  per  contra;  sic  fit  conversio  tota. 

Se  intercala,  en  una  alteración  del  orden,  la  doctrina  de  las  propo- 
siciones hipotéticas,  acerca  de  las  cuales  son  puestas  las  reglas  de  su 
verdad  y  falsedad  formales.  Y  se  reanuda  el  orden  de  materias  con  la 
doctrina  de  la  equivalencia,  a  cuyo  propósito  aparecen  otros  cuatro  ver- 
sos mnem  otéemeos. 

La  clasificación  final  por  la  modalidad  es  séxtupla:  en  necesarias, 
contingentes,  posibles,  imposibles,  verdaderas  y  falsas,  si  bien  los  dos 
últimos  miembros  resultan  nulos  y  así  la  división  pasa  a  ser  cuádruple. 
Pero  a  renglón  seguido  se  complica  con  las  relaciones  de  oposición  y  las 
equivalencias;  para  aclarar  el  conjunto  y  facilitar  su  inteligencia,  se 
presenta  un  esquema  gráfico  de  tales  relaciones,  donde  aparecen  las  pa- 
labras convencionales  Purpurea,  Iliace,  Amabimus,  Edentuli. 

El  segundo  tratado  de  las  Súmulas  desarrolla  sin  modificaciones  la 
doctrina  porfiriana  de  los  cinco  predicables.  Los  predicables  son  expre- 
siones de  voz,  pero  los  universales  tienen  su  raíz  en  las  cosas.  Estable- 
cida la  doctrina  general  de  los  universales,  es  definido  luego  cada  uni- 
versal en  particular.  El  Árbol  de  Porfirio  ayuda  a  visualizar  las  rela- 
ciones de  jerarquía  entre  los  varios  universales  (32). 

El  tercer  tratado  expone  la  doctrina  aristotélica  de  las  categorías  o 
predicamentos,  a  la  que  precede  y  subsigue  respectivamente  la  de  los 
antepredicamentos  y  la  de  los  postpredicamentos.  Tampoco  faltan  las 
consabidas  fórmulas  en  verso  ni  las  ulteriores  subdivisiones.  Entre  las 
categorías,  le  merecen  especial  atención  la  sustancia,  la  cantidad,  la  re- 
lación y  la  cualidad. 

El  tratado  más  importante,  como  cabe  esperar,  es  el  cuarto,  que  co- 
rresponde a  los  Primeros  Analíticos  de  Aristóteles  y  encierra  la  silogís- 

(32)  Sobre  la  doctrina  porfiriana  de  los  universales  según  la  exposición  usual  en 
el  siglo  xiii,  véase  la  monografía  de  Joaquín  Carreras  y  Artau :  La  doctrina  de  los  uni- 
versales en  Juan  Duns  Scot,  en  "Archivo  Ibero- Americano",  Madrid,  1930  (tirada  apar- 
te en  Vich,  Editorial  Seráfica,  1Q31). 


—    128  — 


tica.  A  guisa  de  introducción  se  definen  los  elementos  materiales  del  si- 
logismo: proposiciones  y  términos,  y  se  establecen  las  bases  del  razo- 
namiento silogístico  con  el  dictum  de  omni  y  el  dictum  de  nullo.  En  se- 
guida, se  definen  los  modos  y  las  figuras,  y  se  distinguen  las  tres  aris- 
totélicas con  apoyo  de  los  siguientes  versos : 

Prima  prius  subiicit  médium,  post  praedicat  ipsum, 
Altera  bis  dicit,  tertia  bis  subiicit  ipsum. 

Para  todas  las  formas  silogísticas  se  establecen  como  válidas  las 
ocho  reglas,  que  se  han  hecho  universalmente  famosas.  Y  casi  tan  famo- 
sas como  ellas,  son  las  notaciones  convencionales  de  los  diez  y  nueve 
modos  silogísticos  válidos : 

Barbara,  Celarent,  Darii,  Ferio,  etc. ; 

a  las  que  sigue,  como  es  natural,  la  explicación  minuciosa  de  los  signos 
convencionales  adoptados.  Y,  para  que  los  novatos  encomienden  más  fá- 
cilmente a  la  memoria  una  tal  maraña  de  reglas,  pone  todavía  nuevos 
versos,  entre  otros  los  tan  conocidos : 

Simpliciter  vertí  vult  S,  P  vero  per  acci, 
M  vult  transponi,  C  per  impossibile  duci. 

Es  omitida  la  figura  cuarta  o  galénica,  conforme  al  puro  criterio  aris- 
totélico. El  tratado  termina  con  unas  consideraciones  sobre  la  invención 
del  término  medio,  que  es  el  eje  del  razonamiento  silogístico. 

Es  significativo  que  a  los  Ultimos  Analíticos  de  Aristóteles  no  co- 
rresponda ningún  tratado  de  las  Súmulas-,  la  omisión,  nada  casual,  obe- 
dece a  la  falta  de  interés  de  la  época  por  el  tema.  El  quinto  tratado,  que 
se  corresponde  con  los  Tópicos  aristotélicos,  describe  las  especies  de  ra- 
zonamiento: argumento,  inducción,  entimema,  ejemplo;  y,  después  de 
definir  el  "lugar  dialéctico",  estudia  en  particular  varios  de  ellos.  A  la 
sofística  de  Aristóteles  corresponde  el  De  fallaciis  tan  sólo  en  parte, 
pues  el  tratado  se  cierra  al  terminar  el  extracto  del  libro  quinto  de  los 
Elencos. 

17.  El  más  extenso  y  original  de  los  siete  tratados  es  el  último  so- 
bre las  propiedades  de  los  términos,  con  el  que  Pedro  Hispano  aumentó 
el  acervo  de  la  lógica  aristotélica.  Contiene,  en  realidad,  una  gramática 
filosófica  de  no  muy  altos  vuelos,  porque  su  autor  se  esfuerza  en  no 


—   1 20  — 


perder  de  vista  las  finalidades  inmediatas  de  la  disputa  verbal;  esa  li- 
mitación de  horizontes  impide  el  libre  desarrollo  de  la  especulación.  En 
ella  se  parte  de  la  noción  del  término  como  una  voz  significativa ;  la  sig- 
nificación es  el  alma  del  término  y  el  sonido  su  envoltura  material.  El 
puro  sonido  no  interesa  más  que  a  la  gramática;  pero  el  sentido  que  la 
voz  encierra,  interesa  a  la  lógica.  Los  términos  admiten  divisiones  y  tie- 
nen propiedades  peculiares.  La  principal  división  de  los  términos  los  re- 
parte en  unívocos  y  equívocos,  según  que  la  misma  voz  sirva  de  enva- 
se a  un  solo  sentido  o  a  varios.  En  cuanto  a  las  propiedades  de  los  tér- 
minos, Pedro  Hispano  enumera  las  cinco  que  se  han  hecho  desde  en- 
tonces tradicionales:  la  suposición,  la  apelación,  la  ampliación,  la  res- 
tricción y  la  distribución. 

La  suposición  es  la  propiedad  fundamental  de  los  términos  que  per- 
mite tomarlos  en  vez  de  las  cosas  significadas  por  ellos.  Hay  muchas 
formas  de  suposición ;  Pedro  Hispano  las  va  examinando  a  través  de 
nuevas  divisiones  y  subdivisiones  que  desde  la  suposición  común,  o  sea 
la  aceptación  del  término  por  una  comunidad  de  objetos,  conducen  hasta 
la  suposición  personal.  La  suposición  precisa  el  significado  del  término, 
al  señalar  la  realidad  expresada  por  él. 

En  esa  confrontación  del  término  con  la  cosa  que  significa,  puede 
ocurrir  que  atribuyamos  a  aquél  una  mayor  amplitud  de  sentido  de  la 
que  habitualmente  se  le  supone  o  que,  por  el  contrario,  lo  hallemos  más 
limitado  que  en  la  acepción  usual.  En  el  primer  caso  se  da  la  ampliación 
de  sentido;  en  el  segundo,  la  restricción.  Los  términos  singulares  no  se 
pueden  ensanchar  ni  achicar  por  el  sentido,  pero  sí  los  términos  comu- 
nes. La  ampliación  y  la  restricción  de  sentido  lo  mismo  pueden  afectar 
al  sustantivo  que  al  adjetivo,  al  verbo  que  al  participio. 

Por  la  apelación  aplicamos  un  concepto,  mediante  el  término  que  lo 
significa,  a  un  objeto  existente.  Esa  referencia  concreta  a  algo  real  di- 
versifica la  apelación  de  la  significación  y  de  la  suposición,  que  pueden 
ser  referidas  igualmente  a  objetos  posibles.  Por  lo  demás,  sus  clases  o 
especies  se  asemejan  mucho  a  las  de  esta  última. 

Al  aplicar  un  término  común  a  los  distintos  objetos  susceptibles  de 
ser  denominados  con  él,  multiplicamos  de  hecho  el  término;  a  esta  nue- 
va propiedad  suya  la  llamamos  distribución.  Los  términos  singulares  no 
se  pueden  distribuir.  Los  otros  se  distribuyen  o  bien  en  el  sentido  de 
precisar  cuántos  individuos  son  abarcados  en  la  extensión  del  término 
común  o  bien  en  el  de  señalar  las  partes  integrantes  de  una  totalidad. 
Hay  ciertos  signos  o  palabras  que  ayudan  a  la  distribución  del  término 
común :  omnis,  nullus,  nihil,  uterque,  neuter,  totus,  qualislibet,  quantus- 

9 


—  13°  — 


cumque,  etc. ;  el  lógico  debe  aquilatar  el  alcance  distributivo  de  tales  vo- 
ces para  no  incurrir  en  impropiedades  de  lenguaje  y  evitar  razonamien- 
tos falaces. 

A  lograr  un  objeto  parecido  tiende  el  último  de  los  trataditos  lógi- 
cos o  exponibilia,  en  el  que  se  distinguen  los  diversos  usos  y  acepcio- 
nes posibles  de  las  partículas  sineategoremáticas  exceptivas,  exclusi- 
vas, reduplicativas  y  otras  similares,  como  tantum,  praeter,  inquantum 
y  secundum  quid,  incipit  y  desinit,  infinitum,  etc.  La  nimiedad  y  escaso 
valor  de  tales  doctrinas  aconsejan  omitir  su  detalle  en  esta  exposición. 
Históricamente,  interesa  subrayar  que  por  un  empleo  abusivo  de  tales 
partículas  se  había  propalado  en  las  Escuelas  de  Artes  de  la  época  una- 
multitud  de  argumentos  capciosos,  traídos  y  llevados  con  fruición  por 
la  sofistiquería  ambiente  en  ejercicios  puramente  formales  de  sutileza 
mental  más  que  de  capacidad  razonadora  (33).  Los  Exponibilia,  y  me- 
jor aun  los  novísimos  tratados  De  obligatoriis,  de  insolubilibus  y  de 
consequentiis  que  fueron  añadidos  a  las  Summulae  en  los  siglos  xiv 
y  xv,  resultan,  pues,  un  vivo  reflejo  de  la  corrupción  reinante  entre  los 
dialécticos  medievales,  a  la  manera  que  los  Elencos  aristotélicos  retratan 
con  fidelidad  los  excesos  de  dicción  y  las  falacias  discursivas  introdu- 
cidas como  moneda  corriente  por  los  sofistas  griegos.  Pero,  en  vez  de 
atacar  de  raíz  la  hipertrofia  dialéctica  que  se  adueñaba  cada  vez  más 
de  las  Facultades  de  Artes,  Pedro  Hispano  acogió  servilmente  las  ma- 
neras de  sus  contemporáneos  y  se  entretuvo  en  establecer  un  montón 
de  reglas  detallísticas  para  legitimar  tales  usos  y  encauzar,  hasta  en  sus 
más  pequeños  pormenores,  el  arte  de  la  disputa.  Demasiado  influído^ 
por  el  ambiente,  no  supo  levantar  una  voz  de  protesta  contra  la  enfer- 
medad que  corroía  en  ,sus  mismas  entrañas  el  pensamiento  filosófico. 
Por  esto,  su  compendio  de  lógica  ha  atraído  el  anatema  del  Renaci- 
miento y  el  olvido,  cuando  no  el  menosprecio,  de  los  siglos  posteriores. 

18.  Cabalmente  en  esta  relación  histórica  de  las  Summulae  logicales 
al  ambiente  en  que  nacieron,  se  aclara  la  génesis  de  la  obra,  que  es  un 
fruto  genuino  del  espíritu  occidental.  Pedro  Hispano  siguió,  en  efecto, 
iniciativas  de  su  maestro  Guillermo  Shyreswood  y  de  Lamberto  de 
Auxerre.  Las  primeras  Sumas  o  compendios  de  lógica  salidos  de  la  Fa- 
cultad de  Artes  por  obra  de  tales  maestros  ya  contienen,  además  de  la 
sustancia  doctrinal  aristotélica,  las  excrecencias  detallísticas  y  ninemo- 


(33)  Muestras  curiosísimas  de  esta  literatura  sofismática,  tan  en  boga  en  las  Es- 
cuelas de  Artes  a  fines  del  siglo  xtti,  pueden  verse  en  Geyer:  Grundriss  der  Geschichte- 
der  PhilosopMe,  val.  II,  11.a  edición,  Berlín,  1928,  pág.  353. 


—  i3i  — 


técnicas  de  versos,  reglas,  signos  convencionales,  etc.;  y,  asimismo  una 
teoría  incipiente  de  las  propiedades  de  los  términos.  Prantl  ha  señalado 
en  forma  incontrovertible  las  correspondencias  entre  el  compendio  de 
Pedro  Hispano  y  el  de  Guillermo  Shyreswood,  de  quien  aquél  se  apro- 
pió un  crecido  número  de  materiales  (34).  Recientemente,  Michalski  ha 
demostrado  una  estrecha  dependencia  entre  la  misma  obra  y  la  de  Lam- 
berto de  Auxerre  por  razón  del  contenido  (35).  La  tendencia  iniciada 
por  estos  maestros  de  lá  Facultad  de  Artes  triunfa  con  Pedro  Hispano, 
en  cuyo  compendio  se  recopila  la  dialéctica  escolar  al  uso  y  aparece  es- 
tructurada la  teoría  terminística.  Así  se  constituye  definitivamente  la 
lógica  modernorum,  que  en  adelante  suministrará  el  contenido  y  la  orien- 
tación a  la  enseñanza  dialéctica  en  las  escuelas  de  Occidente  hasta  el 
Renacimiento.  El  texto  básico  de  esta  enseñanza  serán  las  Summulae 
logicales,  que  pronto  desempeñarán  en  las  Escuelas  de  Artes  un  papel 
parecido  al  de  la  Summa  de  Pedro  Lombardo  en  la  Facultad  de  Teolo- 
gía. En  su  texto  el  maestro  basa  la  lección  o  lectura  literal  y,  con  el 
tiempo,  injerta  asimismo  la  cuestión  o  comentario  doctrinal ;  surge  así 
la  abundante  literatura  medieval  de  los  comentarios  lógicos  referidos 
a  Pedro  Hispano,  como  en  otro  orden  la  especulación  sobre  el  texto  de 
Pedro  Lombardo  originó  la  copiosísima  literatura  de  los  comentarios 
teológicos  al  Libro  de  las  Sentencias. 

19.  La  elaboración  anónima  y  colectiva,  en  las  Escuelas  de  Artes, 
de  la  dialéctica  verbalista  concebida  como  un  arte  de  la  disputa,  cuya 
más  típica  manifestación  son  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano,  continúa 
a  lo  largo  del  siglo  xiii  con  tal  intensidad  que  su  influencia  se  advierte 
muy  pronto  en  las  obras  de  los  teólogos.  Baste  citar,  a  título  de  ejem- 
plo, los  capítulos  dedicados  a  la  lógica  en  el  Speculum  doctrínale,  la  enci- 
clopedia científica  compilada  por  Vicente  de  Beauvais  (1250),  y  los  nu- 
merosos comentarios  a  los  textos  escolares  clásicos  de  la  lógica  vetus  y 
nova  compuestos  por  Alberto  Magno  a  mediados  de  siglo.  Más  amplia 
acogida  obtuvieron  todavía  las  doctrinas  de  los  dialécticos  modernizan- 
tes en  las  obras  lógicas  escritas  hacia  fin  de  siglo,  por  ejemplo  en  las 
de  Ramón  Lull  y  Juan  Duns  Scot  (36). 

Pero  el  triunfo  completo  de  la  tendencia  moderna  se  debe  a  Guiller- 


(34)  Prantl,  en  su  obra  y  capítulo  ya  citados. 

(35)  C.  Michalski:  Les  courants  philosophiques  á  Oxford  et  a  Paris  pendant  le 
xiv  siécle  (Extrait  du  Bulletin  de  l'Académie  Polonaise  des  Sciences  et  des  Lettres 
Classe  d'histoire  et  de  philosophie.  Année  1020) ;  Cracovia,  1921,  páej.  61. 

(36)  Estas  influencias  han  sido  señaladas  por  Prantl,  obra  citada,  vol.  III,  capítu- 
lo XVII,  págs.  82-84,  106  y  129-144  respectivamente. 


—  132  - 


mo  Occam,  por  cuyo  influjo  no  sólo  la  doctrina  de  los  términos  se  injer- 
ta decisivamente  en  la  tradición  filosófica  occidental  merced  a  su  Cen- 
tilogium  theologicum,  sino  que  el  centro  de  las  especulaciones  dialécti- 
cas queda  desplazado,  en  su  Swrnma  totius  logicae,  hacia  las  materias 
peculiares  de  los  Parva  logicalia.  En  consecuencia,  Pedro  Hispano  pasa 
a  competir  con  Aristóteles  en  el  aprecio  de  las  nuevas  generaciones;  y 
sus  textos  merecen  ser  declarados  oficiales  en  las  Facultades  de  Artes, 
primero  en  la  Universidad  de  París,  y  luego  a  imitación  suya  en  las 
demás  Universidades.  Así,  en  muchos  de  los  estatutos  universitarios 
promulgados  durante  los  siglos  xiv  y  xv  se  preceptúa  de  un  modo  taxa- 
tivo la  lectura  del  texto  de  Pedro  Hispano;  unas  veces  es  impuesta  la 
obra  íntegra,  otras  veces  es  impuesto  el  Organon  aristotélico  con  el  adi- 
tamento de  los  Parva  logicalia,  otras  veces  la  lectura  de  los  Parva  va 
condicionada  por  un  comentario  de  un  determinado  autor  famoso.  En 
España  parecen  haber  prevalecido  los  dos  primeros  criterios  (37).  Tal 
estado  de  cosas  no  ha  variado  sustancialmente  hasta  el  siglo  xvi,  en  que 
la  renovación  del  clasicismo  provoca  la  vuelta  a  Aristóteles  y  por  la  in- 
fluencia de  Rodolfo  Agrícola,  Jorge  de  Trebisonda  y  otros  peripatéticos 
son  arrinconados  poco  a  poco  los  textos  de  Pedro  Hispano  en  la  ense- 
ñanza de  la  lógica. 

Una  aceptación  tan  unánime  en  los  siglos  medios  del  compendio  de 
Pedro  Hispano  para  texto  escolar  fué  favorecida  por  el  carácter  mera- 
mente formal  de  su  doctrina  lógica,  que  lo  hacía  compatible  por  igual 
con  las  diversas  tendencias  filosóficas.  Realistas  y  nominalistas  apelaron 
en  sus  luchas  dialécticas  a  la  autoridad  de  Pedro  Hispano.  Los  unos  res- 
petaban al  afortunado  compilador  de  la  tradición  lógica  medieval ;  los 
otros  veían  en  él  al  precursor  de  las  propias  doctrinas.  Nada  tiene,  pues, 
de  extraño  que,  a  pesar  de  la  identidad  de  su  punto  de  partida,  la  litera- 


(37)  Así  se  desprende  de  la  literatura  española  de  los  comentarios  lógicos,  que 
mencionaremos  en  seguida.  Los  documentos  universitarios  oficiales  suelen  expresarse  en 
este  punto  con  mucha  parquedad. 

En  cambio,  Fr.  Ehrle  ha  dado  a  conocer  los  estatutos  de  las  Facultades  de  Artes 
alemanas  en  esta  época,  que  contienen  una  regulación  muy  minuciosa  de  la  enseñanza, 
con  inclusión  de  los  textos  recomendados.  Pues  bien,  en  muchas  Universidades  alema- 
nas se  imponía  como  libro  oficial  el  compendio  lógico  de  Pedro  Hispano  o,  por  lo 
menos,  el  último  tratado  de  las  Súmulas.  Semejante  declaración  hállase  en  los  estatu- 
tos de  Viena  en  1389,  de  Colonia  en  1398,  de  Basilea  en  1492,  de  Leipzig  en  1410,  de 
Erfurt  en  1419  y  en  la  regulación  complementaria  de  i449,  de  Wittenberg  en  1508,  de 
Ingolstadt  en  15 19  y  de  Tübingen  en  1525.  En  los  estatutos  de  esta  última  Universi- 
dad con  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano  son  ya  recomendados  los  textos  de  los  lógicos 
renacentistas.  (Véase  a  Fr.  Ehrle:  Der  Sentenzenkommentar  Peters  von  Candía,  1925, 
páginas  149,  165,  186,  193,  199,  202,  206  y  231.) 


i33  - 


tura  de  los  comentarios  a  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano  se  diversificara 
según  las  tendencias  doctrinales  de  los  autores  y  de  las  escuelas.  En 
contrapeso  a  los  comentarios  secundum  viam  nominalium  ó  modemorum, 
no  tardaron  en  aparecer  otros  secundum  viam  realium ;  a  su  vez  los  rea- 
listas, partidarios  de  la  via  antiqua,  se  ramificaron  en  peripatéticos  y 
formalistas  (o  escotistas) ;  y  hubo  localidades,  como  Colonia,  donde  los 
peripatéticos  se  sübdividieron  todavía  en  albertistas  y  tomistas.  Cada 
tendencia  consagró  sus  doctores,  a  través  de  cuya  autoridad  debía  ser 
leído,  entendido  y  comentado  el  texto  de  las  Súmulas.  La  más  antigua 
legión  de  los  comentaristas  de  Pedro  Hispano  pertenece  al  siglo  xiv  y 
se  recluta  en  las  filas  de  los  inmediatos  continuadores  y  secuaces  de 
Occam:  Roberto  Holkot,  Gregorio  de  Rímini,  Juan  Buridan,  Rodolfo 
Strode,  Alberto  de  Sajonia,  Hentisbero,  Marsilio  de  Inghen  y  Pedro 
de  Ailly,  sin  aducir  los  nombres  de  otros  autores  no  tan  principales  o 
desconocidos.  Entre  los  escotistas  del  siglo  xv,  el  comentario  más  anti- 
guo de  Nicolás  de  Orbellis  fué  pronto  suplantado  por  los  más  recientes 
de  Tomás  Bricot  y  Jorge  de  Bruselas  que,  con  los  de  Pedro  Tartaret, 
alcanzaron  un  éxito  rotundo  ;  en  este  grupo  incluiremos  el  comentario' 
más  tardío  de  Juan  Magistri  o  de  Mestres.  El  más  conocido  comentario 
de  carácter  toimista  fué  el  del  maestro  parisién  Juan  Versor  (f  1480) ; 
pero  la  sede  del  tomismo  estaba  a  la  sazón  en  Colonia  en  la  escuela  del 
Monte  (bursa  Montis),  donde  redactó  sus  famosos  comentarios  el  maes- 
tro Lamberto.  El  peripatetismo  disidente  se  había  apoderado,  en  cam- 
bio, en  la  misma  ciudad  de  la  escuela  rival  de  San  Lorenzo  (bursa  Lau- 
rentiana),  sede  de  los  albertistas,  cuyo  más  renombrado  comentarista 
fué  Gerardo  Harderwyk.  En  la  propia  Alemania,  el  nominalismo  man- 
tenía sus  posiciones  doctrinales  frente  a  las  varias  tendencias  realistas 
por  obra  de  los  comentaristas  Gabriel  Biel  y  Juan  Dorp,  así  como  en  la 
Summula  oficial  maguntina  de  1489  y  en  el  anónimo  comentario'  de 
Hagenau  a  los  cuatro  primeros  y  al  último  de  los  tratados  lógicos  de 
Pedro  Hispano.  Pero  el  reducto  inexpugnable  del  terminismo  a  fines  de 
este  siglo  y  principios  del  xvi  fué  la  Universidad  de  París  donde,  junto 
a  una  pléyade  de  maestros  españoles  que  citaremos  en  seguida,  brillaron 
los  escoceses  Juan  Mayor  y  su  discípulo  Roberto  Caubraith,  cuyos  co- 
mentarios fueron  asimismo  introducidos  sin  tardanza  en  España.  En  eí 
siglo  xvi  logró  una  gran  divulgación  el  comentario  de  Juan  Eck,  de  ten- 
dencia doctrinal  ecléctica  (38). 


(38)  El  estudio  de  esta  literatura  se  incluye  en  la  historia  de  la  lógica  y  puede 
seguirse  al  pormenor  en  la  citada  obra  de  K.  Prantl,  vol.  IV,  caps.  XX  y  XXTI. 


-  134  - 


2o.  España  no  se  mantuvo  ausente  de  ese  frondoso  despliegue  de 
la  dialéctica  medieval.  Ya  a  fines  del  siglo  xiii  o  principios  del  xiv,  un 
tomista  español  compuso  una  Summa  totius  logicae  Aristotelis  (39)  se- 
gún el  espíritu  de  la  lógica  nova  que,  en  torno  al  tema  central  de  la  silo- 
gística, ordenaba  él  estudio  de  las  demás  materias  del  Organon  aristoté- 
lico; pese  a  lo  cual,  siguiendo  las  huellas  de  Alberto  Magno,  acogió  en 
su  obra  una  buena  cantidad  de  doctrinas  asimiladas  de  los  dialécticos 
más  recientes  (doctores  moderni).  A  la  tendencia  moderna  pertenece  el 
nominalista  Jacobus  Magnus  de  Toledo  (40)  quien,  un  siglo  más  tarde, 
en  su  Sophologium  cifra  el  objeto  de  la  lógica  en  el  estudio  de  los  tér- 
minos, de  las  proposiciones,  de  los  argumentos  en  sus  aspectos  material 
y  formal,  de  las  consequentiae,  de  los  insolubilia  y  de  los  obligatoria. 
Pero  el  nominalismo  español  experimenta  su  gran  florecimiento  en 
la  segunda  mitad  del  siglo  xv  y  tiene  su  sede  en  la  Universidad  de  Pa- 
rís en  torno  a  la  escuela  del  reputado  lógico  escocés  Juan  Mayor;  de 
allí  es  importado  a  la  península,  en  cuyo  ambiente  intelectual  logra  pre- 
valecer desde  fin  de  siglo. 

Maestro  de  Juan  Mayor  en  París  fué  el  español  Jerónimo  Pardo, 
famoso  en  aquella  Facultad  de  Artes  por  su  erudición.  Su  obra  lógica, 
titulada  Medulla  dyalectices,  en  la  que  se  resumen  de  una  manera  siste- 
mática las  doctrinas  de  los  autores  nominalistas  precedentes,  fué  edita- 
da en  1505  por  otro  español  discípulo  suyo,  el  maestro  Jaime  Ortiz. 
Discípulo  predilecto  de  Juan  Mayor  fué  el  segoviano  Antonio  Coronel, 
quien  llegó  a  ser  rector  en  el  colegio  de  Montaigu  (Mons  Acutus),  don- 
de aquél  enseñaba;  autor  fecundo,  escribió,  entre  otras  obras,  unos  co- 
mentarios a  los  tratados  aristotélicos  de  las  Categorías  y  de  los  Ultimos 
Analíticos,  una  exposición  de  la  doctrina  del  juicio  y  de  las  propiedades 
de  los  términos  bajo  el  título  Rosarium  logices  y  una  monografía  acerca 
de  los  exponibilia  y  de  las  falacias.  Es  singular  que  en  la  primera  de 
estas  obras  el  editor  le  anuncie  como  representante  de  realistas  y  nomi- 
nales a  la  vez,  a  pesar  de  que  su  filiación  terminista  resulta  indudable. 
Hermano  de  Antonio  y  profesor  en  el  mismo  colegio  fué  Luis  Coronel, 


(30)  Una  noticia  de  esta  obra  de  autor  desconocido,  con  una  exposición  detallada 
de  su  doctrina,  se  hallará  en  Prantl,  obra  citada,  vol.  III,  cap.  XIX,  págs.  250-257. 

(4o)  Contemporáneo  y  amigo  de  Gerson  y  probablemente  clérigo  secular,  como 
él,  que  desempeñó  el  cargo  de  predicador  en  la  corte  del  rey  francés  Carlos  VI,  reinante 
desde  1380  a  1422;  su  obra  fué  impresa  varias  veces  durante  el  Renacimiento.  (Véase 
a  Prantl,  obra  citada,  vol.  IV,  cap.  XX,  págs.  140-141.) 


—  '35  — 


de  quien  se  imprimió  asimismo  en  París,  en  1507,  un  Tractatus  syllo- 
gismorum.  Otro  discípulo  eminente  de  Juan  Mayor  fué  el  matemático 
y  filósofo  aragonés  Gaspar  Lax  (1487-1560),  quien  durante  su  magis- 
terio en  la  Sorbona  tuvo  por  oyente  a  Luis  Vives;  escribió  numerosas 
•obras  de  lógica,  entre  las  cuales  alcanzaron  mucho  aprecio  las  referentes 
a  los  termini,  a  las  obligationes  y  a  los  insolubilia.  Discípulo  suyo  fué 
otro  aragonés,  Juan  Dolz  del  Castellar,  catedrático  del  colegio  de  Lión 
en  París,  autor  de  un  comentario  al  primer  tratado  de  las  Súmulas  y  de 
una  obra  sobre  los  silogismos,  concebidos  ambos  según  la  ideología  de 
la  escuela.  Al  mismo  grupo  de  discípulos  inmediatos  o  mediatos  de  Juan 
Mayor  pertenece  el  vallisoletano  Fernando  de  Enzinas,  quien  profesó 
en  París  en  el  colegio  de  Beauvais  y  comentó  asimismo  reiteradamente 
el  primer  tratado  de  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano.  Profesaron  tam- 
bién en  París  el  andaluz  Agustín  Pérez  de  Oliva,  quien  imprimió  allí 
en  1506  sus  Inenodabiles  omnium  posterioristicarum  resolutionum  argu- 
tiae;  y  Juan  de  Celaya,  profesor  en  el  colegio  de  Santa  Bárbara  y  rector 
más  tarde  en  la  Universidad  de  Valencia,  su  tierra  natal,  quien  compuso 
un  cierto  número  de  comentarios  a  los  escritos  de  Aristóteles,  de  Por- 
firio y  de  Pedro  Hispano,  amén  de  otras  obras  lógicas,  entre  ellas  unos 
Magna  exponibilia  que  fueron  muy  celebrados  en  su  tiempo.  Desde  la 
segunda  década  del  siglo  xvi  las  prensas  españolas  se  encargan  de  lanzar 
:al  mercado  las  obras  de  los  maestros  nominalistas;  y  en  Salamanca,  en 
Alcalá,  en  Toledo,  en  Sevilla  y  en  Valencia  aparecen  ediciones  no  sólo 
de  los  autores  nombrados,  sino  de  otros  muchos  de  análoga  tendencia 
como  el  burgalés  Bartolomé  Castro,  el  valenciano  Andrés  de  Limos,  el 
sevillano  Francisco  de  Prado,  el  cordobés  Rodrigo  Cueto,  el  doctor  San- 
tiago de  Naveros,  fray  Alonso  de  Córdoba,  etc.  (41). 

Entre  tanto,  el  abuso  de  las  especulaciones  terminístieas,  degenera- 
das en  meras  sutilezas  dialécticas,  planteaba  cada  día  con  mayor  urgen- 
cia la  necesidad  de  una  reforma  lógica.  Contra  aquéllas  clamaban  con 
insistencia  los  más  selectos  espíritus  renacentistas,  como  en  España  Al- 


(41)  Falta  un  estudio  completo  sobre  el  intenso  movimiento  nominalista  español 
de  fines  del  siglo  xv  y  principios  del  xvi.  En  la  obra  citada  de  Prantl,  vol.  IV,  capítu- 
lo XXII,  se  hallarán  informaciones  detalladas  de  las  doctrinas  lógicas  de  Jerónimo  Par- 
do (págs.  246-247),  Antonio  Coronel  (págs.  252-254),  Gaspar  Lax  (págs.  255-256),  Juan 
Dolz  (págs.  260-261)  y  Fernando  de  Enzinas  (págs.  262-263).  Otras  noticias,  especial- 
mente bibliográficas,  recogió  el  Dr.  A.  Bonilla  y  Sanmartín  en  su  monografía  Luis  Vi- 
ves y  la  filosofía  del  Renacimiento,  2.*  edición,  Madrid,  1929,  vol.  I,  págs.  55-5^5 
vol.  II,  págs.  115-119;  y  en  las  notas  correspondientes  del  vol.  III. 


-  "36  - 


fonso  García  Matamoros  y  el  satírico  Cristóbal  de  Villalón;  y  fué  ca- 
balmente un  español,  Luis  Vives,  quien  tronó  en  París  contra  la  corrup- 
ción de  los  estudios  en  ,1a  Facultad  de  Artes  y  denunció  la  falsa  ruta 
seguida  a  la  sazón  por  los  dialécticos.  En  el  propio  siglo  xvi,  por  inicia- 
tiva de  Domingo  Soto  y  de  Báñez,  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano  fueron 
sustituidas  en  la  enseñanza  de  nuestras  Universidades  por  otros  textos. 
Paralelamente  las  nuevas  corrientes  filosóficas  que  iban  llegando  a  Es- 
paña, remozaban  el  espíritu  de  la  nueva  generación.  Así,  Pedro  Ciruelo 
de  Daroca  se  esfuerza  en  poner  de  manifiesto  en  sus  Paradoxae  quaes- 
tiones  la  vacuidad  de  la  dialéctica  nominalista  ;  y  en  su  Prima  pars  logices 
(Alcalá,  15 19)  y,  sobre  todo,  en  su  comentario  a  los  Ultimos  Analíticos 
vuelve  por  los  fueros  de  la  lógica  aristotélica.  Bajo  la  influencia  del  in- 
tenso renacimiento  aristotélico  propulsado  por  el  profesor  complutense 
Gaspar  Cardillo  de  Villalpando  escribió  el  dominico  Tomás  Mercado  su 
comentario  a  los  cinco  primeros  libros  de  las  Súmulas  de  Pedro  Hispano, 
con  omisión  de  los  Parva  logicalia,  que  vió  la  luz  en  Sevilla  en  1571. 
Más  visible  aparece  aquella  influencia  en  el  curso  completo  de  lógica 
del  agustino  P.  Alfonso  de  Veracruz,  profesor  en  Artes  y  en  Teología, 
cuya  cuarta  edición  fué  publicada  en  Salamanca  el  año  1573  (42).  Este 
curso  ofrece  el  enorme  interés  histórico  de  haber  sido  explicado  el  año 
1554  en  la  cátedra  de  Prima  en  Méjico,  "in  hac  nova  Hispania",  como 
primera  parte  de  un  ciclo  completo  de  enseñanza  que  debía  abarcar  la 
totalidad  ,de  la  filosofía,  y  ulteriormente  la  teología.  El  ciclo  de  las  ma- 
terias filosóficas  está  editado  con  la  lógica.  El  texto  de  Pedro  Hispano, 
elegido  a  arbitrio,  es  ya  en  esta  obra  una  simple  excusa  para  que  el 
autor  desarrolle  un  sistema  completo  de  filosofía  con  arreglo  a  su  per- 
sonal orientación.  El  comentario  lógico  incluye  a  la  vez  la  lógica  "magna" 
o  aristotélica  y  la  "parva"  o  de  Pedro  Hispano;  y  viene  encabezada 
con  interesantes  salutaciones  al  autor  de  Gaspar  Cardillo  de  Villalpan- 
do y  de  Fr.  Esteban  Salazar. 

La  reforma  lógica  seguía  su  camino,  como  vemos,  impulsada  por  los 


(42)  Alphonsus  a  Vera  Cruce,  O.  S.  A.:  Recognitio  Summularum  cum  textu  Ma- 
gistri  Petri  Hispani  et  Aristotelis.  Salmanticae,  apud  Joannem  Bapte.  a  Terranova,  ex- 
pensis  Vincentii  et  Simonis  a  Portonariis,  1573. 

No  hemos  podido  ver  sino  esta  edición,  que  es  la  cuarta,  de  la  que  existe  doble 
ejemplar  en  la  Biblioteca  Provincial  Universitaria  de  Barcelona. 

La  circunstancia  de  ir  avalada  con  el  nombre  de  Cardillo  de  Villalpando  y  de  ha- 
berse agotado  tres  ediciones  en  menos  de  veinte  años,  dan  idea  del  mérito  y  acepta- 
ción extraordinarios  de  esta  obra. 


—  »37  — 


aristotélicos  renacentistas,  y  no  tardó  en  adueñarse  de  las  Universidades 
y  demás  centros  escolares.  En  su  virtud,  el  filósofo  de  Estagira  re- 
conquistaba su  autoridad  en  él  campo  de  la  lógica  con  carácter  ex- 
clusivo. Consiguientemente,  la  estrella  de  Pedro  Hispano  se  eclipsaba 
y  sus  Summulae  logicales,  antaño  famosas,  caían  poco  a  poco  en  el  olvi- 
do, del  que  ya  sólo  habían  de  salir  para  ser  objeto  de  la  curiosidad  eru- 
dita, cuando  no  de  la  irrisión  amarga,  de  los  historiadores  de  nuestros 
días. 


V 


Doctrinas  antropológicas  y  metodología  científica. 

Psicología  de  Pedro  Hispano. — El  alma  humana  y  las  formas  vitales. — Vida  vege- 
tativa, sensible  e  intelectual. — Capacidades  cognoscitivas  y  volitivas. — Otras 
doctrinas  psicológicas. 

La  doctrina  del  método  en  Pedro  Hispano. — Métodos  científicos  generales:  la 
via  experimenti  y  la  via  rationis. — Formas  y  condiciones  de  la  experiencia. 

Significación  histórica  de  Pedro  Hispano  en  la  cultura  latino-occidental. 

21.  Si  la  doctrina  lógica  de  Pedro  Hispano  gozó  en  la  Edad  Media 
tan  extraordinaria  difusión  y  ha  sido  más  tarde  incorporada  en  parte  a 
los  textos  escolares  de  lógica  formal,  no  ha  ocurrido  lo  mismo  con  sus 
restantes  doctrinas  filosóficas,  cuyo  cabal  conocimiento  resulta  hoy  difí- 
cil por  la  rareza  de  los  manuscritos.  Siguiendo  fielmente  las  noticias  y 
extractos  que  ha  dado  Grabmann,  expondremos  las  líneas  generales  de 
su  psicología  y  añadiremos  algunas  indicaciones  sobre  otras  doctrinas 
conexas. 

En  su  tratado  De  anima  (43)  desarrolla  Pedro  Hispano  una  concep- 
ción psicológica  profundamente  influida  por  Aristóteles,  aunque  con  al- 
gunos rasgos  muy  personales.  Adoptando  una  posición  biológica  y  fun- 
cional, define  con  Aristóteles  el  alma  como  principio  de  la  vida  y  señala 
a  la  ciencia  del  alma  su  inmediato  objeto  en  la  fijación  del  concepto  de 
la  vida  y  en  el  estudio  de  las  actividades  vitales.  Donde  tales  activida- 
des se  presentan  ensambladas  como  ocurre  en  el  hombre,  precisa  deslin- 


(43)  Copiamos  del  Sr.  Bonilla  Sanmartín  (Luis  Vives  y  la  filosofía  del  Renaci- 
miento, 2.a  edición  citada,  vol.  II,  pág.  198)  los  títulos  de  los  trece  libros  que  inte- 
gran este  tratado: 

1.  De  animae  essentia. — 2.  De  eius  differentiarum  distinctione. — 3.  De  differentia  ve- 
getabili. — 4.  De  virtute  quae  dicitur  corporis  regitiva. — 5.  De  virtute  vitali. — 6.  De  ani- 
ma sensibili  secundum  processum  área  virtutes  apprehensivas  exteriores. — 7.  De  virtu- 
tibus  sensibilibus  apprehensivis  interioribus. — 8.  De  virtutibus  animae  sensibilis  moti- 
vis. — 9.  De  substantia  animae  intellectivae  et  unione  et  separatione  eius. — 10.  De  virtu- 
tibus eius  apprehensivis. — 11.  De  virtutibus  eius  motivis. — 12.  De  distinctione  organo- 
rum  generali. — 13.  De  antiquorum  opinionibv.s  área  animam. 


—  139  — 


dar  las  diversas  formas  {differentiae),  capacidades  y  funciones  de  la  vida. 
Desbrozado  así  el  camino  al  análisis,  sigúese  el  estudio  detallado  de 
las  tres  formas  capitales  del  vivir:  la  vegetativa,  la  sensitiva  y  la  inte- 
lectiva. Entre  las  fuerzas  que  presiden  al  desenvolvimiento  de  la  vida 
vegetativa,  además  de  la  virtus  nutritiva,  de  la  aumentativa  y  de  la  ge- 
nerativa, cuenta  a  la  virtus  regitiva,  que  gobierna  y  mueve  al  cuerpo,  y 
a  la  virtus  vitalis,  que  -se  manifiesta  en  el  latir  del  corazón,  en  los  mo- 
vimientos respiratorios  y  en  ,el  pulso.  Tales  doctrinas,  peculiares  de  Pe- 
dro Hispano,  parecen  sugeridas  por  sus  conocimientos  médicos,  de  los 
que  hace  gala  en  estos  capítulos ;  sobre  todo,  al  hablar  de  los  movimien- 
tos del  corazón,  expone  ideas  parecidas  a  las  de  Alfredo  Ánglico  y  de 
Santo  Tomás  de  Aquino  en  sus  respectivos  tratados  De  motu  coráis. 

El  estudio  de  la  vida  sensitiva  comienza  con  un  examen  general,  a 
la  vez  fisiológico  y  psicológico,  de  la  sensibilidad  externa,  al  que  sigue 
la  doctrina  especial  de  los  cinco  sentidos  (o  virtutes  apprehensivae  exte- 
riores). Ocúpase  asimismo  de  la  sensibilidad  interna,  cuyas  funciones 
enumera  en  el  siguiente  orden :  sentido  común,  imaginación  y  fantasía, 
estimativa,  memoria  y  retentiva.  Complétase  esta  parte  con  el  estudio 
de  las  funciones  motrices  de  origen  sensorial,  donde  se  desarrolla  por 
extenso  la  doctrina  de  las  pasiones  del  alma  según  esquemas  muy  dife- 
rentes de  los  de  Santo  Tomás. 

La  mayor  originalidad  del  tratado  estriba  en  la  doctrina  de  la  vida 
intelectiva,  a  propósito  de  la  cual  se  plantean  los  problemas  más  espi- 
nosos. La  existencia  del  alma  espiritual  es  demostrada  mediante  ale- 
gación de  las  funciones  más  elevadas  del  vivir,  en  especial  del  pensa- 
miento, de  las  que  el  alma  es  agente  y  soporte.  Por  la  unión  de  cuerpo 
y  alma  se  produce  una  sola  naturaleza  humana  en  la  que  el  espíritu 
actúa,  no  sólo  de  motor  y  timonel  a  la  manera  que  pensó  Platón,  sino 
de  principio  informador  del  cuerpo.  Adviértase,  empero,  que  la  doctrina 
de  los  principios  material  y  formal  se  moldea  en  Pedro  Hispano  de  un^ 
manera  distinta  que  en  el  peripatetismo  tomista. 

Especial  interés  ofrece  la  doctrina  de  las  capacidades  "aprehensivas" 
del  alma  racional.  El  conocimiento  es  explicado  en  función  del  entendi- 
miento agente  y  del  entendimiento  posible,  concebidos  no  a  la  manera 
escolástico-europea,  sino  a  la  manera  de  los  autores  árabes.  La  influen- 
cia de  Avicena  se  hace  aquí  muy  visible.  El  entendimiento  agente,  al  que 
le  son  atribuidas  las  actividades  más  nobles  del  alma  humana,  como  el 
conocimiento  de  Dios  y  de  los  puros  espíritus,  posee  también  más  exce- 
lente calidad :  "est  autem  hec  immortalis,  separabilis,  perpetua,  imper- 
mixta;  possibilis  vero  has  conditiones  non  atüngit".  Pedro  Hispano  eyí- 


—  140  — 


ta,  sin  embargo,  caer  en  el  monopsiquismo  averroista.  Su  posición  doc- 
trinal ayuda  a  explicar  la  introducción  de  la  psicología  de  los  peripa- 
téticos árabes  en  la  Facultad  de  Artes,  donde  tanta  boga  llegó  a  adqui- 
rir con  el  tiempo.  Pedro  Hispano  pudo,  además,  ser  el  cauce  histórico  por 
el  que  la  doctrina  avicenista  del  entendimiento  agente  entró  en  aleación 
con  el  iluminismo  agustiniano,  como  ocurre  en  los  teólogos  franciscanos 
de  la  segunda  generación  (44).  No  olvidemos  que  el  fervor  aristotélico 
de  Pedro  Hispano  convivía  en  su  espíritu  con  sólidas  convicciones  agus- 
tinianas,  que  le  indujeron  a  perseguir  desde  la  silla  papal  el  peripatetis- 
mo  teológico  defendido  a  la  sazón  en  París  por  Alberto  Magno  y  To- 
más de  Aquino  (45). 

No  disminuye  el  interés  del  tratado  en  el  análisis  del  querer,  que  se 
origina  de  un  triple  impulso:  voluntas  naturalis,  sensualis  et  activa.  In- 
clúyense  en  esta  parte  de  la  obra  un  concepto  muy  curioso  de  la  sindé- 
resis, una  descripción  de  las  passiones  animae  intellectivae  y  una  doctri- 
na del  sermo  internas,  fuerza  espiritual  dimanante  del  querer  y  ordena- 
da a  la  acción  que  fué  desaprovechada  ulteriormente  en  la  clasificación 
escolástica  de  las  facultades  anímicas. 

Termina  la  exposición  doctrinal  con  un  examen  de  las  bases  y  con- 
diciones somáticas  de  la  vida  anímica,  en  el  que  son  estudiados  los  dife- 
rentes órganos  de  nuestro  cuerpo  desde  un  punto  de  vista  dinámico,  en 
una  especie  de  psicología  fisiológica  elaborada  por  un  hombre  experto 
en  la  ciencia  médica. 

El  tratado  carece  de  citas,  pero  su  libro  XTTT  y  último  consiste  en 
un  apéndice  de  carácter  histórico:  de  antiquoriAm  opinionibus  circa  ani- 
mam.  Al  decir  de  Pedro  Hispano,  los  filósofos  griegos  y  árabes,  aun- 
que no  llegaron  a  la  absoluta  perfección  en  filosofía,  se  esforzaron  sin- 
ceramente en  conquistarla;  por  lo  cual  debemos  en  parte  seguir  su  pa- 
recer con  docilidad  (46).  Es  notable  que  la  historia  de  las  doctrinas  psi- 
cológicas se  esboza  en  este  tratado,  no  por  filósofos,  sino  por  tendencias : 
voluntarista,  intelectualista,  mixta,  naturalista,  matemática  y  armónica. 

22.  Por  las  breves  indicaciones  que  anteceden,  adivínase  la  impor- 
tancia excepcional  del  De  anima.  Xo  es  ésta  la  imica  obra  en  que  Pedro 


(44)  Véase,  sobre  este  punió,  el  capítulo  siguiente  a  propósito  del  dominico  catalán 
Ferrer 

(45)  Recuérdese  lo  dicho  antes,  en  el  párrafo  II,  núr.i.  7,  a  propósito  de  la  actua- 
ción pontificia  de  Juan  XXI. 

(46)  "...  in  antiquorum  sermonibus  circa  animam  non  ad  plenum  veritatis  apex 
ac  profunditas  attincitur..." ;  "...  ad  aliquam  partem...  tenemus  eorum  sen  ten  tías  be- 
nigno animo  amplecti...". 


—  ui  — 


Hispano  expone  sus  ideas  acerca  del  alma ;  también  en  los  comentarios 
a  Aristóteles,  y  hasta  en  alguna  de  sus  obras  médicas,  son  tratados  oca- 
sionalmente problemas  psicológicos.  Así  en  el  comentario  a  la  Historia 
de  los  animales  despliega  una  interesante  teoría  acerca  de  las  formas 
del  conocimiento  humano,  que  reduce  a  cinco:  per  speciem,  in  speculo, 
per  contrarium,  per  effectum  y  per  elevationem  et  abstractionem.  El  mo- 
do abstractivo  es  concebido  no  a  la  manera  de  Aristóteles,  sino — por 
confesión  propia — a  la  manera  de  Avicena,  quien  distinguía  en  nuestro 
entendimiento  un  aspecto  o  cara  ordenado  a  las  capacidades  inferiores 
y  otro  abierto  a  la  influencia  espiritual  de  la  Inteligencia  Superior  (47). 
Una  vez  más,  bajo  la  inspiración  de  Avicena,  apunta  aquí  la  psicología 
del  iluminismo. 

En  el  resto  de  su  obra  científica,  cuyo  examen  queda  al  margen  de 
una  historia  de  las  ideas  filosóficas,  merece,  no  obstante,  ser  subrayada 
su  posición  metódica.  Podríamos  sintetizarla  en  la  afirmación  de  que 
Pedro  Hispano,  volviendo  a  la  ruta  señalada  por  Aristóteles  y  reanu- 
dada por  Avicena,  pregona  el  estudio  empírico  de  la  naturaleza.  Note- 
mos esa  nueva  coincidencia  con  su  gran  contemporáneo  Alberto  Magno. 
El  saber  humano,  según  nuestro  autor,  progresa  en  virtud  de  dos  mé- 
todos: el  descriptivo  y  el  explicativo;  por  el  primero  se  establecen  los 
hechos,  por  el  segundo  se  averiguan  las  causas.  En  las  artes  del  trivio 
prevalece  el  método  descriptivo;  en  la  ciencia  estricta  se  tiende  siem- 


(47)  "Ad  ultimam  questionem  dicen dum,  quod  unus  modus  cognoscendi  est  per 
speciem,  secundum  quod  dicit  Philosophus,  quod  lapis  non  est  in  anima,  sed  species 
lapidis.  Secundus  modus  cognoscendi  est  rem  cognoscere  in  alio  sicut  res  cognoscitur 
in  speculo  et  hoc  modo  cognoscunt  intelligentie  res  in  primo.  Tertius  modus  cognoscendi 
est  cognoscere  unum  contrarium  per  suum  contrarium  sicut  cognoscimus  privationem 
per  habitum.  Quartus  modus  est  cognoscere  causam  per  effectum,  ut  per  bonitatem  ar- 
tificii  laudatur  bonitas  artificis.  Hoc  modo  creatorem  cognoscimus  per  creaturas.  Omnia 
enim  opera  creatoris  relucent  in  creaturis.  Quintus  modus  est  cognoscere  rem  per  ele- 
vationem et  abstractionem  ipsius  anime.  Et  de  hoc  modo  elevationis  nunquam  loqui- 
tur  Philosophus,  sed  Avicena  de  hoc  modo  loquitur  in  suo  libro  de  anima  ubi  dicit, 
quod  intellectus  due  sunt  facies.  Una  est,  quam  habet  intellectus  ad  virtutes  inferiores, 
secundum  quod  intellectus  agens  recipit  a  possibili.  Alia  est,  quam  habet  intellectus 
per  abstractionem  et  elevationem  ab  ómnibus  conditionibus  materialibus  et  hanc  habet 
per  relationem  ad  intelligentiam  influentem.  Et  quando  anima  sic  est  elevata,  intelligen- 
tia  ei  multa  detegit.  Unde  dicit  Avicenna,  quod  recolit  pretérita  et  predicit  futura  et 
potest  precipere  pluviis  et  tonitruo  ut  cadant,  et  potest  nocere  per  malum  oculum  suum. 
Unde  dicit  Avicenna,  quod  oculus  fascinatus  facit  cadere  caniculum  in  foveam  et  sic 
elevantur  illi,  qui  sunt  in  éxtasi  ut  religiosi,  contemplativa  et  maniatici  et  phrenetici 
et  hoc  modo  anima  cognoscit  primum  et  seipsam  per  essentiam  per  reflexionen!  sui  ip- 
sius supra  se.  Dico  ergo  ad  primum  quesitum,  quod  hoc  modo  potest  cognoscere  ve! 
etiam  eo  quarto  modo".  (Pasaje  del  comentario  al  De  animalibus,  transcrito  por  Grab- 
mann:  Mittelalterliche  lateinische  Aristotelesübersetzungen,  etc.,  págs.  112  y  113.) 


—    I42  — 


pre  a  la  explicación.  La  psicología  goza  del  singular  privilegio  de  usar 
indistintamente  ambos  métodos  (48). 

Esta  actitud  general  científica  de  Pedro  Hispano  trasciende  a  su 
orientación  médica,  que  permite  afiliarle  a  la  llamada  "escuela  experi- 
mental". Y  no  empece  la  alegación  de  autoridades;  también  los  "empí- 
ricos" de  la  medicina  rinden  tributo  en  la  Edad  Media  a  esa  costum- 
bre. Pero,  entre  las  autoridades  aducidas,  Pedro  Hispano  se  inclina 
de  ordinario  a  favor  de  los  "empíricos" ;  consiguientemente,  aconse- 
ja remedios  de  índole  empírica,  es  decir,  prácticas  curativas  que  abo- 
na la  experiencia  (y  no  la  teoría).  Sus  convicciones  acerca  del  método 
que  condiciona  el  progreso  de  la  medicina,  las  ha  expresado  Pedro  His- 
pano en  un  largo  y  notabilísimo  pasaje  del  comentario  al  Libro  de  las 
Dietas  de  Isaac,  en  el  que  distingue  la  vía  experimenti  3*  la  via  rationis 
como  los  dos  métodos  apropiados  para  el  desarrollo  de  la  ciencia  dieté- 
tica. "El  método  experimental — dice — no  para  mientes  en  las  causas ;  el 
método  racional  considera  las  causas  y  los  principios ;  la  experiencia 
hace  uso  de  los  sentidos;  la  explicación,  del  entendimiento."  Ahora  bien, 
en  la  investigación  médica  ¿precede  la  experiencia  al  trabajo  racional 
o  lo  subsigue  y  avala?  Por  el  distinto  modo  de  contestar  a  esta  pregunta 
se  perfilan  las  dos  escuelas,  racional  y  empírica,  de  la  medicina  clásica 
y  medieval.  Pedro  Hispano  distingue,  a  este  propósito,  tres  modalida- 
des de  la  experiencia.  A  veces,  la  experiencia  es  previa  a  la  posesión  de 
un  arte  o  ciencia ;  así  adquieren  sus  conocimientos  los  animales  por  mero 
instinto  y  los  hombres  rústicos  por  simple  rutina.  Otras  veces  la  expe- 
riencia sirve  para  fijar  los  objetos  sobre  los  que  versa  la  investigación,  y 
forma  entonces  parte  de  la  ciencia;  la  averiguación  ulterior  de  las  cau- 
sas eleva  en  este  caso  el  conocimiento  empírico  a  doctrina  racional.  En 
una  última  etapa,  la  experiencia  hace  aplicación  de  la  doctrina  científica 
a  la  vida  práctica  y  a  la  industria ;  huelga  decir  que  en  tal  caso  la  expe- 
riencia se  vuelve  racional  por  supeditación  a  la  teoría. 

La  cuidadosa  elaboración  del  concepto  de  experiencia  no  permite 
dudar  que  el  método  en  ella  basado  recaba  el  principal  papel  en  la  me- 
dicina de  Pedro  Hispano.  Lo  confirma  la  frecuente  alegación  en  sus 
escritos  médicos  de  experiencias  personales  propias  y  ajenas.  Por  lo 
mismo,  no  ha  de  extrañar  que  Pedro  haya  exigido  para  la  experimen- 
tación médica  determinados  requisitos  en  garantía  de  legitimidad.  Estos 

(a%)  "...  modus  cau^arum  assipnativus  plus  est  in  arte  quam  in  scientia  et...  plus 
in  quadrivio  quam  in  trivio  et...  iste  dúplex  modus  procedendi  est  distinctus  in  hoc 
libro,  in  libro  autem  de  anima  est  indistinctus,  quia  ibi  procedit  modo  narrando,  modo- 
probando  sive  causas  assignando..."  (en  el  comentario  al  De  animalibus). 


—  143  — 


requisitos  se  reducen  a  seis:  que  la  medicina  administrada  no  con- 
tenga ninguna  sustancia  extraña  (49) ;  2.0,  que  el  paciente  sufra  la  en- 
fermedad que  con  aquella  medicina  se  intenta  curar;  3.0,  que  la  medi- 
cina sea  ingerida  sin  mezcla  de  otra ;  4.0,  que  su  intensidad  sea  opuesta 
en  grado  a  la  de  la  enfermedad ;  5.0,  que  se  averigüe  su  efecto  en  un 
cierto  lapso  de  tiempo;*  y  6.°,  que  los  experimentos  se  realicen  en  un 
cuerpo  apropiado,  por  ejemplo  en  el  de  otro  hombre  y  no  en  el  de  un 
asno.  Tosca  y  rudimentaria  como  se  nos  presenta  esta  teoría  de  la  expe- 
riencia científica,  preludia,  sin  embargo,  la  doctrina  del  canciller  Bacon 
y  su  ulterior  desenvolvimiento  en  la  filosofía  moderna  y  contemporánea. 

23.  A  medida  que  nos  familiarizamos  con  la  obra  de  Pedro  Hispa- 
no, vemos  a  este  autor  animado  de  un  espíritu  científico  similar  al  de  su 
gran  inspirador  y  modelo,  Aristóteles.  Siguiendo  sus  huellas,  rechaza 
toda  apelación  a  virtudes  ocultas  para  explicar  los  fenómenos  de  la  na- 
turaleza. Los  hechos  no  ocurren  por  simpatías  y  antipatías  secretas  entre 
las  cosas,  ni  por  influencia  superior  de  los  astros.  En  la  naturaleza  hay 
cuatro  cualidades  fundamentales:  seco,  húmedo,  frío  y  cálido;  la  com- 
binación de  estas  cualidades  en  proporciones  varias  explica  las  propie- 
dades características  de  los  objetos  naturales.  Explica  también  la  forma- 
ción de  los  humores  en  el  cuerpo  humano  y  el  temperamento  de  cada 
persona.  Es  fácil  ver  que  por  este  camino  se  abren  amplias  perspectivas 
a  la  interpretación  de  los  fenómenos  vitales :  crecimiento,  vejez,  muerte, 
etcétera.  No  podemos  entrar  en  detalles  que  nos  alejarían  del  campo 
acotado  de  nuestra  investigación. 

En  síntesis,  en  la  obra  científica  de  Pedro  Hispano  se  nos  revela  un 
nuevo  aspecto  de  su  pletórica  personalidad.  Así  como  en  la  lógica  le 
vemos  recoger  la  genuina  tradición  latino-occidental  celosamente  cultiva- 
da por  las  Escuelas  de  Artes,  en  la  psicología,  en  la  filosofía  natural  y 
en  la  medicina  le  vemos,  por  el  contrario,  introducir  en  Occidente  las 
corrientes  innovadoras  asimiladas  de  la  cultura  árabe.  De  Avicena  toma 
las  líneas  generales  de  su  psicología  y  la  orientación  empirista  en  la 
ciencia  natural ;  del  propio  Avicena,  y  en  general  de  toda  la  medicina 
árabe,  se  apropia  la  tendencia  farmacológica  y  la  afición  al  recetario, 
que  complementa  en  la  Edad  Media  los  sistemas  de  tratamiento  dietéti- 
co ideados  por  los  médicos  griegos.  Pero,  como  la  ciencia  y  la  medicina 
de  los  árabes  se  injertan  sobre  un  fondo  de  cultura  helénica,  en  defini- 


do)   "...  medicina  sit  tuta  ab  omni  qualitate  complexionali. 


—  i44  — 


tiva  Pedro  Hispano  coopera  a  enriquecer  el  acervo  común  del  saber  me- 
dieval con  las  nuevas  aportaciones  de  la  filosofía  y  de  la  ciencia  clásicas, 
asimiladas  a  través  de  los  árabes.  La  ingente  obra  científica  y  filosófico- 
natural  del  maestro  de  Estagira  logra,  merced  a  los  escritos  de  nuestro 
autor,  una  más  amplia  divulgación  en  Occidente. 


CAPITULO  IV 


LA  ESCOLASTICA  EN  LA  FACULTAD  DE  TEOLOGIA 

SECCION  I:  LA  EVOLUCION  DE  LAS  IDEAS  FILOSOFICAS 
EN  LA  ORDEN  DE  PREDICADORES 

I 

Miguel  de  Fabra  (1). 

Miguel  de  Fabra,  primer  lector  de  la  Orden  de  Predicadores. — Su  enseñanza 

conventual  en  París. 

I.  Cuando  en  1216  Santo  Domingo  de  Guzmán  tomó  la  transcen- 
dental resolución  de  desparramar  la  pequeña  comunidad  que  había  fun- 
dado en  Toulouse  para  sembrar  en  Europa  la  simiente  de  la  nueva  Orden 
de  Predicadores,  la  imisión  más  numerosa  e  importante  entre  las  varias 
organizadas  por  el  Fundador  se  dirigió  a  la  capital  de  Francia.  Á  su 
frente  estaba  Fray  Mateo,  personaje  francés  de  calidad,  que  fué  en 
Toulouse  primero  y  único  abad  de  la  Orden;  y  con  él  iban  otros  seis 
compañeros,  de  los  cuales  tres  eran  españoles :  el  hermano  del  Fundador, 
Miguel  de  Fabra  y  Juan  de  Navarra.  Llegados  a  París,  se  acogieron  a 
la  protección  de  Juan  de  Barastre,  célebre  maestro  universitario  y  ca- 
pellán del  rey,  por  cuya  iniciativa  la  Universidad  les  cedió  unos  terrenos 
para  fundar  allí  su  convento.  Sin  duda  por  el  origen  español  del  Fun- 
dador y  de  los  tres  compañeros  que  participaron  en  la  misión,  la  nueva 
casa  fué  puesta  bajo  la  advocación  del  apóstol  Santiago  (2). 

La  Universidad  de  París  era  a  la  sazón  el  primer  centro  intelectual 
•de  Europa.  Establecido  bajo  su  protección  y  manteniendo  con  ella  es- 
trecho contacto,  el  convento  de  Santiago  se  convirtió  muy  pronto  en  la 

(1)  Sobre  Miguel  de  Fabra,  véase  a  Mortier:  Histoire  des  Maitres  Généraux  de 
l'Ordre  des  Fréres  Précheurs,  vol.  I,  París,  1903,  caps.  II  y  V;  y  a  F.  Diago:  Historia  de 
¡a  Provincia  de  Aragón  de  'la  Orden  de  Predicadores,  Barcelona,  1599,  lib.  II,  cap.  XLV. 

(2)  Del  nombre  latino,  conventus  Sancti  Jacobi,  se  formó  la  palabra  jacobita,  que 
en  los  manuscritos  medievales  aparece  con  una  gran  frecuencia  para  designar  los  domi- 
nicos residentes  en  el  convento  parisién  de  Saint- Jacques  o  de  Santiago. 


-  í46  - 


casa  de  estudios  más  importante  de  la  Orden,  a  la  que  afluyeron  estu- 
diantes llegados  de  todas  partes.  Allí  se  organizó,  no  mucho  después  de- 
la  fundación,  la  primera  escuela  conventual  de  la  Orden  de  Predica- 
dores, cuyos  cursos  inauguró  y  profesó  durante  unos  años  Miguel  de 
Fabra  (3). 

Como  el  Fundador,  Miguel  de  Fabra  era  un  castellano  de  noble 
estirpe.  Siguió  la  vocación  de  Santo  Domingo,  con  quien  convivió  en 
la  primitiva  comunidad  de  Toulouse  hasta  el  momento  de  la  dispersión. 
Sus  biógrafos  le  atribuyen  cualidades  excelentes,  a  la  vez  intelectuales 
y  'morales ;  hombre  espiritual,  muy  dado  al  estudio,  de  otra  parte  se  en- 
tregaba intensamente  a  la  acción.  Sus  hechos  acreditan  tan  bellas  facul- 
tades. Nombrado  por  su  saber  lector  de  teología,  los  estudiantes  del 
convento  siguieron  sus  lecciones  privadas  con  el  mismo  interés  que  las- 
clases  de  la  Universidad,  lo  cual  es  prueba  de  que  su  enseñanza  en  nada 
desmerecía  de  la  oficial.  Ningún  rastro  más,  que  sepamos,  ha  queda- 
do de  este  magisterio,  salvo  la  fama  que  nos  ha  transmitido  su  noti- 
cia (4). 

Hemos  querido  consignar  aquí  el  nombre  de  tan  esclarecido  maes- 
tro, que  inauguró  en  la  Orden  los  estudios  de  teología  y  fundó,  además, 
en  España,  conventos  tan  importantes  como  los  de  Mallorca  y  Valen- 
cia, que  no  tardaron  en  convertirse  en  nuevos  hogares  de  la  cultura 
patria. 

(3)  A  Fabra  le  sucedió  el  beato  Reginaldo;  y  a  éste  Jordán  de  Sajonia,  quien  a 
la  muerte  de  Santo  Domingo  fué  elegido  General  de  la  Orden. 

(4)  Más  adelante,  Miguel  de  Fabra  regresó  a  España;  y,  como  toda  ella  era  una 
sola  Provincia  de  la  Orden,  se  estableció  en  Aragón.  El  rey  Jaime  I  le  nombró  su  con- 
fesor y  predicador  de  la  corte.  En  1248,  por  encargo  del  Papa  Inocencio  IV,  procedió, 
juntamente  con  San  Ramón  de  Peñafort  y  el  arzobispo  tarraconense  Pedro  de  Albalate. 
a  la  designación  de  la  persona  que  había  de  ocupar  la  sede  vacante  de  Lérida;  es  de 
notar  que  en  el  documento  pontificio,  de  24  de  diciembre,  se  da  a  Fr.  Miguel  el  trata- 
miento de  Doctor  en  Teología.  Asistió  con  Jaime  I  a  las  empresas  de  Mallorca  y  de 
Valencia;  y,  a  raíz  de  la  conquista,  estableció  allí  sendos  conventos.  El  rey  le  apreciaba 
en  extremo;  la  noche  en  que  se  rindió  la  ciudad  de  Mallorca,  le  confió  el  palacio  de 
la  Almudaina,  residencia  y  tesorería  del  rey  moro,  para  que  lo  librara  de  las  furias  de 
la  soldadesca.  En  el  ejército,  y  aun  entre  los  moros,  era  persona  muy  conocida  y  respe- 
tada, a  juzgar  por  las  anécdotas  que  cuentan  los  historiadores.  Tras  una  vida  de  trabajo 
intenso,  murió  en  avanzada  edad  y  fué  enterrado  en  la  iglesia  de  San  Pedro  Mártir 
de  Barcelona. 


II 

Ramón  Martí. 

Vida  y  obras  de  Ramón  Martí. — Análisis  de  la  Exphmtio  Symboli  Apostolorum 
y  del  Pugio  Fidei. — Relación  entre  esta  última  obra  y  la  Summa  contra  Gen- 
tes, de  Santo  Tomás  de  Aquino. — Influencia  de  Ramón  Martí  en  la  litera- 
tura apologética  posterior. 

2.  En  las  primeras  generaciones  de  escolares  dominicos  sobresale 
el  catalán  Ramón  Martí,  pensador  enraizado  en  el  ambiente  peninsu- 
lar, cuya  actuación  y  escritos  apenas  trascendieron  en  su  tiempo  a 
Europa.  Pese  a  su  innegable  importancia,  su  nombre,  inadvertido  por 
los  cronistas  generales  de  la  Orden  en  el  siglo  xiii,  no  figura  en  los 
catálogos  antiguos,  ni  en  el  descubierto  hace  unos  años  por  Denifle  en 
la  abadía  de  Stams  ni  en  la  lista  cronológica  de  Esteban  de  Salanhac  ni 
en  el  Líber  de  viris  illustribus  de  O.  P.,  del  alemán  Juan  Meyer  (5). 

Las  noticias  que  poseemos  de  su  vida,  son  escasas.  Por  Diago  sa- 
bemos que  era  "catalán  de  nación,  natural  de  Subirats,  hijo  de  hábito 
deste  convento  de  Barcelona"  (6).  Ignórase  la  fecha  de  su  nacimiento, 
así  como  la  de  su  ingreso  en  el  convento  de  Santa  Catalina,  si  bien 
una  serie  de  indicios  dan  pie  a  sus  biógrafos  para  suponerle  nacido  al- 
rededor del  año  1230.  También  su  infancia  y  su  juventud,  durante  las 
que  tuvo  lugar  con  seguridad  su  formación  intelectual,  han  quedado 
sumidas  en  el  mayor  olvido.  Pero  es  lícito  seguir  el  rastro  de  sus  estu- 
dios universitarios  merced  a  una  tradición  conservada  en  el  convento 
de  Santiago  en  París,  de  la  cual  su  prior,  Ivo  Pinsard,  se  hace  eco 
todavía  en  el  siglo  xvn,  al  referirse  a  los  hombres  ilustres  de  la  Orden 

(5)  Véanse  los  dos  primeros  y  extractos  del  tercero  en  el  artículo  de  H.  Denifle: 
Quellen  zur  Gelehrtengeschichte  der  Predigerordens  im  13.  und  14.  Jahrhundert,  "Archiv 
für  Litteratur-  und  Kirchengeschichte  des  Mittelalters",  vol.  II,  págs.  165-248. 

La  omisión  del  nombre  de  Ramón  Martí  en  el  catálogo  de  Stams  tan  sólo  demuestra 
que  no  ejerció  el  magisterio  en  París;  no  cabe,  pues,  tachar  por  ello  el  catálogo  de  in- 
completo, como  ha  hecho  M.  Grabmann  en  su  estudio  Die  Philosophia  Pauperum  und 
ihr  Verfasser  Albert  von  Orlamunde,  Münster,  1918,  pág.  28. 

(6)  Francisco  Diago:  Historia  de  la  Provincia  de  Aragón  de  la  Orden  de  Predica- 
dores, Barcelona,  1599,  lib.  II,  pág.  137. 

Subirats  es  un  pequeño  municipio  de  población  dispersa  situado  en  la  carretera  de 
Barcelona  a  Tarragona,  no  lejos  de  Villafranca  del  Panadés. 


—  148  — 


que  desfilaron  por  él,  en  palabras  que  no  tienen  desperdicio:  "...  nomi- 
nandi  veniunt  Albertus  Magnus,  Inter  discípulos  ejus  D.  Thomas  ct  so- 
dalis  huius  Raymimdus  Martini  Barcinonensis"  (7).  He  aquí  un  dato 
importante,  tanto  más  que  el  examen  de  las  influencias  doctrinales  acu- 
sadas en  su  obra  le  presta  una  confirmación  rotunda.  Por  ahí  sacamos 
a  luz  un  hecho  hasta  ahora  omitido1  en  la  biografía  de  Ramón  Martí  : 
su  residencia  en  el  convento  parisiense  de  Santiago  a  título  de  estu- 
diante y  su  asistencia  a  la  cátedra  de  Alberto  Magno  por  los  años  1245 
a  1248,  entre  los  que  tiene  lugar  la  enseñanza  universitaria  de  este 
maestro.  Es  posible  que  su  estancia  y  estudias  en  París  coincidieran 
con  los  de  Santo  Tomás  de  Aquino.  La  impresión  personal  recibida  por 
Ramón  Martí  al  contacto  del  gran  iniciador  debió  ser  muy  honda,  por 
cuanto  en  el  Pugio  fidei,  obra  de  madurez,  le  evoca  todavía  por  su  propio 
nombre  y  en  términos  de  mucho  elogio:  "...  Albertus,  magister  in 
Theologia,  et  phiíosophus  magnus,  frater  Praedicator,  et  Episcopus,,  (8). 

3.  Aun  (mayor  debió  ser  el  surco  abierto  en  la  orientación  de  sus 
estudios  bajo  la  influencia  de  acontecimientos  ocurridos  en  París,  du- 
rante la  docencia  universitaria  de  Alberto,  con  motivo  de  las  persecu- 
ciones contra  los  judíos,  a  las  que  nos  referimos  en  un  capítulo  ante- 
rior (9).  En  1239,  Gregorio  IX  había  ordenado,  en  bula  papal  dirigida 
a  los  obispos  y  a  los  reyes  de  Francia,  Inglaterra,  León  y  Castilla,  que 
un  día  determinado,  y  aprovechando  la  circunstancia  de  hallarse  reuni- 
dos los  judíos  en  sus  sinagogas,  se  apoderaran  de  sus  libros  ;  y  para- 
lelamente fueron  comisionados  el  Obispo  de  París,  el  Prior  de  los  do- 
minicos del  convento  de  Santiago  y  el  Ministro  de  los  Menores  en  dir 
cha  ciudad,  para  proceder  al  examen  de  los  libros  rabínicos  y  a  la  que- 
ma de  los  que  estimaren  perniciosos  por  sus  doctrinas.  San  Luis  ayu- 
dó eficazmente  a  los  deseos  del  Papa;  y  en  1240,  fueron  quemados  de 
una  sola  vez  catorce  carros  de  libros  judíos,  y  seis  de  otra.  Por  unos 
años  pareció  amortiguada  la  cuestión;  pero  en  1248  resucitó  y,  a  sú- 
plicas de  personas  que  reputaban  excesivo  el  rigor  de  antes,  el  Papa 
accedió  a  un  nuevo  examen  que  fué  encargado  a  41  maestros  de  la  Uni- 
versidad presididos  por  Guillermo  de  Alvernia,  obispo  de  la  ciudad  y 
también  maestro.  Uno  de  los  examinadores  era  un  judío  converso,  de 
la  Orden  de  Predicadores,  que  tradujo  del  hebreo  al  latín  los  textos  del 
Talmud.  De  la  comisión  formaba  parte  Alberto  Magno,  cuya  firma  cons- 

(7)  Carta  a  Voisin,  inserta  por  éste  en  el  prólogo  a  su  edición  del  Pugio  fidei  (y  re- 
producida'en  la  edición  de  1687,  pág.  112). 

(8)  Pugio  fidei,  pars.  III,  dist.  II,  cap.  II,  2. 

(9)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  III,  núm.  16. 


-   149  — 


ta  en  el  documento  de  condenación  del  Talmud,  redactado  en  15  de 
mayo  de  1248  (10). 

No  sabemos  a  ciencia  cierta  si  Ramón  Martí  presenció  tales  hechos 
en  París.  Este  supuesto,  de  resultar  confirmado,  trazaría  una  línea  más 
de  continuidad  en  su  vida  y  aclararía  una  actuación  similar  suya,  una 
vez  reintegrado  a  su  patria,  en  ocasión  de  la  controversia  cristiano-ra- 
bínica  ordenada  por  el  rey  Jaime  I  (11).  No  es  seguro  que  Ramón  Mar- 
tí asistiera  a  la  disputa;  pero,  en  27  de  marzo  de  1264,  fué  designado 
por  el  rey  para  formar  parte  de  la  comisión  examinadora  de  los  tex- 
tos rabínicos,  en  cuyas  tareas  se  le  atribuye  una  intervención  decisiva. 
En  su  edad  viril,  pues,  Ramón  Martí  se  encontraba  al  frente  de  una 
misión  análoga  a  la  que  había  visto  desempeñar  a  su  maestro  Alberto 
Magno  en  París,  en  sus  tiempos  de  estudiante. 

4.  Es  ésta  la  primera  fecha  cierta  que  poseemos  de  la  estancia  de 
Ramón  Martí  en  Barcelona.  Es  raro  que  en  los  inventarios  y  documen- 
tos del  convento  de  Santa  Catalina  pertenecientes  a  la  sexta,  séptima 
y  octava  décadas  del  siglo  xm,  que  Denifle  sacó  a  luz  (12),  ni  por 
asomo  aparezca  el  nombre  de  nuestro  autor.  El  silencio  de  las  fuentes 
documentales  autoriza  a  sospechar  que  tan  sólo  residiera  en  Barcelona 
durante  períodos  cortos  e  intermitentes,  salvo  al  final  de  su  vida;  y  que 
tal  vez  fuera  atraído  a  otros  sitios  por  las  exigencias  de  su  sólida  pre- 
paración científica  y  de  sus  empresas  misioneras. 

Sin  embargo,  la  influencia  barcelonesa  decide  el  rumbo  de  su  vida, 
orientada  por  San  Ramón  de  Peñafort.  No  es  improbable  que  éste 
siguiera  de  cerca  la  iniciación  de  sus  estudios  en  la  escuela  conven- 
tual de  Santa  Catalina  e  interviniera  en  la  designación  del  joven  estu- 
diante para  cursar  la  enseñanza  universitaria  en  París.  Pero  sí  pode- 
mos afirmar  con  certeza  que,  desde  1250,  R.  Martí  se  convierte  en  eje- 
cutor fiel  de  la  gran  empresa  cultural  concebida  por  San  Ramón  para 
la  cristianización  de  los  infieles.  En  dicho  año,  la  Provincia  de  España, 
todavía  unida,  celebró  capítulo  en  Toledo;  y,  a  instancias  del  Santo, 
destinó  a  ocho  frailes  "escogidos  de  la  nación  catalana"  (13)  al  estudio 


(10)  Mortier:  Histoire  des  Maitres  Généraux  de  l'Ordre  des  Fréres  Préckeurs,  París., 
1903,  vol.  I,  págs.  427-430. 

(11)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  III,  núm.  16.  Sin  duda,  Strowski  ha  sufrido  una 
involuntaria  confusión  al  atribuir  esta  iniciativa  real  a  San  'Luis,  en  su  interesante  libro 
Pascal  et  son  temps,  vol.  III,  París,  1913,  pág.  259. 

(12)  Véase  el  artículo  citado  en  la  nota  5. 

(13)  Marsilio,  citado  por  Diago,  ibid.  El  texto  da  a  entender  con  claridad  que  San 
Ramón,  además  de  tomar  la  iniciativa  de  la  empresa,  reclutó  el  personal  capaz  de  llevarla 


—  150  — 


árabe  que  la  Orden  tenía  establecido  en  Murcia.  Entre  ellos  figuraba 
Ramón  Martí,  de  cuya  estancia  en  dicho  colegio  no  hemos  logrado  re- 
coger más  noticias.  Ignoramos  con  qué  fundamento  Berthier  ha  afir- 
mado recientemente  que  R.  Martí  dirigió  el  Colegio  de  lenguas  orien- 
tales de  Barcelona  (14),  cuya  fundación  acordó  confiar  al  Provincial  de 
España  el  capítulo  general  de  la  Orden,  celebrado  en  Valenciennes,  el 
año  1259  (15).  De  fuente  segura  sabemos  que  se  dedicó  a  la  enseñanza 
de  la  lengua  hebrea,  en  la  que  parece  haber  iniciado  a  bastantes  discí- 
pulos ;  uno  de  ellos,  Arnaldo  de  Vilanova,  nos  ha  transmitido  el  recuer- 
do de  su  maestro  en  frases  muy  halagüeñas  (16). 

Posteriormente  le  hallamos  en  Túnez  en  plena  actividad  misionera 
(17) ;  y  consta  por  Diago  que  en  aquel  puerto  embarcó  para  repatriarse, 
en  septiembre  de  1269,  en  compañía  de  Fr.  Francisco  Cendra,  que  fué 
también  prior  en  Barcelona.  Llegaron  ambos  al  puerto  de  Aguas  Muer- 
tas a  la  sazón  en  que  el  rey  Jaime,  vuelto  atrás  de  su  cruzada  para 
Tierra  Santa  que  había  emprendido  desde  Barcelona,  buscaba  allí  re- 
fugio contra  el  temporal  para  sus  naves.  Soslayando  los  honores  reales, 
se  dirigieron  sin  demora  por  Montpellier  a  su  convento  de  Barcelona, 
donde  parecen  haber  transcurrido  los  últimos  años  de  su  vida,  tal  vez  de- 
dicados a  la  enseñanza  y  con  seguridad  a  la  composición  de  sus  obras, 
sobre  todo  del  Pugio.  La  única  noticia  cierta  de  este  último  período  de 
su  vida,  si  descartamos  la  de  la  fecha  de  la  composición  de  su  obra 
maestra  inserta  en  el  propio  texto,  nos  la  da  el  historiador  Diago  en 
términos  harto  lacónicos:  "Fray  Raymundo  Martin  teniendo  ya  casi 
cincuenta  años  de  hábito  murió  en  el  mismo  convento,  algunos  años 


a  cabo  entre  sus  hermanos  del  convento  de  Barcelona  y,  tal  vez,  de  otros  conventos 
catalanes  en  estrecha  relación  con  el  de  Santa  Catalina. 

(14)  En  su  tesis  doctoral  de  la  "Ecole  des  Chartesv  en  París,  sostenida  en  27  de 
enero  de  193 1,  de  la  que  se  publicó  un  extracto  en  el  folleto  Positions  des  théses  soutenues 
par  les  eleves  de  la  promotion  de  1931. 

(15)  "Iniungimus  priori  provinciali  Hyspaniae  quod  ipse  ordinet  aliquod  studium 
ad  addiscendam  linguam  arabicam  in  conventu  Barchinonensi  vel  alibi,  et  ibidem  collocet 
fratres  aliquos..."  (B.  M.  Reichert:  Acta  Capitulorum  Generalium  Ordinis  Fratrum  Prae- 
dicatorum,  tom.  I,  Roma,  1897,  pág.  98.) 

Ció)  "Pluries  affectavi,  karissime  pater,  ut  semen  illud  hebraice  lingue,  quod  zelus 
religionis  patris  Rfaymundi]  Martini...",  palabras  con  las  que  empieza  el  Tetragram- 
maton  de  Arnaldo  de  Vilanova.  Véase  H.  Finke:  Aus  den  Tagen  Bonifaz  VIII.  Müns- 
ter,  1902,  págs.  CXXVII-CXXVm. 

(17)  Allí,  tal  vez,  coincidió  con  él  Ramón  Lull  en  su  primer  viaje  a  Africa,  pues, 
al  parecer,  el  retrato  de  misionero  descrito  en  uno  de  sus  opúsculos  de  polémica  religiosa 
corresponde  a  Ramón  Martí,  según  reciente  interpretación  del  P.  Ephrem  Lonírpré  en 
su  artículo  Le  B.  Raymond  Lull  et  Raymond  Martí,  "Boletín  de  la  Sociedad  Arqueo- 
lógica Luliana",  Palma  de,  Mallorca,  febrero-marzo  de  1933,  págs.  269-271. 


—  III  — 


¿después  de  la  muerte  de  fray  Francisco  (Cendra,  ocurrida  en  1281),  pues 
he  visto  firma  suya  en  Aucto  hecho  en  este  convento  primer  dia  de  Julio 
de  mil  doscientos  ochenta  y  quatro." 

5.  Al  decir  de  Pedro  Marsilio,  el  cronista  de  Jaime  I,  nuestro 
•dominico  fué  hombre  "multum  sufficiens  in  lating,  philosophus  in  Ará- 
bico, magnus  rabinus  et  magister  in  Hebraico,  et  in  Hngua  Chaldaica 
multum  doctus"  (18).  La  educación  recibida  en  el  colegio  de  Murcia 
fructificó  en  él  hasta  convertirle  en  un  perfecto  orientalista.  La  pose- 
sión de  los  idiomas  árabe  y  hebreo  y  el  conocimiento  de  la  teología  y 
filosofía  a  la  sazón  dominantes  en  estos  pueblos,  además  del  de  la  teología 
y  filosofía  latinas  que  había  estudiado  en  París,  le  capacitaron  para  una 
magna  labor  muy  a.  tono  con  las  necesidades  espirituales  de  su  país  y 
•de  su  tiempo.  La  convivencia  con  los  judíos  y  el  trato  frecuente  con 
musulmanes  constituyen,  en  la  España  del  siglo  xiii,  un  hecho  normal 
ocasionado,  sin  'embargo,  a  peligrosas  infiltraciones  de  las  doctrinas  re- 
ligiosas opuestas  al  cristianismo.  El  peligro  mayor  proviene  de  las  co- 
munidades judías,  enclavadas  en  el  país  y  animadas  de  un  intenso  afán 
proselitista.  Ramón  Marltí,  consciente  del  peligro  que  amenaza  destruir 
la  integridad  de  la  fe  en  el  corjazón  del  pueblo,  se  apresta  a  su  defen- 
sa y  fija  de  intento  a  su  acción  dos  objetivos  convergentes:  atacar  las 
confesiones  enemigas  y  atraer  a  su  vez  hacia  la  religión  cristiana  a  las 
poblaciones  árabe  y  judía. 

A  este  doble  ideal  hállale  orientada  no  sólo  la  vida,  sino,  adetmás, 
la  producción  literaria  de  Ramón  Martí,  integrada  en  buena  parte  por 
obras  de  apologética  cristiana.  Las  principales,  escritas  contra  los  judíos, 
son  el  Capistrum  judaeorum  y  el  Pugio  fidei,  que  ya  mencionan  sus  an- 
tiguos biógrafos ;  como  obras  menores,  cabe  citar  la  Explanatio  Symboli 
Apostolorum  ad  institutionem  fidelium  y  unas  Sumas  contra  el  Corán, 
cuya  importancia  se  desconoce ;  y  finalmente,  se  conserva  un  Vocabulario 
arábigo,  el  primer  diccionario  que  se  ha  escrito  de  esta  lengua,  al  de- 
cir de  Menéndez  y  Pelayo.  Olvidadas  estas  obras  durante  siglos,  han 
sido  descubiertas  una  a  una  y  dadas  a  luz  por  los  eruditos.  En  el  siglo 
xvn  lo  fué  el  Pugio  fidei,  indudablemente  su  obra  capital,  entonces  edi- 
tada dos  veces,  la  segunda  por  un  protestante  (19).  De  la  Explanatio 
Symboli  se  ignoraba  incluso  la  (existencia;  el  único  códice  conocido,  ha- 
llado por  Denifle  en  la  biblioteca  de  la  Catedral  de  Tortosa  el  año  1887, 

(18)  Citado  por  Diago,  ibid. 

(19)  La  primera  edición  apareció  en  París  el  año  1651  por  obra  del  hebraizantc 
bordelés  José  de  Voisón,  quien  añadió  al  texto  un  proemio  e  interesantes  anotaciones. 
Agotados  los  ejemplares  de  esta  edición,  apareció  otra  en  Alemania  en  1687,  en  Leipzig 


ha  sido  publicado  a  principios  de  este  siglo  por  el  P.  José  María  Marchr 
S.  J.  (20).  El  Capistrum,  que  se  creía  perdido  y  del  cual  no  se  conocían 
sino  las  citas  y  extractos  del  propio  Martí  en  el  Pugio,  acaba  de  ser 
encontrado  por  André  Berthier  (21).  Sciapparelli  publicó,  hace  ya  unos 
años,  el  Vocabulario  arábigo.  Falta  encontrar  las  Sumas  contra  el  Al- 
coran  de  los  Moros,  cuya  realidad  consta  explícitamente  por  testimonio- 
de  Diago. 

Solamente  en  parte  interesan  estas  obras  al  historiador  de  la  filoso- 
fía, es  a  saber,  en  ,1a  medida  en  que  Ramón  Martí  apela,  para  el  logro 
de  sus  fines  apologéticos,  a  pruebas  de  razón.  El  autor  muestra  una  mar- 
cada preferencia  por  las  pruebas  positivas,  exegéticas  o  históricas,  en 
las  que  pone  a  contribución  su  prodigioso  saber  escriturario  y  de  orien- 
talista; pero  no  desdeña  robustecerlas  con  una  defensa  racional  de  la 
fe  que  se  apoya  en  argumentos  filosóficos.  Limitándonos,  pues,  a  este 
aspecto,  nos  proponemos  examinar  los  dos  únicos  tratados  doctrinales 
de  nuestro  autor  que  nos  han  sido  asequibles :  la  Explanado  y  el  Pugio. 

6.  La  Explanatio  es  una  obra  de  juventud,  escrita  en  1257,  y  cons- 
tituye un  breve  tratado  de  iniciación  a  la  teología  mediante  un  comen- 
tario, suelto  de  maneras  y  amplificado  a  voluntad,  al  Símbolo  apostólico 
de  ia  Fe,  que  R.  Martí  declara  palabra  por  palabra.  Divídese  en  doce 
artículos',  correspondientes  a  doce  fragmentos  del  Símbolo,  cada  uno 
de  los  cuales  se  supone  dictado  por  un  apóstol.  Insistemático  e  incomple- 
to, el  libro  trata  diversas  materias  teológicas  por  el  orden  en  que  con 
ocasión  del  Símbolo  se  le  ofrecen  al  autor. 

En  el  preámbulo  al  tratado,  que  se  abre  con  las  conocidas  palabras 
de  San  Pablo:  Videmus  nunc  per  speculum  in  aenigmate,  tune  autem 
facie  ad  faciem,  se  expone  una  doctrina  general  del  conocimiento  teo- 


y  Francfort,  calcada  sobre  la  anterior  y  debida  al  orientalista  Benito  Carpzov,  quien  le 
antepuso  una  excelente  introducción. 

Voisin  estableció  el  texto  del  Pugio  a  base  de  cuatro  manuscritos  que  le  fueron  pues- 
tos a  disposición;  uno  procedía  de  Toulouse,  otro  de  Nápoles,  otro  de  Barcelona  y  otro 
de  Mallorca.  La  idea  de  la  publicación  le  fué  sugerida  por  el  obispo  Francisco  Bousquet, 
quien  descubrió  el  manuscrito  en  los  archivos  del  Colegio  de  Foix  en  Toulouse.  El 
ejemplar  procedía  probablemente  de  la  Biblioteca  papal  de  Aviñón,  una  parte  de  la  cual 
había  llevado  a  Peñíscola  Benedicto  XIII;  a  su  muerte,  el  cardenal  Pedro  de  Foix  se 
apropió  un  lote  de  libros,  que  fueron  a  parar  al  colegio  fundado  por  él  en  Toulouse. 
Bousquet  se  entusiasmó  con  el  hallazgo  y  leyó  la  obra  con  avidez;  y,  como  preguntase 
a  Escalígero  quién  era  el  jrater  R.  designado  en  la  portada  como  autor,  el  consultado 
la  atribuyó  a  Ramón  Sabunde.  Más  tarde,  el  propio  Bousquet  logró  identificar  al  ver- 
dadero autor. 

(20)  En  el  "Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans",  MCMVIII,  págs.  450-496. 

(21)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  III,  núm.  16,  nota  70. 


lógico,  de  inconfundible  sabor  platónico-agustiniano.  En  la  vida  presen- 
te, in  via,  no  conocemos  a  Dios  cara  a  cara,  sino  a  través  de  la  fe.  La 
fe  es  a  manera  de  un  espejo,  en  el  que  la  Divinidad  se  figura  entre 
enigmas  y  de  un  modo  imperfecto,  sobre  todo  si  lo  comparamos  a  la 
transparencia  de  la  visión  beatífica,  in  gloria.  A  la  manera  que  una  per- 
sona encorvada  en  el  interior  de  una  habitación  hasta  el  punto  de  no 
poder  levantar  la  cabeza  para  mirar  al  techo,  si  quisiese  ver  unas  figu- 
ras allí  pintadas,  tendría  que  pedir  un  espejo  o  una  jofaina  de  agua 
clara  para  obtener  la  imagen  de  ellas,  así  también  el  entendkaiento  hu- 
mano necesita  de  la  fe  para  la  contemplación  de  las  cosas  divinas.  Si 
más  tarde  aquella  persona  lograse  levantar  la  cabeza,  se  daría  c  íenta 
de  cuán  borrosas  se  le  pintaban  las  figuras  en  la  superficie  del  agua. 
También  >el  hombre,  llegado  al  estado  beatífico,  comprenderá  las  limi- 
taciones inherentes  a  la  fe. 

Pese  a  la  imperfección  del  medio  o  instrumento,  la  fe  encierra  un 
contenido  infalible  de  verdad,  que  constituye  una  base  para  más  am- 
plias exposiciones  y  especulaciones.  Sobre  el  texto  sagrado,  testimonio 
'auténtico  de  la  fe  que  nos  ha  sido  revelada,  se  inserta  complementaria- 
mente la  labor  del  exégeta  y  del  teólogo.  Según  esta  orientación  neta- 
mente anselmiana,  más  bien  insinuada  que  declarada  en  el  preámbulo,  la 
Explanatio  tiene  por  objeto  presentar  un  cuadro  de  las  verdades  teoló- 
gicas basadas  en  un  documento  de  la  fe,  paralelo  al  texto  sagrado,  cual 
es  el  Símbolo  en  que  los  Apóstoles  redactaron  las  enseñanzas  recibidas 
oralmente  de  Cristo,  especialmente  las  relativas  a  la  unidad  de  esencia 
y  a  la  trinidad  de  personas  en  Dios ;  para  lo  cual  serán  alegadas  las 
oportunas  citas  de  la  Escritura  y  también,  de  vez  en  cuando,  razones 
y  analogías  en  la  medida  de  la  humana  pequenez  (22). 

A  las  pruebas  filosóficas  no  sólo  les  es  atribuido  un  valor  módico 
en  comparación  del  de  las  pruebas  escriturarias,  sino  que  además  les 
es  asignado  un  papel  secundario  en  el  desenvolvimiento  positivo  de  la 
teología.  Ramón  Martí  desconoce  en  esta  obra  la  existencia  de  una 
propedéutica  filosófica,  que  al  gentil  o  descreído  le  allana  el  camino  ha- 
cia la  fe,  tanto  como  la  posibilidad  de  una  demostración  racional  de 
algunas  verdades  teológicas.  Para  él,  la  filosofía  se  subordina  y  sub- 


(22)  "Hoc  itaque  symbolum  primo  ostendit  Deum  esse  unum  in  essentia  et  trinum 
in  personis.  Deinde  alia,  que  quilibet  fidelis  tenetur  credere.  De  quibus  in  sequentibus 
ostendetur  auctoritatibus  veteris  et  no  vi  testamenti,  et  etíam  alicubi  rationibus  et  si- 
militudinibus  secundum  modum  parvitatis  nostre."  Explanatio,  preámbulo. 


—  ¡54  — 


sigue  a  la  teología  en  un  esfuerzo  por  ilustrar  y  declarar  un  poco  más 
su  contenido  (23). 

Todavía  la  escasa  doctrina  filosófica  que  desarrollará  en  el  tratado, 
representa  un  sacrificio  a  las  exigencias  de  la  polémica.  A  los  cristia- 
nos deben  bastarles  las  pruebas  de  autoridad ;  pero  los  infieles  no  en- 
tienden más  que  razones  (24).  El  autor  escribe  su  comentario  al  Sím- 
bolo para  unos  y  para  otros,  por  lo  cual  agrega  a  las  pruebas  de  auto- 
ridad las  de  razón.  Más  que  expositivo,  el  tratado  es  polémico  y  tiende 
a  rechazar  las  opiniones  erróneas  de  los  judíos  y  de  los  árabes  contra 
las  verdades  de  da  Fe  cristiana.  También  para  con  ellos  es  ensayada 
la  prueba  de  autoridad ;  solamente  que,  en  vez  de  los  textos  evangé- 
licos, son  alegados  los  del  Talmud  o  del  Corán.  Para  refuerzo  de  las 
pruebas  por  textos  o  en  su  defecto,  el  autor  apela  a  argumentos  y  se- 
mejanzas racionales.  De  ellos  se  vale,  sobre  todo,  en  aquellas  partes  del 
tratado  donde  expone  los  dogmas  que  podríamos  llamar  "diferenciales"- 
la  Trinidad,  la  Encarnación,  ¡la  resurrección  de  los  cuerpos  y  el  estado 
glorioso. 

7.  De  la  Trinidad  es  difícil  hablar  por  la  incapacidad  en  que  se 
halla  toda  inteligencia  creada  de  comprender  este  dogma  (25).  Su  ver- 
dad consta  de  un  modo  infalible  en  los  textos  revelados ;  pero,  como 
la  validez  de  éstos  resulta  controvertida  por  los  infieles,  a  la  serie  de  las 
autoridades  tomadas  de  la  Sagrada  Escritura  se  acompañan  dos  series 
más  de  pruebas:  »los  argumentos  de  razón  y  las  analogías.  He  aquí  los 
seis  argumentos  en  detmostración  de  la  Trinidad : 

Básase  el  primero  en  las  propiedades  trascendentales  del  ser:  uni- 
dad, verdad  y  bondad,  en  cuya  triplicidad  se  encierra,  sin  embargo,  la 
unidad  de  esencia.  Semejantemente  ocurre  en  Dios.  Con  esta  prueba 
neoplatónica  mézclanse  ideas  neopitagóricas  (26). 

Adúcese,  en  segundo  lugar,  la  prueba  teológica  capital  de  las  pro- 
cesiones divinas  ad  intra,  es  a  saber:  la  generación  natural  del  Verbo 
por  el  Padre  y  la  producción  del  Espíritu  por  efusión  amorosa,  con  las 
que  se  completa  el  ciclo  de  la  vida  intradivina.  La  doctrina  está  calca- 
da, como  se  sabe,  en  San  Agustín. 

(23)  "...  rationes  aliquas  post  auctoritates  ad  ostensionem  sánete  trinitatis  in  mé- 
dium proponemus."  Explanatio,  art.  I. 

(21)  "...  auctoritates  sacrorum  librorum  non  omnes  recipiunt  sapientes,  tam  fideles 
•communiter  quam  infideles  rationibus  acquiescunt..."  Ibid. 

C25)  "...  loqui  de  Trinitate  difficillimum  est,  eo  quod  supra  intellectum,  non  solum 
humanum,  verum  etiam  an^elicum."  Ibid. 

(26)  "...  numerus  ternarius  est  numerus  omnis  rei.  et  fisurat  trinitatem  rerum." 
Ibid. 


Sigue  otra  prueba  por  el  carácter  difusivo  del  bien,  tomada  del 
Pseudo-Dionisio  Areopagita.  En  la  inmediata  se  asciende,  por  vía  psi- 
cológica, de  la  triplicidad  de  potencias  en  el  allma  a  la  trinidad  de  per- 
sonas en  Dios.  La  quinta  atribuye  a  Dios  una  triple  causalidad :  eficien- 
te, formal  y  final,  que  corresponde  a  una  triple  personalidad.  El  último 
argumento  se  basa  en  la  distinción  entre  lo  que  es  común  y  lo  que  es 
propio  a  las  varias  personas  divinas. 

Las  analogías  sirven  para  impresionar  la  fantasía  con  imágenes 
imperfectas  de  la  Trinidad  (27).  Ramón  Martí  aduce  varias,  corrien- 
tes en  ¡la  literatura  teológica  coetánea:  la  de  las  tres  velas  que  queman 
juntas  y  dan  una  sojla  iluminación,  la  del  sol  y  el  fuego  que  son  una 
sola  cosa  con  la  iluz  y  el  calor  que  producen,  y  otras  por  el  estilo.  La 
endeblez  de  talles  pruebas  no  se  le  oculta  al  autor,  quien  disculpa  su 
proceder  con  ila  excusa  de  que  otros  teólogos  las  alegan  asimismo,  y 
hasta  el  Corán  les  da  franca  acogida  para  declaración  de  las  creencias 
de  los  sarracenos. 

8.  Ramón  Martí  se  percata  en  su  obra  de  la  importancia  capital 
que  para  la  exposición  del  dogma  trinitario  reviste  la  prueba  agustí- 
niana  de  las  procesiones  divinas,  en  la  que  hace  singular  hincapié.  Por 
no  comprender  las  emanaciones  ad  intra,  los  puros  filósofos  (philosophi) 
cayeron  en  el  grave  error  de  postular  la  producción  necesaria  de  todas 
las  cosas  por  la  Causa  primera,  e  hicieron  del  mundo  un  efecto  coeterno 
a  Dios.  Pero  el  panteísmo  es  contradicho  por  la  idea  de  la  creación.  La 
producción  necesaria  de  Dios  se  termina  en  su  vida  ad  intra;  las  cosas 
que  son  producidas  ad  extra,  se  deben  a  un  acto  creador  que  da  prin- 
cipio a  las  cosas  en  el  tiempo.  Lo  causado  no  puede  ser  eterno  "(28). 
No  es  admisible  que  DioiS  crease  el  mundo  en  la  eternidad.  Ni  lo  pudo 
crear  de  su  propia  sustancia,  porque  el  mundo  sería  entonces  Dios  mis- 
mo ;  ni  de  una  materia  extraña,  lo  que  conduciría  a  admitir  la  eterni- 
dad de  la  materia;  ni  de  la  nada,  que  en  tal  caso  habría  antecedido  al 
mundo.  El  panteísmo  conduce,  a  su  modo  de  ver,  a  un  callejón  sin 
salida.  En  esta  idea  insiste  más  adelante. 

La  doctrina  de  la  Encarnación,  que  nos  es  presentada  en  el  artículo 
tercero,  se  fundamenta  en  dos  premisas  obligadas :  la  caída  original  y 
la  necesidad  de  redimir  el  género  humano.  En  toda  la  materia  de  este 
artículo  el  autor  se  inspira  sin  cesar  en  las  ideas  y  en  los  textos  de  San 


(27)  "...  iste  similitudines  non  sunt  perfecte,  cum  res  iste  sint  temporales,  Deus 
autem  eternus."  lbid. 

(28)  "...  poneré  autem  mundum  causatum  et  eternum  importat  oppositionem."  lbid. 


-  i5r>  - 


Agustín,  de  quien  acoge  ocasionalmente  algunos  desarrollos  psicológicos. 

El  tratado  recobra  su  interés  filosófico  en  los  dos  últimos  artículos, 
donde  se  dilucida  en  qué  consistirá  el  estado  de  gloria.  Conforme  al  dog- 
ma cristiano,  Ramón  Martí  defiende  la  resurrección  del  cuerpo  que, 
unido  nuevamente  al  alma,  habrá  de  participar  con  ella  en  el  estado  glo- 
rioso. Pero  no  vaya  a  entenderse  que  el  cuerpo  se  hartará  en  la  otra 
vida  con  manjares  y  bebidas  y  deleites  carnales,  los  cuales  a  la  fuerza 
desviarían  al  espíritu  de  la  contemplación  y  amor  del  Sumo  Bien.  Cier- 
to que  la  letra  del  Corán  favorece  esta  interpretación  del  paraíso,  co- 
rriente entre  los  sarracenos ;  por  cuya  razón  algunos  pensadores  árabes 
han  atacado  el  dogma  de  la  resurrección  de  los  cuerpos.  Según  una  in- 
terpretación mejor  que  debemos  a  Alfarabí,  Algazel  y  Avicena,  los  de- 
leites espirituales  se  sobrepondrán  a  los  corporales  en  el  estado  de  bie- 
naventuranza, inhibiendo  la  satisfacción  puramente  sensible  y  animal 
de  los  apetitos  corpóreos  y  ennobleciendo  las  actividades  todas  del  hom- 
bre hasta  colmar  sus  más  íntimos  deseos.  Esta  interpretación  no  dis- 
crepa en  un  ápice  de  las  ideas  de  la  teología  cristiana,  a  la  que  Ramón 
Martí,  se  complace  en  trasplantar  la  ideología  de  dichos  pensadores,  que 
reconoce  como  excelente  (29). 

9.  En  este  artículo  final  del  tratado  muestra  nuestro  autor  un  co- 
nocimiento nada  común  de  la  filosofía  arábiga.  De  Avicena  cita  el  libro 
De  scicntia  divina;  de  Algazel,  hasta  tres  obras:  Intentionum  physi- 
carum,  Vivificatio  scientiamm  y  Trutina  operum;  y  de  Alfarabí,  el 
libro  De  anditu  naturali  y  el  De  intellectu.  No  termina  aquí  la  erudición 
arabista  de  R.  Martí.  A  lo  largo  del  tratado  cita  copiosamente  efl  Co- 
rán. En  el  artículo  nono  menciona  la  obra  de  Algazel  De  paenitentia  y, 
poco  después,  un  libro  titulado  Albuchan  y  otro  Muzlími.  De  la  litera- 
tura rabínica,  la  obra  citada  con  mayor  frecuencia  es  el  Talmud.  De 
la  literatura  filosófica  trasladada  del  árabe  al  latín,  ocupa  el  primer  lu- 
gar Aristóteles,  quien  frecuentemente  es  alegado  sin  indicación  de  obra; 
también  figuran  el  Líber  de  Causis  y  el  Hermes  Trismegistus. 

Además  de  estas  nuevas  fuentes  de  la  filosofía  del  siglo  xin,  Ramón 
Martí  utiliza  en  abundancia  el  caudal  de  obras  y  autores  en  que  se  ins- 
piraba la  teología  cristiana  hasta  su  tiempo.  Aparte  la  Escritura,  el 
principal  autor  es  San  Agustín,  que  aparece  citado  profusamente  y  a 
cada  paso,  unas  veces  con  indicación  de  obra  y  otras  sin  ella,  alcan- 
zando a  ocho  o  nueve  él  número  de  las  obras  mencionadas.  A  través 
de  San  Agustín  es  aducida  la  autoridad  del  neoplatónico  Porfirio ;  y 


(2q)    Cfr.  M.  Asín  Palacios:  Dante  y  el  Islam,  Madrid,  1927,  pá2s.  151-153. 


—  '57  - 


probabl  ornen  te  dimanan  de  la  misma  fuente  dos  o  tres  citas  de  Platón 
que  se  encuentran  diseminadas  *en  iel  texto.  El  falso  Dionisio  Areopagi- 
ta,  "Ule  magnus  philosophus",  acatado  reverentemente  en  varias  cues- 
tiones de  monta,  completa  el  cuadro  de  las  fuentes  neoplatónicas.  Añá- 
danse todavía:  San  Isidoro,  Boecio,  San  Juan  Damasceno,  Macrobio, 
Claudiano  Mamerto'  y  algún  otro  autor  de  menor  categoría,  y  se  tendrá 
aproximadamente  d  inventario  de  lias  fuentes  puestas  a  contribución  en 
este  tratado,  aunque  es  imposible  precisar  respecto  de  algunas  si  las 
citaciones  están  hechas  directamente  o  por  copia  de  otros  autores. 

El  cuadro  de  las  fuentes  sugiere  nada  más  una  idea  parcial  de  la 
orientación  filosófica  seguida  por  Ramón  Martí  en  su  Explanatio.  Para 
completadla,  conviene  subrayar  el  carácter  de  las  doctrinas,  que  nos 
muestran  a  su  autor  muy  influido  por  d  agustinianismo.  Baste  recor- 
dar el  concepto  de  la  teología  como  disciplina  del  saber,  el  de  las  re- 
laciones entre  fe  y  razón,  la  exposición  del  dogma  trinitario  y  en  espe- 
cial de  las  procesiones  divinas,  la  doctrina  de  la  temporalidad  del  mun- 
do y  de  que  la  creación  es  actividad  común  a  las  tres  Personas,  la  de 
que  d  Verbo  es  causa  formal  de  todo  do  creado,  y  otras  muchas  espar- 
cidas acá  y  acullá  en  la  obra.  Tan  sólo  por  excepción  apunta  tímida- 
mente alguna  que  otra  influencia  aristotélica.  Pero  al  llegar  a  ¡los  dos 
últimos  artículos,  esta  influencia  desplaza  netamente  a  la  agustiniana 
predominante  en  el  resto  de  la  obra;  y  entonces,  bajo  la  autoridad  de 
los  filósofos  árabes  nombrados,  surge  una  notable  teoría  de  la  visión 
beatífica  en  términos  dd  todo  aristotélicos.  El  contraste  se  acusa  de- 
masiado para  no  originar  una  viva  sorpresa. 

10.  Ignoramos  si  estas  mismas  orientaciones  doctrinales  han  sido 
mantenidas  por  Ramón  Martí  en  el  Capistrum  judaeorum,  del  cual  sólo 
conocemos  algunos  largos  trozos,  desprovistos  de  interés  filosófico,  trans- 
critos en  la  segunda  y  tercera  parte  de  su  otra  obra :  el  Pugio  fidei. 

Es  ésta  su  obra  de  madurez,  compuesta  en  1278,  según  reza  el 
propio  texto  (30),  o  sea,  posterior  en  más  de  veinte  años  a  la  Expo- 
sición del  Símbolo  Apostólico.  El  título  auténtico,  que  aparece  algo  mo- 
dificado en  las  ediciones,  debió  ser  aproximadamente  como  sigue:  Pu- 
gio Fidei  contra  Iudaeos,  que  se  traduce  correctamente  así :  Defensa 


(30)  "...  est  hic  sciendum  quod  Christianis  computantibus  nunc  ab  incarnatione 
Domini  annos  mille  ducentos  septuaginta  octo,  computant  Judaei  ab  initio  mundi  quin- 
qué millia  triginta  octo."  Pugio,  pars.  II,  cap.  X,  párr.  II,  pág.  395  (esta  cita  y  las  que 
seguirán,  se  toman  de  la  2.a  edición,  hecha  por  Carpzov). 

Análogamente,  en  el  texto  de  la  Explanatio  symboli  (art.  3.0),  indica  la  fecha  de 
composición  del  tratado  con  ocasión  del  cómputo  de  las  setenta  semanas  de  Daniel. 


de  la  Fe  contra  los  Judíos  (31).  Este  rótulo  corresponde  a  la  motiva^ 
ción  histórica  del  tratado,  que  cuenta  el  copista  del  manuscrito  de  Foix 
en  una  nota  introductoria.  Parece  que  Ramón  Martí  no  andaba  muy 
contento  de  los  resultados  obtenidos  en  sus  polémicas  contra  los  rabi- 
nos, cuya  ineficacia  atribuía  en  buena  parte  a  la  forma  oral  de  la 
disputa  y  a  la  circunstancia  de  ser  alegadas  las  citas  en  latín.  Los  judíos 
eludían  astutamente  das  razones  dadas  de  palabra  y  protestaban  de  que 
el  sentido  de  los  textos  sacados  de  los  libros  rabínieos  era  alterado  en 
la  versión  latina.  Ramón  Martí  concibió  entonces  el  proyecto  de  poner 
por  escrito  sus  argumentos  en  una  obra  que  articulase  según  un  plan 
sistemático  su  apología  de  la  Fe  cristiana  y  su  crítica  demoledora  de 
los  libros  judaicos.  La  obra  debía  estar  escrita  en  latín,  pero  a  la  vez 
debía  citar  en  su  lengua  originall  los  textos  rabínieos  para  mayor  efica- 
cia de  la  argumentación.  El  Pugio  realiza,  esa  magna  empresa  (32),  a  la 
que  fué  empujado  R.  Martí  por  las  exhortaciones  de  sus  hermanos  en 
religión  y  rpor  el  mandato  terminante  de  su  prelado;  para  ella  contó 
con  materiales  valiosísimos  que  le  fueron  puestos  a  disposición  duran- 


(31)  El  manuscrito  ilustrado  con  bellísimas  miniaturas  que  poseían  los  Reyes  de 
Aragón,  hoy  perdido,  se  titula  Pugio  contra  Judaeos  en  el  catálogo  de  Alfonso  el  Mag- 
nánimo. (Véase  Mazzatinti:  La  biblioteca  dei  Re  d'Aragona  in  Napoli,  Rocca  S.  Carcia- 
no,  1897,  págs.  CXXIV  y  LXXX) ;  con  las  mismas  palabras  lo  nombra  Pedro  III  en 
un  documento  del  año  1385.  Otro  manuscrito,  también  del  siglo  xv,  que  el  P.  March 
descubrió  en  la  Biblioteca  Provincial  de  Tarragona  (véase  su  artículo  Un  códex  manus- 
trit  del  "Pugio",  en  el  "Butlletí  de  la  Biblioteca  de  Catalunya",  vol.  V,  1918-19,  pági- 
na 195),  lleva  el  siguiente  incipit:  prohemium  in  pugionem  chistianorum  ad  impiorum 
perfidiam  iugulandam,  sed  mácame  Iudeorum.  Ni  el  contenido  de  la  obra  ni  la  intención 
explícita  de  su  autor  autorizan  la  alusión  a  los  moros  que  se  incluye  en  los  rótulos  de  las 
dos  ediciones:  Pugio  fidei  adversus  Mauros  et  Iudaeos. 

El  título  parece  tomado  de  las  palabras  con  que  empieza  la  Bula  de  confirmación 
solemne  de  la  Orden  de  Predicadores,  enviada  por  Honorio  III  a  Santo  Domingo  en  22 
de  diciembre  de  12 16,  en  las  que  se  señala  la  misión  encomendada  a  los  nuevos  atletas 
de  la  Fe.  Dice  así  la  Bula:  "Nos,  attendentes  fratres  ordinis  tui  futuros  púgiles  fidei  et 
vera  mundi  lumina,  confirmamus  Ordinem  tuum." 

La  traducción  corriente:  Puñal  de  la  fe,  que  prevaleció  ya  de  antiguo,  nos  parece  un 
poco  forzada  . 

(32)  El  Pugio  está  escrito,  como  se  sabe,  en  latín  y  en  hebreo,  salvo  la  primera  par- 
te, que  está  toda  en  latín;  y  consta  que  Ramón  Martí  compuso  el  original  en  las  dos 
lenguas  de  su  propia  mano. 

Xo  parece  plausible  la  opinión  del  P.  March  de  que  el  códice  descubierto  en  Tarra- 
gona contenga  una  redacción  primitiva  del  Pugio  por  la  circunstancia  de  faltar  en  aquél 
los  textos  hebreos.  El  hecho  se  explica  con  naturalidad  porque  en  1438,  amortiguadas  las 
controversias  cristiano-rabí  nicas,  no  interesaba  citar  el  Talmud  en  su  lengua  original;  v 
así,  al  copiar  Fr.  Pedro  Erbolet  el  manuscrito  con  destino  al  cenobio  de  Santas  Creus, 
dejó  de  transcribirlos. 


—  i59 


te  el  cumplimiento  del  encargo  real  de  censurar  los  libros  de  las  Si- 
nagogas. 

II.  Esa  apología  de  la  Fe  para  uso  de  los  frailes  predicadores  del 
siglo  xiii  en  el  desempeño  de  su  misión  adoctrinadora  de  las  multitu- 
des cristianas  y  no  cristianas,  se  desarrolla  en  sus  grandes  líneas  con 
arreglo  a  un  plan  trazado...  ¡por  el  teólogo  árabe  Algazel !  Pasemos  la 
paradoja  y  veamos  cuál  es  el  plan,  establecido  a  base  de  una  clasifica- 
ción de  los  hombres  por  sus  creencias  (33).  Hay,  en  efecto,  hombres  sin 
creencias  (que  podemos  llamar  gentiles)  y  hombres  con  creencias ;  los 
primeros  ;se  atienen  en  su  vida  puramente  a  la  ley  natural,  mientras 
los  segundos  practican  una  ley  positiva  que  admiten  como  revelada. 
Tres  son  las  confesiones  que  proponen  a  sus  adeptos  una  ley  conser- 
vada principalmente  en  (libros  a  los  que  se  atribuye  una  autoridad  in- 
discutible: la  cristiana,  la  judía  y  la  mahometana.  El  apologeta  cristia- 
no debe  establecer,  contra  judíos  y  mahometanos,  la  autenticidad  de  las 
Escrituras  y  la  verdad  de  la  Revelación  evangélica.  A  esta  finalidad 
responde  el  Pugio  en  sus  partes  segunda  y  tercera,  donde  son  utiliza- 
dos a  manos  llenas  los  materiales  del  Antiguo  Testamento  y  los  textos 
originales  del  Talmud,  y  en  ocasiones  hasta  los  del  Corán,  para  demos- 
trar fehacientemente  por  autoridades  el  cumplimiento  de  las  profecías 
mesiánicas  en  la  persona  de  Cristo,  di  hecho  de  la  Encarnación,  la  ver- 
dad dd  dogma  trinitario,  la  Redención  y  las  demás  doctrinas  del  Cris- 
tianismo. La  disputa  es  conducida  en  estos  ¡libros  por  vía  exegética,  y 
la  argumentación  racional  interviene  en  tan  escasa  medida  que  es  for- 
zoso omitir  su  estudio  en  una  historia  del  pensamiento  filosófico. 

Lo  contrario  ocurre  con  el  libro  primero,  donde  se  emprende  la  jus- 
tificación racional  de  la  fe  cristiana  contra  los  gentiles,  que  no  admiten 
otras  verdades  sino  las  halladas  con  d  propio  entendimiento  ni  practi- 
can en  su  vida  más  ley  que  la  de  naturaleza.  El  propósito,  como  ve- 
mos, coincide  con  el  de  Santo  Tomás  en  su  Summa  contra  Gentes.  A 
tres  se  reducen  asimismo  las  clases  de  gentes  sin  ley,  contra  quienes  se 
dirige  esta  primera  parte  del  tratado,  es  a  saber: 

Los  epicúreos,  cuyos  errores  capitales  estriban  en  'la  negación  de  la 
existencia  de  Dios  y  en  la  afirmación  de  que  el  placer  es  el  sumo  bien 
del  hombre; 

Los  naturales  o  físicos,  que  tienen  el  alma  por  mortal,  doctrina  muy 
perniciosa  por  sus  consecuencias  morales,  desde  el  momento  en  que  más 
allá  de  la  muerte  nada  se  espera  ni  nada  se  teme.  La  paternidad  de 


^33)    Pugio,  pars.  I,  cap.  I:  "De  diversitate  errantium  a  via  veritatis  et  ñdei." 


—  1 6o  — 


^sta  secta  es  atribuida  al  médico  Galeno,  pero  en  ella  figuran  "no  sólo 
hombres  de  letras  que  dilucidan  sutilmente  tales  doctrinas,  sino  infini- 
tos millares  de  rústicos  y  de  otros  hombres" ; 

Y  los  filósofos,  que,  percatados  de  la  falsedad  de  las  doctrinas  en 
•que  cayeron  las  otras  dos  escuelas,  luchan  por  desarraigarlas.  Pertene- 
cen a  este  grupo  hombres  ilustres  como  Sócrates,  Platón  y  Aristóteles 
y  los  peripatéticos  Avicena  y  Alfarabí,  quienes  no  supieron  eludir,  sin 
embargo,  tres  graves  errores :  la  eternidad  del  mundo,  la  ignorancia  de 
los  hechos  singulares  en  Dios  y  la  imposibilidad  de  que  los  cuerpos  re- 
suciten. 

De  ese  planteamiento  resulta  el  plan  del  libro;  pues  la  lista  de  los 
errores  en  que  incurrieron  las  tres  sectas  de  pensadores  .paganos,  le  da 
hecho  a  Ramón  Martí  el  elenco  de  las  cuestiones  por  tratar.  Contra 
los  epicúreos  va  a  demostrar  la  existencia  de  Dios  (cap.  II)  y  que  el 
sumo  bien  del  hombre  no  está  en  el  placer  (cap.  III).  Contra  los  natu- 
ralistas defenderá  la  inmortalidad  del  alma  (cap.  IV).  Con  los  filósofos 
o  peripatéticos,  que  rayaron  a  una  altura  envidiable  de  pensamiento, 
discutirá  si  cabe  probar  la  eternidad  del  mundo  (caps.  V-XIV),  qué  co- 
nocimiento posee  Dios  de  los  hechos  singulares  (caps.  XV-XXV)  y  si 
es  imposible  la  resurrección  de  los  cuerpos  (cap.  XXVI).  Bajo  esa  tri- 
nitas  nequissima  errorum  es  fácil  adivinar  tres  tesis  características  sos- 
tenidas a  la  sazón  en  la  Universidad  de  París  por  los  peripatéticos  rí- 
gidos amparados  en  la  autoridad  de  Averroes,  cuya  personal  opinión 
sobre  la  segunda  de  dichas  tesis  es  expuesta  muy  por  extenso  en  el 
penúltimo  capítulo.  La  primera  parte  del  Pugio  está  escrita,  pues,  aun- 
que otra  cosa  parezca,  de  cara  al  ambiente  europeo  y  refleja  las  dispu- 
tas habidas  en  la  Sorbona  en  torno  al  averroísmo. 

12.  Hasta  seis  pruebas,  de  procedencia  aristotélica  en  buena  par- 
te, son  alegadas  para  la  demostración  de  la  existencia  de  Dios,  y  son :  ia 
prueba  por  la  causa  eficiente,  por  el  movimiento,  por  los  disonantes  y 
contrarios,  por  la  existencia  y  conocimiento  de  la  propia  alma,  la  cos- 
mológica y  una  última  tomada  de  San  Juan  Damasceno  en  la  que  se 
postula  el  conocimiento  innato  de  la  Divinidad.  Nótese  de  paso  la  coin- 
cidencia parcial  con  los  argumentos  puestos  por  Santo  Tomás  de  Aqui- 
no  en  la  Summa  contra  Gentes,  aunque  en  el  Pugio  nos  sean  ofrecidos 

en  un  orden  distinto, 
i 

Languidece  el  interés  del  asunto  en  los  dos  capítulos  siguientes,  has- 
ta hablar  "de  la  secta  de  los  filósofos",  contra  quienes,  después  de  con- 
denar la  astronomía  judiciaria,  se  proclama  la  superioridad  del  cono- 
cimiento por  la  fe  basada  en  la  revelación  sobre  el  conocimiento  racio- 


—  i6i  — 


nal.  Pese  a  lo  cual,  Ramón  Martí  se  lianza  en  seguida  a  una  larga  dis- 
quisición filosófica  sobre  la  cuestión  de  la  eternidad  del  mundo,  que  exa- 
mina desde  diversos  puntos  de  vista.  Desistimos  de  exponer  los  argu- 
mentos de  nuestro  autor  por  motivos  que  se  declararán  más  adelante; 
pero  interesa  desde  ahora  conocer  la  solución  dada  al  asunto.  Después 
de  enumerar  las  razones  aducidas  por  los  aristotélicos  en  favor  de  la 
•eternidad  del  mundo  y  de  demostrar  que  carecen  de  valor,  examina  las 
razones  a  favor  de  su  temporalidad  y  demuestra  asimismo  que  no  son 
probatorias.  Así  llega  a  la  conclusión  de  que  el  problema  no  se  resuelve 
por  vía  racional,  sino  por  vía  de  creencia  (34).  No  otra  respuesta  había 
dado  Santo  Tomás  al  problema. 

A  continuación,  y  después  de  rechazar  los  argumentos  de  quienes 
niegan  el  conocimiento  divino  de  los  singulares,  demuestra  que  Dios  co- 
noce todas  las  cosas  distintas  de  El,  sin  excepción.  En  especial,  se  reivin- 
dica para  Dios  el  conocimiento  infalible  y  ab  aeterno  de  los  singulares, 
de  los  posibles  y  de  los  futuros  contingentes ;  ni  siquiera  los  pensamien- 
tos y  los  propósitos  escondidos  en  el  corazón  de  los  hombres  escapan 
a  su  perspicacia;  y  hasta  las  acciones  viles  llegan  a  su  noticia,  sin  em- 
pañar por  eso  la  nobleza  de  su  saber. 

La  tesis  final  de  la  resurrección  de  los  cuerpos  es  tratada  brevísima- 
mente  y  defendida  con  ios  argumentos  usuales  en  los  teólogos  cristianos 
de  la  época. 

13.  Bastan  las  escasas  indicaciones  que  anteceden  para  descubrir 
la  considerable  distancia  que  separa  el  Pugio  de  la  Explanatio  Symboli, 
no  obstante  la  identidad  en  el  propósito  que  preside  la  composición  de 
ambas  obras.  A  través  de  la  diversidad  de  argumento  y  de  plan  se  en- 
trevé un  cambio  profundo  en  las  ideas  del  autor.  En  el  espacio  de  cua- 
tro lustros,  si  bien  ha  persistido  la  preocupación  apologética  fundamen- 
tal en  R.  Martí,  se  ha  operado  en  él  una  evolución  doctrinal  importante. 
En  el  Pugio  ya  no  desdeña  una  apologética  racional,  antes  bien  con 
ella  inaugura  su  defensa  de  la  Fe;  este  proceder  nos  revela  que  su  au- 
tor se  ha  sustraído  al  avasallador  influjo  de  la  corriente  agustiniana  que 
le  dominaba  al  escribir  la  Explanatio.  Nuevas  ideas  han  hallado  acogi- 
da en  su  mente,  ahora  más  cuidadosa  de  un  estricto  rigor  en  las  prue- 
bas racionales.  Pese  a  su  ahincada  disputa  con  los  "filósofos"  o,  por 
decir  mejor,  con  los  averroístas,  bastantes  doctrinas  peripatéticas  se  han 
infiltrado  en  su  obra.  Es  significativo  el  cambio  de  ideología  de  Ra- 


(34)  "...  novitas  mundi  habetur  per  revelationem,  et  non  per  demonstrationem." 
Pugio,  pars.  I,  cap.  13. 


—    102  — 


món  Martí  en  la  cuestión  de  la  eternidad  del  mundo ;  pues,  mientras  en 
la  Explanatio  se  inclina  por  la  certeza  filosófica  (  y  no  sólo  revelada) 
de  la  no-eternidad,  en  el  Pugio  se  pronuncia  por  la  insolubilidad  filosó- 
fica del  problema,  conforme  al  parecer  de  los  peripatéticos  moderados 
del  siglo  xiii.  Un  cambio  por  el  estilo  podríamos  advertir  en  multitud 
de  otras  opiniones. 

Históricamente,  el  cambio  doctrinal  operado  en  Ramón  Martí  ofre- 
ce un  doble  interés.  Por  una  parte,  muestra  el  rápido  avance  intelec- 
tual de  la  Orden  de  Predicadores  durante  el  primer  siglo  de  su  existen- 
cia. Por  otra  parte,  al  reflejarse  este  progreso  en  el  caso  singular  de 
nuestro  autor,  acusa  las  nuevas  influencias  que  modificaron  su  modo 
de  pensar  tan  notoriamente.  Algunas  vienen  confesadas  en  el  texto, 
como  ocurre  casi  siempre  con  las  de  autores  árabes  (35).  De  Algazel 
menciona  ahora  un  nuevo  libro,  el  De  ruina  philosophorum,  de  donde- 
está  tomado  íntegramente  el  capítulo  inicial  de  la  primera  parte.  Ave- 
rroes  es  explotado  a  manos  llenas.  A  los  filósofos  árabes  ya  citados, 
añádense  los  nombres  de  Rasi  e  Ibnalchetib.  También  conoce  a  Mai- 
mónides.  Pero,  sin  duda,  las  influencias  más  interesantes  las  ha  recibido 
Ramón  Martí  de  autores  latinos.  En  la  parte  tercera  del  Pugio  cita  al 
"Maestro  Pero  Alfonso  quien,  antes  de  hacerse  cristiano,  fué  en  Es- 
paña gran  Rabino  entre  los  judíos".  Ya  conocemos  la  mención  dt  Al- 
berto Magno,  con  quien  empareja  en  el  mismo  capítulo  y  en  términos 
igualmente  elogiosos  a  Pedro  de  Tarantasia,  más  tarde  Papa  con  el 
nombre  de  Inocencio  V,  y  antes  maestro  de  Teología  en  París,  durante 
los  años  de  1256  a  1258;  por  fin,  en  la  segunda  parte  se  encuentra  una 
cita  nominal  de  Santo  Tomás  con  referencia  al  capítulo  27  de  una 
obra  cuyo  título  no  expresa.  Los  tres  grandes  prestigios  de  la  Orden 
de  Predicadores  en  el  siglo  xiii  han  dejado  impresa  claramente  su  hue- 
lla en  el  Pugio  fidei  (36). 

14.  Al  lado  de  esas  influencias  patentes,  cabe  sospechar  la  existen- 
cia de  otras  que  el  autor  omite.  El  intento  de  señalarlas  nos  conduce  a 
abordar  el  punto  más  controvertido  por  la  crítica  contemporánea  acer- 

(35)  El  Dr.  Asín  ha  contado  hasta  63  citas  de  textos  y  autores  árabes  contenida? 
en  el  Pugio  fidei. 

Para  muestra  de  la  preparación  arabista  de  Ramón  Martí  aduciremos  el  detalle  de 
que  en  un  pasaje,  después  de  poner  el  título  de  una  obra  de  Algazel  en  la  lengua  ori- 
ginal y  en  su  versión  latina,  corrige  esta  versión  y  da  la  que  corresponde  al  significado 
auténtico  del  original. 

(36)  La  cita  de  Pedro  Alfonso  se  halla  en  la  3.a  parte,  dist.  III,  cap.  IV,  párr.  4 
pág.  685;  las  de  Alberto  Magno  y  Pedro  de  Tarantasia  en  la  3.a  parte,  dist.  II,  cap.  II. 
párr.  2,  pág.  555;  y  la  de  Santo  Tomás  en  la  2.a  parte,  cap.  V,  párr.  4,  pág.  506. 


—  i<>3  — 


ca  de  la  obra  de  Ramón  Martí,  es,  a  saber,  el  de  la  relación  entre  el 
Pugio  fidei  y  la  Summa  contra  Gentes,  de  Santo  Tomás.  A  la  perspi- 
cacia de  nuestro  gran  arabista  Dr.  Miguel  Asín  Palacios,  débese  el 
planteamiento  cabal  de  tan  grave  problema.  El  advirtió,  el  primero,  las 
coincidencias  literales  entre  ambas  obras,  y  ensayó  una  explicación ;  y 
en  el  debate  que  provocó  su  atrevida  tesis,  se  adujeron  nuevos  datos 
y  se  contrastaron  otras  opiniones  de  indudable  valor.  Creemos  que  hoy, 
amortiguado  di  apasionamiento  de  la  polémica,  es  posible  llegar  a  una 
solución  definitiva  del  problema  (37). 

Empecemos  por  precisar  el  alcance  de  aquellas  coincidencias  lite- 
rales, para  lo'  cual  vamos  a  aducir  el  resultado  del  minucioso  cotejo 
practicado  entre  ambos  textos  por  persona  expertísima  en  la  materia 
(38).  "...  Muchísimos  capítulos  de  la  primera  parte  del  Pugio — sólo  en 
"la  primera  parte  conocemos  coincidencias  de  texto  con  el  Angélico  Doc- 
tor— son,  en  general,  sólo  con  supresión  o  adición  de  alguna  prueba, 
"literalmente  idénticos  a  otros  de  la  Summa  contra  Gentes.  Cotejando 
"con  alguna  detención  las  dos  obras,  hallamos  coincidencias  de  siete 
"capítulos  del  Pugio  con  siete  del  libro  II  de  la  Summa,  que  tratan  de 
"la  eternidad  del  mundo  (6-12  del  Pugio  =  32-38  de  la  Summa),  con 
"una  ligera  variación  en  el  orden  de  los  capítulos...  Además,  coinci- 
"dencia  de  nueve  capítulos  del  Pugio  con  nueve  del  libro  I  de  la  Sum- 
"ma,  que  tratan  del  conocimiento  que  Dios  tiene  de  las  cosas  (16-24 
"del  Pugio  =  43-51  de  la  Summa).  Todavía,  coincidencia  del  capítulo 
"veintiséis  del  Pugio  con  dos  capítulos,  80  y  81,  del  libro  IV  de  la 
"Summa,  que  tratan  de  la  resurrección.  Por  último,  coincidencia  de 
"buena  parte  dd  capítulo  cuarto  del  Pugio  con  buena  parte  del  capí- 
"tulo  79  del  libro  II  de  la  Summa,  que  trata  de  la  inmortalidad  del  alma. 
"No  excluímos,  antes  bien  sospechamos,  otras  coincidencias  de  menor 
"importancia.  Resultan  de  estos  datos :  18  capítulos  de  la  primera  parte 


(37)  La  tesis  del  Dr.  Asín  fué  expuesta  en  su  estudio  sobre  El  averroísmo  teológico 
de  Santo  Tomás  de  Aquino  inserto  en  el  "Homenaje  a  Don  Francisco  Codera"  (Zarago- 
za, 1904),  págs.  320-323. 

Contra  él  publicó  el  P.  Luis  G.  A.  Getino,  O.  P.,  un  opúsculo  titulado  La  "Summa 
contra  Gentes"  y  el  "Pugio  Fidei"  (Carta  sin  sobre  a  Don  Miguel  Asín  Palacios),  Ver- 
gara,  1905,  para  defender  la  prioridad  de  la  obra  del  Doctor  Angélico. 

(38)  Iltre.  Sr.  Dr.  D.  José  M.a  Llovera,  canónigo  de  la  Seo  de  Barcelona:  Ramón 
Martí.  Discurso  inaugural  de  la  Sección  de  Teología  en  el  Congreso  de  la  Asociación  para 
el  Progreso  de  las  Ciencias,  celebrado  en  Barcelona  en  mayo  de  1929,  que  ha  quedado 
inédito  hasta  la  fecha. 

Debemos  a  la  generosidad  de  tan  ilustre  amigo  el  haber  podido  consultar  su  intere- 
sante estudio  en  el  original  manuscrito. 


—  i64  — 


"del  Pugio  coincidentes,  globalmente,  ad  litteram  con  19  de  la  Summa 
"contra  Gentes,  en  da  forma  indicada.  La  relación  es,  en  realidad,  to- 
"davía  más  simple:  coincidencia  en  tres  grandes  fragmentos  y  en  otro 
"pequeño  fragmento..."  No  difieren  sustancialmente  de  éstos  los  resul- 
tados a  que  llegó  Grabmann  por  su  lado  (39). 

Nos  encontramos,  pues,  ante  un  plagio,  y  es  lícito  preguntarse : 
¿quién  ha  copiado  de  quién?,  ¿o  es  que  ambos,  Tomás  de  Aquino  y 
Ramón  Martí,  han  copiado  de  una  fuente  común  hoy  ignorada?  No 
hay  más  hipótesis  (posibles,  fuera  de  las  tres  que  acabamos  de  formular. 
La  última  la  descartan  los  autores  por  falta  de  base  en  que  apoyarla. 
El  Dr.  Asín  lanzó  la  arriesgada  afirmación  de  que  el  plagiario  es  San- 
to Tomás,  a  quien  Ramón  Martí,  familiarizado  con  la  filosofía  arábiga, 
dió  a  conocer  'las  opiniones  de  Averroes  sobre  la  eternidad  del  mundo 
y  la  ciencia  divina  de  los  singulares  expuestas  en  la  Summa  contra 
Gentes;  en  especial,  la  ultima  doctrina  aparece  tomada  del  Quitab  jal- 
saja  de  Averroes,  que  nuestro  autor  debió  tener  a  la  vista  al  tiempo  de 
componer  su  tratado.  En  favor  de  esta  hipótesis  milita  la  circunstan- 
cia de  que  la  Summa  contra  Gentes  (quién  sabe  si  también  el  Pugio) 
fué  escrita  a  iniciativa  de  San  Ramón  de  Peñafort  para  servir  de 
texto,  en  los  Colegios  orientales  de  España,  a  los  noveles  atletas  de  la 
fe  que  la  Orden  destinaba  a  la  empresa  de  las  misiones  (40).  Ante  la 
declaración  terminante  inserta  en  el  Pugio  de  que  la  obra  fué  escrita 
en  1278,  cuando  hacía  ya  cuatro  años  que  Santo  Tomás  había  muerto, 
y  la  mención  nominal  de  éste  en  la  segunda  parte,  el  Dr.  Asín  se  ha 
visto  obligado  a  suponer  que  la  parte  primera — única  sobre  la  que  re- 
cae la  duda — la  escribió  su  autor  bastantes  años  antes  que  las  otras  dos ; 
el  supuesto  es  fácil  de  admitir,  habida  cuenta  de  la  heterogeneidad  en- 
tre ellas  por  razón  de  la  materia  y  de  su  índole  respectiva.  Queda  así 
invalidada  la  objeción  del  P.  Getino  al  Dr.  Asín,  fundada  en  la  cro- 
nología. 

15.    Precisa  confesar  que  con  la  hipótesis  del  Dr.  Asín  y  la  nega- 


(39)  Véase  el  cuadro  de  correspondencias  entre  ambas  obras  que  M.  Grabmann 
publicó  en  la  página  4,  nota  1,  de  su  monografía:  Hilfsmittel  des  Thomasstudium  aus 
alter  Zeit,  auf  Grund  handschriftlicher  Forschungen  dargestellt.  Freiburg  im  Schweiz, 

1923. 

Nótese  que  la  numeración  de  los  capítulos  pertenecientes  al  libro  II  de  la  Summa 
contra  Gentes  difiere  en  Grabmann  de  la  que  da  el  Dr.  Llovera.  El  resultado,  empero, 
es  idéntico,  y  aun  Grabmann  advierte  una  coincidencia  literal  más  entre  el  capítulo  se- 
gundo del  Pugio  y  el  capítulo  trece  de  la  primera  parte  de  la  Summa  contra  Gentes. 

(40)  Según  un  texto  del  historiador  Marsilio  inserto  en  la  vida  de  San  Ramón  de 
Peñafort.  (Véase  Monumenta  Ord.  Fr.  Traed.  Historien,  IV,  Roma,  1898,  pág.  12.) 


-  i65  - 


tiva  opuesta  por  el  P.  Getino,  el  problema  sigue  en  pie;  cualesquiera 
que  sean  los  indicios  en  uno  p  en  otro  sentido,  faltan  pruebas  sólidas. 
Estas  han  sido  aportadas  recientemente  por  nuevos  investigadores.  Una 
primera  prueba  de  peso  la  ha  proporcionado'  la  publicación,  en  el  año 
191 8,  del  volumen  XIII  de  la  edición  crítica  de  las  obras  de  Santo 
Tomás,  que  fué  encomendada  por  el  Papa  León  XIII  a  los  Padres 
Dominicos;  el  vdlulmen  abarca  los  dos  primeros  libros  de  la  Summa 
contra  Gentes,  en  los  que  figuran  la  mayoría  de  los  capítulos  coinci- 
dentes a  la  letra  con  los  del  Pugio  de  Ramón  Martí.  Pues  bien,  el  autó- 
grafo de  Santo  Tomás,  que  dos  editores  de  la  Summa  han  tenido  a  la 
vista,  está  lleno  de  enmiendas  y  tachaduras — y  precisamente  en  dichos 
capítulos — 'hasta  el  extremo  de  que  en  ocasiones  el  texto  definitivo  casi 
se  pierde  en  una  selva  inextricable  de  añadidos,  de  supresiones,  de  trans- 
posiciones, etc.  (41).  El  hecho  es  demasiado  impresionante  para  que  se 
siga  poniendo  en  tela  de  juicio  la  originalidad  del  Doctor  Angélico  a 
quien,  de  haber  copiado  el  Pugio,  no  le  habría  costado  una  labor  tan 
ímproba  la  composición  del  manuscrito.  Por  desgracia,  no  está  en  nues- 
tra mano  la  contraprueba  que  resultaría  de  examinar  el  autógrafo  de 
Ramón  Martí,  que  durante  largo  tiempo  se  conservó  en  el  convento  de 
los  Dominicos  de  Nápoles  (42).  La  presunción,  desfavorable  para  nues- 
tro autor,  que  brota  de  esta  prueba,  se  acentúa  al  subrayar  que  en  el 
libro  primero  del  Pugio  figuran  otros  plagios  confesados,  especialmente 
de  autores  árabes.  El  capítulo  primero  está  tomado  íntegramente  de  Al- 
gazel ;  el  vigésimoquinto  se  limita  a  transcribir  los  textos  de  Averroes  ; 
el  tercero  viene  a  ser  un  mosaico  de  recortes  varios  de  autores  árabes  y 
latinos ;  en  el  decimocuarto  se  copian  trozos  de  autores  árabes  y,  sobre 
todo,  de  Maimónides.  Juntados  estos  hechos,  acusan  un  modo  de  pro- 
ceder habitual  en  el  autor. 

La  presunción  se  agrava  aún  más  ai  descubrir  que,  aparte  las  coin- 
cidencias literales  ya  señaladas  del  Pugio  con  la  Summa  contra  Gentes, 
existen  otras  con  la  Summa  Theologica,  escrita  por  Santo  Tomás  en  los 
postreros  años  de  su  vida  (43).  En  efecto,  la  segunda  de  las  pruebas 
de  la  existencia  de  Dios  de  la  Summa  Theologica,  la  via  ex  ratione  cau- 

(41)  Tomamos  esta  prueba  de  la  obra  del  P.  Francisco  Segarra,  S.  J.:  De  identitate 
corporis  mortalis  et  corporis  resurgentis.  Madrid,  1929,  págs.  143-145,  nota  4. 

(42)  El  historiador  Diago,  ibid.,  afirma  que  allí  lo  vió  el  portugués  Antonio  de 
Siena,  historiador  de  la  Orden. 

Todavía  en  el  siglo  xvn  recoge  esa  tradición  Antonio  Possevin  en  el  tomo  2.0  de  su 
Apparatus  sacri,  folio  315. 

(43)  Ha  señalado  también  esas  otras  coincidencias  el  Dr.  Llovera  en  la  monografía 
inédita  antes  citada. 


—  i66  — 


sae  efficientis,  aparece  literalmente  en  el  capítulo  segundo  del  Pugio, 
como  primer  argumento.  De  ila  cuestión  46  de  la  i.a  Parte  de  la  Summa 
Theologica  se  transcriben  en  el  capítulo  14  del  Pugio  las  dificultades  2, 
3  y  5  y  sus  respuestas,  más  la  mitad  del  cuerpo  del  artículo  primero ; 
en  el  capítulo  12,  la  respuesta  ad  6  del  artículo  2.0;  y  en  el  capítulo  13, 
la  última  mitad  dd  cuerpo  del  mismo  artículo.  Nos  sentimos  cada  vez 
más  inclinados  a  sospechar  que  ha  sido  Ramón  Martí  quien  ha  copiado 
de  Santo  Tomás,  y  ya  no  de  una  sola  obra,  sino  de  varias  que  ha  teni- 
do a  la  vista. 

Pero  la  prueba  crucial  la  ha  suministrado  el  Dr.  Llovera  al  alegar 
el  hecho  decisivo  de  que  "Ramón  Martí  cita  en  el  capítulo  XII  del 
"Pugio  la  Summa  contra  Gentes,  de  Santo  Tomás.  No  con  su  nombre, 
"naturalmente,  pero  sí  con  <la  consueta  fórmula  de  aquel  tiempo:  Dicit 
"quídam.  Ad  hoc  dicit  Quídam — escribe  en  el  párrafo  13  y  penúltimo 
"del  citado  capítulo — quod  multitud  o  animarían  separatarum  a  corpo- 
"ribus  consequitur  diversitatem  formarum  secundum  substantiam;  quia 
"alia  est  substantia  huius  animae,  alia  illius;  non  tamen  ista  diversitas 
"procedit  ex  diversitate  principiorum  essentialium  ipsius  animae,  nec  est 
"secundum  diversam  rationem  ipsius,  sed  est  secundum  diversam  com- 
" mensurationem  animarían  ad  corpora,  etc.,  hasta  quince  líneas  de  todo 
"el  ancho  de  folio.  Pues  bien,  el  Quídam  que  dice  eso,  y  lo  que  sigue, 
"textualmente,  no  es  otro  que  Santo  Tomás  en  el  capítulo  81,  solu- 
ción 2,  dd  libro  II  de  la  Summa  contra  Gentes.  De  quien,  a  continua- 
ción de  la  cita,  disiente  R.  Martí,  apoyando  la  opinión  contraria. 
"Resulta,  pues,  claro  que  fué  R.  Martí  quien  tuvo  presente  fy  extractó 
'íla  Summa  contra  Gentes  del  Angélico  al  escribir  la  1.a  parte  del  Pugio, 

"y  no  viceversa;  que       el  Pugio  depende,  además,  de  la  Summa  Theo- 

"logica  ;  ni  siquiera  hay  que  buscarles  fuente  común,  aunque  hubie- 

"ran  podido  tenerla;  que  la  primera  parte  del  Pugio  no  es  tan  anterior 
"de  fecha  como  calculaba  Asín  Palacios,  ni  costó  a  R.  Martí  las  larguí- 
simas vigilias  que  él  suponía.  Porque  21  casi,  de  los  26  capítulos  de 
"que  se  compone,  9e  los  (encontró  ya  redactados.  Le  costaron  sólo  el 
"trabajo  de  emplazarlos  en  su  (plan  de  controversia  y  hacerles  algunas 
"sustracciones  y  adiciones  " 

16.  La  nota  de  plagiario  ique  incontestablemente  recae  sobre  Ra- 
(món  Martí,  aminora  mucho  su  mérito  de  autor.  Pero  .no  hay  que  extre- 
mar la  censura  hasta  poner  en  entredicho  su  honorabilidad  personal. 
Su  buena  fe  no  se  desmiente  por  el  hecho  del  plagio,  desde  el  momento 
en  que  cita  ingenuamente  a  Santo  Tomás  en  la  forma  anónima  usval 
en  su  tiempo:  "  dicit  quídam  ";  si  hubiese  tenido  empeño  en  pasar 


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por  original,  habría  evitado  cuidadosamente  manifestar  la  fuente  de 
donde  extraía  los  materiales  de  su  libro.  A  decir  verdad,  en  la  Edad 
Media  'di  plagio  literario  no  lleva  aparejada  lia  descalificación,  y  aun 
menos  en  el  campo  de  la  teología  y  de  la  filosofía,  porque  las  doctrinas 
no  son  patrimonio  personal  de  un  pensador,  sino  acervo  común  de  la 
colectividad.  Por  'tradición  pasan  de  unas  a  otras  generaciones  no  sólo 
las  ideas  y  las  creencias,  sino  los  ^textos  y  las  fórmulas ;  los  autores  no 
sienten  ningún  reparo  en  apropiarse  las  doctrinas  y  los  pasajes  de  los 
escritos  que  ihan  tenido  a  mano,  siempre  que  sean  conducentes  al  ob- 
jetivo deseado.  Así  Ramón  Maintí,  que  aspiraba  a  componer  para  uso 
de  /sus  hermanos  en  religión  un  tratado  de  apologética  donde  pudieran 
ejercitarse  para  da  cruzada  doctrinal  contra  los  enemigos  de  la  fe  cris- 
tiana, en  especial  (contra  los  judíos,  sin  escrúpulos  de  conciencia  zurce 
retazos  de  una  obra  más  extensa  y  bien  ^conocida,  como  que  probable- 
mente andaba  de  ordinario  en  manos  de  los  estudiantes  de  los  conventos 
españoles,  y  arregla  un  texto  nuevo  más  en  consonancia  con  las  nece- 
sidades de  la  labor  misionera  a  que  iban  a  entregarse.  *■ 

Objetivamente,  empero,  el  interés  filosófico  del  Pugio  fidei  se  des- 
vanece sin  remedio  por  su  falta  absoluta  de  originalidad.  Desde  el  plan 
de  la  obra  hasta  la  sustancia  doctrinal  y  la  letra  misma  del  texto,  nada 
hay  que  no  sea  de  cosecha  ajena,  salvo  el  artificio  con  que  los  diversos 
trozos  han  sido  combinados  para  producir  la  impresión  de  una  obra  con 
asunto  y  desarrollo  propio.  Ni  siquiera  da  coherencia  doctrinal  se  salva 
en  la  liabor  de  yuxtaposición  de  los  recortes  tomados  de  autores  diver- 
sos ;  a  veces  el  'compilador  incurre  en  contradicción,  no  ya  con  sus  pro- 
pias ideas  anteriormente  expuestas  en  la  Explanatio  (como  se  hizo  no- 
tar en  la  doctrina  del  origen  temporal  del  mundo),  sino  aun  con  las 
expuestas  en  otros  lugares  del  Pugio;  así,  mientras  en  bastantes  pasa- 
jes afirma  que  Dios,  Causa  Primera,  tan  sólo  puede  ser  conocido  por 
sus  efectos,  entre  las  pruebas  demostrativas  de  su  existencia  aduce  una 
fundada  en  el  innato  conocimiento  que  el  alma  posee  de  El  Frecuen- 
temente, ideas  agusitinianas  son  amalgadas  con  otras  peripatéticas,  en 
el  fondo  inconciliables,  sin  que  se  advierta  un  esfuerzo  personal  por 
reducirlas  a  unidad.  En  aras  de  ila  verdad  precisa  sacrificar  la  fama 
filosófica  de  que  Ramón  Martí  ha  gozado  hasta  .ahora,  aunque  un  mal 
entendido  orgullo  nacional  sufra  con  ello  un  cierto  desencanto. 

Un  fallo  tan  severo  no  invalida  la  fama  de  hebraísta  y  controversis- 
ta, que  ha  tacompañado  durante  siglos  la  memoria  de  Ramón  Martí, 
fama  basada  en  las  partes  segunda  y  tercera  del  Pugio  fidei,  cuyo 
examen  nuestra  incompetencia  nos  veda  acometer.  Los  especialistas 


—  1 68  — 


en  la  materia  son  los  llamados  a  juzgar  de  ese  otro  aspecto.  Recien- 
temente se  ha  lanzado  contra  Ramón  Martí  la  imputación  de  que 
había  falsificado  ¡las  citas  d'el  Génesis  de  Rabbha,  obra  desaparecida  de 
la  que  tan  sólo  se  tenían  noticias  por  el  Pugio.  Pero  Zunz,  el  fundador 
de  la  ciencia  ¡rabí nica  moderna,  le  ha  defendido  de  este  cargo  injusto; 
y  Epstein  (44)  ha  aportado  la  ¡prueba  decisiva  d'e  que  las  aludidas  citas 
no  son  tergiversaciones  del  texto  original,  >sino  a  lo  sumo  agrupaciones 
de  textos  literales  según  criterios  demasiado  subjetivos.  Por  lo  demás, 
los  propios  judíos  alaban  en  Ramón  Martí  ino  sólo  la  amplia  erudición 
rabínica  de  primera  mano,  que  l'e  permite  utilizar  abundantemente  el 
Talmud,  el  Midrash,  los  escritos  de  Raschi,  de  Ibn-Ezra,  de  Maimóni- 
des  y  de  Kimji,  sino  además  la  rríesura  con  que  se  comporta  en  la 
polémica  y  la  'buena  fe  con  que  reconoce  en  dos  libros  talmúdicos  mul- 
titud de  verdades  que,  lejos  de  rechazar,  aprovecha  para  confirmación 
de  la  fe  cristiana. 

17.  Hay  que  buscar  la  descendencia  espiritual  de  Ramón  Martí 
en  los  polemistas  españoles  que  prosiguen  la  controversia  doctrinal  con. 
los  judíos  has'ta  fines  del  siglo  xv  (45).  Uno  de  los  más  notables,  Jeró- 
nimo de  Santa  Fe,  protagonista  del  lado  cristiano  en  la  disputa  de 
Tortosa  de  1414,  ha  aprovechado  muchísimos  pasajes  de  la  segunda  y 
tercera  parte  del  Pugio  fidei  para  la  composición  de  su  obra  Hebraeo- 
mastix.  También  se  inspiró  en  efl  Pugio  para  sus  rescritos  apologéticos 
el  judío  converso  Pablo  de  Santa  María,  que  murió  obispo  de  Burgos. 
El  más  conocido  imitador  fué  otro  judío  converso,  Alfonso  de  Espina, 
quien  profesó  en  la  Orden  franciscana,  desempeñó  un  tiempo  el  cargo 
de  rector  en  la  Universidad  de  Salamanca  y  fué  nombrado  más  tarde 
obispo  de  Orense;  además  de  un  cierto  número  de  sermones  y  un 
diálogo  De  Fortuna  que  ha  quedado  manuscrito,  compuso  este  autor 
por  los  años  de  1458  y  1459  una  ODra  titulada  Fortalitium  fidei,  en  la 
que  planea  una  ofensiva  general  contra  los  enemigos  de  la  divinidad 
de  Cristo :  herejes,  judíos,  mahometanos,  y  hasta  contra  el  demonio,  de 
•quien  aquéllos  son  instrumento  y  eco.  La  obra  logró  mucha  difusión, 
pues  de  ella  se  hicieron  dos  ediciones  en  Alemania  en  el  siglo  xv  y 
otras  tres  en  Francia  en  el  primer  tercio  del  siglo  xvi  '(46). 

(44)  Abr.  Epstein:  Bereschit-rabbati  (manuscrito  de  la  Comunidad  de  judíos  de 
Praga),  en:  "Magazin  für  die  Wissenschaften  des  Judenthums",  1888,  págs.  65-69. 

(45)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  III,  núms.  16  y  17. 

(46)  Véase  el  "Dictionnaire  de  Théologie  catholique",  vol.  I  (París,  1909),  col.  921. 
Sobre  la  vida  y  obras  de  Alfonso  de  Espina,  y  especialmente  sobre  el  Fortalitium  fidei, 
consúltese  el  estudio  del  P.  Atanasio  López:  Descripción  de  los  manuscritos  franciscanos- 
existentes  en  la  Biblioteca  Provincial  de  Toledo,  Madrid.  1926,  págs.  145-181. 


—   169  — 


Cuando,  al  ser  expulsados  'los  judíos,  se  extingue  en  España  la  su- 
cesión espiritual  del  Pugio,  Ja  obra  halla  eco  en  el  extranjero,  donde 
en  los  sigilos  xvi  y  xvn  le  aguarda  una  fortuna  singular.  Pedro  Galati- 
no  en  su  De  are  anís  eatholicae  veritatis,  editada  por  vez  primera  en 
1518,  cornete  un  plagio  descarado  de  ella,  cuya  extensión  puso  al  des- 
cubierto Voisin  en  una  tabla  de  cotejo  que  publicó  al  frente  del  Pugio 
Más  honrado,  Víctor  Porchet  de  Salvaticis,  al  publicar  el  año  1520  en 
París  su  Victoria  adversus  impios  Ebreos,  declaró  con  sinceridad  en 
la  introducción  la  fuente  en  que  se  había  inspirado.  A  través  de  estos 
imitadores,  la  obra  de  Ramón  Martí  despertó  en  el  siglo  xvn  la  cu- 
riosidad de  los  eruditos;  y,  mientras  Justo  Escalígero  llamaba  la  aten- 
ción sobre  el  plagio  de  Galatino  en  una  carta  a  Casabonus  en  la  que 
equivocadamente  tomaba  a  Raimundo  Sabunde  por  autor  del  Pugio, 
pocos  años  después  Francisco  Bousquet  encontraba  el  manuscrito  de  la 
obra  y  lograba  identificar  a  su  autor.  Al  descubrimiento  siguieron,  a  no 
muy  larga  distancia,  la  edición  crítica  preparada  por  el  hebraizante  y 
exégeta  José  de  Voisin  y  la  reedición  por  otro  orientalista,  protestante 
alemán,  Benito  Carpzov. 

Entre  ambas  ediciones  s'e  intercala  un  hecho  con  el  que  se  cierra  en 
colofón  magnífico  la  repercusión  histórica  del  Pugio  fidvi.  Me  refiero 
a  la  apología  del  cristianismo  escrita  por  Blas  Pascual  en  los  Pensées, 
que  vieron  ¡la  luz  en  1669,  unos  años  después  de  su  muerte.  En  la  ges- 
tación de  esta  obra  ha  influido  considerablemente  la  lectura  del  Pugio, 
de  cuya  primera  edición  Pascal  extrajo  abundantes  materiales.  En  es- 
pecial, se  apropió  de  Ramón  Martí  la  historia  del  pueblo  judío  y  el  co- 
nocimiento de  la  tradición  hebraica,  punto  éste  que  señala  un  momento 
decisivo  en  el  plan  de  la  argumentación  pasealiana.  Pascal  toma  de 
Ramón  Martí  muchos  argumentos  e  interpretaciones,  si  bien  otras  ve- 
ces se  limita  a  citarle  y  en  ocasiones  hasta  le  impugna;  sie  ha  podido 
decir  que  el  Pugio  ha  sido,  para  Pascal,  "la  mina  o  el  tesoro  en  que  ha 
cosechado  a  manos  llenas"  (47).  También  para  Pascal,  el  argumento 
decisivo  en  materias  de  fe  es  la  autoridad  del  texto  bíblico ;  pero  su 


(47)  F.  Strowski:  Histoire  du  sentiment  religieux  en  France  au  xvn  siécle:  Pascal 
et  son  tetnps;  vol.  III,  París,  1013,  c.  IX,  art.  III,  pág.  258;  y  todo  el  artículo  IV,  pá- 
ginas 259-268. 

Las  influencias  del  Pugio  fidei  sobre  la  apología  de  Pascal  ya  fueron  establecidas  por 
Molinier  en  el  Prefacio  general  a  su  edición  de  los  Pensées  (París,  Lemerre,  1877-1879), 
basándose  en  las  notas  encontradas  en  los  manuscritos. 

M.  Léon  Brunschvicg  ha  estudiado  a  fondo  el  problema  de  las  influencias  doctrinales 
de  R.  Martí  en  los  Pensées,  en  el  importante  capítulo  que  dedica  al  examen  de  las  lec- 
turas de  Pascal  (véase  el  vol.  XII  de  la  gran  edición  crítica  de  las  CEuvres  completes 


—  170  — 


principal  esfuerzo  va  encaminado  a  mostrar  que  la  religión  .positiva  sa- 
tisface las  más  íntimas  aspiraciones  de  la  naturaleza  humana,  con  lo 
cual  inaugura  un  nuevo  ciclo  en  la  apologética.  La  defensa  del  Cris- 
tianismo contenida  en  los  Pensées  pone  punto  final,  por  el  lado  cristia- 
no, a  la  literatura  medieval  de  .controversia  religiosa,  que  desde  Pascal 
evoluciona  hacia  una  Filosofía  de  la  Religión.  Todavía  un  eco  lej  ino 
del  Pugio  reaparece  en  Bossuet  quien,  en  el  libro  II  de  su  Discours  sur 
l'histoire  universelle,  vierte  en  pulcro  francés  una  magnífica  página  de 
Ramón  Martí ;  pese  a  esta  reviviscencia  esporádica,  el  tipo  medieval  de 
la  apología  religiosa  había  sido  definitivamente  superado. 

París,  1904,  3.a  parte,  págs.  LXXIII-LXXY  y  XC-XCII) ;  a  este  crítico  debemos  tam- 
bién la  edición  fototípica  del  manuscrito  de  los  Pensées  (París,  Hachette,  1905)  y  la 
inserción,  por  notas  al  texto  de  los  Pensées,  de  las  correspondencias  con  el  Pugio  fidei 
(en  los  vols.  XIII  y  XIV  de  las  obras  completas).  (Véase,  acerca  de  toda  esta  materia, 
a  Tomás  Carreras  y  Artau:  Introdúcelo  a  la  historia  del  pensament  filosófic  a  Catalunya, 
Barcelona,  193 1,  págs.  56-57  ) 

En  la  tesis  doctoral  de  André  Berthier,  que  hemos  citado  en  la  nota  14,  se  insiste 
nuevamente  en  el  problema  de  la  utilización  del  Pugio  fidei  por  Pascal.  Deseamos  viva- 
mente conocer  este  estudio  de  persona  tan  experta  en  la  materia. 


III 


Ferrer 

El  catalán  Ferrer. — Su  magisterio   en  la  Universidad  de  París. — Examen  de 

su  quolibet. 

18.  Bl  primer  dominico  español  que  llegó  a  ejercer  ú  magisterio 
de  teología  en  la  Universidad  de  París,  fué  un  catalán  apellidado  Fe- 
rrer, de  quien  ¡poseemos  escasísimas  noticias  biográficas  (48).  Esteban 
de  Salanhac,  en  su  catálogo  cronológico  de  los  maestros  de  la  Orden, 
le  cita  en  d  vigésimo  sexto  lugar  (49),  a  continuación  de  Romanus  de 
Roma,  quien,  como  es  sabido,  sucedió  >en  la  cátedra  de  teología  a  Santo 
Tomás  de  Aquino,  cuando  éste  abandonó  París  en  1272.  Poco  después 
de  esta  fecha  debió  ser  promovido  Ferrer  al  magisterio  y  enseñar  la 
tedlogía,  no  muy  ¡largo  tiemipo,  porque  ya  en  1278  había  cesado  en  la 
cátedra  su  sucesor  Guillermo  d'e  Tournai.  Por  aproximación  se  puede 
fijar,  pues,  eil  año  de  su  magisterio  hacia  1275.  Esta  fecha  coincide  con 
la  de  la  disputa  quolibética  sostenida  en  la  Pascua  de  dicho  año  ante  la 
Universidad,  en  la  que  debió  de  participar  a  título  de  magister  (50). 

Por  conjeturas  cabe  sospechar  que  cursara  sus  estudios  teológicos 
en  el  convento  de  Santiago,  y  que  con  ocasión  de  ellos  asisties'e  a  la 

(48)  Sobre  este  autor  puede  consultarse  a  Glorieux :  La  littérature  quolibétique  de 
1260  a  1320,  Kain,  1925,  págs.  41-42,  109-110  y  337-338;  P.  Martí  de  Barcelona:  Ferra- 
rius  Catalanus,  O.  P.,  en  la  revista  "Criterion",  III,  Barcelona,  1927,  págs.  479-483;  y 
M.Grabmann :  Quaestiones  tres  Fratris  Ferrarii  Catalani  O.  P.  doctrinara  S.  Augustini 
alustrantes  ex  códice  parisiense  editae,  en  la  revista  "Estudis  Franciscans",  vol.  42,  Bar- 
celona, 1930,  págs.  382-390. 

El  nombre  Ferrer  abunda  en  Cataluña.  Documentalmente  conocemos  la  existencia, 
en  la  segunda  mitad  del  siglo  XIII,  de  varios  dominicos  catalanes  que  llevan  este  nom- 
bre; pero  no  hay  manera  de  identificar  a  nuestro  autor  con  ninguno  de  ellos.  Igual 
ocurre  en  Rosellón  y  en  Provenza.  de  lo  cual  pueden  haberse  originado  las  confusiones 
en  que  incurren  los  biógrafos. 

(49)  Véase  el  artículo  de  H.  Denifle  citado  en  la  nota  5,  págs.  165  y  sgtes. 

(50")  En  el  manuscrito  más  antiguo  que  nos  ha  conservado  el  texto  de  la  disputa., 
se  lee:  "Istud  quolibet  est  determinatum  a  fratre  Ferrario  jacobita,  de  Paschate,  annn 
domini  MCCLXX  quinto." 


—  172  — 


cátedra  de  Santo  Tornas.  El  resto  de  su  vida  permanece  ignorado  (51). 
Tampoco  queda  rastro  de  sus  lecciones  sobre  las  Sentencias ;  únicamente 
se  conservan  de  él  unos  pocos  sermones  y  el  quolibet  citado  (52). 

19.  Los  fragmentos  conocidos  de  este  quolibet  revelan  en  su  autor 
una  auténtica  formación  escolástica,  que  se  echa  de  ver  tanto  en  la 
forma  de  la  disputa  como  en  la  doctrina  sustentada.  Glorieux  lo  ha 
presentado  cabalmente  como  modelo  de  los  quolibet,  cuya  estructura  ló- 
gica general  es  la  siguiente:  planteada  una  cuestión,  se  indican  los  va- 
rios aspectos  que  abarca ;  y,  tomando  en  seguida  el  primero  de  ellos,  se 
le  subdivide  en  cuestiones,  tantas  como  precisen,  cada  una  de  !las  cuales 
es  tratada  por  separado  hasta  que,  terminadas  todas,  el  autor  se  remon- 
ta al  segundo  aspecto  de  la  cuestión  general  que  es  desarrollado  .-egún 
el  mismo  método,  y  así  sucesivamente  hasta  agotar  los  varios  aspectos 
de  la  cuestión.  En  eí  quolibet,  el  método  de  la  disputa  escolástica  alcan- 
zó pronto  un  grado  envidiable  de  perfección.  En  el  sostenido  ipor  Fe- 
rrer, que  versa  sobre  la  naturaleza  del  ser  y  del  conocimiento,  el  asunto 
es  tratado  con  relación  a  Dios  y  con  relación  a  las  criaturas.  En  'el  pri- 
mer aspecto  se  plantean  dos  interesantísimas  cuestiones,  es  a  saber: 
si  las  ideas  que  los  teólogos  admiten  como  existentes  en  la  mente  divina, 
coinciden  con  las  ideas  platónicas;  y  si  la  distinción  entre  las  ideas  divi- 
nas impide  su  recíproca  predicación.  En  el  segundo  aspecto,  después  de 
preguntarse  en  términos  generales  si  el  ser  de  las  criaturas  está  en 
constante  formación  (53),  pasa  a  desarrollar  una  serie  de  puntos  con- 
cretos acerca  del  hombre  en  los  cuatro  estados  de  naturaleza,  de  culpa, 
de  gracia  y  de  gloria.  A  propósito  del  estado  de  naturaleza  prosigue  el 
examen  del  conocimiento  y  analiza,  ante  todo,  el  que  tenemos  de  las 


(»¡i)  Según  Bernardo  Gui,  en  su  historia  inédita  de  la  Orden,  Ferrer  nació  en  Yiila- 
longa  a  una  legua  de  Perpiñán.  ejerció  con  energía  el  cargo  de  inquisidor  hasta  llegar  a 
ser  el  terror  de  ios  herejes,  fundó  el  convento  de  Carcasona  donde  quedó  de  prior  y  al 
final  de  su  vida  volvió  a  Perpiñán,  donde  murió.  Como  ha  observado  Glorieux,  estas 
noticias  deben  referirse  a  otro  dominico  Ferrer,  rosellonés,  cuyo  nacimiento  se  supone 
ocurrido  hacia  1200  y  la  muerte  hacia  1257.  No  es  creíble  que  nuestro  teólogo  llegara  a 
maestro  en  la  vejez.  Douais  le  atribuye  una  serie  de  hechos  gratuitamente,  por  incurrir 
en  la  misma  confusión.  Es  más  verosímil  la  afirmación  de  que  murió  hacia  1280,  si  bien 
ignoramos  la  razón  del  aserto. 

(52)  Los  sermones  aparecen  atribuidos  a  Ferrer  en  un  manuscrito  del  siglo  xin 
existente  en  la  Biblioteca  Real  de  Bruselas,  y  en  otros  dos  del  siglo  xiv  que  están  en  el 
Merton  College  de  Oxford  y  en  la  Biblioteca  Municipal  de  Autun,  respectivamente. 

Del  quolibet  se  conservan  dos  manuscritos;  el  más  antiguo,  en  la  Biblioteca  del  Arse- 
nal de  París,  es  del  siglo  xm,  y  de  él  transcribió  Glorieux  el  índice  de  las  cuestiones  y 
el  texto  íntegro  de  una  de  ellas.  El  otro  está  en  Reims  y  es  del  siglo  xiv. 

(53)  "Utrum  esse  cuiuslibet  rei  semper  sit  in  fieri.'' 


«73  — 


sustancias  espirituales,  tanto  por  lo  que  respecta  a  nuestra  capacidad 
subjetiva  corno  a  su  posibilidad  objetiva;  y  plantea  de  raíz  el  problema 
de  si  la  racionalidad  es  una  mera  capacidad  o  la  íntima  y  verdadera 
esencia  del  espíritu.  Tomando  pie  de  las  doctrinas  de  San  Agustín,  exa- 
mina luego  si  cabe  identificar  la  intelligentia  abdita  con  el  intellectus 
agens  de  los  peripatéticos.  En  el  segundo  grupo  son  tratados  los  pro- 
blemas acerca  del  mal  (pecado  original  y  culpa  actual)  según  sus  enun- 
ciados tradicionales  en  la  literatura  teológica  de  la  época,  de  donde  de- 
riva hacia  aplicaciones  concretas  a  ;la  ilicitud  de  los  beneficios  eclesiás- 
ticos y  de  su  colación  por  los  prelados.  Pertenecen  asimismo  a  la  teolo- 
gía moral  las  cuestiones  referentes  al  estado  de  gracia.  Acerca  del 
estado  de  g1loria,  se  pregunta  por  la  visión  intuitiva  de  Dios  trino  y  por 
la  necesidad  de  la  Revelación  para  salvarse;  y  se  cierra  el  quolibet  con 
la  batallona  cuestión  de  isi  la  bienaventuranza  se  alcanza  por  un  acto 
del  entendimiento  o  de  da  voluntad  (54).  Entre  otros  asuntos  de  detalle, 
se  examina  singularmente  la  licitud  de  los  .estudios  filosóficos  y  de  su 
aprovechamiento  en  el  desarrollo  de  la  teología  (55).  En  seguida  se 
advierte,  por  la  simple  enumeración  de  los  temas,  la  importancia  his- 
tórica de  un  texto  en  el  que  son  abordados  problemas  tan  candentes 
en  la  filosofía  del  siglo  xm. 

20.  En  cuanto  a  la  filiación  de  las  doctrinas  sustentadas  por  nuestro 
autor,  hemos  de  atenernos  a  los  escasos  fragmentos  publicados  por 
Grabmann  y  por  Glorieux,  que  nos  lo  muestran  situado  entre  las  dos 
grandes  corrientes  del  agustinismo  y  del  aristotelismo  e  inclinado  pre- 
ferentemente a  favor  de  éste.  Valgan  para  muestra  las  opiniones  sos- 
tenidas en  las  dos  primeras  cuestiones  (56)  del  quolibet  acerca  de  las 
ideas  divinas  que,  conforme  al  parecer  de  los  peripatéticos,  se  niega  a 
identificar  con  las  ideas  platónicas.  Fiel  a  la  mente  de  San  Agustín, 
admite  en  Dios  ideas  eternas  e  inmutables  de  las  cosas,  cuya  ejempla- 
ridad  le  inspira  en  su  acción  creadora.  Combate  la  dualidad  establecida 
por  Platón  entre  el  mundo  sensible  y  el  intelectual,  y  muestra  que  las 
cosas  no  .surgen  por  Ja  mera  participación  del  uno  en  el  otro,  es  decir, 
de  la  materia  en  la  forma,  sino  que  precisa  una  acción  más  funda- 
mental, por  la  que  la  cosa  singular  es  producida  a  la  vez  en  su  ma- 
teria y  en  su  forma.  Tal  es  la  acción  creadora  del  Ser  divino,  motivada 


(54)  "Utrum  beatitudo  consistat  in  actu  intellectus  vel  voluntatis." 

(55)  "Utrum  liceat  magistris  Sacrae  Scripturae  studere  in  philosophia." 

(56)  "Utrum  ideae  quas  theologi  ponunt  esse  in  Deo  sint  eaedem  cum  ideis  quas 
platonici  posuerunt." 

"Utrum  distinctio  idearum  impediat  quod  una  de  alia  non  possit  praedicari." 


íntimamente  por  sus  ideas,  que  no  se  ejerce  ¡sobre  un  supudsto  material 
previo.  La  doctrina  platónica  no  se  armoniza  con  la  fe,  por  lo  cual  no  cabe 
identificarla  con  la  sostenida  por  San  Agustín  y  compartida  a  la  sazón 
comúnmente  por  tíos  teólogos. 

El  asunto  prosigue  en  la  cuestión  inmediata,  donde  (se  formula  la 
pregunta  de  si  da  distinción  entre  (las  ideas  impide  que  sean  predicadas 
unas  de  otras.  Para  no  extrañarse  de  la  respuesta  del  autor,  conviene 
recordar  que  lia  cuestión  se  plantea  en  relación  a  la  mente  divina,  cuyas 
ideáis  sirven  de  cimiento  al  orden  ontológico.  El  orden  lógico  a  que  se 
refiere  la  predicación,  tiene  un  origen  diverso.  También  aquí  se  combate 
indirectamente  la  posición  platónica.  La  predicación  recíproca  de  las 
ideas  que  se  componen  o  dividen  en  el  acto  lógico,  entraña  una  plurali- 
dad inconciliable  con  la  simplicidad  divina.  Las  ideas  en  Dios  no  supo- 
nen pluralidad.  Al  conocer  Dio'S  en  su  esencia  simplicísima  los  diversos 
modos  en  que  es  suseqptible  de  imitación,  sin  diversificarse  engendra  las 
ideas.  Estas,  por  llanto,  no  pueden  combinarse  en  la  mente  divina  ni 
predicarse  unas  de  otras. 

Aún  más  característica  es  la  cuestión  séptima  (57)  del  quolibet,  don- 
de se  cotejan  líos  nuevos  conceptos  del  entendimiento  agente  y  del  enten- 
dimiento posible  con  el  de  la  intelligentia  abdita,  que  expone  San  Agus- 
tín en  su  tratado  De  Trinitate.  Una  vez  ¡más  se  busca  la  manera  de  con- 
cordar las  ideas  tradicionales  con  los  textos  aristotélicos.  Algunos  teó- 
logos del  siglo  xiii,  entre  ellos  Roger  Bacon  y  Roger  de  Marston,  se 
apoyaban  en  unas  conocidas  palabras  de  San  Agustín :  "lux  quae  nos 
illuminat,  magvster  qui  nos  doc\et,  veritas  quae  nos  dirigit,  Deus  est",  pa- 
ra identificar  el  entendimiento  agente  con  la  mente  divina  y  el  enten- 
dimiento posible  con  día  mente  humana.  Bajo  esta  doctrina,  que  recuerda 
la  de  Avic'ena  y  de  otros  peripatéticos  árabes,  se  encubre,  sin  embargo, 
el  iluminismo  agustiniano  tradicional  que  explica  la  actividad  del  cono- 
cimiento mediante  una  influencia  directa  de  Dios  en  el  espíritu.  Contra- 
riamente ia  una  tal  opinión,  los  aristotélicos  afirman  que  el  entendimien- 
to agente  no  es  una  sustancia  separada,  sino  una  potencia  de  nuestra 
alma.  A  esta  solución  inclínase  también  Ferrer,  después  que  por  una 
curiosa  interpretación  de  los  pasajes  de  San  Agustín  llega  a  identificar 
la  intelligentia  abdita  con  ell  entendimiento  posible. 

Menos  interesante  en  el  aspecto  doctrinal  es  la  cuestión,  que  ha  pu- 
blicado Glorieux,  acerca  de  .si  ell  primer  pensamiento  que  se  nos  ocurre 


(57)  "Utrum  intelligentia  abdita,  de  qua  loquitur  Augustinus...,  sit  idem  quod  in- 
tellectus  agens." 


de  una  cosa  ilícita,  es  pecaminoso  (58).  A  través  de  un  cuantioso  apara 
to  de  autoridades  y  razones  en  pro  y  en  contra,  se  contesta  facilí sima- 
mente  la  pregunta  con  sólo  analizar  el  proceso  psicológico  que  acarrea 
el  pensamiento.  Si  éste  se  reduce  a  un  puro  hecho  cognoscitivo  produ- 
cido espontáneamente  en  el  alma,  nada  se  le  puede  imputar  al  sujeto. 
Hay  pecado,  cuando  aquel  pensar  ilícito  impresiona  la  afectividad  y  so- 
breviene la  complacencia  y  el  consentimiento.  El  desarrollo  del  argu- 
mento conduce  al  autor  a  un  sutil  examen  de  la  motivación  del  acto 
interno. 

El  ddsconocimiento  de  los  fragmentos  inéditos  del  quolibet  impide 
fijar  con  mayor  precisión  la  actitud  doctrinal  de  Ferrer  ante  los  graves 
problemas  del  siglo,  que  abordó  en  sus  lecciones.  Los  publicados  permi- 
ten, iSin  embargo,  situarle  en  la  corriente  peripatética  que  pugnaba  a  la 
sazón  por  abrirse  paso  en  la  Facultad  de  Teología  de  París.  En  el  con- 
junto de  sus  doctrinas  se  advierte  la  notoria  influencia  de  Santo  Tomás, 
cuyos  conceptos,  y  aun  a  veces  las  palabras,  se  reproducen  fielmente  en 
algunos  de  los  textos.  Haya  o  ino  oído  personalmente  la  enseñanza  del 
Angélico  Doctor,  es  lo  cierto  que  con  Ferrdr  nos  encontramos  en  pre- 
sencia de  un  coetáneo  suyo,  perteneciente  a  la  primera  generación  de 
sus  seguidores. 


(58)    ''Utrum  primus  motus  vel  cogitado  de  re  illicita  sit  peccatum."' 


Bernardo  de  Trilla. 


Su  patria. — Su  vida. — Sus  escritos. — Sus  doctrinas  filosóficas. 

21.  Poco  tiempo  después  de  haber  profesado  Ferrer  en  París  la  cá- 
tedra de  teología  que  la  Orden  de  Predicadores  tenía  reservada  a  los  ex- 
tranjeros, empezaba  a  cursar  sus  estudios  en  aquella  Universidad  otro 
español,  que  no  tardó  en  sucederle.  Se  llamaba  Bernardo  de  Trilla,  y  su 
nacionalidad  consta  terminantemente  por  el  catálogo  anónimo  de  los  es- 
critores dominicos  hallado  en  Stiams,  que  l'e  nombra  así  en  el  lugar  97 : 
Hfr.  Bernardas  de  Trilla,  nat.  hyspamis"  ;  con  esta  afirmación  se  contra- 
dice, sin  embargo,  la  de  Bernardo  Gui  en  su  continuación  al  catálogo  es- 
crito por  Salanhac,  pues  allí  es  mencionado  en  el  lugar  34:  "frater  Ber- 
nardas de  Trilla,  de  Nemauso"  (59)-  Según  Douais,  dicho  cronista  re- 
pite su  afirmación  en  la  historia  de  los  conventos  de  la  provincia  de 
Toulouse  y  en  la  de  los  de  Provenza,  cuyo  manuscrito  se  guarda  iné- 
dito en  la  Biblioteca  municipal  de  Toulouse.  Idéntico  origen  le  atribu  - 
yen las  actas  de  un  concilio  provincial  celebrado  en  1279  y  el  epitafio 
grabado  en  su  sepultura,  siempre  al  decir  de  Douaiis  (60).  Indicios  son 
éstos  bastante  graves  para  inclinarnos  a  suponer  que  Bernardo  de  Tri- 
lla nació  en  Nimes,  y  más  aún  si  se  tiene  en  cuenta  que  vivió  casi  siem- 
pre en  el  mediodía  de  Francia,  especialmente  en  Provenza.  No  es  extra- 
ño que  Douais,  y  recientemente  André,  hayan  reivindicado  la  condición 
de  francés  para  este  autor  (61). 

(59)  Uno  y  otra  han  sido  publicados  por  Denifle  en  el  artículo  citado  en  la  nota  5. 

(60)  Citado  por  el  P.  G.  S.  André,  S.  J.:  Les  Quodlibeta  de  Bernard  de  Trilia,  ar- 
tículo en  la  revista  "Gregorianum",  II,  pág.  227,  nota  2. 

C61)    André,  en  el  artículo  citado,  págs.  226-265. 

André  parece  apoyarse  en  las  averiguaciones  de  Quétif  y  Echard,  quienes  siguieron 
en  este  punto  a  Lorenzo  Pignon.  Este,  a  su  vez,  extraje  sus  noticias  de  los  manuscritos 
de  Bernardo  Gui. 

La  perplejidad  de  los  biógrafos  ante  la  contradicción  de  los  testimonios  ha  llegado 
hasta  el  extremo  de  que,  para  sortear  la  dificultad,  se  supuso  una  duplicidad  de  perso- 
najes coetáneos  de  igual  nombre,  uno  francés  y  otro  español.  Esta  hipótesis  no  resiste 
al  mas  ligero  examen,  como  ya  vieron  Quétif  y  Echard. 


—  i77  — 


Sin  embargo,  los  investigadores  alemanes  (62),  y  el  mismo  Glorieux 
=en  su  conocida  publicación  del  (año  1925  (63),  rechazan  el  origen  fran- 
cés de  Bernardo,  o  por  lo  menos  dudan  de  él.  El  nombre  es  francamente 
catalán,  a  menos  que  se  quiera  desfigurarle,  como  ha  hecho  André  (64). 
La  atribución  contenida  en  el  catálogo  de  Stams,  cuya  exactitud  histó- 
rica no  ha  sido  hasta  ahora  desmentida  en  ninguno  de  sus  detalles,  cons- 
tituye di  argumento  de  mayor  peso  frente  a  los  asertos,  bastantes  veces 
rectificados,  de  Bernardo  Gui.  Que  la  naturaleza  española  de  Bernardo 
era  un  tópico,  lo  confirma  el  Líber  de  illustribus  viris  de  O.  P.  escrito 
a  principios  del  siglo  xv  por  el  alemán  Juan  Meyer  donde  se  incluye  una 
lista  de  los  grandes  prestigios  doctrinales  de  la  Orden,  entre  los  cuales 
menciona  únicamente  a  tres  españoles :  Ramón  de  Peñafort,  Nicolás  Ay-K 
merich  y,  en  medio  de  ambos,  a  un  Bernhardus  Hispamos  (65).  ¿Quién 
era  ese  Bernardo  que  gozaba  de  tanta  fama  dentro  de  la  Orden?  Noto- 
riamente Bernardo  de  Trilla,  ya  que  no  cabe  alegar  otro.  España  debió 
ser,  pues,  su  patria;  y,  si  no  queremos  tachar  de  inexacta  la  afirmación 
de  Bernardo  Gui,  la  habremos  de  interpretar  en  el  sentido  de  que  Ber- 
nardo de  Trilla,  aunque  catalán,  era  "hijo  de  hábito'.'  del  convento  de 
Nimes,  donde  se  incardinó  1a  la  Orden  de  Santo  Domingo.  Los  cronistas 
de  Ordenes  religiosas  se  expresan  a  las  veces  de  esta  manera. 

22.  De  la  vida  de  Bernardo  de  Trilla  antes  de  su  ingreso  en  la 
Orden  no  tenemos  ninguna  noticia.  Dentro  de  ella,  su  vida  se  desarrolla 
en  tres  etapas  distintas.  En  la  década  comprendida  entre  1266  y  1276 
consta  que  fué  Héctor  de  teología  sucesivamente  en  los  conventos  de 
^Viontpeller,  Aviñón,  otra  vez  Montpeller,  Burdeos,  Marsella,  Toulouse 
y  otra  vez  Aviñón.  En  lia  década  siguiente  tiene  lugar  su  actuación  en 
París,  de  la  que  hablaremos  por  extenso.  Apartado  de  París,  desde  1287 
ocupa  varios  cargos  importantes  en  la  Orden:  vicario  provincial,  prior 
provincial,  etc.,  hasta  su  muerte  ocurrida  en  Aviñón  el  día  3  de  abril 
de  1294,  que  caía  entonces  en  la  víspera  de  Santo  Domingo;  sus  restos 


(62)  Grabmann  le  hace  siempre  catalán.  Baumgarten,  en  la  10.a  edición  del  Grun- 
driss  der  Geschichte  der  Philosophie  de  Üeberweg-Heinze,  vol.  II,  Berlín,  1915  (pág.  518), 
afirma  que  nació  en  Nimes  el  año  1240.  Pero  Geyer,  en  la  11.a  edición  aparecida  el 
año  1028,  dice  que  no  está  claro  si  nació  en  el  sur  de  Francia  o  en  Cataluña. 

Í63)    Glorieux:  La  littérature  quolibétique  de  1260  á  1320.  Kain,  1925,  pág.  101. 

(64)  Este  autor  llega  a  torturar  el  nombre  hasta  transformarlo  en  Bernard  de  la 
Treille,  lo  cual  es  inadmisible.  Trilla  es,  en  cambio,  un  apellido  corriente  en  Cataluña 
(véase,  sobre  este  punto,  a  Balari  Jovany:  Orígenes  históricos  de  Cataluña,  Barcelona, 
1899,  págs.  564  y  619). 

(65)  Véase  el  artículo  de  Denifle  citado  en  la  nota  5. 

12 


-  i78  - 


fueron  trasladados  a  Ximes,  según  testifica  el  propio  Bernardo  de 
Gui  (66). 

Ignoramos  si  anteriormente  a  1266  realizó  estudios  en  París.  Con  se- 
guridad llegó  a  maestro;  pues,  además  de  su  inclusión  en  los  catálogos 
va  citados,  consta  el  título  en  los  quolibet  y  por  las  actas  del  capítulo- 
general  de  la  Orden  celebrado  en  1280,  que  por  su  condición  magistral 
presidió.  Las  noticias  de  su  larga  residencia  en  París,  tras  su  enseñan- 
za en  los  conventos  del  sud  de  Francia,  son  harto  fragmentarias  y  un 
tanto  confusas;  recientemente  Glorieux,  en  un  ingeniosísimo  estudio,  ha 
logrado  coordinarlas  hasta  restablecer  con  visos  de  verosimilitud  la  su- 
cesión de  los  hechos  en  estos  años,  los  más  interesantes  de  su  vida.  Pro- 
bablemente, Bernardo  de  Trilla  llegó  a  París  en  1279  o,  lo  más  tarde,  en 
1281,  pues  ya  en  esta  fechia  ejerce  el  cargo  de  dispositor  studentium  en 
el  convento  de  Santiago.  En  3  de  mayo  de  1282  pronuncia  el  sermón  de 
la  Invención  de  la  Santa  Cruz.  En  el  curso  de  1282  a  1283  da  comienzo 
a  sus  estudios  de  bachiller  sentenciario  y  lee  en  cátedra  los  libros  I  y  II 
de  Pedro  Lombardo.  En  29  de  noviembre  del  mismo  año  1282  predica 
el  sermón  de  Adviento.  En  el  curso  siguiente  lee  los  libros  III  y  IV  del 
Maestro  de  las  Sentencias;  y,  a  la  terminación  del  curso,  se  gradúa  de 
maestro.  En  seguida,  ocupa  la  cátedra  reservada  a  los  extranjeros  (nó- 
tese el  detalle,  que  es  otro  síntoma  en  contra  de  su  pretendida  naciona- 
lidad francesa),  y  la  desempeña  durante  tres  años;  a  <lo  largo  de  esta  do- 
cencia comenta  varios  libros  sagrados,  desarrolla  un  conjunto  de  cues- 
tiones doctrinales  y  sostiene  en  cada  temporada  un  quolibet.  En  el  curso 
de  1286  a  1287  se  suscita  un  movimiento  de  protesta  contra  él  por  abu- 
sos cometidos,  especialmente  algunas  ausencias  prolongadas  en  vacacio- 
nes y  aun  en  época  lectiva.  La  queja  llega  hasta  los  superiores  y  va 
acompañada  de  una  delación  a  causa  de  ciertas  doctrinas  que  se  dicen 
profesadas  por  Bernardo  y  se  reputan  peligrosas  por  su  novedad  o  por 
su  formulación  equívoca.  Informado  Bernardo  de  la  denuncia,  aunque 
ignora  quiénes  son  los  delatores,  responde  con  un  documento  de  justifi- 
cación de  estilo  personalísimo,  en  el  que  apela  al  testimonio  directo  de 
sus  oyentes  para  desvanecer  el  efecto  de  aquella  acusación  infundada. 
La  queja,  sin  embargo,  obtiene  éxito;  y  en  1287  el  capítulo  de  Burdeos 
le  ordena  salir  de  París,  sin  permitirle  que  termine  el  curso  (67). 


(66)    Sigo  en  esta  parte  de  la  biografía  a  André  en  el  artículo  citado. 

C67)  Glorieux:  Un  mémoire  yustificatif  de  Beniard  de  Trilla.  Sa  corriere  á  l'Univer- 
sité  de  Paris  (1279-1287),  en  la  "Revue  des  Sciences  Philosophiques  et  Théologiques'* 
XVIII,  1929,  págs.  23-58. 


—  1 79  — 


Esta  contrariedad,  que , pone  fin  a  la  carrera  docente  de  Bernardo  de 
Trilla,  fué  'superada  a  los  pocos  años  por  otra  mayor.  Elegido  provincial 
de  Provenza,  el  capítulo  general  celebrado  en  Roma  el  año  1292  le 
exoneró  d'el  cargo.  Un  acuerdo  tan  igrave  tuvo  su  motivación  en  una  di- 
sidencia interior  de  Ja  Orden.  Apenas  designado  provincial,  Bernardo  de 
Trilla  se  trasladó  a  Palencia  para  asistir  al  capítulo  general  del  año  1291, 
en  el  que  Munio  de  Zamora,  General  de  la  Orden,  confirmó  su  elección. 
Entre  'el  español  Mumio  y  Bernardo  de  Trilla  existía,  sin  duda,  una 
cierta  identificación  espirituaJl ;  por  lo  menos,  Bernardo  le  defendió  con 
calor  de  las  imputaciones  lanzadas  ipor  el  Papa  Nicolás  IV,  quien  acabó 
por  revocar  a  Munio  en  sus  funciones  de  General  d'e  la  Orden.  El  capí- 
tulo de  Roma,  sensible  a  los  ataques  del  Papa  contra  Munio,  no  tuvo 
inconveniente  en  pronunciar  la  deposición  d'e  su  partidario  Bernardo  de 
Trilla.  Se  sintió  el  interesado  tanto  del  acuerdo  que  enfermó  de  pesar 
y  le  sobrevino  la  muerte.  Su  buena  fe,  empero,  andaba  en  lenguas  de  los 
hermanos  del  convento,  que  dieron  cuenta  a  los  superiores  de  su  falleci- 
miento en  carta  sentidísima  y  llena  de  respetuoso  afecto  para  la  memo- 
ria del  difunto  (68). 

23.  La  producción  literaria  de  Bernardo  de  Trilla  es  abundante,  y 
pertenece  casi  en  totalidad  aü  período  d'e  su  magisterio  en  París.  El  ca- 
tálogo de  Stams  trae  una  larga  lista  de  obras,  que  se  clasifican  en  comen- 
tarios a  la  Escritura,  quolibetos,  y  cuestiones  explicadas  en  cátedra.  Entre 
los  libros  sagrados  comentados  por  Bernardo  figuran :  los  Proverbios,  el 
Cantar  de  los  Cantares,  el  Eclesiastés,  el  Libro  de  la  Sabiduría  y  uno  de 
San  Juan,  verosímilmente  el  Apocalipsis,  cuyo  manuscrito  ha  sido  encon- 
trado en  la  Biblioteca  municipal  de  Aviñón  (69).  Los  quolibet,  en  núme- 
ro de  tres,  corresponden  a  los  tres  años  de  su  regencia  de  la  cátedra  de 
teología.  Las  cuestiones  se  refieren  a  materias  doctrinales  entonces  con- 
trovertidas y  presentan,  por  tanto,  el  máximo  interés  filosófico  y  teoló- 
gico; de  ellas  se  mencionan  las  siguientes  series:  de  spirituialibus  crea- 
turis  et  de  pofentia  Dei,  de  anima  coniunota  corpori,  de  anima  aparata, 
de  d\ff\erentla  esse  et  essentiae,  super  totam  astrologiam.  No  poseemos 
todavía  el  texto  de  todas  estas  obras  cuya  existencia  consta  por  los  do- 
cumentos; pero  los  hallazgos  sucesivos  de  manuscritos  en  archivos  y 
bibliotecas  han  restituido  ya  el  conocimiento  de  bastantes  de  ellas  (70). 


(68)  "Histoire  littéraire  de  la  France",  vol.  XX,  París,  1895,  págs.  129-141. 

(69)  El  manuscrito  es  del  siglo  xiv,  y  lo  cita  André  en  su  artículo. 

(70)  De  los  comentarios  a  las  Sagradas  Escrituras  no  hemos  visto  citado  otro  ma- 
nuscrito que  el  de  la  nota  anterior. 

Los  quolibet  se  conservan  en  tres  manuscritos,  por  lo  menos:  uno,  procedente  del 


—  i8o  — 


Xo  acaba  aquí  la  lista  de  sus  escritos,  pues  los  hallazgos  han  revela- 
do la  existencia  de  otros  no  incluidos  en  el  catálogo  de  Stams.  La  Bi- 
blioteca Nacional  de  París  conserva  el  manuscrito  de  los  dos  sermo- 
nes del  año  1282  (y i).  Glorieux  ha  descubierto  otra  pieza,  adosada  a 
un  manuscrito  de  las  Cuestiones  disputadas,  cuya  existencia  había  es- 
capado a  la  perspicacia  de  los  eruditos ;  el  documento,  que  se  conserva 
en  el  ms.  3.490  de  la  Biblioteca  Mazarina,  encierra  la  justificación  de 
los  16  artículos  extraídos  de  la  enseñanza  de  Bernardo  de  Trilla,  que 
en  el  año  1287  fueron  denunciados  a  sus  superiores;  todos  los  indicios 
autorizan  la  atribución  del  documento  al  propio  inculpado.  Lo  más  no- 
table del  caso  es  que.  a  base  de  esta  autodefensa,  Glorieux  ha  preten- 
dido descubrir  e  identificar  el  texto  del  tercer  quolibet,  que  muchos 
autores  creían  perdido  o  tal  vez  inexistente  por  no  haber  tenido  tiempo 
Bernardo  de  redactarlo  a  causa  de  su  precipitada  marcha  de  París ;  y, 
además,  el  texto  del  Comentario  al  Maestro  de  las  Sentencias,  que  apa- 
rece conservado  en  el  manuscrito  889  de  la  Mazarina  (72). 

24.    La  escasez  de  los  textos  de  Bernardo  de  Trilla  que  han  visto  la 


monasterio  de  San  Cugat  del  Valles  y  hoy  conservado  en  el  Archivo  de  la  Corona  de 
Aragón  Cn.°  54) ;  otro  en  el  códice  45  de  la  biblioteca  del  Convento  de  Santa  Catalina 
de  Pisa,  que  ha  descrito  Mgr.  Pelster  (en  "Xenia  Thomistica",  Roma,  1925,  III,  pá- 
ginas 272-275);  y  un  tercero  en  el  códice  156  de  la  c  lección  Borghese  en  la  biblioteca 
Vaticana.  El  primer  quolibet  contiene  23  cuestiones;  el  segundo,  24;  y  el  tercero,  nada 
más  5,  por  estar  incompleto. 

En  los  dos  códices  últimamente  citados  están  también  las  Qv.ae*iones  de  cognitione 
animae  conjunctae  corpori;  y  en  el  de  la  Vaticana,  además,  las  de  cognitione  animae 
separatae.  Torres  Amat  cita  otro  manuscrito  de  las  primeras,  cuyo  paradero  ignoramos. 
Las  demás  Cuestiones  disputadas  parecen  perdidas  por  el  momento. 

(71)  Son  los  que  figuran  con  les  números  18  y  160  en  el  ms.  lat.  i4o47-  Véase  a 
Morder:  Histoire  des  Maitres  Généraux  de  l'Ordre  des  Fréres  Précheurs,  I,  París,  1903, 
pág.  667. 

De  este  manuscrito  y  de  la  atribución  de  ambos  sermones  a  Bernardo  de  Trilla  había 
ya  tratado  Hauréau  en  Notices  et  extraits  de  quelques  ms.  htins  de  la  Bibl.  Nat.,  IV, 
París,  1892,  pág.  9,  quien  le  atribuye  además  conjeturalmente  otro  sermón  del  ms.  lat. 
15.005  de  la  misma  Biblioteca. 

(72)  Glorieux:  Un  mémoire  justificatif  de  Bernard  de  Trilla.  Sa  carriére  á  l'Uniuer- 
sité  de  París  (1279-1287),  en  "Revue  des  Sciences  Philosophiques  et  Théologiques" 
XVII,  1928,  págs.  405-426;  y  XVIII,  1929,  págs.  23-58. 

El  quolibet  tercero  es,  en  opinión  de  Glorisux,  el  que  figura  anónimo  con  el  n.°  7 
en  la  colección  formada  por  Nicolás  de  Bar,  de  la  que  dió  extensas  noticias  en  su  libro 
del  año  1925  a  base  del  ms.  15858  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París. 

El  Comentario  a  las  Sentencias  cree  identificarlo  en  una  reportación  de  Alberto  de 
Metz,  a  la  que  le  falta  el  libro  III. 

J.  Koch  cree  que  la  atribución  del  quolibet  se  basa  en  un  supuesto  falso  y  reivindica 
la  paternidad  del  mismo  para  Pedro  de  Tarantasia  (véase  el  artículo  publicado  en  la 
misma  revista  el  año  1930,  vol.  XX,  págs.  464-468). 

Al  responder  a  la  crítica  de  Koch  (en  la  misma  revista  y  volumen,  págs.  469-474), 


-  iS i  — 


estampa  en  estofe  últimos  tiemipos  (73),  impide  un  estudio  extenso  de  su 
posición  doctrinal,  que  limitaremos  a  los  quolibet  y  al  documento  jus- 
tificativo. Por  ellos  vemos  a  Bernardo  en  posesión  de  una  técnica  es- 
colar perfecta:  planteada  una  cuestión  en  términos  breves  y  claros, 
se  alegan  una  o  dos  dificultades  en  contra  y  ailguna  razón  en  pro,  se 
exponen  seguidamente  los  varios  sentidos  posibles  de  la  pregunta  y  la 
respuesta  caibail  en  cada  uno  de  dichos  sentidos;  en  caso  de  discre- 
pancia, las  opiniones  contrarias  son  expuestas  y  criticadas  con  argu- 
mentos negativos,  a  veces  abundantes,  ceñidos  en  el  fondo  y  en  la 
forma.  Tan  sólo  la  opinión  que  place,  es  defendida  con  razones  posi- 
tivas en  perfecto  orden.  En  esencia,  este  método  coincide  con  el  usa- 
do por  Santo  Tomás.  Como  él,  acude  a  giros  de  expresión  que  mode- 
ran el  ardor  de  'la  disputa :  non  videtur  posxe  stare,  minus  conve- 
niens  ad  praesens,  etc.  (74). 

Los  maestros  en  quienes  Bernardo  de  Trilla  apoya  de  ordinario 
sus  contestaciones,  son :  San  Anselmo,  los  Victorinos,  Pedro  Lombar- 
do, el  Líber  de  Causis  y  las  Glosas  a  ellos.  En  los  desarrollos  doctri- 
nales cita,  además,  a :  Aristóteles  a  cada  paso,  San  Agustín,  San  Hi- 
lario, San  Gregorio  Niceno,  Orígenes,  el  Damasceno,  el  Pseudo-Dio- 
nisio,  Boecio,  Averroes,  Avicena,  Avicebron,  Algazel,  Isaac  y  Maimó- 
nides. 

Al  examinar  con  detenimiento  la  doctrina  sustentada  y  los  argu- 
mentos aducidos,  obtiónese  en  seguida  la  impresión  de  que  nos  encon- 
tramos ante  un  calco  fiel  de  las  doctrinas  de  Santo  Tomás  de  Aqui- 
no.  Bernardo  'sigue  su  parecer  en  todas  las  cuestiones  sin  excepción, 
con  convencimiento,  incluso  con  admiración  apasionada  y  con  ternu- 
ra de  discípulo,  repitiendo  los  mismos  conceptos,  usando  los  mismos 
términos  y  ¡guardando  iguall  tono  de  tranquilidad  y  de  modestia.  Algu- 
nos puntos,  que  Santo  Tomás  no  había  considerado  aparte,  los  es- 


Glorieux  ha  modificado  algunas  de  sus  afirmaciones.  Mantiene  a  favor  de  Bernardo  de 
Trilla  la  paternidad  del  quolibet;  pero  atribuye  la  redacción  de  la  memoria  justificativa, 
así  como  la  del  Comentario  a  las  Sentencias,  a  su  discípulo  Juan  de  París. 

(73)  Gloriéux  ha  publicado  el  índice  completo  de  los  dos  primeros  quolibet  y  del 
fragmento  indubitable  del  tercero  en  su  obra  La  littérature  quolibétique,  etc.,  págs.  101- 
104.  Estos  índices  han  sido  reproducidos  por  André  en  el  ya  mencionado  artículo,  en  el 
que,  además,  se  insertan  cinco  fragmentos  del  texto. 

El  escrito  de  justificación  lo  ha  publicado  también  Gloriéux  en  su  artículo  de  la 
"Revue  des  Sciencies  Philosophiques  et  Théologiques". 

De  las  Quaestiones  publicó  unos  fragmentos  B.  Hauréau  en  su  Histoire  de  la  Philoso- 
phie  scolastique,  vol.  II,  2,  París,  1880,  págs.  1 14-120.  André  ha  prometido  ocuparse  de 
ellas  en  un  nuevo  estudio. 

(74)  Seguimos,  en  todo  este  análisis,  la  exposición  de  André. 


-    182  — 


tudia  explícitamente  nuestro  autor;  a  buen  seguro,  las  controversias 
suscitadas  en  torno  a  ellos  le  obligarían  a  un  especial  tratamiento.  Así 
ocurre  con  la  cuestión  de  si  lia  esencia  y  lia  existencia  se  identifican 
en  'las  cosas  creadas,  que  Trilla  resuelve  con  criterio  personal!,  si  bien 
intercala  en  el  texto  unos  cuantos  pasajes  de  Santo  Tomás. 

He  aquí  otras  doctrinas,  principalmente  metafísicas  y  cosmológi- 
cas, desarrolladas  en  los  quolibet:  la  unicidad  de  la  forma  en  el  com- 
puesto humano,  la  imposibilidad  de  existencia  de  la  materia  primera 
sin  la  forma,  la  impenetrabilidad  de  los  cuerpos  y  la  inexistencia  del 
vacío,  la  incapacidad  radical  de  toda  criatura  para  la  acción  creadora, 
la  repugnancia  intrínseca  del  infinito  actual,  la  realidad  de  las  relacio- 
nes entre  las  cosas,  el  consurso  divino  en  la  causalidad  natural  de  los 
seres  y  la  consecución  de  lia  bienaventuranza  por  un  acto  del  entendi- 
miento que  la  voluntad  completa  y  termina  (75).  También  son  aborda- 
dos asuntos  de  mona'l,  que  expone  con  mucha  brevedad,  y  problemas 
psicológicos  relativos  aíl  conocimiento  en  cuya  resolución  reproduce  la 
doctrina  de  las  Cuestiones  disputadas.  En  éstas  trata  de  la  forma  de 
conocimiento  peculiar  a  los  espíritus  angélicos,  al  espíritu  humano  en 
estado  beatífico  y  al  alma  en  la  presente  condición  terrena.  Rechaza  la 
teoría  platónica  de  las  ideas  innatas  y  busca  el  origen  de  nuestros  co- 
nocimientos en  las  especies  o  formas  que  el  entendimiento  agente  ob- 
tiene de  las  cosas  por  un  esfuerzo  natural,  nada  extraordinario.  La 
ciencia  no  surge  del  fondo  de  nuestra  alma  por  una  simple  operación 
extractiva ;  antes  bien,  se  produce  por  asimilación  de  las  cosías  median- 
fe  una  acción  inteligente,  con  la  que  sobreviene  una  perfección  nueva 
al  alma  racional.  En  el  problema  de  los  universales  descarta  las  posi- 
ciones extremas  de  nominalistas  y  ontologistas  para  situarse  en  un  rea- 
lismo moderado  (76). 

25.  Sorprende,  ya  a  primera  vista,  la  identidad  de  doctrinas  en- 
tre Bernardo  de  Trilla  y  Santo  Tomás  de  Aquino.  "En  un  examen  algo 
"más  atento  ila  sorpresa  se  convierte  en  estupor  al  cooip robar  que  mu- 
renas de  las  cuestiones  quolibéticas  no  son  otra  cosa  que  Santo  To- 
"más  copiado  íntegramente,  hasta  voy  a  decir  brutalmente,  la  mayo- 


(75)  El  acto  del  entendimiento  constituye  el  estado  beatífico  origiruditer  et  substan- 
tialiter;  el  de  la  voluntad,  formaliter  et  completive. 

(76)  "...  Ideo  alii  mediam  viam  tenentes  posuerunt  omnes  formas  naturales  praeexis- 
tere  in  materia  in  potentia,  non  in  actu...  et  haec  est  positio  Philosophi  et  omnium  pe- 
ripateticorum..." 

Véase,  sobre  este  punto,  a  Prantl:  Geschichte  der  Logik  im  Abendlande,  vol.  III, 
Leipzig,  1866,  cap.  XIX,  pág.  196. 


-  i*3  - 


"ría  de  las  veces  casi  sin  arreglo  ni  adaptación.  No  sólo  en  todas  par- 
"tes  hallamos  presente  su  pensamiento  con  sus  autoridades,  sus  argu- 
mentos y  sus  comparaciones,  sino  aun  su  texto  apropiado  en  forma 
"de  grandes  recortes,  de  frases,  de  párrafos,  de  artículos  enteros"  (77). 
Algo  parecido  ocurre  en  las  Cuestiones  disputadas,  según  ha  comproba- 
do Pelster  (78).  No  es  extraño,  pues,  que  M.  de  WuM  haya  calificado 
a  Bernardo  de  Trilla  de  plagiario  (79). 

Las  obras  copiadas  de  Santo  Tomás  son,  sobre  todo,  la  Summa  theo- 
logica  y  los  Quolibeta  y,  en  menor  proporción,  la  Summa  contra  Gentes 
y  las  Cuestiones  disputadas.  Aunque  parezca  extraño,  Bernardo  no  uti- 
liza, por  lo  menos  en  sus  tres  quolibet,  ni  el  opúsculo  De  ente  et  essen- 
tia  ni  el  Coimentario  a  \las  Sentencias.  En  cambio,  en  las  16  tesis  de 
su  escrito  de  justificación —  de  las  que  tan  sólo  las  últimas  revisten 
-alcance  filosófico  por  referirse  a  los  siguientes  asuntos :  la  identidad 
material  dell  cuerpo  resucitado,  problemas  cosmológicos,  la  visión  beatí- 
fica, ilas  actividades  de  los  es'píritus  separados,  la  cantidad  y  sus  acci- 
dentes y  la  sanción  ultraterrena — ,  alega,  además  de  la  Summa  Theo- 
Jogica  y  de  un  quolibet,  el  Comentario  a  las  Sentencias. 

Basten  tales  indicaciones  para  establecer,  sin  sombra  de  duda,  la  filia- 
ción filosófica  de  Bernardo  de  Trilla.  Por  tomista  incondicional  le  tu- 
vieron ya  sus  contemporáneos,  así  sus  ¡hermanos  en  religión  y  en  doc- 
trina como  'los  adversarios  que  murmuraron  de  él  y  ile  atacaron  por  en- 
señar las  novedades  del  aristotelismo  incorporadas  por  Santo  Tomás 
a  la  teología;  con  esta  misma  fama  ha  pasado  su  nombre  a  la  posteri- 
dad. No  sin  motivo  le  caracteriza  Bernardo  Gui  como  "espléndidamente 
empapado  en  las  doctrinas  y  en  la  savia  de  Santo  Tomás"  (80). 

(77)  André,  artículo  citado,  pág.  244. 

(78)  F.  Pelster:  La  Quaestio  dispútala  de  S.  Thomas  "De  unione  Verbi  incarnati", 
en  "Archives  de  Philosophie",  III,  págs.  234  y  sgts. 

(79)  En  su  Histoire  de  la  Philosophie  Médievale,  vol.  II,  5.a  ed.,  París-Louvain, 
1926,  pág.  42. 

(80)  "...  dogmatibus  ac  nectare  fratris  Thomae  excellenter  imbutus...",  citado  por 
André,  ibid. 

Mayor  originalidad  que  las  doctrinas  teológico-filosóñcas  de  Bernardo  de  Trilla,  ofre- 
cen sus  ideas  astronómicas,  de  las  cuales  puede  verse  un  excelente  resumen  en  la  obra 
<de  Pierre  Duhem :  Le  systéme  du  monde,  vol.  III,  París,  1915,  págs.  363-383. 


V 


La  escuela  tomista  en  Cataluña  y  Aragón  a  fines  del  siglo  xm. 

26.  Creemos  oportuno  en  este  momento  poner  de  relieve  la  vigo- 
rosa contribución  aportada  por  los  dominicos  catalanes  y  aragoneses  al 
nacimiento  y  difusión  de  las  nuevas  corrientes  doctrinales  que  prevale- 
cieron en  su  Orden  desde  la  segunda  mitad  del  siglo  xiii  por  iniciativa 
de  San  Alberto  Magno  y  Santo  Tomás  de  Aquino.  Xo  fueron  tan  sólo 
los  hombres  eminentes  de  la  Orden,  maestros  y  lectores,  quienes  se 
adhirieron  a  las  doctrinas  teológicas  y  filosóficas  de  ambos  pensadores, 
sino  la  masa  de  los  religiosos  que  se  hallaban  dedicados  a  los  estudios 
y  a  la  enseñanza;  y  creció  la  boga  de  tales  doctrinas  hasta  el  extremo 
que  durante  la  última  década  del  siglo  xiii  y  la  primera  del  xiv  se 
configura  netamente  el  ,perfil  de  una  escuela  tomista  en  Aragón  y  Ca- 
taluña. 

No  conocemos  la  orientación  ideológica  del  más  antiguo  lector  de 
la  Orden,  Miguel  de  Fabra,  si  bien  cabe  suponer  que  prestaría  tributo 
a  las  corrientes  agustinianas  a  la  sazón  dominantes.  Pero,  bajo  la  influen- 
cia de  San  Ramón  de  Peñafort,  las  comunidades  catalanas  se  asimilan 
muy  pronto  las  nuevas  corrientes  de  la  época.  Estudiantes  barceloneses 
siguen  los  cursos  de  Alberto  Magno  en  Colonia  y  en  París.  En  1255  es 
utilizado  en  Barcelona  un  códice  que  contiene  la  totalidad  de  los  escri- 
tos divulgados  hasta  entonces  por  Alberto  Magno,  y  en  1264  es  cono- 
cido un  nuevo  escrito  suyo  que  se  intitula:  Summa  de  anima  (81).  En 
vida  de  Santo  Tomás  sus  obran  andan  en  manos  de  los  dominicos  bar- 
celoneses, especialmente  el  Comentario  a  las  Sentencias  y  las  Cuestio- 
nes disputadas ;  y  no  tardan  en  ser  conocidos  el  De  veritate  y  la  Summa 
Theologica  (82).  En  1259  los  grandes  prestigios  de  la  Orden,  entre 
ellos  Alberto  Magno  y  Tomás  de  Aquino,  acuden  al  capítulo  general 
de  Valenciennes  para  elaborar  la  Regla  de  los  Estudios;  allí  se  acuerda 
promover  la  obra  de  las  misiones  en  España,  y  con  este  motivo  Santa 

(81)  H.  Denifle:  Assignationes  librorum  qui  pertinent  ad  conventum  S.  Catherinae 
Barchinonensem,  en  el  ya  citado  "Archiv",  II,  págs.  241-248,  documentos  núms.  19  y  20. 

(82)  Ibid.,  números  15,  51,  69,  72  y  75. 


-  i85  - 


Tomás  de  Aquino,  a  instigación  de  San  Ramón  de  Peñafort,  escribe 
para  sus  hermanos  españoles  la  Summa  contra  Gentes. 

La  asimilación  doctrinal  no  tarda  en  manifestarse.  Ramón  Martí, 
al  contacto  de  su  maestro  Alberto  y  de  su  condiscípulo  Tomás,  evolu- 
ciona desde  el  agustinismo  que  inspira  su  opúsculo  de  juventud  hasta 
el  peripatetismo  de  su  obra  última  y  definitiva.  El  Pugio  fidei  es  un 
calco  servil  de  la  Summa  contra  Gentes  y,  en  pequeña  parte,  tajmbién 
de  la  Summa  theologica.  A  los  dos  años  de  muerto  Santo  Tomás,  Fe- 
rrer  reproduce  y  defiende  sus  doctrinas  desde  la  cátedra  de  París,  a  la 
sazón  en  que  en  la  Universidad  crece  la  efervescencia  contra  el  peripate- 
tismo y  el  obispo  Tempier  prepara  su  famosa  condenación  de  219  tesis, 
algunas  de  ellas  sacadas  de  la  enseñanza  tomista.  Es  verosímil  que  el 
anatema  episcopal  del  año  1277  fuese  simultáneo  al  magisterio  de 
Ferrar. 

27.  El  movimiento  de  reacción  a  favor  de  las  doctrinas  tomistas 
surge  inmediatamente  en  el  seno  de  la  Orden.  Al  año  siguiente,  el  ca- 
pítulo general  reunido  en  Milán  se  siente  afectado  por  el  gesto  de 
Tetopier,  que  había  repercutido  en  Oxford  por  obra  de  Kildwarby ;  y 
delega  especialmente  a  dos  religiosos  para  que  sin  demora  se  trasladen 
a  Inglaterra  y  reduzcan  al  silencio  a  los  hermanos  que,  desorientados 
por  la  actitud  del  arzobispo,  se  entretenían  en  infamar  la  memoria  de 
Tomás  de  Aquino.  ¿Quienes  fueron  esos  delegados?  Dos  provenzales : 
el  uno,  Ramón  de  Mevouillon,  amigo  y  probable  discípulo  de  Ramín 
Martí;  el  otro  era  Juan  Vigouroux,  que  mantenía  íntimas  relaciones 
con  nuestros  dominicos  y  a  quien  veremos  defender  el  tomismo  contra 
Arnaldo  de  Vilanova.  Cumplida  con  éxito  la  misión  especial  que  los 
llevó  a  Inglaterra,  fué  dada  cuenta  de  su  gestión  en  el  capítulo  general 
reunido  en  París  en  1279,  en  el  cual  se  ordenó  que  en  adelante  ningún 
dominico  se  peiimities'e  censurar  las  opinionds  de  Santo  Tomás,  aun 
cuando  discrepase  de  ellas. 

Los  esfuerzos  de  los  dominicos  meridionales  por  reivindicar  la  me- 
moria de  su  gran  maestro  ya  fallecido,  habían  dado  lugar  a  que  se  for- 
mara gradualmente  una  sequela  de  Tomás  de  Aquino.  Las  copias  de 
sus  manuscritos  se  multiplicaban  sin  cesar;  se  formaban  extractos  y 
antologías  y  se  componían  tablas  o  índices  para  facilitar  el  estudio 
y  consulta  de  sus  obras,  cuyo  conocimiento  pronto  se  divulgó  fuera 
de  la  Orden.  En  manos  de  Arnaldo  de  Vilanova  anduvo  un  ejemplar 
3e  estos  índices.  Sobre  todo,  los  lectores  conventuales  se  complacían  en 
reproducir  las  doctrinas  tomistas,  generalmente  al  pie  de  la  letra.  El 
magisterio  de  Bernardo  de  Trilla  es  un  caso  típico  ;  en  sus  lecciones  de 


—  1 86  — 


París  (y  no  olvidemos  que  durante  los  diez  años  anteriores  explicó  la 
teología  en  los  conventos  más  importantes  del  mediodía  de  Francia) 
replantea  las  mismas  cuestiones  de  Santo  Tomás,  las  resuelve  en  iguales 
términos,  copia  sus  textos  y  desenvuelve  algunas  ideas  que  en  Santo 
Tomás  aparecen  esbozadas  nada  más ;  la  insistencia  en  repetir  doctrinas 
que  sonaban  todavía  en  ciertos  oídos  a  novedades  peligrosas,  le  acarrea 
una  denuncia  de  la  cual  se  sincera  en  un  documento  aclaratorio,  pero 
a  la  vez  de  plena  ratificación  en  las  doctrinas  tomistas.  El  capítulo 
general  del  año  1286  en  París,  al  que  asistiría  con  seguridad  Bernardo 
de  Trilla,  recuerda  los  preceptos  del  de  1279  relativos  a  las  opiniones 
de  Santo  Tomás. 

28.  Las  doctrinas  tomistas  alcanzan  su  máxima  difusión  en  Cata- 
luña y  en  el  mediodía  de  Francia  en  los  últimos  años  del  siglo  xiit  y 
en  los  primeros  del  xiv.  Cuando  Arnaldo  de  Vilanova  roza  con  sus  in- 
vectivas las  doctrinas  a  la  sazón  corrientes  en  la  Orden,  tiene  lugar  un 
levantamiento  general.  Los  dominicos  le  atacan  en  todas  partes ;  predi- 
can, escriben  y  enseñan  contra  él  y  se  enzarzan  con  él  en  largas  dispu- 
tas. Las  refutaciones  de  sus  doctrinas  son  leídas  con  fruición  en  las 
escuelas  conventuales ;  de  hecho,  es  la  Orden  entera  que  se  le  pone  en  - 
frente. Arnaldo  se  da  cuenta  y  ataca  igualmente  en  bloque  al  "ejercito 
bicolor"  (83),  cuyos  "novicios"  son  apellidados  "tomatistas" ;  tomatistas 
son,  para  Arnaldo,  los  seguidores  de  las  opiniones  de  Santo  Tomás  (84), 
que  él  ve  ya  formados  en  legión  y  a  los  que  ataca  colectivamente.  V  la 
muerte  de  Arnaldo,  la  Orden  reacciona  en  masa ;  y  por  medio  de  sus 
órganos  más  representativos  obtiene  la  sentencia  de  Tarragona  conde- 
natoria de  sus  escritos  teológicos. 

Ese  estado  colectivo  de  espíritu  existente  entre  los  dominicos  meri- 
dionales a  favor  de  las  nuevas  corrientes  introducidas  por  Santo  Tomás 
de  Aquino  cristaliza  a  la  postre  en  un  acuerdo  de  imposición  oficial  de 
sus  doctrinas.  Al  terminar  el  siglo  xm,  el  extraordinario  crecimiento 
de  la  Orden  había  requerido  la  reorganización  territorial  y  administra- 
tiva ;  a  principios  del  siglo  xiv,  se  constituyó  con  carácter  independiente 
la  Provincia  de  Aragón.  Al  poco  tiempo  de  constituida,  el  General  con- 
vocó a  capítulo  en  Zaragoza  para  el  año  1309,  y  allí  se  tomó  el  acuerdo 
de  "que  los  lectores  y  sublectores  lean  y  determinen  según  la  doctrina 


(83)  La  Orden  es  llamada  bicolor  por  el  doble  color  del  hábito  que  acababa  de 
adoptar. 

(84)  En  la  Apología  de  versutiis  se  refiere  a  la  Orden  de  Predicadores,  "cuius  tiro- 
nes vocatis  Thomatistas".  Y  añade,  dirigiéndose  al  canónigo  Jaime  Blanch :  "Vos  autem 
estimo  Thomatistas  vocare  quoscumque  sectantes  opinionem  Thome." 


-  i87  - 


"y  obras  del  venerable  doctor  fray  Thamas  de  Aquino,  y  en  ella  infor- 
"men  a  sus  discípulos,  y  que  tengan  obligación  de  estudiar  con  diligen- 
"cia  en  ella  los  estudiantes";  y  amonesta  con  castigos  a  quienes  hicieren 
lo  contrario  (85).  A  un  idéntico  estado  de  espíritu  responde  otro  acuer- 
do del  misino  capítulo  por  el  que  excepcionalmente  se  autoriza  a  los 
religiosos  enviados  al  Estudio  general  para  vender  sus  libros  en  caso 
de  sufrir  necesidad,  pero  de  la  autorización  se  exceptúan  dos  libros  in- 
vendibles: la  Biblia  y  las  obras  de  Tomás  de  Aquino  (86). 

El  tomismo,  como  sistema  doctrinal  teológico-filosófico,  obtenía  así 
su  primera  consagración  oficial. 

(.85)  "Volumus  et  districte  iniungimus  lectoribus  et  sublectoribus  universis,  quod 
legant  et  determinent  secundum  doctrinara  et  opera  venerabilis  doctoris  fratris  Thomae 
de  Aquino,  et  in  eadem  scolares  suos  informent,  et  studentes  in  ea  cum  diligentia  tu- 
dere  teneantur." 

El  texto  del  acuerdo  consta  en  las  Actas,  t.  II,  pág.  38,  según  cita  que  tomo  del 
"Dictionnaire  de  Théologie  catholique",  VI,  pág.  888.  La  traducción  castellana  está  to- 
mada de  la  obra  de  Diago,  que  hemos  citado  en  la  nota  1,  pág.  40. 

(86)    Diago,  ibidem. 


SECCION  II:   LAS  DOCTRINAS  FILOSOFICAS  EN  LOS 
TEOLOGOS  FRANCISCANOS 

VI 

Gonzalo  de  Valboa 

Gonzalo  de  Valboa.  un  maestro  español  de  Duns  Scot. — Su  patria. — Su  actuación 
en  la  Orden;  el  Generalato. — La  disputa  con  los  "espirituales*1  en  Aviñón. — 
El  magisterio  en  París. — Relaciones  personales  con  Juan  Duns  Scot. — Escritos 
de  Gonzalo. — Sus  doctrinas  y  posición  filosófica. — La  disputa  con  Eckehart. 

29.  La  Orden  franciscana  se  mantiene  en  un  principio  alejada  de 
los  estudios.  En  su  ideal  de  restablecer  el  espíritu  evangélico  que  infor- 
mó la  predicación  de  Jesús  y  los  apóstoles,  San  Francisco  y  sus  com- 
pañeros restauran  la  simplicidad  del  vivir  cristiano,  ajeno  a  toda  clase 
de  superfluidades.  Ai  profano  saber,  e  incluso  a  la  teología,  los  conside- 
ran como  lujo  y  ocupación  mundanos  a  los  que  el  buen  religioso  ha  de 
renunciar.  Se  comprende  la  emoción  profunda  con  que  los  humildes 
franciscanos  de  aquella  primera  generación  recibirían  en  1231  la  noticia 
de  haber  solicitado  el  ingreso  en  la  Orden  el  máximo  prestigio  de  la 
Universidad  parisina.  Con  Alejandro  de  Hales  se  inicia  entre  los  mi- 
noritas  una  corriente  favorable  a  los  estudios  que  había  de  seducir  a  los 
espíritus  más  cultos  y  en  el  mismo  siglo  xiii  había  de  .provocar  el  flore- 
cimiento de  una  auténtica  escuela  franciscana  con  personalidades  tan 
eminentes  como  San  Buenaventura,  el  obispo  Grosseteste  y  Juan  Duns 
Scot;  por  más  que  en  la  Orden  perduró,  frente  a  esta  corriente,  el 
recelo  y,  en  ocasiones,  la  protesta  de  los  sectores  más  rígidos  que  aspi- 
raban a  guardar  incólume  la  sencillez  primitiva  del  Fundador  de  Asís. 

30.  A  esa  escuela  teológica  más  antigua  del  franciscanismo  perte- 
nece un  español  ilustre,  si  bien  harto  olvidado,  que  entre  sus  muchos 
méritos  cuenta  el  de  haber  enseñado  y  protegido  en  sus  estudios  a  Juan 
Duns  Scot.  Su  nombre  es  Gonzalo  de  Valboa,  nacido  de  noble  linaje 


—  189  — 


en  la  ¡provincia  de  Santiago  de  Compostela  (87).  Las  crónicas  no  hablan 
de  ól  hasta  que  ocupa  cargos  importantes  en  la  Orden.  En  1290  le  pre- 
sentan al  frente  de  lia  provincia  de  Santiago.  Catorce  años  después,  a 
la  sazón  en  que  ejercía  de  provincial  en  Castilla,  asistió  al  capítulo  de 
Asís  y  fué  elegido  General  de  la  Orden  en  sustitución  de  Fr.  Juan 
Minio,  que  acababa  de  ser  promovido  al  cardenalato  (88).  En  la  interna 
disidencia  que  desde  tiempo  venía  minando  la  Orden,  Gonzalo  continuó 
la  política  de  su  inmediato  antecesor  contraria  al  partido  rigorista.  Las 
primeras  medidas  de  Gonzalo  provocaron  en  seguida  el  descontento  de 
esta  fracción  a  cuyo  frente,  muerto  ya  Olivi,  se  pusieron  Ubertino  de 
Cásale  y  Angel  Clareno.  La  desobediencia  llegó  a  tales  extremos  que 
eil  General  se  vió  obligado  a  requerir  la  intervención  de  Carlos  II  de 
Anjou,  rey  de  Ñapóles,  en  castigo  de  los  rebeldes.  Sin  embargo,  el  mo- 
vimiento de  los  espirituales  iba  en  aumento,  sobre  todo  en  el  mediodía 
de  Francia ;  los  de  Provenza,  por  el  intermedio  de  su  amigo  y  protector 
Arnaldo  de  Vrlanova,  lograron  que  el  rey  de  Nápoles  escribiera  al  Ge^ 
neral  intercediendo  por  los  perseguidos  y  aun  amenazando  con  hablar 
directamente  al  Papa  de  la  reforma  de  la  Orden.  Se  ignora  la  respuesta 
que  diera  Gonzalo  a  esta  carta,  fechada  en  5  de  mayo  de  1309;  pero  es 
lo  cierto  que,  coincidiendo  con  la  real  iniciativa,  crecieron  las  dificulta- 
des de  su  gobierno.  Se  vio  envuelto  por  el  Papa  en  una  velada  censura 
de  tolerancia  por  los  abusos  en  .materia  de  adquisición  de  bienes.  De 
súbito,  en  octubre  del  imismo  año  1309,  Clemente  V  convocó  en  Grous- 
seau,  cerca  de  Malencéne  en  el  condado  de  Aviñón,  una  asamblea  al 
objeto  de  solventar  las  disidencias  internas  de  la  Orden;  empezó  en- 
tonces una  escandalosa  disputa,  que  se  había  de  prolongar  durante  dos 
años,  entre  los  espirituales,  capitaneados  por  Ubertino  de  Casaíe,  y  la 
fracción  (moderada  representada  por  el  propio  Gonzalo,  quien  hubo  de 


(87)  Nos  referimos,  claro  está,  a  la  provincia  religiosa.  La  nobleza  de  su  estirpe  es 
atestiguada  por  su  compatriota  Alvaro  Pelayo  en  el  De  planctu  Ecclesiae,  art.  67.  Los 
documentos  le  apellidan  Gonsalvus  de  Valle  bona,  que  puede  traducirse  indistintamente 
por  Balboa,  Valboa,  Valbona  o  Valbuena.  En  Galicia  existen,  efectivamente,  muchos 
lugares  denominados  así,  sobre  todo  en  la  parte  de  Pontevedra  y  en  los  obispados  de 
Lugo  y  Mondoñedo  (véase  el  Diccionario  geográfico-estadístico-histórioo  de  España,  por 
Pascual  Madoz) ;  también  los  hay  en  Portugal  y  en  Castilla,  y  tal  vez  por  esta  cir- 
cunstancia los  portugueses  lo  reclaman  como  connacional,  mientras  otros  autores  le  hacen 
leonés.  Sin  embargo,  en  antiguos  manuscritos  se  le  designa  como  gallicus,  a  buen  seguro 
por  corrupción  de  gallecus;  asimismo,  la  Crónica  de  los  24  Generales  de  la  Orden  francis- 
cana hace  constar  taxativamente  su  condición  de  "gallego". 

(■88)  P.  Jesús  Formoso:  Gonzalo  de  Balboa,  maestro  y  protector  de  Escoto.  "El 
Eco  Franciscano",  Santiago  de  Compostela,  número  de  15  de  noviembre  de  1928,  pá- 
ginas 526-528. 


—  190  — 


solicitar  el  apoyo  de  Fr.  Alejandro  de  Alejandría,  Fr.  Gil,  Fr.  Martín 
y  otros.  Las  incidencias  de  esta  disputa  pertenecen,  más  bien,  a  la  his- 
toria religiosa  (89). 

Entre  tanto,  no  descuidaba  Gonzalo  los  demás  asuntos  de  gobierno. 
Cada  tres  años  convocó  a  capítulo  general:  para  1307  en  Toulouse,  don- 
de confirmó  la  censura  ipronunciada  por  el  capítulo  de  1302  contra  Juan 
Minio  por  abusos  en  las  rentas;  y  para  1310  en  Padua  donde,  bajo  la 
presión  de  las  circunstancias,  emprendió  una  campaña  para  acabar  con 
las  corruptelas  introducidas  en  Ja  Orden  en  materia  de  adquisición  de 
bienes.  Cumpliendo  la  voluntad  del  capítulo  general  de  1307,  se  trasla- 
dó a  Poitiers  para  intervenir  en  las  diferencias  surgidas  entre  el  Papa 
y  Felipe  el  Hermoso  en  el  asunto  de  los  Templarios,  ya  entonces  en 
gestación  (90).  Otro  asunto,  al  que  aplicó  su  actividad  por  estar  asimis- 
mo relacionado  con  las  disidencias  interiores  de  la  Orden,  fué  la  orga- 
nización de  las  -comunidades  religiosas  de  mujeres;  de  la  atención  solí- 
cita con  que  seguía  su  desarrollo  dan  fe  dos  cartas  suyas,  fechadas  res- 
pectivamente en  Gerona  a  3  de  enero  de  1308  y  en  Pamplona  a  n  de 
febrero  de  1309  (91).  También  bajo  su  gobierno  alcanzaron  un  floreci- 
miento extraordinario  las  misiones  franciscanas  a  pueblos  muy  diversos: 
sarracenos,  paganos,  griegos,  búlgaros,  cumanos,  íberos,  alanos,  gázaros, 
godos,  sicos,  moclitas  y  otras  naciones  del  Oriente  y  de  Aquilón,  como 
después  de  su  muerte  hizo  constar  en  elogio  suyo  Clemente  V. 

Tras  un  generalato  largo  de  nueve  años,  abatido  por  los  disgustos  y 
la  fatiga  del  cargo,  murió  Gonzalo  en  París  en  13  de  abril  de  13 13.  Sus 
restos  recibieron  sepultura  en  el  convento  franciscano  de  dicha  ciudad. 

31.  Hemos  omitido  adrede  hablar  de  la  carrera  escolar  de  Gonzalo, 
de  la  que  hasta  el  presente  tan  sólo  poseemos  noticias  muy  fragmen- 
tarias. Su  condición  de  magister  viene  atestiguada  en  las  actas  de  la  elec- 
ción de  Asís,  en  los  manuscritos  de  sus  obras  y  en  las  alegaciones  de  los 
adversarios  (92).  Pero  ignoramos  en  qué  años  debió  tener  lugar  esta  en- 

(89)  P.  José  M.a  Pou :  Fr.  Gonzalo  de  Balboa,  primer  General  español  de  la  Orden. 
"Revista  de  Estudios  Franciscanos"   Sarriá  (Barcelona),  vol.  VII,  191 1,  págs.  1 71-180 

y  332-342. 

Í90)  P.  André  Callebaut :  Duns  Scot,  sa  maitrise,  son  départ.  "Archivum  Francisca- 
num  Historicum'',  XXI,  1928,  págs.  206-239. 

(91)  Las  ha  publicado  el  P.  Ambrosio  de  Saldes,  O.  M.  Cap.,  en  "Estudis  Francis- 
cans",  1926,  2.0  semestre,  págs.  278  y  286. 

(92)  Ubertino  de  Cásale,  en  una  defensa  ante  el  Papa  en  1312,  se  expresa  así: 
"Frater  etiam  Gonsalvus  Generalis,  cum  legeret  sententias  Parisius  in  scholis  fratrum 
Minorum,  illam  opinionem...  tenuit...,  ut  dicunt,  qui  presentes  erant  in  scholis,  dum 
leeeret..."  (citado  por  el  P.  André  Callebaut :  Le  Beat  Jean  Duns  Scot  étudiant  á  París 
ven  12Q3-1206.  "Archivum  Franciscanum  Histcricum",  vol.  XVII,  1924,  pá<rs.  1-12). 


—  i9i 


señanza.  Callebaut  ha  conjeturado  ipor  indicios  que  las  lecciones  de  Gon- 
zalo de  Valboa  en  París  debieron  ser  profesadas  en  la  última  década 
del  siglo  xiii  con  posterioridad  al  magisterio  de  Juan  Minio  (1289-1290) 
y  antes  de  ocurrir  la  muerte  de  Olivi  en  1298.  La  conjetura  está  hoy 
avalada  documentalmente,  pero  a  la  vez  rectificada  en  cuanto  a  la  fecha, 
desde  la  publicación  de  la  lista  de  los  franciscanos  que  se  hallaban  en 
París  en  24  de  junio  de  1303 ;  en  ella  figuran  "fr.  Gundissalvus  magister" 
y,  un  poco  más  abajo,  "fr.  J omines  Scotus",  que  seguía  entonces  sus 
cursos  de  bachiller  sentenciario  (93). 

La  fijación  de  esta  fecha  aclara  la  relación  histórica  de  Gonzalo  de 
Valboa  con  dos  grandes  mentalidades  de  su  época :  Eckehart  y  Duns 
Scot.  Por  los  mismos  años  de  1302  y  1303  ocupaba  en  París  la  cátedra 
de  teología  reservada  a  los  dominicos  extranjeros  el  místico  alemán 
Eckehart.  La  simultaneidad  de  su  enseñanza  con  la  de  Gonzalo  dió  pie 
a  una  interesante  controversia  entre  ambos,  de  la  que  nos  ha  quedado 
testimonio  fehaciente  (94). 

El  magisterio  de  Gonzalo  sobre  Duns  Scot  aparece  atestiguado^  en 
una  carta,  conocida  desde  hace  tietmpo,  por  la  que,  a  título  de  General, 
ordena  al  guardián  del  convento  de  París  que  presente,  para  la  licen- 
ciatura de  teología,  a  Juan  Scot,  "de  cuya  vida  digna  de  alabanza,  exce- 
lente saber,  sutilísimo  ingenio,  así  como  de  sus  demás  cualidades,  estoy 
plenamente  informado,  en  parte  por  haberlo  experimentado  largamente 
y  en  parte  por  su  fama  que  ha  corrido  ¡por  doquier"  (95).  Ese  conoci- 
miento personal  que  Gonzalo  alega  poseer  de  Duns  Scot,  es  una  alu- 
sión harto  transparente  a  los  años  de  convivencia  en  París,  durante  los 
que  el  maestro  se  percató  de  sus  sobresalientes  dotes,  en  especial  de  la 

(93)  La  lista  ha  sido  descubierta  y  publicada  por  el  P.  Ephrem  Longpré;  véase  su 
artículo:  Gonzalve  de  Balboa  et  le  B.  Duns  Scot  en  "Etudes  franciscaines",  1924,  pá- 
ginas 640-646,  en  apéndice  al  cual  publicó  el  texto  de  una  cuestión  de  Gonzalo  acerca 
de  la  primacía  de  la  voluntad  sobre  el  entendimiento  (ibidem,  1925,  págs.  170-182). 

(94)  En  los  manuscritos  1.071  de  la  Biblioteca  municipal  de  Aviñón  y  1.086  de  la 
Vaticana,  a  base  de  los  cuales  Grabmann  y  Longpré  han  publicado  recientemente  varios 
textos  de  Eckehart  y  la  cuestión  de  Gonzalo  en  contra  de  Eckehart.  Véase  Longpré: 
Questions  inédites  de  maitre  Eckehart,  O.  P.,  et  de  Gonzalve  de  Balboa,  O.  F.  M.,  en 
"Revue  Néoscolastique  de  Philosophie",  vol.  XXIX,  1927,  págs.  69-85;  y  Grabmann- 
Neuaujgefundene  Pariser  Quaestionen  Meúster  Eckharts  und  ihre  Stellung  in  seinem  gei- 
stigen  Entwicklungsgange,  en  "Abhandlungen  der  bayerischen  Akademie  der  Wissen- 
schaften",  XXXII,  7;  München,  1927. 

(95)  La  carta  está  fechada  en  Ancona  a  10  de  noviembre  de  1304,  pocos  meses 
después  de  haber  ascendido  Gonzalo  al  Generalato  de  la  Orden.  Fué  publicada  por 
Wadding:  Anuales  Ordinis  Minorum  ad  an.  1304,  n.°  32,  vol.  VI,  Roma,  1733,  pág.  51; 
y  reproducida  por  Denifle-Chatelain :  Chartularium  Universitatis  Parisiensis,  t.  II,  París, 
1891,  pág.  117. 


—  192  — 


sutileza  (96)  de  su  ingenio;  y  así,  ai  ordenar  como  General  la  primera 
propuesta  para  los  grados  académicos,  no  dudó  en  presentar  a  su  emi- 
nente discípulo.  Callebaut  sospecha  que  la  "larga  experiencia"  de  Gon- 
,zalo  debió  ser  adquirida  en  varios  años  de  magisterio  y  sitúa  hipoté- 
ticamente el  primer  encuentro  con  Duns  Scot  en  París  al  comenzar  la 
última  década  del  siglo  xm;  es  probable,  sin  embargo,  que  esta  fecha 
deba  ser  retrasada  en  unos  años. 

Gonzalo  de  Valboa  y  Duns  Scot  permanecieron  juntos  en  París 
hasta  finalizar  el  primer  semestre  de  1303,  en  el  que  un  edicto  real 
les  obligó  a  traspasar  las  fronteras.  En  las  querellas  entre  Felipe  el  Her- 
moso y  Bonifacio  VIII,  ambos  se  mostraron  inflexibles  partidarios  del 
Papa;  su  negativa  a  estampar  la  firma  en  el  documento  de  protesta  que 
en  junio  de  dicho  año  el  rey  exigió  a  toda  la  Universidad,  atrajo  sobre 
sí  el  castigo  de  expulsión  con  que  fueron  penados  los  extranjeros.  Scot 
regresó  a  París  a  los  pocos  meses;  no  así  Gonzalo,  que  se  había  mar- 
chado a  España  y  a  quien  la  Orden  reclamó  en  seguida  para  los  altos 
cargos. 

El  recuerdo  de  aquel  lamentable  episodio  quedaría  muy  vivo  en  la 
mente  de  Gonzalo,  por  cuanto  en  los  años  siguientes  avizora  con  inquie- 
tud el  horizonte  político  de  París.  En  1307  presagia  otra  amenaza  que 
se  cierne  sobre  su  discípulo  predilecto;  y,  antes  de  que  estalle  la  conjura 
tramada  contra  Duns  Scot,  de  un  golpe  certero  el  General  le  pone  en 
salvo  con  un  traslado  súbito  a  Colonia;  la  orden  de  marcha  fué  tan  ful- 
minante que.  al  decir  de  los  cronistas,  el  interesado  no  pudo  ni  siquiera 
recoger  los  objetos  de  su  uso  personal. 

32.  El  paso  de  Gonzalo  por  el  Generalato  coincide  con  un  incre- 
mento en  la  cultura  literaria  de  la  Orden.  Su  gobierno  motiva  tres  do- 
cumentos de  gran  interés  para  la  ihistoria  de  la  misma:  la  carta  sobre 
los  protectores  de  la  Orden,  que  escribió  Fr.  Felipe  de  Perusa;  el  Cro- 
nicón de  la  sucesión  de  los  Generales  que  su  autor,  Fr.  Pelegrín  de  Bo- 
lonia, dedicó  al  propio  Gonzalo ;  y  el  catálogo  que,  de  su  nombre,  se  ha 
llamado  "gonzalvino". 

Él  mismo  fué  notable  polemista,  exégeta  y  teólogo ;  y,  aunque  una 
parte  de  sus  escritos  sin  duda  se  ha  perdido,  todavía  conservamos,  ade- 
más de  unas  cuantas  cartas,  varios  tratados  suyos.  En  Salamanca  se  pu- 
blicó el  año  1506,  y  ha  visto  la  luz  otras  veces,  un  Memorial e  de  Gon- 

(96)  El  P.  Formoso,  en  su  ya  citado  artículo,  apunta  la  idea  de  que  el  calificativo 
laudatorio  usado  por  el  General  en  la  carta  de  presentación  de  Duns  Scot  haya  originado 
el  título  honorífico  de  Doctor  Sutil  con  que  se  le  suele  distinsuir  entre  los  teólogos  es- 
colásticos. 


—  193  — 


ízalo  sobre  los  preceptos,  consejos,  admoniciones  y  libertades  en  la  ob- 
servancia de  la  Regla  de  su  Orden,  (que  empieza  así :  "Regula  riostra, 
fratres  charissimi,  non  videatur  vobis  confusa..."  Al  mismo  género  per- 
tenecen tres  obritas  expositivas,  en  dos  de  las  cuales  explica  la  razón 
formal  del  voto  de  los  franciscanos  y  en  la  tercera  se  especifica  qué 
cosas  están  mandadas  en  la  Regla  a  título  preceptivo  (97).  Añádanse 
los  escritos  polémicos  que  compuso  en  ocasión  de  la  disputa  de  Aviñón, 
conservados  en  un  códice  de  la  Biblioteca  Vaticana  (98) ;  de  la  pluma 
de  Gonzalo  salieron  'las  respuestas  a  los  artículos  de  Raimundo  Gaufre- 
do  y  Guido  de  Mirapeau,  así  como  el  memorial  de  contestación  a  liber- 
tino de  Cásale  que  empieza  con  las  palabras:  "Religiosi  viri...".  Su  Co- 
mentario a  las  Sentencias  yace  ignorado,  o  tal  vez  perdido ;  y  el  único 
resto  que  nos  queda  de  su  enseñanza  teológica,  son  una  serie  de  Cues- 
tiones disputadas  de  un  relevante  interés  ¡(99).  Por  fin,  los  hallazgos  re- 
cientes de  manuscritos  han  permitido  identificar,  entre  las  obras  atri- 
buidas a  Duns  Scot,  una  que  es  original  de  Valboa;  me  refiero  a  las 
Co?ícIusion\es  utilissimae  <ex  XII  libris  Metaphysicorum  Aristotelis,  cuya 
verdadera  paternidad  se  había  ignorado  hasta  ahora  (100). 

33.  En  esta  obra,  que  es  un  (producto  escolar  típico,  el  autor  se 
limita  a  entresacar  del  texto  de  Aristóteles  las  conclusiones  que  allí 
asertóricamente  se  establecen,  en  su  enunciado  literal.  Se  elude,  pues, 
la  glosa  textual  y  el  comentario  o  disputa  de  las  dificultades  que  la  lec- 
tura del  texto  suscita.  El  extracto  es  enteramente  objetivo,  sin  añadi- 
dura de  propia  sustancia  por  parte  del  autor,  a  quien  serviría  induda- 
blemente de  instrumento  de  trabajo,  ya  fuese  como  un  ejercicio  esco- 
lar o  para  preparación  de  las  lecciones  de  clase.  Los  trozos  en  que  Aris- 
tóteles expone  opiniones  ajenas  o  se  enzarza  en  disquisiciones  con  los 
adversarios  sin  llegar  a  soluciones  definitivas,  son  eliminados ;  así  ocu- 


(97)  Comienzan  así,  respectivamente:  "Et  quicumque  hanc  regulam...",  "Beatus  qui 
intelligit...",  "Ut  fratres  .melius..."  (véase  el  artículo  antes  citado  del  P.  Pou). 

(08)  Es  el  códice  3740,  en  el  que  están  coleccionados  los  varios  escritos  compuestos 
•en  ocasión  de  la  disputa. 

(99)  En  los  manuscritos  de  Aviñón  y  de  la  Vaticana  citados  en  la  nota  94. 

(100)  Su  texto  está  publicado  en  las  Opera  otnnia  de  Duns  Scot,  en  el  vol.  VI  y 
págs.  601-667,  edición  de  Luis  Vives  en  París,  1892. 

La  falsedad  de  la  atribución  a  Duns  Scot  fué  revelada  por  el  siguiente  explicit  de  un 
manuscrito  que  el  P.  Fidel  de  Fanna  halló  en  el  Seminario  patriarcal  de  Venecia:  "Ex- 
pliciunt  collationes  metaphysicae  secundum  magistrum  Gonsalvum,  tune  Parisiensem 
lectorem  ac  demum  Ordinis  'Minorum  generalem." 

Mgr.  Pelzer  confirmó  la  atribución  a  Gonzalo  de  Valboa  merced  al  hallazgo  de  otro 
manuscrito  de  la  misma  obra  en  la  Biblioteca  Vaticana,  en  cuyo  explicit  se  contienen 
datos  idénticos  y  todavía  se  añade  este  otro:  "de  provincia  Scti.  Jacobi  oriundo". 


«1 


—  194  — 


rre  con  los  libros  tercero  y  quinto.  Pese  a  su  objetividad,  el  extracto  se 
hace  más  denso,  sin  embargo,  a  partir  del  libro  séptimo,  en  que  se  entra 
a  hablar  de  la  sustancia,  de  la  materia  y  de  la  forma,  del  acto  y  de  la 
potencia,  del  ser  y  de  sus  divisiones;  y  resulta  enormemente  amplifica- 
do en  los  dos  últimos  libros  que  versan  sobre  las  sustancias  espirituales 
separadas.  Este  extracto  documental  de  la  doctrina  metafísica  de  Aris- 
tóteles constituye  una  prueba  fehaciente  de  la  probidad  con  que  proce- 
dían en  el  trabajo  científico  los  teólogos  del  siglo  xiii. 

Por  una  referencia  de  Juan  de  Pouilly  en  la  cuestión  8.a  de  su  quo- 
libet  IV  conocemos  la  doctrina  de  Gonzalo  de  Valboa  acerca  del  sujeto 
de  'las  virtudes  morales.  Godofredo  de  Fontaines,  en  su  quolibet  XIV, 
había  defendido  la  tesis  de  que  todas  las  virtudes  morales  residen  en 
d  apetito  ¡sensitivo  como  en  su  sujeto.  Fundaba  el  aserto  en  que  a  la 
voluntad  le  basta  con  que  el  entendimiento  le  muestre  el  jbien  para  que- 
rerlo, sin  que  le  haga  falta  hábito  de  ninguna  especie.  Sólo  los  apetito? 
sensuales  podrían  desviar  la  voluntad  de  su  camino ;  para  evitarlo,  pre- 
cisan hábitos  de  icontención  de  aquéllos  dentro  de  sus  debidos  límites. 
Tales  hábitos  morales  o  virtudes  son  inherentes,  pues,  a  los  apetitos  sen- 
soriales a  los  que  encauzan;  pero  no  a  la  voluntad,  que  no  'los  necesita. 
A  este  intelectual ismo  determinista  que  entraña  una  concesión  a  la  psi- 
cología aristotélica,  se  oponía  la  doctrina  tradicional  agustiniana,  de  fon- 
do platónico,  según  la  cual  ;los  hábitos  morales  perfeccionan  inmedia- 
tamente a  la  voluntad  en  la  relación  /que  mantiene  con  las  varias  fuer- 
zas ciegas  que  integran  el  apetito  inferior.  A  este  modo  de  ver  se  había 
adherido  Gonzalo  de  Valboa,  según  el  testimonio  de  Juan  de  Pouilly, 
discípulo  y  partidario  de  Godofredo  de  Fontaines  (101). 

34.  Merced  a  las  investigaciones  de  Longpré  y  Grabmann  ( 102) 
conocemos  hoy  el  texto  íntegro  de  dos  ^cuestiones  teológicas  y  el  índice 
de  materias  de  otras  cinco  cuestiones  sostenidas  por  Gonzalo  en  la  Uni- 
versidad de  París  entre  los  años  de  1302  y  1303.  Todas  ellas  giran  en 
torno  al  tema  fundamental  del  latís  Dei — un  tema  no  inventariado  hasta 
ahora  en  la  historia  de  la  literatura  teológica — ,  bajo  cuyo  nombre  en- 
tiende el  acto  por  el  que  el  entendimiento  práctico  se  entrega  a  la  afec- 
tuosa (Consideración  del  Ser  divino.  En  el  cotejo  de  este  acto  icón  el  de 
visión,  o  pura  contemplación  intelectual,  y  con  el  de  amor  (dilectio,  cha- 
ritas)  se  hace  ostensible  una  de  las  más  profundas  discrepancias  en  la 


(101)  Consúltese  a  A.  Pelzer:  Godefroid  de  Fontaines  et  ses  manuscrits,  en  "Revue- 
de  Phüosophie  Néoscolastique",  vol.  XX,  1913,  págs.  ,528-529. 

(102)  Véanse  los  estudios  de  ambos,  citados  en  las  notas  93  y  94. 


-  195  — 


teología  de  fines  del  sigilo  xiii,  a  la  que  escinde  en  sus  dos  corrientes  de 
intel'ectualismo  y  voluntarismo.  La  posición  voluntarista  de  Gonzalo,  que 
comparte  con  los  demás  teólogos  franciscanos,  se  acusa  fuertemente  en 
la  clásica  cuestión  acerca  de  la  primacía  de  la  voluntad  o  del  entendi- 
miento (103),  a  propósito  de  la  cual  .Gonzalo  combate  las  manifestacio- 
nes coetáneas  del  intelectualismo,  desde  la  forma  extrema  propugnada 
jpor  los  averroístas  y  por  Goklofredo  -de  Fontaines,  quienes  reconocen 
a  toda  potencia  cognoscitiva  superioridad  sobre  cualquiera  potencia  ape- 
titiva, hasta  las  posiciones  más  moderadas — por  ejemplo,  la  de  Santo 
Totmás — que  mantienen  la  primacía  del  entendimiento  especulativo  sobre 
la  volunta'd,  aunque  no  la  del  entendimiento  práctico  ,(104).  Frente  a 
unos  y  a  otros,  Gonzallo  sostiene  que  la  voluntad  excede  en  nobleza  al 
entendimiento,  y  quiere  recabar  a  favor  de  su  opinión  nada  menos  que 
la  autoridad  de  Aristóteles  y  la  de  todos  los  teólogos  ique  le  han  pre- 
cedido, hasta  el  extremo  de  negar  la  existencia  de  autoridades  a  favor 
de  la  tesis  contraria.  En  ,una  argumentación  que  se  ciñe  ca'da  vez  más 
hasta  apurar  el  asunto,  demuestra  que  el  acto  de  la  voluntad,  cuando  se 
le  compara  con  el  acto  del  entendimiento,  recaba  la  condición  de  fin,  lo 
cuál  le  otorga  una  mayor  nobleza.  Si  suponemos  luego  que  las  dos  po- 
tencias obran  en  él  grado  más  excelente  de  que  son  capaces,  el  acto 
óptimo  de  la  voluntad  siempre  aventajará  al  acto  óptimo  del  entendi- 
miento. El  estado  beatífico,  en  el  que  la  energía  espiritual  hállase  subli- 
mada, se  constituye  esencialmente  (por  un  acto  de  la  voluntad ;  el  acto 
del  entendimiento  es,  a  lo  sumo,  una  parte  integrante  de  'Ta  beatitud  o, 
tal  vez,  una  condición  previa  al  logro  de  (la  misma  (105). 

Más  definitoria  es,  todavía,  la  pregunta  de  si  el  acto  beatífico  de  la 
alabanza  a  Dios  reviste  una  condición  más  excelsa  que  el  ,acto  de  amor 
a  Dios  en  la  vida  terrena  (106),  a  la  que  Gonzalo  responde  negativamen- 
te. En  su  opinión,  él  acto  ¡de  amor  es  simplemente  más  noble  que  el  de 
visión  y  el  de  alabanza ;  y  la  circunstancia  de  que  el  espíritu  lo  realice 
en  la  vida  presente,  implica  en  él  una  transitoria  imperfección  que  no 


(103)  "Utrum  poten tia  qua  Deus  laudatur  mentaliter  sit  nobilior  quacumque  alia 
potentia,  id  est,  utrum  intellectus  sit  nobilior  quam  voluntas." 

El  texto  íntegro  ,de  da  cuestión  ha  sido  publicado  por  el  P.  E.  Longpré  en  "Etudes 
franciscaines",  1925,  págs.  170-181. 

(104)  Esta  tesis  hállase  desarrollada  en  la  Summa  Theologica,  1.a  II.ae,  q.  3,  art.  5. 

(105)  "...  actus  intelligendi  aut  est  pars  beatitudinis  integralis,  sicut  puto,  quia  non 
potest  esse  tota  beatitudo,  aut  aliquid  praevium  ad  beatitudinem." 

(106)  "Utrum  laus  Dei  in  patria  sit  nobilior  ejus  dilectione  in  via." 

El  texto  de  esta  cuestión  ha  sido  publicado  por  Longpré  y  por  Grabmann,  indepen- 
dientemente, en  los  estudios  que  hemos  citado  en  la  nota  94. 


—   iqó  — 


empaña,  sin  embargo,  su  excelencia  radical.  Con  una  respuesta  tan  con- 
tundente, Gonzalo  toma  ¡posición  frente  al  intelectualismo  de  Eckehart, 
quien  no  sólo  había  identificado  en  Dios  la  inteligencia  con  su  misma 
esencia  ("Deus  est  ipsum  intelligeré"),  sino  que  había  señalado  en  la 
visión  beatífica  el  acto  decisivo  de  la  mística  transformación  del  alma  en 
Dios  ("ipjitm  intelligere  quaedam  deiformitas  uel  deiformatio  £st"). 

Ese  marcado  voluntarismo  de  Gonzalo  de  Valboa  es  grávido  en  reper- 
cusiones psicológicas,  epistemológicas  y  teológicas.  Para  ceñirnos  a  las 
primeras,  señalaremos  las  'doctrinas  referentes  al  libre  albedrío  y  al  ca- 
rácter de  la  ciencia  teológica.  Gonzalo  niega  la  determinación  intelec- 
tual de  la  voluntad  y  recaba  para  ésta  la  autodeterminación  exclusiva. 
El  entendimiento  es  luz  y  .guía  dd  obrar,  pero  el  obrar  mismo  es  fruto 
de  la  decisión  voluntaria.  Conforme  a  la  tradición  franciscana,  define 
la  teología  como  una  ciencia  práctica  que  tiene  por  finalidad  encaminar 
al  hombre  a  la  fruición  de  Dios ;  consiguientemente,  rechaza  la  doctrina 
de  que  la  teología  se  ordene  a  la  pura  .contemplación  del  Ser  divino  o 
sirva,  a  lo  sumo,  para  excitar  vivamente  nuestros  afectos  hacia  Él. 

En  ese  esbozo  fragmentario  de  las  doctrinas  de  Gonzalo  de  Valboa 
es  fácil  adivinar  los  motivos  capitales  del  sistema  teológico-filosófico  de 
Juan  Duns  Scot.  El  conocimiento  ulterior  de  las  Cuestiones  disputadas, 
así  como  de  sus  demás  escritos,  arrojará  de  seguro  nueva  luz  sobre  el 
problema  de  la  formación  intelectual  de  su  gran  discípulo  (107). 

(107)  Para  el  cotejo  entre  la  doctrina  de  Gonzalo  de  Valboa  y  la  de  Duns  Scot, 
véase  la  tesis  doctoral  de  Joaquín  Carreras  Artau:  Ensayo  sobre  el  voluntarismo  de 
J.  Duns  Scot.  Gerona,  1923. 


VII 


Alfredo  Gunter. 

Alfredo  Gunter,  un  discípulo  de  Duns  Scot  en  España. — Noticias  biográficas. — 
Producción  literaria. — Su  enseñanza  en  Barcelona. 

35.  Para  completar  el  cuadro  de  las  varias  corrientes  escolásticas 
del  siglo  xiii  que  hallaron  eco  en  Esipaña,  y  aun  a  trueque  de  forzar 
ligeramente  la  cronología,  séanos  lícito  mencionar  un  teólogo  extran- 
jero en  quien  es  fácil  reconocer  a  uno  de  tantos  introductores  de  las 
doctrinas  escotistas,  que  pronto  habían  de  contar  en  este  país  con  ar- 
dientes y  numerosos  partidarios.  Nos  referimos  al  minorita  bretón  Alfre- 
do Gunter,  discípulo  inmediato  de  Duns  Scot,  quien  en  el  primer  cuarto 
del  siglo  xiv  ejerció  'de  lector  en  el  convento  de  Barcelona;  así  lo  expre- 
sa claramente  un  códice  del  año  1325  conservado  en  la  Biblioteca  Va- 
ticana (108). 

De  este  autor,  cuya  personalidad  Glorieux  no  ha  logrado  identifi- 
car (109),  se  conocen  algunos  escritos  teológicos  de  gran  interés.  Ante 
todo,  se  conservan  fragmentos  de  una  disputa  quo'libética  sostenida  en 
París,  probablemente  en  la  primera  década  del  siglo  xiv,  en  la  que,  ade- 
más de  alguna!s  tesiís  de  teología  moral,  se  defienden  las  afirmaciones  ca- 


(108)  Es  el  códice  3740,  que  contiene  Dicta  fratris  Aufredi  Gonterii,  lectoris  Bar- 
chinone  ad  injormationem  Minorum  contra  sequaces  magistri  Guillelmi  de  Sancto  Amore; 
véase  la  cita  en  Fr.  Ehrle:  Die  Ehrentitel  der  scholastischen  Lehrer  des  Mittelalters,  en 
"Sitzungsberichte  der  bayerischen  Akademie  der  Wissenschaften  zu  München",  1919,  pá- 
ginas 52-53. 

El  mismo  escrito  se  conserva  en  el  códice  4165  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid, 
cuya  descripción  puede  verse  en  el  artículo  del  P.  Martí  de  Barcelona,  O.  M.  Cap.: 
Notes  descriptives  deis  manuscrits  franciscans  medievals  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Ma- 
drid, inserto  en  "Estudis  Franciscans",  Barcelona,  1933,  pág.  3°5- 

En  la  Escolástica  posterior  Alfredo  Gunter  recibió  el  nombre  de  Doctor  Próvidas. 

(109)  "...  le  méme  nom  revient  plus  loin,  mais  sans  renseignements  suffisants  pour 
qu'on  puisse  tenter  ¡une  identification",  dice,  con  referencia  a  Gunter,  en  su  obra  La  lit- 
térature  quolibétique,  Kain,  1925,  pág.  233. 


—  198  — 


pítales  del  voluntarismo  escotista  (110).  Menos  conocido  es  su  Comenta- 
rio a  las  Sentencias,  del  cual  un  ,manuscrito  hallado  en  la  Catedral  de 
Pamplona  contiene  una  parte,  es  a  saber,  las  lecciones  acerca  de  los  li- 
bros II  y  III  dél  texto  de  Pedro  Lombardo,  con  apostillas  de  varios  otros 
escotistas  (111).  Tal  vez  podría  atribuírsele  un  tratado  de  teología  ascé- 
tica en  trece  libros,  titulado  De  tribus  usitatis  christianorum  actibus, 
orationp,  je  junio  et  eleemosyna,  que  fué  impreso  en  Basilea  en  1504  y 
otra  vez  en  1507  (112). 

Parece  que,  por  los  años  de  1321  a  1322,  A.  Gunter  desempeñaba  el 
cargo  de  lector  en  d  convento  de  franciscanos  de  Barcelona.  Suscitóse 
por  aquellos  días  en  la  corte  papal  de  Aviñón  una  ardua  disputa  en  torno 
al  alcance  del  voto  de  pobreza  a  que  venían  obligados  los  religiosos  pro- 
fesos de  las  Ordenes  mendicantes,  en  cuya  defensa  intervinieron  varios 
Cardenales  y  Prelados,  sobre  todo  franciscanos.  Para  rechazar  los  ata- 
ques de  los  adversarias  de  la  Orden,  que  habían  renovado  en  el  siglo  xiv 
las  acusaciones  de  Guillermo  de  Saint-Amour,  Alfredo  Gunter,  que  de- 
bió gozar  de  excelente  reputación  como  escritor  y  como  teólogo,  com- 
puso los  Dicta  que  constan  en  el  códice  ya  citado,  gracias  al  cual  ha  per- 
durado el  recuerdo  de  su  actuación  docente  en  España  (113). 

Cuo)  Glorieux,  en  la  obra  y  lugar  citados,  ha  publicado  el  título  de  cuatro  cues- 
tiones pertenecientes  a  este  quoltbet. 

Ciii)  Véase,  sobre  este  manuscrito,  el  artículo  de  Hunt  en  "Zentralblatt  für  Biblio 
thekswesen",  vol.  XIV,  1897,  págs.  283-290. 

(112)  Véase  una  noticia  de  esta  obra,  con  un  extracto  de  la  doctrina,  en  el  vol.  XVTT 
de  la  "Histoire  littéraire  de  la  France",  págs.  297-298. 

(113)  Sobre  la  intervención  de  Alfredo  Gunter  en  la  disputa  de  Aviñón,  consúltese 
la  obra  del  P.  José  M*  Pou:  Visionarios,  beguinos  y  fraticelos  catalanes;  Vich,  193c* 
págs.  231-236. 


CAPITULO  V 


EL  ANTI-ESCOLASTICISMO.  ARNALDO  DE  VILANOVA 

I 

Vida  y  escritos  de  Arnaldo. 

Su  patria. — Sus  estudios. — Ejercicio  de  la  medicina  y  profesorado. — Los  últimos 
doce  años  en  la  vida  de  Arnaldo. — Contiendas  teológicas  con  la  Universidad  de 
París.— Apelaciones  al  Papa. — Relaciones  con  los  reyes  de  Aragón  y  de  Si- 
cilia.— Muerte  de  Arnaldo. — Sus  escritos  médicos  y  teológicos. 

i.  Son  discutibles  los  títulos  por  los  que  Arnaldo  de  Vilanova  deba 
figurar  en  una  historia  de  las  ideas  filosóficas.  Sin  duda,  es  acreedor  por 
sus  exageraciones  teológicas  a  un  estudio  especial,  como  el  que  le  de- 
dicó Menéndez  y  Pelayo  en  su  Historia  de  los  Heterodoxos  españoles, 
o,  por  su  actividad  de  reformador,  a  una  monografía  como  la  escrita 
recientemente  por  P.  Diepgen.  Su  verdadero  lugar  se  halla  en  la  histo- 
ria de  la  medicina,  en  cuyo  desarrollo  ha  ejercido  un  considerable  in- 
flujo, a  pesar  de  lo  cual  falta  todavía  una  investigación  a  fondo  de  las 
innovaciones  ideológicas  y  de  método  que  Arnaldo  de  Vilanova  aportó 
a  la  medicina  de  su  tiempo.  H.  Finke  ha  puesto  en  claro  su  interven- 
ción en  las  luchas  religiosas  coetáneas ;  y  los  biógraf  os  catalanes,  entre 
los  que  merece  ser  citado  especialmente  Ramón  de  Alós,  su  participación 
en  la  historia  política  y  cultural  del  reino  catalano-aragonés. 

La  biografía  de  Arnaldo  ofrece  todavía  bastantes  lagunas  y  oscuri- 
dades, aunque  se  ha  hecho  la  luz  sobre  grandes  trozos  de  su  vida  gra- 
cias a  los  esfuerzos  de  los  investigadores  citados  (i).  Ante  todo,  se  ha 
logrado  desvanecer  el  misterio  en  torno  a  la  verdadera  patria  de  Arnal- 

(i)    He  aquí  la  bibliografía  esencial  referente  a  Arnaldo: 

M.  Menéndez  Pelayo:  Arnaldo  de  Vilanova,  médico  catalán  del  siglo  tai',  Madrid,; 


—    200  — 


do.  Las  nuevas  fuentes  documentales  han  echado  definitivamente  por 
tierra  la  hipótesis  de  su  origen  francés  que  algunos  biógrafos,  siguiendo 
la  falsa  indicación  del  médico  Champier,  el  amigo  y  protector  de  Mi- 
guel Servet,  abonaron  en  el  siglo  pasado,  como  asimismo  el  supuesto  de 
su  naturaleza  provenzal.  Arnaldo  de  Vilanova  fué  catalán.  Jaime  II, 
de  quien  era  médico,  le  protege  por  ser  "de  nostris  partibas  oriundus" ;  y 
Arnaldo,  en  varias  cartas  y  dedicatorias  a  Jaime  II,  reitera  una  y  otra 
vez  esta  condición  de  subdito  suyo.  En  unos  versos  originales  de  Ar- 
naldo que  encabezan  un  tratado  de  agrimensura,  se  dice  en  términos 
taxativos : 

"De  Quataluenha  nadieu  fuy." 

Cabe  concretar  más  el  sitio  de  Cataluña  en  que  Arnaldo  vió  la  luz  pri- 
mera. Aunque  Menéndez  y  Pelayo  le  supuso  natural  de  Lérida  o  de 
su  contorno,  basándose  en  el  calificativo  de  ilerdensis  que  el  propio  Ar- 
naldo se  aplica  en  uno  de  sus  escritos  (2),  Jaime  II  afirma  que  nació  en 
una  ciudad  con  puerto  de  mar.  ;Cuál  sería?  Sin  duda,  Barcelona  o  Va- 
lencia. Barcelonés  se  le  supone  en  algunos  manuscritos  de  los  siglos  xiv 
y  xv.  Pero  los  documentos  coetáneos  le  hacen  unánimemente  valencia- 
no. "Clericus  valcntinae  dioecesis"  le  llama  Clemente  V  en  una  de  sus 

1879.  Monografía  incluida  más  tarde  en  la  Historia  de  los  Heterodoxos  españoles,  Ma- 
drid, 1880,  I,  págs.  449-487;  2.a  ed.,  Madrid,  1918,  t.  III,  cap.  III,  págs.  179-225,  y 
Apéndices  respectivos. 

B.  Hauréau:  Arnauld  de  Villeneuve,  médecin  et  chimiste,  en  "Histoire  littéraire  de  la 
France",  tomo  XXVIII,  París,  1881,  págs.  26-126  y  487-490. 

H.  Finke :  Aus  den  Tagen  Bo-nifaz  VIII.  Münster,  1Q02.  págs.  iQi-226  y  CXVII- 
CCXI;  y  Acta  Aragonensia,  vol.  II,  Berlín -Leipzig,  1908. 

P.  Diepgen :  Arnald  von  Villanova  ais  Politiker  und  Laientheologe.  Berlín-Leipzig, 
1909. 

Ramón  d'Alós:  Collecció  de  documents  relatius  a  Arnau  de  Vilanova,  en  la  revista 
barcelonesa  "Estudis  Universitaris  Catalans'',  1909,  1910  y  1912.  (A  Ramón  de  Alós 
se  debe  también  el  hallazgo  y  publicación  de  algunos  textos  catalanes  de  Arnaldo,  así 
como  otros  importantes  trabajos  documentales.) 

P.  Martí  de  Barcelona,  O.  M.  Cap. :  Nous  documents  sobre  Arnau  de  Vilanova,  en 
Miscellánia  Finke  d'História  i  Cultura  catalana",  Barcelona,  1935,  págs.  85-127,  donde 
se  hallará  más  bibliografía. 

En  lugar  oportuno  serán  citadas  otras  publicaciones  sobre  puntos  concretos  de  la 
vida  y  doctrinas  de  Arnaldo. 

(2)  En  el  De  spurcitüs  pseudo-religiosorum,  por  una  probable  alusión  a  su  abolengo 
familiar. 

Todavía  en  1929  el  Dr.  Goyanes,  siguiendo  a  Menéndez  Pelayo,  ha  defendido  el  ori- 
gen ilerdense  de  Arnaldo  en :  Tres  escritores  médicos  insignes  del  reino  catalano-aragoné* . 
Discurso  inaugural  del  XII  Congreso  de  la  Asociación  española  para  el  Progreso  de  las 
Ciencias,  celebrado  en  Barcelona.  (Véase  el  tomo  I  de  las  publicaciones  de  dicho  Con- 
greso, Madrid,  1929.) 


—    201  — 


bulas,  y  esta  condición  fué  atestiguada  aun  con  mayor  claridad,  unas 
décadas  más  tarde,  por  un  ilustre  coterráneo  suyo,  Francisco  Eiximenis, 
de  quien  son  estas  palabras  en  el  Crestiá:  "Sapies  que  de  Vilanova  qui 
es  vila  en  lo  regne  de  Valencia  fonch  natural  un  gran  e  assenyalat  met- 
ge,  qui  s'apellava  mestre  Arnau  de  Vilanova..."  En  Valencia  tenía  Ar- 
naldo su  casa,  su  familia  y  su  patrimonio;  en  Valencia  fué  ejecutado  su 
testamento;  en  Valencia  fué  prohibida  por  primera  vez,  en  1305,  la  lec- 
tura de  sus  obras.  En  Valencia,  pues,  nació  verosímilmente  Arnaldo,  en 
la  barriada  nueva  (villa  nova)  que  a  raíz  de  la  conquista  se  fué  cons- 
truyendo junto  al  núcleo  urbano  antiguo,  en  una  fecha  ignorada  com- 
prendida entre  los  años  1235  y  1250. 

2.  El  período  de  su  infancia  y  juventud  es  el  más  ignorado  de  su 
vida.  Probablemente  pasó  la  niñez  en  su  tierra  natal,  de  donde  se  au- 
sentó para  dedicarse  a  los  estudios  de  medicina.  Su  iniciación  en  tales 
estudios  parece  haber  tenido  lugar  en  Barcelona  y  haber  sido  completa- 
da en  Montpellier  y,  tal  vez,  en  París.  Más  tarde  pasó  a  Nápoles  y  cur- 
só en  la  famosa  escuela  de  Salerno,  donde  oyó  a  Juan  de  Calamida  y 
a  Pedro  de  Musadi.  Su  educación  debió  ser  muy  completa,  pues,  ade- 
más del  latín,  poseyó  a  la  perfección  el  árabe  y  el  hebreo,  lo  que  le  per- 
mitió conocer  a  fondo  estas  dos  culturas  y  trabar  relación  profesional 
con  médicos  de  raza  arábiga  y  judía.  En  su  librería  figuraban  varios  li- 
bros escritos  en  estas  dos  lenguas.  Ramón  Martí  fué,  según  dice,  su 
maestro  en  el  hebreo.  De  espíritu  curioso  e  inquieto,  Arnaldo  aprove- 
chó su  estancia  en  Montpellier  para  asistir,  no  más  de  seis  meses,  a  los 
cursos  públicos  de  teología  profesados  en  la  Escuela  conventual  de  los 
Predicadores.  De  sus  propias  palabras  parece  incluso  desprenderse  qae 
durante  este  medio  año  participó  en  alguna  lectura  solemne  de  teolo- 
gía (3). 

3.  Su  vasta  cultura  científica  y  profesional  le  llevó  camino  del  pro- 
fesorado, y  la  Escuela  de  Medicina  de  Montpellier  debió  contarle,  to- 
davía joven,  entre  sus  maestros.  Por  lo  menos  consta  que  en  ella  cn- 


(3)  "...  nunquam  scolas  theologorum  nisi  sex  mensibus  aut  circiter  frequentavi. .  ."v 
dice  en  la  protesta  al  Papa  Benedicto  XI. 

"...  medicus  ille  non  tantum  audivit  theologiam,  sed  etiam  legit  eam  solempniter 
in  scolis  fratrum  Predicatorum  Montispesulani...",  dice,  hablando  de  sí  mismo,  en  la 
tercera  Denunciatio  de  Gerona. 

Ambos  textos  están  tomados  de  las  citas  directas  sobre  el  códice  vaticano,  conteni- 
das en  el  artículo  de  Fr.  Ehrle  que  citaremos  en  la  nota  23. 


  202  — 


seño  "largos  años"  (4).  En  el  siglo  xviii  se  conservaba  aún  en  Mont- 
pellier  la  casa  que  había  habitado  Arnaldo  de  Vilanova ;  en  su  fachada 
se  veían  unas  esculturas  que  eran  comunmente  interpretadas  como  sím- 
bolos mágicos  (5). 

Aparte  su  actividad  docente,  Arnaldo  tuvo  fama  de  ser  un  gran  me- 
dico. Ejerció  su  profesión  en  Barcelona,  donde  fué  llamado  en  consul- 
ta a  Villaf ranea  del  Panadés  en  3  de  noviembre  de  1285  para  asistir  en 
su  última  enfermedad  al  rey  aragonés  Pedro  III,  quien,  en  recompen- 
sa del  servicio,  le  hizo  donación  del  castillo  de  Ollers  en  la  cuenca  de 
Barbera,  cerca  de  Tarragona. 

Entregado  a  actividades  profesionales  y  académicas,  hasta  un  mo- 
mento bastante  avanzado  de  su  vida  Arnaldo  no  se  preocupó  apenas 
de  los  asuntos  políticos  y  religiosos.  Su  breve  paso  por  la  Escuela  con- 
ventual de  los  Predicadores,  en  Montpellier,  no  le  estimuló  a  propor- 
cionarse una  más  amplia  cultura  teológica.  Él  mismo  alega  no  halla.se 
versado  en  este  ramo  de  los  conocimientos  humanos  (6),  cuya  ignoran- 
cia le  fué  con  frecuencia  reprochada  por  los  adversarios  en  las  polé- 
micas que  sostuvo.  Pese  a  lo  cual  y  a  su  condición  de  hombre  seglar,  ca- 
sado y  padre  de  familia,  desde  1299  se  entregó  a  una  frenética  labor  de 
reforma  social  y  religiosa.  Los  doce  años  que  transcurrieron  desde  en- 
tonces hasta  su  muerte,  muestran  un  cambio  profundo  en  la  vida  de 
Arnaldo:  sus  tareas  profesionales  médicas  pasan  a  un  segundo  plano, 
eclipsadas  por  sus  preocupaciones  quiliásticas  y  políticas.  De  este  últi- 
mo período  tan  interesante  de  su  vida  está  hoy  publicada  abundante  do- 
cumentación y  rehecha  en  gran  parte  la  serie  de  los  acontecimientos  (7). 

4.  La  nueva  fase  en  la  vida  de  Arnaldo  se  inaugura  con  la  misión 
política  que  le  fué  encomendada  el  año  1299  por  Jaime  II  cerca  del  rey 
francés  Felipe  el  Hermoso  en  su  designio  de  mantener  la  aproximación 
de  los  dos  reinos.  Durante  su  estancia  en  París  Arnaldo,  que  desde  ha- 
cía tiempo  mostraba  inclinaciones  a  tratar  de  asuntos  religiosos,  frecuen- 


te) Así  lo  decía,  en  1309,  Clemente  V  en  una  de  sus  bulas  publicadas  para  regular 
los  estudios  de  medicina  en  la  Facultad  de  Montpellier  (citada  por  L.  Thorndike:  A 
History  of  Magic  and  Experimental  Science,  vol.  II,  New- York,  1923,  pág.  842). 

(5)  Así  lo  afirma  Jean  Astruc  en  sus  Mémoires  pour  servir  á  l'histoire  de  la  Fa- 
culté de  Médecine  de  Montpellier  CParís,  1767,  pág.  845). 

(6)  "...  semper  in  scientiis  secularibus  ab  infantia  vel  quasi  vel  pueritia  studui...',- 
palabras  en  la  protesta  al  Papa  que  hemos  citado  en  la  nota  3. 

(7)  Los  documentos  han  sido  hallados  en  los  archivos  del  Vaticano  y  de  la  Ccona 
de  Aragón  por  Menéndez  Pelayo  y  Finke;  y,  a  base  de  ellos,  Diepgen  ha  logrado  esta- 
blecer la  sucesión  cronológica  de  los  hechos. 

En  el  relato  ulterior  de  la  vida  de  Arnaldo  sigo  en  todo  a  Diepgen. 


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ta  la  Sorbona  a  la  sazón  en  que  las  ideas  de  los  espirituales  penetran 
en  el  ambiente  universitario.  Hombres  laicos  profesan  allí  a  la  manera 
de  los  teólogos.  Arnaldo  cree  oportuno  el  momento  para  dar  a  conocer 
su  obra  reciente  sobre  la  venida  del  Anticristo.  Al  pronto,  nadie  le  hace 
caso;  pero  súbitamente,  en  la  noche  del  18  de  diciembre,  os  puesto  en 
prisión  por  una  denuncia  contra  sus  doctrinas.  A  la  mañana  siguiente 
es  libertado,  bajo  fianza  de  3.000  libras,  por  influencia  de  poderosos  ami- 
gos, entre  ellos  Nogaret,  el  consejero  del  rey  francés. 

De  este  episodio  se  siguió  una  doble  complicación :  diplomática  y 
teológica.  Arnaldo  alegó  su  condición  de  embajador  ante  Felipe  el  Her- 
moso, quien  por  lealtad  política  al  rey  de  Aragón  prestó  oídos  a  la  que- 
ja al  solo  objeto  de  garantizar  la  seguridad  personal  de  Arnaldo.  Entre- 
tanto continuó  el  proceso  contra  él  por  sus  ideas  religiosas  y  se  le  obli- 
gó a  comparecer,  al  cabo  de  unos  meses,  a  presencia  del  obispo  de  Pa- 
rís y  de  la  Facultad  de  Teología  para  responder  a  la  acusación.  La  en- 
trevista fué  muy  borrascosa.  Arnaldo  protestó  de  que  le  fuesen  exhibi- 
dos para  reconocimiento  de  unos  textos  truncados  a  arbitrio ;  pero  a  la 
postre,  acorralado  y  tras  viva  lucha  consigo,  los  tuvo  que  admitir  como 
propios.  La  sentencia,  condenatoria,  prescribió  la  quema  del  tratado. 

5.  No  se  arredró  Arnaldo  con  este  primer  contratiempo.  En  12  de 
octubre  de  1300  formula  ante  el  obispo  de  París,  a  presencia  de  testigos 
muy  calificados,  un  documento  de  apelación  al  Papa,  después  de  pro- 
testar que  la  confesión  en  la  vista  del  proceso  le  fué  arrancada  por  mie- 
do y  con  amenazas.  Entretanto,  escribe  una  segunda  parte  del  tratado 
donde  se  trasiluce  la  aviesa  intención  de  indisponer  al  Papa  con  los  teó- 
logos parisinos,  pues  mientras  a  éstos  los  apostrofa  vivamente,  exalta 
a  aquél  hasta  la  exageración  de  llamarle  "Cristo  en  la  tierra  y  dios  de 
dioses".  No  obstante,  el  Papa  le  recibe  mal,  prevenido  de  antemano  pol- 
la Universidad  contra  las  osadías  de  Arnaldo ;  después  de  un  primer  mo- 
mento de  vacilación,  prorrumpe  en  amenazas  y  ordena  su  prisión,  sin 
leer  siquiera  la  obra.  La  sentencia  del  Pontífice  fué  más  benigna  de  lo 
que  cabía  esperar  después  de  esta  acogida:  Arnaldo  fué  obligado  a  ab- 
jurar en  secreto ;  de  público,  empero,  el  Papa  relajó  la  sentencia  de 
París,  alegando  que  los  errores  de  Arnaldo  no  merecían  una  censura  tan 
severa.  En  el  cambio  de  actitud  del  Papa  pueden  haber  influido  varios 
motivos :  tal  vez  consideraciones  diplomáticas  o  el  agradecimiento  a  Ar- 
naldo por  los  servicios  profesionales  prestados  como  médico,  a  seguida 
de  llegar  a  la  curia  papal.  Por  su  parte,  Arnaldo  se  esforzó  en  captar 
el  favor  del  Papa  con  elogios  desmedidos  a  su  persona  y  humillaciones 
inverosímiles.  La  sinceridad  de  las  palabras  de  Arnaldo  se  puede  juz- 


—  204  — 


gar  por  el  hecho  de  que,  muerto  el  Papa,  los  elogios  se  convirtieron  en 
invectivas  y  dicterios. 

El  verano  de  1301  lo  pasó  Arnaldo  en  el  castillo  de  Scorcola,  cerca 
de  Anagni,  propiedad  del  Papa,  al  objeto  de  reponerse  de  una  viva  ex- 
citación nerviosa.  El  calor  sofocante  de  julio  'le  acabó  de  trastornar  la 
cabeza,  según  se  queja  en  una  carta  al  rey  de  Aragón.  En  un  estado 
de  ánimo  tan  desastrado  tiene  una  'Visión" ;  y,  a  consecuencia  de  ella, 
escribe  el  De  cyynbalis  ecclesiae  en  el  que  desenvuelve  más  explícita- 
mente su  profetismo  apocalíptico. 

En  la  primavera  de  1302  vuelve  a  Aragón  y  se  ve  enzarzado  en  una 
serie  de  polémicas  con  los  dominicos  de  su  tierra,  en  las  que  adopta  una 
actitud  cada  vez  más  extrema  dentro  de  su  tendencia  espiritual.  De  ta- 
les polémicas,  que  duran  tres  años  largos,  nos  ocuparemos  en  seguida 
con  cierta  extensión. 

Entretanto,  manda  un  proyecto  de  reforma  al  Papa  Benedicto  XI, 
quien  opta  por  dar  largas  al  asunto.  Vacante  otra  vez  la  silla  papal,  Ar- 
naldo se  presenta  en  Perusa  ante  el  Camarero  Apostólico  y  formula  so- 
lemne protesta  de  sumisión  a  la  autoridad  de  la  Iglesia,  pidiendo  al 
propio  tiempo  que  sean  examinados  sus  escritos.  El  nuevo  Papa  Cle- 
mente V  parece  tratar  a  Arnaldo  con  mayor  benignidad  que  los  ante- 
riores ;  por  lo  cual  en  los  años  primeros  de  su  pontificado  Arnaldo  tra- 
baja con  ardor  en  la  composición  de  nuevas  obras,  en  las  que  cada  vez 
más  claramente  esboza  sus  planes  de  reforma. 

6.  En  el  último  período  de  su  vida  Arnaldo  se  esforzó  en  llevar  a 
la  práctica  sus  proyectos.  La  persona  que  consideró  providencialmente 
designada  para  realizarlos,  fué  el  rey  Fadrique  de  Sicilia,  cuyo  favor 
se  había  captado  al  revelarle  el  misterioso  significado  de  una  visión  que 
en  sueños  le  obsesionaba  hacía  siete  años.  En  realidad  Federico  era  un 
temperamento  místico  que  sentía  desde  tiempo  una  intensa  preocupa- 
ción por  el  mal  estado  de  las  costumbres  y  abrigaba  en  su  corazón  pro- 
pósitos de  reforma.  Arnaldo  se  aprovechó  de  la  especial  disposición  del 
rey  para  encomendarle  la  ejecución  de  sus  planes,  a  los  que  quiso  aso- 
ciar también  a  su  hermano  el  rey  Jaime  II.  Según  el  pensamiento  de 
Arnaldo.  la  casa  real  de  Aragón  era  el  núcleo  político  vital  que  debía 
impulsar  la  reforma  de  la  Cristiandad.  Pero  unas  palabras  imprudentes 
de  Arnaldo  ante  el  Papa,  dichas  en  desdoro  del  rey  Jaime  o  que,  por 
lo  menos,  éste  juzgó  deshonrosas,  dieron  al  traste  con  la  empresa.  Ar- 
naldo, caído  en  desgracia,  tuvo  que  refugiarse  en  Sicilia  donde  siguió  lu- 
chando denodadamente  por  poner  en  práctica  sus  ideales.  Mientras  ;n- 
tentaba  inútilmente  volver  a  la  amistad  de  Jaime  II,  le  sorprendió  la 


—  205  - 


muerte  hacia  fines  de  131 1,  probablemente  en  viaje  a  Genova,  donde  su 
cuerpo  recibió  sepultura. 

Ya  a  primera  vista,  maravilla  en  Arnaldo  la  enorme  cantidad  de 
energía  puesta  al  servicio  de  un  ideal.  Por  él  viaja  de  un  extremo  a  otro 
de  Europa,  recorriendo  incesantemente  las  ciudades  más  importantes 
de  España,  Francia  e  Italia,  llegando  hasta  Grecia  y  visitando  proba- 
blemente África.  Utiliza  asimismo  las  valiosas  amistades  que  le  ha  gran- 
jeado su  fama  profesional.  Y,  como  Ramón  Lull,  prepara  la  acción  con 
una  intensa  propaganda  de  sus  escritos.  A  tan  relevantes  cualidades  de 
hombre  de  pensamiento  y  acción  a  la  vez,  se  mezclan  graves  defectos. 
Le  falta  ponderación  y  se  excede  fácilmente  en  el  elogio  o  en  la  censura. 
Su  entereza  moral  queda  en  entredicho  por  los  actos  de  fingimiento  in- 
teresado en  más  de  una  ocasión.  Su  orgullo  desmedido  le  vuelve  extre- 
madamente suspicaz  a  cualquier  crítica  de  sus  doctrinas  o  de  sus  es- 
critos. 

7.  En  el  bagaje  literario  de  Arnaldo  hay  que  separar  las  obras  mé- 
dicas y  científicas  de  las  teológicas.  Entre  las  primeras,  además  de  las 
traducciones,  figuran  varios  grandes  tratados  de  medicina  y  una  creci- 
da lista  de  estudios  monográficos  (sobre  la  piedra,  la  gota,  la  epilepsia, 
etcétera).  En  los  siglos  xv  y  xvi  bastantes  de  estos  escritos  fueron  pu- 
blicados, o  bien  en  ediciones  sueltas  o  en  colección.  La  mejor  colección 
editorial  de  obras  médicas  de  Arnaldo  es  la  de  Basilea  en  el  año  1585 ; 
la  lista  de  los  títulos  puede  verse  en  Menéndez  y  Pelayo.  El  catálogo  de 
sus  obras  teológicas  es  más  difícil  de  establecer,  porque  en  su  mayoría 
han  quedado  inéditas  y  aun  algunas  se  han  perdido.  Las  hay  escritas  en 
latín,  otras  en  catalán,  y  algunas  en  ambas  lenguas.  Para  la  determina- 
ción de  las  latinas  precisa  partir  de  la  enumeración  hecha  por  el  propio 
Arnaldo  en  la  protesta  de  Perusa  del  año  1304  y  en  la  formulada  ante 
Clemente  V  al  año  siguiente  (8).  Un  tercer  índice,  asimismo  incomple- 
to, de  las  obras  de  Arnaldo  aparece  en  la  sentencia  de  Tarragona  del 
año  1316  (9).  El  códice  vaticano  latino  3824  contiene  la  mayoría  de  los 
escritos  teológicos  de  Arnaldo;  Menéndez  Pelayo  lo  ha  inventariado  y 
extractado  copiosamente  y  Finke,  además  de  fechar  casi  todas  sus  pie- 
zas, ha  publicado  el  texto,  íntegro  o  fragmentado,  de  bastantes  de  ellas. 

(8)  Ambos  documentos  han  sido  publicados  por  H.  Finke:  Ans  den  Tagen  Boni- 
faz  VIH,  ya  citado,  págs.  CXCII  y  sgtes.,  y  CCII  y  sgtes. 

La  protesta  de  Perusa  ha  sido  reproducida  por  A.  Rubio  y  Lluch :  Documents  per 
V historia  de  la  cultura  catalana  mig-eval,  I,  Barcelona,  1908,  págs.  33  y  sgtes. 

(9)  Lo  publicó  el  P.  Jaime  Villanueva:  Viaje  literario  a  las  Iglesias  de  Espina, 
vol.  XIX,  págs.  321  y  sgtes.;  y  lo  reprodujo  M.  Menéndez  y  Pelayo:  Historia  de  los 
Heterodoxos  españoles,  2.a  ed.,  Madrid,  1918,  t.  III,  Apéndices,  págs.  CXXIII  y  sgtes. 


—    200  — 


Los  escritos  teológicos  en  lengua  vulgar,  que  la  Inquisición  mandó  des- 
truir, se  han  perdido  en  parte.  Recientemente  Ramón  de  Alós,  en  afor- 
tunados hallazgos,  ha  recobrado  la  Confessió  de  Barcelona  y  la  Lecho 
Narbonae,  y,  valorando  otro  hallazgo  de  Felice  Tocco,  ha  identificado  la 
versión  italiana  de  esta  última  obra  y  de  otros  dos  tratados,  el  De  Ca- 
ritate y  una  exposición  de  la  vida  espiritual  sin  rotular,  hasta  ahora 
desconocidos  Cío).  Un  códice  procedente  de  la  abadía  de  Saint  Germain- 
des-Prés,  existente  hoy  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Leningrado,  con- 
tiene una  versión  griega  de  nueve  tratados  teológicos  de  Arnaldo,  de 
algunos  de  los  cuales  se  desconoce  todavía  el  texto  catalán,  como  el  que 
describe  la  visión  de  una  abadesa  y  otro  sobre  la  limosna  y  el  sacrifi- 
cio. Posiblemente,  dicha  versión  fué  realizada  en  vida  de  Arnaldo  y  es- 
taba destinada  a  difundir  sus  doctrinas  en  las  tierras  del  Oriente  eu- 
ropeo que  señoreaban  a  la  sazón  los  reyes  aragoneses  (n). 

Como  vemos,  el  catálogo  de  las  obras  de  Arnaldo  hállase  todavía  en 
período  de  fijación  (12).  Esperemos  que  nuevos  trabajos  lo  establezcan 
en  términos  definitivos,  para  poder  emprender  sobre  bases  firmes  el  es- 
tudio de  las  doctrinas  de  este  notable  pensador. 

(10)  La  Confessió  de  Barcelona  la  publicó  R.  d'Alós  en  la  revista  barcelonesa 
"Quaderns  d'Estudi",  192 1;  y  la  Lectio  Narbonae  según  texto  catalán  en  "Festgabe 
Finke",  'München,  1925,  págs.  187-199.  La  versión  italiana  de  esta  y  otras  dos  obras 
fué  publicada  por  F.  Tocco  en  Studi  francescani,  Napoli,  1909,  págs.  223  y  sgtes. ;  y  fué 
examinada  detenidamente  por  R.  de  Alós  en  la  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barce- 
lona, sesión  de  junio  de  1930,  en  un  trabajo  del  que  tan  sólo  se  han  publicado  extracios 
periodísticos. 

di)  Joaquim  Carreras  i  Artau:  Una  versió  grega  de  nou  escrits  d'Arnau  de  Vila- 
nova,  "Analecta  Sacra  Tarraconensia,  Barcelona,  VIII,  1932,  págs.  127-134. 

Una  descripción  minuciosa  del  códice  de  Leningrado  se  hallará  en  el  vol.  XX  de 
la  "Histoire  littéraire  de  la  France",  págs.  261-266. 

(12)  Insertamos,  en  los  Apéndices  I  y  II,  un  catálogo  bibliográfico-cronológico  de  las 
obras  teológicas  de  Arnaldo  de  Vilanova  y  una  lista  de  sus  escritos  originales  en  lengua 
vulgar,  con  arreglo  a  los  datos  actualmente  conocidos. 


II 


La  lucha  contra  el  escolasticismo. 

Orígenes  de  la  polémica. — Contiendas  con  los  dominicos  en  Gerona  y  en  Mar- 
sella.— Actitud  de  Arnaldo  frente  a  la  filosofía  y  a  la  teología. — Condenacio- 
nes de  las  obras  de  Arnaldo. 

8.  Por  los  truculentos  episodios  ocurridos  en  los  últimos  años  de 
la  vida  de  Arnaldo  y  por  la  cronología  de  sus  obras  no  profesionales  que 
ha  establecido  Diepgen,  cabe  discernir  en  su  compleja  personalidad  tres 
distintas  facetas  que  corresponden,  en  líneas  generales,  a  otras  tantas 
etapas  de  su  actuación:  la  de  médico,  la  de  joaquimita  y  la  de  refor- 
mador. Por  estos  tres  aspectos  Arnaldo  interesa  a  la  historia  de  la  me- 
dicina, a  la  literatura  apocalíptica  y  profetista  y  a  la  historia  de  las  uto- 
pías, respectivamente.  Por  ninguno  de  ellos  Arnaldo  cabe,  en  rigor,  den- 
tro de  una  historia  de  las  ideas  filosóficas.  Es  más :  él  mismo  se  situó 
explícitamente,  como  vamos  a  ver,  al  margen  y  en  frente  de  la  filosofía. 
Y,  sin  embargo,  la  expansión  de  su  vigorosa  personalidad  le  llevó  a  in- 
vadir ese  campo  ajeno  a  sus  propósitos  desde  dos,  por  lo  menos,  de  los 
tres  aspectos  indicados.  Su  genio  médico  le  empujó  a  una  especulación 
sobre  la  naturaleza,  que  se  estructuró  en  una  cosmología  animista;  y 
sus  proyectos  de  reforma  cristalizaron  en  una  concepción  social  y  polí- 
tica. Todavía  en  el  aspecto  restante  Arnaldo  interesa  al  historiador  de 
la  filosofía  por  contraste,  en  cuanto  encarna  la  viva  antítesis  de  la  Es- 
colástica del  siglo  xiii,  cuyo  valor  niega,  cuya  eficacia  condena  y  cuyos 
procedimientos  censura  con  singular  acritud  en  una  campaña  de  larga 
y  violenta  oposición.  Su  apasionamiento  por  la  ideología  de  los  espiri- 
tuales le  situó  en  los  antípodas  de  la  filosofía  y  aun  de  la  teología  de 
su  tiempo,  frente  a  las  que  adoptó  una  actitud  de  repulsa  similar  a  la 
de  Jacopone  de  Todi  y  otros  espíritus  religiosos  coetáneos  (13). 

Más  que  en  las  ideas  espirituales  compartidas  por  Arnaldo,  hay  que 


(13)    Véase,  sobre  este  punto,  a  Tomás  Carreras  i  Artau :  Els  carácters  de  la  Filoso- 


—   208  — 


buscar  la  razón  de  tan  violentas  diatribas  en  su  carácter  atrabiliario  que 
se  fué  exacerbando  gradualmente  en  la  prolongada  persecución  de  que 
se  le  hizo  objeto  por  sus  profecías  escatológicas.  El  mismo  atribuye  la 
culpa  principal  de  sus  polémicas  a  los  teólogos  de  la  Sorbona,  concreta- 
mente a  los  "doctores  seculares",  uno  de  los  cuales,  Pedro  de  Alvernia, 
parece  haber  sido  su  mayor  adversario  (14).  Por  la  susceptibilidad  de 
los  profesores  universitarios  ante  la  obra  apocalíptica  que  Arnaldo  dió 
a  conocer  en  París  en  1299  surgió,  como  hemos  visto,  la  denuncia  y  se 
llegó  a  la  condena.  Pero,  aparte  los  rozamientos  personales,  es  evidente 
que  las  doctrinas  de  Arnaldo  envolvían  un  fondo  de  oposición  rotunda 
a  la  teología  oficial,  cuya  misma  existencia  corría  peligro  con  la  difusión 
de  tales  ideas.  No  es  de  extrañar,  pues,  la  reacción  de  los  teólogos  uni- 
versitarios ni  el  eco  que  halló  en  otros  sectores  afectos  a  ellos  por  cla- 
ros vínculos  de  solidaridad. 

9.  Fuera  del  recinto  académico,  la  actitud  de  los  doctores  parisien- 
ses repercutió  con  especial  intensidad  en  las  comunidades  de  Predica- 
dores, sobre  todo  en  las  de  Provenza  y  Cataluña,  cuya  actividad  inte- 
lectual giraba  a  la  sazón  en  torno  a  la  vida  universitaria,  como  en  otro 
lugar  hemos  subrayado  (15).  Ya,  simultáneamente  al  proceso  de  París, 
un  dominico  llamado  Pedro  Massa  había  atacado  a  Arnaldo  en  un  es- 
crito, cuyo  título  y  asunto  ignoramos  (16).  El  opúsculo  de  este  domini- 
co, que  por  el  nombre  parece  catalán,  no  fué  un  acto  aislado.  No  tardó 
Arnaldo  en  enterarse  de  que  por  tierras  de  Gerona  otro  miembro  de 
la  Orden,  Bernardo  de  Puigcercós,  tronaba  públicamente  contra  él  des- 
de los  pulpitos  de  las  iglesias.  Bernardo  era  hombre  docto  y  de  gran 
prestigio  dentro  y  fuera  de  la  Orden  (17).  Contra  él  presentó  Arnaldo, 


fia  Franciscana  i  l'Esperit  de  Sant  Francesc,  artículo  inserto  en  "Franciscalia",  Barcelona. 
1928,  págs.  56-60. 

Cfr.  Guido  de  Ruggiero:  La  filosofía  del  Cristiancsimo,  vol.  III,  Barí,  1920  (cap.  XVI, 
párrafo  2:  "La  reazione  antifilosofica") ,  págs.  75-77. 

(14)  Sobre  Pedro  de  Alvernia,  consúltese  el  Chartularium  Universitatis  Parisiensis, 
II,  París,  1891,  pág.  71,  n.°  597;  y  págs.  89-90,  n.°  616. 

En  una  disputa  quolibética  que  Pedro  de  Alvernia  sostuvo  en  la  Universidad  de 
París,  probablemente  en  1300,  sometió  a  crítica  cuatro  tesis  de  Arnaldo  sacadas  del  De 
adventu  Antichristi.  Véase,  acerca  de  este  punto,  a  Glorieux:  La  littérature  quolib etique..., 
Kain,  1925,  págs.  81,  257-258  y  262. 

(15)  Véase  el  cap.  IV,  Sección  I,  párrafo  V  de  esta  misma  obra. 

(16)  El  escrito  se  ha  perdido,  pero  el  hecho  viene  atestiguado  por  el  historiador 
Diago:  Historia  de  la  Provincia  de  Aragón  de  la  Orden  de  Predicadores,  Barcelona,  1599» 
lib.  II,  cap.  XCII,  pág.  269. 

(17)  Diago  da  abundantes  noticias  acerca  de  este  personaje  que  profesó  en  la  Orden 
de  Predicadores  en  1296  y  enseñó  teología  en  varios  conventos,  señaladamente  en  los 
-de  Valencia  y  Gerona.  Ejerció  altos  cargos  en  la  Orden  e  intervino  en  asuntos  políticos 


209  — 


el  año  1302,  tres  denuncias  consecutivas  al  obispo  de  Gerona.  En  la 
primera  se  limitaba  a  protestar  de  las  predicaciones  de  su  adversa- 
rio (18).  En  la  segunda  habla  ya  de  un  escrito,  del  que  Puigcercós  había 
anticipado  un  extracto  al  obispo,  pero  negándose  a  publicarlo  bajo  ex- 
cusa de  que  no  lo  conocían  sus  superiores ;  a  pesar  de  lo  cual,  en  unos 
sermones  pronunciados  en  Castelló  de  Ampurias  (19),  se  había  ufanado 
de  su  triunfo  sobre  Arnaldo.  Este  pide  al  obispo  que  le  prohiba  predi- 
car y  le  conmine  a  exhibir  su  escrito  para  someterlo  a  examen  ante  la 
Universidad  de  París  o  ante  la  curia  pontificia.  A  esta  propuesta  se 
avino,  por  fin,  el  dominico.  La  querella,  sin  embargo,  tomó  otros  rum- 
bos por  haberse  solidarizado  el  ^convento  gerundense  con  Bernardo, 
hecho  al  que  replicó  Arnaldo  solicitando  represalias  del  oficial  lugarte- 
niente de  Gerona. 

10.  Entretanto,  en  los  conventos  provenzales  la  murmuración  con- 
tra Arnaldo  había  tomado  gran  incremento.  El  rumor  de  ella  llegó  a 
sus  oídos,  durante  una  breve  estancia  en  Marsella,  a  fines  de  1303  o 
principios  de  1304  por  informe  de  un  buen  amigo,  Jaime  Blandí,  ca- 
nónigo en  Digne  (20),  quien  le  enteró  que  en  algunas  iglesias  de  la  ciu- 
dad y  diócesis  de  Marsella  eran  discutidas  sus  ideas  escatológicas,  dis- 
tinguiéndose en  los  ataques  los  frailes  dominicos;  al  propio  tiempo,  le 
facilitó  un  resumen  de  las  principales  objeciones  que  se  hacían  a  sus 
doctrinas.  Sin  dilación,  en  el  mismo  Marsella  compuso  Arnaldo  en  enero 
o  febrero  de  1304  un  opúsculo,  que  dedicó  a  su  amigo,  bajo  el  signifi- 
cativo título:  Gladius  jugulans  thomatistas,  en  el  que  rebatía  una  a  una 
las  objeciones  de  los  adversarios  que  le  habían  sido  comunicadas  por 
Blanch.  Del  opúsculo  presentó  copia  al  obispo  de  Marsella,  ante  quien 
en  10  de  febrero  formalizó  la  primera-  de  sus  tres  denuncias  marsellesas 
para  pedirle  encarecidamente  que  mandase  callar  a  sus  adversarios  y 
les  instase  a  controversia  con  él.  Hasta  este  momento,  ni  Arnaldo  ni  su 
amigo  Blanch  conocían  el  opúsculo  donde  eran  formuladas  tales  obje- 
ciones, que  corría  anónimo  entre  los  dominicos  y  era  leído  y  comentado 
con  fruición  en  los  conventos  de  Provenza.  Pronto  logró  Arnaldo  ha- 
cerse con  un  manuscrito  y  sin  demora  lanzó  en  respuesta  su  Carpinatio 


de  monta.  Por  equivocación  se  le  da  el  nombre  de  Bartolomé  en  algunos  manuscriics, 
pero  el  mismo  Arnaldo  en  otros  le  llama  Bernardo.  (Véase  la  obra  citada  de  Diago, 
lib.  I,  cap.  XIII,  págs.  29-30). 

(18)  Ha  publicado  este  documento  Fr.  Ehrle,  en  el  "Archiv  für  Litteratur-  und 
Kirchengeschichte  des  'Mittelalters",  vol.  II,  1886,  págs.  327  y  sgtes. 

(tq)    Villa  en  el  Ampurdán,  junto  a  Figueras,  muy  importante  en  la  Edad  Media. 

(20)    Población  de  Provenza. 

u 


—   210  — 


poetrie  theologi  deviantis  que  dedicó  a  otro  amigo  suyo  de  nombre- 
Marcelo,  canónigo  en  Cardona  {21).  En  28  de  febrero  presentaba  aí 
obispo  su  segunda  denuncia.  A  los  pocos  días  averiguó  Arnaldo  que  al 
opúsculo  le  habían  sido  añadidas  dos  cosas :  un  detalle  referente  a  una- 
interpretación  de  un  pasaje  bíblico  y  el  nombre  del  autor.  Este  resultó 
ser  Juan  Vigouroux  (22),  un  personaje  de  primera  fila  entre  los  domi- 
nicos provenzales,  quien  desde  hacía  un  cuarto  de  siglo  venía  luchando- 
por  la  difusión  de  la  doctrina  tomista  en  el  seno  de  la  Orden.  No  creía 
Arnaldo  encontrarse  frente  a  un  enemigo  de  tanta  autoridad,  y  aun 
puso  en  duda  la  autenticidad  de  la  atribución ;  no  obstante,  cursó  al 
obispo  su  tercera  denuncia,  ahora  muy  concreta,  con  fecha  14  de 
marzo. 

11.  Vigouroux  era  realmente  el  autor  del  escrito,  lo  cual  muestra 
que  la  oposición  a  Arnaldo  no  sólo  hallaba  eco  en  el  estado  llano,  sino> 
que  iba  ganando  las  capas  superiores  de  la  Orden.  Una  confirmación 
de  esto  la  encontramos  en  el  nuevo  ataque  que  al  año  siguiente  le  diri- 
gió otro  dominico  catalán,  Martín  de  Ateca,  quien  había  sido  nada  me- 
nos que  confesor  de  Arnaldo.  Martín  era  también  personaje  de  impor- 
tancia en  la  Orden,  y  había  sido  confesor  del  rey.  Arnaldo  se  enfureció 
ante  tan  inesperado  golpe,  y  al  libelo  de  Martín  opuso  en  el  acto  su 
Antidotum  contra  venennm  effusum  per  fratrem  Martinum  de  Atheca, 
dedicado  al  obispo  de  Mallorca,  en  el  que  reprocha  a  fray  Martín  haber 
traicionado  su  amistad  con  procedimientos  tortuosos  (23). 

La  conducta  de  los  dominicos  debió  dolerle  a  Arnaldo  en  el  alma, 
por  cuanto,  lejos  de  guardar  prevención  contra  ellos,  abrigaba  senti- 
mientos de  ternura  y  gratitud  para  la  Orden.  Recordaba  a  Ramón  Mar- 


(21)  Población  de  alguna  importancia  en  la  provincia  de  Barcelona,  renombrada 
por  su  montaña  de  sal. 

(22)  Véanse  las  noticias  que  hemos  dado  acerca  de  este  teólogo  dominico  en  el 
cap.  IV,  Sección  I,  párrafo  5,  núm.  27. 

(23)  El  escrito  de  Martín  de  Ateca,  del  que  existió  un  ejemplar  en  la  biblioteca 
papal  de  Aviñón,  se  ha  perdido.  La  contestación  de  Arnaldo,  así  como  los  demás  escri- 
tos de  polémica  antes  citados,  se  conserva  en  el  códice  vaticano. 

He  aquí  el  texto  en  que  Arnaldo  se  queja  amargamente  del  proceder  de  fray  Mar- 
tín: "...  turpiter  cecidit  (Martinus),  quoniam  dicit  se  audivisse  a  me,  quod...  Verum  est 
enim,  quod  venit  ad  cellam  meam  et  consedit  mecum  in  lecto  meo,  et  ómnibus  aliis 
exclusis  protestatus  est  michi,  quod  ut  amicus  me  visitabat,  tum  quia  fuerat  aliquando 
confessor  meus,  tum  quia  sciebat,  me  ordinem  serenissime  dilexisse;  nunquam  tamen 
michi  verbo  vel  facto  manifestavit,  quod  aliquid  scriberet  contra  meas  editiones.  Tune 
autem,  interrogatus  ab  eo  quid  sentirem  de  Antichristo  respondí  ut  supra."  Tanto  este 
texto  como  bastantes  de  los  datos  que  anteceden,  están  tomados  del  artículo  de  Fr.  Ehrle : 
Arnaldo  da  Villanova  ed  i  Thomatiste,  inserto  en  "Gregorianum",  vol.  I,  1920,  Dági- 
nas  475-Soi. 


—    211  — 


tí,  su  profesor  de  hebreo,  en  cariñosas  palabras.  Tenía  singular  afecto 
por  su  confesor  Martín  de  Ateca,  a  quien  recibía  como  a  un  amigo 
íntimo.  Todavía  en  los  años  de  1301  y  1302,  con  ocasión  de  enviar  a  los 
dominicos  de  París  y  de  Montpellier  su  nuevo  tratado  De  mysterio 
cimbalorum,  recapitulaba  en  términos  de  gran  efusión  los  títulos  de 
agradecimiento  para  quienes  le  iniciaron  en  los  estudios  (24).  Sólo  la 
enconada  persecución  que  sufrió  de  caracterizados  miembros  de  la 
Orden,  pudo  empujarle  hasta  la  ruptura  total.  A  la  verdad,  la  cosa  no 
era  para  menos.  Coincidiendo  con  el  escrito  de  Martín  de  Ateca,  el 
dominico  Guillermo  Colliure,  inquisidor  en  Valencia,  en  el  mismo  año 
1305  prohibió  poseer  y  leer  las  obras  de  Arnaldo  y  excomulgó  luego, 
por  contraventor  de  la  prohibición,  a  un  familiar  del  rey,  Gumbaldo  de 
Pilis.  Jaime  II,  a  quien  Arnaldo  de  Vilanova  acababa  de  asistir  en  una 
grave  enfermedad,  se  sintió  molesto  por  estas  medidas;  y,  en  carta  al 
General  de  la  Orden  Aymerich  de  Piacenza,  exigió  la  revocación  de  la 
sentencia  bajo  amenaza  de  graves  males  para  el  Inquisidor  y  la 
Orden  (25). 

12.  En  el  auge  de  los  estudios  teológico-filosóficos,  tan  florecientes 
en  su  tiempo,  Arnaldo  ve  un  aspecto  de  la  progresiva  secularización 
del  mundo,  que  le  aleja  cada  vez  más  del  ideal  cristiano.  Este  se  con- 
tiene en  su  prístina  pureza  en  la  letra  sencilla  del  Evangelio,  asequible 
por  igual  a  los  rudos  y  a  los  doctos,  ya  que  a  todos  ha  sido  revelada  la 
verdad  por  la  palabra  infalible  de  Cristo.  He  aquí  el  saber  auténtico, 
la  única  filosofía  divina  y  católica  que  los  creyentes  deben  abrazar.  En 
el  texto  evangélico  tomado  en  su  sentido  literal  la  verdad  se  hace  pa- 
tente sin  esfuerzo ;  a  lo  sumo,  para  descubrir  el  sentido  oculto  de  ciertos 
pasajes  o  de  ciertos  libros  hace  falta  un  trabajo  de  exégesis.  Pero  no 
más;  cualquiera  otra  operación  intelectual  que  exceda  de  estos  térmi- 
nos, es  vana  y  presuntuosa.  Arnaldo  condena,  en  consonancia  con  esto, 
la  especulación  racional  a  que  venía  entregándose  tradicionalmente  la 
teología.  La  inquisición  filosófica  acaba  por  arrinconar  la  exégesis  evan- 
gélica con  grave  detrimento  de  la  fe.  Las  glosas  y  las  "postillas"  con 
que  los  falsos  teólogos  exornan  las  sentencias  de  los  Santos  Padres, 
apartan  el  pensamiento  de  Dios  y  acaban  por  descarriarlo.  Al  plantear 


(24)  "...  innatam  quasi  devotionem,  que  a  puerilibus  annis  cor  meum  incalescebat 
ac  specialiter  ferebatur  ad  obsequium  ordinis  et  amplexum...  Huius  religionis  serenitatem 
eterna  pietas  mihi  conferens  in  nutricem,  lactavit  eius  uberibus,  educa vit  laboribus  et 
solidis  pabulis  enutrivit"  (citado  por  Fr.  Ehrle,  ibid.). 

(25)  La  carta  del  rey  la  ha  publicado  M.  Menéndez  Pelayo  en  la  Historia  de  los 
Heterodoxos  españoles,  2.a  ed.,  t.  III,  pág.  CXVII  de  los  Apéndices. 


—    212  — 


en  forma  de  cuestión  lo  que  la  universalidad  de  los  fieles  tiene  por 
cierto,  subvierten  el  fundamento  de  la  creencia  y  destruyen  la  unidad 
de  la  fe.  A  quienes  andan  vacilantes  en  la  admisión  de  los  dogmas,  les 
inducen  fácilmente  a  la  desobediencia  y  a  la  rebeldía.  Es  curiosidad 
malsana  querer  escrutar  los  misterios  que  exceden  la  capacidad  del  co- 
nocimiento humano.  Aquellos  doctores  que  indagan  si,  abstracción  hecha 
de  las  Personas  divinas,  la  esencia  de  Dios  es  principio  creador  u  ope- 
rador en  alguna  otra  manera ;  o  si,  prescindiendo  mentalmente  de  la 
Persona  del  Hijo,  la  Persona  del  Espíritu  Santo  procede  del  Padre;  o 
si  en  Cristo  hay  una  sola  forma  o  más  de  una,  incurren  en  temeraria 
presunción  y  en  vicio  de  curiosidad  por  escrutar  la  majestad  de  Dios, 
cosa  que  está  prohibida.  Quienes  se  preguntan,  encima,  si  la  Iglesia 
Romana  goza  primacía  sobre  las  demás  del  orbe,  o  si  del  Romano  Pon- 
tífice obtienen  el  poder  de  las  llaves  los  demás  prelados,  no  sólo  se 
aventuran  en  una  especulación  temeraria,  sino  a  la  vez  errónea.  Quie- 
nes suscitan  tales  cuestiones  en  la  sociedad  de  los  católicos,  pertenecen 
al  número  de  aquéllos  que,  según  frase  del  Apóstol,  son  hombres  trai- 
dores y  perversos,  ciegos  y  fatuos.  Adulteran  la  ciencia  sagrada,  tro- 
cando la  gloria  inmarcesible  del  saber  de  Dios  en  la  vanidad  de  las 
cuestiones  filosóficas  o  naturales,  y  siembran  la  cizaña  en  el  campo  del 
Señor  (26). 

Con  palabras  duras  condena  Arnaldo  el  uso  del  método  filosófico 
en  la  explanación  de  la  teología.  Quienes,  profesando  en  cátedra,  se 
glorían  de  multiplicar  a  voluntad  los  problemas,  formar  silogismos  y 
urdir  argumentos,  vean  cómo  se  conforman  a  la  frase  de  la  Escritura : 
"Grabarás  en  tu  corazón  las  palabras  de  la  Ley  y  las  meditarás".  Los 
teólogos  que  entablan  disputas  por  curiosidad,  bordando  sutilezas  en 
torno  a  los  seres  meramente  intencionales,  cuya  realidad  ni  la  fe  ni  la 
experiencia  manifiestan,  vean  si  es  ésta  la  manera  de  edificar  al  pueblo 
cristiano.  El  idioma  que  los  doctores  enseñan,  es  el  que  aprenden  los 
discípulos;  si  la  verdad  sencilla  del  Evangelio  que  hasta  los  niños  saben, 
es  rechazada,  unos  y  otros  acabarán  por  preferir  al  Evangelio  el  libro 
cuarto  de  las  Sentencias  o  la  Suma  de  tal  autor  u  otra  obra  cualquiera. 
Hasta  tal  punto  los  teólogos  filosofantes  o  los  filósofos  teologizantes 
adulteran  la  sabiduría  de  Cristo. 

En  su  postura  extremosa  de  espiritual.  Arnaldo  abomina  sin  distin- 
ción de  la  teología  clásica  a  la  manera  anselmiana  y  de  la  teología  racio- 


(26)  Los  textos  latinos  de  Arnaldo  donde  se  contienen  tales  asertos,  están  tom.tdos 
del  códice  vaticano  y  pueden  consultarse  en  el  citado  artículo  de  Fr.  Ehrle,  págs.  496-500. 


-    213  — 


nal  a  la  nueva  manera  de  los  peripatéticos.  Condena  en  su  integridad  el 
saber  del  siglo,  en  el  bien  entendido  de  que  computa  por  tal  la  vana  e 
infructuosa  especulación  humana  sobre  los  dogmas.  También  ella  es 
obra  de  los  hombres,  vanidad  hinchada  de  doctores  a  quienes  insufla 
el  diablo.  La  verdad  no  la  hacen  los  hombres,  sino  que  nos  es  revelada 
por  la  gracia  de  Dios;  en  el  modo  de  proponer  esta  verdad  al  pueblo 
cristiano,  se  distinguen  los  verdaderos  de  los  falsos  apóstoles. 

13.  No  es  de  extrañar  que  Arnaldo  tomara  a  los  dominicos  por 
blanco  predilecto  de  sus  iras.  Les  acusa,  en  efecto,  de  apelar  en  todas 
las  decisiones  a  la  autoridad  de  su  doctor,  a  quien  exaltan  por  encima 
de  las  demás  autoridades  por  creerle  una  inteligencia  excepcional,  sin 
advertir  que  ,el  saber  fructifica  en  el  hombre  por  un  don  de  la  gracia 
divina.  Ante  la  alegación  reiterada  de  la  autoridad  de  Tomás  de  Aquino 
por  los  adversarios,  Arnaldo  acaba  por  concentrar  en  él  sus  ataques.  El 
error  capital  que  le  achaca,  es  el  de  haber  negado  el  valor  de  las  pro- 
fecías sobre  los  novísimos,  lo  cual  basta  para  que  Arnaldo  se  deshaga 
en  improperios  contra  su  obra  y  su  persona.  No  sólo  niega  en  bloque 
la  validez  de  sus  tesis  y  la  eficacia  de  sus  argumentaciones  (27),  sino 
que  llega  a  la  imprecación  y  al  insulto  grosero :  "hic  non  theologizavit, 
sed  bovizavit",  que  repite  con  insana  complacencia  en  todos  los  giros 
posibles  de  la  palabra.  A  sus  partidarios  les  llama  "theologi  bubulcares' 
y  les  reprocha  su  "bubulcaritas  argumentationis" .  Les  tacha  de  "istriones 
qui  ribaldice  sive  trutannice  locuntur  in  publico".  Se  irrita  de  que  a  su 
príncipe  le  consideren  un  sol  o  un  astro  de  primera  magnitud,  en  quien 
se  resume  el  saber  humano  de  su  tiempo;  Arnaldo  interpreta  aquel  ca- 
lificativo como  un  símbolo  apocalíptico  de  mal  agüero  y  prorrumpe  en 
improperios  que  salen  a  raudales  de  su  pluma  impulsada  por  una  fan- 
tasía de  meridional. 

No  podía  faltar  en  esa  repulsa  general  el  dardo  certero  contra  Aris- 
tóteles y  contra  la  Universidad  de  París,  asiento  del  aristotelismo.  En 
el  De  cymbalis  ecclesiae,  obra  profética  que  insiste  en  el  tema  de  la 
venida  del  Anticristo,  anuncia  la  destrucción  de  la  Universidad  infes- 
tada de  paganismo:  Nidus  eciam  Aristotelis  contabescens  evacuabitur, 
quia  pullorum  garritus  abhorribilis  obteget  veritatem  irridendo  minis- 
tris  eius. 

14.  En  medio  de  tantas  censuras  e  imprecaciones  Arnaldo  no  se 


(27)  "Quod  autem  introducit...  ex  dictis  fratris  Thomae,  monstratum  est...  quod 
est  bubulcare  tam  quoad  omnes  positiones  eius,  quam  quoad  modos  argumentandi"  'ci- 
tado por  Fr.  Ehrle,  ibid.). 


cansa  de  propugnar  el  retorno  al  cristianismo  primitivo,  tal  como  lo 
predicaran  Cristo  y  sus  apóstoles.  Era  el  lugar  común  de  los  espiritua- 
les, en  cuyas  filas  profesaba  (28).  En  este  aspecto  le  vemos  compartir 
el  ideal  puro  del  franciscanismo  en  la  forma  que  le  diera  el  Fundador 
de  Asís.  Pero,  mientras  en  San  Francisco  el  ideal  cristiano  se  resuelve 
en  amor  y  ternura  que  irradia  alrededor,  en  Arnaldo  por  la  tergiver- 
sación de  su  esquinado  temperamento  explota  en  llamaradas  de  odio 
que  manchan  y  ennegrecen  cuanto  cae  a  su  alcance. 

Por  una  reacción  muy  explicable,  Arnaldo  concitó  contra  sí  la  ani- 
madversión de  los  dominicos  y  demás  Ordenes  religiosas,  y  aun  de  los 
doctores  seculares.  Vimos  ya  que  la  Inquisición  seguía  vigilante  sus 
pasos  y  de  seguro  habría  procedido  con  energía  contra  su  persona  y 
sus  escritos,  a  no  contar  Arnaldo  con  la  protección  de  personajes  pode- 
rosos, entre  ellos  reyes  y  Papas.  La  tormenta  que  logró  contener  en 
vida,  estalló  después  de  su  muerte.  En  noviembre  de  13 16,  una  reunión 
de  teólogos  convocada  en  Tarragona,  en  la  que  predominaban  los  do- 
minicos, condenó  hasta  quince  tesis  de  Arnaldo  como  errores  vitandos 
y  fulminó  anatema  contra  una  lista  de  libros  que  debían  ser  entregados 
por  sus  poseedores  en  el  término  de  diez  días.  Entre  las  tesis  condena- 
das merecen  destacarse  las  dos  siguientes : 

5.a  Que  es  dañoso  y  condenable  el  estudio  de  la  filosofía  y  su  apli- 
cación a  las  ciencias  teológicas. 

13.a  Que  todas  las  ciencias  son  condenables,  fuera  de  la  teolo- 
gía (29). 

La  sentencia  de  Tarragona  constituía  un  esfuerzo  supremo  para 
paralizar  los  efectos  de  la  tremenda  campaña  de  Arnaldo. 

(28)  Los  contactos  de  Arnaldo  con  Clareno  y  Ubertino  de  Cásale,  jefes  del  movi- 
miento espiritual,  son  conocidos.  Sobre  este  punto  consúltese  la  obra  del  P.  José  M*  Pou, 
O.  F.  M. :  Visionarios,  beguinos  y  jraticelos  catalanes  (siglos  xni-xv),  Vich,  1930,  en 
el  extenso  capítulo  que  dedica  a  Arnaldo  fpágs.  34-110). 

(29)  Véase  a  M.  Menéndez  Pelayo,  obra  y  tomo  citados,  págs.  221-225. 


III 


Filosofía  natural  y  medicina. 

Fama  médica  y  cultura  profesional  de  Arnaldo. — Empirismo  y  especulación. — 
Medicina  y  teología. — Teoría  del  fluido  vital. — Los  influjos  astrales. — Los  es- 
píritus puros. — Las  cosas  naturales  y  sus  cualidades  ocultas. — La  magia  y  la 
astrología  al  servicio  de  la  medicina;  terapéutica  y  farmacopea  consiguientes. 

15.  Tan  sólo  como  figura  de  contraste  es  lícito  incluir  a  Arnaldo 
-de  Vilanova  en  una  historia  de  las  ideas  filosóficas.  Sus  invectivas  con- 
tra las  autoridades,  las  instituciones  y  los  hombres  más  representativos 
de  la  cultura  teológico-filosófica  de  su  época,  contra  los  que  actuó  a 
manera  de  revulsivo,  le  situaron  al  margen  de  la  corriente  central  de 
pensamiento  que  predominó  en  los  últimos  siglos  de  la  Edad  Media. 
Pero,  en  fuerza  del  mismo  contraste,  a  los  ojos  de  los  investigadores 
modernos  ofrecen  bastante  mayor  interés  las  ideas  médicas  y  científi- 
cas que  maduraron  en  Arnaldo  como  fruto  de  una  auténtica  vocación, 
sin  rozarse  apenas  con  sus  polémicas  teológicas  ni  con  sus  propósitos 
de  reforma  social,  y  cuya  ulterior  repercusión  fué  asimismo  conside- 
rable. 

Arnaldo  cobró  fama  de  ser,  sin  disputa,  el  mejor  médico  del  si- 
glo xiii,  como  lo  demuestran  los  múltiples  requerimientos  que  le  diri- 
gieron los  personajes  más  poderosos  de  su  siglo.  Además  de  los  reyes 
de  Aragón  Pedro  III  y  Jaime  II,  y  del  rey  de  Sicilia  Federico,  le  tu- 
vieron por  médico  tres  Papas  consecutivos,  sin  que  fueran  óbice  al  apre- 
cio que  de  él  hicieron  como  profesional  las  contiendas  y  descarríos  teo- 
lógicos en  que  incurrió.  Cuando  la  curia  papal  se  disgustó  con  Anselmo 
de  Bérgamo,  el  médico  boloñés  que  asistía  al  papa  Bonifacio  VIII,  Ar- 
naldo fué  llamado  a  sustituirle  contra  el  agrado  del  Pontífice.  El  éxito 
de  la  actuación  médica  de  Arnaldo  se  cimentaba  en  la  posesión  de  una 
cultura  científica  y  profesional  enorme,  gracias  a  la  que  ha  pasado  a 
la  posteridad  como  la  figura  más  representativa  de  la  medicina  de  su 
tiempo. 


-    216  — 


16.  El  saber  médico  de  Arnaldo  de  Vilano  va  se  integraba  con  un 
fondo  copioso  de  tradición  y  un  rico  caudal  de  experiencia.  Su  paso  por 
la  escuela  salernitana  en  las  aulas  de  Juan  de  Calamida  le  había  fami- 
liarizado con  la  tradición  médica  occidental.  La  tradición  clásica  y  ára- 
be, que  penetró  durante  el  siglo  xiii  en  Nápoles  sin  resistencias,  fué  cul- 
tivada también  en  Montpellier;  allí,  y  en  Barcelona,  pudo  Arnaldo  co- 
nocerla cada  vez  más  a  fondo.  Él  mismo  hizo  labor  de  traductor  y  puso 
en  latín  un  tratado  médico  de  Costa  ben  Luca ;  Thorndike  llega  a  sos- 
pechar que  algunas  de  sus  obras  tenidas  por  originales  sean,  tal  vez, 
versiones  del  arábigo  (30).  Ignoraba  el  griego,  según  él  mismo  confiesa 
en  un  pasaje;  pero,  a  través  de  las  versiones  árabes,  conoció  perfecta- 
mente la  medicina  clásica.  A  un  caudal  tan  abundante  de  conocimien- 
tos logrados  por  el  estudio  añadíase  en  Arnaldo  una  rica  experiencia 
personal  adquirida,  no  sólo  en  el  ejercicio  de  la  profesión,  sino  al  con- 
tacto con  otros  médicos  y  científicos  durante  sus  continuos  viajes  por 
España,  Francia  e  Italia.  Su  tratado  integral  de  la  Medicina,  el  Brevia- 
rium  practicae  a  capite  usque  ad  plantam  peáis,  encierra  observaciones 
personales  y  descripciones  de  cuadros  y  costumbres  locales  de  un  gran 
interés. 

En  la  confluencia  de  estos  dos  elementos  de  la  cultura  médica  de 
Arnaldo,  tradición  y  experiencia,  se  encuadra  en  buena  parte  su  labor 
científica.  Bajo  la  influencia  de  aquélla,  escribe  un  comentario  al  Régi- 
men salernitano  y  traduce  del  arábigo,  según  la  moda  de  entonces.  Pero, 
rebelde  de  natural,  insurge  contra  la  autoridad  y  se  atreve  a  contrade- 
cir expresamente  opiniones  de  Galeno  y  Avicena.  Huelga  subrayar  el 
alcance  de  una  tal  actitud-,  que  provocará  en  el  Renacimiento  el  surgir 
de  la  nueva  ciencia  de  la  naturaleza.  De  hecho,  Arnaldo  de  Vilanova 
se  erige  en  el  siglo  xm  en  el  campeón  del  empirismo,  hasta  el  extremo 
que  se  ha  podido  afirmar  de  él  que  ha  realizado  en  la  medicina  una  labor 
análoga  a  la  de  Rogerio  Bacon  en  la  ciencia  física  (31).  El  empirismo 
metódico  fluye  en  Arnaldo  de  convicciones  arraigadas.  Profesa  la  idea 
de  que  las  cualidades  de  las  cosas  se  averiguan  nada  más  por  experien- 
cia o  por  revelación,  por  lo  cual  los  iletrados  y  las  mujeres  están  en 
capacidad  de  descubrirlas  tanto  como  los  doctos.  Aconseja  el  tratamien- 
to individualizado  del  enfermo  a  la  manera  hipocrática.  La  apelación  a 
la  experiencia  es  en  Arnaldo  sincera  y  efectiva,  no  nominal  e  ineficien- 


(30)  L.  Thorndike:  A  History  of  Magic  and  Experimental  Science,  vol.  II,  Xew- 
York,  1923,  pág.  847-  De  esta  obra  (volumen  citado,  págs.  841-861)  hemos  tomado 
abundantes  materiales  para  nuestra  exposición  de  la  filosofía  natural  de  Arnaldo. 

(31)  G.  S.  Brett:  A  History  of  Psychology,  vol.  II,  London,  1021,  pág.  143. 


te  como  en  Pedro  Hispano ;  con  mayor  razón  cabría,  pues,  situarle  me- 
todológicamente en  la  gran  corriente  científico-natural  del  siglo  xiii  que 
inició  en  la  cultura  de  Occidente  Alberto  Magno. 

17.  Pero  lo  interesante  y  distintivo  en  Arnaldo  es  que  su  empirismo 
sirve  de  base  a  una  especulación  desenfrenada.  Arnaldo  aspira  a  sentar 
una  teoría  racional  de  la  medicina,  para  lo  cual  sobre  los  hechos  de  ob- 
servación, más  otros  datos  de  creencia,  levanta  un  osado  edificio  doctri- 
nal. En  el  fondo,  una  aspiración  tan  ambiciosa  necesita  apoyarse  en  una 
concepción  del  hombre  y  del  Cosmos,  que  efectivamente  encontramos 
desarrollada  en  Arnaldo.  El  punto  débil  de  esta  empresa  hállase  en  el 
tránsito  de  la  experiencia  a  la  idea  racional  por  falta  de  un  método  se- 
guro. No  olvidemos  que  la  inducción  científica  está  en  el  siglo  xiii  to- 
davía en  mantillas,  y  no  nos  extrañaremos  entonces  de  ver  a  Arnaldo 
entregarse  a  una  interpretación  enteramente  arbitraria  de  los  fenómenos 
naturales  en  la  que,  por  falta  de  rigor  crítico,  se  deslizan  subrepticia- 
mente sus  prejuicios  teológicos  y  sus  tendencias  espiritualizantes.  Así 
llega  Arnaldo  a  una  concepción  fantástica  de  la  naturaleza,  más  bien 
forjada  al  calor  de  su  imaginación  que  por  una  racional  depuración  de 
los  datos  suministrados  por  la  realidad. 

Arnaldo  sentía  una  inclinación  tanto  más  fuerte  a  especular  sobre 
la  naturaleza  cuanto  que  otorgaba  a  la  ciencia  médica,  en  unión  de  la 
teología,  un  valor  preeminente  en  la  formación  moral  del  hombre.  En 
las  dos  disciplinas  veía  cumplirse  de  un  modo  contundente  el  proceso 
esencial  de  la  educación  que,  desde  el  conocimiento  de  las  cosas  sensi- 
bles, conduce  a  través  de  un  prolongado  esfuerzo  discursivo  al  hallazgo 
de  las  cosas  ocultas  e  insensibles  que  son  a  la  vez  las  más  arduas  y  su- 
tiles para  el  entendimiento  (32). 

18.  Veamos  el  camino  que  sigue  la  medicina  hasta  rasgar  el  miste- 
rio que  rodea  nuestra  vida.  La  observación  médica  recoge  multitud  de 
hechos  y  estados  peculiares  del  hombre :  unos  normales,  como  la  memo- 
ria, el  lenguaje,  los  sueños,  el  amor  sexual ;  otros  anormales,  como  la 
enfermedad,  la  alteración  orgánica,  el  encantamiento,  el  hechizo,  etc.  La 
causa  inmediata  de  unos  y  de  otros  radica  en  el  spiritus  o  fuerza  vital 
que  penetra  la  intimidad  de  nuestro  sér  y  anima  la  totalidad  de  sus  ma- 
te 2)    "Cum  omnis  vera  cognitio  a  sensu  oriatur  et  ab  his  quae  sensibilia  sunt  habeat 

ortum,  necessario  ipsa  sensibilia  debent  gratiose  et  efficaciter  demonstran  iuvenibus 
et  adiscentibus,  cum  tune  intellectus  discurrens  per  ea  abstrahit  multa  media  et  multas 
conclusiones.  Unde  per  sensibilia  venit  intellectus  ad  cogn'tionem  insensibilium  et  ocul- 
torum  et  arduorum  et  subtilium,  ut  declaratur  per  totum  processum  theologiae  et  per 
totum  processum  medicinae"  (Regulae  Generales  Curationis  Morborum,  doctrina  VI;  ci- 
tado por  L.  Thorndike,  ibid.). 


—  218  — 


nifestaciones.  El  spiritus  es  un  fluido  inmaterial  de  carácter  cósmico, 
del  que  están  poseídos  en  mayor  o  menor  grado  todos  los  seres  de  la 
naturaleza.  Así  se  concibe  la  influencia  psíquica  de  unos  seres  humanos 
-en  otros.  La  simpatía  y  la  antipatía  son  acciones  interhumanas  reales. 
Un  hombre  sano  y  alegre  puede  comunicar  \su  alegría  a  quienes  convi- 
ven con  él,  e  igualmente  un  enfermo  puede  contagiar  a  una  persona  sa- 
na. La  mera  presencia  de  un  médico  puede  determinar,  en  ciertos  en- 
fermos, daños  que  sólo  desaparecerán  con  la  sustitución  de  aquél.  La 
influencia  psíquica  puede  ser  ayudada  por  la  voluntad ;  el  hechizo,  por 
ejemplo,  se  infiltra  con  la  acción  de  mirar  y  la  invocación  del  demonio. 
La  acción  a  distancia  de  unos  seres  sobre  otros  se  ejerce  mediante  irra- 
diación del  fluido  vital ;  una  fuerza  impersonal,  como  es  el  spiritus,  se 
transmite  de  unos  cuerpos  a  otros  sin  dificultad.  La  índole  inmaterial 
de  esta  energía  no  le  impide  producir  efectos  materiales.  El  origen  últi- 
mo de  la  fuerza  vital  hállase  en  la  moción  activa  del  mundo  sublunar  o 
terrestre  por  el  mundo  astral. 

19.  Descúbrese  aquí  una  idea  fundamental  en  la  cosmología  de  Ar- 
naldo,  para  quien  "es  evidente  que  Dios,  supremo  motor  y  artífice,  ha 
"encomendado  el  gobierno  de  la  naturaleza  a  la  moción  de  los  astros, 
"por  lo  cual  la  influencia  de  éstos  sobre  el  cuerpo  humano  no  es  despre- 
ciable" (33).  La  doctrina  del  spiritus  desemboca,  pues,  en  un  animismo 
universal  que  se  caracteriza  por  relaciones  muy  definidas  de  jerarquía. 
Los  espíritus  puros  pueden  influir  en  las  almas  humanas,  que  son  de  in- 
ferior categoría,  por  estar  unidas  a  un  cuerpo  ;  pero  no  pueden  ser  in- 
fluidos por  ellas.  Los  astros  gobiernan  las  cosas  de  la  tierra,  pero  tam- 
poco se  dejan  gobernar  por  ellas.  Es  fatuidad  querer  compeler  a  los  de- 
monios a  que  contesten  determinadas  preguntas  u  operen  milagros,  co- 
mo pretenden  los  hechiceros  y  nigromantes;  en  el  fondo,  la  práctica  de 
estas  artes  se  reduce  a  una  trama  de  ficciones  y  embustes  urdidos  con 
propósitos  aviesos.  El  hombre  carece  de  poder  sobre  los  espíritus  sepa- 
rados; ni  siquiera  puede  influir  en  ellos  con  el  uso  de  sustancias  natu- 
rales, así  sean  piedras  preciosas,  o  interponiendo  la  influencia  astral. 
Por  lo  demás,  es  falso  que  los  demonios  se  hallen  distribuidos  en  dife- 
rentes cuarteles  del  cielo,  que  se  les  pueda  coaccionar  a  ciertas  horas 
del  día  o  que  se  dejen  influir  por  la  luz  de  los  cuerpos  celestes.  Unica- 
mente Dios  manda  en  los  espíritus  malos,  si  bien  podría  delegar  su  po- 
der en  seres  humanos ;  ya  se  entiende  que  éstos  serían  hombres  santos 
y  no  gente  malvada,  como  suelen  ser  los  invocadores  de  demonios.  En 


(33)    De  epilepsia,  cap.  I  (citado  por  L.  Thorndike.  ibid.) . 


el  mayor  número  de  los  casos  dichos  de  hechicería  los  demonios  no  in- 
tervienen para  nada  en  opinión  de  Arnaldo;  se  trata,  simplemente,  de 
hechos  patológicos  comunes  (34). 

20.  Pero,  si  resulta  imposible  disponer  a  antojo  de  los  puros  espí- 
ritus, en  cambio  los  seres  inferiores  de  la  naturaleza  ofrecen  al  hombre 
un  ancho  campo  de  acción.  En  la  utilización  de  los  seres  naturales  se 
basan  las  artes  humanas,  entre  ellas  la  medicina.  Las  cosas  se  utilizan 
por  las  múltiples  propiedades  que  les  son  inherentes,  cuyo  número  sería 
temerario  reducir  a  las  cualidades  de  seco,  húmedo,  frío  y  cálido  y  a  las 
varias  complexiones  de  estas  cualidades.  Antes  bien,  las  cosas  revelan, 
por  añadidura,  otras  cualidades  ocultas  o  maravillosas,  que  para  la  cien- 
cia y  para  el  arte  son  las  de  más  valor.  Por  virtud  oculta  entiende  Ar- 
naldo la  propiedad  que  ni  se  deja  captar  inmediatamente  por  los  senti- 
dos ni  mostrar  por  razones  y  cuya  existencia  no  puede  ser  descubierta 
por  experiencia  razonada,  sino  a  lo  sumo  por  un  hallazgo  casual .  La 
virtud  oculta  depende  de  dos  factores :  la  mezcla  de  los  elementos  en 
el  compuesto  y  la  forma  específica  del  objeto.  Como  que  la  proporción 
de  los  elementos  en  el  compuesto  puede  variar  hasta  el  infinito  y  la  for- 
ma específica  tiene  un  origen  transcendente,  es  imposible  que  la  virtud 
oculta  sea  hallada  de  otro  modo  que  por  una  experiencia  al  azar  o  por 
una  revelación  (35). 

El  gobierno  de  la  naturaleza  por  el  mundo  astral  se  revela  cabal- 
mente en  el  hecho  de  que  la  forma  específica  de  las  cosas  viene  deter- 
minada por  esas  influencias  de  los  astros.  A  la  influencia  del  cielo  debe, 
por  ejemplo,  el  oro  su  temple  peculiar  y  las  demás  maravillosas  cuali- 
dades que  la  industria  humana  es  incapaz  de  producir  (36).  El  oro  fabri- 
cado por  los  alquimistas  se  parece  al  oro  natural  en  el  color  y  en  la 
sustancia,  pero  no  posee  su  virtud  oculta.  Observemos  de  paso  que  el 
animismo  cósmico  de  Arnaldo  no  se  compagina  con  la  artificiosa  trans- 
mutación de  los  metales ;  todas  las  obras  de  alquimia  que  le  han  sido 
atribuidas  en  los  siglos  xiv  y  xv,  son  francamente  apócrifas  o,  por  lo 
menos,  de  muy  dudosa  atribución.  El  influjo  de  las  estrellas  explica, 
no  sólo  la  forma  específica,  sino  la  peculiaridad  individual  de  las  cosas ; 
solamente  así  se  comprende  que  una  piedra  de  zafiro  limpie  el  ojo  hu- 


(34)  Libellus  de  improbatione  malcficiorum,  que  otras  veces  se  intitula:  Quaestio 
de  possibilitate  et  veritate  imaginum  astronomicarum.  El  tratado  lleva  dedicatoria  al 
obispo  de  Valencia  (ibid.). 

(35)  Repetitio  super  Canon  "Vita  Brevis"  (ibid.). 

(36)  De  vinis  (ibid.). 


—  ;2D  — 


mano  y  otra  le  dañe  (37).  Vale  la  pena  de  señalar  el  contraste  entre  esa 
doctrina  fantástica  de  la  especificidad  de  la  forma  y  del  principio  de 
individuación  con  las  de  los  teólogos  contemporáneos,  Santo  Tomás  y 
Duns  Scot  pongo  por  caso,  establecidas  por  vía  racional  estricta. 

21.  La  práctica  médica  de  Arnaldo  responde  a  sus  convicciones  doc- 
trinales de  un  modo  preciso :  es  un  arte  de  curar  a  base  de  magia  y  de 
astrología.  Ya  se  presiente  su  actitud  en  la  objeción  que  formula  contra 
la  medicina  salernitana  dominante  en  su  tiempo,  que  hemos  visto  antes 
encarnada  en  Pedro  Hispano.  El  sistema  curativo  salernitano  se  reduce 
a  complicados  tratamientos  dietéticos  y  a  un  uso  copioso  de  la  farmaco- 
pea. Arnaldo  propugna  la  reforma  del  sistema  en  el  sentido  de  una  sim- 
plificación de  las  dietas  y  de  una  restricción  en  d  empleo  de  medicamen- 
tos. No  arrincona  totalmente  las  unas  ni  los  otros ;  y  hasta,  siguiendo  a 
Alkendi,  intenta  una  dosificación  de  las  medicinas,  en  la  medida  de  los 
efectos  que  intenta  producir,  según  fórmulas  matemáticas.  Pero  quiere 
dejar  el  camino  expedito  a  la  práctica  de  nuevos  tratamientos  y  reme- 
dios de  significación  muy  diversa,  a  tono  con  su  concepción  ocultista  de 
la  naturaleza. 

En  orden  a  las  prácticas  de  magia  parece  haberse  operado  en  Arnal- 
do un  cambio  importante  de  opinión.  En  su  tratado  de  la  epilepsia  (38), 
concebido  verosímilmente  con  arreglo  a  la  ideología  de  sus  maestros 
salernitanos  y  de  los  autores  árabes,  había  condenado  el  arte  agorera,  y 
el  arte  geomántica,  rechazando  por  ignominiosos  los  encantamientos,  los 
conjuros  y  las  invocaciones  a  los  espíritus  que  atribuía  a  hombres  im- 
píos puestos  al  servicio  del  demonio.  Tal  vez  este  anatema  se  relacione 
en  parte  con  sus  ideas  acerca  de  la  imposibilidad  de  influir  en  los  espí- 
ritus. Pese  a  lo  dicho,  en  otros  tratados,  como  en  los  Remedia  contra 
maleficia,  desarrolla  una  verdadera  terapéutica  espiritual  y  aconseja  la 
práctica  de  exorcismos  contra  endemoniados  y  embrujados,  la  trasla- 
ción de  los  enfermos  a  la  iglesia,  el  contacto  de  reliquias,  la  frecuenta- 
ción de  sacramentos,  etc.  No  parece  creer  en  la  eficacia  curativa  de  las 
oraciones  al  uso,  especialmente  para  los  partos ;  pero  cuenta  ingenuamen- 
te que  un  clérigo  le  curó  unas  verrugas  en  pocos  días  con  sólo  una  ora- 
ción apropiada  al  caso,  y  él  mismo  pone  una  oración  a  San  Brandino 
contra  las  mordeduras  de  serpiente  y  otra  a  San  Blas  para  remedio  de 
las  afecciones  de  garganta.  Si  en  la  mentalidad  de  Arnaldo  la  amalga- 
ma de  ideas  médicas  y  creencias  religiosas  le  lleva  a  aconsejar  tales  pro- 


(37)  Antidotañum ,  cap.  2  (ibid.). 

(38)  En  el  cap.  25  (ibid.). 


cedimientos  curativos,  sus  convicciones  metafísicas  le  conducen  en  otro 
sentido  hasta  la  magia  natural.  Un  ejemplo  claro  de  magia,  o  mejor  de 
contramagia,  simpática  lo  tenemos  en  el  remedio  que  aconseja  para  rom- 
per el  hechizo  que  impide  el  comercio  conyugal:  marido  y  mujer  coge- 
rán cada  uno  la  mitad  de  una  nuez,  juntarán  las  dos  mitades,  al  cabo 
de  los  seis  días  se  las  comerán  y  el  hechizo  habrá  desaparecido.  Para 
preservar  las  nuevas  uniones  conyugales  de  posibles  sortilegios  descono- 
cidos, recomienda  la  fumigación  de  la  cámara  nupcial  con  ciertas  sus- 
tancias, acompañada  de  ritos  pintorescos.  Entre  los  tratamientos  de  ma- 
gia simpática  podemos  contar  las  ataduras  y  suspensiones  de  objetos. 
Hay  piedras,  plantas  y  partes  de  animales  que,  suspendidos  del  cuello 
o  atados  alrededor  del  cuerpo,  engendran  impotencia.  El  coral,  suspen- 
dido del  cuello  e!n  forma  que  caiga  sobre  el  abdomen,  evita  las  enferme- 
dades del  estómago.  Muchos  otros  objetos  gozan  de  la  virtud  de  provo- 
car efectos  por  el  estilo  (39). 

22.  En  la  opinión  de  Arnaldo,  los  objetos  atados  o  suspendidos  obran 
no  sólo  por  simpatía  o  antipatía,  sino  además  por  virtud  oculta ;  su  apli- 
cación constituye,  pues,  el  tránsito  de  la  magia  simpática  a  la  medicina 
astrológica.  Es  ésta  la  terapéutica  predilecta  de  Arnaldo  de  Vilanova, 
quien  la  considera  tan  fundamental  que  no  sabría  perdonar,  según  pro- 
pia afirmación,  el  yerro  de  un  médico  en  la  curación  de  un  enfermo  por 
no  haber  prestado  la  debida  atención  a  las  circunstancias  astrológicas. 
El  médico  ha  de  saber  que  el  aire  en  torno  a  nosotros  es  alterado  por 
el  curso  de  los  astros  y,  consiguientemente,  el  efecto  de  una  medicina 
dependerá  de  la  hora  en  que  haya  sido  confeccionada  (40).  Tanto  o  más 
que  conocer  la  estructura  y  composición  elemental  de  una  sustancia,  im- 
porta saber  la  fuerza  de  la  constelación  celeste  dominante  en  el  momen- 
to en  que  se  la  manipula.  Cabe  recoger  esta  acción  astral  para  beneficiar- 
se de  sus  efectos  favorables.  Gracias  a  la  medicina  astrológica  es  po- 
sible prolongar  nuestra  juventud  y  retardar  el  advenimiento  de  la  ve- 
jez (41).  Cada  signo  del  zodíaco  ejerce  una  influencia  especial  sobre 
algún  miembro  del  cuerpo  humano ;  cada  uno  de  los  siete  planetas  pro- 
voca asimismo  su  efecto  peculiar.  Los  autores  de  medicina,  añade  Ar- 
naldo, suelen  pasar  por  alto  tales  tratamientos ;  tan  sólo  Galeno  y  los 
salernitanos  indican  tímidamente  los  efectos  de  la  luna  en  el  tratamien- 
to de  la  sangría.  No  sólo  para  las  sangrías,  los  cauterios,  las  operaciones 


(39)  De  parte  operativa  (ibid.) . 

(40)  MedióinaHum  introductionutn  speculum,  cap.  13  (ibid.). 

(41)  De  conservártela  iuventute  et  retardártela  senectute  (ibid.). 


quirúrgicas  y  la  administración  de  drogas  hay  que  tener  en  cuenta  las 
diversas  fases  lunares,  sino  para  la  curación  de  toda  clase  de  enferme- 
dades y  para  la  preservación  de  la  salud  en  general  (42). 

El  uso  de  la  farmacopea  astrológica  completa  esa  terapéutica  tan 
característica  de  Arnaldo.  Su  producto  más  típico  son  los  amuletos  o  imá- 
genes representativas  de  cuerpos  celestes  que  se  fabrican  de  una  sus- 
tancia mineral  costosa.  Algunos  obran  a  manera  de  antídoto  en  los  ca- 
sos de  envenenamiento  (43) ;  otros  están  indicados  para  el  tratamiento 
de  la  piedra  o  de  la  gota  o  de  la  insolación  o  de  la  fiebre  aguda.  Arnal- 
do ha  dedicado  un  tratado  especial  a  los  "sellos"  (44),  una  clase  de  amu- 
letos que  obraban  por  la  maravillosa  virtud  atribuida  al  oro  de  que  es- 
taban hechos.  Fabricó  uno  de  estos  sellos  en  el  momento  en  que  el  sol 
se  encontraba,  en  agosto,  en  lo  más  intenso  de  su  fuerza ;  hizo  grabar 
en  él  la  figura  de  un  león  por  referencia  al  signo  del  zodíaco,  y  se  lo 
regaló  al  Papa  Bonifacio  VIII  para  que  lo  llevase  colgado  sobre  la  re- 
gión lumbar,  con  objeto  de  librarle  de  los  dolorosos  cólicos  renales  que 
padecía.  Al  confeccionarlo,  tuvo  buen  cuidado  de  ir  recitando  salmos  y 
versículos  de  la  Biblia  (45).  Aunque  la  curia  papal  se  escandalizó,  Bo- 
nifacio se  aplicó  el  sello  y  experimentó  una  notable  mejoría  en  sus  do- 
lores. 

23.  Arnaldo  de  Vilanova  ha  sido  en  la  Edad  Media  el  más  carac- 
terizado representante  de  la  astrología,  cuyas  prácticas  y  especulaciones 
ha  difundido  en  Occidente.  Cabe  barruntar  los  antecedentes  de  la  me- 
dicina arnaldiana  en  ciertas  tendencias  árabes,  todavía  no  muy  conoci- 
das. Ya  hemos  visto  como  Arnaldo  se  separa  de  Galeno  y  de  Avicena, 
cuya  medicina  se  corresponde  con  un  fondo  de  filosofía  peripatética;  le 
atraen,  en  cambio,  otras  corrientes  árabes  de  fondo  neoplatónico,  en  las 
que  venía  inserta  la  doctrina  netamente  oriental  de  los  influjos  astrales 
y  de  la  magia  natural  y  religiosa.  La  obra  de  Costa  ben  Luca,  que  él 
tradujo,  es  una  curiosa  muestra  de  medicina  mágica.  A  los  arabistas 
queda  reservada  la  labor  de  señalar  las  fuentes  orientales  en  las  que  se 
inspiró  Arnaldo.  Sean  las  que  fueren,  podemos  afirmar  desde  ahora  que, 
así  como  Pedro  Hispano  introdujo  en  Occidente  la  ciencia  y  la  medici- 
na de  los  árabes  peripatéticos,  Arnaldo  ha  sido  el  introductor  en  la  Eu- 
ropa medieval  de  la  medicina  del  neoplatonismo. 


(42)  Breviarium  practicae.  Cf.  en  las  Regulae  generales  curationis  morborum  (ib'A.). 
Í43)    Antidotarium,  cap.  3  (ibid.). 

(44)  El  De  sigillis  (ibid.). 

(45)  Diepgen:  Historia  de  la  Medicina,  trad.  castellana,  vol.  I,  Barcelona,  Colec- 
ción Labor,  1925,  págs.  201-202. 


—  223  — 


Entre  los  latinos,  el  autor  con  quien  Arnaldo  de  Vilanova  hállase 
más  emparentado  en  ciertos  aspectos,  es  sin  ,duda  Rogerio  Bacon  (46). 
La  simultaneidad  de  su  labor  científica,  el  parecido  de  muchas  doctri- 
nas y,  sobre  todo,  la  tendencia  general  metodológica  inducen  a  pensar 
en  influencias  reales  del  uno  sobre  el  otro  o,  tal  vez,  recíprocas ;  pero 
faltan  datos  para  establecer  una  relación  histórica  entre  pensadores  de 
países  tan  apartados. 

El  prestigio  médico  de  que  Arnaldo  se  vió  rodeado  en  vida,  perduró 
en  la  fama  que  después  de  la  muerte  acompañó  a  su  memoria.  Sus  ideas 
médicas  y  científicas  hallaron  eco,  más  todavía  que  en  la  Edad  Media, 
un  poco  después  en  el  Renacimiento,  en  que  Teofrasto  Bombasto  Pa- 
racelso,  siguiendo  las  huellas  de  Arnaldo,  renovó  la  medicina  ocultista 
y  puso  otra  vez  en  boga  las  especulaciones  fantásticas  en  el  campo  de 
la  ciencia  natural  a  base  de  una  mescolanza  <de  observaciones  e  intuicio- 
nes que  oscilan  entre  lo  infantil  y  lo  genial.  Por  otra  parte,  la  doctrina 
del  espíritu  vital,  despojada  de  sus  elementos  mágicos,  halló  acogida  en 
Descartes  e  influyó  poderosamente  en  la  constitución  de  la  fisiología.  En 
medio  de  tales  aventuras  se  fué  abriendo  paso  trabajosamente,  como  ma- 
nantial de  agua  pura  entre  las  grietas  de  una  peña,  el  principio  de  re- 
pulsa a  la  autoridad  y  de  apelación  a  la  experiencia,  que  la  Edad  Mo- 
derna había  de  sentar  como  postulado  de  la  ciencia  físico-natural  en  eí 
porvenir. 

(46)  Para  el  cotejo  entre  Arnaldo  de  Vilanova  y  Rogerio  Bacon,  consúltese  el  estu- 
dio reciente  de  A.  Aguirre  y  Respaldiza :  La  ciencia  positiva  en  el  siglo  xin.  Rogtrio- 
Bacon,  Barcelona,  Colección  Labor,  1935. 


IV 


La  reforma  social. 

Fuentes  para  el  conocimiento  de  la  actividad  reformadora  de  Arnaldo. — Su  adhe- 
sión al  movimiento  de  los  espirituales. — El  ideal  de  la  vida  evangélica. — Crí- 
tica de  la  sociedad  contemporánea. — Misión  de  los  laicos  en  la  renovación  re- 
ligiosa.— Doctrina  del  Papa  espiritual. — Iniciación  de  la  reforma  por  los  mo- 
narcas de  la  dinastía  aragonesa. — Plan  para  la  reforma  de  su  casa  y  reino. 

24.    Durante  la  última  etapa  de  su  vida  Arnaldo  tomó  parte  muy  ac- 
tiva en  los  ensayos  de  reforma  espiritual,  promovidos  en  su  tiempo  des- 
de distintos  sectores  de  la  Cristiandad.  Los  antecedentes  de  esta  actua- 
ción de  Arnaldo  hállanse  en  su  adhesión  al  ideario  religioso  del  abad 
cisterciense  Joaquín  de  Fiore,  que  'hizo  pública  en  1292  con  su  Introduc- 
tio  in  librum  Joachim  De  semine  scripturarum,  a  la  que  siguió  no  mucho 
después  una  Expositio  super  Apocalypsi,  de  idéntica  inspiración.  A  par- 
tir de  estas  obras,  fué  madurando  en  la  mente  de  Arnaldo  la  idea  de 
la  reforma,  que  propuso  al  Papa  Bonifacio  VIII  en  la  segunda  parte  del 
De  adventu  Antichristi  (1301),  ratificó  en  el  tratado  Rever endissime 
que  presentó  a  Benedicto  XI  (1304),  y  reiteró  nuevamente  ante  Clemen- 
te V  y  el  Colegio  cardenalicio  en  el  Rahonament  d'Avinyó  (1309).  Por 
otro  camino  intentó  Arnaldo  la  realización  de  sus  planes  de  reforma,  es 
a  saber,  procurando  interesar  en  ellos  a  Federico  de  Sicilia  y  a  Jaime  II 
de  Aragón  y  sugiriéndoles  que  los  implantaran  en  sus  respectivos  Es- 
tados ;  en  los  escritos  que  les  fueron  dirigidos  por  Arnaldo,  especialmen- 
te en  la  Alio  cutio  christiana  (1304)  y  en  la  Interpretación  de  los  sueños 
de  Federico  (1308),  así  como  en  la  correspondencia  epistolar  de  ambos 
reyes  hermanos,  sobre  todo  en  la  carta  de  Federico  a  Jaime  acerca  del 
régimen  de  su  casa  y  reino  (1309),  la  reforma  está  expuesta  en  sus  de- 
talles. Federico  la  llevó  parcialmente  a  la  práctica  en  las  constituciones 
que  promulgó,  en  15  de  octubre  de  1310,  para  el  reino  de  Sicilia.  Toda- 
vía, Arnaldo  cooperó  a  la  propagación  de  la  reforma  entre  los  laicos 
fomentando  las  comunidades  de  beguinos  y  beguinas,  con  destino  a  los 


cuales  compuso  en  sus  años  postreros  numerosos  opúsculos  para  regu- 
lación de  la  vida  espiritual  (47). 

25.  Por  su  actividad  de  reformador,  Arnaldo  pertenece  inequívoca- 
mente a  la  tendencia  de  los  llamados  "espirituales".  Como  ellos,  Arnaldo 
se  siente  impresionado  por  el  contraste  entre  las  condiciones  sociales  en 
>que  se  desenvuelve  de  hecho  la  vida  religiosa  en  el  siglo  xiii  y  el  ideal 
cristiano.  Surge  de  ahí  el  anhelo  de  restablecer  en  la  sociedad  el  tipo 
de  vida  que  Cristo  anunció  a  los  hombres  al  predicar  el  Evangelio  (vivere 
secundum  regulam  Evangelii).  Esta  vida  "espiritual"  la  opone  Arnaldo 
a  la  vida  "carnal",  a  la  que  ve  entregados  a  los  hombres.  Llama  vida 
carnal  a  aquella  cuyo  objetivo  se  cifra  en  la  felicidad  terrena  con  me- 
nosprecio u  olvido  de  los  bienes  celestes;  vida  espiritual,  en  cambio,  es 
la  que  dispone  a  los  hombres  para  la  consecución  ¡de  la  eterna  beati- 
tud (48). 

Estas  ideas  de  los  espirituales  aparecen  calcadas  en  las  de  los  gran- 
des reformadores  religiosos  del  siglo  xiii,  concretamente  en  las  de  San 
Francisco  de  Asís.  El  disentimiento  empieza  en  el  momento  en  que  los 
espirituales  se  lanzan  ,a  enjuiciar  el  desenvolvimiento  histórico  de  la  hu- 
manidad y  de  la  institución  eclesiástica  e  intercalan  entre  los  extremos 
de  aquella  antítesis  dos  nuevos  motivos  doctrinales :  una  condenación 
rotunda  de  la  sdciedad  contemporánea,  cuya  destrucción  predicen  para 
un  futuro  inmediato,  y  una  visión  profética  de  los  acontecimientos  que 
han  de  preceder  y  acompañar  a  la  catástrofe  inminente.  La  profunda 
corrupción  de  la  vida  social  les  lleva  a  augurar  apocalípticamente  el  pró- 
ximo fin  del  mundo,  al  cual  precederá  la  venida  del  Anticristo.  De  tan 
calamitosas  perspectivas  brota  la  urgencia  de  la  reforma  espiritual,  que 
precisa  acometer  sin  demora  mediante  un  cambio  radical  en  los  tipos  y 
formas  de  vida.  Hay  que  destruir  la  organización  actual  de  'la  sociedad, 
caduca  de  tan  corrompida;  sobre  sus  ruinas  hay  que  construir  una  nue- 
va comunidad  cristiana,  acorde  en  un  todo  con  las  normas  evangélicas. 
En  ese  esfuerzo  por  subvertir  el  orden  constituido  y  edificar  otro  de  raíz, 
estriba  el  carácter  revolucionario  del  movimiento  espiritual  del  si- 
glo xiii  (49). 


(47)  Para  la  información  bibliográfica  referente  a  estos  varios  escritos  teológicos  de 
Arnaldo,  remitimos  el  lector  al  Apéndice  I  de  la  obra. 

(48)  Carta  de  Federico  de  Sicilia  a  Jaime  II  de  Aragón  sobre  la  reforma  proyectada 
por  Arnaldo;  véase  en  M.  Menéndez  Pelayo:  Historia  de  los  heterodoxos  españoles, 
2.a  ed.,  t.  III,  Apéndices,  págs.  LXIX-LXXI. 

(49)  Sobre  el  ideario  de  los  espirituales  consúltese  la  obra  del  P.  José  M."  Pon, 
O.  F.  M.:  Visionarios,  beguinos  y  fraticelos  catalanes  (siglos  xiii-xv),  Vich,  1930, 
cap.  I. 


  226  — 


26.  Arnaldo  delinea  en  breves  pinceladas  el  estado  de  perfección 
en  que  consiste  la  vida  espiritual,  para  lo  cuál  le  basta  aducir  el  testi- 
monio de  la  verdad  evangélica  y  resumirla  en  dos  rasgos  capitales :  bus- 
car cuanto  conduce  a  la  bienaventuranza  ultraterrena  y  menospreciar 
todo  lo  que  atañe  a  la  mera  felicidad  temporal  de  la  vida  presente,  es  a 
saber,  bienes  materiales,  honores  y  deleites  corporales  (50).  La  vida  en- 
tera ha  de  inspirarse  en  el  amor  puro  y  desinteresado  a  Dios,  al  que  los 
poderosos  han  de  sacrificar  las  vanidades  mundanales,  y  los  ricos  sus  ri- 
quezas. El  que  aspire  de  verdad  a  ser  perfecto,  ha  de  vivir  en  simplici- 
dad y  pobreza,  las  virtudes  características  del  cristiano  de  buena  ley.  Ar- 
naldo es  un  convencido  partidario  de  la  pobreza,  cuya  práctica  recomien- 
da a  sus  seguidores  y  cuyo  aprecio  encarece  insistentemente  a  los  reyes  y 
príncipes.  El  ideario  de  Arnaldo  desemboca  sin  esfuerzo  en  una  con- 
cepción social  de  ti'po  comunista. 

La  sociedad  medieval  cuya  realidad  Arnaldo  considera,  dista  mucho 
de  ajustarse  ál  bello  ensueño  que  se  ha  forjado  en  su  mente.  La  masa 
del  pueblo  le  parece  corrompida,  ,tanto  que  las  normas  de  vida  evangé- 
lica resultan  ineficientes;  la  mayoría  de  los  bautizados  no  ostentan  de 
cristianos  sino  el  nombre  y,  a  lo  sumo,  algunas  prácticas  rituales,  mien- 
tras se  comportan  de  hecho  como  los  mahometanos  o  los  paganos.  Ar- 
naldo cree  que  ese  desvío  general  obedece  a  tres  causas:  el  mal  ejem- 
plo de  muchos  príncipes  y  prelados,  la  defección  de  los  clérigos  regula- 
res y  la  negligencia  de  la  Sede  Apostólica  (51).  En  la  pintura  de  esos 
tres  males  radicales  de  la  comunidad  cristiana,  Arnaldo  da  rienda  suelta 
a  su  temperamento  declamatorio  que  se  expansiona  en  acres  censuras, 
que  a  las  veces  degeneran  en  insultos,  contra  (la  jerarquía  civil  y  ecle- 
siástica y  contra  las  Ordenes  monásticas  y  mendicantes.  Acusa  a  los  re- 
yes de  tiranizar  al  pueblo  por  el  ejercicio  arbitrario  de  su  autoridad  o, 
por  el  contrario,  de  abandonar  el  poder  en  manos  de  las  oligarquías  cor- 
tesanas que  lo  explotan  para  su  provecho  con  detrimento  del  bien  pú- 
blico. Achaca  a  los  prelados  que  de  pastores  y  guías  del  pueblo  se  han 
convertido  en  piedra  de  escándalo  por  el  afán  desordenado  de  riquezas, 
por  la  pompa  y  el  boato  de  su  vida  y  por  el  abuso  de  la  jurisdicción  que 
les  ha  sido  conferida  ,sobre  los  fieles.  A  los  religiosos  de  su  tiempo-  les 
reprocha  el  haber  tergiversado  el  prístino  sentido  de  la  vida  evangéli- 
ca recogido  en  las  reglas  de  sus  fundadores;  contra  ellos  lanza  sus  más 
crueles  invectivas,  especialmente  en  ,1a  Confessio  de  spurcitiis  pseudo- 

(50)  Rakonament  d'Avinyó,  al  principio. 

(51)  Interpretación,  hecha  por  Arnaldo,  de  ciertos  ensueños  para  el  rey  Federico 
de  Sicilia. 


religiosorum,  donde  les  echa  en  cara  hasta  diez  y  nueve  torpezas  o  vi- 
cios, cuya  enumeración  reproduce  en  otros  escritos  (52).  Al  supremo 
jerarca  de  la  Iglesia  imputa,  nada  más,  la  tardanza  en  promover  el  cam- 
bio radical  de  la  vida  religiosa,  que  Arnaldo  viene  instando  desde  tan- 
tos años.  Dos  Papas — Bonifacio  VIII  y  Benedicto  XI — han  gobernado 
indiferentes  a  sus  clamores,  por  lo  ^que  fueron  castigados  en  sus  perso- 
nas; su  sucesor,  Clemente  V,  tampoco  parece  prestarle  oídos.  Y  así  si- 
gue la  Iglesia  sumida  en  la  ¡mayor  corrupción,  en  espera  de  que  ocupe 
la  ,Sede  Apostólica  el  Pontífice  que  ha  de  reformarla  (53). 

27.  En  esta  actitud  de  repulsa  a  los  religiosos  y  de  benévola  censu- 
ra al  Papado  se  delinean  los  trazos  diferenciales  de  la  personalidad  de 
Arnaldo  dentro  del  movimiento  espiritual,  en  el  que  asigna  a  los  laicos 
y  al  Pontífice,  respectivamente,  una  misión  peculiar.  Antes  de  Arnaldo, 
los  promotores  del  movimiento  creían  reservada  la  iniciativa  de  la  re- 
forma a  una  porción  selecta  de  los  regulares  franciscanos,  herederos 
del  auténtico  espíritu  de  San  Francisco  de  Asís,  que  se  esforzaban  en 
propagar  con  la  predicación  y  el  ejemplo;  Pedro  Juan  Olivi  es  el  más 
caracterizado  representante  de  esta  tendencia.  Arnaldo  da  esta  tentativa 
por  fracasada  y  recaba  para  los  laicos  el  derecho  a  organizarse  por  su 
cuenta  en  comunidades  para  la  práctica  y  difusión  de  los  ideales  evan- 
gélicos. A  esta  convicción  obedece  su  decidido  apoyo  a  la  institución  del 
beguinaje,  que  contribuyó  a  extender  en  Valencia,  Provenza  y  Catalu- 
ña. En  opinión  suya,  el  Paráclito  escoge  con  absoluta  libertad  los  heral- 
dos que  han  de  anunciar  al  mundo  el  advenimiento  de  la  nueva  y  defi- 
nitiva era  cristiana,  que  ha  de  encarnar  su  espíritu.  Pese  a  su  origen 
plebeyo  y  oscuro  y  a  la  atadura  de  los  vínculos  conyugal  y  paterno,  Ar- 
naldo se  siente  investido  de  una  misión  divina,  se  intitula  a  sí  mismo 
"añafil"  o  trompetero  de  Cristo  y  protesta  indignado  de  que  los  eclesiás- 
ticos le  recusen  por  su  condición  de  hombre  laico.  También  respecto  al 
Panado  adopta  Arnaldo  una  postura  original.  Los  espirituales  de  las  pri- 
meras generaciones  englobaban  ¿a  institución  pontificia  en  el  anatema 
pronunciado  contra  el  conjunto  de  la  jerarquía  eclesiástica,  y  cifraban 
exclusivamente  sus  esperanzas  en  un  movimiento  de  carácter  popular, 
frente  al  que  la  Iglesia  constituida  representaría  el  mayor  obstáculo ; 
incluso  en  algunos  vaticinios  se  prefiguraba  el  Anticristo  en  la  persona 
del  último  Pontífice.  Arnaldo  comparte  el  anatema  contra  los  prelados 
y  demás  jerarcas  de  la  Iglesia,  pero  exceptúa  de  él  la  Cabeza  visible  de 


(52)  Véanse  en  M.  Menéndez  Pelayo,  obra  y  tomo  citados,  págs.202-203. 

(53)  Rahonament  d'Avinyó. 


—   228  — 


la  Cristiandad,  de  quien  espera  la  renovación  de  la  vida  religiosa.  Frené- 
ticamente anuncia  la  aparición  de  un  Papa  espiritual,  que  Dios  susci- 
tará en  la  Iglesia  para  restablecer  la  pureza  de  la  vida  evangélica.  La 
reforma  .social  florecerá,  más  que  por  él  esfuerzo  de  las  capas  popula- 
res, por  la  tarea  dirigente  e  inspirada  del  representante  de  Cristo  en  la 
tierra  (54). 

28.  Por  espacio  4e  dos  lustros  Arnaldo  ha  puesto  en  juego  la  in- 
fluencia que  su  privilegiada  posición  profesional  y  política  le  facilitaba 
cerca  de  la  persona  del  Pontífice,  para  decidirle  a  capitanear  la  reforma. 
Pero,  después  de  insistir  en  vano  cerca  de  tres  Papas,  su  fe  en  la  insti- 
tución pontificia  ha  decaído.  Al  final  de  su  vida,  Arnaldo  cambió  de  rum- 
bo y,  congruente  con  sus  propias  ideas  sobre  el  papel  a  desempe- 
ñar por  los  laicos,  ensayó  promover  la  reforma  a  través  de  la  otra  gran 
institución  de  la  vida  pública  de  su  tiempo :  el  rey.  Sus  esperanzas  se 
posaron  entonces  en  la  Casa  real  de  Aragón.  Su  certero  instinto  le  per- 
mitió adivinar  el  éxito  que  habían  de  lograr  sus  pretensiones  en  Fede- 
rico de  Sicilia,  más  piadoso  que  el  hermano  primogénito  reinante  en  Ca- 
taluña, por  lo  cual  solicitó  el  apoyo  de  aquél,  si  bien  buscando  siempre 
ganar  a  sus  proyectos  a  Taime  II.  El  requerimiento  del  rey  Federico  a 
Arnaldo  para  que  le  descifrase  el  significado  de  un  ensueño,  frecuente- 
mente reiterado  en  el  transcurso  de  siete  años,  le  brindó  la  ocasión  pro- 
picia al  anuncio  de  la  vocación  providencial,  para  cuyo  cumplimiento 
Dios  les  había  escogido  a  él  y  a  su  hermano  (55).  Desvanecidos  por  Ar- 
naldo las  dudas  y  reparos  que  Federico  opuso  a  un  encargo  tan  extra- 
ordinario, los  reyes  hermanos  consintieron  en  aceptarlo.  En  su  virtud, 
Arnaldo  procedió  a  redactar  un  plan  de  reforma  de  la  casa  y  reino,  a 
implantar  desde  las  alturas  del  gobierno  (56). 

La  reforma  religiosa,  que  ha  de  .poner  remedio  a  los  males  que  afli- 
gen a  la  sociedad  cristiana,  ha  de  comenzar,  según  el  nuevo  rpunto  de  vista 
de  Arnaldo,  por  los  reyes  y  príncipes,  quienes  han  de  ser  los  primeros 
en  ordenar  su  propia  vida  de  conformidad  con  las  normas  evangélicas 
y,  seguidamente,  su  corte  y  su  reino  entero.  Arnaldo  no  cesa  de  exhor- 
tar a  la  reforma  personal,  cimiento  y  principio  de  la  reforma  social. 


(54)  E.  Benz:  Die  Gesckichtstheologie  der  Franziskanerspiñtualen  des  13.  und  14. 
Jahrhunderts  nach  neuen  Quellen,  en  "Zeitschrift  für  Kirchengeschichte",  1933,  pági- 
nas 90-121. 

(55)  Interpretación,  hecha  por  Arnaldo,  de  ciertos  ensueños  para  el  rey  Federico 
de  Sicilia. 

C56)    Carta  de  Arnaldo.  a  nombre  de  Federico  de  Sicilia,  para  el  rey  Jaime  II  de 

Aragón  con  un  plan  de  reforma  de  su  casa  y  reino. 


—   229  — 


Inculca  constantemente  al  rey  el  espíritu  de  justicia  y  la, atención  solícita 
a  los  pobres,  que  han  de  constituir  las  mejores  prendas  personales  de 
un  monarca.  La  práctica  de  tales  virtudes  cundirá  por  la  fuerza  del  ejem- 
plo en  el  reino  y  promoverá  una  mejora  en  la  vida  pública.  El  rey  cui- 
dará, además,  de  que  el  pueblo  reciba  buenos  ejemplos  de  la  reina  y  de 
los  príncipes.  Arnaldo  no  se  olvida  de  dictar  las  reglas  a  las  que  habrá 
de  ajustarse  la  familia  del  monarca.  Propone  a  la  reina  por  modelo  la 
Virgen  María  y  resume  en  tres  las  normas  en  que  habrá  de  inspirar  su 
vida:  dar  muestras  de  un  verdadero  espíritu  cristiano,  practicar  nor- 
malmente las  obras  de  caridad  y  de  humildad,  que  Arnaldo  describe  muy 
al  pormenor,  y  ¡proscribir  las  lecturas  frivolas  y  los  espectáculos  mun- 
danos que  .reemplazará  con  la  'lectura  de  los  libros  sagrados.  Un  idén- 
tico espíritu  de  cristiana  severidad  presidirá  a  la  educación  del  príncipe 
y,  ^en  general,  a  la  vida  de  la  corte. 

Desde  la  cumbre  de  la  jerarquía  social  que  el  monarca  ocupa,  Arnal- 
do cree  posible  la  reforma  de  la  sociedad  entera,  para  lo  cual  no  confía 
solamente  en  la  eficacia  del  ejemplo,  toda  vez  que  propone  acelerarla 
con  una  serie  de  medidas  de  gobierno.  He  aquí  algunas  de  las  que  pro- 
pone al  rey  Fadrique:  el  trato  a  los  extranjeros  igual  que  a  los  propios 
subditos,  una  esmerada  inspección  de  los  tribunales  de  justicia  y  el  cas- 
tigo a  los  jueces  prevaricadores,  la  persecución  de  los  herejes,  etc.  Insta 
la  prohibición  de  la  magia,  de  los  juegos  de  azar  y  de  la  prostitución. 
Aconseja  dar  libertad  a  los  esclavos  que  reciban  el  bautismo.  Respecto 
a  los  judíos  y  musulmanes,  propone  .medidas  de  un  rigor  excesivo :  quie- 
re confinarlos  a  sus  viviendas,  marcarlos  con  una  señal  para  que  no  se 
confundan  con  los  cristianos,  obligarles  a  oír  la  predicación  de  éstos  y  a 
otras  imposiciones  por  el  estilo.  En  otro  orden  de  cosas,  reproduce  el 
plan  de  todos  los  propagandistas  catalanes,  desde  San  Ramón  de  Peña- 
fort,  de  fundar  colegios  de  lenguas  orientales  para  la  educación  de  mi- 
sioneros. Más  fe  parece  tener  en  las  empresas  guerreras  para  la  expan- 
sión del  cristianismo;  sabemos  que  Arnaldo  intervino  en  la  preparación 
de  la  guerra  de  Granada  contra  los  moros.  Persuade  a  Jaime  II  la  Cru- 
zada de  Tierra  Santa;  es  para  la  sociedad  cristiana  una  grave  afrenta 
que  el  sepulcro  del  Redentor  ,se  halle  en  poder  de  los  infieles.  Como  ve- 
mos, Arnaldo  da  cabida  en  sus  proyectos  a  todos  los  ideales  vivos  de 
la  época. 

El  reproche  mayor  que  se  puede  dirigir  a  Arnaldo,  es  el  de  haber 
carecido  de  una  visión  política.  A  su  reflexión  permanecen  ajenas,  a  lo 
largo  de  toda  su  vida,  las  graves  cuestiones  de  esta  índole  que  se  halh- 
ban  a  la  sazón  planteadas  en  Europa,  en  especial  la  de  las  relaciones  en- 


—  230  — 


tre  el  poder  temporal  y  el  poder  espiritual  que  se  debaj-ía  en  el  conflicto 
entre  Bonifacio  VIII  y  el  rey  francés  Felipe  el  Hermoso.  En  sus  escri- 
tos no  se  transparenta  una  idea  clara  del  Estado.  Sus  propósitos  no  al- 
canzan a  una  reestructuración  del  organismo  político,  sino  que  se  ciñen 
a  una  depuración  de  las  costumbres  privadas  y  públicas  en  vista  de  un 
ideal  netamente  religioso  y  trascendente. 


PARTE  TERCERA 

EL  ESCOLASTICISMO  POPULAR 

RAMON  LULL  (RAIMUNDO  LULIO) 


CAPITULO  VI 


INTRODUCCION 

Importancia  del  factor  personal  en  la  filosofía  luliana. — El  "enigma  luliano". — 
El  caso  de  R.  Lull  y  su  filosofía  a  la  luz  de  la  historia  de  la  filosofía  y  de 
la  cultura  medievales. — El  método  histórico-genético. — Plan  de  este  estudio. 

i.  Vamos  a  entrar  en  el  estudio  de  Ramón  Lull  {Raimundo  Lu- 
lio)  (i),  una  de  las  figuras  cumbres  de  la  filosofía  española  y  que  ha 
tenido  las  más  contradictorias  repercusiones  en  la  historia  general  de 
la  filosofía.  Estudio  que,  no  por  haber  sido  intentado  de  muy  diversas 
maneras  y  existir  hoy  gran  acopio  de  materiales  para  emprendenlo,  deja 
de  presentarse  erizado  de  dificultades. 

La  primera  de  ellas  deriva  del  hecho  de  hallarnos  ante  una  filosofía 
en  la  cual  el  factor  personal  tiene  una  importancia  decisiva.  Por  aña- 
didura, el  filósofo  es  ahora  un  hombre  apasionado  que  piensa,  siente 
y  obra  siempre  en  función  de  unas  mismas  ideas  directrices,  las  cuales, 
vividas  y  desarrolladas  durante  más  de  cincuenta  años  de  una  actividad 
frenética  y  vol/cánica,  se  traducen  en  una  selva  frondosísima — inextri- 
cable para  el  no  iniciado — de  libros  y  doctrinas. 

Se  ha  escrito  la  historia  de  las  doctrinas  filosóficas ;  pero  apenas  ha 
sido  intentada  la  historia  de  la  actitud  de  los  filósofos  (2).  No  es  lo 
mismo  "actitud"  que  "posición  filosófica".  La  actitud  responde  al  ca- 


(1)  Las  antiguas  formas  catalanas  de  este  nombre  eran  Ramón  Lull  o  Luyl.  En  do- 
cumentos autógrafos  o  coetáneos  y  en  las  obras  latinas  hallamos  las  formas  Raymunáus 
Luí,  Lulli,  Lullus  y  Lullius;  de  donde  derivó  la  forma  castellana  Raimundo  Lulio.  Véan- 
se, sobre  este  punto,  A.  R.  Pascual:  Vida  del  Beato  Raymundo  Lulio  (editada  por  la 
"Sociedad  Arqueológica  Luliana",  Palma,  1890),  c.  I,  pág.  6,  y  Otto  Keicher,  O.  F.  M. : 
Raymundus  Lullus  und  seine  Stellung  zur  arabischen  Phüosophie  ("Beitráge  zur  Geschichte 
der  Philosophie  des  Mittelalters,  Bd.  VII,  H.  4-5,  Münster,  1909,  pág.  1,  núm.  1. 

(2)  Tcwnás  Carreras  i  Artau:  Introducció  a  l' historia  del  pensament  filoso  fie  a  Ca- 
talunya i  cinc  assaigs  sobre  l'actitud  filosófica,  Barcelona,  193 1;  véase  e1  segundo  ensayo,, 
titulado:  "L'actitud  personal  i  la  historia  de  la  fiJosofia",  págs.  213  y  sgtes. 


—  234 


ráele r  del  filósofo,  y  está  integrada  por  el  conjunto  de  móviles  persona- 
les que  vienen  a  ser  la  razón  profunda  de  la  doctrina  profesada.  Bajo  el 
aspecto  de  la  actitud  personal  podría  intentarse  una  interesante  tipolo- 
gía filosófica.  Hay  filósofos  "cordiales".  Su  filosofía,  grávida  de  huma- 
nidad, viene  a  ser  una  ininterrumpida  confesión  hecha  coram  populo.  En 
ellos  la  actitud  es  algo  esencial  y  definitivo,  que  se  muestra  siempre  en 
primer  término ;  y  la  filosofía  no  es  más  que  una  floración  doctrinal  de 
su  actitud  sincerísima.  Por  eso,  sólo  después  de  amarlos,  es  posible 
comprender  a  los  filósofos  de  esa  estirpe.  Es  el  caso  de  un  San  Agustín, 
de  un  Pascal,  de  nuestro  R.  Lull.  Los  calificamos  de  cordiales  y  no  de 
"sentimentales",  porque  lo  que  caracteriza  a  dichos  filósofos  es  una 
maravillosa  unidad  personal  y  de  doctrina,  la  cual  imprime  a  su  vida 
una  firmeza  a  todo  evento.  Por  el  contrario,  en  el  filósofo  sentimenial 
(ejemplo,  el  caso  Rousseau)  la  doctrina  y  la  personalidad  son  fragmen- 
tarias y  llenas  de  contradicciones,  por  lo  cual  su  conducta  parece  que 
está  siempre  a  punto  de  naufragar. 

2.  Comenzaremos,  pues,  nuestro  estudio  prestando — dentro  de  la 
obligada  brevedad — gran  atención  a  la  vida  "real"  de  R.  Lull.  Decimos 
"real",  porque  la  expurgaremos  de  aditamentos  legendarios,  para  ate- 
nernos a  la  verdad  objetiva  resultante  de  los  documentos,  y  también  a 
la  verdad  subjetiva — quizás  mejor,  luliana — ,  o  sea,  aquella  verdad  sin- 
ceramente creída  por  R.  Lull  (apariciones,  ilustraciones  divinas,  etcéte- 
ra), que  fué  motor  principal  de  su  conducta  y  explica  el  sobrenombie 
de  Doctor  Iluminado  con  que  se  conoce  también  al  filósofo  mallor- 
quín. Anticipemos  que  la  biografía  de  Lull,  escrita  con  arreglo  a  un 
criterio  estrictamente  histórico,  nada  pierde  en  interés,  antes  bien  da 
ocasión  de  seguir  paso  a  paso  una  de  las  vidas  más  extraordinarias  y 
emocionantes,  hasta  el  punto  que  bien  pudiera  calificarse  de  novela 
"real  y  doctrinal"  a  la  vez. 

Pero  será  preciso  completar  la  biografía  con  la  semblanza,  a  fin 
de  penetrar  en  el  interior  de  nuestro  personaje,  sorprender  la  línea 
esencial  de  su  carácter,  revelar,  en  una  palabra,  su  actitud  de  filósofo. 
Seguirá,  pues,  a  la  narración  de  la  vida  un  capítulo  sobre  el  carácter 
y  la  educación  de  Lull :  entrambos  nos  darán  la  explicación  profunda 
de  esa  nueva  tendencia,  que  denominamos  "escolasticismo  popular",  de 
la  cual  el  filósofo  mallorquín  es  el  creador  o,  por  lo  menos,  el  genuino 
representante. 

3.  R.  Lull  es  una  de  esas  figuras  que  no  pueden  ser  tratadas  "en 
frío".  O  se  le  ama  o  se  le  repudia.  Paralelamente,  el  juicio  del  histo- 
riador o  le  asienta  en  la  grandeza  o  le  confina  en  la  extravagancia  y 


la  locura.  Lull,  como  San  Francisco  de  Asís,  como  el  Greco,  como  Don 
Quijote  requiere  un  clima  espiritual  adecuado  y  especiales  disposiciones 
en  el  investigador,  para  ser  debidamente  interpretado.  Hay  épocas  inca- 
paces de  comprender  aquellas  grandes  personificaciones  del  idealismo : 
tal  le  ocurre  al  siglo  xix,  siglo  de  gran  sequedad  espiritual,  que  engen- 
dra el  positivismo,  esa  "superstición  de  la  Ciencia",  que  es  a  la  vez  ne- 
gación de  la  filosofía  y  exclusión  sistemática  de  todo  valor  afectivo. 
Y  así,  se  da  la  paradoja  de  que  hombres  como  Prantl,  como  Littré  y 
Hauréau,  como  Renán,  que  han  contribuido  eficazmente  al  avance  de 
los  estudios  lulianos  y  a  la  constitución  de  la  historia  de  la  filosofía 
medieval  como  una  nueva  disciplina,  hayan,  no  obstante,  interpretado 
de  un  modo  inadmisible  la  figura  encendida  del  Doctor  Iluminado. 
Imbuidos  de  los  prejuicios  reinantes  a  la  sazón,  no  pudieron  llegar  has- 
ta la  comprensión  "cordial"  de  una  de  las  personificaciones  más  autén- 
ticas del  idealismo  medieval. 

Será,  pues,  una  exigencia  primaria  situar  cuidadosamente  a  Lull 
dentro  del  ambiente  espiritual  de  su  época.  Es  hora  ya  de  que  acabe 
el  "enigma  luliano",  de  que  R.  Lull  y  su  filosofía  dejen  de  ser  conside- 
rados como  algo  excepcional  y  meteórico,  y  de  que  el  uno  y  la  otra,  el 
hombre  y  la  doctrina,  sean  incorporados  definitivamente  a  las  grandes 
corrientes  de  la  historia  de  la  filosofía  y  de  'la  cultura  medievales.  La 
teoría  de  las  generaciones  espontáneas  es  tan  inadmisible  en  biología 
como  en  la  historia  del  pensamiento  humano.  Hay  que  explicar  el  caso 
de  R.  Lull  y  de  su  filosofía  mediante  una  aplicación  rigurosa  del  método 
histórico-genético.  Afortunadamente,  algunos  importantes  trabajos  de 
los  últimos  años  sobre  la  filosofía  de  R.  Lull  están  orientados  en  dicho 
sentido  (3).  Pero,  situados  ya  en  este  camino,  hay  que  evitar  otro  es- 
collo: el  "abuso  de  la  explicación",  que  corta  las  alas  de  la  filosofía 
luliana,  reduciéndola  a  un  mero  eco  doctrinal  de  la  época  y,  a  trueque 
de  análisis  comparativos,  deja  evaporar  la  originalidad  y  la  grandeza  del 
pensador  de  Mallorca. 


(3)  Merecen  ser  señalados  especialmente:  el  breve,  pero  jugoso  y  certero,  estudio 
de  Otto  Keicher:  Raymundus  Lullus  und  seine  Stellung  zur  arafoischen  Philosophie, 
Münster,  1909,  antes  citado;  J.  H.  Probst,  discípulo  de  Picavet:  Caractérc  et  origine  des 
idees  du  Bienheureux  Raymond  Lulle  (Ramón  Ltdl),  Toulouse,  1912,  quien  incurre  en 
el  "abuso  de  la  explicación"  que  denunciamos  en  el  texto,  y  E.  Longpré,  O.  F.  M. : 
Raymond  Lulle,  artículo  en  el  "Dictionnaire  de  Théologie  catholique"  de  Vacant-Mange- 
not,  t.  IX,  cois.  1072-1141,  París,  1926.  Este  último  trabajo,  aun  siendo  deficiente  en 
alguna  de  sus  partes — por  ejemplo,  la  exposición  del  Arte  y  de  la  lógica  lulianas — ,  es. 
hoy  por  hoy,  el  mejor  y  más  completo  estudio  sobre  la  filosofía  de  R.  Lull. 


—  230  — 


4.  De  conformidad  con  las  ideas  expuestas,  y  previa  la  dilucidación 
de  una  serie  de  cuestiones  relativas  a  la  bibliografía  luliana,  que  es  una 
de  las  más  intrincadas  de  la  Edad  Media,  dedicaremos  un  capítulo  al 
estudio  de  los  orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  filosofía  luliana.  In- 
tentaremos sorprender  a  un  tiempo  esta  filosofía  en  la  mente  del  Doc- 
tor Iluminado  y  en  el  teatro  de  los  acontecimientos  de  la  época  que  le 
sirvió  de  cuna,  para  no  dejar  ya  de  la  mano  el  hilo  de  su  interno  des- 
arrollo. 

Un  estudio  introductorio  y  de  conjunto  acerca  de  las  ideas  direc- 
trices de  la  filosofía  luliana  en  la  forma  indicada,  allanará  la  tarea  ana- 
lítica de  los  capítulos  siguientes,  esto  es,  la  exposición  de  las  diversas 
partes  del  o  pus  filosófico  luí  i  ano.  Pero  más  que  el  afán  de  agotar  todos 
los  temas,  nos  guiará,  en  esta  exposición,  el  propósito  de  seguir  y  jus- 
tificar a  un  tiempo  el  proceso  sistemático  de  la  filosofía  luliana.  En  fin, 
abordaremos  el  problema  de  las  influencias  doctrinales  no  de  una  vez, 
sino  por  partes  al  tratar  cada  materia,  y  después  en  conjunto,  a  guisa 
de  epílogo. 

Terminado  el  estudio  de  la  filosofía  luliana — aun  sin  desconocer  que 
el  lulismo  integral  fenece  con  Lull — ,  habremos  de  seguir  las  huellas 
que  ha  dejado  aquella  filosofía  en  el  decurso  histórico,  con  sus  lógicos 
desarrollos  y  también  con  sus  desviaciones  provenientes  de  supuestos 
erróneos  o  de  motivos  extrafilosóficos.  Anticipemos  que  la  historia  del 
lulismo  es  cosa  muy  diferente  del  desenvolvimiento  "filosófico"  del  lu- 
lismo, del  cual  puede  afirmarse,  sin  exageración,  que  su  historia  apenas 
ha  sido  intentada.  Señalar  las  líneas  directrices  de  esa  historia  filosó- 
fica del  lulismo,  deteniéndonos  en  las  principales  etapas  de  la  misma 
y  descargándola  de  lastres  seculares  que  la  han  ahogado,  es  lo  único 
que  será  factible  dentro  del  espacio  limitado  de  que  disponemos.  El 
desarrollo  total  y  minucioso  de  este  asunto  exigiría  poco  menos  que  un 
volumen. 

Tales  son  los  principales  jalones  de  la  ruta  que  nos  disponemos  a 
emprender. 


CAPITULO  Vil 


VIDA  DE  R.  LULL 

Fuentes  y  bibliografía. 

Los  primeros  años  de  R.  Lull  hasta  su  conversión  (1233P-1263?). — Los  tres  pro- 
pósitos.—Vida  de  peregrino. — Período  de  contemplación  y  estudios  en  Mallor- 
ca (1265-1274). — Fundación  de  Miramar. — El  primer  periplo  luliano  (1277- 
1282). — Divulgación  del  Arte  luliana  en  la  Universidad  de  París  y  en  otros 
centros  intelectuales  de  Francia  e  Italia  (1286-1290). — Expedición  misionera  a 
Túnez  (1291-1292). — Proyectos  de  organización  de  la  Cristiandad  (1294- 
1296). — Segundo  viaje  a  París  (1298-1299). — Segundo  periplo  luliano  (1300- 
1307). — Tercer  viaje  a  París,  misión  a  Bugía  y  proyecto  de  Cruzada  a  Tierra 
Santa. — Ultima  estancia  en  París  (1309-1311).— Lull  en  el  concilio  de  Viena 
(1311). — Ultimos  años  de  la  vida  de  Lull. — Rectificaciones  a  propósito  de  la 
fecha  tradicional  de  su  muerte. — Dudas  acerca  de  su  martirio. 


Fuentes  y  Bibliografía. 

I.  La  Vita  Beati  Raimundi  Lulli  {Vida  coetánia),  narración  hecha 
por  el  mismo  Lull  de  su  vida,  recogida  y  redactada  por  uno  de  sus  dis- 
cípulos. B.  de  Gaiffier  ha  publicado  recientemente  una  nueva  edición 
crítica  ("Analecta  Bollandiana",  1930,  págs.  130-178).  El  texto  catalán 
del  ms.  16.432  del  Museo  Británico,  publicado  por  S.  Bové  en  el  "Bole- 
tín de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barcelona''  (abril-junio 
de  1915,  págs.  89-101),  ha  sido  nuevamente  transcrito  y  publicado  con 
introducción,  notas  y  glosario,  por  Francisco  de  B.  Molí  (Palma  de 
Mallorca,  1933).  La  Vida  coetánia  llega  sólo  hasta  el-  momento  en  que 
Lull  se  disponía  a  asistir  al  Concilio  de  Viena,  convocado  para  131 1. 
El  P.  Custurer,  en  el  siglo  xviii,  y  Jorge  Rubio  (Ramón  Llull,  en  "La 
Revista  deis  Llibres",  Barcelona,  junio-julio  de  1926)  opinan — y  nos- 
otros nos  adherimos  a  este  juicio — que  el  texto  latino  es  el  original,  y 
que  sobre  él  fué  redactado  posteriormente  el  texto  catalán.  Hay  discre- 
pancias entre  los  dos  textos,  algunas  interesantes.  El  biógrafo  hará  bien 
en  completar  una  con  otra  las  dos  versiones,  pero  indicando  los  matices 
diferentes  e  irreductibles. 

II.  Pasajes  autobiográficos. — Abundan  en  las  producciones  poéticas 


-  238  - 


de  Lull  (Véase  Obras  rimadas  de  Ramón  Lull,  ed.  J.  Rosselló,  Palma, 

1859,  y  Poesies,  ed.  R.  d'Alós-Moner,  Barcelona,  1925),  y  en  la  mayor 
parte  de  sus  obras,  pero  de  un  modo  especial  en  la  vasta  enciclopedia 
Libre  de  Contemplado  en  Dcu,  en  el  Libre  de  Meravelles  y  en  el  Man- 
que r  na. 

III.  Biografías  impresas. — Son  en  gran  número,  antiguas  y  mo- 
dernas, y  pueden  verse  en  la  Bibliografía  de  les  impressions  hd.lianes, 
citada,  de  Rogent-Durán  y  en  Allison  Peers:  Ramón  Lull.  A  Biogra- 
phy,  Londres,  1929,  págs.  423-425.  Hay  que  mencionar,  como  más  dig- 
nas de  ser  consultadas,  las  de  J.  B.  Sollier:  Acta  B.  Raymundi  Lulli 
Maioricensis  Doctoris  Illuminati,  etc.,  Amberes,  1708;  A.  R.  Pasqual : 
Vita  B.  Raimundi  Lulli,  en  el  tomo  I,  págs.  1-439,  c-e  sus  Vindiciae 
Lullianae,  Avinon,  1778,  y  también  del  mismo  autor,  semejante  aun- 
que no  idéntica  a  la  biografía  latina,  la  Vida  del  Beato  Raymundo  Lulio 
mártir  y  Doctor  Iluminado,  2  vols.,  inédita  hasta  1890  en  que  fué  pu- 
blicada en  Palma  de  Mallorca;  B.  Hauréau :  Raymond  Lidie,  biografía 
en  la  "Histoire  littéraire  de  la  France",  t.  XXIX,  París,  1885,  págs.  1-67, 
muy  tendenciosa  y  apasionada  contra  R.  Lull,  pero  en  parte  aprovecha- 
ble; P.  Golubovich :  B.  Raimondo  Lidio  (en  "Biblioteca  Bio-bibliografica 
della  Terra  Santa  e  dell'  Oriente  francescano",  Quaracchi,  1906,  volu- 
men I,  págs.  361-392);  Juan  Avinyó:  El  Terciari  francescá  Beat  Ra- 
món Lull,  Igualada,  1912 ;  Salvador  Galmés :  Vida  compendiosa  del 
Bt.  Ramón  Lull,  Palma  de  Mallorca,  191 5,  breve,  pero  muy  segura, 
complementada  magníficamente  con  el  reciente  estudio  del  mismo  autor: 
Diñárnosme  de  Ramón  Lull  (Mallorca,  1935);  Lorenzo  Riber:  Vida  i 
actes  del  reverent  mestre  i  benaventurat  mártir  Ramón  Lull,  Palma, 
1916,  y  Raimundo  Lulio  (Ramón  Lluü),  Barcelona,  1935,  versión,  con 
algunas  modificaciones,  de  la  edición  catalana;  E.  Longpré:  Raymond 
Lulle  ("Dictionnaire  de  Théologie  catholique"  de  Vacant-Mangenot, 
t.  IX,  París,  1926),  la  Vie  está  en  las  cois.  1088-1112;  E.  Allison  Peers: 
Ramón  Lull,  antes  citado,  que  es  actualmente  la  mejor  y  más  completa 
biografía;  Francisco  Sureda  Blanes:  El  Beato  Ramón  Lull  (Raimundo 
Lidio),  Madrid,  1934. 

ÍY.  Estudios  biográficos  episódicos  o  parciales. — Francisco  de 
Bofarull  y  Sans :  El  testamento  de  Ramón  Lull  y  la  Escuela  luliana  en 
Barcelona  ("Memorias  de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras",  Bar- 
celona, t.  V,  1896,  págs.  435-476);  J.  Miret  y  Sans:  La  vüa  nova  de 
Barcelona  y  la  familia  d'En  Ramón  Lull  en  la  XIII  centuria  ("Boletín 
de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras",  Barcelona,  t.  V,  1910,  pági- 
nas 525-535),  Noves  biográfiques  d'En  Ramón  Lull  (Ibid.,  t.  VIH, 
1915,  págs.  101-106),  Lo  primitiu  nom  de  familia  d'En  Ramón  Lull 
ílbid.,  t.  VIII,  1915,  págs.  305-307);  Salvador  Bové:  Ramón  Llull  y 
la  llengua  llatina  (Ibid.,  t.  VIII,  1915,  págs.  65-88);  A.  Gottron :  Ramón 
Lulls  Kreuzzugsideen,  Berlín.  1912:  Jordi  Rubio  Balaguer:  El  Brevi- 
culum  i  les  miniatures  de  la  vida  d'En  Ramón  Llull  de  la  Biblioteca  de 
Karlsruhe  ("Butlíetí  de  la  Biblioteca  de  Catalunya",  1916,  vol.  III. 
págs.  73-88),  y  Ramón  Llull  ("La  Revista  deis  LHbres",  Barcelona,  junio- 


—  239  — 


julio  de  1926);  L.  Riber:  Ramón  Lull  en  Montpeller  y  en  la  Sorbona 
("Revista  Quincenal",  Barcelona,  febrero  de  1917);  Salvador  Galmés  • 
Viatges  de  Ramón  Llull  ("La  Páranla  Cristiana",  vol.  VIII,  1927, 
págs.  196-225) ;  Juan  I.  Valentí :  Dues  crisis  en  la  vida  de  Ramón  Lull, 
y  P.  Andrés  de  Palma  de  Mallorca,  O.  M.  C. :  A  V  entorn  de  les  proves 
documentáis  del  martiri  de  Ramón  Lull  ("La  Nostra  Terra",  Mallorca, 
agosto-septiembre-octubre  de  1934) ;  P  Martí  de  Barcelona,  O.  M.  C. : 
Nous  documents  sobre  Ramón  Lull  i  la  seva  Escola  ("Miscel.lánia  Lul- 
liana",  Barcelona,  1935). 

1.  Nació  Ramón  Lull  en  Palma  de  Mallorca  y,  según  una  opinión 
muy  fundada  (1)  y  corriente,  en  el  año  1232  de  la  Encarnación,  o  sea  a 
principios  de  1233  del  año  común  (2).  Era  hijo  único  del  matrimonia 
entre  el  noble  Ramón,  del  linaje  de  los  Lull  (3)  de  Cataluña,  e  Isabel 
de  Erill,  también  de  noble  estirpe. 

El  padre  de  Lull  había  acompañado  al  rey  D.  Jaime  en  la  conquista 
de  Mallorca,  y  en  pago  de  sus  servicios  recibió  honores  y.  posesiones  en 
diversos  lugares  de  la  isla.  En  ella  decidió  establecerse  con  su  mujer,: 
hacia  el  año  1231,  dejando  los  bienes  que  tenía  en  Barcelona  y  otros 
sitios  de  Cataluña. 

A  los  catorce  años  el  joven  Ramón  entró  como  paje  al  servicio  del 
rey  D.  Jaime,  a  quien  acompañó  en  sus  incesantes  viajes,  ofreciéndose- 
le, con  este  motivo,  ocasiones  repetidas  de  conocer  las  intimidades  de 
la  vida  cortesana,  política  y  diplomática,  y  de  entrar  personalmente  en 
relaciones  con  príncipes  y  señores  de  todas  partes.  Y  ganóse  hasta  tal 
punto  la  confianza  del  monarca,  que  éste  le  nombró  preceptor  de  su  hijo 
el  infante  D.  Jaime,  que  había  sido  declarado  heredero  de  Mallorca  en 
1256  y  gobernaba  la  isla  por  delegación  de  su  padre.  Más  tarde,  a  los 


(1)  Pasqual  señala  y  fundamenta  con  muchas  razones  la  fecha  de  1232  de  la  En- 
carnación (y ida  cit,  t.  I,  c.  I,  págs.  7-14),  opinión  seguida  por  Avinyó  (Obra  cit.,  c.  II, 
págs.  52-54  y  c.  XLV,  págs.  507-508)  y  Allison  Peers  (Obra  cit.,  c.  I,  págs.  7  y  8). 
Riber  (Obra  cit.,  c.  I,  pág.  4)  afirma  que  Lull  nació,  "según  la  tradición",  a  los  25 
de  enero  de  1232,  y  Galmés  (Obra  cit.,  c.  I,  pág.  11)  hacia  1233.  Otros  autores  moder- 
nos (Quadrado,  Menéndez  y  Pelayo,  Longpré)  han  señalado  la  fecha  de  1235. 

(2)  Sobre  di  uso  practicado  en  Cataluña  y  Mallorca  de  contar  los  años  a  partir 
de  la  Encarnación,  cuyo  desconocimiento  por  los  biógrafos  de  Lull  ha  sido  causa  de 
confusión,  véase  a  Pasqual,  Vida  cit.,  II,  prólogo,  págs.  XIII  y  XIV. 

(3)  Según  Miret  y  Sans,  el  verdadero  nombre  patronímico  de  la  familia  de  Ra- 
món Lull  era  Amat;  Lull  era  sólo  el  apodo  o  sobrenombre  de  uno  de  los  antepasa- 
dos de  nuestro  biografiado,  apodo  que,  con  el  tiempo,  se  convirtió  en  apellido,  per- 
diéndose el  rastro  del  apellido  primitivo  Amat  {Lo  prirnitiu  nom  de  familia  d'En  Ra- 
món Lull,  en  el  lug.  cit.). 


—  240  — 


-veinticuatro  o  veinticinco  años,  fué  honrado  Lull  con  los  cargos  de  se- 
nescal y  mayordomo  del  propio  infante  D.  Jaime. 

Su  influencia  y  poderío  en  la  corte  mallorquina  corrían  parejas  con 
una  vida  de  ostentación  y  de  galantería  escandalosa  (4),  sin  que  fuese 
parte  a  refrenarla  la  santidad  del  lazo  conyugal  que  le  unía  a  la  noble 
dama  Blanca  Picany,  de  cuyo  matrimonio,  realizado  en  1257,  tuvo  dos 
hijos,  llamados  Domingo  y  Magdalena  (5). 

2.  Había  Ramón  cumplido  ya  los  treinta  años  (6),  y — según  el  mi- 
nucioso relato  de  la  Vida  coetánia — estaba  una  noche  retirado  en  su 
habitación  componiendo  "una  vana  canción  a  una  su  enamorada",  cuan- 
do se  le  apareció  la  imagen  de  Jesús  Crucificado.  La  visión  se  repitió 
otras  cuatro  veces  en  los  días  siguientes,  y  nunca  podía  Ramón  termi- 
nar la  susodicha  composición  amorosa.  Hasta  que,  lleno  de  temor,  "en- 
tendió lo  que  significaban  aquellas  tan  repetidas  visiones,  y  el  estímulo 
de  la  conciencia  le  dictó  que  nuestro  señor  Jesucristo  no  quería  otra 
cosa  de  él  sino  que  abandonase  totalmente  el  mundo  y  se  diese  a  su 
servicio"  (7). 

A  la  mañana  siguiente,  confesó  con  gran  dolor  y  contrición  (&) ;  y, 

(4)  "Can  fui  gran  e  sentí  del  mon  sa  vanitat 
comencé  a  far  mal  e  entré  en  pecat 
oblidant  Déus  gloriós,  siguent  carnalitat." 

Lo  Desconhort,  II  (Poesies,  ed.  cit.,  pág.  74). 
"Luxuria  fa  fer  cansons  e  dances  e  sons  e  voltes  e  lays  ais  trobadors  qui  per  luxu- 
ria son  loadors  e  cantadors...  Con  lo  vostre  servidor,  Sényer,  sia  obligat  e  sotsmés  a 
orde  de  matrimoni,  molt  es  desijós  com  pogués  fúger  a  les  obres  e  ais  fets  en  los 
quals  luxuria  m'ha  currumput  e  ensutzat..."  Libre  de  Contemplado  en  Déu,  c.  143, 
números  20  y  24.  Cfr  también  caps.  5,  núm.  23;  22,  núm.  17;  23,  núm.  23;  37,  nú- 
mero 26;  38,  núm.  25,  y  otros. 

(5)  Cfr.  el  testamento  de  R.  Lull.  Véase  el  texto  latino  y  la  traducción  del  mismo 
al  castellano  en  Francisco  de  Bofarull  y  Sans,  obra  y  lug.  cits.,  págs.  453-457- 

C6)  "Mas  jo  son  estat  foll  del  comensament  de  mos  dies  dentro  a  .XXX.  anys  pas- 
sats,  que  comensa  en  mi  remembrament  de  la  vostra  saviea  e  desig  de  la  vostra  laor  e 
membransa  de  la  vostra  passio"  (L.  de  Contemplado  en  Déu,  c.  70,  núm.  22  y  tam- 
bién el  c.  107,  núm.  6). 

(7)  Vida  coetánia.  La  leyenda  de  la  hermosa  dama  que  exhibe  a  Ramón  su  pecho 
cancerado,  a  fin  de  contener  al  galán  en  su  desbordada  pasión,  leyenda  que  na  inspi- 
rado a  novelistas  y  dramaturgos,  carece  de  fundamento  y  es  hoy  unánimemente  re- 
chazada por  los  biógrafos  documentados. 

(8)  "Jesús  me  vene  crucificat, 
volc  que  Déus  fos  per  mi  amat. 
Matí  ané  querré  perdó 

a  Déu,  e  pris  confessió 
ab  dolor  e  contrició." 

(Cant  de  Ramón,  ed.  R.  d'Alós-Moner,  pág.  30.) 
Es  incierta  la  fecha  de  la  conversión  y  los  mejores  biógrafos  de  Lull  no  acaban  de 


—   241  — 


habiéndose  operado  un  gran  cambio  en  su  alma,  se  dió  por  entero  a  la 
mortificación  y  penitencia,  a  la  oración  y  a  las  obras  de  caridad  (9). 

Inflamado  en  su  nuevo  amor  al  Crucificado  y  pensando  en  qué  po- 
dría servirle  y  serle  agradable,  deliberó  acerca  de  estos  tres  puntos : 
i.°  "que  no  podía  hacer  acto  mayor  ni  más  agradable  que  convertir  a  los 
infieles  e  incrédulos  a  la  verdad  de  la  santa  fe  católica,  y  para  esto  po- 
ner la  propia  persona  en  peligro  de  muerte".  2.0  "Pensó  asimismo  escri- 
bir en  adelante  libros,  unos  muy  buenos  y  otros  «mejores  sucesivamente, 
contra  los  errores  de  los  infieles.'5  3.0  "Para  ello  pensó  acudir  al  Santo 
Padre  y  a  los  príncipes  de  los  cristianos  e  impetrar  que  construyesen 
diversos  monasterios,  en  donde  hombres  sabios  y  doctos  estudiasen  y 
aprendiesen  la  lengua  arábiga  y  de  los  demás  infieles,  a  fin  de  que  pudie- 
sen predicar  entre  ellos  y  manifestarles  la  verdad  de  la  santa  fe  cató- 
lica" (10).  Fuése  Ramón  a  una  iglesia  vecina,  y  allí  "postrado  en  tierra, 
•apasionadamente  y  con  lágrimas"  suplicó  a  Dios  le  permitiese  llevar  a 
feliz  término  aquellos  tres  propósitos.  ( 

3.  Tres  meses  permaneció  todavía  en  su  casa,  dedicado  al  arreglo 
-de  sus  negocios  temporales.  Vino  la  fiesta  de  San  Francisco  de  Asís,  y 
oyó  el  sermón  que  predicó  un  obispo  en  la  iglesia  del  convento  de  la 
ciudad.  Enardecido  con  el  relato  de  la  vida  de  aquel  santo  "que  después 
de  abandonar  todas  las  cosas  mundanas  se  había  consagrado  totalmente 
al  servicio  de  la  cruz,  tocado  en  lo  más  hondo  de  su  corazón,  decidió 
vender  los  bienes  que  poseía  y  seguir  su  ejemplo"  (11).  Así  lo  hizo,  re- 


ponerse de  acuerdo  en  este  punto.  Según  tradición  admitida  por  la  Iglesia  de  Mallor- 
ca y  la  Universidad  Luliana,  la  conversión  tuvo  lugar  el  día  25  de  enero,  festividad  de 
la  conversión  de  San  Pablo.  Pasqual  (Vida  cit.,  págs.  54  y  81),  aceptando  esta  fecha, 
la  fija  en  el  año  1262  (1263  de  la  Natividad).  Pero  A.  Peers  (R.  Lull,  c.  I,  pág.  20) 
opina  que  aquel  hecho  ,no  pudo  acaecer  hasta  junio  o  julio.  Galmés  (Vida  compendio- 
sa, pág.  25)  señala  como  fecha  probable  la  de  últimos  de  junio,  hacia  la  festividad  de 
S.  Pedro  y  S.  Pablo  o  de  la  Conmemoración  de  S.  Pablo  de  1263  (1264  de  la  Nativi- 
dad) ;  pero  este  autor,  rectificándose,  en  su  reciente  estudio  Dinamisme  de  Ramón  Lull, 
pág.  6,  la  sitúa  a  últimos  de  junio  de  1261  (1262  de  la  Natividad), 
(o)    Cfr.  L.  de  Contemplado  en  Déu,  c.  86,  núm.  19. 

(10)    Vida  coetania.  Respecto  al  segundo  propósito,  el  texto  latino  habla  de  com- 
poner no  varios  libros,  sino  unum  librum  meliorem  de  mundo. 
(n)  "car  muller  n'hai  lleixada,  filis  e  possessiós 


e  en  aquest  negoci  de  mon  patrimonat 
hai  tota  hora  despes  e  n'hai  tan  llarguejat 
que  li  meu  infant  n'estant  en  paupertat." 

Lo  Desconhort,  XIV  y  XVIII  (Poesies,  ed.  R.  d'Alós-Moner,  págs.  81  y  83).  Cfr. 
también  la  Vida  coetania  y  el  L.  de  Contemplado  en  Déu,  caps.  79,  núm.  15,  y  84,  nú- 
mero 22. 

16 


—  242  — 


servando,  no  obstante,  una  pequeña  parte  de  su  patrimonio  para  la  sus- 
tentación de  su  mujer  e  hijos.  Un  terrible  drama  familiar — que  deja 
entrever  algún  documento  de  la  época  (12) — provocó,  sin  duda,  aqur 
lia  decisión.  Lull,  convertido  ya  en  misionero  laico,  dedica  tiernamente 
a  su  hijo  el  libro  de  Doctrina  pueril,  uno  de  los  primeros  que  escri- 
bió (13),  y  en  otras  ocasiones  le  recuerda  con  singular  afecto. 

Libre  Ramón  de  los  lazos  familiares  y  terrenales,  emprende  un  largo 
peregrinaje.  A  pie  y  mendigando,  visita  el  sepulcro  de  Santiago  de  Ga- 
licia, el  santuario  de  Nuestra  Señora  de  Rocatallada  (14),  el  sepulcro 
de  San  Pedro  y  San  Pablo  en  Roma  y  la  Tierra  Santa  de  Ultramar  (15). 

4.  De  regreso  ya  a  Barcelona,  y  con  el  objeto  de  realizar  el  segun- 
do de  sus  propósitos,  decidió  ir  al  gran  Estudio  de  París ;  pero  sus  ami- 
gos y  familiares,  y  principalmente  San  Ramón  de  Peñafort,  disuadié- 
ronle de  semejante  intento,  aconsejándole  que  volviese  a  Mallorca  (16). 
En  plena  juventud — tendría  treinta  y  dos  o  treinta  y  tres  años — y  en 
hábito  de  penitente,  preséntase  Ramón  en  su  ciudad  natal,  escenario  de 
sus  antiguos  devaneos,  siendo  "befado  y  escarnecido  de  las  gentes"  (17). 

Comienza  entonces  el  período  de  sus  estudios,  que  duró  unos  nueve 
años  (1265-1274),  y  acerca  del  cual  reservamos  los  detalles  para  el  si- 
guiente capítulo,  al  tratar  de  la  educación  de  Lull. 

Diez  años  después  de  la  conversión  y  a  los  cuarenta  de  edad,  reti 
róse  Ramón  al  monte  Randa,  distante  unos  30  kilómetros  de  Palma. 


(12)  Muestran  en  toda  su  intensidad  este  drama  familiar  los  emocionantes  pasa- 
jes autobiográficos  del  c.  XXXVII,  lib.  IV  del  Libre  de  Demostracions  (ed.  de  Mallor- 
ca, 1930,  págs.  552-555).  En  virtud  de  queja-demanda  promovida  por  Blanca  Picany. 
esposa  de  R.  Lull,  por  resolución  dictada  en  13  de  marzo  de  1275  fué  nombrado  un 
curador  de  los  bienes  familiares.  Véase  en  Pasqual  (Vida  cit.,  t.  I,  c.  X,  págs.  212  y 
213)  el  texto  de  dicha  resolución. 

(13)  Cfr.  prólogo  de  la  citada  obra,  ed.  de  Mallorca,  1906,  págs.  3  y  4.  Sobre  la 
época  en  que  fué  compuesta  y  sobre  su  autenticidad,  véase  el  prólogo  de  M.  Obrador, 
XXXII  y  XXXIII.  También  le  dedicó  el  Libre  de  primera  e  segona  entenció  y  el 
Arbre  de  philosophia  desijada. 

(14)  "...  anassen...  a  nostra  dona  de  rocha  tellada"  se  lee  en  el  texto  catalán  de 
la  Vida  coetánia,  y  aquel  lugar  ha  sido  interpretado  por  Montserrat;  pero  el  texto  la- 
tino dice :  abiit  ad  Sanctam  Mariam  de  Rupisamatore,  y  en  este  caso  se  referiría  al 
santuario  de  Rocamador  sito  en  el  País  Vasco  francés. 

(15)  Cfr.  la  Vida  coetánia,  complementada,  en  este  punto,  con  el  cap.  113  del  L.  de 
Contemplado  en  Déu,  donde  habla  de  visu  "de  qo  que  fan  los  pelegrins  els  romeus" 
(V  ease  S.  Galmés,  Vtda  cit.,  c.  III,  pág.  28). 

(16)  Vida  coetánia. 

(17)  "Jo  son  hom...  menyspreat  per  les  gents",  dice  en  el  Libre  del  Gentil  e  los 
Tres  Savis,  prólogo,  ed.  J.  Roselló,  Mallorca,  1901,  pág.  3.  Y  en  el  c.  10,  núm.  15  del 
L.  de  Contemplado  en  Déu,  Lull  da  gracias  a  Dios  por  haber  podido  arrastrar  el  te- 
mor del  juicio  "de  les  gents  escarnents  per  les  plasses". 


243  — 


Entregado  a  la  vida  contemplativa,  al  octavo  día  "en  un  instante  le  so- 
brevino cierta  ilustración  divina  que  le  dió  el  orden  y  la  forma  de  hacer 
los  libros  contra  los  errores  de  los  infieles""  (18).  Después  de  dar  gracias 
a  Dios,  bajó  Ramón  del  monte  Randa  y  fuese  al  monasterio1  de  la  Real, 
en  donde  con  más  holgura  escribió  "un  hermoso  libro,  que  intituló 
Arte  mayor  contra  los  infieles  y  denominó  más  tarde  Arte  general,  y 
según  la  pauta  de  dicha  Arte  compiló  después  muchos  otros  libros  ade- 
cuados a  la  capacidad  de  los  hombres  indoctos"  (19).  Fruto  de  esta 
primera  época  de  fervor  novicia!  es  también  su  gran  Libre  de  Contem- 
plado en  Déu. 

Todavía  volvió  Ramón  a  subir  al  monte  Rarída,  en  donde  mandó 
edificar  un  santuario — actualmente  llamado  de  Cura  (20) — en  el  mismo 
lugar  en  que  recibió  aquella  "ilustración  divina" ;  y  habitó  en  él,  duran- 
te cuatro  meses,  dedicado  a  la  vida  contemplativa  (21). 

5.  Atraído  el  infante  D.  Jaime  por  la  fama  de  la  vida  y  escritos 
de  Lull,  llamóle  desde  Montpellier  (1274).  Acudió  Ramón,  y  el  infante 
hizo  examinar  sus  obras  por  un  maestro  en  Teología  de  la  Orden  de 
San  Francisco,  que  dió  informe  favorable  y  entusiasta.  En  Montpellier 
compuso  y  leyó  públicamente  el  libro  titulado  Art  demostrativa.  Al 
mismo  tiempo  obtuvo  permiso  del  infante  para  edificar  un  monasterio 
en  el  reino  de  Mallorca,  en  un  lugar  que  fué  denominado  Miramar, 
donde  pudiesen  morar  trece  f railes  menores  que  aprenderían  la  lengua 
morisca,  con  el  objeto  de  convertir  a  los  infieles.  El  propio  infante  doló 
este  monasterio  con  posesiones  y  con  la  renta  anual  de  500  florines  de 
oro  (22).  La  fundación  fué  aproba'da  por  el  papa  Juan  XXI  en  el  año 
1276  (23). 

(18)  Vida  coetánia.  El  texto  latino  dice:  "súbito  dominus  illustravit  mentem  suanC\ 
En  el  Desconhort,  X,  se  lee: 

"Ramón,  de  vostra  Art  no  siats  consirós, 
ans  en  siats  alegre  e  n'estiats  joiós, 
car  pus  Déus  la  us  ha  dada..." 
y  en  el  Cant  de  Ramón  (Poesies,  ed.  R.  d'Alós-Moner,  pág.  31) : 
"Novell  saber  hai  atrobat 
pot-n'hom  conéixer  veritat 
e  destruir  la  falsetat." 

(19)  Vida  coetánia. 

(20)  Véase,  M.  Rotger  y  Capllonch:  Historia  del  Santuario  y  Colegio  de  Ntra.  Se- 
ñora de  Cura  en  el  Monte  de  Randa,  Lluchmayor,  1915,  especialmente  el  c.  I,  págs.  1-7. 

(21)  Vida  coetánia. 

(22)  Vida  coetánia. 

(23)  Insértase  la  bula  pontificia  en  Pasqual,  Vida  cit.,  t.  I,  c.  X,  págs.  222-224; 
recientemente  la  ha  reproducido  A.  Rubio  y  Lluch  en  Documents  per  V historia  de  la  cul- 
tura catalana  mig-eval,  vol.  I,  Barcelona,  1908,  págs.  4-5. 


—  244  — 


Otra  vez  en  Mallorca,  Ramón  dirigió  personalmente  el  Colegio  de 
Miramar,  alternando  la  vida  contemplativa  con  el  estudio  y  la  redac- 
ción de  diversas  obras.  Durante  aquel  breve,  pero  dulce  reposo  de  Mi- 
ramar, dij  érase  que  el  misionero  mallorquín  reconcentra  todas  sus  fuer- 
zas espirituales  y  físicas  antes  de  lanzarse,  en  alas  de  su  fervor  apos- 
tólico, a  las  más  grandes  e  inauditas  empresas. 

6.  En  1277  marcha  a  Roma  a  impetrar  la  fundación  de  Colegios 
similares  al  de  Miramar  (24).  Vacante  la  Sede  apostólica  y  no  pudiendo 
de  momento  realizar  sus  gestiones,  emprende  Ramón  una  serie  de  di- 
fíciles y  arriesgados  viajes  (1277-1282;.  Y  aunque  no  sea  tarea  fácil 
reconstituir  el  itinerario,  tenemos  por  fundado,  con  un  concienzudo 
biógrafo  de  nuestros  días  (25),  que  Lull,  durante  este  tiempo,  visitó 
casi  todo  el  mundo  conocido  desde  las  tierras  septentrionales  de  "Guir- 
landa y  Bocinia"  hasta  las  meridionales  de  la  Abisinia;  y  desde  la  oc- 
cidental Lusitania  hasta  la  misteriosa  Tartaria  de  Oriente  (26).  El  mis- 
mo Ramón  declara,  en  el  Cant  de  Ramón,  que  para  la  realización  de 
su  empresa  había  recorrido  gran  parte  del  mundo  Í27).  Empujábale  a 
ello  un  natural  instinto  de  curiosidad  y  de  aventura  puesto  al  servicio 
de  su  encendido  afán  de  conversión  universal. 

Hacia  el  año  1282  regresó  a  Perpiñán  para  visitar  a  su  rey  y  protec- 
tor Jaime  II  de  Mallorca.  De  Perpiñán  pasó  a  Montpellier,  y  desde  esta 
ciudad,  hacia  el  año  1285,  se  fué  a  Roma  para  gestionar  la  fundación 
de  Colegios  de  misioneros.  Vacante  otra  vez  la  Sede  apostólica  a  la 
muerte  de  Martín  IV,  marchóse  a  Bolonia  para  asistir  a  un  capítulo  ge- 
neral de  frailes  predicadores,  volviendo  poco  después  a  Roma,  en  don- 
de consiguió  interesar  en  sus  proyectos  al  nuevo  Papa  Honorio  IV. 
Muerto  éste,  se  traslada  a  París  (1286)  y  aquí  lee  públicamente  su  Arte 
en  la  escuela  del  "maestro  Britolt"  (28),  que  no  es  otro  sino  aquel  tur- 
bulento Berthauld  de  Saint-Denys,  canciller  de  la  Universidad.  Es  de 
notar  que  a  partir  de  esta  época  Lull  es  considerado  como  maestro 
(magister),  y  él  mismo  se  da  este  título  en  sus  obras. 


(24)  El  silencio  que  guarda  la  Vida  coetánia  después  de  este  hecho  hasta  1282,  hay 
que  suplirlo  con  pasajes  y  relatos  entresacados  de  las  obras  lulianas. 

(25)  S.  Galmés,  Vida  cit.,  c.  VI,  págs.  49  y  50,  y  especialmente  en  su  estudio 
Viatges  de  Ramón  Lull,  lug.  cit.,  c.  III,  págs.  205-210. 

(26)  "Quasi  per  mundum  eundo  universum",  se  lee  en  el  prólogo  del  Liber  de  fine. 
(2j)    "Gran  res  hai  del  món  cercat"  (Poesies  cit.,  pág.  32). 

(28)    Vida  coetánia.  Véase  L.  Riber:  Ramón  Lull  en  Montpeller  y  en  la  Sorbona, 

lug.  cit.,  págs.  320  y  321. 


-  245  — 


7.  En  un  interesante  pasaje  autobiográfico  (29)  da  cuenta  Ramón 
de  esa  su  primera  estancia  en  París  en  los  siguientes  términos:  "Un 
hombre  que  con  prolijo  afán  había  trabajado  para  utilidad  de  la  Iglesia 
Romana,  vino  a  París  y  dijo  al  rey  de  Francia  (30)  y  a  la  Universidad 
de  París  que  en  París  se  construyesen  monasterios,  en  donde  se  apren- 
dieran los  idiomas  de  aquellos  que  son  infieles,  y  que  fuese  vertida  a 
aquellos  idiomas  el  Arte  demostrativa,  y  que  con  esta  Arte  demostrativa 
se  enviase  misión  a  los  tártaros,  y  que  se  les  predicase,  y  en  la  susodi- 
cha Arte  se  les  instruyese,  y  que  se  trajesen  tártaros  a  París  y  se  les 
enseñase  nuestra  lengua  y  nuestra  fe  y  luego  se  les  remitiese  a  su  tierra. 
Todas  estas  cosas  y  muchas  más  pidió  este  hombre  al  rey  y  a  la  Uni- 
versidad ;  y  que  esta  petición  suya  fuese  confirmada  por  el  Padre  Santo 
y  que  fuese  obra  perdurable". 

Escaso  éxito  tuvo  ese  tan  deseado  viaje  a  París  (31),  por  lo  cual, 
hacia  1287,  vuelve  Ramón  a  Montpellier,  y  en  esta  ciudad  asiste  a  un 
capítulo  general  de  frailes  menores,  con  la  esperanza  de  que  sus  pro- 
yectos encontrarían  entre  ellos  mejor  acogida  que  entre  'los  frailes  pre- 
dicadores. Después  de  haber  leído  su  Arte  públicamente  en  dicha  ciudad 
y  de  haber  escrito  el  Art  inventiva  de  veritat,  pasa  por  Génova  (1288), 
en  donde  la  tradujo  al  árabe,  y  vuelve  a  Roma  en  tiempo  del  Papa  Ni- 
colás IV,  para  insistir  acerca  del  establecimiento  de  seminarios  de  len- 
guas y  la  unificación  de  las  Ordenes  militares. 

Acogidos  con  afecto  estos  proyectos  por  el  Papa,  regresa  Lull  a 
Montpellier  (1289),  asiste  a  otro  capítulo  general  de  frailes  menores 
celebrado  en  Rieti,  obtiene  cartas  comendaticias  del  General,  y  vuelve 
todavía  a  Roma,  presentando  al  Papa  un  tratado  sobre  la  conquista  de 
Tierra  Santa  (1290).  Pero  viendo  que  nada  conseguía,  resolvió  marchar 
a  las  tierras  de  sarracenos  emprendiendo  el  camino  de  Génova  para  em- 
barcar en  esta  ciudad  con  rumbo  a  Berbería.  Por  esa  misma  época 
(26  de  octubre  de  1290)  Fray  Ramón  Gaufredi,  Ministro  General  de 
la  Orden  franciscana,  mandaba  a  los  Ministros  de  las  provincias  de 
Roma,  la  Apulia  y  otras,  que  permitiesen  a  sus  frailes  aprender  las 


(29)  Félix  o  Libre  de  Meravelles,  ed.  Aguiló,  t.  II,  pág.  160. 

(30)  Felipe  el  Hermoso,  casado  con  Juana  de  Navarra,  que  era  hijo  de  Isabel  de 
Aragón,  hermana  del  rey  Jaime  II  de  Mallorca. 

(31)  "En  tristicia  e  en  languiment  estava  un  hom  en  estranya  térra...",  se  lee  en 
el  comienzo  del  Libre  de  Meravelles;  y  este  mismo  desaliento  se  entrevé  en  la  Vida 
coetánia:  "...  e  com  aquí  (París)...  hagues  vista  la  forma  del  studi  anassen  a  mont- 
peller". 


—  246  — 


doctrinas  lulianas  que  el  mismo  Lull  se  encargaría  de  enseñarles  per- 
sonalmente (32). 

8.  En  Genova  fué  recibido  con  gran  alegría  por  el  pueblo,  noticioso 
de  sus  planes  misioneros.  Durante  su  permanencia  en  esta  ciudad 
(1 291 -1292),  Lull  experimentó  una  grave  enfermedad  que  le  tuvo  pos- 
trado mucho  tiempo,  y  .  pasó  además  por  una  gran  crisis  espiritual  que 
le  llevó  al  borde  de  la  desesperación  (33).  Impelido  de  un  santo  fervor, 
embarca  con  rumbo  a  Túnez,  en  plena  convalecencia,  contra  la  voluntad 
de  sus  amigos. 

En  Túnez  (1292)  sostuvo  relaciones  y  controversias  con  los  doctores 
de  la  ley  mahometana.  Un  fanático  le  denunció  al  rey.  El  Consejo  tenía 
empeño  en  condenarle  a  muerte,  pero  gracias  a  la  defensa  hecha  por 
uno  de  los  consejeros,  se  contentó  con  expulsarle  del  territorio,  lleván- 
dole a  una  nave  genovesa,  después  de  haber  sufrido  durante  el  camino 
las  iras  del  populacho.  Contristado  Ramón  por  no  haber  podido  reali- 
zar sus  planes  de  conversión,  en  un  exceso  de  celo  huyó  secretamente 
de  la  nave  y  fué  a  esconderse  en  tierra,  décidido  a  entrar  nuevamente 
en  la  ciudad ;  pero  viendo  al  pueblo  muy  excitado — hasta  el  punto  que 
otro  cristiano,  a  quien  confundieron  con  él,  se  libró  a  duras  penas  de 
ser  apedreado — ,  e  interpretando  todo  eso  como  una  señal  divina,  se 
embarcó  decididamente  con  rumbo  a  Nápoles  (34). 

9.  En  Nápoles  enseñó  públicamente  su  Arte,  especialmente  entre 
los  sarracenos  que  moraban  en  la  ciudád  y  sus  alrededores.  Animado 
con  la  elección  del  Papa  Celestino  V,  insistió  cerca  de  la  corte  pontifi- 
cia, durante  los  meses  que  ésta  residió  en  Nápoles,  para  la  realización 
de  sus  proyectos,  dirigiendo  al  Papa  una  petición  cuyos  extremos  eran : 


(32)  "Voló  quod  vos  ministri,  si  aliqui  fratres  provintiarum  vestrarum  audire  dic- 
tam  Artem  fuerint  consolati,  detis  ipsis  fratribus  licentiam,  et  dicto  domino  Raymundo 
de  conventu  idóneo  opportunitatem ;  in  quo  possit  fratribus  ostendere  Artem  illam,  con- 
cedatis"  (A.  Rubio  y  Lluch :  Documents  per  Vhistória  de  la  cultura  catalana  mig-eval, 
vol.  I,  Barcelona,  1908,  págs.  9  y  10). 

(33)  Es  el  episodio  que  los  biógrafos  denominan  la  "tentación  de  Génova"  y  que 
aparece  minuciosamente  reseñado  en  ^a  Vida  coetánia.  Según  el  relato,  Lull,  en  un  mo- 
mento de  desesperación  y  desoyendo  voces  sobrenaturales,  se  decide  por  la  salvación 
y  divulgación  de  su  Arte  y  por  los  frailes  menores  que  la  habían  aceptado,  a  cambio  de 
su  personal  condenación.  El  P.  Pasqual  rechaza  esta  parte  de  la  Vida  coetánia,  en  su 
texto  latino,  que  era  el  único  que  conocía  a  través  de  la  edición  maguntina;  y  en  la 
edición  del  bolandista  P.  Sollier  se  suprime  dicho  episodio. 

Sobre  este  punto,  véase  el  documentado  e  interesante  estudio  psico-fisiológico  de 
Juan  I.  Valentí:  Dues  crisis  en  la  vida  de  Ramón  Lull,  en  el  lug.  cit.,  en  el  que  se  sos- 
tiene la  autenticidad  del  pasaje  de  la  Vida  coetánia. 

(34)  Vida  coetánia. 


-    247  — 


la  fundación  de  Colegios,  la  conquista  de  Tierra  Santa  y  la  unificación 
de  las  Ordenes  mi'litares  bajo  el  mando  de  un  gran  Maestre  que  sería 
rey  de  Jerusalén.  La  corta  duración  de  aquel  pontificado,  que  acabó 
por  renuncia  a  los  cinco  meses  (diciembre  de  1294),  frustró  nuevamente 
las  esperanzas  de  Ramón. 

Al  año  siguiente,  elegido  Papa  Bonifacio  VIII,  renovó  Lull  sus  pe- 
ticiones, siguiendo  al  nuevo  pontífice  desde  Ñapóles,  en  donde  se  había 
efectuado  la  elección,  hasta  Roma.  Absorbido  Bonifacio  VIII  por  múl- 
tiples negocios,  resultaron  también  inútiles  ahora  las  tentativas  de  Ra- 
món. Cayó  éste  en  un  profundo  abatimiento,  que  se  refleja  en  sus  pro- 
ducciones de  esta  época  y  culmina  en  el  patético  canto  del  Des- 
conhort  (35). 

En  este  tiempo  y  probablemente  en  el  capítulo  general  de  menores 
celebrado  en  Asís,  en  1295,  Lull  profesó  en  la  Tercera  Orden  de  San 
Francisco ;  en  su  obra  Arbre  de  Sciencia  comenzáda  el  día  de  San  Mi- 
guel del  citado  año,  se  presenta  él  mismo  en  hábito  de  religioso  (36). 

Con  el  alma  dolorida  abandonó  Ramón  la  corte  pontificia  (1296), 
con  el  propósito  de  no  volver  a  ella  (37),  y  marchóse  a  Génova,  dis- 
puesto a  trasladarse  nuevamente  a  Africa.  Pero  cambió  de  parecer  y 
fuése  a  visitar  a  Jaime  II  de  Mallorca  que  residía  a  la  sazón  en 
Montpellier.  A  él  confió  una  vez  más  sus  proyectos,  y  habiendo  obtenido 
una  recomendación  para  su  sobrino  Felipe  el  Hermoso,  rey  de  Francia, 
marchóse  a  París. 

10.  En  este  segurido  viaje  a  la  capital  de  Francia  (1298)  Lull  ganó 
más  consideración  que  en  su  primer  viaje  de  1287,  e  hizo  prosélitos. 
Caracterizado  discípulo  suyo  fué  Tomás  le  Myésier,  canónigo  de  Arrás. 
Cincuenta  cuestiones  que  éste  le  presentó  fueron  contestadas  por  Ra- 
món con  arreglo  a  su  Arte  y  recogidas  en  un  escrito  intitulado :  De 
quaestionibus  magistri  Thomae  Attrebatensis  quas  misit  Raymundo 
quod  solveret  ipsas  per  Artem  (38).  Este  mismo  Le  Myésier — según 


(35)  "e  no  hai  nuil  amic  qui  negú  gauig  m'aport, 
mas  tan  solament  vós,  per  qué  en  lo  faix  en  port 
en  caent  e  en  llevant  e  són  gai  en  tal  sort 

que  res  no  veig  ni  auig  d'on  me  venga  confort." 

(I,  Poedes,  ed.  cit,  pág.  74.) 

(36)  "...  e  per  l'ábit  que  li  viu  e  la  gran  barba  que  Ramón  havía,  pensá  que  fos 
alcún  home  religiós  d'estranya  nació..."  (Arbre  de  Sdencia,  prólogo,  ed.  cit.,  vol.  I,  pág.  3). 

(37)  "per  qué  no  prepós  ara  a  Cort  retornar". 

(Lo  Desconhort,  LXI,  ed.  cit.,  pág.  107.) 

(38)  Raymond  Lulte.  Sa  vie,  en  "Histoire  Littéraire  de  la  France",  tom.  XXIX, 
Pág.  31- 


-    248  - 


una  conjetura  muy  fundada  (39) — redactó  más  adelante  la  Vita  Ray- 
mundi,  basada  en  el  relato  que  de  su  vida  hizo  el  propio  Lull,  instado- 
repetidamente  por  sus  discípulos. 

En  París  Lull  combatió  tenazmente  a  los  averroístas  de  la  Sorbona, 
pero  no  debió  ser  muy  halagüeño  el  resultado  de  esas  controversias,  a 
juzgar  por  el  siguiente  pasaje  autobiográfico  (40):  "Ramón,  hallándose 
en  París  con  el  intento  de  hacer  gran  bien  por  la  vía  del  saber,  lo  cual 
no  pudo  conseguir  cumplidamente,  consideró  que  podía  hacer  gran  bien 
por  la  vía  del  amor,  y  por  esto  resolvió  hacer  este  Arbre  de  Filosofía 
d  Amor.  Y  con  el  fin  de  hacer  este  Arbre  y  ordenarlo  sin  estorbo  algu- 
no, fuése  a  una  hermosa  selva  cercana  a  París,  densa  de  árboles,  abun- 
dosa de  fuentes,  praderas  y  márgenes,  de  pájaros  cantores  y  de  salva- 
jes alimañas." 

El  Arbre  de  Filosofía  d  Amor,  terminado  en  París  en  octubre  de 
1298,  es  un  delicioso  complemento  del  Arbre  de  S ciencia.  Según  se  lee 
al  final  de  la  obra,  la  Dama  de  Amor  y  Ramón  lo  llevaron  a  París  a  los 
grandes  señores  y  maestros  y  a  sus  escolares.  La  misma  Dama  de  Amor 
dijo  a  Ramón  que  presentase  la  Filosofía  de  Amor  en  latín  al  muy  noble 
señor,  sabio  y  buen  rey  de  Francia  (Felipe  el  Hermoso),  y  en  vulgar  a 
la  muy  noble,  sabia  y  buena  reina  de  Francia  (Juana  de  Navarra),  upara 
que  lo  multipliquen  en  el  reino  de  Francia  en  honor  de  nuestra  Señora 
Santa  María  que  es  la  soberana  Dama  de  Amor".  El  polemista  se  reti- 
ra en  esta  obra  y  resurge  con  todo  su  ardor  el  místico.  El  amigo,  des- 
engañado, tantea  los  caminos  que  conducen  a  la  unión  con  el  Amado. 
Estalla  ahora  con  fuerza  el  tema  del  martirio  en  aquella  desolada  y  re- 
lampagueante autobiografía  del  Cant  de  Ramón : 

"Sóm  hom  vell,  paubre,  menyspreat, 

no  hai  ajuda  d'home  nat 

e  hai  trop  gran  fait  emperat, 

gran  res  hai  del  mon  cercat, 

mant  bon  eximpli  hai  donat : 

poc  són  conegut  e  amat. 

Vull  morir  en  pélag  d'amor"  (41). 


(39)  Véase  Jordi  Rubio:  El  Breviculum  i  les  miniatures  d'en  Ramón  Llull  de  la 
Biblioteca  de  Karlsruhe,  antes  citado,  pág.  77. 

(40)  Arbre  de  Filosofía  d'Amor,  prólogo  (ed.  S.  Galmés,  Palma  de  Mallorca, 
1935,  pág.  70). 

(41)  Poesies,  ed.  cit.,  pág.  32. 


—  249  — 


II.  Abandona  Lull  París  con  el  intento  de  regresar  a  Mallorca. 
De  paso,  hallándose  en  Barcelona,  obtuvo  permiso  'del  rey  Jaime  II  de 
Aragón  (30  de  octubre  de  1299)  para  predicar  en  las  sinagogas  de  los 
judíos  y  en  las  mezquitas  de  los  sarracenos  dentro  de  todos  sus  domi- 
nios (42).  En  1300  desembarca  en  Mallorca  después  de  veintidós  años  de 
ausencia.  Un  año  permaneció  aquí,  dedicado  con  febril  actividad  a  com- 
poner libros  y  a  controvertir  con  los  judíos  y  sarracenos  que  aun  vivían 
en  la  isla. 

Emprende  seguidamente  otra  serie  de  viajes  (1300-1307) — confirma- 
dos por  el  explicit  de  un  enjambre  de  libros  que  iba  escribiendo  por  el 
camino — ,  cuyo  sólo  relato  infunde  vértigo  y  ha  hecho  exclamar  al  bió- 
grafo Sollier  que  R.  Lull  "parecía  alado". 

Habiendo  llegado  hasta  Ramón  la  vaga  noticia  de  que  el  Kan  de 
Tartaria  se  había  apoderado  de  Siria,  embarca  en  una  nave  que  se 
dirigía  a  Chipre.  Aquí  supo  que  la  versión  era  falsa,  pero  a  su  celo 
apostólico  no  le  faltó  tarea  en  qué  ocuparse.  Pidió,  en  efecto,  al  rey 
de  Chipre  que  reuniese  a  los  herejes  y  cismáticos  de  la  isla  y  les  obligase 
a  disputar  con  él,  y,  a  cambio  de  eso,  se  comprometía  a  continuar  su 
empresa  evangelizadora  cerca  del  sultán  de  Babilonia  y  de  los  reyes  de 
Siria  y  Egipto.  Poco  caso  hizo  el  rey  de  Chipre  de  semejante  propo- 
sición, lo  que  no  fué  obstáculo  para  que  Ramón  emprendiese  su  predi- 
cación dentro  de  la  isla.  Habiendo  enfermado  gravemente,  fué  enve- 
nenado por  las  dos  personas — un  capellán  y  un  mozo — que  le  asistían. 
Al  darse  cuenta  de  ello,  marchóse  humildemente  Ramón,  aun  conva- 
leciente, hacia  Famagosta,  en  donde  fué  muy  bien  recibido  por  el  gran 
Maestre  de  los  Templarios  (43). 

Una  vez  restablecido,  viajó  por  Armenia,  volvió  a  Chipre,  pasó  por 
Rodas  y  Malta,  y  en  el  año  1302  regresó  a  Mallorca.  Desde  aquí,  al 
siguiente  año,  se  fué  a  Montpellier,  pasó  después  a  Génova  y  volvió 
otra  vez  a  Montpellier.  En  esta  ciudad  publicó  su  Líber  de  fine  (1305), 
en  el  cual  compendia  sus  planes  político-religiosos  de  expansión  de  la 


(42)  El  documento  expedido  por  Jaime  II  es  muy  interesante:  "...  Nos  enim  da- 
mus  per  presentes,  firmiter  in  mandatis,  universis  et  singulis  aljamis  judeorum  et  sa- 
rracenorum  tocius  terre  nostre,  quod  ipsi,  diebus  predictis  sub  forma  predicta,  audiant 
et  audire  teneantur  prefatum  magistrum  R.  Lulli,  et  si  voluerint,  oportunitate  capta, 
possint  responderé  ejus  predicacioni  et  exposicioni,  non  tamen  cogantur  nec  cogen  pos- 
sint  eisdem  super  premissis  si  noluerint  responderé."  (A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per 
l'histdria  de  la  cultura  catalana  mig-eval" ,  vol.  I,  págs.  13  y  14).  El  transcrito  pasa- 
je autoriza  para  situar  a  R.  Lull  dentro  de  la  corriente  pólémico-apologética,  punto- 
este  sobre  el  cual  nos  detendremos  al  explicar  los  orígenes  de  la  filosofía  luliana. 

(43)  Vida  coetánia. 


—  250  — 


Cristiandad.  Asistió  también  a  la  conferencia  celebrada  en  la  misma 
ciudad  entre  el  Papa  Clemente  V,  que  acababa  de  ser  elegido  (1305),  y 
Jaime  II  de  Aragón ;  y  creyendo  Lull  hallar  en  el  nuevo  Papa  disposi- 
ciones favorables  a  sus  proyectos,  después  de  un  breve  viaje  a  P>arce- 
lona,  se  trasladó  con  la  corte  pontificia  a  Lyón,  insistiendo  una  vez  más 
en  su  proyecto  de  fundar  monasterios-colegios  donde  se  aprendiesen 
los  diversos  lenguajes  de  los  infieles,  "de  lo  cual  poco  se  preocuparon 
así  el  Padre  Santo  como  los  cardenales"  (44), 

12.  En  vista  de  ello,  dejando  la  corte  pontificia,  marchóse  Lull  a 
París  (1306),  en  donde  enseñó  su  Arte  y  compuso  diversos  libros,  dice 
secamente  la  Vida  coetania.  Los  biógrafos  sitúan  en  este  tercer  viaje 
a  la  ciudad  del  Sena  una  supuesta  controversia  entre  Lull  y  Duns  Scot 
surgida  en  las  aulas  de  la  Sorbona  (45). 

Poco  tiempo  permaneció  en  París.  Desde  esta  ciudad  marchóse  a 
Pisa  con  el  objeto  de  volver  a  P>erbería,  pero  no  habiendo  hallado  nave 
dispuesta,  regresó  a  Mallorca  (1307).  De  aquí  embarca  para  Bugía,  y 
apenas  tocó  tierra  comenzó  a  predicar  públicamente  la  fe  católica,  pro- 
vocando la  controversia  con  los  mahometanos.  Otra  vez  consiguió  excitar 
la  ira  de  la  muchedumbre,  y  mal  lo  hubiera  pasado  Ramón  sin  la  in- 
tervención a  su  favor  del  caíd  de  la  ciudad,  quien  sorprendido  ante  las 
respuestas  de  aquel  misionero  y  decidido  a  librarle  de  una  muerte  se- 
gura y  sin  proceso,  redújole  a  prisión  durísima.  No  pudo  evitar,  sin 
embargo,  que  por  el  camino  fuese  golpeado  y  apedreado  y  que  le  "tira- 
sen de  su  larga  barba  y  que  le  dejasen  casi  por  muerto"  (46).  La  in- 
tervención de  algunos  catalanes  y  genoveses  consiguió  modificar  el  rigor 
y  la  actitud  de  aquéllos,  que  se  obstinaban  en  que  Ramón  muriese  dentro 
de  la  cárcel.  Cedieron,  por  fin,  ante  la  esperanza  de  atraerle  a  su  reli- 
gión con  la  promesa  de  mujeres,  honores  y  riquezas.  Pero  todo  resultó 
inútil  ante  la  tenacidad  proselitista  del  misionero  mallorquín  (47).  Re- 
táronle entonces  a  que,  de  rejas  adentro,  compusiese  un  libro,  a  fin 
de  que  cada  parte  expusiese  las  razones  de  la  verdad  de  su  fe,  proposi- 
ción que  aceptó  Ramón  con  alegría ;  y,  con  este  intento,  comenzó  a  es- 


(44)  Vida  coetania. 

(45)  Véase  esa  historia  legendaria  en  A.  Peers,  obra  cit.,  c.  XV,  págs.  323-324,  y 
su  impugnación  en  Probst :  Caractére  et  origine  des  idees  du  Bienheureux  Raymond  Lulle, 
cit.,  II  part.,  c.  IV,  pág.  2Q5. 

(46)  Vida  coetania. 

(47)  La  iconografía  luliana  se  ha  apoderado  de  este  episodio  de  la  tentación  y  dispu- 
ta de  la  cárcel  de  Bugía,  narrado  en  la  Vida  coetania,  como  puede  verse  en  el  deli- 
cioso grabado  que  figura  en  la  edición  de  la  Disputatio  Raymundi  de  Valencia,  1510. 


-  251  - 


cribir  su  Disputatio  Kaimundi  cwm  Hamar  saraceno,  que  no  acabó  hasta 
años  más  tarde,  porque  a  los  seis  meses  de  prisión  el  rey  de  Bugía, 
desde  Constantina,  lo  hizo  expulsar  del  reino,  bajo  penas  severísimas 
si  se  detenía  en  él  territorio  (48). 

Inmediatamente  se  embarcó  Ramón  para  Genova,  pero  una  furiosa 
tempestad  lanzó  la  nave  contra  las  costas  de  Pisa,  salvándose  del  nau- 
fragio él  con  otro  compañero,  ganando  tierra  desnudo,  después  de  haber 
perdido  los  libros  que  llevaba  consigo  (49). 

En  Pisa  fué  recibido  con  grandes  honores,  y  un  rico  ciudadano  le 
hospedó  en  su  casa.  En  esta  ciudad  vivió  retirado  en  el  convento  de 
Santo  Domingo  desde  últimos  de  1307  a  1308,  compuso  nuevas  obras 
e  intentó  armar  una  cruzada  para  la  conquista  de  Tierra  Santa,  habien- 
do obtenido  del  gobierno  de  aquella  república  recomendaciones  para  el 
Papa  y  los  cardenales.  Sale  muy  animoso  de  Pisa  hacia  la  corte  ponti- 
ficia; se  detiene  en  Génova,  en  donde  recibe  la  ofrenda  de  30.000  flori- 
nes de  las  damas  de  la  ciudad ;  pasa  por  Montpellier,  sin  cesar  de  escri- 
bir, y  en  esta  ciudad  publica,  en  1309,  el  Líber  de  acquisitione  Terrae 
Sanctae,  que  presentó  personalmente  al  Papa  Clemente  V,  residente  en- 
tonces en  Aviñón.  Infructuosa  también  esa  nueva  gestión,  Ramón  se 
marchó  a  París. 

13.  Este  cuarto  y  último  viaje  a  la  ciudad  del  Sena  (1309-1311) 
fué  el  que  tuvo  mejores  resultados.  "De  aquí  (es  decir,  de  Aviñón)  fuése 
a  París — se  lee  en  la  Vida  coetánia  en  vulgar — en  donde  públicamente 
leyó  su  Arte  y  otros  muchos  libros  que  de  tiempo  atrás  tenía  escritos. 
Y  acudieron  a  oírle  no  solamente  escolares,  sino  también  gran  multitud 
de  maestros,  quienes  afirmaron  que  la  susodicha  santa  ciencia  y  doctrina 
era  corroborada  no  sólo  por  razones  de  filosofía,  sino  también  por  prin- 
cipios y  reglas  de  santa  teología.  Y  aunque  algunos  quisiesen  sostener 
que  la  santa  fe  católica  no  podía  probarse,  contra  su  opinión  el  reverendo 
Maestro  hizo  diversos  libros  y  tratados."  Y  de  un  modo  más  preciso 
se  lee  en  la  Vida  anónima  en  latín :  "Pero  como  viese  que  a  causa  de  las 
afirmaciones  del  comentarista  de  Aristóteles,  es  a  saber,  Averroes,  mu- 
chísimos se  desviaban  de  la  recta  senda  de  la  verdad  y  particularmente 


C48)    Vida  coetánia. 

(49)  "Saraceni  ipsum  (Lullum)  miserunt  in  quamdam  navem  tendentem  Genovam, 
quae  navis  cum  magna  fortuna  venit  ante  Portum  Pisanum;  et  propé  ipsum  per  de- 
cem  milliaria  fuit  fracta,  et  Christianus  (Lullus)  vix  quasi  nudus  evas"t,  et  amisit  om- 
nes  Libros  suos  et  sua  bona."  Disputatio  Raimundi  et  Hamar,  parte  III,  pág.  45 >  ©d-  de 
Maguncia,  vol.  IV.  Cfr.  Vida  coetánia,  aunque  con  menos  detalles. 


de  la  fe  católica,  diciendo  que  la  fe  cristiana  en  cuanto  al  modo  de  en- 
tender era  imposible,  pero  verdadera  en  cuanto  al  modo  de  creer,  sien- 
do gentes  nacidas  en  el  gremio  del  cristianismo;  esforzábase  por  vía  de 
demostración  científica  en  combatir  y  confutar  su  opinión,  y  reducíalos 
a  la  imposibilidad  de  responderle,  puesto  que  si  la  fe  católica  es  impo- 
sible de  entender,  imposible  es  también  que  sea  verdadera.  Y  acerca  de 
esto  hizo  libros"  (50). 

Había  el  averroísmo  echado  profundas  raíces  en  París,  avanzando 
en  prosélitos  y  osadía.  Lull,  con  la  pluma  y  con  la  acción,  provoca  una 
verdadera  cruzada  contra  los  averroístas,  obteniendo  en  este  punió  un 
éxito  indiscutible.  En  el  tierno  libro  De  natali  Parvuli  Pueri  Jesu — en 
el  que  Ramón  se  denomina  a  sí  mismo  "Barba  florida"  (51) — pide  a 
Felipe  el  Hermoso,  a  quien  va  dedicado,  que  destierre  del  gran  Estudio 
de  París  la  herética  pravedad  de  Averroes  y  que  funde  en  París  y  en 
otros  lugares  del  mundo  colegios  donde  se  aprendan  idiomas  de  los  in- 
fieles, a  fin  de  que  no  haya  sino  una  grey  única  y  un  solo  Pastor,  que  es 
el  Divino  Niño  Jesús. 

Según  un  documento,  fechado  el  martes  de  la  octava  de  la  Purificación 
de  1310,  cuarenta  maestros  y  bachilleres  de  la  Universidad  de  París 
aprobaron  la  doctrina  de  R.  Lull.  Por  otro  documento  de  2  de  agosto 
de  1310  Ramón  consiguió  del  rey  de  Francia  cartas  comendaticias  para 
toda  la  Cristiandad  y  especialmente  para  sus  subditos,  a  fin  de  que  le 
tratasen  benignamente  y  le  favoreciesen  en  la  medida  de  su  poder.  En 
fin,  según  un  tercer  documento  de  9  de  septiembre  de  131 1,  Francisco 
de  Nápoles,  canciller  de  la  Universidad,  por  mandato  del  mismo  rey 
examinó  varias  obras  de  Lull,  hallándolas  conformes  a  la  fe  católica  y 
animadas  de  "celo  ferviente  y  rectitud  de  intención  para  promover  la 
fe  cristiana"  (52). 

14.  Convocado  por  el  Papa  Clemente  V  el  concilio  de  Viena  (en 
Francia)  para  el  primero  de  octubre  de  131 1,  Lull,  reanimado  con  juve- 
nil fervor,  púsose  en  marcha  hacia  dicha  ciudad.  En  su  composición 


C50)    Véase  L.  Riber:  Ramón  Lull  en  Montpeller  y  en  la  Sorbona,  cit.,  pág.  336. 

(51)  "Hace  est  visio  quam  ego  Raymundus  Barba  floridus  vidi  Parisiis...",  epílo- 
go del  libro  De  natali  Parvuli  Pueri,  publicado  por  primera  y  única  vez  por  Lefevre 
d'Étaples  (Jacobus  Faber  Stapulensis) ,  en  París  en  1499- 

(52)  Los  tres  mencionados  documentos  pueden  verse  en  Pasqual,  Vida  cit.,  t.  II, 
c.  XXI,  págs.  153-159,  164-165  y  172-174,  y  también  en  el  tomo  XXIX  de  la  "His- 
toire  littéraire  de  la  France",  págs.  43-45,  donde  Littré  formula  algunas  reservas  acer- 
ca de  su  autenticidad,  fundadas  principalmente  en  que  la  Vida  coetánia  nada  dice  de 
dichas  aprobaciones  y  recomendaciones. 


--  253  — 


poética  el  Consili  (53)  traza  el  diseño  ideal  del  concilio,  con  los  temores 
y  esperanzas  que  le  sugiere  el  futuro  acontecimiento.  En  un  opúsculo 
intitulado  Petitio  Raymundi  in  concilio  generali  formuló,  en  diez  orde- 
naciones o  partes,  las  siguientes  proposiciones:  i.a  Institución  de  tres 
colegios  de  lenguas,  uno  en  Roma,  otro  en  París  y  otro  en  Toledo.  Lull 
reduce,  de  este  modo,  su  antiguo  proyecto  de  que  se  funden  colegios 
no  sólo  en  el  interior  de  los  reinos  cristianos,  sino  también  en  sus  fron- 
teras con  los  de  los  infieles.  2.a  Fusión  de  las  Ordenes  militares  para 
mejor  realizar  la  conquista  de  Tierra  Santa.  3.a  Detracción  de  un  diez- 
mo de  la  Iglesia  para  subvenir  a  los  gastos  de  dicha  conquista.  4.a  Pro- 
hibición a  los  clérigos  de  disfrutar  de  más  de  una  prebenda  y  supresión 
de  los  lujos  superfluos,  destinando  las  cantidades  así  obtenidas  a  la  Cru- 
zada. 5.a  Uniformidad  y  sencillez  en  la  indumentaria  de  los  clérigos. 
6.a  Prohibición  contra  la  filosofía  de  los  averroístas.  7.a  Medidas  contra 
los  usureros.  8.a  Predicación  a  los  judíos  y  musulmanes,  súbditos  de 
los  príncipes  cristianos,  en  los  sábados  y  viernes  respectivamente.  9.a 
y  10.a  Ordenación  de  la  ciencia  del  derecho  y  de  la  medicina  con  arre- 
glo a  los  principios  de  su  Arte. 

El  concilio  tomó  en  consideración  casi  todas  estas  peticiones  y  acer- 
ca de  algunas  de  ellas  proveyó  expresamente.  Así,  acordó  la  fundación 
de  cinco  colegios  en  Roma,  Bolonia,  París,  Salamanca  y  Oxford  respec- 
tivamente, precisando  que  las  lenguas  que  se  enseñasen  fuesen  la  hebrai- 
ca, la  arábiga  y  >la  caldea.  Acordó  el  concilio  una  nueva  expedición  a 
Tierra  Santa,  que  fué  confiada  a  Felipe  el  Hermoso,  rey  de  Francia,  el 
gran  amigo  y  protector  de  Lull,  allí  presente,  concediéndole  el  diezmo 
para  seis  años.  Dictó  disposiciones  encaminadas  a  evitar  el  fausto  y  os- 
tentación de  los  eclesiásticos,  y  determinó  la  forma  del  vestido.  La  pe- 
tición contra  el  averroísmo  no  prosperó  de  momento,  pero  sí  mucho 
más  tarde,  en  el  concilio  Lateranense  V  (151 1),  en  los  términos  solici- 
tados por  Lull  (54). 

15.    Terminado   el   concilio  (13 12),  Lull  abandona  Viena,  pasa  a 


(53)  "Un  consili  vull  comentar 

en  mon  coratge,  e  xantar 
per  qo  que  faga  enamorar 
tots  cells  qui  ho  poden  far 
,  per  Déu  servir 

e  lo  sepulcre  conquerir: 
molt  ho  desir!" 

(Poesies,  ed.  cit.,  pág.  113.) 

Í54)  Aunque  la  Vida  coetania  termina  cuando  Lull  se  disponía  a  marchar  a  Vie- 
na, se  enuncian  en  dicha  narración  lo*  tres  propósitos  que  animaban  al  filósofo  mallor- 


Montpellier  y  regresa  a  Mallorca,  en  donde  con  actividad  increíble,  dada 
su  edad  avanzada,  escribe  nuevas  obras  para  la  conversión  de  los  infie- 
les y  la  difusión  de  sus  doctrinas  (55).  En  16  de  abril  de  1313  hizo  su 
testamento,  pieza  biográfica  interesante  y  acorde  en  todo  con  el  espíritu 
del  misionero  infatigable  y  escritor  fecundo  (56).  De  Mallorca  embarca 
con  rumbo  a  Mesina,  no  dando  reposo  a  la  pluma  ni  siquiera  en  plena 
navegación.  Un  año  permaneció  en  Mesina,  entregado  a  la  conversión 
de  judíos  y  sarracenos,  contando  con  la  protección  del  rey  Federico  de 
Sicilia  y  del  arzobispo  de  Montereale.  Allí  escribió  una  larga  serie  de 
opúsculos  (57).  Regresa  a  Mallorca  hacia  mayo  de  13 14  con  el  propó- 
sito de  pasar  nuevamente  a  tierra  de  sarracenos,  aprovechando  la  cir- 
cunstancia favorable  del  reciente  tratado  de  paz  y  concordia  entre  los 
reyes  de  Mallorca  y  Bugía  (58). 

De  Mallorca  partió  hacia  Bugía  o  Túnez.  El  P.  Custurer  da  como 


quín  en  orden  al  futuro  concilio,  y  son:  i.°  Fundación  de  Colegios  al  objeto  de  pre- 
parar misioneros  aptos  para  la  predicación  de  la  fe  católica.  2.0  Unificación  de  todas 
las  Ordenes  militares  para  la  conquista  de  Tierra  Santa.  3.0  Impugnación  filosófica  del 
averroísmo.  Sobre  las  relaciones  de  R.  Lull  con  el  concilio  de  Viena  y  la  Cruzada,  véase 
a  Pasqual:  Vida  cit.,  t.  II,  c.  XXII,  págs.  182-207;  y  A.  Gottron:  Ramón  Lulls  Kreuz- 
zugsideen  cit. 

(55)  La  opinión  sustentada  por  Pasqual,  Galmés  y  A.  Peers  de  que  Lull  fundó  en 
esta  época  una  escuela  en  el  monte  Randa,  origen  más  tarde  del  Estudio  general  o  Uni- 
versidad Luliana  de  Mallorca,  no  aparece  suficientemente  fundada.  Rofger  y  Capllonch 
afirma  que  "en  los  documentos  que  ha  visto  no  consta  que  en  el  mismo  siglo  xiv  se 
hubiese  establecido  ya  escuela  luliana  en  el  monte  de  Randa,  pero  es  de  creer  que  ya 
en  aquella  época  se  darían  allí  lecciones.  Lo  que  no  admite  duda  alguna  es  que  esas 
escuelas  existían  en  la  primera  mitad  del  siglo  xv."  Historia  del  Santuario  y  Colegio  de 
Nra.  Sra.  de  Cura  en  el  Monte  de  Randa,  cit.,  c.  II,  pág.  9. 

(56)  Otorgado  en  Mallorca,  trátase  de  un  verdadero  testamento  literario.  Disi>oner 
entre  otras  cosas,  que  se  hagan  y  escriban  libros  en  pergamino,  en  romance  y  en  'atín, 
de  las  obras  que  nuevamente  compiló,  de  las  que  menciona  algunas,  y  que  son  en  suma 
ciento  ochenta  y  dos.  De  todas  las  sobredichas  obras  manda  hacer  varios  libros  en  per- 
gamino en  latín,  y  ordena  a  sus  albaceas  que  manden  una  copia  o  ejemplar  1  ^ans 
al  monasterio  de  la  Cartuja  y  otro  ejemplar  a  Génova  a  Persival  Espinóla.  Legfi  y 
manda  dar  y  distribuir  el  resto  del  total  de  su  dinero  predicho  y  los  otros  libros  res- 
tantes que  harán  sus  albaceas,  a  las  Casas  de  la  Orden  y  a  otros  lugares,  de  tal  modo 
que  los  libros  sean  colocados  en  un  armario  con  cadena,  y  también  a  las  otras  iglesias, 
de  manera  que  pueda  verlos  y  leerlos  quienquiera  que  sea.  Lega  también  al  monaste- 
rio de  la  Real  (en  Mallorca)  un  cofre  de  libros  que  guardaba  su  yerno  Pedro  de  Sent- 
menat.  Véase  Francisco  de  Bofarull  y  Sans:  El  testamento  de  Ramón  Lull  y  la  Escuela 
luliana  en  Barcelona,  lug.  cit.,  págs.  453-457. 

(57)  Longpré  (Vie  cit.,  col.  1087)  fija  su  número  en  treinta  y  ocho.  Véase  pi  ca- 
tálogo posterior  de  C.  Ottaviano,  núms.  175  a  209  {L'Ars  compendiosa  de  R.  Lulle, 
París,  1930,  págs.  82-90). 

(58)  Véase:  Bolletí  de  la  Societat  Arqueológica  Luliana,  febrero  de  1915.  Cfr. :  Clau- 
dio Miralles  de  Imperial:  Relaciones  diplomáticas  de  Mallorca  y  Aragón  con  el  Africa 
Septentrional  durante  la  Edad  Media,  Barcelona,  1904. 


—  255  — 


cierto  que  embarcó  en  14  de  agosto  de  1314,  siendo  despedido  con  gran 
acompañamiento  de  gente  y  de  :los  Jurados  de  la  ciudad,  y  que  al  cabo 
de  un  mes  escribía  a  dichos  Jurados  dando  noticia  de  su  llegada  al  puer- 
to de  Bugía  (59).  Desde  las  tierras  africanas  pidió  recomendaciones  al 
rey  Jaime  II  de  Aragón,  y  éste  le  contestó  (5  de  noviembre  de  13 14) 
con  una  carta  dirigida  al  rey  de  Túnez  y  otra  a  Juan  Gil,  un  aragonés 
pintor  e  intérprete  (torcintany)  de  aquel  rey  (60).  Amparado  en  estas  re- 
comendaciones, lanzóse  ardorosamente  a  la  predicación  pública  y  a  la 
controversia  escrita  con  los  doctores  musulmanes.  Y  con  el  objeto  de 
traducir  al  latín  algunos  de  esos  libros  de  controversia,  Lull  escribe  a 
Jaime  II  de  Aragón  rogándole  gestione  que  su  discípulo  Fr.  Simón  de 
Puigcerdá  pase  a  Túnez  a  reunirse  con  él.  En  una  carta  de  5  de  agosto 
de  1315  dirigida  al  Guardián  de  frailes  menores  de  Lérida  y  en  otra 
de  29  de  octubre  siguiente  al  Ministro  de  la  propia  Orden  en  la  Provin- 
cia de  Aragón,  el  rey  cumple  aquel  encargo  y  encarece  la  inmediata  pre- 
sencia de  Fr.  Simón  en  Túnez  para  traducir  las  nuevas  obras  de  Lull, 
que  eran  quince  y  referentes  a  sus  disputas  con  los  sarracenos  (61).  En 
Túnez  publica  todavía  Ramón  dos  nuevas  obras,  que  son  las  últimas 
y  llevan  la  fecha  de  diciembre  de  1313  (62). 

16.  Estos  últimos  hechos,  juntamente  con  alguna  otra  coinciden- 
cia (63),  obligan  a  rectificar  la  fecha  que  tradicionalmente  se  venía  se- 


(59)  Custurer  inserta  este  documento,  extraído  del  Archivo  del  Reino  de  Mallor- 
ca, en  sus  Disertaciones  históricas  del  culto  inmemorial  del  B.  Raymundo  Lullio,  Ma-r 
Horca,  1700,  págs.  541  y  542.  S.  Galmés  (Dinamisme  de  R.  Lull,  pág.  53)  pone  repa- 
ros a  la  autenticidad  de  dicho  documento. 

(60)  Inserta  dichas  cartas  A.  Rubio  y  Lluch :  Documents  per  Vhistória  de  la  cul- 
tura catalana,  cit.,  vol.  j.,  números  LIV,  LV  y  LVI,  págs.  62-64. 

(61)  Véanse  dichas  cartas  en  A.  Rubio  y  Lluch,  obra  cit.,  números  LVIII  y  LIX, 
págs.  65-67. 

(62)  Estas  dos  obras,  ambas  inéditas,  son:  el  Liber  de  majori  fine  intellectus, 
amoris  et  honoris,  dedicada  ad  atcadium  episcopum  Tunici,  en  la  que  se  lee  fué  aca- 
bada en  Túnez,  en  diciembre  de  13 15,  y  el  Liber  de  Deo  et  mundo,  cuyo  explicit  dice: 
Finivit  Raymundus  hunc  librum  Tunicii,  mense  áecembris,  anno  1315-  El  P.  Pasqual, 
desorientado  por  la  fecha  tradicional  de  la  muerte  de  Lull  (29  de  junio  de  1315),  cree 
que  o  está  equivocado  el  mes — que,  a  su  juicio,  debiera  ser  marzo,  abril  o  mayo  de 
1315 — o  hay  que  rectificar  el  año  de  1315  por  el  de  13 14  (Vida  cit.,  t.  II,  c.  XXIV, 
pág.  231).  Littré,  perplejo  también,  apunta  sus  sospechas  acerca  del  carácter  apócrifo 
de  ambas  obras  ("Hist.  littér.  de  la  France",  t.  XXIX,  págs.  300  y  318-319).  A  buen  se- 
guro que,  si  aquellos  dos  autores  hubiesen  conocido  las  cartas  de  Jaime  II  de  5  de 
agosto  y  29  de  octubre  de  13 15  antes  mencionadas,  se  habrían  apeado  de  sus  respec- 
tivas opiniones. 

(63)  Acerca  de  la  rectificación  de  la  fecha  tradicional  de  la  muerte  de  Lull  y  ia 
fecha  probable  que  hay  que  establecer,  véanse:  S.  Galmés,  Vida  cit.,  c.  X,  pág.  93,. 
nota;  Longpré,  Vie  cit.,  col.  1085,  y  A.  Peers,  Ramón  Lull,  cit.,  c.  XVII,  págs.  372-374. 


256  — 


ñalando  de  la  muerte  de  Lull,  o  sea  el  29  de  junio  de  131 5,  y  a  fijarla 
dentro  del  tiempo  comprendido  entre  diciembre  de  1315  y  marzo  de 
13 16.  Carecemos  de  documentos  acerca  de  las  circunstancias  de  la  muer- 
te de  Lull.  Una  tradición  inmemorial  y  constante  entre  sus  biógrafos  da 
como  cierto  que,  excitada  la  plebe  sarracena  ante  las  invectivas  dirigidas 
contra  Mahoma  y  su  ley,  se  echó  sobre  Ramón,  arrastrándole  fuera  de 
la  ciudad,  que  algunos  creen  que  era  Bugía,  en  donde  fué  apedreado. 
La  autoridad  local  consiguió  con  gran  esfuerzo  librarle  de  la  furia  de 
la  muchedumbre  y  embarcarle  en  una  nave  de  genoveses  que  le  condujo 
moribundo  a  Mallorca.  Según  una  versión,  murió  durante  la  travesía ; 
otra  supone  que  llegó  todavía  con  vida  a  Mallorca.  Contra  la  opinión 
tradicional  del  martirio  de  R.  Lull  se  han  formulado  modernamente  du- 
das y  objeciones  (64).  Con  todo,  el  biógrafo  y  el  psicólogo  se  ven  obliga- 
dos a  certificar  a  la  par  la  persistencia  del  tema  del  martirio  en  toda  la 
obra  luliana,  a  partir  ya  de  la  fecha  de  la  conversión  (65).  El  deseo  del 
Amigo  de  unirse  al  Amado  se  acentúa  progresivamente  en  los  últimos 
años,  acaso  con  el  peso  creciente  de  las  decepciones,  y  se  convierte  en 
obsesión  cada  vez  que  el  filósofo  mallorquín  emprende  su  viaje  de  misión 
a  las  tierras  africanas  (66). 


(64)  Gastón  París  (Revue  Historique,  1897,  vol.  63,  págs.  375-377)  y  Jorge  Ru- 
bio (Ramón  Llull,  lug.  cit.,  pág.  89).  Defiende  la  tesis  del  martirio,  sin  duda  ante  las 
objeciones  formuladas,  el  P.  Andrés  de  Palma  de  Mallorca  en  su  reciente  estudio,  an- 
tes citado  :  A  l'entom  de  les  proves  documentáis  del  martiri  de  Ramón  Lull. 

(65)  Recordemos  que  "posar  la  persona  en  perill  de  mort"  para  patentizar  la  ver- 
dad de  la  fe  católica  ante  los  infieles,  constituye  uno  de  los  tres  propósitos  iniciales  de 
Lull  converso  (Vida  coetánia).  El  tema  del  martirio  es  expresado  con  reiterada  insis- 
tencia en  el  Libre  de  Contemplado  en  Déu  (Véase  t.  III,  pág.  223;  t.  IV,  págs.  92  y 
454;  t.  VII,  págs.  411,  4i6  y  529-532  et  passim,  ed.  de  Mallorca),  y  sobre  todo  en  el 
Libre  de  Amic  e  Amat. 

(66)  En  el  prólogo  del  Arbre  de  Sciencia  (Roma,  1295),  escribe  Lull  en  un  mo- 
mento de  gran  abatimiento:  "...  e  propós  tornar  ais  sarrains  e  a  ells  dir  veritat  de  nostra 
fe  e  fer  honor  a  ella,  segons  mon  poder  e  la  gracia  e  la  aiuda  que  esper  a  haver  dé 
:Déu",  t.  I,  pág.  g> 

En  el  Cant  de  Ramón  (París,  1299)  exclama  (Poesies,  pág.  32)  : 

"Vull  morir  en  pélag  d'amor." 


CAPITULO  VIII 


PSICOLOGIA,  CARACTER  Y  EDUCACION  DE  LULL 

I 

Psicología  y  carácter  de  Lull. 

Rasgos  psicológicos  y  cualidades  que  integran  el  carácter  de  Lull. — Explicación 
psicológica  y  efectos  de  su  conversión. — Paralelo  de  Lull  con  Arnaldo  de  Vi- 
lanova  y  con  otros  agitadores  de  la  época. 

i.  La  sucinta  historia  de  la  vida  de  Ramón  Lull  que  dejamos  ex- 
puesta, permite  ya  adivinar  algunos  trazos  de  la  psicología  del  personaje. 
Vamos  a  completarlos  ahora  resumiendo  las  notas  más  salientes  de  su 
carácter  con  la  ayuda  de  algunos  pasajes  autobiográficos  y  recogiendo 
especialmente  el  eco  de  sus  confesiones  tempestuosas. 

Lull  fué  hijo  único  y,  además,  tardío.  Diez  años,  dicen  los  biógrafos, 
esperaron  sus  padres  el  deseado  fruto  de  bendición.  La  "psicología  di- 
ferencial" moderna  ha  bosquejado  el  tipo  del  "hijo  único",  señalando  la 
persistencia  en  el  transcurso  de  su  vida  de  cualidades  y  defectos  de  su 
niñez,  que  influyen  decisivamente  en  la  formación  del  carácter  (i).  El 
propio  Lull  nos  ilustra,  en  este  punto,  acerca  de  su  caso  personal :  "El 
hombre — dice  (2) — enseña  a  las  aves  y  las  domina  sin  necesidad  de  cas- 
tigarlas, pero  a  mí  ni  las  promesas,  ni  los  castigos,  ni  las  exhortaciones 
fueron  parte  a  reducirme."  Y  comparándose  con  el  gavilán,  al  cual  se 
le  domestica  y  reduce,  a  pesar  de  su  amor  indómito  a  la  libertad,  dice 
de  sí  que  "era  indomable  e  indomesticable  su  loca  mocedad"  (3). 

(1)  Véase  Alfredo  Adler:  Conocimiento  del  hombre  (trad.  de  H.  Bark),  Madrid, 
193 1,  c.  VII,  págs.  147  y  i48,  y  también  Erwin  Wexberg:  Handbuch  der  Individual-Psy- 
chologie,  München,  1926,  I,  págs.  159,  178  y  sgtes. 

(2)  Libre  de  Contemplado  en  Deu,  cap.  109,  n.°  14  (ed.  de  Mallorca,  t.  III,  pági- 
na 41). 

(3)  Obra  y  cap.  cits.,  n.°  16,  págs.  41  y  4?. 


-  258  - 


Bajo  el  sayal  del  peregrino  ese  carácter  de  individualismo  irreducti- 
ble permanece  en  todos  los  momentos  de  la  vida  de  aquel  viajero  ubicuo 
e  infatigable,  misionero  laico  que,  si  no  vacila  en  sacrificar  su  entera 
existencia  al  servicio  de  un  ideal,  con  todo  no  se  sujeta  jamás  a  nin- 
guna regla  ni  se  decide  a  ingresar  en  ninguna  de  las  Ordenes  religiosas, 
con  las  cuales  mantiene  relaciones  de  viva  amistad  y  aun  de  colabora- 
ción. Espiritualidad  selvática,  apóstol  encendido,  agitador  incansable, 
dotado  de  una  actividad  portentosa,  todas  esas  cualidades  Huyen  de  un 
fondo  inconsciente  de  indisciplina,  que  incapacita  radicalmente  a  Lull 
para  toda  organización  estable.  Recordemos  su  primer  éxito :  la  funda- 
ción del  Colegio  de  Miramar,  obtenida  bajo  los  mejores  auspicios,  y  que 
años  más  tarde  ve  malograrse  en  sus  propias  manos  (4). 

2.  Lull  es  un  temperamento  pasional.  En  el  primer  período  de  su 
vida,  esto  es,  antes  de  convertirse,  la  pasión  irrumpe  hacia  la  sensuali- 
dad. Y  aunque — con  alguna  exageración — se  confiesa  públicamente  autor 
de  los  siete  pecados  capitales,  y  declara  que  tuvo  inclinación  a  la  gula  y 
la  bebida  (5),  es  indudable  que  la  pasión  dominante  en  el  joven  Ramón 


(4)  Fundado  el  Colegio  de  Miramar  en  1275  (véase  él  cap.  anterior,  n.°  5),  mués- 
trase Lull  todavía  lleno  de  optimismo  en  su  composición  poética  Sényer  ver  Déus,  Reí 
gloriós  (hacia  1284) : 

"Remembrat  han  frares  Menors 
lo  Salvador,  qui  volc  vestir 
ab  si  lo  sant  religiós 
e  han  fait  Miramar  bastir 
al  rei  de  Mallorca  amorós; 
irán  sarrains  convertir." 

(Poesies,  ed.  R.  d'Alós-Moner,  pág.  28.) 

Pero  en  Lo  Desconhort  (Ibid.  LV,  pág.  104),  esto  es,  hacia  1295,  Lull  confiesa  ya 
su  fracaso: 

"X "ermita,  la  manera  con  Déus  fos  mais  amat 
ja  la  vos  hai  contada,  si  be  ho  havets  membrat, 
qó  és  que  el  Papa  hagués  mant  home  lletrat 
qui  desirás  per  Jesús  ésser  marturiat 
per  co  que  per  tot  lo  món  fos  entes  e  honrat, 
e  que  cascú  llenguatge  fos  mostrat, 
segons  que  a  Miramar  ha  estat  ordenat, 
— e  haja'n  conciencia  qui  ho  ha  afollat — ." 

(5)  "La  mia  ánima,  Sényer,  es  malauta  e  nafrada  per  los  VIL  pecats  mortals  que 
tota  la  an  nafrada  e  ensutzada  e  encolpada  e  desordonada."  "Glotonía  m'ha  fet  alcunes 
vegades  esdevenir  orat  e  mentider;  car  per  massa  menjar  son  esdevengut  en  escalfament 
de  vi,  e  per  massa  beure  son  esdevengut  mentider  e  orat."  {Libre  de  Contemplado  en 
Déu,  c.  132,  n.°  27,  y  c.  145,  n.°  15  respectivamente). 


—  259  - 


fué  la  lujuria  o,  como  él  dice,  el  pecado  de  la  carne  (6).  Contra  esa  in- 
clinación de  su  temperamento  ardiente  tuvo  que  luchar  denodadamente 
aún  después  de  su  conversión  (7).  Hombre  de  gran  imaginación,  caldea- 
da por  el  clima  y  el  ambiente  oriental  de  Mallorca,  fácilmente  su  pasión 
se  convierte  en  culto  al  amor  sensual.  No  poco  debieron  contribuir  a 
ello  los  malos  ejemplos  del  rey  Jaime  I  el  Conquistador,  que  él  pudo 
observar  de  cerca,  y  el  fausto  de  aquella  naciente  corte  de  Mallorca  que 
atrajo  de  un  modo  irresistible  al  gallardo  senescal  y  mayordomo  del  in- 
fante D.  Jaime.  Lull  nos  ha  descrito  con  los  más  vivos  colores  aquel  pe- 
ríodo de  su  vida  galante  y  de  trovador  del  amor  liviano :  "Han  sido 
— dice — todas  mis  palabras  orgullosas  y  de  vanagloria,  pintadas  con  di- 
chos artificiosos  pronunciados  con  falsa  intención,  con  engaño  y  refina- 
miento. En  todas  cuantas  cosas,  Señor,  puede  un  hombre  ser  disoluto 
y  desordenado  y  mal  acostumbrado  y  mal  enseñado  en  su  hablar,  yo  lo 
he  sido  cantando  y  trovando  y  blasfemando  y  deshonrando  y  menospre- 
ciando y  mintiendo  y  descreyendo,  y  todas  las  otras  torpezas  que  con 
la  boca  se  pueden  pronunciar  o  decir,  todas  han  residido  y  pasado  por 
mi  boca  y  por  mis  labios,  y  en  tanta  manera,  Señor,  que  por  ningún 
fregadero  ni  conducción  jamás  pasaron  tantas  fealdades,  como  han  pa- 
sado por  mi  boca  palabras  feas  y  horribles  y  sucias  y  malas"  (8). 

A  pesar  de  todo,  un  fondo  innato  de  nobleza,  incapaz  de  rencor  y 
enojo,  es  cualidad  característica  de  nuestro  personaje,  aun  en  el  trance 
de  sus  horas  disolutas.  Así  lo  da  a  entender  él  mismo,  con  impresionante 
sinceridad  (9). 

La  simpatía  y  la  atracción  espiritual  debieron  ser  cualidades  muy 
pronunciadas  de  Ramón  en  el  período  de  su  borrascosa  juventud.  Se- 
mejantes cualidades,  que  no  se  improvisan  en  la  vida  del  espíritu,  per- 
sisten después  de  la  conversión,  y  se  transparentan  en  los  escritos  del 


(6)  "La  bellea  de  les  fembres  es  estada  pestilencia  e  tribülació  de  mos  ulls."  "E 
tant  s'es  estés  e  escampat  en  mi  peccat  de  luxuria,  que  tot  m'ha  perprés  e  compres  e 
en  tot  mi  s'es  mes;  e  per  nuil  altre  peccat  no  son  estat  tan  leg  menat  ni  tan  sobrat  ni 
tan  ensutzat  com  son  per  peccat  de  luxuria,  per  tal  que  pogués  haver  los  plaers  de  lu- 
xuria, me  son,  moltes  de  vegades,  mes  a  perill  de  mort  e  he  sostenguts  molts  treballs  e 
moltes  ansies  e  moltes  paors."  Obra  cit.,  c.  104,  n.°  16,  y  c.  143,  núms.  12  y  26,  respec- 
tivamente; véase  también  c.  75,  n.°  11,  y  c.  8,  n.°  17. 

(7)  "Lo  vostre  servidor  el  vostre  benvolent  vos  clama  mercé,  que  vos  lo  garnescats 
de  vertuts,  per  tal  que  s  pusca  combatre  e  deffendre  del  diable  e  del  mon  e  de  sa  carn, 
que  tot  dia  me  combaten..."  Obra  cit.,  c.  112,  n.°  30. 

(8)  Obra  cit.,  c.  210,  n.°  28. 

(9)  "Vos,  Sényer  Déus,  qui  en  est  mon  avets  fet  néxer  lo  vostre  servidor  sens  fello- 
nia  e  sens  ira...".  Obra  cit.,  c.  i44,  n.°  17. 


—  36o  — 


polígrafo  mallorquín.  Una  página  luliana,  rimada  o  en  prosa  vulgar, 
muestra  siempre — contrastando  poéticamente  con  las  congojas  de  un  es- 
píritu atormentado — un  frescor  y  una  jovialidad  inmarcesibles.  La  elo- 
cuencia natural  y  el  don  de  gentes  completarían  sin  duda  el  conjunto 
de  cualidades  sociales  de  Lull,  ya  que  de  otra  suerte  no  se  explicaría 
cómo  aquel  caballero  andante  de  la  fe  cristiana,  que  nada  tenía,  puesto 
que  todo  lo  había  renunciado,  hubiese  podido  interesar  en  sus  magnos 
y  temerarios  proyectos  a  tan  gran  número  de  personas  y  de  tan  alta 
estirpe  o  autoridad. 

3.  La  conversión  de  Lull,  que  por  sus  efectos  recuerda  la  de  San 
Pablo  (10),  fué  rápida,  violenta,  traumática.  De  ahí  ese  fervor  novicial 
perenne  y  desbordante  que  constituye  el  principal  motor  de  su  larga 
vida  apostólica  y  misionera.  De  ahí  también  aquella  afectividad  carac- 
terística de  Lull  en  el  nuevo  estado — muy  parecida  a  la  de  los  niños — , 
la  cual  pasa,  con  rara  facilidad,  de  la  alegría  ingenua  a  la  tristeza — a 
las  lágrimas,  como  él  dice — ,  y  viceversa.  Apresurémonos  a  hacer  apli- 
cación aquí  de  un  principio  de  psicología  religiosa,  a  saber,  que  el  hecho 
de  la  conversión  no  cambió  fundamentalmente  el  temperamento  apasio- 
nado de  Lull :  lo  único  que  hizo  fué  canalizar  la  pasión,  empujándola  ha- 
cia un  nuevo  objetivo  diametralmente  opuesto  a  los  incentivos  de  anta- 
ño. Así,  el  trovador  sensual  se  convierte  en  el  trovador  de  Cristo  y  de 
la  Virgen  María;  el  deseo  insaciable  de  placeres,  de  honores  y  riquezas 
y  la  pasión  lujuriosa  se  transforman  en  "coratgia"  y  "fervor"  de  amar 
a  Dios  fu);  en  fin,  la  voluntad  de  Ramón,  adscrita  ahora  definitivamen- 
te a  una  aspiración  infinita  y  ultraterrena,  pugnando  por  romper  las 
ataduras  temporales,  postula  dramáticamente  el  martirio,  ansiosa  de  unir- 
se al  Amado. 

4.  Dos  cualidades,  que  siempre  van  juntas  en  el  caso  que  estamos 
estudiando,  explican  el  recio  dinamismo  de  la  mente  luliana :  la  since- 
ridad y  la  tenacidad.  Ambas  alcanzan  tonos  impresionantes.  Lull  no 
miente  jamás:  a  lo  sumo,  exagera  en  perjuicio  propio  sus  personales 
defectos  y  caídas,  sobreponiéndose  a  veces  el  poeta  al  psicólogo,  achaque 
éste  común  a  los  autores  de  Confesiones,  comenzando  por  el  mismo 
San  Agustín.  La  tenacidad  luliana  llega  hasta  el  heroísmo.  Ramón  tuvo 
plena  conciencia,   sobre  todo  en  los  últimos  años,  del  fracaso  de  su 


(10)  Si  por  su  conversión  Lull  recuerda  a  San  Pablo,  se  parece  a  San  Agustín  por 
su  pasión  ardorosa  y  su  afán  de  saber,  y  a  San  Francisco  de  Asís,  que  fué  uno  de  sus 
modelos  predilectos,  por  su  afectuosidad  caballeresca. 

(n)  Cfr.  el  cap.  220  del  L.  de  Contemplado  en  Déu:  "Com  hom  es  coratjós  ni 
fervent  en  amor". 


—   2ÓI  — 


obra  (12),  y  a  pesar  de  ello  no  se  desvió  ni  un  ápice  del  camino  que  se 
trazara  desde  el  momento  inicial  de  la  conversión  y  en  el  que  perseverará 
hasta  la  muerte  (13).  En  el  interesante  diálogo  intitulado  Phantasticus  o 
Disputatio  Petri  et  Raymundi  (14),  escrito  en  131 1  yendo  al  concilio  de 
Viena,  contesta  Lull  de  este  'modo  a  un  clérigo  simoníaco  que  le  aplica 
despectivamente  aquel  calificativo :  "He  trabajado  cuarenta  y  cinco  años 
en  mover  a  los  prelados  y  príncipes  cristianos  a  que  procurasen  el  bien 
público  de  la  Iglesia.  Ahora  soy  viejo,  soy  pobre  y  estoy  con  el  mismo 
propósito,  y  con  la  gracia  de  Dios  perseveraré  en  él  hasta  la  muerte. 
¿Qué  dirás  ahora?  ;  Parécete  esto  fantástico  o  no?  Juzgúelo  tu  intención 
fantástica ;  te  la  juzgará  Dios,  a  quien  no  puedes  forzar  ni  engañar.'' 

5.  Otra  cualidad  esencial  del  carácter  de  Lull  es  la  humildad,  de  la 
cual  derivan  dos  virtudes  gemelas  que  el  misionero  mallorquín  poseía 
en  grado  superlativo,  a  saber :  la  paciencia  y  la  resignación.  Las  audacias 
de  Lull  son  puramente  doctrinales,  hijas  de  una  fe  viva  y  ardiente,  sin 
mácula,  sumisa  en  todo  a  la  voluntad  de  Dios.  De  ahí  su  profundo  res- 
peto a  las  jerarquías  eclesiásticas  y  civiles.  En  la  obra  luliana — como 
en  el  Dante,  en  los  franciscanos  y  en  el  libro  de  la  Imitación  de  Jesu- 
cristo— hallamos  súplicas  apremiantes  e  invectivas  dirigidas  contra  los 
más  altos  poderes  e  instituciones.  Es  notorio  también  un  afán  de  refor- 
ma que  se  extiende  a  todo  y  llega  hasta  el  confín  de  la  utopía.  Pero  la 
sátira  luliana  está  limpia  de  sarcasmo  y  de  ironía,  matices  ambos  que 
acusan  siempre  un  cierto  grado  de  escepticismo  o  de  rebeldía.  Reserva- 
mos para  más  adelante  explicar  la  filiación  franciscana  del  filósofo  ma- 
llorquín. Lull  por  su  humildad  sincera  es  inconfundible  con  aquella  otra 
figura  peninsular  de  la  época,  con  el  atrabiliario  Arnaldo  de  Vilanova, 
con  el  cual  a  veces  se  le  ha  parangonado  y,  en  general,  con  los  jefes  de 
aquellos  movimientos  más  o  menos  evangélicos  (fraticelos,  apóstoles  de 
Lyón,  begardos,  lolardos,  etc.),  grandes  agitadores  también,  .pero  que 
ocultaban  debajo  del  sayal  de  la  pobreza  un  fondo  de  orgullo  que  le3 
empujaba  hacia  la  herejía,  la  rebelión  y  la  demagogia. 

6.  Alma  de  gigante  con  corazón  de  niño,  sorprende  y  cautiva  a  la 


(12)  Véase  la  exclamación  de  Lull  en  el  Cant  de  Ramón  (1299),  transcrita  en  el 
capítulo  anterior,  n.°  10.  Véase,  también,  la  nota  4  del  presente  capítulo. 

(13)  "Et  hoc  peto  propter  deum,  et  quia  propter  publicum  bonum  laboro  et  diu 
laboravi  et  usque  ad  mortem  laborare  propono."  Declaratio  Raymundi  per  modum  día- 
lo gi  edita  (Ed.  O.  Keicher,  "Beitráge  zur  Geschichte  der  Philosophie  des  Mittelalters", 
Münster,  1909,  pág.  221). 

(14)  Edición  de  París,  1499. 


—   2Ó2  — 


vez  la  figura  de  Ramón  Lull  por  su  energía  inverosímil  (15)  y  por  su 
fondo  profundamente  humano.  Es,  sin  duda,  una  de  las  más  bellas  y 
auténticas  representaciones  del  espíritu  medieval.  Por  otro  lado,  Lull  sin- 
tetiza algunas  de  las  cualidades  características  del  pueblo  catalán — espe- 
cialmente la  tenacidad  y  la  energía — ,  aunque  dislocadas  y  elevadas  al 
más  alto  grado  de  tensión  espiritual.  "Almogávar  del  pensamiento  cata- 
lán", le  apellida  Menéndez  y  Pelayo.  "El  Doctor  Iluminado  es,  en  el 
sentido  más  noble  de  la  palabra,  el  Don  Quijote  catalán,  pero  de  carne 
y  huesos,  que  ni  un  solo  momento  pierde  el  sentido  de  la  vida;  incluso 
en  los  vuelos  más  audaces  del  pensamiento,  no  deja  de  la  mano  el  santo 
negocio  de  la  salvación  y  de  la  salud  eterna  de  los  hombres,  ni  olvida 
la  pública  utilidad  de  la  Cristiandad.  El  mismo  se  intitula  procurador  de 
los  infieles"  (16). 


(15)  Sobre  esa  cualidad  extraordinaria  de  la  energía,  véase  el  precioso  estudio  de 
S.  Galmés:  Dinamisme  de  Ramón  Lull,  cit. 

(16)  Tomás  Carreras  i  Artau:  lntroducció  a  la  Historia  del  pensament  filosófic  a  Ca- 
talunya. Barcelona,  193 1,  c.  III,  a.  III,  pá?.  50. 


1 1 


El  problema  de  la  educación  de  Lull. 

Fuentes  de  la  educación  de  Lull. — Graves  dificultades. — Educación  caballeresca 
de  Lull. — Su  influencia  en  él  estilo  y  en  las  doctrinas. — Grado  de  conocimien- 
to de  los  idiomas  arábigo  y  latino. — Formación  filosófica  de  Lull. — Autodi- 
dactismo. — Autores  registrados  en  el  opus  luliano. — Otras  influencias. — La  ex- 
periencia social  de  Lull  y  el  valor  psicológico-moral  y  humano  de  su  obra. 

7.  Problema  arduo  es  el  referente  a  la  formación  intelectual  de 
R.  Lull.  La  Vida  coetánia  es  sumamente  parca  en  este  punto.  Dice  que 
Ramón  "procuró  saber  algo  de  gramática,  y  que  más  adelante  compró 
un  moro  para  aprender  con  él  la  lengua  arábiga  01  morisca",  y  que  en 
esta  situación  "estuvo  durante  nueve  años".  Relata  a  continuación  y 
con  prolijidad  de  detalles  el  intento  de  asesinato  de  que  fué  objeto  Ra- 
món por  parte  del  susodicho  moro,  que  quiso  vengarse  del  castigo  que 
le  infligiera  su  amo  y  discípulo  en  cierta  ocasión  por  haber  blasfemado 
contra  el  santo  nombre  de  Jesucristo.  Nada  más  dice  la  Vida  coetánia 
acerca  de  los  otros  estudios  realizados  por  Lull  durante  aquellos  nueve 
años. 

Semejante  silencio  es  explicable.  El  filósofo  mallorquín  estaba  con- 
vencido de  que  su  Arte  y  su  saber  procedían  de  "ilustración  divina",  y 
esta  impresión  la  recoge  y  refleja  el  discípulo  que  redactó  la  Vida.  Por 
otro  lado  y  en  consonancia  con  <la  razón  expuesta  anteriormente,  Lull  ra- 
ras veces  cita  autoridades  de  Santos  Padres  o  de  teólogos  y  filósofos,  lo 
cual  hubiera  sido  un  hilo  para  reconstruir  el  curso  de  sus  lecturas.  Pero 
la  tesis  de  la  "iluminación"  de  R.  Lull,  que  ha  animado  durante  mucho 
tiempo  la  historia  del  lulismo,  y  que  colocaba  al  Doctor  Iluminado  en 
una  situación  privilegiada  y  excepcional,  extramuros  de  la  cultura  y  el 
saber  general  de  su  época,  sería  hoy  difícilmente  sostenible.  A  reserva, 
pues,  de  tratar  más  adelante  del  problema  de  las  influencias  doctrinales, 
hemos  de  recoger  aquí  los  escasos  datos  dispersos  en  la  producción  lu- 


—   264  — 


liana  y  que  nos  servirán  para  restablecer  sólo  en  parte  el  cuadro  de  la 
educación  intelectual,  en  general,  y  de  la  filosófica,  en  particular,  de 
R.  Lull. 

8.  El  sentido  de  la  educación  primaria  de  Lull — edificada  sobre 
una  base  cristiana — es  eminentemente  caballeresco  (17).  Así  lo  exigía 
la  condición  social  de  Ramón.  Toda  la  instrucción  que  él  recibe,  va  ende- 
rezada a  prepararle  para  la  carrera  de  las  armas,  completada  con  el  arte 
o  ciencia  de  trovar.  Se  lee  en  la  Vida  coetánia  que  en  su  primera  juven- 
tud Ramón  "dióse  al  arte  de  trovar  y  de  componer  canciones  y  escritos 
sobre  las  locuras  de  este  mundo".  La  primera  aparición  del  Crucificado 
le  sorprende  escribiendo  "una  vana  caneó"  ( 18).  Testimonio  fehaciente 
de  esa  educación  poético-caballeresca  son  sus  obras  rimadas  y  el  Libre 
de  Orde  de  Cavalleria,  manual  del  perfecto  caballero,  que  sólo  pudo  es- 
cribir quien  lo  era  doblemente  por  su  educación  y  por  su  estirpe. 

En  realidad,  ese  fondo  caballeresco  perdura  siempre  tanto  en  el  es- 
píritu como  en  la  obra  de  Lull.  Él  imprime  a  nuestro  personaje  y  a  su 
estilo — rimado  o  en  prosa — aquel  tono  de  distinción  inconfundible,  de 
elegancia  sencilla,  de  gracia  ingenua,  señoril  y  ceremoniosa  a  veces,  a 
pesar  de  que  la  obra  luliana  está  dedicada  por  entero  al  servicio  de  as- 
piraciones eminentemente  democráticas  o,  mejor,  populares. 

9.  Hasta  las  mismas  doctrinas  lulianas  adquieren  especial  carácter 
bajo  la  influencia  caballeresca,  hecho  éste  al  cual  tal  vez  no  se  ha  pres- 
tado la  suficiente  atención.  El  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  (19),  títu- 
lo de  una  de  las  primeras  y  capitales  obras  de  Lull,  es  la  prolongación 
— con  asunto  trascendente  ahora,  a  tono  con  el  cambio  espiritual  opera- 
do por  la  conversión — de  aquel  arte  poético  de  trovar  que  absorbe  sus 
años  juveniles. 

En  un  curioso  capítulo  del  Blanquerna  (20)  dedicado  a  la  virtud  del 
"valor",  aparece  un  juglar  entristecido,  dispuecto  a  "hacer  un  nuevo  ser 
ventesio,  en  el  cual  dirá  mal  del  valor  y  de  sus  servidores".  Halla,  refu- 
giado en  un  palacio  y  servido  por  doncellas,  al  verdadero  valor,  "creado 
a  guisa  de  significación  y  para  mostrar  el  valor  de  su  Creador  y  Señor" 
<7dea  platónico-cristiana  del  valor).  De  ahí  la  ordenación  de  un  nuevo 
tipo  ideal  de  juglar,  valedor  y  restaurador  del  valor  en  el  mundo,  "a  fin 


(17)  Véase  Tomás  Carreras  i  Artau:  L'esjerit  cavalleresc  en  la  producció  lul.liana 
("La  Nostra  Terra",  Mallorca,  agost.-sept.-oct.  1935). 

(18)  Vida  coetánia. 

do)  Es  el  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem,  o  sea  el  Ars  magna  primitiva, 
escrita  originariamente  en  catalán. 

(20)    Libre  de  Blanquerna  (Mallorca,  iqi4),  II  parte,  c.  48,  págs.  152-158. 


de  que  el  honor  de  Dios  sea  multiplicado  por  todas  las  tierras",  en  frente 
del  "desvalor"  humano,  temporal  y  caduco.  El  emperador,  que  terciaba 
en  el  asunto,  renuncia  a  su  poder  temporal  y — a  usanza  de  los  caballeros 
que  se  hacían  trovadores — hácese  juglar  de  la  nueva  regla  del  valor. 

10.  El  diálogo  en  manos  de  Lull  es  un  duelo  intelectual  en  el  que 
son  esgrimidas  las  "razones  necesarias"  a  favor  de  la  fe  cristiana  con- 
tra las  otras  razones  alegadas  por  los  defensores  de  la  fe  musulmana 
o  judaica  o  de  cualquier  otra  confesión.  Y  así  como  el  fundamento  mo- 
ral del  duelo  privado  era  la  creencia  de  que  la  victoria  estaba  siempre 
de  parte  del  caballero  a  quien  asistía  la  razón  (recordemos  los  Juicios 
de  Dios),  otro  tanto  ocurre  en  la  polémica  luliana.  Lull  está  convencido 
del  triunfo  final,  porque  se  cree  en  posesión  de  la  verdad ;  pero  las  armas 
materiales  son  sustituidas  ahora  por  las  armas  espirituales.  Con  su  diá- 
logo y  con  su  Arte — fortaleza  intelectual  que  contiene  todo  el  sistema 
de  las  "razones  necesarias" — es  el  campeón  de  una  nueva  caballería  de 
tipo  intelectual  puesta  al  servicio  de  la  fe  católica.  Toda  la  obra  luliana 
no  es  más  que  una  aventura  intelectual  inaudita,  un  incesante  batallar 
a  ultranza  contra  la  ideología  del  Oriente  que,  avanzando  cada  vez  más 
compacta,  se  iba  infiltrando  en  la  cultura  occidental. 

Ese  paralelismo  entre  las  armas  materiales  y  las  armas  espirituales,, 
residuo  de  aquella  registrada  educación  caballeresca,  juega  un  importan- 
te papel  en  toda  la  obra  de  Lull.  En  su  plan  grandioso  de  Cruzada  en- 
tran por  igual  la  predicación  y  las  armas,  o,  como  él  dice  poéticamente, 
el  hierro,  la  madera  y  el  argumento  verdadero  (21).  En  el  Libre  de  Ave 
María  (22)  un  caballero  proclama  la  belleza  de  su  dama  y  está  dispuesto 
a  defenderla  con  las  armas  contra  cualquier  otro  caballero.  El  abad 
Blanquerna,  por  su  parte,  alaba  por  encima  de  todas  las  mujeres  a  su 
dama,  que  no  es  otra  que  la  Virgen  María.  Enojado  el  caballero,  con- 
testa que,  si  el  abad  fuese  caballero,  le  combatiría  a  ultranza  y  que  "por 
fuerza  de  las  armas  le  haría  otorgar  que  su  dama  es  mejor  y  más  bella 
que  ninguna  otra.  —Señor — dijo  el  abad — ,  conocimiento  y  razón  son  ar- 
mas espirituales  por  las  cuales  se  vence  a  la  maldad  y  al  error."  Y  em- 


(21)  "que  ab  ferré  e  fust  e  ab  ver  argument 
se  donas  de  riostra  fe  tan  gran  exalqament 
que  els  infeels  venguessin  a  convertiment." 

(Lo  Desconhort,  III,  ed.  cit,  pág.  75.) 

(22)  Cap.  64  del  Blanquerna,  del  que  el  Libre  de  Ave  María  forma  parte.  Este, 
a  veces,  ha  sido  impreso  separadamente;  véase  la  edición  de  "Els  Nostres  Clássics'';  Bar- 
celona, 1925,  págs.  126-134. 


—  266  - 


pieza  el  duelo  intelectual,  en  el  que  el  abad,  con  diversas  razones,  aca- 
ba por  convencer  al  caballero  de  que  su  dama — la  Virgen  María — es  la 
mejor  y  la  más  bella  de  todas  las  mujeres.  "No  soy  letrado — dice  el  ca- 
ballero— ni  conozco  los  lenguajes,  con  los  que  podría  alabar  con  pala- 
bras a  la  Señora  que  Dios  ha  honrado  sobre  todas  las  mujeres.  De  nue- 
va manera  quiero  honrar  a  Nuestra  Señora."  E  instituye  la  nueva  regla 
de  caballería  que  intitula  Benedicta  tu  in  mulieribus,  dando  comienzo 
a  sus  aventuras.  Un  rey  sarraceno  disputa  con  el  novel  caballero  cris- 
tiano negando  que  Nuestra  Señora  fuese  madre  de  Dios.  "Pero  como 
él  (el  caballero)  no  sabía  de  letras  e  ignoraba  las  Escrituras,  por  eso  no 
quiso  responder  al  rey  por  razones  sino  que  por  la  fuerza  de  las  armas 
retó  a  todos  los  caballeros  de  su  corte,  uno  tras  otro."  Venció  el  caba- 
llero cristiano  sucesivamente  a  los  diversos  caballeros  sarracenos  que 
se  presentaron  en  el  palenque,  y  el  último  de  ellos  acabó  por  otorgar,  con 
gran  escándalo  de  la  corte  sarracena,  que  nuestra  Señora  era  digna 
de  ser  alabada  en  la  forma  que  lo  hacía  el  caballero  vencedor.  E  hízose 
caballero  de  la  nueva  orden,  por  lo  que  el  rey,  indignado,  mandó  pren- 
der a  ambos  caballeros  y  darles  muerte.  Y  así  fueron  mártires  por 
Nuestra  Señora.  El  martirio  es  dentro  del  sistema  total  luliano  el  arma 
espiritual  suprema,  asequible  aun  a  aquellos  hombres  indoctos,  cruzados 
de  la  verdad  católica,  incapaces  de  esgrimir  "razones  necesarias",  es 
decir,  puramente  intelectuales. 

ii.  Salvo  esta  educación  caballeresca,  la  primera  instrucción  de  Lull 
debió  ser  en  extremo  deficiente.  El  mismo  Ramón,  apenas  convertido, 
duda  de  la  posibilidad  de  realizar  sus  altos  propósitos,  considerando  que 
él  era  hombre  sin  letras  y  que  en  su  juventud  ni  siquiera  había  apren- 
dido un  poco  de  gramática  (23 ).  Y  al  darse  cuenta  de  la  desproporción 
entre  su  ignorancia  real  y  la  alteza  del  ministerio  que  iba  a  tomar  sobre 
sus  hombros,  estuvo  a  punto  de  desesperar  (24).  Insiste  en  que  "no  te- 
nía ciencia"  y  eso  le  afirma  en  la  creencia  de  que  el  plan  de  los  libros 
que  iba  a  componer  era  obra  de  "inspiración  divina"  (25).  Con  todo, 
Lull  tentó  la  vía  de  la  ciencia  adquirida — para  hablar  en  su  propio  len- 
guaje— (26),  y  a  este  efecto  decidió  marchar  a  París  "para  aprender  gra- 


(23)  "...  considerant  esser  illiterat  com  en  sa  joventut  nelex  hun  poch  de  grama- 
tica  no  hagues  apres..."  (Vida  coetánia.) 

(24)  Vida  coetánia. 

(25)  Vida  coetánia. 

(26)  La  distinción  entre  ciencia  infusa  y  ciencia  adquirida  es  frecuente  en  la  obra 
luliana.  Esta  última  es  la  ciencia  que  se  aprende  con  esfuerzo  y  con  libros,  y  es  la  que 
empujaba  a  Lull  a  trasladarse  a  la  Sorbona. 


—  267  — 


mática  y  otras  ciencias",  de  cuyo  propósito  le  disuadió,  según  vimos, 
San  Ramón  de  Peñafort  (27). 

¿Cuáles  fueron,  pues,  las  lecturas  y  quiénes  los  maestros — si  los  tu- 
vo— de  Lull  durante  aquel  período  de  nueve  años  de  estudios  realizados 
en  Mallorca,  y  también  durante  el  resto  de  su  larga  existencia?  A  esta 
pregunta  sólo  se  puede  contestar  indirectamente  y,  a  veces,  por  conjetu- 
ras más  o  menos  fundadas  (28). 

12.  Sabemos,  como  un  hecho  cierto,  que  Lull  aprendió  a  hablar  y 
escribir  el  árabe  (29).  En  esta  lengua  escribió,  antes  que  en  catalán,  el 
Libre  del  Gentil,  el  Libre  de  Contemplado  en  Deu  y  la  Lógica  de  Alga- 
zel,  entre  otros  libros  que  mencionaremos  más  adelante. 

¿  Aprendió  también  el  latín,  que  era  el  instrumento  indispensable  para 
asimilarse  la  cultura  filosófica  de  la  época?  Este  punto  ha  sido  objeto 
de  muchas  discusiones,  pero  hoy  puede  darse  por  suficientemente  deba- 
tido (30).  Las  dudas  provienen  en  buena  parte  del  mismo  Lull,  quien 
en  alguna  de  sus  obras  declara  no  saber  gramática,  y  pide  que  sus  es- 
critos sean  vertidos  al  latín  (31).  Recordemos  también  que  desde  Túnez 
pedía  a  Jaime  II  de  Aragón,  que  le  enviase  un  traductor  (32).  Pero  el 


(27)  Vida  coetánia. 

(28)  No  nos  parece  del  todo  seguro,  en  este  punto,  el  método  seguido  por  algu- 
nos biógrafos  y  expositores  lulistas  de  acudir  al  libro  de  Doctrina  pueril  y  al  Blanq  ur- 
na, y  sobre  la  base  de  'los  textos  y  la  actuación  de  los  personajes  de  estas  dos  obras 
preferentemente,  reconstruir  el  cuadro  de  la  formación  intelectual  de  Lull.  Este,  en 
ambas  obras,  presenta  el  cuadro  de  la  que  él  estima  educación  ideal  de  su  tiempo;  pero 
falta  averiguar  hasta  qué  punto  la  educación  recibida  y  la  autoeducación  dé  Lull  coin- 
ciden con  aquella  aspiración. 

(29)  "Senyer — escribe  Lull — ,  pus  que  vos  me  avets  feta  gracia  que  jo  enten  la 
lengua  arábica..."  Libre  de  Contemplado  en  Deu,  c.  125,  núm.  21.  Baste,  de  momento, 
este  terminante  pasaje,  puesto  que  en  el  capítulo  siguiente  trataremos  de  la  lengua  en 
que  Lull  escribió  sus  obras. 

(30)  Véase,  especialmente,  Dr.  Salvador  Bové:  Ramón  Llull  y  la  llengua  llatina 
("Boletín  de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras"  de  Barcelona,  abril-junio  de  1915), 
que  impugna  minuciosamente  la  afirmación  de  D.  Miguel  Asín,  de  que  "Lulio  ignoraba 
el  latín,  y  sólo  sabía  catalán  y  árabe"  (Abenmasarra  y  su  Escuela,  Madrid,  1914,  pá- 
ginas 125-126).  Véase,  también,  A.  Rubio  y  Lluch:  Ramón  Lull  ("Estudis  Universita- 
ris  Catalans",  junio-diciembre  de  1910),  I  parte,  apartado  C,  donde  resume  los  diversos 
aspectos  de  la  cuestión  y  apunta  la  solución  probable;  y  Jordi  Rubio,  La  lógica  del 
Gazzali  posada  en  rims  per  En  Ramón  Lull  ("Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans", 
año  V,  Barcelona,  1913-1914,  págs.  317-318),  que  examina  la  opinión  de  diversos  auto- 
res que  han  tratado  este  punto. 

(31)  Y  así,  escribe  en  el  prólogo  de  Los  Cent  Noms  de  Deu:  "Suplec,  dones,  al 
Sant  Paire  Apostoli  que  eil  facen  posar  en  llati,  en  bell  dictat,  car  jo  no  li  sabría  posar 
per  qo  car  ignor  gramática."  (Poesies.  Ed.  R.  d'Alós-Moner,  Barcelona,  1925,  pág.  34). 
La  expresión  "en  bell  dictat"  parece  aclarar  suficientemente  el  pensamiento  de  Lull. 

(32)  "...Raimundus...  significavit  se  plurimum  indigere  persona  ydonea  que  didos 


—  268  — 


mismo  Lull  se  encarga  de  señalar  el  alcance  de  aquella  afirmación  en  el 
explicit  de  una  de  sus  obras,  cuando  dice,  a  manera  de  disculpa  y  sú- 
plica a  la  vez,  que  sus  opiniones  no  deben  ser  rechazadas  sin  previo  es- 
tudio por  más  que  vengan  mal  expuestas  y  redactadas  (en  latín),  debido 
a  que  él  no  es  gramático  ni  retórico,  se  entiende,  de  profesión  (33).  Lull 
sabía,  pues,  latín  suficiente  para  comprender  las  obras  escritas  en  dicho 
idioma,  tanto  como  para  la  exposición  oral  o  escrita  de  sus  doctri- 
nas (34).  Cuatro  veces  estuvo  en  la  Sorbona,  donde  leyó  públicamente 
su  Arte,  y  lo  propio  hizo  en  los  Estudios  de  Montpellier  y  Ñapóles.  Du- 
rante su  agitada  vida  se  dirigió  a  los  Concilios  y  mantuvo  relaciones  con 
los  Capítulos  eclesiásticos  y  las  cancillerías  reales  y  pontificias,  y  todo 
eso  no  se  comprendería  sin  un  cierto  dominio  del  latín  que  era  la  lengua 
eclesiástica  y  docta  a  la  vez.  En  fin,  Lull,  por  una  paradoja  que  será 
explicada  oportunamente,  preconiza  la  existencia  de  una  lengua  única 
para  toda  la  Cristiandad,  a  saber,  el  latín  (35). 

13.  Respecto  a  su  formación  filosófica,  no  creemos  aventurado  afir- 
mar que  el  Doctor  Iluminado  fué  un  autodidacto  de  formación  irregular 
y  arbitraria,  un  franco-tirador  genial  de  la  cultura  de  su  época  que,  ai 
sustraerse  a  la  disciplina  y  métodos  de  la  Escolástica,  procuraba  en  cier- 
to modo  remedarlos,  aunque  en  otro  sentido  y  con  finalidades  más  am- 
plias, en  consonancia  con  los  propósitos  fundamentales  que  inspiran  su 
obra.  Lull  es,  si  no  el  creador,  el  más  típico  representante  del  Escolasti- 
cismo popular;  ya  registraremos  otros  nombres,  cuyos  métodos  y  doc- 
trinas se  encauzan  dentro  de  esa  misma  corriente. 

Por  lo  demás,  Lull  en  el  curso  de  sus  obras  hace  mención  expresa 
de  la  Biblia,  el  Corán  y  el  Talmud  ^36;;  cita  y  combate  a  veces  a  Pla- 


libros  (de  disputa  con  los  Sarracenos  de  Túnez)  et  artem  (se  reñere  al  Ars  consilii)  scri- 
bat  et  transferat  de  romantio  in  latinum."  Carta,  de  5  de  agosto  de  13 15,  de  Jaime  II 
al  Guardián  de  frailes  menores  de  Lérida;  el  mismo  concepto  se  repite,  en  carta  de 
29  de  octubre  siguiente,  del  mismo  Jaime  II  al  Ministro  de  frailes  menores  de  la  pro- 
vincia de  Aragón.  Véase  A.  Rubio  y  Lluch :  Documents  per  ¡'historia  de  la  cultura  ca- 
talana mig-eval  antes  cit.,  t.  I,  págs.  65-67. 

C33)  "Et  licet  hoc  quod  dixi  non  bene  ordinavi  nec  in  bono  dictamine  posui,  quia 
suíñciens  grammaticus  non  sum  nec  rethoricus,  propter  hoc  non  dimittant,  quin  dicta 
mea  recipiant."  Declaratio  Raymundi  per  modum  dialogi  (Ed.  Keicher,  cit.,  pág.  221). 

(34)  En  una  nota  que  precede  al  explicit  del  libro  Disputatio  Raymundi  christiani 
et  H  ornen  Sarraceni,  se  lee:  "et  ille  existens  Pisis...  composuit  hunc  librum  in  latino'' 
(Ed.  de  Maguncia,  vol.  IV,  pág.  46). 

(35)  Blanquerna  (Ed.  de  Mallorca.  1014),  c.  94,  pág.  364. 

(36)  Libre  de  Demostracions  (YA.  Galmés,  Mallorca,  1930).  1.  IV,  c.  XIII,  núme- 
ro 5,  pág.  473- 


2ÍH)  — 


tón  y  a  Aristóteles  y  en  el  libro  de  Doctrina  pueril  (37)  da  una  breve 
idea  de  los  tratados — auténticos  o  atribuidos — del  segundo,  de  Metafísi- 
ca, Física,  del  Cielo  y  del  Mundo,  de  la  Generación  ¿y  Corrupción,  de  los 
Meteoros,  del  Alma  racional,  del  Sueño  y  de  la  Vigilia,  del  Sintiente  y 
del  Sentido,  de  los  Animales,  de  las  Plantas  y  de  las  Yerbas;  cita  asi- 
mismo a  Dionisio  Areopagita,  a  Egidio  Romano  (38),  a  Ricardo  de  San 
Víctor  y  a  San  Anselmo  (39).  Alude  al  Liber  Sententiarum  de  Pedro 
Lombardo  (40)  y  se  escuda,  alguna  vez,  en  el  De  Trinitate  de  San  Agus- 
tín, en  la  Summa  contra  Gentes  de  Santo  Tomás  -de  Aquino  y,  genérica- 
mente, en  los  Doctores  de  la  Iglesia  (41).  En  ciencias  naturales  critica 
las  opiniones  de  Avicena,  Plateario  y  Constancio  (42).  Entre  los  árabes, 
conoce  a  Algazel,  cuya  Lógica  compendia  directamente  del  original  ará- 
bigo (43) ;  cita  al  nombrado  Avicena  y  Averroes,  y  de  un  modo  muy 
concreto  a  Ibn  Tophail  y  Al  Kindi  (44).  Además  escribió  el  Libre  d'Amic 
e  Amat,  siguiendo  las  maneras  de  los  sufíes  (45),  y  el  tratado  de  Los 
cent  noms  de  Deu,  inspirado  en  ideas  y  ritos  musulmanes  (46).  En  fin, 
declara  haber  tomado  de  los  árabes  parte  de  la  terminología  de  su 
Arte  (47). 


(37)  Cap.  77  (Ed.  de  Mallorca,  1906,  págs.  139-141).  Alude  también  a  Aristóteles 
en  el  cap.  331  del  Libre  de  Contemplado  en  . Deu. 

(3.8)  En  el  libro  Excusatio  Raymundi  cita  a  Sto.  Tomás  de  Aquino  (título  I  de  la 
III  parte),  a  Ricardo  de  San  Víctor  (ídem  de  la  IV  parte)  y  a  Egidio  Romano  (ídem 
de  la  V  parte).  (Cfr.  Pasqual,  Vindiciae  Lullianae,  1778,  t.  I,  c.  XXV.  págs.  272-273). 

(39)  "Item  Anselmus  et  Richardus  a  S.  Victore  et  multi  alii  Sancti  significant...",  se 
lee  en  el  Liber  mirandarum  demonstrationum,  lib.  I,  cap.  XIV  (vol.  II  de  la  edición  de 
Maguncia,  pág.  7).  Cfr.:  el  prólogo  del  libro  Disputatio  fidei  et  intellectus  (vol.  IV  de 
dicha  edición,  pág.  1). 

(40)  En  la  Disputatio  Eremitae  et  Raymundi  super  aliquibus  quaestionibus  Sen- 
tentiarum magistri  Petri  Lombardi,  terminada  en  París,  en  1298. 

(41)  "Unde  ad  hoc  respondemus  sic...  Beatus  Augustinus  fecit  Librum  ad  proban- 
dam  divinam  Trinitatem.. .  Iterum;  Thomas  de  Aquino  fecit  unum  Librum  contra  Gen- 
tiles qui  requirunt  rationes...  Iterum,  Doctores  sacrae  Scripturae  conantur  quantum 
possunt,  deducere  rationes  ad  probandum  divinam  Trinitatem  et  Incarnationem...  et 
ideo  ego,  qui  sum  verus  catholicus..."  (Liber  de  convenientia  fidei  et  intellectus  in  ob- 
yecto, parte  I,  núms.  1-4;  ed.  de  Maguncia,  t.  IV,  págs.  1  y  2.) 

(42)  Principia  Meáicinae,  dist.  V,  c.  XIV  (ed.  de  Maguncia,  t.  I,  pág.  23). 

(43)  Véase  el  estudio  y  texto  de  la  lógica  de  Algazel  por  Jorge  Rubio  citado  an- 
teriormente. 

(44)  Liber  de  fine,  ed.  A.  Gottron  (en  su  estudio  Ramón  Llulls  Kreuzzugsidcen, 
Berlín,  1912),  pág.  88. 

(45)  Véase  Libre  d'Amic  e  Amat,  ed.  Galmés  ("Els  Nostres  Clássics"),  págs.  24  y  25. 

(46)  Véase  Ramón  Lull.  Poesies,  proemio,  ed.  R.  d'Alós-Moner  cit,  págs.  34-36. 

(47)  Comp&ndium  Artis  demonstrativae,  cap.  "De  fine  huius  libri"  (ed.  de  Magun- 
cia, t.  m,  pág.  160).  Este  pasaje  y  otros  en  que  Lull  acepta  e  impugna  a  la  vez  doctri- 


Pero  que  Lull  mencione  a  diversos  autores  no  quiere  decir  que  siem- 
pre los  conozca  directamente  y  que  los  interprete  con  fidelidad.  No  es 
raro  que  los  interprete  a  su  manera  y  aun  los  deforme  siguiendo  la  tra- 
yectoria rectilínea  que  aquellos  sabidos  propósitos  fundamentales  impri- 
men a  su  mente.  En  cambio,  en  el  opus  luliano  son  perceptibles  las  hue- 
llas de  otros  autores  no  citados,  como  probaremos  al  tratar  de  las  in- 
fluencias doctrinales. 

14.  Hay  una  fuente  innominada  de  la  cual  derivan  ricos  aspectos 
psicológicos,  morales  y  sociales  y  el  valor  profundamente  humano  de  la 
obra  luliana,  y  es  el  proceso  mismo  de  la  vida  del  filósofo  y  misionero 
mallorquín.  Espíritu  naturalmente  curioso  e  inquieto,  servido  por  una 
intuición  poderosa  y  una  voluntad  tenacísima,  posee  Lull  el  arte  instin- 
tivo de  apropiarse  ávidamente  cuanto  le  rodea  en  función  de  sus  ideas 
directrices.  La  verdadera  escuela  de  Ramón  fué  el  trato  con  los  hom- 
bres. Los  oficios  cortesanos  que  ejerciera  antes  de  la  conversión  y,  des- 
pués de  ésta,  su  larga  y  azarosa  vida  de  misionero,  le  ofrecen  ocasión 
constante  de  dialogar  con  toda  clase  de  gentes :  artesanos,  romeros,  caba- 
lleros, trovadores,  siervos,  agoreros,  astrólogos,  clérigos,  doctores,  ju- 
díos, sarracenos,  cismáticos,  príncipes,  reyes,  emperadores  y  Papas.  Vi- 
vió en  todos  los  climas  y  en  todas  las  latitudes,  y  en  todas  partes  supo 
aprender  o,  como  él  dice,  "maravillarse".  En  su  novela  autobiográfica 
Libre  de  Meravelles  (48)  es  instituido  el  "oficio  de  maravillarse",  para 
perpetuar  el  ejemplo  del  joven  protagonista  Félix,  peregrino  y  gustador 
insaciable  de  las  maravillas  del  mundo. 

Gracias  a  esa  gran  experiencia  social  Lull,  sin  ser  propiamente  lo 
que  hoy  llamaríamos  un  psicólogo  profesional,  fué,  en  verdad,  un  artista 
de  la  conciencia  y  un  maestro  en  el  ejercicio  introspectivo.  Y  es  que 
un  análisis  rigurosamente  sociológico  de  la  introspección  nos  dice  que 
los  grandes  maestros  de  la  vida  interior — contrariamente  a  lo  que  supo- 
nía A.  Comte  y  han  repetido  después  los  impugnadores  del  método  in- 
trospectivo— han  sido  sujetos  eminentemente  sociales.  Son  hombres  aten- 
tos a  la  vulgaridad  cotidiana,  como  Sócrates;  tipos  novelescos  como  Ja 
copone  de  Todi  o  "féminas  andariegas"  como  Santa  Teresa  de  Jesús; 
ex-pecadores  mundanos,  como  San  Agustín  o  nuestro  Ramón  Lull,  que 


ñas  de  los  sarracenos,  serán  transcritos  y  examinados  en  los  capítulos  correspondientes. 
Baste,  por  ahora,  esta  indicación. 

(43)  Véase:  "De  la  fi  del  libre"  y  "Del  segon  Félix"  fed.  Galmés,  vol.  IV,  "Els 
Nostres  Clássics",  Barcelona,  1934,  págs.  313-317). 


—  271  — 


al  confesar  coram  pópalo  sus  propias  flaquezas  y  caídas,  nos  han  legado 
una  visión  profunda  del  hombre  perdurable  (49). 


(49)  Véase  Tomás  Carreras  y  Artau :  Problemas  actuales  de  la  Psicología  colectiva  y 
étnica  y  su  trascendencia  filosófica  ("Asociación  Española  para  el  progreso  de  las  Cien- 
cias". Congreso  de  Barcelona,  1929.)  Discurso  inaugural  de  la  Subsección  de  Ciencias 
filosóficas,  págs.  83  y  84. 


CAPITULO  IX 


LAS  OBRAS  LULIANAS 
I 

Cuestiones  de  bibliografía  luliana 

Lengua  en  que  Lull  escribió  sus  obras. — La  cronología  y  la  geografía  de  las 
obras  lulianas. — Noticia  crítica  de  los  principales  catálogos  y  de  las  diversas  cla- 
sificaciones intentadas  de  la  producción  luliana. — Obras  inéditas. — Obras  perdi- 
das.— Obras  apócrifas  o  atribuidas. — Ediciones  lulianas. — Bibliografía. 

i.  Hay  un  grupo  de  cuestiones  referentes  a  las  obras  de  Lull  que  es 
necesario  debatir  antes  de  entrar  en  el  estudio  de  los  orígenes  y  en  la 
exposición  del  pensamiento  filosófico  luliano.  Tales  son  las  que  correspon- 
den a  los  siguientes  enunciados :  lengua  en  que  Lull  escribió  sus  obras ; 
cronología  y  geografía  de  las  obras  lulianas ;  catálogo  y  clasificación  de 
las  mismas;  obras  apócrifas  y  atribuidas;  escritos  inéditos;  ediciones 
lulianas,  y  otros  extremos  indispensables  concernientes  a  la  bibliografía. 

Guiado  por  su  afán  proselitista  y  ateniéndose  a  las  circunstancias, 
Lull  se  vale  indistintamente  de  las  lenguas  arábiga,  catalana  y  latina 
para  la  redacción  de  sus  obras.  En  sus  primeros  tiempos  escribió  prin- 
cipalmente en  árabe  y  en  catalán.  Algunas  de  sus  obras  fueron  escritas 
originariamente  en  árabe  y  vertidas  luego  por  el  mismo  Lull  al  catalán ; 
tales  son  el  Libre  del  Gentil,  el  Libre  de  Contemplado  en  Den  y  otros. 
El  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel  lo  escribió  directamente  en  árabe, 
fué  traducido  luego  al  ¡latín,  y  sobre  la  versión  latina  compuso  la  tra- 
ducción rimada  catalana  (i).  Alguna  vez  Lull  escribió  originariamente 
en  catalán,  y  luego  tradujo  la  obra  al  arábigo;  tal  sucedió  con  su  Art 

(i)  El  explicit  del  Libre  de  Contemplado  en  Déu  dice:  "Acabada  e  cumplida  es 
aquesta  traslació  del  Libre  de  Contemplado  d  arábic  en  romans,  la  qual  translació  fo 
fenida  lo  primer  dia  del  any  en  vulgar,  e  la  compilació  d  arábic  fo  fenida  e  termenada 
en  lo  sant  divendres  de  Pasca  en  lo  qual  pres  mort  e  passió  nostre  Senyor  Deus  Jhesu 


—  273  — 


inventiva  (2).  La  Disputatio  Raymundi  Christiani  et  Hamar  sarraceni 
fué  escrita  en  Bugía  en  lengua  árabe ;  pero  perdido  el  manuscrito  en  el 
naufragio  de  Pisa,  Lull  rehizo  de  memoria  y  redactó  la  obra  en  latín  (3). 
La  Lógica  nova  fué  escrita  directamente  en  latín  y  vertida  después  al 
catalán  (4). 

Con  todo,  Lull  escribió  la  mayor  parte  de  sus  obras  en  catalán,  aun- 
que tuvo  siempre  un  interés  extraordinario  en  que,  para  su  mayor  divul- 
gación, fuesen  traducidas  al  latín.  En  su  testamento  se  preocupa  muy 
especialmente  de  este  extremo  (5).  Para  las  traducciones  se  valía  de  sus 
discípulos  y  de  los  frailes  de  los  conventos  en  que  se  hospedaba.  Nos 
son  conocidos  los  nombres  de  algunos  traductores :  Guillermo  de  Ma- 
llorca, Simón  de  Puigcerdá,  etc.  De  todas  maneras,  hay  que  admitir  la 
existencia  de  una  producción  latina  personal  de  Lull  (6),  aunque  sea 


Christ  ñll  de  la  verge  gloriosa  nostra  dona  Santa  María."  (Ed.  de  Mallorca,  t.  VII, 
1014,  pág.  645.)  En  el  expliát  del  Libre  del  Gentil  se  dice  de  este  que  "noueylament  es 
transladat"  (ed.  J.  Rosselló,  Mallorca,  1001,  pág.  304) ;  pero  antes,  en  el  prólogo  (pá- 
gina 3),  afirma  Lull  que  escribe  "seguint  la  manera  del  libre  arabich  Del  Gentil".  Y  en 
un  inventario  del  siglo  xv,  tomado  en  la  escuela  luliana  de  Barcelona,  se  lee:  "Gentiüs 
in  arábico  quem  detulit  frater  Johannes  Ros."  (Documentos  del  Archivo  del  Marqués 
de  Barbará,  publicados  por  D.  Francisco  de  Bofarull;  Barcelona,  1896.)  Respecto  al 
Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel,  en  la  versión  latina  se  dice:  "translatus  est  de  ará- 
bico in  latinum",  y  en  la  versión  rimada  catalana:  "que  translat  de  lati  en  romans..." 
(Véase  Jordi  Rubio:  La  Lógica  del  Gazzali  cit.,  págs.  315  y  316.)  En  el  Liber  de  trinitate 
et  incarnatione,  todavía  inédito,  escrito  originariamente  en  Mallorca  en  septiembre  de 
1302,  se  lee  al  principio:  "Istum  librum  transtulit  in  vulgari  Raymundus  de  libro  quem 
composuit  in  arábico."  (Cfr.  Littré-Hauréau,  Hist.  lit.  de  la  France,  t.  XXIX,  pági- 
nas 321  y  322). 

(2)  "E  anassen  la  via  de  Genoua,  hon  lo  dit  libre  inventiu  de  la  veritat  trenslada 
en  morisch."  (Vida  coetánia.)  En  el  prólogo  del  Libre  del  és  de  Deu,  escrito  en  Mallorca 
«n  1300,  dice  Lull:  "aquest  libre  proposam  metre  en  arabich"  (ed.  J.  Roselló,  Ma- 
llorca, 1901,  pág.  446). 

(3)  "Et  ille  (Lullus)  existens  Pisis  recordatus  fuit  praedictarum  Rationum  quas 
habuit  cum  supradicto  Saraceno,  et  ex  illis  composuit  hunc  Librum  in  latino..."  (ed.  de 
Maguncia,  vol.  IV,  parte  III,  pág.  46). 

(4)  Así  resulta  del  explicit  de  un  manuscrito  de  Halle,  transcrito  por  Pedro  Barniís, 
que  dice  así:  "Feni  aquest  libre  Ramón  alausor  e  a  honor  de  deu  en  la  ciutat  de  Yenoa 
en  lo  mes  de  mayg.  M  .  CCC  .  III  de  la  encarnado  de  nostro  senyor  deus  Yhuxst.  E  fo 
tuslatada  de  lati  en  romans  aquesta  lógica  en  la  vila  de  monpeller  el  mes  de  Juliol. 
M.  CCC  .  III  .  déla  encarnado  de  nostro  senyor  deu  Jhucst."  (cit.  por  S.  Bové:  Ramón 
Llull  y  la  llengua  llatina,  lug.  cit.,  pág.  86). 

(5)  "Voló  et  mando  quod  fiant  inde  et  scribantur  libri  in  pergameno  in  romantio 
et  latino  ex  libris  quos  divina  favente  gratia  noviter  compilavi."  (Francisco  de  Bofarull 
y  Sans:  El  testamento  de  Ramón  Lull,  etc.,  lug.  cit.,  pág.  454). 

(6)  Véase  el  capítulo  anterior,  §  II,  núm.  12.  Cfr.  A.  Rubio  y  Lluch:  Ramón  Lull 
cit,  págs.  12  y  13. 

18 


—  274  — 


sumamente  difícil  distinguirla  de  entre  las  traducciones  latinas  hechas 
por  sus  discípulos. 

Como  pruebas  de  que  Lull  escribió  la  mayoría  de  sus  obras  en  ca- 
talán se  ha  alegado :  la  superioridad  de  los  textos  catalanes  que  se  han 
conservado;  la  diferencia  de  estilo  de  los  tratados  latinos  y  la  unifor- 
midad, en  este  punto,  de  los  textos  catalanes;  el  número  extraordinario 
de  textos  catalanes  conservados  y  que  se  van  descubriendo ;  la  existen- 
cia de  traducciones  latinas  catalanizadas,  y  el  hecho  bien  probado  de 
que  incluso  las  obras  filosóficas  más  importantes  fueron  escritas  en  ca- 
talán (7).  El  historiador  de  la  filosofía  debe  tomar  nota  de  este  hecho  y 
dar  preferencia — sobre  todo  en  caso  de  discrepancia — al  texto  catalán 
de  las  obras  lulianas,  no  por  otra  razón  sino  porque  el  susodicho  texto 
expresa  originaria  y  más  auténticamente  el  pensamiento  de  su  autor. 
Sin  duda  por  esto  los  autores  de  la  edición  maguntina  (1721-1742)  tra- 
dujeron en  ciertos  casos  sobre  los  textos  catalanes,  prefiriéndolos  a  los 
textos  latinos  que  tenían  a  mano. 

2.  Base  para  la  biografía  de  R.  Lull  y  guía  indispensable  para  seguir 
la  evolución  del  pensamiento  luliano  es  la  cronología  y  la  geografía  de 
las  obras  lulianas.  Hay  problemas  de  filosofía  luliana  que  no  pueden 
ser  resueltos  sino  apelando  a  esa  cronología.  Con  razón  ha  dicho 
Littré  (8)  que  hay  pocos  autores  de  la  Edad  Media  cuya  bibliografía 
sea  tan  difícil  de  fijar  como  la  de  R.  Lull.  No  es  extraño,  pues,  que 
la  cronología  de  las  obras  lulianas  establecida  en  el  siglo  xvin,  primero 
por  Salzinger  (9)  y  después  por  el  P.  A.  R.  Pasqual  (10),  aun  signifi- 
cando un  esfuerzo  altamente  meritorio,  haya  quedado  poco  menos  que' 
invalidada.  Por  una  parte,  de  multitud  de  obras  que  hasta  ahora  habían 


(7)  El  catálogo  de  las  obras  lulianas  que  presentamos  en  este  mismo  capítulo,  con- 
firma el  último  extremo.  El  verdadero  título  del  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem, 
o  sea  el  Ars  magna  primitiva,  es  Art  abreujada  d'atrobar  veritat.  "Esta  Art  demostrativa 
según  la  regla  de  la  Art  abreujada  d  atrobar  veritat"  (Art  demostrativa,  prólogo,  pág.  3, 
ed.  Galmés,  Mallorca,  1032);  la  cita  se  ajusta  al  manuscrito  catalán  de  Munich.  Res- 
pecto al  Ars  generalis  ultima,  o  sea  el  Ars  magna  definitiva,  en  nuestras  exploraciones 
hemos  hallado  las  expresiones  o  términos  catalanes  siguientes:  "valeat  4.  palmos"  (X  pars 
princ,  cap.  XCVI,  pág.  530),  transmontana,  exaloch,  maistre,  lebeich,  grech  y  otros 
flbid.,  cap.  CXI,  págs.  550-553).  Citamos  por  la  ed.  de  Estrasburgo,  1609.  ¿Son  dichos 
términos  supervivencias  del  texto  primitivo? 

(8)  Raymond  Lulle,  en  "Histoire  littéraire  de  la  France",  t.  XXIX  ("Ses  écrits". 
pág.  67). 

(9)  Catalogus  librorum  magni  operis  lulliani  (en  el  vol.  I,  1721,  de  la  edición  de- 

Maguncia) . 

fio)  Vindiciae  lullianae,  Aviñón,  1778,  vol.  I  ("Librorum  Beati  Raymundi  Lullf. 
Chronologia  et  Cathalogus  per  materias  distributus",  cap.  XXXII,  págs.  369-382). 


—  275  ~ 


pasado  como  originales  de  Lull,  la  crítica  ha  probado  que  eran  apócrifas 
o  atribuidas.  Por  otro  fiado,  la  bibliografía  luliana  ha  dado  sorpresas  en 
los  últimos  años  (n),  y  seguramente  dará  otras.  Hay  que  esperar  que 
la  docta  diligencia  de  los  arabistas  españoles  descubrirá  algún  día,  en 
los  fondos  de  las  bibliotecas  nacionales  o  extranjeras,  las  obras  arábigas 
de  Lull,  de  las  cuales  no  conocemos  ni  una  sola.  En  fin,  una  grave  di- 
ficultad para  fijar  la  cronología  es  que  las  obras  escritas  por  Lull  hasta 
1293  no  llevan  ninguna  indicación  de  lugar  y  fecha  de  la  composición; 
y  respecto  a  las  escritas  posteriormente,  no  siempre  el  polígrafo  mallor- 
quín es  constante  en  la  práctica  de  consignar  aquellas  indicaciones  en 
el  explicit. 

No  obstante  todas  esas  dificultades,  el  Dr.  Carmelo  Ottaviano,  en 
una  reciente  edición  luliana  (12),  se  ha  decidido  a  presentar  la  Tabla 
cronológica  de  las  obras  de  R.  Lull.  Aconseja  a  los  que  estudien  al  filó- 
sofo catalán  que,  con  el  objeto  de  ahorrarse  tiempo  y  espacio,  adopten 
la  numeración  de  dicha  Tabla,  citando  las  obras  de  Lull  por  el  número 
correspondiente,  en  vez  de  hacerlo  por  los  títulos  demasiado  largos,  y  a 
veces  semejantes,  de  las  mismas.  Respecto  a  los  escritos  que  se  va- 
yan descubriendo,  propone  el  sistema  de  doblar  o  triplicar  el  número, 
añadiendo  bis,  ter,  etc.  Tal  vez  sea  prematura  ¡la  adopción,  con  el  ca- 
rácter oficial  propuesto,  de  esa  interesante  iniciativa ;  con  todo,  la  Tabla 
cronológica  del  Dr.  Ottaviano,  aun  debiendo  ser  corregida  en  algunas  de 
sus  partes,  constituye  un  apreciable  instrumento  de  trabajo. 

3.  Intimamente  ligada  con  la  cronología  se  ofrece  la  cuestión  refe- 
rente al  catálogo  y  clasificación  de  las  obras  de  R.  Lull.  Las  principales 
dificultades  para  formar  el  catálogo  definitivo  de  la  producción  luliana 
derivan  de  la  portentosa  fecundidad  de  Lull  como  escritor,  exagerada  a 
veces  por  sus  discípulos  y  admiradores ;  del  hecho  de  haber  escrito  el 
filósofo  de  Mallorca  en  tres  idiomas ;  de  que  algunas  de  las  obras  atri- 
buidas a  Lull  son  de  discípulos  suyos  o  fueron  compuestas  por  los  al- 
quimistas; de  que  una  misma  obra  es  a  veces  citada  con  títulos  diferen- 
tes ;  de  que  algunas  obras  lulianas  que  han  circulado  como  independien- 
tes no  son  más  que  extractos  o  forman  parte  de  otra  mayor,  y  espe- 
cialmente de  la  enorme  cantidad  de  manuscritos  lulianos  dispersos  por 
las  bibliotecas  de  Europa. 


(11)  Nos  referimos  principalmente  a  los  hallazgos  de  Jorge  Rubio,  R.  de  Alós- 
Moner  y  Carmelo  Ottaviano,  que  indicamos  en  el  catálogo  de  las  obras  lulianas  que 
forma  parte  del  presente  capítulo. 

(12)  L'Ars  compendiosa  de  R.  Lulle  avec  une  étude  sur  la  bibliographie  et  le  fond 
ambrosien  de  Lulle,  París,  1930  (véanse  las  págs.  31-95). 


—  276  — 


Durante  los  últimos  cincuenta  años  ha  avanzado  extraordinariamente 
la  bibliografía  luliana  gracias  a  los  esfuerzos  de  Littré-Hauréau  (13), 
Jerónimo  Rosselló  (14),  M.  Obrador  y  Bennassar  (15),  Salvador  Gal- 
més  (16),  W.  Brambach  (17),  J.  Marx  (18),  Golubovich  (19),  M.  Bihl 
(20),  O.  Keicher  (21),  Pedro  Blanco  (22),  J.  H.  Probst  (23),  J.  Massó 

(13)  Raymond  Lulle  en  "Histoire  littéraire  de  la  France",  vol.  XXIX,  París,  1885. 
J.  Rosselló,  por  mediación  de  M.  Milá  y  Fontanals,  aportó  materiales  para  el  trabaio 
de  Littré,  aunque  su  colaboración  hubiese  sido  silenciada  (Véase  L.  Nicolau  d'Olwer: 
Reparado  tardaría,  en  "La  Nostra  Terra",  Mallorca,  agos.-sept.-oct.,  1934.) 

(14)  Biblioteca  Luliana  por  Gerónimo  Rosselló.  Primera  parte.  Año  1861.  Inédita, 
premiada  por  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  donde  se  conserva  (ms.  13595).  R-  de 
Alós-Moner  da  una  noticia  de  esta  obra  y  un  extracto  del  apéndice  que  contiene  sobre 
manuscritos,  en  Inventari  de  manuscrits  lul.lians  de  Mallorca  segons  notes  de  Jeroni 
Rosselló  ("Miscel.lánia  Lul.liana",  Barcelona,  1935,  págs.  385-402).  Del  mismo  Roselló: 
Los  textos  originales  de  Ramón  Lull  (en  "Museo  Balear",  2.a  época,  vol.  IV,  1887,  pá- 
ginas 654-663).  Esto  aparte  de  sus  ediciones  lulianas. 

(15)  Ramón  Lull  en  Venecia.  Reseña  de  los  códices  e  impresos  lulianos  existentes  en 
la  Biblioteca  Veneciana  de  San  Marcos  ("Boletín  de  la  Sociedad  Arqueológica  Luliana", 
Palma,  vol.  VIII,  1900,  págs.  301-324)  ;  Viatge  d' investigado  a  les  Biblioteques  de  Mu- 
nich y  Milá  ("Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans",  1908,  págs.  598-613) ;  y  la  pu- 
blicación postuma:  Notes  per  a  un  catáleg  d'alguns  códexs  lul.lians  de  les  biblioteques  de 
Palma  de  Mallorca  (en  "Estudis  Universitaris  Catalans",  XVII,  1932,  págs.  166-183). 
Añádanse  a  esto  sus  ediciones  lulianas. 

(16)  Director  actual  de  la  edición  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull",  de  Mallorca. 
Véanse  los  importantes  proemios  e  introducciones  que  con  su  ñrma  figuran  en  dicha 
colección  y  en  los  volúmenes  14  y  34  de  la  colección  "Ejls  Nostres  Clássics"  de  Barce- 
lona, y  también  en  la  edición  del  Ars  infusa  de  Ramón  Lull  en  "Estudis  Universitaris  Ca- 
talans", XVEÍ,  1932,  págs.  291-301. 

(17)  Des  Raimundus  Lullus  Leben  und  Werke  in  Bildern  des  XIV.  Jahrhunderts, 
Karlsruhe,  1893. 

(18)  Verzeichnis  der  Handschriften-Sammlung  des  Hospitals  zu  Cues  bd  Bernkastel, 

Tréves,  1905. 

(19)  Raimondo  Lullo  ("Biblioteca  Bio-bibliografica  della  Terra  Santa  e  delFOriente 
Francescano",  Quaracchi,  1906). 

(20)  Le  B.  Raymond  Lulle  {Etudes  bibliographiques) ,  en  "Etudes  franciscaines", 
XV,  1906,  págs.  328-345- 

(21)  Raymundus  Lullus  und  seine  Stellung  zur  arabischen  Philosophie,  lug.  cit., 
Münster,  1909. 

(22)  La  Apología  del  Dr.  Dimos  de  Miguel,  y  el  Catálogo  de  las  obras  de  Raimun- 
do Lulio  del  Dr.  Arias  de  Loyola.  Manuscritos  inéditos  de  la  Real  Biblioteca  del  Esco- 
rial (en  "La  Ciudad  de  Dios",  vol.  LXXVII,  1908,  págs.  326-333,  412-420  y  590-596; 
vol.  LXXVIII,  1909,  págs.  319-324) ;  y  El  Catálogo  de  las  obras  de  Raimundo  Lulio  del 
doctor  Arias  de  Loyola  (ibid.,  vol.  LXXXI,  1910,  págs.  60-64,  132-141  y  223-232).  En 
el  mismo  vol.  LXXXI,  págs.  314-323,  se  publica  anónimamente  la  Memoria  de  los  libros 
que  han  venido  a  noticia  del  Dr.  Dimas  del  illumhtado  Doctor  Raimundo  Lulio  sin  otros 
muchos  que  sabe  ay  en  Cataluña,  etc. 

(23)  Carácter e  et  origine  des  idees  du  Bienheureux  Raymond  Lulle  cit.  (véase  el 
Apéndice  documental,  págs.  303-334) ;  y  La  Mystique  de  Ramón  Lull  et  l'Art  de  Con- 
templado (en  "Beitrage  zur  Geschichte  der  Philosophie  des  Mittelalters",  XIDT,  H.  2-3, 
Münster,  1914). 


277  - 


Torrents  (24),  P.  Blanco  Soto  (25),  K  Haebler  (26),  José  M.  March  (27), 
E.  Longpré  (28),  C.  Ottaviano  (29),  F.  de  B.  Molí  (30),  J.  Avinyó  (31), 
B.  M.a  Xiberta  (32),  E.  Wohlhaupter  (33),  L.  Klleiber  (34),  M.  Sponer 
(35)  y  H.  Wieruszowski  (36).  Este  movimiento  bibliográfico  se  refleja 
y  es  estimulado  a  la  vez  en  el  Boletín  de  la  Sociedad  Arqueológica  Lu- 
liana,  que  ve  la  luz  en  Palma  de  Mallorca  desde  1885  (37),  y  en  la  extin- 
guida Revista  Luliana  de  Barcelona  (octubre  1901 -diciembre  1905). 
Pero  el  impulso  más  importante  y  disciplinado   se   debe   al  profesor 


(24)  Bibliografía  deis  antics  poetes  catalans  ("Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Cata- 
lans",  1913-1914,  vol.  V,  págs.  3-276) ;  Repertori  de  l'antiga  literatura  catalana.  Poesía, 
vol.  I,  Barcelona,  Institut  d'Estudis  Catalans,  1932,  págs.  267-2.84. 

(25)  Estudios  de  Bibliografía  Luliana,  Madrid,  1916. 

(26)  Bibliografía  ibérica  del  siglo  xv,  vols.  I-II,  Leipzig,  1903-1917;  y  Ramón  Lull 
und  seine  Schule,  Leipzig,  192 1. 

(27)  El  P.  Jaume  Custurer  i  els  seus  catálegs  lul.lians  (en  "Butlletí  de  la  Biblioteca 
de  Catalunya",  vol.  V,  1920,  págs.  32-44). 

(28)  Raymond  Lulle  (en  "Dictionnaire  de  théologie  catholique"  de  Vacant-Man- 
genot,  t.  IX,  París,  1926,  véanse  especialmente  las  co^.  1088-1112) ;  El  llibre  de  Lull  "De 
recuperatione  Terre  Sanctae,\  "Criterion",  Barcelona,  1927,  págs.  265-278;  Le  Ms.  500  de 
Reims  et  le  "De  adventu  Messiae"  de  R.  Lull  (en  "Miscel.lánia  Lul.liana",  Barcelona, 
1935,  Págs.  382-384). 

(29)  Obra  citada  en  la  nota  12.  En  "Rivista  di  Cultura"  (Roma,  1929,  fase.  5-8)  y 
en  los  "Estudis  Universitaris  Catalans",  Barcelona,  1929,  el  mismo  autor  ha  publicado 
diversas  obras  de  Lull,  a  las  cuales  nos  referiremos  en  nuestro  catálogo.  Véase,  también: 
//  perduto  "Líber  de  potentia  objecto  et  actu"  di  Lullo  in  un  manoscritto  romano  (en 
"Miscel.lánia  Lul.liana",  Barcelona,  1935,  págs.  97-108). 

(30)  L'opuscle  de  Ramón  Lull  sobre  el  Pecat  d'Adam.  Assaig  d'edició  crítica  (en 
"Anuari  de  l'Oficina  Románica  de  Lingüistica  i  Literatura",  vol.  V,  1932;  Barcelona, 
Biblioteca  Balmes). 

(31)  Catáleg  de  les  Obres  autentiques  del  Beat  Ramón  Llull,  en  el  seté  centenari  de 
la  seva  naixenca  (en  "Estudis  Franciscans",  Barcelona,  1933) ;  y  Les  obres  autentiques 
del  Beat  Ramón  Llull.  Repertori  bibliográfic.  Barcelona,  1935. 

(32)  Dos  opuscles  llatins  inédits  de  Ramón  Lull  [De  maiori  agentia  Dei  y  De 
aequalitate  potentiarum  animae  in  beatitudine],  en  "Miscel.lánia  Lul.liana"  cit.,  pági- 
nas 144-165. 

(33)  Die  "Ars  brevis,  quae  est  de  mventione  mediorum  iuris  ávilis"  des  Ramón  Lull 
(en  Miscel.lánia  Lul.liana",  cit.,  págs.  36-55,  y  en  "Estudis  Franciscons",  Barcelona, 
enero-junio  de  1935,  págs.  161-250.  Esta  segunda  publicación  contiene  el  texto). 

(34)  Neuere  Übersetzungen  des  "Buches  vom  Liebenden  und  vom  Geliebten,\  en 
"Miscel.lánia  Lul.liana",  cit,,  págs.  199-205. 

(35)  "Libre  de  Consolado  d'Ermitá".  Kritische  Ausgabe,  en  "Miscel.lánia  Lul.liana", 
cit.,  págs.  341-372. 

(36)  Ramón  Lull  et  l'idée  de  la  Cité  de  Dieu.  Quelques  nouveaux  écrits  sur  la 
croisade  [Petitio  pro  conversione  infidelium.  Petitio  in  concilio  generali  ad  acquirendam 
terram  sanctam.  Liber  de  participatione  christianorum  et  sarracenorum\ ,  en  "Miscel- 
lánia  Lul.liana",  cit.,  págs.  403-426. 

(37)  Desde  1906  se  publica  con  el  título:  "Bolletí  de  la  Societat  Arqueológica 
Luliana". 


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Dr.  A.  Rubio  y  L'luch,  quien  desde  su  cátedra  de  los  Estudis  Univer si- 
taris  Catalans  "animó  a  sus  discípulos  a  emprender,  entre  todos  juntos, 
la  completa  y  tan  necesaria  bibliografía  de  los  códices  e  impresos  lulia- 
nos  esparcidos  por  las  bibliotecas  de  Europa"  (38).  El  venerable  maestro 
puede  ver  hoy  cómo  en  gran  parte  ha  sido  realizada  aquella  ingente 
empresa,  gracias  a  sus  discípulos :  los  profesores  Jorge  Rubio  (39)  y 
R.  de  Alós-Moner  (40),  E.  Rogent-E.  Durán  y  Reynals  (41),  Batista  y 
Roca  (42),  P.  Bohigas  (43),  José  M.a  Millás  Vallicrosa  (44)  y  José 
Rius  (45).  Por  su  parte,  el  Instituí  d' Estudis  Catalans,  con  ocasión  del 
centenario  de  la  muerte  de  R.  Lull  (46),  promovió  unos  "Estudios  de 


(38)  Ramón  Lull.  Sumari  d'unes  llicons  en  els  "Estudis  Universitaris  Catalans""  (en 
la  revista  de  este  nombre,  junio-diciembre  de  1910).  Hay  edición  aparte  de  Barcelona, 
191 1.  El  autor  y  estimado  maestro,  en  'a  dedicatoria  que  puso  en  nuestro  ejemplar, 
califica  este  opúsculo  de  "Baedeker  luliano",  denominación  muy  exacta,  puesto  que  en 
32  páginas  orienta  rápida  y  certeramente  al  lector  en  los  arduos  problemas  de  la  biblio- 
grafía luliana. 

(39)  Los  códices  lulianos  de  la  Biblioteca  de  Innichen  (Tirol),  en  "Revista  de  Filo- 
logía Española",  vol.  IV,  Madrid,  1917,  págs.  303-340;  Ramón  Lull,  en  "Revista  deis 
Llibres",  Barcelona,  1926,  págs.  83-110;  Notes  sobre  la  transmissió  manuscrita  de  l'opus 
luí. lia,  en  "Franciscalia",  Barcelona,  1928,  págs.  335-348;  Interrogacions  sobre  una  vella 
versió  llatina  del  "Libre  de  Contemplación,  en  "Miscel.lánia  Lul.liana",  cit.,  págs.  427- 
435;  además  de  su  citada  edición  del  compendio  luliano  de  la  lógica  de  Algazel  y  otros 
estudios. 

(40)  El  manuscrito  ottoboniano  lat.  405.  Contribución  a  la  bibliografía  luliana,  en 
la  publicación  "Escuela  española  de  Arqueología  e  Historia  en  Roma",  Madrid,  1914, 
vol.  II,  págs.  97-127;  Los  catálogos  lulianos.  Contribución  al  estudio  de  la  obra  de  Ra- 
món Lull,  Barcelona,  1918;  Un  nou  manuscrit,  fragmentan,  de  la  "Doctrina  pueril",  en 
"Franciscalia",  Barcelona,  1928,  págs.  1-13 ;  Antics  fons  lul.lians  a  Paris,  en  "La  Paraula 
Cristiana",  Barcelona,  octubre  de  1934;  e  InventaH  de  manuscrits  lul.lians  de  Mallorca, 
segons  notes  de  Jeroni  Rosselló,  citado  en  la  nota  14. 

(41)  Les  edicions  lulianes  de  la  Biblioteca  Universitaria  de  Barcelona.  Barcelona,  1913. 

(42)  Catálech  de  les  obres  lulianes  d'Oxford.  Barcelona,  1916. 

(43)  Iniciador  de  los  trabajos  para  la  formación  del  "Repertorio  de  los  manuscritos 
catalanes",  bajo  el  patronato  de  D.  Rafael  Patxot.  El  repertorio  está  hoy  incorporado  a 
la  sección  de  manuscritos  de  la  Biblioteca  de  Cataluña.  De  las  exploraciones  practicadas 
en  las  grandes  bibliotecas  europeas  se  han  publicado  algunas  memorias  en  la  revista  deis 
"Estudis  Universitaris  Catalans". 

(44)  Els  manuscrits  lul.lians  de  la  Biblioteca  Capitular  de  Toledo,  en  "Miscel.lánia 
Lul-liana",  cit.,  págs.  206-213. 

(45)  L'"Ars  Consilii"  de  Ramón  Lull,  en  "Miscel.lánia  Lul.liana",  cit.,  págs.  257-298. 

(46)  También  la  Universidad  de  Barcelona  organizó,  con  motivo  de  dicho  cente- 
nario, una  Exposición  Bibliográfica  Luliana  (1915),  cuyo  catálogo  fué  publicado  en  el 
"Bulletí  de  la  Biblioteca  de  Catalunya",  vol.  III,  1916,  págs.  168-173.  Véase  asimismo: 
Catálogo  de  la  Exposición  de  Iconografía  y  Bibliografía  del  B.  Ramón  Lull,  organizada 
por  la  "Societat  Arqueológica  Luliana"  de  Palma  de  Mallorca,  con  ocasión  del  sexto  cen- 
tenario de  su  martirio  (junio  de  1915),  en  "Estudios  Franciscanos",  Barcelona,  febrero 
de  1918-agosto  de  1920. 


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Bibliografía  luliana"  que  han  culminado  en  el  trabajo  del  Dr.  Adam 
Gottron:  L'edició  maguntina  de  Ramón  Lull  (Barcelona  1915),  que 
contiene  un  apéndice  bibliográfico  de  los  manuscritos  lulianos  de  Ma- 
guncia (47),  y  sobre  todo  en  la  imponente  Bibliografía  de  les  impressions 
hd-lianes  de  Elias  Rogent  y  E.  Durán  y  Reynals  (Barcelona,  1927). 

Entrando  ya  en  el  contenido  del  catálogo,  hay  que  tener  presente  que 
'la  producción  luliana  se  desenvuelve  entre  1272  y  1315,  es  decir,  durante 
un  período  de  cuarenta  y  tres  años ;  que  la  época  de  producción  de  más 
valor,  vista  en  conjunto,  fué  la  comprendida  entre  1272  y  1300,  y  que  el 
último  período  de  la  vida  de  Lull  (1 300-1 31 5)  se  caracteriza  por  una 
actividad  intelectual  frenética,  hecho  comprobado  por  los  recientes  des- 
cubrimientos bibliográficos  (48). 

La  leyenda  hizo  subir  hasta  tres  mil  los  escritos  de  R.  Lull ;  pero  la 

'Crítica  ha  rebajado  extraordinariamente  el  número  de  la  producción 
auténtica  luliana.  En  1308,  según  propia  confesión,  Lull  había  escrito 
más  de   100  obras  (49).  En  su  testamento  menciona  una  lista  de 

•obras  (50).  Los  dos  más  antiguos  catálogos — provenientes,  al  parecer, 
de  Tomás  le  Myésier — son  contemporáneos  de  Lull:  uno  de  131 1  cita 
121  obras;  el  otro,  posterior  (de  1314?),  añade  otras  30  obras.  Pero  aun 
reunidos  estos  dos  catálogos  resultan  incompletos,  y,  desde  luego,  faltan 

"los  últimos  escritos  del  polígrafo  mallorquín.  Muy  deficientes  son  tam- 
bién los  inventarios  de  las  escuelas  lulianas  (Barcelona,  1488,  etc.)  y  el 
catálogo  de  Ch.  Bouvelles  (1514).  Alfonso  de  Proaza  (Valencia,  1515) 
cita  unas  280  obras ;  Juan  Arce  de  Herrera,  poco  después,  unas  300 
obras;  Lucas  Wadding  (1650),  unas  343  obras;  Nicolás  Antonio  (1696), 
unas  404  obras;  Salzinger  (Maguncia,  1721),  unas  342  obras;  el  P.  Pas- 
qual  (1778),  246  obras;  Littré-Hauréau  (París,  1885),  analizan  313  obras, 
con  un  total  de  unas  200  auténticas.  Recientemente,  E.  Longpré  (1926) 
ha  catalogado  un  número  de  obras  que  oscila  entre  215  y  219;  Ottavia- 

(47)  Son  del  mismo  autor:  Die  mainzer  uLullistenschuW  im  18.  Jahrhundert,  en 
"Anuari  de  la  Societat  Catalana  de  Filosofía",  Barcelona,  1923,  págs.  229-242;  El  catáleg 
de  la  Biblioteca  lul.Uana  del  convent  de  Franchcans  de  Mallorca,  en  "Bulletí  de  la  Bi- 
blioteca de  Catalunya",  Barcelona,  1924,  vol.  VI,  págs.  146-224;  y  Neue  Litteratur  za 
Ramón  Lull,  en  "Franziskanische  Studien",  vol.  XI,  'Münster,  1921,  págs.  218-221. 

(48)  Sobre  el  proceso  y  etapas  de  la  actividad  intelectual  de  Lull,  consúltese  el 
estudio  citado  de  S.  Galmés:  Dinamisme  de  Ramón  Lull,  muy  útil  además  para  esta- 
blecer, hasta  donde  sea  posible,  la  cronología  de  las  obras  lulianas.  J.  Avinyó,  en  su  Re- 
pertori  bibUográfic,  citado  en  la  nota  31,  sigue  el  criterio  cronológico-biográfico. 

(49)  Refiriéndose  a  las  nuevamente  compiladas,  de  las  cuales  menciona  algunas, 
»dice:  "...  sunt  in  summa  centum  octuaginta  dúo.  Item  est  ibi  liber  de  sex  sillogismis..." 

(Véase,  Francisco  Bofarull  y  Sans:  El  testamento  de  Ramón  Lull,  lug.  cit.,  pág.  454). 
•  <%6)    Cfr.  A.  Rubio  y  Lluch,  obra  citada,  pág.  9. 


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no  (1930),  231  obras;  y  J.  Avinyó  (1935),  239  obras.  Hay  que  advertir 
que  dentro  de  este  crecido  número  se  comprenden  obras  de  las  más  vas- 
tas proporciones  al  lado  de  escritos  breves  y  aun  las  composiciones  ri- 
madas. 

Definitivamente,  hay  que  excluir  por  apócrifas  todas  las  obras 
de  carácter  alquimista  o  que  se  relacionan  con  la  alquimia,  aunque 
figuren  en  el  catálogo  de  Salzinger  con  especial  predilección  y  en 
el  del  P.  Pasqual  con  algunas  reservas,  y  modernamente  haya  publicado 
como  auténtica  alguna  de  ellas  un  lulista  tan  experto  como  J.  Rosse- 
lló  (51).  Lull  condenó  terminantemente  la  alquimia  (52).  Una  crítica 
concienzuda  y  documentada  que  se  inicia,  en  el  siglo  xvin,  con  la  po- 
lémica de  los  jesuítas  PP.  Sollier  y  Custurer  con  Salzinger  y  su  gru- 
po (53)'  es  continuada,  en  el  siglo  xix,  por  Weyler  y  Laviña  (54)  y 
culmina  en  la  monografía  especial  que  D.  José  Ramón  de  Luanco,  emi- 
nente profesor  de  Química  y  erudito,  dedicó  a  este  asunto  (55),  ha  li- 
quidado definitivamente  la  leyenda  del  Lull  alquimista.  Littré-Hauréau, 
abundando  en  la  misma  opinión  y  aun  reforzándola  con  nuevos  argu- 
mentos, incluyen  en  su  catálogo  al  solo  efecto  de  tacharlas  como  apó- 
crifas, las  obras  alquimistas  (56),  y  en  el  mismo  sentido  se  pronuncia 
Lynn  Thorndike  en  su  celebrada  "Historia  de  la  Magia"  (57). 

4.  Punto  interesante  es  el  relativo  a  la  clasificación  de  las  obras  lu- 
lianas,  la  cual  puede  responder  a  diversos  criterios.  Aparte  de  la  obligada 
división  de  las  obras  lulianas  en  prosa  y  en  verso,  podría  establecerse  la 
clasificación  siguiente  por  razón  de  la  lengua  en  que  fueron  escritos  o 
han  sido  conservados  los  textos  lulianos :  á)  Obras  escritas  originaria- 
mente en  arábigo  o  vertidas  después  a  este  idioma,  b)  Obras  escritas  en 
catalán  y  que  sólo  conocemos  en  esta  lengua,  c)  Obras  de  las  cuales  se 
conserva  el  texto  en  vulgar  y  el  texto  latino,  d)  Obras  de  las  cuales  sólo 
se  conserva  el  texto  latino.  El  Dr.  A.  Rubio  y  Lluch,  en  1910,  presentó 


(51)  Respecto  a  los  catálogos  de  Salzinger  y  el  P.  Pasqual,  véanse  las  notas  9  y  10 
de  este  capítulo;  y,  en  cuanto  a  J.  Rosselló,  hay  que  decir  que  en  las  Obras  rimadas  de 
Ramón  Lull  (Mallorca,  1850)  incluye  la  composición  apócrifa  Art  de  la  Alquimia  (pá- 
gina 307). 

(52)  Trataremos  este  punto  en  el  capítulo  sobre  la  Metafísica  y  la  Cosmología 
lulianas. 

(53)  Véase  A.  Gottron:  L'edició  maguntina  de  Ramón  Lull,  cit..  en  el  apéndice, 
las  cartas  13,  14.  17,  18,  23  y  27  (págs.  55,  61,  65,  67,  69  y  74). 

(54)  Raimundo  Lulio  juzgado  por  sí  mismo,  Palma  de  Mallorca,  1866.  págs.  361-406. 

(55)  Ramón  Lull  considerado  como  alquimista.  Barcelona.  1870. 

(56)  Obra  citada,  págs.  271-292  y  370-386. 

(57)  A  History  of  magic  and  experimental  sáence  during  the  jirst  tkirteen  centuries 
oí  our  era.  Nueva  York,  1923,  cap.  LXIX,  pág.  868. 


—   28l  — 


catalogados  por  vez  primera  los  escritos  de  R.  Lull  en  catalán  (58).  En 
nuestro  catálogo,  por  las  razones  antes  expuestas,  daremos  preferencia 
al  texto  catalán,  pero  indicando  a  la  vez  el  texto  latino,  si  lo  hubiese, 
o  sólo  el  texto  latino,  cuando  faltase  el  texto  catalán,  así  como  si  la  obra 
fué  escrita  en  arábigo  o  vertida  a  este  idioma,  aunque,  desgraciadamen- 
te, se  liayan  perdido  los  textos  lulianos  en  árabe. 

Otro  criterio  de  clasificación  ha  sido  el  carácter  o  el  fondo  de  las 
obras  lulianas,  y  es  interesante  advertir  que  cada  una  de  las  diversas 
clasificaciones  intentadas  refleja  el  estado  o  las  tendencias  de  los  estudios 
lulianos  en  la  época  respectiva.  Así,  la  clasificación  del  P.  Pasqual 
(1778),  de  carácter  preferentemente  teológico  (59),  es  un  eco  de  las 
disputas  sobre  la  ortodoxia  de  Lull ;  la  de  Weyler  y  Laviña  (1866)  se 
preocupa  especialmente  de  los  aspectos  científicos  del  o  pus  luliano  (60), 
de  conformidad  con  el  espíritu  del  siglo  xix,  aspectos  que  la  crítica  ha 
disipado  o  relegado  a  segundo  término  ;  la  del  Dr.  S.  Bové  (1908)  res- 
ponde a  la  tentativa  de  restaurar  el  lulismo  como  sistema  filosófico  ac- 
tual (61) ;  la  del  Dr.  A.  Rubio  y  Lluch  (1910)  concuerda  con  la  nueva 
fase  histórico-crítica  de  los  estudios  lulianos  y  realza,  con  preferencia, 
los  aspectos  poético-literarios  de  Lull,  proclamado  "patriarca  de  la 
poesía  catalana"  (62).  Esta  tendencia  a  exaltar  en  el  Doctor  Iluminado 
los  méritos  del  poeta  para  rebajar,  cuando  no  olvidar,  al  filósofo  y  al 
teólogo,  aparece  superficialmente  iniciada  en  1840  por  E.  J.  Delesclu- 
ze  (63),  es  proseguida  con  crítica  documentada  por  A.  Helfferich  en 
1858  (64)  y  divulgada  por  J.  M.  Guardia  en  1862  (65)  y  especialmente 
por  Littré-Hauréau  en  1885  (66).  El  P.  Longpré  presenta  una  clasifica- 
ción (67)  que  sigue  en  parte  la  del  Dr.  Rubio  y  Lluch,  y  en  parte  la 
completa  con  otros  capítulos  acordes  con  los  nuevos  esquemas  de  la 
historia  de  la  filosofía  medieval. 

5.  Nosotros  adoptamos  la  clasificación  de  Longpré,  con  una  ordena- 
ción diferente — que  nos  parece  más  lógica — de  sus  capítulos ;  y  es  la  que 

(58)  Obra  citada,  págs.  6  y  31-32. 

(59)  Vindiciae  Lullianae,  t.  I,  cap.  32,  págs.  369  y  sgts. 

(60)  Obra  citada,  toda  la  parte  II,  págs.  36  y  sgts. 

(61)  El  sistema  científico  luliano,  Barcelona,  1908,  cap.  XLVI,  págs.  369-382. 

(62)  Obra  citada,  págs.  15  y  18. 

(63)  Raymond  Lulle,  en  "Revue  des  Deux  Mondes",  París,  15  noviembre  de  1840, 
págs.  519-542. 

(64)  Raymond  Lull  und  die  Anfange  der  catalanischen  Litteratur,  Berlín,  1858. 

(65)  Littérature  catalane :  Le  Docteur  illuminé,  en  "Revue  Germanique  et  Francaise", 
vol.  XIX,  París,  1862,  págs.  200-225. 

(66)  Histoire  Littéraire  de  la  France,  vol.  XXIX,  págs.  3  y  67. 

(67)  Raymond  Lulle  (en  el  lug.  cit),  cois.  1090-1112. 


—   282  — 


figura  como  índice  parcial  de  materias  en  el  §  II  de  este  capítulo.  Cabe 
subdividir  todavía  el  grupo  tercero  sobre  las  obras  filosóficas,  que  es 
el  que  más  de  cerca  nos  atañe,  en  razón  a  la  diversidad  de  materias  tra- 
tadas por  Lull,  conforme  se  indica  en  la  nota  8o.  Todo  ello  a  reserva 
de  que,  al  exponer  las  diversas  partes  del  o  pus  filosófico  luliano,  serán 
indicadas  las  fuentes  propias  de  cada  materia. 

Apresurémonos  a  advertir  que  la  clasificación  propuesta,  basada  en 
la  diversidad  de  aspectos  de  la  obra  luliana,  no  debe  ser  tomada  lite- 
ralmente. Así,  tienen  también  carácter  enciclopédico  obras  como  el  Blan- 
querna  y  el  Libre  de  Meravelles,  que  incluímos  en  el  grupo  IX  referen- 
te a  las  obras  literarias;  el  Libre  de  Contemplado  en  Dea,  que  es  cata- 
logado como  la  primera  de  las  obras  enciclopédicas,  es  a  la  vez  la  obra 
capital  de  la  mística  luliana,  aunque  no  figure  entre  las  obras  místicas 
del  grupo  VI ;  en  fin,  si  bien  el  grupo  III  comprende  especialmente  las 
obras  filosóficas,  es  preciso  advertir  que — contrariamente  a  cierto  crite- 
rio sustentado  (68) — la  interna  unidad  y  el  total  desarrollo  del  pensa- 
miento filosófico  de  Lull  deben  ser  investigados  en  toda  la  producción 
luliana,  sin  excluir  las  obras  poéticas  y  literarias.  Hemos  comprobado 
que  efl  fondo  caballeresco  da  tono  y  carácter  a  las  doctrinas  lulianas  (69) ; 
y  en  los  capítulos  que  dedicaremos  a  la  exposición  de  la  filosofía  lulia- 
na, habremos  de  acudir  frecuentemente  a  las  fuentes  literarias  y  poé- 
ticas. No  hay  que  olvidar  tampoco  que  el  Doctor  Iluminado  se  sirvió 
de  la  plástica  literaria  y  especialmente  de  la  rima  como  recurso  peda- 
gógico, a  fin  de  hacer  asequibles  al  vulgo  las  ideas  filosóficas  más  abs- 
trusas.  De  R.  Lull  puede  afirmarse  que  su  pensamiento  filosófico  está 
entero  en  todas  sus  obras,  pero  también  en  cada  una  de  ellas. 

Animados  por  el  propósito  de  ofrecer  un  instrumento  de  trabajo, 
en  el  catálogo  que  presentamos  a  continuación  damos  una  breve  idea 
del  asunto  y  valor  de  las  obras  principales,  con  miras  al  interés  filosó- 
fico, prescindiendo  de  otros  detalles  de  erudición  que  se  hallarán  pre- 
ferentemente en  los  catálogos  modernos  de  Littré-Hauréau,  Longpré, 
Ottaviano  y  Avinyó,  en  el  Sumario  de  las  lecciones  del  Dr.  A.  Rubio  y 
Lluch.  en  los  estudios  de  R.  de  Alós-Moner  sobre  el  Manuscrito  otto- 
boniano  latino  405  y  sobre  Los  catálogos  lulianos,  y  en  el  de  Jorge  Ru- 


(68)  "La  edición  de  los  Textos  originales  catalanes,  labor  meritísima  en  el  campo 
-de  la  lengua  y  literatura  de  Cataluña,  hace  un  mal  grandísimo  al  Beato  Lulio,  filósofo  y 
teólogo"  (Salvador  Bové,  obra  cit.,  cap.  L,  pág.  460).  Participa  de  la  misma  opinión 
su  discípulo,  Juan  Avinyó  (Moderna  visió  del  Lul.lisme,  Barcelona,  ig2Q,  cap.  XVTT, 
pág.  100). 

(69)  Véase  el  capítulo  anterior,  §  II,  núms.  o-io. 


-  283  - 


bió  sobre  Los  códices  Míanos  de  Innichen.  Cuando  se  trate  de  obras 
inéditas,  haremos  una  referencia  expresa  a  los  mencionados  catálogos  y 
demás  trabajos  que  resumen  la  situación  actual  de  los  manuscritos  lu- 
lianos  y  contienen  otras  indicaciones  útiles.  Dentro  de  cada  grupo  de 
la  clasificación  adoptada  las  obras  serán  presentadas  cronológicamente, 
y  anotaremos  las  obras  lulianas  recientemente  descubiertas.  En  fin,  gra- 
cias a  la  Bibliografía  de  los  señores  Rogent  y  Durán,  prologada,  revi- 
sada y  hecha  manejable  por  R.  de  Alós-Moner,  podremos  dar  las  edi- 
ciones de  cada  obra  impresa  catalogada.  Y,  como  quiera  que  dicha  Bi- 
bliografía sólo  alcanza  hasta  el  año  1868,  la  completaremos,  en  cada 
caso,  con  las  ediciones  modernas  de  Mallorca  y  con  las  demás  ediciones 
paralelas  o  recientes. 

6.  Para  mejor  orientar  al  lector  y  de  paso  evitar  repeticiones,  damos 
noticia  a  continuación  de  las  siguientes  ediciones  de  colecciones  de  obras 
— auténticas  o  atribuidas — de  R.  Lull,  ediciones  a  las  cuales  nos  referi- 
remos principalmente  en  nuestro  catálogo. 

De  alchimia  opuscula  (Nurenberg,  1546). 

Libelli  aliquot  chemici  (Basi'lea,  1572  y  1600). 

Opera  ea  quae  ad...  artem  universalem...  pertinent  (Estrasburgo, 
1598,  1609,  1617  y  1651). 

Le  fondément  de  V artífice  universel  (París,  1632). 

Opera  (Maguncia,  1721-1742).  Publicados  solamente  ocho  volúmenes, 
a  saber:  I  (1721),  II  y  III  (1722),  IV  y  V  (1729),  VI  (1737),  IX  (1740) 
y  X  (1742). 

Opera  parva.  Publicados  solamente  tres  volúmenes  de  los  cinco  que 
la  edición  había  de  comprender  (Mallorca,  1744,  1745  y  1746). 
Opera  medica  (Mallorca,  1752). 

Las  ediciones  siguientes  están  dedicadas  a  'Jos  textos  catalanes : 

Obras  rimadas,  ed.  J.  Rosselló  (Mallorca,  1859). 

Obras  de  Ramón  Lull,  ed.  J.  Rosselló  (Mallorca).  Comprende  3  vols. : 
el  I  y  el  II  (1901)  y  el  III  (1903). 

Obres  de  Ramón  Lull  (Mallorca,  en  curso  de  publicación),  a  cargo 
primero  de  'la  Comisión  Editora  Luliana  y,  desde  1923,  de  D.  Salvador 
Ga'lmés,  bajo  el  patronato  de  la  Diputación  Provincial  de  Baleares  y 
del  Instituí  d'Estudis  Catalans  (70).  Vols.  publicados:  I  y  II  (1906),  III 
(1909),  IV  (1910),  V  y  VI  (191 1),  VII  (191 3),  VIII  y  IX  (1914),  X 


(70)  Acerca  de  la  historia  de  esta  edición,  véase  S.  Galmés:  L 'edicto  de  les  obres 
origináis  del  Mestre  (en  "La  Nostra  Terra",  ag.-sept.-oct.  de  IQ35)- 


-   284  — 


(1915),  XI  (1917),  XII  Í1923),  XIII  (1926),  XIV  (1928),  XV  (1930),. 
XVI  (1932),  XVII  (1933)  y  XVIII  (1935). 

Els  Nostres  Clássics  (Barcelona,  en  curso  de  publicación).  Compren- 
den obras  lulianas  los  siguientes  volúmenes:  n.°  3  (1925),  n.°  14  (1927), 
n.e  34  (1931),  n.°  38  Ú932),  n.°  42  (1933),  núms.  46-47  (1934)  y  números 
50-51  (1935). 

Omitimos,  para  no  alargar  más  el  presente  capítulo,  presentar  la  bi- 
bliografía— copiosísima  y  abrumadora,  pero  de  muy  desigual  calidad — 
referente  al  o  pus  luliano  visto  en  conjunto  y  en  sus  diversas  partes,  y 
a  la  historia  del  lulismo.  La  iremos  indicando,  seleccionada,  en  cada  uno 
de  los  capítulos  de  la  exposición.  Por  lo  demás,  el  lector  hallará  una 
guía  segura  en  la  antes  citada  Bibliografía  de  los  señores  Rogent  y  Du- 
rán,  que.  como  dijimos,  llega  sólo  hasta  el  año  1868.  D.  Ramón  de  Alós- 
Moner,  que  dirigió  la  publicación  de  esta  obra  y  tiene  preparados  todos 
los  materiales  para  continuarla  hasta  nuestros  días,  ha  anticipado  una 
visión  panorámica  de  la  literatura  luliana  contemporánea  en  su  reciente 
artículo  Lullistische  Literatur  der  Gegenwart,  inserto  en  la  revista  "Wis- 
senschaft  und  Weisheit"  (n.°  de  octubre  de  1935,  págs.  288-310). 


II 


Catálogo  sistemático  de  las  obras  lulianas  con  indicaciones 
filosóficas  y  bibliograficas. 

I.  Obras  enciclopédicas. — II.  Obras  científicas. — III.  Obras  filosóficas. — IV.  Obras 
teológicas  y  apologéticas. — V.  Obras  antiaverroístas. — VI.  Obras  místicas. — 
VII.  Obras  pedagógicas. — VIII.  Obras  sobre  la  Cruzada  y  las  misiones. — 
IX.  Obras  literarias  (de  fondo  social). — X.  Obras  rimadas. — XI.  Obras  per- 
didas.— XII.  Obras  apócrifas  y  atribuidas. 


/.    Obras  enciclopédicas. 

1.  Libre  de  Contemplado  en  Déu  (Líber  contemplationis).  Ma- 
llorca, hacia  1272  (71).  Es  el  Contemplador  Major  de  los  antiguos  lulis- 
tas  y  el  Magnus  Líber  Contemplationis  in  Deum  de  la  edición  magun- 
tina.  Escrita  originariamente  en  árabe  y  traducida  luego  por  el  mismo 
Lull  al  catalán.  Es,  indudablemente,  una  de  las  primeras  obras  escritas 
por  el  filósofo  mallorquín. 

Obra  de  vastísima  extensión.  Torras  y  Bages,  ya  en  1892,  la  califi- 
có de  "obra  maestra"  de  Lull,  añadiendo  que  ella  venía  a  ser  para  la 
literatura  catalana  lo  que  la  Divina  Comedia  había  sido  para  la  lite- 
ratura italiana  (72).  Longpré,  confirmando  otro  juicio  de  Torras  y 
Bages,  dice  que  "después  de  las  Confesiones  de  San  Agustín  no  existe 
en  la  literatura  cristiana  ninguna  obra  tan  patética  y  desbordante  de 
lirismo"  (73).  Además  de  ser  la  obra  capital  de  la  mística  luliana,  cons- 


(71)  Respecto  a  la  prioridad  cronológica  y  fecha  probable  del  Libre  de  Contemplado 
en  Déu,  véanse  las  notas  de  M.  Obrador  y  Bennassar  al  val.  I  de  la  citada  obra  (Ma- 
llorca, 1906),  págs.  368K374,  y  también  S.  Galmés:  Dinamisme  de  Ramón  Lull,  pág.  11. 

(72)  La  Tradició  Catalana,  edición  definitiva,  Barcelona,  Biblioteca  Balmes,  1935; 
lib.  II,  cap.  II,  art.  IV,  págs.  314-316. 

(73)  Raymond  Lulle,  lug.  cit.,  col.  1090. 


—  286  — 


tituye  un  excelente  punto  de  partida  para  comprender  el  desarrollo  to- 
tal de  su  pensamiento  filosófico,  pues  con  razón  se  ha  dicho  de  ella  que: 
es  "simiente  y  sinopsis  de  toda  la  producción  Juliana"  (74). 

Ediciones: 

Texto  catalán :  Mallorca,  1906-1914,  7  vals. 

Texto  latino:  París,  1505,  por  Lefévre  d'Étaples,  fragmentaria;  Ma- 
guncia, 1740-42;  Mallorca,  1746-49;  Mallorca,  1749. 

2.  Arbre  de  Sciencia  (Arbor  Scientiae).  Roma,  1296. 

Una  de  las  obras  más  características  de  Lull,  la  cual,  además  de- 
mostrar el  pensamiento  filosófico  luliano  en  el  momento  de  su  madurez, 
contiene  una  enciclopedia  de  las  ciencias,  construida  según  la  idea  rec- 
tora de  las  diversas  partes  simbólicas  del  árbol. 

Ediciones: 

Texto  catalán:  Mallorca,  1917-1926,  3  vals. 

Texto  latino:  Barcelona,  1482;  Barcelona,  1505;  Lyón,  1515  ;  Lyónr 
1605;  Lyón,  1635;  Lyón,  1637;  fragmentaria  (Arbor  Imperialis,  séptima 
parte  del  Arbor  Scientiae),  Mallorca,  1745. 

Versiones  castellanas:  Bruselas,  1663  y  1664;  fragmentaria,  Madrid, 
1873,  "Biblioteca  de  Autores  Españoles",  t.  65,  págs.  103-139;  Madrid, 
1932,  con  el  título  genérico  de  "Filosofía  Moral",  reproducción  de  la 
anterior;  por  F.  Sureda  Blanes,  Madrid,  1933  fcon  fragmentos  de  los 
Proverbios)  en  "Nueva  Biblioteca  Filosófica",  vol.  66. 

3.  Comencaments  de  Filosofía.  Mallorca,  1.300.  Inédita.  De  esta 
obra  (que  no  hay  que  confundir  con  eil  Liber  principiorum  philosophiae 
de  la  edición  maguntina)  se  conserva  una  versión  latina,  bajo  el  título 
de  Principia  philosophiae  complexa,  en  París.  Hay  texto  catalán  en  Mi- 
lán y  en  Munich. 

Fsta  obra  es  una  síntesis  de  los  primeros  principios  filosóficos  y  de 
las  conclusiones  que  de  ellos  derivan  necesariamente,  aplicables  a  diver- 
sas cuestiones.  Lull  procede  según  los  círculos  de  la  geometría.  Los 
cien  primeros  principios  tienen  por  objeto  el  ser  en  tanto  que  ser;  los 
del  segundo  círculo,  más  numerosos,  se  refieren  a  los  seres  particulares. 
Esta  compilación  considerable  de  axiomas  metafísicos  con  sus  deduc- 
ciones es  un  esbozo  de  enciclopedia  muy  curiosa. 


(74)  M.  Obrador  y  Bennassar,  proemio  al  Libre  de  Contemplado  en  Deu,  vol.  I, 
Mallorca,  1906. 


-  287  - 


Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  130;  A.  Rubio  y  Lluch,  pág.  22;  Long- 
pré,  núm.  3;  Ottaviano,  núm.  79;  Avinyó,  núm.  81. 

77.    Obras  científicas  (75). 

4.  Líber  principiorum  medicinae.  Mallorca,  1274?  (76). 
Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1721. 

Rogent-Durán  (Bibliog.  de  les  impres.  luí.,  pág.  279)  se  inclinan  a.\ 
identificar  esta  obra  con  los  Comengaments  de  Medicina  (inédita),  de  la 
cual  hay  manuscritos  en  Milán  y  en  Palma  de  Mallorca.  (Véase:  Avi- 
nyó, número  9). 

5.  Ars  compendiosa  medicinae.  Montpellier,  1284?  (77). 
Edición.  Texto  latino:  Mallorca,  1752  (78). 

6.  Libre  de  leugeria  e  de  ponderositat  deis  elements  (Liber  de 
levitate  et  ponderositate  elementorum).  Ñapóles,  1294.  Escrito  a  ins- 
tancia de  los  médicos  de  Nápoles. 

Edición.  Texto  latino  :  Mallorca,  1752. 

7.  Tractat  d'astronomia  (Tractatus  novus  de  astronomía).  Pa- 
rís, octubre  de  1297.  Inédito. 

Texto  catalán  en  Munich  y  en  el  Museo  Británico.  Mss.  latinos  en 
París,  Munich  y  Milán. 

Aplicación  de  los  principios  del  Arte  general  a  la  astronomía.  R.  Lull' 
declara  haber  compuesto  este  tratado  para  alejar  a  los  reyes  y  a  los 
poderosos  de  las  creencias  astrológicas.  Littré-Hauréau,  núm.  169,  A.  Ru- 
bio y  Lluch,  pág.  27,  Longpré,  núm.  4  y  Ottaviano,  núm.  65,  toman  al 
pie  de  la  letra  esta  declaración;  pero  Lynn  Thorndike  (79),  después  de 
haber  estudiado  a  fondo  el  manuscrito  de  París,  concluye  que  Lull  se 
halla  todavía  dentro  de  la  astrología  judi ciaría. 


(75)  Este  grupo  segundo  puede  subdividirse  así  :  a)  Geometría,  núm.  8;  b)  Física, 
números  9,  10  y  12;  c)  Astronomía,  núm.  7;  y  d)  Medicina,  núms.  4,  5,  6  y  11. 

(76)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés:  Dinamisme  de  Ramón  Lull, 
át.,  pág.  12. 

(77)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid.,  pág.  26. 

(78)  Avinyó  (núm.  29)  menciona,  sin  dar  detalles,  otra  edición  de  Mallorca  de- 
1755»  que  no  aparece  descrita  en  la  Bibliografía  de  Rogent-Duran. 

(79)  A  History  of  magic,  etc.,  cit.,  cap.  LXIX,  págs.  868  y  869. 


—  288  — 


8.  Libre  de  nova  geometría  (Líber  de  nova  et  compendiosa  geo- 
metría). París,  julio  de  1299.  Inédito.  Texto  catalán  en  Palma  de 
Mallorca.  Mss.  latinos  en  Munich  y  en  Milán. 

Aplicación  del  Arte  general  luliana  a  la  geometría. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  170;  A.  Rubio  y  Lluch,   pág.  27; 
Longpré,  núm.  5;  Ottaviano,  núm.  75;  Avinyó,  núm.  71. 

9.  Libre  de  natura  (Líber  de  natura).  Famagusta  (Isla  de  Chi- 
pre), diciembre  de  1301.  Texto  catalán,  inédito,  en  Palma  de  Mallorca. 

Estudio,  más  bien  filosófico  que  físico,  de  la  naturaleza  con  arreglo 
a  los  principios  del  Arte  general  luliana. 
Edición.  Texto  latino:  Mallorca,  1744. 

10.  Líber  de  lumine.  Montpellier,  noviembre  de  1303. 
Estudia  los  atributos  metafísicos  más  que  las  propiedades  físicas  de 

la  luz,  y  su  simbolismo. 
Edición:  Mallorca,  1752. 

11.  Líber  de  regionibus  sanitatis  et  infirmitatis.  Montpellier,  di- 
ciembre de  1303. 

Tratado  de  física  en  sus  relaciones  con  la  medicina. 
Edición:  Mallorca,  1752. 

12.  Líber  novus  physícorum,  compendíosus.  París,  febrero 
de  1309. 

Ediciones:  Barcelona,  1512;  Mallorca,  1745. 

777.    Obras  filosóficas  (So). 

13.  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  (Ars  compendiosa  inveniendi 

veritatem  seu  A*rs  magna  et  maior).  Mallorca,  1271  ?  (81).  Hay  tex- 
to catalán,  inédito,  en  Munich  (82). 


(So)  Las  obras  de  este  tercer  grupo  son  susceptibles  de  las  siguientes  subdivisiones: 
a)  Arte  general,  núms.  13,  14,  17,  19,  20,  21,  22,  23,  24,  26,  27,  29,  30,  32,  34,  43,  49, 
53,  54  y  57-  b)  Lógica,  núms.  44,  45,  46,  48,  51,  55,  56,  60,  62,  63,  65,  66  y  67.  c)  Me- 
tafísica, núms.  15,  35,  58,  59,  61,  69  y  70.  d)  Cosmología,  núms.  18  y  64.  e)  Psicología, 
números  31,  33,  37,  40,  42  y  52.  /)  Etica,  núms.  4i  y  68.  g)  Derecho,  núms.  16,  25,  39, 
47  y  SO.  h)  Cuestiones  disputadas,  núms.  28  y  36. 

(81)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  obra  cit.,  pág.  11. 

(82)  Según  el  Dr.  A.  Rubio  y  Lluch,  obra  cit.,  pág.  20. 


-  289  — 


Obra  capital,  aunque  no  haya  sido  de  las  más  divulgadas,  puesto 
que  constituye  él  primer  modelo,  harto  complicado  y  difícil,  del  Arte 
general  luliana.  Es  el  punto  de  partida  para  conocer  la  evolución  del 
Arte  general  en  su  doble  proceso  de  reducción  y  de  perfeccionamiento 
lógico.  Nosotros,  para  distinguir  esta  obra  del  Ars  magna,  generalis  el 
ultima  (1308),  que  cierra  dicho  proceso,  la  denominaremos  también  Ars 
magna  primitiva.  Es  un  artificio  lógico,  pero  de  base  y  trascendencia 
metafísicas,  cuyo  objeto  es  reducir  los  conocimientos  humanos  a  un  cor- 
to número  de  principios  y,  consiguientemente,  expresar  todas  las  redi- 
ciones posibles  entre  las  ideas  mediante  combinaciones  figuradas.  De 
esta  obra  troncal  el  autor  hace  derivar  las  diversas  Artes  particulares. 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1721. 

14.  Ars  universalis  seu  Lectura  artis  compendio sae  inveniendi 
veritatem.  Mallorca,  1271?  (83).  Desconocido  el  texto  catalán. 

Es  un  comentario  de  la  obra  anterior  con  el  objeto  de  hacer  más 
comprensible  su  lectura. 

Edición.  Texto  latino  :  Maguncia,  1721. 

15.  Comencaments  de  Filosofía  (Líber  principiorum  philoso- 
phiae).  Mallorca,  1274?  (84). 

Esta  obra,  juntamente  con  los  Comengaments  de  Medicina  (núm.  4), 
los  Comengaments  de  Dret  (núm.  16)  y  los  Comengaments  de  Teología 
(número  72),  aparecidas  al  mismo  tiempo,  son  ramas  de  YArt  abren  jada 
d'atrobar  veritat. 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1721. 

16.  Comengaments  de  Dret  (Líber  principiorum  iuris).  Mallor- 
ca, 1274? 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1721. 

17.  Art  demostrativa  (Ars  demonstrativa).  Montpellier,  hacia 
1274  (85). 


(83)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  obra  cit,  pág.  11. 

(84)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  obra  cit.,  pág.  12.  No  hay 
que  confundir  estos  Comengaments  de  Filosofía  de  la  primera  época,  de  la  cual  sólo  se 
conoce  el  texto  latino,  con  otros  Comengaments  de  Filosofía  de  1300  (núm.  3). 

(85)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  proemio  a  la  edición  cata- 
lana del  Art  demostrativa  (Mallorca,  1932). 

19 


—  290  — 


Esta  obra,  según  se  lee  en  el  prólogo,  sigue  la  regla  de  YArt  abreu- 
jada  d'atrobar  veritat  (núm.  13);  pero  ella  es,  a  su  vez,  una  obra  tron- 
cal de  la  cual  derivan,  constituyendo  un  nuevo  ciclo  dentro  del  proceso 
del  Arte  general  luliana,  las  obras  núms.  19,  20,  21,  22,  23,  24,  25,  26,. 
27,  28  y  233. 

Ediciones: 

Texto  catalán :  Mallorca,  1932. 

Texto  latino:  Maguncia,  1722. 

18.  Libre  de  Chaos  (Liber  Chaos).  Montpellier,  1275?  (86). 
Es  un  tratado  de  cosmología. 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1722. 

19.  Introductoria  artis  demonstrativae.  Mallorca,  1277?  (87). 
Edición:  Maguncia,  1722. 

20.  Lectura  super  figuras  artis  demonstrativae.   M  a  11  o  r  c  a, 

1277?  (88). 

Edición:  Maguncia,  1722. 

21.  Coment  maior  (Compendium  seu  commentum  artis  demons- 
trativae). Mallorca,  1277?'  (89). 

Esta  obra  es,  probablemente,  el  Coment  major  de  los  antiguos  catálo- 
gos lulianos.  Contiene  la  exposición  de  la  teoría  del  ascenso  y  el  des- 
censo del  entendimiento. 

Ediciones.  Texto  latino:  una  de  1721,  sin  nombre  de  lugar  ?  (Rogent- 
Durán,  Bibliogr.,  núm.  301,  pág.  264,  dudan  de  su  existencia);  Magun- 
cia, 1722. 

22.  Ars  inveniendi  particularia  in  universalibus.  M  a  11  o  r  c  a, 

1277?  (90). 

En  el  prólogo  se  dice  que  esta  obra  es  "quasi  ramunculus  extractus 

ab  Arte  demonstrativa". 

Edición:  Maguncia,  1722. 


(86)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés:  Dinamisme  ~e  Ramón  Lull, 
cit.,  pág.  12. 

(87)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid . ,  pág.  13. 

(88)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid. 

(89)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid. 

(90)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid. 


—  291  — 


23.  Líber  propositionum  secundum  artem  demonstrativam.  Ma- 
llorca, 1277?  (91). 

Edición:  Maguncia,  1722. 

24.  Líber  exponens  figuram  elementalem  artis  demonstrativae  o 
Líber  de  gradatíone  elementorum,  y  también  Líber  de  figura  elemen- 

tali.  Mallorca,  1277?  (92). 
Edición:  Maguncia,  1729. 

25.  Ars  iuris.  Montpellier,  1283?  (93). 

Aplicación  de  los  principios  del  Art  demostrativa  a  la  ciencia  del  de- 
recho. 

Ediciones:  Roma,  1516;  Mallorca,  1745. 

26.  Art  inventiva  (Ars  inventiva  veritatis  seu  Ars  intellectiva 
veri).  Montpellier,  1289.  El  texto  catalán  originario  se  ha  perdido. 
Fué  traducida  al  árabe  por  el  mismo  Lull,  en  Genova,  en  1291. 

Esta  Art  inventiva,  juntamente  con  el  Art  amativa  (núm.  20 j)  y  el 
Art  memorativa  que  Lull  no  llegó  a  escribir,  respondían  al  plan  de  ac- 
tualizar u  objetar,  mediante  las  reglas  del  Arte,  las  tres  potencias  del 
alma,  haciéndolas  aptas  para  la  vida  contemplativa.  De  dichas  tres  Artes 
derivan  respectivamente  tres  Arboles,  a  saber :  d  Arbre  de  S ciencia  (nú- 
mero 2),  el  de  Amar  {Arbre  de  Filoso  fia  d'Amor,  núm.  207)  y  el  de 
Membranga,  sólo  esbozado  en  el  Arbre  de  Filosofía,  desiderat  (núme- 
ro 202). 

Lull  expone  en  esta  obra  su  doctrina  de  los  "puntos  transcendentes". 
Ediciones.  Texto  latino  :  Valencia,  1515  ;  Maguncia,  1729. 

27.  Quaestiones  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  so- 
lubiles.  Montpellier,  1289  (94). 

En  este  escrito  Lull  condena  la  alquimia. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

28.  Líber  de  quaestionibus  per  quem  modus  artis  demonstrativae 
patefít.  Posterior  a  1274,  y  dentro  del  ciclo  del  Art  demostrativa. 


(91)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid. 

(92)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid. 

(93)  Pasqual  señala  esta  fecha,  teniendo  en  cuenta  que  en  esta  obra  se  sigue  el 
modo  del  Art  demostrativa,  que  es  alegada  en  la  parte  I  (Vindiciae  Lullianae,  t.  I,  ca- 
pítulo XVII,  ss  VII,  pág.  163,  y  cap.  XXXII,  pág.  370). 

(94)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid.,  pág.  29. 


—  292  — 


Figura  con  el  nombre  de  R.  Lull  en  el  ms.  lat.  161 14  de  la  Biblioteca 
Nacional  de  París. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  138;  Longpré,  núm.  49;  Ottaviano, 
número  216;  Avinyó,  núm.  26. 

29.  Taula  general  (Tabula  generalis  ad  omnes  scientias  applica- 
bilis).  Comenzada  en  el  puerto  de  Túnez  a  mediados  de  septiembre 
de  1293  y  terminada  en  Nápoles  en  13  de  enero  siguiente.  Es  la  primera 
obra  íluliana  que  contiene  el  lugar  y  la  fecha  cierta  de  composición.  Ex- 
plica y  complementa  el  Art  inventiva  y  el  Art  amativa;  pero  de  ella,  a 
su  vez,  derivan  o  son  aplicación  las  obras  núms.  28,  30,  32,  34  y  43. 

Ediciones: 

Texto  catalán :  Mallorca,  1932. 

Texto  latino:  Valencia,  15 15;  Maguncia,  1729. 

30.  Lectura  compendiosa  tabulae  generalis.  Nápoles,  1293. 

Es  una  exposición  y  comentario  de  la  Taula  general  con  el  objeto 
de  hacerla  más  comprensible  a  los  escolares  de  Nápoles. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

31.  Lo  VIen  seyn  lo  qual  appelam  Afatus  (Liber  de  Affatu  seu 

de  sexto  sensu).  Nápoles,  18  de  abril  de  1294.  Texto  catalán  en 
Munich. 

El  sexto  sentido,  común  al  hombre  y  a  los  animales,  es  la  expresión 
vocal. 

Edición :  J.  H.  Probst  ha  publicado  extractos  del  ms.  catalán  de  Mu- 
nich (Caractere  et  origine  des  idees  du  Bienhereux  Raymond  Lull,  Tou- 
louse,  1912,  apénd.,  págs.  332-334). 

32.  Art  de  fer  e  solre  questions  (Lectura  super  artem  inventi- 

vam  et  tabulam  generalem).  Roma,  1295  (95).  Escrita  originaria- 
mente en  catalán,  Lull  manifiesta  en  el  prólogo  su  deseo  de  que  sea  tra- 
ducida al  latín.  Texto  catalán  en  Munich. 

Obra  muy  voluminosa,  en  la  cual  el  autor  anuncia  mil  cuestiones,  y 
que  significa  un  nuevo  intento  para  hacer  más  asequible  el  Art  inventiva 
y  la  Taida  general,  especialmente  en  sus  aplicaciones  a  la  teología. 

Ediciones.  Texto  latino:  Valencia,  1515 ;  Maguncia,  1729. 


Cq5)    Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  S.  Galmés,  ibid.,  pág.  35. 


-  293  — 


33.  Novell  libre  de  ánima  racional  (Liber  de  anima  rationali). 

Roma,  junio  de  1296.  Texto  catalán  en  Munich. 

Tratado  de  psicología  según  las  reglas  de  la  Taula  general. 
Ediciones: 

Texto  catalán :  Fragmentos  del  ms.  catalán  de  Munich  en  J.  H.  Probst 
(obra  citada,  apéndice,  págs.  326-329). 

Texto  latino:  Alcalá,  1519;  Maguncia,  1737. 

34.  Brevis  practica  tabulae  generalis  o  Ars  compendiosa.  París, 
enero  de  1298  (1299  del  cómputo  actual). 

No  hay  que  confundir  esta  obra  con  la  de  núm.  43,  la  cual  fué  pu- 
blicada, erróneamente,  con  el  primer  título  en  el  tomo  V  de  la  edición 
maguntina  (96). 

Esta  obra  y  la  que  citaremos  en  el  núm.  43  fueron  incorporadas  al 
Ars  generalis  ultima  (núm.  54). 

Edición :  Publicada  por  el  Dr.  Carmelo  Ottaviano,  con  el  título  de 
Ars  compendiosa,  sobre  un  manuscrito  de  la  Ambrosiana  de  Milán.  (Es 
el  vol.  XII  de  los  "Études  de  Philosophie  médiévale",  dirigidos  por 
E.  Gilson.  París,  1930.) 

35.  Libre  de  quadratura  e  triangulatura  de  cercle,  denominado 
también  Comencaments  de  teología  (Liber  de  quadratura  et  trian- 
gulatura circuli).  París,  junio  de  1299.  Inédito.  Texto  catalán  en  Ma- 
drid y  en  Munich. 

No  obstante  su  título,  es  un  libro  de  metafísica  aplicada  a  la  teolo- 
gía, con  tecnicismo  y  procedimientos  de  la  geometría. 


(96)  Sobre  este  punto  véanse  A.  R.  Pasqual:  Vindicvae  Lullianae,  t.  I,  cap.  XXIII, 
ss.  IX,  pág.  228;  Littré-Hauréau,  obra  cit.,  núms.  36  y  134,  págs.  188-190  y  294-295; 
y  S.  Galmés,  obra  cit.,  pág.  37.  La  Brevis  practica  tabulae  generalis,  editada  por  Ottavia- 
no con  el  título  de  Ars  compendiosa,  era  conocida  por  el  manuscrito  6443  C.  de  la  Bi- 
blioteca Nacional  de  París,  que  citan  Littré-Hauréau,  y,  todavía  con  datos  más  precisos, 
por  dos  manuscritos  del  convento  de  San  Francisco  de  Mallorca,  descritos  por  Pasqual, 
cuyo  incipit  dice:  "Deus  in  virtute  tua  incipit  Brevis  practica  tabulae  generalis",  e  in- 
mediatamente: "Alphabetum  tabulae  est  hoc",  y  termina:  "Cum  quo  imaginari  movet 
sentiré"  (Aparte  de  la  coincidencia  en  cuanto  a  la  fecha,  el  segundo  incipit  y  el  final  con- 
cuerdan  con  el  texto  editado  por  Ottaviano).  De  todo  ello  resulta:  i.°  Que  el  Ars  com- 
pendiosa editada  por  Ottaviano  es  la  Brevis  practica  tabulae  generalis.  2°  Que  dicha 
obra,  aunque  inédita,  era  ya  conocida.  3.0  Que  en  la  tabla  cronológica  de  Ottaviano  hay 
que  eliminar  la  obra  núm.  73,  Brevis  practica  Tabulae  generalis,  la  cual,  en  cuanto  al 
título,  se  identifica  con  la  núm.  34  de  nuestro  catálogo  y,  en  cuanto  al  contenido  (de- 
nunciado por  el  incipit),  con  la  que  describimos  en  el  núm.  43. 


—  294  — 


Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  160;  A.  Rubio  y  Lluch,  pág.  24;  Long- 
pré,  núm.  20;  Ottaviano,  núm.  71  ;  y  Avinyó,  ,núm.  73. 

36.  Quaestiones  attrebatenses  o  Liber  de  quaestionibus  quas 
quaesivit  magister  Thomas  Limiesiers  de  Attrebato.  París,  julio 

de  1299. 

Compilación  de  50  cuestiones  resueltas  por  Lull,  con  arreglo  a  su 
Arte,  a  instancia  de  Tomás  le  Myésier,  canónigo  de  Arrás. 
Ediciones:  Lyón,  1491 ;  Venecia,  1507;  Mallorca,  1746. 

37.  Libre  de  home  (Liber  de  homine).  Mallorca,  noviembre  de 
1300.  Texto  catalán  en  Munich  y  en  Londres. 

Estudia  al  hombre  en  su  vida  y  su  muerte,  en  d  doble  aspecto  cor- 
poral y  espiritual.  Libro  de  observación,  apartado  de  la  forma  silogística. 
Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1737. 

38.  Rethorica  nova.  Obra  escrita  originariamente  en  catalán,  en 
Chipre,  septiembre  de  1301,  traducida  al  latín  en  Génova  en  1303.  El 
texto  catalán  se  ha  perdido.  Del  texto  latino,  también  inédito,  hay  va- 
rios códices. 

Se  ha  confundido  esta  obra  con  la  Rethorica  isagoge,  atribuida  a 
Lull,  de  la  cual  se  han  hecho  varias  ediciones.  (Véase,  más  adelante,  en 
las  "Obras  apócrifas  o  atribuidas",  el  núm.  26).  Incurren  en  esta  confu- 
sión Littré-Hauréau,  núm.  74,  y  Ottaviano,  núm.  89. 

Es  un  curioso  tratado  del  arte  de  persuadir,  con  interesantes  atisbos 
acerca  de  la  lógica  del  lenguaje. 

39.  Ars  iuris  naturalis,  o  también  Ars  de  iure.  Montpellier,  ene- 
ro de  1303  (97).  Inédito. 

Véanse:  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos  lulianos,  pág.  10;  Long- 
pré.  núm.  32 ;  Ottaviano,  núm.  94 ;  Avinyó,  núm.  100. 

Trata  del  derecho  natural  en  general  y  de  los  derechos  especiales, 
ya  naturales,  ya  escritos. 

40/   Liber  de  intellectu.  Montpellier,  enero  de  1303.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  140;  Longpré,  núm.  27;  Ottaviano, 
número  95  ;  Avinyó.  núm.  103. 


(q7)    Sobre  el  lugar  y  fecha  de  esta  obra,  véase  Pasqual:  Vindiáae  Lullianae,  t.  E, 

cap.  XXTY,  ss.  XVI,  pág.  242. 


—  295  — 


Esta  obra  y  las  dos  siguientes  forman  una  pequeña  trilogía  de  las 
potencias  del  alma  y  son  compendios,  respectivamente,  de¡l  Art  inventiva 
(número  26),  del  Art  amativa  (núm.  201)  y  del  Art  memorativa  que  no 
llegó  a  ser  escrita. 

41.  Líber  de  volúntate.  Montpellier,  enero  de  1303.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  141;  Longpré,  núm.  28;  Ottaviano, 

número  96;  Avinyó,  núm.  104. 

42.  Líber  de  memoria.  Montpellier,  febrero  de  1303.  Inédito. 
Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  142 ;  Longpré,  núm.  29 ;  Ottaviano, 

número  97;  Avinyó,  núm.  105. 

43.  Lectura  artis  quae  brevís  practica  tabulae  generalis  intitu- 
lata  est.  Génova,  febrero  de  1303. 

Véanse  (las  observaciones  hechas  a  propósito  de  la  obra  núm.  34. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

44.  Líber  de  signifícatíone.  Montpellier,  febrero  de  1303  (98). 
Inédito.  Trata  de  la  significación  natural  y  de  sus  varias  especies. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  228;  Longpré,  núm.  31;  Ottaviano, 
número  101  ;  Avinyó,  núm.  102. 

45.  Lógica  nova  (Líber  de  nova  lógica).  Génova,  mayo  de  1303. 
Escrito  originariamente  en  catalán,  fué  después  traducido  al  latín  en 
Montpellier  en  julio  de  1304.  Texto  catalán  en  Munich  y  en  Halle. 

La  novedad  de  esta  lógica  consiste  en  ser  realista  o,  como  se  dice 
<en  el  prólogo,  en  proceder  naturalmente  (naturaliter)  y  no  desentender- 
se de  ¡la  Primera  Intención. 

Ediciones.  Texto  latino:  Valencia,  15 12;  Mallorca,  1744. 

46.  Lógica  brevis  et  nova  o  Lógica  abbreviata.  Lugar  y  fecha, 
desconocidos.  La  situamos  inmediatamente  después  de  la  Lógica  nova. 

La  autenticidad  de  esta  obra  es  indudable,  pues  se  halla  mencionada 
con  él  títu'lo  de  Lógica  brevis  en  el  catálogo  de  131 1.  No  hay  que  con- 
fundirla con  la  Lógica  parva,  obra  probablemente  del  luliano  Nicolás 
de  Pax. 


(98)  Sobre  el  lugar  y  fecha  asignados  a  esta  obra,  véanse  Pasqual:  V indicíete  Lullia- 
nae,  t.  I,  cap.  XXIV,  ss.  XVIII,  pág.  243;  y  Littré-Hauréau,  núm.  228. 


—  296  — 


Ediciones:  Venecia,  1480;  Barcelona,  1489;  Valladolid,  1497;  Barce- 
lona, 15 12;  París,  15 16;  París,  15 18;  Sevilla,  s.  xvi  ?;  Mallorca,  1584; 
Estrasburgo,  1598;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo,  1617;  París,  1632; 
Estrasburgo,  1651. 

Traducción  francesa  por  De  Vassy,  con  el  título  de  Dialectique  ou 
Logique  nouvelle  (París,  1632). 

47.  Líber  de  modo  applicandi  novam  logicam  ad  scientiam  iuris 
et  medicinae.  Sin  lugar  ni  fecha  (99). 

Complemento  y  aplicación  de  la  obra  anterior  al  derecho  y  a  la  me- 
dicina. 

Edición-,  por  él  Dr.  Ottaviano,  en  "Estudis  Universitaris  Catalans", 
Barcelona,  1929. 

48.  Líber  de  ascensu  et  descensu  intellectus.  Montpellier,  mar- 
zo de  1304. 

Es  uno  de  los  escritos  filosóficos  más  importantes  y  divulgados  de 
Lull. 

Ediciones : 

Texto  latino:  Valencia,  1512;  Mallorca,  1744. 
Versión  castellana:  Mallorca,  1753;  Madrid,  1928. 

49.  Introductoríum  magnae  artis  generalis  ad  omnes  scientias. 

Montpellier,  marzo  de  1305  (100). 

De  una  manera  casi  esquemática  se  establecen,  en  esta  breve  obra, 
primero  los  principios  del  Arte  o  ciencia  general  y,  seguidamente,  los 
principios  de  las  ciencias  particulares  (teología,  filosofía,  derecho,  me- 
dicina, etc.). 

Ediciones : 

Texto  latino:  Lyón,  1515  ;  Lyón,  1635;  Lyón,  1637. 
Versión  castellana:  Bruselas,  1663;  Bruselas,  1664;  Madrid,  1873 
(en  la  "Biblioteca  de  Autores  Españoles",  tomo  65,  págs.  95-102). 
Versión  francesa:  por  De  Vassy,  París,  1634. 


(99)  Ottaviano  la  supone  escrita  en  Génova,  en  mayo  de  1303  (núm.  219);  y  Pas- 
qual,  en  Montpellier,  en  1304  {Vindiciae  Lullkinae,  t.  I,  cap  XXIV,  ss.  XVIII,  pág.  243). 

(100)  Sobre  la  fecha  asignada  a  esta  obra,  véase  Pasqual:  Vindiciae  Lullianae,  t.  I,. 
cap.  XXIV,  ss.  XXIX,  pág.  254. 


—  297  — 


50.  Ars  brevis  quae  est  de  inventione  mediorum  iuris  civilis  o 
Ars  brevis  iuris.  Montpellier,  enero  de  1307?  (101). 

Es,  tal  vez,  la  obra  jurídica  más  importante  de  Lull. 
Edición :  por  E.  Wohlhaupter,   en  "Estudis  Franciscans",  vol.  47 
(Barcelona,  1935),  págs.  161-250. 

51.  Liber  de  venatione   substantiae,  accidentis  et  compositi. 

Montpellier,  febrero  de  1308.  Inédito. 

Obra  en  diez  capítulos  sobre  los  predicamentos  y  la  conversión  de 
las  proposiciones. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  139;  Longpré,  núm.  35;  Ottavianj, 
número  115;  Avinyó,  núm.  132. 

52.  Liber  ad  memoriam  confirmandam.  Pisa,  enero  de  1308  (102). 
Inédito. 

Distinción  entre  memoria  natural  y  memoria  artificial,  y  procedimien- 
tos de  esta  última. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  143;  Longpré,  núm.  36;  Ottaviarc,. 
número  111;  Avinyó,  núm.  122. 

53.  Art  breu  (Ars  brevis  quae  est  imago  artis  generalis).  Pisa, 
enero  de  1308.  Hay  texto  catalán,  inédito,  en  Palma  de  Mallorca. 

Es  un  compendio  del  Ars  generalis  ultima,  o  sea  la  obra  siguiente, 
hecho  por  Lull,  cuando  aún  no  'la  había  terminado.  Esta  obra  obtuvo 
una  gran  difusión. 

Ediciones: 

Texto  latino:  Barcelona,  1485;  Barcelona,  1489;  Barcelona,  151 1  ; 
Aviñón,  1511;  Roma,  1513;  Lyón,  1514;  Barcelona,  1565;  París,  1578; 
Estrasburgo,  1598;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo,  1612;  Tarazona, 
1613;  Estrasburgo,  1617;  Tarazona,  1619;  Estrasburgo,  1651 ;  Mallor- 
ca, 1669;  Mallorca,  1744. 

Versión  catalana,  explicada  y  adaptada,  por  Mn.  J.  Avinyó,  Bar- 
celona, 1934. 


(101)  Al  final  de  esta  obra  se  lee:  "Finivit  Raymundus  hanc  artem  in  Montepessu- 
lano  mense  Ianuarii,  anno  MCCC,  séptimo  incarnationis  Domini  Iesu  Christi."  Pasqual 
(Vindiciae  Lullianae,  t.  I,  cap.  XXIV,  ss.  XXXU,  págs.  253-254),  rectificando  a  Sal- 
zinger  quien  da  como  buena  esta  fecha,  y  constando  que  en  este  tiempo  Lull  estaba  en 
Pisa,  entiende  que  la  fecha  no  puede  ser  otra  que  la  de  enero  de  1305. 

(102)  Señala  esta  fecha  como  probable  S.  Galmés,  obra  cit.,  pág.  47. 


—  298  -- 


Versiones  francesas:  por  De  Vassy,  París,  1632;  París,  Bibliothéque 
Chacornac,  1901. 

54.  Ars  generalis  ultima  o  Ars  magna  generalis  ultima.  Comen- 
zada en  Lyón  en  noviembre  de  1305  y  terminada  en  Pisa  en  marzo 
de  1308. 

Obra  capital,  que  contiene  la  forma  definitiva  del  Arte  luliana.  La 
denominaremos,  también,  Ars  magna  definitiva  para  distinguirla  del  Ars 
magna  primitiva  (núm.  13). 

Ediciones : 

Venecia,  1480;  Barcelona,  1501  ;  Lyón,  1517 ;  Francfort,  1596;  Es- 
trasburgo, 1598;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo,  1617;  Mallorca,  1645  ; 
Estrasburgo,  165 1. 

V ersión  francesa :  por  De  Vassy,  con  el  título  de  Le  grana1  et  dernier 
art  de  M.  Raymond  Lulle,  París,  1634. 

55.  De  XII  syllogismis  concludentibus  dúos  actus  finales,  unum 
intrinsecum,  alium  extrinsecum.  Montpellier,  marzo  de  1308. 

Edición:  por  el  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  5-6, 
Roma,  1929. 

56.  Liber  de  novis  fallaciis.  Montpellier,  octubre  de  1308.  Inédito. 

Ensayo  sobre  los  sofismas  desconocidos  por  Aristóteles. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  151;  Longpré.  núm.  39:  Ottaviano, 
número  120:  Avinyó.  núm.  127. 

57.  Liber  de  experientia  realitatis  artis  generalis.  Montpellier, 

noviembre  de  1308.  Inédito. 

Lull  encarece  en  esta  obra  la  eficacia  de  su  Arte  para  la  demostración 
de  las  verdades  de  la  fe. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  135;  Longpré,  núm.  40:  Ottaviano. 
número  121  ;  Avinyó,  núm.  130. 

Termina  la  obra  con  una  Epístola  Raymundi  Luí,  en  la  que  el  filó- 
sofo mallorquín  enumera  algunos  de  sus  escritos  apologéticos,  y  que 
figura  separada  en  algunos  manuscrito^  (Publicó  íntegramente  dicha 
Epístola  S.  Bové:  Al  margen  de  un  discurso,  Seo  de  Urgel,  1912,  pá- 
ginas 26-28). 

58.  Liber  de  perversione  entis  removenda.  París,  diciembre  de 

1309.  Inédito. 


—  299  — 


Escrito  de  carácter  metafísico. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  158;  Longpré,  núm.  41;  Ottaviano, 
número  131;  Avinyó,  núm.  115. 

59.  Metaphysica  nova  et  compendiosa.  París,  enero  de  1309. 
Tratado  del  ser  real  con  arreglo  a  los  principios  del  Arte  general,  y 

particularmente  de  Dios  y  de  los  nueve  Sujetos. 
Ediciones:  Barcdlona,  1512;  París,  1615. 

60.  Tractatus  de  conversione  subiecti  et  praedicati  per  médium 
o  Líber  de  conversione  subiecti.  París,  julio  de  1310. 

Es  un  corto  tratado  de  la  demostración,  cuyo  objeto  es  hacer  cesar 
la  opinión. 

Ediciones:  París,  1516;  París,  1518;  Estrasburgo,  1598;  Estrasbur- 
go, 1609;  Estrasburgo,  1617;  Estrasburgo,  1651  ;  Mallorca,  1744. 
Traducción  francesa :  por  De  Vassy,  París,  1632. 

61.  Liber  de  ente  reali  et  rationis.  Viena  (de  Francia),  diciem- 
bre de  1311. 

Es  un  tratado  lógico-metafísico. 
Edición:  Mallorca,  1745. 

62.  Liber  de  quinqué  principáis  quae  sunt  in  omni  eo  quod  est. 

Mallorca,  agosto  de  1312.  Inédito. 

Guillermo  Pagés,  maestro  regente  de  la  escuela  de  gramática  de  Ma- 
llorca, hizo  una  traducción  de  esta  obra  en  1316. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  161;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálo- 
gos, pág.  80;  Longpré,  núm.  44;  Ottaviano,  núm.  166;  Avinyó,  núm.  178. 

63.  Liber  de  medio  naturali.  Mesina,  octubre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  155;  Longpré,  núm.  45;  Ottaviano, 

número  182 ;  Avinyó,  núm.  199. 

64.  Liber  de  creatione.  Mesina,  diciembre  de  1313.  Inédito. 
Impugnación  de  la  tesis  de  la  eternidad  del  mundo. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  222;  Longpré,  núm.  46;  Ottaviano, 
número  194;  Avinyó,  núm.  214. 

65.  Liber  de  quinqué  praedicabilibus  et  decem  praedicamentis. 

Mesina,  diciembre  de  1313. 
Edición:  Mallorca,  1744. 


—  3oo  — 


66.  Líber  de  affirmatione  et  negatione.  Mesina,  febrero  de  1313. 
Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  153;  Longpré,  núm.  48;  Ottaviano, 

número  203 ;  Avinyó,  núm.  220. 

67.  De  inventione  maiore.  Túnez,  septiembre  de  1315. 
Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  5-6, 

Roma,  1929. 

68.  De  bono  et  malo.  Túnez,  diciembre  de  1315. 

Edición  :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  5-6, 
Roma,  1929. 

69.  De  exemplo  unissimae  unitatis  et  volissimae  unitatis  et  vo- 
lissimae  voluntatis.  Sin  lugar  ni  fecha. 

Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  5-6, 
Roma,  1929. 

70.  De  esse  Dei.  Sin  lugar  ni  fecha. 

Xo  hay  que  confundir  esta  obra  con  el  Libre  del  és  de  Déu  (núm.  91), 
fechado  en  Mallorca  en  1300. 

Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  7-8, 
Roma,  1929. 

Las  cuatro  últimas  obras  formaban  parte  probablemente  de  aque- 
llas quince  obras,  fruto  de  sus  controversias  con  los  sarracenos,  que  Lull 
deseaba  fuesen  traducidas  al  latín,  para  lo  cual  instaba  la  presencia  de 
su  discípulo  fray  Simón  de  Puigcerdá  (103). 

IV.    Obras  teológicas  y  apologéticas. 

71.  Libre  del  gentil  e  deis  tres  savis  (Liber  de  gentili  et  tribus 

sapientibus).  Mallorca,  1272?  Escrito  primero  en  árabe  y  después  en 

catalán. 

Amplia  y  tolerante  discusión  teológica  entre  tres  sabios — un  judío, 
un  cristiano  y  un  sarraceno — ,  cada  uno  de  los  cuales  expone  los  funda- 
mentos de  su  ley  en  presencia  de  un  pagano.  Es  una  de  las  obras  más 
populares  e  influyentes  de  Lull. 


(103)    Véase  el  cap.  VII,  núir..  15. 


—  3o1  — 


Ediciones : 

Texto  catalán:  Mallorca,  1901.  A.  Rubio  y  Lluch  (en  sus  Lecciones, 
pág.  19)  alude  a  las  traducciones  hebraica  y  castellana  de  esta  obra. 
Texto  latino:  Maguncia,  1722. 

Versión  francesa,  fragmentaria,  con  el  título  de  Libre  de  la  loi  au 
Sarrazin,  París,  1831. 

72.  Comencaments  de  teología  (Líber  principíorum  theologiae). 

Mallorca,  1274? 

Exposición  de  los  primeros  principios  para  la  fundamentación  de  las 
verdades  reveladas. 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1721. 

73.  Libre  de  demostracions  (Líber  mírandarum  demonstratio- 
num).  Mallorca,  1274?  Obra  redactada  originariamente  en  catalán. 

Es  un  tratado  muy  sugestivo  de  teodicea  racional  para  la  conversión 
de  los  infieles,  dividido  en  cuatro  libros:  i.°  Posibilidad  para  el  entendi- 
miento de  demostrar  en  cierto  modo  los  artículos  de  la  fe  católica. 
2.0  Pruebas  de  la  existencia  de  Dios.  3.0  Pruebas  de  la  Trinidad.  4.0  Prue- 
bas de  la  Encarnación.  (Influencias  de  Ricardo  de  San  Víctor  y  San  An- 
selmo.) 

Ediciones : 

Texto  catalán :  Mallorca,  1930. 
Versión  latina:  Maguncia,  1722. 

74.  Libre  del  Sant  Esperit  (Líber  de  Sancto  Spiritu).  Mallor- 
ca, 1274? 

Obra  consagrada  a  establecerla  procesión  del  Espíritu  Santo  ab  utro- 
que  contra  los  griegos. 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1722. 

75.  Libre  de  ángels  (Liber  de  angelis).  Mallorca,  1275?  Texto 
catalán  en  Munich. 

Edición :  J.  H.  Probst  ha  publicado  fragmentos  del  ms.  de  Munich 
(obra  cit,  págs.  329-332,  Toulouse,  1912). 

76.  Libre  de  difinicions  (Líber  de  deñnitionibus  et  quaestioni- 

bus).  Mallorca,  1275?  Inédito.  Texto  catalán  en  la  Bibl.  Ambro- 
siana  de  Milán. 

Véanse:  A.  Rubio  y  Lluch,  pág.  21;  Longpré,  núm.  6;  Ottaviano, 
número  12. 


—  302  - 


77.  Libre  deis  articles  (Líber  de  quatordecim  articulis  sacro - 
sanctae  romanae  catholicae  fídei  o  Líber  de  XIV  articulis  sacrosanc- 
tae  Romanae  Ecclesiae).  Mallorca,  1275  ? 

Edición.  Texto  latino:  Maguncia,  1722. 

78.  Libre  d'intenció  (Liber  de  prima  et  secunda  intentione). 

Montpellier  o  Perpiñán,  1282? 

Tratado  teológico-metafísico-moral  en  el  que  se  aborda  el  problema 
de  la  finalidad  del  Universo,  es  decir,  de  los  seres  creados. 

Ediciones : 

Texto  catalán:  por  J.  Rosselló,  Mallorca,  1901 ;  por  P.  Barnils,  frag- 
mentaria, en  el  "Boletín  de  la  R.  Academia  de  Buenas  Letras",  t.  V, 
Barcelona,  1909-1910;  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1935. 

Texto  latino:  Maguncia,  1737. 

79.  Liber  super  psalmum  Quicumque  vult  sive  Liber  Tartarí  et 
Christiani.  Roma,  probablemente  en  1285. 

Refutación  del  naturalismo  fatalista  y  astrológico  de  los  Tártaros  y 
exposición  del  Símbolo  pseudo-atanasiano. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

80.  Disputado  fidelis  et  infidelis.  París,  1288-1289  ? 
Exposición  que  Lull  dirige  a  los  maestros  de  la  Universidad  de  Pa- 
rís sobre  la  manera  de  presentar  la  fe  a  los  infieles. 

Edición:  Maguncia,  1729. 

81.  Líber  de  mixtionibus  princípiorum  o  Investigatio  generalium 
mixtionum.  Escrito  hacia  1289?  (104).  Inédito. 

Tratado  teológico-metafísico. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  152;  Alós,  Los  catálogos,  págs.  45 
y  63;  Ottaviano,  núm.  217;  Avinyó,  núm.  45. 

82.  Dictatum  de  Trinitate.   Escrito   hacia   1288-  1289?^  (105). 

Tnédito. 

Véanse:  A.  Gottron,  Uedició  magimtina  de  Ramón  Lull  cit,  pág.  86; 
Avinyó,  núm.  46. 


C104)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra  y  su  identificación,  véase  Pasqual:  Vindiche 
Lullianae,  cap.  XIX,  ss.  VI,  pág.  182. 

(105)    Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  Pasqual,  ibid. 


—  303  — 


83.  Libre  d'Antecrist  (Liber  contra  Antichristum).  Montpellier,. 

1290.  Inédito.  Texto  catalán  en  Munich. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  239;  A.  Rubio  y   Lluch,   pág.  24; 
Longpré,  núm.  10;  Ottaviano,  núm.  43;  Avinyó,  núm.  50. 

84.  Quaestiones  quas  quaesivit  quidam  frater  minor.  Montpel- 
lier, 1290?  Inédito. 

Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  223 ;  Longpré,  núm.  1 1  ;  Ottaviano^ 
número  44;  Avinyó,  núm.  48. 

85.  Fons  Paradisi  divinalis.  En  camino  hacia  Génova,  1290.  Dudas 
acerca  de  su  autenticidad.  Inédito. 

Ensayo  sobre  la  pluralidad  de  sentidos  de  la  Escritura. 
Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  237 ;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálo- 
gos, pág.  73;  Longpré,  núm.  12;  Ottaviano,  núm.  48;  Avinyó,  núm.  47. 

86.  Disputació  deis  V  savis  (Disputatio  quinqué  hominum  sapien- 
tium  o  Liber  de  quinqué  sapientibus).  Nápoles,  1295.  Texto  catalán 
(inédito)  en  Munich. 

Disputa  sucesiva  del  autor  con  un  sabio  griego,  nestoriano,  jacobita 
y  mahometano.  Argumentación  secundum  dignitates  Dei.  Es  la  síntesis 
más  completa  de  la  apologética  luliana. 

Ediciones.  Texto  latino:  Valencia,  15 10;  Maguncia,  1722. 

87.  Libre  del  articles  de  la  fe  (Liber  de  articulis  fídei  sacrosanc- 
tae  et  salutiferae  legis  christianae  sive  Liber  Apostrophe).  Anagni, 
junio  de  1296.  Texto  catalán  (inédito)  en  Munich. 

Tratado  popular  de  teodicea  para  la  conversión  de  los  infieles,  que 
ha  influido  en  el  pensamiento  del  Liber  creaturarum  de  Ramón  Sibiuda 
(Sabunde). 

Ediciones.  Texto  latino:  Barcelona,  1504;  Colonia,  1509;  París,  1578* 
París,  1598;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo,  1617;  Estrasburgo,  1651  ; 
Mallorca,  1688;  Mallorca,  1689;  Maguncia,  1729. 

Hay  dos  versiones  'latinas  diferentes,  y  ambas  figuran  en  el  vol.  IV 
de  la  edición  maguntina. 

88.  De  gradibus  conscientiae  o  De  declaratione  conscientiae.  Pa- 
rís, 1297?  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  162,  quienes  dudan  de  su  autentici- 
dad; Longpré,  núm.  15;  Ottaviano,  núm.  64;  Avinyó,  núm.  75. 


—  3°4  — 


89.  Disputatio  Eremitae  et  Reymundi  super  aliquibus  dubiis 
quaestionibus  Sententiarum  magistri  Petri  Lombardi.  París,  agos- 
to de  1298. 

Ediciones:  Lyón,  1491 ;  Venecia,  1507;  Palermo,  1507;  Maguncia, 
1729. 

90.  Quaestio  utrum  illud  quod  est  cortgruum  in  divinis  ad  ne- 
cessariam  probationem  possit  reduci,  salvo  mysterio  fidei.  París, 

1299?  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  227;  Longpré,  núm.  17;  Ottaviano, 
número  70;  Avinyó,  núm.  74. 

91.  Libre  del  és  de  Déu  (Liber  de  est  Dei).  Mallorca,  septiembre 
de  1300.  Texto  latino  (inédito)  en  París. 

Tratado  de  Dios  y  especialmente  de  su  primer  atributo,  la  aseidad. 
Edición.  Texto  catalán:  Mallorca,  1901. 

92.  Libre  de  conexenca  de  Déu  (Liber  de  cognitione  Dei  o  Liber 

de  investigatione  Dei).  Mallorca,  octubre  de  1300.  Texto  latino  (iné- 
dito) en  París. 

Xuevo  intento  para  hacer  aceptable  a  los  judíos  y  sarracenos  los 
dogmas  de  la  Trinidad  y  de  la  Encarnación. 
Edición.  Texto  catalán:  Mallorca,  1901. 

93.  Libre  de  Déu  o  Libre  de  Déu  e  Jesucrist  (Liber  de  Deo  et 
Jesu  Christo).  Mallorca,  diciembre  de  1300. 

Ediciones : 

Texto  catalán:  Mallorca,  1901. 
Texto  latino:  Maguncia,  1737. 

94.  Libre  que  deu  hom  creure  de  Déu.  Alleas  (Armenia),  1301. 
Inédito.  Texto  catalán  en  Munich.  El  texto  latino,  que  se  creía  perdido, 
se  guarda  en  la  Ambrosiana  de  Milán. 

Explicación,  no  sólo  de  los  artículos  y  sacramentos,  sino  también  de 
lo  que  es  Dios  en  sí  mismo.  Influencia  de  San  Anselmo. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  177;  A.  Rubio  y  Lluch,  pág.  25 ;  Long- 
pré, núm.  21;  Ottaviano,  núm.  86;  Avinyó,  núm.  90. 

95.  Disputatio  fidei  et  intellectus.  Montpellier,  octubre  de  1303. 
Trata  de  las  relaciones  entre  la  razón  y  la  fe. 

Ediciones:  Barcelona,  1512;  Maguncia,  1729. 


-  305  - 


96.  Líber  ad  probandum  aliquos  artículos  fídeí  per  syllogisticas 
rationes.  (Es  probablemente  el  Líber  de  sex  syllogismis,  mencionado 
en  el  testamento  de  Lull.)  Genova,  febrero  de  1303.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  218;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálo- 
gos, pág.  52 ;  Longpré,  núm.  23 ;  Ottaviano,  núm.  99 ;  Avinyó,  núm.  96. 

97.  Ars  magna  praedicationis  o  Líber  de  praedicatione.  Mont- 
pellier, diciembre  de  1304. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  246;  J.  Rubio,  Los  códices,  pág.  329; 
Longpré,  núm.  25;  Ottaviano,  núm.  103;  Avinyó,  núm.  107. 

El  P.  Samuel  de  Algaida,  que  ha  estudiado  esta  obra  en  el  ms.  31 
de  la  Biblioteca  Provincial  de  Palma  de  Mallorca,  dice  que  contiene  108 
sermones  (109,  según  'la  tabla  final)  y  ha  publicado,  además,  uno  de  di- 
chos sermones  (Un  sermó  inédit  del  Beat  Ramón  Lull  sobre  Sant  Agustí, 
"Estudis  Franciscans",  vol.  42,  Barcelona,  1930,  págs.  493-496). 

98.  Líber  de  demonstratione  per  aequíparantíam.  Montpellier, 
marzo  de  1304. 

Trata  de  la  demostración  por  la  igualdad  y  correlación  de  los  atri- 
butos divinos,  que  es  una  manera  de  argumentar  predilecta  de  Lull,  pues- 
ta al  servicio  de  su  doctrina  trinitaria. 

Ediciones:  Valencia,  1510;  Maguncia,  1729;  Mallorca,  1744. 

99.  Líber  de  investigatione  vestígiorum  productionis  persona- 
rum  dívínarum  o  De  investigatione  actuum  divinarum  rationum. 

Montpellier,  abril  de  1304.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  206;  Longpré,  núm.  24;  Ottaviano, 
-núm.  102 ;  Avinyó,  núm.  129. 

100.  Líber  de  praedestinatione  et  libero  arbitrio.  Montpellier, 
abril  de  1304.  Inédito. 

Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  224 ;  Longpré,  núm.  28 ;  Alós-Moner ; 
Ottaviano,  núm.  107;  Avinyó,  núm.  111. 

101.  Líber  de  Trinitate  in  unitate  permansive  in  essentia  Dei. 

Montpellier,  abril  de  1305?  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  208;  Longpré,  núm.  26;  Ottaviano, 
núm.  106;  Avinyó,  núm.  137;  A.  Gottron,  Uedició  maguntina  de 
R.  Lull  cit.,  pág.  85. 


—  3o6  — 


102.  Liber  de  erroribus  iudaeorum  o,  según  la  rúbrica  del  catá- 
logo de  1310,  Liber  praedicationis  contra  iudaeos.  Barcelona,  agosto 
de  1305.  Inédito. 

Contiene  cincuenta  sermones,  cuyo  objeto  es  confundir,  con  argu- 
mentos, principalmente  a  los  judíos,  y  de  paso  también  a  los  sarracenos. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXIV,  ss.  XXIX,  pág.  252; 
Littré-Hauréau,  núm.  256;  Avinyó,  núm.  113. 

103.  Disputatio  Raymundi  Christiani  et  Hamar  Sarraceni.  Pisa, 
abril  de  1308.  Redactada  en  árabe,  en  Bugía,  y  luego  en  latín  después 
del  naufragio  de  Pisa. 

La  discusión  versa  especialmente  sobre  la  Trinidad  y  la  Encarnación. 
Ediciones:  Valencia,  1510;  Maguncia,  1729. 

104.  Libre  de  Clerecía  (Liber  clericorum  o  Clericus).  Pisa, 
mayo  de  1308. 

Ediciones:  Texto  latino:  París,  1499;  París,  1499,  reimpresión  de 
la  anterior. 

Texto  latino,  paralelamente  con  una  versión  francesa,  Mallorca,  1906. 

105.  Liber  de  centum  signis  Dei.  Pisa,  mayo  de  1308.  Inédito. 
Enumeración  de  cien  símbolos  que  nos  revelan  el  ser  íntimo  de  Dios. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  180;  Longpré,  núm.  31;  Ottaviano, 

núm.  118;  Avinyó,  núm.  124. 

106.  Ars  Dei  o  Ars  divina.  Montpellier,  últimos  de  mayo  de  1308. 
Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  181  ;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos, 
pág.  72;  Longpré.  núm.  32;  Ottaviano,  núm.  119;  Avinyó,  núm.  125. 

107.  De  aequalitate  potentiarum  animae  in  beatitudine.  Mont- 
pellier, noviembre  de  1308.  Inédito. 

Edición:  por  el  P.  Bartolomé  M.a  Xiberta,  O.  Car.,  en  "MisceHánia 
Luí-liana",  Barcelona,  1935,  págs.  160-165. 

108.  Excusatio  Raymundi.  Montpellier,  diciembre  de  1308.  Iné- 
dito. 

Tratado  teológico,  preferentemente  de  la  Trinidad  y  la  Encarnación. 
Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXV,  ss.  XXI,  pág.  272; 
Avinyó,  núm.  131. 


—  3°7 


109.  Liber  de  maiori  agentia  Dei.  Montpellier,  marzo  de  1308. 
Nuevo  intento  de  demostración  racional  de  la  Trinidad  y  la  Encar- 
nación. 

Edición:  por  el  P.  Bartolomé  M.a  Xiberta,  O.  Car.,  en  "MisceHánia 
LuMiana",  cit.,  págs.  147-160. 

110.  Liber  de  convenientia  fidei  et  intellectus  in  obiecto.  Mont- 
pellier, marzo  de  1308. 

Doctrina  de  las  relaciones  entre  la  razón  y  la  fe,  e  imposibilidad  de 
la  teoría  averroísta  de  las  dos  verdades. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

111.  Liber  de  propriis  et  communibus  actibus  divinarum  ratio- 
num.  Montpellier,  abril  de  1308?  Inédito. 

Trata  especialmente  de  la  Trinidad  y  de  la  procesión  de  las  Personas 
divinas. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  207;  Longpré,  núm.  36;  Ottaviano, 
núm.  126;  Avinyó,  núm.  134. 

112.  De  potestate  divinarum  rationum.  Montpellier,  abril 
de  1309. 

Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  5-6, 
Roma,  1929. 

113.  De  nominibus  divinarum  personarum.  Montpellier,  abril 
de  1309. 

Advierte  Avinyó  (núm.  139)  que  este  libro  tiene  el  mismo  incipit  que 
el  Liber  de  Trinitate  in  imitóte  permansive  in  essentia  Dei  (núm.  101). 
¿Se  trata  de  una  misma  obra  con  título  diferente? 

Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  7-8, 
Roma,  1929. 

114.  Liber  de  probatione  quod  in  Deo  sint  tres  personae  et  non 
plures  ñeque  pauciores.  Montpellier,  abril  de  1309. 

Edición :  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Rivista  di  Cultura",  fase.  7-8, 
Roma,  1929. 

115.  Liber  de  ente  infinito.  París,  febrero  de  1309.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  199;  Longpré,  núm.  38;  Ottaviano, 

núm.  136;  Avinyó,  núm.  148. 


—  3o8 


116.  Supplicatio  sacrae  theologiae  professoribus  ac  baccalaureis 
8tudii  Parisiensis.  París,  1310. 

Exposición  de  cuarenta  argumentos  en  favor  de  la  Trinidad  y  la  En- 
carnación, y  ruego  a  los  maestros  parisienses  para  que  los  aprueben. 
Edición:  Maguncia,  1729. 

117.  Liber  de  praedestinationae  et  praescientia.  París,  abril  de 

1310.  Inédito. 

Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  225  ;  Longpré,  núm.  39 ;  Ottaviano, 
núm.  137;  Avinyó,  núm.  149. 

118.  Liber  correlativorum  innatorum.  París,  febrero  de  1310. 
Tratado  de  los  atributos  divinos  y  de  sus  mutuas  relaciones. 
Ediciones:  Valencia,  1512;  Mallorca,  1744. 

119.  Liber  de  divina  unitate  et  pluralitate  (dedicado  a  Felipe 
el  Hermoso).  París,  marzo  de  13 10.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  183;  Longpré,  núm.  41;  Ottaviano, 
núm.  148;  Avinyó,  núm.  162. 

120.  Liber  facilis  scientiae.  París,  junio  de  1311. 
Ediciones:  Maguncia,  1729;  Mallorca,  1746. 

121.  Quaestiones   super  librum  facilis   scientiae.   París,  junio 

de  1311. 

Es  un  apéndice  del  libro  anterior.  Pasqual  supone  que  ambos  fueron 
publicados  en  París,  pero  en  junio  de  1306  (Vind.  Lidl,  t.  I,  cap.  XXIV, 
ss.  XXXIV,  pág.  254). 

Ediciones:  Maguncia,  1729;  Mallorca,  1746. 

122.  De  ostensione  per  quam  fides  catholica  est  probabilis  atque 
demonstrabilis.  París,  1309-1311?  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  216;  Longpré,  núm.  44;  Ottaviano, 

núm.  132;  Avinyó,  núm.  208. 

123.  De  ente  simpliciter  absoluto.  Viena  (de  Francia),  marzo  de 

1312.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  162;  Longpré,  núm.  45;  Ottaviano, 
núm.  162;  Avinyó,  núm.  174. 


-  3°9 


124.  Líber  de  locutione  angelorum.  Montpellier,  mayo  de  1312. 
Inédito. 

En  el  catálogo  de  manuscritos  de  Munich  el  título  es  De  elocutione 
angelorum.  (El  verdadero  título  ¿no  sería  De  locatione  angelorum?) 

Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  241 ;  Longpré,  núm.  46 ;  Ottaviano, 
num.  163;  Avinyó,  núm.  175. 

125.  Líber  dífferentiae  correlativorum  divinarum  dignitatum. 

(Dedicada  a  Federico  II,  rey  de  Sicilia.)  Mallorca,  julio  de  13 12.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  209;  Longpré,  núm.  47;  Ottaviano, 
núm.  164;  Avinyó,  núm.  177. 

126.  De  secretis  sacratissimae  Trinitatis  et  Incarnationis  o  Lí- 
ber de  Trinitate  et  Incarnatione.  Mallorca,  septiembre  de  1312-1313? 
Escrito  en  árabe,  fué  después  traducido  al  catalán  por  el  mismo  Lull. 
Inédito. 

Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  205 ;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálo- 
gos, pág.  50;  Longpré,  núm.  48;  Ottaviano,  núm.  167;  Avinyó,  núm.  189; 
A.  Gottron,  L'edició  maguntina  de  Ramón  Lull,  pág.  86. 

127.  Líber  de  novo  modo  demonstrando  síve  Ars  praedícativa 
magnitudinis.  Mallorca,  septiembre  de  1312. 

Ediciones:  Maguncia,  1729;  Mallorca,  1746. 

128.  Líber  quí  contínet  confessionem.  Mallorca,  1312?  Inédito. 

Bajo  parecidos  títulos  han  sido  atribuidas  a  Lull  diversas  obras  so- 
bre la  confesión.  Parece  seguro  que  en  Mallorca,  y  en  1312,  escribió  el 
Líber  qui  continet  confessíonem,  aunque  Littré-Hauréau,  núm.  245,  du- 
dan de  su  existencia.  En  cambio,  es  apócrifo  el  Liber  de  confessione, 
que  los  mismos  Littré-Hauréau,  advirtiéndolo,  catalogan  con  el  nú- 
mero 244. 

Véanse  :  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos,  pág.  79;  Longpré,  núme- 
ro 50;  Ottaviano,  núm.  169;  Avinyó,  núm.  188. 

129.  Ars  infusa  o  Scíentía  generalis  ad  habendum  certam  cogni- 
tionem  Deí  et  rerum  omníum  creatarum,  infusa  por  gratiam  Sancti 
Spiritus.  Terminada  en  Mallorca,  sin  fecha,  probablemente  en 
1312-1313. 

Edición :  por  S.  Galmés,  en  "Estudis  Universitaris  Catalans",  volu- 
men XVII,  Barcelona,  1932,  págs.  291-301. 


—  %to  — 


130.  Libre  de  virtuts  e  peccats  (Liber  de  virtutibus  et  peccatis  o 
Ars  maior  praedicationis).  Mallorca,  enero  de  1313.  Inédito.  Texto 
catalán  en  [Munich. 

No  hay  que  confundir  esta  obra  con  el  Ars  magna  praedicationis 
(núm.  97).  Es  citada  también  en  los  antiguos  catálogos  con  la  denomina- 
ción de  Libre  de  virtuts  e  vicis  y  Liber  de  vitiis  et  virtutibus. 

Obra  de  carácter  teológico-moral,  que  contiene  sermones  para  ser 
predicados  a  tres  clases  de  gentes :  a  los  ignorantes,  a  los  hombres  de 
ciencia  en  grado  comparativo  y  a  los  hombres  de  ciencia  en  grado  su- 
perlativo. 

Véanse:  Pasqual,  Vivid.  Lull,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  IV-VT,  pági- 
nas 313-315;  Littré,  núm.  247;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos,  pági- 
na- 52.  79  y  80;  Avinyó,  núm.  180. 

131.  Art  abreviada  de  predicar  (Ars  brevis  praedicationis  o  Ars 
abbreviata  praedicandi).  Mallorca,  febrero  de  1313.  Inédito.  Texto 

catalán  en  Munich. 

Como  se  dice  en  el  prólogo,  tiene  por  objeto  resumir  y  a  la  vez  ha- 
cer más  asequible  el  Ars  maior  praedicationis  (núm.  130). 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  VII,  pág.  315; 
Littré-Hauréau,  núm.  248;  A.  Rubio  y  Lluch,  ob.  cit..  pág.  29;  Alós- 
Moner.  Los  catálogos,  pág.  52 ;  J.  Rubio.  Los  códices,  págs.  335-338 ; 
Avinyó,  núm.  181. 

132.  Sermones  de  decem  praeceptis  o  Liber  de  sermonibus  de 
decem  praeceptis.  Mallorca,  1312-1313.  Inédito. 

Esta  obra  comprende  diez  sermones  según  Salzinger,  quien  la  supo- 
ne terminada  en  Mallorca  en  1302.  Alós-Moner  (obra  y  lug.  cits.)  esti- 
ma equivocada  esta  fecha  y — contra  las  lamentaciones  de  Pasqual  y  de 
Littré-Hauréau  (núm.  229)  de  no  haber  visto  dicha  obra — cita  el 
ms.  10495  de  Munich. 

133.  De  septem  sacramentis  Ecclesiae.  Mallorca,  1312  1313.  Iné- 
dito. 

Comprende  esta  obra  siete  sermones  y  está  contenida  en  el  ms.  10495 
de  Munich.  No  hay  que  confundir  esta  obra  con  la  del  ms.  15.450  de 
la  Biblioteca  Nacional  de  París,  que  comienza :  Septem  sunt  Ecclesiae 
sacramenta,  que  es  un  diálogo  entre  un  católico  y  un  infiel,  y  figura  en 
el  catálogo  de  131 1  con  el  título  de  Liber  septem  sacramentorum.  Proba- 
blemente se  trata  de  dos  obras  diferentes. 


—  3ii  — 


Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  III,  pág.  313; 
Littré-Háureau,  núm.  231  ;  Alós-Moner,  obra  y  lug.  cits. ;  J.  Rubió,  obra 
y  lug.  cits.;  Avinyó,  núm.  183. 

134.  Líber  de  septem  donis  Spiritus  Sancti.  Mallorca,  1312  1313 
Inédito. 

Colección  de  sermones. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVII,  ss.  XIII,  pág.  318; 
Littré-Hauréau,  núm.  232;  Avinyó,  núm.  184. 

135.  Expositio  super  Pater  Noster.  Mallorca,  1312-1313.  Inédito. 
Colección  de  ocho  sermones. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  IIT,  pág.  313; 
Littré-Hauréau,  núm.  233;  Avinyó,  núm.  185. 

136.  Expositio  super  Ave  Maria.  Mallorca,  1312-1313.  Inédito. 
Colección  de  siete  sermones. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  III,  pág.  313; 
Littré-Hauréau,  núm.  234;  Avinyó,  núm.  186. 

137.  Liber  de  operibus  misericordiae.  Mallorca,  1312-1313.  Iné- 
dito. 

Colección  de  sermones,  en  la  cual  se  alude  al  Ars  maior  praedica- 
tionis. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVIII,  ss.  VIII,  pág.  315; 
Littré-Hauréau,  núm.  236;  Avinyó,  núm.  187. 

Es  de  advertir  que,  en  el  ms.  10.495  de  Munich  antes  citado,  el  Liber 
de  virtutibus  et  peccatis  o  Ars  maior  praedicationis  (núm.  130)  va  acom- 
pañada de  las  obras  núms.  131,  132,  133,  134,  135,  136  y  137,  forman- 
do una  compilación  de  182  sermones. 

138.  De  adventu  Messiae.  Sin  lugar  ni  fecha.  Es  posterior  al 
Liber  contra  Antichristum  (núm.  83),  que  es  el  único  que  se  cita. 

Discusión  entre  un  teólogo  judío  y  un  teólogo  cristiano  acerca  de  la 
Trinidad  y  la  Encarnación  y  sobre  la  base  de  las  dignidades  divinas. 

Ediciones:  por  el  Dr.  Ottaviano,  fragmentaria,  en  "Estudis  Univer- 
sitaris  Catalans",  Barcelona,  enero-junio  1929;  por  E.  Longpré,  en  ex- 
tracto, en  "MisceHánia  Lulliana",  Barcelona,  1935,  págs.  382-384. 

139.  Liber  per  quem  poterit  cognosci  quae  lex  sit  magis  bona> 


—   312  — 


magis  magna  et  magis  vera  o  Quae  lex  sit  melior,  maior  et  verior. 

Mallorca,,  febrero  de  1312.  Inédito. 

Pasqual  presenta  esta  obra  con  el  segundo  título.  Littré-Hauréau,  en 
vista  de  algunas  discrepancias  entre  los  manuscritos,  creen  que  la  obra 
pudo  ser  compuesta  originariamente  en  catalán  y  vertida  luego  al  latín 
por  dos  diversos  traductores.  Jorge  Rubio  se  inclina  a  identificar  esta 
obra  con  el  Líber  de  sex  syllogismis. 

Manual  de  apologética  popular  para  uso  de  los  mercaderes  y  nave- 
gantes que  están  en  contacto  con  los  sarracenos  de  Africa. 

Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXVL  ss.  IX,  pág.  316; 
Littré-Hauréau,  núm.  219;  Longpré,  núm.  52;  Ottaviano,  núm.  171; 
Avinyó,  núm.  190;  J.  Rubio,  La  transmissió  manuscrita  de  l'opus  lulliá, 
en  "Franciscalia"  cit.,  págs.  345-346. 

140.  Liber  de  virtute  veniali  atque  vitali  et  de  peccatis  venia- 
libus  et  mortalibus.  Mallorca,  abril  de  1313.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  250;  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálo- 
gos, pág.  51 ;  Longpré.  núm.  54;  Ottaviano,  núm.  173;  Avinyó,  núm.  191. 

141.  Libre  de  consolació  d'ermitá  (Liber  de  consolatione  eremí- 
tica). Mesina,  agosto  de  1313. 

Parecido  por  su  asunto  y  su  intención  al  Desconhort  (núm.  237  ). 

Ediciones : 

Texto  catalán:  por  P.  Barnils  y  Giol,  en  "Boletín  de  la  Real  Acade- 
mia de  Buenas  Letras",  Barcelona,  191 1.  t.  VI.  págs.  184-195;  por 
M.  Sponer,  en  "Miscellánia  LuHiana",  Barcelona,  1935,  págs.  341-372. 

Texto  latino:  por  R.  de  Alós-Moner,  El  manuscrito  Ottoboniano  lat. 
405,  Madrid.  1914.  págs.  1 14-127. 

142.  Liber  de  defínitionibus  Dei.  Mesina,  septiembre  de  1313. 

Inédito. 

Véanse:  Longpré,  núm.  57;  Ottaviano.  núm.  176;  Avinyó.  núm.  195. 

143.  Liber  de  accidente  et  substantia  o  Liber  de  accidente  et 
substantia  per  novum  modum  o  Liber  de  venatione  Trinitatis  per 
substantiam  et  accidens.  Mesina,  octubre  de  1313. 

Ediciones:  Valencia,  15 10;  Mallorca,  174A. 

144.  De  ente  absoluto.  Mesina,  octubre  de  1313.  Inédito. 


—  313  — 


Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  202 ;  Longpré,  núm.  59-1 ;  Ottavia- 
no, núm.  178;  Avinyó,  núm.  197. 

145.  De  actu  maiori.  Mesina,  octubre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  238;  Longpré,  núm.  59-2;  Ottavia- 

no,  núm.  179;  Avinyó,  núm.  198. 

146.  De  divinis  dignitatibus  infínitis  et  benedictis.  Mesina,  oc- 
tubre de  1313.  Inédito. 

Véanse:  Longpré,  núm.  59-3;  Ottaviano,  núm.  180;  Avinyó,  núme- 
ro 196. 

147.  Líber  propter  bene  intelligere,  diligere  et  possiñcare.  Me- 
sina, octubre  de  1313.  Inédito. 

Véanse:  J.  Rubio,  Los  códices,  pág.  321  ;  Longpré,  núm.  59-4;  Otta- 
viano, núm.  181  ;  Avinyó,  núm.  201. 

148.  De  scientia  perfecta.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  159;  Longpré,  núm.  59-5;  Ottavia- 
no, núm.  183 ;  Avinyó,  núm.  207. 

149.  De  infinita  et  ordinata  potestate.  Mesina,  noviembre  de 
1313.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  188;  Longpré,  núm.  59-6;  Ottavia- 
no, núm.  185 ;  Avinyó,  núm.  210. 

150.  Liber  de  minori  loco  ad  maiorem.  Mesina,  noviembre  de 
131 3.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  156;  Longpré,  núm.  59-7;  Ottavia- 
no, núm.  186;  Avinyó,  núm.  209. 

151.  De  infinito  esse.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau.  núm.  204;  Longpré,  núm.  59-8;  Ottavia- 
no, núm.  187;  Avinyó,  núm.  203. 

152.  De  Trinitate  trinissima.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  210;  Longpré,  núm.  59-9;  Ottavia- 
no, núm.  188;  Avinyó,  núm.  202. 

153.  De  sanctitate  Dei.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 


—  3'4  — 


Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  187;  Longpré,  núm.  59-10;  Ottavia- 
no,  núm.  189;  Avinyó,  núm.  204. 

154.  De  divina  unitate.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos,  pág.  84;  Longpré,  núme- 
ro 59-6;  Ottaviano,  núm.  190;  Avinyó,  núm.  206. 

155.  De  inventione  Dei.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  155;  Longpré,  núm.  59-12;  Ottavia- 

no,  núm.  184;  Avinyó,  núm.  205. 

156.  De  divina  natura.  Mesina,  diciembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  190;  Longpré,  núm.  59-13;  Ottavia- 
no, núm.  192 ;  Avinyó,  núm.  212. 

157.  De  essentia  et  esse  Dei.  Mesina,  noviembre  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  189;  Longpré.  núm.  59-14;  Ottavia- 
no, núm.  191;  Avinyó,  núm.  211. 

158.  De  concordantia  et  contrarietate.   Mesina,  diciembre  de 

1313.  Inédito. 

Sobre  los  dogmas  de  la  Trinidad  y  de  la  Encarnación. 
Véanse:  Littré-Hauréau.  núm.  221;  Longpré.  núm.  59-15;  Ottavia- 
no,  núm.  193  ;  Avinyó,  núm.  213. 

159.  De  Deo  maiore  et  minore.  Mesina,  enero  de  1313  (1314, 

según  el  cómputo  actual).  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau.  núm.  192;  Longpré,  núm.  59-16;  Ottavia- 
no, núm.  196;  Avinyó,  núm.  218. 

160.  De  potestate  pura.  Mesina,  enero  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  198;  Longpré,  núm.  59-17;  Ottavia- 
no, núm.  197;  Avinyó,  núm.  216. 

161.  De  intelligere  Dei.  Mesina,  enero  de  1313.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  191:  Longpré.  núm.  59-18;  Ottavia- 
no, núm.  198;  Avinyó,  núm.  217. 

162.  De  volúntate  Dei  infinita  et  ordinata.  Mesina,  enero  de 

3313.  Inédito. 


Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  193;  Longpré,  núm.  59-19;  Ottavia- 
no,  núm.  200;  Avinyó,  núm.  219. 

163.  De  iustitia  Dei.  Mesina,  enero  de  1313.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  194;  Longpré,  núm.  59-20;  Ottavia- 
no,  núm.  199;  Avinyó,  núm.  222. 

164.  De  fine  et  maioritate.  Mesina,  febrero  de  1313.  Inédito. 
Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  243 ;  Longpré,  núm.  59-21 ;  Ottavia- 

no,  núm.  202;  Avinyó,  núm.  221. 

165.  De  vita  divina.  Mesina,  febrero  de  1313.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  178;  Longpré,  núm.  59-22;  Ottavia- 

no,  núm.  201 ;  Avinyó,  núm.  223. 

166.  Liber  de  perfecto  esse.  Mesina,  marzo  de  1313.  Inédito. 
Véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  203 ;  Longpré,  núm.  59-23 ;  Ottavia- 

no,  núm.  206  ;  Avinyó,  núm.  224. 

167.  De  obiecto  finito  et  infinito.  Mesina,  marzo  de  1314.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  154;  Longpré,  núm.  59-24;  Ottavia- 

no,  núm.  204;  Avinyó,  núm.  225. 

168.  De  divina  memoria.  Mesina,  marzo  de  1314.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  195;  Longpré,  núm.  59-25;  Ottavia- 

no,  núm.  205 ;  Avinyó,  núm.  226. 

169.  Liber  de  multiplicatione  quae  fit  in  essentia  Dei  per  divi- 
nam  Trinitatem.  Mesina,  abril  de  1314.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  211;  Longpré,  núm.  59-26;  Ottavia- 
no,  núm.  208;  Avinyó,  núm.  228. 

170.  De  perseitate  Dei.  Mesina,  abril  de  1314.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  179;  Longpré,  núm.  59-27;  Ottavia- 

no,  núm.  207 ;  Avinyó,  núm.  227. 

171.  De  civitate  mundi  (y,  siendo  un  fragmento  del  mismo,  el 
Liber  de  consilio  divinarum  dignitatum,  que  se  daba  como  un  libro 
separado).  Mesina,  mayo  de  13 14.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  163;  R.  de  Alós-Moner,  Los  cátalo- 


-  316  - 


gos,  lug.  cit. ;  Longpré,  núm.  59-28 ;  Ottaviano,  núm.  209 ;  Avinyó,  nú- 
mero 229. 

172.  De  agentia  maiore.  Túnez,  septiembre  de  1315. 
Edición',  por  el  Dr.  Ottaviano,  en  "Estudis  Universitaris  Catalans", 

val.  14,  Barcelona,  enero-junio  de  1929. 

173.  Liber  de  Deo  et  mundo.  Túnez,  diciembre  de  1315.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  196;  Longpré,  núm.  60;  Ottaviano, 
núm.  214;  Avinyó,  núm.  238. 

174.  Liber  de  maiori  fine  intellectus,  amoris  et  honoris.  Túnez, 

diciembre  de  1315.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  146;  Longpré,  núm.  61;  Ottaviano, 
núm.  215;  Avinyó,  núm.  239. 

175.  De  fide  catholica  contra  Sarracenos.  Túnez,  1315.  Inédito. 

;Es  tal  vez  un  extracto? 

Véanse:  Golubovich,  ob.  cit.,  pág.  398;  Longpré,  núm.  61-1  ;  Otta- 
viano, núm.  224. 

176.  Quaestio  quae  claruit  palam  Sarracenis  in  Bugia.  Sin  lugar 

ni  fecha.  Inédito. 

;Es  sólo  un  extracto? 

Véanse:  Golubovich,  ob.  cit,  pág.  398;  Longpré,  núm.  61-2;  Otta- 
viano, núm.  225. 

177.  De  lege  Sarracenorum  et  Mahometi.  Sin  lugar  ni  fecha. 

Inédito. 

¿  Es  sólo  un  extracto  ? 

Véanse:  Golubovich,  ob.  cit.,  pág.  398;  Longpré,  núm.  61-3;  Otta- 
viano, núm.  226. 

178.  Liber  de  Deo  et  suis  qualitatibus  infinitis.  Sin  lugar  ni  fe- 
cha. Inédito. 

Véanse:  R.  de  Alós-Moner,  Los  catálogos,  pág.  65;  Longpré,  núme- 
ro 61-4;  Ottaviano,  núm.  228;  Avinyó,  núm.  231. 


—  317  — 


V .    Obras  antiaverroístas. 

179.  Líber  de  potentia,  obiecto  et  actu.  Roma,  entre  1293 
y  1290  (106). 

Obra  de  carácter  filosófico,  que  se  creía  perdida.  El  Dr.  Ottaviano  la 
ha  hallado  en  un  manuscrito  de  la  Biblioteca  Nacional  "Víctor  Manuel" 
de  Roma,  formando  parte  de  un  conjunto  de  catorce  obras  lulianas,  nue- 
ve de  ellas  acentuadamente  antiaverroístas,  y  además  ha  dado  un  ex- 
tracto en  su  estudio  II  perduto  "Líber  de  potentia,  obiecto  et  actu",  etc., 
cit.,  inserto  en  "MisceHánia  LuHiana",  cit.,  págs.  97-108. 

180.  Declaratio  Raymundi  per  modum  dialogi  edita  o  Liber  con- 
tra errores  Boetii  et  Sigerii.  París,  22  de  febrero  de  1297. 

Comentario  sobre  las  219  proposiciones  condenadas  en  1277  por  el 
obispo  de  París,  E.  Tempier. 

Edición:  por  O.  Keicher,  en  "Beitráge  zur  Geschichte  der  Philoso- 
phie  des  Mittelalters",  vol.  VII,  Münster,  1909,  págs.  94-221. 

181.  Liber  de  fallaciis  quas  non  credunt  faceré  aliqui  qui  cre- 
dunt  esse  philosophantes  contra  purissimum  actum  Dei.  París,  octu- 
bre de  1308.  Inédito. 

Impugna  trece  especies  de  sofismas  averroístas. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  150;  Keicher,  ob.  cit.,  págs.  59-61; 
Longpré,  núm.  6;  Ottaviano,  núm.  122;  Avinyó,  núm.  155. 

182.  Ars  mixtiva  theologiae  et  philosophiae.  París,  noviembre 

de  1309.  Inédito. 

Defensa  de  la  Trinidad  contra  el  averroísmo. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  172;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  59;  J.  Ru- 
bio, Los  códices,  págs.  319-330;  Longpré,  núm.  2;  Ottaviano,  núm.  130; 
Avinyó,  núm.  144. 

183.  De  naturali  modo  intelligendi.  París,  mayo  de  1310.  Inédito. 
Sobre  el  problema  del  conocimiento  y  la  cuestión  de  la  creación  del 

mundo;  acuerdo  de  la  filosofía  con  la  teología. 

(106)  Asignamos  estos  lugar  y  fecha,  teniendo  en  cuenta:  que  en  el  explicit  se 
lee:  "Raimundus  hunc  librum  in  civitate  Romana  finivit";  2.0,  que  en  dicha  obra  se 
sigue  el  modo  de  la  Taula  general  ("tenebimus  modum  tabulae  generalis  et  principiorum 
illius"),  la  cual  fué  terminada  en  1293;  y  3.0,  que  desde  esta  última  fecha  hasta  1296, 
Lull  estuvo  de  paso  o  permaneció  en  Roma. 


-  3i3  - 


Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  145;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  59;  Long- 
pré,  núm.  3;  Ottaviano,  núm.  139;  Avinyó,  núm.  150. 

184.  Líber  reprobationis  aliquorum  errorum  Averrois.  París,  ju- 
lio de  1310.  Inédito. 

Especialmente  contra  la  tesis  de  la  unicidad  del  intelecto. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  165;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  53;  Long- 
pré,  núm.  4;  Ottaviano,  núm.  140;  Avinyó,  núm.  153. 

185.  Líber  de  possibili  et  impossibili  (dedicado  a  Felipe  el  Her- 
moso). París,  octubre  de  1310.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  157;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  56;  Long- 
pré,  núm.  5  ;  Ottaviano,  núm.  141  ;  Avinyó,  núm.  144. 

186.  Líber  contradíctionis  o  Liber  de  centum  syllogismis.  París, 
febrero  de  13 10. 

Crítica  de  44  proposiciones  averroizantes. 
Edición :  Mallorca,  1746. 

187.  Liber  de  syllogismis  contradictoriis.  París,  febrero  de  1310. 
Inédito. 

Es  continuación  del  anterior. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  149;  Longpré,  núm.  10;  Ottaviano, 
núm.  147;  Avinyó,  núm.  158. 

188.  Disputatio  Raymundi  et  averroistae.  París,  comienzos  de 
131 1  ?  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  166;  Longpré,  núm.  7;  Ottaviano,  nú- 
mero 143.  Avinyó  (núm.  156)  estima  que  este  libro  y  el  Liber  de  efficien- 
te  et  effectu  (núm.  191)  son  una  misma  obra;  pero  es  de  notar  que  el 
incipit  es  diferente. 

189.  Liber  lamentationis  philosophiae,  Duodecim  principia  phi- 
losophiae,  Expostulatio  philosophiae  in  averroistas.  París,  febrero 

de  1311. 

La  Filosofía  se  lamenta,  en  presencia  de  Felipe  el  Hermoso,  de  que 
los  averroistas  la  separen  de  la  Teología. 

Ediciones:  París,  1516;  París.  1518;  Estrasburgo,  1598;  Mallorca. 
1606;  Estrasburgo.  1609:  Estrasburgo.  1617;  Estrasburgo,  1651  ;  Ma- 
llorca, 1745. 


—  3^9  - 


190.  Sermones  contra  averroístas.  París,  abril  de  1311.  Inédito. 
Súplica  a  la  Universidad  de  París  y  al  rey  de  Francia  contra  el  ave- 

rroísmo. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  164;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  54;  Long- 
pré, núm.  11;  Ottaviano,  núm.  149;  Avinyó,  núm.  158. 

191.  Líber  de  efficiente  et  effectu.  París,  mayo  de  1311. 
Dios  es  a  la  vez  causa  final  y  eficiente  del  mundo. 
Edición:  Mallorca,  1745. 

192.  Líber  de  Deo  ignoto  et  mundo  ignoto.  París,  junio  de  1311. 
Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  184;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  56;  Long- 
pré,  núm.  13;  Ottaviano,  núm.  152;  Avinyó,  núm.  164. 

193.  Líber  de  forma  Dei.  París,  julio  de  1311.  Inédito. 
Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  182;  Longpré,  núm.  14;  Ottaviano, 

núm.  153;  Avinyó,  núm.  165. 

194.  Líber  de  existentia  et  agentia  Dei.  París,  agosto  de  1311. 
Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  185;  Keicher,  ob.  cit.,  pág.  56;  Long- 
pré, núm.  15;  Ottaviano,  núm.  154;  Avinyó,  núm.  166. 

195.  Líber  de  quaestione  valde  alta  et  profunda.  París,  agosto 

de  131 1.  Inédito. 

Resolución  de  las  objeciones  hechas  contra  el  dogma  católico.  Trata- 
do muy  característico  de  apologética  luliana  contra  la  teoría  de  las  dos 
verdades. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  217;  Keicher,  ob.  cit.;  Longpré,  nú- 
mero 16;  Ottaviano,  núm.  155;  Avinyó,  núm.  167. 

196.  Líber  in  quo  declaratur  quod  fídes  sancta  catholica  est  ma- 
gia probabilis  quam  improbabilis.  París,  agosto  de  1310.  Inédito. 

Littré-Hauréau  (núm.  79)  hallan  esta  obra  en  el  ms.  16.111  de  la 
Biblioteca  Nacional  de  París,  que  comienza :  Aliqui  christiani  et  magni 
in  scientia  nominati,  y  tiene  por  explicit :  Ad  laudem  et  honorem  Domini 
finivit  Raymundus  istum  librum  Parisius,  anno  13 10,  mense  augusti,  y 
citan  de  este  tratado  una  edición  de  París,  1578.  Rogent-Durán  (Biblio- 
grafía de  les  impressions  luí- lian  es  cit.,  núms.  32  y  40,  págs.  30,  39  y  40) 


—   320  — 


afirman  que  esta  edición  es  exactamente  una  reimpresión  de  una  de  las 
dos  versiones  latinas  del  Libre  deis  articles  de  la  fe,  terminado  por  Lull 
en  Anagni,  en  junio  de  1296  (núm.  87),  hecha  sobre  la  edición  de  Colo- 
nia, 1509;  y  contra  el  parecer  de  Littré-Hauréau,  sostienen  que  dicha 
versión  latina  del  Libre  deis  articles  de  la  fe,  aun  en  la  hipótesis  de  te- 
ner el  mismo  incipit,  no  puede  ser  identificada  con  el  presente  tratado. 

197.    Líber  de  ente,  quod  simpliciter  per  se  est  existens  et  agens. 

París,  septiembre  de  131 1.  Inédito. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  200;  Keicher,  ob.  cit,  pág.  55;  Long- 
pré,  núm.  18;  Ottaviano,  núm.  157;  Avinyó,  núm.  169. 


VI.    Obras  místicas. 

198.  Libre  de  oracions  e  conternplacions  del  enteniment  (Liber 
de  orationibus  et  contemplationibus  intellectus).  Mallorca,  hacia 
1276.  Inédito. 

Es  un  pequeño  resumen  de  contemplaciones  mejor  que  de  oraciones, 
en  el  que  el  entendimiento  "se  esfuerza  con  todas  sus  potencias  en  subir 
para  entender  las  dignidades  de  su  creador". 

Ediciones : 

Texto  catalán :  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1935. 
Versión  valenciana:  por  J.  Bonllabí,  Valencia,  1525. 

199.  Libre  de  amic  e  amat  (Liber  amici  et  amati).  Mallor- 
ca, 1276- 1278? 

Forma  parte  del  Blanquerna  (núm.  226),  pero  ha  sido  publicado  se- 
paradamente, y  es  la  joya  más  preciada  de  la  mística  luliana. 

Ediciones : 

Jexto  catalán:  Mallorca,  1904;  Barcelona,  1927;  Barcelona,  1935. 
Texto  latino:  París,  1505;  Alcalá,  1517;  París,  1585;  Roan,  1632. 
Versiones  castellanas:   Mallorca,   1749;  Mallorca,   1760;  Madrid, 

in- 
versiones francesas:  París,  1586;  París,  1632;  París,  1645. 
Versiones  francesas  modernas:  Ginebra,  1890;  por  Marius  André 

(Bruselas,  1897  y  París,  1921) ;  por  A.  de  Barrau  y  Max  Jacob  (París, 

I9I9)  J  Por  G.  Etchegoyen  (en  "Etudes  Franciscaines",  vols.  45  y  46, 

I933-i934). 


—   32  1  — 


Versiones  italianas :  por  E.  Melé  (Lanciano,  1932) ;  por  el  P.  Umile 
ád.  Genova  (Génova,  1932). 

Versión  inglesa :  por  E.  Allison  Peers,  Londres,  1923. 

200.  Art  de  contemplado.  Incluido  en  el  Blanquerna  (núm.  226), 
ha  sido  publicado  separadamente. 

Tratado*  sobre  el  arte  y  método  de  contemplar. 

Ediciones:  fragmentaría,  por  Probst,  en  apéndice  a  su  obra  citada, 
Toulouse,  1912,  págs.  329-332;  íntegra,  por  el  mismo,  en  La  mystique 
de  Ramón  Lull  et  V  Art  de  contemplado  (Beitráge  zur  Geschichte  der 
Philosophie  des  Mittelalters,  XIII,  H.  2-3,  Münster,  1914). 

Versión  inglesa:  por  Fr.  Lejau  Frost,  Baltimore,  1903;  por  E.  Alli- 
son Peers,  Londres,  1925. 

201.  Art  amativa  (Ars  amativa  boni).  Montpellier,  1290. 
Filosofía  del  amor  construida  según  las  reglas  del  Arte  general.  Lull 

se  proponía  traducirlo  al  latín  y  al  árabe. 
Ediciones : 

Texto  catalán :  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1933. 
Texto  latino:  Maguncia,  1737. 

202.  Arbre  de  filosofía  desiderat  (Arbor  philosophiae  desidera- 
tae).  Dedicada  a  su  hijo.  Montpellier,  hacia  1290. 

Es  un  esbozo  de  Arte  memorativa  y  ciencia  para  amar  a  Dios 
Ediciones : 

Texto  catalán:  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1933. 
Texto  latino  :  Maguncia,  1737. 

203.  Libre  de  Sancta  María  (Líber  de  laudíbus  B.  Mariae). 

Montpellier,  1290  o  1291. 
Ediciones : 

Texto  catalán:  por  Pijoán,  Barcelona,  1905;  Mallorca,  1915. 
Texto  latino  :  París,  1494;  París,  1499;  París,  1499,  reimpresión  de 
la  anterior. 

Versión  castellana:  Mallorca,  1755. 

204.  Flors  d'amor  (Flores  amorís  et  intellígentíae).  Nápo- 
les,  1294. 

Tratado  místico  muy  característico  de  Lull  en  el  que  se  mezclan  los 


—   322  — 


procedimientos  silogísticos  con  las  metáforas  y  las  alegorías  trovado- 
rescas. 

Ediciones : 

Texto  catalán :  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1935. 
Texto  latino:  Maguncia,  1737. 

205.  Contemplatio  Raymundi  o  Líber  de  decem  modis  contem- 
plará i  Deum.  París,  1297. 

Tratado  a  la  vez  místico  y  apologético,  escrito  con  arreglo  al  Art  in- 
ventiva (núm.  26)  y  a  la  Taula  general  (núm.  29),  que  Lull  somete  al 
examen  de  los  doctores  de  París. 

Esta  obra  forma  una  unidad  con  la  obra  siguiente. 

206.  Liber  quomodo  contemplatio  transit  in  raptum. 

Escrita  expresamente  por  Lull  para  complementar  la  obra  anterior. 
De  ahí  que  ambas  figuren  como  separadas  en  los  catálogos. 

Edición :  S.  Galmés  ha  publicado  las  dos  obras  con  el  título  genérico 
de  Contemplatio  Raymundi  (Mallorca,  1935). 

207.  Arbre  de  filosofía  d'amor   (Arbor  philosophiae  amoris). 

Dedicado  a  Felipe  el  Hermoso  y  a  la  reina  Juana  de  Navarra.  París, 
octubre  de  1298. 

Libro  de  una  gran  ternura  en  el  que  Lull,  decepcionado,  intenta  al- 
canzar por  la  vía  del  amor  lo  que  no  ha  podido  conseguir  con  el  enten- 
dimiento sólo. 

Ediciones : 

Texto  catalán :  Mallorca,  1901 ;  Mallorca,  1935. 

Texto  latino:  París,  1516;  Maguncia,  1737. 

Versión  inglesa:  por  E.  Allison  Peers,  Londres,  1926. 

208.  Libre  de  oracions  (Liber  de  tredecim  orationibus).  Barce- 
lona, posterior  a  octubre  de  1299. 

Es  un  arte  de  orar. 

Ediciones.  Texto  catalán:  Mallorca,  1901  ;  Mallorca,  1935. 

209.  Compendiosa  contemplatio.  Comenzada  en  el  mar,  durante 
la  travesía  de  Mallorca  a  Sicilia,  y  terminada  en  Mesina  en  mayo  de  1313. 

Está  dividida  en  dos  partes  que  versan,  respectivamente,  sobre  la 
contemplación  de  la  Trinidad  y  de  la  Encarnación. 
Edición:  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1935. 


—  323  ~ 


VIL    Obras  pedagógicas. 

210.  Libre  del  Orde  de  Cavalleria.  Mallorca,  1275  ? 

Doctrinal  del  perfecto  caballero  cristiano  medieval.   Esta  obra  ha 
ejercido  gran  influencia  en  la  literatura  española. 
Ediciones : 

Texto  catalán:  por  M.  Aguiló,  Barcelona,  1879;  por  J.  R.  de  Luan- 
co,  ed.  catalano-castellana,  R.  Academia  de  Buenas  Letras,  Barcelona, 
1901  ;  Mallorca,  1906,  a  la  que  sigue  una  antigua  versión  francesa. 

Versión  inglesa,  hecha  sobre  una  versión  francesa,  por  W.  Caxton, 
Londres,  1926. 

211.  Doctrina  pueril.  Dedicada  a  su  hijo.  Mallorca,  1278? 
Cuadro  ideal  de  la  educación,  según  Lull. 

Ediciones : 

Texto  catalán :  (adaptado  a  la  lengua  usual  mallorquína)  Mallorca, 
1736 ;  por  M.  Obrador,  Mallorca,  1906 ;  por  M.  Obrador,  Barcelona,  1907 ; 
por  R.  de  Alós-Moner,  fragmentaria,  en  "Franciscalia",  Barcelona,  1928, 
páginas  1-13. 

Versión  castellana:  Salamanca,  1742. 

212.  Proverbis  de  Ramón  o  Libre  de  Proverbis  (Liber  prover- 
biorum).  Roma,  1296  (107). 

Continuación  y  complemento  del  "Arbre  exemplifical"  del  Arbre  de 
S ciencia  (núm.  2),  siguiendo  la  doctrina  de  la  Taula  general  (núm.  29). 
La  obra  contiene  tres  partes:  i.a  proverbios  teológicos;  2.a  proverbios 
naturales ;  3.a  proverbios  morales. 

Ediciones : 

Texto  catalán :  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1928. 

Texto  latino  :  Barcelona,  1493;  Venecia,  1507;  Valencia,  1510;  Pa- 
rís, 1516;  Mallorca.  1735;  Maguncia,  1737;  Mallorca,  1738. 

213.  Libre  de  mil  proverbis.  Mallorca,  1302. 
De  carácter  más  popular  que  la  colección  anterior. 
Ediciones : 

Texto  catalán  y  versión  latina:  Mallorca,  1746. 


(107)  Sobre  la  fecha  asignada  a  esta  obra,  véase  a  S.  Galmés,  prólogo  al  vol.  XIV 
de  las  "Obres  de  Ramón  Lull"  (Mallorca,  1928),  dedicado  a  los  Proverbios,  pág.  VIII. 


—  324  — 


Texto  catalán :  por  J.  Rosselló,  con  versión  castellana,  Mallorca. 
1901 ;  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1928. 

Versión  castellana:  por  F.  Sureda  Blanes,  en  "Nueva  Biblioteca  Fi- 
losófica", vol.  66,  Madrid,  1933. 

214.  Liber  de  consilio.  Montpellier,  marzo  de  1303.  Inédito. 

Preceptos  sobre  el  arte  de  gobernar. 

Véanse:  Littré-Hauréau,  núm.  220:  Longpré.  núm.  5;  Ottaviano. 
núm.  100;  Avinyó,  núm.  106. 

215.  Ars  consilii.  Túnez,  julio  de  1315.  Escrito  primero  en  árabe. 
Versa  sobre  e1  mismo  asunto  que  el  anterior,  aplicando  su  Arte  ge- 
neral. 

Edición.  Texto  latino:  por  el  Dr.  José  Rius.  en  "Miscel -lánia  Lul- 
liana".  Barcelona,  1935.  págs.  263-298. 

VIII.    Obras  sobre  la  cruzada  y  las  misiones. 

216.  De  epístola  Summo  Pontifici  pro  recuperatione  Terrae 
Sanctae,  denominada  también  Liber  de  conquisitione  Sancti  Sepul- 
chri  y  De  modo  convertendi  infideles  et  recuperandi  Terram  Sanctam. 

Roma,  1290.  Inédito. 

Mencionada  esta  obra,  con  el  primer  título,  en  el  suplemento  al  ca- 
tálogo de  131 1. 

Es  un  memorial  presentado  al  Papa  Nicolás  IV  en  la  citada  fecha. 
Véanse:  Pasqual,  Vind.  Lull,  t.  I,  cap.  XTX,  ss.  XV,  pág.  187;  Avi- 
nyó. núm.  49. 

217.  Petitio  Raymundi  pro  conversione  infidelium  ad  Coelesti- 

num  V.  Ñapóles,  1294. 

Se  inserta  generalmente  al  final  del  Liber  de  quinqué  sapientibus  (nú- 
mero 86). 

Ediciones:  Maguncia,  1722;  reproducida  íntegramente  por  Pasqual 
en  Vind.  Lull.,  t.  I,  cap.  XXI,  ss.  XVI,  págs.  207-208. 

218.  Petitio  pro  conversione  infidelium,  Roma,  1295-1296. 
Dirigida  al  Papa  Bonifacio  VIII,  como  muestran  las  primeras  pala- 
bras: Advertat  sanctitas  vestra,  sanctissime  pater,  domine  Bonifaci  papa. 

Edición  -  por  H.  Wieruszowski,  en  "Miscel -lánia  Lul  liána",  Barce- 
lona, 1935,  págs.  416-419. 


—  325  — 


219.  Epistolae.  Escritas,  según  Marténe  y  Durand,  hacia  1300. 

Tres  cartas  dirigidas  respectivamente  al  rey  de  Francia  Felipe  el  Her- 
moso, a  la  Universidad  de  París  y  a  un  amigo,  encaminadas  a  promover 
la  fundación  de  colegios  de  lenguas  orientales. 

Edición :  por  Marténe  y  Durand,  en  Thesaurus  novus  anecdotorum, 
París,  1717,  t.  I,  págs.  3I5-31;- 

220.  Liber  de  fine.  Montpellier,  abril  de  1305. 

Proyecto  grandioso  de  realización  de  un  Imperio  espiritual  cristiano, 
basado  a  la  vez  en  efl  empleo  de  las  armas  materiales  y  de  las  espiritua- 
les, a  saber  el  Arte  general  y  las  Artes  derivadas,  que  son  las  que  llevan 
a  la  paz  y  la  concordia. 

Ediciones:  Mallorca,  1665;  reproducida  «parcialmente  por  A.  Got- 
tron,  en  Ramón  Lulls  Kreuzzugsideen,  Berlín,  1912,  págs.  65-93. 

221.  Liber  de  acquisitione  Terrae  Sanctae.  Montpellier,  marzo 
de  1309. 

Edición :  por  E.  Longpré,  en  "Criterion",  fase.  10,  Barcelona,  1927, 
págs.  265-278. 

222.  Liber  natalis  o  De  natali  pueri  parvuli  Christi  lesu.  París, 
diciembre  de  1310  (131 1,  según  el  cómputo  actual). 

Libro  delicioso  en  el  que  Lull  propone  a  Fdipe  el  Hermoso  la  fun- 
dación de  colegios  orientales,  la  fusión  de  todas  las  Ordenes  militares 
en  una  sola  para  la  realización  de  la  Cruzada  y  la  proscripción  del  ave- 
rroísmo. 

Ediciones:  París,  1499;  París,  1499  (reproducción  de  la  anterior), 
ambas  por  J.  Lefévre  d'Etaples.  Su  texto  difiere  bastante  del  original 
que  se  guarda  en  París. 

Sobre  este  original  véanse :  Littré-Hauréau,  núm.  53 ;  Golubovich, 
ob.  cit.,  págs.  386-388;  Gottron,  ob.  cit,  págs.  40-43. 

223.  Disputatio  clerici  et  Raymundi  phantastici  o  Phantasticus. 

En  camino  de  París  a  Viena  de  Francia,  septiembre  de  131 1.  Texto  ca- 
talán, inédito,  en  Mallorca. 

Diálogo  vivo  e  interesante  a  la  vez  que  satírico,  en  el  que  Lull  expo- 
ne sus  proyectos  de  Cruzada  espiritual. 

Ediciones.  Texto  latino :  París,  1499  (reproducción  de  la  anterior,  con 
ligeras  variantes),  ambas  por  J.  Lefévre  d'Étaples;  por  Marianus  Müller, 


—  326  — 


O.  F.  M.,  Leipzig,  1935,  en  la  revista  "Wissenschaft  und  Weisheit", 
págs.  311-324. 

224.  Petitio  Raymundi  in  concilio  generali  ad  acquirendam  Te- 
rram  Sanctam.  Viena  (de  Francia),  1311. 

Memorial  de  diez  capítulos  de  proyectos  y  reformas  dirigidos  al  Con- 
cilio ecuménico  celebrado  en  dicha  ciudad. 

Edición:  por  H.  Wieruszowski,  en  "MisceHánia  LuHiana",  cit.,  pá- 
ginas 419-425. 

225.  Liber  de  participatione  Christianorum  et  Sarracenorum. 

Mallorca,  julio  de  1312. 

Edición:  H.  Wieruszowski  ha  publicado  el  prefacio  en  la  obra  cita- 
da, págs.  425-426. 

IX.    Obras  literarias  (de  fondo  social). 

226.  Libre  de  Evast  e  Blanquerna,  o  más  brevemente,  Blanquer- 
na  (Liber  Blachernae).  Montpellier,  entre  1283  y  1285. 

Especie  de  novela  filosófico-social  en  la  cual  se  refleja  admirable- 
mente el  espíritu  de  la  época  y  se  muestra  con  toda  su  pujanza  el  Lull 
reformador  y  evangélico.  Obra  muy  original  y  una  de  las  más  bellas 
de  la  producción  luliana. 

Ediciones : 

Texto  catalán:  Mallorca,  1914;  por  S.  Galmés,  Barcelona,  1935, 
vols.  50-51  de  la  colección  "Els  Nostres  Clássics"  (en  curso  de  publi- 
cación). 

Versión  valenciana:  por  J.  Bonllabí,  Valencia,  1521. 
Versiones  castellanas:  Mallorca,  1749;  Madrid,  1881. 
Versión  inglesa :  por  E.  Allison  Peers,  Londres,  1926. 

Además  del  Art  de  contemplado  y  del  Libre  d'amic  e  amat  de  que 
hemos  dado  cuenta  (núms.  200  y  199),  ha  sido  también  publicado  sepa- 
radamente el  Libre  de  Ave  María,  que  está  incluido  en  la  segunda  par- 
te, caps.  61-66,  del  Blanquerna. 

Edición :  por  S.  Galmés,  Barcelona,  1927. 

227.  Libre  de  Meravelles  o  Félix  de  Ies  Meravelles  del  Mon- 

París,  probablemente  entre  1288  y  1289. 


—  327  — 


Empareja  por  su  carácter  y  tendencias,  y  también  por  su  gran  be- 
lleza, con  la  producción  anterior.  Es  una  verdadera  enciclopedia  popu- 
lar. El  libro  VIII,  que  versa  sobre  el  hombre,  es  un  tratado  de  psico- 
logía. El  libro  VII,  denominado  Libre  de  les  bésties,  ha  sido  publicado 
separadamente. 

Ediciones : 

Texto  catalán:  por  M.  Agui'ló,  Barcelona,  1872-1904;  por  M.  Agui- 
ló,  Mallorca,  1903;  por  S.  Galmés,  Barcelona,  1931-32-33-34. 
Versión  castellana:  Mallorca,  1750. 

Ediciones  separadas  del  Libre  de  les  bésties: 

Texto  catalán :  por  M.  Obrador,  Barcelona,  1906. 

Versión  castellana:  por  J.  Rosselló  y  F.  Sureda  Blanes,  Madrid, 
1933,  en  "Nueva  Biblioteca  Filosófica",  vol.  66. 

Versión  alemana,  con  el  texto  original  catalán:  por  Konrad  Hoff- 
mann,  en  Ein  katalanisches  Thierepos,  Munich,  1872. 

Versión  inglesa:  por  E.  Allison  Peers,  Londres,  1927. 

228.  Consolatio  Venetorum  et  totius  gentis  desolatae.  París,  di- 
ciembre de  1298. 

Obrita  de  carácter  literario,  con  fondo  fílosófico-moral.  Lull,  con 
ocasión  de  la  derrota  de  los  venecianos  por  los  genoveses  en  el  com- 
bate naval  de  8  de  septiembre  de  1298  cerca  de  las  costas  de  Dalmacia, 
consuela  a  los  primeros  y  excita  a  aquellas  dos  Repúblicas  a  hacer  la 
paz.  Es  también  un  tratado  de  la  consolación  en  general. 

El  manuscrito  de  esta  obra  fué  descubierto  por  B.  Hauréau  con  pos- 
terioridad a  la  publicación  del  tomo  XXIX  de  la  "Histoire  littéraire  de 
la  France"  (1885),  y  lo  dió  a  conocer  en  sus  Notices  et  extraits  de  quel- 
ques  Mss.  latins  de  la  Bibliothéque  Nationale,  vol.  IV,  París,  1892, 
págs.  290-294.  Lorenzo  Riber  ha  publicado  unos  extractos  (Remembran- 
ees  de  Ramón  Lull,  en  "La  Veu  de  Catalunya",  Barcelona,  4  de  julio  de 
1928,  y  La  Consolado  deis  Venecians,  en  "La  Nostra  Terra".  Mallorca, 
agos.-sept.-oct.  de  1934,  págs.  316-318). 


X.    Obras  rimadas. 

229.  La  Lógica  del  Gazzali  posada  en  rims  (Compendíum  logi- 
cae  Algazelis).  Redactada  originariamente  en  árabe,  es,  a  nuestro 
entender,  una  de  las  primeras  obras  escritas  por  R.  Lull.  Más  tarde  fué 


vertida  sucesivamente  al  latín  y  al  catalán.  Texto  latino,  inédito,  en  Mu- 
nich. El  texto  catalán  consta  de  1.612  versos. 

Probablemente  fué,  en  su  primera  redacción  arábiga,  un  cuaderno- 
de  estudio  de  Lull,  en  el  que  éste  compendia  con  originalidad  la  lógica 
de  Algazel,  compendio  que  le  serviría  de  preparación  para  su  Ars  magna 
primitiva  (108). 

Edición  crítica  por  Jorge  Rubio,  precedida  de  un  docto  y  luminoso 
estudio,  en  "Anuari  de  lTnstitut  d'Estudis  Catalans",  t.  V,  Barcelona, 
1913-1914,  págs.  310-354. 

230.  Plant  de  Nostra  Dona,  Santa  Maria.  Mallorca  (tal  vez  en 

Miramar),  hacia  1275  ? 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  Barcelona,  1925. 

231.  Hores  de  Nostra  Dona  Santa  Maria.  Mallorca,  en  Mira- 
mar,  1275?  , 

Hay  una  amplificación,  en  prosa,  del  mismo  Lull,  posterior  a  1290, 
a  fin  de  hacer  más  asequible  esta  obra. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  de  la  amplificación  en  prosa.  Mallorca,. 
1915. 

232.  Lo  peccat  de  N'Adam.  Perpiñan,  1282. 

Poema  teológico  de  unos  200  versos. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  Por  F.  de  B.  Molí,  Barcelona,  1932,  en 
el  "Anuari  de  l'Oficina  Románica  de  Lingüística  i  Literatura",  vol.  V. 

233.  Regles  introductories  (Regulae  introductoriae  in  practicam 
artis  demonstrativae).  Montpellier,  1283? 

Composición  de  cinco  estrofas  monorrimas  de  veinte  alejandrinos  des- 
tinada a  popularizar  el  Art  demostrativa. 
Ediciones : 

Texto  catalán:  Maguncia,  1729;  por  S.  Galmés,  Mallorca,  1933. 
Texto  latino:  Maguncia,  1729. 

234.  A  vos  Dona  Verge.  Montpellier,  hacia  1284. 
Incluida  en  el  Blanquerna  (núm.  226). 

Ediciones:  Mallorca.  1859;  por  M.  Milá  y  Fontanals  (De  los  Trova- 


(108)  Insistiremos  sobre  esta  hipótesis  en  el  capítulo  XI,  al  tratar  de  la  prehistoria 
del  Arte  luliano. 


—  32<)  — 


dores  en  España,  Barcelona,  1889,  pág.  497) ;  por  O.  Denk  (Einführung 
in  die  Geschichtc  der  altcatalanischcn  Litteratur,  Munich,  1893,  pági- 
na 202) ;  por  A.  Bulbena  Tosell  {Crestomatía  de  la  llengua  catalana. 
Barcelona,  II,  1907,  págs.  32-33);  Barcelona,  1925. 

235.  Sényer,  ver  Déus,  rei  gloriós.  Montpellier,  lia  cía  1284. 
Incluida  esta  poesía  también  en  el  Blanquerna  (núm.  226) ;  fué  com- 
puesta después  de  la  fundación  del  colegio  de  Miramar. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  por  M.  Milá  y  Fontanals  (De  los  Trota- 
dores, etc.,  cit.,  págs.  497-499) ;  Barcelona,  1925. 

Versión  castellana:  por  el  P.  Pasqual  (Vida  del  B.  Raymundo  Lulio, 
vol.  II,  Mallorca,  1890,  págs.  225-227). 

236.  Los  cent  noms  de  Déu  (De  centum  nominibus  Dei).  Ro- 
ma, 1285. 

Composición  poética  de  carácter  teológico,  distribuida  en  cien  capí- 
tulos, uno  para  cada  nombre,  destinada  a  ser  cantada.  En  el  prólogo, 
Lull  declara  que  imita  a  los  sufíes  árabes. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  fragmentaria,  Barcelona,  1925. 

237.  Lo  Desconhort.  Roma,  1295? 

Es  la  obra  maestra  de  la  poesía  luliana,  de  gran  fuerza  dramática  y 
de  especial  interés  autobiográfico. 
Ediciones : 

Texto  catalán:  Mallorca,  1859;  Barcelona,  1925. 

Versiones  castellanas:  Mallorca,  1540;  Mallorca.  1606;  Mallorca, 
1852;  Mallorca,  1859. 

Versión  francesa :  por  J.  M.  Guardia,  en  "Revue  de  ITnstruction  Pu- 
blique", 1862,  y  "Revue  Germanique",  1862;  fragmentaria,  por  B.  Hau- 
réau,  en  "Histoire  littéraire  de  la  France".  t.  XXIX,  París,  1885,  pá- 
ginas 23-29. 

238.  Cant  de  Ramón.  París,  1299. 

Es  la  poesía  más  sentida  y  emotiva  de  Lull.  Tiene  asimismo  valor 
autobiográfico. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  Barcelona,  1925;  fragmentaria,  por  Lo- 
renzo Riber  (Vida  i  actes  del  ...  B.  Ramón  Lull,  Mallorca,  1916,  pági- 
nas 177-179) ;  por  J.  M.a  Capdevila  (Les  cent  millors  poesies  líriques  de 
la  llengua  catalana,  Barcelona,  1925,  págs.  11-14);  por  Bartsch  (Zur  ca- 
talanischen  Litteratur,  en  "Jahrbuch  für  romanische  und  englische  Lit- 


—  33o  — 


teratur",  XI) ;  fragmentaria,  por  B.  Hauréau  (en  "Histoire  littéraire  de 
la  France",  cit,  págs.  31-32);  por  O.  Denk  (ob.  cit.,  págs.  208-209). 

239.  Dictat  de  Ramón  (Compendiosus  tractatus  Raymundi  de 
articulis  fidei,  de  vulgari  in  latinum  translatus.  Texto  rimado  cata- 
lán, Barcelona,  diciembre  de  1299;  versión  latina,  Mallorca,  julio  de 
1300.  La  versión  latina,  inédita,  no  es  literal,  sed  ad  sensum;  hay  ma- 
nuscritos en  Mallorca  y  en  Munich. 

Poema  didáctico  de  unos  trescientos  versos,  dedicado  a  Jaime  II,  y 
destinado  a  explanar  algunos  artículos  de  la  fe. 

Ediciones.  Texto  rimado  catalán:  Mallorca,  1859;  Barcelona,  1925. 

240.  Medicina  de  pecat.  Mallorca,  julio  de  1300. 

Poema  didáctico-moral  de  unos  seis  mil  versos.  De  algún  interés 
para  la  historia  de  las  doctrinas  correccionalistas. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  fragmentaria,  Barcelona,  1925. 

241.  Aplicació  de  l'Art  general.  Mallorca,  1301. 

Poema  didáctico  de  unos  1.200  versos,  destinado  a  popularizar  el  Arte 
general  en  sus  diversas  aplicaciones  a  las  ciencias  particulares. 
Edición :  Mallorca,  1859. 

242.  Proverbis  d'ensenyament.  Después  de  1309  (109). 
Colección  de  174  dísticos  octosílabos  de  carácter  moral,  adicionada 

con  otros  51  proverbios;  en  total,  225  proverbios. 

Ediciones:  por  A.  Morel-Fatio,  en  "Romania",  1882  (t.  XI,  pág.  188 
y  sigs.) ;  Mallorca,  1928,  en  la  cual  es  incluida  otra  pequeña  colección  de 
51  proverbios  rimados  de  la  misma  factura,  descubierta  y  publicada  por 
M.  Obrador  (Viatge  d' investigado  a  les  biblioteques  de  Munich  i  Milá, 
en  "Anuari  de  lTnstitut  d'Estudis  Catalans",  1908,  págs.  606  y  607)  y 
que  S.  Gafmés  estima  que  formaban  parte  de  la  colección  mayor. 

Versión  castellana:  por  F.  Sureda  Blanes,  Madrid,  1933  (en  "Nueva 
Biblioteca  Filosófica",  vol.  66V 

243.  Lo  ConcilL  Viena  de  Francia,  1311. 

Composición  de  unos  800  versos,  muy  personal  y  muy  movida  y  que 
ofrece  un  gran  interés  de  época.  Lull  bosqueja  en  ella  los  proyectos  que 
luego  formuló  al  Concilio  de  Viena. 

Ediciones:  Mallorca,  1859;  Barcelona,  1925. 

(109)  Sobre  la  cronología  de  esta  obra,  véase  a  S.  Galmés,  prólogo  al  vol.  XIV  de 
las  "Obres  de  Ramón  Lull",  Mallorca,  1928,  páo;s.  XI  y  XII. 


—  33'  — 


AV.    Obras  perdidas. 

1.  Libre  de  plasent  visió.  Citado  en  el  Libre  de  Meravelles,  de  ca- 
rácter enciclopédico.  Existía  aún  en  1521,  según  testimonio  del  maestro 
J.  Bonllabí  en  la  "Epístola  proemial"  a  la  edición  valenciana  del  Blan- 
querna. 

2.  De  vitiis  et  vwtutibus.  Citado  en  el  Blanquerna. 

3.  De  doctrina  de  princeps.  Citado  también  en  el  Blanquerna. 

4.  Libre  de  passatge  (Liber  de  transitu).  Citado  en  el  Desconhort. 

5.  De  commendatione  antiquorum  sapientum  (110). 

6.  Nou  libre  de  Proverbis  (Montpellier,  hacia  1309),  que  S.  Gal- 
més  denomina  Proverbis  de  regiment  (111),  compuesta  para  la  educa- 
ción de  los  hijos  de  Jaime  II. 

7.  Probablemente  el  Libre  del  orde  de  Clerecia  (anunciado  en  el  Li- 
bre ydel  orde  de  Cavalleriá). 

8.  Libre  de  predestinado.  Citado  en  el  catálogo  de  la  Escuela  lulia- 
na  de  Barcelona  de  1488. 

9.  Libre  contra  amic,  en  pía  (íbidem). 

10.  Rudimenta  Doctrinae  puerilis,  in  rithmis,  cathalanc  (íbidem). 

11.  Liber  de  confessione,  cathalanc,  in  rithmis  (íbidem). 

12.  Tractatus  de  ente,  intellectu  et  potentia,  cathalane  (íbidem). 

Y,  además,  algunos  de  aquellos  quince  opúsculos  catalanes  escritos  en 
Túnez  en  1315  (112). 

XII.    Obras  apócrifas  y  atribuidas  (113). 

1.  Apertorium.  Nurenberg,  1546;  Rasilea,  1561 ;  Colonia,  1567;  Ba- 
silea,  1572;  Colonia,  1579;  Estrasburgo,  1582;  Leiden,  1598;  Francfort, 

(110)  Véase,  sobre  esta  obra,  E.  Longpré:  Le  Ms.  500  de  Reims  et  le  "De  adventu 
Messie"  de  R.  Lull,  en  "Miscel.lánia  Lul.liana",  cit.,  pág.  382. 

(ni)  Prólogo  al  vol.  XIV  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull",  Mallorca,  1928,  pág.  XI, 
donde  da  noticias  interesantes  de  esta  obra. 

(112)  Véase  A.  Rubio  y  Lluch:  Documents  per  V historia  de  la  cultura  catalana  mig- 
eval,  cit.,  vol.  I,  pág.  66. 

(113)  Es  difícil  presentar  una  lista  completa  que,  por  otra  parte,  no  interesa  tanto 
como  el  catálogo  de  las  obras  auténticas.  Véanse  las  listas  de  Longpré  (obra  cit.,  cois.  1110- 
1112),  C.  Ottaviano  (obra  cit.,  págs.  06-100)  y  Rogent-Durán  {Bibliografía,  cit.,  pági- 
nas 393  y  3Q4),  y  los  juicios  emitidos  por  J.  Rubio  (Los  códices  lulianos  de  la  Biblioteca 
de  Innichen,  cit.)  y  R.  de  Alós-Moner  (Los  Catálogos  lulianos,  cit.)  acerca  de  las  obras 
que  mencionamos  en  el  texto  como  apócrifas  o  atribuidas.  Para  las  obras  de  alquimia 
inéditas  atribuidas  a  R.  Lull,  que  no  incluímos  en  la  lista,  véase  la  "Hist.  litt.  de  la 
Trance",  t.  XXIX,  págs.  631-632. 


—  332  — 


1599'  Ursell,  1602;  Leiden,  1602;  Leipzig,  1612 ;  Estrasburgo,  1613; 
Tubinga,  1641 ;  Estrasburgo,  1659;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

2.  Clavicula  quae  et  Apertorium  dicitur.  Colonia,  1579;  Leiden, 
1598;  Francfort,  1599. 

3.  Clavis.  Versión  alemana:  Leipzig,  1612. 

4.  Ars  cabbalistica,  Opusculum  de  auditu  cabbalistico  (114),  Le  pe- 
tit  oeuvre,  Traicté  de  l'ouyr  cabalistique,  Introduction  a  tout.es  les  Scien- 
ces. Yenecia,  1518;  Venecia,  1533;  París,  1578;  Estrasburgo,  1598;  sin 
nombre  de  lugar,  1601  ;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo,  1617;  Estras- 
burgo, 1651.  Traducción  francesa:  París,  1632. 

5.  Ars  intellectiva,  Mágica  lapidis  philosophorum.  Basilea,  1561  ; 
Colonia.  1657;  Basilea,  1572. 

6.  Ars  operativa  medica.  Basilea,  1561  ;  Basilea,  1571  ;  Basilea. 
1597;  Colonia,  161 2. 

7.  Liber  artis  compendiosae  qui  Vademécum  nuncupatur.  Franc- 
fort, 1550;  Basilea,  1572;  Basilea,  1600;  Ginebra,  1702;  Colonia.  1702. 
Versión  francesa:  París,  1627. 

8.  Libellus  de  conservatione  vitae.  Roma,  1516;  Estrasburgo,  1616. 

9.  Compendium  animae  transmutationis  metallorum.  Nurenberg, 
1546;  Francfort,  1550;  Basilea,  1561  ;  Colonia,  1566;  Basilea,  1752;  Co- 
lonia, 1753;  Basilea,  1600;  Basilea,  1601  ;  Ursell,  1602;  Estrasburgo, 
1613;  Rúan,  1663;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

10.  Compendium  artis  alchimiae  et  naturalis  philosophiae.  Basilea, 
1572;  Basilea,  1593;  Basilea,  1610;  Francfort,  1630;  Ginebra,  1702; 
Colonia.  1702. 

11.  Tractatus  de  duabus  nobifissimis  aquis.  Colonia,  1567. 

12.  Epístola  accurtationis  lapidis  benedicti  ad  dom.  Robertum  An- 
glorum  regem.  Colonia,  1567;  Basilea,  1572;  Basilea,  1600;  Ginebra, 
1702;  Colonia,  1702. 

13.  E  pistolete  medicac  (115). 

14.  Experimenta.  Basilea,  1572;  Basilea,  1600;  Ginebra,  1702;  Co- 
lonia, 1702. 

15.  Liber  de  intentione  alchimistrarum.  Basilea,  1561  ;  Basilea,  1572. 

(114)  Esta  obra,  que  figura  en  muchas  de  las  colecciones  de  obras  lulianas  impresas 
en  los  siglos  xvi  y  xvn,  ha  sido  considerada  como  auténtica  hasta  nuestros  días.  Prant! 
tuvo  ya  sospechas  acerca  de  su  autenticidad  (Geschichte  der  Logik  im  Abendlande,  reim- 
presión de  Leipzig,  1927,  vol.  III,  cap.  XVIII,  págs.  145-177)-  Han  sostenido  su  carác- 
ter apócrifo  Littré-Hauréau  ("Hist.  littér.  de  la  France",  t.  XXIX,  núm.  77),  Probst 
(obra  cit,  pág.  243)  y  Desdevises  du  Dézert  ("Revue  Hispanique",  París,  1015,  t.  XXXIII. 
pág.  294),  y  ésta  es  también  nuestra  opinión,  sobre  la  que  insistiremos  en  el  capítulo  XI. 

(115)  Sobre  esta  obra,  véase  Rogent-Duran,  Bibliografía,  cit.,  núm.  197,  pág.  166. 


—  333  — 


16.  Líber  lapidarii.  Basilea,  1572;  Basilea,  1593;  Basilea,  1601  ;  Ba- 
silea,  1610. 

17.  Líber  de  lapide  et  oleo  philosophorum.  Basilea,  1572;  Basilea, 
1593;  Basilea,  1601 ;  Basilea,  1610;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

18.  Líber  lucís  mercuriorum.  Basilea,  1572;  Basilea,  1600 ;  Ginebra, 
1702;  Colonia,  1702. 

19.  Magia  naturalis.  Nurenberg,  1546;  Colonia,  1567. 

20.  Líber  medicirme  magnae,  Líber  de  medicinis  secretissímis.  Ba- 
silea, 1572;  Basilea,  1600. 

21.  Libellus  de  mercurio  solo.  Basilea,  1561  ;  Basilea,  1572. 

22.  Líber  mercuriorum.  Basilea,  1561 ;  Colonia,  1567;  Basilea,  1572. 
Versión  inglesa :  Londres,  1815. 

23.  Modus  accipiendi  aurum  potabile.  Basilea,  1572;  Basilea,  1593; 
Basilea,  1601  ;  Basilea,  1610. 

24.  Oratio  exemplaris.  París,  15 15;  Estrasburgo,  1598;  Estrasbur- 
go, 1609;  Estrasburgo,  161 7;  Estrasburgo,  165 1. 

25.  Pot estas  divitiarum  de  compositione  lapidis  philosophici.  Basi- 
lea, 1572;  Basilea,  1593;  Basilea,  1601 ;  Basilea,  1610;  Ginebra,  1702; 
Colonia,  1702. 

26.  In  Rhetoricam  isagoge.  París,  1515;  Estrasburgo,  1598;  Estras- 
burgo, 1609;  Estrasburgo,  1617;  Estrasburgo,  1651. 

27.  Líber  de  secretis  naturae  seu  de  quinta  essentia.  Texto  latino : 
Venecia,  1514;  Venecia,  1518;  Augsburgo,  1518,  1520;  Venecia,  1521  ; 
Lyón,  1535;  Estrasburgo,  1541  ;  Venecia,  1542;  Nurenberg,  1546;  Colo- 
nia, 1567;  Estrasburgo,  1616.  Extracto  de  Praxis  universalis  maguí  ope- 
ris:  Basilea,  1561  ;  Basilea,  1572;  Ursell,  1602;  Estrasburgo,  1613;  Es- 
trasburgo, 1659.  Versión  italiana:  Venecia,  1557. 

28.  Líber  secreti  secretorum.  Colonia,  1592. 

29.  Summaría  lapidis  consideratio  et  ejus  abbreviationes.  Basilea, 
1561 ;  Basilea,  1572. 

30.  Tractatus  de  venatione  medii  ínter  subjectum  et  praedicatum , 
Líber  de  venatione  medii...  Traicté  de  la  recherche  du  moyen...  París.. 
1516;  París,  1518;  Estrasburgo,  1598;  Estrasburgo,  1609;  Estrasburgo, 
1617;  Estrasburgo,  1651  ;  Mallorca,  1744.  Traducción  francesa:  París, 
1632. 

31.  Testamentum  antiquum.  Colonia,  1566;  Colonia,  1573;  Ursell, 
1602;  Estrasburgo,  1613;  Roan,  1663;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

32.  Testamentum  novissimum  o  ultimum.  Colonia,  1566;  Basilea. 
1572;  Basilea,  1593;  Basilea,  1600;  Basilea,  1601  ;  Basilea,  1610;  Franc- 
fort, 1630;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 


—  334  — 


33-    Practica.  Basilea,  1561 ;  Basilea,  1572. 

34.  Codicillus,  Vademécum,  Cantilena,  Clausula  Testamenti.  Colo- 
nia, 1563;  Colonia,  1572;  Francfort,  1630;  Roan,  1651 ;  Roan,  1663; 
Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

35.  Conclusio  summaria,  Repertorium  ad  intelligendum  testamen- 
tum  et  codicillum.  Basilea,  1561  ;  Colonia,  1567;  Basilea,  1572. 

36.  Elucidatio  testamenti.  Basilea,  1572;  Basilea,  1593;  Basilea, 
1600;  Basilea,  1601 ;  Basilea,  1610;  Ginebra,  1702;  Colonia,  1702. 

37.  Lógica  parva  (116).  Alcalá,  1518;  Mallorca,  1744. 

38.  Art  d' alquimia  (117).  Mallorca,  1859. 

39.  A  vos,  Déus  gloriós.  Mallorca,  1859. 

40.  Lo  Conqueriment  de  Maylorcha  (118).  Texto  catalán  y  versión 
castellana:  Mallorca,  1859. 

41.  De  la  doctrina  deis  infants  (119). 

42.  Art  de  confessió  (120).  Ediciones:  Barcelona,  1567?;  Mallor- 
ca, 1906. 

43.  Líber  de  Benedicta  tu  in  mulieribus  (121).  Versión  castellana: 
Mallorca,  1739. 

44.  Liber  de  conceptu  virginali  (122). 

(116)  Probablemente  es  obra  de  Nicolás  de  Pax,  que  es  el  primero  que  la  hizo  im- 
primir en  Alcalá,  en  1518.  No  figura  en  los  catálogos  antiguos  ni  en  el  de  Salzinger. 
Véase  Rogent-Duran,  Bibliografía,  cit.,  núm.  69,  pág.  64. 

(117)  Aparte  de  que,  como  hemos  dicho,  Lull  no  fué  alquimista,  véanse  Rogent- 
Duran,  Bibliografía,  cit.,  núm.  412,  pág.  374,  y  R.  d'Aló-Moner,  Poesies,  cit.,  pág.  313. 

(118)  "Flagrante  pastiche"  de  J.  Rosselló  y  Joaquín  María  Bover,  según  afirma 
M.  Obrador  y  Bennassar  (Proemio  al  vol.  I  del  Libre  de  Contemplado  en  Déu.  Mallorca, 
1906,  pág.  IX). 

(119)  Se  trata  de  un  catecismo  de  fecha  posterior,  que  ha  sido  estudiado  por 
P.  Guarnerio :  Contributo  agli  studi  Lulliani,  en  el  "Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Cata- 
lans,  1908,  págs.  497-519. 

(120)  Véanle:  Littré-Hauréau,  núm.  244;  M.  Obrador,  Doctrina  pueril,  Mallorca. 
1906,  pág.  XXXV;  y  Rogent-Duran,  Bibliografía,  cit.,  núm.  108,  págs.  94  y  95. 

(121)  No  sólo  el  estilo  y  el  lenguaje,  sino  también  la  fecha  y  el  lugar  de  la  com- 
posición (Valencia,  1335)  deponen  contra  la  autenticidad  del  Liber  de  Benedicta  tu  in 
mulieribus.  (Véase  a  S.  Galmés,  introducción  al  vol.  X  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull", 
Mallorca,  1915,  págs.  XV  y  XVI). 

(122)  El  Liber  de  conceptu  virginali  fué  escrito  durante  la  segunda  mitad  del  si- 
glo xiv,  también  después  de  la  muerte  de  Lull.  Véanse  J.  Rubio  (obra  cit.,  pág.  305,  nú- 
mero 1)  y  R.  de  Alós-Moner  (obra  cit.,  pág.  87). 


CAPITULO  X 


LA  DOCTRINA.  ORIGENES  Y  DESENVOLVIMIENTO  DE  LA 
FILOSOFIA  LULIANA  (i) 


I 

Las  controversias  religiosas  y  la  literatura  polémico-apologética. 

Orígenes  y  fases  de  la  literatura  polémico-apologética,  principalmente  en  Es- 
paña.— Doctrina  de  la  persuasión  de  San  Ramón  de  Peñafort. — La  contro- 
versia oral  y  escrita. — La  exégesis  escrituraria. — El  argumento  de  autoridad 
y  las  "razones  naturales". — Ramón  Lull  y  las  "razones  necesarias". 

i.  Uno  de  los  hechos  más  característicos  de  la  Edad  Media  es  la 
coexistencia  de  las  religiones  cristiana,  judaica  y  arábiga.  Es  difícil 
expresar  la  naturaleza  íntima  de  este  hecho  en  términos  modernos.  No- 
se  trata  de  una  situación  de  neutralidad  religiosa  en  la  que  cada  confe- 
sión desarrolle  pacíficamente  sus  creencias  al  lado,  y  desinteresándose, 
de  las  demás.  En  la  Summa  de  Paenitentia  de  San  Ramón  de  Peñafort, 
escrita  para  guía  de  la  conciencia  moral  de  toda  la  Cristiandad,  se  dan 
una  serie  de  normas  acerca  de  las  relaciones  que  lícitamente,  esto  es, 
sin  pecar,  pueden  mantener  los  cristianos  con  los  infieles,  a  saber,  con 
los  sarracenos  y,  especialmente,  con  los  judíos.  No  deben  los  cristianos 
habitar  ni  comer  con  éstos,  ni  solicitar  sus  servicios  médicos,  ni  concu- 
rrir juntamente  a  los  baños,  ni  otorgarles  dignidades  u  oficios  públicos 
que  darían  ocasión  a  que  hiciesen  pesar  duramente  su  influencia;  y 
aunque  se  les  haya  de  permitir  el  ejercicio  de  sus  ritos  y  fiestas,  ven- 
drán obligados  a  vivir  en  lugar  separado  y  a  vestir  de  un  modo  espe- 

(i)  A  propósito  del  presente  capítulo,  consúltese  la  obra  de  Tomás  Carreras  Artau: 
Introducció  a  la  Historia  del  pensament  filosdfic  a  Catalunya  i  cinc  assaigs  sobre  Vacti- 
tud  filosófica,  Barcelona,  193 1,  págs.  34-49. 


cial,  que  permita  -distinguirlos  en  todas  partes  (2).  Por  otro  lado,  el 
compilador  de  las  Decretales  coloca  a  la  persona  del  judío  o  del  mu- 
sulmán dentro  de  una  situación  de  respeto,  porque  siempre  ve  en  el 
uno  y  en  el  otro  un  ser  moral  naturalmente  apto  para  ser  convertido  al 
Cristianismo.  Esta  conversión,  según  la  mente  de  San  Ramón  de  Pe- 
ñafort,  debe  ser  buscada  e  intentada,  pero  con  medios  persuasivos, 
nunca  por  la  fuerza  (3).  La  actitud  del  Cristianismo  frente  al  Judaismo 
y  al  Mahometismo  podría  calificarse  de  tolerancia  activa  y  transitoria. 
En  realidad,  cada  confesión  está  animada  por  un  vigoroso  espíritu  de 
proselitismo  y,  convencida  de  que  sus  creencias  encierran  la  única  doc- 
trina de  'la  salvación  eterna,  aspira  a  ensanchar,  día  por  día,  sus  domi- 
nios, apelando  a  los  diversos  medios  que  tiene  a  mano:  la  protección 
del  poder  público,  la  fuerza  más  o  menos  habilidosa,  la  astucia  y,  en 
un  plano  superior,  las  llamadas  armas  espirituales,  a  saber,  la  enseñan- 
za, la  predicación,  la  controversia  oral  y  la  escrita.  En  el  manejo  insis- 
tente, ordenado  y  aun  sistemático  de  estas  armas  espirituales,  se  en- 
cuentra el  origen  de  la  literatura  polémico-apologética,  la  cual  adquiere 
mayor  importancia  cuando,  desconfiándose  en  el  mundo  cristiano  del 
éxito  final  de  las  Cruzadas,  unos  hombres  nuevos,  provistos  con  las 
nuevas  armas  de  la  persuasión,  tratan  de  organizar  una  cruzada  espi- 
ritual a  fin  de  promover  la  conversión  de  los  infieles  en  su  propio  te- 
rritorio. 

2.  Esa  literatura  polémico-apologética  presenta  diversos  tipos,  que 
no  siempre  aparecen  en  sucesión  cronológica,  ya  que  a  veces  coexisten. 
Los  últimos  tipos,  estudiados  desde  el  punto  de  vista  lógico,  constitu- 
yen ya  una  manera  de  filosofar  cada  vez  más  diestra. 

Un  primer  tipo,  el  más  elemental,  lo  constituye  la  controversia  pu- 
ramente exegético-crítica,  en  la  cual  se  discute  la  autenticidad  y  la  in- 
terpretación de  los  textos  sagrados  en  relación  con  los  dogmas  de  la 
Trinidad,  la  venida  del  Mesías,  la  Encarnación  y  la  Redención  y,  en 
general,  todos  los  artículos  de  la  fe  católica.  La  cristalización  de  esta 
primera  forma  de  polémica  la  encontramos  en  las  disputas  orales  y  pú- 
blicas, de  las  cuales  es  una  de  las  más  famosas  la  celebrada  en  P>arce- 


(2)  Sancti  Raymundi  de  Pennafort  Ordinis  Praedicatorum  Summa.  Verona,  Tip. 
Carattonio,  1744;  lib.  I,  tít.  TV,  párr.  IT:  "Circa  eos  (Judaeos  et  Sarracenos)  quomodo 
debent  se  habere  Christiani?",  pág.  25. 

(3)  "Debent  autem,  sicut  ait  Gregorius,  tam  Judaei  quam  Sarraceni  auctoritatibus 
rationibus  et  blandimentis  potius  quam  asperitatibus  ad  fidem  Christianam  de  novo 
suscipiendam  provocan,  non  autem  compelli;  quia  coacta  servitia  non  placent  Deo.'' 
Ibidem,  párr.  I. 


lona,  a  presencia  del  rey  Jaime  I,  el  día  20  de  julio  de  1263,  reseñada 
con  anterioridad  (4). 

La  controversia  escrita  origina  un  segundo  tipo  más  complejo,  en 
el  que  al  lado  de  la  interpretación  del  texto  bíblico  aparecen  argumentos 
de  "razón  natural"  y,  al  propio  tiempo,  la  ordenación  de  las  materias 
va  tomando  la  estructura  cada  vez  más  perfecta  de  un  tratado.  En  otro 
capítulo  hemos  estudiado  la  Explanatio  symboli  apostolorum  del  domi- 
nico catalán  Ramón  Martí,  donde  el  autor,  para  exponer  y  demostrar 
el  dogma  contenido  en  los  doce  artículos  del  Símbolo,  apela  en  primer 
término  a  las  Sagradas  Escrituras  y  alega,  además,  "razones  naturales". 
Nos  interesa  ahora  especialmente  la  ponderación  que  R.  Martí  hace  de 
esas  "razones  naturales"  en  relación  con  el  argumento  de  autoridad.  Re- 
cuérdese que,  al  tratar  en  el  artículo  primero  de  la  Trinidad,  tema  éste 
capital  y  que  constituye  siempre  un  momento  culminante  en  aquellas 
controversias,  afirma  R.  Martí  que  la  prueba  por  autoridad  es  la  más 
fuerte  y  cierta  para  los  fieles,  siguiendo  después  las  razones  y  analogías 
de  toda  especie :  Probatio  per  auctoritates  in  hac  materia  fortior  est  et 
certior  fidelibus.  Delude  rationibus  et  similitudinibus  quoquo  modo  (5). 

La  Explanatio  symboli  apostolorum  es,  como  vimos,  el  preludio  del 
Pugio  fidei.  En  esta  producción,  aun  manteniendo  el  autor  el  mismo 
criterio  respecto  a  la  prelación  del  argumento  de  autoridad,  las  llama- 
das "razones  naturales"  tienen  asignada  una  nueva  función  especial  en 
rdación  con  los  más  amplios  horizontes  y  la  nueva  y  más  complicada 
estructura  de  la  obra,  en  cuya  primera  parte  es  desenvuelto  un  progra- 
ma de  cuestiones  de  índole  filosófica,  si  bien  relacionadas  con  el  dog- 
ma, verdaderos  praeambida  fidei,  como  fueron  denominadas  más  ade- 
lante, programa  que  nos  recuerda  las  vastas  perspectivas  de  la  Summa 
contra  Gentes  de  Santo  Tomás  de  Aquino.  Aunque  la  crítica  ha  resuel- 
to definitivamente  en  favor  del  segundo  el  punto  controvertido  de  la 
prioridad,  es  preciso  insistir  ahora  en  que,  de  hecho,  la  inspiración  pri- 
mordial venía  de  España,  y  especialmente  de  Cataluña:  era  Ramón  de 
Peñafort,  General  de  los  dominicos,  quien  aconsejaba  a  la  vez  a  Ra- 
món Martí  y  a  Tomás  de  Aquino  y  les  daba  la  pauta  de  sus  futuras 
obras ;  como  antes  él  había  promovido  también  la  fundación  de  colegios 


(4)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  III,  núm.  16.  Es  sumamente  instructivo  el  examen 
del  acta  que  se  hizo  de  aquella  disputa  y  que  autorizó  con  su  sello  el  rey  Jaime  I;  el 
traslado  de  la  misma  se  halla  en  el  llamado  Cartoral  de  Cario  Magno  de  la  Curia  epis- 
copal de  Gerona,  y  lo  inserta  Villanueva:  Viaje  literario  a  las  Iglesias  de  España,  t.  XIII, 
Madrid,  18^0,  apénd.  núm.  LVII,  pá?r.  185. 

(5)  Véase  el  capítulo  I,  párrafo  II,  núms.  6  y  7. 

22 


-  33*  - 


de  lenguas  orientales,  con  religiosos  catalanes  (uno  de  ellos  Ramón 
Martí),  en  la  propia  tierra  de  los  infieles,  nueva  y  preciosa  arma  auxi- 
liar para  las  controversias  (6).  No  hay  duda  de  que  aquella  doctrina  de 
la  persuasión  del  compilador  de  las  Decretales,  poco  ha  explicada,  es  la 
primera  simiente  de  toda  la  literatura  polémica.  San  Ramón  de  Pe- 
ñafort,  sin  ser  precisamente  un  filósofo  profesional,  ha  sido  uno  de  los 
hombres  que  han  contribuido  más  eficazmente  a  la  formación  del  pen- 
samiento cristiano  medieval. 

3.  Volviendo  al  Pugio  fidei,  vemos  que  su  autor,  en  la  aludida  pri- 
mera parte,  y  especialmente  al  tratar  de  la  existencia  de  Dios,  intenta 
probar  con  razones  necesarias :  per  demonstrativas  et  irrefragabiles  ra- 
tiones;  lo  cual,  añade,  no  es  posible  tratándose  de  los  artículos  de  la  fe: 
Articula  fidei  non  possunt  demonstrative  probari.  No  faltará,  con  todo, 
quien  intente  audazmente  aplicar  aquellas  "razones  demostrativas"  o 
"necesarias"  (logicales),  no  sólo  a  los  praeambuía,  sino  también  a  los 
articula  fidei,  inaugurando  un  nuevo  y  último  tipo  de  controversia  y, 
con  ello,  una  nueva  e  insólita  arte  de  filosofar.  El  autor  es  un  catalán 
de  Mallorca:  Ramón  Lull.  El  conjunto  de  sus  métodos  y  doctrinas,  ex- 
plicados por  él  o  desarrollados  más  tarde  por  sus  discípulos,  constituye 
el  lulismo,  término  consagrado  en  la  historia  de  la  filosofía. 


C6)    Ibid.,  núms.  4,  10-12  y  14-15. 


1 1 

Orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  filosofía  luliana. 

El  lulismo,  producto  de  la  confluencia  de  las  corrientes  polémico-apoilogética  y 
franciscana. — El  injerto  arábigo  como  exigencia  y  resultado  de  la  polémica. — 
Desarrollo  y  ponderación  de  las  tendencias  racionalista,  crítica  y  mística  en 
la  mente  de  Lull  y  en  el  opus  luliano. 

4.  Hay  un  lulismo  de  Lull,  que  no  siempre  coincide  con  el  lulismo 
de  los  lulianos.  El  lulismo,  estudiado  en  su  momento  genético,  es  un 
producto  de  la  confluencia  de  la  dirección  polémico-apologética  que 
acabamos  de  exponer,  con  la  corriente  netamente  franciscana.  San 
Francisco  concibió  la  idea  de  acabar  las  Cruzadas,  realizando  al  mismo 
tiempo  su  objetivo;  el  »secreto  consistía  en  sustituir  la  conquista  por 
la  conversión,  esto  es,  las  armas  materiales  por  las  armas  espirituales. 
Pero  entre  estas  armas  espirituales,  el  Poverello  de  Asís  repudiaba  el 
peso  abrumador  de  la  erudición  y  la  filosofía,  reservándose  solamente 
la  verdad  amable  del  Evangelio,  asequible  a  todos,  doctos  e  ignorantes, 
dispuesto  por  su  parte  a  sellarla  con  la  propia  vida.  Lull  coincide  total- 
mente con  San  Francisco  en  cuanto  al  propósito,  pero  discrepa  respecto 
a  los  medios  para  realizarlo.  El  ejemplo  viviente  de  las  grandes  con- 
troversias públicas  celebradas  en  Cataluña  y  su  trato  familiar  con  San 
Ramón  de  Peñafort  (7),  incitarían  al  Doctor  Iluminado  a  no  romper 
con  aquella  "manera  de  filosofar"  que,  según  acabamos  de  ver,  se  había 
abierto  paso  y  organizado  en  medio  de  las  disputas.  Lull  no  aportará 
el  arma  de  la  filosofía  profesional  o  escolástica  que  los  frailes  predica- 
dores manejaban  con  maestría;  pero  transformando  y  ensanchando  su 
concepto,  hará  de  la  filosofía — y  aquí  volvemos  a  encontrar  al  hijo  espi- 
ritual ele  San  Francisco' — un  instrumento  popular  al  servicio  de  la  fe 
católica. 

Para  mejor  realizar  sus  proyectos  de  conversión  y  ante  el  espec- 
táculo cotidiano  de  los  núcleos  de   sarracenos  que,   aferrados  a  sus 


(7)    Cfr.  la  Vida  coetánia. 


—  34o  - 


creencias,  moraban  en  Mallorca,  Lull  decide  aprender  la  lengua  y  la 
filosofía  arábigas.  Quiere  combatir  al  adversario  con  sus  propias  armas ; 
pero,  como  suele  acontecer  en  casos  semejantes,  acaba  por  apropiarse 
algunas  de  sus  doctrinas  y  modos  de  argumentar.  El  injerto  arábigo  en 
la  filosofía  luliana  se  explica  a  la  vez  como  una  exigencia  primordial  y 
como  un  resultado  de  la  polémica. 

5.  Dejando  a  un  lado  ese  refuerzo  arábigo,  no  conocemos  un  mé- 
todo más  fácil  y  luminoso  a  un  tiempo  para  descubrir  los  orígenes  y 
explicar  la  esencia  íntima  del  luiismo — ese  hecho  histórico  que  hoy  se 
nos  presenta  tan  extraordinariamente  complicado  y  caótico — como  el 
comparar  a  R.  Lull  con  San  Francisco,  señalando  las  semejanzas  y  las 
diferencias  de  sus  respectivas  actuaciones  personales.  Porque  la  filoso- 
fía y,  en  general,  toda  la  obra  del  Doctor  Iluminado,  como  la  del  Po- 
verello,  no  es  más  que  el  bello  florecer  de  una  actuación  personal,  apa- 
sionada y  profundamente  vivida.  Difícilmente  puede  darse,  tanto  en 
el  uno  como  en  el  otro,  una  concordancia  más  perfecta  entre  el  hombre 
y  la  doctrina.  R.  Lull,  ha  dicho  G.  K.  Chesterton,  es  el  gran  heredero 
de  San  Francisco,  y  en  este  negocio  de  la  conversión  de  los  sarracenos 
comprendió  más,  aunque,  como  él,  ha  sido  poco  comprendido  (8). 

En  un  documento  de  gran  valor  para  la  interpretación  del  luiismo, 
la  Vida  coetáni-a,  o  sea  la  narración  de  los  hechos  altamente  dramáticos 
de  su  vida,  dictada  por  el  propio  R.  Lull  y  recogida  por  uno  de  sus 
discípulos,  son  expuestos  con  precisión  los  motivos  fundamentales  de 
toda  la  actuación  del  misionero  mallorquín.  Estos  motivos  marcan  tam- 
bién las  orientaciones  capitales  de  su  filosofía.  Después  de  ser  referidas 
las  circunstancias  de  su  conversión — que  recuerdan  la  escena  de  San 
Francisco  ante  el  Cristo  de  San  Damián — .  se  lee  que  Ramón  impúsose 
ardorosamente  aquellos  tres  propósitos  a  que  nos  hemos  referido  al 
trazar  su  biografía:  i.°  la  conversión  de  los  infieles  e  incrédulos  a  la 
fe  católica,  llegando  incluso  hasta  el  martirio;  2.0  la  composición  de  un 
libro  contra  los  errores  de  los  infieles,  y  3-°  la  fundación  de  colegios 
de  lenguas,  a  fin  de  predicar  y  convertir  a  los  infieles  en  su  propia 
lengua  (9). 

6.  Es  característica  del  luiismo,  en  primer  término,  una  tendencia 
racionalista.  El  racionalismo  de  Lull  apunta  hacia  dos  objetivos:  pri- 
meramente, coadyuvar  a  la  Cruzada  espiritual ;  más  adelante,  sumarse 


(8)  Sm  Francisco  de  Asís,  versión  española  de  M.  Manent,  Barcelona,  1925,  ca- 
pítulo VTIT,  pá?.  213. 

(o)    Véase  el  capítulo  VII,  núm.  2. 


—  34i  - 


a  la  campaña  antiaverroísta.  Combatir  el  Islam  en  sus  propios  domi- 
nios y  en  las  posiciones  que  había  tomado  en  París,  esto  es,  en  la  mis- 
ma sede  intelectual  de  la  civilización  cristiana,  he  aquí  la  finalidad  de 
la  gran  empresa  'luliana. 

Nadie,  como  el  Doctor  Iluminado,  ha  desplegado  un  esfuerzo  tan 
gigantesco  para  llevar  a  feliz  término  la  Cruzada  espiritual.  Él  utiliza 
todos  los  recursos  imaginables  de  persuasión:  la  confesión  personal, 
la  predicación,  el  diálogo  dramático,  el  conocimiento  de  la  propia  len- 
gua de  los  infieles  y  los  más  variados  procedimientos  plástico-poéticos 
sugeridos  por  su  cálida  fantasía.  Pero,  además,  cree  poder  aportar  una 
"convicción",  esto  es,  una  demostración  basada  en  razones  "verdade- 
ras" o  "necesarias"  (logicales).  Lull,  ciertamente,  no  opondrá  la  filosofía 
al  Evangelio,  pero  sacando  la  filosofía  de  sus  moldes  usuales,  intentará 
hacerla  descender  hasta  el  nivel  mental  común,  cual  si  se  tratase  de 
la  enseñanza  popular  del  Evangelio.  De  ahí  su  esfuerzo  repetido  para 
crear  un  artificio  lógico  que  fuese  como  un  instrumento,  asequible  a 
todos,  del  recto  pensar.  No  satisfecho  con  el  Art  abreujada  d'  atrobar 
veritat,  o  sea  el  Ars  magna  primitiva,  intenta  nuevas  reducciones  lógi- 
cas, y  limita  hasta  el  mínimo  el  número  de  las  figuran  de  su  Arte,  "por 
amor  a  la  fragilidad  humana" — se  lee  en  la  Vida  coetánia—,  llevado 
por  su  obstinación  generosa  de  popularizar  la  filosofía  puesta  al  servi- 
cio de  la  fe  cristiana. 

Respecto  a  la  impugnación  de  la  teoría  de  la  doble  verdad  del  ave- 
rroísmo  latino,  el  racionalismo  ingenuo  y  optimista  del  Doctor  Ilumi- 
nado, sin  salirse  del  credo  ut  intelligam,  se  traduce — visto  desde  fuera — 
en  un  ensanchamiento  extraordinario  del  dominio  propio  de  la  filoso- 
fía; y  aunque  la  misión  de  ésta  sigue  siendo  la  de  servir  a  la  teología, 
Lull  aspira,  en  el  terreno  puramente  lógico,  a  establecer  una  ecuación 
perfecta  entre  los  términos  "fe"  y  "razón". 

7.  Pero  el  racionalismo  no  es  toda  la  obra  luliana  ni  absorbe  por 
completo  el  interés  de  la  filosofía  del  Doctor  Iluminado,  aunque  signi- 
fique un  momento  muy  interesante  y  eminentemente  dramático  de  su 
proceso;  análogamente  a  como  la  conversión  de  los  infieles  no  es  todo 
el  contenido  de  la  regla  franciscana  sino  sólo  un  capítulo  extraordina- 
rio (10),  y  la  Cruzada  espiritual  no  llena  ni  de  mucho  la  vida  entera 
de  San  Francisco.  Cuando  se  estudia  de  cerca  y  en  toda  su  complejidad 


(10)  Cfr.  el  cap.  XVI  de  la  Primera  Regla  y  el  cap.  XII  de  la  Regla  de  1223. 
Véase:  Les  opuscules  de  Saint  FranQois  d'Assisse,  ed.  del  P.  Ubald  d'Alenqon.  París. 
1905,  págs.  60  y  Q2. 


—  342  - 


la  obra  luliana,  se  adquiere  la  convicción  de  que,  dentro  de  la  misma, 
3a  tendencia  racionalista  tiene  un  valor  secundario.  Nos  encontramos 
ante  un  racionalismo  de  combate  y  de  circunstancias,  que  responde  a 
necesidades  perentorias  de  la  época. 

Podríamos  añadir  todavía  que  el  racionalismo  de  Lull  no  es  un  ra- 
cionalismo puro,  pues  no  implica  jamás  la  anulación  ni  siquiera  el  cabal 
deslinde  de  la  vida  afectiva.  Como  ya  hemos  notado  antes,  las  razones 
de  convicción  son  servidas  con  los  más  variados  recursos  de  la  per- 
suasión amable  y  caldeada.  Además,  el  racionalismo  luliano  persigue 
un  fin  pragmático,  la  conversión  y,  en  último  término,  la  salud  eterna  ; 
Lull,  con  razón,  se  da  a  sí  mismo  el  título  de  "Procurador  de  los  infie- 
les", porque  la  verdad  que  le  atrae  y  de  que  apostólicamente  quiere  ha- 
cer partícipes  a  los  demás,  no  es  la  verdad  abstracta  o  desinteresada, 
sino — usando  una  expresión  agustiniana — la  verdad  "salutífera"  di). 
En  definitiva,  la  tendencia  racionalista  es  fácilmente  superada  por  el 
misticismo,  el  cual  constituye  el  substratum  natural  de  la  filosofía 
luliana. 

8.  Ese  fondo  profundamente  místico,  de  un  lado,  y,  de  otro,  el  ca- 
rácter circunstancial  de  su  racionalismo,  explican  otra  tendencia  regis- 
trable  en  la  filosofía  luliana  y  cuya  aparición  ha  desconcertado  a  algún 
tratadista  (T2).  Me  refiero  al  criticismo  de  Lull,  que  se  manifiesta  a  veces 
con  tonos  muy  agudos,  y  que  subsiste  al  lado  de  un  verdadero  furor 
demonstrando  Lull  proclama  la  radical  incapacidad  del  saber  humano 
para  comprender  los  grandes  enigmas  del  Universo — "los  grans  e  molts 
secrets  de  natura" — "porque  es  mucho  mayor — .dice — la  posibilidad  que 
tiene  la  naturaleza  de  obrar  según  su  curso  que  la  posibilidad  que  tiene 
el  alma  del  hombre  para  entender  la  obra  de  la  naturaleza"  (13).  Y  con 
insistencia  notoria,  afirma  la  limitación  natural  del  conocimiento  hu- 
mano, "fenit  e  termenat",  de  una  manera  muy  vigorosa  que  preludia 
la  filosofía  moderna.  Hecha  la  demostración,  por  "razones  necesarias", 
del  dogma  de  la  Trinidad  y  de  los  catorce  artículos  de  la  fe  católica, 
contra  la  creencia  musulmana — siquiera  aquellas  razones  necesarias  se 


(11)  Una  de  sus  obras  se  titula:  Liher  de  articulis  jiáei  sacrosanctae  et  salutiferae 
legis  christianne.  (Es  la  núm.  87  de  nuestro  catálogo.) 

(12)  J.  Torras  y  Bases  en  el  sólido,  pero  discutible,  estudio  que  consagra  a  R.  Lull 
en  La  Tradició  Catalana,  lib.  IT,  cap.  II,  ed.  "Biblioteca  Balmes",  Barcelona,  1935.  (Véan- 
se, especialmente,  las  págs.  305-308  del  vol.  L) 

(13)  Libre  de  Contemplado  en  Den,  Mallorca,  1006-1014,  t.  IV,  cap.  171:  "Com 
hom  aperceb  e  entén  lo  cors  de  natura  e  les  obres  de  natura"  ("capítulo  muy  interesante  y 
que  no  tiene  desperdicio),  núm.  22,  pág.  27. 


-  343 


reduzcan  casi  siempre  a  razones  de  congruencia  y  analogía,  ingeniosas 
y  a  veces  pueriles — ,  Lull  considera  terminado  su  compromiso  polémi- 
co. No  es  necesario  ya,  en  su  concepto,  el  conocimiento  de  la  esencia  de 
Dios,  una  vez  probado  que  éste  tiene  tres  personas :  "no  es  necesario 
a'l  hombre  saber  ni  conocer,  ni  es  maravilla  si  no  puede  el  hombre  en- 
tender (apercebre)  vuestra  esencia  (de  Dios)  tal  como  es  en  sí  misma".  Y 
esto,  por  la  razón  sencilla  de  que  el  hombre  comienza  por  ignorar  la 
esencia  de  su  propia  alma :  "porque  la  esencia  del  alma  del  hombre  na- 
die puede  entender  (apercebre)  qué  cosa  sea  en  sí  misma"  (14). 

De  hecho,  no  obstante,  este  criticismo  es  puramente  provisional. 
Una  vez  más  confírmase  aquí  la  psicología  del  misticismo :  Lull  da  un 
paso  atrás,  en  realidad  para  tomar  aliento  y  acometer  con  un  vigor 
inusitado  la  vía  contemplativa  del  amor,  en  su  anhelo  por  ensanchar  el 
ámbito  del  conocimiento.  "Quien  quiera  extender  el  pensamiento  y  en- 
sanchar sus  límites — escribe  en  el  Libre  de  Contemplado  en  Deu  (15) — 
contemple,  Señor,  en  vos  según  la  manera  y  el  arte  de  este  libro  ;  por- 
que usando  y  tratando  la  manera  y  el  arte  de  este  libro,  el  hombre  lle- 
gará a  enamorarse  de  vos ;  y  por  este  amor  extenderá  y  ensanchará  su 
sabiduría  y  su  saber  y  su  sutilidad  y  su  gracia  y  su  bendición." 

9.  La  convivencia — mejor  que  la  conciliación — de  las  anotadas  ten- 
dencias racionalista,  crítica  y  mística  y,  en  general,  la  trama  íntima  de 
la  filosofía  luliana,  aparece  clara  cuando  se  estudian  el  proceso  del  pen- 
samiento y  la  vida  del  misionero  mallorquín  paralelamente  con  los  mo- 
mentos principales  de  la  vida  de  San  Francisco.  Como  éste,  Lull  se 
halla  ante  un  negocio  espiritual  que  considera  urgente  y  extraordinario: 
la  conversión  de  los  infieles;  y  es  aquí  donde  queda  justificado  su  ra- 
cionalismo. Pero  el  Doctor  Iluminado,  como  el  Poverello  de  Asís,  per- 
sigue normalmente  un  ideal  de  perfección  evangélica,  individual  y  so- 
cial ;  y  en  su  virtud  el  reformador,  con  ánimo  esforzado,  recorre  en 
la  realidad  de  la  vida  y  a  través  de  las  páginas  autobiográficas  del 
Blanquerna  y  del  Libre  de  Meravelles  todos  los  estamentos  de  la  jerar- 
quía social,  flagelando  sus  vicios,  a  fin  de  empujar  a  los  hombres  hacia 
el  camino  de  la  verdadera  salvación.  Por  encima  de  todos  los  estamen- 
tos y  terminada  su  misión  apostólica,  Lull,  personificado  en  la  figura 
ideal  de  Blanquerna,  comienza  la  vida  contemplativa,  considerad?  per 
él  como  el  estado  más  perfecto;  de  la  misma  manera  que  San  Francis- 
co, despv.és  de  sus  correrías  evangélicas  por  el  mundo  como  juglar 


Ú4)    Obra  cit,  t.  IV,  cap.  169,  núm.  24,  pág.  19. 
(15)    Obra  cit.,  t.  III,  cap.  168,  núm.  15,  pág.  4i5- 


--  344  - 


divino,  se  consagra,  en  los  últimos  años,  a  la  vida  eremítica,  retirado 
en  el  dulce  valle  de  Rieti  y  más  tarde  en  el  monte  de  Alvernia.  Situado 
en  aquellas  místicas  alturas,  el  trovador  de  Cristo  de  Mallorca,  "íoll 
d'amor",  se  entrega  a  los  ardientes  coloquios  del.  Libro  del  Amigo  y 
el  Amado. 

Una  grandiosa  filosofía  del  amor,  teológica,  metafísica,  psicológica  y 
moral  a  la  vez,  anima  y  caldea  todo  el  opus  luliano.  A  quien  tuviese 
sobre  ello  la  menor  duda,  bastaríale  recorrer  las  páginas  inflamadas, 
en  parte  doctrinales  y  en  parte  autobiográficas,  de  aquella  vasta  enci- 
clopedia del  amor,  desenvuelta  en  el  Libre  de  Contemplado  en  Den, 
grandioso  monumento  de  la  literatura  místico-filosófica  medieval.  Esta 
filosofía  del  amor  deriva,  finalmente,  hacia  una  filosofía  personal  de  la 
muerte  y  del  martirio.  Es  que  no  se  trata  de  una  doctrina,  sino  de  una 
actitud  personal  firme,  la  cual,  si — como  vimos  en  la  Vida  coetania — es 
propósito  inicial  del  autor  del  Ars  magna,  constituye  también  el  coro- 
namiento de  toda  la  epopeya  luliana.  El  lulismo  es  una  doctrina  servida 
por  una  actitud  personal,  rubricada  amorosamente  con  la  sanare  del 
martirio. 


CAPITULO  XI 


El.  ARTE  LULIANA:  SUS  ORIGENES  Y  EVOLUCION.  EL 
"ARS  MAGNA"  PRIMITIVA 


I 

El  Arte  luliana  y  la  lógica  medieval. 
Significación  del  Arte  luliana. — Crítica  del  punto  de  vista  de  Prantl  y  otros. 

1.  Cuando  R.  Lull  se  propuso  componer  unum  librum  meliorem  de 
mundo  (i),  sabía  que  este  libro  insólito  había  de  servir  para  "convertir 
hombres",  no  para  convertir  "proposiciones".  Pero  el  Doctor  Iluminado 
no  tardaría  en  convencerse  de  que  un  medio  muy  adecuado,  ya  que  no  el 
único,  para  convertir  a  los  infieles  era  ser  diestro  en  el  arte  de  conver- 
tir proposiciones,  esto  es,  el  manejo  fácil  del  silogismo.  Y  si  a  esto  se 
añade  que  el  hombre  que  había  tomado  a  su  cargo  organizar  ese  nue- 
vo instrumento  de  conversión  era  un  asceta  que  descendía  de  las  altu- 
ras de  la  contemplación  mística,  que  se  sentía  asistido  e  ilustrado  por 
Dios,  meta  y  cima  de  todo  conocimiento  humano,  de  suyo  finito  y  limi- 
tado— fenit  e  termenat — ,  se  comprenderá  que  el  Arte  luliana,  conden- 
sación de  aquel  gran  propósito,  es  algo  sui  generis,  que  no  puede  sef  en- 
cuadrado en  los  esquemas  ordinarios  de  la  lógica  medieval  o.  mejor, 
peripatética. 

2.  Por  haberse  desentendido  de  estas  prenociones  elementales,  que 
derivan  del  conocimiento  de  la  vida  y  del  carácter  de  Lull  en  relación 
con  el  espíritu  de  su  época,  el  gran  estudio  que  Prantl  dedicó  a  la  lógi- 
ca del  filósofo  mallorquín  (2)  quedó  en  buena  parte  invalidado.  Lo  más 

(1)  Vida  coetánia. 

(2)  Geschickte  der  Logik  im  Abendlande,  tom.  III  (Leipzig,  1867),  cap.  XVIII, 
págs.  145-177.  Nos  servimos  de  la  edición  de  Leipzig,  1927. 


—  346  -- 


grave  del  caso  es  que  la  autoridad  indiscutida  de  Prantl  en  esta  materia 
ha  pesado  como  una  losa  de  plomo,  hasta  el  punto  que  sus  juicios  (3) 
han  venido  a  ser,  durante  un  largo  período,  como  la  consigna  para  re- 
nunciar definitivamente  a  toda  tentativa  de  explicar  la  verdadera  signi- 
ficación del  Arte  luliana,  que  es  el  problema  específico  que  incumbe  plan- 
tear y  resolver  al  historiador  de  la  filosofía.  Así,  los  meritísimos  autores 
del  estudio  sobre  R.  Lull  contenido  en  el  tomo  XXIX  de  la  "Histoire 
littéraire  de  la  France",  aseguran,  siguiendo  las  huellas  de  Prantl,  que 
el  Ars  magna  ha  perecido  para  siempre,  y  tienen  un  gesto  de  conmise- 
ración para  el  gran  Leibniz,  que  la  estudió  de  buena  fe  y  aun  pretendió 
descubrir  alguna  perla  dentro  de  aquel  "fárrago"  (4). 

Por  otra  parte,  aun  aquellos  que  con  un  criterio  histórico  han  in- 
tentado, en  los  últimos  años,  la  explicación  del  Arte  luliana,  lo  han  hecho 
prescindiendo  de  elementales  precauciones  o  sujetándose  a  pautas  de- 
masiado e-trechas.  Dando  más  fe  a  las  palabras  que  a  los  actos  y  a 
las  obras  del  Doctor  Iluminado,  se  sitúan  de  plano  en  el  Ars  magna,  sin 
distinguir  entre  la  primitiva  y  la  última,  y  sin  parar  mientes  en  que  el 
Arte  general  tuvo  un  período  de  gestación  y  en  que  desde  el  Art  Abren- 
jada  d'atrobar  veritat,  que  fué  su  concreción  primera,  hasta  el  Ars  ge- 
nerolis  última,  Lull  se  entrega  a  un  insistente  y  denodado  trabajo  de 
simplificación.  Otras  veces,  con  la  denominación  genérica  de  Arte  lulia- 
na han  sido  presentados  confusamente  doctrinas  y  elementos  gráficos 
(figuras,  tablas,  etc.)  pertenecientes  a  obras  de  diversos  períodos.  O,  lo 
que  es  peor  todavía,  se  ha  creído  hallar  una  norma  segura  de  exposi- 
ción en  el  método  ascensional  del  Arbre  de  Sciencia,  obra  de  madurez, 
en  la  cual  el  pensamiento  luliano,  siempre  inquieto  y  en  continua  reno- 
vación, se  remansa  para  estructurar  una  enciclopedia  de  las  ciencias  de 
su  época. 

3.  Es  preciso  puntualizar  la  función  que  la  lógica  aristotélica  des- 
empeña dentro  del  Arte  luliana,  seguida  en  sus  diversos  períodos.  Y  te- 
niendo en  cuenta  que  Lull  operó  inicialmente  en  la  isla  de  Mallorca, 
habitada  todavía  por  sarracenos,  con  los  cuales  estuvo  aquél  en  diario 
contacto  y  de  quienes  aprendió  directamente  la  lengua  arábiga  y  segu- 
ís) Prantl  juzga  muy  apasionada  e  irrespetuosamente  a  R.  Lull,  a  quien  califica, 
unas  veces,  de  pueril  y,  otras,  poco  menos  que  de  loco,  y  acaba  su  estudio  de  una  ma- 
nera despectiva,  pidiendo  perdón  al  lector  porque  le  ha  entretenido  con  la  exposición 
de  un  sistema  intrincadísimo,  que  nada  tiene  que  ver  con  la  lógica  (Obra  y  lug.  cits., 
págs.  145,  176  y  177). 

(4)  "UArs  magna  a  péri  pour  jamáis,  et  nous  trouvons  aujourd'hui  Leibniz  bien 
bon  d'avoir  prétendu  découvrir  quelque  perle  en  ce  fatras."  (Hist.  littér.  de  la  France, 
t.  XXIX,  pág.  3.) 


—  347  - 


ramente  sus  doctrinas  filosóficas  y  teológicas,  hay  que  dilucidar  previa- 
mente si  la  lógica  aristotélica  utilizada  por  el  Doctor  Iluminado  proce- 
día de  Oriente  o  de  Occidente.  Consignemos,  en  justicia,  que  la  contri- 
bución de  los  arabistas  españoles,  rebajada  la  parte  de  exageración,  ha 
abierto  brecha  definitiva  en  este  y  otros  puntos.  En  fin,  la  estirpe  neta- 
mente franciscana  de  R.  Lull,  sus  concomitancias  doctrinales  con  San 
Buenaventura  y  R.  Bacon  y,  en  general,  con  la  corriente  agustiniano- 
anselmiana  a  la  que  pertenece  de  lleno,  como  veremos  más  adelante,  han 
patentizado  la  importancia  capital  que,  dentro  del  sistema  luliano,  ha 
tenido  siempre  la  que,  siguiendo  a  E.  Gilson  (5),  denominamos  "lógica 
de  la  analogía"  o  simbólica,  no  basada  ciertamente  en  el  silogismo,  pero 
a  la  cual  se  consideraba  más  apta  que  la  lógica  aristotélica  para  la  de- 
mostración de  los  artículos  de  la  fe  católica. 

Recogiendo  todas  estas  indicaciones,  vamos  a  intentar — dentro  de  la 
obligada  brevedad  y  sólo  a  guisa  de  esbozo,  susceptible  de  ulteriores  am- 
pliaciones y  rectificaciones — una  explicación  histórico-genética  del  Arte 
luliana. 


(5)    La  philosophie  de  Saint  Boruiv enture,  París,  1924,  cap.  VII,  págs.  iqó  y  sigs. 


1 1 

Prehistoria  del  Arte  luliana. 

El  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel. — Cronología  y  versiones  latina  y  rimada 
catalana  de  esta  obra. — Cuestiones  metafísico-teológicas. — Procedimientos  ló- 
gico-algebraicos.— Cotejo  del  Compendio  con  la  lógica  occidental. — El  Libre 
de  Contemplado  en  Deu. — Doctrinas  y  procedimientos  lógicos  de  esta  obra. — 
Procedimientos  plásticos. — Letras,  árboles  y  figuras  geométricos. — Discusio- 
nes acerca  de  la  influencia  arábiga. 

4.  Podemos  rastrear,  con  relativa  seguridad,  una  verdadera  prehis- 
toria del  Arte  luliana  con  el  auxilio  de  dos  obras  que  tenemos  por  an- 
teriores al  Ars  magna  primitiva.  Nos  referimos  al  Compendio  de  la  Ló- 
gica de  Algazel  y  a  la  vasta  enciclopedia  Libre  de  Contemplado  en  Deu. 

El  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel,  registrado  en  los  catálogos 
con  las  denominaciones  de  Compendium  logicae  Algazelis  y  Lógica  en 
rims  (núm.  229  de  nuestro  catálogo),  pertenece  al  ciclo  de  las  primeras 
obras  escritas  por  Lull.  Decimos  más :  redactada  dicha  obra  originaria- 
mente en  lengua  arábiga,  creemos  que  fué  un  cuaderno  de  trabajo  de 
que  se  sirvió  Ramón  durante  el  período  de  gestación  de  su  Art  abreu- 
jada  d'atrobar  veritat.  Llegamos  a  esta  conclusión  después  de  un  estu- 
dio comparativo  de  aquella  obra  con  las  primeras  producciones  filosófi- 
cas de  Lull,  y  gracias  también  a  los  progresos  realizados  por  la  biblio- 
grafía luliana  en  los  últimos  años  (6). 

Comencemos  por  afirmar  que  la  autenticidad  del  Compendio  de  la 
Lógica  de  Algazel  es  indiscutible.  Salvo  Probst,  mal  informado  en  este 
punto  (7),  ningún  otro  luliano  la  ha  puesto  en  duda.  Lull  escribió  pri- 
meramente un  extracto  de  la  lógica  de  Algazel  que,  desgraciadamente, 
se  ha  perdido.  Más  tarde  y  en  Montpellier  se  hizo  una  versión  del  ará- 
bigo al  latín,  destinada  a  servir  de  manual  escolar  (ad  consolationem  sco- 


(6)  Véase  el  capítulo  IX  de  la  presente  obra. 

(7)  Carácter e  et  origine  des  idees  du  bienheureux  Ray morid  Lulle  cit..  II  parte, 
cap.  ITT.  pápr.  240. 


349  — 


larium)  (8).  Y  sobre  esta  versión  latina  éscribió  Lull  su  Lógica  en 
rims  (9),  que  el  profesor  Jorge  Rubio  ha  publicado,  por  vez  primera,  en 
una  excelente  y  muy  orientadora  edición  crítica  (10).  El  texto  catalán  no 
contiene  ninguna  indicación  de  lugar  ni  año. 

5.  Es  muy  instructivo  el  camino  que  ha  hecho  la  cronología  de  esta 
obra.  Salzinger  cataloga  el  Compendium  logicae  Algazelis  entre  los  es- 
critos sin  fecha  (11).  El  P.  Pasqual  le  asigna  la  de  1289  (12).  Esta  opi- 
nión concuerda  con  la  observación  hecha  años  más  tarde  por  el  concien- 
zudo lulista  Mateo  Obrador  (13)  de  que  Lull  antes  de  1290  nunca  en  el 
explicit  indica  el  lugar  y  la  fecha,  y  que  además  oculta  por  modestia  su 
nombre;  circunstancias  que  pueden  verse  en  el  explicit  del  compendio 
latino  y  en  los  últimos  versos  del  texto  catalán  (14).  J.  Rubio  vacila  en- 
tre la  fecha  de  1275,  que  es  la  del  primer  viaje  de  Lull  a  Montpellier, 
y  la  de  1288,  fecha  del  segundo  viaje  a  la  propia  ciudad,  aunque  incli- 
nándose a  esta  segunda  fecha.  No  aborda  el  punto  concreto  de  la  fecha 
diferente  y  anterior  que  debió  tener  el  compendio  latino  respecto  del 
compendio  rimado  catalán,  limitándose  a  suponer  que  este  segundo  texto 
debió  seguir  inmediatamente  al  primero  y  que  fué  igualmente  escrito  en 
Montpellier  (15).  Longpré,  filósofo  de  profesión,  en  su  catálogo  asigna 

(8)  Son  las  primeras  palabras  de  dicha  versión  latina:  "Deus  ad  laudem  tue  cle- 
mentie  a  qua  singule  grade  emanant  et  consolationem  scolarium  afectantium  suscipere 
ac  de  theologia  et  phylosophia  paululum  comprehendens,  in  Montepesulano  illo  anuente 
qui  regnat  ubique,  translatus  est  de  arábico  in  latinum,  cuius  titulus  talis  est:  incipit 
compendium  loyce  Algazellis." 

(9)  "Deus,  per  fer  a  vos  honrament, 
de  lógica  tractam  breument 

la  qual  es  compendi  novell 
hon  mon  enteniment  appell, 
que  translat  de  lati  en  romans 
en  rimes  e'n  mots  qui  son  plans." 

(10)  La  Lógica  del  Gazzali,  posada  en  rims  per  En  Ramón  Lull,  "Anuari  de  l'Insti- 
tut  d'Estudis  Catalans",  1Q13-1914,  págs.  311-354. 

(11)  Cátalo gus  librorum  magni  operis  lulliani,  en  el  vol.  I  (1721)  de  la  edición  de 
Maguncia. 

(12)  Vindiciae  lullianae  cit.,  vol.  I,  cap.  XIX,  ss.  VI,  pág.  183. 

(13)  Prólogo  al  Libre  del  Gentil,  ed.  de  Mallorca,  1901,  pág.  XLV. 

(14)  "Ego  vero  aliis  Dei  servicis  perpenditus,  ad  que  me  opportet  necesse  contem- 
plative  disponere,  presentem  libellum  totaliter  abreviatura  transferens,  hic  dixi  breviter 
terminando.  Explicit  compendium  logice  Algazelis  cum  aliquibus  additionibus  theologie." 

Y  en  el  Compendio  rimado  se  lee: 

"Tant  som  hom  vil  e  peccador 
e  indigne  de  nulla  honor, 
que  mon  nom  no  aus  dexelar 
en  est  tractat..." 

(15)  Obra  y  lug.  cits.,  pág.  319. 


—  35°  — 


al  Compendium  logicae  Algazelis  y  a  la  Lógica  en  rims  indistintamente 
la  fecha  probable  de  1276  (16),  es  decir  que  coloca  esta  obra,  en  c¿u  do- 
ble versión  latina  y  catalana,  entre  las  primeras  producciones  de  Lull. 
Ottaviano,  siguiendo  a  Longpré,  acepta  también  la  fecha  hipotética  de 
1276  y  señala  a  la  citada  obra  el  número  3  (antes  que  el  Libre  de  Con- 
templado en  Den  y  el  Ars  Magna  primitiva)  en  su  Tabla  cronológi- 
ca (17).  Con  mayor  razón  parece  que  debiera  figurar  entre  los  primero? 
números — acaso  con  el  número  1 — el  extracto  arábigo  de  la  lógica  de 
Algazel,  redactado  por  Lull,  como  hemos  probado,  antes  que  las  ver- 
siones latina  y  catalana. 

6.  Veamos  ahora  las  relaciones  entre  la  obra  original  de  Algazel  y 
el  texto  de  Lull,  punto  cuidadosamente  estudiado  por  Jorge  Rubio.  En 
defecto  de  los  diversos  códices  arábigos  del  Maqásic  al-falásifa  (Tenden- 
cias de  los  filósofos)  de  Algazel,  que  contiene  su  exposición  del  sistema 
peripatético  ( 18)  y  que  le  hubiera  servido  de  base  de  comparación,  J.  Ru- 
bio utiliza  la  traducción  latina  que  de  dicha  obra  hizo,  en  Toledo,  Do- 
mingo Gundi salvo.  La  traducción  latina  de  Gundisalvo  ha  sido  conser- 
vada en  la  rara  edición  impresa  en  Venecia  en  1506,  que  tiene  por  título 
Lógica  et  Philosophia  Algazelis  Arabis,  y  está  dividida  en  tres  partes : 
lógica,  filosofía  y  física.  Gracias  a  la  versión  alemana  que  de  los  dos 
primeros  capítulos,  acompañada  del  original  arábigo,  publicó  el  Dr.  Reer, 
en  1888  (19),  se  puede  comprobar  la  fidelidad  de  la  citada  edición  latina 
de  Venecia,  que,  salvo  la  división  en  capítulos,  no  presenta  divergencias 
apreciábales  con  el  original. 

Ahora  bien  :  un  estudio  comparado  de  la  obra  de  Algazel — a  través 
de  la  traducción  latina  de  Gundisalvo,  contenida  en  la  edición  de  Vene- 
cia de  1506 — con  el  compendio  latino  y  la  versión  rimada  catalana  de 
R.  Lull,  permite  llegar  a  los  siguientes  resultados: 

i.°  Lull  no  se  limita  a  traducir  o  a  extractar  el  original  arábigo  de 
Algazel,  sino  que  establece  un  orden  diferente  de  las  materias,  compen- 
diando de  una  manera  original  (26). 

(16)    Obra  y  lug.  cits.,  col.  1104. 
C17)    Obra  cit.,  pág.  32. 

(18)  Véase  Miguel  Asín:  Algazel;  Dogmática,  Moral,  Ascética,  Zaragoza,  iqoi, 
cap.  I,  páss.  125-151. 

(19)  G.  Beer:  Al  GazzálVs  Makásid  Al-Faldsifat ;  I  Teil:  Die  Logik,  cap.  /-//, 
nach  der  Berliner  u.  Oxforder  Hanschrift  zum  ersten  Male  herausgegeben,  übersetz  und 
mit  Vorwort...  versehen,  Leiden,  1888.  Citada  por  J.  Rubio,  obra  cit.,  pá?s.  320  y  sitrs. 

(20)  Véase  la  comparación  de  las  rúbricas  y  de  algún  capítulo  del  compendio  latino 
luliano  con  los  correspondientes  de  Algazel,  en  J.  Rubio,  obra  y  Iuíí.  cits.,  págs.  321- 
323  y  352-354. 


-  35i  - 


2.°  La  versión  catalana  o  Lógica  en  rims  es,  a  su  vez,  un  compendio 
del  compendio  o  versión  latina :  compendi  novell,  como  se  lee  en  los  pri- 
meros versos  (21).  El  texto  es  seguido  con  fidelidad,  salvo  las  exigencias 
obligadas  de  la  rima.  Persiste  el  mismo  orden  de  materias,  con  la  diver- 
gencia de  que  las  cuestiones  metafísicas  y  teológicas  de  que  nos  ocupare- 
mos (versos  592-1080  de  la  edición  J.  Rubio),  en  el  compendio  latino  son 
tratadas  al  final  (22).  Los  nombres  de  Sócrates,  Platón  o  Virgilio,  usua- 
les en  el  lenguaje  de  las  escuelas,  son  sustituidos  por  nombres  catala- 
nes, como  Ramón  y  Vidal.  Lull  mue?tra  una  singular  destreza  en  versi- 
ficar los  conceptos  y  demostraciones  más  abstrusos  y  en  concentrar  el 
texto  latino.  Pero  a  veces,  más  que  resumir,  selecciona :  tal  ocurre  en  la 
parte  dedicada  a  las  falacias  (versos  1080  y  sigs.),  donde  se  limita  a  ex- 
poner una  sola  de  las  clases  en  que  el  texto  latino  divide  las  falacias  o 
a  presentar  un  solo  ejemplo. 

¿Diferiría,  a  su  vez,  el  compendio  latino  del  texto  arábigo  redactado 
originariamente  por  Lull?  ¿Estaría  este  texto  arábigo  más  cerca  del  ori- 
ginal de  Algazel,  hasta  el  -punto  que  viniese  a  ser  como  un  extracto  o 
apuntamiento,  especie  de  cuaderno  para  u^o  personal  de  Lull?  Sólo  el 
descubrimiento  del  manuscrito  arábigo  luliano  podría  resolver  este  inte- 
resante punto. 

3.0  En  el  compendio  así  latino  como  catalán  de  Lull  son  intercala- 
das algunas  cuestiones  metafísicas  y  teológicas.  Así,  se  advierte  ya  en 
las  primeras  palabras  de  la  versión  latina :  presens  libellus  continens  par- 
tem  loyce  Algazelis  ac  de  theohgia  et  phihsophia  pmdidum  comprehen- 
dens,  afirmación  ratificada  en  el  explicit  (23). 

En  efecto;  en  ambos  compendios  lulianos  son  incluidas  las  cuestiones 
referentes  a  los  predicamentos,  a  la  substancia  y  el  accidente  y  alguna 
otra,  que  figuran  en  el  líber  philosophie  y  no  en  el  líber  logice  de  Alga- 
zel (24).  Pero  Lull  trata  además  otras  cuestiones  metafísico-teologicas, 


(21)  Cfr.  el  texto  reproducido  en  la  nota  9. 

(22)  Cfr.  el  cotejo  de  las  rúbricas  del  compendio  latino  (las  inserta  J.  Rubio,  obra 
y  lúe.  cits.,  págs.  352-353)  con  el  texto  del  compendio  rimado.  ¡Es  lástima  que  per- 
manezca inédito  el  texto  del  compendio  latino! 

(23)  "Explicit  compendium  logice  Algazelis  cum  aliquibus  additionibus  theologie." 

(24)  Así,  son  del  compendio  latino  las  siguientes  rúbricas:  Sequitur  de  predicamen- 
tis.  Sequitur  de  predicamento  quanütatis.  Sequitur  de  predicamento  {¡uaUtatk.  Sequitur 
de  predicamento  \actionis.  Sequitur  de  predicamento  passionis.  Sequitur  de  Medicamento 
situs.  Sequitur  de  predicamento  quando.  Sequitur  de  predicamento  kibi.  Sequitur  de  pre- 
dicamento habitus  (a  las  cuales  corresponden  los  versos  1374-1536  del  compendio  rima- 
do). Sequitur  differentia  inter  esse  et  essentia  (versos  611-620),  y  alguna  otra. 


—  352  — 


que  nada  tienen  que  ver  con  la  obra  de  Algazel,  y  acerca  de  las  cuales 
conviene  llamar  la  atención.  Estas  cuestiones  son  las  siguientes : 

a)  Necesidad  de  la  fe  para  mejor  entender,  o  sea,  exposición  de  la 

doctrina  del  credo  ut  intelligam  de  San  Anselmo : 

"Si  tu  vols  entendre  lo  ver 

fe  e'ntendre  t'auran  mester"  (25). 

b)  Aplicación  de  esta  doctrina  a  la  demostración  de  los  dogmas  di- 
ferenciales de  la  Trinidad  y  la  Encarnación  : 

"Aytal  vos  han  li  infidel 

qui  descreson  que  Deus  del  cel 

sia  en  santa  trinitat, 

ni  'n  santa  Maria  encarnar"  (26). 

c)  Sigue  la  demostración  de  la  existencia  de  Dios  (27). 

d)  Con  el  nombre,  tal  vez  no  muy  apropiado,  de  "demostració"  Lull 
describe  tres  diferentes  grados  de  conocimiento  que  producen  tres  dife- 
rentes grados  de  certeza;  esta  doctrina  parece  recordar  la  de  San  Bue- 
naventura referente  al  triple  conocimiento  per  vestigio,  per  imaginem  y 
de  ciencia  infusa  (28). 

e)  Demostración  de  la  tesis  de  la  creación  del  mundo  ex  nihilo  por 
Dios,  e  impugnación  de  la  tesis  contraria  de  la  eternidad  del  mundo  (29). 

/)  Bosqueja  además  una  doctrina,  muy  deficiente  todavía,  de  los 
atributos  divinos  (30). 

g)  En  fin,  Lull  presenta  con  trazos  certeros  e  inalterables  la  doctri- 
na de  la  "primera  y  segunda  intención",  que  es  uno  de  los  ejes  de 
su  filosofía: 

(25)  Versos  639-658  (cd.  J.  Rubio,  pá'í  34o);  rúbrica  De  mvestigatione  veriUitis 
del  compendio  latino. 

(26)  Versos  651-654  (pág.  341) ;  la  misma  antes  citada  rúbrica  del  compend;o  latino. 

(27)  Versos  675-707  (pátr.  341) ;  rúbrica  De  invesiigatione  secrcti  del  comrendio 
latino.  Insiste  más  adelante  en  los  versos  799-850  (págs.  342-343) ;  rúbrica  De  investí- 
gatione  reí  nobilioris  del  compendio  latino. 

(28)  Versos  708-770  (págs.  341  y  342) ;  rúbrica  Szquilur  de  deraomtrationibus  del 
compendio  latino. 

(29)  Versos  850-884  y  1000-1044  (págs.  343-345) ;  rúbrica  De  invesiigatione  cius 
quod  est  del  compendio  latino. 

(30)  Versos  885-926  (págs.  343  y  344) ;  rúbricas  De  invesiigatione  eius  quod  est  y 
Seqidtur  de  sensibus  particulañbus  del  compendio  latino. 


/ 


—  353  — 


"Primera  entenció  a  Deu 
la  dona,  si  vols  esser  seu; 
la  segona  entenció  es 
si  sots  Deu  ames  qualque  res 


e  car  ell  es  mellor  que  re 

ab  la  primera  te  cové 

que  l'ages  en  ta  volentat, 

si  no  u  fas,  tort  has  e  peccat"  (31). 

Como  veremos  más  adelante,  Lull,  coincidiendo  en  este  punto  con 
R.  Bacon,  se  propone  construir  una  lógica  "natural",  de  la  primera  in- 
tención, es  decir,  una  lógica  no  puramente  formalista,  sino  al  servicio  de 
la  verdad  salutífera. 

4.0  Se  puede,  pues,  afirmar  que  Lull  se  inspiró  originariamente  en 
la  lógica  de  Oriénteles  decir,  en  la  lógica  peripatética  aprendida  a  tra- 
vés de  Algazel.  Decimos  originariamente,  porque  apenas  Lull  hubo  co- 
menzado la  exposición  y  divulgación  de  su  Arte  en  los  medios  escolás- 
ticos y  universitarios  (Montpellier,  París,  más  tarde  Nápóles),  tuvo  que 
adaptarse  a  la  terminología  de  la  lógica  occidental.  Este  contacto  comen- 
zó en  seguida.  Así  en  el  compendio  latino  de  la  lógica  de  Algazel  halla- 
mos expresiones  como  genus,  utrum,  aequwocum,  simpliciter,  secundum 
quid,  non  causa  ut  causa,  situs,  quando  y  ubi,  que  pasan  y  permanecen 
intactas  en  la  versión  catalana  rimada  (32). 

5.0  A  pesar  de  todas  esas  afinidades,  derivadas  del  hecho  de  la  con- 
vivencia, la  lógica  luliana  difiere  esencialmente  de  la  lógica  occidental, 
codificada  en  las  Summulas  de  Pedro  Hispano.  Lull  tiene  de  la  lógica 
un  concepto  puramente  instrumental.  Mientras  en  el  Occidente  latino, 
la  lógica,  vinculada  en  la  Facultad  de  Artes,  pugna  por  constituirse  en 
disciplina  propia  e  independiente  de  la  teología  (33),  el  filósofo  mallor- 
quín que  aborrece  cordialmente  el  arte  vana  de  la  disputa  por  la  disputa 
— "segunda  intención" — ,  representa  el  movimiento  contrario  de  total 
subordinación  de  la  lógica  a  «la  teología — una  teología,  en  este  caso,  de 
fondo  agustiniano  y  místico.  Es  terminante  su  declaración  final  en  am- 
bos compendios: 


(31)  Versos  1044-1079  (págs.  345  y  346);  rúbrica  Sequitur  de  prima  et  secunda 
intentione. 

(32)  Versos  188  y  sigs.,  560,  1080  y  sigs.,  1100,  1502,  1510  y  1*20. 

(33)  Véase  el  capítulo  III  de  la  presente  obra,  sobre  Pedro  Hispano. 


23 


—  354 


"De  lógica  parlam  tul  breu, 
car  a  parlar  avem  de  deu"  (34). 

6.ü  Contrastando  con  el  carácter  cada  vez  más  profesional  que  va 
adquiriendo  la  lógica  occidental,  Lull  aspira  a  hacer  de  la  lógica  un  ins- 
trumento popular,  manejable  incluso  por  1os  laicos  que  no  saben  árabe 
ni  latín.  Y  para  mayor  facilidad  de  aprenderlo  y  retenerlo,  se  vale  de  la 

exposición  sencilla  y  aun  rimada: 

"en  rimes  e'n  mots  qui  son  plans 
per  tal  que  hom  puscha  mostrar 
lógica  e  philosophar 
a  cels  qui  no  saben  lati 
ni  arabich"  (35). 

Este  afán  popularista  constituye  desde  el  comienzo  una  verdadera 
obsesión  en  el  filósofo  mallorquín,  y  explica  el  proceso  que  va  desde  el 
Ars  magna  primitiva  hasta  el  Ars  generalis  ultima. 

y.°  Apuntan  ya  en  el  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel  elementos 
simbólicos,  que  obtendrán  más  adelante  su  adecuado  desarrollo.  Así,  el 
árbol  de  Porfirio  cobra  vitalidad  y  comienza  a  florecer  (36).  Un  curioso 
símil  del  fruto  que  se  detiene  y  se  malogra  en  las  hojas,  empleado  por 
Lull  para  explicar  el  significado  de  la  "segunda  intención"  (37),  será 
reproducido  y  amplificado,  con  el  mismo  propósito,  primero  en  el  Ars 
magna  primitiva  (38)  y,  más  tarde,  en  el  Arbre  de  Sciencia  (39).  Apélase 
asimismo  a  las  figuras  del  triángulo  (40)  y  del  círculo  (41)  para  hacer 
asequibles  algunos  conceptos  difíciles  o  demasiado  abstractos. 


(34)  Versos  1605  y  1606.  Véase  el  texto  correspondiente  del  compendio  latino  en 
la  nota  14. 

(35)  Versos  6-9  (pág.  332). 

(36)  Versos  1542-1552  (pág.  351). 

(37)  Versos  1070-1075  (pág.  346). 

(38)  "Prima  intentio  semper  respicit  causam  finalem,  et  assimilatur  fructui;  secunda 
autem  assimilatur  arbori,  quae  est  propter  hoc,  ut  fructus  sit."  Ars  compendiosa  inve- 
niendi  veritatem,  Dist.  II,  De  modo  I.  Ordinationis  Primae  et  Secundae  Intentionis 
(vol.  I  de  la  ed.  de  Maguncia,  pág.  11). 

(39)  "Es  encara  l'elementat  fruit  per  co  car  en  ell  son  les  primeres  intencions  de 
les  causes  primeres...  Posen  bonea  e  granea  si  metexes  en  la  primera  intenció  en  lo  fruit, 
e  romanen  en  la  segona  intenció  en  les  flors  fulles  rams  branques  e  rayls."  Arbre  de 
Sciencia,  Del  fruit  del  Arbre  elemental,  t.  I,  ed.  Mallorca,  1017,  pág.  46. 

(40)  Versos  929-932  (pág.  344). 

(41)  Versos  1520-1521  y  1526-1527  (pág.  351). 


35S  - 


8.°  Por  último,  mientras  la  lógica  occidental  es  "semeiológica",  es 
decir,  se  vale  de  signos  verbales  (42),  Lull  se  esfuerza  en  construir  una 
lógica  "algebraica".  Los  términos  son  representados  por  letras,  cuya  com- 
binación es  una  manera  abreviada  de  enunciar  las  proposiciones.  El  arte 
de  la  conversión  de  las  proposiciones  consistirá  en  establecer  las  posi- 
bles equivalencias  lógicas  entre  los  grupos  de  letras  representativos  de 
las  proposiciones  convertibles  en  cada  caso ;  del  mismo  modo  que  en 
álgebra  se  busca  la  equivalencia  matemática  entre  los  grupos  de  letras 
representativos  de  las  cantidades  respectiva". 

He  aquí,  íntegramente,  el  pasaje  del  compendio  rimado  en  el  que 
Lull  introduce  esta  importante  novedad: 

"Per  affermar  e  per  neguar 

a.  b.  c.  pots  aiustar, 
mudant  subject  e  predicat 
relativament  comparat 

en  conseguent  antesedent. 
Ech  vos  que  a.  es  conseguent, 

b.  son  contrari  exament, 

c.  es  antesedent,  so  say 

d.  per  son  contrari  estay: 

a.  es  animal,  home  es  c. 

b.  ab  c.  en  a.  no's  cové ; 
ni  a.  ab  d.  en  c,  so  say; 
e  per  ago  dir  eu  porray 
que  a.  e  c.  son  una  re, 

e  per  contrari  b.  e  dv  • 

e  tot  c,o  qui  es  c,  a.  es 

convertir  no  ho  pots  per  res ; 

una  causa  son  a.  e  b. 

contra  la  c,  qu'axi's  cové; 

axi  es  muí,  qui  es  a.  e  b., 

contra  la  e.,  mas  greu  s'enté; 

ago  matex  pots  dir  de  d., 

qui  es  a.  b.  contra  la  c, 

en  muí  o  en  tot  palafré 

e  says  que  la  c.  e  la  d. 

una  cosa  son  contra  b. 

(42)    Véase  el  capítulo  III,  §  IV,  de  la  presente  obra,  sobre  Pedro  Hispano 


-  356  - 


contra  la  a.  en  moltó, 
perqu'eu  say  que  c.  a.  d.  so 
una  causa  contra  leó"  (43). 

¿Quién  no  descubrirá  en  este  curioso  texto  el  preludio  de  la  célebre 
Arte  combinatoria,  tan  admirada  por  algunos,  motivo  de  horror  y  aun 
de  descrédito  del  Arte  luliana,  en  opinión  de  otros? 

Hasta  aquí  el  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel. 

7.  Simultáneamente  con  estos  ejercicios  lógicos  y  en  pleno  fervor  no- 
vicial,  Lull  iría  componiendo  su  gran  Libre  de  Contemplado  en  Deu,  es- 
crito primero  en  lengua  árabe  y  vertido  y  ampliado  después  al  cata- 
lán (44). 

En  el  capítulo  referente  a  la  mística  luliana  expondremos  la  singular 
arquitectura  y  el  contenido  de  esta  vasta  enciclopedia,  selva  frondosa 
todavía  en  gran  parte  inexplorada,  que  contiene  en  su  totalidad  los  es- 
pléndidos albores  del  pensamiento  filosófico  luliano.  Un  aspecto  inédito 
del  Libre  de  Contemplado  en  Deu  es  el  referente  a  la  lógica.  Los  méto- 
dos místicos  alternan  en  esta  obra  con  los  procedimientos  racionalistas 
más  audaces  (45).  Las  "razones  necesarias"  se  van  abriendo  paso  entre 
las  más  variadas  interpretaciones  simbólicas  del  Universo,  agudas  y  pro- 
fundas unas,  ingeniosas  y  a  veces  pueriles  otras  (46).  La  lógica  del  silo- 
gismo y  la  lógica  de  la  analogía  son  manejadas  indistintamente,  sin 
previa  ni  expresa  delimitación  de  sus  dominios  y  funciones.  Lull,  con 
paso  vacilante  todavía  y  empujado  por  un  ansia  fervorosa  de  saber,  se 
lanza  a  la  busca — encercament — de  un  Arte  nueva,  un  arte  de  pensar 
y  de  vivir  a  un  tiempo,  que  bulle  en  su  mente  de  hombre  iluminado, 
pero  que  no  acaba  de  tomar  cuerpo  definitivo. 

Ese  arduo  y  no  bien  definido  propósito  el  filósofo  mallorquín  lo  rea- 
liza por  partes.  Y  así,  sucesivamente,  va  descubriendo  y  estructurando : 
un  arte  de  purificar  las  costumbres  (47) ;  un  arte  de  evitar  la  guerra  y 
conseguir  la  paz  interior  (48) ;  un  arte  estrictamente  lógica  de  disputar, 

(4%)    Versos  1.^74-1602  (pás?.  352). 

(44)    Cfr.  el  explicit  de  dicha  obra,  vol.  VIT.  ed.  de  Majorca,  iqi4,  pá<?.  645. 

(4 O  Esta  mescolari7a  perdura  en  toda  la  obra,  re^  ?caso  más  acentuada  en  el 
libro  V  y  último  (vol.  VI  de  la  ed.  de  MallorcaV  A  me^da  aue  el  Arte  ^e^eral  fe  va 
perfeccionando,  quedan  anarte  y  para  ser  utilizados  de  otra  manera  los  métodos  místicos. 

(46)  Cfr.  la  D:stinción  XXIX,  especialmente  ln*  cans.  tvo  y  180.  y  toda  la  D;s- 
tinción  XXXVI.  En  el  Libre  de  Contemplado  en  Den  '•emr'nan,  ro  b:en  d!ferenciados 
todavía,  tres  t;pos  de  lÓTica:  la  lógica  silo7Íst:ca.  la  Vr¿c\.  analógico-s'mbópca  y  una 
lógica  algebraica  que  cristaliza,  a  la  postre,  en  el  Arte  combinatoria  y  la  Tabla. 

(4?)    CaD.  iq4  (vol.  IV,  páes.  228-237). 

(48)    Cap.  204  (vol.  IV,  págs.  310-317). 


—  357  — 


basada  en  ciertos  postulados  -psicológicos  y  cuyo  ejercicio  exige,  entre 
otras  cosas,  el  conocimiento  de  los  cinco  universales  y  los  diez  predi- 
camentos (49) ;  un  arte  ascética  de  vivificar  y  mortificar  el  ánimo  y  el 
fervor  (50);  un  arte— prolijamente  intentada — de  demostrar  los  artícu- 
los de  la  fe  católica  (51)  y  los  diez  mandamientos  (52);  un  arte  de  pre- 
destinación (53),  qué  continúa  y  complementa  la  revisión  crítica  que 
antes  intentara  de  las  artes  populares  de  adivinación  del  porvenir  (54); 
un  arte  mística  de  enamorarse  de  Dios  y  de  amar  (55) ;  un  arte  de  orar 
y  de  contemplar  (56),  del  cual  es  una  derivación  el  arte  de  expresar  la 
oración  en  bellas  y  ordenadas  palabras  (57),  amén  de  otras  artes  menos 
declaradas,  dispersas  o  sólo  esbozadas. 

Lull  suele  iniciar  el  desarrollo  de  cada  una  de  las  artes  que  dejamos 
enumeradas  con  una  locución  que  acaba  por  ser  ritual  en  él :  "Qui  vol 
encercar  ni  atrobar..."  (58).  Pues  bien;  la  unificación  y  compendio  de 
todas  esas  artes  parciales,  bajo  la  denominación  genérica  de  Art  abreu- 
jada  d'atrobar  veritat  (59),  es  un  resultado  del  que  Ramón  se  muestra 
tan  sorprendido  y  jubiloso,  que  lo  considera  como  un  fruto  de  inspira- 
ción divina. 

8.  Tres  doctrinas  centrales  del  Libre  de  Contemplado  en  Déu  pa- 
san a  ser  el  soporte  teológico-metafísico-moral  del  Ars  magna  primitiva, 
a  saber : 

1)  La  doctrina  de  la  "primera  y  segunda  intención",  esbozada  ya 
en  el  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel.  y  ahora  insistente  y  amplia- 
mente desarrollada  (60). 

2)  La  teoría  de  los  atributos  divinos,  denominados  "virtudes  en 
Dios".  Afirma  Lull  que  estas  virtudes  son  esenciales  en  Dios,  no  acci- 

(49)  Cap.  216  (vol.  IV,  págs.  397-405). 

(50)  Distinción  XXII  (vol.  II,  págs.  220-242). 

(51)  Distinción  XXXVI  (vol.  V,  págs.  109-264). 

(52)  Distinción  XXXVII  (vol.  V,  págs.  265-340). 

(53)  Distinción  XXXVIII  (vol.  V.,  págs.  34i-3 79). 

(54)  Cap.  218  (vol.  IV,  págs.  414-423). 

(55)  Cap.  282  (vol.  VI,  págs.  121-131). 

(56)  Distinción  XC  (vol.  VII). 

(57)  Cap.  359  (vol.  VII,  págs.  532-544). 

(58)  Véase  el  comienzo  de  las  Distinciones  o  capítulos  últimamente  citados. 

•  (59)  La  prioridad  del  Libre  de  Contemplado  en  Déu  respecto  al  Art  abreujada 
d'atrobar  veritat  es  indudable.  Aparte  de  todo  lo  que  estamos  alegando,  en  la  Dist.  II, 
q.  III,  De  Trinitate,  de  la  segunda  obra  (vol.  I,  pág.  19,  de  la  ed.  de  Maguncia)  se 
alude  al  Libre  de  Contemplado  en  Déu  y  a  la  demostración  que  en  él  se  hace  de  aquel 
dogma. 

(60)  Véase,  respecto  al  Libre  de  Contemplado"  en  Déu,  especialmente  el  cap.  45 
(vol.  I,  págs.  227-231);  y,  respecto  al  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatemf  la  nota  38. 


-  358  — 


dentes ;  y  sin  decidirse  por  un  número  determinado — particularidad  del 
Ars  magna  primitiva  (61) — ,  señala  como  atributos  de  la  esencia  divina 
considerada  ad  intra,  la  infinidad,  da  eternidad,  la  sabiduría,  el  poder,  el 
amor,  la  virtud,  la  simplicidad,  la  perfección  "y  otras  parecidas  a  és- 
tas", y  como  atributos  de  la  propia  esencia  divina  considerada  ad  extra, 
la  creación,  la  gracia,  la  misericordia,  la  justicia,  la  soberanía,  la  humil- 
dad, la  largueza,  la  grandeza,  la  gloria  "y  otras  parecidas  a  éstas"  (62). 
A  pesar  de  la  insistencia  con  que  Lull  afirma  que  los  atributos  o  virtu- 
des de  Dios  son  inseparables  de  su  esencia  y  aun  se  identifican  con  ella, 
acaba  por  personificarlos  (63),  punto  éste  que  extrema  en  el  Ars  magna 
primitiva  y  le  inspira  el  contenido  de  la  figura  A,  o  sea  la  primera,  como 
pronto  veremos. 

3)  Demostrabilidad  de  los  dogmas  de  la  fe  católica.  Lull  concentra 
su  máxima  atención  en  los  dos  dogmas  diferenciales  de  la  Trinidad  y 
la  Encarnación,  para  arya  demostración  agota  todo  el  aparato  de  sus 
argumentaciones  analógicas  y  silogísticas  (64). 

9.  Intimamente  ligada  con  esas  abstrusas  y  sutiles  demostraciones 
se  presenta  a  Lull  la  dificultad  del  lenguaje  de  que  había  de  valerse  en 
su  Arte.  El  filósofo  mallorquín  intenta  explicar,  en  el  Libre  de  Contem- 
plado en  Deu,  la  procesión  e  igualdad  de  las  tres  Personas  dentro  de  la 
unidad  de  la  esencia  divina,  pero  no  acierta  a  estructurar  un  lenguaje 
adecuado,  a  pesar  de  sus  reiterados  esfuerzos.  "Esta  propiedad  y  natu- 
raleza— se  lee  (65) — que  vuestro  amor  significa  a  nuestra  alma  en  vues- 
tra esencia,  es,  Señor,  distinto  significado  respecto  de  aquellos  que  sig- 
nifican la  persona  del  Padre  y  del  Hijo ;  porque  un  significado  da  poder, 
otro  da  sabiduría,  otro  da  amor;  y  este  tercer  significado  de  amor  es, 
Señor,  significante  según  su  propio  significado  que  es  la  persona  del 
Espíritu  Santo,  por  cuanto  el  amor  que  deriva  del  Padre  y  del  Hijo 
significa  la  persona  del  Espíritu  Santo."  En  otro  pasaje,  no  menos  tortu- 
rado, intenta  dar  un  paso  más,  pero  inútilmente.  Atribuye  la  paternidad 
y  la  filiación  a  la  esencia  divina;  afirma  que  "-la  paternidad  y  la  filia- 
ción divinas  son  iguales  en  poder,  en  bondad  y  perfección" ;  y  concluye 


(61)  Según  veremos,  en  la  1*  figura,  A,  los  atributos  divinos  son  diez  y  seis. 

(62)  Cap.  178  (vol.  IV,  págs.  85-95). 

(63)  Cfr.  Distinciones  II,  III,  VI,  VIL  VIII,  IX,  XIII,  XIV,  XV,  XVI,  XVII,  XIX 

y  XX. 

(64)  Cfr.  toda  la  Distinción  XXXVI,  De  fe  e  de  raó  (vol.  V,  págs.  109-264).  del 
Libre  de  Contemplado  en  Deu.  Véase,  también:  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem, 
Distinción  II,  parte  II,  De  septem  quaestionibus,  quae  per  supra  dictos  sedecim  modos 
universales  solvuntur  (vol.  I  de  la  ed.  de  Maguncia). 

(65)  Cap.  179,  núm.  21  (vol.  IV,  pág.  104). 


-  359 


que  "siendo  de  naturaleza  de  la  procesión  todas  aquellas  virtudes  (atri- 
butos) propias  de  la  naturaleza  de  la  paternidad  y  la  filiación,  queda 
demostrado  y  significado  que  las  tres  Personas  son  iguales  en  virtud, 
bondad  y  perfección"  (66).  Lull  no  ha  sabido  dar  con  el  término  corre- 
lativo de  paternidad  y  filiación  propio  de  la  tercera  Persona. 

Pero  en  un  interesante  pasaje  del  Compendium  artis  demonstrativae 
confiesa  Lull  que,  para  resolver  esta  y  otras  dificultades  de  lenguaje  de 
su  Arte,  acudió  en  préstamo  al  lenguaje  de  los  árabes.  Por  lo  cual  rue- 
ga a  sus  devotos  discípulos  que  no  sientan  repugnancia  en  aprender  ese 
lenguaje  arábigo  (nec  eis  displiceat  varié  tas  loquendi,  sed  addiscant  hunc 
ipsum  modiim  loqibendi  arabicum),  con  tal  que  de  este  modo  sepan  re- 
plicar a  las  objeciones  de  los  infieles  (ut  infidelium  oppositionibus  obsis- 
tere  noscant).  Declinar,  añade,  los  términos  de  las  figuras,  diciendo  en 
razón  de  la  bondad :  bonificativo,  bonificable ,  bonificar,  bonificado,  y 
así  por  el  estilo  con  cualesquiera  otros  términos  propios  de  esta  Arte, 
no  es  un  modo  muy  corriente  de  hablar  entre  los  latinos  (non  est  multum 
apud  Latinos  sermo  consuetus)  (67). 

10.  Merece  ser  especialmente  anotado  el  auge  que  los  procedimien- 
tos expresivos  y  plásticos  alcanzan  ya  en  el  Libre  de  Contemplado  en 
Deu. 

Con  el  nombre  genérico  de  figura,  Lull  quiere  expresar  aquel  con- 
junto de  recursos  gráficos  o  plásticos,  gracias  a  los  cuales  se  hacen  pa- 
tentes a  los  sentidos  las  cosas  invisibles  o  puramente  intelectuales.  "El 
entendimiento — dice  por  vía  de  ejemplo — está  mejor  dispuesto  a  enten- 
der cuando  lee  en  un  libro  bello  y  de  letra  gruesa,  que  si  leyere  en  un 
libro  feo  y  de  letra  delgada  y  mala"  (68).  La  figura  es  siempre  un  signo 
convencional ;  y,  para  que  tenga  eficacia  instructiva,  ha  de  guardar  re- 
lación con  la  cosa  significada.  De  ahí  el  afán  primoroso  que  pone  Lull 
en  la  elección  y  formación  de  sus  figuras.  Las  empleadas  en  el  Libre  de 
Contemplado  en  Deu  son :  las  letras,  los  árboles  y  las  figuras  geométricas. 
1)  Las  letras. — El  método  lógico-algebraico,  sobriamente  expuesto  en 


(66)  Cap.  181,  núm.  6  (vol.  IV,  pág.  117). 

(67)  Compendium  seu  Commentum  artis  demonstrativae,  Dist.  III,  De  fine  huius 
libri  (ed.  de  Maguncia,  t.  III,  pág.  160).  "Et  ista  declinatio — se  lee  en  otro  pasaje — 
est  ratione  suppositorum,  non  quod  essentia  sive  bonitas,  etc.,  generet,  sed  quod  Pater 
generando  Filium  dat  ipsi  quidquid  habet",  Dist.  II,  regla  31,  pág.  86.  La  formación  de 
un  léxico  adecuado  a  los  usos  de  su  Arte  preocupa  a  Lull  durante  largo  tiempo.  Así, 
en  el  Art  amativa  (prólogo,  ed.  S.  Galmés,  Mallorca,  1933,  pág.  7),  se  lee:  "E  cor  havem 
fretura  de  vocables  qui  no  son  en  vulgar,  cové  nos  usar  d'alcuns  vocables  qui  son  en 
latí,  e  encara  d'alcunes  paraules  estraynes  qui  no  son  en  ús  en  vulgar  ni  en  lati." 

(68)  Cap.  330,  núm.  6  (vol.  VII,  pá?.  183). 


3  6o  — 


el  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel,  por  la  frecuencia  con  que  es  ahora,, 
empleado  y  por  la  gran  diversidad  de  materias  a  que  se  aplica,  pasa  a 
constituir  un  "arte"  o  "carrera"  propia  {69).  Lull  se  lanza  al  ejercicio 
de  esa  arte  algebraica  con  tal  frenesí,  que  se  hace  difícil  seguirle.  El 
espíritu  del  lector  más  atento  o  bien  dispuesto  se  siente  pronto  vencido 
por  la  fatiga  o  el  vértigo  (70). 

Siguiendo  esta  vía  lógico-algebraica  y  como  un  capítulo  del  arte  de 
contemplar,  Lull,  poco  antes  de  terminar  el  Libre  de  Contemplado  en 
Deu,  esboza  un  "art  d'obrir...,  atrobar  e  conéxer  veritat  o  falsetat"  (71), 
cuya  novedad  consiste  en  formar  ocho  cámaras  icambres)  o  encasillados, 
dentro  de  los  cuales  se  contienen  diversas  combinaciones  de  las  letras 
representativas  señaladas  de  antemano,  todo  ello  con  el  objeto  de  "pro- 
poner" (mejor  que  resolver)  cuestiones.. 

"Quien  quiera  buscar — dice  el  filósofo  mallorquín — el  arte  y  la  vía 
verdadera  por  la  cual  sepa  descubrir  la  verdad  o  la  falsedad,  conviene 
que  en  tal  búsqueda  presente  figuras  sensuales  con  las  cuales  sepa  mos- 
trar las  figuras  intelectuales,  y  por  este  medio  pueda  el  hombre  abrir  y 
dirigir  su  entendimiento  a  fin  de  entrar  a  conocer  qué  cosa  sea  verda- 
dera o  falsa."  A  este  propósito,  Lull  designa  las  siguientes  letras  repre- 
sentativas: 


A. 

Verdad. 

E. 

Descubrimiento  0  hallazgo 

B. 

Descubrimiento  0  hallazgo  . 

de  D. 

de  A. 

F. 

Cierre  u  ocultación  de  D. 

C. 

Cierre  u  ocultación  de  A. 

G. 

Fe  y  creencia. 

D. 

Falsedad. 

H. 

Razón  necesaria. 

I. 

Fervor  y  temor. 

"Una  vez  hayan  sido  mostradas  estas  nueve  figuras — añade — ,  con- 
viene que  se  haga  y  componga  con  ellas  otra  figura  que  esté  dividida 
en  ocho  figuras,  y  convendrá  hacer  figura  en  cada  una  de  las  ocho  figu- 
ras dichas,  y  que  cada  una  de  ellas  tenga  su  señal  correspondiente  para 
mejor  distinguirlas.  Y  así,  la  señal  de  la  primera  cámara  será  K ;  la 
de  la  segunda,  L;  la  de  la  tercera,  M ;  la  de  la  cuarta,  N ;  la  de  la  quin- 
ta, O ;  la  de  la  sexta,  P;  la  de  la  séptima.  Q ;  y  la  de  la  octava,  R." 


(69)  Cfr.  el  cap.  331,  especialmente  el  núm.  24  (vol.  VII,  págs.  202  y  203). 

(70)  Cfr.  una  gran  parte  de  los  capítulos  del  vol.  Vil;  véanse,  especialmente,  los 
caps.  331,  332,  362,  363,  364  et  passim. 

(71)  Cfr.  la  rúbrica  y  los  núms.  1  y  2  del  cap.  364  (vol.  VII,  págs.  598  y  599). 
Las  citas  que  siguen,  referentes  a  este  punto,  son  todas  del  mencionado  capítulo. 


-  36«  - 


K 

L 

M 

1 

N 

B  A  G 

B  A  G  I 

C  A  G 

C  A  G  H  I 

B  A  H 

BAHI 

C  A  H 

B  A  1 

C    A  I 

U  A  1 

0 

P 

J  Q 

R 

E  D  G 

E  D  G  I 

FD  G 

F  D  G  H  I 

E  D  H 

E  D  H  I 

FDH 

E  D  I 

FD  I 

Lull  explica  inmediatamente  el  uso  y  la  significación  de  estas  ocha 
cámaras.  "Cuando  se  intente  hallar  o  conocer  la  verdad  o  la  falsedad 
— dice — o  cuando  se  quiera  ocultarlas,  convendrá  ver  cuál  de  las  ocho 
cámaras  es  la  pertinente  para  lo  que  buscamos  o  nos  proponemos  tra- 
tar." Y  añade  que,  así  como  el  hombre  que  desea  proveerse  de  calzado 
prueba  las  diversas  medidas  de  zapatos  hasta  dar  con  la  ajustada  a  su 
pie,  así  también  débese  tantear  y  ensayar  las  ocho  cámaras  hasta  encon- 
trar aquella  en  que  se  pueda  formar  y  presentar  la  cuestión  y  su  solución. 

He  aquí,  para  mejor  ilustrar  al  lector,  la  traducción  al  lenguaje  usual 
de  los  grupos  combinatorios  de  letras  de  cada  una  de  las  ocho  cámaras : 


Cámara  K  :    í.  Hallazgo  (B)  de  la  Verdad  (A)  por  la  Fe  (G). 

2.  Hallazgo  (B)  de  la  Verdad  (A)  por  Razón  nece- 

saria (H). 

3.  Hallazgo  (B)  de  la  Verdad  (A)  por  Fervor  (I). 
Cámara  L :     4.  Hallazgo  (B)  de  la  Verdad  (A)  por  la  Fe  (G)  y  por 

Fervor  (I). 

5.  Hallazgo  (B)  de  la  Verdad  (A)  por  Razón  nece- 
saria (H)  y  por  Fervor  (I). 
Cámara  M :    6.  Ocultación  (C)  de  la  Verdad  (A)  por  la  Fe  (G). 

7.  Ocultación  (C)  de  la  Verdad  (A)  por  Razón  nece- 

saria (H). 

8.  Ocultación  (C)  de  la  Verdad  (A)  por  Fervor  (I). 
Cámara  N :    9.  Ocultación  (C)  de  la  Verdad  (A)  por  la  Fe  (G),  por 

Razón  necesaria  (H)  y  por  Fervor  (I). 
Cámara  O:  10.  Descubrimiento  (E)   de   la  Falsedad   (D)   por  la 
Fe  (G). 


--  362  — 

Descubrimiento  (E)  de  la  Falsedad  (D)  pór  Razón 

necesaria  (H). 
Descubrimiento  (E)  de  la  Falsedad  (D)  por  Fer- 
vor (I). 

Descubrimiento  (E)  de  la  Falsedad  (D)  por  la  Fe 

(G)  y  por  Fervor  (I). 
Descubrimiento  (E)  de  la  Falsedad  (D)  por  Razón 

necesaria  (H)  y  por  Fervor  (I). 
Ocultación  (F)  de  la  Falsedad  (D)  por  la  Fe  (G). 
Ocultación  (F)  de  la  Falsedad  CD)  por  Razón  nece- 
saria (H). 

Ocultación  (F)  de  la  Falsedad  (D)  por  Fervor  (I). 
Ocultación  (F)  de  la  Falsedad  CD)  por  la  Fe  (G), 
por  Razón  necesaria  (H)  y  por  Fervor  ÍI). 

Con  el  auxilio  de  las  ocho  cámaras  y  haciendo  aplicaciones  de  la 
combinatoria  matemática,  Lull  ha  conseguido  señalar  diez  y  ocho  po- 
siciones diversas  en  que  puede  hallarse  el  entendimiento  al  "proponer" 
cuestiones.  Pero  la  "solución"  está,  propiamente,  fuera  de  las  cáma- 
ras. Lull  la  busca  por  la  vía  ascético-contemplativa,  que  conduce  a  la 
ciencia  "infusa".  "Así  como  los  ojos  corporales — exclama — han  de  ser 
tratados  por  cosas  limpias  y  suaves,  así  también,  Señor,  todo  hombre 
que  quiera  entrar  en  esta  indagación  íes  decir,  usar  cualquiera  de  las 
ocho  cámaras)  conviene  que  esté  limpio  de  pecado  y  que  con  buena  in- 
tención y  buena  conciencia  busque  en  cada  figura  (o  cámara)  aquello 
que  intente  hallar  o  entender  (apercebre)." 

2)  Los  árboles. — El  símbolo  del  árbol  es  objeto  de  especial  dilec- 
ción por  parte  de  Lull.  En  el  Libre  de  Contemplació  en  Den  presenta 
los  siguientes  árboles:  el  árbol  del  ser.  de  la  necesidad  y  de  la  priva- 
ción (72);  el  árbol  de  las  sensualidades  y  las  intelectualidades  (73);  el 
árbol  de  las  cualidades  y  los  significados  (74) ;  el  árbol  de  la  fe  y  la  ra- 
zón (75) ;  el  árbol  de  los  diez  mandamientos  (76),  y  el  árbol  de  la  pre- 
destinación (77).  Y  tan  satisfecho  se  muestra  Ramón  cuando  acierta  en 
la  simetría  lógico-estética  del  árbol  y  en  su  eficacia  ordenadora  y  jerar- 
quizante de  lo^  conocimientos  que  alguna  vez.  después  de  haberlo  ela- 

(72)  Distinción  XXXIII  (vol.  V,  pág.  3)- 

(73)  Distinción  XXXIV  Cibid.,  pág.  35)- 

(74)  Distinción  XXXV  (ibid.,  pág.  73). 
C75)  Distinción  XXXVI  (ibid.,  pág.  109). 
(76)  Distinción  XXXVII  (ibid.,  pág.  264). 
<77)  Distinción  XXXVIII  fibid.,  páz.  340). 


II. 
12. 

Cámara  P :  13. 

14. 

Cámara  Q  15. 

16. 

17- 

Cámara  R:  18. 


-  363  — 


borado,  da  rendidas  gracias  a  Dios  (78).  El  símbolo  del  árbol  es  incor- 
porado al  Ars  magna  primitiva,  pero  obtiene  en  esta  obra  escaso  des- 
arrollo (79),  debido  a  que  la  lógica  analógico-simbólica  se  va  retirando 
para  ceder  el  sitio  a  la  lógica  silogística.  En  cambio,  recobra  todo  su 
valor  y  aun  adquiere  la  categoría  de  idea  fundamental,  rectora  de  la 
obra,  en  el  Arbre  de  Filosofía,  desiderat  (1290),  en  el  Arbre  de  S ciencia 
(1296)  y  en  el  Arbre  de  Filosofía  d 'Amor  (1298). 

3)  Las  figuras  geométricas. — Apela  también  Lull  al  uso  de  las  figu- 
ras geométricas,  combinadas  con  las  letras  algebraicas.  Utiliza  la  línea 
recta  seccionada  (80),  el  triángulo  (81),  el  pentágono  o  "figura  de  V  án- 
gulos" (82)  y  el  círculo  (83),  su  figura  predilecta,  especialmente  apta 
para  hacer  asequible  su  arte  de  predestinación.  El  filósofo  mallorquín 
rechaza  los  procedimientos  o,  como  él  dice,  las  "figuras  sensuales",  em- 
pleados por  los  agoreros — figuras  inadecuadas  para  "recibir  arte,  certi- 
ficación y  ciencia  de  las  cosas  venideras"  (84) — ,  y  se  propone  sustituir 
las  artes  adivinatorias,  falibles  y  perniciosas,  por  un  arte  de  predesti- 
nación, segura  y  eficaz,  basada  también  en  figuras  (85).  El  estudio  de 
algunos  pasajes  del  interesante  capítulo  332  (86)  del  Libre  de  Contem- 
plado en  Deu  nos  conducirá  derechamente  al  corazón  mismo  del  Ars 
magna  primitiva,  esto  es,  a  la  5.a  figura,  X,  o  sea  la  de  la  predestina- 
ción, en  la  cual  se  recapitulan  las  cuatro  primeras  figuras  A,  S,  T  y  V. 

11.  Para  la  mejor  comprensión  de  los  aludidos  pasajes  damos  la 
tabla  de  los  signos  empleados  en  el  citado  capítulo: 


(78)  Cfr.  cap.  268,  núm.  30  (vol.  V,  pág.  378). 

(79)  Véase  la  Distinción  II,  De  modo  I  (vol.  I,  ed.  de  Maguncia,  pág.  11). 

(80)  Véase  el  cap.  320,  núm.  22  (vol.  VII,  pág.  65). 

(81)  Véase  el  cap.  247,  núm.  28  (vol.  V,  pág.  195). 

(82)  Véase  el  cap.  323,  núm.  7  (vol.  VII,  pág.  95). 

(83)  Véanse:  cap.  175,  núm.  25  (vol.  IV,  pág.  63);  cap.  236,  núm.  13  (vol.  V, 
pág.  93);  y  cap.  332,  núm.  22  (vol.  VII,  pág.  215). 

(84)  Véase  el  cap.  218  (vol.  IV,  págs.  414-430). 

(85)  "car  en  axí  com  en  geometría  o  en  música  o  en  altra  art  hom  erra  per  so 
car  no  sab  teñir  la  manera  qui  s  cové  segons  la  art,  en  axí  erren  los  no  sabents  en  pre- 
destinado com  no  saben  endressar  lur  enteniment  a  reebre  veres  significacions  de  pre- 
destinado..." (cap.  335,  núm.  10;  vol.  VII,  pág.  242). 

(86)  Véanse,  especialmente,  los  núms.  1,  2,  3,  22,  23  y  24  del  citado  capítulo 
(vol.  VII,  págs.  206-216). 


—  364  — 


A: 

Señorío  de  Dios. 

M: 

Memoria,  entendimiento  y-  vo- 

B: 

Significación  de  A. 

luntad. 

C: 

Predestinación. 

N: 

Superficie  en  que  habitamos. 

D: 

Significación  de  C. 

O: 

Superficie  debajo  de  nosotros. 

E: 

Oración  y  contemplación. 

P: 

Posibilidad. 

F: 

Poder  de  Dios. 

Q: 

Imposibilidad. 

\j  : 

C    t~ '  J       '        1  „  TV 

Sabiduría  de  Dios. 

K : 

Lugar  superior. 

H: 

Voluntad  de  Dios. 

S: 

Lugar  inferior. 

1: 

Justicia  de  Dios. 

T: 

Movimiento. 

K: 

Misericordia  de  Dios. 

X: 

Ponderosidad. 

L: 

Perfección  de  Dios. 

Y  con  el  objeto  de  aliviar  la  fatiga  del  lector,  en  los  textos  que  se 
transcriben,  al  lado  de  cada  letra  representativa  indicamos,  dentro  de  un 
paréntesis,  la  cosa  significada.  Señalamos  en  cursiva  algunos  conceptos 
singulares,  a  guisa  de  primer  comentario. 

"Ños  proponemos  adorar  y  contemplar  vuestro  señorío  con  figuras 
sensuales  e  intelectuales  y  con  la  predestinación...  El  contemplador,  que 
por  esta  arte  y  manera  se  propone  y  quiere  adorar  y  contemplar  vues- 
tro honrado  señorío  y  quiere  dar  conocimiento  acerca  de  la  predestina- 
ción, la  cual  por  ser  ignorada  se  desea  y  busca  tanto  por  los  hombres, 
quienes,  no  obstante,  pueden  conseguir  dirección  y  reposo  si  adquieren 
el  conocimiento  de  la  predestinación  del  modo  como  es  demostrada  y  sig- 
nificada con  las  sobredichas  figuras  (alude  a  las  letras  representati- 
vas)... Siendo  la  predestinación  cuestión  tan  enojosa  que  apenas  puede 
el  hombre  inhibirse  de  ella  y  huir  de  los  afanes  que  causa,  para  mejor 
declarar  y  demostrar  la  inconsistencia  de  la  predestinación  conviene, 
Señor,  que  todavía  presentemos  a  la  M  (entendimiento)  otra  figura  a 
fin  de  que  pueda  tener  mejor  conocimiento  de  la  C  (predestinación).  Por 


3^5  - 


eso,  establecemos  y  decimos  que  la  figura  adjunta  sea  la  tierra  que  está 
en  medio  del  firmamento..."  (87). 

"Decimos,  Señor,  que  cuando  sensualmente  se  haya  hecho  esta  figu- 
ra, en  el  acto  convendrá  que  intelectualmente  se  guarde  en  la  M  (me- 
moria). Y  como  quiera  que  la  M  (memoria  y  entendimiento)  recuerda  y 
entiende  la  N  (superficie  en  que  habitamos),  entonces  entiende  P  (la 
posibilidad),  la  cual  le  significa  que  la  X  (ponderosidad)  en  la  T  (movi- 
miento) se  mueve  de  la  R  (lugar  superior)  a  la  S  (lugar  inferior)  y  de  la 
N  (superficie  en  que  habitamos)  a  la  O  (superficie  debajo  de  nosotros), 
y  como  la  N  (superficie  en  que  habitamos)  recuerda  y  entiende  la  O  (su- 
perficie debajo  de  nosotros)  y  se  olvida  de  la  N  (superficie  en  que  ha- 
bitamos) y  pervierte  la  R  (lugar  superior)  en  S  (lugar  inferior)  y  la  S 
(lugar  inferior)  en  R  (lugar  superior),  entonces  se  invierte  y  se  opone 
toda  la  figura  en  la  M  (entendimiento),  y  la  Q  (imposibilidad)  se  altera 
en  la  P  (posibilidad),  y  la  P  (posibilidad)  en  la  Q  (imposibilidad) ;  y  por 
eso  la  M  (entendimiento)  entiende  que  la  X  (ponderosidad)  en  la  T  (mo- 
vimiento) se  mueve  de  la  O  (superficie  debajo  de  nosotros)  a  la  N  (su- 
perficie en  que  habitamos).  Por  lo  cual,  mientras  la  M  (entendimiento) 
de  esta  manera  ha  invertido  y  opuesto  la  figura  y  unas  letras  las  ha  con- 
vertido en  las  otras,  al  mismo  tiempo  la  M  (o  sea,  la  memoria  y  el  en- 
tendimiento) se  recuerda  y  se  entiende  a  sí  misma,  alterada  e  invertida, 
sin  que  la  Tierra  ni  la  N  (superficie  en  que  habitamos)  ni  la  O  (superfi- 
cie debajo  de  nosotros)  en  realidad  se  muden  o  alteren.  Consiguiente- 
mente, mientras  la  M  (memoria  y  entendimiento)  recuerda  y  entiende 
de  esta  manera,  entonces  la  B  (significación  del  señorío  de  Dios)  le  de- 
muestra la  A  (señorío  de  Dios),  y  la  D  (significación  de  la  predestina- 
ción) le  demuestra  la  C  (predestinación) ;  y  por  eso  la  M  (entendimiento) 
entiende  que,  así  como  ella  toma  una  naturaleza  para  entender  y  recor- 
dar cuando  recuerda  de  la  N  (superficie  en  que  habitamos)  hasta  el  cen- 
tro de  la  figura,  y  toma  otra  naturaleza  para  entender  cuando  recuerda 
del  centro  de  la  Tierra  hasta  la  O  (superficie  debajo  de  nosotros),  así 
también  adopta  una  manera  de  entender  cuando  la  B  (significación  del 
señorío  de  Dios)  le  demuestra  la  A  (señorío  de  Dios)  con  la  F  (poder 
de  Dios)  y  la  G  (sabiduría  de  Dios)  y  la  H  (voluntad  de  Dios)  y  la  T 
(justicia  de  Dios)  y  la  K  (misericordia  de  Dios)  y  la  L  (perfección  de 
Dios),  y  toma  otra  naturaleza  para  entender  cuando  entiende  por  la  D 
(significación  de  predestinación)  la  C  (predestinación)  demostrada  por 
la  G  (sabiduría  de  Dios).  De  donde  resulta  que  mientras  la  M  (enten- 


(87)    Lull  profesa  la  doctrina  astronómica  de  Ptolomeo,  corriente  en  su  época. 


-  366  — 


dimiento)  se  entiende  a  sí  misma  y  de  la  manera  expuesta,  al  mismo 
tiempo  entiende  y  conoce  que  puesto  que  ella,  la  M  (o  sea,  el  entendi- 
miento) se  muda  y  se  altera  y  se  convierte  de  un  entendimiento  en  otro, 
por  todo  eso  la  C  (predestinación)  no  tiene  poder  para  privar  de  la  A 
(señorío  de  Dios)  a  la  F  (poder  de  Dios)  ni  a  la  G  (sabiduría  de  Dios) 
ni  a  la  H  (voluntad  de  Dios)  ni  a  la  I  (justicia  de  Dios)  ni  a  la  K  (mi- 
sericordia de  Dios)  ni  a  la  L  (perfección  de  Dios),  así  como  la  altera- 
ción de  la  P  (posibilidad)  y  la  Q  (imposibilidad)  y  la  R  (lugar  supe- 
rior) y  la  S  (lugar  inferior)  no  privan  ni  alteran  la  X  (ponderosidad)  ni 
la  T  (movimiento)  ni  la  N  (superficie  en  que  habitamos)  ni  la  O  (superfi- 
cie debajo  de  nosotros)." 

12.  Del  examen  atento  de  los  transcritos  pasajes  y  sus  anteceden- 
tes se  infiere:  i.°  Un  afán  insistente  de  Lull  en  acometer  el  arduo  pro- 
blema de  la  predestinación  o,  como  él  dice  bellamente,  explicar  "lo  sant 
gloriós  secret  de  nostre  Senyor  Deus"  (88).  El  autor  del  Libre  de  Con- 
templado en  Deu  agota  en  esta  obra  los  argumentos  analógicos,  con  el 
auxilio  de  las  figuras,  argumentos  que  alguna  vez  toman  una  derivación 
francamente  mística  (89) ;  pero  es  patente  el  esfuerzo  del  filósofo  ma- 
llorquín por  superarlos,  acudiendo  a  explicaciones  y  procedimientos  ca- 
da vez  más  racionales  (90).  La  5.a  figura,  X,  del  Art  abreujada  d'atrobar 
veritat,  sin  perder  su  prístino  sentido  teológico-místico,  significa  un  paso 
importante  en  ese  proceso  de  racionalización,  esto  es,  un  intento  de  ex- 
plicación basado  preferentemente  en  la  lógica  silogística  (91).  2.0  Lull 
utiliza  los  círculos,  triángulos  y,  en  general,  las  figuras  geométricas  sólo 
como  recurso  mnemotécnico  y  plástico,  sin  atribuirles  ninguna  virtud 
mágica  (92).  3.0  Aquella  anotada  "inversión"  u  "oposición"  de  una  mis- 
ma  figura  en  el  entendimiento  y  la  persistencia  de  ésta  en  medio  de  los 
cambios  y  alteraciones  intelectuales,  sugeriría  probablemente  a  Lull,  a 
fin  de  dar  mayor  plasticidad  a  sus  conceptos,  la  disposición  rotatoria 
de  sus  figuras  circulares,  cuyo  centro  permanece  idéntico  dentro  de  la 
sucesión  de  los  movimientos  posibles.  4.0  No  es,  por  tanto,  aventurado 


(88)  Rúbrica  del  cap.  335  (vol.  VII,  pág.  239). 

(89)  Véanse  los  núms.  25,  26  y  27  del  antes  citado  cap.  332. 

(90)  Véase  el  antes  citado  cap.  335,  núms.  22,  -23  y  24. 

(91)  Compárense  los  pasajes  transcritos  con  la  exposición  de  la  Figura  X  (Figura. 
Praedestinationis  del  Ars  magna  primitiva,  dist.  í,  pág.  4). 

(92)  En  confirmación  de  este  aserto,  reproducimos  la  siguiente  definición  luliana  de: 
figura :  "fisura  es  qo  que  1  seny  del  hom  ateny  veent  o  toccant,  axi  com  veure  figura  de" 
hom  en  la  paret,  o  sentir  calor  en  l'aygua  calda  que  es  figura  de  la  calor  del  foch"  (Art 
amativa,  De  la  Taula  d  esta  Art  que  es  de  explanament  de  vocables,  ed.  S.  Galmés, 
Mallorca.  T033,  pág.  393). 


—  3<>7  - 


afirmar  que,  en  la  adopción  de  figuras  geométricas,  Lull  se  inspiró  en 
los  procedimientos  muy  en  boga  de  las  artes  populares  adivinatorias,  de* 
las  cuales  sólo  acepta  el  uso  de  recursos  plásticos  o  "figuras  sensuales", 
no  así  las  desviaciones  doctrinales  o  supersticiosas. 

13.  Tal  es  la  conclusión  a  que  llegábamos  en  191 5,  añadiendo  que  el 
Ars  magtia  primitiva  podría  ser  calificada,  desde  este  punto  de  vista,  de 
"Arte  mística  de  predestinación"  y,  bajo  el  aspecto  plástico,  de  "gran 
rueda  mística  de  la  Fortuna"  (93).  Y  nos  place  consignar  la  coinciden- 
cia de  que  el  profesor  Lynn  Thorndike,  ocho  años  más  tarde,  esto  es,  en 
1923,  llegue  también  a  un  resultado  muy  parecido  en  el  interesante  y 
documentado  capítulo  que  dedica  a  R.  Lull  en  su  historia  de  la  Magia. 
"El  uso  de  la  palabra  Arte — dice — para  su  máquina  lógica  y  su  méto- 
do gráfico,  tal  vez  condujeron  a  la  noción  de  que  R.  Lull  era  un  alqui- 
mista o  un  representante  del  Arte  hermética."  Y,  refiriéndose  al  uso 
de  los  diversos  diagramas  lulianos,  añade:  "Tales  son  algunos  de  los  dia- 
gramas del  Arte  luliana  destinados  a  girar  alrededor  de  un  eje.  En  rea- 
lidad, no  hay  nada  mágico  en  torno  de  todo  eso;  hay,  sí,  una  mecánica 
puramente  representativa  e  ilustrativa.  Pero  en  su  modo  de  operar,  aqué- 
llos (diagramas)  son  ciertamente  sugeridores  de  un  diagrama  gnóstico 
u  ofita  o  de  una  rueda  geomántica  y  posiblemente  pudieron  en  otro  tiem- 
po haber  sido  sospechosos  de  ser  mágicos,  vistos  externamente"  (94). 

La  argumentación  de  los  señores  J.  Ribera  y  M.  Asín  para  probar 
que  Lull,  en  este  punto,  se  inspiró  en  la  obra  Alfotuhat  del  sufí  murcia- 
no Mohidín  Abenarabí,  no- son  concluyentes  (95).  Los  círculos  y  las  figu- 
ras lulianos  no  son  mágicos,  como  acabamos  de  ver.  Pero,  además,  la 
obra  De  Auditu  Cabbalistico,  que  sirve  de  base  para  la  comparación  grá- 
fica, no  es  de  Lull,  según  ha  demostrado  la  crítica  (96).  Cada  día  estamos 
más  convencidos  de  que  es  muy  considerable  la  influencia  arábiga  en 
el  opus  luliano,  sin  que  ello  redunde  en  detrimento  ni  de  la  ortodoxia 
ni  de  la  originalidad  del  Doctor  Iluminado — que  es  el  doble  e  inconfesa- 


(93)  Tomás  Carreras  y  Artau:  Cátedra  de  Etica.  Universidad  de  Barcelona.  Pro- 
grama-sumario del  curso  "Ramón  Luir.  Barcelona,  1Q15. 

(94)  A  History  of  magic  and  experimental  science  during  the  first  thirteen  centuries 
of  our  era.  Nueva  York,  1923,  cap.  LXIX,  págs.  868  y  sigs. 

(95)  J.  Ribera:  Orígenes  de  la  filosofía  de  Raimundo  Lulio  (en  "Homenaje  a  Me- 
néndez  y  Pelayo",  Madrid,  1899,  t.  II,  págs.  191-217),  y  M.  Asín  Palacios:  Mohidin  (en 
la  misma  obra  y  tomo  cits.,  págs.  217-258).  El  Sr.  Asín  ratifica  y  amplía  sus  juicios 
en  su  estudio:  Abenmasarra  y  su  escuela,  Madrid,  1914,  y  en  otros  trabajos,  a  los  que- 
aludiremos  oportunamente. 

(96)  Véase  la  nota  114  del  capítulo  IX. 


-  368  - 


do  temor  de  algunos  doctos  lulistas — ;  pero  en  este  punto  concreto  de 
los  círculos  y  diagramas,  ínterin  algún  nuevo  documento  no  venga  a 
arrojar  luz  más  clara  sobre  el  asunto,  seguiremos  creyendo  que  los  pro- 
cedimientos lulianos  son  una  sugestión  de  aquel  orientalismo  difuso  en 
<el  ambiente  y  que  se  había  infiltrado  en  las  costumbres. 


i.a  Figura,  A 
De  Dios  y  las  virtudes  (atributos)  divinas. 


2.a  Figura,  S 
Del  alma  racional  y  sus  potencias. 


ttgj  ÓiSpeciet 


E  1 

I|N|R 

El 

EÑjER 

I  N1 

IRÍÑR 

El  NIEJR 

enrJi  nr 

E 

I   N  R 

Fig  i  General. 


Viglhrticnlaris 

A JTIYI  XI 
A  í  ¡A  V|AX| 

TvjTxtvx 

Ia    y  z 

AYÁZ  YZ 

ATVjATX 

AVX|TVX 

IA      Y  Z| 

A  T  V  X 

Fig.  3  6  4.  de.  I 


FG     H  A 

FG     Ha  1 

FGA  H  T 

FG  X  HAJ 

FGAH  V 

FG  A  H  1  j 

FGA  H  X 

FGXHVJ 

FGA  H  Y 

PGXHY 

FGA  H  Z 

FGXHZ 

FG     H  T 

FG     H  y 

FGT  HA 

FG  Y  H  A 

FG  T  H  V 

FG  Y  H  T 

FG  T  H  X] 
FG  T  H  Y 
FG  T  H  Z 

FGYHV 
FG  Y  HX~ 
FG  Y  H  Z 

FG     H  V 

FG  HZ 

FG  VHA 

FG  Z  H  A 

FGVHT 

[FG  Z  H  T 

FG  V  H  X 

FG  Z  H  V 

FG  V  H  Y 
FG  V  HZ 

FG  ZH  X 

FG  Z  H  Y 

El 


KLA  M 
KLAM 
KLAM 
KLAM 
KL  A  M 


6  s.de. N 


M 


A 

X 
v 

X 

Y 
z 


[KL     M  X 


KL  M 

KL  T  M 
KL  T  M 
KLT  M 
KL'f  M 


PCLT  M  Z 


KL  M 


KLX  MA 
KLX  M  T 
KLXJMV 
¡KLX JML  Y 
KLX  M  Z 


T  KL  M  Y 
AjKLY  M  A 
V1KL  Y  M  T 
X 1KL  Y  M  V 


KL  Y  M  X 

KL  Y  M  Z 


KLVM, 
KL  V  M 
KLV  M 


V_KL  M  Z 

A  íklTz  m  a 


JKLV  M 


T 
X 

Y 


KL  Z  M  T 
KL  Z  M  V 

KL_^>1  X 
[KLV  M  Z  jKL  Z  KÍYj 


c 

C  D  A 

B 

C  D  T 

C  D  V 

•B 

C  D  X 

B 

C  D  Y 

B 

CÜZ 

i  -O  - 


«di 

2  UQT MTñ 


B]C|D1BC| 

iHJ[BCDjCDl 

FGHFG 

fhÍfghIgh! 

klLlMlKLlKMiCL  MlLMj 

piPÍQiQP 

OQOPQPQ! 

Ftgf&cdeR 
0>jxa1 


Figura  de  los  Objetos. 
Auxiliar  de  la  2.a  FigttW,  S. 


3.a  Figura,  T. 
De  los  Principios  y  los  Significados. 


Figura  Ignis. 


Ignis 

Aér 

Aqiia 

Terral 

Aér 

Ignis 

Terra 

Aqua 

Aqua 

Terra 

Ignis* 

Aér 

Terra 

Aqua 

Aér 

Ignis 

Figura  Aqua. 


Aqua 

Tena 

Aér 

Ignis 

Tena 

Aqua 

Ignis 

Aér 

Aér 

fenia 

Agua 

Tena 

ignis 

A^rperra 

Aqua 

Figura  Aérix 


Aér 

Aqua 

Terra 

Jgnis 

Aér 

Terra 

Ayia 

Aqua 

Terra 

Aer 

Tena 

Aqua 

Ignis 

Aér 

Figura  Terne. 


Ierra 

Aqua 

Aér 

Ignis 

Aqua 

Tena 

Ignh 

Aér 

Aér 

Ierra 

Aqua 

gnis 

Aer 

Aqua 

Terra 

Figura  Elemental. 
Auxiliar  de  la  3.a  Figura,  T. 


4.a  Figura,  V. 
De  las  Virtudes  y  los  Vicios. 


lid:  (¡íes  durit  júftit  pf  mi  fuñir  tcmp 
¡BBrd^íípaa  ¡¿¿¡¡a  lyuria  impru  Jrj&ii  ilZqu 
üJcsj  ÍJ*et~  darle  juüir  Ipnul  fuñir ' 
ddpoaj  udi'iun  jiijurii  inipni'G'a¿ili  'iniem! 
EdejUpcs  i  djm  jjiifiit  Iprud 
¿jiinii injuria  impru  'frafjli  iütcm 
Lies!  £cs  I  durit  |uilit 
j  j  u  tal  impru  fragili  fctan 
"'"fe,  I  durit  I 
unlfragili  liutctn  ' 
I  ti.r>.  |  *- 
[fcyjli  inicia 


Figura  auxilur  de  la  4."  Figura,  I 
De  las  virtudes  fundamentales  y 


VIUIOm   1  \¡  I  I  V.  I  -   V    SUS  (.ONTRAK 


5.a  Figura,  X. 
De  los  Opuestos  o  de  la  Predestinación. 


III 


El  "Akt  abreujada  d'atrobar  veritat"  ("Ars  compendiosa  inveniendi 
veritatem")  o  "Ars  magna"  primitiva  (1271  ?) 

Denominaciones,  carácter  y  estructura  de  esta  obra. — Refundición  y  compendio 
de  las  artes  particulares. — Las  Figuras  y  el  Arte  combinatoria. — Los  Modos, 
las  Condiciones  y  las  Reglas. — Las  Cuestiones. — Las  Definiciones. 

14.  Gracias  a  los  antecedentes  expuestos  ha  quedado  considerable- 
mente aligerada  la  tarea  de  exponer  el  carácter,  el  mecanismo  y  la  fina- 
lidad del  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  (97)  o  Ars  compendiosa  inve- 
niendi veritat em,  conocida  también  con  los  nombres  de  Art  major  (98) 
o  Ars  magna  et  maior  (99).  Nosotros,  para  distinguirla  del  Ars  genera- 
lis  ultima,  la  denominaremos  abreviadamente  Ars  magna  primitiva. 

¿Qué  novedades  aporta  esta  obra  comparada  con  aquellas  artes  par- 
ticulares y  con  aquellos  procedimientos  gráficos  o  plásticos  en  ella  uni- 
ficados y  compendiados?  La  principal  novedad  consiste  en  que  su  autor 
la  presenta  como  una  panacea  del  recto  pensar  y  del  bien  vivir.  El  Doc- 
tor Iluminado  cree  haber  descubierto,  por  inspiración  divina,  una  nueva 
y  más  comprensiva  arte,  que  contiene  en  germen  la  ciencia  universal 
y  sirve  para  resolver  toda  clase  de  cuestiones  con  una  infalibilidad  ma- 
temática; un  arte,  por  añadidura,  que  está  al  alcance  de  las  gentes 
indoctas  (100)  y  puede  ser  aprendida  con  gran  prontitud  (breviter).  Con 
esta  arte  el  sarraceno  y  el  infiel  en  general  podrán  ser  fácilmente  con- 
vertidos a  la  verdad  católica  y,  además  de  esto,  todo  hombre  podrá  re- 
solver por  sí  mismo  el  pavoroso  problema  de  la  predestinación  puesto 
que  la  nueva  arte  es  también  arte  de  salvación. 

(97)  Sobre  este  título  dado  por  Lull  a  la  primera  presentación  de  su  Arte  general, 
véase  lo  dicho  en  la  nota  7  del  capítulo  IX,  y  también  en  el  núm.  13  del  catálogo  de 
las  obras  lulianas  contenido  en  el  mismo  capítulo. 

(98)  "...  E  de  ffet  ordona  hun  molt  bell  libre  lo  qual  apella  la  art  maior  e  apres 
la  art  general"  (Vida  coetmia,  ed.  F.  de  B.  Molí,  pág.  15). 

(99)  En  el  vol.  I  de  la  edición  maguntina  figura  esta  obra  con  los  siguientes  títulos: 
"Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem  seu  Ars  magna  et  maior  quae  est  clavis  et  clau- 
sura omnium  artium  et  scientiarum  et  omnium  operum  divi  authoris." 

(100)  "...  per  la  capacitat  deis  homens  illiterats"  {Vida  coetania,  ed.  cit.,  pág.  15). 


-  37f^ 


Para  la  realización  de  tan  altos  fines  teológico-morales,  Lull,  dejan- 
do casi  de  lado  la  lógica  místico-simbólica,  pide  auxilio  a  la  lógica  del 
silogismo,  a  fin  de  que  le  aporte  "razones  necesarias".  Su  gran  preocu- 
pación será  el  "descubrimiento  (inventio)  del  término  medio"  y  resolver 
esta  doble  cuestión:  dado  un  sujeto,  encontrar  todos  los  predicados  po- 
sibles; y  viceversa,  dado  un  predicado,  descubrir  todos  los  sujetos  posi- 
bles. A  este  propósito,  Lull  asigna  una  letra  representativa  a  cada  tér- 
mino o  noción  (sujeto  o  predicado).  En  segundo  lugar,  mediante  com- 
binaciones binarias,  ternarias,  etc.,  de  las  letras  representativas,  estable- 
ce las  relaciones  necesarias  entre  los  términos  de  un  juicio  o  de  varios 
juicios  entre  sí.  Lull  denomina  a  esta  operación  "hacer  cámaras",  es  de- 
cir, formar  agrupaciones  lógicas  de  letras,  convencido  de  que  el  enten- 
dimiento humano,  puestos  previamente  los  términos  de  cualquier  cues- 
tión, hallará  infaliblemente — por  razones  necesarias — la  solución  ade- 
cuada. La  cámara  sirve  ahora  no  sólo  para  "proponer"  cuestiones,  como 
en  el  Libre  de  Contemplado  en  Deu,  sino  que  contiene  además  la  "solu- 
ción", como  en  las  premisas  del  silogismo  está  implícita  la  conclusión. 
Tal  es  el  Arte  combinatoria,  la  cual  hace  del  arte  silogística  una  espe- 
cie de  álgebra  del  pensamiento. 

15.  Otra  novedad  del  Ars  magna  primitiva  es  el  extraordinario  re- 
finamiento que  Lull  ha  puesto  en  la  elaboración  de  los  recursos  plásti- 
cos y  gráficos,  y  el  uso  de  los  colores.  Su  fantasía  inteligente  le  sugiere 
un  color  adecuado,  dentro  de  lo  posible,  para  caracterizar  ciertos  con- 
ceptos. Así  el  azul — color  del  cielo — es  el  color  de  las  virtudes  y  tam- 
bién del  aire,  uno  de  los  cuatro  elementos ;  el  rojo — color  de  la  sangre — 
es  el  color  de  los  vicios  y  del  fuego,  otro  de  los  cuatro  elementos,  etc. 

El  Ars  magna  primitiva  está  dividida  en  tres  distinciones.  La  prime- 
ra tiene  por  objeto  la  exposición  de  las  figuras  y  su  aplicación;  y  está, 
a  su  vez,  subdividida  en  dos  partes,  la  una  dedicada  a  la  exposición,  y 
la  otra  a  la  aplicación. 

Hay  siete  figuras,  designadas  respectivamente  con  las  letras  A,  S, 
T,  V,  X,  Y  y  Z.  Las  cinco  primeras  son  principales  y  cada  una  tiene 
su  gráfico.  Son  las  siguientes: 

1.  a  figura,  A:  de  Dios  y  las  virtudes  (atributos)  divinas. 

2.  a  figura,  S :  del  alma  racional  y  sus  potencias. 

3.  a  figura,  T:  de  los  principios  y  los  significados. 

4.  a  figura,  V :  de  las  virtudes  y  los  vicios. 

5.  a  figura,  X  :  de  los  opuestos  o  de  la  predestinación. 


-37»  — 


Las  figuras  2.a,  3.a  y  4.a  tienen  figura  auxiliar  o  complementaria,  se- 
gún puede  verse  en  los  gráficos  adjuntos  (101). 

Queremos  notar  que  la  i.a  figura  podría  ser  denominada  de  la  Teo- 
logía; la  2.a,  de  la  Psicología;  la  3.a,  de  la  Lógica  y  la  Metafísica;  la  4.a, 
de  la  Etica ;  y  la  5.a,  de  la  Escatología. 

A  las  mencionadas  cinco  figuras  hay  que  añadir  estas  dos : 

Figura  Y :  de  la  verdad, 

Figura  Z :  de  la  falsedad, 
las  cuales  no  tienen  número  ni  gráfico,  porque  no  hacen  cámaras  como 
las  anteriores  (102).  Sirven  sólo  para  denunciar  el  uso  correcto  de  las 
cinco  figuras  principales,  en  cuyo  caso  tenemos  la  verdad,  o  su  uso  in- 
adecuado, que  conduce  a  la  falsedad. 

16.  Veamos  ahora  la  composición  de  cada  una  de  las  figuras,  y  al 
mismo  tiempo  explicaremos  su  uso  y  significación  (103). 

1.a  figura,  A\  de  Dios  y  de  las  virtudes  (atributos)  divinas.  La  le- 
tra A  es  significación  de  Dios  (ponimus  A  quod  sit  noster  Dominus 
Deus).  La  letra  A  se  halla  en  el  centro  del  círculo,  cuya  periferia  se  di- 
vide en  diez  y  seis  cámaras,  representación  de  las  virtudes,  dignidades 
o  atributos  divinos,  indicados  con  las  siguientes  letras: 


B:  Bondad. 

C :  Grandeza. 

D :  Eternidad. 

E:  Poder. 


F :  Sabiduría. 
G:  Voluntad. 
H:  Virtud. 
1  :  Verdad. 


K :  Gloria. 
L:  Perfección. 
M :  Justicia. 
N :  Largueza. 


O :  Misericordia. 

P:  Humildad. 

Q :  Dominio. 

R  :  Paciencia. 


Advierte  Lull  que  a  estas  "virtudes"  no  las  llama  ni  teologales  ni 
cardinales,  porque  no  son  accidentales  sino  esenciales  (104). 

Mediante  las  combinaciones  binarias  de  estas  virtudes  o  atributos  di- 
vinos se  forman  ciento  veinte  cámaras,  con  las  cuales  el  artista  puede 
tener  conocimiento  de  Dios  y  proponer  y  resolver  cuestiones  por  razo- 

(101)  Dichos  gráficos  son  reproducción  de  los  que  figuran  en  el  vol.  I  de  la  edi- 
ción de  Maguncia,  aunque  hemos  prescindido  de  los  colores. 

(102)  "Figurae  autem  Y  et  Z  hic  non  numerantur,  quia  per  se  non  faciunt  cameras, 
sicut  caeterae"  (De  prologo,  pág.  1). 

(103)  Aun  sin  perder  de  vista  la  estructura  del  Ars  magna  primitiva,  no  podemos 
seguirla  al  pie  de  la  letra  en  nuestra  exposición.  Lull  incurre  en  frecuentes  repeticiones 
en  este  primer  diseño  de  su  Arte  general;  y  se  da  el  caso  de  que  la  descripción  de  las 
figuras  es,  a  veces,  más  precisa  en  diversos  pasajes  de  la  obra  que  en  la  parte  I  de  la 
Distinción  I  dedicada  expresamente  a  dicho  objeto. 

(104)  "...  cui  A  attribuimus  sedecim  virtutes;  non  tamen  dicimus,  quod  sint  car- 
dinales, ñeque  theologicae,  nec  quod  sint  accidentales,  sed  essentiales"  (Dist.  I,  pars.  I, 
de  figura  A,  pág.  2). 


-  372  — 


nes  necesarias.  Para  ello  hay  que  ir  atribuyendo  a  cada  virtud  divina, 
tomada  como  sujeto,  las  restantes  virtudes  consideradas  como  predica- 
dos posibles  (105^.  Y  así  pueden  enunciarse  las  siguientes  proposiciones: 
la  Bondad  es  grande,  la  Bondad  es  eterna,  la  Bondad  es  poderosa,  la 
Bondad  es  sapiente...;  la  Grandeza  es  eterna,  la  Grandeza  es  poderosa, 
la  Grandeza  es  sapiente...;  la  Gloria  es  perfecta,  la  Gloria  es  justa,  etc. 
Lo  cual,  traducido  al  lenguaje  teológico-metafísico,  quiere  decir  que  Dios 
con-  sus  atributos  es  una  sola  esencia  o  substancia.  De  ahí  la  definición 
que,  más  adelante,  se  da  de  Dios :  el  Ser  en  el  cual  la  Bondad,  la  Gran- 
deza, la  Eternidad  y  las  demás  Dignidades  se  convierten  recíprocamen- 
te (106). 

Por  lo  mismo,  en  esta  1.a  figura,  las  cámaras — o  sea,  los  atributos 
divinos —  están  unidas  entre  sí  por  líneas  (107). 

2.a  figura,  S:  del  alma  racional  y  sus  potencias. — Está  formada  por 
un  círculo  con  cuatro  cuadrángulos  concéntricos  y  diez  y  seis  cámaras 
en  la  periferia,  correspondientes  éstas  a  los  diez  y  seis  ángulos  que  re- 
sultan en  conjunto.  Estos  cuatro  cuadrángulos  son  las  especies  o  poten- 
cias del  alma,  y  Lull  los  designa  respectivamente  con  las  letras  E,  T,  N, 
R,  puestas  en  uno  de  los  ángulos  para  significar  la  potencia  propiamente 
dicha,  esto  es,  antes  de  desplegarse  y  de  actuar;  las  otras  tres  letras  de 
cada  cuadrángulo  y  los  tres  ángulos  correspondientes  son  los  individuos, 
es  decir,  los  actos  propios  de  cada  potencia  (108).  Cada  cuadrángulo, 
con  rus  cuatro  cámaras  y  letras  respectivas,  tiene  asignado  un  color. 

(105)  de  quibus  (sedecim  virtutibus)  formantur  centum  viginti  camerae,  per 
quas  amatores  huius  artis  poterunt  habere  cognitionem  de  Deo  et  poterunt  faceré  et 
solvere  quaestiones  per  necessarias  rationes;  dummodo  S  (anima  rationalis)  sap:enter 
sciat  in  qualibet  camera  faceré  de  una  dictione  subiectum,  et  de  altera  prredicatum..." 
(Dist.  I,  pars.  I,  de  figura  A,  pág.  2).  Aunque  Lull  no  explica  el  proced;m;ento  para 
llegar  a  las  ciento  veinte  cámaras,  este  resultado  obedece  a  la  siguiente  fórmula  alge- 
braica : 

m  (m  —  1)  16  X  15 

Comb.^   ,  o  sea,  en  este  caso:   —  =  120. 

1X2  2 

(106)  "Deus  est  illud  Ens  in  quo  Bonitas,  Magnitudo,  Aeternitas  et  aliae  Disnitates 
Dei  convertuntur  in  eodem  numero"  (Dist.  III,  Deffinitiones  principiorum  figurae  T, 
pág.  45). 

(107)  "...  lineae  lividae  extensae  ab  una  camera  ad  aliam  significant  (ut  ita  loquar) 
compositionem  unius  camerae  cum  alia"  (Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  A,  pág.  43). 
Lividus  significa  color  azul,  y  así  en  la  edición  maguntina  se  traduce  siempre  por  dicho 
vocablo  el  catalán  blau,  que  es  el  usado  por  Lull  (Cfr.  Art  demostrativa,  ed.  Galmés, 
Mallorca,  1932,  dist.  I,  De  la  figura  de  V,  pág.  13,  donde  se  insertan  ambos  textos,  latino 
y  catalán). 

(108)  "Sciendum  est,  quod  per  S  intellidtur  anima  rationalis,  cuius  sfiecies  in  bac 
Arte  sunt  E,  I,  N,  R;  individua  autem  sunt  B,  C,  D  de  E  prima  specie,  et  F,  G,  H  de  I 


-  373  — 


La  descomposición  gráfica  de  esta  2.a  figura  nos  da  el  siguiente  es- 
quema psicológico: 

Cuadrángulo  E,  azul : 


E.    Actos  [en  potencia]  de  B,  C,  D 


B.  Memoria  recordante. 

C.  Entendimiento  inteligente. 

D.  Voluntad  amante. 


Cuadrángulo  I,  negro: 
I.    Actos  [en  potencia]  de  F,  G,  H 


F.  Memoria  recordante. 

G.  Entendimiento  inteligente. 

H.  Voluntad  odiante. 


Cuadrángulo  N,  rojo: 
N.    Actos  [en  potencia]  de  K,  L,  M 


K.    Memoria  olvidante. 

L.    Entendimiento  ignorante. 

M.   Voluntad  amante. 


Cuadrángulo  R,  verde: 


R.    Compuesto  de  los  actos  [en  po- 
tencia] O,  P,  Q 


O.    Compuesto  de  los  actos  B,  F,  K  (de 

la  memoria) 
P.    Compuesto  de  los  actos  C,  G,  L  (del 

entendimiento.) 
Q.    Compuesto  de  los  actos  D,  H,  M  (de 

la  voluntad.) 


Las  restantes  figuras:  T  (de  los  principios  y  los  significados),  A  (de 
Dios),  V  (de  las  virtudes  y  los  vicios),  X  (de  los  opuestos  o  de  la  predes- 
tinación), Y  (de  la  verdad)  y  Z  (de  la  falsedad)  suministran  a  la  pre- 
sente figura  S  (del  alma  racional)  los  objetos,  y  las  potencias  anímicas  se 
los  apropian  de  diversa  manera,  ora  afirmando,  ora  negando,  ora  du- 
dando (109). 

De  ahí  que  puedan  formarse  varios  sistemas  de  combinaciones  o  cá- 
maras, expresivas  de  las  diversas  posiciones  de  las  potencias  del  alma 


secunda  specie,  et  K,  L,  M  de  N  tertia  specie,  et  O,  P,  Q  de  R  quarta  specie.  Praedictae 
species  sunt  potentiae  animae..."  (Dist.  III,  De  regulis  Artis,  de  figura  S,  pág.  41.  Véase 
también  la  Dist.  I,  pars.  I,  de  figura  S,  pág.  2). 

(109)  "Praedictae  species  sunt  potentiae  animae  diversimode  accipientes  obiecta  sub 
affirmatione,  vel  negatione,  vel  dubitatione  in  caeteris  figuris,  quae  sunt  T,  A,  V,  X, 
Y,  Z"  (Dist.  m,  de  regulis  Artis,  de  figura  S,  pág.  41). 


—  374  — 


respecto  a  sus  objetos  (no),  según  puede  verse  en  la  "Figura  de  los 
objetos"  (auxiliar  de  la  2.a  figura,  S). 

3.a  figura,  T :  de  los  principios  y  los  significados. — Lull  denomina  a 
esta  figura  y  a  la  anterior  figuras  comunes  y  exige  la  concordancia  de 
ambas  para  inquirir  o  interpretar  los  objetos — la  realidad  metafísica  y 
moral — en  las  restantes  figuras  A,  V,  X,  Y,  Z  (ni).  Se  trata  de  dos 
figuras  instrumentales  y  por  eso  son  denominadas  también  agentes,  para 
distinguirlas  de  las  demás  figuras,  que  son  pacientes  u  objetivas  (112). 

Asunto  propio  de  esta  tercera  figura  son  los  principios,  las  formas 
y  los  métodos  del  conocer.  Consiste  en  un  círculo  con  cinco  triángulos 
concéntricos  y  quince  cámaras  en  la  periferia,  correspondientes  a  los 
quince  ángulos  resultantes.  Cada  triángulo,  con  sus  tres  cámaras  y  le- 
tras respectivas,  tiene  su  color  especial. 

He  aquí  la  composición  y  significación  de  los  cinco  triángulos: 

Triángulo  B  C  D,  azul,  de  Dios,  la  criatura  y  la  operación  (113): 


Unidad 
B.    Dios  \  Trinidad 
Virtudes 


sensual 
Criatura  {  animal 

intelectual 


D.  Operación 


intelectual 

natural 

artificial 


Triángulo  EFG,  verde,  de  la  diferencia,  la  concordancia  y  la  con- 
trariedad (114) : 


(110)  "Finalis  intentio  ipsius  S  in  ista  Arte  sunt  camerae...  Figurae  ipsius  S  sunt 
septem...  Iste  septem  figurae  significant  modum,  secundum  quem  praedictae  species 
accipiunt  obiecta  in  figuris  de  T.  A,  V,  X,  Y,  Z"  (Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  S, 
pág.  41). 

(111)  "Nota,  quod,  sicut  S  est  figura  communis  in  hac  arte,  sic  similiter  T  est 
figura  communis  eidem  arti;  quoniam  S  non  potest  inquirere  nec  tractare  de  arte  sine  T, 
nec  T  potest  significare  de  A,  V,  X,  Y,  Z,  sine  S;  quare  ista  ars  praecipit,  quod  homo 
sciat  concordare  S  T  in  significando  et  inquirendo  A,  V,  X,  Y,  Z"  (Dist  I,  pars  I,  de 
figura  T,  pág.  3). 

(112)  "Figurae  agentes  in  hac  Arte  sunt  S,  T;  patientes  vero  per  modum  obiecti 
sunt  A,  V,  X,  Y,  Z"  (Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  S,  pág.  41). 

(113)  "Triangulus  lividus  est  de  Deo,  creatura  et  operatione.. ."  (Dist.  III,  de  re- 
gulis Artis,  de  figura  T,  pág.  42). 

(114)  "Triangulus  viridis  significat  quod  omnis  res  est  differens,  concordans  vel 
contrarians  secundum  species  ansulorum  cum  altera  re."  (Ibid.) 


375 


I  )il'erencia 


entre  lo  sensual  y 

lo  sensual 
entre  lo  sensual  y 

lo  intelectual 
entre  lo  intelectual 

y  lo  intelectual 


F.  Concordancia 


entre  lo  sensual  y 

lo  sensual 
entre  lo  sensual  y 

lo  intelectual 
entre  lo  intelectual 

y  lo  intelectual 


i    entre  lo  sensual  y  lo  sensual 
G.    Contrariedad    \    entre  lo  sensual  y  lo  intelectual 


entre  lo  intelectual  y  lo  intelectual 

Triángulo  H  I  K,  rojo,  del  principio,  el  medio  y  el  fin  (115) : 

í  Tiempo  ¡  Conjunción 

H.    Principio    Cantidad       I.    Medio  Medida 
(  Causas  Extremos 


K.  Fin 


Terminación 

Privación 

Perfección 


Triángulo  L  M  N,  amarillo,  de  la  mayoridad,  la  igualdad  y  la  mi- 


noridad (116) : 


L.  Mayoridad 


del  accidente  res- 
pecto del  ac- 
cidente 

del  accidente  res- 
pecto  de  la 
substancia 

de  la  substancia 
respecto  de  la 
substancia 


M.  Igualdad 


entre  el  accidente 
y  el  accidente 

entre  el  accidente 
y  la  substancia 

entre  la  substancia 
y  la  substancia 


(    del  accidente  respecto  del  accidente 
N.    Minoridad    <    del  accidente  respecto  de  la  substancia 

¡    de  la  substancia  respecto  de  la  substancia 


Triángulo  O  P  Q,  negro,  de  la  afirmación,  la  duda  y  la  negación  (117) 


(del  ser  y  el  no-ser 
de  lo  posible  y  lo 
imposible 


(  del  ser  y  el  no-ser 
P.   Duda    de  lo  posible  y  lo 
imposible 


í  del  ser  y  el  no-ser 
O.   Negación  j  de  lo  posible  y  lo 
I  imposible 


(115)  "Triangulus  rubeus  significat  sive  est  de  principio,  medio  et  fine...''  (Ibid.) . 

(116)  "Triangulus  croceus  est  de  maioritate,  aequalitate  et  minoritate . . ."  (Ibid.). 

(117)  "Triangulus  niger  est  de  affirmatione,  dubitatione  et  negatione.  ."  (Ibid.). 


-  376  - 


Con  estos  quince  ángulos  se  forman  ciento  cinco  cámaras  (118).  La 
presente  figura  T  tiene  un  carácter  formal  respecto  a  la  figura  S,  o  del 
alma:  así  como  el  agua  toma  el  color  del  vaso  que  la  contiene,  así  tam- 
bién el  alma  con  sus  potencias  recibe  la  forma  pertinente  con  arreglo 
a  las  cámaras  de  la  figura  T  (119).  Y  es  exigencia  del  Arte  que  S,  o  sea 
el  alma  con  sus  potencias,  tantee  y  pruebe  por  sí  misma  en  cuál  o  en 
cuáles  de  las  susodichas  ciento  cinco  cámaras  de  esta  figura  T  podrá 
adquirir  conocimiento  de  Dios  y  sus  atributos  (fig.  A),  de  las  virtudes 
y  los  vicios  (fig.  V),  de  la  predestinación  (fig.  X),  de  la  verdad  (fig.  Y) 
y  de  la  falsedad  (fig.  Z)  (120). 

Lull  señala  todavía  una  tercera  figura  o,  tal  vez  mejor,  un  tercer 
uso  de  la  figura  T  consistente  en  interpretar  por  tropología  o  alegoría 
determinadas  impresiones  o  signos  visibles  (121).  Es  el  método  ade- 
cuado para  la  exposición  de  la  Sagrada  Escritura.  La  eficacia  de  este 
método  exige,  ante  todo,  el  uso  correcto  de  los  triángulos  y  la  precau- 
ción de  no  atribuir  a  Dios  o  a  las  virtudes  divinas  contrariedad  o  de- 
fecto (122).  Es  preciso,  además,  distinguir  entre  la  exposición  literal, 
la  moral  o  tropológlca,  la  alegórica  y  la  anagógica,  y  concordarlas  con 
los  atributos  divinos,  rechazando  por  falsa  toda  interpretación  que  los 
contradiga,  ya  que  de  otra  suerte — refuerzo  de  la  lógica  silogística — se 
daría  el  absurdo  de  que  Dios,  de  quien  emana  la  autoridad  del  texto 
sagrado,  es  contrario  a  sus  propios  atributos  (123). 

Pero  el  método  más  característico  de  la  figura  T  es  el  descenso  de 
lo  universal  a  lo  particular  y  el  ascenso  de  lo  particular  a  lo  universal. 


(118)  "...  et  ipsi  quindecim  anguli  formant  centum  et  quinqué  cameras,  prout 
in  figura  patet"  (Dist.  I,  pars  I,  de  fkura  T,  pág.  3).  Lull  no  dice  el  procedimiento  con 
el  que  obtiene  este  número  de  cámaras. 

(iiq)  "Nam  sicut  aqua  recipit  colorem  a  vase,  in  quo  continetur,  sic  S  assumit  for- 
mam  secundum  cameras  ipsius  T"  (Ibid.) . 

(120)  "T  est  in  centum  quinqué  cameris;  unde  haec  ars  exigit,  quod  S  in  cameris 
ipsius  T  tentet  et  probet  se  ipsum,  in  qua  vel  quibus  cameris  ipsius  T  poterit  cognitiorem 
habere  de  A.  Y,  X,  Y,  Z"  (Ibid.). 

(121)  "T  consistit  in  tribus  figuris...  Et  est  impressio,  in  qua  ostenditur  tertia  figu- 
ra secundum  tropologiam  et  allegoriam"  (Dist.  I,  pars.  I,  de  figura  T,  pág.  3). 

(122)  "Iste  modus  est  multum  utilis  illis,  qui  disputant  inter  se  per  authoritates 
sanctorum;  dummodo  sciant  ordinare  triángulos,  et  sibi  cavere,  ne  attribuant  ipsi  A 
vel  suis  cameris  aliquam  contrarietatem,  vel  defectum"  (Dist.  IT,  pars.  I,  de  modo  XV 
expositionis,  pág.  17). 

(123)  "Quando  S  (el  alma  racional)  vult  invenire  Y  (la  verdad)  per  authoritates 
in  Sacra  Scriptura,  oportet,  quod  B  (la  memoria  recordante)  recolat  quatuor  expositiones, 
quae  sunt  literalis,  moralis  seu  tropológlca,  allegoñca  et  anagogiai :  et  postea  oportet, 
quod  recolat  T  (fig.  3.a,  de  los  significados)  A  (fig.  i.ft,  de  Dios)  et  suas  cameras:  et 
si  C  (el  entendimiento  inteligente)  intelligit.  quod  expositio  literalis  concordet  cum  A 


—  377  — 


Esta  doble  operación  se  practica  mediante  el  triángulo  verde  EFG  y 
especialmente  con  los  ángulos  F  (concordancia)  y  G  (contrariedad),  apli- 
cados a  los  demás  ángulos  de  la  figura  T  y  a  las  cámaras  de  las  figuras 
objetivas  A,  V,  X,  Y,  Z.  La  concordancia  da  lo  común  y  conduce  a  lo 
universal ;  la  contrariedad  da  lo  diferencial  y  lleva  a  lo  particular.  De 
este  modo,  dice  Lull,  S  (el  alma  racional)  puede  con  C  (el  entendimien- 
to inteligente)  ascender  a  las  cosas  universales,  y  con  el  mismo  (entendi- 
miento) descender  a  las  cosas  particulares  y,  por  tanto,  gracias  al  tri- 
ángulo verde  se  consigue  dar  lo  universal  a  lo  particular  y  lo  particular 
a  lo  universal  (124). 

El  método  del  ascenso  y  el  descenso  del  entendimiento  adquirirá  un 
gran  desarrollo  y  constituirá,  más  adelante,  el  asunto  de  un  tratado  es- 
pecial (125). 

Derivan  también  de  la  figura  T  otros  métodos  y  diversas  especies  de 
demostraciones  basadas  ora  en  la  lógica  de  la  analogía,  ora  en  la  lógi- 
ca silogística,  ora  en  la  interferencia  entre  una  y  otra  (126). 

4.a  figura,  V :  de  las  virtudes  y  los  vicios. — Es  un  círculo  dividido  en 
catorce  cámaras,  siete  destinadas  a  las  virtudes  fundamentales  y  las 
otras  siete  a  los  vicios  capitales  (127).  Cada  virtud  o  vicio  tiene  asigna- 
da una  letra  representativa. 

Las  virtudes,  de  color  azul,  unidas  entre  sí  por  líneas  azules,  son  las 
tres  teologales  y  las  cuatro  cardinales : 


(fig.  i.8,  de  Dios)  et  suis  cameris,  tune  potest  af firmare,  quod  expositio  literalis  est  in  Y 
(la  verdad),  quae  sit  authoritaiis  contrariae  ipsi  A  (fig.  i.a,  de  Dios)  et  suis  cameris:  quia 
intelligat,  expositionem  esse  in  Z  (la  falsedad) ;  quoniam  nidia  expositio  potest  esse  in  Y 
(la  verdad),  quae  sit  authoritaiis  contrariae  ipsi  A  (fig.  i.a,  de  Dios)  et  suis  cameris:  quia, 
si  esset,  esset  A  (Dios),  vel  Author,  a  quo  authoritas  emanavit,  contrarius  cameris  ipsius 
A  (Dios  y  sus  atributos,  según  la  1.*  fig.);  sed  hoc  est  impossibile"  (Ibid.,  pág.  16). 

(124)  uDescensus  universalium  rerum  ad  particulares  et  ascensus  particufarium  ad 
universales  fit  medíante  T,  et  hoc  sic,  scilicet,  ponendo  triangulum  viridem  ínter  parti- 
culares et  universales,  discurrentibus  F  G  per  ángulos  ipsius  T  et  per  cameras  ipsorum 
A,  V,  X,  Y,  Z,  ut  S  possit  cum  C  ascenderé  ad  universalia,  et  cum  ipso  descenderé  ad 
particularia ;  per  eumdem  triangulum  datur  universale  particulari,  et  particulare  uni- 
versali"  (Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  T,  pág.  42). 

(125)  El  Liber  de  ascensu  et  descensu  intellectus,  compuesto  en  Montpellier  en  1304 
(núm.  48  de  nuestro  catálogo). 

(126)  Véase  especialmente  Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  T,  págs.  42-43,  donde 
se  puntualizan  las  aplicaciones  lógicas  de  cada  uno  de  los  cinco  triángulos  que  compo- 
nen dicha  figura. 

(127)  "V  ponimus  quod  sit  figura  virtutum  et  vitiorum;  quod  V  dividitur  in  dúos 
colores,  videlicet  lividum  et  rubeum :  V  lívido  attribuuntur  septem  virtutes,  et  V  rúbeo 
septem  vitia"  (Dist.  I,  pars  I,  de  la  figura  V,  pág.  3). 


-  37*  - 


B.  Fe. 

C.  Esperanza. 

D.  Caridad. 


E.  Justicia. 

F.  Prudencia. 

G.  Fortaleza. 

H.  Templanza. 


Los  vicios,  de  color  rojo,  unidos  por  líneas  rojas,  van  alternando  con 
las  virtudes,  y  son : 

I.    Gula.  N.  Soberbia. 

K.   Lujuria.  O.  Envidia. 

L.  Avaricia.  P.  Ira. 

M.  Pereza. 


Las  líneas  azules  o  rojas  significan,  respectivamente,  la  composición 
de  las  virtudes  entre  sí  o  de  los  vicios  entre  sí  o  de  las  virtudes  y  los 
vicios  simultáneamente.  Valiéndose  el  alma  principalmente  de  la  figu- 
ra T  (de  los  significados)  y  procediendo  ora  por  concordancia  ora  por 
contrariedad,  puede  inquirir  lo  que  sea  cada  virtud  y  cada  vicio  (128). 

Hay  una  figura  complementaria  de  esta  4.a  figura,  en  la  cual  en- 
tran también  en  composición  los  vicios  contrarios  a  las  siete  virtudes 
fundamentales  (de  color  amarillo)  y  las  virtudes  contrarias  a  los  siete 
vicios  capitales  (de  color  verde),  y  son  : 


Incredulidad  j  Vicios  contrarios 
Desesperación  >  a  las  virtudes 
Odio  J  teologales 


Injusticia 
Imprudencia 
Flaqueza 
Destemplanza 


Vicios  contrarios 
a  las  virtudes 
cardinales 


Abstinencia 
Castidad  I 

Largueza  f  Virtudes  contrarias 
Fervor  /      a  los  siete  vicios 

Humildad      [  capitales 
Fidelidad 
Paciencia 


Sumando  las  dos  figuras  V,  tenemos  catorce  virtudes  y  catorce  vi- 
cios, o  sea,  veintiocho  términos  o  nociones  elementales  (dichones)  de  la 
vida  moral. 


(128)  "V  est  figura  significans  compositionem  virtutum  et  vitiorum,  quae  sunt  in 
cameris,  seu  quae  possunt  derivan  ab  illis;  lineae  lividae  significant  compositionem  vir- 
tutum, et  rubeae  vitiorum;  fit  autem  compositio  triplidter,  scilicet,  vel  virtutum  ad 
invicem,  vel  vitiorum  ad  invicem,  vel  virtutum  et  vitiorum  simul;  et  hoc  ideo,  ut  inqui- 
ratur,  quid  signiñeent  per  concordantiam,  vel  per  contrarietatem.  In  hac  figura  dirigitur 
anima  magis  cum  figura  T    "  (Dist  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  V,  pág.  43). 


-  379  — 


La  figura  V  (la  principal  y  la  complementaria)  se  divide  en  diez  es- 
pecies, a  saber:  i.a,  de  las  virtudes;  2.a,  de  los  vicios;  3.a,  de  los  contra- 
rios de  los  vicios;  4.a,  de  los  contrarios  de  las  virtudes;  5.a,  de  las  vir- 
tudes y  de  los  vicios ;  6.a,  de  las  virtudes  y  los  contrarios  de  los  vicios ; 
7.a,  de  las  virtudes  y  sus  contrarios ;  8.a,  de  los  vicios  y  sus  contrarios ; 
9.a,  de  los  vicios  y  de  los  contrarios  de  las  virtudes,  y  10.a,  de  los  con- 
trarios de  los  vicios  y  de  los  contrarios  de  las  virtudes  (129). 

De  ahí  trescientas  setenta  y  ocho  cámaras  (130),  correspondientes  a 
las  combinaciones  binarias  de  aquellos  veintiocho  términos  (virtudes  y 
vicios),  según  es  de  ver  en  la  figura  complementaria  de  V.  De  este  mo- 
do, afirma  Lull,  el  alma  (fig.  S)  puede  conocer  en  qué  cámara  de  la  figu- 
ra V  (complementaria)  hay  la  virtud  o  el  vicio,  la  clase  y  la  cantidad  de 
cada  virtud  o  vicio,  y  su  principio,  medio  y  fin  (131). 

Es,  pues,  un  intento  de  reducción  lógica  de  las  diversas  situaciones 
posibles  de  la  vida  moral,  comenzando  por  la  vida  interior,  la  cual,  so- 
bre ser  la  más  íntima,  es  también  la  más  cierta  (132).  Los  vicios  han 
de  ser  mortificados ;  las  virtudes,  vivificadas  con  las  potencias  adecuadas 
del  alma  y  con  los  objetos  más  elevados.  El  alma  puede  inclinarse  libre- 
mente hacia  las  unas  o  hacia  los  otros.  Por  eso,  V  significa  tanto  las 
virtudes  como  los  vicios  y,  si  uno  de  sus  palos  es  azul,  el  otro  es 
rojo  (133)- 

5.a  figura,  X:  de  los  opuestos  o  de  la  predestinación. — En  esta  figu- 
ra vienen  a  recopilarse  los  resultados  de  las  cuatro  figuras  anteriores. 
Consiste  en  un  círculo  dividido  en  diez  y  seis  cámaras,  que  contienen 
otros  tantos  términos  o  dicciones.  Cada  uno  de  estos  términos  tiene  asig- 

(129)  Véase  Dist.  I,  pars  I,  de  figura  V,  pág.  3,  y  especialmente  pars.  II,  de  appli- 
catione  ipsius  V,  págs.  6-9,  donde  es  desarrollada  extensamente  esta  materia  con  el  auxi- 
lio del  Arte  combinatoria. 

(130)  Aunque  Lull  no  da  explicaciones,  este  resultado  numérico  responde  a  la  si- 
guiente fórmula  algebraica: 

Comb.;8=  =  378. 

(131)  "Camerae  ipsius  V  sunt  ter  centum  septuaginta  octo;  et  S  formatur  in  qua- 
libet  camera  secundum  habitum,  quem  recipit  a  suis  speciebus  et  a  diversis  cameris  ipsius 
V,  cum  habitu,  quem  recipit  a  cameris  A,  T,  V,  X :  unde  propter  hoc  potest  S  cognosce- 
re  in  qua  camera  ipsius  V  est  virtus  aut  vitium,  et  quae  virtus  vel  quod  vitium,  et 
cuius  quantitatis  sit,  et  unde  accipiat  principium  et  finem,  et  quod  sit  médium"  (Dist.  I, 
pars  I,  de  figura  V,  pág.  4)- 

(132)  "V  inquiritur  in  me,  in  te,  et  in  illo;  et  in  meipso  habetur  maior  notitia; 
quia  actus  meae  animae  sive  ipsius  S  sunt  magis  intimi  mihi  quam  alteri"  (Dist.  III,  de 
regulis  Artis,  de  figura  V,  pág.  43). 

(133)  "Mortificantur  vitia  sive  V  rubeum,  et  vivificantur  virtutes  sive  V  lividum 
cum  speciebus  S  et  obiectis  nobilioribus"  (Ibid.). 


-  3«o  - 


nada  una  letra  representativa,  y  halla  en  el  término  siguiente  su  opuesto; 
de  donde  resulta  la  siguiente  distribución  alterna : 


B. 

babiduria. 

K. 

Justicia. 

c. 

Predestinación. 

L. 

Libre  albedrío. 

D. 

Perfección. 

M. 

Defecto. 

E. 

Mérito. 

N. 

Culpa. 

F. 

Poder. 

O. 

Voluntad  . 

G. 

Gloria. 

P. 

Pena. 

H. 

Ser. 

Q- 

Privación. 

L 

Ciencia. 

R. 

Ignorancia. 

Opposita  relativa. 

En  efecto,  la  Sabiduría  o  Presciencia  divina  se  opone — relativamen- 
te— a  la  Justicia;  la  Predestinación,  al  Libre  albedrío;  la  Perfección,  al 
Defecto;  el  Mérito,  a  la  Culpa,  etc.  De  la  combinación  de  algunos  de 
estos  términos  se  originan  los  compuestos  (composita),  y  así  tenemos  el 
compuesto:  Sabiduría-Perfección-Predestinación,  esto  es,  la  perfecta 
Sabiduría  y  la  Predestinación,  por  parte  de  Dios,  y  el  compuesto  contra- 
rio: Justicia-Perfección-Libre  albedrío,  es  decir,  la  perfecta  Justicia  y  el 
Libre  albedrío,  por  el  lado  del  hombre,  etc.  El  oficio  de  esta  5.a  figura 
dentro  del  Arte  consiste  en  dar  objeto  al  alma,  esto  es,  inquirir  lo  que 
sea  la  predestinación  per  opposita  relativa  et  composita  (134). 

Los  mentados  diez  y  seis  términos  forman  ciento  veinte  cámaras  o 
combinaciones,  mediante  las  cuales  el  alma  (fig.  S)  adquiere  el  conoci- 
miento de  la  predestinación  cuando  se  ha  habituado  a  concordarlas  con 
la  figura  A  o  de  Dios,  con  la  figura  T  o  de  los  significados,  con  la  figu- 
ra V  azul  o  de  las  virtudes  y  con  la  figura  Y  o  de  la  verdad,  y,  en  sen- 
tido contrario,  sabe  apreciar  las  discordancias  con  la  figura  V  roja  o  de 
los  vicios  y  con  la  figura  Z  o  de  la  falsedad  Í135). 

Advierte  Lull  que  la  predestinación  es  asunto  difícil  de  entender; 


í  134)  "Ofñcium  huius  hgurae  \u  trac  Ar  e  est,  quod  det  obiecta  ipsi  S  per  opposita 
relativa  et  composita.  Relativa  autem  huius  sunt  sapier  tia  et  ignorantia,  esse  et  privatio, 
et  huius  modi;  composita  sunt  sapientia,  p_rfe~tio,  praedestinatio,  et  suum  oppositum  in 
theorica,  scilicet  iustitia,  perfectio,  ct  liberum  arbitrium,  et  sic  de  aliis"  (Dist.  III,  de  re- 
pulís Artis,  de  fiírura  X,  pág.  44). 

(135)  "X  ponimus,  quod  sit  figura  praedestinationis.  quae  formatur  de  sededm 
dictionibus:  quae  dictiones  coraponun*  centum  vigir.'.i  cameras,  quae  sunt  causa  et  instru- 
menta ipsi  S,  quod  habeat  co^nitionem  de  X.  quanc'o  cameras  ipsius  intrat  cum  habitu, 


-  3»'  - 


pero,  una  vez  comprendido,  el  alma  y  sus  potencias  se  hacen  más  aptas 
para  adquirir  el  conocimiento  de  Dios  y  de  sus  atributos  por  razones  ne- 
cesarias (136). 

La  figura  X  se  descompone  en  cuatro  figuras  o  momentos  dialécticos, 
que  conducen  al  fin  apetecido  de  concordar  los  opuestos  relativos,  esto 
es,  la  predestinación  divina  y  el  libre  albedrío  humano.  La  primera  figu- 
ra se  forma  de  la  perfecta  sabiduría  de  Dios,  de  la  cual  se  origina  la 
predestinación.  La  segunda  figura  está  formada  de  la  perfecta  justicia 
de  Dios,  de  la  cual  deriva  el  libre  albedrío  humano.  La  tercera  figura, 
compuesta  de  la  primera  y  la  segunda,  es  dubitativa,  puesto  que  el  alma 
se  halla  perpleja  ante  los  dos  principios  opuestos  de  la  predestinación 
y  el  libre  albedrío.  La  cuarta  figura  es  determinativa,  pues  es  la  que  da 
la  solución.  Aplicando  el  principio  de  que  hay  que  atribuir  lo  mayor  al 
ser  y  lo  menor  a  la  privación  o  no  ser,  concluye  que  ha  de  existir  la  pre- 
destinación por  parte  de  Dios  y  el  libre  albedrío  por  parte  del  hom- 
bre (137).  Si  hubiese  predestinación  sin  libre  albedrío  o  libre  albedrío 
sin  predestinación,  tendríamos  que  la  divina  Esencia  sabría  que  hay  ma- 
yor ciencia  (primer  caso)  o  mayor  justicia  (segundo  caso)  en  la  criatu- 
ra que  en  sí  misma,  lo  cual  es  imposible  con  arreglo  a  los  triángulos 
amarillo  y  verde  de  la  figura  T  o  de  los  significados  (138). 


qui  concordat  cum  A,  T,  V  lívido  et  cum  Y,  et  discordat  cum  V  rúbeo  et  cum  Z" 
(Dist.  I,  pars  I,  de  figura  X,  pág.  4).  Por  lo  demás,  las  combinaciones  de  las  dictiones 
que  forman  las  ciento  veinte  cámaras,  han  de  ser  binarias,  respondiendo  a  la  consabida 
fórmula  algebraica : 

r     .    ,        16  X  15 

Comb.  ,  =  ;  —  =  1  20. 

16  1X2 

(136)  "Sicut  X  est  difficilis  quaestio  ad  intelligendum,  sic,  quando  cognoscitur, 
fortificat  S,  ut  habeat  cognitionem  de  A;  et  fortificat  in  S  cameras  ipsius  A  per  necessa- 
rias  rationes"  (Dist.  I,  pars  I,  de  figura  X,  pág.  4). 

(137)  "Nota,  quod  in  quatuor  figuris  universalibus  comprehenditur  totum  X:  prima 
formatur  de  perfecta  sapientia  ipsius  A;  secunda  formatur  de  perfecta  iustitia  eiusdem 
A;  unde  a  prima  formatur  praedestinatio ,  et  a  secunda  formatur  liberum  arbitrium; 
tertia  figura  est  de  dubitatione,  et  formatur  ex  prima  et  secunda  in  S;quarta...  est  de- 
terminativa... est  mensuratio  primae  et  secundae  figurae  ad  inquirendum,  quae  duarum 
conveniat  cum  ma'oritate,  dando,  quod  maius  est,  ipsi  esse  seu  enti,  et  quod  minus  est, 
privationi"  (Dist.  I,  pars  I,  de  figura  X,  pág.  4,  y  Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figu- 
ra X,  pág.  44).  El  desarrollo  por  extenso  de  cada  una  de  las  cuatro  figuras  puede  verse  en 
la  Dist.  I,  pars.  II,  de  applicatione  ipsius  X,  págs  9  y  10). 

(138)  "Data  est  solutio  praedestinationis  ad  laudem  et  gloriam  ipsius  A  (Dios)  per 
istam  artem  in  quarta  figura,  in  qua  C  (el  entendimiento)  intelligit,  quod  necessario  B 
(la  memoria)  recolit,  quod  si  praedestinatio  et  liberum  arbitrium  non  essent,  oporteret 
necessario,  quod  C  (el  entendimiento)  intelligeret,  quod  si  non  esset  liberum  arbitrium, 
•et  esset  praedestinatio.  A  (Dios)  sciret  suam  scientiam  maiorem  in  creatura,  quam  in 


—  3*2  — 


En  resumen,  el  Arte  preceptúa  que  el  alma  con  sus  potencias  pase 
de  la  primera  figura  de  X  a  la  segunda,  y  de  ésta  vuelva  a  la  primera 
para  entrar  seguidamente  en  la  tercera  figura  y  actuar,  por  último,  en 
la  cuarta  figura  según  su  manera  propia  y  prescindiendo  de  las  formas 
que  aquélla  había  aceptado  en  la  primera,  segunda  y  tercera  figuras  (139). 
La  oposición  teórica  entre  los  opuestos  relativos  y  los  compuestos  con- 
trarios cesa  en  esta  cuarta  figura  de  X,  puesto  que  la  práctica  y  la  cuar- 
ta figura  coinciden  (140). 

17.  La  segunda  Distinción  comprende  dos  partes.  La  primera  trata 
de  los  diez  y  seis  Modos  universales,  de  los  cuales  derivan  las  Condicio- 
nes y  las  Reglas  generales.  En  la  segunda  parte  son  planteadas  y  resuel- 
tas siete  Cuestiones  principales  con  arreglo  a  aquellos  diez  y  seis  mo- 
dos (141). 

La  condición  es  la  conexión  lógica  entre  dos  o  más  términos  (142) ; 
de  ahí  la  combinación  de  las  letras  representativas  de  los  términos  con- 
dicionados y  que  forman  cámara.  El  modo  es  un  orden  o  disposición 


se  ipso.  eo  quia  non  sciret  se  iustum ;  vel  si  esset  liberum  arhitrium  et  non  esset  prae- 
destinatio,  quod  A  (Dios)  esset  maius  in  iustitia  in  creatura,  quam  in  sua  scientia  quae 
perfecte  in  creatura  non  sciret ;  sed  hoc  est  impossibile,  quod  divina  essentia  habeat 
maiorem  iustitiam  vel  scientiam  in  creatura,  quam  in  se  ipsa;  quae  impossibilitas  pro- 
batur  in  T  (fig.  de  los  significados)  croceo  et  viridi"  (Dist.  I,  pars  II,  de  applicatione 
ipáius  X,  de  quarta  figura  X,  pág.  10). 

f t 3 Q )  "Quapropter  ista  ars  praecipit,  quod  S  (el  alma  y  sus  potencias)  se  mutet 
a  prima  figura  ad  secundam.  et  a  secunda  revertatur  ad  primam.  ut  postea  intret 
teríiam :  et  nolit  induere  formas,  quas  accipit  in  prima,  secunda  et  tertia ;  ut  accipiat 
et  induat  habitum,  de  quo  se  induit  in  quarta  figura"  (Dist.  I,  pars  I,  de  figura  X, 
pág.  4). 

(140)  "...  tamen  in  quarta  figura  non  opponuntur,  quia  practica  et  quarta  figura 
conveniunt"  (Dist.  III,  de  regulis  Artis,  de  figura  X,  pág.  44). 

(141)  "Haec  secunda  Distinctio  in  duas  partes  dividitur,  in  quarum  prima  ponun- 
tur  et  explicantur  sedecim  Modi  universales,  in  quos  intrat  S  cum  T  producendo  Con- 
ditiones  et  Regulas  generales,  quibus  solutiones  omnium  quaestionum  particularium  in- 
vestigantur  et  inveniuntur :  in  secunda  proponuntur  septem  Quaestiones,  quae  per  supra- 
dictos  sedecim  modos  solvuntur"  (Dist.  II,  pág.  11). 

(142)  No  obstante  la  referencia  de  la  nota  anterior  y  la  indicación  de  la  rúbrica 
De  sex  conditionibus  et  secunda  figura  ipsius  T  (Dist.  I,  pars  I,  de  figura  T,  pág.  3),  en 
el  Ars  magna  primitiva  no  se  define  la  condición;  pero  en  la  "Taula  de  vocables"  del 
Art  amativa  (ed.  cit.,  pág.  392),  Lull  da  la  siguiente  definición:  "Condició  es,  en  aques- 
ta Art,  mesclament  de  sos  comenqaments,  stants  'os  uns  condicionats  en  los  altres  se- 
gons  lurs  diffinicions  e  propietats,  axi  com  bonea  qui  es  condicionada  en  esser  gran 
sots  rahó  de  granea,  e  en  esser  durable  sots  rahó  de  eternitat,  e  es  gran  e  durable  se- 
gons  sa  condicio  matexa,  go  es  a  saber,  que  sa  granea  e  sa  duració  sia  bona ;  e  aqó  mateix 
se  segueix  de  condició  en  los  altres  comengaments." 


3»3  - 


común  a  varios  actos  o  razonamientos  (143).  Cada  modo  es  enunciada 
por  un  vocablo  temático,  que  es  como  el  punto  de  referencia  de  un  haz 
de  cuestiones.  La  regla  es  el  uso  correcto  de  las  siete  figuras  presenta- 
das al  principio,  considerada  cada  una  de  ellas  en  sí  misma — esto  es,  en 
su  peculiar  estructura  y  oficios  propios — ,  y  en  sus  conexiones  con  las 
restantes  figuras  (144). 

Hay  diez  y  seis  modos  universales,  de  los  cuales  derivan  muchos 
otros  modos  y  cuestiones  (145),  y  son  los  siguientes:  I.  Modo  del  orden 
de  la  primera  y  segunda  intención  (problema  de  la  finalidad).  II.  De  la 
disputa  (arte  de  hacer  cuestiones).  III.  De  la  significación  (interpretación 
y  demostración).  IV.  De  la  potencia  y  la  actualidad  (el  cambio  en  los 
seres).  V.  De  la  sensualidad  y  la  intelectualidad  (problema  del  conoci- 
miento). VI.  De  las  cosas  substanciales  y  accidentales.  VIL  De  la  ora- 
ción (sensual,  intelectual  o  contemplativa  y  compuesta).  VIII.  De  la  sa- 
biduría y  la  ignorancia.  IX.  De  la  mayoridad  y  la  minoridad.  X.  De  la 
contrariedad.  XI.  De  la  posición  (doctrina  de  la  suposición  lógica)  y  de 
la  necesidad.  XII.  De  la  causa,  la  ocasión  y  la  fortuna  (problema  de  la 
causalidad).  XIII.  De  la  conversión  y  la  perversión  (en  sentido  prefe- 
rentemente lógico).  XIV.  De  la  voluntad  libre  y  coaccionada  (problema 
de  la  libertad).  XV.  De  la  exposición  (literal,  moral  o  tropológlca,  ale- 
górica y  analógica  de  la  Sagrada  Escritura).  XVI.  De  la  afirmación,  la 
negación,  la  duda  y  la  determinación  (correspondientes  a  las  cuatro  figu- 
ras o  momentos  lógicos  de  la  5.a  figura,  X,  o  sea,  la  de  los  opuestos  y 
la  predestinación). 

Con  estos  diez  y  seis  modos  y  aplicando  los  procedimientos  del  Arte, 
son  planteadas  y  resueltas  a  guisa  de  ejemplo  las  siete  cuestiones  si- 
guientes :  I.  De  la  existencia  de  Dios.  II.  De  la  unidad  de  Dios.  III.  De 
la  Trinidad.  IV.  Del  nombre  adecuado  de  las  tres  Personas  divinas. 
V.  De  la  Encarnación  del  Hijo  de  Dios.  VI.  De  la  Persona  que  se  en- 
carnó. VIL  Del  Sacramento  del  Altar. 

Notemos  que  estas  siete  cuestiones  no  han  sido  elegidas  arbitraria- 
mente, pues  constituyen  un  programa  doctrinal,  servido  con  diversas 


(143)  "Modus  est  figura  ordinis  et  dispositionis.  Vel  sic:  Modus  est  communis  ordo 
actuum  et  rationum"  (Dist.  III,  Deffinitiones  XVI  modorum  generalium,  pág.  48). 

(144)  Así  se  desprende  de  la  parte  intitulada  De  regulis  Artis  compendiosae  inve- 
niendi  veritatem  (Dist.  III,  págs.  41-45),  en  la  cual,  a  pesar  del  títuílo,  ni  define  las 
reglas  ni  fija  su  número,  cosas  que  Lull  hará  más  adelante. 

(145)  "Sicut  S  format  suas  species  et  suas  cameras  cum  cameris  ipsorum  A,  T,  V, 
X,  sic  in  isris  sedetím  modis  multi  alii  modi  et  multae  quaestiones  et  solutiones  reci- 
piunt  formam"  (Dist.  II,  pars  I,  pág.  n). 


3*4 


clase>  de  argumentos — las  razones  necesarias — para  la  conversión  de 
los  infieles,  especialmente  de  los  judíos  y  musulmanes. 

18.  La  tercera  y  última  Distinción  está  dividida  también  en  dos  par- 
tes :  la  primera  versa  sobre  los  treinta  modos  especiales;  en  la  segunda 
son  planteadas  y  resueltas  sesenta  cuestiones. 

Llámanse  "modos  especiales",  porque  vienen  especialmente  determi- 
nados por  las  siete  figuras  generales  y  los  diez  y  seis  modos  generales. 
Son  presentados  treinta  modos  especiales  por  vía  de  ejemplo,  pero  po- 
drían enumerarse  otros.  Cada  uno  tiene  su  procedimiento  propio  y  es 
denominado  con  una  rúbrica  adecuada  (146).  Son  los  siguientes:  I.  Ayu- 
dar. II.  Asociar.  III.  Habituarse.  IV.  Concordar.  V.  Confesar.  VI.  Con- 
solar. VIL  Consultar.  VIII.  Dar.  IX.  Dirigir.  X.  Elegir.  XI.  Guardar  la 
fiesta  (f estare).  XII.  Honrar.  XIII.  Comenzar.  XIV.  Inquirir.  XV.  En- 
tender. XVI.  Juzgar.  XVII.  Alabar.  XVIII.  Recordar.  XIX.  Mover. 
XX.  Mortificar  y  Vivificar.  XXI.  Acabar.  XXTI.  Rogar.  XXIII.  Pre- 
dicar. XXIV.  Recurrir.  XXV.  Reinar.  XXVI.  Agradecer.  XXVIT.  Sal- 
var. XXVIII.  Sanar.  XXIX.  Tentar.  XXX.  Querer. 

A  continuación  y  constituyendo  la  segunda  parte,  son  planteadas  y 
resueltas,  con  todo  el  aparato  dialéctico  del  Arte,  sesenta  cuestiones, 
como  podría  haber  sido  enunciado  un  número  mayor.  Estas  cuestiones 
son  muy  variadas:  unas  son  teológicas,  otras  son  morales,  otras  son 
naturales  o  cosmológicas.  He  aquí  algunas,  para  muestra,  según  la  mis- 
ma numeración  asignada  en  la  obra:  5.  Si  en  Dios  hay  trinidad  de  per- 
sonas o  no.  7.  Si  hay  Encarnación  o  no.  10.  Si  el  pan  de  la  Hostia  con- 
sagrada contiene  el  verdadero  cuerpo  de  Cristo  d  no.  II.  Si  en  Dios 
hay  Virtudes  o  no.  13.  Si  es  posible  salvarse  dentro  de  cualquier  con- 
fesión (crediditate)  existente  o  no.  14.  Si  hay  pecado  original,  y  si  es 
general  o  no.  21.  Si  el  mundo  ha  existido  ab  aeterno.  26.  Si  hay  un  cuer- 
po o  cuerpos  infinitos  en  cantidad.  39.  Si  el  pecador  arrepentido  en  la 
hora  de  la  muerte  puede  conseguir  la  salvación.  40.  Si  la  predestinación 
y  el  libre  albedrío  coexisten.  45.  ;  Cuál  es  el  Arte  por  la  cual  el  hombre 
conoce  las  virtudes  y  los  vicios?  46.  ;De  qué  manera  distingue  el  hom- 
bre entre  virtudes  y  virtudes  y  entre  vicios  y  vicios?  47.  ¿Qué  virtud 


(146)  "Septem  ficurae  generales  et  sedecim  modi  assignantur  gereraliter,  ut  sint 
re-rula  et  materia  modis,  qui  in  hac  Arte  specialiter  deteminantur :  ideo  nos  exemplifi- 
camus  de  tríginta  modis  in  speciali :  et  per  e'remplum,  quod  de  illis  ponitur,  potest  in- 
telliri  etiam  Ars  in  aliis  modis;  et  qiiemtibet  modum  oportet  habere  suam  propriam 
fi'ojram,  ex  qua  sibi  sumat  formam;  qui  modi  in  sequentibus  rubricis  nominantur" 
fDist.  III,  pars  I,  pág.  27). 


-  3»5  - 


es  mayor  que  otra  y  qué  vicio  es  mayor  que  otro?  51.  ¿Qué  cosas  son 
lícitas  y  cuáles  son  prohibidas?  55.  ¿Qué  son  obras  naturales?  56.  ¿Qué 
es  el  rayo  ?  57.  ¿  Qué  es  el  trueno  ?  58.  ¿  Cómo  se  produce  el  viento  ?  59. 
¿Cómo  se  generan  las  lluvias  y  las  nubes?  60.  ¿Cómo  se  forman  el  hie- 
lo y  la  nieve? 

19.  Termina  la  obra  con  dos  capítulos  sueltos  intitulados  respecti- 
vamente: de  las  Reglas  del  Arte  (147)  y  de  las  Definiciones  de  los  prin- 
cipios del  Arte  (148). 

En  el  primero — que  hemos  refundido  en  la  parte  de  la  exposición 
de  las  figuras,  para  evitar  repeticiones — se  detalla  el  uso  de  cada  una  de 
las  figuras  generales  S  (del  alma  y  sus  potencias),  T  (de  los  significados), 
A  (de  Dios  y  sus  atributos),  V  (de  las  virtudes  y  los  vicios),  X  (de  los 
opuestos  y  la  predestinación),  Y  (de  la  verdad)  y  Z  (de  la  falsedad). 

En  el  segundo  capítulo  se  da  la  definición  de  los  términos  de  las  figu- 
ras A,  T,  V,  X,  Y  y  Z,  de  los  diez  y  seis  modos  generales  y  de  los  trein- 
ta modos  especiales.  Estas  definiciones  consisten  en  la  declaración  de  la 
cosa  por  sus  propios  principios  (149).  Reproducimos  a  continuación  las 
definiciones  de  la  i.a  figura  y  algunas  muestras  de  las  restantes  series 
de  definiciones. 

De  la  figura  A :  de  Dios  y  sus  atributos : 

Bondad  es  el  ente  por  razón  del  cual  el  bueno  hace  el  bien;  y  por  eso  lo  bue- 
no es  el  ser  y  lo  malo  el  no  ser. 

Grandeza  es  el  ente  por  el  cual  la  bondad,  la  duración,  etc.,  son  grandes,  abar- 
cando todos  los  extremos  del  ser. 

Eternidad  o  Duración  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  el  poder, 
■etcétera,  duran. 

Poder  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  pueden  existir  y 
obrar.  • 
Sabiduría  es  la  propiedad  por  la  cual  el  sabio  entiende. 

Voluntad  o  Amor  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  son  ama- 
bles y  deseables. 

Virtud  es  el  origen  de  la  unión  de  la  verdad,  de  la  bondad,  de  la  grandeza  y 
de  los  demás  principios  del  sujeto. 


(147)  "De  regulis  Artis  compendiosae  inveniendi  verítatem",  dividido  en  los  siguien- 
tes artículos:  "De  figura  S",  "De  figura  T",  "De  figura  A",  "De  figura  V",  "De  figu- 
ra X",  "De  figuris  Y  et  Z"  (págs.  4i-44). 

(148)  "Sequuntur  nunc  Deffinitiones  principiorum  Artis  compendiosae  inveniendi 
veritatem",  dividido  en  los  siguientes  artículos:  "Deffinitiones  principiorum  figúrate  A", 
"Id.  figurae  T",  "Id.  figuraie  V",  "Id.  figurae  X",  "Id.  figurae  veritatis  et  falsitatis", 
"Deffinitiones  XVI  modorum  generalium",  "Id.  modorum  specialium"  (págs.  45-49). 

(149)  En  la  "Taula  de  vocables"  del  Ars  amativa  (ed.  cit.,  pág.  392)  se  dice: 
"Diffinició  es  declarament  de  la  cosa  per  sos  propis  comencaments,  axi  com  granea  es  co 
per  que  bonea  es  g^an". 


25 


-  386  - 


Verdad  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  son  verdaderas. 
Gloria  es  aquella  delectación  en  la  cual  la  bondad,  la  grandeza  y  los  demás 
principios  reposan. 

Perfección  es  aquella  forma  a  la  cual  compete  propiamente  perfeccionar. 
Justicia  es  la  virtud  con  la  cual  el  justo  obra  justamente. 
Largueza  es  aquella  propiedad  a  la  cual  propiamente  compete  dar  liberalmente. 
Misericordia  es  la  virtud  por  la  cual  las  culpas  son  perdonadas  y  se  da  gra- 
ciosamente. 

Humildad  es  la  virtud  que  hace  inclinar  la*  cosas  más  nobles  a  las  menos 
nobles. 

Dominio  es  la  propiedad  por  la  cual  el  dueño  es  dueño  y  tiene  dominio. 
Paciencia  es  la  virtud  con  la  cual  el  paciente  obra  pacientemente. 

De  la  figura  T :  de  los  significados : 

Dios  es  aquel  ente  en  el  cual  la  bondad,  la  grandeza,  la  eternidad  y  las  demás 
dignidades  se  convierten  recíprocamente. 

Criatura  es  el  ente  que  posee  el  ser  después  del  no-ser. 
Operación  es  el  ente  por  el  cual  el  operante  opera  lo  operado. 

Estas  tres  definiciones  lo  son  de  los  tres  términos  que  componen  el 
triángulo  azul.  Pero  se  refieren  también  al  primer  término  las  definicio- 
nes— que  no  transcribimos — de  la  unidad  y  la  trinidad;  al  segundo 
término,  las  de  la  criatura  sensual,  intelectual  y  animal;  y  al  tercer  tér- 
mino, las  de  la  operación  intelectual,  natural  y  artificial.  Siguen  las  de- 
finiciones de  los  tres  términos  del  triángulo  verde,  o  sea,  de  la  diferen- 
cia, la  concordancia  y  la  contrariedad;  del  triángulo  rojo,  o  sea,  del  prin- 
cipio, el  medio  y  el  fin;  del  triángulo  amarillo,  o  sea,  de  la  mayoridad,  la 
igualdad  y  la  minoridad ;  y  del  triángulo  negro,  o  sea,  de  la  afirmación, 
la  duda  y  la  negación,  con  las  subdefiniciones  correspondientes  a  cada 
uno  de  los  mentados  términos. 

De  la  figura  V :  de  las  virtudes  y  los  vicios : 

Fe  es  la  virtud  dada  por  Dios  a  fin  de  que  por  la  misma  creamos  aquello 
que  no  podemos  entender  por  la  inteligencia. 

Esperanza  es  el  hábito  por  el  cual  esperamos  que  nos  será  dado  por  Dios  el 
perdón  y  la  gloria. 

Caridad  es  aquella  virtud  por  la  cual  el  caritativo  obra  caritativamente. 

Siguen  las  definiciones  de  las  demás  virtudes  y  de  los  vicios  que  in- 
tegran la  figura  V  y  su  figura  auxiliar. 

De  la  figura  X :  de  los  opuestos  y  la  predestinación : 

Sabiduría  es  aquella  dignidad  por  la  cual  Dios  entiende  perfectamente  sin  mez- 
cla de  ignorancia. 

Justicia  es  la  virtud  con  la  cual  el  justo  obra  justamente. 


3»7  - 


Predestinación  es  saber  que  Dios  sabe  cuáles  hombres  serán  salvarlos  y  cuáles 
condenados. 

Libre  albedrío  es  elección  de  la  voluntad,  que  supone  hacer  el  bien  o  el  mal. 

Siguen  las  definiciones  de  los  restantes  principios  opuestos,  de  la 
perfección  y  el  defecto,  del  mérito  y  la  culpa,  del  poder  y  la  voluntad, 
de  la  gloria  y  la  pena,  del  ser  y  la  privación,  de  la  ciencia  y  la  ignorancia. 

De  las  figuras  Y,  de  la  verdad,  y  Z,  de  la  falsedad : 

Verdad  es  aquello  que  es  verdadero  de  la  bondad,  la  grandeza,  etc. 
Falsedad  es  el  hábito  con  el  cual  el  falso  obra  contra  la  verdad. 

De  los  XVI  modos  generales : 

Intención  es  aquel  instrumento  con  el  cual  el  fin  de  los  principios  po^ee  estos 
principios  para  sí  mismo. 

Disputa  es  la  contrariedad  intelectual  que  por  medio  de  la  palabra  manifiesta 
la  concepción  que  tiene  un  entendimiento  contra  otro. 

Significación  es  la  revelación  de  los  secretos  demostrados  con  signos. 

Siguen  las  definiciones  de  los  restantes  modos  generales. 
De  los  XXX  modos  especiales: 

Ayuda  es  el  acto  del  fuerte  que  atiende  al  débil  a  fin  de  que  éste  pueda  con- 
seguir lo  que  apetece. 

Sociedad  es  la  vecindad  en  la  cual  los  hombres  concuerdan  por  razón  de  al- 
gún fin. 

Costumbre  es  cierto  hábito  frecuente  en  el  cual  los  hombres  por  el  obrar  vir- 
tuoso fácilmente  reposan. 

Siguen  las  definiciones  de  los  restantes  modos  especiales. 

Los  términos  (dictiones)  y  sus  definiciones  constituyen  los  elementos 
primarios  del  Arte.  El  artista  debe  saber,  ante  todo,  la  definición  de  los 
términos,  de  los  cuales  se  forman  las  cámaras,  a  fin  de  que  habitúe  sus 
potencias  anímicas  para  la  inteligencia  de  las  cámaras,  porque,  en  defi- 
nitiva, todo  el  Arte  se  reduce  a  esto :  que  los  discípulos  sepan  formar  las 
cámaras  y  que  por  el  conocimiento  de  algunas  de  estas  cámaras  sepan 
adquirir  el  conocimiento  de  las  restantes  (150). 


(150)  "Qui  vult  illuminari  die  hac  Arte,  oportet,  quod  sciat  definitionem  dlctionum, 
de  quibus  camerae  formantur  ut  sciat  formare  S  in  cameris ...  Nota,  quod  tota  haec  Ars 
volvitur  in  hoc,  quod  discipuli  sciant  formare  cameras  huius  Artis,  et  quod  per  quasdam 
cameras  sciant  habere  cognitionem  de  aliis"  (Dis.  I,  pars  I,  de  fieura  Z,  páp.  5). 


.588  - 


20.  Lull  llega  hasta  los  más  nimios  detalles  en  la  enseñanza  de  su 
Arte.  Primeramente,  el  discípulo  escribirá  la  cuestión  o  rúbrica  de  la 
materia  que  desee  conocer;  escribirá  también  algunos  de  los  modos  an- 
tes catalogados  u  otros  similares,  que  le  habilitarán  para  introducirse 
primero  en  la  figura  T,  o  de  los  significados,  y  después  en  las  figuras  A, 
V,  X,  Y  y  Z.  Convendrá  todavía  que  escriba  la  cámara  o  cámaras  nece- 
sarias para  formular  la  cuestión  y  su  solución;  y,  hecho  todo  eso,  fijará 
su  atención  en  el  texto  iin  charta)  e  irá  siguiendo  las  letras,  las  cámaras 
y  las  figuras  que  le  señalará  el  maestro  con  un  puntero  (151). 

Para  que  se  vea  el  mecanismo  del  Arte  en  funciones,  transcribire- 
mos textualmente,  en  la  parte  necesaria,  tres  cuestiones  tal  como  apa- 
recen planteadas  y  resueltas  en  la  obra. 

Entre  las  siete  cuestiones  principales,  escogemos  la  tercera,  que  ver- 
sa sobre  la  Trinidad. 

"Cuestión.  Si  en  Dios  hay  Trinidad  o  no" 

"Solución.  Para  resolver  esta  cuestión,  conviene  dar  ocho  razones  necesarias 
"según  el  tercer  modo  (general),  las  cuales  razones  E  (acto  de  la  memoria,  del 
"entendimiento  y  de  la  voluntad)  recuerda  y  entiende  de  la  manera  que  ha  sido 
'"expuesta  en  el  Libre  de  Contemplación  (Insertamos  las  dos  últimas  razones.) 

"La  séptima  razón  necesaria  se  forma  por  el  modo  de  la  significación  y  por  el 
"modo  de  la  predestinación.  De  donde  se  infiere  que,  cuando  B  Ha  memoria)  re- 
acuerda  que  la  sabiduría  de  A  (Dios)  significa  en  la  primera  figura  (de  la  figu- 
ra X)  la  predestinación,  y  la  justicia  de  la  misma  A  (Dios)  significa  en  la  se- 
"gunda  figura  el  libre  albedrío.  y  en  la  cuarta  figura  significa  a  la  vez  la  predes- 
tinación y  el  libre  albedrío.  entonces  B  (la  memoria)  recuerda  y  C  (el  enten- 
dimiento) entiende  que  en  A  (Dios)  hay  diversas  propiedades,  las  cuales  si  no 
"existiesen.  C  (el  entendimiento)  no  podría  entender  el  libre  albedrío  por  medio 
"de  la  sabiduría  tanto  como  la  predestinación,  y  la  predestinación  por  la  justi- 
cia tanto  como  el  libre  albedrío;  pero  como  esto  no  es  así,  es  preciso  que  por 
"algunas  diversas  propiedades  que  están  en  A  (Dios),  la  sabiduría  signifique  la 
"predestinación  y  la  justicia  el  libre  albedrío." 

De  entre  las  sesenta  cuestiones  especiales  elegimos  una  de  carácter 
moral  y  otra  natural  o  cosmológica ;  y  advertiremos  que  en  esta  segunda 
serie  de  cuestiones  Lull  anticipa  la  solución  en  forma  algebraica,  esto 
es.  en  cámaras  de  letras,  cuyas  relaciones  lógicas  explica  a  continuación. 

"Cuestión  51.  Qué  cosas  son  lícitas  y  cuáles  prohibidas  y 

"Solución.  [F,  G.  A.  T.  V.  X.  Y.  Z]  \E.  A.  V.  Y]  [Y.  V.  Z]  [M,  A,  V,  Y.  Z]." 

"Para  saber  qué  cosas  son  lícitas  y  cuáles  prohibidas,  es  preciso  que  F  Ha 
"memoria')  y  G  Cel  entendimiento)  discurran  por  las  cámaras  de  las  letras  que 
"'están  en  la  primera  cámara,  y  que  reciban  los  significados  con  los  cuales  ora 


(151)  Tbidem. 


—  3«9  - 


"son  formadas,  ora  destruidas,  las  cámaras  de  la  presente  ñgura;  porque  son  lí- 
citos aquellos  significados  en  los  cuales  son  formadas  la  segunda,  tercera  y  cuar- 
"ta  cámaras,  y  son  prohibidos  aquellos  en  los  cuales  las  citadas  cámaras  repug- 
nan a  S  (el  alma  y  sus  potencias),  hasta  el  punto  que  en  ésta  se  producen  cá- 
maras contrarias  a  la  segunda,  tercera  y  cuarta  cámaras." 

"Octava  razón  necesaria:  Cuando  E  (acto  de  la  memoria,  del  entendimiento  y 
"de  la  voluntad)  se  introduce  en  T  (figura  de  los  significados)  afirmando  y  ne- 
fando, y  pone  el  triángulo  amarillo  en  el  triángulo  verde,  y  ve  como  E,  I,  N 
"(las  tres  potencias  del  alma)  conocen  lo  mejor  o  por  la  afirmación  o  por  la  ne- 
gación de  la  Trinidad,  entonces  B  (la  memoria)  recuerda  lo  que  C  (el  enten- 
dimiento) entiende,  a  saber,  que  el  triángulo  rojo  es  mayor  y  mejor  en  E,  I,  N 
"(las  tres  potencias  del  alma)  cuando  afirman  y  están  en  Y  (la  verdad)  que  cuan- 
do niegan;  y  como  quiera  que  lo  mayor  de  la  criatura  debe  ser  atribuido  a  A 
"(Dios)  según  el  modo  (general)  de  la  mayoridad  y  la  minoridad,  de  aquí  que 
"sea  preciso  que  Y  (la  verdad)  atribuya  al  mismo  (Dios)  la  afirmativa,  y  Z  (la 
"falsedad)  la  negativa." 

"■Cuestión  56.  ¿Qué  es  el  rayo?" 

"Solución.  [F,  G,  T]  [E,  A,  V,  Y]  [I,  V,  Z]  [E,  I,  N,  R]." 

"Para  saber  lo  que  es  el  rayo,  es  preciso  que  F  (la  memoria)  y  G  (el  enten- 
dimiento) discurran  por  la  figura  elemental  según  el  movimiento  expresado  en 
"la  segunda  y  tercera  cámara;  porque  así  como  E  (acto  de  la  memoria,  del  en- 
cendimiento y  de  la  voluntad)  se  mueve  para  inquirir  lo  mayor  en  la  segunda 
"cámara,  así  también  el  fuego  y  el  calor  se  mueven  para  buscar  su  mayor  en  la 
"unión  simple,  y  así  como  I  (acto  de  la  memoria,  del  entendimiento  y  de  la  vo- 
luntad odiante)  busca  su  mayor  en  la  tercera  cámara,  así  también  el  fuego  y 
"el  calor  buscan  su  mayor  destruyendo  otros  elementos  cuando  el  fuego,  por  ra- 
"zón  de  la  máxima  abundancia  de  su  apetencia,  se  mueve  tan  súbitamente  que 
"los  demás  elementos  no  están  preparados  para  estar  sujetos  a  su  calor;  y  por 
"eso  se  forma  el  rayo,  .el  cual  se  mueve  de  la  cámara  superior  hasta  la  inferior, 
"recuperando  sus  partes  con  los  otros  elementos,  del  mismo  modo  que  E,  I,  N 
"(los  tres  primeros  cuadrángulos  de  la  figura  S,  o  sea,  las  tres  potencias  del  al- 
"ma)  de  R  (el  cuarto  cuadrángulo),  privando  su  figura  y  disolviendo  su  materia, 
"cualquiera  de  las  especies  (o  potencias)  recupera  de  R  sus  cámaras." 

21.    Tal  es  el  primer  diseño  del  Arte  general  luliana. 

Advertiremos,  para  terminar,  que  en  el  Ars  magna  primitiva,  no 
obstante  ser  esta  obra  la  refundición  de  aquellas  diversas  Artes  parti- 
culares que  denunciábamos  en  el  Libre  de  Contemplado,  persisten 
todavía  tres  Artes  inconfundibles,  aunque  solidarias  entre  sí,  a  sa- 
ber :  un  Arte  de  conversión  de  los  infieles,  la  más  acentuada  de  todas ; 
un  Arte  de  salvación  ("...\et  per  istas  quinqué  figuras  potest  homo  con- 
templan let  cognoscere  Deum,  \et  vivificare  virtutes  et  mortificare  vi- 
tia..."),  que  no  se  detiene  sino  hasta  acometer  el  problema  de  la  predes- 
tinación ;  y  un  Arte  de  descubrir  la  verdad  sub  compendio,  al  servicio  de 


—  39o 


las  otras  dos  ("Haec  ars  etiam  docet  pro  poneré  quaestiones,  et  necessa- 
riis  rationibus  earum  dubitationem  breviter  solvere..."). 

Estas  tres  Artes  se  corresponden  con  los  motivos  esenciales  del  pen- 
samiento luliano,  o  sea,  con  las  tres  personas  que  conviven  en  el  mismo 
hombre :  el  polemista,  arrastrado  por  las  grandes  controversias  apologé- 
ticas ;  el  místico  apostólico,  trovador  de  Cristo,  hijo  espiritual  del  f ran- 
ciscanismo ;  y  el  filósofo  estricto,  nuevo  trovador  de  la  verdad,  anhelante 
por  fundar  la  ciencia  universal,  quien  pugnará  por  abrirse  camino  y  aca- 
bará por  encontrarse  a  sí  mismo. 


CAPITULO  XII 


DESINTEGRACION  Y  SIMPLIFICACION  DEL  ARTE  GENERAL 
LA  ENCICLOPEDIA  DE  LAS  CIENCIAS  Y  EL  "ARBRE  DE 

SCIENCIA" 

I 

Proceso  de  desintegración  y  especialización  del  "Ars  magna" 

primitiva. 

Interés  creciente  por  las  Cuestiones,  y  tratados  especiales  a  que  da  lugar. — 
Aplicación  de  los  principios  del  Arte  a  la  filosofía  general  y  la  metafísica,  a 
la  lógica  estricta,  a  la  física  y  la  cosmología,  a  la  geometría,  la  astronomía  y 
la  medicina,  al  derecho,  a  la  psicología,  a  la  teología  y  la  apologética,  a  la 
contemplación,  la  ética  y  la  filosofía  del  amor,  a  la  retórica  y  la  predicación. — 
Producciones  fruto  de  esta  tendencia. — Su  valor. 

i.  Un  doble  y  simultáneo  esfuerzo  explica  la  evolución  que  expe- 
rimenta el  Arte  luliana  a  partir  del  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  o  Ars 
magna  primitiva,  a  saber :  por  un  lado,  el  afán  ambicioso  de  hacer  apli- 
caciones de  aquel  Arte  general  a  cada  una  de  las  ciencias  particulares ; 
de  otra  parte,  la  necesidad  cada  vez  más  sentida  por  el  mismo  Lull  de 
simplificar  y  perfeccionar  el  artificio  lógico,  con  el  objeto  de  conseguir 
su  aspiración  primordial  de  que  el  nuevo  Arte  fuese  un  instrumento  in- 
falible y  a  la  vez  de  fácil  manejo  para  toda  clase  de  personas,  así  doc 
tas  como  iletradas. 

Después  de  treinta  años  de  trabajos  incesantes  (i),  la  mente  agitada 
de  Lull,  sin  perder  la  fe  inconmovible  en  la  verdad  de  su  Arte,  pero  alec- 
cionada por  los  desengaños,  entra  en  un  período  de  serenidad  y  de  re- 
lativa calma  filosófica,  durante  el  cual  recapitula  los  resultados  de  aque- 

(i)  "E  car  som  desconortat,  car  no  puse  portar  a  fi  qo  que  tant  he  desirat  e  en 
que  he  treballat  XXX  anys  ha  passats,  e  encara,  car  mos  libres  son  poc  presats..." 
(Arbre  de  Sciencia,  Del  prólec,  tomo  I  de  la  ed.  de  Mallorca,  1917,  pág.  4). 


—  392  — 


lia  doble  dirección  antes  apuntada.  Responden  a  este  momento  de  con- 
centración filosófica  tres  obras  importantes,  que  se  complementan  suce- 
sivamente y,  en  conjunto,  constituyen  el  epílogo  del  proceso  del  Arte  lu- 
liana.  Son  estas  tres  obras :  el  Arbre  de  Sciencia  (i2g6),  la  Lógica  nova 
(1303)  y  el  Ars  generalis  ultima  (1308).  Toda  la  producción  filosófica 
posterior  se  nutre  de  la  savia  de  dichas  tres  obras  y  consiste  en  abrevia- 
ciones, amplificaciones  o  desgajes  de  trabajos  de  los  períodos  anteriores, 
que  no  significan  ningún  progreso  para'  el  Arte  luliana,  ya  definitiva- 
mente constituida  en  la  mente  de  su  autor. 

Advirtamos  una  vez  más  que,  también  en  la  exposición  de  esta  ma- 
teria, es  imposible  prescindir  del  factor  personal,  hasta  el  punto  que  el 
proceso  del  drama  interior  de  Lull — perfectamente  registrable  a  la  luz 
de  algunas  producciones  de  alto  valor  autobiográfico — contiene  la  verda- 
dera explicación  de  las  más  interesantes  etapas  del  Arte  luliana,  según 
vamos  a  ver. 

2.  El  Ars  magna  primitiva  es  un  intento  de  reducción  de  los  cono- 
cimientos humanos  a  un  corto  número  de  principios,  a  fin  de  expresar 
todas  las  relaciones  posibles  de  los  conceptos  mediante  combinaciones 
figuradas.  Las  cinco  figuras  principales,  afirma  Lull,  permiten  descubrir 
como  en  compendio  toda  la  verdad  (2).  Con  mayor  amplitud  sostendrá, 
más  adelante,  que  los  principios  de  que  se  componen  las  figuras  son 
principios  generales  a  todas  las  ciencias,  por  cuanto  todo  lo  que  es  se 
reduce  a  ellos  implícita  o  explícitamente  (3). 

Esta  aspiración  a  abarcar  todo  el  saber,  mediante  la  aplicación  de 
un  reducido  número  de  principios,  subyuga  a  Lull  desde  el  primer  mo- 
mento y  constituye  una  ilusión  perenne  de  su  vida  intelectual : 

"Encara  us  dic  que  port  una  Art  general 
que  novament  és  dada  per  do  espirita! 
per  qui  hom  pot  saber  tota  re  natural, 
segons  que  enteniment  ateny  lo  sensual. 
A  dret  e  a  medicina  e  a  tot  saber  val 
e  a  teología,  la  qual  m'és  mais  coral, 
e  a  soure  questions  nulla  art  tant  no  val. 
e  a  destruir  errors  per  rao  natural"  (4). 


(2)  "Et  per  istas  quinqué  fieuras  potest  homo  invenire  veritatem  sub  compendio" 
(prólogo,  ed.  masruntina,  t.  I,  páí?.  1). 

(3)  "Principia  ex  quibus  figure  sunt  composite  sunt  principia  ad  omnes  scientias 
ueneralia,  cum  in  ipsis  qu^cquid  est  cadat  implicite  vel  explicite"  (Brevis  practica  tabulae 
generalis  o  Ars  compendiosa,  apud  L'Ars  compendiosa  de  R.  Lulle,  ed.  Ottaviano;  Pa- 
rís, 1Q30,  pág.  106). 

(4)  Lo  Desconhort,  VTT,  ed  "Els  Nostres  Clássics".  vol.  3,  Barcelona,  1025,  pá?.  77. 


—  393  — 


En  la  realización  de  semejante  propósito  Ramón  se  nos  muestra 
como  el  hombre  eternamente  curioso  e  insaciable,  el  escolar  perpetuo, 
fiel  siempre  a  sí  mismo,  pero  descontento  y  desazonado  y,  por  lo  mismo, 
en  constante  renovación.  El  drama  intelectual  luliano,  en  este  punto,  con- 
siste en  que,  por  un  lado,  el  Arte — que  vale  tanto  como  decir  máxima 
sencillez — pone  en  posesión  de  los  principios  generales  a  todas  las  cien- 
cias ;  pero  por  otro  lado,  a  medida  que  el  artista  aplica  dichos  principios, 
se  va  dando  cuenta  de  que  los  horizontes  de  cada  saber  particular  se  en- 
sanchan ilimitadamente. 

3.  Dos  diferentes  caminos  sigue  Lull  para  apropiarse  ese  saber  par- 
ticular. Por  de  pronto,  concentra  su  atención  en  aquella  parte  del  Arte 
general  dedicada  a  las  Quaestiones,  para  hacer  de  esta  materia  el  objeto 
de  una  serie  de  tratados  especiales  (5),  y  siente,  sobre  todo,  el  ansia  cre- 
ciente de  formular  un  número  cada  vez  mayor  de  estas  cuestiones  de 
omni  re  scibili.  En  la  segunda  parte  de  la  tercera  distinción  del  Ars  mag- 
na primitiva  presenta,  según  vimos,  sesenta  cuestiones ;  en  el  tratado  in- 
titulado Art  de  fer  e  solre  questions  anuncia  mil  cuestiones  (6) ;  en  el 
Arbre  de  S ciencia  plantea  y  resuelve  cuatro  mil  (7). 

El  segundo  camino  consiste  en  internarse  en  los  dominios  de  las  dis- 
ciplinas constituidas.  La  cronología  de  las  obras  lulianas  constituye,  en 
este  punto,  una  guía  muy  instructiva  para  seguir  paso  a  paso  el  afán  ex- 
plorador del  filósofo  mallorquín  invadiendo  la  diversidad  de  materias 
tratadas  en  su  época.  Así,  vérnosle  aplicar  denodadamente  los  principios 
de  su  Arte  a  la  filosofía  general  (8)  y  a  la  metafísica  (9),  a  la  eosmolo- 


(5)  Tales  son:  Libre  de  difinicions  {Líber  de  definüionibus  et  quaestionibus,  1275?); 
Liber  de  quaestionibus  per  quem  modus  artis  demonstrativae  patejit  (después  de 
1274) ;  Quaestiones  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  solubiles  (1289) ;  Quaes- 
tiones quas  quaesivit  quídam  jrater  minor  (1290?);  Quaestiones  attrebatenses  (1299). 

(6)  Traducida  al  latín  con  el  título  de  Lectura  super  artem  inventivam  et  tabulam 
generalem  (1295).  Véase  la  2.a  parte  de  la  Dist.  III  (edic.  A.  de  Proaza,  Valencia,  1515). 

(7)  Véase  la  introducción  al  "Arbre  questional"  (ed.  de  Mallorca,  t.  III,  pág.  3). 

(8)  Liber  principiorum  philosophiae  (1274?). 

(9)  Liber  de  quadratura  et  triangulatura  circuli  (1299),  de  carácter  metafísico  no 
obstante  su  título ;  Liber  de  perversione  entis  removenda  (1309) ;  Metaphysica  nova  et 
compendiosa  (1309);  Liber  ée  ente  reali  et  rationis  (13 11),  y  algunos  otros  escritos 
cortos  de  menor  importancia. 


—  394  — 


gía  (10)  y  a  la  física  (n),  al  derecho  (12;,  a  la  medicina  (13),  a  la  as- 
tronomía (14),  a  la  geometría  (15),  a  la  lógica  estricta  (16),  a  la  psico- 
logía (17),  y  de  un  modo  especial  a  aquellas  disciplinas  o  materias  más 
estrechamente  relacionadas  con  sus  proyectos  de  conversión  de  los  in- 
fieles o  de  reforma  moral,  a  saber:  la  teología  considerada  en  su  totali- 
dad (18)  o  desenvuelta  en  sus  diversas  partes  (19)  y  la  apologética  (20), 


(10)  Líber  Chaos  (1275?);  Líber  exponens  jiguram  elementalem  Artis  demonstra- 
tivae  o  Líber  de  gradatione  elementorum  (1277?);  Líber  de  natura  (1301). 

di)    Líber  de  lumine  (1303);  Líber  novus  physicorum,  compendiosus  (1309). 

(12)  Líber  principíorum  iuris  (1274?);  Ars  iuris  (1283?);  Ars  iurís  naturalis 
(1303) ;  Líber  de  modo  applicandi  novam  logicam  ad  scientiam  iurís  et  medicinae 
(1303  ?-i3o4?) ;  Ars  brevis  quae  est  de  inventione  mediorum  iuris  civilis  o  Ars  brevis 
iuris  (1307?). 

(13)  Liber  principiorum  medicinae  (1274?);  Ars  compendiosa  medicinae  (1284?); 
Líber  de  levitate  et  ponderositate  elementorum  (1294) ;  Liber  de  regionibus  sanitatis 
et  injirmitatis  (1303) ;  Liber  de  modo  applicandi  novam  logicam  ad  scientiam  iuris  et 
medicinae  (i303?-i304?). 

C14)    Tractatus  novus  de  astronomía  (1297). 

(15)  Liber  de  nova  geometría  (1299). 

(16)  Ars  inveniendi  particularía  in  universalibus  (1277?);  Liber  de  signijicatione 
(1303);  Lógica  nova  (1303);  Lógica  brevis  et  nova  (1303);  Liber  de  ascensu  et  des- 
censu  intellectus  (1304) ;  Liber  de  demonstratione  per  aequiparantiam  (1304) ;  Liber 
de  novis  fallaciis  (1308) ;  Liber  de  venatione  substantiae,  accidentis  et  compositi  (1308)  ; 
Tractatus  de  conversione  subiecti  et  praedicati  per  médium  (13 10),  y  otros  escritos  de 
menor  importancia. 

(17)  Liber  de  affatu,  hoc  est  de  sexto  sensu  (1294)  ;  Liber  de  anima  rationali 
(1296);  Liber  de  intellectu  (1303);  Liber  de  volúntate  (1303);  Liber  de  memoria 
(1303);  Liber  ad  memoriam  conjirmandam  (1308). 

(18)  Liber  principiorum  theologiae  (1274?);  Libre  de  demostracions  qui  es  una 
branca  de  l'Art  d'atrobar  veritat  (Liber  mirandarum  demonstrationum,  1274?). 

(19)  Líber  de  Sancto  Spiritu  (1274?);  Liber  de  angelis  (1275?);  Libre  del  és  de 
Déu  (Liber  de  est  Dei,  1300) ;  Liber  de  cognitione  Dei  (1300) ;  Liber  de  Deo  et  Jesu 
Christo  (1300) ;  Liber  de  investigatíone  vestigiorum  productionis  personarum  divina- 
rum  (1304);  Liber  de  Trinitate  et  unitate  permansive  in  essentia  Dei  (1305?);  Liber  de 
praedestinatione  et  libero  arbitrio  C1304) ;  Liber  de  praedestinatione  et  praescientia 
(13 10),  y  otros  muchos.  Véase,  sobre  esta  materia,  el  catálogo  de  las  obras  lulianas, 
cap.  IX,  §  II,  grupo  IV:  "Obras  teológicas  y  apologéticas". 

(20)  Libre  del  gentil  e  deis  tres  savis  (1272?);  Liber  de  XIV  articulis  sacrosanc- 
tae  romanae  catholicae  fidei  (1275?);  Líber  de  articulis  fidei  sacrosanctae  et  salutífe- 
ras legis  christianae,  sive  Liber  apostrophe  (1296);  Disputatio  fidei  et  intellectus  (1303); 
Liber  ad  probandum  aliquos  artículos  fidei  per  syllogisticas  rationes  (1303);  Disputa- 
tio Raymundi  christiani  et  Hamar  sarraceni  (1308) ;  Liber  de  convenientia  fidei  et  in- 
tellectus (1308)  y  otros,  y  además  toda  la  serie  de  tratados  antiaverroístas.  (Véase  el 
catálogo  de  las  obras  lulianas,  cap.  IX,  §  II,  grupo  V:  "Obras  antiaverroístas"). 


—  395  ~ 


la  contemplación  (21),  la  ética  y  la  filosofía  del  amor  (22),  la  retórica  (23) 
y  la  predicación  (24). 

El  mismo  Lull  en  el  Líber  de  fine  (25),  compuesto  en  1305,  resume 
«del  siguiente  modo  ese  proceso  de  desintegración  especializada  del  Arte 
general.  La  primera  parte — dice — es  el  Arte  general  o  compendiosa,  o 
bien  inventiva  y  demostrativa,  denominaciones  que  significan  lo  mismo, 
porque  todas  son  deducidas  según  unos  mismos  principios.  La  segunda 
parte  comprende  veinte  artes  especiales  derivadas  del  Arte  general,  y 
son:  el  Arbol  de  la  Ciencia,  el  Arbol  de  la  Filosofía,  el  Arbol  de  la  Fi- 
losofía del  amor,  el  libro  Gentil,  el  libro  de  Astronomía,  el  libro  del  En- 
tendimiento, el  libro  de  la  Voluntad,  el  libro  de  la  Memoria,  el  libro  de 
la  Luz,  el  libro  de  la  Significación,  el  libro  de  la  Investigación  de  las  dig- 
nidades divinas,  el  libro  de  Predestinación,  el  libro  de  la  Lógica  nueva, 
el  libro  de  la  nueva  Retórica,  el  libro  del  Consejo,  el  libro  del  Derecho, 
el  libro  de  la  Medicina,  el  libro  del  Descenso  y  Ascenso  del  entendimien- 
to, el  libro  del  Arte  de  predicar  y  el  libro  de  la  Demostración  hecha  por 
analogía. 

4.  Sin  embargo,  se  engañaría  quien  creyese  que  Lull  llegó  a  ser  un 
especialista  en  todas  aquellas  disciplinas,  ni  siquiera  en  la  mayoría  de 
ellas,  aunque  la  fama  postuma  le  haya  consagrado  como  un  prodigio  de 
saber,  según  rezan  los  conocidos  versos: 

Tres  sabios  hubo  en  el  mundo: 
Adán,  Salomón  y  Raymundo. 

Por  .punto  general,  los  tratados  científicos  lulianos  no  pasan  de  ser 
una  exposición  sistemática  de  las  materias  propias  de  la  disciplina  objeto 
de  estudio,  hecha  con  arreglo  a  los  principios  del  Arte  general.  Nos  ha- 
llamos, en  definitiva,  ante  un  nuevo  escolasticismo,  más  apto  para  apren- 


(21)  Libre  de  contemplado  en  Déu  (hacia  1272);  Libre  de  oracions  e  contem- 
placions  del  enteniment  (hacia  1276) ;  Art  de  contemplado  (hacia  1283) ;  Líber  de 
decem  modis  contemplandi  Deum  o  Contemplatio  Raymundi  (1297);  Líber  quomodo 
contemplatio  transeat  in  raptum  (1297);  Compendiosa  contemplatio  (1313). 

(22)  Libre  d'intenció  (1282?);  Art  amativa  (1290);  Arbre  de  filosofía,  desiderat 
(hacia  1290) ;  Arbre  de  filosofía  d'amor  (1298) ;  Líber  de  homine  (1300) ;  Líber  de  vir- 
tute  veniali  atque  vitali  et  de  peccatis  venialibus  et  mortalibus  (13 13) ;  De  bono  et 
malo  (1315),  además  de  las  obras  pedagógicas.  (Véase  el  ya  citado  catálogo,  cap.  IX, 
§  H,  grupo  VII). 

(23)  Rethorica  nova  (1303). 

(24)  Ars  magna  praedioationis  (1304) ;  Líber  de  virtutibus  et  peccatis  o  Ars  maior 
praedicationis  (1313);  Ars  brevis  praedioationis  o  Ars  abbreviata  praedicandi  (1313); 
Sermones  de  decem  praeceptis  (13 12-13 13). 

(25)  Reeditado  por  el  Dr.  A.  Gottron  en  su  estudio  Ramón  Lulls  Kreuzzugsideen, 
Berlín,  191 2,  págs.  65-93. 


-  3^6  - 


der  y  enseñar  lo  descubierto  y  tratado  por  otros  que  para  abrir  brecha  y 
subvertir  el  estado  de  las  ideas  reinantes  en  la  época.  De  ahí  el  desencan- 
to que  experimenta  el  hombre  de  ciencia  cuando  examina  de  cerca  algu- 
no de  esos  tratados  lulianos,  construidos  indefectiblemente  según  una 
misma  pauta  apriorística,  de  una  monotonía  lógica  desesperante,  que 
contrasta  vivamente  con  el  sentido  empírico-inductivo  de  la  ciencia  mo- 
derna. 

Y  lo  propio  acontece  con  otros  tratados  que  entran  de  plano  en  las 
ciencias  del  espíritu.  Así  el  Líber  de  anima  rationali,  en  el  cual  Lull  se 
propone  brevemente  "instruir  acerca  del  alma  racional  y  de  sus  natura- 
les principios  y  de  sus  obras  naturales  y  morales  según  las  reglas  de  la 
Tabla  general"  (26),  da  una  menguada  idea  del  psicólogo  espontáneo, 
pero  formidable,  que  late  en  otras  producciones  del  o  pus  luliano  escri- 
tas sin  las  trabas  del  Arte.  Recientemente  el  jurista  alemán  Dr.  Eugenio 
Wohlhaupter  (27),  después  de  una  investigación  rigurosa,  ha  llegado  a  la 
conclusión  de  que  hay  que  acabar  con  la  especie,  perpetuada  sin  funda- 
mento, de  que  R.  Lull  sea  un  precursor  de  los  postglosadores  del  De- 
recho; fué,  a  su  juicio,  un  solitario  que  en  nada  influyó  en  el  progreso 
de  la  ciencia  del  derecho.  'Tero  esta  comprobación — añade — no  puede  ni 
debe  perjudicar  otros  aspectos  de  la  grandeza  de  este  hombre"  (28).  Jui- 
cio muy  exacto,  aun  sin  movernos  de  la  trayectoria  del  Arte  general, 
puesto  que  a  través  de  aquel  formalismo  lógico  que  pretende  abarcar  to- 
dos los  ámbitos  del  saber,  va  madurando  en  el  espíritu,  siempre  inquieto 
y  en  definitiva  realista,  del  filósofo  mallorquín  la  idea  de  una  enciclope- 
dia de  las  ciencias  de  la  época,  que  es  uno  de  los  momentos  más  felices 
e  interesantes  de  la  filo-ofía  luliana. 

Por  lo  demás,  el  afán  real  de  saber — no  el  mero  prurito  de  aprisio- 
narlo lógicamente — torturó  ya  desde  un  principio  a  aquel  insaciable  Doc- 
tor Iluminado  que  del  "maravillarse"  hizo  un  oficio  ("29).  como  lo  ates- 
tiguan las  copiosas  páginas  del  Libre  de  Contemplado  en  Deu  y  aquella 
embrionaria  enciclopedia  del  saber  de  la  época,  urdida  en  los  capítulos 
seminovelescos  del  Blanqnerna  y  del  Libre  de  Meravelles. 

(26)  Véase  un  extracto  del  Libre  de  anima  racional  en  Probst,  obra  cit.,  apéndices, 

pág.  326. 

(27)  Ramón  Lull  und  die  Rechtswissenschaft  (en  "Ernst  Mayer  Festschrift".  Wei- 

mar,  1932,  páes.  16Q-202). 
(2.8)    Obra  cit.,  pág.  202. 

(2q)  "Lo  abat  demená  a  Félix  de  son  stament,  e  Félix  li  recomptá  com  son  pare 
li  havia  donat  offici  que  anas  per  lo  mon  enserquant  maraveylles. . ."  (Libre  de  Mera- 
velles, "De  la  fi  del  libre",  ed.  "Els  Nostres  Clássics",  vols.  46-47,  Barcelona,  i034. 

pág.  313). 


II 


Proceso  paralelo  de  simplificación  y  perfeccionamiento  lógico  del 

Arte  general. 

Situación  dramática  de  Lull  ante  el  difícil  manejo  de  su  Arte. — Diversas  tenta- 
tivas para  simplificarlo  y  perfeccionarlo. — El  ciclo  de  obras  del  Ars  demons- 
trativa  (1274?). — El  ciclo  del  Ars  inventiva  (1289). — El  ciclo  de  la  Tabula 
generalis  (1293). — Resultados  de  esta  tendencia. 

5.  Apenas  Lull  dió  a  conocer  su  Arte  general,  hubo  de  convencer- 
se de  que  ni  a  los  iletrados  ni  a  los  doctos  les  era  cosa  fácil  su  manejo. 
El  Doctor  Iluminado  se  queja  amargamente  de  que  las  gentes  huyan 
despavoridas  de  la  lectura  de  sus  libros  como  gato  que  pasa  sobre  ascuas : 

"...  mas  com  gat  que  passás 
tost  per  orases,  los  ligen"  (30). 

Nos  hallamos,  pues,  en  un  momento  álgido  del  drama  interior  lulia- 
no,  escenificado  por  su  propio  protagonista  en  las  patéticas  estrofas  del 
Desconhort.  ¿  Por  qué,  si  el  Arte  es  de  origen  divino — se  pregunta  el 
filósofo  mallorquín — ,  nadie  lo  aprende  bien?  Por  otro  lado,  ¿cómo  obli- 
gar a  la  gente  a  aprenderlo?  Y  ¡qué  responsabilidad  la  de  Ramón  si  el 
Arte  se  pierde  después  de  su  muerte,  por  no  haber  sabido  él  sacar  pro- 
vecho de  tan  alto  y  divino  instrumento! 

" — Senyor  Déus  gloriós!  ¿ha  el  món  tal  mártir 
com  aquest  que  sostenc  con  tu  no  puse  servir 
car  no  hai  qui  m'ajut  com  pusca  romanir 
esta  Art  que  m'has  dada  d'on  tant  de  bé  es  pot  seguir 
la  qual  tern  que  sia  perduda  aprés  lo  meu  fenir? 
Car  nuil  hom  no  la  sap  bé  segons  mon  albir, 
ni  eu  no  puse  forcar  nuil  home  d'ella  ausir. 
Ah  las!  si  ella  es  perd,  a  tu  qué  porai  dir 
qui  la  m'has  donada  per  ella  enantir?"  (31). 

(30)  Lo  Desconhort,  XXII  (vol.  cit,  pág.  85). 

(31)  Lo  Desconhort,  XXV  (vol.  cit.,  pág.  03). 


—  39*  — 


El  nudo  del  drama  persiste  al  formularse  el  Ermitaño — que  es  el 
mismo  Lull  desdoblado — el  siguiente  dilema:  Si  el  Arte  es  invención 
tuya,  no  parece  que  sea  de  gran  provecho,  puesto  que  los  filósofos  de  la 
Antigüedad  la  habrían  también  descubierto;  y  si  es  de  origen  divino,  no 
tienes  por  qué  inquietarte  por  el  éxito  de  la  misma, 

"car  tot  agó  que  Déus  dona  ve  a  bo  compliment'1  (32 ). 

La  solución  no  se  dibuja  en  el  Desconhort;  pero  se  encuentra  en 
otros  pasajes  lulianos  y  fluye  del  temple  singular  del  Doctor  Iluminado, 
que  jamás  se  hunde  en  el  pesimismo  sistemático;  antes  bien,  se  yergue 
con  más  brío  después  de  la  grave  dificultad  surgida.  Lull  muestra  siem- 
pre una  fe  inquebrantable  en  la  infalibilidad  de  su  Arte  (33) ;  pero  tran- 
sige en  punto  a  simplificarla  con  el  propósito  de  hacerla  más  asequible  y 
adaptarla  mejor  a  la  débil  capacidad  humana.  Tal  es  su  solución. 

6.  Seguir  al  detalle,  examinando  obra  por  obra,  ese  proceso  de  sim- 
plificación y  perfeccionamiento  lógico  del  Arte  luliana,  sería  una  tarea 
harto  entretenida  y  que  alargaría  excesivamente  el  presente  ensayo  ge- 
nético. Bastará,  pues,  indicar  que,  poco  tiempo  después  de  compuesta 
el  Art  abreujada  d'atrobar  veritat,  esto  es,  hacia  el  año  1274,  e-cribió 
Lull,  estando  en  Montpellier,  el  Art  demostrativa  "siguiendo  la  re- 
gla" (34)  de  aquella  obra,  que  contiene  la  primera  exposición  del  Arte 
g(~^l.  Como  ella,  también  el  Art  demostrativa  es  principalmente  un 
arte  de  conversión  de  los  infieles,  sin  dejar  de  ser  un  arte  de  salvación 
y  un  arte  de  descubrir  la  verdad,  general  a  todas  las  ciencias  (35). 

Existen,  sin  embargo,  entre  una  y  otra  obra  importantes  diferencias.. 
El  Art  demostrativa  es  un  intento  de  perfeccionamiento  del  Ars  magna 
primitiva,  pero  resulta  mucho  más  complicada,  según  puede  verse  en  el 


(32)  Lo  Desconhort,  XXXVI  (vol.  cit.,  pág.  93). 

(33)  Cfr.  el  prólogo  al  Arbre  de  Sáencia.  Más  adelante  aludiremos  al  episodio 
llamado  "la  tentación  de  Génova". 

(34)  Prólogo,  edic.  cit.,  pág.  3. 

(35)  "Esta  Art  es  comuna  a  gentil.,  jueus,  crestians  e  sarrains  c  a  totes  gens  de 
qual  que  secta  sien..."  "Si  tu.  home  qui  estas  en  y  ("verdad)...  vol  endressar  aquell 
home  qui  está  en  2  (falsedad)...  apriu  diverses  lenguatges,  e  trelada  en  aquells  len- 
guatges  esta  Art."  Se  asegura  que  por  dicha  Arte  "...  pot  esser  entesa  doctrina  com 
hom  sapia  endressar  los  homens  de  v  vermella  (vicios)  en  v  blava  ("virtudes),  e  de  j. 
virtud  en  altra,  e  de  ira  en  consolado- •  "  "Novelament  es  atrobada  esta  Art  per  en- 
tenció  de  mostrar  en  qual  manera  hom  pusca  en  breu  temps  saber  diverses  sciences." 
ÍDist.  III.  págs.  ni -118.) 


—  399  — 


9. 
10. 
11. 
12. 
13. 

14. 

15. 
16. 


siguiente  cuadro  comparativo  de  las  figuras  correspondientes  a  dichas 
dos  producciones : 

Art  demostrativa. 

1.  Primera  figura  de  A  (de  Dios  y  los  atributos  \ 

divinos) 

2.  Segunda  figura  de  A  (auxiliar  de  la  anterior) 

3.  Primera  figura  de  S  (del  alma  racional) 

4.  Segunda  figura  de  S  (auxiliar  de  la  anterior) 

5.  Primera  figura  de  T  (de  los  significados) 

6.  Segunda  figura  de  T  (auxiliar  de  la  anterior) 

7.  Primera  figura  de  V  (de  las  virtudes  y  los  vi- 

cios) 

8.  Segunda  figura  de  V  (auxiliar  de  la  anterior) 
Primera  figura  de  X  (de  la  predestinación) 
Segunda  figura  de  X  (auxiliar  de  la  anterior) 
Figura  Y  (de  la  verdad)  (36) 
Figura  Z  (dé  la  falsedad) 
Primera  figura  elemental   (de   los  cuatro  ele- 
mentos) 

Segunda  figura  elemental  (auxiliar  de  la  ante- 
rior) / 


Reproducen  o  recuerdan 
esencialmente  las  figu- 
ras equivalentes  del  Ars 
magna  primitiva. 


Primera  figura  demostrativa  (37) 
Segunda  figura  demostrativa  (38) 


Son  de    nueva  introduc- 
ción. 


Figuras  "añadidas"  (39). 
Figura  de  los  Comencaments  de  Theol&gia  (40) 

Figura  de  los  Comencaments  de  Filosofía  (41) 

Figura  de  los  Comencaments  de  Dret  (42) 


Corresponden  a  estas  tres- 
c  i  en  c  i  a  s  particulares; 
derivadas  del  Ars  mag- 
na primitiva,  son  objeto*- 
de  tres  diferentes  trata- 
dos especiales. 


(36)  Diferentemente  del  Ars  magna  primitiva,  en  esta  obra  las  dos  figuras  Y  y  Z 
tienen  gráfico,  que  consiste  en  un  círculo,  azul  para  la  primera  y  rojo  para  la  segun- 
da, en  cuyo  centro  aparecen  respectivamente  las  letras  Y  y  Z. 

(37)  Está  compuesta  de  seis  círculos  giratorios  de  latón,  y  "...conté  en  si  metexa 
totes  les  altres  (figures)".  (Dist.  I,  pág.  18.  Véase  también  Dist.  III,  pág.  119). 

(38)  Está  compuesta  de  28  cámaras  y  sirve  a  la  figura  anterior,  en  la  cual  la  dis- 
posición de  los  círculos  concéntricos  y  giratorios  origina  diversas  cámaras  y  combina- 
ciones de  letras  (Ibid.). 

(39)  Cfr.  esta  denominación  en  Dist.  I,  núm.  10,  pág.  19. 

(40)  Es  decir,  del  Líber  principiorum  theologiae  antes  citado. 

(41)  Es  decir,  del  Líber  principiorum  phüosophiae  antes  citado. 

(42)  Es  decir,  del  Liber  principiorum  iuris  antes  citado. 


400 


Asimismo,  en  el  Art  demostrativa  se  instituye  expresamente  el  Al- 
fabeto, compuesto  de  veintitrés  letras  entresacadas  de  las  figuras  del 
Ars  magna  primitiva  (43).  El  Alfabeto  encabeza  la  obra  y  tiene  por  ob- 
jeto abreviar  el  esfuerzo  del  artista,  y  por  eso  es  lo  primero  que  debe 
ser  aprendido  (44). 

El  Art  demostrativa  causa  estado  en  la  mente  de  su  autor  y,  de  he- 
cho, anula  el  Ars  magna  primitiva.  Efectivamente,  durante  el  período 
comprendido  entre  1277  y  1283  aparece  un  ciclo  de  producciones  lülianas 
derivadas  del  Art  demostrativa  y  encaminadas  a  hacer  más  práctica  y 
fácil  esta  obra  troncal  o  a  desarrollar  especialmente  alguna  de  sus  par- 
tes. Tales  son :  la  Introductoria  artis  démonstrativae,  la  Lectura  super 
figuras  artis  démonstrativae,  las  Regulae  introductoriae  in  practicam  ar- 
tis démonstrativae,  él  Compendium  seu  commentum  artis  démonstrati- 
vae, el  Ars  inveniendi  particularia  in  universalibus,  el  Liber  propositio- 
num  secundum  artem  demonstrativam  y  el  Liber  exponens  figuram  ele- 
mentalem  artis  démonstrativae  o  Liber  de  gradatione  elementorum. 

7.  Se  lee  en  la  Vida  coetania  que  Lull,  de  regreso  de  París,  com- 
puso en  Montpellier  un  libro  denominado  "Arte  de  descubrir  la  ver- 
dad", y  a(l  propio  tiempo  redujo,  en  todos  los  demás  libros,  las  dieci- 
seis figuras  (que  procedían  del  Ars  demonstrativa)  a  cuatro,  por  amor 
a  la  fragilidad  humana.  El  aludido  libro  no  es  otro,  según  aclara  el  mis- 
mo texto  biográfico  (45),  que  el  Ars  inventiva  veritatis,  terminado  en 
Montpellier  en  1289;  y,  efectivamente,  tanto  en  esta  obra  como  en  las 
Quaestiones  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  solubiles,  que  de- 
rivan de  ella  en  línea  directa,  como  en  el  Art  amativa — la  .cual,  aunque 
sigue  los  principios  y  la  manera  del  Ars  inventiva,  es  respecto  de  ésta  un 


(43)  "...  per  asó  nos  preñen  l'alfabet  d'aquella  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  e 
posam  aquell  en  esta  Art,  lo  qual  alfabet  es  aquest :  a  es  Déu ;  b  es  memoria  menbrant ; 
c  es  enteniment  entenent;  d  es  volentat  amant;  e  es  l'actu  de  b,  c,  d;  f  es  memoria 
menbrant;  g  es  enteniment  entenent;  h  es  volentat  dezamant;  i  es  1  actu  de  f,  g,  h;  k  es 
memoria  ublidant;  l  es  enteniment  innorant;  m  es  volentat  amant  o  desamant;  n  es  lo 
compost  de  k,  l,  m;  o  es  compost  de  1  actu  de  b,  f,  k;  la  p  es  composta  de  1  actu  de  c,  g,  l; 
la  q  es  composta  de  1  actu  de  d,  h,  m;  la  r  es  composta  de  o,  p,  q;  s  es  anima  entellec- 
tiva;  t  es  comensaments ;  v  es  vertutz  e  viscis;  x  es  predestinació  o  objecció;  y  es  ve- 
ritat; z  es  falsetat".  (Prólogo,  págs.  3  y  4.) 

(44)  Dist.  III,  12-2,  pág.  119. 

(45)  "...  E  com  aqui  (Paris)hagués  stat  hun  temps  e  hagués  vista  la  forma  del 
studi  anassen  a  montpeller  e  aqui  ordona  e  feu  hun  altre  libre  lo  qual  apella  1  art  de 
trobar  veritat  e  aiximatex  redui  en  tots  les  altres  libres  les  XVI  figures  a  quatre  per 
amor  déla  fragilitat  humana.  Les  quals  coses  totes  ordenades,  partís  de  montpeller  e 
anassen  la  via  de  Genoua,  hon  lo  dit  libre  inuentiu  de  la  veritat  trenslada  en  morisch..." 
(ed.  B.  Molí,  pág.  17). 


Arte  colateral — ,  las  figuras  se  reducen  a  cuatro  y  Jos  principios  ¡  de  la 
primera  figura,  o  sea  las  dignidades  divinas,  a  nueve. 

A  mediados  de  septiembre  de  1293,  hallándose  en  el  puerto  de  Tú- 
nez, comenzó  Lull  la  Taula  general  {Tábida  generalis),  que  terminó  en 
Ñapóles  en  enero  siguiente.  Esta  obra,  como  se  advierte  en  el  prólo- 
go (46),  es,  a  su  vez,  una  reducción  de  los  procedimientos  seguidos  en 
el  Ars  inventiva  veritatis  y  en  el  Art  amativa  antes  citadas.  La  novedad 
-que  en  ella  se  introduce  consiste  en  la  Tabla,  la  cual  significa  un  esfuerzo 
máximo  para  sistematizar  el  Arte  combinatoria,  casi  impracticable  en  el 
Art  demostrativa.  . 

La  Taula  general  es  el  punto  de  partida  de  otro  ciclo  de  obras  lulia- 
nas,  que  tienen  por  objeto  explicarla  o  hacer  de  ella  aplicaciones,  y  son: 
la  Lectura  compendiosa  tabulae  generalis  (1293),  el  Art  de  fer  e  solre 
questions  {Lectura  super  Artem  inventivam  et  tabulam  generalem,  1295), 
la  Brevis  practica  tabulae  generalis  o  Ars  compendiosa  (1298),  la  Lectu- 
ra artis,  quae  brevis  practica  tabulae  generalis  intitxdata  est  (1303),  y  al- 
gunas otras  que  versan  sobre  materias  especiales. 

8.  En  resumen :  el  esfuerzo  ininterrumpido  de  R.  Lull  para  la  sim- 
plificación y  perfeccionamiento  lógico  de  su  Arte  general  se  traduce  en 
los  siguientes  resultados : 

i.°  Reducción  del  número  de  los  atributos,  o  dignidades,  divinos 
a  nueve. 

2.0  Reducción  del  número  de  figuras  a  cuatro,  bien  entendido  que 
alguna  de  ellas  es  a  su  vez  abreviación  de  la  correspondiente  figura  del 
Ars  magna  primitiva. 

3. 0  Institución  del  'Alfabeto"  como  primer  trámite  del  Arte.  En 
el  Art  demostrativa  el  alfabeto  consta  de  veintitrés  letras ;  más  ade- 
lante quedará  reducido  a  las  nueve  letras  siguientes :  B,  C,  D,  E,  F,  G. 
H,  I,  K.  Cada  letra  representa  uno  o  más  principios  del  Arte  (47).  Se 
trata  de  un  nuevo  recurso  mnemotécnico,  y  por  eso  Lull  recomienda  en- 
carecidamente al  artista  que  aprenda  el  alfabeto  de  memoria:  "corde- 
ten  us  se  ir  i  oportet"  (48). 

4.0    El  Alfabeto  halla  su  natural  complemento  en  la  'Tabla",  del 


(46)  "...  E  la  entenció  per  que  aquesta  Taula  conpilam,  es  per  so  que  n  ella  de- 
mostram  abreujadament  la  manera  de  Y  Art  inventiva  e  amativa..."  (Prólogo,  vol,  cit., 
pág.  297). 

(47)  En  la  Taula  general  cada  letra  asume  cuatro  representaciones;  en  el  Ars  ge- 
neralis ultima,  cinco. 

(48)  "Cové  que  hom  lo  Sapia  de  cor",  dice  el  texto  catalán.  Es  una  expresión 
consagrada  que  se  viene  repitiendo  hasta  el  Ars  generalis  ultima. 


26 


—  4°2  — 


mismo  modo  que  se  parte  del  abecedario  para  construir  la  frase.  Pero- 
la  Tabla  luliana  es  un  instrumento  lógico  que  permite  descubrir  las  so- 
luciones de  las  diversas  cuestiones  formuladas  con  sólo  atender  a  los 
significados  de  las  letras  y  aplicarlos  a  la  proposición,  ora  afirmando  o- 
negando,  ora  concordando  los  principios  y  las  reglas  o  evitando  su  con- 
trariedad. La  Tabla  se  compone  de  ochenta  y  cuatro  columnas,  forma- 
das con  las  combinaciones  matemáticas  de  las  letras  (49J. 

5.0  Fiel  a  su  propósito  inicial  de  hacer  del  Arte  general  un  ars  sol- 
vendi  quaestiones  de  omni  re  scibili,  a  medida  que  aumenta  el  número 
de  las  cuestiones  planteadas  siente  Lull  la  necesidad  de  agruparlas  y  sis- 
tematizarlas. De  ahí  la  institución  de  los  "Nueve  sujetos",  que  son: 
1)  Dios,  2)  el  ángel,  3)  el  cielo,  4)  el  hombre,  5)  la  imaginativa,  6)  la 
sensitiva,  7)  la  vegetativa,  8)  la  elementativa  y  9)  la  instrumentativa  (50). 
Los  Nueve  sujetos — escala  y  compendio  de  los  seres  del  Universo- 
constituirán  más  adelante  una  columna  del  segundo  Alfabeto,  o  sea,  del 
compuesto  de  nueve  letras  (51). 

6.°  Como  resultado  de  esa  persistente  labor  simplificadora.  el  Arte 
luliana.  sin  perder  su  carácter  primordial,  esto  es,  el  ser  un  instrumento 
para  resolver  cuestiones  trascendentes  y  de  toda  clase,  adquiere  una 
factura  predominantemente  lógico-matemática. 

Todos  esos  recursos  abreviadores  son  recapitulados  en  el  Ars  genera- 
lis  ultima.  Esta  obra  qjilogal  del  Arte  luliana.  de  mole  considerable,  pa- 
rece a  primera  vista  una  desviación  de  la  registrada  tendencia  lógio;- 
matemática.  Lo  que  ocurre  es  que  en  el  Ars  generalis  ultima  confluyan, 
y  son  sistematizados  también,  la  dirección  enciclopédica  del  Arbre  de 
Sciencia  y  los  principios  de  la  Lógica  nova.  Es,  pues,  indispensable  de- 
tenernos en  el  estudio  de  la  significación  de  estas  dos  obras  tangentes, 
si  queremos  comprender  el  último  momento  del  Arte  luliana. 


C49)    Cfr.  Taula  general,  toda  la  dist.  IV,  ed.  cit.,  págs.  356-379- 

(50)  "In  his  questionibus  damus  doctrinam  ad  solvendum  alias  questiones  novem 
modis,  videlicet  questiones  que  sunt  de  deo,  de  angelis,  de  celestibus  corporibus,  de 
anima,  de  imajrinatione,  de  sensitiva,  de  vegetativa,  de  elementativa,  de  instrumentali- 
tate;  et  istis  novem  subiectis  questionum  possunt  etiam  alie  questiones  applicari"  (Bre- 
vis  practica  tabulae  generalis  o  Ars  compendiosa,  ed.  Ottaviano  cit.,  pág.  155) . 

(51)  Cfr.  Ars  generalis  ultima,  prima  pars  principalis,  De  Alphabeto. 


III 


Tránsito  a  la  enciclopedia  de  las  ciencias. — El  "Arbrk  de 
Sciencia"  (1296). 

Crisis  espiritual  de  Lull  que  explica  el  sentido  de  esta  obra. — Desviación  de  cier- 
tos procedimientos  del  Arte  general. — Triunfo  de  la  lógica  simbólica  y  realis- 
ta.— Arquitectura  y  estudio  de  la  obra. — Significación  de  cada  uno  de  los 
dieciséis  árboles. — Paralelo  con  el  Opus  maius  de  R.  Bacon  y  significación 
do  ambas  obras  dentro  del  pensamiento  filosófico  medieval. 

9.  El  Arbre  de  Sciencia  (Arbor  Scientiae)  pertenece  a  esa  estirpe 
de  tratados  que,  genéricamente,  podrían  ser  denominados  de  consolado- 
nc  phüosophiae.  Lull  escribió  esta  obra  en  Roma,  en  1296,  en  un  momen- 
to de  honda  crisis  espiritual.  Profundamente  decepcionado  por  el  nue- 
vo fracaso  que  acababa  de  sufrir  en  la  corte  pontificia  de  Bonifacio  VIII 
(52)  y  ante  la  indiferencia  de  que  eran  objeto  sus  libros,  toma  la  deci- 
sión de  no  escribir  más  y  de  ir  a  buscar  el  martirio  entre  los  sarracenos. 
En  un  breve  y  sustancioso  prólogo  explica  Ramón  sus  congojas  en  tér- 
minos bellamente  conmovedores.  Un  monje  trata  de  consolarle  y  le  rue- 
ga encarecidamente  que  "haga  un  libro  general  a  todas  las  ciencias  que 
fácilmente  pudiese  ser  entendido,  y  mediante  el  cual  se  pudiese  entender 
su  Arte  general,  porque  ésta  era  demasiado  sutil  para  ser  comprendida" . 
"Este  libro,  añade,  debería  diferir  de  otros  análogos  de  los  antiguos,  que 
son  difíciles  de  entender,  requieren  mucho  tiempo  y  suscitan  dudas." 
Ramón  acaba  por  acceder  a  la  petición  del  monje  cuando  éste  le  ase- 
gura que  el  nuevo  libro  hará  que  sean  apreciados  sus  libros  anteriores. 


(52)  Cfrv  el  prólogo.  Para  la  exposición  del  Arbre  de  Sciencia  que  hacemos  en  el 
texto,  utilizamos  la  gran  edición,  de  Mallorca,  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull",  vols.  XI, 
XII  y  XIII.  Advertimos,  a  fin  de  no  prodigar  las  citas,  que  el  tomo  primero  (1917) 
comprende,  ademas  de  la  "Taula  de  rubriques"  y  del  prólogo  y  la  división  del  libro, 
los  Arboles  elemental,  vegetal,  sensual,  imaginal,  humanal,  moral  e  imperial;  el  se- 
gundo (1923),  los  Arboles  apostolical,  celestial,  angelical,  eviternal,  maternal,  de  Jesu- 
cristo, divinal  y  ejemplifical;  y  el  tercero  (1926),  el  Arbol  cuestional.  Los  tres  tomos 
forman,  en  conjunto,  1363  páginas  de  texto  luliano. 


—  404 


que  él  se  encargará  de  divulgarlo  por  doquiera  redimiendo  a  su  autor 
de  la  injusta  fama  de  loco,  y  que  del  proyectado  libro  podría  seguirse 
gran  bien. 

Xo  era  la  primera  vez  que  Lull  se  convencía  a  sí  mismo  con  esa 
clase  de  argumentos.  Tres  años  antes  había  sufrido  otra  terrible  crisis 
espiritual  que  le  empujó  hasta  el  borde  de  la  desesperación.  Es  aquel 
episodio  de  su  vida,  minuciosamente  narrado  en  la  Vida  coetánia,  que 
los  biógrafos  denominan  "la  tentación  de  Génova"  (53) :  ante  el  dilema 
de  la  propia  condenación  eterna  o  la  pérdida  de  su  Arte.  Ramón,  "pues- 
to en  gran  angustia  y  tras  larga  deliberación,  resolvió  que  era  preferible 
condenarse  él  solo  a  que  se  perdiese  totalmente  aquella  Arte  con  la  cual 
muchos  podrían  salvarse...,  porque  amaba  más  a  su  prójimo  que  a  sí 
mismo". 

¿Quién,  aun  sin  incidir  en  sutilezas  psico-analistas,  no  adivinará  a 
través  de  aquella  inaudita  resolución  y  de  los  argumentos  estimulantes 
del  monje  del  Arbre  de  S ciencia,  el  paternal  afecto  que  el  filósofo  ma- 
llorquín sentía  por  su  propia  obra  y  el  ferviente  deseo  de  que  ella  le 
sobreviviese?  Atentos  a  ambos  procesos  de  subconsciencia,  el  historia- 
dor y  el  psicólogo  adquieren  el  convencimiento  de  que  la  vocación  filo- 
sófica de  Ramón  se  ha  ido  depurando  de  día  en  día.  hasta  el  punto  que 
en  el  Arbre  de  S ciencia  el  filósofo  estricto  acaba  por  sobreponerse  al 
polemista.  Lull  escribe  esta  voluminosa  obra  a  los  sesenta  y  tres  años, 
v  la  deja  lista  en  seis  meses  de  inverosímil  y  febril  actividad.  Pese  a  lo 
cual,  todas  sus  páginas  discurren  en  un  ambiente  de  serena  alegría  que 
llega  hasta  el  placer  de  filosofar.  El  autor  afirma  resueltamente  que  "los 
teólogo^  filósofos  experimentan  mayor  delectación  en  la  teología  que 
los  otros",  es  decir,  que  los  teólogos  dogmáticos  (54) ;  y,  ex  abundantia 
"ordis,  brotan  constantemente  de  sus  labios  exclamaciones  como  las  si- 
guientes: "esta  filosofía  es  agradable  de  entender",  "place  hacer  esta 
consideración",  "este  pasaje  es  muy  agradable  de  ser  considerado"  o  "es 
¡nuy  grave  y  sutil  para  entender  y  reportar  placer  al  entendimiento  que 
lo  pueda  entender",  etc.  (55).  Al  terminar  la  obra,  visiblemente  satisfe- 


(53)  Vida  coetánia,  ed.  cit.,  págs.  17-20.  Véase,  sobre  este  punto,  Jordi  Rubio: 
lamen  Lull,  en  la  "Revista  deis  Llibres'',  junio-julio  1926,  pág.  93;  y  Joan  I.  Valen- 
í :  Dues  crisis  en  la  vida  de  Ramón  Lull.  en  "La  Xostra  Terra".  Mallorca,  ac  -sept.- 
ct.  TQ34.  pács.  34I-35I 

(54)  "De  les  fulles  del  Arbre  humanal",  De  Teolo<ria.  t.  I,  pátrs.  222  y  233. 

(55)  Tomo  T.  pásrs.  126.  149.  276  y  318;  Tomo  IT.  páes.  34,  86,  97,  143.  154, 
64  et  passim. 


-  405  — 


cho,  loa  a  Dios  por  haberle  asistido  con  su  gracia,  "librándole  de  gran 
trabajo". 

10.  El  Arbre  de  S ciencia  significa — a  lo  menos  provisionalmente — 
un  desvío,  no  por  inconfesado  menos  cierto,  de  los  procedimientos  más 
típicos  del  Arte  general.  Lull  emprende  francamente  en  esta  obra  la 
vía  del  realismo  platónico-agustiniano.  La  lógica  simbólica  triunfa  so- 
bre la  lógica  silogística.  La  unificación  del  saber  es  intentada  ahora  no 
ya  horizontalmente.  esto  es,  sobre  el  cuadro  puramente  lógico  de  las  cien- 
cias constituidas,  sino  en  sentido  vertical,  jerárquicamente,  como  sub- 
sunción  y  síntesis  de  una  concepción  total  del  Universo.  Obra  de  madu- 
rez, ella  autoriza,  quizás  como  ninguna  otra,  para  hablar  con  todo  fun- 
damento de  un  sistema  filosófico  luliano. 

Una  intuición  feliz,  el  simbolismo  del  árbol  en  cuyas  partes  "todas 
cuantas  cosas  existen  son  significadas" — según  se  lee  en  el  prólogo — , 
inspira  a  Lull  el  "proceso  de  este  libro".  El  recurso  del  árbol,  utilizado 
débilmente  en  el  Ars  magna  primitiva,  y  que  anima  muchas  de  las  pro- 
ducciones poéticas  lulianas  y  da  el  título  a  alguna  de  las  obras  filosófi- 
cas. (56).  alcanza  en  el  Arbre  de  Sciencia  su  máximo  desarrollo  trascen- 
dente. En  dieciséis  partes  o  árboles  está  dividida  esta  obra.  Los  cator- 
ce primeros  árboles  tienen  contenido  propio;  los  dos  últimos  son  com- 
plementarios o  auxiliares  de  los  árboles  anteriores.  Son  los  siguientes : 
i.°  El  árbol  elemental,  que  trata  de  la  naturaleza  y  propiedades  de  las 
cosas  elementales  (Metafísica,  Física  y  Cosmología).  2.0  El  árbol  vege- 
tal o  de  las  plantas  (Botánica,  con  aplicaciones  a  la  Medicina).  3.0  El 
árbol  sensual  o  de  los  animales,  que  versa  sobre  los  seres  sensibles  y  sin- 
tientes.  4.0  El  árbol  imaginal,  que  trata  de  las  cosas  imaginadas  y  de  sus 
aplicaciones  a  las  artes  mecánicas  y  liberales.  5.0  El  árbol  humanal  expli- 
ca la  unión  de  las  cosas  espirituales  y  corporales,  y  trata  de  la  natura- 
leza humana  (Antropología  y  Psicología).  6.°  El  árbol  moral  versa  sobre 
las  virtudes  y  vicios  humanos  (Etica).  7.0  El  árbol  imperial  trata  del  ré- 
gimen de  'los  príncipes  y  de  las  "personas  comunes"  (Filosofía  política). 
8°  El  árbol  apostólica!  trata  de  la  vicaría  de  Jesucristo  en  el  Papa,  de 
los  prelados  y  sus  subditos  (Gobierno  eclesiástico  y  Organización  inter- 
nacional^. 9.0  El  árbol  celestial  trata  de  la  naturaleza  de  los  cuerpos  ce- 
lestes y  de  sus  influencias  sobre  los  seres  terrenales  (Astronomía  y  As- 
trología).  io.°  El  árbol  angelical  trata  de  la  naturaleza  y  obras  angéli- 
cas y  de  la  ayuda  que  prestan  a  los  hombres.  n.°  El  árbol  eviternal,  es 
decir,  de  la  inmortalidad,  del  paraíso  y  el  infierno  (EscatologíaV  12. 0  El 


(56)    :Véase  el  cap.  XI.  §  IT,  núm.  10,  2). 


—  4o6  — 


árbol  maternal  o  de  la  Virgen  María  (Mariología).  13.0  El  árbol  divinal- 
humanal  o  cristianal  (Cristal ogía).  14.0  El  árbol  divinal  o  de  la  Teolo- 
gía. 15.0  El  árbol  ejemplifical,  útil  para  el  Arte  de  la  predicación.  16.0  El 
árbol  cuestiona!,  que  adiestra  en  el  Arte  de  la  controversia. 

Cada  uno  de  estos  árboles  se  divide  a  su  vez  en  siete  partes,  a  sa- 
ber:  raíces,  tronco,  ramas,  ramos,  hojas,  flores  y  frutos.  El  desenvolvi- 
miento de  cada  una  de  estas  ipartes  o  momentos  se  hace,  según  los  ár 
boles,  con  arreglo  también  a  un  número  fijo  de  ideas  o  motivos.  El  tra- 
tado adquiere  de  este  modo  una  magnifícente  complejidad.  Simetría  y 
jerarquía  dan  el  tono  arquitectónico  a  esa  obra  singular,  una  de  las  más 
robustas  de  toda  la  producción  filosófica  luliana,  sencilla  y  a  la  vez  pro- 
funda por  la  persistencia  y  amplitud  de  la  idea  central  ordenadora,  be- 
llamente armónica  en  todas  sus  partes,  exuberante  de  doctrina  y  de  léxi- 
co, y  cuyo  conjunto  impresiona  como  una  catedral  gótica  de  la  inteli- 
gencia. 

Otra  característica  del  Arbre  de  Sciencia  es  su  interno  y  vigoroso 
dinamismo,  que  contrasta  con  el  estatismo  lógico-matemático  que  presi- 
de al  desarrollo  del  Arte  luliana  durante  él  período  anterior.  Es  sintomá- 
tico el  auge  extraordinario  que  el  término  "proceso"  (traducción  filoso 
fica  instintiva  de  la  imagen  de  la  savia  circulante  y  vivificadora  del  ár- 
bol )  obtiene  en  todo  el  curso  de  la  obra.  Se  trata,  en  realidad,  de  una 
nueva  glosa  filosófica  del  coeli  enarrant  gloriam  Dei  y  de  una  nueva  ten- 
tativa de  interpretación  simbólica  del  Universo,  que  es  nota  común  a 
los  filósofos  franciscanos.  De  ahí  el  color,  la  animación  y  la  fragancia 
netamente  franciscanas  que  exhala  la  obra  en  todas  sus  partes,  a  pesar 
del  convencionalismo  rígido  en  que  ha  sido  moldeada;  convencionalis- 
mo— dicho  sea  de  paso — que  explica  algunas  repeticiones  obligadas,  la 
arbitrariedad  en  cuanto  al  número  y  la  elección  de  ciertos  principios  y 
alguna  que  otra  tortura  del  lenguaje,  achaque  este  último  del  que  no 
suelen  librarse  los  más  grandes  metafísicos. 

11.  Veamos  ahora  la  estructura  particular  de  los  árboles  y  sus  co- 
nexiones, lo  cual  equivaldrá  a  una  exposición  sumaria  y  anticipada  del 
sistema  filosófico  luliano. 

Arbol  elemental. — Las  raíces  de  este  árbol  son  los  principios  del  Arte 
general,  a  saber:  la  bondad,  la  grandeza,  la  duración,  el  poder,  la  sabidu- 
ría, la  voluntad,  la  virtud,  la  verdad,  la  gloria,  la  diferencia,  la  concor- 
dancia, la  contrariedad,  el  principio,  el  medio,  el  fin,  la  mayoridad,  la 
igualdad  y  la  minoridad. — El  tronco  significa  la  conjunción  (ajustament) 
de  todos  estos  principios  corporales,  de  donde  resulta  el  cuerpo  confu- 


so  llamado  caos,  que  llena  todo  el  espacio  que  está  debajo  de  la  luna, 
y  en  el  cual  están  sembradas  las  especies  de  las  cosas  y  las  disposiciones 
y  hábitos  de  las  mismas. — Las  ramas  significan  los  cuatro  elementos  sim- 
ples, a  saber:  el  fuego,  el  aire,  el  agua  y  la  tierra,  los  cuales  son  substan- 
cias de  las  cosas  elementadas,  y  son  insensibles  e  incorruptibles  en  cuan- 
to son  simples. — Los  ramos  dan  a  entender  las  cuatro  imasas  que  son  los 
cuatro  elementos  compuestos  y  sensibles,  a  saber :  el  fuego  que  está  en 
la  llama,  el  aire  movible  que  está  entre  nosotros  y  la  luna,  el  agua  del 
mar  y  de  los  ríos  y  las  fuentes,  y  la  tierra  en  que  habitamos  y  nos  sos- 
tenemos.— Las  hojas  significan  los  accidentes  de  las  cosas  corporales  y 
corruptibles.  Los  accidentes  generales  son:  cantidad,  cualidad,  relación, 
acción,  pasión,  hábito,  situación,  tiempo  y  lugar.  Hay  todavía  otros  ac- 
cidentes, como  el  color,  el  sabor,  el  calor  y  otros,  los  cuales  pueden  ser 
referidos  a  los  accidentes  generales  antes  nombrados. — Las  flores  nos 
dan  a  entender  los  instrumentos  de  las  cosas,  como  la  mano  que  es  ins- 
trumento para  obrar,  el  (pie  para  andar,  los  ojos  para  ver, — El  fruto  son 
las  cosas  "elementadas"  o  "individuadas",  como  la  piedra,  el  oro,  la  man- 
zana, el  pez,  el  pájaro,  la  bestia  y  el  cuerpo  del  hombre. 

En  el  árbol  elemental  hay  "sembradas"  multitud  de  formas,  entre 
las  cuales  merecen  ser  tratadas  especialmente  las  Cien  formas  o  prime- 
ras causas,  a  saber:  la  unidad,  la  [pluralidad,  la  simplicidad,  la  compo- 
sición, la  forma,  la  materia,  el  género,  la  especie,  la  intensidad,  la  exten- 
sión, lo  abstracto,  lo  concreto,  la  generación,  la  corrupción,  la  privación, 
etcétera.  El  estudio  de  las  Cien  formas  facilita  el  conocimiento  de  las 
restantes  formas  y,  por  otro  lado,  permite  avanzar  en  el  conocimiento  de 
los  árboles  siguientes.  La  doctrina  de  las  Cien  formas  pasa  a  la  Lógica 
nova  y  al  Ars  generalis  ultima,  con  ligeras  variantes. 

12.  Arbol  vegetal. — La  naturaleza  de  este  árbol  es  doble:  genérica- 
mente participa  del  árbol  elemental  en  el  cual  está  injertado  por  crea- 
ción, puesto  que  Dios  ha  creado  la  (potencia  vegetativa  en  él  y  de  él ; 
pero  a  la  vez  se  diferencia  específicamente  del  árbol  elemental.  Por  eso 
lo^  individuos  de  este  segundo  árbol  son  a  un  tiempo  elementados  y  ve- 
getados. 

Las  raíces  del  árbol  vegetal  son  las  mismas  del  árbol  elemental,  a 
saber :  la  bondad,  la  grandeza,  la  duración  y  las  demás  antes  menciona- 
das. Pero  cada  una  de  estas  raíces  es  doble  en  cuanto  contiene  en  sí  la 
naturaleza  elemental  y  la  vegetal,  lo  general  y  lo  especial :  lo  general  es 
elementado,  lo  especial  es  lo  vegetado.  La  naturaleza  vegetal  transubs- 
tancia  en  su  especie  a  la  elemental,  del  mismo  modo  que  el  olivo  atrae  y 


4'o8  — 


transmuda  en  su  especie  la  influencia  proveniente  del  acebuche  en  que- 
na sido  injertado. — También  el  tronco  es  de  doble  naturaleza,  elemental 
y  vegetal.  La  esencia  de  la  vegetación  no  se  puede  tocar  ni  ver,  porque 
su  materia  es  sutil,  aunque  su  figura  se  manifiesta  en  el  licor  que  éstá 
en  el  tronco;  así,  en  la  higuera  semeja  la  leche.  Con  todo,  el  tronco  ve- 
getal es  de  naturaleza  corpórea,  puesto  que  está  constituido  por  partes 
substanciales  corporales. — Las  ramas  son  también  dobles.  La-  especí- 
ficamente vegetales  son  cuatro,  a  saber :  las  potencias  apetitiva,  retentiva, 
digestiva  y  expulsiva. — Los  ramos  son  significados  principalmente  por  la 
generación,  la  corrupción,  la  privación  y  el  renovamiento. — Las  hojas 
ornan  y  conservan  la  substancia  vegetativa.  Por  eso,  la  caída  de  las 
hojas  vegetativas  significa  que  ellas  han  cumplido  su  objeto  y  su  curso 
en  el  ornamento  y  conservación  de  la  substancia  vegetal,  la  cual  perma- 
necerá dormida  hasta  aquel  tiempo  en  que  se  hace  la  renovación  de  las 
hoja?  en  la  primavera. — Las  flores  tienen  más  olor  y  sabor  que  las  ho- 
jas, y  aún  más  virtud  y  color  más  intenso,  porque  están  cerca  del  fruto, 
que  es  la  parte  más  noble  que  hay  en  el  árbol.  La  flor  está  en  el  árbol 
para  corromperse;  el  fruto  para  generar.  Por  eso  la  consumación  de  la 
flor  determina  el  crecimiento  del  fruto.  Y  nace  el  fruto  en  medio  de  la 
flor  a  fin  de  que  su  virtud  sea  mayor ;  y  es  la  flor  más  ligera  que  el  fruto, 
porque  éste  es  más  lleno  y  contiene  en  sí  en  potencia  todas  las  partes 
del  árbol  futuro.  Las  flores  que  caen  son  la  materia  que  la  potencia  ex- 
pulsiva elimina  de  la  planta.  El  fruto  es  engendrado  de  aquella  sutil 
materia  de  la  flor  que  la  apetitiva  desea,  la  retentiva  retiene  y  la  diges- 
tiva distribuye  en  las  partes  del  fruto.  Si  las  flores  caen  antes  que  sea 
engendrado  el  fruto,  ello  es  debido  a  enfermedad  del  árbol  y  de  sus  ra- 
mas.— El  fruto  contiene  en  sí  más  vegetación  que  las  flores,  las  hojas  y 
las  demás  partes  del  árbol.  El  fruto  es  el  término,  esto  es,  lo  vegetado,  al 
cual  se  refieren  lo  vegetativo,  lo  vegetable  y  el  vegetar;  es  el  centro  de 
reposo,  análogamente  a  como  muchas  líneas  coincidentes  en  un  punto 
se  mezclan  y  comunican  sus  semejanzas  para  la  realización  del  fin  ape- 
tecido. 

La  gradación  de  cada  uno  de  los  cuatro  elementos  (fuego,  agua,  tie- 
rra y  aire)  respecto  de  los  restantes,  dentro  de  la  composición  de  la  plan- 
ta, origina  respectivamente  cuatro  clases  de  plantas.  En  esta  gradación 
de  las  plantas,  en  relación  con  los  grados  de  las  enfermedades,  se  basa 
el  arte  de  la  medicina. 

13.  Arbol  sensual  o  de  los  animales. — La  naturaleza  de  este-  árbol 
es  triple,  pues  participa  de  la  naturaleza  del  árbol  elemental  y  del  árbof. 


—  4og  — 


vegetal.  Así  lo  exige  el  término  natural,  a  ñn  de  que  en  la  naturaleza 
no  se  dé  el  vacío  y  las  formas  primeras  puedan  permanecer  según  aque- 
llo que  son. 

En  las  raíces  del  árbol  sensual  cada  una  de  las  tres  naturalezas  tiene 
su  oficio.  Y  de  este  común  beneficio  se  hace  la  generación  y  el  crecimien- 
to en  el  animal,  como  en  el  hombre  o  en  el  caballo  y  en  los  demás  ani- 
males.— El  tronco  sensual  es  el  sentido  común,  de  cuya  naturaleza  son 
partes  los  sentidos  particulares. — Las  ramas  son  los  seis  sentidos  parti- 
culares, a  saber :  la  vista,  el  oído,  el  olfato,  el  gusto,  el  tacto  y  el  sexto 
sentido  llamado  effatus. — Los  ramos  son  los  miembros.  En  el  hombre 
los  miembros  son  el  corazón,  el  hígado,  el  bazo,  el  pulmón  y  el  cerebro. 
De  estos  miembros  internos  reciben  vida  los  miembros  externos,  a  sa- 
ber :  la  cabeza,  los  brazos  y  las  piernas,  en  los  cuales  se  sustentan  los 
instrumentos,  así  los  ojos  en  la  cabeza,  las  manos  en  los  brazos  y  los 
pies  en  las  piernas. — Las  hojas,  o  sea  los  accidentes,  son  triples :  así  co- 
mo la  cantidad  del  fuego  pertenece  al  árbol  elemental  y  la  cantidad  del 
sabor  al  árbol  vegetal,  la  cantidad  de  la  sensibilidad  en  que  es  sentido 
el  calor  y  el  sabor  es  propia  de  la  sensualidad.  Y  lo  mismo  puede  afir- 
marse de  la  cualidad  y  de  los  otros  accidentes. — Las  flores  sensuales  son : 
ver,  oír,  oler,  gustar,  tocar  y  manifestar. — Los  frutos  son :  lo  visto,  lo 
oído,  lo  olido,  lo  gustado,  lo  tocado  y  lo  manifestado. 

14.  Arbol  imagina!. — Es  el  árbol  de  las  semejanzas  y  las  impresio- 
nes:  versa  sobre  "el  ente  intencional,  que  es  semejanza  del  ente  real",, 
objeto  de  los  árboles  anteriores.  Así,  la  cabra  imagina  al  lobo  que  es  su 
enemigo.  La  imaginación  es  muy  necesaria  a  los  animales,  porque  sin 
ella  no  podrían  vivir:  así,  el  león  no  podría  volver  a  la  fuente  sin  ima- 
ginarla, ni  el  pájaro  a  su  nido,  ni  los  hombres  construir  la  casa  que 
habitan,  adquirir  hábitos  de  las  ciencias  y  tener  memoria  de  las  cosas 
pasadas. — Las  raíces  del  árbol  imaginal  son  semejanzas  de  las  raíces 
reales  del  árbol  elemental,  vegetal  y  sensual:  así  son,  pues,  semejanza 
de  la  bondad,  de  la  grandeza,  de  la  duración,  del  poder  y  de  las  otras 
raíces ;  y  son  también  semejanza  de  la  unidad  y  la  pluralidad  y  de  las 
Cien  formas. — El  tronco  imaginal  es  tronco  común  o  confuso  de  seme- 
janzas, y  en  él  están  en  potencia  las  semejanzas  específicas  que  de  él 
sacan  los  agentes  naturales  ora  inanimados,  ora  animados.  Son  seme- 
janzas de  la  primera  clase,  por  ejemplo,  la  figura  de  la  torre  o  del  ca- 
ballo que  aparece  en  el  espejo  o  la  sombra  que  la  planta  proyecta  en  la 
tierra  por  razón  del  sol.  La  segunda  manera  de  semejanza,  o  sea  la  re- 
ferente al  agente  natural  animado,  ocurre,  por  ejemplo,  en  el  caballo* 


—  4  — 


y  en  el  hombre,  dotados  ambos  de  potencia  imaginativa,  con  la  cual  per- 
ciben la  sombra  de  la  planta  proyectada  en  el  agua  y  en  la  tierra,  ima- 
ginando además  dicha  sombra. — Las  ramas  de  la  imaginativa  son  seme- 
janzas de  las  ramas  de  los  otros  árboles;  así,  la  huella  del  pie  es  seme- 
janza del  pie  en  acción.  Las  ramas  de  la  imaginativa  son  impresiones  de 
las  obras  que  hacen  los  árboles  reales  naturales,  o  sea  los  árboles  an- 
teriores.— Los  ramos  son  semejanzas  de  los  ramos  de  la  elementativa, 
vegetativa  y  sensitiva. — Las  hojas  son  semejanzas  de  las  hojas  del  árbol 
elemental,  vegetal  y  sensual,  esto  es,  de  los  accidentes.  Hay,  pues,  una 
semejanza  de  la  cantidad,  de  la  cualidad,  de  la  relación,  etc. — Las  flores 
<iel  árbol  imaginal  son  semejanzas  de  las  flores  del  árbol  elemental,  ve- 
getal y  sensual,  esto  es,  imaginar  bajo  la  razón  de  elementar,  vegetar, 
ver,  oír,  oler,  etc.  Toma  la  imaginativa  semejanza  de  las  flores  de  los 
árboles  anteriores  y  hace  una  semejanza  general,  del  mismo  modo  que 
el  lógico  de  muchos  individuos  forma  una  especie,  y  con  aquella  flor 
general  imagina  las  flores  especiales  según  las  naturalezas  y  propieda- 
des de  los  instrumentos,  de  las  obras,  de  las  formas  y  de  las  pasiones 
de  las  materias.- -El  fruto  del  árbol  imaginal  es  lo  imaginado,  esto  es, 
la  semejanza  del  fruto  de  los  árboles  anteriores,  o  sea  de  lo  elementado, 
•de  lo  vegetado  y  de  lo  sensado. 

15,  Arbol  humanal. — Contiene  en  sí  cinco  naturalezas,  a  saber,  las 
de  los  cuatro  árboles  anteriores,  las  cuales  pertenecen  al  cuerpo  huma- 
no, y  la  quinta  naturaleza  que  es  el  alma  racional  conjunta  con  el  cuer- 
po humano ;  y  de  esta  unión  se  sigue  el  hombre  llamado  Pedro  o  Mar- 
tín y  los  demás  individuos  que  están  bajo  la  especie  humana. 

Las  raíces  del  árbol  humanal  son  dobles,  a  saber  :  la  bondad  corporal 
y  la  bondad  espiritual,  de  las  cuales  se  origina  una  raíz  buena  compues- 
ta de  ambas.  Y  eso  mismo  puede  afirmarse  de  la  grandeza,  de  la  dura- 
ción, del  poder  y  de  las  demás  raíces. — El  tronco  consta  de  cinco  tron- 
cos, esto  es.  de  los  cuatro  troncos  primeros  y  del  tronco  del  alma  racio- 
nal, conjunto  con  aquéllos,  de  donde  resulta  un  tronco  común  o  del  hom- 
bre que  llamamos  substancia  humana. — Las  ramas  son  dobles,  corpora- 
les y  espirituales.  Las  ramas  corporales  son  de  cuatro  naturalezas,  a  sa- 
ber:  elemental,  vegetal,  sensual  e  imaginal.  y  las  hemos  mencionado  al 
tratar  de  los  árboles  correspondientes.  Las  ramas  espirituales  son  tres : 
memoria,  entendimiento  y  voluntad,  "que  son  tres  potencias,  las  cuales 
son  de  esencia  del  alma  racional". — Los  ramos  del  árbol  humanal  son 
de  cinco  naturalezas.  Los  ramos  de  la  raciocinativa  son :  en  la  memoria, 
memorativo,  memorable  y  memorar:  en  el  entendimiento,  intelectivo,  in- 


--  41 I  — 


teligible  y  entender;  y  en  la  voluntad,  amativo,  amable  y  amar.  El  alma 
toma  en  sus  ramos  las  propiedades  y  cualidades  de  los  ramos  elemen- 
tados, vegetados,  sensados  e  imaginados.  Estos  ramos  se  mezclan  en  el 
todo,  que  es  el  hombre,  operándose  una  concordancia  entre  los  objetos, 
las  potencias  y  los  actos  de  elementar,  vegetar,  sentir,  imaginar  y  razo- 
nar ;  y  cuando  esta  concordancia  es  destruida  por  contrariedad  entre  los 
fines  de  los  ramos,  se  produce  la  separación  entre  éstos,  y  el  hombre 
muere. — Las  hojas  del  árbol  humanal  son  también  la  cantidad,  la  cuali- 
dad, la  relación,  la  acción  y  la  pasión,  el  hábito,  la  situación,  el  tiempo 
y  el  lugar.  Los  hábitos  del  árbol  humanal  son  naturales  o  artificiales. 
Los  hábitos  naturales  se  producen  en  las  condiciones  de  los  árboles  pri- 
meros, y  como  tales  vienen  a  los  hábitos  del  árbol  racional,  en  el  cual 
son  sustentados  del  mismo  modo  que  la  materia  es  sustentada  en  su 
forma.  De  los  hábitos  naturales  derivan  los  hábitos  artificiales,  que  son 
necesarios  para  la  vida  y  el  bienestar  del  hombre:  unos  son  hábitos  mo- 
rales, y  pertenecen  al  árbol  moral;  otros  son  hábitos  mecánicos  y  libera- 
les, y  originan  las  artes :  a)  de  la  herrería,  b)  de  la  carpintería,  c)  de  la 
sastrería,  d)  de  la  agricultura,  e)  del  comercio,  f)  de  la  marinería,  g)  de 
la  caballería,  h)  de  la  gramática,  i)  de  la  lógica,  j)  de  la  retórica,  k)  de 
la  aritmética,  1)  de  la  geometría,  m)  de  la  música,  n)  de  la  astronomía, 
•o)  de  la  ciencia  del  derecho,  p)  de  la  medicina,  q)  de  la  filosofía,  y  r)  de 
la  teología.  Cada  una  de  estas  artes  es  objeto  especial  de  estudio. — Las 
flores  del  árbol  humanal  son :  elementar,  vegetar,  sentir,  imaginar,  ra- 
zonar. Las  cosas  hechas  con  razón  son  buenas,  grandes,  durables,  vir- 
tuosas, verdaderas  y  amables.  En  ellas  el  hombre  usa  de  entendimien- 
to y  del  fin  para  que  es  creado ;  y  cuando  hace  lo  contrario,  procede  como 
los  animales,  y  hace  estar  ociosas  las  flores  que  le  están  debajo,  impi- 
diendo que  lleguen  a  su  término,  de  cuya  desviación  se  origina  el  peca- 
do.— El  fruto  del  árbol  humanal  es  doble,  esto  es,  por  razón  de  existen- 
cia y  por  razón  de  agencia.  Por  el  primero  el  hombre  es  lo  que  es;  por 
el  segundo  el  hombre  procede  según  su  fin.  Y  este  segundo  fruto  es  más 
alto  y  más  noble  que  el  primero,  porque  su  virtud  y  nobleza  proviene  de 
su  objeto,  que  es  Dios,  digno  de  ser  recordado,  entendido,  honrado  y 
servido  sobre  toda  criatura. 

16.  Arbol  m oral— La  primera  parte  de  este  árbol  se  refiere  a  las 
buenas  costumbres  o  virtudes,  que  son  semejanzas  del  árbol  humano  real. 

Las  raíces  del  árbol  moral  son  semejantes  de  las  raíces  del  árbol  hu- 
manal :  así  la  bondad  moral  es  semejante  de  la  bondad  real,  la  grandeza 
moral  de  la  grandeza  real,  la  perseverancia  moral  de  la  duración  real. 


—  412  — 


etcétera.  Hay  bondad  moral  cuando  el  hombre  recuerda,  entiende  y  ama 
lo  bueno,  y  usa  ordenadamente  de  las  cosas  elementadas,  vegetadas,  sen- 
sadas  e  imaginadas,  aplicándolas  al  fin  para  el  que  ellas  existen. — El  tron- 
co del  árbol  moral  es  costumbre  confusa  y  general  en  la  cual  están  en  po- 
tencia las  costumbres  particulares  de  que  están  habituados  los  hombres 
bien  acostumbrados. — Las  ramas  son  las  cuatro  virtudes  cardinales:  jus- 
ticia, prudencia,  fortaleza  y  templanza,  y  las  tres  virtudes  teologales:  fe, 
esperanza  y  caridad.  Es  útil  establecer  la  concordancia  entre  ellas  a  fin 
de  que  con  unas  virtudes  se  pueda  adquirir  las  otras  y  destruir  los  vicios 
que  les  son  contrarios.  De  aquellas  siete  virtudes  morales  derivan  las 
dieciséis  siguientes,  susceptibles  también  de  diversas  concordancias: 
santidad,  paciencia,  abstinencia,  humildad,  piedad,  castidad,  largueza, 
lealtad,  firmeza,  diligencia,  suavidad,  conciencia,  temor,  contrición,  ver- 
güenza y  obediencia. — Los  ramos  de  las  virtudes  son  semejantes  de  los 
ramos  naturales  y  reales.  Así.  el  ramo  de  justicia  es  semejanza  de  la  po- 
tencia, del  objeto  y  del  acto  reales,  según  es  de  ver  en  el  ejemplo  de 
Martín,  quien,  por  el  hábito  de  justicia,  toma  el  objeto  de  la  justificabi- 
lidad  y  da  justa  sentencia  entre  Pedro  y  Ramón,  de  los  cuales  es  nom- 
brado juez. — Las  hojas  de  las  virtudes  morales  son  los  accidentes  de  los 
cuales  están  ornadas  y  vestidas,  a  saber:  la  cantidad,  la  cualidad,  la  re- 
lación, etc. — Las  flores  son  los  méritos.  Cada  virtud  tiene  su  flor  espe- 
cial, es  decir,  su  mérito.  Así,  la  flor  de  la  justicia  es  el  mérito  de  juzgar, 
la  flor  de  la  prudencia  es  el  mérito  de  la  discreción,  etc. — El  fruto  del 
árbol  moral  e^  de  dos  maneras :  en  una  manera  es  el  premiar  de  las 
flores,  es  decir,  de  los  méritos;  la  segunda  manera  es  para  que  Dios  sea 
servido  y  honrado  virtuosamente,  bien  entendido  que  esta  segunda  ma- 
nera de  fruto  es  más  alta  y  noble  que  la  primera  y  es  causa  de  ella. 

La  >egunda  parte  del  árbol  moral  se  refiere  a  las  malas  costumbres 
o  vicios,  los  cuales  son  desemejanzas  de  las  semejanzas  fes  decir,  de 
las  virtudes)  del  árbol  humanal.  Por  la  primera  parte  se  puede  tener 
conocimiento  de  la  segunda  parte,  del  mismo  modo  que  un  contrario  es 
conocido  por  el  otro. 

Las  raíces  de  los  vicios  son  cuatro,  a  saber:  la  maldad,  que  es  lo  con- 
trario de  la  bondad  :  la  impulsividad,  contrario  de  la  sabiduría ;  la  fal- 
sedad, o  sea.  aquel  hábito  por  razón  del  cual  las  semejanzas  de  las  for- 
mas buenas  y  virtuosas  son  pervertida^  ;  y  la  privación  de  fin,  que  es 
vacuidad  del  comienzo  y  del  medio  buenos.  Estas  cuatro  raíces  son  sus- 
ceptibles de  grandeza,  duración,  poder,  voluntad,  delectación,  diferen- 
cia, concordancia,  contrariedad,  principio,  medio,  mayoridad,  igualdad 


—  4'3 


y  minoridad. — El  tronco  vicioso  es  la  común  o  general  confusión  en  la 
cual  los  vicios  particulares  están  dispuestos  o  en  potencia. — Las  ramas 
principales  del  árbol  vicioso  son:  gula,  avaricia,  lujuria,  orgullo,  pereza, 
envidia  e  ira,  susceptibles  de  diversas  concordancias;  así,  gula  y  avari- 
cia concuerdan  contra  templanza  y  largueza ;  gula  y  lujuria,  contra  tem- 
planza y  castidad ;  etc.  De  aquellos  siete  vicios  capitales  derivan  los  si- 
guientes:  indiscreción,  frivolidad,  intemperancia,  infidelidad,  desespera- 
ción, crueldad,  traición,  homicidio,  ladronicio,  mentir,  maldecir,  impa- 
ciencia, inconstancia,  inmundicia,  falsedad,  pigricia,  grosería  e  inobe- 
diencia.— Los  ramos  de  la  gula  son  activa  apetividad,  pasiva  apetibilidad 
y  medio  entre  ambas ;  y  lo  mismo  puede  decirse  de  la  avaricia  y  de  los 
demás  vicios. — Las  hojas  de  los  vicios  son  los  accidentes,  o  sea,  la  can- 
tidad, la  cualidad,  la  relación,  etc. — Las  flores  son  las  culpas:  así,  pecar 
es  flor  mala. — El  fruto  del  vicio  es  de  dos  maneras :  la  una  es  el  castigo, 
que  es  consecuencia  de  la  culpa;  la  segunda  manera,  que  es  la  principal, 
es  porque  el  pecado  sigue  la  pena,  que  es  el  instrumento  con  el  cual  Dios 
castiga  a  los  pecadores  a  fin  de  que  sean  mejor  conocidos  los  méritos  de 
los  justos  y  la  gloria  corporal  y  espiritual  de  que  disfrutan. 

17.  Arbol  imperial. — Tiene  dos  partes:  la  primera  parte  concuerda 
con  la  primera  parte  del  árbol  moral  o  de  las  virtudes;  de  ella  se  infiere, 
como  su  contrario,  la  segunda  parte,  o  sea,  el  árbol  del  mal  príncipe. 

Las  raíces  del  árbol  imperial  consisten  en  la  comunidad  de  una  bon- 
dad, de  una  grandeza,  de  una  duración,  de  un  poder,  etc.,  propia  de  una 
"persona  común"  llamada  emperador  o  príncipe.  De  ahí  el  gran  honor 
y  el  gran  mérito  inherentes  al  buen  príncipe,  a  quien  Dios  ha  dado  la 
misión  de  regir  con  su  bondad  muchas  bondades,  con  su  grandeza  mu- 
chas grandezas,  con  su  poder  muchos  poderes  y  con  una  voluntad  mu- 
chas voluntades,  del  mismo  modo  que  un  pastor  está  obligado  a  regir 
muchas  ovejas. — El  tronco  es  el  régimen  común  significado  en  la  per- 
sona común  del  príncipe ;  y  en  este  régimen  común  están  dispuestos  o  en 
potencia  los  regímenes  particulares  de  los  hombres. — Las  ramas  del 
árbol  imperial  son  diez,  a  saber:  Ia,  la  de  los  barones,  condes,  duques, 
marqueses,  vizcondes  y  "varvasores" ;  2.a,  la  de  los  caballeros  de  un  es- 
cudo; 3.a,  la  de  los  burgueses;  4.a,  el  Consejo;  5.a.  la  de  los  procurado- 
res ;  6.a,  la  de  los  jueces ;  7.a,  la  de  los  abogados ;  8.a.  la  de  los  ejecutores 
(saigs) ;  9.a,  la  de  los  investigadores;  10.a,  el  confesor  prudente. — Los  ra- 
mos son  significados  en  los  ramos  del  árbol  moral  virtuoso  que  el  prín- 
cipe debe  poseer  contra  los  ramos  del  árbol  vicioso;  pero  de  un  modo 
especial  convienen  al  príncipe  estos  siete  ramos:  justicia,  amor,  temor. 


—  4'4  — 


sabiduría,  poder,  honor  y  libertad. — Las  hojas  del  árbol  imperial  son  los 
accidentes,  esto  es,  la  cantidad,  la  cualidad,  la  relación,  etc.  Las  costum- 
bres, las  leyes  y  las  ordenaciones  antiguas  significan  las  hojas  para  la 
conservación  del  reino.  Hay  que  simplificar  la  ciencia  del  derecho  y  ba- 
sarla en  razones  necesarias  y  naturales. — Las  flores  son  los  juicios  del 
príncipe  y  de  sus  oficiales.  Lo  son  también  los  regímenes  y  los  órdenes 
movidos  por  la  justicia  y  la  paz  de  las  gentes.  Las  flores  del  príncipe  es- 
tán injertadas  en  las  flores  de  su  pueblo,  y  por  eso  son  más  altas  y  más 
bellas  que  las  de  ningún  otro  hombre. — El  fruto  del  árbol  imperial  es 
la  paz,  gracias  a  la  cual  las  gentes  pueden  recordar,  entender  y  amar  a 
Dios,  cosa  imposible  cuando  están  en  guerra.  Y,  puesto  que  el  fruto  del 
príncipe  ha  de  responder  de  muchos  frutos,  es  malo  dicho  fruto  cuan- 
do se  inclina  a  las  cosas  especiales  en  oposición  a  las  generales ;  tal  su- 
cede en  el  caso  del  mal  príncipe  que  ama  más  su  utilidad  personal  que 
la  utilidad  de  su  pueblo. 

18.  Arbol  apostolical. — -Es  el  árbol  de  la  vicaría  de  San  Pedro. — Las 
raíces  de  este  árbol  son  las  virtudes  cardinales  y  las  virtudes  teologales, 
según  de  ellas  se  ha  tratado  en  el  árbol  moral.  Si  el  Papa  va  contra  ellas, 
atenta  contra  las  raíces  de  su  ministerio. — El  tronco  apostolical  es  la 
persona  general  llamada  el  Apóstol,  y  se  compone  de  los  troncos  de  los 
árboles  anteriores.  El  tronco  apostolical  es  mayor  y  más  lleno  de  gran- 
deza, de  bondad  y  de  las  otras  virtudes  que  ningún  otro  tronco,  porque 
en  él  están  los  otros  troncos  de  su  pueblo  ordenados  y  dispuestos  al  fin 
para  que  han  sido  creados. — Las  ramas  son  los  c  irdenales,  los  patriarcas, 
los  arzobispos,  los  obispos,  los  abades,  los  priores,  los  ministros  y  las 
demás  personas  comunes,  con  las  cuales  el  Papa  gobierna. — Los  ramos 
son  los  siete  ramos  especiales  del  árbol  imperial  (justicia,  amor,  etc.)  y 
además  los  diez  mandamientos  que  Dios  dió  a  Moisés. — Las  hojas  son 
dobles.  Son,  de  una  parte,  los  siete  sacramentos  de  la  Iglesia,  a  saber: 
bautismo,  confirmación,  matrimonio,  eucaristía,  orden,  penitencia  y  ex- 
tremaunción. Son.  de  otra  parte,  los  cánones,  que  son  los  accidentes  que 
el  Papa  necesita  para  su  gobierno.  Hay  que  reducir  el  derecho  canóni- 
co a  ciencia  necesaria  y  breve.— Las  flores  del  árbol  apostolical  son  los 
catorce  artículos  de  la  fe.  Lull  comienza  probando  la  existencia  de  Dios 
v  en  seguida  pasa  a  la  prueba  de  cada  uno  de  los  artículos,  aduciendo 
siempre  cinco  razones  e  intentando  probar  según  las  formas  primeras  y 
sus  definiciones. — El  fruto  apostolical  es  la  salvación  de  las  gentes,  y  es 
tan  alto  y  tan  noble  que  requiere  una  persona  común  que  tenga  señorío 
<obre  todos  los  hombres. 


19.  Arbol  celestial. — Las  raíces  de  este  árbol  son:  la  Dondad,  la 
grandeza,  la  duración,  el  poder,  el  instinto  natural,  el  apetito,  la  virtud, 
la  verdad,  la  delectación,  la  diferencia,  la  concordancia,  el  principio,  el 
medio  y  el  fin,  la  mayoridad,  la  igualdad  y  la  minoridad.  Nótese  que 
falta  la  contrariedad.  Dios,  al  crear  el  mundo,  no  puso  la  contrariedad 
en  los  principios  superiores  o  de  la  quinta  esencia,  a  fin  de  que  ningu- 
no de  dichos  principios  fuese  contrario  a  los  otros  y  de  este  modo  no 
hubiese  generación,  ni  corrupción,  ni  privación  de  formas  antiguas  y  re- 
novación de  formas  nuevas.  En  cambio,  introdujo  la  contrariedad  en- 
tre las  cuatro  substancias  o  elementos  simples  del  mundo  (fuego,  aire,, 
agua  y  tierra),  que  son  las  ramas  del  árbol  elemental,  porque  de  otra 
suerte  no  habría  generación  ni  renovación  de  formas. — El  tronco  del 
árbol  celestial  está  animado  por  el  alma  motiva,  del  mismo  modo  que  el 
árbol  elemental  lo  está  por  la  elementativa,  el  árbol  vegetal  por  la  vege- 
tativa y  el  árbol  sensual  por  la  sensitiva.  Su  movimiento  es  causa  de  los 
movimientos  corporales  inferiores.  Si  el  tronco  elemental  tiene  indigen- 
cia en  alguna  de  sus  partes,  el  tronco  celestial  que  le  es  contiguo  influye 
sobre  él  y  lo  completa  y  satisface.  El  firmamento  está  depurado  y  exento 
de  pesadez,  de  calor,  humedad,  frialdad  y  sequedad,  de  dureza  y  moli- 
cie, de  lisura  y  aspereza,  de  amargor  y  dulzura.  No  crece  ni  disminuye 
en  sí  mismo,  porque  no  apetece  otro  lugar  sino  el  en  que  está.  No  es  co- 
rruptible ni  generable,  empero  es  causa  de  la  generación  y  corrupción 
de  las  cosas  inferiores,  ayudando  más  a  las  unas  en  un  sitio  que  a  otras 
en  otro  sitio. — Las  ramas  del  árbol  celestial  son  los  doce  signos,  a  saber: 
tres  de  la  complexión  del  aire  (Aries,  Taurus,  Géminis)  en  primavera, 
tres  del  fuego  (Cáncer,  Leo,  Virgo)  en  verano,  tres  de  la  tierra  (Libra, 
Scorpio,  Sagitarius)  en  otoño  y  tres  del  agua  (Capricornus,  Aquariusr 
Piscis)  en  invierno.  Las  ramas  del  árbol  celestial  han  de  responder  a  las 
ramas  del  árbol  vegetal,  a  las  del  árbol  sensual,  y  también  a  las  ramas 
espirituales.  Y  en  este  paso  se  puede  saber  a  qué  hora  del  día  o  de  la 
noche  los  médicos  deben  suministrar  los  medicamentos,  y  cómo  éstos, 
según  el  signo,  dan  sanidad  a  un  miembro  o  a  otro.  También  hay  signos 
de  la  masculinidad  o  de  la  feminidad  en  correlación  con  la  forma  y  la 
materia,  la  acción  y  la  pasión. — Los  ramos  del  árbol  celestial  son  los  siete 
planetas,  a  saber:  Saturno,  que  es  malo,  da  el  plomo  el  sábado,  y  es  de 
la  complexión  de  la  tierra  ;  Júpiter,  que  es  bueno,  da  el  estaño  el  jue- 
ves, y  es  de  la  complexión  del  aire ;  Marte,  que  es  malo,  da  el  hierro  el 
martes,  y  es  de  la  complexión  del  fuego ;  el  Sol,  que  es  bueno,  da  el  oro- 
el  domingo,  y  es  de  la  complexión  del  fuego:  Venus,  que  es  buena,  da  et 


4,6 


■cobre  el  viernes,  y  es  de  la  complexión  del  agua ;  Mercurio,  que  es  neu- 
tro, da  el  mercurio  el  miércoles,  y  es  de  la  complexión  de  la  tierra,  y  a 
él  debería  atribuirse  el  hierro,  puesto  que  es  el  metal  más  duro ;  y  la 
Luna,  que  es  buena  para  los  buenos  y  mala  para  los  malos,  da  la  plata, 
y  es  de  la  complexión  del  agua.  Los  planetas  se  mueven  de  poniente  a 
levante  contrariamente  al  movimiento  de  lo^  signos,  que  se  mueven  de 
levante  a  poniente;  y  de  aquí  el  encuentro  y  mescolanza  de  las  virtudes 
e  influencias  del  firmamento  y  de  los  planetas. — Las  hojas  son  los  acci- 
dentes generales,  los  cuales  contienen  la  razón  de  los  accidentes  inferio- 
res:  así,  la  cantidad  de  la  región  de  Aries,  Taurus  y  Géminis  es  la  razón 
y  causa  de  la  cantidad  de  la  región  que  va  de  levante  hasta  mediodía ; 
y  lo  mismo  puede  decirse  de  la  cualidad,  de  la  relación,  de  la  acción  y 
la  pasión,  del  hábito,  de  la  situación,  del  tiempo  y  del  lugar. — Las  flores 
del  árbol  celestial  son  los  actos  o  movimientos,  esto  es,  las  influencias. 
Así,  elementar  es  flor  del  árbol  elemental  y  del  Sol ;  vegetar  es  flor  del 
árbol  vegetal  y  de  Júpiter ;  sentir  es  flor  del  árbol  sensual  y  de  Saturno ; 
imaginar  es  flor  del  árbol  imaginal  y  de  la  Luna.  Y  de  estas  flores  ce- 
lestiales o  superiores  reciben  influencia  las  flores  inferiores;  así,  el  león 
produce  flor  de  elementar  en  la  leona ;  el  manzai.o,  flor  de  vegetar  en  la 
manzana;  el  gusto,  flor  de  sentir  en  la  comida,  y  la  imaginativa,  flor  de 
imaginar  en  la  fantasía. — El  fruto  del  árbol  celestial  es  doble ;  hay  fru- 
tos naturales  o  inferiores,  o  sea  las  cosas  movidas,  tales  son  los  frutos 
del  árbol  elemental,  de  las  plantas  y  de  los  irracionales :  pero  hay  ade- 
más aquellos  frutos  sobrenaturales  que  el  hombre  que  sirve  a  Dios  en 
-esta  vida  recogerá  en  el  cielo  imperial. 

Lull  propugna  una  nueva  ordenación  de  "la  ciencia  de  la  astrono- 
mía" hecha  según  el  proceso  del  Arbre  de  $  ciencia,  auxiliado  con  el  pro- 
ceso del  Art  inventiva  y  de  la  Taula  genera!,  pues  duda  de  la  exactitud 
de  las  opiniones  de  los  antiguos,  "las  cuales— dice — no  son  aceptadas  en 
todo  por  nuestra  ciencia,  porque  no  siguen  el  orden,  y  es  cosa  imposible 
que  la  experiencia  no  concuerde  con  el  orden  natural". 

20.  Arbol  angelical- — El  proceso  de  este  árbol,  en  cuyos  detalles  no 
podemos  detenernos,  es  el  trasunto  de  un  breve  pero  sutilísimo  tratado 
de  psicología  angélica,  que  comprende  tanto  los  ángeles  buenos  como 
los  ángeles  malos  o  demonios,  y  estudia  sus  influencias  sobre  los  hom- 
bres. 

Las  raíces  del  árbol  angelical  son  la  bondad,  la  grandeza,  la  duración 
y  las  demás,  exceptuada  la  contrariedad.  La  bondad  del  ángel  es  produ- 
cida de  la  nada  y  en  especialidad,  no  en  generalidad:  el  ángel  es  su  mis- 


4'7  — 


nía  especie.  Y  lo  misino  puede  decirse  de  su  grandeza  y  de  las  demás 
partes,  las  cuales  constituyen  una  especie,  una  substancia,  una  esencia, 
un  supuesto.  Por  eso  el  ángel  es  criatura  más  simple  que  ninguna  otra. 
El  ángel  tiene  naturalmente  la  ocasión  de  hacer  obras  semejantes  a  sus 
raíces,  esto  es,  obras  buenas  por  razón  de  bondad,  grandes  por  razón  de 
grandeza,  durables  por  razón  de  duración,  etc.  El  ángel  malo,  a  causa 
de  la  contrariedad  entre  las  formas  de  dentro  y  las  obras  de  fuera,  está 
impedido  de  hacer  el  bien  y  facultado  para  hacer  el  mal. — El  tronco  del 
árbol  angelical  es  una  substancia  espiritual  que  no  tiene  inclinación  al 
cuerpo;  no  tiene,  pues,  longitud  ni  latitud  ni  profundidad,  ni  color,  ca- 
lor, humedad,  frialdad  y  sequedad,  y  no  es  sujeto  de  vegetar,  sentir  e 
imaginar. — Las  ramas  son  memoria,  entendimiento  y  voluntad. — Los 
ramos  son  memorativo,  memorable  y  memorar  respecto  de  la  memoria; 
intelectivo,  inteligible  y  entender  respecto  del  entendimiento,  y  amativo, 
amable  y  amar  (volitiu,  volible  e  voler)  respecto  de  la  voluntad. — Las 
hojas  son  los  accidentes  que  pertenecen  a  la  substancia  del  ángel,  a  sa- 
ber: la  cantidad  (dentro  de  la  cual  explica  Lull  las  jerarquías  y  órdenes 
angélicos),  la  cualidad,  la  relación,  la  acción  y  la  pasión,  el  hábito,  la  si- 
tuación, el  tiempo  y  el  lugar. — Las  flores  del  árbol  angélico  son  las  ga- 
nancias de  las  raíces,  esto  es,  bonificar,  magnificar,  durar,  posificar,  en- 
tender, amar,  verificar,  glorificar,  diferenciar,  concordar,  principiar,  me- 
diar, terminar,  mayorifiear  e  igualar.  Todos  estos  infinitivos  son  flores 
ganadas,  del  mismo  modo  que  el  hombre  justo  gana  justicia  y  el  hom- 
bre casto  gana  castidad.  Los  ángeles  cara  a  cara  alcanzan  a  Dios,  y  fija- 
mente y  sin  intermediario  le  recuerdan,  aman  y  conocen,  loan  y  bendicen, 
y  de  él  reciben  gloria. — El  fruto  del  árbol  angelical  es  doble.  El  fruto 
natural  es  el  cumplimiento  de  cada  uno  de  los  actos  de  las  ramas,  esto 
es,  lo  recordado,  lo  entendido  y  lo  amado.  El  fruto  sobrenatural  es  la 
soberana  recordabilidad  (recolibilitat),  inteligibilidad  y  amabilidad  de 
Dios;  estos  tres  objetos  soberanos  constituyen  el  centro  y  reposo  del 
ángel. 

21.  Arbol  eviternal. — Las  raíces  de  este  árbol  son  los  méritos  de 
nuestras  acciones. — El  tronco  es  la  duración  sin  fin  de  los  méritos  y  las 
culpas.- — Las  ramas  son,  por  un  lado,  el  paraíso  y,  por  el  otro,  el  infier- 
no.—Los  raímos  son  tres  para  el  paraíso,  a  saber:  el  ramo  de  la  justicia 
que  da  bien  por  bien ;  el  ramo  de  la  gracia,  que  da  más  bien  que  el  mé- 
rito contraído,  y  el  ramo  de  las  pasiones,  o  sea,  del  recibimiento  de  los 
premios.  Los  ramos  del  infierno  son  dos  solamente :  el  de  la  justicia  y  el 
de  1as  pasiones. — Las  hojas  son  los  nueve  accidentes  generales,  de  los 


-  ¿iS  - 


cuales  se  ayuda  Lull  para  explicar  las  condiciones  y  circunstancias  del 
paraíso  y  el  infierno  y  para  esbozar  la  psicología  de  los  bienaventurados 
y  de  los  condenados. — Las  flores  son  los  actos  de  gloria  eviternal  (evi- 
ternals  glorie jaments),  tales  como  bonificar,  magnificar,  durar,  posificar, 
entender,  amar,  virtuificar,  verificar  eviternalmente.  Hay  las  flores  con- 
trarias, que  consisten  en  atormentar  eviternalmente  la  bondad,  la  gran- 
deza, el  poder,  el  entendimiento,  la  voluntad,  la  virtud  y  la  verdad,  que 
son  partes  reales  y  naturales  de  la  substancia  del  condenado.  Estas  flo- 
res se  ayudan  mutuamente  a  fin  de  que  el  tormento  sea  mayor. — Los 
frutos  son  el  cumplimiento  de  los  fines  de  las  partes  reales  de  la  subs- 
tancia de  los  santos,  esto  es,  el  fruto  eviternal  de  bondad,  de  grandeza, 
de  duración,  etc.  Los  frutos  de  los  condenados  son  la  privación  de  los 
frutos  de  los  salvados. 

22.  Arbol  maternal. — Es  el  árbol  de  la  Virgen  María,  madre  de  jus- 
tos y  pecadores. — Las  raíces  de  este  árbol  son  los  fines  de  los  hombres 
recreados.  Estos  fines,  perdidos  por  razón  del  pecado  original,  fueron 
restaurados  por  la  muerte  de  Jesucristo. — El  tronco  es  el  hábito  gene- 
ral por  razón  del  cual  los  fines  corporales  pueden  ser  vueltos  al  primer 
estado.— Las  ramas  son  dos :  la  naturaleza  divina  y  la  naturaleza  hu- 
mana de  Jesucristo. — Los  ramos  marianos  son  :  misericordia,  esperanza, 
piedad,  advocación,  humildad  y  virginidad. — Las  hojas  son  los  nueve 
accidentes  generales,  con  ayuda  de  los  cuales  Lull  sistematiza  todo  lo  re- 
ferente a  la  naturaleza,  vida  y  relaciones — divinas  y  humanas — de  la  Vir- 
gen María. — Las  flores  son  los  actos  de  las  dignidades  de  Nuestra  Se- 
ñora, tales  como  bonificar,  magnificar,  etc. — El  fruto  del  árbol  maternal 
es  Jesucristo. 

23.  Arbol  divinal  y  humanal  o  de  Jesucristo. — Este  árbol  es  doble, 
puesto  que  en  él  participa  el  Creador  con  las  criaturas,  estando  unidas 
ambas  naturalezas  en  unidad  de  persona. — Las  raíces  de  este  árbol  son 
de  parte  de  la  naturaleza  humana  y  de  parte  de  la  naturaleza  divina.  Son 
pues,  la  bondad  humana  y  divina,  grandeza  humana  y  divina,  duración 
humana  y  divina,  etc. — El  tronco  es  también  doble,  pues  está  compuesto 
de  ambas  naturalezas,  humana  y  divina,  que  constituyen  un  solo  su- 
puesto o  tronco. — Las  ramas  son  dos,  a  saber:  la  naturaleza  divina  y  la 
naturaleza  humana. — Los  ramos  son  las  referencias  recíprocas  entre  am- 
bas naturalezas;  así,  la  voluntad  divina  y  la  voluntad  humana  se  rela- 
cionan en  cuanto  a  amar,  el  entendimiento  divino  y  el  entendimiento  hu- 
mano en  cuanto  a  entender  y  la  eternidad  de  Dios  y  la  memoria  de  Je- 
sucristo en  un  recordar. — Las  hojas  son  los  nueve  accidentes  generales: 


—  419 


cantidad,  cualidad,  relación,  acción  y  pasión,  etc.,  los  cuales  se  dan  en 
Jesucristo  de  una  manera  propia  en  cuanto  es  hombre,  y  de  una  mane 
ra  apropiada  en  cuanto  la  naturaleza  divina,  al  tomar  naturaleza  huma- 
na, se  apropió  también  sus  accidentes. — Las  flores  de  Jesucristo  son  los 
actos  de  las  raíces,  a  saber :  bonificar  de  la  bondad,  magnificar  de  la  gran- 
deza, y  así  de  los  demás  actos.  Estas  flores  son  dobles,  porque  uno  es  el 
bonificar  de  la  bondad  divina  y  otro  el  bonificar  de  la  bondad  humana,  y 
así  de  las  demás.  Lull  anuncia  que  se  propone  mezclar  unas  raíces  con 
otras,  según  sus  definiciones,  a  fin  de  hacer  máximas  y  condiciones  con 
las  cuales  podamos  entender  las  flores,  esto  es,  los  actos  de  Dios- Hom- 
bre, y  presentar  las  pruebas  de  la  Encarnación.  A  este  efecto,  establece 
137  cámaras  o  combinaciones  binarias  de  las  raíces  (bondad,  grandeza, 
eternidad,  etc.),  que  dan  lugar  a  otras  tantas  rúbricas,  a  saber:  1.  De  la 
bondad  y  la  grandeza  en  la  Encarnación.  2.  De  la  bondad  y  la  eternidad 
en  la  Encarnación.  3.  De  la  bondad  y  el  poder  en  la  Encarnación,  etcé- 
tera, con  las  cuales  compendia  y  trata  de  resolver  las  principales  y  más 
arduas  cuestiones  referentes  a  aquel  dogma. — El  fruto  del  árbol  de  Je- 
sucristo ha  de  ser  considerado  en  cuatro  maneras,  a  saber:  por  recrea- 
ción, por  exaltación,  por  manifestación  y  por  deificación. 

24.  Arbol  divinal. — Está  dividido  en  siete  partes,  que  se  correspon- 
den con  las  partes  simbólicas  del  árbol. 

La  primera  parte  {raíces)  versa  sobre  las  dignidades  de  Dios,  las  cua- 
les son  su  esencial  bondad,  grandeza,  eternidad,  sabiduría,  voluntad,  vir- 
tud, verdad,  gloria,  distinción  de  personas  y  concordancia  entre  ellas, 
comienzo,  medio,  fin  e  igualdad. — La  substancia  {tronco)  divina  es  aquel 
ser  en  quien  las  razones  o  dignidades  son  sustentadas,  bien  entendido  que 
dicha  substancia  y  las  razones  son  una  misma  esencia. — Las  ramas  del 
árbol  divinal  son  las  propiedades  personales,  a  saber:  paternidad,  filia- 
ción y  pasiva  espiración.  Se  completa  aquí  la  docirina  de  la  Trinidad 
expuesta  en  el  árbol  apostolical. — Los  ramos  del  árbol  divinal  son  gene- 
ración y  espiración.  En  esta  parte  se  compendia  la  doctrina  de  la  pro- 
cesión de  las  tres  personas  divinas. — En  la  quinta  parte  {hojas)  se  prue- 
ba que  en  Dios  no  hay  accidentes. — Las  flores  son  las  producciones  di- 
vinas. Lull  establece  51  cámaras  o  combinaciones  de  las  formas  prime- 
ras, que  dan  lugar  a  otras  tantas  rúbricas,  en  las  cuales  sistematiza  todo 
lo  referente  a  la  producción  en  Dios  y  las  tres  personas  divinas. — Los 
frutos  del  árbol  divinal  son  las  perfecciones,  que  son  dobles.  Hay  los 
frutos  de  dentro,  o  sea  aquello  que  se  sigue  de  los  actos  de  las  dignida- 


—  42o  — 


des  divinas ;  así,  bonificado  que  se  sigue  de  bonificar ;  magnificado,  de 
magnificar;  etc. ;  y  hay  también  los  frutos  de  fuera,  que  son  las  criaturas 
Los  dos  siguientes  árboles  son  auxiliares  de  los  catorce  árboles  an- 
teriores. 

25.  Arbol  ejemplifica!. — Este  árbol  condensa  maravillosamente  el 
espíritu  moralizante  de  la  Edad  Media.  El  ejemplo  toma  aquí  la  doble 
forma  de  narración  alegórica  (recontament)  y  de  proverbio.  La  narra- 
ción denuncia  al  franciscano  de  estirpe,  empeñado  ahora  en  vulgarizar 
los  principios  y  la  terminología  de  los  árboles  anteriores,  apelando  a  re- 
cursos populares  que  por  su  conmovedora  simplicidad  recuerdan  las  Fio- 
retti.  Respecto  a  los  proverbios,  unos  son  de  evidente  imitación  bíblica ; 
otros  adoptan  la  forma  breve  y  sentenciosa,  y  a  veces  rimada,  de  los 
adagio>  populares,  y  como  tales  podrían  pasar  muchos  de  ellos. 

El  árbol  ejemplifical  está  dividido  también  en  siete  partes :  raíces, 
tronco,  ramas,  ramos,  hojas,  flores  y  frutos,  cada  una  de  las  cuales  sir- 
ve de  ilustración  práctica  a  las  partes  correspondientes  de  los  árboles 
anteriores. 

Arbol  cuestional. — En  él  alcanza  proporciones  apoteósicas  aquel  arte 
de  formular  y  resolver  toda  clase  de  cuestiones  que  ya  registramos  en 
el  Ars  magna  primitiva.  Lull  presenta  cuatro  mil  cuestiones  referentes 
a  los  puntos  tratados  en  los  catorce  árboles  anteriores,  cuestiones  suti- 
lísimas unas,  pueriles  no  pocas  de  ellas.  Por  este  aspecto — que  compen- 
dia una  de  las  aficiones  predilectas  de  la  época — el  filósofo  mallorquín 
ha  pasado  a  la  posteridad  como  uno  de  los  genuinos  representantes  del 
espíritu  escolástico  entendido  en  el  sentido  peyorativo  del  vocablo. 

26.  Tal  es,  en  resumen,  la  vasta  concepción  del  Arbre  de  Sciencia. 
Lull  ha  descargado  esta  obra  de  gran  parte  del  antiguo  lastre  lógico-ma- 
temático; prescinde  de  las  figuras  gráficas,  del  alfabeto  y  de  la  tabla,  y 
el  arte  combinatoria  queda  reducida  a  las  discretas  aplicaciones  que  he- 
mos registrado  en  los  árboles  cristianal  y  apostólica!.  Las  referencias  al 
Art  general,  al  Art  inventiva  y  a  la  Taula  general  parecen  responder  más 
bien  a  un  afán  de  autocitación  que  a  una  rigurosa  necesidad  de  construc- 
ción lógica.  El  tema  de  la  conversación  no  es,  ni  de  mucho,  el  objeto  prin- 
cipal de  la  obra;  por  eso  las  argumentaciones  referentes  a  la  Trinidad 
y  a  la  Encarnación  han  sido  considerablemente  abreviadas,  porque  son 
piezas — importantes  si  se  quiere,  pero  no  únicas  ni  exclusivas — de  un 
sistema  filosófico.  No  hay  tampoco  la  obsesión  de  las  "razones  necesa- 
rias" ;  es  que  el  lógico  ha  cedido  el  sitio  al  metafísico  que,  más  que  de- 
mostrar, se  esfuerza  ahora  en  explicar,  en  interpretar  o.  usando  su  ter- 


421  — 


minología  que  hará  fortuna  entre  los  lulianos  del  Renacimiento,  en  "in- 
vestigar, mostrar  y  declarar  los  secretos  naturales"  (57). 

No  todo  es  medieval  en  el  Arbre  de  Sciencia.  La  teoría  del  micro- 
cosmos y  la  enciclopedia  de  las  ciencias,  desenvueltas  simultáneamente  y 
con  gran  decisión,  confieren  a  esta  obra  un  interés  y  una  actualidad  que 
perduran  hasta  los  albores  del  Renacimiento.  No  es  de  extrañar,  pues, 
el  favor  extraordinario  obtenido  por  el  Arbre  de  Sciencia  ("liber  divi- 
nalis  vocatus")  durante  aquel  período. 

Lull  demuestra  en  esta  obra  tener  una  idea  muy  segura  de  la  enci- 
clopedia. Anuncia,  ya  en  el  prólogo,  que  "con  el  auxilio  de  los  dieci- 
seis árboles  se  puede  tratar  de  todas  las  ciencias",  y  en  otro  lugar  (58), 
afirma  que  "en  los  catorce  árboles  primeros  están  contenidas  todas  ks 
cosas,  explícita  o  implícitamente"  (esplegades  o  emplegades) ;  pero,  por 
otro  lado,  advierte  repetidamente  al  lector  que  él  "trata  abreviadamente 
las  materias"  (59)  y  se  propone  "evitar  prolijidad  al  entendimiento  ejer- 
citado y  ya  desplegado  por  esta  ciencia  (general)"  (60).  En  el  Arbre  de 
Sciencia  llega  a  su  punto  álgido  aquel  primordial  intento  de  Lull,  rayano 
en  obsesión,  de  unificar  todo  el  saber  humano.  Bastaría  esta  sola  aspira- 
ción—dejando de  lado  los  medios  empleados  para  realizarla  y  la  cues- 
tión final  del  éxito — para  poder  hablar  con  toda  propiedad  de  una  filo- 
sofía luliana  e  incorporarla  a  la  historia  de  las  diversas  tentativas  he- 
chas, desde  los  griegos  hasta  Comte  y  Spencer,  para  conseguir  aquel 
magno  propósito. 

Todo  intento  de  nueva  clasificación  de  las  ciencias,  por  más  que  esté 
proyectada  también  para  lo  futuro  y  en  función  universal,  se  traduce, 
de  hecho,  en  un  esfuerzo  ingente  para  sintetizar  el  saber  efectivo  de 
una  época.  La  principal  dificultad  de  la  empresa  estriba  en  la  elección 
del  principio  rector — que  lo  da  siempre  la  época,  aunque  en  él  se  cifre 
la  universalidad — y  en  el  arte,  más  personal  de  lo  que  parece,  de  jerar- 
quizar los  conocimientos.  La  auténtica  dirección  enciclopedista  en  la 
Edad  Media  no  hay  que  ir  a  buscarla  ni  en  los  acopios  indigestos  de 
materiales,  como,  v.  g.,  en  el  Speculum  doctrínale  de  Vicente  de  Beau- 
vais,  ni  en  los  planes  casi  uniformes  y  demasiado  socorridos  de  las 
Summas  teológicas,  sino  más  bien  en  las  audaces  sistematizaciones  doc- 
trinales de  dos  grandes  proyectistas:  Roger  Bacon  y  Ramón  Lull. 


(57)  Cfr.  Tomo  I,  págs.  261  y  279;  Tomo  II.  págs.  341  et  passim 

(58)  Tomo  II,  pág.  341. 

(59)  Tomo  I,  págs.  179,  243  et  passim. 

(60)  Tomo  I,  pág.  293. 


-  4*2  — 


El  franciscano  R.  Bacon  acababa  de  intentar  la  unificación  del  sa- 
ber mediante  la  reducción  de  todas  las  ciencias  a  la  teología.  Lull  no 
se  aparta  esencialmente  de  esta  idea  rectora.  Prescindiendo,  por  el  mo- 
mento, de  otros  aspectos  del  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la 
razón,  en  el  Arbre  de  Sciencia  el  árbol  divinal  supone  los  árboles  ante- 
riores, pero  es  a  la  vez  su  coronamiento,  o,  como  dice  Lull :  "la  teolo- 
gía es  fruto  de  la  filosofía,  ¡por  más  que  la  filosofía  es  su  instrumen- 
to" (61).  Pero  hay  una  diferencia  importante  en  cuanto  a  la  manera  de 
acometer  el  asunto  aquellos  dos  hombres  que  presentan  tantas  seme- 
janzas personales  y  de  doctrina.  El  autor  del  O  pus  maius  sigue  una 
marcha  empírica,  imprimiendo  a  sus  investigaciones  enciclopédicas  un 
doble  sentido  eminentemente  matemático  y  naturalista.  Lull  a  quien,  por 
otro  lado,  "no  pueden  negársele  conocimientos  de  filosofía  natural"  (62) 
y  que  posee  un  sentido  de  aguda  observación  y  un  sentimiento  vivísimo 
de  la  naturaleza,  sigue  en  su  intento  de  clasificación  jerárquica  de  las 
ciencias  una  dirección  preferentemente  ontológica,  en  la  cual  a  menu- 
do se  confunden  lo  ideal  y  lo  real,  la  lógica  y  la  metafísica.  Pero  ni  en 
el  filósofo  inglés  ni  en  el  filósofo  mallorquín  el  "itinerario  de  la  mente 
humana"  termina  con  la  enciclopedia.  Franciscanos  ambos,  convienen 
en  proclamar  la  superioridad  de  la  Sabiduría  o  ciencia  infusa — asequible 
sólo  mediante  la  ascensión  mística — sobre  la  Ciencia  humana  o  adqui- 
rida, aun  después  de  unificada  por  medio  del  Arte  (63). 

(61)  Tomo  II,  pá*i.  448. 

(62)  José  R.  de  Luanco,  en  su  estudio:  Raimundo  Lulio  considerado  como  alqui- 
mista, Barcelona,  1870,  pág.  q. 

(63)  R.  Bacon:  Opus  maius  (ed.  de  Londres,  1733),  toda  la  parte  VI  y  la  par- 
te II,  cap.  8;  y  también  Opus  tertium  (ed.  de  Londres,  1859),  caps.  23  y  24.  Sobre 
este  punto,  véase  a  Tomás  Carreras  i  Artau :  Els  carácter s  de  la  filosofía  franciscana 
i  l'esperit  de  Sant  Francesc,  artículo  en  "Franciscalia",  Barcelona,  1928,  pács.  16-20  y 
24-25. 


Arbor  naturalis  et  logicalis 
de  la  Lógica  nova 


CAPITULO  XIII 


LA  "LOGICA  NOVA"  Y  EL  "ARS  GENERAOS  ULTIMA" 
PRODUCCIONES  POSTERIORES 

I 

La  "Lógica  nova"  (1303)  y  sus  relaciones  con  el  Arte  general 

Propósitos,  caracteres  y  novedades  de  esta  obra. — Su  estructura. — Examen  de  su 
contenido. — Aplicaciones  del  Arte  general. 

1.  La  Lógica  nova  (n.°  45  del  catálogo)  fué  escrita  originaria- 
mente en  catalán  en  Genova,  en  1303,  y  vertida  al  latín  en  Montpellier 
al  año  siguiente  (1).  La  genealogía  remota  de  esta  obra  hay  que  buscarla 
en  el  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel,  puesto  que  Lull  se  propuso 
también  con  ella  escribir  un  manual  para  uso  de  los  escolares ;  pero  su 
origen  inmediato  está  en  el  deseo  de  extender  y  aplicar  los  principios  del 
Arte  general  a  la  lógica,  'considerada  como  una  disciplina  o  arte  particu- 
lar, análogamente  a  como  lo  había  hecho  con  la  teología,  el  derecho,  la 
medicina,  la  astronomía,  etc. 

Dice  Lull,  en  el  prólogo,  que  se  ha  decidido  a  escribir  una  lógica 
nueva  y  compendiada  con  el  objeto  de  evitar  los  defectos  de  la  antigua 
lógica,  prolija,  vacilante  y  difícil  de  retener.  Esta  nueva  lógica,  por  el 
contrario,  podrá  ser  aprendida  sin  esfuerzo,  recordada  y  retenida  plena, 
total  y  fácilmente  (2). 

La  nueva  lógica  luliana  tiene  también  por  objeto  la  indagación  de 
lo  verdadero  y  de  lo  falso  (3) ;  pero  se  diferencia  de  la  antigua — es  de- 

(1)  Para  el  estudio  de  esta  obra  utilizamos  la  edición  de  Mallorca  de  1744. 

(2)  "Idcirco  ad  prolixitatem  et  labilitatem  huiusmodi  evitandum  (divino  auxilio  me- 
diante) cogitavimus  Novam  et  compendiosam  Logicam  invenire,  quae  citra  nimiam  diffi- 
cultatem  et  laborem  ab  inquirentibus  eam  acquiratur,  et  acquisita  in  memoria  plenarie 
conservetur,  ac  inibi  totaliter,  et  facillime  teneatur"  (Prólogo,  pág.  1). 

(3)  "Erit  igitur  subiectum  huius  Artis,  inventio  veri  ac  falsi"  (Ibid.,  pág.  2). 


—  424  - 


cir,  de  la  lógica  aristotélica  y  formal — en  que  ésta  es  una  lógica  de  la 
segunda  intención  y,  por  tanto,  deficiente  en  su  modo  de  conocer,  al  paso 
que  la  lógica  nueva  es  asimismo  una  lógica  natural  o  de  la  primera  in- 
tención. Por  eso,  añade  el  autor,  en  algunos  pasajes  de  nuestro  com- 
pendio planteamos,  definimos  y  demostramos  las  cuestiones  procediendo 
naturalmente  y  lógicamente  (4).  Lull  continúa,  pues,  manteniéndose  en 
el  punto  de  vista  inicial  del  Compendio  de  la  Lógica  de  Algazel,  incon- 
fundible, según  vimos  (5),  con  el  de  la  lógica  peripatética,  pero  con  una 
diferencia  importante,  acorde  con  la  evolución  experimentada  por  el 
Arte  luliana :  en  el  citado  Compendio  son  intercaladas  algunas  cuestio- 
nes de  carácter  teológico,  las  cuales  giran  alrededor  del  tema  de  la  con- 
versión de  los  infieles  y  van  directamente  encaminadas  a  la  demostra- 
ción de  los  dogmas  diferenciales  de  la  Trinidad  y  la  Encarnación,  mien- 
tras que  las  cuestiones  introducidas  ahora  en  la  Lógica  nova  son  cues- 
tiones estrictamente  metafísicas  o  cuestiones  lógicas  vistas  y  tratadas 
por  su  lado  metafísico. 

Por  lo  demás,  gracias  al  refuerzo  de  los  principios  y  de  las  reglas  del 
Arte  general  aplicados  ahora  a  la  lógica,  la  demostración  será  más  efi- 
caz y,  por  otro  lado,  el  hábito  de  recordar  arraigará  mejor  y  se  hará 
más  tenaz  (6).  Aunque  muy  atenuadamente.  apela  "Lull  en  esta  obra  al 
recurso  del  simbolismo  del  árbol  y  hace  aplicaciones  a  la  enciclopedia 
de  las  ciencias.  No  en  balde  escribe  la  Lógica  nova  después  de  haber 
compuesto  el  Arhre  de  Sciencia. 

2.  Veamos  ahora  sumariamente  la  estructura  y  contenido  de  la 
Lógica  nova.  Está  dividida  en  las  siete  distinciones  o  partes  siguientes: 

En  la  primera  distinción  se  trata  del  "Arbol  natural  y  logical"  (Arbor 
quem  naturalem  et  logicalem  vocamus)  (7Y  El  tronco  (truncus)  de  este 
árbol  está  dividido  en  seis  partes  o  nudos  (nodi),  a  saber:  ente,  substan- 
cia, cuerpo,  animal,  hombre  (sugestión  del  Arbol  de  Porfirio)  y  cuestión. 
Esta  última  parte  es  complementaria  de  las  cinco  partes  anteriores 


(4)  ''Verum  quia  loerici  considerado  versatur  circa  secundas  intentiones,  quas,  primis 
ignoratis,  nemo  potest  perfecte  cognoscere:  ideo  in  hoc  nostro  compendioso,  et  novo 
opere,  ponentes,  defñnientes.  et  demonstrantes,  in  aliquibus  passibus  naturaliter,  ac  philo- 
sophice  procedemus,  ut  naturaliter,  et  logice  habeatur  clara  et  plana  noticia  primarum 
et  secundarum  intentionum  a  scientibus  hunc  librum"  (Tbid.,  pág.  2). 

(5)  Véase  el  capítulo  XI,  §  II,  núm.  6. 

C6)  "...  cui  quidem  negotio  passim  subvenientes  modo  cum  principiis,  modo  cum 
regulis  Artis  generalis  auxiliabimur,  ut  in  demonstratione  clarius  cognoscatur  et  in  habitu 
memoriae  radicabilius  atque  tenatius  fiat"  CIbid.,  pág.  2). 

(7)    Se  inserta  separadamente  antes  del  texto  del  presente  capítulo,  reproducido  de 

la  citada  edición  de  Mallorca,  1744. 


42$  — 


Lull  alude  vagamente  a  las  llores  de  este  árbol,  o  sea,  las  subdivi- 
siones. Así,  el  ente  es  substancial  y  accidental,  la  substancia  es  corporal 
e  incorporal,  el  cuerpo  es  animado  e  inanimado,  el  animal  es  racional  e 
irracional,  el  hombre  es  tal  o  cual  individuo. 

Define  la  cuestión  diciendo  que  es  la  pregunta  que  se  hace  acerca  de 
una  cosa  ignorada  (petitio  reí  ignoiae)  y  la  divide  en  diez  partes  genera- 
les llamadas  modos  o  reglas  generales  (regúlate  generales  quaestionandi) , 
a  cada  una  de  las  cuales  asigna  una  letra  representativa.  En  el  Ars 
magna  primitiva  y  en  el  Art  demostrativa  los  modos  generales  eran 
dieciséis  (8) ;  en  el  Ars  inveniendi  veritatem  son  presentadas  nueve  re- 
glas generales  (9);  en  la  Tabula  generalis  estas  reglas  son  diez  (10),  las 
cuales,  con  idéntico  contenido,  pasan  a  la  Lógica  nova. 

He  aquí  el  cuadro  esquemático  del  desarrollo  de  las  diez  reglas  ge- 
nerales : 

1.  a  regla:  B.  utrum:  de  la  posibilidad. 

2.  a  regla:  C.  quid:  de  la  definición. 

3.  a  regla :  D.  de  quo :  de  la  materialidad. 

4.  a  regla :  E.  quare :  de  la  formalidad  o  causalidad. 

5.  a  regla:  F.  quantum:  de  la  cantidad. 

6.  a  regla :  G.  quale :  de  la  cualidad. 

7.  a  regla:  H.  quando:  de  la  temporalidad. 

8.  a  regla :  I.  ubi :  de  la  localidad. 

9.  a  regla:  K.  quo  modo:  de  la  modalidad. 

10.a  regla:  K.  cum  quo:  de  la  instrumentalidad  (11). 

Estas  diez  reglas  generales — así  llamadas  porque  cada  una  de  ellas 
tiene  sus  especies — agotan  todos  los  aspectos  posibles  de  la  discusión, 
y  sirven  para  plantear  toda  clase  de  cuestiones  (12) ;  pero  son  tratadas 
según  un  doble  sentido  lógico-metafísico  (13). 

La  segunda  distinción  versa  sobre  los  cinco  predicables.  Lull  plañ- 
ís) Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem,  dist.  II,  pars  T,  págs.  11-16;  Art  demos- 
trativa, dist.  III,  págs.  101-124. 

(9)  Dist.  III,  De  Regulis,  págs.  37-65  (ed.  de  Maguncia,  vol.  V). 

(10)  Dist.  III,  De  regles,  págs.  337-354  (ed.  de  Mallorca,  1932). 

(n)  Como  se  ve,  las  reglas  9.a  y  10.a  tienen  asignada  la  misma  letra  K.  En  el  alfa- 
beto, que  acaba  por  ser  la  primera  pieza  esencial  del  Arte  general,  dichas  dos  reglas  son 
refundidas  en  una  sola,  sin  duda  para  hacer  simetría,  dentro  del  mismo  alfabeto,  con 
los  nueve  principios  (absolutos  y  relativos),  con  los  nueve  sujetos  y  también  con  las 
nueve  virtudes  y  los  nueve  vicios. 

(12)  "Nam  omnes  questiones  fiunt  secundum  istos  decem  modos:  unde  dicuntur 
regule  generales  questionandi,  quelibet  ipsarum  habens  suas  species"  (dist.  I,  cap.  VT. 
Pág.  11). 

(13)  Ofr.  los  caps.  VI  al  XVI  de  la  dist.  I. 


A26  - 


tea  aquí,  y  resuelve  en  sentido  realista,  el  problema  de  los  universales. 

En  la  tercera  distinción  trata  de  los  diez  predicamentos. 

En  la  cuarta  distinción  reproduce  la  doctrina  metafísica  de  las  "cien 
formas".  Es  de  advertir  que  la  elección  de  esas  cien  formas  difiere  así 
respecto  del  Arbre  de  Sciencia  como  del  Ars  generalis  ultima. 

En  la  quinta  distinción  desarrolla  por  extenso  la  teoría  del  silogis- 
mo. Presta  también  mucha  atención  a  la  doctrina  de  las  falacias.  En 
el  capítulo  que  dedica  a  la  demostración  distingue  entre  la  demostra- 
ción per  quid,  guia  y  per  aequiparantiam.  De  esta  última  trataremos 
más  adelante. 

En  la  sexta  distinción  hace  aplicaciones  de  los  principios  de  la  Ló- 
gica nova,  anteriormente  expuestos,  a  las  demás  ciencias  y  particular- 
mente a  la  teología,  a  la  filosofía,  a  la  moral,  al  derecho  y  a  la  medicina. 

La  distinción  séptima  y  última  está  dedicada  a  las  cuestiones.  Esta 
parte  es  complementaria  de  las  anteriores,  análogamente  a  como  en  el 
Arbre  de  Sciencia  el  árbol  cuestional  complementa  los  árboles  prece- 
dentes, y  tiene  por  objeto  adiestrar  al  lógico  en  el  arte  de  plantear  y 
resolver  cuestiones  concernientes  a  cada  una  de  las  materias  antes  tra- 
tadas. 

3.  Otra  novedad  de  la  Lógica  nova  es  la  terminología.  Parte  de 
esa  terminología  está  tomada  de  la  lógica  occidental ;  la  restante  es  la 
usada  en  el  Arte  general  y  en  el  Arbre  de  Sciencia.  Lull  se  vale  de  esta 
última  terminología  para  intentar  nuevos  modos  de  definir,  tales  co- 
mo: Homo  est  animal  homificans  (mejor  que  Homo  est  animal  rationa- 
le  el  moríale),  Deus  est  ens  deificans  (y  también  cris  aeternans,  ens  in- 
finitans,  por  razón  de  su  eternidad  e  infinidad).  Jgnis  est  ens  igniens. 
Leo  est  ens  leonans,  Planta  est  ens  plantificans,  Homo  faber  est  ens 
fabricans,  etc.  (14). 

Por  lo  demás,  la  Lógica  nova  significa  un  retorno  a  los  procedimien- 
tos característicos  del  Arte  general. 


Ci4)    Véase  el  cap.  V  de  la  dist.  I.  págs.  10  y  n. 


Primera  Figura 
del  Ars  generalis  ultima 


Segunda  Figura 
del  Ars  generalis  ultima 


BC I C  D !  D E  |  FF  |  FG  j  OH j  H I  | 


Bü|CB{ L>F |hG|FHjüi  |HK¡ 


mi 

CF] 

DG!  EH|FI  | 

BF 

CG| 

DH  bl  |FK| 

|BG;CH 

DI  |EK¡ 

JBH 

Cl 

DK  i 

|  Bl 

|CK| 

\1K1 

Tercera  Figura 
del  Ars  generalis  ultima 


Cuarta  Figura 
del  Ars  generalis  ultima 


11 


El  "Ars  generalis  ultjma"  o  "Ars  magna"  definitiva  (1308). 

Arquitectura  e  interés  de  e:ta  obra. — Los  principios  generales. — el  alfabeto.-v 
Las  figuras. — La  tabla. — La  evacuado  de  la  tercera  figura. — La  multiplicatio  de 
la  cuarta  figura. — La  mixtión  de  los  principios  y  las  reglas. —  La  aplicación. — 
Las  cuestiones  particulares. — El  manejo  del  Arte  y  modo  de  enreñarla. —  Sig- 
nificación de  esta  obra  dentro  del  total  proceso  del  Arte  general. — El  Ars  bre- 
vis  (1308)  y  sus  oficios  respecto  del  Ars  generalis  ultima. 

4.  El  .Irs  generalis  ultima  (n.°  54  del  catálogo),  comenzada  en  Lyón 
en  1305  y  terminada  en  Pisa  en  1308,  significa  el  último  y  supremo  es- 
fuerzo realizado  por  Lull  para  dar  forma  definitiva  a  su  Arte  general. 
En  el  incipit  es  denominada  esta  obra  Ars  magna,  generalis  et  ulti- 
ma (15).  Y  es  preciso  advertir  que,  cuando  durante  el  período  del  Re- 
nacimiento se  cita  el  Ars  magna,  se  alude  al  Ars  generalis  ultima,  la 
cual  alcanzó  un  número  considerable  de  ediciones.  En  cambio,  el  Ars 
magna  primitiva  ha  sido  muy  poco  conocida,  como  lo  comprueba  el  es- 
caso número  de  manuscritos  y  el  hecho  de  no  existir  más  que  una  edi- 
ción (16). 

El  Ars  generalis  ultima  merece  un  detenido  estudio.  En  primer  lu- 
gar, este  tratado  cierra  el  proceso  del  Arte  general  luliana.  De  otro  lado, 
herido  Lull  en  lo  más  vivo  de  su  amor  propio  por  impugnadores  coetá- 
neos mordacísimos  (17),  despliega  en  esta  vasta  obra  un  esfuerzo  ex- 
traordinario que  aun  hoy  causa  asombro,  para  justificar  el  valor  defini- 
tivo de  su  Arte.  Por  último,  dado  el  interés  actual  de  la  logística  y  la 
filosofía  matemática,  no  es  posible  ya  adoptar  la  cómoda  actitud  de 
Lktré-Hauréau,  según  la  cual  "el  examen  de  esta  obra  sería  no  menos 


(15)  Para  el  estudio  de  esta  obra  y  del  Ars  brevis  utilizamos  la  edición  de  Lázaro 
Zetzner.  Estrasburgo,  1609. 

(16)  La  del  tomo  I  (1721)  de  la  edición  maguntina  de  Salzinger. 

(17)  "Amplius  aliquis  forte  habens  dentem  caninum  et  linguam  serpentinam,  prin- 
cipia nostra  et  eorum  deffinitiones  spernet  et  calumniabitur"  (Ars  gen.  ult.,  III  pars  princ, 
páp.  129). 


-  428  — 


buperfluo  que  fastidioso"  (i8j.  Porque  más  instructivo  que  proclamar 
la  tesis  rotunda  de  que  el  Arte  luliana  "ha  perecido  para  siempre"  (19), 
ha  de  ser,  para  el  historiador  de  la  filosofía,  la  labor  paciente  y  metó- 
dica de  averiguar  si  los  principios  lógico-matemáticos  que  informan  el 
Ars  generalis  ultima,  infiltrándose  en  el  curso  del  pensamiento  filosófico 
general  y  fecundados  por  alguna  mente  poderosa,  alcanzarán  con  el 
tiempo  un  nuevo  auge  y  vigor  insospechados. 

Mientras  Lull  componía  el  Ars  generalis  ultima,  se  preocupaba  ya  de 
preparar  su  Ars  brevis  (n.°  53  del  catálogo),  especie  de  miniatura  de 
aquélla,  que  había  de  constituir  como  su  grado  elemental  y  preparato- 
rio (20).  Esta  Ars  brevis  (1308),  que  es  una  de  las  obras  lulianas  que  ha 
obtenido  mayor  difusión,  es  no  sólo  un  resumen  autorizado  del  Ars  ge- 
neralis ultima,  sino  que  a  veces  sirve  para  puntualizar  ciertos  conceptos 
difíciles  del  texto  extractado.  Por  eso,  en  la  exposición  que  sigue  nos 
referimos  indistintamente  a  las  dos  obras  (21). 

En  el  proemio  del  Ars  generalis  ultima  dice  Lull  que,  habiendo  com- 
puesto muchas  artes  generales,  se  propone  exponerlas  de  un  modo  más 
claro  en  la  presente  Arte,  la  cual  es  una  compilación  de  todas  ellas,  bien 
que  adicionada  con  algunas  novedades.  La  denomina  última,  porque  es- 
tá decidido  a  no  escribir  ninguna  otra  (22). 

5.  Los  principios  generales  de  esta  Arte  son  dieciocho.  Los  nueve 
primeros  (absolutos')  son:  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabidu- 
ría, voluntad,  virtud,  verdad  y  gloria.  Los  nueve  siguientes  (relativos) 
son  :  diferencia,  concordancia,  contrariedad,  principio,  medio,  fin,  ma- 
yoridad, igualdad  y  minoridad.  Todos  los  principios  particulares  se  re- 
ducen a  los  susodichos  principios  generales. 

Rajo  otro  respecto  esta  Ciencia  o  Arte  puede  ser  llamada  general, 
porque  todas  las  cuestiones  posibles  se  reducen  a  diez  cuestiones  o 
reglas  generales.  Lo  es  asimismo  por  razón  de  la  mixtión  de  aquellos 


Ct8)  En  su  citado  estudio  del  t.  XXIX  de  la  Histoire  littér.  de  la  France,  pág.  237. 
do)    Ibid.,  pág.  3. 

(20)  "Incipit  ars  brevis,  quae  est  imago  artis  generalis  quae  sic  intitula*  ur. . .  Ratio 
quare  facimus  istam  artem  brevem  est  ut  ars  magna  facilius  sciatur"  (De  prologo).  En 
la  XIII  pars  principalis  del  Ars  generalis  ultima,  pág.  663,  se  dice:  "Veruntamen  ad 
addiscendum  hanc  artem  citius  consulto,  quod  primo  addiscatur  ars  brevis.  quae  sic 
intitulatur." 

(21)  Si  nada  se  indica  en  contrario,  se  entenderá  que  el  texto  es  del  Ars  generalis 

ultima. 

(22)  "Quoniam  multas  artes  fecimus  generales,  ipsas  volumus  clarius  explanare  per 
istam  quam  vocamus  ultimam,  quia  de  cetero  non  proponimus  aliam  faceré,  ipsam  qui- 

dem  ex  aliis  compilamus:  et  aliqua  nova  explicite  addimus"  Trooemium) . 


principios  y  estas  reglas  generales,  conforme  se  verá  (23).  El  asunto  de 
esta  Arte  es  responder  a  toda  clase  de  cuestiones,  supuesto  el  acuerdo 
en  cuanto  a  la  significación  de  un  nombre  dado  (24). 

La  obra  está  dividida  en  trece  partes  principales,  a  saber:  í.  El  al- 
fabeto. II.  Las  figuras.  III.  Las  definiciones.  IV.  Las  reglas.  V.  La  ta- 
bla. VI.  La  evacuatio  de  la  tercera  figura.  VIL  La  multiplicatio  de  la 
cuarta  figura.  VIII.  La  mixtión  (mixtio)  de  los  principios  y  las  reglas. 
IX.  Los  nueve  sujetos.  X.  La  aplicación.  XI.  Las  cuestiones  (particula- 
res). XII.  El  manejo  o  adiestramiento  en  el  Arte,  y  XIII.  El  modo  de 
enseñarla. 

6.  El  alfabeto  (I). — Insiste  Lull  en  que  el  artista  debe  aprendérselo 
de  memoria  (cordetenus  o  porte t  scire),  y  es  como  sigue: 

(23)  Ars  gen.  ult.,  Prooemium. 

(24)  "Subiectum  huius  artis  est  responderé  de  ómnibus  quaestionibus,  supposito  quorl 
sciatur  quid  dicitur  per  nomem"  (Ars  brevis,  De  prolopo) . 


-43°  — 


I    i  -  1     J    I    I    I    I  I 

i  1  I    i  i  I  I  1  t 


—  43i  — 


Las  novedades  introducidas  ahora  en  el  alfabeto  son:  la  columna  de 
los  nueve  sujetos  (sistematización  de  las  cuestiones  teológico-metaf  ísico- 
cosmológicas)  y  la  doble  columna  de  las  virtudes  y  los  vicios  (sistemati- 
zación de  la  ética).  Lull  mantiene,  pues,  y  acentúa  todavía  en  el  Ars  gc- 
ucralis  ultima  el  pensamiento  del  Ars  magna  primitiva  de  construir  a 
la  vez  un  Ars  veri  et  boni. 

7.  Las  figuras  (II). — Son  las  cuatro,  cuyos  gráficos  se  acompañan 
separadamente,  o  sea,  las  mismas  que,  a  partir  del  Ars  inventiva  verita- 
tis  (25),  pasaron  a  ser  definitivas. 

La  primera  figura  es  designada  por  A.  Consiste  en  un  círculo,  divi- 
dido en  nueve  cámaras,  que  contienen  los  nueve  consabidos  principios 
o  predicados  absolutos:  bondad,  grandeza,  duración,  poder,  sabiduría, 
voluntad,  virtud,  verdad  y  gloria,  y  además  las  letras  B,  C,  D,  E,  F,  G, 
H,  I,  K,  representativas  respectivamente  de  dichos  principios. 

Esta  figura  es  circular,  para  significar  que  el  sujeto  y  el  predicado 
se  convierten  recíprocamente.  Así  puede  afirmarse :  la  bondad  es  gran- 
de y  la  grandeza  es  buena,  la  grandeza  es  eterna  y  la  eternidad  es  gran- 
de, Dios  bueno  y  buen  Dios,  etc.  En  esta  figura  hallará  el  artista  la  unión 
natural  entre  el  sujeto  y  el  predicado,  la  disposición  y  la  proporción 
entre  el  uno  y  el  otro,  y  descubrirá  el  término  medio  que  permite  esta- 
blecer la  conclusión  (26).  Pero,  gracias  también  a  aquella  disposición 
circular,  podrá  saber  el  artista  aquellas  cosas  que  se  convierten  y  aque- 
llas que  no  se  convierten :  así,  cuando  decimos  Dios  es  bueno,  hay  con- 
versión :  pero  Dios  y  el  ángel  no  se  convierten  recíprocamente. 

En  los  principios  de  esta  figura  está  implicado  cuanto  existe,  puesto 
que  todo  lo  existente  es  bueno,  grande,  etc.,  como,  por  ejemplo.  Dios  y 
el  ángel,  que  son  buenos,  grandes,  etc.  Por  eso,  todo  lo  que  existe  se 
reduce  a  los  nueve  principios  supradichos  (27). 

8.  La  segunda  figura,  de  los  principios  relativos,  es  designada  por 
T,  y  se  compone  de  los  tres  triángulos  íen  el  Ars  magna  primitiva  eran 
cinco)  siguientes : 

El  primer  triángulo,  B  C  D,  de  color  verde,  es  el  de  la  diferencia,  la 

(25)  Véase  de  esta  obra  toda  la  dist.  I,  De  figuris,  vol.  Y  de  la  ed.  de  Maguncia, 
págs.  3-13.  Las  cuatro  figuras,  que  después  se  han  ido  repitiendo  hasta  el  Ars  generalis 
ultima,  preceden  al  texto. 

(26)  "In  ipsa  quidem  figura  inquirit  artista  naturalem  coniunctionem  ínter  subiectum 
et  praedicatum,  dispositionem  et  proportionem,  ut  ad  faciendum  conclusionem  possit  mé- 
dium invenire"  (Ars  brevis,  cap.  II,  pág.  3). 

Í27)  "In  principiis  istius  figurae  est  implicatum  quicquid  est,  nam  quicquid  est,  au' 
est  bonum  aut  magnum  etc.,  sicut  Deus  et  ángelus,  qui  sunt  boni  et  magni,  etc.,  quaprop- 
ter  quicquid  est  reducibile  est  ad  principia  supradicta"  (Ars  brevis,  cap.  II,  pág.  3). 


-  432  — 


concordancia  y  la  contrariedad.  Cada  ángulo  de  e^le  triángulo  tiene  tres 
especies,  puesto  que  ia  diferencia  puede  existir  entre  lo  sensual  y  lo  sen- 
sual (por  ejemplo,  entre  la  piedra  y  el  árbol;  o  entre  lo  sensual  y  lo  in- 
telectual (como  entre  el  cuerpo  y  el  alma)  o  entre  lo  intelectual  y  lo  in- 
telectual (como  entre  el  alma  y  Dios  o  entre  el  ángel  y  el  ángel  o  entre 
Dios  y  el  ángel).  Y  lo  mismo  puede  decirse  de  la  concordancia  y  la  con- 
trariedad, significadas  por  los  otros  dos  ángulos. 

El  segundo  triángulo,  E  F  G,  de  color  rojo,  es  el  del  principio,  el 
medio  y  el  fin.  El  ángulo  del  principio  contiene  la  causa,  la  cantidad  y 
el  tiempo.  La  causa  incluye  a  su  vez  'las  causas  eficiente,  material,  for- 
mal y  final  (principios  substanciales).  Por  la  cantidad  y  el  tiempo  son 
significados  los  nueve  predicamentos  restantes  (principios  accidentales). 
El  ángulo  del  medio  contiene  tres  especies,  a  saber:  el  medio  de  unión, 
como  el  clavo  que  une  dos  postes ;  el  medio  de  medición,  como  el  centro 
que  equidista  de  todas  las  partes  del  círculo,  y  el  medio  de  las  extremi- 
dades, como  la  línea  que  existe  entre  dos  puntos.  El  ángulo  del  fin  pre- 
senta tres  especies,  a  saber :  el  fin  de  terminación,  como  el  término  del 
reino  o  del  campo ;  el  fin  de  privación,  como  la  muerte  que  termina  la 
vida,  y  el  fin  de  perfección  o  causal,  como  Dios  qué  r-s  fin  y  causa  de 
todas  las  cosas. 

El  tercer  triángulo,  H  I  K,  de  color  amarillo,  es  el  de  la  mayoridad, 
la  igualdad  y  la  minoridad.  El  ángulo  de  la  mayoridad  ofrece  tres  espe- 
cies, puesto  que  la  mayoridad  puede  darse :  entre  la  substancia  y  la  subs- 
tancia, y  así  la  substancia  del  hombre  es  mayor  en  bondad  y  en  virtud 
que  la  substancia  de  la  piedra;  entre  la  substancia  y  el  accidente,  verbi- 
gracia :  la  substancia  del  hombre,  que  es  mayor  que  su  cantidad  y  los 
demás  accidentes;  y  entre  accidente  y  accidente,  como  entender  que  es 
mayor  que  sentir.  Todo  lo  que  se  acaba  de  decir  de  la  mayoridad  puede 
decirse  asimismo  de  la  minoridad,  que  es  su  correlativo.  El  ángulo  dé- 
la igualdad  tiene  tres  especies,  puesto  que  la  igualdad  puede  darse:  en- 
tre la  substancia  y  la  substancia,  como  el  hombre  y  la  piedra  que  son 
iguales  en  cuanto  al  género  de  substancia;  entre  accidente  y  accidente. 
por  ejemplo,  entender  y  amar  que  son  iguales  en  cuanto  al  género  de 
accidente,  y  entre  substancia  y  accidente,  como  la  cantidad  y  su  sujeto 
que  son  iguales  por  la  extensión  y  la  superficie. 

Eos  principios  significados  por  los  tres  descritos  triángulos  son  ge- 
nerales, porque  todo  lo  que  existe,  está  en  la  diferencia,  la  concordancia 
o  la  contrariedad,  en  el  principio,  el  medio  o  el  fin.  en  la  mayoridad,  la 
minoridad  o  la  igualdad.  Y  fuera  de  estos  términos  ningún  ser  puede 


—  433  — 


•existir  (28).  Por  otro  lado,  cada  ángulo  y  el  principio  por  él  significado 
constituyen  una  escala  para  el  ascenso  y  el  descenso  del  entendimiento, 
-extremo  éste  acerca  del  cual  habremos  de  insistir  en  el  capítulo  siguiente. 

Esta  segunda  figura  está  al  servicio  de  la  primera  figura,  puesto  que 
mediante  la  diferencia  distinguimos  entre  la  bondad,  la  grandeza,  etc., 
y  con  la  concordancia  concordamos  estos  principios.  Y  lo  propio  podría- 
mos decir  de  la  contrariedad  y  de  los  demás  principios  de  la  segunda 
figura.  También,  con  la  diferencia,  distinguimos  en  la  esencia  de  la  bon- 
dad lo  bonificante,  lo  bonificado  y  bonificar,  y  con  la  concordancia  con- 
cordamos estas  tres  cosas,  que  son  lo  mismo  por  esencia,  naturalmen- 
te consideradas  (naturaliter),  no  así  moralmente  (moraliter),  puesto  que 
•en  tal  caso  la  diferencia  no  es  innata,  sino  facticia. 

9.  La  tercera  figura  está  compuesta  de  la  primera  y  de  la  segunda 
figuras.  Consta  de  treinta  y  seis  cámaras,  y  en  cada  cámara  hay  dos  le- 
tras :  así,  en  la  primera  B  y  C,  en  la  segunda  P>  y  D,  en  la  tercera  B  y  E, 
y  lo  propio  ocurre  en  las  restantes  cámaras. 

Se  dice  que  esta  figura  se  compone  de  las  dos  figuras  precedentes, 
porque  B  vale  B  (bondad)  cuando  está  en  la  primera  figura,  y  B  (di- 
ferencia) cuando  está  en  la  segunda  figura ;  C  vale  C  (grandeza)  cuan- 
•do  está  en  la  primera  figura,  y  C  (concordancia)  cuando  está  en  la  se- 
gunda figura,  y  lo  mismo  puede  decirse  de  las  restantes  letras. 

Las  dos  letras  contenidas  en  cada  cámara  significan  el  sujeto  y  el 
predicado,  y  el  artista  ha  de  buscar  el  término  medio  que  une  a  ambos ; 
así,  por  ejemplo,  la  bondad  y  la  grandeza  están  unidas  por  la  concor- 
dancia. Y  con  este  término  medio  el  artista  decide  concluir  y  declarar 
la  proposición  (29). 

Esta  tercera  figura  significa  también  que  a  cada  principio  le  son  atri- 
buíbles  los  restantes  principios ;  así,  en  la  primera  columna,  B  tiene 
atribuidos  sucesivamente  C,  D,  E,  F,  G,  H,  I,  K;  en  la  segunda  colum- 
na, C  tiene  atribuidos  D,  E,  F,  G,  H,  T,  K,  y  parecidas  atribuciones  se 
hacen  a  D,  E,  F,  G.  H,  I  en  las  demás  columnas.  En  virtud  de  esta  atri- 
bución el  entendimiento,  partiendo  de  cada  uno  de  los  principios  gene- 

(28)  "Angulus  viridis  qui  est  de  differentia,  concordantia  et  contrarietate  est  gene- 
ralis  ad  omnia.  Nam  quicquid  est,  vel  est  in  differentia,  aut  concordantia,  vel  contrarietate. 
In  ipso  autem  triangulo  quicquid  est  implicitum  est...  Triangulus  rubeus,  qui  est  de  prin- 
cipio, medio  et  fine  est  generalis  ad  omnia,  quia  omnia  continet  in  se,  cum  quicquid  sit 
vel  est  in  principio,  medio,  vel  fine.  Et  extra  istos  tres  términos  nullum  ens  esse  potest... 
Per  triangulum  croceum  intelligitur  una  maioritas  universalis,  cui  omnes  aliae  maioritates 
sunt  subalternatae...  Et  hoc  idem  est  de  aequalitate  et  etiam  minoritate  suo  modo"  (Ars 
gen.  ult.,  II  pars  principalis,  cap.  II,  págs.  223  y  224). 

(29)  Ars  brevis,  cap.  IV,  págs.  7  y  8. 


—  434  — 


rales,  puede  conocer  sucesivamente  los  demás  principios  y,  de  este  mo- 
do, aportar  muchas  razones  pertinentes  a  una  misma  conclusión.  Y  así,, 
por  ejemplo,  tomada  la  bondad  como  sujeto  y  los  demás  principios  co- 
mo predicados,  tendremos :  la  bondad  es  grande,  la  bondad  es  duradera, 
la  bondad  es  potente,  la  bondad  es  cognoscible  (scibile),  la  bondad  es- 
amable,  la  bondad  es  virtuosa,  la  bondad  es  verdadera,  la  bondad  es 
gloriosa,  la  bondad  es  diferente,  la  bondad  es  concordante,  la  bondad 
es  contrariante,  la  bondad  es  principiante,  la  bondad  es  mediante,  la 
bondad  es  finiente  (finiens),  la  bondad  es  mayorificante,  la  bondad  es 
igualante  (coaequans),  la  bondad  es  minorificante.  Y  lo  que  decimos  de 
la  bondad,  podría  decirse  del  mismo  modo  respecto  de  cada  uno  de  los 
demás  principios  (30). 

Es  condición  de  esta  tercera  figura  que  ninguna  cámara  se  halle  en 
contradicción  con  otra,  antes  bien  todas  ellas  concuerden  recíprocamen- 
te en  cuanto  a  la  conclusión.  Esto  es  lo  que  hay  que  exigir  a  la  cáma- 
ra B  C  y  a  las  demás.  Con  esta  condición  el  entendimiento  se  condiciona 
a  sí  mismo  y  construye  la  ciencia  (31). 

10.  La  cuarta  figura  consiste  en  tres  círculos  desiguales  y  concén- 
tricos, de  los  cuales  el  mayor  permanece  fijo  y  los  otros  dos  son  girato- 
rios. En  los  manuscritos  y  en  las  antiguas  ediciones  los  dos  círculos  mer 
ñores  son  de  papel  recortado  y  están  unidos  al  círculo  mayor  por  medio 
de  un  hilo  que  atraviesa  el  centro  y  está  anudado  por  ambos  extremos 
a  fin  de  permitir  la  rotación  (32). 

Comprende  esta  figura  la  primera,  la  segunda  y  la  tercera  figuras, 
y  sirve  para  construir  ordenadamente  la  tabla:  así,  de  la  cámara  B  C  D, 
resultante  de  la  adecuada  disposición  de  los  tres  círculos,  se  formará  la 
primera  columna  de  la  tabla,  compuesta  de  B  C  D ;  de  la  cámara  B  C  E 
saldrá  la  segunda  columna,  compuesta  de  B  C  E,  etc. 

El  círculo  mediano  enseña  a  descubrir  el  término  medio.  Así,  en  la 
cámara  o  combinación  B  C  D  es  C  el  medio  por  el  cual  B  y  D,  esto  esr 


(30)  Ars  brevis,  ibid. 

(31)  "Conditio  huius  ñgurae  est  quod  una  camera  non  sit  contra  aliam,  sed  ad 
invicem  concordent  in  conclusione:  sicut  camera  b.  c.  et  sic  de  aliis,  cum  tali  quidem 
conditione  intellectus  conditionat  se,  et  facit  scientiam"  (Ars  brevis,  cap.  IV,  págs.  7  y  8). 

(32)  En  el  Ars  brevis,  cap.  V,  pág.  9,  se  explica  mejor  que  en  el  Ars  generalis  et  ulti- 
ma el  mecanismo  de  esta  cuarta  figura,  y  así  se  lee :  "Circulus  medius  volvitur  sub  circulo 
superiori  immobili...,  circulus  autem  inferior  volvitur  sub  circulo  medio...  Et  sic  per 
media  camerarum  homo  venatur  necessarias  conclusiones...  Et  sic  erunt  ducentae  quinqua- 
ginta  et  duae  camerae".  Advierte  Prantl  (Geschichtc  der  Logik  im  Abendlande,  lug.  cit.. 
nota  qo)  que  este  número  es  inexacto  y  que  el  resultado  sería  9X9X9=7  29  com- 
binaciones 


—  435  - 


la  bondad  y  la  duración,  participan  de  la  grandeza.  En  cambio,  en  la 
cámara  o  combinación  B  D  E  el  término  medio  D  no  permite  la  unión 
o  participación  entre  B  y  E,  es  decir,  entre  la  bondad  y  el  poder  en 
razón  a  la  contrariedad.  Por  eso,  el  medio  concordativo  o  copulativo 
causa  una  conclusión  afirmativa,  mientras  que  el  medio  contrariativo 
o  disyuntivo  engendra  una  conclusión  negativa  (33). 

El  artista  debe  saber  de  memoria  estas  cuatro  figuras  para  poder 
seguir  adelante  (34). 

Notemos  por  nuestra  parte,  a  guisa  de  resumen,  que  las  dos  primeras 
figuras  podrían  denominarse  de  los  términos;  las  otras  dos  lo  son  pro- 
piamente de  los  juicios  y  las  proposiciones.  La  cuarta  prepara  además 
la  tabla,  que  es  el  instrumento  del  silogismo. 

11.  Las  definiciones  (III). — Conocemos  los  principios  generales  del 
Arte  mediante  las  siguientes  definiciones : 

Bondad  es  el  ser  por  razón  del  cual  lo  bueno  hace  el  bien. 
Grandeza  es  el  ser  por  razón  del  cual  la  bondad,  la  duración  y  los  demás  prin- 
cipios son  grandes. 

Duración  es  aquello  por  razón  de  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  duran. 
Poder  es  aquello  por  razón  de  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  pueden  exis- 
tir y  obrar. 

Sabiduría  es  la  propiedad  por  razón  de  la  cual  el  sabio  entiende. 

Voluntad  es  aquello  por  razón  de  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc.,  son  de- 
seables, y  lo  bueno,  lo  grande,  etc.,  es  queriente. 

Virtud  es  el  origen  de  la  unión  de  la  bondad,  de  la  grandeza  y  de  los  demás 
principios. 

Verdad  es  aquello  que  es  verdadero  de  la  bondad,  la  grandeza,  etc. 
Gloria  es  la  delectación  en  la  cual  la  bondad,  la  grandeza,  etc..  reposan. 
Diferencia  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  grandeza,  etc.,  son  razones  claras 
e  inconcusas. 

Concordancia  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza  y  los  demás  prin- 
cipios concuerdan  en  uno  y  en  varios. 

Contrariedad  es  la  mutua  resistencia  de  algunos  principios  por  razón  de  sus 
diversos  fines. 

Principio  es  aquello  que  se  da  respecto  a  las  demás  cosas  en  razón  de  alguna 
prioridad. 

Medio  es  el  sujeto  en  el  cual  el  fin  influye  en  el  principio  y  el  principio  re- 
fluye en  el  fin,  y  que  es  sabedor  de  la  naturaleza  del  uno  y  del  otro. 
Fin  es  aquello  en  que  el  principio  descansa. 


(33)  "Idcirco  médium  concordativum  síve  copulativum  causat  conclusionem  affir- 
mativam:  et  contrariativum  sive  disiunctivum,  negativam"  (Ars  gen.  ult.,  II  pars  princ, 
cap.  IV,  pág.  227). 

(34)  "Diximus  de  quatuor  figuris,  quas  cordetenus  oportet  scire,  sine  quibus  artista 
hac  arte  non  potest  uti,  ñeque  practicare"  (Ars  brevís,  cap.  V,  pág.  9). 


—  43<> 


Mayoridad  es  la  imagen  de  la  inmensidad,  de  la  grandeza,  de  la  eternidad  y 
de  los  demás  principios. 

Igualdad  es  el  sujeto  en  el  cual  el  fin  de  la  concordancia  de  la  bondad,  de  la 
grandeza  y  de  los  demás  principios  descansa. 

Minoridad  es  el  ser  cercano  a  la  nada. 

Como  se  ve,  Lull  hace  aquí  aplicaciones  de  su  doctrina  de  la  defi- 
nición desenvuelta  en  la  Lógica  nova  (35).  A  su  juicio,  este  modo  de 
definir,  en  que  la  definición  y  lo  definido  se  convierten,  permite  al  artis- 
ta hacer  demostraciones  por  medio  de  principios  primitivos,  verdaderos 
y  a  la  vez  necesarios,  lo  cual  no  es  posible  en  la  forma  usual  de  defi- 
nir (36).  Y  saliendo  al  paso  de  ciertos  detractores,  dice  que  el  Arte  exi- 
ge que  un  principio  ayude  a  otro,  de  tal  modo  que,  si  se  dijese:  Puesto 
que  la  grandeza  es  el  ser  por  razón  del  cual  la  bondad  es  grande,  luego 
todas  las  bondades  son  igualmente  grandes,  habría  que  negar  esta  con- 
clusión en  virtud  del  principio  de  la  mayoridad,  la  minoridad  y  la  con- 
trariedad. 

También  es  preciso  saber  de  memoria  las  definiciones,  si  se  quiere 
dominar  el  Arte  (37;. 

12.  Las  reglas  (IV)  (38). — Son  las  diez  cuestiones  generales  inclui- 
das en  el  alfabeto ;  cada  una  comprende  varias  especies,  como  vamos  a 

ver. 

1.  a  regla:  B.  Utrum  o  de  la  posibilidad.  Tiene  tres  especies,  a  saber: 
la  duda,  la  afirmación  y  la  negación. 

2.  a  regla:  C.  Quid  o  de  la  esencia  (de  quidditate).  Tiene  las  cuatro 
especies  siguientes:  i.a  La  definición,  como  cuando  se  pregunta  qué  es 
el  entendimiento  (quid  est).  Y  se  contesta  que  es  aquella  potencia  a  la 
cual  compete  propiamente  entender.  2.a  Cuando  se  inquiere  qué  es  aque- 
llo que  se  tiene  esencialmente  y  naturalmente  (quid  habet  in  se  essentza- 
liter  et  naturaliter).  Y  así,  respecto  al  entendimiento,  se  contesta  que  tie- 
ne sus  correlativos:  intelectivo,  inteligible  y  entender,  porque  sin  ellos 
el  mismo  entendimiento  no  podría  existir.  3.a  Cuando  se  pregunta  qué 


(35)    Dist.  I,  cap.  V,  págs.  10  y  n. 

C36)  "Et  talis  modus  diffiniendi  est  valde  facilis  et  utilis...  Sicut  diffinitio  quae  cum 
suo  diffinito  convertitur :  sicut  bonitas  est  ens  cui  proprie  competit  bonificare...  Per  talem 
modum  potest  artista  faceré  demonstrationes  per  primitiva  et  vera  principia,  et  etiam 
necessaria,  et  quae  alio  modo  non  se  possunt  habere"  (Ars  gen.  ult.,  III  pars  princ, 

pács.  228  y  229). 

(37)  "Diximus  de  diffinitionibus  principiorum,  quas  oportet  scire  cordetenus;  igno- 
ratis  enim  diffinitionibus,  ars  est  indocilis"  (Ars  brevh,  cap.  VI,  pág.  10). 

(38)  Ars  gen.  ult.,  IV  pars  princ,  caps.  I  al  X,  los  cuales  se  corresponden  y  son  un 
mayor  desarrollo  de  los  caps.  V  al  XVI,  dist.  I,  de  la  Lógica  nova. 


—  437  — 


es  el  ser  en  otra  cosa  (quid  est  res  in  alio).  Así,  el  entendimiento  es  ac- 
tivo por  su  intelectivo  cuando  comprende  el  objeto  y  es  pasivo  cuan- 
do recibe  la  especie,  es  grande  cuando  tiene  un  grande  y  difícil  objeto, 
es  verdadero  cuando  entiende  verdaderamente  y  falso  cuando  entiende 
falsamente.  4.a  Cuando  se  pregunta  qué  tiene  la  cosa  en  otro  (quid  ha  bel 
res  in  alio).  Así  el  entendimiento  tiene  acción  en  la  gramática,  la  lógica 
y  la  geometría  y  pasión  en  las  ciencias  positivas  (39) ;  también  tiene  bon- 
dades por  razón  de  las  virtudes  morales  y  culpa  por  razón  del  pecado,  y 
además  posee  otras  cualidades. 

3.  a  regla :  D.  De  quo  o  de  la  materialidad.  Tiene  las  tres  especies  si- 
guientes:  i.a  Cuando  se  pregunta  de  qué  es  la  cosa  absolutamente  (de 
quo  res  est  absolute).  Así,  responderíamos  que  el  entendimiento  es  de 
sí  mismo,  esto  es,  no  ha  sido  hecho  de  otro,  sino  que  ha  sido  creado, 
puesto  que  existe  y  antes  no  existía.  2.a  Cuando  se  pregunta  de  qué  está 
hecha  o  constituida  la  cosa  (de  quo  est  aliquid  factum  sive  constitutum). 
Así,  el  entendimiento  está  constituido  por  sus  principios  coesenciales, 
esto  es,  por  su  intelectivo,  su  inteligible  y  su  entender.  3.a  Cuando  se 
pregunta  por  aquél  a  quien  pertenece  la  cosa  (de  a\liquo  cuius  est).  Así, 
el  entendimiento  pertenece  al  hombre  y  el  reino  es  del  rey. 

4.  a  regla:  E.  Quare  o  de  la  causalidad.  Tiene  las  dos  especies  siguien- 
tes: i.a  Per  existentiam:  así,  el  entendimiento  existe  porque  pertenece 
a  su  propia  naturaleza  lo  intelectivo,  lo  inteligible  y  entender,  como  el 
todo  que  existe  a  causa  de  las  partes  coesenciales  de  que  se  compone. 
2.a  Per  agentiam:  así,  el  entendimiento  obra  por  razón  de  un  fin,  esto 
es,  para  entender  a  Dios  y  las  verdades  de  los  demás  seres. 

5.  a  regla :  F.  Quantum  o  de  la  cantidad.  Tiene  estas  dos  especies : 
i.a  Cuando  se  pregunta  acerca  de  la  cantidad  continua  (secundum  sim- 
plicitatem) ;  así,  según  la  simplicidad  de  su  esencia,  el  entendimiento  es 
tanto  cuanto  es  el  ser  de  su  esencia.  2.a  Cuando  se  pregunta  por  la  can- 
tidad discreta  (secundum  compositionem) ;  así  el  entendimiento,  por  ra- 
zón de  su  composición,  es  tanto  cuanto  es  por  su  existencia  y  agencia, 
o  también  por  su  propio  intelectivo,  inteligible  y  entender. 

6.  a  regla:  G.  Quale  o  de  la  cualidad.  Tiene  las  dos  siguientes  espe- 
cies: i.a  Qualitas  propria;  así,  es  cualidad  propia  del  entendimiento  en- 
tender. 2.a  Qualitas  appropriata;  así,  es  cualidad  apropiada  del  entendi- 
miento creer,  dudar  y  suponer. 

7.  a  regla:  H.  Quando  o  del  tiempo.  Tiene  quince  especies,  que  son 


(3q)  "...  et  habet  actionem  in  Grammatica,  Lodca  et  Geometria  et  passionem  in 
scientiis  positivis. . ."  (Ibid.,  cap.  II,  pág.  42). 


—  43*  — 


las  mismas  de  las  reglas  2.a,  3.a,  9.a  y  10.a  Declara  Lull  que  el  motivo 
de  acumular  ahora  tantos  modos  de  cuestionar  es  porque  la  esencia 
del  tiempo  es  muy  difícil  de  comprender  (40).  Cuando  se  pregunta,  por 
ejemplo,  de  qué  modo  el  entendimiento,  que  es  inextenso  (non  sit  punc- 
tualis  ñeque  linealis),  está  en  el  tiempo,  contestamos  que  está  en  el  tiem- 
po porque  ha  comenzado  y  es  nuevo,  y  permanece  en  el  tiempo  suce- 
sivamente mediante  el  movimiento  del  cuerpo  con  el  cual  está  unido. 
Hecha  la  aplicación  minuciosa  de  las  especies  de  aquellas  cuatro  re- 
glas, cree  Lull  haber  mostrado  el  modo  gracias  al  cual  el  entendimiento 
alcanza  verdadera  y  realmente  la  esencia  del  tiempo  (41). 

8.  a  regla :  I.  Ubi  o  del  lugar.  Tiene  también  quince  especies,  que,  co- 
mo en  la  regla  anterior,  son  las  de  las  reglas  2.a,  3.a,  9.a  y  10.a  Se  puede 
preguntar,  por  ejemplo,  dónde  está  el  entendimiento.  Y  haciendo  apli- 
cación de  dichas  reglas,  se  contesta  que  está  en  el  sujeto  en  que  se  halla, 
como  la  parte  en  el  todo,  pero  no  cerrado  sino  difuso  en  dicho  sujeto 
(non  autem  conclusas,  sed  diffusus  in  illo). 

9.  a  regla :  K.  Quomodo  o  del  modo.  Tiene  las  cuatro  especies  siguien- 
tes:  1.a  Cuando  se  pregunta  de  qué  modo  es  la  cosa  en  sí  misma  (quo- 
modo res  est  in  se) ;  así,  contestamos  que  el  entendimiento  es  ens  per  se 
y  es  diferente  de  las  demás  esencias.  2.a  Cuando  se  pregunta  de  qué 
modo  esta  el  entendimiento  en  otro  y  este  otro  en  él  (quomodo  est  in 
alio  et  id  aliud  in  ipso) ;  y  se  contesta  que  el  entendimiento  tiene  modo 
de  ser  en  la  voluntad  y  la  voluntad  en  el  entendimiento,  puesto  que 
con  ambos,  y  además  con  la  memoria,  puede  constituirse  el  alma  ra- 
cional. 3a  Cuando  se  pregunta  de  qué  modo  el  entendimiento  está  en 
sus  partes  y  sus  partes  en  él  (quomodo  est  in  partibus  suis,  et  suae  par- 
tes in  ipso) ;  y  se  contesta  que  el  entendimiento  está  en  sus  partes  (inte- 
lectivo, inteligible  y  entender)  y  éstas  en  aquél  por  naturaleza.  4.a  Cuan- 
do «e  pregunta  de  qué  modo  el  entendimiento  transmite  su  semejanza 
fuera  de  sí  (quomodo  totum  transmittit  extra  se  suam  similitud ine m) : 
y  se  contesta  que  por  el  hábito  de  la  ciencia,  entendiendo  muchas  cosas 
que  él  hace  inteligibles  en  su  propio  inteligible. 

TO.a  regla:  K.  Cum  quo  o  de  la  instrumcntalidad .  Tiene  cuatro  espe- 
cies, que  tienen  por  objeto  indagar  e1  instrumento  con  el  cual  las  cosa^ 
existen  11  obran  (cum  quo  res  sunt  sive  cum  quo  agunt).  y  son  las  si- 


(40)  "Et  hoc  facimus,  quia  essentia  temporis  est  valde  difficilis  ad  intelh>endum" 
(Tbid..  cap.  VII,  pág.  146). 

(41)  "Et  in  isto  passu  apparet,  per  quem  modum  intellectus  attingit  veré  et  rea- 

liter  essentiam  temporis"  CIbid.,  pájr.  247). 


-  43c> 


guientes:  1.a  Cuando  se  pregunta  con  qué  el  entendimiento  es  parte  del 
alma.  Respuesta:  con  la  diferencia,  la  concordancia,  la  potestad  y  los 
demás  principios,  excepción  hecha  de  la  contrariedad.  2.a  Cuando  se 
pregunta  con  qué  el  entendimiento  entiende  por  sí  las  diversas  cosas. 
Respuesta:  adquiriendo  y  mezclando  las  diferentes  especies  y  ponién- 
dolas en  el  propio  inteligible,  análogamente  a  como  el  ojo  aprehende  su 
propia  imagen  ante  el  espejo.  3.a  Cuando  se  pregunta  con  qué  el  enten- 
dimiento es  universal  y  particular.  Respuesta:  es  universal  en  cuanto 
tiene  una  potencia  activa,  intelectiva  y  formal  con  la  cual  comprende 
muchas  cosas  en  un  universal  inteligible;  y  es  particular  cuando  des- 
ciende practicando,  esto  es,  entendiendo  alguna  especie  especificada  que 
había  adquirido  y  conservado  en  la  memoria.  4.a  Cuando  se  pregunta 
con  qué  el  entendimiento  transmite  fuera  de  sí  su  semejanza.  Respues- 
ta :  con  el  propio  intelectivo,  inteligible  y  entender,  con  los  cuales  hace 
•que  las  especies  sean  entendidas,  y  por  la  memoria  recordables  y  por 
la  voluntad  inteligibles  para  amar  u  odiar.  Del  mismo  modo  podrían 
ser  investigados,  con  esta  regla,  los  instrumentos  de  las  cosas  corpo- 
rales. 

Estas  diez  cuestiones  o  reglas  generales  son  vasos  que  contienen  to- 
das las  cosas  inteligibles  y  son  adecuadas  a  la  capacidad  del  entendi- 
miento humano  (42).  Son  generales,  porque  con  ellas  todo  cuanto  pue- 
de preguntarse  puede  ser  indagado  e  iluminado  su  significado  y  hecho 
ostensible  al  entendimiento  (43). 

13.  La  tabla  (V). — Está  compuesta,  como  antes  se  ha  dicho,  de  84 
columnas,  y  se  forma  de  la  cuarta  figura,  haciendo  girar  los  círculos  se- 
gundo y  tercero,  con  lo  cual  se  producen  as  84  combinaciones  ternarias 
siguientes,  que  encabezan  igual  número  de  columnas: 


1 

2 

3 

4 

5 

6 

.  7 

8 

9 

10 

11 

12 

bed 

bce 

bcf 

beg 

beh 

bei 

bck 

bde 

bdf 

bdg 

bdh 

bdi 

13 

14 

15 

16 

17 

18 

19 

20 

21 

22 

23 

24 

bdk 

bef 

beg 

beh 

bei 

bek 

bfg 

bfh 

bfi 

bfk 

bgh 

bgi 

25 

26 

27 

28 

29 

30 

31 

32 

33 

34 

35 

36 

bgk 

bhi 

bhk 

bik 

ede 

cdf 

edg 

cdh 

edi 

cdk 

cef 

ceg 

(42)  "...  quae  regulae  sunt  vasa  ad  omnia  intellectibilia  et  proportionabiles  intel- 
lectui  humano"  (Ibid.,  cap.  X,  pág.  250). 

(43)  "Istae  regulae  sunt  decem  quaestiones  generales,  per  quas  omnes  esse  omne 
quaesitum,  et  quomodo  id  de  quo  quaeritur,  ponitur,  in  ipsis  est  lucefactum  et  colo- 
ratum  et  etiam  significatum  intellectui  secundum  essentiam  et  naturam  regulae..." 
(Ibid.,  IV  pars  princ,  introd.,  págs.  229  y  230.) 


—  440  — 


37 

38 

39 

40 

41 

42 

43 

44 

45 

46 

47 

48- 

ceh 

cei 

cek 

cfg 

cfh 

cfi 

cfk 

cgh 

cgi 

cgk 

chi 

chk 

49 

50 

51 

52 

53 

54 

55 

56 

57 

58 

59 

00 

cik 

def 

deg 

deh 

dei 

dek 

dfg 

dfh 

dfi 

dfk 

dgh 

dgi 

61 

62 

63 

64 

65 

66 

67 

68 

69 

70 

71 

72 

dgk 

dhi 

dhk 

dik 

efg 

efh 

efi 

efk 

egh 

egi 

egk 

ehi 

73 

74 

75 

76 

77 

78 

79 

80 

81 

82 

83 

84 

ehk 

eik 

fgh 

fgi 

fgk 

fhi 

fhk 

fik 

ghi 

ghk 

gik 

hik 

Cada  columna  se  compone  a  su  vez  de  veinte  combinaciones  o  cá- 
maras; de  donde  resulta  que  la  Tabla  comprende  1.68o  cámaras  (44). 
Reproducimos  a  continuación,  para  muestra,  las  cinco  primeras  co- 
lumnas : 


1 

2 

3 

4 

5 

b  c  d  T 

b  c  e  T 

b  c  f  T 

b 

c  g 

T 

b 

c  h 

T 

b  c  T  b 

b  c  T  b 

b  c  T  b 

b 

c  T 

b 

b 

c  T 

b 

b  c  T  c 

b  c  T  c 

b  c  T  c 

b 

c  T 

c 

b 

c  T 

c 

b  c  T  d 

b  c  T  e 

b  c  T  f 

b 

c  T 

g 

b 

c  T 

h 

b  d  T  b 

b  e  T  b 

b  f  T  b 

b 

g  T 

b 

b 

h  T 

b 

b  d  T  c 

b  e  T  c 

b  f  T  c 

b 

g  T 

c 

b 

h  T 

c 

bd'Td 

b  e  T  e 

b  f  T  f 

b 

g  T 

g 

b 

h  T 

h 

b  T  b  c 

b  T  b  c 

b  T  b  c 

b 

T  b 

c 

b 

T  b 

c 

b  T  b  d 

b  T  b  e 

b  T  b  f 

b 

T  b 

g 

b 

T  b 

h 

b  T  c  d 

b  T  c  e 

b  T  c  f 

b 

T  c 

g 

b 

T  c 

h 

c  d  T  b 

c  e  T  b 

c  f  T  b 

c 

g  T 

b 

c 

h  T 

b 

c  d  T  c 

c  e  T  c 

c  f  T  c 

c 

g  T 

c 

c 

h  T 

c 

c  d  T  d 

c  e  T  e 

c  f  T  f 

c 

g  T 

g 

c 

h  T 

h 

c  T  b  c 

c  T  b  c 

c  T  b  c 

c 

T  b 

c 

c 

T  b 

c 

c  T  b  d 

c  T  b  e 

c  T  b  f 

c 

T  b 

g 

c 

T  b 

h 

c  T  c  d 

c  T  c  e 

c  T  c  f 

c 

T  c 

g 

c 

T  c 

h 

d  T  b  c 

e  T  b  c 

f  T  b  c 

g 

T  b 

c 

h 

T  b 

c 

d  T  b  d 

e  T  b  e 

f  T  b  f 

g 

T  b 

g 

h 

T  b 

h 

d  T  c  d 

e  T  c  e 

f  T  c  f 

g 

T  c 

g 

h 

T  c 

h 

T  b  c  d 

T  b  c  e 

T  b  c  f 

T 

b  c 

g 

T 

b  c 

h 

La  T.  que  aparece  intercalada,  significa  que  las  letras  que  están  an- 
tes de  ella  pertenecen  a  la  primera  figura,  y  que  las  letras  que  vienen- 
después  son  de  la  segunda  figura.  Así,  en  la  cámara  bcTb  (que  es  la 
segunda  de  la  primera  columna),  b  y  c  que  preceden  a  la  T  significan 


(44)  La  composición  de  la  tabla,  tal  como  fué  presentada  en  la  obra  intitulada  T aula- 
general  C12Q3).  es  mantenida  intacta  por  Lull  hasta  el  Ars  generalis  ultima. 


441  - 


bondad  y  grandeza  respectivamente;  y  b,  que  subsigue,  significa  dife- 
rencia. 

14.  Hasta  aquí  la  composición  de  la  tabla;  veamos  ahora  su  uso 
lógico-matemático. 

Se  afirma  que  la  tabla  es  un  instrumento  en  el  cual  son  buscadas  las 
soluciones  de  las  cuestiones.  Para  este  objeto,  hay  que  partir  de  lo  pro- 
puesto, afirmando  o  negando,  y  es  preciso  además  concordar  los  princi- 
pios y  las  reglas,  evitando  toda  contrariedad  entre  unos  y  otras  (45).  Se 
añade  que,  dada  la  manera  como  han  sido  formadas  las  columnas,  en 
cada  una  de  ellas  están  implicadas  las  demás,  y  por  razón  de  esta  im- 
plicación cualquier  columna  es  coadyuvante  de  las  restantes.  Efectiva- 
mente :  la  columna  b  c  d,  resultante  de  la  primera  rotación  de  los  círcu- 
los, está  ligada  y  se  convierte  con  la  segunda  columna  b  c  e ;  ésta,  a  su 
vez,  con  la  tercera  columna  b  c  f ,  y  así  sucesivamente  hasta  la  colum- 
na h  i  k,  que  es  la  última  de  la  tabla.  De  ahí  se  engendra  una  especie 
de  solidaridad  lógica,  gracias  a  la  cual  las  soluciones  dadas  a  cuestio- 
nes anteriores,  aducidas  pertinentemente,  pueden  servir  para  resolver 
cualquier  otra  cuestión  que  se  plantee  (46).  Lull  se  apresura  a  poner 
ejemplos  de  la  primera  columna,  traduciendo  lógicamente  el  significa- 
do de  las  veinte  combinaciones  ternarias  o  cámaras  de  que  aquélla  se 
compone ;  de  donde  surgen  otras  tantas  cuestiones.  He  aquí,  reducidas 
a  esquema,  las  prolijas  explicaciones  del  texto  luliano  (47) : 

1.a  columna. 

b  c  d  T  1.a  cuestión:  Si  la  bondad  es  tan  grande  como  eterna.  Solución:  afir- 
mativa. 

b  c  T  b  2.a  cuestión:  Si  existe  alguna  bondad  tan  grande  que  contenga  en  sí 
cosas  diferentes  y  a  ella  coesenciales.  Solución:  afirmativa. 

b  c  T  c  3.a  cuestión:  Si  la  bondad  es  tan  grande  que  contenga  en  sí  cosas  con- 
cordantes y  a  ella  coesenciales.  Solución:  afirmativa. 

(45)  "Tabula...  est  subiectum  sive  instrumentum,  in  quo  investigantur  solutiones 
quaestionum  recipiendo  ad  propositum  af firmando  vel  negando,  concordando  princi- 
pia et  regulas  et  evitando  eorum  contrarietatem"  (Tbid.,  V  pars  princ.,  cap.  I,  pá- 
gina 258). 

(46)  "Tabula  vero  quartae  figurae  derivata  est  volvendo  circulum  secundum  et 
tertium,  ut  in  ipsa  tabula  apparet,  usque  ad  octuaginta  quatuor  columnas.  In  qua  re- 
volutione  consistit  ligamen  columnarum  b  c  d  quae  convertit  se  cum  columna  b  c  e~ 
Et  sic  successive  de  columna  in  columna  usque  ad  ultimam  quae  est  h  i  k,  ut  in  tabula 
apparet.  Et  sic  in  qualibet  columna  sunt  omnes  columnae  implicatae,  ratione  cuius 
implicationis  quaelibet  columna  est  coadiuvativa  alterius.  Ad  quamlibet  solutionem 
unius  quaestionis  possunt  applicari  omnes  significationes  omnium  quaestionum  abstrac- 
tarum  et  manuductarum  ad  ipsam  quaestionem,'  (Tbid.,  pág.  25.8). 

(47)  Ibid.,  págs.  258-267. 


b  c  T  d     4.a  cuestión:  Si  la  bondad  que   contiene   en   sí   cosas  contrarias  es 

grande.  Solución:  negativa, 
b  d  T  b     5.a  cuestión:  Si  la  bondad  eterna  es  diferente.  Solución:  afirmativa, 
b  d  T  c     6.a  cuestión:  Si  la  bondad  eterna  es  concordante.  Solución:  afirmativa, 
b  d  T  d     7.a  cuestión:  Si  la  bondad  eterna  tiene  en  sí  contrariedad.  Solución: 

afirmativa. 

b  T  b  c  8.a  cuestión:  Si  la  bondad  contiene  en  sí  diferencia  y  concordancia. 
Solución:  afirmativa. 

b  T  b  d     9.a  cuestión:  Si  la  bondad  contiene  en  sí  diferencia  y  contrariedad. 

Solución:  afirmativa  respecto  de  algunos  sujetos,  como  en  los  seres 
elementados,  cuyos  elementos  son  a  la  vez  diferentes  y  contra- 
rios entre  sí. 

b  T  c  d  10.a  cuestión:  Si  la  bondad  contiene  en  sí  concordancia  y  contrarie- 
dad. Solución:  afirmativa  respecto  de  algún  sujeto,  como  en  los 
seres  elementados. 

c  d  T  b  11.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  gran  diferencia  de  la  eternidad?  Respuesta: 
es  la  forma  necesitante  eternante,  lo  eternado  y  eternar  en  la  eter- 
nidad. 

c  d  T  c  12.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  grande  y  eterna  concordancia?  Respuesta: 
es  la  forma  necesitante  en  la  eternidad  y  la  grandeza,  la  concor- 
dancia entre  lo  eternante.  lo  eternado  y  eternar. 

c  d  T  d  13.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  grande  y  eterna  contrariedad?  Respuesta: 
es  la  eternidad  del  mundo,  en  el  supuesto  de  que  el  mundo  sea 
eterno. 

c  T  b  c  14.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  gran  diferencia  y  concordancia?  Respuesta: 
es  de  la  esencia  de  la  grandeza  el  grandificante .  el  distinguiente  y 
el  concordante  respecto  a  una  misma  persona:  lo  grandifkado,  lo 
diferenciado  y  lo  concordado  es  otra  persona:  grandificar,  diferen- 
ciar y  concordar  es  otra  persona,  las  tres  personas  son  lo  mismo 
por  esencia,  naturaleza,  grandeza,  diferencia  y  concordancia  (48") . 

-c  T  b  d  15.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  gran  diferencia  y  contrariedad}  Es  aquella 
causa  causante  de  un  contrario  en  otra  cosa;  tal  sucede  en  aquel 
elemento  en  el  cual  el  fuegc  y  el  agua,  que  son  contrarios,  se  mez- 
clan, y  semejantemente  respecto  del  aire  y  la  tierra,  o  respecto 
del  bien  innato  y  el  mal  moral,  esto  es.  respecto  del  hombre  y 
el  pecado. 

c  T  c  d  16.a  cuestión:  ¿Qué  es  la  gran  concordancia  y  contrariedad?  Respuesta: 
es  aquel  ser  que  pone  en  un  mismo  sujeto  cosas  concordantes  y 
contrarias,  generando  y  corrompiendo  en  cada  uno  de  los  elemen- 
tos (fuego,  aire,  agua  y  tierra). 

d  T  b  c  17.a  cuestión:  La  diferencia  de  la  concordancia  de  la  eternidad  ¿de 
qué  es?  Respuesta:  e?  de  naturaleza  y  de  relación. 


C48)  Es  una  explicación  de  la  Trinidad.  Insistiremos  acerca  de  este  modo  de  de- 
mostración en  el  capítulo  XIV,  al  tratar  de  la  demostración  per  aequiparantiam  y  del 
leneuaje  filosófico  luliano. 


—  443  — 


d  T  b  d  18.a  cuestión:  La  diferencia  de  la  eternidad  y  de  la  contrariedad  ¿de 
quién  es?  Respuesta:  es  de  Dios  y  del  mundo,  en  el  supuesto  de 
que  el  mundo  sea  eterno. 

d  T  c  d  19.a  cuestión:  La  concordancia  de  la  contrariedad  y  de  la  eternidad, 
¿de  quién  es?  Respuesta:  es  de  las  dos  eternidades,  a  saber,  la 
eternidad  de  Dios  y  la  eternidad  del  mundo,  en  el  supuesto  de 
que  el  mundo  sea  eterno. 

T  b  c  d  20.a  cuestión:  La  diferencia,  la  concordancia  y  la  contrariedad,  ¿de 
quién  son?  Respuesta:  son  de  ellas  mismas,  puesto  que  son  géne- 
ros generalísimos. 

Con  estas  veinte  cuestiones  y  sus  soluciones  y  las  demás  que  pue- 
den plantearse  hasta  la  columna  ochenta  y  cuatro,  dice  Lull  que  el  en- 
tendimiento se  eleva  al  más  alto  grado  de  universalidad,  por  razón  de 
la  generalidad  del  sujeto  y  del  predicado.  De  aquí,  añade,  que  esta  Arte 
sea  en  gran  manera  general  y  útil  (49). 

15.  Veamos  ahora,  al  detalle,  el  modo  de  resolver  las  cuestiones 
así  planteadas,  fijándonos  solamente  en  la  i.a  cuestión,  bcdT:  Si  la 
bondad  es  tan  grande  como  eterna.  Se  contesta  afirmativamente,  según 
vimos.  Y  esto  es  patente,  dice  Lull,  por  la  misma  definición  de  bondad, 
de  grandeza  y  de  eternidad.  Porque,  si  la  bondad  es  el  ser  por  razón 
del  cual  lo  bueno  hace  lo  bueno,  y  la  grandeza  es  aquello  que  grandifica 
la  bondad  y  la  eternidad,  y  por  definición  la  eternidad  hace  durar  la 
bondad  y  la  grandeza,  es  necesario  que  el  acto  de  bondad  sea  infinito  y 
eterno  y,  por  consiguiente,  es  de  esencia  de  la  bondad  que  sea  infinita 
y  eterna.  Puede,  pues,  concluirse,  que  la  bondad  es  grande  y  eterna. 

A  la  misma  conclusión  llega  el  filósofo  mallorquín  aplicando  las  di- 
versas especies  de  reglas.  Porque  sin  la  grandeza  y  la  eternidad  no 
puede  haber  acto  infinito  y  eterno,  esto  es,  bonificar,  lo  cual  puede  afir- 
marse por  la  regla  B  y  por  la  segunda  especie  de  las  reglas  C  y  D.  Ade- 
más, por  la  primera  especie  de  la  regla  D  puede  establecerse  la  siguien- 
te afirmación:  que  la  eternidad  es  una  esencia  primitiva  más  allá  de  la 
cual  no  hay  nada  que  le  sea  previo,  y  su  primitividad  es  buena  y  gran- 
de; de  donde  se  sigue  necesariamente  que  hay  una  bondad  grande  y 
eterna.  Además,  la  tercera  especie  de  la  regla  D  nos  enseña  que  no  hay 
contrariedad  que  subsista  en  la  eternidad,  porque  ello  sería  así,  si  la 
eternidad  no  tuviese  primitiva  y  gran  bondad;  luego,  la  bondad  es  tan 
grande  como  eterna. 

(49)  "Per  has  quaestiones  et  solutiones  elevatur  in  tam  altum  gradum  universali- 
tatis  ipse  intellectus  quod  innumerabilis  et  inaestimabilis  redditur.  Et  hoc  ratione  ge- 
neralitatis  praedicati  et  subiecti.  Et  in  isto  passu  paret  per  quem  modum  ars  ista  est 
valde  generalis  et  utilis"  (Ibid.,  pág.  259). 


—  444  — 


Hemos  reproducido  casi  literalmente  la  manera  como  es  resuelta  la 
primera  cuestión  planteada  en  la  tabla,  combinando  las  definiciones  de 
los  principios  con  las  reglas.  Es  difícil  seguir  al  Doctor  Iluminado  en 
sus  sutiles  razonamientos.  Del  mismo  modo  que  han  sido  formuladas 
veinte  cuestiones  sobre  la  base  de  las  veinte  combinaciones  o  cámaras 
de  la  primera  columna  de  la  tabla,  asegura  Lull  que  podrían  ser  plan- 
teadas y  resueltas  otras  cuestiones  en  número  igual  a  las  cámaras  que 
forman  las  restantes  columnas.  Estas  cuestiones,  dice,  son  generales  v 
pueden  ser  aplicadas  a  las  cuestiones  particulares,  descendiendo  por  las 
escaleras  del  triángulo  verde  (2.a  figura),  con  lo  cual  el  entendimiento 
se  hace  discursivo  y  construye  las  diversas  ciencias  (50;. 

Por  vía  de  ejemplo,  Lull  plantea  la  cuestión  particular  acerca  de  la 
eternidad  del  mundo :  utrum  mundus  sit  aeternus.  La  doctrina  del  Arte 
exige  que  sean  aceptados  primeramente  los  términos  explícitos  o  expli- 
cados que  entran  en  el  enunciado  de  la  cuestión.  Estos  términos  son 
ahora :  aeternitas  (letra  D  de  la  primera  columna  del  alfabeto)  y  utrum 
(letra  B  de  la  tercera  columna  del  mismo  alfabeto).  Pero  la  letra  D, 
tomada  en  otra  acepción  (segunda  columna  del  alfabeto)  significa,  ade- 
más, el  término  implicado  contrariedad.  Declarando  la  significación  de 
los  términos  explicados  e  implicados  (términos  explicatos  et  implicatos) 
y  aplicando  los  unos  y  los  otros  a  la  tesis  propuesta  de  tal  manera  que 
las  definiciones  de  los  principios  y  las  diversas  especies  de  reglas  no 
sufran  contradicción  (remaneant  illesac),  Lull  va  reuniendo — o  como 
él  dice,  multiplicando — hasta  veinte  razones,  correspondientes  a  las  vein- 
te combinaciones  o  cámaras  de  la  primera  columna,  a  favor  de  la  solu- 
ción correcta,  a  saber:  que  el  mundo  no  es  eterno  (51).  A  estas  veinte 
primeras  razones  podrían  sumarse  otras  veinte  si  se  utilizase  la  segunda 
columna,  y  otras  veinte  pasando  a  la  tercera  columna,  y  así  sucesiva- 
mente hasta  agotar  las  veinte  cámaras  o  combinaciones  que  forman  la 
última  columna. 

En  resumen  :  la  tabla  tiene  por  oficio,  dentro  del  Arte  general,  des- 
cubrir el  término  medio  en  cualquier  materia,  partiendo  de  algo  sabido 
y  del  nombre  con  que  es  conocido,  todo  ello  con  el  objeto  de  poder  esta- 
blecer la  conclusión  (52). 


C50)  "Et  quaestiones  quas  fecimus  de  ipsa,  sunt  generales,  et  possunt  applicari  ad 
quaestiones  particulares,  descendendo  per  scalas  trianguli  viridis,  per  quas  intellectus 
est  discursivus,  faciendo  scientias  differentes"  (Ibid.,  pág.  267). 

C51)    Ars  gen.  ult.,  V  pars  princ.  cap.  II,  págs.  267-278. 

(52)  "Et  in  isto  passu  apparet.  per  quem  modum  intellectus  habet  genérale  subiec- 
tum.  scilicet  tabulam  huius  artis  ad  inveniendum  media  de  quacunque  materia  sint, 


-   445  - 


ió.  Evacuación  de  la  tercera  figura  (VI). — Esta  figura,  según  pue- 
de verse  en  el  gráfico,  está  dividida  en  36  cámaras.  En  cada  cámara 
están  implicadas  12  proposiciones  y  24  cuestiones  con  sus  soluciono. 
Evacuar,  en  este  caso,  es  extraer  las  proposiciones,  las  cuestiones  y  las 
soluciones  de  cada  una  de  las  36  cámaras  (53). 

Las  12  proposiciones  son  el  resultado  dél  cambio  del  sujeto  por  el 
predicado  y  viceversa,  y  este  cambio  se  opera  combinando  las  dos  letras 
<le  cada  cámara,  tomadas  en  la  diversa  significación  expresada  en  las 
dos  primeras  columnas  del  alfabeto.  Pero  en  cada  una  de  estas  doce 
proposiciones  hay  implícitas  dos  cuestiones,  que  son  las  designadas  por 
aquellas  dos  mismas  letras  en  tanto  pertenecen  a  la  tercera  columna  del 
alfabeto.  De  este  modo,  el  entendimiento  se  hace  aplicativo,  investiga- 
dor e  inventivo  (54). 

Tomemos  como  ejemplo  la  primera  cámara  B  C.  De  ella  el  entendi- 
miento extrae  las  12  proposiciones  y  las  24  cuestiones  siguientes  (55): 


Proposiciones. 


1.  La  bondad  es  grande 


2.  La  bondad  es  diferente 


3.  La  bondad  es  concordante 


Cuestiones. 

1.  ¿Es  (utrum)  la  bondad  grande?  p*| 

2.  ¿Qué  (quid)  es  la  bondad  grande? 

3.  ¿Es  la  bondad  diferente?  [M] 

4.  ¿Qué  es  la  bondad  diferente? 

5.  ¿Es  la  bondad  concordante?  p*J 

6.  ¿Qué  es  la  bondad  concordante? 

□ 


pósito  quod  sciatur  quod  dicitur  per  nomen,  de  quibus  et  cum  quibus  scilicet  mediis 
fit  conclusio,  quae  quidem  media  sunt  subiectum  huius  artis"  (Ibid.,  V  pars  princ,  ca- 
pítulo XIII,  pág.  278). 

(53)  "Et  vocamus  evacuare  quando  extrahimus  propositiones,  et  quaestiones,  et 
solutiones  earum  camerarum"  (Ibid.,  VI  pars  prin.,  cap.  I,  pág.  278). 

(54)  "Et  sic  ipse  intellectus  facit  se  applicativum,  investigativum  et  inventivum" 
(Ibid.,  cap.  II,  pág.  279). 

(55)  Con  el  objeto  de  hacer  más  comprensible  el  texto  luliano,  en  el  esquema  que 
presentamos  ponemos  dentro  de  claudator  las  combinaciones  de  las  dos  letras  de  la 
primera  cámara,  con  un  subíndice  en  cada  letra,  el  cual  indica,  en  cada  caso,  si  dichas 
letras  pertenecen  a  la  primera,  a  la  segunda  o  a  la  tercera  columna  del  alfabeto  y,  por 
tanto,  la  diversa  significación  en  que  son  tomadas. 


Proposiciones. 

4.  La  grandeza  es  buena 

5.  La  grandeza  es  diferente 

6.  La  grandeza  es  concordante 

7.  La  diferencia  es  buena 

8.  La  diferencia  es  grande 

9.  La  diferencia  es  concordante 

10.  La  concordancia  es  buena 

11.  La  concordancia  es  grande 

12.  La  concordancia  es  diferente 


vi 


I ;  a 


/  lo- 


Cuestiones. 
¿Es  la  grandeza  buena? 
¿Qué  es  la  grandeza  buena? 
¿Es  la  grandeza  diferente? 
¿Qué  es  la  grandeza  diferente? 


ii. 

12. 


ra 
ra 
ra 
ra 

¿Es  la  grandeza  concordante?  pj 
¿Qué  es  la  grandeza  concordante? 

ra 


G  3 


B  C 

2  I 


\  13. 

j  * 

í  15. 

/  16. 


¿Es  la  diferencia  buena? 

¿Qué  es  la  diferencia  buena: 
¿Es  la  diferencia  grande? 
¿Qué  es  la  diferencia  grande: 


17. 

B  Cj)  18. 
2  2  I  i 


1  19. 

í 21- 

í  23. 

153  * 


ra 
ra 

ra 
ra 

¿Es  la  diferencia  concordante? 
¿Qué  es  la  diferencia  concordante? 

ra 

¿Es  la  concordancia  buena?  pj 
¿Qué   es  la   concordancia  buena? 

ra 

¿Es  la  concordancia  grande?  p'j 
;Qué  es  la  concordancia  grande? 

ra 

¿Es  la  concordancia  diferente?  [^J 
;Qué  es  la  concordancia  diferente? 

ra 


Para  hallar  la  solución  a  cada  una  de  las  24  anotadas  cuestiones^ 
esto  es,  para  poder  contestar  afirmando  o  negando,  hay  que  tener  pre- 
sentes, de  una  parte,  las  definiciones  de  la  bondad  y  la  grandeza  y  las 


—  447  - 


tres  especies  de  diferencia  y  concordancia  expresadas  en  la  segunda 
figura;  y,  de  otra  parte,  hay  que  aplicar  las  tres  especies  de  la  regla  B 
y  las  cuatro  de  la  regla  C. 

Otro  tanto  puede  intentarse  respecto  de  las  demás  cámaras  que  in- 
tegran esta  tercera  figura:  B  D,  B  E,  B  F,  B  G,  B  H,  etc.,  hasta  la  I  K. 
De  cada  una  de  ellas  pueden  también  ser  extraídas  12  proposiciones  y 
24  cuestiones,  y  halladas  del  mismo  modo  las  soluciones  correspon- 
dientes. 

Cada  una  de  estas  cámaras  ofrece  cuestiones  que  son  generales  res- 
pecto de  las  cuestiones  particulares,  o  sea,  las  referentes  a  Dios,  al  ser 
angélko,  etc.  (56). 

17.  Multiplicación  de  la  cuarta  figura  (VII). — Se  ha  explicado 
antes  cómo  de  esta  cuarta  figura  se  genera  la  tabla.  Recordemos  que, 
mediante  la  rotación  de  los  dos  círculos  movibles  y  la  adecuada  dispo- 
sición de  sus  cámaras,  se  forman  las  84  columnas  de  la  tabla ;  que  cada 
columna  se  compone  a  su  vez  de  20  combinaciones  ternarias  de  letras, 
o  sea,  20  razones  conducentes  todas  a  una  misma  conclusión,  y  que, 
agotadas  las  20  razones  de  la  primera  columna,  se  pueden  utilizar  las 
20  razones  de  la  segunda  y  sucesivas  columnas,  resultando  de  todo  ello 
1.680  razones  diversas  y  disponibles  para  la  demostración  de  la  tesis 
propuesta.  Tal  es  la  multiplkatio. 

Pero  la  novedad  de  esta  séptima  parte  consiste  en  que  en  ella  se 
intenta  una  mecanización  del  arte  silogística.  De  ahí  las  expresas  re- 
ferencias a  la  Lógica  nova  (57).  Se  pretende  ahora  que  la  doctrina  de 
la  invención  del  término  medio,  de  la  prueba  y  la  demostración  y  de 
las  falacias  adquiera  un  rigor  de  infalibilidad  matemática  gracias  al 
refuerzo  del  arte  combinatoria  (58). 

El  interés  lógico-matemáti'co  se  concentra  principalmente  en  la  in- 
vención del  término  medio.  El  artista  hallará  ese  término  medio  en  el 
círculo  mediano;  por  ejemplo,  en  la  cámara  B  C  D  resultante  de  la 
adecuada  disposición  de  los  tres  círculos,  C  sería  el  término  medio.  Y 
así  como  al  término  animal  le  corresponde  estar,  por  razón  de  medida 
y  de  conjunción  (mensurative  et  coniunctive),  entre  la  substancia  y  el 


(56)  "TJIterius  diximus,  quod  quaelibet  camera  est  generalis  ad  quaestiones  parti- 
culares, videlicet  ad  quaestionem  factam  de  Deo,  de  angelo,  etc."  (Ibid.,  VI  pars  princ., 
cap.  XXXVII,  pág.  300). 

(57)  Véase  VII  pars  princ,  cap.  XIX,  pág.  312. 

(58)  Cfr.  VII  pars  princ.  Véanse  los  capítulos:  De  inventione  mediorum  (cap.  II), 
De  modo  probandi  (cap.  III)  y  De  cognitione  fallaciarum  (caps.  IV  al  XIX),  páginas 
301-315. 


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hombre,  cuando  se  concluye  que  el  hombre  es  substancia,  así  también 
la  letra  del  círculo  mediano  debe  estar  entre  la  letra  del  círculo  mayor 
y  la  letra  del  círculo  menor.  Tomando,  pues,  como  ejemplo  la  susodi- 
cha cámara  B  C  D,  se  puede  argüir  del  siguiente  modo:  Todo  C  es  B, 
todo  D  es  C,  luego  todo  D  es  B.  Es  decir,  que  es  necesario  que  el  ani- 
mal sea  substancia  y  que  el  hombre  sea  animal. 

Pero  el  artista  no  debe  olvidar  que,  dentro  del  alfabeto,  B  significa: 
bondad,  diferencia  y  utrum;  que  C  significa:  grandeza,  concordancia 
y  quid,  y  que  D  significa:  duración,  contrariedad  y  de  quo.  En  estas 
diversas  significaciones  se  fundan  las  definiciones  de  los  principios 
y  la?  especies  de  las  reglas,  con  las  cuales  el  artista  debe  descu- 
brir (conie durare)  el  término  medio  en  relación  con  la  letra  superior 
y  con  la  letra  inferior  en  cada  caso.  Y  por  este  camino  el  entendi- 
miento construye  la  ciencia  sobre  la  base  de  la  universal  afirmativa  y 
la  universal  negativa,  y  de  la  particular  afirmativa  y  la  particular  ne- 
gativa, y  de  los  argumentos  y  de  la  demostración  y  el  método,  y  tam- 
bién de  lo  posible  y  lo  imposible  (59).  Le  es  dable  al  artista  des- 
cubrir el  término  medio  que  existe  naturalmente  (naturaliter)  entre  la 
proposición  mayor  y  la  proposición  menor,  y  con  este  término  medio 
se  hacen  demostraciones  derivadas  de  los  primeros  principios,  los  cua- 
les son  verdaderos,  necesarios  e  indemostrables  (60).  Gracias,  pues,  a 
esta  cuarta  figura  dispone  el  artista  de  una  materia  muy  general  para 
descubrir  muchos  términos  medios  (61). 

El  interés  práctico  de  la  cuarta  figura,  se  dice,  radica  en  que  en 
ella  es  presentado,  más  verídicamente  que  en  las  tres  figuras  anteriores, 
el  modo  por  el  cual  las  demás  ciencias  da  teología,  la  filosofía,  etc.)  pue- 
den ser  aprendidas  fácil  y  brevemente.  La  razón  es  que  esa  ciencia 
universal  tiene  principios  generalísimos,  y  también  reglas  generalísi- 
ma^. Las  demás  ciencia?,  por  >el  contrario,  tienen  principios  subalter- 
nos (suhalternata  principia),  y  por  eso  el  término  medio  en  las  mismas 


(50)  "Et  in  isto  passu  intellectus  facit  scientiam  de  univcrsali  affirmativa,  et  uni- 
versali  negativa,  et  particulari  affirmativa,  et  particular!  negativa;  et  de  instantiis  et 
demonstratione  et  manuductione ;  et  etiam  de  possibili  et  impossibili"  flbid.,  cap.  II, 

pág.  302). 

Í60)  "Per  quam  naturam  (extremorum)  potest  artista  invenire  médium,  existens 
naturaliter  inter  propositionem  maiorem  et  minorem ;  et  per  tale  médium  fiunt  de- 
monstrationes  ex  primis  et  veris  necessariis  principiis,  cum  quibus  nulla  instantia  in- 
venitur"  (Ibid.,  cap.  II,  pág.  303). 

(61)  "Et  sicut  diximus  in  camera  b  j  c,  ita  potest  dici  in  camera  c  f  d  et  in  ca- 
mera d  f  e,  etc.  Per  hoc  quod  dictum  est  de  medio,  potest  artista  habere  materiam  valde 
generalem  ad  inveniendum  plura  media"  (Ibid.,  pág.  303). 


-  449 


«es  imperfecto,  pues  están  privadas  del  refuerzo  de  la  ciencia  universal. 
Y  cuando  las  susodichas  ciencias  particulares  dudan,  no  disponen  de 
principios  generalísimos  a  los  que  se  pueda  recurrir  artificialmente,  (luc- 
es lo  que  hace  precisamente  el  poseedor  de  esta  Arte  (62). 

Para  enseñar  las  demás  ciencias,  hay  que  formar  cámara  en  la  cual 
F  (en  el  alfabeto,  segunda  columna,  significa  medio)  sirva  de  término 
medio  en  las  tesis  (in  auctoritatibus)  de  dichas  ciencias  particulares,  ex- 
plicando estas  tesis  en  la  cámara  correspondiente  según  aquel  modo  por 
el  cual  F  puede  penetrarlas  y  reducirlas  a  silogismo,  conforme  a  la  doc- 
trina antes  expuesta.  Por  vía  de  ejemplo,  presenta  Lull  la  tesis  teo- 
lógica que  Dios  es  acto  puro,  y  queremos  reproducir  textualmente  la 
demostración.  Esta  tesis  (<mct orinas),  dice,  se  puede  probar  con  las 
dos  cámaras  RFC  y  D  F  E  (63).  Y  esto  del  mddo  siguiente:  por  B 
tendremos  bondad  y  diferencia.  Por  C,  que  la  bondad  es  la  razón  gran- 
de que  tiene  en  sí  como  correlativa  grande,  buena  y  distinta.  Por  D, 
eterna  y  primitiva.  Por  E  son  aquietadas  B.  C  y  D  en  razón  del  fin  ;  y 
son  necesarias  por  la  segunda  especie  de  la  regla  D  y  por  la  primera 
especie  de  la  regla  E,  en  tanto  que  por  F  son  conjuntas  y  bien  medidas 
y  separadas  infinita  y  eternamente  de  todo  accidente.  Y  así,  hecha  esta 
exposición,  concluye,  es  evidente  y  claro  que  Dios  es  acto  puro  en 
cuanto,  al  existir  y  el  obrar.  Del  mismo  modo  y  valiéndose  de  las  cá- 
maras, intenta  probar  las  tesis  filosóficas  de  nihilo  nihil  fit,  ens  et 
unum  convcrhmtur,  y  otras;  y  asegura  que  lo  propio  podría  hacerse 
respecto  de  las  demás  ciencias,  como  la  medicina,  el  derecho,  la  mo- 
ral, etc.  Porque,  si  la  tesis  contiene  en  sí  la  verdad,  las  cámaras  de  esta 
cuarta  figura  pueden  penetrarla  con  sus  definiciones  y  especies  de  re- 
glas, ora  afirmando  ora  negando.  Y  de  este  modo  no  es  imposible  que 
la  tesis  sea  verdadera,  porque  es  regla  infalible  y  necesaria  que  ningu- 


(62)  "Per  quartam  figuram  verius  quam  per  alias  datur  modus  quo  aliae  scientiae 
possunt  faciliter  et  breviter  acquiri :  sicut  Theologia,  Philosophia,  etc.  Et  hoc  inve- 
niendo  médium  non  existens  generalissimum,  ñeque  specialissimum.  Ratio  huius  est : 
quod  ista  scientia  habet  principia  generalísima,  et  etiam  regulas  generalissimas.  Aliae 
vero  scientiae  habent  subalternata  principia;  et  sic  médium  earum  est  imperfectum  sine 
ista  scientia.  Et  sic  cum  difficultate  homines  addiscunt  longo  tempore.  Et  quando  du- 
bitant,  non  habent  principia  generalissima,  ad  quae  recurrant  artificialiter,  sicut  facit 
artista  huius  artis"  (Ibid.,  cap.  XX,  pág.  313). 

(63)  Para  mejor  seguir  el  razonamiento,  téngase  presente  que  F  desempeña  la  fun- 
ción de  término  medio. 


—  45°  — 


na  tesis  constituida  sobre  la  base  de  los  primeros  principios,  que  son; 
verdaderos  y  necesarios,  contradice  a  la  razón  (64). 

18.  Mixtión  de  los  principios  y  las  reglas  (VIII). — En  esta  parte 
se  explica  sucesiva  y  ordenadamente  cada  uno  de  los  dieciocho  prin- 
cipios generales,  deducidos  de  los  restantes  principios  y  también  de  las 
diez  reglas,  con  el  objeto  de  que  el  entendimiento  se  habitúe  a  discu- 
rrir por  razón  de  cada  uno  de  dichos  principios  (65). 

Con  arreglo  a  este  criterio,  se  explica  la  bondad  por  la  grandeza,, 
por  la  duración,  por  el  potier,  por  la  sabiduría,  por  la  voluntad,  por  la 
virtud,  por  la  verdad,  por  la  gloria,  por  la  diferencia,  por  la  concor- 
dancia, etc.  Y  del  mismo  modo  son  explicados  por  los  restantes  prin- 
cipios la  grandeza,  la  duración,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la 
virtud,  la  verdad,  la  gloria  y,  también,  la  diferencia,  la  concordancia,, 
el  principio,  el  medio,  el  fin,  la  mayoridad,  la  igualdad  y  la  minori- 
dad (66). 

Seguidamente  cada  uno  de  los  dieciocho  principios  generales  es  de- 
ducido por  las  'diez  reglas  y  sus  especies  (67). 

Esta  mixtión  de  los  principios  y  las  reglas  constituye  el  centro  y  el 
asunto  de  esta  Arte  (68). 

19.  Los  nueve  sujetos  y  fas  virtudes  y  los  vicios  (IX). — Hasta 
aquí  el  Arte,  sintetizado  en  las  tres  primeras  columnas  del  alfabeto,  se 
ha  preocupado  de  la  manera  de  plantear  y  resolver  cuestiones  genera- 
les. Trátase  ahora  de  la  materia  sobre  que  han  de  versar  estas  cuestio- 
nes y  que  no  es  otra  que  las  diversas  categorías  de  seres  (nueve  suje- 
tos) y  el  obrar  y  la  conducta  (Vicios  y  virtudes).  Entran,  pues,  ahora 
en  función  las  columnas  cuarta,  quinta  y  sexta  del  alfabeto. 

Los  nueve  sujetos  (columna  cuarta  del  alfabeto)  son:  1)  Dios. 
2)  El  ángel.  3)  El  Cielo.  4)  El  hombre.  5)  La  imaginación.  6)  La  sensi- 
tiva. 7)  La  vegetativa.  8)  la  elementativa.  9)  La  instrumentativa  (6q). 

(64)  "Quoniam  si  auctoritas  continet  in  se  veritatem  camerae  quartae  figurae,  pos- 
sunt  ipsam  intrare  auctoritatem  cum  suis  deffinitionibus  et  speciebus  affirmando  vel  ne- 
fando. Et  sic  non  impossibile  est,  quod  auctoritas  sit  vera.  Nulla  enim  auctoritas  cons- 
tituía ex  primis  veris  et  necessariis  principis  contradicit  rationi.  Et  ista  regula  est  in- 
fallibilis  et  necessaria"  (Ibid.,  cap.  XX,  pág.  315). 

(65)  "Sed  in  parte  ista  declarabimus  per  ordinem,  uno  principio  deducto  per  om- 
nia  principia  et  per  omnes  regulas  per  deductionem  continuam,  ut  intellectus  sit  dis- 
cursivus  per  quodlibet  principium"  (Ibid.,  VIII  pars  princ,  introd.,  pág.  315). 

(66)  Véase  VIII  pars  princ,  caps.  I  al  XVIII,  págs.  315  al  340. 

(67)  Véase:  Secunda  pars,  VIII  pars  princ,  caps.  I  al  XVIII,  págs.  340-375. 

(68)  "Et  ista  mixtio  est  centrum    et   subiectum    huius   artis"  (VIII  pars  princ.,. 
introdu.,  pág.  315). 

(6o)    Véase  IX  pars  princ,  caps.  I  al  XC,  págs.  375-488. 


-  45»  — 


Esta  parte  <de  la  obra  es  un  verdadero  tratado  de  ontología,  "puesto 
que  en  los  nueve  sujetos  está  implicado  todo  cuanto  existe,  y  nada  hay 
fuera  de  ellos"  (70).  Pero  este  tratado  ha  sido  construido  aplicando  los 
dieciocho  principios  y  las  diez  reglas  generales  del  Arte ;  bien  enten- 
dido que,  solamente  discurriendo  según  estos  principios  y  estas  reglas 
y  sus  especies,  se  llega  al  conocimiento  de  cada  uno  de  los  nueve  su- 
jetos (71). 

La  explanación  sobre  el  primer  sujeto  constituye  un  breve  trata- 
do de  teodicea;  la  del  segundo  sujeto,  un  tratado  De  angeiis;  la  del  ter- 
cer sujeto,  un  tratado  de  astronomía  y  también  de  astrología ;  la  de  los 
sujetos  cuarto,  quinto  y  sexto,  un  tratado  de  antropología  y  psicología. 

El  noveno  sujeto,  o  sea  la  instrumentativa,  sirve  de  tránsito  a  la 
ética  y,  más  ampliamente,  a  la  práctica  y  a  la  técnica.  El  hombre  obra 
de  dos  maneras :  naturalmente  y  moralmente  (72).  De  ahí  la  instrumen- 
tativa natural  y  la  instrumentativa  moral  (73).  La  segunda  es  propia  de 
la  ética  o  tratado  de  las  costumbres,  y  comprende  las  virtudes  y  los 
vicios  (columnas  quinta  y  sexta  del  alfabeto).  Las  virtudes  son:  la  jus- 
ticia, la  prudencia,  la  fortaleza,  la  templanza,  la  fe  (doctrina  de  las  re- 
laciones entre  la  creencia  y  la  razón),  la  esperanza,  la  caridad,  la  pa- 
ciencia y  la  piedad.  Los  vicios  son:  la  avaricia,  la  gula,  la  lujuria,  la 
soberbia,  la  pereza,  la  envidia,  la  ira,  la  falsedad  y  la  inconstancia  (74). 

La  instrumentativa  moral  comprende  además  las  artes  liberales  y 
mecánicas,  que  son  objeto  de  estudio  especial  en  la  parte  oncena. 

Hay  en  esta  parte  novena  desbordamientos  doctrinales  que,  aun 
constreñidos  por  la  trabazón  del  Arte,  recuerdan  las  páginas  exuberan- 
tes del  Arbre  de  sciencia. 

Las  partes  restantes  de  la  obra  se  refieren  a  la  práctica  del  Arte. 


(70)  "Quoniam  in  novem  subiectis  omne  quod  est,  implicatur,  et  extra  ea  nihil 
est"  (IX  pars  princ,  introd.,  pág.  375). 

(71)  "Et  ideo  discurrendo  praedicta  subiecta  per  principia  huius  artis,  de  ipsis 
quidem  subiectis  n  ticiam  habere  poterimus"  (Ibid.). 

(72)  "In  nomine  sua  bonitas  est  ei  ratio  quod  agat  bonum  specificum;  homo  qui- 
dem id  quod  agit  per  suam  speciem  agit  naturaliter,  si  ve  moraliter"  (Ibid.,  IX  pars 
princ,  cap.  XLIV,  pág.  416). 

(73)  "Istud  subiectum  est  de  instrumentalitate  et  consideratur  duobus  modis,  sci- 
licet  naturaliter  sicut  oculus  qui  est  instrumentum  ad  videndum,  et  moraliter  sicut  ius- 
titia  ad  iudicandum,  et  martellus  ad  fabricandum"  (Ars  brevis,  cap.  XXI,  pág.  23). 

(74)  Cada  virtud  y  cada  vicio  de  los  arriba  enumerados  es  objeto  de  dos  nutridos 
capítulos:  el  primero  trata  de  la  virtud  o  vicio  per  principia  deducía;  y  el  segundo 
capitulo,  per  regulas  deducía.  En  conjunto,  estos  capítulos  constituyen  un  verdadero 
tratado  de  ética  según  los  principios  y  las  reglas  del  Arte  general  (Véase  IX  pars  princ, 
cap.  LV  al  XC,  págs.  443-487). 


-  452  — 


20.  La  aplicación  (X)". — Hay  que  tratar,  en  primer  lugar,  de  la  apli- 
cación de  lo  implícito  a  lo  explícito.  Si  los  términos  de  la  cuestión  son 
implícitos,  serán  aplicados  a  los  términos  explícitos  de  esta  Arte.  Así, 
si  se  preguntase:  ;  Dios  existe?,  o  bien:  ¿existen  los  ángeles?,  se  aplica- 
rán los  términos  implícitos  (Dios,  ángel)  a  los  explícitos  y  ya  definidos: 
bondad,  grandeza,  etc. ;  y  se  discurrirá  entonces  'diciendo  si  es  bueno, 
grande,  etc.,  que  Dios  exista,  y  que  el  ángel  exista  (75). 

Trátase,  en  segundo  lugar,  de  la  aplicación  lo  abstracto  a  lo  con- 
creto. Si  los  términos  de  la  cuestión  son  abstractos,  serán  aplicados  a 
sus  términos  concretos  correspondientes.  Así,  la  bondad  será  aplicada 
a  lo  bueno,  la  grandeza  a  lo  grande,  el  color  a  lo  colorado,  etc.,  y  se  verá 
de  qué  modo  se  relacionan  los  términos  abstractos  y  los  términos  con- 
cretos, discurriendo  según  los  principios  y  las  reglas  del  Arte  (76). 

Sigue  la  aplicación  a  las  materias  tratadas  en  las  divisiones  anterio- 
res, esto  es,  a  las  cuatro  figuras,  a  las  definiciones,  a  las  reglas,  a  la 
tabla,  a  la  evacuación  de  la  tercera  figura,  a  la  multiplicación  de  la  cuar- 
ta figura,  a  la  mixtión  de  los  principios  y  de  las  reglas  y  a  los  nueve 
sujetos.  Son  capítulos  de  insistencia  que  no  aportan  nueva  luz  (77). 

21.  La  aplicación  de  los  principios  y  las  reglas  del  Arte  se  extien- 
de también  a  otras  dos  materias :  las  "cien  formas"  y  las  "cuestiones". 
Estas  últimas  constituyen  el  asunto  de  la  parte  undécima.  Las  cien  for- 
mas son  principios,  ora  explicados  ora  implicados,  que  han  sido  escogi- 
dos con  el  objeto  de  que  el  Arte  se  ofrezca  de  un  modo  más  plástico  al 
entendimiento  cuando  trata  de  descubrir  muchas  conclusiones  (78). 
Consideradas  en  abstracto,  algunas  de  las  cien  formas  son  generalísi- 
mas, otras  son  subalternas.  A  cada  forma  se  le  asigna  su  concreto  para 
mejor  ilustrar  al  entendimiento,  y  en  razón  a  que  todo  lo  que  existe  es 
abstracto  o  concreto,  bien  entendido  que  sin  la  forma  ningún  ser  po- 
dría existir  (79). 

He  aquí  las  cien  formas,  prescindiendo  por  el  momento  de  sus  defi- 


(75)  Ars  brevis,  cap.  XXII,  pás.  24. 

(76)  Ars  brevis,  lug.  cit. 

(77)  Ars  gen.  ult.,  X  pars  princ,  caps.  I  al  XIV,  págs.  488-496. 

(78)  "Ipsa  vero  principia  Cexplicata  et  implicata)  vocata  erunt  centum  formae ; 
hoc  quidem  facimus,  ut  ars  sit  magis  materialis  intellectui  ad  inveniendum  multas  con- 
clusiones" CIbid..  cap.  XII,  pág.  495). 

(79)  "Nam  in  abstracto  ipsas  quidem  si  consideramus,  aliquae  erunt  generalissi- 
mae,  aliquae  erunt  subalternae,  et  cuilibet  formae  assignamus  suum  concretum,  ut  quae- 
libet  forma  intellectui  magis  elucescat,  et  máxime  cum  quid  sit,  sic  quidem  abstractum 
aut  concretum.  Xam  extra  ipsa  nullum  ens  esse  potest"  CIbid.,  cap.  XV,  pág.  496). 


453  - 


niciones,  puesto  que  habremos  de  insistir  sobre  esta  materia  en  el  ca- 
pítulo que  dedicaremos  a  la  Metafísica : 

1.  Entidad  2.  Esencia.  3.  Unidad.  4.  Pluralidad.  5.  Naturaleza,  6.  Género. 
7.  Especie.  8.  Indivisibilidad.  9.  Propiedad.  10.  Simplicidad.  11.  Composición 
12.  Forma.  13.  Materia.  14.  Substancia.  15.  Accidente.  16.  Cantidad.  17.  Cua- 
lidad. 18.  Relación.  19.  Acción.  20.  Pasión.  21.  Hábito.  22.  Situación.  23.  Tiem- 
po. 24.  Lugar.  25.  Movimiento.  26.  Inmovilidad.  27.  Instinto.  28.  Apetito  na- 
tural. 29.  Atracción.  30.  Recepción.  31.  Fantasma.  32.  Plenitud.  33.  Difusión. 
34.  Digestión.  35.  Expulsión.  36.  Significación.  37.  Belleza.  38.  Novedad.  39.  Idea. 
40.  Matemática.  41.  Ente  existente  en  potencia.  42.  Puntuidad.  43.  Línea. 
44.  Triángulo.  45.  Cuadrángulo.  46.  Círculo.  47.  Cuerpo.  48.  Figura.  49.  Recti- 
tudes generales.  50.  Monstruosidad.  51.  Derivación.  52.  Sombra.  53.  Espejo. 
54.  Color.  55.  Proporción.  56.  Disposición.  57.  Creación.  58.  Predestinación. 
59.  Misericordia.  60.  Necesidad.  61.  Fortuna.  62.  Ordenación.  63.  Consejo. 
64.  Gracia.  65.  Perfección.  66.  Declaración.  67.  Transubstanciación.  68.  Altera- 
ción. 69.  Infinidad.  70.  Decepción.  71.  Honor.  72.  Capacidad.  73.  Existencia  y 
agencia.  74.  Comprensión  y  aprehensión.  75.  Invención.  76.  Semejanza.  77.  An- 
tecedente y  consiguiente.  78.  Potencia,  objeto  y  acto.  79.  Generación  y  corrup- 
ción. 80.  Teología.  81.  Filosofía.  82.  Geometría.  83.  Astronomía.  84.  Aritméti- 
ca. 85.  Música.  86.  Retórica.  87.  Lógica.  88.  Gramática.  89.  Moralidad.  90.  Po- 
lítica. 91.  Derecho.  92.  Medicina.  93.  Gobierno  del  príncipe.  94.  Milicia.  95.  Co- 
mercio. 96.  Navegación.  97.  Conciencia.  98.  Predicación.  99.  Oración.  100.  Me- 
moria (SO). 

Como  se  ve,  entre  las  cien  formas  figuran  conceptos  de  la  lógica, 
como  las  categorías  (números  14  a  24),  y  de  otras  disciplinas,  pero  to- 
dos son  tratados  según  el  estilo  del  Arte,  esto  es,  con  finalidades  pre- 
ferentemente metafísicas. 

La  doctrina  de  las  cien  formas  había  sido  presentada  ya  en  el  Arbre 
de  Scvencia  (81)  y  en  la  Lógica  nova  (82) ;  pero,  salvo  la  coincidencia 
en  el  número,  hay  discrepancias  en  cuanto  a  las  formas  elegidas  y  al 
orden  de  enumeración  de  las  mismas.  Es  una  novedad  del  Ars  gene- 
ralis  ultima  que  las  ciencias  particulares,  que  en  aquellas  dos  antes  men- 
cionadas obras  eran  tratadas  separadamente  y  en  sendos  capítulos,  sean 
ahora  incorporadas  a  las  cien  formas  (números  80  a  too),  con  todo  el 
detenimiento  doctrinal  que  cada  una  de  ellas  requiere  (83). 

22.    Las  cuestiones  (XI). — Es  aquel  ars  solvendi  qua^estiones  y  de 

(80)  Cada  forma  es  objeto  de  un  capítulo  especial  (Véase,  ibid.,  caps.  XVI  al 
XCVI,  págs.  406-562). 

(81)  En  el  cap.  VII  del  "Arbre  elemental"  (tomo  I  de  la  ed.  de  Mallorca,  1Q17, 
páe;s.  46-05). 

(82)  Dist.  IV,  págs.  60-75. 

(83)  Cfr.  Ars  gen.  ult.,  X  pars  princ,  caps.  XCIV  al  CXVI,  páps.  528-568. 


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tratar  de  omni  re  scibili,  que  hallamos  esbozado  ya  en  el  Ars  magna 
primitiva,  y  que  tanto  entusiasmaba  a  Lull  y  a  su  época.  No  se  trata 
ahora  de  cuestiones  generales,  sino  de  cuestiones  particulares  que  ver- 
san sobre  puntos  concretos  y  determinados. 

Estas  cuestiones  son  presentadas  siguiendo  el  mismo  orden  y  hasta 
las  mismas  rúbricas  de  las  materias  expuestas  anteriormente  (84).  La 
respuesta  se  da.  a  veces,  inmediatamente  y  de  un  modo  lapidario  (85;, 
pero  lo  frecuente  es  que  se  remita  al  lector  al  lugar  de  la  obra  donde 
fué  desenvuelta  la  doctrina  correspondiente  (86) ;  en  fin,  a  veces  se  for- 
mulan las  cuestiones  en  serie,  a  guisa  de  sumario  interrogativo  de  una 
materia  tratada,  y  se  da  una  solución  global  que  consiste  en  una  refe- 
rencia al  capítulo  doctrinal  adecuado  (87). 

23.  El  adiestramiento  ÍXII). — El  hábito  o  manejo  del  Arte  ha  de 
referirse  principalmente  a  saber  aplicar  la  cuestión  formulada  al  lugar 
o  lugares  pertinentes;  a  la  posesión  del  modo  expresado  en  los  textos 
adecuados  para  probar  y  resolver  las  cuestiones,  y  al  modo  de  multi- 
plicar las  cuestiones  y  las  soluciones  referentes  a  una  misma  conclu- 
sión, conforme  se  explicó  al  tratar  de  la  tercera  y  cuarta  figuras  (88), 

24.  El  adoctrinamiento  fXTTT).— La  enseñanza  de  la  doctrina  del 


(84)  Cfr.  XI  pars  princ,  introdu.,  págs.  562  y  563,  y  además  los  caps.  I  al  CLXXII. 

páes.  562-662. 

(85)  He  aquí  algunas  muestras.  Del  cap.  I,  De  quaestionibus  primae  columnae 
(b  c  d  T  de  la  tabla)  :  "Per  istam  columnam  iam  fecimus  quaestiones,  ut  patet  in  ta- 
bula... Per  cameram  b  c  d  quaeritur,  utrum  sit  aliqua  bonitas  infinita  et  immensa  per 
banificationem,  sicut  aeternitas  per  durationem?  Et  respondendum  est,  quod  sic:  alio- 
quin  aeternitas  non  esset  tota  bona,  ñeque  tota  magna,  quod  est  impossibile.  Quaeri- 
tur quid  est  infinita  et  immensa  bonitas?  Et  respondendum  est,  quod  est  essentia  ha- 
bens  in  se  multos,  infinitos  et  immensos  correctivos  per  secundam  speciem  C  signa- 
tos"  (pág.  562).  Del  cap.  VII,  De  quaestionibus  septimae  columnae  h  i  k  T  (pág.  578)  : 
"Quaeritur,  quando  habet  charitas,  patientia  et  pietas  actus  suos?  Et  respondendum 
est,  quod  est  tune  quando  homo  utitur  ipsis.  Quaeritur,  ubi  est  vía  gloriae?  Et  responden- 
dum est,  quod  est  ubi  charitas  est,  patientia  et  pietas". 

(86)  He  aquí  una  muestra  sacada  del  cap.  XIX,  De  quaestionibus  quinti  subiecti 
quod  est  imaginativa  per  principia  discursa  (pág.  592;  :  "Utrum  essentia  imaginario  - 
nis  sit  máxime  per  obiectationem,  ut  abundantia  bonitatis  consistat  inter  potentiam 
intellectivam  et  sensitivam?  Vade  ad  primum  paragraphum  bonitatis  quinti  subiecti. 
Utrum  magnitudo  imaginationis  sit  instrumentum  obiectivae  potentiae  ratiocinativae  ? 
Solutio  in  secundo  paragrapho.  Utrum  in  brutis  imaginario  sit  potentia  altior?  Solu- 
tio  in  tercio". 

(87)  Del  capítulo  LXXXI,  De  quaestionibus  pluralitatis  (pág.  631)  :  "Quaeritur, 
quid  est  pluralitas?  Quid  est  fons  pluralitatis?  Quid  est  causa  differentiae  bonitatis  et 
magnitudinis?  etc.  Quid  est  concretum  pluralitatis?  Vade  ad  quartum  capitulum,  quod 

est  de  pluralitate". 

(88)  XII  pars  princ,  pág.  662. 


45  5 


Arte  general  exige  :  i.°  Que  el  artista  aprenda  de  memoria  (cordetenus) 
el  alfabeto,  con  las  figuras,  las  definiciones,  las  reglas  y  la  tabla.  2°  Que 
el  propio  artista  explique  el  texto  a  los  escolares  con  razones  y  no  con 
autoridades.  En  caso  de  duda  los  escolares  consultarán  con  el  maes- 
tro (89).  3.0  Que  el  maestro  formule  las  cuestiones  ante  los  alumnos,  y 
las  resuelva  con  razones  (rationabüiter),  conforme  al  proceso  del  Arte. 
Porque  sin  la  razón  el  artista  no  puede  usar  bien  de  esta  Arte,  cuyos 
tres  amigos  son :  la  sutileza  del  entendimiento,  la  razón  y  la  buena  in- 
vención (90).  4.0  Que  el  maestro  excite  a  los  escolares  a  responder  a 
las  preguntas  que  él  formule,  y  a  multiplicar  las  razones  conducentes  a 
una  misma  conclusión,  y  a  saberlas  encontrar  en  los  lugares  correspon- 
dientes. 

Por  último,  la  enseñanza  del  Arte  tiene  tres  grados,  porque  puede 
ser  aprendida  en  dos,  en  cuatro  o  en  seis  meses  respectivamente,  se- 
gún que  el  entendimiento  del  escolar — como  en  los  tres  grados  de  la 
comparación — sea  óptimo,  mejor  o  simplemente  bueno  (91). 


(89)  "Secunda  pars  est  quod  ipse  (artista)  declaret  bene  textum  scholaribus  ra- 
tionabüiter et  non  liget  se  cum  auctoritatibus  aliorum,  et  quod  scholares  praelegant 
textura.  Et  si  scholares  dubitaverint  in  aliquo,  petant  a  magistri  illud"  (XIII  pars 
princ,  pág.  662). 

(90)  "Tertia  pars  est,  quod  magister  faciat  quaestiones  coram  scholaribus  et  solvat 
eas  rationabüiter  secundum  artis  processum;  nam  absque  ratione  artista  non  potest 
bene  uti  ista  arte.  Unde  sciendum,  quod  haec  ars  tres  amicos  habet,  videlicet,  subtilli- 
tatera  intellectus,  et  rationem,  et  bonam  inventionem"  (Ibid). 

(91)  Ibid.,  pág.  663. 


1 1 1 


Las  producciones  posteriores. 

Carácter  y  significación  de  estas  obras  en  relación  con  el  Arte  general. — Su  es- 
casa novedad. 

25.  Cuando  Lull  aseguraba  que  después  del  Ars  generalis  ultima 
no  volvería  a  escribir  otra,  hay  que  entender  esta  afirmación  en  el  sen- 
tido de  que  dicha  obra  contiene  la  forma  definitiva  de  su  Arte  general. 
En  efecto,  cabe  registrar  una  serie  de  producciones  lulianas  posteriores, 
en  general  de  escasa  mole,  ninguna  de  las  cuales  aporta  un  solo  punto  de 
vista  nuevo.  Algunas  de  estas  obras  son  repeticiones  o  abreviaturas  del' 
Arte  general,  para  mejor  divulgarlo;  otras  parecen  capítulos  sueltos  o 
desprendidos,  y  sólo  obtienen  su  valor  refiriéndolas  al  sistema  de  que  for- 
man parte.  El  espíritu  constructivo  del  autor  está  ya  agotado,  aunque 
el  afán  de  producir  perdure  hasta  la  muerte.  Bastará,  pues,  para  no 
dejar  incompleto  el  presente  ensayo  sobre  el  proceso  del  Arte  luliana. 
que  demos  la  lista  de  esas  producciones  finales. 

Hemos  explicado  ya  la  significación  del  Ars  brevis,  escrita  casi  si- 
multáneamente con  el  Ars  generalis  ultima.  Hay  que  mencionar  también 
el  Liber  de  venatione  substantiae,  accidentis  et  compositi  (1308),  el 
opúsculo  intitulado  De  XII  syllogis&nis  concludentibus  dúos  actus  ['uva- 
les, unum  intrinsecum,  alium  extrinsecum  (1308),  el  Liber  de  novis  fal- 
laciis  (1308),  el  Liber  de  experientia  reaJitatis  Artis  generalis  ("1308),  el 
Tractatits  de  conversione  subiecti  et  praedicati  per  médium  Í1310),  el 
Ars  infusa  o  Scicntia  generalis  ad  habendam  oertam  cognitionem  Dei 
(1312-1313?),  el  Liber  de  medio  naturali  (1313)  y  los  opúsculos  De  quin- 
qué pracdicabilibus  et  decem  praedicamentis  Í1313),  Liber  de  affirma- 
tione  (1313)  y  De  inventione  maiore  ('1315')  Í92). 


ÍQ2)    Véanse,  en  nuestro  catálogo  de  las  obras  lulianas  del  cap.  IX,  los  núms.  51, 

55*  56.  57,  60,  120,  63,  65,  66  y  67. 


CAPITULO  XIV 


ARTE  GENERAL,  LOGICA  Y  METODO.  EL  LENGUAJE  FILO- 
SOFICO. NUEVA  VALORACION  DEL  ARTE  LULIANA 


r I 

El  Arte  general  y  la  lógica. 

Diferencias  entre  el  Arte  general  y  la  lógica  señaladas  por  Lull. — Características  de 
la  dialéctica  luliana. — El  criterio  de  la  mayoridad. — Formas  y  grados  de  la 
demostración  necesaria. — La  demostración  per  aequiparantiam. — Sus  formas 
y  aplicaciones. — Estado  actual  de  la  cuestión  acerca  de  sus  orígenes. 

1.  Lull  ha  señalado  cuidadosamente  las  diferencias  entre  Arte  ge- 
neral y  lógica.  El  lógico,  dice  (i),  trata  de  las  segundas  intenciones;  el 
artista,  de  las  primeras  intenciones.  La  lógica  es  ciencia  instable  y  ca- 
duca ;  el  Arte  general  es  permanente  y  estable.  El  lógico  formula  la 
conclusión  mediante  dos  premisas ;  el  artista,  con  la  mixtión  de  los  prin- 
cipios y  las  reglas.  Con  la  lógica  sola  no  se  puede  descubrir  la  ley  ver- 
dadera (entiéndase  la  cristiana),  lo  cual  es  posible  con  los  principios  y 
las  reglas  del  Arte  general.  En  fin,  la  lógica  es  de  difícil  aprendizaje, 
hasta  él  punto  que  mejor  puede  aprender  el  artista  el  Arte  general  en 
un  mes  que  el  lógico  la  lógica  en  un  año.  Excusado  parece  advertir  que 
la  lógica  aquí  aludida  es  la  lógica  formal  o  aristotélica.  Por  eso  ha  sido 
sustituida  por  la  Lógica  nova,  vivificada  por  el  Arte  general,  del  cual 
es  una  rama. 

2.  Toda  la  dialéctica  luliana  está  orientada  hacia  un  mismo  obje- 
tivo: la  demostración  de  los  artículos  de  la  fe  católica;  y  aunque  ella 
se  mueve  constantemente  dentro  de  la  corriente  agustiniano-anselmia- 

(i)  Ars  generalis  ultima,  X  pars  princ,  cap.  CI,  "De  lógica",  págs.  537-53Q-  Véase,, 
también,  VTI  pars  princ,  cap.  XIX,  páír.  315. 


-  458  - 


na,  ofrece,  con  todo,  algunos  caracteres  y  formas  originales.  Un  crite- 
rio de  certeza  lógica — o,  dicho  en  lenguaje  luliano,  de  certificado  de  la 
•veritat  (2) — informa  diversos  tipos  de  demostración  propuestos  por  el 
Doctor  Iluminado:  es  el  criterio  de  la  mayor  nobleza  o  perfección  (3), 
el  cual  constituye,  por  otro  lado,  una  pieza  indispensable  de  su  metafí- 
sica ejemplarista. 

Con  arreglo  a  este  criterio,  hay  que  atribuir  al  ser  existencial  lo 
mejor,  esto  es,  lo  más  noble  y  lo  más  perfecto;  por  el  contrario,  la  mi- 
noridad, es  decir,  la  imperfección,  es  alejamiento  del  ser.  Esto  explica 
la  definición  que  en  el  Ars  magna  primitiva  se  da  de  la  mayoridad  y  de 
la  minoridad  respectivamente.  La  mayoridad  es  la  imagen  de  la  inmen- 
sidad de  la  bondad,  de  la  grandeza,  de  la  eternidad  y  de  las  demás  dig- 
nidades divinas.  Por  el  contrario,  la  minoridad  es  algo  cercano  del  no- 
ser  (4).  Y,  como  quiera  que  en  la  escala  de  los  seres  registramos  diver- 
sos grados  de  perfección  hasta  llegar  a  Dios,  que  significa  el  grado  su- 
perlativo, esto  es,  la  plenitud  del  ser,  si  demostrar  es  "certificar  la  ver- 
dad", habremos  de  admitir  también  diversos  grados  de  demostración. 

3.  En  el  Libre  de  demostracions  (n.°  73  del  catálogo),  compuesto 
probablemente  entre  1274  y  1275,  que  es  una  "rama  del  Art  d'atrobar 
veritaf  o  Ars  magna  primitiva,  se  señalan  tres  grados  de  demostración 
necesaria  (5).  Constituye  el  primer  grado  la  démostnación  sensual  de  la 
cosa  finita;  por  ejemplo,  la  demostración  de  que  el  cuerpo  es  mayor  que 
la  mano,  el  firmamento  que  sus  partes  y  el  mundo  que  sus  especies.  E1 
segundo  grado  de  demostración,  que  contiene  mayor  necesidad  que  la 
anterior,  es  la  demostrki-ción  intelectual  de  la  cosa  finita;  tal  sería  la  de- 
mostración de  que  la  totalidad  del  alma — más  noble  que  el  cuerpo — es 
mayor  que  sus  partes  o  potencias.  El  tercer  grado  de  demostración  ne- 
cesaria es  la  demostración  intelectiial  de  la  cosa  infinita;  tal  es  la  de- 
mostración del  Bien  soberano.  Este  tercer  grado  constituye  la  "sobera- 
na demostración0,  esto  es.  la  más  necesaria  y  cierta,  aunque  parezca  que 


(2)  Cfr.  el  uso  y  acepción  de  esta  terminología  en  el  Libre  de  Contemplado  en  Déu, 
dist.  XXIX.  cap.  173,  y  dist.  XXX.  cap.  212,  entre  otros;  Libre  de  demostracions f  lib.  TI. 
•cap.  XIII,  n.°  4,  pág.  94,  lib.  III,  prólogo,  pág.  217  (ed.  de  Mallorca,  1030)  et  passim. 

(3)  Aparece  ya  proclamado  este  criterio  en  el  triángulo  amarillo  de  la  tercera  figura 
del  Ars  magna  primitiva  (segunda  del  Ars  generalis  ultima)  y  en  las  prolijas  explicacio- 
nes y  aplicaciones  a  que  da  lugar;  más  tarde,  constituye  el  nervio  del  Libre  de  demos- 
tracions ("Véase,  de  esta  obra,  especialmente  el  prólogo,  pág.  4). 

(4)  "Maioritas  est  imago  immensitatis  bonitatis,  magnitudinis,  aeternitatis,  et  alia- 
rum  dignitatum  Dei.  Minoritas  est  ens  prope  non  esse"  (Dist.  III,  Deffinitiones  XVI 
modorum  generalium,  pág.  48). 

(5)  Lib.  II,  cap.  XIII,  págs.  92-97. 


-  459  ~ 


la  mayor  necesidad  está  a  favor  de  los  otros  dos  grados.  Para  explicar 
este  aserto,  dice  Lull  que,  así  como  el  hombre  que  sube  a  una  alta  y 
abrupta  montaña  se  cansa  mucho  más  que  cuando  sube  a  las  colinas, 
del  mismo  modo  el  entendimiento  recibe  más  gravemente  las  demos- 
traciones de  las  cosas  infinitas  que  las  de  las  cosas  finitas,  y  este  es  el 
motivo  de  que  nos  imaginemos  que  el  entendimiento  no  entiende  tanto 
ni  tan  necesariamente  en  la  demostración  que  se  hace  por  este  tercer 
grado,  que  es  cuando  entiende  más,  respecto  de  la  demostración  hecha 
por  el  primero  y  el  segundo  grados,  en  los  cuáles  entiende  menos. 

Prescindimos,  por  el  momento,  de  otros  aspectos  interesantes  del 
Libre  de  demostracions,  porque  habremos  de  insistir  sobre  esta  impor- 
tante obra  al  tratar  del  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón. 

4.  En  la  Lógica  nova  (6),  al  lado  de  la  demostración  per  quid  (de- 
mostración del  efecto  por  la  causa)  y  de  la  demostración  guia  (demos- 
tración de  la  causa  por  el  efecto),  es  presentada  la  demostración  per 
aequiparantimn,  la  cual  puede  adoptar  las  tres  formas  siguientes: 
1.a  Cuando  varias  potencias  demuestran  de  igual  modo  la  razón  que  tie- 
nen de  existir  (igualdad  entre  las  potencias)  (7).  Tal  sería  el  siguiente 
raciocinio:  donde  quiera  que  existe  la  bondad  infinita  y  el  entendimien- 
to infinito,  existe  igualdad  infinita;  pero  en  Dios  hay  bondad  infinita 
y  entendimiento  infinito;  luego  en  Dios  hay  igualdad  infinita.  2.a  Cuan 
do  la  demostración  se  basa  en  la  igualdad  de  la  potencia  y  de  su  acto 
(igualdad  entre  la  potencia  y  el  acto)  (8).  Como  en  el  raciocinio :  toda  po- 
tencia infinita  tiene  su  acto  infinito;  pero  Dios  es  potencia  infinita;  lue- 
go tiene  posifioar  infinito.  3.a  Cuando  la  demostración  se  funda  en  la 
igualdad  de  los  actos  de  las  mismas  potencias  (igualdad  entre  los  ac- 
tos) (9).  Así,  en  el  siguiente  raciocinio:  en  toda  esencia  en  la  cual  hav 
la  bondad  infinita  y  el  entendimiento  infinito,  hay  igualmente  el  bonifi- 
car infinitamente  y  el  entender  infinitamente ;  pero  en  la  esencia  de  Dios 
hay  la  bondad  infinita  y  él  entendimiento  infinito;  luego  en  la  esencia 
de  Dios  existe  igualmente  tanto  el  bonificar  infinitamente  como  el  en- 
tender infinitamente. 

5.  Alguien  ha  dicho  que  este  modo  de  discurrir  por  comparación 
de  los  atributos  divinos  entre  sí,  es  tan  propio  de  Lull  que  constituye 


(6)  Dist.  V,  cap.  III,  pág.  82. 

(7)  "Primo,  quando  plures  potentiae  per  aequalitatem  demonstrant  causam  quam 
habent  in  existendo"  (Ibid.). 

(8)  "Secundo,  quando  demonslratio  fit  per  aequalitatem  potentiae  et  per  suum 
actum"  (Ibid.). 

(9)  "Tertio,  quando  fit  per  aequalitatem  actuum  ipsarum  potentiarum"  (Ibid.). 


—  460  — 


la  nota  característica  de  su  dialéctica  y  aun  de  todo  su  sistema  (10). 
En  efecto,  la  demostración  per  aequiparantiam,  sola  o  combinada  con 
otros  procedimientos  lógicos,  juega  un  papel  constante  dentro  del  Arte 
general  luliana  seguida  en  sus  diversos  momentos,  y  la  vemos  expresa- 
mente incorporada  al  Ars  ge  tve  ralis  ultima  formando  parte  de  la  teoría 
lógica  de  la  prueba  (n).  Ese  modo  de  argumentar  a  base  de  la  igual- 
dad y  la  comparación  entre  los  atributos  o  dignidades  divinas  es  tam- 
bién utilizado,  con  singular  predilección,  por  el  filósofo  mallorquín  en 
toda  su  ingente  producción  apologética,  que,  como  es  sabido,  adopta 
las  más  variadas  formas  literarias  (12). 

Lull  ha  hecho  de  este  modo  de  prueba  la  demostración  típica  de  la 
Trinidad,  y  a  ella  ha  consagrado  una  obra  especial,  el  Líber  de  demons- 
tratione  per  aequiparantiam  (13),  fechado  en  Montpellier  en  marzo  de 
1304.  conocido  también  con  el  título  de  De  demonstratione  Trinitatis  per 
aequiparantiam.  En  las  cualidades  o  atributos  divinos,  afirma  Lull  en 
esta  obra,  hay  acto,  concordancia,  diferencia  e  igualdad.  Hay  acto,  poi- 
que la  inteligencia  y  la  voluntad  divinas  son  actuales,  cosa  que  nadie 
pone  en  duda  ;  pero  también  lo  son  la  bondad,  la  grandeza,  la  eterni- 
dad, etc.,  puesto  que,  si  no  lo  fuesen,  se  diferenciarían  esencialmente 
de  la  inteligencia  y  la  voluntad,  lo  cual  es  imposible.  Hay  concordancia, 
porque  donde  hay  acto  hay  el  agente  y  el  agible,  pero  el  agente  y  el  agi- 
ble concuerdan  en  el  actiuir;  por  lo  tanto,  hay  concordancia.  Hay  dife- 
rencia, porque  donde  hay  concordancia  hay  pluralidad,  y  donde  hay 
pluralidad  hay  diferencia.  Por  último,  hay  igualdad,  puesto  que  1a  igual- 
dad no  puede  faltar  en  Dios  en  quien  la  concordancia  y  la  diferencia 
-on  eternas  e  infinitas. 

Partiendo  de  estas  premisas  establece  Lull  desde  un  comienzo  que 
en  la  divinidad  hay  distinción,  puesto  que  las  personas  divinas  son  en 
número  de  tres,  ni  menos  ni  más.  y  afirma  también  que  estas  personas 
son  el  Padre,  el  Hiio  y  el  Espíritu  Santo.  He  aquí  como  razona  para 
la  demostración  de  la  primera  tesis.  Donde  hay  concordancia,  hay  plu- 
ralidad :  es  así  que  en  la  bondad  de  Dios  hay  concordancia,  luego  en 
1a  bondad  de  Dios  hay  pluralidad.  La  mayor  ha  sido  probada  más  arri- 
ba. La  menor  se  demuestra  así :  donde  hay  acto,  hay  concordancia  entre 


fio)  J.  Maura  y  Gelabert :  El  optimismo  del  Beato  Raymundo  Lulio,  Barcelona. 
1004.  cap.  III,  pág.  22,  nota. 

Cu)    Véase  el  cap.  III  de  la  YII  pars  princ,  págs.  304-305. 

(12)  Véase,  en  confirmación  y  como  ejemplo,  el  Libre  de  meravelles,  lib.  I,  cap.  VI: 
"De  la  Trinitat  de  Deu"  Ced.  "Els  Nostres  Clássics",  vol.  34,  Barcelona,  1931,  págs.  62-64). 

(13)  Es  el  n.°  08  de  nuestro  catálogo.  Véase  la  edición  de  Maguncia,  vol.  TV 


46]  — 


el  agente  y  el  agible;  es  así  que  en  la  divinidad  la  bondad  es  acto,  a 
saber,  bonificar;  luego,  en  la  divina  bondad  hay  concordancia  entre  el 
agente  y  el  agible.  De  este  modo  queda  probado  que  hay  distinción,  en 
la  bondad  divina,  entre  bonificante,  bonificable  y  bonificar.  E1  mismo 
modo  de  discurrir  se  aplica  a  la  grandeza,  y  de  ahí  grandificonte,  gran- 
dificable  y  grandificar ;  a  la  eternidad,  y  a  los  demás  atributos  divinos. 

6.  La  predilección  que  siempre  tuvo  Lull  por  la  demostración  per 
aequiparanüam  y  su  aserto  de  que  era  desconocida  de  los  antiguos, 
explican  la  opinión  muy  generalizada  que  estima  este  modo  de  argu- 
mentación como  original  del  filósofo  mallorquín.  Esta  suposición  no 
es  infundada  o,  por  lo  menos,  el  estado  actual  de  la  crítica  no  permite 
señalar  un  origen  concreto  y  suficiente  en  el  que  se  haya  inspirado  to- 
talmente, en  este  punto,  el  Doctor  Iluminado.  La  afirmación  de  E.  Long- 
pré  de  que  en  el  De  Trinitate  de  Ricardo  de  San  Víctor  aparece  explí- 
citamente formulado  él  principio  fundamental  de  la  demostración  per 
aequiparantiam  (14),  no  es  ni  de  mucho  convincente.  Notemos  que  aquel 
género  de  demostración  se  basa  en  estas  dos  exigencias:  1.a,  determina- 
ción numérica  previa  de  los  atributos,  propiedades  o  dignidades  divinas ; 
2.a,  igualdad  o  equiparación  entre  todos  ellos.  Respecto  al  primer  extre- 
mo, aunque  Ricardo  de  San  Víctor  en  el  libro  TT  del  De  Trinitate  anun- 
cia que  va  a  tratar  de  las  propiedades  divinas,  es  lo  cierto  que  no  fija 
su  número  y  que  toda  esa  materia  es  tratada  con  harta  imprecisión  (15), 
Respecto  al  segundo  punto,  Ricardo  proclama  la  mutua  deposición 
— mejor  que  la  igualdad  o  equiparación — entre  la  bondad,  la  felicidad 
y  la  gloria  divinas,  pero  prescinde  de  las  demás  propiedades  divinas 
antes  confusamente  señaladas  (16).  Este  último  defecto  significa  que 


(14)  Raymond  Lulle,  en  "Dictionn.  de  Théol.  cathol.",  de  Vacant-Mangenot,  t.  IX, 
París,  1Q26,  col.  1119.  El  texto  en  que  Longpré  basa  su  afirmación  es  el  siguiente:  "Quan- 
tum ad  perfectionis  culmen,  si  aliquid  per  intelligentiam  attingere,  quod  per  efficaciam 
apprehendere  non  posset,  iam  se  procul  dubio  magnificentius  per  sapientiam  quam  per 
potentiam  extenderet  essetque  una  eademque  substantia  et  seipsa  maior  et  seipsa  mi- 
nor,  etc.".  (De  Trinitate,  lib.  I,  cap.  XVIII,  ed.  Migne,  Patrología,  Serie  latina,  tomo  196, 
col.  1119.) 

(15)  "In  hoc  libro  (II)  agitur  de  divinis  proprietatibus  ...  et  máxime  de  his  quae 
in  laudibus  divinis  quotidiano  usu  frequentamus..."  (Véase  todo  el  citado  libro  II, 
col.  901  y  sigs.). 

(16)  "Ecce  quomodo  summa  bonitas  et  summa  felicitas,  Trinitatis  assertionem  con- 
corditer  clamant  et  mutua  attestatione  confirmant...  Ecce  quomodo  plenitudo  divinae 
bonitatis,  plenitudo  felicitatis  et  gloriae  in  una  veritatis  attestatione  invicem  sibi  con- 
currunt,  et  quid  de  divinae  charitatis  plenitudine  in  illa  personarum  pluralitate  sentien- 
dum  sit  evidenter  ostendunt"  (De  Trinitate,  lib.  III,  caps.  XII  y  XIII,  col.  923). 


—  402  — 


Ricardo  de  San  Víctor  no  llegó  a  sorprender  el  secreto  dialéctico  de 
la  demostración  per  aequiparantmm. 

En  cambio,  Lull,  con  una  clara  intuición  del  asunto,  ya  desde  el  co- 
mienzo de  su  carrera  filosófica  elevó  a  expresión  matemática  aquella 
equiparación  de  los  atributos  divinos,  como  lo  comprueba  la  figura  pri- 
mera así  del  Ars  magna  primitiva  como  del  Ars  gemerMis  ultima.  Esta 
figura,  que  es  la  de  Dios  y  sus  atributos,  consiste  en  un  círculo  en  el  cual 
aparecen  distribuidos  los  dieciséis  atributos  divinos,  reducidos  más 
tarde  a  nueve,  unidos  todos  ellos  por  diámetros  para  expresar  de  un 
modo  a  la  vez  gráfico  y  matemático,  que  dichos  atributos  son  iguales  y 
se  convierten  recíprocamente.  Lull  imprimió  además  a  dicha  prue- 
ba una  gran  flexibilidad,  transportándola  del  terreno  inicial  de  la  apo- 
logética al  de  la  lógica  estricta  y,  como  nadie,  contribuyó  a  divulgarla. 

No  negaremos  que,  situado  el  filósofo  mallorquín  en  la  corriente 
agustiniano-anselmiana,  aprovechó  de  ella  elementos  y  sugestiones  dis- 
persos de  mucha  consideración.  Así,  el  De  Trinitate  le  estimuló  sin 
duda  a  trabajar  activamente  ut  intelligamus  quod  credimus  (17)  y  a 
no  contentarse  con  meras  probabilidades,  sino  a  aducir  rationes  fipc es- 
carias para  la  demostración  del  dogma  trinitario  (18).  Ricardo  de  San 
Víctor,  que  es  una  de  las  pocas  autoridades  que  alega  el  filósofo  ma- 
llorquín, influyó  directamente  con  su  mencionada  obra  y  tal  vez  algu- 
na otra  (19)  sobre  el  pensamiento  luliano,  pero  no  hasta  el  punto  de 
poder  atribuir  al  nombrado  Victorino  la  paternidad  de  la  demostración 
per  aequiparantiam.  También  nos  parece  aventurada,  después  de  cuan- 
to llevamos  expuesto  acerca  del  Arte  y  de  la  lógica  lulianas,  la  afirma- 
ción de  que  del  De  Trinitate  sale  toda  la  "lógica  nueva"  de  R.  Lull  {20). 

(17)  "Feramur  itaque  ad  perfectionem,  et  quibus  ad  profectum  gradibus,  propere- 
mus  de  fide  ad  cognitionem :  satagamus  in  quantum  possumus,  ut  intelligamus  quod 
credimus"  (Ob.  cit.,  prolog.,  col.  88q).  Lull,  por  su  parte,  en  el  prólogo  del  libro  III, 
que  versa  sobre  la  demostración  de  la  Trinidad,  del  Libre  de  demostracions  (pág.  216), 
escribe:  "Si  a  Deu  plaia,  temps  e  ora  seria  que  per  necessarias  demostracions  aguessem 
conexensa  de  la  santa  trinitat  qui  es  en  nostre  Sényer  Deus;  cor  vengut  es  lo  temps  en 

10  qual  1  urna  enteniment  es  molt  alt  pujat  per  inluminament  de  fe  e  de  la  sacra  es- 
criptura  e  de  philosoña." 

(18)  "Erit  itaque  intentionis  nostrae  in  hoc  opere  ad  ea  quae  credimus,  in  quantum 
Dominus  dederit,  non  modo  probabiles,  verum  etiam  necessarias  rationes  adducere,  et 
fidei  nostrae  documenta  veritatis  enodatione  et  explanatione  condire"  (Ob.  cit.,  lib.  I, 
cap.  IV,  col.  892). 

(19)  Probablemente  la  intitulada  De  gratia  contemplationis  seu  Beniamin  maior. 

(20)  "Par  suite,  il  n'y  a  plus  de  doute  possibíe:  comme  R.  Lulle  connaissait  Richard, 

11  ne  lui  a  fallu  qu'un  peu  de  reflexión  pour  faire  jaillir  du  De  Trinitate,  toute  sa  nouvelle 
logique"  (Raymond  Lulle,  en  el  "Diction.  de  Théoí.  cathol.",  de  Vacant  Mangenot,  cit., 
col.  uto). 


II 


Arte  y  Método. 

Métodos  más  característicos  de  la  filosofía  luliana. — Métodos  analógico-simbóli- 
cos. — Ascenso  y  descenso. — Examen  y  significación  del  Liber  de  ascensu  et 
d(  scensu  intellectus. — Métodos  de  divulgación  y  enseñanza. — Recursos  plásti- 
cos.— El  diálogo,  el  apólogo,  el  ejemplo,  la  rima  y  el  proverbio. 

7.  Aunque  el  Arte  general  luliana  viene  a  ser  una  gran  metodolo- 
gía, el  concepto  de  Arte  es  mucho  más  amplio  que  el  de  método.  Arte, 
según  la  mente  de  Lull,  equivale  a  disciplina  científica  o  ciencia  orga- 
nizada. Arte  y  Ciencia  general  son  términos  usados  como  sinónimos  (21). 
Por  otro  lado,  el  Arte  general  es  la  sistematización  de  un  conjunto  de 
procedimientos  lógicos  para  llegar  al  establecimiento  de  conclusiones 
verdaderas  o,  dicho  en  lenguaje  luliano,  infalibles.  Algunos  de  estos 
procedimientos  adquieren  especial  relieve  y  a  veces  son  tratados  con 
cierta  independencia. 

Al  estudiar  el  Ars  magna  primitiva,  notamos  ya  que  la  figura  T,  que 
es  la  tercera,  contiene  en  germen  los  diversos  métodos  lulianos,  incluso 
los  analógico-simbólicos.  Pero  en  la  evolución  posterior  del  Arte  lulia- 
na— dejando  aparte  el  caso  singular  y  divergente  del  Arbre  de  S cien- 
cia— se  prescinde  de  los  métodos  analógico-simbólicos,  lo  cual  se  expli- 
ca perfectamente.  Conviene  sentar  desde  ahora  el  principio  luliano  se- 
gún el  cual  el  Arte  versa  sobre  la  "ciencia  adquirida".  El  Arte,  si  se 
nos  permite  el  pleonasmo,  es  un  artificio  con  el  cual  la  ciencia  huma- 
na o  terrestre  es  /onquistada  trabajosamente,  de  peldaño  en  peldaño  y 
con  el  instrumento  adecuado  del  silogismo.  El  Arte  o  Ciencia  general 

(21)  Cfr.  constantemente  el  Ars  generalis  ultima.  Así,  en  el  proemio  (pág.  218)  se  lee: 
"Idcirco  requirit  et  appetit  intellectus,  quod  sit  una  scientia  generalis  ad  omnes  scientias...", 
y  pocas  líneas  después:  "Principia  enim  particularia  in  generalibus  huius  artis  relucent 
et  apparent".  En  la  Lógica  nova,  y  dentro  de  la  misma  Distinción  VI,  hallamos:  "De 
applicatione  huius  Scientiae  ad  Theologiam..."  (cap.  III)  y  "De  applicatione  huius  Artis 
ad  Moralem"  (cap.  IX). 


4(>4  - 


abrevia  extraordinariamente  el  esfuerzo  mental,  pero  sin  llegar  jamás 
a  la  gratuidad.  Por  el  contrario,  se  llega  a  la  "ciencia  infusa",  o  sea  la 
"sabiduría",  con  otros  métodos  que  están  fuera  de  la  lógica — al  menos 
de  la  lógica  usual  o  discursiva — y  cuyo  estudio  reservamos  para  cuan- 
do tratemos  de  la  mística  luliana. 

8.  UtjO  de  los  procedimientos  metódicos  más  característicos  dentro 
del  Arte  luliana  es  el  llamado  del  ascenso  y  el  descenso  del  entendimien- 
to. A  él  nos  hemos  referido  incidentalmente  al  hacer  la  exposición  del 
Ars  magna  primitiva  y  del  Ars  generalis  ultima  (22),  y  conviene  ahora 
insistir  de  un  modo  expreso.  Consiste  dicho  método  en  allanar  el  pro- 
ceso discursivo  del  entendimiento  atendiendo  a  determinados  motivos 
permanertes  que  vienen  a  constituir  otros  tantos  momentos  o  peldaños. 
Así.  unas  veces  el  entendimiento  discurre  pasando  gradualmente  de  lo 
sensual  a  lo  sensual,  de  lo  sensual  a  lo  intelectual  y  de  lo  intelectual 
a  lo  intelectual,  y  viceversa;  pero  puede  proceder  también  con  arreglo 
a  ot^os  motivos.  A  ese  proceso  o  tramitación  lo  denomina  Lull  escala 
del  •ntendimiento.  poique  éste  asciende  primero  y  desciende  luego  por 
ella  ;  y  añade  que  gracias  a  este  procedimiento  es  posible  hallar  el  tér- 
mino medio  natural  entre  el  sujeto  y  el  predicado  y  concluir  o  decla- 
rar la  proposición  (23).  Cuando  el  entendimiento  asciende  a  los  objetos 
generales,  es  general  ;  cuando  desciende  a  los  objetos  particulares,  es 
parjcular  (24).  Pero  el  ascenso  y  el  descenso  son  un  procedimiento  emi- 
nentemente artificial  para  adquirir  la  ciencia  (25). 

iíay  diversas  escalas  del  entendimiento.  Hay  una  escala  para  la  di- 
ferencia, otra  para  la  concordancia  y  otra  para  la  contrariedad.  Hay  una 
escala  para  el  principio,  otra  para  el  medio  y  otra  para  e1  fin.  Hay  una 
encala  para  la  mayoridad,  otra  para  la  minoridad  y  otra  para  la  igual- 
dad (26),  En  la  escala  de  la  diferencia  se  procede  de  este  modo:  t.°.  se 


(22)  Véanse:  cap.  XI,  §  III,  n.°  16,  3.a  figura;  y  cap.  XIII,  §  II,  n."  8. 

(23)  "Et  ista  differentia  existens  in  quolibet  anirulo  istius  trianguli  (se  refiere  a  la 
secunda  figura)  est  scala  intellectus,  per  quam  in  se  ascendit  et  descendit,  ut  médium 
naturale  inter  subiectum  et  praedicatum  possit  invenire,  cum  quo  medio  possit  conclu- 
dere  et  propositionem  declarare,  et  sic  de  scala  concordantiae  et  contrarietatis  potest  dici 
suo  modo"  (Ars  brevis,  cap.  III,  pág.  5). 

(24)  "Quando  intellectus  ascendit  ad  obiecta  generalia,  ipse  est  generalis;  quando 
autem  descendit  ad  particularia.  est  particularis"  ("Obra  y  lug.  cit.). 

(25)  "Et  iste  ascensus  et  descensus  est  valde  artificialis  ad  acquirendum  scientias" 
(Ars  gen.  ult.,  II  pars  princ,  cap.  II,  pájr.  224). 

(26)  Estas  tres  triadas  de  escalas  se  corresponden  con  los  tres  triángulos  de  la  se- 
cunda figura.  Las  cámaras  B,  C,  D,  E,  F,  G,  H,  I,  K,  correspondientes  a  los  nueve  ángu- 
los, indican  los  momentos  o  peldaños  de  cada  una  de  las  nueve  escalas  (Cfr.  Ars  gen.  ult. 
y  Ars  brevis  en  los  caps,  últimamente  citados). 


—  465  — 


establece  la  diferencia  entre  lo  sensual  y  lo  sensual,  por  ejemplo  entre 
la  piedra  y  el  árbol;  2.0,  entre  lo  sensual  y  lo  intelectual,  por  ejemplo 
entre  el  cuerpo  y  el  alma;  3.0,  entre  lo  intelectual  y  lo  intelectual,  por 
ejemplo  entre  el  alma  y  Dios  o  entre  el  ángel  y  el  ángel  o  entre  el  ángel 
y  Dios.  De  modo  análogo  procede  el  entendimiento  en  las  otras  escalas 
-de  la  concordancia  y  de  la  contrariedad;  del  principio,  del  medio  y  del 
fin  ;  de  la  mayoridad,  de  la  minoridad  y  de  la  igualdad  (27). 

Estos  principios  relativos  o  categorías,  movilizados  gracias  al  ascen- 
so y  descenso  del  entendimiento,  permiten  descubrir  gradualmente  la 
naturaleza  de  los  diversos  seres  (28),  atribuyendo  correctamente  (29) 
a  cada  sujeto  el  mayor  número  posible  de  predicados  y  extendiendo  con- 
siderablemente de  este  modo  el  ámbito  del  conocimiento. 

Todas  esas  escalas  del  entendimiento  descansan  sobre  un  doble  so- 
porte, a  saber:  un  soporte  inferior,  terrestre,  que  son  las  cualidades  sen- 
sibles de  las  cosas  particulares  y  contingentes  aprehendidas  con  los  sen- 
tidos corporales ;  y  un  soporte  superior,  constituido  por  los  nueve  prin- 
cipios del  Arte:  la  bondad,  la  grandeza,  la  eternidad,  el  poder,  la  sabi- 
duría, la  voluntad,  la  virtud,  la  verdad  y  la  gloria.  Estos  principios  no 
son  puramente  formales :  son  a  la  vez  principia  essendi  et  cognoscendi, 
porque  son  las  mismas  dignidades  o  atributos  divinos  participados  por 
todos  los  seres  existentes.  De  ahí  la  infalibilidad  del  Arte,  el  cual,  por 
este  lado,  entronca  con  la  metafísica  del  ejemplarismo,  según  veremos. 

9.  Tan  encariñado  estaba  Lull  con  ese  método  del  ascenso  y  del 
-descenso,  que  le  dedicó  una  obra  especial.  Es  el  Liher  de  asc]ensu  et  des- 
censu  intelkctus  (núm.  48  del  catálogo),  escrito  en  Montpellier  en  1304, 
uno  de  los  más  originales  y  celebrados  dentro  de  la  producción  filosófica 
Miaña  (30).  Aunque  sigue  el  método  del  Arte  general,  según  se  declara 
en  el  prefacio,  el  autor  se  produce  con  gran  soltura,  acaso  porque  pres- 
cinde del  mecanismo  del  alfabeto,  de  las  figuras  y  del  arte  combinatoria. 
Su  propósito  es  dar  la  doctrina  y  el  modo  de  cómo  se  ha  de  usar  el  en- 
tendimiento, ascendiendo  primero  a  las  cosas  superiores  y  descendiendo 
después  a  las  inferiores,  con  el  objeto  de  adquirir  las  ciencias  (31).  Tres 

(27)  Ars  brevis,  lug.  cit. 

(28)  En  el  Ars  generalis  ultima  todos  los  seres  están  sintetizados  y  jerarquizados  en 
la  cuarta  columna  del  alfabeto  o  sea  la  de  los  nueve  sujetos,  a  saber:  Dios,  el  ángel,  el 
Cielo,  el  hombre,  la  imaginación,  la  sensitiva,  la  vegetativa,  la  elementativa  y  la  ins- 
trumentativa. 

(29)  Cfr.  la  doctrina  de  las  falacias  incorporada  al  Arte  general  (Vid.  Ars.  gen.  ult., 
VII  pars  princ,  caps.  IV  al  XX,  págs.  305-315). 

(30)  Utilizamos  la  edición  de  la  "Biblioteca  de  filósofos  españoles"  (Madrid,  1928). 

(31)  Proemio,  pág.  1. 


—  #6é  — 


escalas  del  entendimiento,  solidarias  entre  sí,  constituyen  el  trasunto  de 

este  libro,  y  son: 

Primem  escala.  Es  la  escala  de  los  seres,  los  cuales,  de  menor  a 
mayor  perfección,  son:  i)  la  piedra;  2)  la  llama;  3)  la  planta;  4)  el 
bruto;  5)  el  hombre;  6)  el  Cielo;  7)  el  ángel;  8)  Dios  (32).  Por  esta 
escala  asciende  y  desciende  el  entendimiento  para  poder  entender  las- 
cosas  que  están  comprendidas  bajo  el  mismo  sujeto  (33).  Pero  el  cono- 
cimiento de  la  naturaleza  de  cada  uno  de  aquellos  seres  sólo  es  posi- 
ble con  el  auxilio  de  las  dos  escalas  siguientes. 

Segunda  escala,  que  podríamos  denominar  de  las  categorías.  Está 
integrada  por  los  doce  términos  siguientes :  el  acto,  la  pasión,  la  acción, 
la  naturaleza,  el  accidente,  la  substancia,  la  simplicidad,  la  composición, 
la  individuación,  la  especie,  el  género  y  el  ente  (34). 

Tercera  escala,  que  podría  ser  llamada  de  la  certidumbre.  Tiene  cin- 
co grados,  que  lo  son  de  la  certeza  del  conocimiento,  a  saber :  sensible, 
imaginable,  dudable,  creíble  e  inteligible  (35). 

Por  estas  tres  escalas  asciende  el  entendimiento  desde  lo  sensible 
a  lo  inteligible  y  desciende  desde  lo  inteligible  a  lo  sensible,  siendo  la 
segunda  escala,  o  sea  la  que  nosotros  hemos  denominado  de  las  cate- 
gorías, medio  o  instrumento  para  este  ascenso  y  descenso,  pues  con  ella 
se  dirige  el  entendimiento  al  conocimiento  de  los  sujetos  contenidos  en 
la  primera  escala,  o  sea,  la  de  los  seres. 

;Cómo  ocurre  esto?  Hay  cinco  sentidos,  que  son:  la  vista,  el  oído, 
el  olfato,  el  gusto  y  el  tacto,  a  los  cuales  hay  que  añadir  un  sexto  sen- 
tido, el  afato,  que  nombra  la  cosa.  Luego  que  los  sentidos  acaban  la  ope- 
ración de  sus  actos,  la  imaginación  abstrae  de  ellos  las  semejanzas  que 
han  percibido  de  la  cosa  y  las  hace  imaginables  en  su  misma  esencia  y 
naturaleza,  las  que.  después  de  imaginadas,  abstrae  el  entendimiento  de 
la  imaginación  y  en  su  esencia  y  naturaleza  las  hace  inteligibles  o  enten- 
didas. Tal  es  el  modo  que  tiene  el  entendimiento  para  ascender  de  lo 
sensible  a  lo  inteligible,  sin  dudar  ni  creer,  porque  la  experiencia  no  se 
lo  permite  (36). 

10.    La  escala  de  los  seres  constituye  la  espina  dorsal  de  toda  la 


(32)  En  el  Ars  generalis  ultima  y  en  otros  ensayos  anteriores  del  Arte  general,  esta 
escala  de  los  seres  tiene  su  equivalencia — no  del  todo  exacta — en  la  columna  de  los  nue- 
ve sujetos. 

(33)  Distinción  I,  n.°  1,  pág.  2. 

(34)  Ibid.,  n.°  2,  pág.  2.  ' 

(35)  Ibid.,  n  0  3,  págs.  2  y  3. 

(36)    Dist.  II,  núms.  1,  2  y  3,  págs.  3  y  4. 


—  467  - 


obra.  La  naturaleza — o,  como  se  dice,  los  "secretos" — de  la  piedra,  de 
la  llama,  de  la  planta,  del  bruto,  del  hombre,  del  Cielo,  del  ángel  y  de 
Dios,  es  descubierta  sucesiva  y  gradualmente  gracias  a  la  aplicación  de 
las  categorías  (segunda  escala)  y  al  paso  del  conocimiento  sensible  al 
conocimiento  inteligible  o  científico  (tercera  escala).  De  este  modo  la 
obra  va  desenvolviéndose  en  un  sentido  cada  vez  más  comprensivo,  ver- 
daderamente enciclopédico,  y  el  lector  asiste  a  una  paciente  y  paulatina 
reconstrucción  del  Universo. 

Situado  en  el  último  peldaño  de  la  escala  de  los  seres,  el  entendimien- 
to, en  un  supremo  esfuerzo,  plantea  y  resuelve  las  cuestiones  acerca  de 
la  naturaleza  y  la  actividad  intrínseca  y  extrínseca  de  Dios,  y  aporta 
razones  probatorias  de  la  existencia  del  Ser  divino,  de  su  unidad,  de  la 
Trinidad  y  de  la  Encarnación.  Con  estas  razones  "pueden  reducirse  y 
convertirse  a  la  fe  católica  los  infieles,  mediante  la  gracia  divina"  (37). 
Pero  'hay  un  momento-límite  en  que  el  entendimiento  "se  tantea  a  sí 
mismo...  y  confiesa  que  la  fe  es  más  alta  y  sublime  por  el  creer  que  él 
lo  es  por  el  entender,  respecto  de  que,  así  como  el  aceite  nada  sobre 
el  agua,  así  la  fe  nada  sobre  el  entendimiento,  porque  la  fe  es  hábito 
dado  por  Dios  gratuitamente,  y  el  entender  se  alcanza  con  dificultad  y 
trabajo,  y  conoce  también  que  la  fe  es  hábito  dado  por  Dios  gratuita- 
mente y  el  entender  se  alcanza  con  dificultad  y  trabajo,  y  conoce  tam- 
bién que  la  fie  es  su  hábito,  por  más  \elevodo  que  él  esté  en  el  entender, 
pues  más  cree  por  ¡a  fe  que  entiende  por  sí"  (38). 

Merced  a  este  hábito  gratuito  de  la  fe,  el  entendimiento,  cuando 
practica  trabajosamente  el  ascenso  y  el  descenso,  está  asistido  por  la 
luz  y  la  virtud  de  la  Causa  primera,  y  con  este  refuerzo  le  es  dable,  al 
descender,  juzgar  mejor  de  las  cosas  inferiores  1(39).  Todo  eso  signifi- 

(37)  Dist.  IX,  De  la  entidad  de  Dios,  n.°  3,  pág.  173. 

(38)  Ibid.,  pág.  172 

(39)  "Istae  autem  quadraginta  regulae  in  duas  partes  divisae  sunt:  in  prima  con- 
tinetur  traditio  regularum  per  T  (los  principios  universales)  ad  speculandum  sub  com- 
pendio videlicet  in  summa,  quidquid  ordinatum  est,  dando  viam  et  modum,  quo  debeat 
artista  ascenderé  de  effectu  ad  summam  causam  et  eam  contemplan,  et  ostmodum  de 
ipsa  causa  descenderé  ad  effectum.  et  ipsum  effectum  secundum  suam  causam  primariam 
iudicare...  Ratio  autem  quare  hoc  ita  est,  stat  in  hoc  quia  quidquid  virtutis  habent  F  G 
(la  memoria  recordante  y  el  entendimiento  inteligente)  ascendendo,  habent  similiter  des- 
cendendo,  sed  non  e  converso,  quia  descendentia  imprimunt  in  se  ab  E  (el  acto  de  la 
memoria,  del  entendimiento  y  de  la  voluntad)  contemplativo  primae  causae  lumen  et 
virtutem,  de  quibus  in  descensu  illuminatur  E  I  (el  acto  de  la  memoria,  del  entendi- 
miento y  de  la  voluntad,  así  amante  como  odiante)  de  inferioribus  iudicantia"  (Compen- 
diutn  seu  Cómmentum  Artis  demonstrativae,  ed  de  Maguncia,  t.  III,  dist.  II,  "De  re- 
gulis",  especialmente  la  primera  parte:  "De  modo  tractandi  regulas  per  T  in  ascensu  et 
descensu  intellectus",  pág.  74). 


-  468  — 


ca  que  en  el  método  luliano  del  ascenso  y  el  descenso  el  andamiaje  es 
aristotélico,  pero  el  entendimiento  que  lo  utiliza  continúa  siendo  agus- 
tiniano  en  todo  momento  (40). 

11.  El  ardor  proselitista  del  Doctor  Iluminado  y  su  constante  pre- 
ocupación de  hacer  de  su  Arte  un  instrumento  popular  para  la  conver- 
sión de  los  infieles  y,  todavía  más,  para  adquirir  rápida  y  fácilmente 
todas  las  ciencias,  explica  la  importancia  extraordinaria  que  el  filósofo 
mallorquín  concede  por  instinto  a  los  métodos  de  divulgación  y  de  en- 
señanza. En  este  punto,  su  fantasía  le  sugiere  los  más  variados  recur- 
sos, que  hacen  de  su  sistema  un  escolasticismo  popular.  Entre  estos  re- 
cursos los  hay  de  carácter  plástico :  combinaciones  de  figuras,  de  letras, 
de  colores,  etc.,  los  cuales,  como  vimos,  no  responden  a  ningún  sentido 
cabalístico,  sino  al  intento  de  hacer  asequibles  al  vulgo  sus  abstrusas 
concepciones.  Se  vale  también  frecuentemente  del  diálogo,  manejado 
hábilmente  y  con  cierta  objetividad  filosófica.  No  es  raro  que  los  inter- 
locutores, terminada  la  discusión,  se  mantengan  en  sus  respectivas  po- 
siciones, dejando  al  lector  que  pese  por  sí  mismo  las  razones  contradic- 
torias alegadas;  tal  sucede  en  el  Libre  del  gentil  e  los  tres  savis  (41) 
y  en  alguna  otra  producción  (42).  El  franciscano  de  estirpe  echa  mano 
también  del  apólogo  y  del  ejemplo  para  adentrarse  en  el  alma  cando- 
rosa de  la  muchedumbre.  Ya  hemos  citado,  a  este  respecto,  el  árbol 
ejemplifical  del  Arbrc  de  S ciencia,  y  ahora  hemos  de  hacer  especial 
mención  del  Libre  de  merawelles  y  del  Blanquerna-,  dos  esbozos  de  nove- 
la filosófica  en  los  que  la  enciclopedia  del  saber  de  la  época  es  presen- 
tada en  la  doble  forma  encantadora  del  diálogo  y  el  apólogo. 


(40)  Después  de  esta  exposición  documentada  y  objetiva,  huelga  decir  que  nos  pa- 
rece temeraria  toda  interpretación  que  no  parta  del  agustinismo  esencial  de  R.  Lull.  Por 
consiguiente,  estimamos  artificiosa  y  baldía  la  discusión  acerca  de  si  el  método  luliano 
del  ascenso  y  el  descenso  significa  una  conciliación  entre  el  platonismo  y  el  aristotelismo, 
que  es  la  tesis  defendida  por  el  infatigable  y  benemérito  lulista  Dr.  Salvador  Bové  en  su 
voluminosa  obra  intitulada:  Santo  Tomás  de  Aquino  y  el  descenso  del  entendimiento 
{Platón  y  Aristóteles  harmonizados  por  el  Beato  Raimundo  Lidio),  Barcelona,  1913. 

(41)  En  esta  obra  un  gentil,  versado  en  filosofía  pero  incrédulo,  s;  encuentra  con 
tres  sabios,  uno  de  ellos  judío,  otro  cristiano  y  el  otro  sarraceno,  los  cuales  sucesivamente, 
por  orden  de  mayor  antigüedad  de  su  respectiva  ley,  le  explican  los  artículos  de  su  fe. 
Concluidas  las  tres  alegaciones,  despídense  los  tres  sabios  del  gentil,  y  al  manifestarles 
éste  su  extrañeza  viendo  que  no  quieren  saber  "qual  era  la  lig  que  eyl  triaría  sobre  les 
altres",  respóndenle  que  ello  es  "per  c,o  que  cascú  hagués  oppinió  que  trias  sa  lig...,  e  si 
tu  denant  nos,  maniffestaves  aquella  lig  que  tu  mes  ames,  no  hauriem  tan  be  materia 
con  nos  desputassem  ni  con  la  veritat  atrobassem"  (Libre  del  gentil  e  los  tres  savis, 
edic.  J.  Roselló,  Palma  de  Mallorca,  iqoi). 

(42)  Por  ejemplo,  en  el  Libre  de  Sancta  María  (De  laudibus  B.  Mariae).  Véase  la 
edic.  catalana  de  J.  Pijoán.  1905. 


469  — 


12.  La  rima,  empleada  como  recurso  mnemotécnieo,  da  ocasión  a 
Lull  de  mostrar  una  prodigiosa  destreza  para  condensar  en  pocos  ver- 
sos tratados  doctrinales  enteros.  Citaremos  dos  composiciones  caracte- 
rísticas de  este  género :  una,  de  la  época  de  su  iniciación  filosófica,  es 
el  ya  citado  Compendio  rimado  de  la  Lógica  de  Algazel,  traducido  d^l 
latín  al  romance  catalán 

"en  rimes  e'n  mots  qui  son  plans;" 

y  la  otra,  perteneciente  al  último  período  de  su  vida,  es  la  intitulada 
Aplicado  de  l'Art  general  (núm.  241  del  catálogo),  terminada  en  Ma- 
llorca en  1301,  en  la  cual,  previa  la  descripción  de  las  cuatro  figuras, 
aplica  sucesivamente  los  principios  del  Arte  general  a  la  teología,  a  la 
filosofía,  a  la  lógica,  al  derecho,  a  la  medicina,  a  la  retórica  y  a  la 
moral : 

"Que  mostrem  la  apli  carió 
Del  Art  general  en  cascuna. 

Que  a  totes  está  comuna 
E  per  elles  poden  haver 

En  breu  de  temps  et  retener"  (43). 

13.  Por  último,  la  didáctica  popular  luliana  adopta  también  la  for- 
ma proverbial.  Lull  ensaya  por  vez  primera  y  de  un  modo  vacilante 
aquella  forma  popular  en  el  penúltimo  libro  del  Arbre  de  Sciencia,  o 
sea  en  el  Arbol  ejemplifical,  y  tanto  le  satisfizo  que  en  el  mismo  año 
1296,  permaneciendo  todavía  en  Roma,  escribió  los  Proverbis  de  Ramón 
"siguiendo  la  doctrina  de  la  Taula  general"  (44).  Más  tarde  compone: 
los  Mil  proverbis  (Mallorca,  1302) ;  una  compilación  de  Proverbis  he- 
cha, según  parece,  en  Montpellier  hacia  el  año  1309,  desgraciadamente 
perdida,  a  la  cual  atribuía  gran  eficacia  pedagógica  para  formar  gober- 
nantes, y,  por  último,  los  Proverbis  d'  ensenyament,  escritos  probable- 
mente después  de  1309  (45). 

Lull  ha  dado  definiciones  muy  precisas  del  proverbio :  "breu  propo- 
sició  qui  conté  en  sí  mol  ta  sentencia"  y  "es  dispost  a  esser  leugerament 


(43)  Obras  rimadas  de  Ramón  Lull  publicadas  por  Gerónimo  Rosselló,  Palma  de 
Mallorca,  1859,  pág.  422. 

(44)  Véase  el  prólogo  de  dicha  obra. 

(45)  Los  Proverbis  de  Ramón,  los  Mil  proverbis  y  los  Proverbis  d'ensenyament  for- 
man el  volumen  XIV  (1928)  de  la  edición  de  Mallorca,  el  cual  contiene  una  excelente 
introducción  del  transcriptor,  D.  Salvador  Galmés. 


-  47o  — 


habituat  e  membrat"  (46),  "estrument  qui  breument  certific  veritat  de 
moltes  coses"  (47).  Además,  se  propuso  "hacer  muchos  proverbios,  por- 
que con  ellos  quiere  dar  mucha  doctrina"  (48)  y,  en  efecto,  el  filósofo 
mallorquín  consiguió  condensar  toda  su  vasta  obra  en  esta  forma  abre- 
viada y  popular. 

Entre  los  proverbios  lulianos  los  hay  especulativos,  de  vulgariza- 
ción teológica  y  científica  (primera  y  segunda  parte  de  los  Proverbis  de 
Ramón),  de  forma  indigesta,  pues  parecen  más  bien  proposiciones  o  te- 
sis escolásticas,  aunque  no  estén  desprovistos  de  interés,  sobre  todo  al- 
gunos de  los  proverbios  naturales  o  físicos;  y  hay  también  los  prover- 
bios prácticos  (tercera  parte  de  los  Proverbis  de  Ramón,  los  Mil  prover- 
bis  y  los  Proverbis  d'  ensenyament) ,  repletos  de  buen  sentido,  los  cuales 
tanto  por  su  fondo  como  por  su  forma  están  muy  cercanos  de  la  sa- 
biduría popular,  como  si  el  Doctor  Iluminado  intencionadamente  quisie- 
se vindicarse  del  calificativo  de  "fantástico"  con  que  era  motejado  (49  V 


(46)  Véase  el  prólogo  de  los  Proverbis  de  Ramón,  vol.  cit.,  pág.  1. 

C47)  Véase  el  prólogo  de  los  Mil  proverbis,  vol.  cit.,  pág.  327. 

(48)  Proverbis  de  Ramón,  lug.  y  vol.  citados. 

(49)  Véase  la  introducción  de  S.  Galmés,  vol.  cit.,  págs.  IX-XII. 


III 


El  lenguaje  filosófico  luliano. 

^Especial  interés  que  ofrece  el  lenguaje  filosófico  luliano  desde  el  triple  punto  de 
vista  de  la  lógica  matemática,  la  lógica  pura  y  la  psicología  lingüística. 

14.  Un  tema  de  alto  interés  lógico  y  que  apenas  ha  sido  desflorado, 
•es  el  referente  al  lenguaje  filosófico  del  opus  luliano  (50). 

Lull  poseía  el  sentido  de  la  grandeza,  aunque  no  siempre  los  medios 
por  él  empleados  correspondiesen  a  la  magnitud  de  sus  propósitos.  Uno 
de  los  esfuerzos  más  audaces  y  persistentes  del  filósofo  mallorquín  es 
su  intento  de  reducir  todas  las  relaciones  posibles  del  pensamiento  a 
expresión  lógico-matemática.  A  esta  finalidad  convergen  el  alfabeto,  las 
figuras,  la  tabla  y  toda  el  Arte  combinatoria  dentro  del  Arte  gene- 
ral, según  hemos  explicado  anteriormente  con  todo  detalle.  Aun  reco- 
nocidas sus  deficiencias  matemáticas,  el  pensamiento  fundamental  de 
"Lull  en  este  punto,  recogido  por  Leibniz  (51),  entronca  con  la  dirección 
reciente  de  la  lógica  matemática. 

15.  Paralelamente  a  ese  lenguaje  lógico-matemático,  que  significa 
un  esfuerzo  supremo  dentro  de  su  afán  de  construir  un  léxico  filosófico 
a  la  vez  universal  e  infalible,  Lull  trabaja  denodadamente  para  conse- 
guir idéntico  resultado  por  la  vía  que  hoy  se  denominaría  de  la  lógica 
pura.  A  él  se  debe  un  primer  esbozo  de  gramática  lógica,  toda  ella  a 
priori.  Hay  un  interesante  pasaje  del  Ars  generalis  ultima,  que  merece 
ser  exhumado,  y  dice  así:  "Las  reglas  son  diez,  a  saber:  utrum,  quid  y 
las  restantes,  conforme  se  indica  en  el  alfabeto.  Estas  diez  reglas  son 
•diez  cuestiones  generales  mediante  las  cuales  todo  ser  es  investigado, 
y  el  modo  como  aquello  de  que  se  trata  se  plantea,  es  ilustrado  en  di- 

(50)  Sobre  este  tema,  véase  el  estudio  más  amplio  de  Tomás  Carreras  i  Artau:  El 
llenguatge  filosdfic  de  Ramón  Lull  en  el  volumen  de  homenaje  al  Dr.  Antonio  Rubio  y 
Lluch,  "Estudis  Universitaris  Catalans",  Barcelona,  1936. 

(51)  Acerca  de  las  relaciones  doctrinales  entre  Lull  y  Leibniz  insistiremos  más  ade- 
lante, en  el  bosquejo  de  historia  filosófica  del  lulismo. 


-  472  — 


chas  reglas  y  hecho  asequible  y  además  significado  al  entendimiento  con; 
arreglo  a  la  esencia  y  naturaleza  de  cada  regla,  tal  como  ocurre  en  la 
gramática.  Porque,  así  como  todos  los  vocablos  nominales  declinables 
están  incluidos  en  cinco  declinaciones  y  pueden  ser  declinados  con  arre- 
glo a  las  mismas,  del  mismo  modo  todas  las  demás  cuestiones  que  pue- 
den hacerse  fuera  de  esta  Arte  están  incluidas  en  aquellas  diez  reglas 
generales  y  reducidas  a  las  mismas  y  por  ellas  reguladas  por  razón  de 
su  generalidad.  Y  lo  que  decimos  de  estas  diez  cuestiones  generales 
puede  decirse  también  de  las  especies  de  las  mismas.  Porque  así  como 
la  bondad  absolutamente  considerada  es  general  con  sus  generales  bo- 
nificativo,  bonificable  y  bonificar,  sin  los  cuales  no  puede  ser  absoluta- 
mente general,  lo  propio  puede  decirse  de  las  diez  cuestiones  generales 
de  esta  Arte,  las  cuales  son  generales  con  sus  especies"  (52). 

;  Quién  no  verá,  a  través  del  pasaje  transcrito,  un  prenuncio  de  la 
"Gramática  lógica  pura"  preconizada  por  Husserl?  (53). 

Pero  hay  más  todavía:  el  gran  lógico  alemán,  doliéndose  repetida- 
mente de  las  actuales  deficiencias  del  léxico  filosófico  y  ante  las  nuevas 
necesidades  del  pensamiento,  no  se  detiene  en  la  arriesgada  tarea  de 
"introducir  términos  técnicos  enteramente  nuevos,  extraños  a  todo  vivo 
sentido  del  lenguaje  y  a  toda  tradición  histórica"  (54).  Esa  misma  acti- 
tud llevó  a  R.  Lull  a  construir  o  adoptar,  dentro  de  una  tendencia  logi- 
cista,  un  léxico  adecuado  a  las  necesidades  de  su  pensamiento  y  que 
fuese  especialmente  apto  para  la  demostración  de  la  Trinidad. 

16.  El.  procedimiento  de  la  construcción  luliana  consiste  en  discer- 
nir, dentro  de  un  concepto  general  dado,  las  determinaciones  esenciales 
que  lo  integran  y  expresar  todas   esas   operaciones  lógico-metafísicas 


(52)  "Regulae  sunt  decem:  scilicet  utrum,  quid,  et  reliquae,  ut  in  alphabeto  iam  sig- 
natum  est.  Istae  regulae  sunt  decem  quaestiones  generales,  per  quas  omnes  esse  omne 
quaesitum,  et  quomodo  id  de  quo  quaeritur,  ponitur,  in  ipsis  est  lucefactum  et  coloratum 
et  etiam  significatum  intellectui  secundum  essentiam  et  naturam  regulae,  sicut  patet  in 
grammatica.  Nam  sicut  omnia  vocabula  declin^bilia  nominalia  includuntur  in  quinqué 
declinationibus,  et  possunt  declinari  per  ipsas:  sic  suo  modo  omnes  aliae  quaestiones 
praeter  istas  huius  artis  (quae  fieri  possunt)  includuntur  in  ipsis  decem,  et  ad  ipsas  quidem 
reducuntur,  et  etiam  per  ipsas  regulantur  ratione  generalitatis  quam  habent.  Et  sicut 
hae  quaestiones  sunt  generales:  sic  et  species  earum.  Sicut  enim  bonitas  omnino  est  gene- 
ralis  cum  suis  generalibus,  bonificativo,  bonificabili  et  bonificare,  sine  quibus  non  potest 
esse  omnino  generalis,  sic  de  quaestionibus  decem  huius  artis,  quae  cum  speciebus  gene- 
rales sunt"  (Ars  generalis  ultima,  ed.  de  Estrasburgo,  1609,  IV  pars  princ,  proemio,  pá- 
gina 22Q). 

C53)  Investigaciones  lógicas,  trad.  de  Manuel  G.  Morente  y  José  Gaos  (Madrid,. 
1929),  t.  III,  Investigación  cuarta,  §  14,  págs.  1 16-124. 

(54)    Obra  cit,  t.  III,  Investigación  quinta,  cap.  II,  §  13,  págs.  159-161. 


—  473  - 


añadiendo  a  la  raíz  común  los  sufijos  correspondientes.  Estos  sufijos 
denotan  unas  veces  lo  potencial,  lo  actuado  y  la  acción ;  otras  veces,  el 
agente,  el  sujeto  pasivo  y  la  acción. 

La  Lógica  nova  nos  ofrece  repetidas  muestras  de  este  modo  de  cons- 
truir, partiendo  del  concepto,  o  mejor,  de  la  definición  real  de  la  cosa. 
Así  de  substantia  derivan :  substantiafe,  substanúale  y  substantiatum, 
que  son  sus  partes  coesenciales  (55);  de  quantitas:  quantificativitatem, 
quantificabüitatem  y  quantificare  (56) ;  de  relatio :  relativum,  referibile 
y  referre  (57) ;  de  habitus :  habituans,  habituabile  y  habituare  (58) ;  de 
situs:  situativum,  situabile  y  situare  (59);  de  locus:  locativum,  locabile 
y  locare  {66),  etc. 

Cada  uno  de  los  nueve  principios  absolutos  tiene  también  sus  co- 
rrelativos esenciales.  Así,  en  la  bondad  se  contiene :  lo  bonificante,  lo 
bonificado  y  bonificar;  en  la  grandeza :  lo  grandificante,  lo  grandificado 
y  grandificar ;  en  la  eternidad:  lo  eternante,  lo  eternado  y  eternar  (61), 
etcétera. 

Se  pregunta  Lull  qué  tiene  en  sí  coesencialmente  el  entendimiento, 
y  responde  que  tiene  sus  correlativos:  intelectivo,  inteligible  y  entender, 
sin  los  cuales  no  podría  existir  (62).  Y  lo  mismo  puede  decirse  de  las 
cosas  corpóreas.  Así,  de  ignis:  ignificativum,  ignificabile  e  ignificare 
(63).  Natura  tiene  por  correlativos :  natiirativum,  naturabile  y  natu- 
rare  (64  Y 


(55)  "Substantia  est  ens  propter  quod  est  substantiare :  per  quod  sua  forma  cogno?- 
citur:  et  ipsum  substantiare  per  suum  substantiabile,  sive  substantiatum :  et  per  haec  tria, 
essentia  substantiae"  (Dist.  III,  cap.  I,  pág.  37). 

(56)  "Quantitas  est  potentia  cum  qua  substantia  quantificat  entia  quantificata . . . 
habens  in  se  essentialiter  ac  naturaliter  et  inseparabiliter  quantificativitatem,  quantificabi- 
litatem et  quantificare''  (Obra  y  lug.  cits.). 

(57)  "Relatio  est  forma  indicans  pluralitatem  necessariam.  Relatio  habet  in  se  rela- 
tivum, referibile  et  referre  sibi  coessentialia"  (Ibid.,  pág.  45). 

(58)  Ibid.,  pág.  51. 
(50)    Ibid.,  pág.  54. 

(60)  Ibid.,  pág.  58. 

(61)  Cfr.  Ars  generalis  ultima,  V  pars  princ,  todo  el  cap.  I,  págs.  258-267;  VI  par? 
princ,  caps.  I  y  II,  págs.  278-282  et  passim. 

(62)  "Quaeritur  intellectus  quid  habet  in  se  coessentialiter.  Et  respondendum  est, 
quod  habet  sua  correlativa:  intellectivum,  intélligibile ,  et  intelligere,  sine  quibus  esse  non 
potest"  (Ars  brevis,  cap.  VII,  pág.  n).  "Et  innato  intellectus  per  intellectivum  est  agens 
et  intelligens,  et  cum  suo  proprio  et  innato  intelligpbile  est  intellectus  possibilis,  in  quo 
intelligit  intelligibilia  peregrina,  quae  non  sunt  de  sua  essentia;  et  suum  intelligere  est 
actus  innatus  et  intrinsecus.  Et  omnes  tres  sunt  unus  intellectus  et  una  essentia  indivi- 
sa" (Ars  gen.  ult.,  IV  pars  princ,  cap.  II,  pág.  241). 

(63)  Ibid.,  pág.  242. 

(64)  Obra  cit.,  X  pars  princ.  cap.  VIII,  pág.  492. 


—  474  — 


He  aquí  dos  muestras  de  la  aplicación  de  este  lenguaje  a  la  demos- 
tración de  la  Trinidad:  "La  diferencia  por  la  duración  dura;  y  la  dura- 
ción por  la  diferencia  tiene  en  sí  cosas  distintas,  las  cuales  pertenecen 
a  su  esencia  (de  la  duración),  a  saber,  durante,  durable  y  durar.  Y  la 
diferencia  por  la  duración  dura:  la  distinción  que  con  la  eternidad  se 
convierte  desde  lo  eterno  dura  eternamente,  distinguiendo  entre  e teman- 
te, eternable  y  eternar,  y  esto  es  significado  por  la  Santísima  Trini- 
dad" (65). 

En  la  antes  citada  obra  rimada :  Aplicado  de  l'Art  general  se  lee, 
<ron  referencia  a  las  propiedades  o  dignidades  divinas,  consideradas  en 
función  de  la  Trinidad: 

"Que  son  distincts  per  Trinitat 
Per  natura  et  naturar 


Havente  donchs  mostrat  tot  ciar 
Com  Deus  ha  en  si  naturar 
De  naturant  et  naturat 
Per  cascuna  propietat"  (66). 

Y  hemos  visto  antes  cómo  esta  terminología  afecta  al  nervio  mismo 
<ie  la  demostración  per  aequiparantiam,  que  es  la  demostración  luliana 
especializada  de  la  Trinidad,  y  le  imprime  vigor  y  carácter. 

Podríamos  continuar  presentando  muchos  otros  ejemplos  y  sutilí- 
simas aplicaciones  de  ese  modo  de  construir  a  priori  el  lenguaje  filosó- 
fico, tarea  en  la  cual  el  filósofo  mallorquín  llega,  a  veces,  a  verdaderos 
excesos;  pero  notemos  que  este  cargo  se  hace  también  actualmente  a 
esa  misma  tendencia  logicista  del  léxico  tan  asiduamente  cultivada  des- 
de Kant  a  Husserl. 

17.  Coexistiendo  con  el  lógico  que  siente  la  doble  obsesión  de  la 
unidad  y  la  universalidad,  hallamos  en  R.  Lull  al  converso,  sutil  psicó- 
logo de  la  vida  interior  y  artista  de  la  conciencia  y  al  autodidacto  insa- 
ciable, ávido  de  apropiarse  todo  el  saber  de  su  época,  pero  con  dominio 
limitado  del  latín,  que  era  1a  lengua  de  los  doctos.  Y  por  razón  de  estas 
cualidades  y  circunstancias  personales  el  lenguaje  filosófico  luliano  ofre- 
ce, desde  otro  punto  de  vista,  un  grandísimo  interés  ante  la  psicología 

(65)  "Differentia  per  durationem  durat,  et  duratio  per  differentiam  habet  in  se 
res  distinctas,  quae  sunt  de  sua  essentia.  scilicet  durans,  durabile  et  durare.  Bt  diffe- 
rentia per  durationem  durat:  distinctio  quae  cum  aeternitate  convertitur  ab  aeterno  in 
aeternum  durat  distinguendo  inter  aeternantem,  aeternabilem  et  aeternare;  et  hoc  sijzni- 
ncatum  est  per  beatissimam  trinitatem"  ("Obra  cit,  VIII  pars  princ,  cap.  X,  pág.  327). 

(66)  Obras  rimadas  de  Ramón  Lull,  edic.  Rosselló  cit.,  pág.  387. 


—  475  — 


lingüística.  Lull,  poeta,  místico,  ñlósofo  y  viajero  todo  a  la  vez,  tentó 
paralelamente  la  vía  del  lenguaje  común  y  viviente — el  catalán  de  su 
época,  casi  purgado  de  provenzalismo — a  fin  de  extraer  del  mismo,  co- 
mo de  una  cantera  inagotable,  un  vocabulario  ex  profeso  para  los  usos 
filosóficos  ordinarios,  para  la  versión  en  lengua  vernácula  de  la  termi- 
nología filosófica  tradicional,  para  la  expresión  adecuada  de  sus  con- 
cepciones teológicas,  místicas,  morales,  políticas  y  sociales.  Y  es  preci- 
so reconocer  que  en  esta  segunda  empresa,  menos  osada  que  su  reite- 
rado intento  de  construir  &  priori  un  léxico  filosófico,  triunfó  totalmen- 
te, acaso  sin  habérselo  propuesto.  R.  Lull  es  el  primero  que  en  Europa 
usó  el  romance  como  lenguaje  propio  de  la  filosofía  y  de  la  ciencia:  un 
nuevo  título  que  justifica  la  denominación  de  "escolasticismo  popular" 
que  venimos  aplicando  a  su  sistema  filosófico  y  el  calificativo  de  Doctor 
romántico  con  que  también  es  conocido  él  filósofo  mallorquín. 

No  queremos  terminar  sin  advertir  que  un  estudio  sistemático  del 
lenguaje  filosófico  luliano  (67),  además  de  mostrar  la  potencia  creadora 
del  Doctor  Iluminado,  constituiría  una  certera  contribución  al  estudio 
de  los  orígenes  y  el  carácter  de  las  ideas  filosóficas  lulianas,  y  arrojaría 
luz  definitiva  sobre  el  llamado  problema  de  las  influencias. 


(67)  Tenemos  reunidos  muchos  materiales  para  un  "Vocabulario  definicionario  lu- 
liano". 


IV 


Nueva  valoración  del  Arte  luliana. 

Lull  y  la  lógica  matemática. — Algunos  juicios  recientes  acerca  de  la  filosofía  lu- 
liana,. y  especialmente  acerca  del  Arte  general. — El  soporte  metafísico  del  Arte 
combinatoria. 

18.  Disipados  los  últimos  ecos  de  la  risa  rabelaisiana,  que  a  partir 
del  Renacimiento  creó  un  ambiente  contrario  al  Arte  luliana,  hoy  se 
hace  justicia  al  intento  audaz  de  R.  Lull,  hasta  el  punto  de  considerar 
al  filósofo  mallorquín  como  el  precursor  de  Leibniz  y  de  la  nueva  disci- 
plina conocida  hoy  con  los  nombres  de  logística,  lógica  teorética  y  lógi- 
ca matemática  o  simbólica,  cuyos  fundamentos  han  puesto  L.  Couturat 
en  Francia,  Whitehead  y  B.  Russell  en  Inglaterra,  Frege,  Dedekind, 
Schroder  y  Hilbert  en  Alemania  y  Peano  y  Burali-Forti  en  Italia.  La 
crítica  ha  cambiado  radicalmente  de  rumbo.  Asistimos  actualmente  a 
una  nueva  valoración  del  Arte  luliana.  tanto  más  impresionante  cuanto 
que  aquello  que  de  la  misma  se  vindica  con  singular  predilección,  es  la 
Combinatoria,  es  decir,  aquella  parte  que  se  tenía  por  definitivamente 
caducada.  Para  corroborar  este  aserto,  transcribiremos  algunos  recien- 
tes y  muy  autorizados  juicios,  que  hacemos  nuestros  con  alguna  aclara- 
ción que  estimamos  necesaria. 

En  1901.  L.  Couturat  afirmaba  que  Leibniz  se  inspiró  en  el  ejemplo 
de  Ramón  Lull  al  enunciar  el  problema  fundamental  de  la  lógica  de  la 
invención  sobre  la  base  de  la  Combinatoria  (6S).  Esta  afirmación  es  hoy 
ya  un  lugar  común.  Pero  el  profesor  W.  Kabitz,  de  Munich,  basándose 
en  el  estudio  de  los  manuscritos  inéditos  de  Leibniz,  ha  podido  añadir, 
recientemente,  que  la  influencia  de  Lull  sobre  el  autor  de  la  Monadologia 
perdura  aún  en  sus  últimos  escritos  (69). 

(68)  La  Logique  de  Leibniz  d'aprés  des  documents  inédits.  París,  iqoi,  cap.  TI,  pá- 
gina 37. 

(6q)  Citado  en  la  11. ■  edición  del  tomo  IT  del  "Úbenvecr-Heinze",  a  que  nos  re- 
feriremos luego. 


—  477 


El  historiador  de  la  filosofía  medieval  Clemens  Báumkcr  ha  escri- 
to (70) : 

"Los  métodos  lógicos  de  los  medievales  eran  muy  adecuados  para  exponer 
por  razones  fundamentales  los  conocimientos  ya  adquiridos,  pero  no  para  des- 
cubrir nuevas  verdades.  El  principal  instrumento  para  eso  último,  esto  es,  la 
inducción,  no  fué  utilizado  en  la  Edad  Media  por  razones  que  ya  hemos  ex- 
puesto. Pero  en  la  esfera  puramente  conceptual  se  nos  ofrece  un  ensayo  muy  in- 
teresante, aunque  bastante  ruidoso,  de  una  parecida  ars  inveniendi,  la  cual  se 
propone  establecer  el  mayor  número  posible  de  combinaciones  entre  los  concep- 
tos ya  dados  y  plantear  en  consecuencia  todas  las  cuestiones  posibles  a  fin  de 
que  un  examen  ontológico  y  lógico  nos  ponga  en  camino  de  separar  las  combi- 
naciones que  resultan  correctas  o,  por  lo  menos  posibles,  de  las  proposiciones 
falsas,  con  el  objeto  de  obtener  de  este  modo  una  sistematización  del  saber,  la 
más  completa  posible,  en  la  que  se  incluirían  las  nuevas  verdades.  Ramón  Lull 
ha  construido  esta  Combinatoria  a  manera  de  un  arte  experimental  de  los  con- 
ceptos (ais  eine  Art  begrifflicher  ExpeHmentierkunst) .  Al  mismo  tiempo  le  da 
una  especie  de  formulación  matemática,  puesto  que  simboliza  los  conceptos  y 
los  predicados  de  las  cosas  reales  por  letras  y,  además,  intenta  mecanizar  el  ha- 
llazgo de  las  combinaciones  valiéndose  de  círculos  giratorios  con  signos  y  de 
otros  medios  auxiliares.  Todavía,  siglos  más  tarde,  la  han  cultivado  Agripa  de 
Nettesheim,  Giordano  Bruno — para  quien  fué  algo  más  que  un  simple  medio 
mnemotécnico — ,  J.  Enrique  Alsted,  el  maestro  de  Commenius,  y  otros.  Podemos 
añadir  que  sus  intuiciones  capitales  son  reproducidas  en  la  scientia  generalis  de 
Leibniz,  así  como  en  la  moderna  lógica  matemática  y  en  la  máquina  lógica  de 
Stanley  Jevons,  etc.  En  lo  antedicho  radica  la  verdadera  originalidad  de  Lull..." 

En  la  11.a  edición  del  tomo  II  del  Grundriss  d\er  Geschichte  der  Phi- 
losophie  de  Überweg-Heinze  (Berlín,  1928),  revisada,  en  la  parte  refe- 
rente a  R.  Lull,  ,por  B.  Geyer,  con  aportaciones  del  citado  W.  Kabitz. 
se  lee  el  siguiente  muy  terminante  juicio  (71) : 

"A  causa  de  los  círculos  giratorios  Lull  ha  sufrido  reproches  muy  agrios. 
C.  Prantl  llega  a  presentarlo  como  medio  loco.  Pero  en  tales  invectivas  se  escon- 
de una  confusión  de  lo  accidental  con  la  esencia  y  médula  del  sistema  luliano. 
En  ellas  se  olvida  que  Lull  quiso  dar  a  su  Arte  una  forma  tan  popular  como 
supo,  para  que  la  gente  vulgar  la  manipulase  a  modo  de  instrumento  en  defensa 
de  la  fe.  Se  olvida,  además,  que  pese  a  todos  los  esquemas  y  mecanismos,  sobre- 
vive hoy  firmemente  la  idea  fundamental,  es  a  saber,  la  pretensión,  aparecida  por 
vez  primera  en  Lull,  de  un  Arte  general  común  a  todas  las  ciencias  a  manera  de 
un  sistema  de  conceptos  básicos,  a  partir  de  los  cuales  sea  posible,  mediante  su 
combinación,  edificar  sintéticamente  las  diversas  ciencias.  Cabalmente  lo  esen- 


(70)  Die  europeische  Philosophie  des  Mittelalters  (incluido  en  el  volumen  Allgemei- 
ne  Geschichte  der  Philosophie,  2.a  ed.,  Berlín,  Teubner,  1023,  págs.  4i7-4i8. 

(71)  Págs.  460-461. 


-  4',S  - 


cial,  lo  nuevo  y  lo  característico  del  Arte  luliana  es  la  idea  de  la  Combinatoria, 
no  los  principios,  como  cree  Keicher,  y  aun  menos  el  método,  como  asegura 
J.  H.  Probst.  Hasta  muy  entrada  la  Edad  Moderna,  el  Arte  general  de  Lull  ha 
espoleado  los  espíritus  y  ha  atraído  sobre  sí  la  atención..." 

y  se  alude  muy  en  especial  a  la  influencia  ejercida  directamente  sobre 
Leibniz. 

Walther  Brand  y  Marie  Deutschbein  en  su  Introducción  a  la  Filoso- 
fía matemática  (j2),  afirman  que 

"...  ya  Ramón  Lull,  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xni,  ensayó  concebir  la  lógica 
como  una  especie  de  combinatoria.  Los  conceptos  compuestos — añaden — debían 
ser  divididos  en  conceptos  simples,  a  cada  uno  de  los  cuales  correspondería  un 
número  o  un  símbolo,  y  de  las  posibles  combinaciones  y  variaciones  originales 
surgía  una  ciencia  de  los  conceptos,  que  su  fundador  caracteriza  como  scientia 
generalis,  puesto  que  la  considera  fundamento  y  base  de  todas  las  otras  ciencias. 
Esta  idea  de  la  scientia  generalis  fué  más  tarde  recogida  de  nuevo  por  Leibniz". 

A  la  misma  conclusión,  formulada  de  un  modo  no  menos  terminan- 
te, llega  E.  Gil  son  : 

"A  nadie  habrá  de  sorprender — dice  (73) — que  la  Combinatoria  de  Lull.  con- 
cebida a  fines  del  siglo  xm,  no  haya  satisfecho  a  Descartes,  el  inventor  de  la  geo- 
metría analítica,  ni  a  Leibniz;  el  inventor  del  cálculo  infinitesimal.  Lo  que  impor- 
ta subrayar,  por  el  contrario,  es  el  interés  persistente  aportado  por  esos  grandes 
espíritus  a  dicha  obra,  que.  bajo  una  forma  rudimentaria  e  imperfecta,  lanzó 
una  gran  idea  de  la  cual  la  logística  actual  persigue  todavía  la  realización." 

E.  R.  Jaensch  escribe  en  1933  (74) : 

"El  esfuerzo  de  Ramón  Lull  por  construir  un  arte  de  pensar  que  se  desenvuel- 
va automáticamente  o,  por  decirlo  de  otro  modo,  un  mecanismo  conceptual  que 
rija  el  conocimiento  con  entera  independencia  del  sujeto  humano,  halla  su  pro- 
secución no  sólo  en  la  tentativa  similar  de  Leibniz.  sino  también  en  amplios  sec- 
tores de  la  ciencia  moderna.  Que  el  espíritu  pensante  sea  sustituido  por  un  apa- 
rato registrador  del  pensamiento,  del  cual  el  hombre  se  limite  a  hacer  uso  al 
conocer,  sigue  siendo  un  ideal  al  que  se  aspira,  porque  de  esta  manera  viene 
orillado  segurísimamente  todo  peligro  de  subjetividad  y  de  antropomorfismo." 


C72)  Introducción  a  la  Filosofía  matemática  Ctrad.  de  R.  Ledesma  Ramos).  Ma- 
drid, 1930.  La  edición  alemana  es  de  1929. 

(73)  La  phüosopkie  franciscaine  Cen  el  volumen  de  homenaje  Saint  Francois  d'Asús- 
se.  Son  oeuvre.  Son  influence;  París,  1927,  pág.  163). 

(74)  Die  Lage  und  die  Aufgaben  der  Psychologie,  Leipzig,  1933,  pág.  71. 


-  4"*>  — 


En  fin,  el  lógico  Reinhard  Kynast  ha  emitido  en  1932  el  siguiente 
grave  juicio  (75) : 

"Los  representantes  de  la  lógica  simbólica  orientada  en  una  dirección  más 
o  menos  matemática  propenden  enormemente  a  asertos  muy  rotundos,  porque 
en  el  empleo  de  signos  revestidos  adrede  de  un  carácter  fijo  y  definitivo  creen 
haber  hallado  un  sistema  de  expresiones  infalible  y  evidente.  Pero  olvidan  que 
el  signo  se  pone  en  lugar  de  un  complejo  mental,  el  cual  a  su  vez  carece  de  una 
significación  rígidamente  estable  y,  por  tanto,  su  exactitud  nada  más  puede  ser 
obtenida  en  virtud  de  un  arbitrio.  La  lógica  simbólica,  pues,  resulta  incapaz  de 
resolver  los  problemas  de  validez,  antes  bien  los  supone  ya  resueltos.  Su  delibe- 
rado intento  se  encamina  a  lograr  una  figuración,  la  más  sencilla  e  insustituible 
que  se  pueda;  y  satisface,  por  ende,  en  primer  lugar  a  finalidades  técnicas  del 
pensamiento,  tal  y  como  su  preludio  histórico  en  los  comienzos  de  la  Edad  Mo- 
derna, el  Arte  luliana,  quiso  ser  ya  una  ars  inveniendi" 

Notemos  que  la  crítica,  muy  profunda,  que  Reinhard  Kynast  hace 
de  la  lógica  simbólica,  y  especialmente  la  observación  de  que  esa  noví- 
sima dirección  del  pensamiento  resulta  incapaz  de  resolver  los  proble- 
mas de  validez,  no  puede  ser  rigurosamente  aplicada  a  la  Combinatoria 
luliana,  la  cual,  como  hemos  visto,  es  un  arte  auxiliar  del  Arte  general. 
Ya  advertimos  incidentalmente  que  Lull  fundamenta  la  infalibilidad  de 
su  Arte  en  una  base  metafísica  y  teológica.  Es,  pues,  indispensable,  si  se 
quiere  comprender  toda  la  significación  y  el  valor  del  Arte  general,  tra- 
tar especialmente  de  la  metafísica  y  la  teología  lulianas,  lo  cual  cons- 
tituirá el  objeto  del  capítulo  siguiente. 


(75)  Grundriss  der  Logik  und  Erkenntnistheorie.  Ein  ontologischer  Versuch,  Ber- 
lín, 1Q33,  págs.  16  y  17. 


CAPITULO  XV 


LA  METAFISICA  Y  LA  TEOLOGIA.  LA  POLEMICA 
CON  LOS  AYERROISTAS 


I 

Orígenes  y  caracteres  de  la  Metafísica  luliana  (i) 

Carácter  polémico  de  la  metafísica  y  la  teología  luliaitas. — El  fondo  franciscano 
y  las  influencias  de  choque. — El  ejemplarismo. — Cuestiones  especialmente 
tratadas. — El  problema  de  los  universales. — Líneas  esenciales  de  la  cosmo- 
logía Juliana. — El  Liber  Chaos  y  el  Líber  de  lumine. 

i.  ''Totalmente  incomprensible,  si  se  quiere,  para  quien  le  separe 
de  su  familia  espiritual  (franciscana),  es  el  beato  Ramón  Lull...  al  cual 
un  antiguo  grabado  nos  representa  ceñido  con  el  cordón  de  la  Orden, 
arrodillado  ante  un  crucifijo  aureolado  de  luz,  y  dejando  escapar  de 
sus  labios  aquella  palabra  que  abre  y  cierra  el  sentido  de  toda  la  meta- 
física franciscana:  O  bonitas!"  Este  juicio  de  E.  Gilson  (2),  sin  dejar 
de  ser  exacto,  necesita  ser  completado.  Conviene  no  perder  de  vista  eme 
la  filosofía  del  Doctor  Iluminado  es  una  filosofía  de  combate.  Primero, 
sus  refriegas  ininterrumpidas  contra  el  mahometismo  para  la  mejor 
defensa  de  la  fe  cristiana  y,  más  tarde,  sus  polémicas  contra  el  ave- 
rroísmo  latino,  acaban  por  imprimir  a  la  filosofía  luliana  una  fisonomía 
peculiar.  La  metafísica  y  la  teología  lulianas,  aunque  nutridas  funda- 
mentalmente en  la  corriente  agustiniano-anselmiana,  muestran  un  con- 
junto de  actitudes  y  de  procedimientos  aprendidos  en  el  fragor  de  la 
lucha.  Y  se  da  la  paradoja  de  que  Lull  acabe  por  adueñarse  de  ciertos 

Ci)  Véase,  sobre  esta  materia,  Tomas  Carreras  i  Artau :  Fonaments  metafísics  de 
la  Filosofía  luí -liana,  en  '  Miscel  •  lánia  Luí -liana",  Barcelona,  1935,  págs.  446-466, 
estudio  que  ha  sido  traducido  al  alemán  y  publicado  con  el  título  Die  metaphysischen 
Crundlagen  der  lullschen  Philosophie,  "Wissenschaft  und  Weisheit",  M.  Gladbach,  oc- 
tubre de  103 5,  págs.  266-287. 

(2)    La  philosophie  jrancisoaine  antes  cit.,  pág.  163. 


-  4*1  - 


principios  del  adversario,  incorporándolos  a  su  sistema  a  guisa  de  tro 
feos  de  la  victoria. 

A  la  luz,  pues,  de  la  doble  influencia  franciscana  y  arábiga  o,  más 
ampliamente,  oriental,  habrá  que  recoger  los  caracteres  de  la  metafísica 
y  la  teología  lulianas  y  hacer  el  inventario  de  las  principales  cuestiones 
que,  en  ese  doble  terreno,  excitaron  la  reflexión  del  filósofo  mallor- 
quín. Inventario,  decimos,  porque  el  interés  del  presente  capítulo  ha 
de  consistir  más  que  en  presentar  una  exposición  minuciosa,  pero  fría, 
de  las  doctrinas  teológico-metafísicas  lulianas,  en  seguir  el  dramatismo 
de  la  mente  enardecida  del  Doctor  Iluminado,  la  cual,  guiada  desde  los 
primeros  momentos  de  su  actividad  filosófica  por  ciertos  principios  fun- 
damentales, que  no  abandonó  jamás,  fué  reaccionando  ante  las  tesis 
contrarias  y,  de  este  modo,  elaborando  gradualmente  un  cuerpo  de  doc- 
trina cual  otras  tantas  posiciones  conquistadas  al  adversario.  Conviene, 
pues,  registrar  ante  todo  aquellos  principios  fundamentales  antes  alu- 
didos ;  seguidamente  nos  haremos  cargo  de  las  aplicaciones  y  matices 
de  los  mismos  que,  gracias  a  la  actitud  personal  del  Doctor  Iluminado, 
veremos  reflejados  en  el  número,  la  índole  y  las  soluciones  de  los  pro- 
blemas particulares. 

2.  Sin  negar  que  Lull  aprovecha  algunas  doctrinas  aristotélicas  en 
metafísica,  física  y  psicología,  el  fondo  de  su  sistema  lo  constituye  el 
realismo  neoplatónico,  modelado  por  la  corriente  agustiniano-anselmia- 
na.  La  metafísica  luliana  es  la  metafísica  del  ejemplarismo  con  su  obli- 
gado complemento,  el  simbolismo  universal,  y  su  remate  definitivo,  que 
es  el  misticismo . 

Dios  y  las  dignidades  divinas  son  la  causa  y  el  arquetipo  de  las  per- 
fecciones creadas.  Las  cosas  no  son  más  que  semejanzas  de  estas  dig- 
nidades divinas,  equivalentes  a  las  Ideas  platónicas.  Todas  las  criaturas, 
afirma  Lull,  según  su  capacidad  receptiva,  muestran  más  o  menos  im- 
presa la  semejanza  divina  en  la  medida  de  su  proximidad  al  grado  su- 
perior ;  así  es  que  toda  criatura  lleva,  en  mayor  o  menor  grado,  el  signo 
del  supremo  Artífice  (3).  El  entendimiento,  siguiendo  un  proceso  as- 
cendente, descubre  en  las  criaturas  cinco  grados  de  semejanzas  divinas 
y.  por  tanto,  de  perfección:  el  primer  grado  es  el  ser  elementado;  el 
segundo,  el  ser  vegetativo ;  el  tercero,  el  ser  sensitivo ;  el  cuarto,  el  ani- 

(3)  "...  cuius  naturae  (Dei)  similitudines  secundum  possibilitatem  receptionis  crea- 
turae  sunt  impressae  in  qualibet  creatura,  et  hoc  secundum  magis  et  minus,  secundum 
quod  plus  accedunt  ad  superiorem  gradum  ubi  est  homo,  sicut  praedictum  est,  ita 
quod  quaelibet  creatura  secundum  magis  et  minus  sui  summi  artificis  portat  signum" 
(Compendium  Artis  demonstrativae,  ed.  de  Maguncia,  t.  III,  dist.  II,  p.  I,  pág.  74.) 


-  482  - 


mal  imaginativo;  y  el  quinto,  el  hombre,  dotado  de  un  alma  racional, 
la  cual — semejantemente  a  Dios — puede  comprender  objetos  que  exce- 
den los  sentidos  y  la  imaginación,  tales  como  Dios,  las  sustancias  espi- 
rituales, la  misma  alma,  la  ciencia,  etc.  (4).  Como  término  y  corona- 
miento del  susodicho  proceso,  el  entendimiento  humano  comprende  que 
Dios  es  una  naturaleza  infinita  y  eternamente  preeminente  en  toda  suer- 
te de  perfecciones  (5) ;  que  es  el  ser  en  el  cual  las  dignidades,  tanto  en 
el  existir  como  en  el  obrar,  muéstranse  en  su  grado  más  alto  y  excelen- 
te y  en  la  máxima  concordancia,  ya  que  en  él  no  cabe  inferioridad  (6). 
La  Idea — añade  Lull,  usando  un  lenguaje  de  neto  abolengo  platónico — ,. 
en  cuanto  eterna  es  Dios,  pero  en  cuanto  nueva  es  la  criatura,  análoga- 
mente a  como  el  arca  que  en  la  meditación  del  carpintero  era  nueva,  al 
pasar  de  la  potencia  al  acto,  es  antigua.  El  ser  inteligente  y  divino  en 
su  propio  inteligible  infinito  y  eterno  atrae  todas  las  novedades,  despo- 
jadas de  todo  sujeto  creado,  y  estas  novedades  son  las  Ideas  divinas, 
aunque,  por  otro  lado,  las  criaturas  son  a  la  vez  que  nuevas,  finitas  y 
limitadas  (y).  Este  substancioso  pasaje  resume  el  ejemplarismo  luliano. 

3.  El  universo  es  para  Lull,  como  para  los  filósofos  franciscanos, 
un  sistema  de  signos  denunciadores  de  la  realidad  inefable  de  Dios, 
oculta  detrás  del  mundo  aparente  de  las  cosas  creadas.  "Este  mundo 


(4)  Véase  "De  modo  tractandi  regulas  per  principia  universalia  in  ascensu  et  des- 
censu  intellectus",  en  la  obra  y  lugar  cits.,  págs.  74-76.  Véase,  también,  Líber  de  ascensu 
et  descensu  intellectus,  ed.  de  Mallorca  de  1744  (hay  traducción  castellana  de  Madrid, 
1928),  en  el  cual  la  primera  escala,  o  sea  la  de  los  seres,  consta  de  los  siguientes  pel- 
daños: la  piedra,  la  llama,  la  planta,  el  bruto,  el  hombre,  el  cielo,  el  ángel  y  Dios.  En  el 
tratado  De  divina  existentta  et  agentia  y  en  algún  otro,  Lull  admite  tres  grados:  el 
universo  material  constituye  el  grado  positivo;  el  ángel  y  el  alma  humana,  el  grado 
comparativo ;  Dios,  ser  supremo,  el  grado  superlativo. 

(5)  "Hoc  itaque  considerato  de  Deo  statim  concipitur  ipsum  Deum  esse  quandam 
naturam  superexcellentem  infinité  et  aeternaliter  in  omni  perfectione,  quae  scilicet  na- 
tura est  ipsa  summa  bonitas,  summa  magnitudo,  etc."  (Compendium  Artis  demonstra- 
tivae,  dist.  II,  p.  I,  pág.  74.) 

(6)  "De  Deo  semper  concludendum  est  id,  per  quod  ipsum  Deum  appareat  esse 
summum  in  ómnibus  suis  conditionibus  et  per  quod  dignitates  eius  in  existere  et  agere 
appareant  excellentius  esse  summae.  Ra  io  autem  huius  regulae  confirmatur,  quia,  cum 
Deus  sit  summum  ens  et  habeat  summas  perfectiones,  eius  magnitudo  magis  concordat 
huic  quod  est  maius,  non  autem  huic  quod  est  minus"  (obra  cit,  p.  II,  pág.  80). 

(7)  "Idea  in  aeternitate  est  Deus,  sed  in  novitate  est  creatura,  sicut  figura  arcae 
quae  in  meditatione  carpentarii  fuit  nova,  ipsa  autem  deducta  de  potentia  in  actum 
fuit  antiqua...  Divinus  enim  intelligens  in  suo  proprio  intelligibili  infinito  et  aeterno, 
attrahit  omnes  novitates  ab  omni  subiecto  creato  denudatas,  quae  quidem  novitates 
sunt  Ideae  divinae;  sed  per  tertiam  speciem  eiusdem  regulae  sunt  creaturae  novaer 
finitae  et  terminatae"  (Ars  generalis  ultima,  ed.  de  Estrasburgo,  1609,  X  pars  princ, 
cap.  Lili,  pág.  512). 


— dice — es  imagen...  en  la  cual  son  significadas  las  dignidades  de  Dios, 
esto  es,  que  por  la  bondad  de  la  criatura  es  significada  la  bondad  de 
Dios,  y  por  la  grandeza  de  la  criatura  es  significada  la  grandeza  de 
Dios,  y  así  de  las  otras  cosas  semejantes  a  éstas"  (8).  De  ahí  el  uso 
reiterado  de  la  palabra  "semejanzas",  aplicada  a  las  cosas  creadas  (9), 
palabra  que  llega  a  ser  familiar  en  el  léxico  franciscano,  y  el  empleo 
del  símil  del  espejo  (10)  y  otros  parecidos,  predilectos  también  de  los 
filósofos  franciscanos. 

Asimismo  Lull  apela  deliberadamente  con  bastante  frecuencia  al 
simbolismo  del  árbol  para  mejor  desenvolver  sus  doctrinas  metafísicas. 
El  "proceso  de  los  árboles" — que  constituye  el  asunto  de  su  gran  obra 
de  madurez,  el  Arbre  de  sciencia — ,  es  el  proceso  mismo  del  universo. 
La  función  específica  del  filósofo  consiste  en  saber  leer  los  "significa- 
dos" de  cada  árbol  y  de  sus  partes  constitutivas :  raíces,  tronco,  ramos, 
ramas,  hojas,  flores  y  fruto  (11).  Las  raíces  de  los  árboles  elemental, 
vegetal,  sensual,  imaginal,  humanal,  moral,  imperial  y  apostolical  son: 
la  bondad,  la  grandeza,  la  duración,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad, 
la  virtud,  la  verdad,  la  gloria,  la  diferencia,  la  concordancia,  la  contra- 
riedad, el  principio,  el  medio,  el  fin,  la  mayoridad,  la  igualdad  y  la  mi- 
noridad. Estas  mismas  raíces  lo  son  también  de  los  árboles  celestial, 
angelical,  maternal  o  marial  y  cristianal  o  de  Jesucristo,  excepción  hecha 
de  la  contrariedad  que  es  incompatible  con  el  grado  de  perfección  de 
los  seres  simbolizados  por  dichos  árboles.  Al  llegar  al  árbol  divino  o 
de  Dios,  que  es  el  árbol  supremo,  las  raíces  toman  otro  nombre :  se  lla- 
man dignidades  (12).  Las  dignidades  divinas  son :  la  bondad,  la  gran- 
deza, la  eternidad,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la  virtud,  la  ver- 
dad, la  gloria,  la  diferencia  o  sea  la  distinción  (de  personas),  la  concor- 
dancia (entre  ellas),  el  principio,  el  medio,  el  fin  y  la  igualdad  (13).  En 
Dios  no  se  da  contrariedad  ni  mayoridad  ni  minoridad,  porque  pugna- 
rían con  su  absoluta  perfección.  Y  hemos  de  considerar  aquellas  dig- 


(8)  Libre  de  meravelles  (ed.  "Els  Nostres  Clássics"),  vol.  III,  cap.  LUI,  pág.  53- 

(9)  Obra  cit.,  págs.  92,  117,  118,  124,  etc.;  y  en  el  Libre  de  contemplació  en  Déu, 
passim. 

(10)  Cfr.  Libre  de  demostracions  (Mallorca,  1930),  Hb.  II,  cap.  XIII,  n.°  6,  pá- 
gina 95;  Ari  amativa  (Mallorca,  1933),  p.  II,  págs.  41,  42  y  43;  Arbre  de  Sciencia  (ed. 
de  Mallorca,  1917-1923-1926),  t.  I,  "Del  arbre  ymaginal",  n.°  3,  pág.  152,  y  en  otras 
obras. 

(11)  Cfr.  Prólogo,  t.  I,  págs.  2-5. 

(12)  "Per  la  primera  part  consideram  les  dignitats  de  Déu  metaforicalment,  segons 
que  consideram  rayls  d  arbre"  (Arbre  de  sciencia,  t.  II,  "Del  arbre  divinal",  pág.  275). 

(13)  Arbre  de  sciencia,  t.  II,  "Del  arbre  divinal",  n.°  I,  pág.  276. 


—  4*4  — 


nidades  como  razones  reales  (14),  bien  entendido  que  ellas  y  la  substan- 
cia en  que  son  sustentadas  son  una  misma  esencia,  naturaleza  y  dei- 
dad (15).  En  Dios  hay,  pues,  semejanza  perfecta  o,  en  otros  términos. 
Dios  es  idéntico  a  sí  mismo. 

4.  Y  hemos  llegado  al  entroncamiento  de  la  metafísica  con  el  Arte 
luliana.  Lull  dice  terminantemente  que  aquellas  dieciocho  raíces  de  los 
primeros  árboles — los  cuales,  como  vimos,  simbolizan  el  mundo  de  las 
criaturas — son  los  mismos  principios  del  Arte  general  (16).  Es  decir 
que  raíces,  o  sea  los  primeros  fundamentos  reales  de  las  cosas,  princi- 
pios del  Arte  y  dignidades  divinas  son  términos  equivalentes,  hecha  la 
salvedad  de  que  la  contrariedad,  la  mayoridad  y  la  minoridad  son  sólo 
aplicables  a  las  cosas  creadas,  no  a  Dios.  Los  principios  del  Arte  gene- 
ral son  a  la  vez  principia  essendi  et  principia  cognoscendi  (ij).  Las  figu- 
ras son  un  artificio  que  permite  al  entendimiento  alcanzar  las  verda- 
des veré  et  realiter  (18). 

Un  sentido  esencialmente  platónico  informará,  pues,  toda  la  filoso- 
fía luliana,  ya  se  la  considere  dentro  de  su  dominio  estricto,  ya  se  la 
siga  en  toda  la  amplitud  de  sus  horizontes.  Así,  el  problema  de  los  uni- 
versales es  resuelto  insistentemente  y  sin  vacilaciones  con  un  criterio 
francamente  realista  (19).  En  la  Lógica  nova  se  pregunta  Lull  si  el  gé- 
nero es  un  ser  real,  y  contesta  afirmativamente,  definiendo  el  género 
como  el  ser  muy  confuso  que  se  predica  de  muchas  cosas  específicamen- 


(14)  Obra  cit.,  t.  II,  "De  les  dignitats  de  Déu",  n."  1,  pág.  276. 

(15)  Obra  cit.,  t.  II,  "De  la  substancia  del  arbre  divinal",  n.°  1,  pág.  280. 

Í16)  "Per  les  sues  rayls  entenem  los  comengaments  de  la  Art  general,  có  es  a  .sa- 
ber: bonea,  granea,  duració,  poder,  saviesa,  volentat,  virtut,  veritat,  gloria,  differencia, 
concordanca,  contrarietat,  comencament,  mijá,  fi,  majoritat,  egualtat  e  minoritat"  (Ar- 
bre de  sáencia,  t.  I,  "Del  arbre  elemental",  pág.  9). 

Í17)  "Principia  namque  huius  artis  et  regulae  vera  et  necessaria  sunt  sine  aliquo 
defectu.  Nam  unumquodque  verum  et  necessarium  est.  quod  id  quod  est  non  potest 
aliter  se  habere"  (Ars  generalis  ultima,  X  pars  princ,  cap.  CVI,  pág.  545). 

(18)  "Figuram  quidem  istam  debet  artista  huius  artis  habituare  et  imaginan...  ut 
intellectus  per  ipsam  veritates  attingere  possit,  et  hoc  veré  et  realiter"  (Ars  gen.  ult., 
II  pars  princ,  pág.  221). 

(19)  Cfr.  Líber  Chaos,  ed.  de  Maguncia,  vol.  III,  "De  quinqué  universalibus  et 
primo  de  genere  Chaos"  y  "De  specie  Chaos",  págs.  19  y  20;  Quaestiones  per  arlem 
demonstrativam  seu  inventivam  solubiles,  quaest.  86 :  "Utrum  quinqué  universalia  et 
decem  praedicamenta  sint  aliquid  extra  animam"  (ed.  de  Maguncia,  vol.  IV) ;  Arbre 
de  sáencia,  t.  I,  págs.  112,  113,  114,  118,  129,  131  et  passim ;  Lógica  nova,  toda  la 
dist.  II;  Ars  generalis  ultima,  X  pars  princ,  caps.  XXI  y  XXII  et  passim.  Para  el  estu- 
dio del  Liber  Chaos  véanse,  además  del  citado  vol.  III  de  la  edición  de  Maguncia, 
Fr.  Luis  de  Flandes:  Tratado  y  resumen  del  caos  luliano  (Palma  de  Mallorca,  1740), 
y  el  breve,  pero  seguro,  resumen  del  tomo  XXIX  de  la  Hist.  litté.  de  la  France,  pági- 
nas 124-127. 


-  4*3  - 


te  diferentes  (20).  En  el  mismo  sentido  contesta  que  la  especie  es  tam- 
bién un  ser  real,  que  se  predica  de  muchos  individuos  numéricamente 
diferentes  (21).  Los  géneros  y  las  especies — se  lee  en  el  Arbre  de  ¿cien- 
cia— son  razones,  como  quiera  que  en  el  árbol  (simbólico)  hay  "sem- 
brados" muchos  géneros  y  muchas  especies;  así,  la  bondad  general, 
confusa  en  el  tronco,  es  razón  de  muchas  bondades  especiales  (por  ejem- 
plo, la  bondad  especial  del  fuego,  la  bondad  especial  del  aire,  etc.),  y 
del  mismo  modo  la  grandeza  general  es  razón  de  las  grandezas  espe- 
ciales. Otro  tanto  puede  afirmarse  de  la  especie  general,  por  la  cual 
hay  en  el  árbol  (simbólico)  individuos  elementados,  vegetados  y  sensa- 
dos,  por  ejemplo,  Martín  y  su  caballo  que  están  debajo  de  animal,  el 
cual  a  su  vez  está  debajo  de  cuerpo  (22).  Por  eso,  la  lógica  luliana  st 
ufana  de  ser  una  lógica  realista  (23).  La  Lógica  nova  se  inaugura  tra- 
tando "de  arbore,  quem  naturalem  et  logicalem  vocamus"  (24). 

La  persistencia  de  ese  mismo  sentido  platónico  explica  el  tenaz  em- 
peño de  Lull  en  aplicar  los  principios  de  su  Arte  general  al  mundo  mo- 
ral, político  y  social,  como  veremos  en  el  capítulo  correspondiente. 

5.  También  en  la  física  y  la  cosmología  son  patentes  las  influen- 
cias franciscanas.  En  el  Libre  de  Chaos  (Liber  Chaos),  compuesto  hacia 
1275,  y  en  el  Libre  de  meravelles,  que  lo  fué  probablemente  entre  1288 
y  1289  (25),  esboza  Lull  sus  doctrinas  físico-cosmológicas  o,  como  en- 
tonces se  decía,  su  filosofía  natural.  Dios  creó  al  mismo  tiempo  cuatro 
esencias,  a  saber:  igneidad,  aereidad,  acueidad  y  terreidad  (26),  las  cua- 
les constituyen  una  yle,  que  se  denomina  caos  (27).  Cada  una  de  estas 
cuatro  esencias  está  en  forma  y  en  materia:  la  forma  es  pura  acción, 
y  la  materia  es  pura  pasión,  moviéndose  la  forma  por  toda  la  materia 
y  siendo  toda  la  materia  movida  por  toda  la  forma.  La  forma  universal. 


(20)  "Genus  est  ens  consideratum  et  valde  confusum,  quod  praedicatur  de  pluri- 
bus  specie  differentibus"  (dist.  II,  cap.  I,  pág.  18.  Cito  por  la  ed.  de  Mallorca  de  1744). 

(21)  "Species  est  ens  quod  praedicatur  de  pluribus  individuis  numero  differenti- 
bus" (dist.  II,  cap.  II,  pág.  22). 

(22)  T.  I,  "Del  fruyt  del  arbre  sensual",  pág.  131. 

(23)  "Ideo  in  hoc  nostro  compendioso  et  novo  opere...  naturaliter  ac  philosophice 
procedemus..."  (Lógica  nova,  prólogo,  pág.  1).  * 

(24)  Dist.  I,  pág.  2. 

(25)  Véanse-  los  libros  Li  y  IV  de  dicha  obra. 

(26)  "Essentiam  Chaos  in  quatuor  partes  divisam  esse  intelligimus,  scilicet  in 
ieneítatem,  aéreitatem,  aqueitatem  et  terreítatem"  (Liber  Chaos,  ed.  de  Maguncia,  vo- 
lumen III,  "De  essentia  Chaos",  pág.  1). 

(27)  "Aquelles  IIII  esséncies  forem  ensemps  creades,  e  ensemps  formen  I  ile,  qui 
es  apellat  Cahos"  (Libre  de  meravelles,  lib.  IV,  cap.  XXI,  "Del  moviment  deis  elements", 
pág.  14). 


—  486  — 


o  principio  activo,  y  la  materia  primera  o  principio  pasivo,  constituyen 
un  solo  ser,  esto  es,  el  caos,  del  cual  proceden  todos  los  seres  naturales 
del  mundo  sublunar  (28). 

El  caos  tiene  tres  grados.  El  primer  grado  es  un  cierto  ser  compues- 
to de  igneidad,  de  aereidad,  de  acueidad  y  de  terreidad.  En  este  ser 
están  las  razones  seminales,  a  saber:  los  géneros,  las  especies,  las  dife- 
rencias, las  propiedades  y  los  accidentes  naturales,  además  de  la  for- 
ma universal  y  la  materia  primera.  En  este  primer  grado  del  caos,  Dios 
crea  todo  lo  que  es  natural  en  el  cuerpo  físico.  El  segundo  grado  es  la 
creación  del  primer  león,  del  primer  árbol,  etc.,  y  también  del  primer 
hombre  en  cuanto  al  cuerpo.  Sobre  este  segundo  grado  influye  el  pri- 
mero, dándole  aquello  que  posee  en  potencia;  pero  a  su  vez  este  se- 
gundo grado  es  el  instrumento  del  primero,  puesto  que,  sin  él,  no  lle- 
garía a  la  perfección  de  su  operación,  atendido  que  las  especies  no  exis- 
tirían sin  los  individuos,  y  que  las  formas  potenciales  no  serían  actua- 
das. El  tercer  grado  es  esta  sucesión  que  sigue  al  segundo  grado,  a  sa- 
ber :  los  segundo.;  hombres,  los  segundos  leones,  los  segundos  árboles, 
etcétera. 

La  necesidad  de  los  tres  grados  la  explica  Lull  de  muchas  maneras. 
Según  una  de  ellas,  el  caos  vierte  la  materia  universal  en  un  árbol ;  el 
agente  natural  recibe  esta  materia  derramada  y  la  distingue  en  ramas, 
en  hojas  y  en  frutos.  De  este  modo,  el  universal  es  especificado,  y  des- 
pués la  materia  susodicha  llega  a  ser  particular  en  el  tercer  grado  del 
caos.  Pero  como  el  universal  no  puede  ser  recibido  todo  entero  en  los 
particulares,  ni  el  primer  grado  todo  entero  en  el  tercero,  resulta  de 
ello  que  el  universal  es  un  principio  existente  por  sí,  independientemen- 
te de  los  particulares.  Esto  no  quiere  decir  que  el  universal  sea  algo 
que,  en  sí.  no  sea  particular:  sólo  se  pretende  que  él  es  universal  o 
común  en  relación  a  las  cosas  que  son  hechas  o  pueden  ser  hechas  de  él. 

Lull  señala  y  examina  como  atributos  del  caos  los  cinco  universales, 
esto  es,  el  género,  la  especie,  la  diferencia,  la  propiedad  y  el  accidente, 
y  además  las  diez  categorías.  Del  primer  caos  deriva  el  húmedo  radical, 
principio  metafísieo  heredado  de  la  antigua  física,  al  cual,  coincidien- 
do con  San  Buenaventura,  considera  algo  así  como  el  principio  activo 


(28)  "Istud  siquidem  Chaos  est  illud  subiectum  in  quo  et  de  quo  sunt  omnia  entia 
naturalia  sub  lunari  circulo,  continens  in  se  omnia  quinqué  universalia  vel  praedica- 
bilia  et  decem  praedicamenta  atque  omnia  seminalia  causalia,  quae  siquidem  omnia 
praedicta  in  instanti  creationis  ipsius  Chaos  creata  sunt;  hcc  sic  intelligendum  est,  quod 
ista  nihil  ponunt  super  essentiam  Chaos,  sed  ideo  dicuntur  creata  in  eo,  quia  de  eo  pos- 
sunt  omnia  fieri  per  diversas  transmutationes"  {Líber  Citaos,  "De  esse  Chaos",  pág.  2). 


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de  la  evolución  orgánica  (29).  Dios,  ser  incorpóreo,  está  más  allá  de  la 
octava  esfera,  esto  es,  del  mundo  de  los  sentidos  y  de  los  seres  cor- 
póreos (30). 

6.  Completaremos  este  primer  diseño  cosmológico  luliano  con  nue- 
vas ideas  o  mayores  desarrollos  de  los  puntos  indicados,  expuestos  en 
•obras  posteriores. 

Además  de  las  cuatro  esencias  o  elementos  del  mundo,  Lull,  siguien- 
do las  ideas  reinantes  en  la  época,  admite  la  Quinta  esencia  y  el  Cielo 
imperial  (31).  En  la  Quinta  esencia,  que  es  la  substancia  de  que  son 
hechos  los  cuerpos  celestes,  no  hay  contrariedad,  ni  generación  ni  co- 
rrupción ;  el  firmamento,  en  el  cual  están  contenidos  los  doce  signos  y 
los  siete  planetas,  está  animado  por  el  alma  motiva,  y  su  movimiento 
•es  la  razón  de  todos  los  movimientos  corporales  inferiores  (32).  A  pe- 
sar de  que  el  Doctor  Iluminado  escribió,  en  1297,  su  Tractatus  novus 
de  astronomía  "para  disuadir  a  los  príncipes  y  magnates  de  confiarse 
a  las  adivinaciones  de  los  astrólogos",  es  lo  cierto  que  su  invectiva  va 
sólo  contra  los  malos  astrólogos,  pero  él  intenta  descubrir  nuevos  mé- 
todos con  los  cuales  se  pueda  tener  un  gran  conocimiento  de  la  astro- 
nomía y  sus  juicios  (33).  Estos  juicios  son  harto  difíciles  de  entender. 
La  situación  de  los  doce  signos  y  otras  circunstancias  explican  la  mas- 
culinidad  y  la  feminidad.  Cada  uno  de  los  siete  planetas  tiene  virtudes 


(29)  "Omnia  húmida  radicalia  in  vírtute  primi  Chaos  creata  sunt,  quorum  situatio 
quinqué  modis  consideranda  est"  (sigue  la  descripción  de  estos  cinco  modos),  Líber 
Chaos,  "De  húmido  radican",  págs.  42  y  43.  Compárese  con  San  Buenaventura:  In  II 
Sentent.  (Opera  omnia,  ed.  de  Quaracchi),  dist.  XXX,  art.  III,  q.  I,  t.  II,  págs.  73°-73i- 

(30)  "Manifestum  est  Deum  esse  ultra  octavam  spheram,  quae,  quicquid  sensuali- 
ter  contentum  est,  continet,  et  quoniam  Deus  est  res  incorporalis,  impossibile  est  super- 
ficiem  octavae  spherae  localiter  esse  contentam"  (Líber  Chaos,  "De  loco  Chaos",  pá- 
gina 35). 

(31)  Cfr.  Arbre  de  Sciencia,  "Del  arbre  celestial",  I,  V  y  VII  (t.  II,  págs.  107-108, 
124-126  y  133).  Compárese  con  Dante:  //  Convivio,  II,  3,  4  y  15;  Divina  Commedia, 
Turr,,  XV,  52,  y  Par.,  XXIII,  108  et  passim. 

(32)  "Lo  tronc  del  arbre  celestial...  es  animat  d'ánima  motiva,  com  lo  tronc  del 
arbre  elemental  de  elementativa,  el  vegetal  de  vegetativa,  el  sensual  de  sensitiva;  e  per 
a^ó  la  sua  fi  es  movent,  movable  e  mogut;  per  que  lo  seu  moviment  es  rao  a  tots  los 

-corporals  movements  sajús"  (Arbre  de  sciencia,  "Del  tronc  del  arbre  celestial",  t.  II, 
pág.  no).  La  idea  del  alma  motiva  la  toma  Lull  de  la  filosofía  pagana,  apartándose, 
en  este  punto,  de  S.  Buenaventura,  quien  afirma  que  la  virtud  motriz  del  firmamento 
es  su  propia  forma  y  no  un  alma:  "Coelum  non  est  animatum,  sed  vel  movetur  a  pro- 
pria  forma"  (In  II  Sentent.,  dist.  XIV,  p.  I,  art.  III,  q.  II,  conclusio;  t.  II,  págs.  834-839). 

(33)  Véase  Lynn  Thornd!ke:  A  history  of  magic  and  experimental  science  during 
the  first  thirteen  centuries  of  our  era  (New  York,  1923),  cap.  LXIX,  pág.  869,  donde 
se  hace  un  examen  atento  del  aludido  tratado  con  arreglo  al  texto  manuscrito  inédito 
•de  París. 


—  4ss  — 


especíale-.,  que  se  traducen  en  otras  tantas  influencias  sobre  la  tierra  (34;. 
Los  movimientos  celestes  influyen  también  en  el  carácter  y  la  conduc- 
ta de  los  hombres  (35;. 

Lull  trata  de  la  luz  en  un  sentido  más  bien  metafísico  que  físico, 
si  bien  este  principio  obtiene  un  desarrollo  limitado  y  no  muy  preciso  den- 
tro de  su  concepción  cosmológica.  Dios — afirma — es  luz  y  fuente  de 
vida,  que  ilumina  el  cielo  empíreo,  sede  de  los  bienaventurados ;  pero 
esa  luz  aparece  también  en  las  estrellas  del  firmamento  y  en  los  pla- 
netas. Luz  significa  sabiduría  y  gloria ;  tinieblas,  por  el  contrario,  es 
lo  mismo  que  ignorancia  y  pena  (36). 

En  el  Líber  de  lumine  (n.°  10),  compuesto  en  1303,  el  filósofo  ma- 
llorquín insiste  sobre  el  mismo  asunto,  haciendo  una  aplicación  rigu- 
rosa de  los  principios  y  de  las  reglas  del  Arte  general.  Define  la  luz 
como  un  ser  que  ilumina  las  substancias,  ahuyentando  las  tinieblas  (37). 
Participa  la  luz  de  los  dieciocho  principios  generales  a  todos  los  seres : 
es,  por  tanto,  buena,  grande,  durable,  potente,  tiene  instinto  y  apetito 
natural,  etc.  Í38).  La  luz  es  el  principio  del  color  supremo;  es  el  sujeto 
del  espacio  existente  en  medio  del  horizonte,  en  el  cual  el  color  del  fue- 
go y  del  aire  se  unen.  La  luz  influye  sobre  el  aire  con  su  luminosidad  ; 
pero,  a  su  vez.  el  aire  refluye  sobre  la  luz  con  su  diafanidad,  todo  lo 
cual  es  posible  gracias  a  la  composición  mixta  del  fuego  y  del  aire  que 


(34)  Arbre  de  sciencia,  "De  les  branques  del  arbre  celestial"  Ct.  II,  págs.  117  y  119). 
Véase,  para  esta  materia,  el  resumen  del  árbol  celestial,  hecho  en  el  cap.  XII,  §  III, 
n  0  19,  de  la  presente  obra. 

(3 5)  "Aquell  es  heretge  qui  ha  maior  paor  d  en  Gemini  en  Cáncer  que  de  Deu. 
Lo  poder,  saviea  e  voluntat  de  Deu  han  major  amistat  que  en  Capricorn  en  Marc, 
en  disabte"  (Arbre  de  sciencia,  "Deis  proverbis  de  la  flor  celestial",  t.  II,  págs.  428 

y  429). 

(36)  "Sényer  Déus  — dix  lo  pastor—,  vos  sots  lum  e  font  de  vida,  e  per  acó  he 
oppinió  que  aquell  loch  hon  vos  vos  representáis  ais  sants  de  la  gloria,  sia  il  •  luminat  de 
luts,  la  qual  appar  en  les  steles  que  són  en  lo  fermament  e  en  les  planetes;  e  en  aquella 
luts,  Sényer,  serán  corsés  glorifficats,  qui  serán  il  •  luminats  en  aquella  luts  del  cel  im- 
peri,  e  aquells  corsos  il  •  luminaran  aquell  cel  qui  es  lum. — Bell  amich  —  dix  Félix — , 
per  lun  es  significada  saviesa,  e  saviesa  significa  luts;  e  per  luts  es  significada  gloria,  e 
per  tenebres  es  significada  pena  e  ignorancia"  (Libre  de  meravelles,  lib.  III,  cap.  XVII, 
'Del  cel  emperi",  vol.  I,  págs.  153  y  154). 

(37)  "Lumen  est  ens  substantias  illuminans,  tenebras  efugando"  (Liber  de  lumine, 
incluido  en  el  volumen  intitulado  "Opera  medica",  Mallorca,  1752,  dist.  I,  pars  I, 
Pág.  5)- 

C38)    Dist.  II,  pars  I,  "De  definitionibus  luminis  cum  principiis",  pájrs.  13-20. 


-  4*ti  - 

persiste  formal  y  materialmente  en  todo  el  espacio  y  el  horizonte  (39). 
Como  el  color  del  fuego  y  del  aire,  también  la  potencia  visiva  descansa 
en  la  luz,  puesto  que  sin  luz  no  se  puede  ver  (40).  La  luz  radiante  es 
la  forma  con  la  cual  el  fuego  mueve  a  la  materia,  a  fin  de  que  ésta  sea 
íluminable  y  lúcida  cuando  la  forma  y  la  materia  reposan  por  la  luz  (41). 
La  luz  es  un  principio  activo,  puesto  que  ilumina  y  da  color  al  aire,  y 
además  aparta  las  tinieblas ;  pero,  por  otro  lado,  es  forma  o  potencia  pa- 
siva, ya  que  el  cuerpo  opaco  impide  que  la  luz  se  multiplique  extensi- 
vamente y  disipe  las  tinieblas  (42).  En  fin,  la  luz  es  susceptible  de  au- 
mento y  disminución  o,  dicho  en  lenguaje  luliano,  de  mayoridad  y  mi- 
noridad. Por  razón  de  la  mayoridad  la  luz  es  imagen  de  la  inmensidad, 
de  la  grandeza  y  de  los  demás  atributos  divinos,  tanto  si  se  trata  de  la 
luz  de  la  candela  como  de  la  luz  de  la  memoria,  del  entendimiento  y  de 
la  voluntad ;  por  razón  de  su  minoridad  está  cerca  de  la  nada,  tal  suce- 
de con  la  piedra,  cuya  potencia  lumínica  pasa  al  acto  cuando  el  agen- 
te la  percute  con  el  hierro  (43). 

Es  indudable  el  parentesco  doctrinal  del  Líber  de  lamine  con  algu- 
nas tesis  sobre  la  luz  ampliamente  desarrolladas  por  San  Buenaventu- 


(39)  "Lumen  est  principium  supremi  colorís;  et  ratio  huius  est  quia  luminaria  coeli 
et  lumen  ignis  conveniunt  genere...  Lumen  est  subiectum  spacii  in  medio  horizontis 
existens,  in  quo  color  ignis  et  aéris  se  coniungunt...  ipso  lumine  influente  aéri  suam  lu- 
cem,  et  aér  refluens  ei  suam  diaphanitatem ;  hoc  autem  esse  non  posset,  nisi  ignis  et 
aér  essent  mixti  in  compositione  per  totum  spacium  et  horizontem  formaliter  et  ma- 
terialiter"  (dist.  II,  pars  I,  n.os  13  y  24.  págs.  16  y  18). 

(40)  "Lumen  est  finis  in  quo  color  ignis  et  aéris  quiescunt,  et  etiam  poten tia  vi- 
siva, eo  quia  sine  lumine  videre  non  potest"  (Ibid.,  n.°  25,  pág.  18). 

(41)  "Lumen  est  forma  cum  qua  ignis  movet  materiam,  ut  sit  lucificabilis  et  lucida 
tune,  quando  forma  et  materia  quiescunt  per  lucem"  (Ibid.,  n.°  14,  pág.  16).  Notemos 
acerca  de  este  texto:  i.°  la  distinción,  no  precisada,  entre  lumen  y  lux;  2°  la  plurali- 
dad de  formas:  lumen  es  una  forma  diferente  de  la  forma  que  informa  inmediatamente 
la  materia. 

(42)  "Lumen  est  ens  habens  actionem  cum  sua  luce  illuminando  aérem,  eo  quia 
ipsum  colorat  sive  lucificat  de  sua  luce:  habet  etiam  actionem  supra  tenebras...  Est  etiam 
lumen  forma  sive  potentia  passiva,  eo  quia  corpus  opacum  lumen  impedit  ad  remo- 
vendum  tenebras,  ut  per  quantitatem  et  motum  non  possit  habere  multiplicationem 
extensive"  (Ibid.,  n.os  18  y  iq,  pág.  17). 

(43)  "Lumen  est  imago  immensitatis,  magnitudinis  Dei,  bonitatis,  aeternitatis,  po- 
*estatis,  sapientiae,  voluntatis,  virtutis,  veritatis  et  gloriae;  quoniam,  si  lumen  candelae 
haberet  ligna  infinita  existens  in  loco  disposito,  ipsum  lumen  infinite  multiplicar  et  suam 
lucem  et  suum  lucificativum  per  illuminare...  Adhuc  est  lumen  in  minoritate,  et  circa 
nihil,  eo  quia  in  lapide  consistit  in  potentia,  et  sine  agente  peregrino,  scilicet  motu, 
et  percusione  ferri  et  lapidis,  non  potest  haberi  in  actu"  (Ibid.,  n.os  26  y  28,  págs.  18 
y  19)- 


—  49°  — 


ra  (44).  Pero  no  es  menos  cierto  que  Lull  escribió  dicho  tratado  como 
un  ejercicio  más  para  acreditar  la  eficacia  de  su  Arte  (45),  sin  aquel 
ímpetu  inicial  capaz  de  elevarle  a  una  metafísica  de  la  luz,  primorosa 
y  sutil  como  la  del  Doctor  Seráfico,  falto  de  preparación,  por  otro  lado, 
para  intentar  una  teoría  física  coherente  de  la  luz  y  su  irradiación,  si- 
guiendo las  huellas  de  los  perspectivistas  de  Oxford,  los  franciscanos 
Grosseteste  y  R.  Bacon. 

7.  Coincidiendo  con  las  doctrinas  de  Alejandro  de  Hales,  San  Bue- 
naventura y  otros  franciscanos,  profesa  R.  Lull  la  doctrina  del  hile- 
morfismo  universal.  Todos  los  seres  creados,  no  sólo  los  corpóreos,  sino 
también  los  espirituales,  son  compuestos  de  materia  y  forma.  Al  lado 
de  la  materia  corporal,  admite  una  materia  espiritual,  propia  del  ángel 
o  del  alma  humana  (46).  La  materia  es  el  principio  pasivo  y  potencial; 
la  forma,  el  principio  activo  (47);  y  de  la  conexión  de  ambas  resulta  el 


(44)  Compárese,  a  este  efecto,  el  aludido  tratado  luliano  con  toda  la  dist.  XIII  ''De 
generali  informatione  materiae  per  formam  communem  lucis"  (In  II  Sent.,  voL  II, 
págs.  310-335),  de  la  cual  son  las  siguientes  tesis:  "Corpus  luminosum,  in  quantum  lumi- 
nosum. per  se  activum  est"  fart.  II,  q.  II,  fund.  5.0,  pág.  319).  "Dúplex  est  informa- 
tio  materiae  corporalis,  quaedam  generalis,  quaedam  specialis;  generalis  per  formam 
communem  ómnibus  corporalibus,  et  haec  est  forma  lucis;  specialis  vero  per  alias  for- 
mas, sive  elementares  sive  mixtionis"  Cdivisio  textus,  dist.  XIII  cit.,  pág.  310).  "Lumen 
enim  in  medio  dicit  virtutem  activam,  egredientem  e  corpore  luminoso,  per  quam  cor- 
pus  luminosum  agit  et  imprimit  in  haec  inferiora"  (art.  III,  q.  II,  conclusio,  pág.  328). 
•'Lux  non  sentitur  ratione  suae  essentiae,  sed  ratione  fulgoris  vel  colorís  eam  insepara- 
biliter  concomitantis"  (art.  II.  q.  II,  conclusio,  pág.  321).  "Quanto  lumen  est  maius, 
tanto  magis  se  diffundit  et  multiplicat"  (dist.  II,  pars  II,  art.  I,  q.  II,  fund.  4.0,  pá- 
gina 73).  Hallamos,  además,  en  San  Buenaventura  la  distinción  entre  lux  (lucidum)  y 
lumen  (luminosum)  hecha  con  toda  precisión  (dist.  XIII,  art.  II,  q.  II,  conclus.,  pá- 
gina 321)  y  el  empleo  insistente  del  término  característico  multiplicatio  referido  a  la 
luz,  que  usarán  también  Grosseteste  y  R.  Bacon.  Sobre  la  metafísica  de  la  luz  de  San 
Buenaventura,  véase  a  E.  Gilson :  La  philosophie  de  Saint  Bonaventure  cit.,  todo  el 
bello  capítulo  IX,  págs.  258-280. 

(45)  "Iste  autem  líber  est  sicut  nodus  factus  in  corrigia  excitans  memoriam  ad 
recolendam...  Erit  autem  ars  intelligendi  subalternata  Arti  generali,  ex  qua  ortus  est" 
''De  prologo,  pág.  1).  Sin  embargo,  Lull  se  había  ocupado  mucho  antes  de  la  luz  y  el 
color  en  sus  Quaestiones  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  solubiles  (ed.  de 
Maguncia,  t.  IV).  Véanse  las  •'Quaestiones  vegetativae  et  elementativae",  especialmen- 
te la  145:  "Utrum  quodlibet  e'.ementum  habeat  proprium  colorem"  (pág.  142),  la  146: 
•'Quomodo  generentur  tenebrae"  (pág.  144)  y  la  158:  "Quomodo  hoc  lumen  candelae 
generet  lumen  alterius  candelae"  (pág.  155). 

(46)  Véanse  el  Libre  de  angels  y  el  Libre  de  aninm  racional,  ed.  fragmentaria  de 
Probst,  en  su  obra  cit.,  págs.  326-332. 

(47)  "Forma  est  illa  essentia  cum  qua  agens  agit  in  materia  naturaliter. . .  Materia 
est  essentia  simplex  passiva"  (Ars  generalis  ultima,  X  pars  princ,  caps.  27  y  28,  pá- 
ginas 501  y  502). 


-  491 


concreto,  esto  es  lo  formado,  aquello  que  es  denominado  por  razón  de 
la  forma  (48). 

Lull  ha  intentado  expresar  en  un  lenguaje  adecuado  esta  conexión 
necesaria  de  la  materia  y  la  forma.  Así,  en  el  Líber  Chaos  antes  exa- 
minado, cada  una  de  las  cuatro  esencias  o  elementos  contiene  en  sí  el 
principio  activo  y  pasivo :  la  igneidad,  lo  ignificativo  y  lo  ignificable ; 
la  aereidad,  lo  aerificativo  y  lo  aerificable ;  la  acueidad,  lo  acuificativo  y 
lo  acuificable;  la  terreidad,  lo  terrificativo  y  lo  terrificable  (49).  En  otras 
obras  se  aplica  el  propio  lenguaje  a  las  raíces  o  fundamentos  primeros 
de  las  cosas  creadas,  los  cuales,  según  vimos,  son  los  mismos  princi- 
pios del  Arte  general :  así,  en  la  bondad  está  contenido  lo  bonificable 
y  lo  bonificativo;  en  la  grandeza,  lo  grandificable  y  lo  grandificativo ; 
en  la  duración,  lo  durable  y  lo  durificativo,  etc.  Estas  partes  del  con- 
creto son  denominadas  principios  coesenciales  o  correlativos  (50),  para 
significar  que  en  ningún  caso  puede  existir  la  materia  sin  la  forma  y 
viceversa  (51). 

8.  Lull  admite  la  pluralidad  y  la  gradación  de  formas.  Afirma  que, 
así  como  del  mar  proceden  las  aguas  de  los  ríos  que  a  la  postre  vuelven 
a  aquél,  también  de  la  primera  materia  y  de  la  forma  universal  derivan 
las  materias  y  las  formas  particulares,  las  cuales  revertirán  a  las  suso- 
dichas primera  materia  y  forma  universal  (52).  La  pluralidad  de  formas 
es  consecuencia  del  principio  de  la  contrariedad  que  rige  en  el  mundo 


(48)  "Concretum  vero  suum  sive  esse  est  formatum,  eo  quod  a  forma  denominatum 
est...  Materia  vero  non  habet  concreta"  (Obra  y  lúg.  cits.). 

(49)  "Ignificativum  est  forma  activa  et  suum  proprium  passivum,  scilicet  sua  pro- 
pria  materia,  est  ignificabile,  quod  est  de  propria  essentia  ipsius  ignificativi;  ignificare 
autem  est  actus  ipsius  ignificativi  in  ipsum  ignificabile,  sed  ignificatutn  est  totum  suppo- 
situm  complexum  in  natura  igneitatis;  hoc  idem  similiter  sequitur  de  aé'reítate  et  aquei- 
tate  et  terreitate"  (Liber  Chaos,  "De  essentia  chaos",  n.°  3,  pág.  1). 

(50)  Cfr.  Ars  gen.  ult.,  X  pars  princ,  cap.  XXVI,  pág.  501. 

(51)  "Dixit  forma:  Ego  tota  sum  in  materia  activando  et  materia  tota  in  me  passio- 
nando,  et  ideo  connexa  sum  cum  ipsa  in  substantia  et  nostra  accidentia  sunt  connexa; 
aliter  non  essemus  una  substantia  extensa  et  continua,  quod  est  impossibile"  (Duodecim 
principia  philosophiae,  cap.  I,  ed.  de  Estrasburgo,  1609,  pág.  114). 

(52)  "Ait  materia:  Sum  absoluta  passio  sub  absoluta  forma  sub  qua  sum  coniunc- 
ta;  et  sicut  ex  mari  derivantur  omnes  aquae  fluviales  et  ad  istud  revertuntur,  sic  a 
me  derivantur  omnes  materiae  particulares  et  ad  me  revertuntur,  quia  absoluta  sum' 
(obra  cit.,  pág.  118).  "Ipsum  quidem  materiatum  est  fons  a  quo  derivantur  omnes  ma-, 
teriae  particulares,  sicut  formatum  a  quo  descendunt  omnes  formae  particulares  reduc- 
tae  de  potentia  in  actum"  (Ars  gen.  ult.,  X  pars  princ,  cap.  XXVIII,  pág.  502). 


—  492 


sublunar  o  terrestre  (53).  El  paso  de  una  forma  a  otra  se  efectúa  me- 
diante la  corrupción  y  la  generación  (54).  En  los  seres  vivientes  hay 
que  tener  en  cuenta,  además  de  las  razones  seminales,  el  húmedo  radi- 
cal y  el  húmedo  nutrimental  (55).  Lull  mostró  especial  empeño  en  catalo- 
gar, de  esa  pluralidad  de  formas,  las  más  características  e  instructivas. 
De  ahí  su  doctrina  de  las  cien  formas  inserta,  con  variantes,  como  vimos, 
en  el  Arbre  de  sciencia,  en  la  Lógica  nova  y  en  el  Ars  generalis  ultima; 
algunas  de  esas  cien  formas,  según  advierte,  son  generalísimas,  otras 
son  subalternas  (56). 

Es  sabido  que  la  razón  profunda  de  la  doctrina  cosmológica  de  la 
pluralidad  de  formas  estriba  en  el  propósito  de  limitar  el  poder  de  las 
causas  segundas  frente  a  los  derechos  de  Dios  creador.  Este  mismo 
afán  explica,  a  nuestro  juicio,  que  Lull  hubiese  rechazado  insistente- 
mente, por  temeraria,  la  hipótesis  de  la  transmutación  de  las  especies, 
la  cual  implica  una  cierta  creación  a  lo  divino,  y  que  hubiese  negado  a 
la  alquimia  todo  carácter  de  ciencia  (57),  reservando  para  los  pobres 
alquimistas  sus  más  finas  y  crueles  ironías  (58). 

9.  Lull  define  el  individuo  diciendo  que  es  la  substancia  en  la  cual 
el  género  y  la  especie  obtienen  reposo  ($9).  El  individuo  es,  pues,  el 
término  de  un  proceso  natural.  Por  eso.  en  los  árboles  simbólicos  del 
Arbre  de  sciencia  el  lugar  y  el  momento  propio  de  la  individuación  son 
los  frutos,  que  son  el  coronamiento  de  todas  las  demás  partes  del  ár- 
bol. "El  fruto  del  árbol  elemental — dice — es  lo  elementado,  como  la 


Í53)  "E  per  ax;ó  la  contrarietat  general  es  sustentada  en  aqüestes  iiij.  substancies 
del  mon,  qui  son  les  branques  del  Arbre  elemental,  per  rao  de  la  qual  los  elements  son 
contraris  los  uns  ais  altres,  per  qó  que  sia  generado  e  renovació  de  formes  noves" 
(Arbre  de  sciencia,  "De  les  rayls  del  arbre  celestial",  n.°  1,  t.  II,  pág.  108). 

(54)  Véase:  Duodecim  principia  philosophiae,  cap.  III  "De  generatione"  y  cap.  IV 
"De  corruptione",  págs.  120-127. 

(55)  Cfr.  Liber  Chaos,  "De  appetitu  et  seminibus  causalibus  Chaos"  y  "De  húmi- 
do radicali",  págs.  16  y  42-44;  Arbre  de  sciencia,  "De  les  rayls  del  arbre  sensual",  n.°  2, 
t.  I.  pág.  114;  Duodecim  principia  philosophiae,  cap.  III,  págs.  1 20-1 21.  Compárese  con 
San  Buenaventura:  fn  II  Sent.,  dist.  XXX,  a.  III,  q.  I.  conclus.,  t.  II,  págs.  730-731. 

(56)  Ars  gen,  ult.,  X  pars  princ,  cap.  XV,  pág.  496. 

(57)  Cfr.  Libre  de  meravelles,  1.  VI,  cap.  XXXVI,  vo!.  II,  páíís.  79-83;  Quaestio- 
nes  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  solubiles  <ed.  de  Maguncia,  t.  IV), 
quaest.  16:  "Utrurn  Alchymia  sit  in  re  vel  in  ratione  tantum",  pás.  165;  y  Arbre  de 
sciencia,  "Del  exempli  del  fruyt  celestial",  t.  II,  pág.  439,  y  otras. 

(58)  "Elementativa  habet  veras  conditiones,  ut  una  species  non  se  transmutet  in 
aliam  speciem.  Et  in  isto  passu  alchimistae  dolent  et  habent  ocasionem  flendi"  (Ars 
generalis  ultima,  IX  pars  princ,  cap.  LII,  pág.  438). 

(59)  "Individuum  est  substantia  in  qua  genus  et  species  quietem  habent"  (Lógica 
nova,  dist.  IV,  cap.  I,  pág.  60). 


—  493  - 


piedra,  el  oro,  la  manzana,  el  pez,  el  pájaro,  la  bestia  y  el  cuerpo  del 
hombre.  Todas  estas  cosas — continúa — son  elementadas  e  individuadas, 
y  llamárnoslas  fruto  en  razón  a  que  la  bondad,  la  grandeza,  el  poder 
y  la  virtud  obtienen  en  ellas  mayor  reposo  y  fin  que  en  el  tronco  y  en 
las  ramas  y  en  los  ramos  y  en  las  hojas  y  en  las  flores".  Añade  todavía 
que  en  el  fruto  se  realizan  las  primeras  intenciones  de  las  causas  pri- 
meras (la  bondad,  la  grandeza,  la  duración,  etc.),  al  paso  que  estas  ra- 
zones primeras  permanecen  en  la  segunda  intención  en  las  flores,  hojas, 
ramas,  ramos  y  raíces,  y  "por  eso  están  los  frutos  en  lo  alto  del  árbol, 
y  hay  en  ellos  más  sabor  y  utilidad  que  en  las  restantes  partes  del  ár- 
bol" (6o). 

Con  lo  dicho,  se  comprende  que  Lull  resuelva  el  problema  de  la  in- 
dividuación teniendo  en  cuenta  muy  diversos  factores.  En  su  Comen- 
tario dialogado  al  Libro  de  las  Sentencias  de  Pedro  Lombardo,  se  pre- 
gunta si  la  causa  de  la  individuación  está  en  la  materia  o  en  alguna 
otra  cosa,  y  contesta  Ramón  que  hay  muchas  causas  e  instrumentos  de 
individuación,  tales  como  la  materia,  la  forma  eficiente,  el  fin,  la  dife- 
rencia, la  concordancia,  la  cantidad,  etc.  (61). 

Hay  individuos  elementados :  los  minerales.  Hay  individuos  vegeta- 
dos, debajo  de  los  cuales  está  lo  elementado ;  tales  son  las  plantas.  El 
individuo  sensado,  o  sea  el  animal,  contiene  bajo  sí  lo  elementado  y  lo 
vegetado.  El  individuo  hominificado,  es  decir,  el  hombre,  contiene  a  la 
vez  lo  elementado,  lo  vegetado,  lo  sensado,  lo  imaginado  y  lo  raciona- 
do (62).  La  doctrina  del  microcosmos  aparece  vigorosamente  estructu- 
rada en  el  "proceso"  de  los  primeros  árboles  del  Arbre  de  sciencia,  co- 
mo ya  explicamos  en  otro  lugar  (63). 

Pero  en  el  fruto  del  árbol  humanal,  esto  es.  el  individuo  humano, 
está  otro  hombre  en  potencia  con  las  condiciones  de  los  otros  frutos 
transmisibles  por  el  padre  al  hijo  que  engendra,  excepto  el  árbol  racio- 
nal que  viene  de  creación  divina  (64).  Y  como  quiera  que  en  el  ser  an- 
gélico no  se  da  corrupción  ni  generación,  por  eso  cada  ángel  es  su  pro- 


(60)  Arbre  de  sciencia,  "Del  fruit  del  arbre  elemental",  n.os  1  y  2,  vol.  I,  pág.  46. 

(61)  "Utrum  causa  individuation's  sit  materia  vel  aliquid  aliud?  Solutio:  Dixit 
Raymundus,  quod  ad  individuandum  individuum  habens  numerum  specificum  requiran- 
tur  plures  causae  et  instrumenta,  sicut  materia,  forma  efficiens,  finis,  differentia,  con- 
cordantia,  quantitas,  etc.,  cum  sine  istis  non  posse  fieri  individuatum"  (Disftutatio  eremi- 
tae  et  Raymundi  super  aliquibus  dubiis  quaestionibus  Sententiarum  magistri  Petri  Lom- 
bardi,  ed.  de  Maguncia,  t.  IV,  lib.  II,  q.  LXIII,  págs.  56  y  57). 

(62)  Arbre  de  sciencia,  "Del  fruit  del  arbre  humanal",  n.°  1,  t.  I,  pág.  227. 

(63)  Véase  el  cap.  XII,  §  III,  n.os  10  y  sgts. 

(64)  Obra  y  hig.  cits. 


—  4<J4  — 


pía  especie.  Todas  las  variedades  específicas  de  los  ángeles,  afirma  Lull,. 
subsisten  bajo  una  sola  especie  que  llamamos  angeidad,  del  mismo  mo- 
do que  los  hombres  subsistirían  bajo  una  sola  especie,  la  humanidad, 
si  el  uno  no  hubiese  sido  engendrado  e  individuado  por  otro  o  de  al- 
gún otro  (65). 


C65)  Disputatio  eremiüie  et  Raymundi  etc.  antes  cit.,  quaest.  LIX:  "Utrum  ángelus 
et  anima  differant  specie,  et  per  quam  dif  ferentianv ' ,  pág.  53,  y  quaest.  LXII:  "Utrum 
sint  plures  angeli  eiusdem  speciei",  pág.  53,  y  también  en  el  Libre  de  angels  en  el  lug. 
antes  cit. 


II 


Caracteres  de  la  Teología  luliana 

Teoría  de  las  dignidades  divinas. — Operaciones  divinas  ad  intra  y  ad  extra,  y 
cuestiones  derivadas. — Importancia  capital  de  esta  teoría,  y  estado  actual  de 
las  discusiones  acerca  de  su  origen. — La  Cristología  y  la  Mariología  lulianas. 

10.  La  teología  luliana  se  presenta  con  un  carácter  esencialmente 
polémico.  Su  aspiración  central  es  la  defensa  de  los  dogmas  diferen- 
ciales de  la  Trinidad  y  la  Encarnación  frente  a  la  teología  musulmana 
y  judaica.  Decidido  Lull  a  prescindir  de  los  argumentos  de  autoridad, 
organiza  una  dialéctica  adecuada  que  le  suministre  "razones  necesa- 
rias" para  la  demostración  de  aquellos  dos  dogmas  y  demás  artículos 
de  la  fe  católica  (66).  De  ahí  una  primera  fase  de  la  doctrina  de  las 
relaciones  entre  la  razón  y  la  fe,  de  corte  esencialmente  agustiniano- 
anselmiano.  Es  indudable  que  Lull  conoció  el  tratado  De  Trinitate  de 
Ricardo  de  San  Víctor,  pero  no  lo  es  menos  que  la  impugnación  de  las 
doctrinas  arábigas  provoca  la  formación  definitiva  de  la  doctrina  de  las 
dignidades,  que  es  el  eje  de  toda  la  teodicea  luliana.  En  su  fase  postre- 
ra, la  doctrina  de  las  relaciones  entre  la  razón  y  la  fe  o,  quizás  mejor, 
entre  la  filosofía  y  la  teología,  tendrá  por  objeto  preferente  refutar  la 
teoría  de  la  doble  verdad  y  otras  tesis  del  averroísmo  latino  que  ence- 
rraban la  fórmula  de  la  incredulidad  filosófica  de  la  época. 

Lull  expone  las  pruebas  de  la  existencia  de  Dios  en  diversas 
obras  (67).  La  argumentación  luliana,  en  este  punto,  no  difiere  en  cuan- 
to al  fondo  de  las  doctrinas  de  los  teólogos  y  filósofos  de  la  época,  con- 
sistiendo la  novedad  más  bien  en  la  aplicación  que  hace  de  los  métodos 
del  Arte  general. 


(66)  Cfr.  Libre  de  demostración* ,  "Del  prólec",  pág.  5. 

(67)  Véanse  principalmente:  Ars  compendiosa  mveniendi  veritatem,  dist.  II,  pars 
II,  quaest.  I,  "De  existentia  Dei",  pág.  18;  Libre  de  demostracions,  todo  el  libro  II; 
Libre  del  és  de  Dlu,  toda  la  I  parte  (ed.  J.  Rosselló,  Mallorca,  1901,  págs.  443-45©) ; 
Ars  generalis  ultima,  IX  pars  princ,  cap.  XXVI,  págs.  394-396- 


-  4^  -- 

ii.  La  parte  más  original  y  ele  mayor  trascendencia  de  la  teolo- 
gía luliana  es  la  doctrina  de  las  dignidades  divinas.  Denominamos  dig- 
nidades de  Dios — dice  Lull — a  su  esencial  bondad,  grandeza,  eternidad, 
poder,  sabiduría,  voluntad,  virtud,  verdad,  gloria,  a  la  distinción  de  per- 
sonas, a  la  concordancia  entre  ellas,  al  principio,  medio,  fin  e  igual- 
dad (68). 

Las  dignidades  divinas  son  razones  reales,  puesto  que  cada  una  de 
ellas  tiene  su  acto.  Así,  la  bondad  es  la  razón  de  lo  bueno,  bonificando  ; 
la  grandeza,  de  lo  grande,  grandificando ;  la  eternidad,  de  lo  eterno,  eter- 
nando ;  el  poder,  de  lo  poderoso,  posificando ;  la  sabiduría,  de  lo  sabio, 
entendiendo;  la  voluntad,  de  lo  voluntario,  queriendo  (volent);  la  vir- 
tud, de  lo  virtuoso,  virtuificando ;  la  verdad,  de  lo  verdadero,  verifican- 
do ;  la  gloria,  de  lo  glorioso,  glorificando;  la  distinción,  de  lo  distingui- 
do, distinguiendo;  la  concordancia,  de  lo  concorde,  concordando;  el 
principio,  de  lo  principiativo  (comencatiu),  principiando ;  el  medio,  de 
lo  mediativo,  mediando;  el  infinito,  de  lo  infinitivo,  infiniendo  ;  la  igual- 
dad, de  lo  igualativo,  igualando  (69). 

Las  dignidades  divinas  tienen  sus  actos,  porque  de  lo  contrario  per- 
manecerían ociosas  en  la  infinidad  y  en  la  eternidad  y  Dios  no  cono- 
cería sus  dignidades  ni  se  manifestaría  (70).  Los  actos  de  las  divinas 
dignidades  son  intrínsecos,  coesenciales  y  reales  o  naturales ;  si  en  Dios 
pudiesen  darse  hábitos  privativos,  por  ejemplo  la  ceguera,  Dios  no  se- 
ría digno  de  ser  Dios  (71).  Las  dignidades  o  razones  divinas  y  sus  ac- 
tos son  infinito*  (72).  Aunque  la  substancia  divina  es  el  sujeto  de  las 
razones,  aquélla  y  éstas  son  una  misma  esencia,  naturaleza  y  deidad, 
es  decir,  un  mismo  Dios  (73).  Además,  las  divinas  dignidades  se  iden- 
tifican las  unas  con  las  otras,  y  así  la  bondad  es  una  misma  cosa  con 
la  grandeza,  con  la  eternidad  y  con  las  restantes  dignidades;  si  la  distin- 
ción entre  ellas  fuese  esencial  en  cuanto  al  número,  seguiríase  que  en 
Dios  hay  accidentes  (74). 

La  teoría  de  las  dignidades  es  objeto  de  grandes  e  interesantes  des- 


(68)  Arbre  de  sciencia,  vol.  II,  "De  les  dienitats  de  Deu",  n.°  1,  pág.  276. 

(6q)  Obra  y  lug.  cits.,  pág.  270. 

(70)  Ars  gener.  ult.,  IX  pars  princ,  cap.  III,  pág.  377. 

(71)  Obra  y  lu<z.  cits. 

(72)  Obra  cit.,  IX  pars  princ,  cap.  IV,  págs.  378-373. 

(73)  Arbre  de  sciencia,  t.  II,  "De  la  substancia  del  arbre  divinal",  n.°  1.  pás  280 
C74)  Obra  cit.,  t.  II,  "De  les  dignitats  de  Deu",  pás.  2 78. 


—  497  — 


•arrollos;  ella  penetra  todo  el  sistema  filosófico  luliano  (75J.  Lull,  ha- 
ciendo un  gran  esfuerzo  de  sistematización,  trata  particularmente  dé- 
cada una  de  las  dignidades,  consideradas  ora  en  orden  al  ser  y  a  la 
actividad  intrínseca  de  Dios  (modus  intrinsecus  et  quoad  suam  natu- 
ram),  ora  en  las  relaciones  de  Dios  con  las  criaturas  (modas  extrinsecus 
et  voluptuosas  quoad  se  ipsum  erga  creaturas)  (76).  Intentaremos  un 
üel  resumen,  respetando  su  peculiar  lenguaje. 

12.  Dios  es  bueno,  y  El  es  su  propia  bondad;  de  donde  se  sigue 
que  su  bondad  es  para  Él  la  razón  por  la  cual  produce  lo  bueno  nece- 
sariamente. En  tanto  que  Dios  se  conoce  como  bueno  al  producir  lo  bo- 
nificado, considera  que  es  bueno  también  producir  lo  bueno  creado, 
a  fin  de  que  sea  entendida,  amada,  recordada  y  loada  su  propia  boni- 
ficación intrínseca,  y  también  a  fin  de  que  Dios  bonifique  las  potencias 
(intelectiva,  volitiva  y  memorativa)  cuando  con  las  mismas  se  manifies- 
ta adecuadamente.  Y  por  esta  razón  creó  las  susodichas  potencias  in- 
telectiva, volitiva  y  memorativa  en  el  ángel  y  en  el  alma  racional  con 
el  objeto  de  que  el  uno  y  la  otra,  dotados  de  todas  las  condiciones  per- 
tinentes, puedan  gozar  plenamente  de  Dios  después  de  haber  consegui- 
do el  mejor  mérito.  Al  entendimiento  humano  le  es  dable,  pues,  conocer 
la  primera  intención  con  que  Dios  creó  las  criaturas  buenas  (77). 

Dios  es  grande,  y  Él  es  su  grandeza  infinita,  por  la  cual  tiene  el 
grandificar  infinito.  Y  puesto  que  la  grandeza  es  aquello  por  razón  de 
lo  cual  la  bondad  y  la  eternidad  son  grandes,  de  aquí  que  estas  digni- 
dades con  sus  actos  concurran  para  producir  lo  grandificado  infinito  y 
a  que  éste  sea  bonificado,  eternado,  etc.  Dios  se  conoce  a  ,sí  mismo  no 
sólo  como  grande,  sino  también  como  infinito,  existiendo  y  obrando,  y, 
por  consiguiente,  se  conoce  bien  condicionado  y  dispuesto  para  produ- 
cir lo  creado  grande  (creatum  magnum) ;  y  llegaría  a  tanto  que  produ- 
jese lo  creado  infinito,  si  lo  creado  fuese  capaz  de  recibir  la  grandeza 
infinita,  como,  por  ejemplo,  el  fuego,  que  si  tuviese  abundancia  de  leña, 
grandificaría  y  multiplicaría  sus  llamas  hasta  la  esfera  de  la  luna.  Y 
de  este  modo  Dios  creó  el  gran  ser  creado  {magnum  ens  creatum),  co- 
mo el  cielo,  el  ángel  y  el  alma  humana,  los  cuales  son  más  grandes  que 


(75)  La  teoría  de  las  dignidades  divinas  es  el  producto  de  todo  un  proceso  que 
se  puede  seguir  a  través  del  o  pus  luliano,  desde  el  Libre  de  contemplado  en  Déu  (véan- 
se los  libros  I  y  II)  hasta  el  Ars  generalis  ultima  que  tomamos  como  base  principal  de 
nuestra  exposición. 

(76)  Ars  gen.  utt.,  IX  pars  princ,  caps.  VI-XXIV,  págs.  381-391  Para  la  exposi- 
ción que  sigue. 

(77)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  VII,  págs.  381-382. 

32 


—  49**  - 


las  demás  cosas  creadas,  aunque  éstas,  semejantemente,  poseen  tam- 
bién su  grandeza  (78). 

Dios  es  eterno,  y  Él  es  su  eternidad.  Y  así,  Dios  se  necesita  para 
producir  lo  eternado,  sin  lo  cual  la  eternidad  no  sería  infinita  ni  ten- 
dría acto  infinito.  Y  a  ese  resultado  concurren  todas  las  dignidades  cun 
sus  actos,  a  fin  de  que  lo  eternado  sea  infinitamente  bonificado,  gran- 
dificado,  etc.  Dios,  en  tanto  que  eternando  y  entendiendo,  se  conside- 
ra dispuesto  y  ordenado  para  producir  el  mundo  ab  aeterno  e  in  aeterno, 
respecto  de  sí  mismo ;  pero  no  puede  crear  ab  aeterno,  a  causa  de  la 
deficiencia  del  mundo  a  parte  ante.  Porque  el  mundo  es  finito,  como 
lo  es  el  cielo,  que  no  existe  ab  aeterno  ni  es  infinito  o  inmenso,  o  como 
los  cuerpos  que  están  afectados  por  la  cantidad,  la  superficie,  la  figura 
y  el  movimiento.  Sin  embargo,  el  mundo  puede  existir  in  aevo  aeterno, 
a  fin  de  que  el  ángel  y  el  hombre  conozcan,  amen,  recuerden  y  alaben 
en  sí  mismos  su  origen  divino  (79). 

13.  Dios  es  poderoso,  y  Él  es  su  propio  poder.  Dios  está  necesitado 
para  producir  lo  infinito  posificado,  a  fin  de  que  su  poder  pueda  ser 
infinito  y  tener  acto  infinito.  Todas  las  demás  dignidades  con  sus  actos 
concurren  infinitamente  para  producir  lo  posificado,  a  fin  de  que  lo  po- 
sificado sea  bonificado,  grandificado,  etc.  Dios,  en  tanto  que  se  conoce 
como  poderoso  existiendo  y  obrando,  se  conoce  dispuesto  y  ordenado 
para  producir  el  poder  creado  no  infinito  ni  eterno.  Dios  se  conoce  in- 
trínsecamente con  poder  absoluto  y  ordenado,  y  extrínsecamente  con 
poder  ordenado  tan  solamente,  puesto  que  Dios  no  produce  las  criatu- 
ras de  su  propia  naturaleza,  aunque  las  produce  efectivamente,  a  la  ma- 
nera que  el  hombre  veraz  pinta  en  la  pared  un  hombre  que  no  es  parte 
de  su  naturaleza.  Y  así  lo  posificado  infinito  e  intrínseco  es  causa  de- 
todo^  los  posificables  finitos  y  extrínsecos  (8o).  Notemos  que  en  este 
último  pasaje,  al  mismo  tiempo  que  se  rechaza  todo  origen  emanatista 
del  mundo,  obtiene  plena  confirmación  la  metafísica  del  ejemplarismo. 

Dios  es  sapiente  o  inteligente,  y  Él  es  la  misma  sapiencia.  Y  esta 
sapiencia  es  la  razón  por  la  cual  Dios  sapiente  se  entiende  como  nece- 
sitado para  producir  lo  entendido  en  la  infinidad  de  la  misma  sapien- 
cia, con  el  infinito  entender,  por  toda  la  esencia  infinita  de  la  propia 
inteligencia,  parecidamente  a  como  el  fuego  (ignis)  que  con  su  apetito 


(78)    Obra  y  lúe.  cits.,  cap.  VTÍT.  págs.  382-383. 
(70)    Obra  y  luz.  cits.,  cap.  IX.  pág.  383. 

(&o)  "...  quia  Deus  non  producit  de  sua  natura  creaturas.  sed  effective  producit 
eas.  Sicut  homo  verus  depingit  hominem  in  pariete,  qui  non  est  de  sua  natura"  (Obra 

y  lup.  cits.,  cap.  X.  páe.  383.) 


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natural  produce  necesariamente  lo  encendido  (iynitum)  y  el  encender 
[iynire)  por  su  esencia.  Todas  las  demás  dignidades  concurren  para  pro 
ducir  lo  entendido  infinito.  Dios  conoce  en  sí  mismo  lo  que  es  digno  y 
justo  y  lo  que  sea  el  entendimiento  creado,  el  cual  conoce  honorífica- 
mente (honorificé)  la  suma  inteligencia  infinita;  y,  según  esta  manera, 
creó  el  entendimiento  de  los  ángeles  y  de  los  hombres  (Si). 

Dios  es  queriente  (volens),  y  Él  es  su  misma  voluntad.  Dios  produ- 
ce de  conformidad  con  lo  que  entiende  en  sí  mismo  y  quiere.  Las  de- 
más dignidades  con  sus  actos  son  amables  por  la  voluntad;  pero,  por 
otro  lado,  las  susodichas  dignidades  con  sus  actos  concurren  para  pro- 
ducir lo  querido  infinito,  puesto  que  cada  dignidad  puede  tener  el  acto 
infinito  en  lo  querido  infinito,  que  es  también  bonificado,  grandificado, 
etcétera.  Dios,  conociéndose  y  amándose,  pasa  a  crear  la  voluntad  a  fin 
de  que,  mediante  esta  voluntad  buenamente,  grandemente,  durablemen- 
te, etc.,  lo  por  Él  querido  sea  entendido,  amado,  recordado  y  alabado 
sobre  todas  las  cosas.  Y  por  este  camino  el  entendimiento  humano  co- 
noce el  origen  de  la  justicia  de  Dios;  porque,  así  como  Dios  se  conoce 
como  dispuesto  y  ordenado  para  crear,  también  se  conoce  como  orde- 
nado para  juzgar,  remunerar  y  perdonar  (82). 

14.  Dios  es  virtuoso,  y  Él  es  su  misma  virtud.  Y,  así  como  Dios 
se  ama  necesariamente  para  producir  lo  amado  infinito,  del  mismo  mo- 
do se  ama  y  se  conoce  necesariamente  para  producir  lo  virtuoso  infi- 
nito ;  y  para  este  resultado  concurren  las  demás  dignidades  con  sus  ac- 
tos, a  fin  de  que  por  la  virtud  infinita  sean  ellas  virtuosas  e  infinitas. 
Dios,  conociéndose  y  amándose  intrínsecamente,  se  ama  y  se  conoce 
como  dispuesto  y  ordenado  a  crear  las  virtudes  naturales,  las  cuales 
son  figuras  y  signos  de  la  virtud  infinita  y  eterna  (figurae  et  signa  virtu- 
tis  infinitae  et  aeternae),  y  con  estas  virtudes  creadas  quiere  que  sea 
conocida,  amada,  recordada  y  alabada  la  virtud  infinita  y  eterna.  Del 
mismo  modo  quiere  y  se  conoce  Dios  dispuesto  a  crear  las  virtudes  mo- 
rales, que  son  el  camino  del  Paraíso,  a  fin  de  que  con  ellas  pueda  re- 
munerar a  los  hombres  haciéndoles  partícipes  de  su  gloria  virtuosa.  Y 
es  sorprendente  que.  teniendo  las  virtudes  morales  su  origen  en  la  vir- 
tud suprema,  no  así  los  vicios,  no  sean  los  hombres  más  virtuosos  que 
viciosos.  La  razón  es  que  los  hombres  tienen  libre  arbitrio  para  hacer 
el  bien  o  el  mal.  Pero  es  preciso  añadir  que  el  libre  arbitrio  consta  de 
dos  partes  diversas,  a  saber:  una  parte  buena  y  creada,  con  la  eua' 


(81)  Obra  y  Iug.  cits.,  cap.  XI,  pág.  384. 

(82)  Obra  y  lúe.  cits.,  cap.  XII,  pág.  384. 


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obra  el  bien,  y  una  parte  mala  o  increada,  con  la  cual  hace  el  mal  o  q1 
pecado  (que  no  es  más  que  la  nada)  per  accidens.  El  hombre,  en  cuan- 
to ha  sido  sacado  de  la  nada,  tiene  inclinación  a  la  nada,  porque  está 
contra  el  ser.  Por  eso,  el  libre  arbitrio  conviene  por  igual  en  parte  con 
el  ser  y  en  parte  con  el  no  ser,  o  sea,  la  nada.  Dios  dotó  al  hombre  de 
libre  arbitrio  para  que  pudiese  evitar  el  pecado.  Si  no  hubiese  creado 
al  hombre,  Dios  habría  ofendido  su  propia  justicia,  la  cual  carecería 
de  sujeto  en  que  ejercitarse  (83). 

Dios  es  verdadero  y  Él  es  su  misma  verdad.  Dios  se  ama  verdade- 
ramente y  se  conoce  como  necesitado  para  producir  lo  verificado  infi- 
nito por  toda  la  esencia  infinita ;  y  Él  produce  de  su  propia  esencia  a 
fin  de  que  su  verificado  infinito  pueda  tener  infinita  suficiencia  ab  aeter- 
no e  in  aeterno,  y  de  esta  manera  las  demás  dignidades  puedan  tener 
actos  verdaderos  infinitos  por  razón  de  lo  verificado.  Dios,  al  amarse  y 
conocerse  necesitado  para  producir  lo  verdadero  infinito,  ama  y  cono- 
ce también  que  es  verdadero  crear  la  verdad  creada,  así  la  natural  como 
la  moral,  a  fin  de  que  por  la  una  y  la  otra  lo  verificado  infinito  sea  en- 
tendido, amado,  recordado  y  alabado.  La  mentira  proviene  de  la  nada, 
de  la  cual  el  hombre  ha  sido  creado,  y  se  parece  a  la  piedra  que  cae  y 
que  por  su  gravedad  tiende  hacia  el  centro  que  la  atrae  (84). 

Dios  es  glorioso,  y  Él  es  su  misma  gloria.  Dios  se  ama  y  se  conoce 
para  producir  lo  infinito  glorificado,  que  es  producto  de  la  gloria  infi- 
nita. Y  a  la  producción  de  lo  glorificado  infinito  concurren  las  demás 
dignidades  con  sus  actos,  a  fin  de  que  en  lo  mismo  glorificado  infinito 
puedan  las  susodichas  dignidades  tener  actos  gloriosos.  Dios  se  ama 
y  se  conoce  como  necesitado  para  producir  lo  glorificado  infinito  e  in- 
trínseco ;  pero  ama  y  conoce  también  que  es  glorioso  crear  lo  glorifi- 
cado fuera  de  sí  en  lo  eviterno  (extra  se  in  aevo  aeterno),  por  lo  cual 
lo  sumo  glorificado  e  infinito  sea  entendido,  amado,  recordado  y  ala- 
bado (85). 

15.  En  Dios  hay  diferencia,  no  la  que  se  da  entre  lo  sensual  y  lo 
sensual  o  entre  lo  sensual  y  lo  intelectual,  sino  la  existente  entre  lo  in- 
telectual y  lo  intelectual,  según  se  explicó  en  las  figuras  primera  y  se- 
gunda del  Arte  general.  Si  no  hubiese  diferencia  o  distinción  entre  las 
dignidades  o  razones  divinas,  éstas  no  podrían  tener  actos  infinitos. 
Tal  ocurre  con  la  bondad,  puesto  que  sin  la  diferencia  entre  el  bonifi- 


(83)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XIII,  pág.  386. 

(84)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XIV,  pág.  386. 

(85)  Obra  y  lúe.  cits.,  cap.  XV,  pág.  386. 


-  5o1  - 


eante  y  lo  bonificado,  no  podría  existir  el  bonificar.  Pero  esta  diferen- 
cia no  implica  en  Dios  pluralidad  de  esencias.  La  razón  de  esto  es  que 
el  bonificante,  que  es  toda  la  misma  bondad,  produce  de  sí  mismo  todo 
lo  bonificado,  que  es  a  la  vez  infinito  y  eterno ;  y  producto  de  ambos, 
es  decir,  del  bonificante  y  de  lo  bonificado,  es  bonificar,  que  es  también 
eternar.  Dios  conoce  en  sí  mismo  la  predicha  diferencia,  gracias  a  la 
cual  sus  razones  son  claras  y  pueden  tener  actos  infinitos;  pero  cono- 
ce también  que  es  bueno  crear  diferencias,  por  las  cuales  puedan  exis- 
tir muchas  criaturas  y  por  ellas  ser  entendido,  amado,  recordado  y  ala- 
bado. Y  de  este  modo  conoce  el  entendimiento  cuál  es  la  causa  de  la 
multitud  de  cosas  diferentes  por  razón  del  género,  de  la  especie  y  el 
número,  y  aprende  también  que  la  diferencia  entre  Dios  y  las  criatu- 
ras es  real,  no  puramente  intencional  o  hecha  por  el  alma  (86). 

Dios  es  concordante,  y  Él  es  su  misma  concordancia,  en  la  cual  sus 
dignidades  concuerdan  en  lo  uno  y  en  lo  múltiple;  así,  su  bondad  boni- 
ficando, su  grandeza  grandificando,  su  eternidad  eternando,  etc.  Con- 
cuerdan las  dignidades  en  la  identidad  de  la  esencia,  que  es  una  mis- 
ma naturaleza  y  una  misma  Deidad,  y  concuerdan  en  la  pluralidad, 
porque  son  distintas  razones.  Bonifieativo,  grandificativo,  eternificati- 
vo,  etc.,  son  un  número;  bonificar,  grandificar,  eternificar,  etc.,  son  otro 
número;  bonificado,  grandificado,  eternificado,  etc.,  son  otro  número; 
v  estos  tres  números  son  relativos  o  referentes  a  un  mismo  ser  abso- 
luto, esto  es,  Dios.  Y  en  tanto  Dios  se  considera  a  sí  mismo  por  razón 
de  la  definición  de  la  concordancia,  crea  un  mundo  por  razón  de  su 
unidad,  y  crea  muchas  cosas  diversas  por  razón  de  su  pluralidad,  se- 
gún se  explicó  oportunamente  en  la  escala  de  la  concordancia.  Y  así  ha 
creado  una  substancia  constituida  por  la  materia  y  la  forma,  y  un  hom- 
bre constituido  por  el  alma  y  el  cuerpo  y  la  unión  de  ambos,  y  un  en- 
tendimiento constituido  por  sus  correlativos,  y  un  silogismo  compues- 
to de  dos  proposiciones  y  una  conclusión,  y  lo  propio  podría  decirse  de 
las  demás  cosas.  Y  todo  eso,  para  que  se  manifieste  y  resplandezca  la 
concordancia  de  Dios  y  sea,  de  este  modo,  loado  y  servido  {87). 

En  Dios  no  hay  contrariedad,  porque  es  la  infinita  concordancia; 
pero  es  contrariante  (contrarians).  Dios  causa  efectivamente  las  contra- 
riedades en  el  mundo,  según  puede  verse  en  la  escala  de  la  contrarie- 
dad (88).  Si  Dios  no  hubiese  creado  las  contrariedades  naturales,  el 


(86)  Obra  y  lug,  cits.,  cap.  XVI,  pág.  388. 

(87)  Obra  y  lug.  cits..  cap.  XVII,  pág.  38S. 

(88)  Véase  la  segunda  figura  y  su  descripción  en  el  cap.  XIII.  §  II,  núm.  7. 


mundo  no  sería  tal  cual  es.  Existe  contrariedad  entre  Dios  y  el  hom- 
bre pecador,  a  fin  de  que  la  justicia  divina  pueda  ejercitar  su  acto  en 
el  pecador.  Así  como  el  espejo  está  dispuesto  para  recibir  todas  las  figu- 
ras en  él  impresas,  también  Dios  está  dispuesto  para  castigar  a  los  pe- 
cadores. Entonces,  ;cómo  se  explica  que,  produciendo  la  voluntad  di- 
vina el  querer  infinito,  en  Dios  haya  no  querer?  Siguiendo  el  símil  an- 
terior, así  como  el  espejo  recibe  las  semejanzas  de  la  blancura  y  de  la 
negrura,  así  Dios  ama  a  los  hombres  virtuosos  queriendo  y  odia  a  los 
pecadores  no  queriendo  (89). 

16.  Dios  es  principiante,  y  Él  es  también  su  propio  principio ,  así, 
en  su  bondad,  Dios  es  principiante  principiado,  esto  es,  bonificado.  Y 
es  principiante  no  teniendo  algo  anterior  a  sí  mismo ;  así,  bonificar  es 
un  principiado  tanto  por  razón  del  principiante  como  del  principiado, 
como  amar  es  un  principiado  del  amante  y  del  amado.  Dios,  que  sabe 
que  Él  es  tal  principio  perfecto,  pasa  a  crear  el  mundo  de  la  nada,  de 
manera  que  un  individuo  genere  otro  individuo,  como  un  hombre  otro 
hombre  y  una  planta  otra  planta.  Y  esto  es  un  principiar  substancial  y 
natural.  Pero  crea  además  otro  principio,  como  el  ser  inteligente  que 
causa  lo  entendido  objetivamente;  y  el  ser  inteligente  y  el  entendi- 
miento causan  el  entender  accidentalmente,  a  fin  de  que  el  entendimien- 
to pueda  adquirir  la  ciencia.  Y  lo  propio  puede  decirse  respecto  de  la 
voluntad,  a  fin  de  que  ésta  adquiera  el  hábito  del  amor  (90). 

En  Dios  hay  medio:  así.  en  cuanto  a  su  bondad  lo  es  el  bonificar, 
y  en  cuanto  a  su  grandeza  el  grandificar,  etc.  Y  Él  mismo  es  su  medio, 
por  la  razón  de  que  es  infinito,  con  el  cual  (medio)  Dios  se  mide  en 
tanto  que  es  infinito,  así  por  su  intrínseco  obrar  como  por  su  existir. 
Y  en  este  mediar  (mediare)  se  unen  el  mediante  (medians)  y  lo  media- 
do (mediatas),  para  constituir  medio  continuo  y  absoluto.  Primeramen- 
te. Dios  se  conoce  como  medio  de  sí  mismo,  pero  además  pasa  a  las 
causas  por  Él  creadas,  conforme  se  ha  mostrado  en  la  definición  de  me- 
dio y  en  la  escala  del  medio  comprendida  en  la  segunda  figura  del  Arte 
general  (91 Y  Así  tenemos  el  obrar  (acjere),  que  es  el  medio  existente 
entre  el  agente  y  lo  agible;  y  también  amar  (amare),  que  lo  es  entre  el 
amante  y  lo  amable  o  lo  amado  (92). 

Dios  es  su  fin,  aunque  no  es  fin  privativo,  puesto  que  en  su  mismo 


(89)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XVIII,  pág.  388. 

(qo)  Obra  y  lúa:,  cits.,  cap.  XIX,  pág.  389. 

C91)  Véase  su  descripción  en  la  misma  Ars  %m.  ult.,  II  pars  princ,  cap.  II.  pág.  222. 

(92)  Obra  y  lu?.  cits..  cap.  XX,  pág.  389. 


fin  hay  muchos  términos.  Así,  respecto  de  su  bondad,  lo  bonificativo  es 
un  término,  lo  bonificado  otro  término  y  bonificar  otro  término,  y  todos 
estos  tres  términos  reposan  en  una  misma  bondad.  Dios  se  conoce  de 
•este  modo,  pero  por  razón  del  fin  pasa  a  crear  muchos  fines  en  el  mun- 
do, como  el  hábito  de  la  bondad,  que  moralmente  es  un  fin  por  virtud 
del  cual  el  bonificante  se  habitúa  a  producir  lo  bonificado,  que  es  otro 
fin.  Y  también  lo  es  el  bonificar  a  su  manera.  Y  estos  tres  términos  re- 
posan en  una  misma  bondad,  que  es  la  misma  para  dichos  fines.  Pero, 
cuando  el  hombre  es  privado  (de  la  bondad),  el  hábito  de  la  bondad, 
y  también  sus  términos,  se  transforma  en  el  pecado  y,  consiguiente- 
mente, se  desvía  de  su  propio  fin  por  razón  del  cual  tiende  a  trabajar 
por  la  eviternidad  (93). 

17.  Dios  es  mayor  que  el  mundo  (94),  porque  sus  razones  (o  dig- 
nidades) son  infinitas  y  tienen  actos  infinitos;  porque  Él  es  eterno, 
mientras  que  el  mundo  es  nuevo;  porque  la  substancia  divina  es  ma- 
yor y  antes  que  el  mundo  y  sus  accidentes.  Se  comprende,  pues,  la  im- 
posibilidad de  que  el  mundo  exista  ab  aeterno.  Dios,  al  conocer  de  este 
modo  su  mayoridad,  pasa  a  crear  las  mayoridades ;  y  todo  eso  es  sig- 
nificado en  la  escala  correspondiente  de  la  segunda  figura  (95). 

En  Dios  no  hay  minoridad,  porque  Él  es  la  mayoridad  infinita  y 
eterna.  Compete  a  Dios  mayorificar,  nunca  minorificar.  Pero  puesto 
que  el  mundo  sin  las  minoridades  no  podría  existir,  por  eso  Dios  dis- 
púsose a  crear  la  minoridad  en  el  mundo,  a  fin  de  que  por  las  minori- 
dades finitas  sea  conocida  su  mayoridad  infinita,  puesto  que  un  opues- 
to (unum  oppositum)  se  conoce  mejor  por  aquello  que  queda  fuera  de 
él.  El  entendimiento  conoce,  pues,  que  Dios  es  mayor  absolutamente 
por  razón  de  su  eternidad,  y  que  el  mundo  es  menor  por  razón  de  su 
novedad.  Dios  se  conoce  dispuesto  a  crear  la  mayoridad  mejor  que  la 
minoridad.  Por  eso,  crea  las  minoridades  por  razón  de  las  mayorida- 
des, como  el  cuerpo  del  hombre  por  razón  del  alma  racional,  y  todas 
las  cosas  corporales  por  razón  del  cuerpo  del  hombre,  y  las  hojas  y 


(93)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XXI,  pág.  390. 

(94)  En  Dios,  intrínsecamente  considerado,  no  hay  mayoridad  ni  minoridad.  So- 
lamente de  una  manera  extrínseca  cabe  afirmar  que  Dios  es  mayor  que  el  mundo.  En 
el  Libre  de  demostración*  (ed.  de  Mallorca,  1930),  prólogo,  pág.  4,  se  lee:  "la  tersa  con- 
dició  es  que  hom  atreboesca  a  Déu  l^major  nobilitat  qui  pusca  caber  en  l'enteniment, 
-entenent,  empero,  que  en  Déu  no  ha  major  ni  menor". 

(95)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XXII,  pág.  390. 


—  504  — 


las  flores  por  razón  del  fruto,  y  las  segundas  intenciones  por  razón  de- 
las  primeras  intenciones  (96). 

En  Dios  hay  igualdad,  como  es  patente  en  su  coesencial  bondad,  la 
cual  comprende  el  bonificante,  lo  bonificado  y  bonificar.  Y  lo  mismo 
podría  decirse  de  las  otras  dignidades.  Y  como  quiera  que  la  divina 
bondad  es  infinita  y  tiene  acto  infinito,  según  antes  se  ha  probado,  por 
eso  la  divina  igualdad  es  también  infinita  y  exenta  de  todo  accidente, 
porque  en  el  sujeto  infinito  no  puede  existir  ningún  accidente.  Dios, 
considerando  de  este  modo  su  igualdad  infinita,  pasa  a  crear  la  igual- 
dad finita  ora  substancial  ora  accidental.  Crea  la  igualdad  substancial 
a  fin  de  que  por  la  semejanza  sea  conocida  su  infinita  igualdad ;  pero 
además  crea  la  igualdad  accidental  a  fin  de  que  por  la  desemejanza  sea 
conocida  también  la  infinita  igualdad,  porque  un  opuesto  es  conocido 
por  aquello  que  queda  fuera  de  él  (97). 

Esta  igualdad  divina  inspira  a  R.  Lull  aquella  definición  que  da  de 
Dios :  el  ser  en  el  cual  sus  razones  se  convierten  (98),  y  no  otra  es  la 
significación  asignada  a  la  primera  figura  del  Arte  general.  También  se 
basa  en  la  igualdad  de  las  dignidades  divinas  la  demostración  per  aequi- 
parantiam,  en  la  cual,  según  vimos,  el  filósofo  mallorquín  canaliza  dia- 
lécticamente su  doctrina  trinitaria  (99). 

18.  En  fin,  la  teoría  de  las  dignidades  divinas  sitúa  a  Lull  ante  dos 
importantes  cuestiones  filosófico-teológicas.  Nos  referimos  al  llamado 
optimismo  luliano  y  sus  pretendidas  afinidades  con  la  doctrina  de  Leib- 
niz,  y  a  la  justificación  de  la  Encarnación  (100). 

Respecto  al  primer  punto,  se  pregunta  el  Doctor  Iluminado:  ¿por 
qué  Dios  no  ha  creado  todo  lo  bueno  que  puede  crear?  (101).  Y  con- 
testa: Dios  puede  crear  cosas  mejores,  tanto  por  lo  que  respecta  a  las 
mismas  cosas  que  creó,  como  por  lo  que  toca  a  sí  misjmo  (Deus  autem 
potest  plus  creare  quam  creavit,  respectu  huhts  quod  creavit  et  respec- 


(96)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XXIV,  pág.  3Q1. 

(97)  Obra  y  lug.  cits.,  cap.  XXIII,  pág.  390. 

(98)  "Deus  est  ens  in  quo  suae  rationes  convertuntur"  (Ars  gen.  ult.,  lug.  cit., 
cap.  XXVI,  pág.  394).  La  misma  definición  se  da,  en  parecidos  términos,  en  el  Ars 
magna  primitiva  (véase  la  nota  106  del  cap.  XI,  §  III,  n.°  16,  de  la  presente  obra). 

(99)  Véase  el  cap.  XIV,  §  I,  núms.  4-6,  de  la  presente  obra. 

(100)  Véase,  para  esta  doble  cuestión,  el  luminoso  estudio  de  D.  Juan  Maura  y 
Gelabert:  El  optimismo  del  Beato  Raymimdo  Lidio  (Barcelona,  1904),  que  utilizamos 

ahora. 

(101)  Quaesttones  per  artem  demonstrativam  seu  inventivam  solubiles,  quaest.  XXI: 
"Quare  Deus  non  creavit  tantum  bonum  quantum  potest  creare?"  (ed.  de  Maguncia, 

t.  IV,  pág.  53). 


tu  sui) ;  y  si  no  las  creó,  añade,  es  porque  no  le  plugo  hacerlo  (sed  hoc 
noluit).  A  continuación,  propone  la  siguiente  dificultad  a  la  solución 
dada:  si  el  poder  divino  no  produjo  un  bien  mayor  que  el  que  ha  pro- 
ducido, parece  que  está  en  contradicción  y  pugna  con  la  grandeza  de 
su  bondad  que  exige  este  bien  mayor.  Y  contesta  que  la  contradicción 
no  existe,  porque  el  poder  divino  está  en  armonía  con  la  grandeza  de 
la  voluntad,  la  cual  no  quiso  crear  mayor  bien  que  el  creado ;  y  la  vo- 
luntad en  Dios  es  una  misma  cosa,  es  idéntica  con  la  bondad.  Luego, 
existe  perfecta  concordancia  entre  estos  atributos  divinos,  por  más  que 
la  voluntad  no  haya  querido  producir  mayores  bienes  (102). 

Respecto  a  la  segunda  cuestión,  se  pregunta  Lull  qué  fué  lo  prin- 
cipal en  la  Encarnación,  si  la  manifestación  y  el  amor  de  Dios  o  la  re- 
dención del  hombre  (103).  Y  contesta  que  el  fin  principal  de  la  Encar- 
nación fué  el  amor  de  Dios  y  la  manifestación  de  sus  atributos;  lo  cual 
prueba  con  varias  razones.  Expondremos  tan  sólo  las  principales : 

i.a  Si  entre  los  diversos  fines  de  la  Encarnación  del  Verbo,  el  de 
la  redención  humana  hubiese  sido  más  importante  y  principal  que  el 
de  la  manifestación  del  amor  de  Dios  y  de  sus  atributos,  seguiríase  que, 
no  existiendo  el  pecado  original,  Dios  se  habría  encarnado,  y  que,  su- 
puesto el  pecado  original,  ha  sido  necesario  o  conveniente  que  Dios 
se  encarnase  para  redimir  al  hombre.  De  donde  se  infiere  que  en  la  con- 
trariedad u  oposición  entre  Dios  y  el  hombre  caído  estriba  toda  la  ne- 
cesidad o  conveniencia  de  la  Encarnación  de  Dios ;  de  suerte  que  el  fin 
principal  de  ésta  hubiese  sido,  no  la  revelación  del  amor,  la  bondad,  la 
sabiduría,  el  poder,  etc.,  de  Dios,  sino  el  borrar  la  contrariedad  y  opo- 
sición que  existe  entre  Dios  y  el  hombre  prevaricador ;  lo  cual  es  im- 


Í102)  "Si  divina  potestas  contradixit  magnitudini  bonitatis,  quia  non  creavit  manís 
bonum  quam  creavit,  non  contradixit  magnitudini  voluntatis  quae  noluit  creare  maius, 
quae  est  idem  cum  bonitate,  etc.;  vel,  si  potestas  ratione  magnitudinis  bonitatis  potest 
creare  maius  bonum  quam  ipsa  voluntas  velit,  potest  contra  voluntatem;  vel,  si  potes- 
tas  non  potest  creare  ultra  quam  voluntas  velit,  voluntas  contradicit  magnitudini  liber- 
tatis  potestatis;  sed,  quia  omnes  divinae  dignitates  sunt  unum  idem  numero  et  quaeli- 
bet  earum  est  idem  quod  quaelibet  ipsarum,  est  impossibile  quod  aliqua  ipsarum  contra- 
dicat  alicui  ipsarum.  Quare  necessario  concludendum  est  quod  divina  potestas  potuerit 
et  non  potuerit  creare  maius  bonum  quam  creavit,  et  inde  sequitur  nulla  realis  con- 
tmdictio" 

C103)  Obra  cit.,  quaest.  XXIX:  "Utrum  in  Incarnatione  Dei  fuerit  principalis  di- 
vina ostensio  et  dllectio,  vel  nostra  redemptio?",  pág.  50. 


—  5o6  — 


posible  por  estar  en  pugna  con  el  mayor  fin  de  bondad,  de  sabiduría, 
•etcétera,  de  Dios  (104;. 

2.  a  Dios,  a  causa  de  la  grandeza,  la  bondad,  etc.,  de  la  creación, 
nos  creó  principalmente  para  Sí  mismo,  y  no  para  nosotros  mismos, 
para  que  nuestra  creación  tuviese  mayor  bondad,  etc. ;  pues  de  igual 
modo,  Dios,  al  asumir  la  carne,  creó  principalmente  para  Sí  mismo, 
aquel  Hombre  que  asumió ;  luego  es  manifiesto  que  Dios  se  encarnó 
principalmente  para  Sí  mismo,  o  sea  para  su  gloria  extrínseca.  De  don- 
de se  sigue  con  toda  claridad  que,  si  se  hubiese  encarnado  principal- 
mente para  nosotros,  también  nos  hubiera  creado  principalmente  para 
nosotros  mismos,  y  que  nosotros  hubiéramos  sido  entonces  el  mayor  y 
principal  fin  de  la  creación  y  la  Encarnación  (105). 

3.  a  El  poder  divino  está  en  mayor  armonía  con  los  demás  atribu- 
tos por  el  acto  de  asumir  la  carne,  que  por  el  acto  de  regenerar  el  li- 
naje humano,  pues  es  mayor  operación  que  el  Hombre  sea  hecho  Dios 
y  Dios  sea  hecho  Hombre,  que  Él  redimirnos ;  y  así,  por  motivo  de  la 
mayor  armonía  de  los  atributos  divinos,  el  fin  de  la  Encarnación  fué 
mayor  que  el  de  la  redención.  De  donde  se  sigue  que,  a  causa  del  ma- 
yor fin,  Dios  se  encamó  principalmente  por  el  amor  y  la  manifestación 
de  sus  atributos. 

4.  a  Si  Dios  es  Hombre  principalmente  para  nuestra  redención,  y 
no  para  Sí  mismo,  aquel  Hombre  unirlo  con  Dios  y  que  es  Dios,  tiene 
mayor  gloria  por  la  redención  que  por  la  Encarnación  en  cuya  virtud 
es  Dios :  y  así  le  resulta  mayor  gloria  de  ser  nuestro  Redentor,  que  de 


(104)  "Si  redemptio  humani  generis  fuisset  principalior  finis  quam  divina  osten- 
sio  et  dilectio,  sequeretur  quod,  si  origínale  peccatum  non  fuisset,  Deus  non  esset  incar- 
natus;  sed,  quia  origínale  peccatum  fuit,  oportuerit  quod  ipse  incarnaretur  ad  redimen- 
dum  humanum  ^'enus;  unde  sequitur  quod  contrarietas  quae  est  inter  Deum  et  lapsum 
hominem,  fuerit  necessitas  Incarnationis  Dei;  et  sic  finis  Incarnationis  est  constitutus 
de  contrario  principio,  quod  est  impossibile  et  contra  maioritatem  finis  bonitatis,  etc.,  In- 
carnationis Dei;  igitur  nostra  redemptio  non  fuit  principalior  finis  Incarnationis,  sed  os- 
tensio  et  dilectio  Dei"  (loe.  cit.). 

(105)  "Deus  propter  magnitudinem  et  bonitatem,  etc.,  creationis,  creavit  nos  ad 
seipsum  principaliter,  non  autem  principaliter  ad  nosmetipsos,  ut  nostra  creatio  esset 
in  maioritate  bonitatis,  etc.;  eodem  modo  Deus  assumendo  carnem  principaliter  creavit 
ad  seipsum  illum  Hominem  quem  assumpsit,  et  hoc  in  tantum  principaliter  quod  ratione 
principalitatis  finis  uniens  eum  in  seipso  univit  eum  ad  seipsum;  quare  manifesté  sequi- 
tur quod  Deus  propter  se  principaliter  sit  incarnatus.  Unde  manifesté  sequitur,  si  ipse 
esset  incarnatus  principaliter  propter  nos,  quod  ratione  maioris  et  principalioris  finis 
creaverit  nos  ad  nosmetipsos;  et  sic  ipsa  coniunctio  sive  unió  Deitatis  et  Humanitatis 
^esset  in  maioritate  et  minoritate,  in  minoritate  et  maioritate,  quod  est  impossibile" 
(loe.  cit.). 


-  S«7  ~ 


ser  Dios ;  y  así  el  fin  de  la  Encarnación  es  mayor  por  la  gloria  menor, 
y  menor  por  la  mayor  gloria  (106). 

Notemos  que  el  vigor  y  la  originalidad  de  estos  argumentos  provie- 
ne en  buena  parte  de  que  son  una  aplicación  de  la  doctrina  de  las  dig- 
nidades divinas. 

No  sólo  la  Cristología,  sino  también  la  Mariología  luliana  muestra 
la  huella  de  la  teoría  de  las  dignidades,  punto  éste  en  el  que  apenas  pó- 
deteos detenernos  (107).  "Madre  e  hijo — se  lee  en  el  Arbre  de  scien- 
cia  (108) — están  en  relación  en  las  criaturas,  porque  donde  hay  ma- 
dre ha  de  haber  hijo,  y  donde  hay  hijo  creado  es  preciso  que  haya  ma- 
dre; pero  fuera  del  orden  de  las  criaturas  puede  haber  hijo  sin  que 
haya  madre,  tal  sucede  con  el  Hijo  de  Dios  que  no  tiene  madre  en  cuanto 
es  Dios  y  se  pone  en  relación  con  la  madre  en  cuanto  es  hijo-hombre; 
y  esta  filiación  y  maternidad  se  corresponden  buenamente,  grandemente, 
virtuosamente,  como  se  corresponden  relativamente.  Es,  pues,  la  co- 
rrespondencia de  la  relación  (entre  el  Hijo  de  Dios  y  su  Madre)  en  tan 
alto  grado  que  no  puede  darse  ningún  otro  grado  de  relación  tan  gran- 
de en  bondad,  poder,  gloria,  virtud,  amor  y  verdad,  tratándose  del  gra- 
do de  relación  creada  e  increada".  La  Virgen  María  es,  en  efecto,  la 

(106)  "Divina  potestas  potuit  plus  coaequare  actus  dignitatum  assumendo  carnem, 
quam  recreando  humanum  genus,  cum  sit  maior  operado  quod  ex  homine  fíat  Deus, 
et  e  converso,  quam  nos  recreare;  et  sic  ratione  maioritatis  aequalitatis  ipsorum  bonifica- 
re, magnificare,  etc.,  finis  fuit  maior  in  incarnando,  quam  recreando.  Unde  sequitur,  ra- 
tione maioritatis  finis,  quod  Deus  principaliter  fuerit  incarnatus  propter  divinam  osten- 
sionem  et  dilectionem,  non  autem  principaliter  propter  nostram  recreationem"  (Ibid.). 

"Si  Deus  est  homo  principaliter  propter  nostram  recreationem,  et  non  propter  seip- 
sum,  ille  homo  unitus  Deo,  cum  sit  Deus,  habet  maiorem  gloriam  in  recreatione,  quam 
in  ipsa  Incarnatione  ratione  cuius  est  Deus,  et  sic  habet  maiorem  gloriam  propter  nos, 
quam  propter  se  esse  Deum;  et  ita  finis  est  minor  ratione  maioritatis  gloriae,  et  maior 
ratione  minoritatis  gloriae,  quod  est  impossibile"  (Obra  y  lug.  cits.). 

(107)  Sobre  Cristología  y  Mariología  lulianas,  además  del  estudio  citado  de  Mau- 
ra y  Gelabert,  véase  P.  Simón  de  Algaida,  O.  M.  Cap.:  Christologia  lulliana  seu  de  mo- 
tivo Incarnationis  doctrina  B,  Raymundi  Lull,  en  "Collectanea  Franciscana",  Perugia, 
abril  de  193 1;  y  cabe  mencionar  también,  a  pesar  de  tratarse  de  escritos  inéditos:  una 
tesis  para  el  doctorado  en  la  Universidad  Gregoriana  de  Roma,  del  P.  Bartolomé  Nico- 
lau,  T.  O.  R.,  sobre  Cristología  lidiaría;  otra  tesis  doctoral  en  la  misma  Universidad  de 
D.  José  Vidal  Vendrell  sobre  Mariología  luliana,  y  otra  tesis  doctoral  de  D.  Sebastián 
Garcías  Palou  sobre  El  Beato  Ramón  Lull  y  las  controversias  teológicas  del  Oriente  cris- 
tiano, de  la  cual  el  autor  anticipó  un  extracto  en  tres  conferencias  dadas  en  la  "Biblio- 
teca Balmes"  de  Barcelona  los  días  5,  8  y  10  de  febrero  de  1936.  El  Sr.  Garcías  Palou 
trató  detenidamente  de  la  polémica  luliana  frente  a  la  teología  de  la  Iglesia  griega  y 
de  las  disidencias  cristianas  y  sentó  la  conclusión  de  que  la  argumentación  luliana,  do- 
cumentada de  primera  mano,  es  la  teología  católica,  impregnada  del  optimismo  teoló- 
gico del  Ars  magna. 

(108)  Véase  "Del  arbre  maternal",  vol.  II,  y  muy  especialmente  las  págs.  196  y  198. 


—  50*  - 


criatura  que  tiene  mayor  semejanza  con  las  dignidades  divinas.  Por 
eso,  "su  lugar  en  el  Cielo  imperial  es  estar  ante  su  Hijo  Jesucristo,  y 
más  cerca  de  él  que  ninguna  otra  criatura". 

19.  Adrede,  hemos  dado  a  la  exposición  de  la  teoría  luliana  de  las 
dignidades  divinas  una  amplitud  desusada,  siguiéndola  hasta  sus  últi- 
mas derivaciones,  porque  ello  constituye  por  sí  solo  una  primera  con- 
tribución al  estudio  del  problema  arduo  y  apasionante  del  origen  de 
la  susodicha  teoría.  Y  así  como  antes  hemos  debatido  acerca  de  los  orí- 
genes del  Arte  luliana  (109),  nos  ceñiremos  ahora  al  punto  concreto 
del  origen  de  la  doctrina  de  las  dignidades,  dejando  para  más  adelante 
otros  aspectos  de  la  filosofía  luliana,  convencidos  de  que  la  división  de 
las  materias,  no  siempre  doctrinalmente  homogéneas,  es,  en  nuestro 
caso,  una  precaución  de  elemental  prudencia.  El  conjunto  de  todas  esas 
indagaciones  parciales  nos  permitirá,  al  término  de  la  jornada,  apre- 
ciar la  solución  global  al  problema  de  las  influencias  o  sea  de  los  orí- 
genes, muy  diversos,  del  pensamiento  filosófico  luliano. 

Desde  que  D.  Julián  Ribera  y  D.  Miguel  Asín  Palacios  sostuvie- 
ron, en  1899,  l°s  orígenes  arábigos  de  la  filosofía  de  R.  Lull,  se  han 
formado  dos  bandos,  al  parecer  irreductibles,  en  el  enjuiciamiento  de 
este  pleito.  Contra  la  tesis  de  aquellos  dos  eminentes  arabistas,  que  ha 
tenido  la  virtud  de  abrir  nuevos  e  insospechados  horizontes  a  la  inves- 
tigación, hay  quienes  opinan  todavía  que  el  caso  del  Doctor  Ilumina- 
do, y  más  concretamente  su  teoría  de  las  dignidades  divinas,  se  puede 
explicar  satisfactoriamente  sin  salirse  de  las  corrientes  de  la  filosofía 
cristiana  medieval  (110). 

Resumiremos  nuestro  particular  punto  de  vista,  en  este  asunto,  po- 
niendo a  contribución  textos  ya  alegados,  y  dando  a  conocer  otros  no 
utilizados,  que  aportan  nueva  luz  en  tan  interesante  controversia. 


Í109)    Véase  el  cap.  XI,  todo  el  §  n,  de  la  presente  obra. 

(110)  Véanse,  para  conocer  los  términos  de  esta  polémica,  Julián  Ribera:  Orígenes 
de  la  filosofía  de  R.  Lidio,  y  Miguel  Asín  Palacios:  Mohidín  (en  Homenaje  a  Menén- 
dez  y  Pelayo,  vol.  H,  págs.  iqi-^ió  y  217-256  respectivamente);  M.  Asín  Palacios:  La 
Psicología  segt'm  Mohidín  Abenarabi  (publicado  en  las  "Actes  du  XVe  Congrés  int.  des 
Orient.") ;  Abenmasarra  y  su  escuela.  Orígenes  de  la  filosofía  hispano -musulmana,  Ma- 
drid, 1Q14;  El  Islam  cristianizado,  Madrid,  1931,  págs.  116  y  219.  Se  ha  adherido  a  la 
tesis  arabista  D.  Juan  Tusquets:  Posició  de  Ramón  Lull  en  el  problema  de  Veternitat  del 
mon  (en  la  revista  Criterion,  n.°  1,  enero-junio  1925).  Han  impugnado  esta  tesis 
J.  H.  Probst:  Caractére  et  origine  des  idees  du  Bienheureux  Raymond  Lulle  antes  ci- 
tada, II  parte,  cap.  III,  págs.  240-257,  y  La  Mystique  de  Ramón  Lull  et  l'Art  de  Con- 
templació,  parte  I,  §  g,  págs.  22-30  (en  Beitrage  zur  Geschichte  der  Phüosophie  des 
Mittelalters,  Band  XIII,  Heft  2-3,  Münster,  1914) ;  Salvador  Bové:  Ramón  Llull  y  la 
Uengua  Uatina  (en  "Boletín  de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras",  de  Barcelona,  abril- 


—  509  — 


Hemos  de  insistir  en  que  R.  Lull  utilizó  el  De  Trinitate  de  Ricar- 
do de  San  Víctor,  y  probablemente  algún  tratado  de  San  Anselmo,  para 
la  composición  de  su  Libre  de  demostracions  (m).  A  mayor  abunda- 
miento, en  el  Libre  del  és  de  Deu  escrito  en  1300,  hallamos  el  siguiente 
pasaje,  el  cual,  tanto  por  su  fondo  como  por  su  terminología,  revela  la 
inspiración  del  mencionado  tratado  Victorino :  "E  feím  aquest  libre  per 
co  que  hom  pusca  haver  conexenga  de  la  sancta  divina  trinitat  e  unitat ; 
e  no  volem  parlar  emplicadament  de  les  divines  proprietats  personáis, 
<;o  es  a  saber,  de  paternitat,  filiació  e  spiració,  por  c/>  cor  aquest  libre 
proposam  metre  en  arabich,  e  los  sarrahins  esquiven  parlar  que  en  Deu 
sia  paternitat,  filiació  e  spiració"  (112). 

Con  todo,  una  diferencia  importante  de  actitud  entre  Ricardo  de  S. 
Víctor  y  R.  Lull  matiza  inconfundiblemente  sus  respectivas  doctrinas, 
aun  siendo  idéntico  el  objeto  que  uno  y  otro  persiguen :  el  Victorino  es- 
cribe reposadamente  y  para  gentes  cristianas ;  el  apóstol  mallorquín,  po- 
seído por  un  ansia  febril  de  conversión,  se  dirige  a  las  huestes  sarra- 
cenas, judías  y  paganas.  De  ahí  que  le  preocupe  principalmente  la  tác- 
tica a  seguir  (113).  Lo  dice  terminantemente  en  los  pasajes  que  siguen: 
"Mas,  per  qo  que  direm  del  es  de  Deu,  les  divines  proprietats  personáis 
hi  serán  emplicades  e  significades  e  en  axí  declarades  que  Is  sarrahins 
no  les  poran  negar,  con  hajen  a  consentir  que  1  es  de  Deu  sia  complit 


junio  de  1915,  págs.  65-88),  y  E.  Longpré:  Raymond  Lulle  (en  "Dictionnaire  de  Théolo- 
gie  catholique"  de  Vacant-Mangenot,  *'.  IX,  cois.  1113  y  1114,  1132  y  1133);  y  última- 
mente el  Dr.  Eijo  Garay  en  el  Prólogo  al  libro  de  F.  Sureda  Blanes:  El  Beato  Ramón 
Lull  (Madrid,  1934),  págs.  XI-XLVI.  Oto  Keicher  en  su  estudio  Raymundus  Lullus 
und  seine  Stellung  zur  arabischen  Philosophie  (en  Beitráge  etc.  antes  citados,  Band  VII, 
Heft  4-5,  Münster,  1909),  tratando  el  asunto  imparcialmente  y  con  gran  objetividad, 
reconoce  una  influencia  arábiga  positiva  en  la  actitud  filosófica  de  Lull  y  aduce  algu- 
nos textos  importantes. 

(111)  Cfr.  I  parte,  cap.  XIV,  pág.  18  (ed.  de  Mallorca,  1930).  Véase  el  conejo  doc- 
trinal entre  el  Libre  de  demostracions  y  el  De  Trinitate  de  Ricardo  de  San  Víctor  hecho, 
a  propósito  de  la  demostración  per  aequiparantiam,  en  el  cap.  XIV,  §  I,  n.°  6  (y  espe- 
cialmente las  notas  17,  18  y  19),  de  la  presente  obra. 

(112)  En  el  prólogo,  ed.  Rosselló  (Mallorca,  1901),  pág.  44o.  Compárese  el  texto 
arriba  transcrito  con  el  cap.  I,  libro  II:  "Quod  in  hoc  libro  agitur  de  divinis  proprie- 
tatibus,  et  primo  quod  Deus  sit  increatus" — del  De  Trinitate  de  Ricardo  de  S.  Víctor 
(Col.  Migne,  S.  L.,  t.  iqó,  col.  001). 

(113)  Esa  preocupación  de  una  táctica  dialéctica  para  la  mejor  conversión  de  los 
infieles  llega  en  Lull  hasta  la  obsesión.  Así,  en  el  prólogo  de  su  Art  amativa,  del  que 
nos  ocuparemos  en  seguida,  se  lee:  "nos,  empero,  per  tal  que  ells  (los  sarracenos)  no  la 
menypresen  (se  refiere  a  la  Art  amativa),  explicite  de  Trinitat  ni  de  Incarnació  en  aques- 
ta art  no  parlam,  per  tal  que  ells  no  la  lexen  d  apendre,  ni  aquest  paragrafi,  en  la  trans- 
lacio  que  d'ella  farem  en  arabich,  no  preposam  metre"  (n.°  6,  pág.  8). 


--  5-io  — 


e  sens  tot  deffayliment...".  Y  añade:  "Es  encara  aquest  libre  útil  a  dis- 
putar ab  los  sarrahins,  juheus  e  pagans  donan t  rahons  veres,  forts,  e 
que  lur  contrari  es  impossibol  del  es  de  Deu,  segons  les  VIII  maneres 
damunt  dites".  Una  dificultad,  la  falta  de  vocablos  adecuados  en  el 
lenguaje  romanceado,  tendrá  que  vencer  la  nueva  dialéctica:  "E  car  nos 
poriem  be  declarar,  ni  alt  enteniment  haver,  sens  alguns  vocables  no- 
veyls  que  direm,  coven  a  usar  d'aquells,  e  encara  d'alguns  vocables  los 
quals  hmn  no  usa  en  romans"  (114). 

;  Dónde  ha  ido  el  filósofo  mallorquín  a  buscar  esos  vocables  noveyls, 
algunos  de  los  cuales  declara  usar  ahora  en  el  Libre  del  és  de  Deu?  En 
el  Ars  amativa,  escrita  en  1290,  esto  es,  diez  años  antes,  figura  como 
apéndice  una  "Taula  de  explanament  de  vocables",  especie  de  glosario 
de  "les  paraules  que  son  en  lati  en  esta  Art".  Entre  los  vocablos  glosa- 
dos hay  el  siguiente:  "Bonificatiu  es  bo  qui  fa  be  sots  raó  de  bonea, 
e  bonificable  es  co  que  es  apparelat  a  esser  bo,  e  bonificar  es  lo  acte  de 
bondat,  e  bonificat  es  co  qui  es  feyt  bo;  e  aqo  mateix  s'enten  de  intellec- 
tiu,  entenent,  intelligible,  entendre,  entengut,  e  axi  de  les  altres  coses 
semblants  a  aqüestes"  (115). 

Estos  vocablos :  bonificativo,  bonificable  y  bonificar,  que,  como  he- 
mos visto,  desempeñan  una  función  importante  en  la  teoría  de  las  dig- 
nidades, ¿son  un  préstamo  directo  del  latín,  o  son  palabras  latinizadas? 
El  mismo  LulI  se  encarga  de  declararlo  en  un  interesantísimo  pasaje 
de  una  obra  anterior,  el  Compendium  artis  dcmonstrativae ,  escrita,  al 
parecer,  hacia  1277.  En  esta  obra  se  justifica  Lull  ante  el  lector  estu- 
dio o  de  haber  introducido  un  modo  de  hablar  propio  de  los  árabes,  tal 
como  los  términos  bonificativo,  bonificable,  bonificar  y  bonificado  co- 
rrelativos de  la  bondad,  y  otras  formas  parecidas  correlativas  de  la 
grandeza,  etc..  y  alega  dos  razones:  una  es  la  carencia  de  términos  ade- 
cuados en  el  lenguaje  usual  ;  y  la  otra  es  la  conveniencia  de  familiari- 
zarnos con  este  modo  arábigo  de  hablar,  aunque  disuene  de  nuestras 
maneras  usuales  latinas,  con  el  objeto  de  que  aprendamos  a  replicar  a 
las  objeciones  de  los  infieles  Í116V  Es  decir,  que  Lull  preconiza  como 


(114)  Libre  del  és  de  Deu  cit.,  pág.  44i. 

(115)  Art  amativa  (ed.  de  Mallorca,  1033,  págs.  38Q  y  391). 

(116)  "Yenimus  ad  peroptatum  finem,  supplicantes  puro  corde  studentibus  in  hoc 
opere,  ut  si  forte  eis  minus  bene  dicere  videamur,  non  attendant  circa  ineptitudinem 
verborum  non  potentium  fortassis  ad  plenum  ipsa,  quae  intendimus  denotare;  nec  eis 
displiceat  varietas  loquendi,  sed  aédiscant  hunc  ipsum  modum  loquendi  arabicum,  ut 
infidelium  oppositionibus  obsistere  noscant;  declinare  namque  términos  figurarum,  dicen- 
do  sub  conditionibus  bonitatis  bonificativum,  bonificabile.  bonificare,  bonificatum,  et  sic 
de  magnitudine,  etc.,  et  sub  conditionibus  ignis,  ignitivum,  ignibile,  etc.,  et  sic  de  qui- 


5" 


recurso  táctico-dialéctico  el  valerse  de  la  misma  terminología  del  ad: 
versario. 

20.  ¿Se  trata  acaso  de  una  pura  imitación  de  forfma,  fruto  del  co- 
mercio con  la  literatura  arábiga,  sin  trascendencia  efectiva  en  el  pensa- 
miento filosófico  de  Lull,  como  da  a  entender  E.  Longpré,  siguiendo  a 
Probst?  Notemos  que  aquella  terminología  encubre  una  singular  mane- 
ra de  discurrir  y  es,  además,  uno  de  los  soportes  de  la  teoría  de  las  dig- 
nidades, es  decir,  que  constituye  una  pieza  de  un  sistema  filosófico- 
teológico.  Pero  hay  más :  la  influencia  arábiga  afecta  al  fondo  mismo 
de  la  doctrina  de  las  dignidades,  como  vamos  a  ver. 

En  la  obra  dialogada  Disputatio  Raymundi  et  Hamar  Sarraceni 
(1308),  replica  a  Lull  el  filósofo  sarraceno:  " — Nos  attribuirmus  Deo  un- 
cí ccim  qualitates  quae  sunt  haec,  videlicet:  bonitas,  magnitudo,  potes- 
tas,  sapientia,  voluntas,  virtus,  veritas,  gloria,  perfectio,  iustitia,  miseri- 
cordia" (117).  Es  decir,  que  hay  discrepancia  entre  los  dialogantes  en 
cuanto  al  número  de  las  dignidades  o  cualidades  divinas,  y  también  en 
cuanto  al  nombre  de  algunas  de  ellas ;  pero  esta  discrepancia  supone 
una  coincidencia  y  una  base  doctrinal  común. 

Longpré,  alegando  un  texto  desconocido  del  Liber  de  acquisitione 
Terrae  sanctae  (1309),  niega  importancia  al  alegato  del  filósofo  sarra- 
ceno de  la  Disputatio  y  da  la  interpretación  de  que  la  filosofía  arábiga 
era  tan  rudimentaria  en  punto  a  la  existencia  de  las  dignidades  divinas, 
que  el  apologista  católico  se  hallaba  en  el  caso  de  haber  de  instruir  a 
los  árabes  en  esta  materia  (118).  Pero  semejante  interpretación  no  pue- 
de prevalecer  ante  otro  texto,  mucho  más  explícito,  que  hemos  hallado 
en  el  Ars  generalis  ultima.  En  este  texto  Lull  sale  al  paso  de  ciertos  sa- 
rracenos que,  creyendo  tener  un  alto  y  sutil  conocimiento  del  Ser  di- 
vino, dicen  que  Dios  es  uno  y  que  no  posee  las  dignidades  quoad  se, 
sino  a  fin  de  que  mediante  ellas  obre  en  las  criaturas ;  y  así.  es  bueno 


buscumque  aliis  propriis  terminis  huius  Artis,  non  est  multum  apud  latinos  sermo  con- 
suetus...  Sed  attendant  diligenter...  ad  quem  finem  tendat.  Nunquid  ad  cognitionem  et 
dilectionem  illius  summi  entis  et,  via  rationis,  ad  ipsam  propagationem  fidei  catholicae?, 
etc."  (Texto  citado  por  O.  Keicher  y  E.  Longpré,  del  Compendium  artis  demonstrativaer 
dist.  III,  "De  fine  huius  libri",  ed.  de  Maguncia,  vol.  III,  pág.  160.) 

(117)  Texto  citado  por  Keicher,  obra  antes  cit.,  pág.  76. 

(118)  "Sarraceni  sunt  aliqui  in  philosophia  bene  litterati  et  sunt  homines  bene  ra- 
tionabiles,  sed  de  essentia  Dei  et  dignitatibus  suis  parum  sciunt,  idcirco  catholicus  in 
disputatione  disponet  ipsos  ad  intelligendum  Deum  et  actus  suarum  dignitatum  intrín- 
secos... Et  istum  modum  disputationis  tenebam  ego  cum  ipsis  dum  eram  in  carcere  Bu- 
giae".  (Del  ms.  lat.  15450  de  la  Bib.  Nat.  de  París,  fol.  546v;  véase  E.  Longpré,  obra 
citada,  col.  1113.) 


para  que  produzca  la  criatura  buena,  y  es  grande  a  fin  de  que  cree  la 
■criatura  grande,  y  es  eterno  a  fin  de  que  la  criatura  sea  durable,  etc.  Ad- 
vierte el  Doctor  Iluminado  la  contradicción  en  que  incurren  esos  hom- 
bres que,  no  obstante  convenir  en  que  el  mundo  es  nuevo,  cuanto  y  li- 
mitado, profesan  aquella  doctrina,  puesto  que,  siendo  Dios  infinito  por 
causa  de  sus  razones,  crearía  también  criaturas  infinitas  y  eternas.  En 
la  misma  contradicción — añade — incurren  al  proclamar  a  Dios  como  la 
causa  primera,  porque  no  puede  haber  causa  primera  si  las  razones  di- 
vinas existen  y  actúan  por  razón  del  mundo  (119). 

Este  pasaje  arroja  bastante  luz.  De  él  se  desprende  que  los  filósofos 
árabes  rechazaban  la  actividad  inmanente  de  las  dignidades  divinas  en 
nombre  de  la  unidad  de  Dios,  y  admitían  dichas  dignidades  sólo  en  or- 
den a  la  actividad  extrínseca  de  Dios,  para  explicar  la  diversidad  de  las 
cosas  creadas.  Por  el  contrario,  Lull  niega  que  las  dignidades  divinas 
existan  y  actúen  por  razón  de  las  criaturas,  con  el  objeto  de  dejar  a 
salvo  la  distinción  real  entre  Dios,  infinito  y  eterno,  y  el  mundo,  finito 
y  creado;  y,  en  cambio,  sostiene  la  existencia  y  actuación  de  las  digni- 
dades divinas  quoad  se,  para  mejor  defender  la  pluralidad  de  Dios,  es 
decir,  la  Trinidad.  Este  último  propósito  luliano  se  lee  entre  líneas,  en 
el  pasaje  que  comentamos,  pero  abona  esta  interpretación  la  minuciosa 
y  documentada  exposición  que  de  la  doctrina  de  las  dignidades  hemos 
hecho  anteriormente. 

2i.    La  teoría  luliana  de  las  dignidades  divinas  es  una  de  esas  doc- 


íiiq)  "Finis  vero  quare  ipsae  dignitates  sunt,  consistit  in  seipsis;  non  autem  extra 
eas.  Nam  aliter  essent  per  accidens,  et  similiter  Deus,  quod  est  impossibile.  Et  hoc  est 
contra  quosdam  sarracenos  credentes  habere  altam  et  subtilem  notitiam  de  Deo,  qui 
dicunt  quod  Deus  est  unus  et  non  habet  dignitates  quoad  se,  sed  habet  eas  ut  cum  ipsis 
agat  in  creaturis:  videlicet  est  bonus  ut  agat  bonam  creaturam,  et  magnus  ut  creet  mag- 
nam  creaturam,  et  est  aetemus  ut  creatura  sit  durabilis,  etc.  Unde  patet  manifesté  quod 
in  verbis  sive  dictis  suis  implicant  contradictionem,  quoniam  si  sic  esset  sicut  ipsi  dicunt, 
iam  sicut  Deus  est  infinitus  quoad  suas  rationes,  crearet  quidem  creaturas  infinitas  et  ae- 
ternas  quod  non  facit,  ñeque  ut  ipsimet  dicunt.  Mundum  enim  dicunt  esse  novum  et 
quantum  sive  limitatum.  Amplius  implicant  contradictionem,  dicendo  Deum  esse  cau- 
sam  primam :  quod  non  esset  causa  prima  si  suae  rationes  essent  propter  mundum ;  et  sic 
Deus  esset  cum  suis  dignitatibus  ut  mundus  esset,  quod  est  valde  absurdum  dicere" 
(IX  pars  princ,  cap.  II,  pág.  377). 

Es  también  interesante,  pero  menos  explícito,  el  siguiente  pasaje  de  la  Declaratio 
Reymundi  per  modum  dialogi  edita,  compuesta  en  1297:  "Raymundus  dixit :  Iudaei  rao- 
derni  non  dicunt  aliquid  de  essentia  Dei  nec  de  sua  operatione  intrínseca  quam  habet, 
et  sic  de  sarracenis.  Unde  quicquid  considerant  de  divina  bonitate,  magnitudine,  etc.,  con- 
siderant  per  actus  extrínsecos,  scilicet  in  effectu  Dei,  sicut  faciebant  antiqui  philosophi 
«t  aliqui  moderni"  Ced.  Keicher,  obra  cit.,  pág.  205). 


trinas  que  podrían  denominarse  de  choque  o  fronterizas,  porque  se  han 
formado  definitivamente  gracias  a  la  presencia  armada  del  adversario. 
¿Es  que  dicha  teoría  carece  de  originalidad  porque  Lull  se  ha  aprove- 
chado de  elementos  agustiniano-anselmianos  y  de  locuciones  y  otros 
elementos  arábigos?  De  ningún  modo.  Hemos  dicho  lo  bastante  acerca 
de  la  influencia  agustiniano-anselmiana.  En  cuanto  a  las  aportaciones 
arábigas,  es  preciso  notar  que  las  discrepancias  se  refieren  no  sólo  al 
número  y  denominación  de  las  dignidades  admitidas  por  los  conten- 
dientes, sino  a  algo  más  fundamental.  Lull  distingue  dos  series  o  cla- 
ses de  dignidades.  Entran  en  la  primera  clase  las  que  han  sido  llama- 
das también  predicados  absolutos,  a  saber:  la  bondad,  la  grandeza,  la 
duración,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la  virtud,  la  verdad  y  la 
gloria,  las  cuales  hallan  su  expresión  en  la  primera  figura  del  Arte  ge- 
neral. Forman  la  segunda  serie  de  dignidades— denominadas  también 
predicados  relativos,  porque  se  predican  en  función  de  las  relaciones 
»que  las  dignidades  de  la  primera  serie  guardan  entre  sí — :  la  diferen- 
cia, la  concordancia,  el  principio,  el  medio,  el  fin  y  la  igualdad,  las  cua- 
les, juntamente  con  la  contrariedad,  la  mayoridad  y  la  minoridad,  pre- 
dicables estas  últimas  sólo  de  las  cosas  creadas,  constituyen  el  conte- 
nido de  la  segunda  figura.  Pues  bien,  esa  peculiar  conexión  de  la  doc- 
trina de  las  dignidades  divinas  con  la  lógica  y  el  Arte  general,  debe 
ser  registrada  como  algo  específicamente  luliano. 

Aún  en  el  supuesto  de  que  las  dignidades  lulianas  fuesen  una  imi- 
tación de  las  hadras  o  perfecciones  divinas  del  filósofo  árabe  Abenarabi 
— opinión  defendida  por  D.  Miguel  Asín — ,  ¿no  sería  acaso  una  em- 
presa extraordinaria  y  original  que  el  autor  del  Ars  magna,  después  de 
haber  entrado  a  saco  en  una  filosofía  de  "un  exaltado  panteísmo",  eso- 
térica y  llena  de  nebulosidades,  hubiese  sabido  legarnos  una  teoría  irre- 
prochable desde  el  punto  de  vista  cristiano  y  de  una  factura  lógica  lím- 
pida y  casi  matemática,  más  cercana,  por  tanto,  del  espíritu  latino  que 
del  genio  oriental? 

La  originalidad  de  la  teoría  luliana  de  las  dignidades  divinas  con- 
siste principalmente,  a  juicio  nuestro,  en  los  amplios  y  vigorosos  des- 
arrollos que  alcanza  en  manos  de  su  autor,  y  en  ser  ella  a  la  vez  eje 
y  cúpula  de  todo  el  sistema  filosófico  luliano,  pues  significa  el  punto 
más  alto  en  el  cual  confluyen  la  metafísica  ejemplarista,  el  Arte  gene- 
ral y  también  la  mística,  extremo  este  último  que  trataremos  en  el  ca- 
pítulo siguiente. 


III 


El  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón 

Orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  doctrina  luliana  acerca  de  este  punto. — Estu- 
dio especial  del  Libre  de  demostracions,  del  Líber  de  articulis  fidei  sacrosanctae 
et  salutiferae  legis  christianae  y  de  la  Disputatio  fidei  et  intellectus. — Persis- 
tencia del  fondo  agustiniano-anselmiano  y  pluralidad  de  tácticas  lulianas. — 
Sentido  y  alcance  de  las  llamadas  ratkmes  necessariae. 

22.  Aunque  el  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón  es 
una  preocupación  constante  en  toda  la  obra  luliana,  el  filósofo  mallor- 
quín ha  intentado  varias  sistematizaciones  de  esta  materia ;  si  nos  de- 
tenemos en  algunas  de  ellas — las  más  características — por  el  orden  en 
que  han  aparecido,  nos  será  fácil  seguir  el  desenvolvimiento  inter- 
no de  la  doctrina  luliana  en  este  asunto,  doctrina  que  histórica  y  aun 
actualmente  ha  sido  objeto  de  las  más  enconadas  controversias  (120). 

Es  indudable  que  Lull  desde  el  período  de  su  iniciación  filosófica  se 
acoge  al  credo  ut  intelligam  de  San  Anselmo.  Privado  el  infiel  de  la  luz 
de  la  Revelación,  fáltale  a  su  entendimiento  el  punto  de  partida  para 
avanzar  en  el  conocimiento  de  la  Trinidad  y  de  la  Encarnación.  Et 


Í120)  Reservamos  la  parte  histórica  d2  esta  controversia,  ligada  con  la  apasionan- 
te cuestión  acerca  de  la  ortodoxia  de  la  doctrina  luliana,  para  cuando  tratemos  de  la 
historia  filosófica  del  lulismo.  Para  las  discusiones  actuales,  véanse  especialmente  las 
obras  de  Maura  y  Gelabert:  El  optimismo  del  B.  Raymundo  Lulio  antes  citado; 
E.  Longpré:  Raymond  Lulle  (en  el  dicción,  rít.,  cois.  1122-1126);  José  Casadesús:  El 
Arte  magna  de  Raimundo  Lidio  (Barcelona,  1917).  págs.  24-25;  Keicher :  Raymundus 
Lullus  und  seine  Stellung  etc.  antes  citada;  Probst:  Caractére  et  origine  des  idees  du 
bienheureux  R.  Lulle  cit.,  cap.  VI,  págs.  113  y  sigs.,  y  la  violentísima  polémica  entre 
el  dominico  P.  Sabino  Lozano:  La  Apologética  en  el  período  de  la  Escolástica  (inser- 
to en  las  "Actas  del  Congreso  Internacional  de  Apologética"  de  Vich,  19 10,  pág.  115)  y 
el  Dr.  Salvador  Bové:  Al  margen  de  un  discurso,  Seo  de  Urgel,  1912.  Consúltense  tam- 
bién las  colecciones  de  la  extinguida  Revista  luliana  de  Barcelona  y  del  Boletín  de  la 
Sociedad  Arqueológica  Luliana  de  Palma  de  Mallorca.  De  todos  los  trabajos  moder- 
nos referentes  a  este  asunto,  son  las  páginas  antes  citadas  de  E.  Longpré,  las  que,  no 
obstante  el  tono  vehemente  y  vindicativo  en  que  han  sido  redactadas,  arrojan  más  luz. 
Pero  Longpré  no  explica  el  desenvolvimiento  de  la  doctrina  luliana  acerca  del  proble- 
ma de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón,  y  esto  es  lo  que,  a  guisa  de  esbozo,  inten- 
tamos nosotros  en  el  texto. 


—  515  - 


Compendio  rimado  de  la  Lógica  de  Algazel,  que  hemos  estudiado  en 
otra  parte  (121),  resume  lapidariamente  esta  primera  posición  del  filó- 
sofo mallorquín  respecto  al  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la 
razón : 

"Si  tu  vols  entendre  lo  ver 
je  e'ntendre  t'auran  mester. 
Ab  fe  comenca  a  obrar 
.  en  50  que  volrras  encercar, 
afíermant  possibilitat, 
car  la  impossibilitat 
no  afferms  al  comengament, 
cor  si  ho  fas,  l'enteniment 
no  pora  mays  avant  anar 
en  cercar  go  que  vols  tronar; 
car  qui  al  comencament  menyscré 
ab  enteniment  no  veu  re. 
Aytal  vos  han  li  infidel 
qui  descreson  que  Deus  del  cel 
sia  en  santa  trinitat 
ni'n  santa  María  encarnat"  (122). 

23.  Hacia  1275  Lull  escribe  el  Libre  de  demostracions  (123),  tra- 
ducido al  latín  con  la  denominación  de  Liber  mirandarum  demonstra- 
tionum,  es  decir,  demostraciones  maravillosas;  tanta  fué  la  admiración 
despertada  por  esta  obra,  una  de  las  primeras  y  ¡más  características  de 
la  producción  teológico-apologética  luliana.  El  antecedente  inmediato 
del  Libre  de  demostracions  está  en  el  libro  IV,  distinción  XXXVI  "De 
fe  e  de  rao",  del  Libre  de  contemplado  en  Deu,  de  la  cual  distinción 
viene  a  ser  a  la  vez  un  desarrollo  y  una  sistematización  separada.  De- 
clara Lull,  en  el  prólogo,  que  ha  escrito  el  Libre  de  demostracions  "per 
tal  que  ls  infeels  sien  enduyts  a  la  sancta  fe  católica  e  que  al  enteniment 
sia  conegut  1  onrament  e  la  vera  lum  per  la  qual  Deus  l  a  inluminat  con 
pusca  entendre  los  articles  per  rahons  necessaries".  La  obra  está  divi- 
dida en  cuatro  partes  o  libros,  de  cincuenta  capítulos  cada  uno,  dedica- 
dos a  probar  respectivamente  y  siempre  por  "razones  necesarias" :  I,  que 
el  entendimiento  por  gracia  de  Dios  tiene  capacidad  para  entender  los 


(121)  Véase  el  capítulo  XI,  §  II,  núms.  4-6. 

(122)  Ed.  Jordi  Rubio,  "Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans",  .1913-1914,  pá- 
ginas 340-341. 

(123)  Forma  el  vol.  XV  de  la  edición  de  Mallorca,  publicado  en  1930  por  D.  Sal- 
vador Galmés. 


-  $l6  - 


artículos;  II,  la  existencia  de  Dios;  III,  la  Trinidad;  IV,  la  Encarna- 
ción y  el  advenimiento  de  N.  S.  Jesucristo. 

Cuatro  condiciones  señala  Lull  para  salir  airoso  en  su  propósito : 
1.a  que  se  tenga  intención  de  loar  y  servir  a  Dios;  2.a  que  se  comience 
por  afirmar  la  posibilidad  que  tiene  el  entendimiento  de  entender  por 
razones  necesarias  los  cuatro  libros  en  que  está  dividida  la  obra ;  3.a  que 
se  atribuya  a  Dios  la  mayor  nobleza  que  puede  caber  en  el  entendi- 
miento, bien  entendido  que  en  Dios  no  hay  mayor  ni  menor;  y  4.a  que 
se  establezca  la  diferencia  entre  estos  cuatro  modos  de  entender:  Pri- 
mer modo:  cuando  el  entendimiento  entiende  por  demostración  sensual 
alguna  cosa  sensual,  como  el  caballero  que  es  conocido  por  su  escudo, 
o  la  forma  artificial  que  demuestra  a  su  maestro  o  la  forma  natural  en 
la  que  está  significada  la  naturaleza.  Segundo  modo :  cuando  la  cosa 
intelectual  está  demostrada  por  la  sensual,  como  el  cuerpo  humano  que 
denuncia  al  alma,  o  la  práctica  que  es  demostración  de  la  teoría.  Ter- 
cer modo :  cuando  por  demostración  intelectual  es  conocida  la  cosa  sen- 
sual co|mo  la  teoría  que  da  demostración  de  la  práctica.  Cuarto  modo: 
cuando  mediante  la  demostración  intelectual  en  el  orden  especulativo, 
es  conocida  una  cosa  intelectual,  v.  g. :  Dios,  que  es  significado  y  demos- 
trado por  la  mayor  contrariedad  que  existe  entre  los  vicios  y  las  virtu- 
des (124).  Siguiendo  estos  criterios,  Lull  va  acumulando  en  esta  obra 
un  número  exorbitante  de  pruebas — o,  como  él  dice,  demostraciones — 
que  más  bien  son  razones  de  congruencia  de  muy  desigual  valor,  algu- 
nas pueriles,  pero  que.  en  conjunto,  revelan  una  gran  sagacidad,  inge- 
nio y  saber. 

Podríamos,  ahora,  presentar  algunas  muestras  de  esas  maneras  sin- 
gulares de  argumentar  que  llenan  todo  el  cuerpo  de  la  obra.  Bastará, 
para  conocer  la  nueva  posición  adoptada  por  Lull  en  orden  al  proble- 
ma de  las  relaciones  entre  la  razón  y  la  fe,  transcribir,  en  su  lenguaje 
original,  el  siguiente  pasaje,  con  que  comienza  el  libro  I,  y  de  cuva  au- 
dacia juzgará  el  lector: 

"Certa  cosa  es  e  manifesta  que  error  milis  es  mortificada  e  destruida 
ab  rahons  necessaries  que  ab  fe.  e  assó  es  per  so  cor  enteniment  c  lum 
de  saviea  se  convenen  en  entendre,  e  fe  e  innorancia  se  covenen  en  eren- 
re.  On,  per  assó  es  demostrat  al  huma  enteniment  que  los  infeels  qui 
cada  día  punyen  en  destruir  la  santa  Esgleya  romana,  son  pus  lengua- 
ment  a  confondre  les  errors  e  les  falses  opinions  d  aquells  e  son  pus 
aparellats  a  reebre  veritat  per  necessaries  demostracíons  que  per  fe  ni 


(124)    Prólogo,  págs.  4  y  5. 


,  -  5>7 

per  creensa  demostrada  a  ells  per  home ;  cor  Deus  tan  solament  es  aquell 
qui  dona  lum  de  fe  ais  homens  qui  s  convertexen  creent  veritat;  mas 
home  per  la  vertut  de  Deu  ha  poder  d  entendre  e  de  mostrar  e  de  reebre 
veritat  per  rahons  necessaries.  On,  con  assó  sia  n  axí,  si  era  cosa  que  l 
enteniment  no  agües  possibilitat  de  entendre  los  articles  per  necessaries 
rahons,  mas  que  ab  fe  tan  solament  hom  pogués  aquells  creure,  seguir* 
sia  que  Deu  e  menor  e  defalliment  se  concordassen  contra  major  e  aca- 
bament,  en  quant  no  auria  ordenat  ni  vulgut  que  la  major  utilitat  fos 
la  menor  tan  solament.  On,  con  Deu  e  major  e  acabament  se  covenguen, 
e  vol  e  ha  ordenat  en  alcuns  homens  con  error  sia  destruida  per  lum 
de  fe,  quant  mes  vol  e  ha  ordenat  que  error  sia  destruida  per  lum  de 
enteniment  inluminat  per  lo  lum  de  la  subirana  saviea !"  (125). 

Hay  aquí  una  interpretación  extensiva  de  la  doctrina  del  credo  ut 
mtelligam  y,  en  general,  de  la  doctrina  agustiniana  de  las  relaciones  en- 
tre la  fe  y  la  razón,  exigida  por  la  necesidad  de  convertir  y  antes  dis- 
putar con  el  infiel ;  y  por  eso  se  proclama  el  poder  que,  aunque  recibi- 
do de  Dios,  tiene  naturalmente  el  hombre,  de  entender,  mostrar  y  re- 
cibir la  verdad  por  razones  necesarias.  Toda  la  preocupación  de  Lull 
es  hacer  de  la  conversión  por  razones  necesarias  una  función  normal, 
facilísima  y  al  alcance  de  todos.  Y  aunque  en  el  Libre  de  demostracions 
se  habla  insistentemente  de  la  posible  demostración  de  todos  los  artícu- 
los de  la  fe  católica,  de  hecho  las  pruebas  y  argumentaciones  se  con- 
centran en  la  demostración  de  los  dos  dogmas  diferenciales  respecto  a 
sarracenos  y  judíos:  la  Trinidad  y  la  Encarnación. 

24.  La  empresa  de  intentar  la  demostración  de  todos  y  cada  uno 
en  particular  de  los  catorce  artículos  de  la  fe  católica  constituye  el  asun- 
to de  la  obra  intitulada  Libre  deis  articles  (Liber  de  quatuordecim  arti- 
culis  sacrosanctae  romanae  catholicae  fidei),  compuesto  hacia  1275,  y 
posterior  al  Libre  de  demostracions.  Declara  en  el  prólogo,  de  corte  ge- 
nuinamente  agustiniano,  que,  puesto  que  la  fe  es  iluminación  del  enten- 
dimiento, hay  que  presuponer  que  los  catorce  artículos  de  la  fe  católica 
son  susceptibles  de  prueba  mediante  razones  necesarias  (126).  Estas  ra- 
zones necesarias  serán  suministradas  por  las  catorce  dignidades  divinas 
supremas,  esto  es:  la  bondad,  la  grandeza,  la  eternidad,  el  poder,  la  sa- 


(125)  Obra  cit.,  lib.  I,  art.  I,  págs.  7  y  8.  Sin  embargo,  poco  después  (art.  IV,  pá- 
gina 11)  Lull  modera  sus  alardes  demostrativos  y  afirma  sólo  que  'Tenteniment  ha  al- 
cuna  possibilitat  de  entendre  trinitat". 

(126)  "Quoniam  fides  est  ¡Iluminado  intellectus,  idcirco  in  principio  huius  libri  de- 
bet  supponi  per  fidem  quatordecim  artículos  fidei  esse  probabiles,  ut  conemur  ex  toto 
nostro  posse  inquirere  necessarias  radones  cum  quibus  articuli  possunt  probari;  quas 


-  5i8  - 


biduría,  el  amor,  la  virtud,  la  verdad,  la  gloria,  la  perfección,  la  justicia, 
la  largueza,  la  simplicidad  y  la  nobleza,  entendidas  bajo  estas  cuatro 
condiciones :  la  primera,  que  dichas  dignidades  concuerden ;  la  segun- 
da, que  no  se  contradigan;  la  tercera,  que  es  verdadero  aquello  por  vir- 
tud de  lo  cual  las  dignidades  divinas  mejor  concuerdan;  y  cuarto,  que 
es  falso  aquello  que  implica  menor  concordancia  entre  las  dignida- 
des (127).  Con  arreglo  a  este  criterio,  la  obra  es  desarrollada  en  las  doce 
partes  o  distinciones  siguientes,  que  compendian  doctrinalmente  los  ca- 
torce artículos  de  la  fe:  i.a  De  la  divina  Unidad.  2.a  De  la  Trinidad. 
3.a  De  la  Creación.  4.a  De  la  Recreación.  5.a  De  la  Glorificación.  6.a  De 
la  Encarnación.  7.a  De  la  Natividad.  8.a  De  la  Pación.  9.a  Del  descenso 
de  Cristo  a  los  infiernos.  10.a  De  la  Resurrección.  11.a  De  la  Ascensión. 
12.a  Del  juicio  final. 

25.  El  mismo  asunto  es  tratado  con  mayor  amplitud  y  perfección 
sistemática,  años  más  tarde,  en  el  Líber  de  articulis  fidei  sacrosanctae  ac 
salutiferae  legis  christianae,  compuesto  en  1296,  obra  muy  celebrada 
que  inspira,  en  el  siglo  xv,  parte  del  pensamiento  de  Sibíuda,  y  cuya 
influencia  se  extiende  hasta  el  siglo  xvm,  siendo  directa  en  algunos  de 
los  cenáculos  teológicos  de  Alemania. 

Lull  declara  haber  escrito  este  tratado  para  dejar  bien  patente  que, 
fuera  de  la  fe  cristiana,  ninguna  secta  puede  probar  que  esté  en  pose- 
sión de  la  verdad  ni  impugnar  racionalmente  la  fe  cristiana  (128).  Pro- 
clama la  excelencia  de  las  armas  espirituales  (es  decir,  el  uso  de  las 
razones  necesarias")  sobre  las  armas  corporales,  y  cree  que  éste  es  el 
camino  más  suave  y  más  acorde  con  la  caridad  para  convertir  a  los 
infieles  y  recuperar  la  Tierra  Santa  (129). 

Antes  de  entrar  en  la  demostración  de  los  artículos  de  la  fe  católi- 
ca. Lull  prueba,  en  esta  obra,  la  existencia  de  Dios  por  cinco  razones: 


rationes  inquirimus  in  opere  huius  libri  cum  his  quatuordecim  dignitatibus  divinis,  quae 
sunt  bonitas,  magnitudo ,  aeternitas,  potestas,  sapientia,  amor,  virtus,  ventas,  gloria,  per- 
fectio,  iustitia,  largitas,  simplicitas  et  nobilitas"  (De  prologo,  ed.  de  Maguncia,  t.  IT, 

pág.  1). 

(127)  Ibid.,  pág.  2. 

(128)  "Tractatum  istum  hac  intentione  facimus,  ut  fideles  et  devoti  christiani  atten- 
dant,  quod  cum  nulla  secta  alia  a  fide  christiana  possit  probari  esse  vera,  nec  defendí 
a  sequentibus  defendentibus  eam,  nec  posset  fidem  christianam  rationabiliter  impugnare" 
(en  el  epígrafe  "Causa  fmalis  huius  tractatus",  ed.  de  Estrasburgo  de  1609,  pág.  965), 

C129)  "Cum  inter  omnes  vias  ad  convertendum  infideles  et  recuperationem  terrae 
sanctae  ista  sit  levior  et  amicabilior  et  magis  consona  charitati,  tantoque  ómnibus  aliis 
viis  fortior  quanto  arma  spiritualia  sunt  corporalibus  fortiora"  íen  la  "Exhortatio",  pá- 
gina 966).  .  . 


la  primera,  que  hay  un  bien  supremo;  la  segunda,  que  hay  un  ser  infi- 
nitamente grande ;  la  tercera,  que  hay  una  eternidad ;  lá  cuarta,  que  hay 
un  poder  infinito;  y  la  quinta,  que  hay  una  virtud  infinita.  Esta  demos- 
tración: le  servirá  de  punto  de  partida;  así  como  las  cinco  dignidades  o 
razones  le  han  permitido  demostrar  la  existencia  de  Dios,  ellas  le  ser- 
virán también  para  demostrar  la  verdad  de  los  catorce  artículos  de  la 
fe  católica  mediante  deducciones  necesarias.  Esta  argumentación  minu- 
ciosa para  cada  artículo,  con  su  rúbrica  correspondiente,  constituye  el 
cuerpo  principal  de  la  obra. 

26.  Una  nueva  táctica,  que  podríamos  denominar  antiaverroísta, 
consiste  en  situar  el  problema  en  un  plano  de  fría  y  elegante  controver- 
sia, dejando  al  lector  que  resuelva  por  sí  mismo.  Nos  ofrece  un  modelo 
de  este  género  la  obra  intitulada  Disputatio  fidei  et  mt elle c tus,  termi- 
nada en  Montpellier  en  octubre  de  1303  (130).  Lull  plantea  en  ella  el 
problema  del  modo  siguiente:  según  unos,  los  artículos  de  la  fe  no  pue- 
den ser  probados  por  la  razón  y  sí,  tan  sólo,  creídos  por  la  fe;  para 
otros;  en  cambio,  son  susceptibles  de  demostración.  Hacemos  este  tra- 
tado en  forma  de  diálogo— añade — ,  en  el  cual  el  entendimiento  sostiene 
que  los  artículos  pueden  ser  demostrados  y  la  fe  lo  niega,  sin  que  se 
decida,  de  momento,  la  disputa  (131).  En  efecto,  personificados  el  en- 
tendimiento y  la  fe,  se  contraponen  en  el  diálogo,  sazonado  con  apólo- 
gos picantes  invocados  por  una  y  otra  parte.  El  entendimiento  se  pro- 
duce con  gran  soltura  y  audacia,  como  si  Lull  se  complaciese  en  hacerle 
llevar  la  mejor  parte.  Son  frecuentes  las  alusiones  al  abandono  en  que 
se  halla  la  conversión  de  los  infieles.  Un  tercer  personaje,  un.  ermita- 
ño, atribuyéndose  el  papel  de  mediador  terjmina  la  contienda,  propo- 
niendo que  se  haga  un  libro  en  el  que  sean  recopiladas  las  razones  de 
.una  y  otra  parte.  Este  libro  habrá  de  ser  presentado  al  Papa,  a  los  car- 
denales, a  los  maestros  en  teología  y  a  las  Universidades  de  Montpel- 
lier, Toíosa.  París,  Nápoles  y  otras,  a  fin  de  que  resuelvan  definitiva- 
mente la  cuestión.  Pero  ;  es  que,  efectivamente,  el  autor  no  se  atreve 
a  definir  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón?  Nada  de  eso;  antes  de 

(130)  La  misma  táctica  se  sigue  en  la  obra  intitulada  Disputatio  jidelis  et  injide- 
lis  (París,  1288-12.89?)  y  en  otras  que  entran  más  francamente  dentro  del  ciclo  anti- 
averroísta. 

(131)  "Ideo,  cum  sint  opiniones  aliquorum  qui  dicunt  quod  articuli  fidei  per  ra-' 
tionem  nullatenus  possint  probari,  sed  per  solam  fidem  credi,  aliorum  opiniones  vero  e 
converso,  -  quod  per  evidentem  rationem  possint  demonstran,  facimus  hunc  tractatum 
per  tnodutn  diplagi.  In  quo  Intellectus  alloquitur  Fidem  quod  possint  probari  proper  ra- 
tiones,  et  Fides  negando  resistit  eidem;  sed  causam  huius  disputationis  non  decidimus, 
sed  reservamus  illam  altiori  Intellectui"  (De  prol.,  pág.  x,  ed.  de  Maguncia,  vol.  IV)) 


-  52(>  - 


comenzar  el  diálogo,  apuntó  ya  la  solución,  y  ésta  continúa  siendo  la 
doctrina  agustiniano-anselmiana  (132). 

27.  En  una  obra  de  madurez,  en  el  Ars  generalis  ultima  (1308),  que 
representa  el  mayor  y  desde  luego  el  último  esfuerzo  de  sistematización 
de  su  pensamiento  filosófico,  el  polígrafo  de  Mallorca  trata  del  proble- 
ma de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón  con  gran  serenidad  y  con  el 
evidente  propósito  de  establecer  fórmulas  precisas  y  comprensivas.  He 
aquí  un  extracto  de  su  copiosa  doctrina  (133).  Se  pregunta  Lull  de  qué 
modo  la  fe  es  superior  y  el  entendimiento  inferior.  Y  trata  de  dar  cum- 
plida respuesta  haciendo  aplicación  de  los  principios  del  Arte  general. 
Y  así,  comienza  por  la  bondad.  Dios  es  el  mayor  objeto;  y,  atendida  su 
peculiar  grandeza,  el  entendimiento  no  puede  naturalmente  abarcar  a 
aquél  (intellectus  non  potest  ipsum  naturaliter  obiectare).  Por  eso,  Dios 
engrandece  al  entendimiento  a  fin  de  que  espléndidamente  actúe  por 
encima  de  su  simple  naturaleza  creyendo,  y  de  este  modo  la  fe  se  ele- 
va sobre  el  entendimiento,  análogamente  a  como  el  aceite  sube  en  el 
agua.  El  entendimiento  es  más  alto,  por  razón  de  la  grandeza,  cuando 
cree  sin  esfuerzo  que  cuando  entiende  trabajosamente.  La  duración  de 
la  fe  proviene  de  Dios ;  la  duración  del  entender  procede  de  la  ciencia 
adquirida ;  de  donde  se  infiere  que  la  fe  es  superior  y  el  entendimiento 
inferior.  Dijo  Isaías:  Nisi  credideritis,  non  intelligetis.  Así  también,  si 
un  hombre  sin  ser  filósofo  cree  que  Dios  existe,  al  volverse  filósofo  en- 
tiende que  Dios  existe,  y  en  este  segundo  caso  el  entendimiento  enten- 
diendo se  eleva  a  aquel  grado  en  que  ya  estaba  cuando  sólo  creía.  Esto 
no  es  decir,  sin  embargo,  que  la  fe  quede  anulada,  sino  que  ella  se  eleva 
al  grado  más  alto  del  conocer,  mejor  creyendo  que  Dios  existe  que  en- 
tendiendo que  Dios  existe,  a  la  manera  que  el  aceite  que  flota  en  un  vaso- 
lleno  de  agua,  si  sube  el  nivel  de  ésta  por  la  introducción  de  nueva  aguav 
subirá  al  mismo  tiempo  el  aceite,  que  continuará  ocupando  el  lugar  más 
alto.  Dios  es  inteligible  por  su  propia  naturaleza,  y  es  causa  además  de 
que  el  entendimiento  humano  entienda  muchas  cosas  naturalmente.  Pe- 
ro Dios  ha  introducido  en  el  entendimiento  humano  el  hábito  de  la  fe 
a  fin  de  que  ésta  (la  fe"»  le  ayude  a  entender.  Porque  el  entendimiento- 


(132)  "Sed  priusquam  incipiamus,  volumus  loqui  de  Intellectu  et  Fide  isto  modo: 
Intellectus  est  potentia,  cum  qua  homo  naturaliter  intelligit  intelligibilia  en'ia,  quae  po- 
tentia  non  potest  intelligere  contra  suam  naturam  intelligendi,  sicut  visiva  potentia,  quae 
non  potest  videre  contra  suam  naturam  videndi.  Fides  vero  est  lumen  a  Deo  datum, 
cum  quo  intellectus  attingit  extra  suam  naturam  intelligendi,  credendo  de  Deo  quod  hoc 
sit  verum,  quod  non  attingit  intelligendo"  (De  prologo,  pág.  1). 

(133)  Ars  gen.  ult.,  IX  pars  princ,  caps.  63  y  64,  págs.  454-450- 


-  52i  — 


mejor  puede  elevarse  al  primer  objeto  inteligible,  esto  es,  Dios,  si  dis- 
pone de  dos  hábitos  que  de  uno  solo.  Y  del  mismo  modo  que  el  enten- 
dimiento es  más  poderoso  con  la  prudencia  y  la  fortaleza  que  con  la 
prudencia  sola;  así  también,  cuando  se  trata  de  entender  el  primer  ob- 
jeto, la  fe  dispone  al  entendimiento  a  entender.  Así  como  la  caridad 
dispone  a  la  voluntad  a  amar  el  primer  objeto,  así  también  el  entendi- 
miento no  puede  entender  el  objeto  primero  sin  la  fe. 

Es,  pues,  la  verdad  el  principio  común  a  la  fe  y  al  entendimiento 
(et  ideo  veritas  est  principium  fidei  et  intellectui  communé).  Sin  embar- 
go, en  orden  a  la  verdad,  la  fe  es  superior  en  el  creer,  el  entendimiento 
es  inferior  en  el  entender;  y  por  eso  cuando  el  entendimiento  se  eleva  al 
más  alto  grado  en  el  conocimiento  de  la  verdad,  también  la  fe  se  eleva 
al  propio  grado  y  por  razón  de  la  misma  verdad.  Por  otro  lado,  el  en- 
tendimiento no  puede  entender  a  Dios  sino  con  esfuerzo,  como  el  hom- 
bre que  fatigosamente  sube  una  montaña ;  pero  la  fe  se  eleva  a  Dios  no 
sólo  sin  esfuerzo,  sino  que  además  se  deleita  creyendo.  Por  eso,  el  en- 
tendimiento es  superior  creyendo  la  divina  gloria  que  entendiéndola.  El 
entendimiento,  cuando  cree,  no  distingue  con  precisión  ni  por  necesidad 
(intellectas  non  distinguit  credendo  modaliter  et  necessarie),  sino  que  pro- 
cede de  una  manera  amplia  y  confusa ;  pero  el  entendimiento,  cuando 
entiende,  lo  hace  de  una  manera  necesaria  y  sin  confusión  (intelligit  veré 
necessarie  quidem  et  inconfuse).  Por  eso,  el  entendimiento  en  el  creer 
es  instantáneo,  y  en  el  entender  sucesivo ;  de  donde  se  infiere  que  el  en- 
tendimiento es  más  alto  en  el  creer  que  en  el  entender,  por  cuya  razón 
su  acto  excede  a  su  propia  naturaleza  cuando  cree,  del  mismo  modo  que 
el  agua  supera  la  suya  cuando  es  calentada.  Por  último,  creer  no  es  el 
fin  propio  del  entendimiento,  sino  entender;  sin  embargo,  la  fe  es  el  ins- 
trumento para  elevar  el  entender  con  el  creer.  Y  así  como  el  instrumen- 
to es  algo  intermedio  entre  la  causa  y  el  efecto,  también  lo  es  la  fe  en- 
tre el  entendimiento  y  Dios,  quien  ha  introducido  la  fe  en  el  sujeto  a 
fin  de  que  éste,  con  tal  instrumento,  descanse  en  el  primer  objeto  (ut 
per  ipsum  quiescat  in  obiecto  primo). 

28.  No  cuesta  mucho  esfuerzo  reconocer  el  abolengo  netamente 
agustiniano  de  esta  doctrina  no  sólo  en  sus  líneas  generales,  sino  tam- 
bién en  los  detalles,  y  hasta  en  alguna  de  sus  imprecisiones,  circunstan- 
cia esta — más  que  defecto — que  alguien  ha  advertido  en  el  Obispo  de 
Hipona  y  explicado  satisfactoriamente  (134). 


(134)  Martín  Grabmann  en  su  reciente  y  luminoso  estudio:  Augustmus  Lehre  von 
Glauben  und  Wisscn  wtd  ihr  Einfluss  auf  das  mütekdterliche  Denken,  München,  1932. 


;  (Jué  ha  ocurrido  para  que  Lull  se  produzca  de  una  manera  tan  me- 
surada? Sencillamente,  que  ahora  discurre  el  escolástico  puro  y  no  el 
apóstol  y  el  polemista.  Recordemos  que,  en  el  Ars  generalis  ultima,  el 
ars  inveniendi  veritatem  acaba  por  sobreponerse  a  aquel  arte  de  con- 
versión que  predominaba  en  el  Ars  magna  primitiva. 

Como  corolario  de  lo  expuesto,  podría  asegurarse  que  las  famosas 
"razones  necesarias",  y  todas  las  audacias  lulianas  tocantes  a  la  demos- 
tración racional  de  la  fe  cristiana,  no  van  más  allá  de  la  doctrina  agus- 
tiniano-anselmiana.  Es  sabido  que  esta  doctrina  fué  superada  por  Al- 
berto Magno  y  Tomás  de  Aquino,  al  situar  ambos  el  problema  de  las 
relaciones  entre  la  fe  y  la  razón  en  un  nuevo  plano  en  el  que  el  ejercicio 
privativo  y  exclusivo  del  entendimiento  queda  mejor  asegurado  frente 
al  dominio  de  la  creencia  (135). 

Podríamos  dar  aquí  por  terminado  este  tema ;  pero  E.  Longpré,  con 
gran  acopio  de  textos  lulianos,  ca1e  al  paso  de  aquellos  intérpretes  que 
han  creído  que  el  error  del  autor  del  Ars  magna,  al  intentar  la  explica- 
ción racional  del  dogma  cristiano,  estuvo  en  el  método,  esto  es,  en  ha- 
ber convertido  en  prueba  positiva,  la  prueba  negativa  (136).  Contra  esta 
opinión.  Longpré  sostiene  y  documenta  la  tesis  de  que  la  apologética 
luliana  se  limita  a  hacer  ver  en  el  Cristianismo  un  carácter  racional  con- 
tenido en  los  siguientes  término^ :  de  una  parte,  el  infiel  bien  dispuesto 
y  que  admita  ya  la  existencia  de  Dios  y  de  sus  principales  atributos,  no 
puede  racionalmente  rechazar  los  dogmas  cristianos  ni  aceptar  una  aser- 
ción contraría  a  los  mismos  como  necesariamente  verdadera ;  y,  de  otra 
parte,  el  fiel  cristiano  puede  resolver  satisfactoriamente  las  objeciones 
dirigidas  contra  los  dogmas  cristianos  y  dar  en  favor  de  éstos  razones 
tales,  que  las  alegaciones  contrarias  sean  impotentes  para  destruirlas. 
Lull  distingue,  en  efecto,  entre  aprehender  el  dogma,  cosa  po-ible  al 
entendimiento  iluminado  por  la  fe,  y  comprenderlo,  que  es  empeño  te- 
merario y  además  pecaminoso  en  quien  se  lo  proponga,  porque  lo  finito 
es  impotente  para  comprender  lo  infinito  (137). 


(véanse  las  dos  primeras  páginas),  al  cual  nos  remitimos  para  la  confrontación  de  la 
doctrina  acu-tiniana  con  la  doctrina  luliana  extractada  en  el  texto. 

Véanse  sobre  este  punto,  Grabmann  en  la  obra  citada  y  E.  Gilson :  La  Phi- 
loso^kie  au  Moyen  Age,  París,  IQ25,  cap.  VIT,  páes.  166-178. 
/i?6)    En  el  estudio  y  lúe.  cits.,  cois.  1123  y  11 24. 

"Adhuc  dico  tibi  quod  fides  est  necessaria  ad  intellipendum  veritates  Dei 
quoniam  in  principio,  in  quo  intellectus  ipsas  investizat,  supponit  per  fidem  quod  ipsas 
attincjere  possit  et  invenire.  non  sicut  comprehendens  sed  sicut  apprehendens,  etc." 
(Dec.foratio  Raymundi,  pá".  too).  Esta  aprehensión  es  esencialmente  nesrativa,  como 
"Lull  explica  claramente:  "Per  te  f fides')  et  per  lumen  (írratiae)  babeo  quod  possum 


-  523 


Hay  en  el  fondo  de  ese  controvertido  asunto — y  lo  reconoce  el  pro- 
pio Longpré — una  cuestión  de  persona,  de  temperamento  y  aun  de  cir- 
cunstancias :  Lull,  llevado  de  su  celo  apostólico  y  de  su  furor  polémico, 
se  excede,  a  veces,  en  el  lenguaje  y,  lo  que  es  peor,  en  la  promesa 


aliquid  extensive  apprehendere  de  Trinitate  et  hoc  est  in  tantum  quoad  me  in  quan- 
tum habeam  sufjicientiam  ad  confundendum  omnes  errores  contra  ipsam"  (Disputatio 
fidei  et  intellectus,  p.  I,  n.°  4).  El  intento  de  comprender  la  Trinidad  es  pecado  mor- 
tal: "Adhuc  dico  quod  si  voló  totam  divinam  Trinitatem  intelligere  et  comprehendere, 
pecco  mortaliter,  quia  finitum  non  potest  comprehendere  infini  um"  (Liber  de  persei- 
tate,  Cod.  Ottob.  lat.  405,  fol.  199  v.°).  Otros  muchos  e  interesantes  textos  inspirados 
en  el  mismo  sentido  se  hallarán  en  el  trabajo  de  Longpré  o  en  los  ya  citados  de  Maura 
y  Keicher.  Constituye  también  un  verdadero  arsenal  de  textos  lulianos,  alegados  para 
el  mismo  objeto,  el  tomo  III  de  las  Vindiche  lulianae  del  P.  A.  R.  Pasqual. 


IV 


La  polémica  con  los  averroístas. 

Momentos  de  la  campaña  luliana  antiaverroísta. — Importancia  numérica  y  divul- 
gación de  las  obras  lulianas  estrictamente  antiaverroístas. — La  Declaratio 
Raymundi  per  modum  dialogi  edita  y  la  Lmnentatio  duodecim  principiorum 
philosophiae  contra  averroistas. — Impugnación  de  la  teoría  de  la  doble  ver- 
dad y  de  otras  tesis  averroístas. — Relaciones  entre  la  filosofía  y  la  teología, 
y  definición  de  sus  respectivos  dominios. — La  Petitio  al  Concilio  de  Viena; 
contenido  y  alcance  filosófico  de  la  ordenación  sexta. — Significación  personal 
de  R.  Lull  en  el  movimiento  antiaverroísta. 

29.  1.a  teoría  luliana  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón  tiene 
una  segunda  fase  muy  interesante,  cuando  se  transforma  en  una  doc- 
trina antiaverroísta.  El  cambio  es  casi  insensible  en  Lull.  En  algunas 
de  sus  obras  teológico-apologéticas,  el  tema  de  la  conversión  de  los  in- 
fieles va  seguido  de  la  impugnación  de  tesis  averroístas  Í138);  por  otro 
lado,  no  es  raro  que  en  una  misma  obra  de  esas  clasificadas  como  anti- 
averroístas aparezcan  contundidos  aquellos  dos  momentos  doctrinales. 
Sin  embargo,  las  diferencias  son  perceptibles,  aun  cuando  dichas  dos 
actitudes  doctrinales  deriven  de  un  mi  Simo  propósito  fundamental.  La 
doctrina  luliana  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón,  considerada  en 
su  primer  momento,  es  una  doctrina  esencialmente  teológica,  ampliación 
de  las  viejas  discusiones  exegéticas,  y  está  encarada  hacia  Oriente,  sin 
perder  de  vista  la  conquista  de  la  Tierra  Santa.  La  misma  doctrina,  exa- 
minada en  su  momento  antiaverroísta,  apunta  hacia  París,  es  de  índole 


(138)  La  Disputatio  fidelis  et  infidelis  está  dividida  en  las  ocho  partes  siguientes: 
I.  Existencia  de  Dios;  II.  La  producción  de  Dios;  III.  La  Trinidad;  IV.  La  Encarna- 
ción; V.  Los  Sacramentos  de  la  Iglesia;  VI.  El  principio  del  mundo;  VII.  La  resu- 
rrección; VIII.  La  predestinación  y  el  libre  albedrío.  Las  cuatro  primeras  pertenecen 
al  momento  de  la  conversión  de  los  infieles;  las  restantes  apuntan  contra  el  averroís- 
mo.  La  Disputatio  jidei  et  intellectus  consta  de  las  siguientes  partes:  I.  Si  los  artículos 
de  la  fe  católica  pueden  ser  probados  o  no;  II.  De  la  Trinidad;  III.  De  la  Encarna- 
ción; IV.  De  la  creación  del  mundo;  V.  De  la  resurrección  de  los  hombres.  Las  dos 
primeras  se  refieren  al  tema  de  la  conversión  de  los  infieles;  las  dos  últimas,  al  ave- 
rroísmo  imperante. 


preferentemente  filosófica,  y  tiene  por  objeto  impugnar  la  teoría  de  la 
doble  verdad  y  otras  tesis  complementarias,  que  contenían  la  fórmula 
de  la  incredulidad  filosófica  de  la  época.  El  problema  cambia  ahora  no 
de  orientación,  pero  sí  de  tono:  se  trata  propiamente  del  problema  de 
las  relaciones  entre  la  filosofía  y  la  teología,  consideradas  cojmo  dos  dis- 
ciplinas ya  formadas  y  cuyo  respectivo  dominio  es  preciso  definir.  Por 
otra  parte,  hay  que  combatir  a  un  adversario  de  superior  calidad  y  muy 
astuto,  puesto  que,  según  reiteradas  declaraciones,  vive  y  quiere  conti- 
nuar viviendo  bajo  las  normas  de  la  Revelación  y  dentro  del  ámbito  de 
la  comunidad  cristiana.  La  campaña  luliana  antiaverroísta  tendrá,  pues, 
un  doble  carácter:  consistirá,  por  un  lado,  en  una  intensa  actuación  po- 
lítica con  el  propósito  de  obtener  de  los  poderes  públicos  ciertas  medi- 
das y  prohibiciones ;  paralelamente  se  desarrollará  en  una  controversia 
que,  aun  caldeada  por  la  pasión,  procurará  adoptar  formas  más  esco- 
lásticas e  intentará  dar  la  batalla  en  el  mismo  recinto  universitario. 

Veamos,  pues,  con  la  obligada  brevedad,  el  papel  ejercido  y  la  sig- 
nificación aportada  por  R.  Lull  en  esa  apasionante  lucha  político-doc- 
trinal (139). 

Como  antecedente  necesario  de  estudio,  es  preciso  notar  que,  du- 
rante todo  el  siglo  xiii,  va  tomando  consistencia  en  el  Occidente  cristia- 
no una  tendencia  caracterizada  por  la  veneración  hacia  Aristóteles,  por 
el  gusto  hacia  las  ciencias  naturales  cultivadas  con  cierta  independen- 
cia, sin  respeto  a  las  posiciones  de  la  filosofía  tradicional,  y  por  la  au- 
dacia de  las  concepciones  metafísicas  y  morales.  Habían  contribuido 
no  poco  a  afianzar  esa  tendencia  los  trabajos  de  Gerardo  de  Cremona 
y  de  Daniel  de  Morley,  quienes  a  fines  del  siglo  XII  intentaron  aclirna- 
tar  en  Occidente  la  física  de  Aristóteles  y  las  investigaciones  paralelas 
de  la  Escuela  médica  de  Salerno.  Esta  corriente  había  alarmado  a  la 
Iglesia  desde  1210  en  que  David  de  Dinant  publicó  los  Libri  Aristotelis 
de  natiirali  philosophia.  El  movimiento  se  acentúa  a  partir  de  1216  en 
que  las  obras  de  Averroes  son  conocidas  en  París.  La  Iglesia  se  opuso 
a  este  movimiento,  durante  los  cincuenta  años  siguientes,  intentando 
proscribir  la  enseñanza  de  Aristóteles  de  las  Facultades.  En  1230.  Gui- 
llermo de  Alvernia  denuncia  los  peligros  de  ese  aristotelismo  desbor- 
dado Í140). 


(13Q)  Véase,  para  no  incidir  en  repetición,  lo  que  dejamos  expuesto  en  el  cap.  VII, 
dedicado  a  la  biografía,  n.08  10,  13  y  14. 

(140)  Véase  G.  Lagarde:  La  naissance  de  l'esprit  Idique  au  déclin  du  moyen  dge. 
Marsile  de  Padone  (París,  editions  Beatrice,  1034),  todo  el  interesante  cap.  V:  "Mar- 
sile  et  les  averroistes",  págs.  78-04. 


—  526  — 


En  ese  ambiente  y  no  antes  de  1250,  a  juicio  de  Mandonnet  (,141),. 
hace  su  aparición  el  averroísmo  latino,  cuyos  progresos  y  contradiccio- 
nes vienen  señalados  por  algunos  acontecimientos  singulares  y  fechas 
muy  precisas.  Un  reglamento  de  la  Facultad  de  Artes  de  París,  de  9 
de  marzo  de  1255,  ordena  la  enseñanza  oficial  de  los  escritos  de  Aris- 
tóteles. En  1256,  Alberto  Magno  publica  su  tratado  De  unitate  intellec- 
tus  contra  Averroem.  En  19  de  enero  de  1263,  Urbano  VI  renueva  los 
decretos  de  Gregorio  IX,  incluso  la  prohibición  de  enseñar  Aristóteles. 
En  1267  aparece  en  el  escenario  filosófico  la  personalidad  de  Siger  de 
Brabante.  En  1269,  Tomás  de  Aquino  arremete  contra  los  averroístas 
en  su  propia  fortaleza  de  la  Universidad  de  París.  Al  año  siguiente, 
Esteban  Tempier  fulmina  las  primeras  condenaciones  contra  el  ave- 
rroísmo. 

30.  De  las  cuatro  veces  que  Lull  estuvo  en  París,  solamente  en  el 
segundo  y  cuarto  viajes — a  juzgar  por  los  documentos — realizó  campa- 
ña antiaverroísta.  Con  referencia  a  su  segunda  estancia  en  la  ciudad  del 
Sena,  se  lee  en  la  Vida  coetánia  que  el  Doctor  Iluminado  combatió  ar- 
dorosamente "las  opiniones  de  ciertos  filósofos  condenados  por  el  obis- 
po de  París".  Este  obispo  era  Esteban  Tempier.  De  esta  época  data  la 
Declaratio  Raymundi.  de  que  luego  nos  ocuparemos ;  pero  los  resulta- 
dos prácticos  de  esta  primera  campaña  contra  el  averroísmo  fueron  muy 
escasos. 

Las  nuevas  condenaciones  contra  el  averroísmo  decretadas  en  1277 
no  detuvieron  el  movimiento.  En  la  Facultad  de  Artes  de  París  se  con- 
tinuaba comentando  con  toda  libertad  a  Aristóteles  y  a  Averroes.  La 
escuela  de  los  averroístas  parisienses  estaba  en  pleno  auge  a  comien- 
zos del  siglo  xiv.  En  esta  misma  época  el  Doctor  Iluminado  hace  su 
cuarta  y  última  aparición  (1309-1311)  en  aquel  turbulento  escenario  de 
París,  a  donde  había  acudido  también,  en  13-11,  el  célebre  averroísta 
Marsilio  de  Padua,  discípulo  de  Juan  de  Jandun  y  Pedro  de  Abano  (142). 

Según  el  relato  de  la  Vita  anónima,  acudieron  a  escuchar  al  autor 
del  Ari  magna  gran  número  de  escolares  y  maestros  Además  de  expli- 


(Hi)  Siper  de  Brabant  ("Les  Philosophes  Bete",  t.  VI.  2.a  ed.,  Louvain,  iqii). 
cap.  II,  pág.  63.  Martín  Grabmann,  en  un  reciente  y  documentado  trabajo  en  el  que 
estudia  los  orígenes,  la  extensión  y  el  contenido  del  averroísmo  latino,  asegura  que  so- 
bre la  actividad  literaria  de  los  profesores  de  la  Facultad  de  Artes  de  París  en  los 
tiempos  de  Sieer  de  Brabante  y  especialmente  antes  de  esta  época,  reina  todavía  mucha 
oscuridad  e  incertidumbre  (Der  lateinische  Averroismus  des  13.  Jahrhunderts  und  seine 
Stellung  zut  christlkhen  Weltanschauung,  "Sitzunfrsberichte  der  bayerischen  Akademie 
der  Wissenschaften",  München,  iQ.31,  III.  págs.  30  y  31). 

(142)    Cfr.  G.  Lagarde.  obra  y  lúe.  antes  citados,  pág:.  80. 


-  527  ~ 


car  su  Arte  general,  refutó  la  doctrina  de  la  doble  verdad  de  los  ave- 
rroistas  y  acerca  de  esto  último — se  lee — hizo  libros:  "super  quo  siqui- 
dem  libros  effecit"  (143). 

¿Cuáles  son  esos  libros?  Son  muchos  y,  desgraciadamente,  casi  to- 
dos inéditos.  De  ellos  hemos  dado  noticia  en  nuestro  catálogo  de  las 
obras  lulianas,  al  cual  nos  remitimos  para  evitar  repeticiones  (144).  Es 
interesante  notar  que  dentro  de  la  producción  manuscrita  medieval  figu- 
ran colecciones  de  obras  antiaverroístas  lulianas.  Alguien  (145)  ha  ad- 
vertido que  la  existencia  de  esas  colecciones,  hechas  preconcebidamen- 
te a  la  manera  como  se  coleccionaban  las  obras  teológicas  o  filosóficas 
de  Santo  Tomás,  muestra  la  importancia  principal  y  la  fama  que  en  la 
controversia  averroísta  alcanzó  el  filósofo  de  Mallorca.  Y  no  dudamos 
que  la  publicación  de  los  opúsculos  lulianos  antiaverroístas  aumentaría, 
si  cabe,  el  relieve  de  nuestro  personaje  y  arrojaría  más  luz  para  esa 
dramática  historia  del  averroísmo  latino  que  con  interés  creciente  están 
reconstruyendo  y  valorando,  en  estos  mismos  días,  investigadores  y 
filósofos. 

De  toda  esa  extraordinaria  producción  luliana  antiaverroísta,  nos 
detendremos  sólo  en  dos  obras,  ambas  publicadas,  y  que  revisten  espe- 
cial importancia. 

31.  La  primera,  a  la  cual  antes  hemos  aludido,  es  de  22  de  febre- 
ro de  1297  y  tiene  por  título :  Declaratio  Raymundi  per  modum  dialogi 
edita  contra  aliquorum  philosophorum  et  eorum  sequacium  opiniones 
erróneas,  damnatas  a  venerabili  Patre  E pisco po  Parisiensi  (146).  En  el 
catálogo  de  131 1,  coetáneo  de  Lull,  se  cita  esta  obra  con  la  denomina- 
ción de  Liber  contra  errores  Boetii  et  Sigeri,  lo  cual  indica  claramente, 
y  de  ello  convence  también  el  texto,  que  la  obra  va  dirigida  contra 
aquellos  dos  calificados  maestros  del  averroísmo  latino. 

El  asunto  de  esta  obra  consiste  en  una  disputa  de  Ramón,  personi- 
ficación del  autor,  con  un  tal  Sócrates  a  propósito  de  las  proposiciones 


(143)  Véase  Vita  beatí.  R^imundi  Lulli,  ed.  B.  de  Gaiffier,  n.os  42  y  43. 

(144)  Véase  el  capítulo  IX,  §  IT.  Un  extracto  de  cada  una  de  las  aludidas  obras 
antiaverroístas  puede  verse  en  O.  Keicher:  Raymundus  Lullus  und  seine  Stellung  zur 
arabischen  Philosophie  antes  citada,  III  parte,  cap.  I,  págs.  49-61. 

(145)  El  Dr.  Carmelo  Ottaviano,  el  cual  ha  estudiado  los  manuscritos  lulianos 
n.°  224  del  fondo  "Vittorio  Emmanuele"  y  n.°  1832  del  fondo  "Minori",  ambos  de  la 
Biblioteca  Nacional  de  Roma,  que  contienen  colecciones  de  obras  lulianas  antiaverroís- 
tas (II  perduto  "Liber  de  potentia,  obiecto  et  actu"  in  un  manoscritto  romano,  en  "Mis- 
cel  - lánia  luí  •  liana",  Barcelona,  1935,  págs.  97-108). 

(146)  Ha  sido  publicada  por  Keicher,  en  1909,  como  apéndice  a  la  obra  antes 
citada.  Utilizamos  dicha  edición. 


-   528  - 


condenadas  en  1277  por  el  obispo  de  París  Esteban  Tempier.  El  cuerpo 
de  la  obra  consta  de  doscientos  diecinueve  capítulos  correspondientes  a 
las  doscientas  diecinueve  proposiciones  condenadas.  En  cada  capítulo 
Sócrates  enuncia  la  proposición  y  muchas  veces  la  defiende,  y  Ramón  con- 
testa demostrando  su  falsedad  o  limitando  el  sentido  o  alcance  de  la 
proposición.  A  medida  que  la  obra  avanza,  Ramón  suele  abreviar  las 
argumentaciones  haciendo  referencia  a  lo  demostrado  en  capítulos  an- 
teriores. En  general,  el  diálogo  no  alcanza  en  esta  producción  aquella 
gracia  y  fluidez  tan  característicamente  lulianas,  ni  la  argumentación, 
un  poco  convencional,  es  siempre  del  todo  ágil  y  convincente. 

Ante  la  imposibilidad  de  seguir  capítulo  por  capítulo  esta  obra,  nos 
limitaremos  a  reproducir  el  enunciado  de  los  trece  primeros  capítulos 
correspondientes  a  las  trece  cuestiones  condenadas  en  1270,  que  resu- 
men, en  concepto  de  Mandonnet,  todo  el  averroísmo  del  siglo  xiii.  Son 
dichas  proposiciones  (147):  1.a  Dios  no  conoce  nada  fuera  de  sí  mismo. 
2.a  Dios  no  conoce  los  singulares.  3.a  Las  acciones  humanas  no  están 
sujetas  a  la  Providencia.  4.a  El  mundo  es  eterno.  5.a  Xo  existe  el  pri- 
mer hombre.  6.a  No  hay  numéricamente  más  que  una  sola  inteligencia 
para  todos  los  hombres.  7.a  Es  falso  o  impropio  decir  que  es  el  hombre 
quien  comprende.  8.a  El  alma  es  la  forma  del  hombre  y.  como  tal,  se 
corrompe  por  la  muerte.  9.a  Dios  no  puede  dar  la  incorruptibilidad  a 
una  cosa  corruptible  y  mortal.  10.a  El  alma,  separada,  no  puede  sufrir 
después  de  la  muerte  el  fuego  corporal.  TT.a  Todo  lo  que  pasa  en  el 
mundo  está  necesariamente  sujeto  a  las  influencias  de  los  cuerpos  ce- 
lestes. 12.a  La  voluntad  del  hombre  quiere  o  elige  bajo  el  imperio  de 
la  necesidad.  13.a  El  libre  arbitrio  es  un  poder  necesariamente  pasivo, 
puesto  que  está  movido  necesariamente  por  su  deseo. 

Termina  la  discusión  resumiendo  Ramón  y  Sócrates  todo  lo  trata- 
do en  un  libro,  que  presentan  al  canciller  y  maestros  de  la  Universidad 
de  París,  a  fin  de  que  resuelvan  definitivamente.  Es  muy  interesante  la 
parte  proemial  de  la  obra,  en  la  cual  los  contendientes  fijan  las  bases 
de  la  futura  discusión  en  tres  positiones.  Ramón,  además  de  anunciar 
la  aplicación  de  los  principios  del  Arte  general,  reproduce,  en  este  proe- 
mio, su  doctrina  de  los  pasajes  trascendentes,  que  es  una  teoría  del  co- 


(147)  Extracta  la  argumentación  de  estos  trece  capítulos  J.  H.  Probst,  obra  cit.. 
cap.  VII,  páss.  142-155.  Véanse  también,  en  esta  materia,  E.  Lomrpré,  obra  y  Jug. 
cits.,  cois,  iiiq  y  síes.,  y  J.  Tusquets:  Posició  de  Ramón  Lull  en  el  problema  de  la  eter- 

nitat  del  mon,  "Critenon",  n.°  1,  TQ25. 


-  529 


nocimiento  de  abolengo  agustiniano  que  rebasa  los  términos  estrictos 
•del  aristotelismo,  como  veremos  más  adelante. 

32.  La  segunda  obra  que  hemos  de  examinar  brevemente,  perte- 
nece al  último  período  de  la  producción  luliana  antiaverroísta :  es  la  in- 
titulada Duodecim  principia  philosophiae,  y  también  Lameniatio  seu 
expostulatio  philosophiae  contra  averroistas,  que  fué  terminada  en  Pa- 
rís en  febrero  de  131 1  y  va  dedicada  a  Felipe  el  Hermoso,  rey  de  Fran- 
cia. En  esta  obra  Lull  combate  el  averroísmo  latino  de  una  manera  ge- 
neral, sin  entrar  en  el  examen  particular  de  las  tesis  que  tanto  apasio- 
naban a  los  dos  bandos.  En  el  proemio  se  lamenta  la  Filosofía  de  la  in- 
juria que  cometen  contra  ella  los  averroistas  al  defender  que,  según  el 
modo  de  entender  que  a  ella  le  es  propio,  es.to  es,  lo  inteligible  que 
constituye  su  objeto,  la  fe  católica  es  errónea  y  falsa  y,  sólo  en  cuanto 
es  creída,  dicen  que  es  verdadera ;  y  para  acabar  con  esta  situación  la- 
mentable impetra  el  auxilio  de  la  justicia  de  la  persona  real  a  quien 
va  dedicada  la  obra  (148).  De  ahí  el  planteamiento  inmediato  del  pro- 
blema de  las  relaciones  entre  la  filosofía  y  la  teología. 

Diserta,  a  continuación,  acerca  del  modo  como  actúa  la  filosofía  en 
virtud  de  los  doce  principios  llamados  emperatrices,  a  saber:  la  bon- 
dad, la  grandeza,  la  eternidad,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la  vir- 
tud, la  verdad,  la  gloria,  la  perfección,  la  justicia  y  la  misericordia.  Otra 
serie  de  principios  establece,  a  saber :  la  forma,  la  materia,  la  generación, 
la  corrupción,  la  elementación  (elementatio),  la  vegetación  (vegetatio), 
_el  sentido,  la  imaginación,  el  movimiento,  el  entendimiento,  la  voluntad 
y  la  memoria,  los  cuales  son  tratados  en  sendos  capítulos,  quedando  de- 
lineado de  este  modo  el  ámbito  propio  de  la  filosofía.  En  la  última  parte 
de  la  obra,  o  sea  la  conclusio  libri,  se  establece  la  fórmula  de  las  relacio- 
nes entre  la  filosofía  y  la  teología,  consistente  en  ser  la  filosofía  la  sier- 
va  y  la  teología  la  señora,  y  se  insta  al  Rey  de  Francia  para  que  interven- 
ga en  el  asunto  con  mano  a  la  vez  enérgica  y  devota,  secundado  por  los 
maestros  y  bachilleres  en  Sagrada  Escritura  y  la  Facultad  de  Artes  (149). 
33.    El  éxito  de  Lull  en  su  última  campaña  antiaverroísta  de  París 


(148)  "Ideo  ad  te  recurro,  tanquam  ad  ultorem  condignum  columnamque  maxi- 
mam  veritatis  pro  iustitiae  auxilio  impetrando,  de  iniuria  mihi  ab  averroistis  in  iis 
quae  sunt  contra  fidem  illata,  asserentibus  quod  secundum  meum  modum  intelligendi, 
videlicet  intelligibile  quod  est  meum  subiectum,  fides  catholica  est  errónea  atque  faka, 
sed  per  credere  ipsam  veram  esse  dicunt"  (ed.  de  Estrasburgo  de  1609,  pág.  112). 

(149)  "Ait  Raymundus...  tu  autem,  cuius  est  negotium,  impetres  cum  Serenissimo 
Francorum  Rege,  quod  ad  hoc  manum  teneat  viriliter  et  devote,  et  etiam  cum  Magis- 
tris  et  Baccalaureis  in  divina  scriptura,  et  cum  illis  sume  Artistas  tibi,  ut  videbitur  ex- 

34 


—  53°  — 


fué  clamoroso  y  le  valió  altas  recomendaciones  y  protecciones  reales. 
Todavía  volvemos  a  ver  al  Doctor  Iluminado  en  131 1,  casi  octogena- 
rio y  "barbaflorida",  dirigiéndose,  jadeante,  hacia  Viena  (de  Francia), 
donde  había  de  celebrarse  el  concilio  de  este  nombre.  Es  notable  la  Pe- 
iitio  elevada  por  Ramón  al  Concilio  y  cuyo  texto  original  acaba  de  pu- 
blicar por  vez  primera  el  Dr.  H.  Wieruszowski  (150).  Consta  este  me- 
morial de  diez  ordenaciones  que,  dicho  sea  de  paso,  muestran  el  pen- 
samiento luliano  en  toda  su  unidad  y  amplitud.  La  sexta  está  dedicada 
al  averroísmo.  Lull  ataca,  en  esta  ordenación,  a  la  nueva  filosofía,  re- 
ducida a  una  especie  de  sensismo,  que  la  incapacita  para  elevarse  al  co- 
nocimiento de  lo  suprasensible:  Dios,  los  ángeles,  el  alma  racional  y 
los  dogmas,  los  cuales  no  son  cosas  sensibles  ni  imaginables.  Por  ello- 
y  en  atención  al  daño  que  causa  a  la  fe  y  a  la  duda  que  siembra  entre 
los  cristianos,  incita  al  Papa,  a  los  cardenales  y  a  los  prelados  a  que  pro- 
hiban la  enseñanza  de  toda  filosofía  natural  impropia  para  probar  la 
fe  católica,  no  concorde  con  la  teología  y  que  no  esté  basada  en  prin- 
cipios verdaderos  y  necesarios.  El  Doctor  Iluminado  conmina  a  las 
nombradas  autoridades  eclesiásticas  con  palabras  tan  apremiantes  que 
causarían  asombro  o  escándalo  si  no  supiésemos  que  brotan  de  su  ar- 
diente celo  apostólico  (151). 


pediré  in  tanto  contrarietatem,  sed  puram  concordantiam  atque  meram,  quod  inter  te- 
da filosofía)  et  Theologiam  non  sit  daré  aliquo  modo  te  existente  ancilla  et  Theologia 
domina  tua,  cum  sit  tuus  finis,  eo  quod  Deus  est  subiectum  eius. — Respondit  Philoso- 
phia:  Raymunde,  bene  dicis,  et  ego  faciam  ad  hoc  quicquid  potero"  (pág.  146). 

(150)  Ramón  Lull  et  l'idée  de  la  Cité  de  Dieu.  Quelques  nouveaux  écrits  sur  la 
croisade,  en  "Miscel  •  lania  luí  •  liana"  cit.,  págs.  403-426. 

(151)  "De  sexta  ordinatione.  Ordinatum  est,  quod  intellectus  faciat  scientiam,  pri- 
mo cum  sensu  et  ymaginatione,  scilicet  de  rebus  corporalibus  et  ymaginabilibus,  post 
ascendit  ad  obiecta  spiritualia,  sicut  ad  Deum,  ad  angelos,  ad  animas  rationales  obiec- 
tive  et  faciat  scientiam  cum  ipsis  et  de  ipsis  que  ymaginabiles  non  sunt  nec  sensibiles. 
Et  ideo  aliqui  philosophi  credunt  philosophice  improbare  sanctam  fidem  catholicam, 
que  non  est  sensibilis  nec  ymaginabilis.  Et  ideo  patitur  fides  et  passio  multiplicatur,  quia 
multi  christiani  dubitant  ipsam  esse  veram,  per  hoc  quod  antiqui  philosophi  dixerunt 
multa  contra  fidem.  Hoc  pro  tanto  dico,  quod  bonum  esset,  quod  dominus  papa  et 
reverendi  domini  cardinales  ordinarent  cum  prelatis,  quod  nulla  philosophia  legeretur 
contra  theologiam  sed  legeretur  philosophia  naturalis,  que  concordaret  cum  theologia, 
que  philosophia  esset  vera  et  necessaria,  ipsa  existente  ordinata  et  constituía  ex  princi- 
piis  veris  et  necessariis  in  prima,  secunda  et  tertia  distinctione  significatis,  omnes  false- 
philosophie  destrui  possunt.  Qui  autem  talem  ordinationem  faceré  potest  et  non  facit 
vel  ipsam  impedit,  ipse  est  contra  finem,  ratione  cuius  Deus  agit.  Et  talis  autem  non 
potest  Deum  decipere  nec  cogeré  nec  a  manibus  suis  evadere  in  die  iudicii.  Qui  habet 
auifcs  audiat  et  qui  non  habet,  conscientiam  habeat"  (obra  y  lug.  cits.,  págs.  424  y  425K 


—  53i  - 


No  todo  es  antiaverroísmo  en  esa  ordenación  sexta.  A  través  de  la 
evidente  confusión  ideológica  en  que  aparece  redactada,  quien  sepa  leer 
registrará  un  grito  de  angustia  desesperada,  eco  de  aquella  lucha  mucho 
más  honda  entablada  entre  el  agustinismo,  que  defendía  sus  posiciones 
tradicionales,  y  el  peripatetismo  invasor — interpretado  por  Lull  y  otros 
a  su  manera — que  acabará  por  adueñarse  de  los  medios  filosóficos  más 
cultivados. 

34-  ¿Qu¿  significación  cabe  atribuir  al  antiaverroísmo  luliano? 
R.  Lull  es  el  últinio  combatiente  de  aquella  gran  batalla,  pero  es,  sin 
duda,  el  más  fiero;  es  el  héroe  de  la  cruzada  contra  el  averroísmo,. 
como  ha  dicho  Renán  (152).  Doctrinalmente,  la  producción  luliana  no 
aporta  nada  nuevo  a  los  trabajos  de  Alberto  Magno,  Tomás  de  Aquino 
y  otros  impugnadores  del  averroísmo.  No  obstante  la  superioridad  que 
pudo  tener  sobre  ellos  por  su  conocimiento  de  la  lengua  árabe,  todo 
hace  pensar  que  Ramón  no  conoció  directamente  a  Averroes  y  que 
combate  sus  doctrinas  a  través  de  los  filósofos  del  siglo  xiii,  discípulos 
de  Siger  de  Brabante. 

Pero  Lull  aporta  algo  muy  personal  a  la  campaña  antiaverroísta : 
la  acción.  Tiene,  además,  de  este  asunto  una  visión  diferente  de  la  de 
sus  coimpugnadores.  Para  éstos  el  averroísmo  era  un  pleito  de  familia. 
Lull,  con  aquel  acento  de  grandeza  que  suele  poner  en  sus  cosas,  ve  en 
el  averroísmo  a  la  civilización  oriental  infiltrándose  en  el  Occidente  la- 
tino hasta  enseñorearse  de  la  misma  acrópolis  de  la  civilización  cristia- 
na. Como  ha  dicho  muy  exactamente  O.  Keicher  (153),  en  el  espíritu 
del  filósofo  mallorquín  aquel  combate  era  la  prolongación  de  sus  pla- 
nes contra  el  Islam ;  el  averroísmo  era  el  islamismo  de  la  filosofía.  El 
Islam  y  la  filosofía  constituían  para  él  un  solo  frente  y,  al  atacar  al  unor 
también  atacaba  al  otro. 


(152)  Averroes  et  V  averro'isme  (3.a  ed.,  París,  1886,  II  parte,  cap.  II,  todo  el  §  X, 
págs.  255-259),  obra  anticuada  en  muchos  aspectos,  pero  cuyo  certero  punto  de  vista 
de  hacer  de  R.  Lull  el  campeón  del  antiaverroísmo  latino,  confirman  las  investigaciones 
más  recientes. 

C153)    Obra,  lug.  y  cap.  cits.,  pág.  51. 


CAPITULO  XVI 


LA  PSICOLOGIA  Y  LA  MISTICA 
I 

LÍNEAS   GENERALES   Y    CARACTER   DE   LA    PSICOLOGÍA  LULIANA. 

Fondo  agustiniano  y  elementos  aristotélicos. — Las  cinco  potencias  del  alma  en 
general. — Los  cinco  sentidos  corporales  y  el  sexto  sentido  llamado  uafator. — La 
trilogía  de  las  potencias  del  alma  racional  y  sus  grandes  desarrollos. — El  Arte 
memorativa. — Relaciones  entre  el  alma  y  el  cuerpo. — Vigilia,  sueño  y  ensue- 
ño.— Psico-fisiclogía  de  la  sutileza  y  el  ingenio. — Teoría  del  conocimiento. — 
Doctrina  de  los  puntos  trascendentes  y  sus  oficios — Los  sentidos  espiritua- 
les.— Tránsito  a  la  mística. 

i.  Arte  general,  metafísica  ejemplarista  y  misticismo :  he  aquí  tres 
aspectos  fundamentales  de  la  filosofía  luliana,  que,  desde  otro  punto  de 
vista,  significan  tres  mementos  de  un  mismo  proceso  ascendente.  Estu- 
diar la  mística  luliana  valdrá  tanto  como  subir  hasta  la  cumbre  misma  del 
pensamiento  filosófico  del  Doctor  Iluminado. 

No  hay  uña  psicología  luliana  propiamente  tal,  esto  es,  completa  y 
sistemática ;  pero  no  faltan  en  las  obras  del  filósofo  mallorquín  atisbos 
y  desarrollos  psicológicos  originales.  En  general,  en  la  construcción  de 
la  psicología  se  refleja  aquel  dualismo  radical  entre  cuerpo  y  alma,  en- 
tre lo  sensual  y  lo  inteligible,  entre  lo  temporal  y  lo  eterno,  que  es  una 
de  las  características  del  pensamiento  filosófico  luliano.  En  cuanto  mira 
hacia  el  mundo  de  las  cosas  sensibles  y  terrenas,  la  psicología  luliana  ha 
sido  construida  en  parte  sobre  elementos  peripatéticos ;  pero,  orientada 
definitivamente  hacia  el  mundo  de  lo  suprasensible  y  de  lo  divino,  abre 
la  puerta  al  misticismo  y  es  de  corte  netamente  agustiniano. 

El  hombre  es  un  animal  racional  compuesto  de  cuerpo  y  alma  (i). 

<i)  Libre,  de  contemplado  en  Déu,  cap.  290,  párr.  2  (tom.  VI,  pág.  206).  Son  espe- 
cialmente interesantes  para  el  estudio  de  la  psicología  luliana  los  capítulos  39  al  44 
(tom.  I,  pácrs.  192-227),  y  especialmente  todo  el  libro  III  (tomos  III  y  IV)  que  versa 
^obre  los  sentidos  corporales  y  los  sentidos  espirituales. 


El  cuerpo  humano  consta  de  cuatro  humores :  .cólera,  melancolía,  flema 
y  sangre,  y  tiene  cuatro  potencias,  que  son:  la  apetitiva,  la  retentiva,  la 
digestiva  y  la  expulsiva  (2).  Lull  admite  en  el  alma,  considerada  en  ge- 
neral, cinco  potencias :  la  vegetativa,  la  sensitiva,  la  imaginativa,  la  mo- 
triz y  la  racional.  Sólo  en  el  hombre  se  encuentran  todas  cinco,  y  por 
eso  su  alma  participa  de  toda  criatura  (3).  "El  alma  vegetativa — dice  Ra- 
món a  su  hijo  en  la  Doctrina  pueril — es  el  crecimiento  de  las  plantas  y 
del  cuerpo  del  hombre  o  de  la  bestia,  en  razón  de  la  naturaleza  elemental. 
El  alma  sensitiva  es  la  potencia  «por  la  cual  las  bestias,  las  aves  y  los 
homlbres  tienen  cinco  sentidos  corporales.  El  alma  imaginativa  es  la  po- 
tencia por  la  cual  son  imaginadas  las  cosas  corporales.  El  alma  racional 
es  la  esencia  que  tiene  el  poder  de  recordar,  de  entender  y  de  querer. 
El  alma  motriz  es  la  potencia  por  la  cual  se  mueven  las  plantas  y  las 
bestias  hacia  aquello  que  ellas  desean,  y  el  alma  del  hombre  hacia  aque- 
llo que  ama"  (4).  La  potencia  sensitiva  está  sujeta  a  la  potencia  imagi- 
nativa ;  la  potencia  racional  obra  después  de  la  imaginativa  a  fin  de  juz- 
gar las  cosas  imaginadas;  en  último  término  actúa  la  potencia  motriz  al. 
servicio  de  la  potencia  racional,  que  es  dueña  de  todas  las  demás  po- 
tencias (5). 

No  en  las  primeras  obras  (6),  sino  más  tarde,  admite  Lull  un  sexto 
sentido  corporal  (sisen  seny),  al  que  denomina  "afato",  y  a  cuyo  estu- 
dio dedica  runa  obra  especial,  el  Líber  de  affatu  seu  de  sexto  sensu,  ter- 
minada en  Ñapóles  en  1294.  Afato,  dice,  es  aquella  potencia  con  la  cual 
el  animal  manifiesta  en  la  voz  a  otro  animal  su  concepción  (7).  El  órga- 
no del  afato  es  la  lengua;  Lull  esboza  una  psico-fisiología  de  este  nuevo 
sentido  harto  rudimentaria  (8).  Llamamos  afato  al  nuevo  sentido,  añade, 
porque  su  fin  es  manifestar  la  concepción  que  se  hace  dentro  de  la  sus- 
tancia animada  y  sensada ;  esta  concepción  se  hace  en  e<l  hoimbre  según 

(2)  Obra  cit.,  cap.  39,  párr.  2  (tom.  I,  pág.  192). 

(3)  Doctrina  pueril,  cap.  85,  "De  anima"  (ed.  de  Mallorca.  1906,  pág.  161). 

(4)  Ibid.,  págs.  161  y  162. 

(5)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  41,  párrs.  4  y  10,  y  cap.  43,  párr.  4  (tom.  I, 
págs.  204,  205  y  216). 

(6)  En  el  cap.  27,  párr.  3  (tom.  I,  pág.  131)  del  Libre  de  contemplado  en  Déu  se 
alude  a  la  "potencia  affativa";  pero  esta  idea  no  aparece  desarrollada  en  el  decurso  de 
la  obra. 

(7)  "Affatus  es  aquella  potencia  ab  la  qual  animal  manifesta  en  la  vou  a  altre  ani- 
mal la  sua  concepció"  (ed.  Probst,  apéndice  a  su  obra  cit.,  pág.  333). 

(8)  "L'orgue  de  afatus  es  la  lenga,  e  lo  seu  esteniment  es  lo  moviment  que  comensa 
en  lo  polmo,  on  se  pren  la  concepció  que  subjectivament  ve  en  la  lenga,  e  de  la  lenga 
en  lo  paladar,  en  los  loes  deis  vocals,  e  formas  en  la  vou,  on  es  feta,  la  manifestado  de 
la  concepció"  (Ibid.,  pág.  333). 


—  534  — 


racionalidad  e  imaginabilidad,  y  en  los  animales  no  racionales  según  iana- 
ginabilidad  (9).  Con  espíritu  más  anselmiano  que  aristotélico,  afirma  que 
el  afato  es  más  noble  que  el  oído,  el  cual  es  potencia  pasiva  respecto  a 
la  voz;  y,  referido  a  Dios,  más  noble  no  sólo  que  el  oído,  sino  también 
que  los  demás  sentidos,  "puesto  que  Dios  es  nombrable  y  no  es  visible, 
audible,  gustable  ni  palpable". 

2.  El  alma  racional  tiene  tres  virtudes  o  potencias:  la  memoria,  el 
entendimiento  y  la  voluntad.  Pertenecen  también  al  alma  racional  los 
cinco  sentidos  llamados  intelectuales  o  espirituales,  que  nos  certifican  las 
cosas  intelectuales,  contrariamente  a  los  cinco  sentidos  corporales  o  sen- 
suales que  nos  certifican  las  cosas  sentidas  (10).  La  trilogía  de  las  poten- 
cias del  alma  es  de  origen  agustiniano  y,  como  explica  repetidamente  el 
mismo  Lull,  es  expresión  simbólica  de  las  tres  personas  de  la  Trinidad 
divina  (11).  El  cultivo  y  ordenación  de  cada  una  de  estas  tres  potencias, 
"objetadas"  y  referidas  a  la  unidad  troncal  del  alma,  inspiró  a  Lull,  ya 
en  el  primer  período  de  su  actividad  filosófica,  aquélla  vasta  concepción 
de  las  tres  Artes  convergentes,  encaminadas  a  hacer  conocer,  amar  y  re- 
cordar al  Amado,  a  saber:  el  Art  inventiva,  el  Art  amativa  y  el  Art  me- 
morativa, de  las  cuales  habían  de  nacer,  respectivamente,  los  tres  Arbres: 
de  sciencia,  d'amor  y  de  membranca. 

Este  proyecto  no  llegó  a  ser  totalmente  realizado.  Compuso  Ramón  el 
Art  inventiva  y,  años  más  tarde,  el  Arbre  de  sciencia,  de  los  cuales  he- 
mos tratado  oportunamente  (12).  También  escribió  el  Art  amativa,  com- 
pletada con  el  Arbre  de  filosofía  d'amor,  cuyo  estudio  reservamos  para 
la  mística.  Hacia  1920,  y  en  Montpel'lier,  escribió  un  libro,  dedicado  a  su 
hijo,  que  intituló  Arbre  de  filosofía,  desiderat  (13),  denominación  con 
la  cual  quiso  expresar  el  deseo,  sólo  esquemáticamente  realizado  en  este 
libro,  de  dar  a  luz  su  ansiada  Art  memorativa,  que  trabajos  perentorios 
le  habían  impedido  llevar  a  ejecución.  Efectivamente,  advierte  en  el  pró- 
logo que  "en  este  Arbol  se  contiene  un  espécimen  del  Arte  memorativa". 
Y  entendemos  que  es  ahora  el  momento  de  dar  a  conocer,  a  guisa  de 

(q)    Ibid.,  pág.  332. 

(10)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  36,  párr.  7,  y  cap.  294,  párr.  ,7  (tom.  T. 
pág.  176,  y  tom.  VI,  pág.  255). 

(11)  Cfr.  Libre  de  contemplado  en  Déu,  torio  el  cap.  164  (tom.  III,  págs.  386-302), 
cap.  170,  párr.  16  (tom.  IV,  pág.  16),  y  cap.  327,  párr.  25  (tom.  VTT,  pág.  1S2) ;  Libre 
de  demostracions  cit.,  págs.  8  y  9;  Libre  de  meravelles,  lib.  I,  cap.  TV  (ed.  "Els  Nostres 
Clássics",  págs.  51-66),  et  passim. 

(12)  Véase  el  cap.  XII,  §  II,  n.°  7,  y  todo  el  §  III,  de  la  presente  obra. 

(13)  Edición  y  proemio  de  S.  Galmés  en  el  vol.  XVII  de  las  "Obres  de  Ramón 
Lull"  (Mallorca,  1933),  -que  es  la  que  utilizaremos. 


«episodio  interesante,  esa  ingeniosa  y  bizarra  invención  luliana,  digna  de 
ser  registrada  en  la  historia  de  la  psicología. 

3.  Para  saber  en  qué  consiste  el  Arte  memorativa,  hay  que  dar  una 
idea  de  la  significación,  estructura  y  mecanismo  del  Arbre  de  filosofía  du 
-que  forma  parte.  Este  Arbol  tiene  tres  raíces :  espiritual,  corporal  y  caos 
confuso,  que  es  una  mezcla  de  las  otras  dos ;  y  está  plantado  en  ia  me- 
moria, el  entendimiento  y  la  voluntad,  esto  es,  en  las  obras  de  estas  tres 
potencias.  Asegura  Lull  que,  siguiendo  el  proceso  de  dicho  árbol,  podre- 
mos artificialmente  recordar  las  cosas  pasadas,  entender  las  cosas  verda- 
deras, amar  las  cosas  buenas  y  desamar  las  cosas  malas  (14).  El  tronco 
del  árbol  es  el  ens  y  consta  de  nueve  nudos,  de  los  cuales  derivan  los  ra- 
mos y  flores  siguientes: 


FLORES 

TRONCO 

RAMOS 

A. 

bondad 

diferencia 

potencia 

.  ENS 

Dios 

criaturas 

/. 

<¡C» 

grandeza 

concordancia 

objeto 

ENS 

real 

fantástico 

m. 

¿. 

duración 

contrariedad 

memoria  (15) 

"  ENS 

género 

especie 

n. 

■e. 

poder 

principio 

intención 

ENS 

moviente 

movible 

0. 

f. 

sabiduría 

medio 

punto  trascendent 

e  ENS 

unidad 

pluralidad 

P- 

g- 

voluntad 

fin 

vacío 

ENS. 

abstracto 

concreto 

i- 

Ji. 

virtud 

mayoridad 

obra 

ENS 

intensidad 

extensión 

r. 

i. 

verdad 

igualdad 

justicia 

ENS 

semejanza 

desemejanza 

s. 

k. 

gloria 

minoridad 

orden 

ENS 

generación 

corrupción 

tí. 

Ramos 

y  flores  son 

' 'predicados"  del 

ens,  "el  vocablo  más  general  qu 

e. 

puede  ser  nombrado,  debajo  del  cual  pueden  ser  consideradas  todas  las 
cosas"  (16).  Pero  son  tasmbién  "principios"  (comensaments).  Las  letras 
b,  c,  d,  .e,  f,  g,  h,  i,  k,  designan  cada  una  tres  principios-flores  (la  b  de- 
signa bondad,  diferencia  y  potencia;  etc.).  Las  letras  /,.  m,  n,  o,  p,  q,  r, 
s,  u,  designan  cada  una  dos  principios-ramos  (la  /  Dios,  criaturas ;  etc.). 
Advierte  Lull  que  los  dieciocho  primeros  principios  (los  de  las  dos  pri- 
meras columnas)  son  los  principios  del  Arte  general  admitidos  en  el  Art 
Inventiva  y  en  el  Art  amativa. 

Completa  la  imagen  del  Arbol  la  "figura  circular"  compuesta  de  cua- 
tro círculos,  tres  de  ellos  giratorios,  distribuidos  cada  uno  en  nueve  cá- 


(14)  Dist.  I,  parte  I,  párr.  3,  pág.  406. 

(15)  No  es  arbitrario  que  la  "memoria"  empareje  con  la  "duración".  Se  lee  en  el' 
Art  amativa  (parte  III,  párr.  6,  pág.  103)  que  la  memoria  toma  más  de  la  duración  que 
■de  ningún  otro  principio,  así  como  el  entendimiento  de  la  sabiduría  y  la  voluntad  del 
amor. 

(16)  Dist.  I,  parte  I,  párr.  1,  pág.  404. 


—  53^  — 


maras :  el  primero  superior  y  el  tercero  contienen  en  sus  cámaras  las  le- 
tras representativas  b,  c,  d,  e,  f,  g,  h,  i,  k;  el  segundo  y  cuarto,  las  letras 
/,  m,  n,  o,  p,  q,  r,  s,  u.  Siguen:  las  "definiciones"  de  los  principios;  las 
"reglas"  (en  número  de  diez,  equivalentes  a  las  nueve  consabidas  que  pa- 
san a  ser  definitivas  en  el  Arte  general) ;  las  "preposiciones",  compuestas 
de  los  principios  (flores  y  ramos),  con  las  cuales  se  hace  posible  resolver 
las  "cuestiones",  objeto  de  la  última  parte  de  la  obra. 

4.  Lull  define  así  la  memoria :  "la  potencia  que  conserva  aquellas 
especies  que  el  entendimiento  produce  de  los  entes  reales  afirmando  y 
negando,  y  aquellas  especies  que  la  voluntad  produce  de  los  entes  reales 
amando  y  desamando".  Y  añade :  "Has  de  saber,  hijo,  que  esta  potencia 
es  una  parte  del  alma  racional ;  y  hallarás  en  este  libro  manera  de  recor- 
dar artificialmente  las  cosas  pasadas,  si  sabes  tomar  los  significados  de 
las  cámaras  de  la  segunda  figura  (circular)  y  si  te  sabes  ayudar  de  las 
preposiciones  y  de  las  reglas  de  esta  ciencia"  (17).  Más  adelante  presen- 
ta las  "reglas  de  recordar"  (18) ;  y,  para  establecer  su  número,  agota  el 
cuadro  combinatorio  de  d  (la  memoria)  en  función  de  /,  m,  n,  o,  p,  q,  r, 
s,  u  (principios-ramos).  Resultan,  pues,  las  siguientes  reglas : 

d,  l.  Memoria-Dios,  las  criaturas. — Establece  los  objetos  .posibles  del 
recuerdo  (Dios,  ángeles,  firmamento,  alma  racional  (19),  imaginación, 
sensualidad,  vegetación,  elementación,  instrumentos  de  las  cosas  natu- 
rales y  artificiales). 

d,  m.  Memoria-ente  real,  ente  fantástico  (20). — Para  recordar  el 
ente  real,  conviene  considerarlo  según  el  estar  y  el  obrar,  el  concorda r 
y  el  contrariar,  según  las  actividades  internas  o  externas  y  según  la  du- 


(17)  Dist.  I,  parte  III,  párr.  3,  "De  les  diffinicions  de  cT,  pág.  413. 

(18)  Dist.  III,  párr.  3,  "De  les  preposicions  de  J",  págs.  449-454.  Reproducimos  di- 
chas reglas  en  extracto.  Véase,  del  Libre  de  contemplado  en  Déu,  el  cap.  161 :  "Com 
home  es  cogitant  en  la  natura  de  la  memoria  humana"  (tom.  III,  págs.  366-371),  en  el 
cual  son  apuntadas  ya  algunas  de  aquellas  reglas  y  se  contienen  observaciones  sagaces. 

(19)  El  texto  catalán  dice  "planetes" ;  pero  en  la  versión  latina  de  la  edición  de 
Maguncia  se  corrige,  creemos  que  atinadamente,  por  "anima  rationalis",  pues  se  trata 
de  los  "nueve  sujetos",  que,  como  vimos  (cap.  XIII,  §  II,  n.°  19),  pasan  a  constituir 
una  pieza  del  Arte  general. 

(20)  Creemos  interesante,  para  entender  esta  regla  y  para  la  teoría  del  conocimien- 
to que  será  expuesta  más  adelante,  transcribir  'a  definición  de  estos  dos  términos.  "Ens 
reyal  es  aquel  del  qual  1  uman  enteniment  trau  les  semblanses  de  les  quals  conpon  lo  seu 
fantástic  entendre.  Aquest  ens  es  dit  reyal  per  so  car  está  en  si  mateix,  e  ja  fos  so  que 
1  human  enteniment  no  fos,  él  remandria  en  sí  mateix  so  que  es.  Ens  fantástic  es  aquel 
que  1  human  enteniment  multiplica  e  conpon  de  species  en  les  quals  ateny  veritat  de- 
les coses.  Aquest  ens  no  seria  si  1  human  enteniment  no  era  so  que  es"  ídist.  I,  parte  III.. 
párr.  11,  "De  les  diffinicions  de  w",  pág.  418). 


—  537  - 


ración  de  éstas,  de  acuerdo  con  los  principios  y  reglas  de  esta  ciencia. 
Para  recordar  los  entes  fantásticos,  conviene  cerrar  los  ojos  a  fin  de  que 
las  especies  <Je  fuera  visibles  no  impidan  el  recuerdo,  inclinar  la  cabeza 
hacia  adelante  a  fin  de  que  la  memoria  se  halle  sobre  el  entendimien- 
to (21),  y  que  éste,  en  los  vapores  que  suben  hacia  arriba,  tome  las  es- 
pecies que  puso  en  la  memoria.  Es  preciso  también  suspender  el  ejerci- 
cio de  los  sentidos  corporales.  Si  a  pesar  de  e;tas  precauciones  no  surge 
el  recuerdo,  convendrá  actuar  los  sentidos  ampliamente  y  en  todas  di- 
recciones, salvo  el  comer  y  él  beber  demasiado,  y  luego  recogerse  en  la 
forma  al  principio  explicada.  El  recuerdo  persistente  y  no  contrariado 
de  las  cosas  recientemente  vistas,  oídas  y  tocadas,  hará  conseguir  aquel 
recuerdo  intentado  antes  sin  éxito. 

d,  n.  Memoria-género,  especie. — Conviene  a  la  naturaleza  del  recor- 
dar que  las  cosas  generales  sean  recordadas  bajo  razón  de  intelectuali- 
dad o  de  sensualidad,  y  que  dentro  de  las  cosas  generales  se  intente  el 
recuerdo  de  aquellas  especiales  que  se  desea  recordar. 

d,  o.  Memoria-moviente,  movible. — -Puesto  que  en  el  movimiento 
natural  está  en  potencia  el  movimiento  artificial,  si  sabes  hacer  durar  el 
primero  en  tu  entender,  podrás  recordar  aquello  que  deseas.  Inversamen- 
te, favorece  el  recuerdo  recordar  el  movimiento  salido  del  moviente  y 
el  movible  e  investigar  la  naturaleza  por  la  cual  aquel  movimiento  dura 
y  las  naturalezas  que  le  son  contrarias. 

d,  p.  Memoria-unidad,  pluralidad. — Quien  desee  recordar  alguna 
cosa,  recuerde  la  unidad  o  la  pluralidad  de  esta  cosa,  por  vía  de  concor- 
dancia, de  contrariedad  y  de  diferencia,  con  arreglo  a  los  principios  y 
las  reglas  de  esta  ciencia. 

d,  q.  Memoria-abstracto,  concreto. — En  las  especies  abstractas  dura 
la  recordabilidad  de  las  cosas,  puesto  que  el  entendimiento  al  abstraer 
requiere  a  la  memoria  para  que  le  aporte  las  especies  pertinentes  de  los 
concretos.  Conviene,  pues,  al  recordar  que  se  siga  esta  natural  concor- 
dancia entre  el  entendimiento  y  la  memoria.  Por  otro  lado,  el  que  quiera 
recordar  conviene  que  ordene  las  jpotencias  del  alma  a  las  cosas  que  de- 
sea recordar,  considerando  ,en  aquellas  potencias  los  concretos  esenciales 
y  accidentales :  así,  respecto  de  la  memoria,  recordativo,  recordable  y  re- 
cordar son  sus  concretos  esenciales,  y  aquello  que  ahora  se  quiere  recor- 
dar es  su  concreto  accidental. 


(21)  Esta  precaución  es  congruente  con  la  doctrina  de  la  localización  de  las  tres 
potencias  anímicas,  que  será  explicada  más  adelante.  - 


d,  r.  Memoria-intensidad,  extensión  (22). — Si  se  quiere  recordar 
cosas  difíciles  de  retener,  sépase  recordar  las  intensidades  de  aquellas 
cosas  que  están  próximas  a  las  cosas  que  se  desea  recordar,  y  persístase 
en  este  recuerdo,  estableciendo  concordancia  o  contrariedad  entre  una  y 
otra  intensidad.  En  oposición  a  este  procedimiento  intensivo  o  simplifi- 
cátivo,  preconiza  Lull,  como  igualmente  eficiente,  el  procedimiento  ex- 
tensivo o  de  composición,,  mediante  los  principios  y  reglas  de  esta  cien- 
cia, a  fin  de  que  en  esa  extensión  conseguida,  que  se  traduce  en  un  au- 
mento del  humano  conocer,  aparezcan  aquellas  cosas  que  se  intenta  re- 
cordar. La  ignorancia,  él  comer  y  el  beber  excesivos,  los  manjares  cáli- 
dos, húmedos  o  indigestos  y  los  vapores  crudos  son  contrarios  a  la  na- 
turaleza del  recordar. 

d,  s.  Memoria-semejanza,  desemejanza. — Si  quieres  recordar,  co- 
mienza por  recordar  el  fin  por  razón  del  cual  intentas  recordar,  y  luego 
acumula  muchas  semejanzas  de  dicho  fin ;  si  persistes  largamente  en  este 
modo  de  discurrir,  vendrán  las  semejanzas  de  las  cosas  que  deseas  recor- 
dar. Si  no  puedes  recordar  con  las  semejanzas,  recuerda  las  desemejan- 
zas, pon  contrariedad  entre  las  unas  y  las  otras  y  hazla  durar  en  tu  re- 
cordar, entender  y  amar. 

d,  u.  M emoria-gen-eración,  corrupción. — Si  quieres  recordar,  consi- 
dera la  naturaleza  según  la  cual  la  memoria  engendra  su  recordar,  el  en- 
tendimiento su  entender  y  la  voluntad  su  amar,  y  nutre  tu  imaginación 
para  imaginar,  tu  sensitiva  para  sentir  y  tu  vegetativa  para  vegetar,  por- 
que todas  estas  cosas  son  necesarias  para  engendrar  d  recuerdo.  I^a  co- 
rrupción de  la  memoria  proviene  de  demasiado  recordar  o  de  poco  amar 
o  poco  odiar,  al  paso  que  su  conservación  y  duración  estriba  en  entender 
cosas  verdaderas  bajo  razón  de  necesidad.  También  corrompen  la  me- 
moria el  poco  entender  y  las  cosas  positivas,  o  sea,  aquéllas  que  el  enten- 
dimiento no  entiende  por  razones  necesarias,  puesto  que  respecto  de  es- 
tas cosas  no  hay  manera  natural  de  que  la  memoria  reciba  las  especies 
y  de  que  ella  a  su  vez  las  aporte  al  entendimiento.  Lull  preconiza  una 
"medicina  del  recordar"  (23). 

Antes  de  explanar  sus  nueve  reglas,  sienta  Lull  que  la  memoria,  st- 
gún  que  ,siga  o  se  desvíe  del  fin  para  el  que  ha  sido  creada  y  que  no  es 


(22)  El  término  luÜano  es  "extensitat".  Para  me.ior  comprender  la  presente  regla, 
transcribimos  la  definición  de  ambos  términos:  "Intensitat  es  aquel  ens  qui  es  pus  prop 
a  simplicitat  que  a  compos;ció.  Extensitat  es  aquel  ens  qui  es  pus  prop  a  conposirió  que 
a  simplicitat"  (<¡h"st.  I,  parte  III.  párr.  16,  "De  les  deffinicions  de  r".  pág.  421). 

(23)  Dist.  IV,  cuest.  52,  pág.  487-. 


otro  que  recordar  a  Dios  y  sus  obras,  dura  y  recuerda  o,  por  el  contra- 
rio, se  pervierte  y  olvida:  es  la  "memoria  recordante"  y  la  "memoria  pl- 
vidante"  que  vimos  en  la  segunda  figura,  o  sea  la  ^del  alma  racional,  del 
Ars  magna  primitiva  (24).  t 

5.  Las  tres  potencias  del  alma  son  iguales  en  naturaleza  (25),  jio 
existiendo  entre  ellas  distinción  real,  puesto  que  se  identifican  con  la  sus- 
tancia del  alma  y  no  son  accidentes  dle  ésta  (26).  Así  colmo  el  triángulo 
consta  de  tres  lados  y  los  tres  lados  . son  él  triángulo,  así  también  el  alma 
del  hombre  tiene  tres  virtudes,  y  las  tres  virtudes  son  el  alma  (27).  Toda 
alma  humana  es  compuesta  de  materia,  (forma  v  conjunción  intelectual» 
y  por  eso  es  individual:  el  alma  de  David  no  es  el  alma  de  Adán.  La 
simplicidad  del  alma,  más  que  en  carecer  .de  (partes,  consiste  en  que  en 
su  sustancia  no  entren  cofeas  contrarias  que  acarrearían  su  disolución  e 
imposibilitarían  su  inmortalidad  (28).  El  cuerpo  del  hombre  es  fruto  de 
la  generación  de  los  padres,  pero  el  alma  racional  es  creada  di rectalm en- 
te por  J)ios  (29).  La  unión  del  alima  racional  con  el  cuerpo  es  acciden- 
tal o,  como  dice  Lull,  el  alma  entra  en  conjunción  con  el  cuerpo  (.30). 
Hay  mayor  virtud  de  parte  del  alma,  que  es  agente,  que  de  parte  del 
cuerpo,  que  es  paciente  (31).  Por  eso,  se  atribuye  exclusivamente  al  alma, 

(24)  Véase  el  cap.  XI,  §  III,  n.°  16,  de  la  presente  obra.  La  distinción  entre  me- 
moria recordante  y  memoria  olvidante  aparece  ya  en  el  cap.  161  del  Libre  de  contem- 
plado en  Déu,  que  hemos  citado  en  la  nota  18. 

(25)  "E  en  aquest  pas  pot  hom  conexer  que  totes  tres  les  potencies  de  la  ánima  son 
naturalment  eguals  en  axí  per  egualtat,  com  bones  per  bondat  e  grans  per  granea  e  po- 
deroses  per  poder,  e  en  axí  de  les  altres"  (Arbre  de  sciencia,  t.  I,  pág.  202). 

(26)  "Memoria,  enteniment  e  voluntat,  qui  son  tres  potencies  les  quals  son  de 
l'essenáa  de  l'ánima  racional"  {Arbre  de  sciencia,  t.  I,  pág.  179).  "Es  memoria  de  ma- 
joritat  per  qó  que  sia  part  substancial  de  la  ánima,  car  si  fos  part.  accidental,  no  fora 
disposta  a  membrar  grans  coses  ni  a  haver  gran  membrar,  com  sia  co  que  granea  haja 
major  concordanca  ab  substancia  que  ab  accident,  e  bonea  atre  tal"  (Arbre.  de  sciencia, 
í.  I,  pág.  181).  Para  el  entendimiento  y  la  voluntad,  véanse  los  apartados  siguientes: 
"De  enteniment"  (pág.  184  y  sigs.)  y  "De  voluntat"  (pág.  200  y  sigs.).  Cfr.  también: 
Libre  de  contemplado  en  Déu,  todo  el  cap.  164,  y  especialmente  el  párr.  12  (tom.  IIX. 
pág.  388). 

(27)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  165,  párr.  21  (tom.  III,  pág.  397). 

(28)  .  Obra  cit.,  cap.  325,  párrs.  13,  14  y  15,  y  cap.  232,  párr.  27  (t.  VII,  págs.  122 
y  123,  y  t.  V,  pág.  62).  Lull,  además,  en  sus  tratados  antiaverroístas  impugna  la  tesis 
del  monopsiquismo  (véase  el  cap.  XV,  §  4,  n.°  31,  de  la  presente  obra). 

(29)  "E  en  aquest  fruyt  está  altre  borne  en  potencia  ab  les  condicions  deis  altres 
íruyts,  les  quals  lo  pare  pot  dar  al  fill  que  engenra,  exceptat  l'Arbre  racional  qui  vé  per 
creado"  {Arbre  de  sáencia,  t.  I,  pág.  227). 

(30)  "Aquest  ordoname.nt  está  per  creació  e  román  en  l'ánima  qui  ve  pura  al  cors 
com  intra  ab  ell  en  conjunció"  (Arbre  de  sciencia,  t.  I,  pág.  176). 

(31)  Arbre  de  filosofía,  desiderat,  dist.  III,  párr.  134.  pág.  467;  y  Libre  de  contem- 
plació  en  Déu,  cap.  320,  párr.  19  (t.  VIL  pág.  63). 


—  54°  — 


y  no  al  cuerpo,  el  movimiento  de  la  /pasión  y  el  hábito  vicioso  (32).  De. 
ahí  el  rico  (Contenido  que  adquiere  la  -vida  espiritual,  independiente  Jbaísta 
cierto  ,punto  de  las  exigencias  corporales,  y  el  inusitado  dinamismo  que 
el  Doctor  Iluminado  llega  a  imprimir  a  la  misma,  como  veremos  al  tratar 
de  la  mística  y  de  la  ética. 

Lull  expone,  en  diversos  pasajes,  una  teoría  primorosa  de  las  rela- 
ciones entre  cuerpo  y  alma,  de  la  cual  derivan  posiciones  y  doctrinas  cu- 
riosas y  sorprendentes.  La  forima  del  alma  racional  conjunta  y  ajusta- 
da con  el  curjrpo,  .atirma,  no  pueide  tener  sus  .virtudes  en  acto  si  no  es 
con  la  ayuda  y  ordenación  del  cuerpo.  Si  éste  se  desordena,  el  aHma  no 
puede  tener  recuerdo  ni  entendimiento  ni  querer  ordenados  ,(33).  En  «el 
niño  la  razón  está  en  acto  en  el  ,alma  desde  el  momento  mismo  en  que 
ésta  fué  creada  por  Dios  en  el  cuerpo,  pero  está  sólo  potenciahnente  en 
las  tres  virtudes  del  alma,  en  las  cuales  estaría  en 'acto  si  el  cuerpo  fuese 
actualmente  instrumento  suyo  adecuado ;  bien  entendido  que  la  priva- 
ción de  iictuálida'd  no  proviene  d*e  parte  del  alma  sino  de  parte  del  cuer- 
po, el  cual  fué  corrompido  por  el  pecado  (34).  El  cuerpo  queda  limitado' 
dentro  de  la  vida  ¡y  la  virtuHoel  alma;  en  cambio,  el  alma  es'tá  esencial- 
mente y  presencialmente  .dentro  ddl  cuerpo  y  fuera  de  él,  pues  alcanza  a 
entender  más  cosas  y  más  lejanas  que  aquéllas  que  el  cuerpo  siente  (35). 
Aunque  el  alma  está  por  todo  el  cuerpo,  muestra  mayor  virtud  en  unos 
lugares  que  en  otros.  El  corazón,  la  frente  y  eíl  occipucio  son  en  el  cuer- 
po instrumentos  adecuados  para  el  querer,  el  erítenkier  y  el  recordar,  res- 
pectivamente ,(36).  Con  todo,  la  diversidad  de  las  tres  virtudes  del  alma 
proviene  del  alma  misma  y  no  del  cuerpo:  en  otro  caso  eT  alma,  separa- 


(32)  "E  en  aquest  pas  pot  hom  conéxer  com  la  quantitat  de  luxuria  está  de  part 
la  racional  e  no  de  part  lo  seu  subjecte  corporal;  e  per  aqó  les  besties  brutes  no  han 
hábit  de  luxuria,  car  no  han  na  ura  racional"  (Arbre  de  seténela,  t.  I,  pág.  295).  Esta 
doctrina  es  de  abolengo  agustinia.no  (véase  a  E.  Gilson;  lntroduetion  á  l'étude  de  saint 
Augustin,  Paris,  193 1,  cap.  IV,  pág.  81). 

(33)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  232,  párrs.  25  y  26  (t.  V,  pág.  6i). 

(34)  Obra  cit.,  cap.  239,  párr.  10  (t.  V,  pág.  120). 

(35)  Obra  cit.,  cap.  320,  párrs,  28  y  29  (t.  VII,  pág.  67). 

(36)  "Les  obres  de  la  ánima  pus  fortment  son  en  lo  cors  en  uns  loes  que  en  altrei, 
axí  com  voler  en  lo  cor  e  enteniment  en  lo  front  e  memoria  en  lo  cog,  car  pus  aparellat 
loe  e  pus  aparellat  membre  es  lo  cor  a  la  ánima  com  aja  son  voler  en  actu,  que  no  es 
lo  peu  e  la  má;  e  assó  matex  es  de  la  memoria  e  del  enteniment"  (obra  cit.,  cap.  320. 
párr.  10,  t.  VII,  pág.  59).  Más  explícito  es  el  siguiente  pasaje:  "Per  lo  cervell  qui  es 
detras  lo  cap  es  la  ánima  aparellada  a  remembrar  vertuós  remembrament,  e  per  lo  cer- 
vell qui  es  en  lo  front  es  aparellada  a  entendre  vertuós  enteniment  e  per  lo  cor  qui  es 
aparellat  a  voler  ha  la  ánima  vertuosa  volentat"  (cap.  214,  párr.  20;  t.  IV,  pág.  388). 
En  la  versión  latina  de  la  edición  de  Maguncia  "cog  o  "coc"  son  traducidos  por  "occiput": 


-  54»  — 


da  ddl  cuerpo,  sería  incapaz  d/e  recordar  y  de-  entender  y  de  amar,  pues 
le  ocurriría  lo  que  ai  vino  que,  privado  de  ,1a  .figura  del  recipiente  cuan- 
do éste  s¡e -rompe,  se  derrama  (37). 

Explica  Lull  extensa  y  minuciosamente  la  participación  respectiva 
del  cuerpo  y  del  alma  en  los  estados  de  vigilia,  sueño  y  ensueño  (38). 
•Así  como  los  sentidos  (sensuales  están  en  el  cuerpo,  ora  esté  el  cuerpo 
velando  o  durmiendo,  y  están  fuera  de  la  materia  del  alma,  así  las  tres 
virtudes  del  alma,  ya  esté  <el  cuerpo  velando  o  durmiendo,  están  len  la 
naturaleza  del  alma  y  no  en  la  naturaleza  del  cuerpo.  Y  añade  que,  así 
como  el  cuerpo  es  despertado  por  los  sentidos  corporales  mediante  ruido 
o  por  toqüe  o  por  hambre  o  sed,  así  también  las  tres  virtudes  del  a^ma 
y  los  cinco  sentidos  intelectuales  pasan  de  la  potencia  al  acto  por  Jote 
sentidos  sensuales  que  nos  despertaron.  Pero  a  su  vez,  los  sentidos  inte- 
lectuales son  causa  de  que  los  sentidos  corporales  vengan  de  potencia  al 
acto.  El  ensueño  es  un  estado  intermedio  entre  la  vigilia  y  el  sueño,  'en 
el  cual  los  sentidos  sensuales  y  los  sentidos  intelectuales  están  entre  po- 
tencia y  acto,  'entre  causa  y  aventura.  Si  los  sentidos  sensuales  están  más 
en  acto  y  en  causa  que  los  sencidos  intelectuales,,  entonces  soñamos  pre- 
ferentemente en  las  cosas  sensuales  y  viciosas:  mujeres,  manjares,  ves- 
tidos, riquezas,  árboles,  fuentes,  latrocinios,  etc. ;  si,  por  el  contrario,  los 
sentidos  intelectuales  están  más  en  acto  y  en  causa  que  los  sentidos  sen- 
suales, el  sueño  versa  especialmente  sobre  cosas  intelectuales  y  virtuosas, 
tales  como  ángeles,  demonios,  almas,  a'mor,  sabiduría,  etc.  Otro  factor 
son  los  cuatro  humores,  pues  soñamos  según  el  humor  que  más  abunda : 
así  el  hombre  colérico  sueña  en  el  fuego  o  en  el  color  amarillo  o  en  ba- 
tallas. Fuera  del  curso  natural  influye  también  la  amonestación  angélica 
o  diabólica. 

6.  Digna  de  especial  mención  es  la  teoría  psico-fisiológica  de  la  su- 
tileza y  el  ingenio  (39),  la  cual,  forjada  para  finalidades  místicas,  prelu- 
dia algunos  puntos  de  vista  de  Luis  Vives  y  Huarte.  Hay  una  sutileza 
natural  resultante  de  que  el  hombre  esté  bien  instrumentado  y  ordena- 
do en  sus  miembros  corporales,  como  quiera  que  éstos  son  el  sujeto  en 
que. el  alma  actúa  sus  virtudes;  puesto  que,  cuanto  mejor  dispuesto  sea 
el  continente  para  recibir  el  contenido,  más  acabadamente  se  hallará  éste 

(37)  Obra  cit.,  cap.  320,  párr.  14  (t.  VII,  pág.  61). 

(38)  Obra  cit.  Véase  todo  el  cap.  313:  "Com  hom  ama  haver  conexensa  de  la  for- 
ma de  vetlar  e  de  durmir  c  de  sumiar"  (t.  VI,  pases.  455-465). 

(39)  Véase,  en  la  obra  cit.,  toda  la  dist.  XXXI:  "De  subtüea"  (t.  IV,  págs.  383-430), 
y  especialmente  los  caps.  214  y  215.  Lull  da  carta  de  naturaleza  al  término  "ingenio": 
"Tot  home  qui  vulla  asubtilar  l'enginy  ni  renteniment..."  (cap.  216,  párr.  3,  pág.  307). 


—  542  — 


dentro  ele  aquél.  Hay  también  una  sutileza  accidental  o  adquirida  que  se 
engendra  de  la  cooperación  y  uso  cotidiano  de  los  sentidos  sensuales  y 
los  sentidos  intelectuales.  El  hombre  colérico  es  naturalmente  más  sutil 
que  el  hombre  flemático,  puesto  que  la  cólera  tiene  mayor  propiedad  que 
la  flema  para  hacer  pasar  las  virtudes  del  alma  de  la  potencia  al  acto ;  y 
la  razón  de  ello  es  que  dichas  virtudes  más  naturalmente  vienen  en  acto 
por  el  calor  y  la  sequedad,  que  disuelven  y  separan  las  cosas  contrarias, 
que  por  el  frío  y  la  humedad,  que  las  constriñen  y  juntan.  La  sutileza 
natural  es  superior  a  la  sutileza  accidental.  Teorizando,  sin  isaberlo,  su 
caso  personal — el  del  hombre  de  genio  y  autodidacto — ,  afirma  Luí)  que 
los  hombres  sutiles  por  naturaleza  aprenden  sin  ^maestro,  pues  son  rec- 
tores de  su  propio  entendimiento  y  muy  aptos  para  la  disputa;  por 
el  contrario,  los  hombres  sutiles  accidentalmente  entienden  menos  y  no 
pueden  guiar  su  entendimiento  sino  dentro  de  los  términos  aprendidos  de 
su  maestro,  y  por  eso  cuando  se  les.  cambia  de  una  materia  que  han 
aprendido  a  otra  por  aprender,  son  vencidos.  El  sutil  natural  ama  los 
significados  intelectuales,  como  los  géneros  y  las  especies  en  general, 
y  gusta  de  las  razones  y  pruebas  naturales ;  el  sutil  accidental  prefiere 
los  significados  sensuales  e  individuales  y  disputa  (por  autoridades,  por 
milagros  y  por  fe  antes  que  por  razones  necesarias.  Hay  hombres  dota- 
dos de  sutileza  sensual,  esto  es,  para  las  cosas  pertinentes  a  los  sentidos 
corporales.  Y  como  quiera  que  los  hombres  difieren  en  naturaleza  y  en 
complexión  y  también  por  el  régimen  de  alimentación,  de  ahí  que  cada 
uno  se  sutilice  más  fácilmente  en  aquella  sensualidad  que  le  es  propia. 
Unos  son  sutiles  en  el  arte  de  la  piedra,  otros  en  la  pintura,  otros  en  la 
medicina  y  la  cirugía,  otros  en  la  carpintería  y  la  sastrería  y  las  demás 
artes  mecánicas.  Los  hay  sutiles  en  el  hablar,  en  el  cantar  y  en  tocar  di- 
versos instrumentos.  Y  es  preferible  que  cada  cual  se  sutilice  en  aquella 
arte  que  más  le  conviene  por  naturaleza,  a  que  persevere  largo  tiempo 
en  alguna  otra  arte  que  le  es  contraría  naturalmente.  Hay  hambres  su- 
tiles en  naturaleza  sensual  e  intelectual :  son  los  filósofos  que  tratan  de 
la  naturaleza  universal  y  particularmente,  puesto  que  de  las  cosas  parti- 
culares e  individuales  suben  con  su  entendimiento  a  las  cosas  universa- 
les, y  de  las  cosas  generales  y  universales  descienden  a  adquirir  el  cono- 
cimiento de  las  cosas  particulares  e  individuales,  para  lo  cual  han  de  usar 
de  los  sentidos  comunes.  En  fin,  los  teólogos  sutilizan  en  las  cosas  in- 
telectuales, esto  es,  en  la  naturaleza  divina,  en  la  naturaleza  angélica  y  en 
la  naturaleza  de  nuestras  almas.  La  sutileza  intelectual  está  en  el  alma, 
y  por  eso  mejora  y  fructifica ;  la  sutileza  sensual  está  fuera  del  alma  y 


—  543  ~ 


no  es  muy  útil  ni  provechosa.  Pero,  a  la  manera  que  el  hombre  sube  la 
escalera  cambiando  sus  pies  de  los  escalones  inferiores  a  los  superiores, 
así  también  el  que  quiera  ser  sutil  y  entendido  es  preciso  que  de  la  suti- 
leza sensual  sepa  subir  a  la  sutileza  intelectual. 

7.  En  la  teoría  del  conocimiento  la  abstracción  aristotélica  es  'Com- 
pletada con  la  iluminación  agustiniana.  Lull  «distingue  entre  el  conoci- 
miento de  las  cosas  sensibles  o  sea  las  "sensualidades",  que  pueden  ser 
sentidas  y  entendidas,  y  el  conocimiento  de  las  cosas  suprasensibles  o  espi- 
rituales, esto  es,  las  "intelectuidades".  Entre  estas  últimas  comprende  no 
sólo  a  Dios,  al  ser  angélico  y  al  alma  racional,  sino  también  los  artículos 
o  misterios  de  la  fe  y,  en  general,  las  cosas  que  van  "contra  el  curso  na- 
tural". La  explicación  luliana  de  Ja  primera  categoría  del  conocimiento 
se  mueve  aparentemente  dentro  de  las  líneas  generales  de  la  doctrina  aris- 
totélico-escolástica  (40),  salvo  ciertos  «detalles  de  tertninología  exigidos 
por  su  propio  sistema ;  sin  embargo,  como  ya  notamos  al  exponer  el  mé- 
todo del  ascenso  del  entendimiento  (41),  el  coronamiento  de  la  doctrina 
no  es  aristotélico. 

El  hombre,  afirma  Lull,  viene  a  'conocimiento  de  las  cosas  intelec- 
tuales a  partir  de  las  cosas  sentidas  (42).  La  potencia  imaginativa  sirve 
de  intenmediaria  entre  la  potencia  sensitiva  y  la  potencia  racional,  de  la 
que  es  servidora.  Gracias  al  concurso  del  sentido  común,  que  deriva  de 
los  cinco  sentidos  corporales,  todo  cuanto  la  imaginativa  toma  de  los  su- 
sodichos sentidos  lo  da  y  lo  representa  a  la  potencia  racional  (43).  Para 
explicar  la  intelección  propiamente  dicha,  recurre  Lull  a  la  doctrina  del 
entendimiento  agente  y  el  entendimiento  posible,  subrayando  que  uno  y 
otro  son  de  la  misma  esencia  y  que  se  diferencian  entre  sí  como  la  forma 
y  la  materia,  la  acción  y  la  pasión  (44).  El  concurso  de  ambos  es  condi- 
ción necesaria  para  entender :  el  entendimiento  agente  imprime  en  el  en- 
tendimiento posible  las  especies  que  antes  elaborara  y  las  hace  inteligi- 

(40)  Véase  a  Maura  y  Gelabert:  Psicología  luliana  (en  "Revista  Luliana",  Barce- 
lona, 1 904-1905,  t.  IV,  págs.  129,  161  y  225),  estudio  muy  documentado,  pero  en  el  cual 
su  autor,  empeñado  en  estudiar  el  valor  actual  de  la  psxoloda  luliana  en  sus  relacio- 
nes con  la  doctrina  de  Santo  Tomás  de  Aquino,  pierde  el  mentido  de  la  perspectiva  his- 
tórica, escapándole  el  fondo  esencial  agustiniano  de  dicha  psicología. 

(41)  Véase  el  cap.  XIV,  §  II,  núms.  8-10,  de  la  presente  obra. 

(42)  Libre  de  contemplació  en  Déu,  cap.  41,  párr.  9  (t.  I,  pág.  205). 

(43)  Obra  cit.,  cap.  42,  párrs.  2,  4  y  5  (t.  I,  págs.  209  y  210). 

(44)  "Anima  habet  in  se  partes  activas  et  passivas;  activas,  in  quantum  potentiae 
sunt  agentes  in  accipiendo  objecta  quae  capiunt,  sicut  intellectus  qui  capit  similitudines 
a  substantiis  quas  intelligit,  et  ille  intellectus  est  agens  scilicet  producens...  Anima  habet 
poten tias  passivas  in  quantum  in  illis  potest  poneré  impressiones  et  similitudines  aliarum 
substantiarum,  sicut  in  sua  intelligibilitate  quam  habet  ad  intra  et  quae  est  de  sua  essen- 


-   544  - 


bles;  en  el  entendimiento  posible  son  entendida.^.  De  este  modo,  de  la 
capacidad  intrínseca  y -esencial  del  entendimiento  para  entender,  esto  es, 
del  entender  sustancial,  concorde  con  la  inteligibilidad  de  los  entes,  se 
origina  ei  entender  accidental  o  de  cada  caso  (45).  Admite  también  Lull, 
como  trámite  obligado,  i  a  generación  por  el  alma  del  verbum  sensuale  y 
el  verbum  inteliectuale  (46),  y  advierte  que  en  el  momento  mismo  en  que 
terminan  las  operaciones  de  la  abstracción  y  la  intelección  por  la  vía  de 
la  "ciencia  adquirida",  el  entendimiento,  superándose,  sabe  de  sí  mismo 
por  "ciencia  infusa"  (47). 

Conviene  no  perder  de  vista  que  el  Doctor  Iluminado  es  sieinpfe  el 
converso  que  quiere  convertir,  el  nuevo  trovador  de  Cristo  que  trued-a;de- 
finitivamente  la  afición  a  las  cosas  sensuales  y  terrenas  por  "el  gusto  de 
las  cosas  divinas  y  eternas.  No  ha  de  extrañarnos,  pues,  que  la  psicolo- 
gía luliana  se  oriente  desde  sus  primeros  pasos  hacia  la  vida  intelectual 
pura  y  se  muestre  recelosa  de  los  sentidos  y  de  la  imaginación.  La  ^ima- 
ginativa, afirma  Lull  en  su  primera  gran  obra  (48),  no  toma  sino  -délos 

tia...  in  qua  habet  possibilitatem  recipiendi  similitudines  sübstantiarum  extrinsecarum. . . 
Et  ille  intellectus  intelligibilis  est  possibiiis,  et  agens  et  possibile  sunt  unius  essentiae,  et 
sunt  differentia  per  differentiam  formae  et  materiae,  actionis  et  passionis"  (Líber  de  ani- 
ma rationali,  part.  II,  ed.  de  Maguncia,  t.  VI,  pág.  14).  :;*  '■" 

(45)  "A  simili  dico  tibi,  o  Eremita,  quod  ad  actum  intelligendi  sit  necessarius  in- 
tellectus agens  naturalis  difiéreos  ab  intellectu  pozsibili,  qui  sit  de  essentia  intellectus,  et 
idem  de  intellectu  possibili,  et  qui  invicem  habeant  intrinsecum  íntelligere  consubstantia- 
!e,  et  quod  ex  ómnibus  tribus  sit  unus  intellectus:  et  quod  intellectivus,  quem  vócamu~ 
intellectum  agentem';  in  suum  proprium  intelligibi'e,  quem  vocamus  intellectumpossibilem, 
deducat  species  acqu'sitas,  et  in  ipso  imprimat  et  faciat  intelligibiles,  et  in  ipso  ipsas  in- 
tellieat,  ut  intus  ipsum  in  e:-sentia  et  in  natura  intellectus  entia  sint  intelligibilia,  et  sil 
acquisitum  intélligere  accidéntale,  quod  fluit  et  refluit  in  intelligere  substantiale,  qüorl 
est  intra"  (Qu-iestiones  super  lib.  Sententiarum,  L  II,  q.  82,  ed.  de  Maguncia,  t.  IV., 
pág.  71.  Véase  también:  Arbre  de  filosofía,  deüderat,  dist.  I,  parte  III,  párr.  18;  dist.  Ií, 
párr.  4;  dict.  III,  párrs.  5-8,  30,  40  y  92-108;  págs.  422,  428,  442,  446,  447  y  457-462). 

(46)  "Anima  alio  modo  generat  inteliectuale  verbum,  alio  modo  sensuale;  intellec- 
tuale  quidem  verbum  ger.erat,  quando  attrahit  intellectuales  phantasias,  scilicet,  bonita- 
tem  et  ceteras  de  quibus  generat  verbum  quo  mediante  attingit  inteliectuale  obiectum, 
sicut  aut  Deum  aut  angelum  aut  animam  aut  memoriam,  etc.,  aut  etiam  bonitatem .  Deí 
vel  angelí  vel  animae,  et  sic  de  aliis;  sed  quando  de  sensibilibus  attrahit  phantasia?,  quae 
sunt  similitudines  rerum  sensibilium,  tune  anima  generat  sensuale  verbum,  attingens  cen- 
suales res  sine  sensu"  (Quaestiones  per  Artem  demonstrativam  solubiles,  q.  51,  ed.  ¿e 
Maguncia,  t.  IV). 

(47)  "L'cnteniment  en  les  coses  concretes  pren  la  figura  de  les  coses  abstractes,  e 
aquel  es  mijá  per  lo  qual  passa  entendre  la  essencia  del  abstractu,  e  d'aquela  esencia 
trau  la  figura  deis  concrets  ab  la  qual  entén  les  esencies  d'aquels;  e  per  aso  posa  lo  seu 
entendre  en  cercle  de  dues  figures  compost,  en  lo  qual  ateny  la  j.a  figura  ab  l'altra  segons 
sciencia  acquisita,  e  con  entén  sobre  aquel  cercle,  ateny  sobre  la  sua  natura  per  sciencia 
infusa"  (Arbre  de  filosofía,  desiderat,  dist.  III,  párr.  102,  pág.  460). 

(48)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  42,  párrs.  10,  11  y  12  (t.  I,  pág.  211). 


'545  — 


<cinco  sentidos  corporales,  y  por  eso  isólo  puede  deponer  acerca  de  las 
•cosas  sentidas  y  que  van  según  el  curso  de  la  naturaleza,  pareciéndole 
imposibles  las  cosas  futuras  y  pasadas  que  van  contra  el  curso  natural ; 
-en  'cambio,  la  potencia  racional  que  toma  de  las  cosas  sentidas  y  de  las 
intelectuales,  traspasa  el  límite  de  la  imaginativa,  pues  entiende  y  com- 
prende las  cosas  que  van  contra  el  curso  natural.  Un  paso  más,  y  apenas 
se  convenza  el  Doctor  Iluminado  de  que  la  imaginativa  constituye  un 
obstáculo  para  la  demostración  de  los  artículos  de  la  fe  y  para  la  contem- 
plación imística,  se  desentenderá  de  aquella  potencia  como  se  prescinde 
vde  un  servidor  infiel  e  insolente  (49). 

8.  Esa  tendencia  a  desconfiar  del  conocimiento  sensitivo  cristaliza  en 
•dos  'doctrinas  complementarias  que  imprimen  carácter  a  la  teoría  Juliana 
•del  conocimiento,  y  son :  la  de  los  "puntos  trascendentes"  y  la  de  los  "sen- 
cidos espirituales". 

La  doctrina  'de  los  puntos  trascendentes  es  elaborada  para  fines  po- 
lémicos, esto  es,  preferentemente  para  la  demostración  de  los  artículos 
•de  la  fe,  y  por  eso  se  perpetúa  a  través  de  las  diversas  Artes  (50)  y  ad- 
quiere un  vigor  especial  en  los  escritos  antiaverroístas.  "Punto  trascen- 
dente— según  la  definición  lapidaria  'del  Arbne  de  filosofía,  de]siderat — ■ 
'es  instrumento  del  humano  entendimiento  con  el  cual  éste  alcanza  su  ob- 
jeto por  encima  <ie  las  naturalezas  de  las  potencias  que  tiene  debajo,  y  al- 
canza por  sobre  naturaleza  el  soberano  objeto".  En  la  Declaratio  Ray- 
múndi,  éste,  con  el  objeto  de  encauzar  la  disputa  antiaverroísta,  aplica  la 
regla  octava  del  Ars  inventiva,  que  versa  sobre  los  puntos  trascendentes, 
sentando  ante  todo  que  el  entendimiento  por  su  propia  virtud  trasciende 
a  fin  de  entender  las  verdades  de  aquellas  cosas  que  las  potencias  que  le 
-están  sujetas  no  pueden  alcanzar  (51) ;  tal  ocurre  cuando,  por  ejemplo,  el 


(4q)  "Molt  plac  a  la  Volentat  de  Blanquerna  co  que  havia  fet  l'Enteniment,  qui  lexá 
•qajus  la  Ymaginativa  qui  l'empatxava  a  entendre,  e  puja  en  alt  entendre  sens  l'Ymagina- 
tiva  lo  Infinit  Poder  de  Deu"  (Art  de  contemplado,  incluido  en  el  Blanquerna,  ed.  de 
Mallorca,  1914,  cap.  I,  pág.  437).  Sigue,  en  la  misma  obra,  la  diatriba  contra  la  imagi- 
nativa en  la  pág.  448,  y  especialmente  a  propósito  de  la  Encarnación  y  la  Eucaristía 
<págs.  459  y  48o).  En  el  Libre  de  contemplado  en  Deu,  cap.  77,  párrs.  5  y  6  (t.  II, 
pág.  99),  se  lee:  "Tota  esta  error  cau  en  ells  (los  infecís),  per  so  car  usen  massa  de  la 
potencia  ymaginativa  e  poc  de  la  potencia  racional...  e  per  assó  la  raó  d'ells  va  seguent 
lur  ymaginacio,  axi  com  home  qui  en  tenebres  segueix  aquell  qui  li  va  davant". 

(50)  Véanse:  Art  demostrativa,  dist.  III,  2,  pág.  105;  Ars  inventiva,  dist.  III,  regla 
•octava,  págs.  37-65;  Art  amativa,  parte  II,  regla  sexta,  págs.  44-46;  Arbre  de  filosofía, 
-desiderat,  dist.  I,  parte  III,  "De  les  deffinicion*  de  /",  pág.  415,  etc. 

(51)  "Intellectus  per  suam  virtutem  transcendit  ad  intelligendum  rerum  veritates, 
quas  potentiae  quae  sub  ipso  sunt  attingere  non  possunt"  {Declaratio  Raymundi,  ed.  Kei- 

«rher  cit.,  tertia  positio,  pág.  101). 


?5 


—  546  — 


entendimiento  proclama  el  sabor  dulce  de  la  manzana  frente  al  gusto  de- 
pravado del  enfermo  que  la  encuentra  amarga.  Pero  hay  otra  manera  de- 
puntos trascendentes — añade — ,  a  saber,  cuando  el  entendimiento  medían- 
le la  gracia  de  Dios  trasciende  de  sí  ¡mismo  y  alcanza  en  sí  mismo  la  ver- 
dad de  la  primera  causa  y  de  sus  operaciones,  verdad  que  por  su  sola 
naturaleza  no  podría  entender.  Así  sucede  cuando,  por  ejemplo,  el  en- 
tendimiento considera  que  Dios  ama  al  hombre  justo  y  deja  de  amarle 
si  peca,  y,  no  obstante  la  mutación  que  ello  significa  y  la  consiguiente  con- 
tradicción, acierta  a  entender  la  inmutabilidad  de  la  voluntad  divina  (52). 
Por  eso,  en  su  Lamentatio  philosophiae,  Ramón  sale  al  paso  del  averroísta. 
incrédulo — que  no  puede  entender  que  una  virgen  pueda  parir  un  hijor 
ni  que  de  la  nada  pueda  ser  creado  algo  ni,  en  general,  los  artículos  de 
la  fe  católica — con  el  consiguiente  expresivo  pasaje,  que  pone  en  boca, 
de  la  Filosofía :  "Yo  soy  Filosofía  de  dos  maneras :  primeramente,  coi"L 
el  sentido  y  la  imaginación  mi  entendimiento  produce  la  ciencia ;  después, 
lo  soy  con  las  doce  emperatrices,  que  son:  la  divina  bondad,  la  grandeza,, 
la  eternidad,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la  virtud,  la  verdad,  la. 
gloria,  la  perfección,  la  justicia  y  la  misericordia.  Con  éstas  soy  superior 
y  alcanzo  corona  de  oro,  mientras  que  con  el  sentido  y  la  imaginación^ 
soy  inferior  y  tengo  sólo  corona  de  plata"  (53). 

La  doctrina  de  los  sentidos  espirituales  o  intelectuales  constituye  une- 
de  los  ejes  de  la  imística  luliana  y  es  amplia  y  ricamente  expuesta  en  el' 


(52)  "Est  et  alius  modus  punctorum  transcendentium,  videlicet  cum  intellectus  me- 
diante gratia  Dei  supra  se  ipsum  transcendit  et  in  se  ipso  veritatem  primae  causae  et 
eius  operationem  attingit,  quam  tamen  in  se  ipso,  videlicet  in  sua  natura,  intelligere  non- 
potest,  veluti  quando  intellectus  coniunctus  considerat  quod  Deus  diligit  hominem  iustum,. 
sed  quando  ipse  peccatum  facit,  Deuo  ipsum  non  diligit,  unde  intellectui  videtur  quod 
operationes  illius  hominis,  quae  in  uno  tempore  sunt  bonae  et  in  alio  malae,  divinam 
mutant  voluntatem  in  hoc  quod  ipsa  unum  et  eundem  hominem  diligit  in  uno  tempore  - 
et  in  alio  non;  et  sic  intellectus  implicat  contradictionem  affirmans  quod  divina  volun- 
tas est  immutabilis,  quia  est  aeterna,  et  est  mutabilis,  quia  diligit  unum  et  eundem  ho- 
minem in  uno  tempore  et  non  in  alio...  unde  ipse  intellectus  motus  a  contradictione- 
praedicta  et  a  simili  supra  suam  naturam  transcendit  ad  inteliigendum  immutabilitatem 
summae  voluntatis,  quamvis  in  uno  tempore  unum  et  eun  em  hominem  diliírit  et  in  alie- 
tempore  non"  (obra  y  lug.  cits.). 

C53)  "E20  autem  dupliciter  sum  Philosophia.  videlicet  primo  cum  sensu  et  imagi- 
natione  meus  intellectus  causat  scientiam;  post  autem  cum  duodecim  imperatricibus  quae- 
sunt  hae:  divina  bonitas,  magnitudo,  aeternitas,  potestas.  sapientia,  voluntas,  virtus,  ve- 
ritas,  gloria,  perfectio,  iustitia  et  misericordia.  Cum  istis  autem  sum  superius,  et  habec. 
coronam  auream,  et  cum  sensu  et  imaginatione  inferius,  et  habeo  argenteam"  (Proemio*, 
ed.  de  FLstrasburgo,  ióoq,  pá^s.  112  y  113). 


Libre  de  contemplado  en  Deu.  Son  esos  sentidos  espirituales,  como  va- 
mos a  ver,  unos  instrumentos  de  que  dispone  el  alma  para  adquirir  la 
sabiduría  mejor  que  la  ciencia  y  para  llegar,  dentro  de  las  condiciones 
actuales  de  la  vida  temporal  y  por  la  triple  virtud  del  recuerdo,  del  enten- 
dimiento y  del  amor,  a  la  unión  con  el  Amado. 


II 


La  mística  luliana  en  el  ' 'Libre  de  coktemplació  en  Déu". 

Simbolismo  y  arquitectura  de  la  obra. — Su  contenido  y  significación. — Escolasti- 
cismo popular. — Itinerario  patético  del  libro. — Limitación  del  conocimiento 
humano. — Ignorancia  de  la  esencia  de  las  criaturas  y  de  'la  esencia  divina. — 
Manifestación  de  las  virtudes  o  atributos  divinos  en  las  criaturas. — Las  "de- 
mostraciones" lulianas  o  la  interpretación  simbólica  del  universo. — Igualdad 
de  naturaleza  y  concurrencia  simultánea  de  las  tres  virtudes  del  alma. — Mayor 
actualidad  de  la  voluntad  en  cuanto  al  ejercicio. — Los  sentidos  espirituales. — 
La  "cogitado"  o  pensamiento  reflexivo. — El  apercibimiento. — La  conciencia. — 
La  sutileza. — El  coraje  o  fervor. — Sus  oficios  y  relaciones  con  las  tres  virtu- 
des del  alma  y  con  los  sentidos  corporales. — El  Arte  de  enamorarse  de  Dios  y 
■sus  condiciones. — El  Arle  de  orar  y  contemplar. — Oración  sensual,  intelectual 
y  compuesta. — Arte  de  llorar  y  de  dictar  bellamente  la  oración. — Crítica  del 
valor  significativo  de  la  palabra. — El  método  lógico-algebraico,  auxiliar  del  Arte 
de  contemplación. — El  Arte  moral  o  las  cuatro  exposiciones  (literal,  por  tro- 
pología, alegoría  y  anigogía). — Las  "carreras"  y  las  "escalas"  místicas. — La 
fruición  mística,  terrena  y  ultraterrena. — La  vía  mística  extraordinaria. — El 
amor,  la  muerte  y  el  martirio. 

9.  Lull  inaugura  su  carrera  literaria  y  filosófica  componiendo,  al  fri- 
sar en  los  cuarenta  años,  el  Libre  de  contemplado  en  Deu  (54),  obra  de 
carácter  enciclopédico  por  su  factura  y  por  la  amplitud  <le  su  visión, 
pero  de  naturaleza  y  finalidad  esencialmente  místicas.  Escrita  en  plena 
fiebre  de  neófito,  primero  en  lengua  arábiga  y  vertida  luego  al  romance 
catalán  con  refundiciones  y  ampliaciones  (55),  es,  sin  duda,  la  obra  maes- 
tra del  filósofo  mallorquín ;  ella  contiene  en  germen  toda  la  enorme  pro- 
ducción luliana.  Es  ta'mbién  la  obra  capital  de  la  literatura  catalana  (56), 


(54)  Ha  sido  publicado  en  siete  tomos  (Mallorca,  1906-1914),  que  suman  cerca  de 
tres  mil  páginas,  dentro  de  la  gran  edición  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull".  Los  dos  pri- 
meros corrieron  a  cargo  de  M.  Obrador  y  Bennassar  (son  muy  interesantes  el  proemio 
y  las  ilustraciones  y  notas  que  figuran  en  el  tomo  I) ;  el  tercero  a  cargo  de  'M.  F.  [Mi- 
guel Ferrál.  y  los  restantes,  algunos  de  ellos  con  advertencias  preliminares  y  epilógales 
muy  instructivas,  a  cargo  de  S.  Galmés. 

(55)  Cfr.  cap.  352,  párr.  30  (tom.  VII,  pág.  456),  y  también  el  explicit  del  libro. 
C56)    Recuérdese,  a  este  propósito,  el  juicio  de  Torras  y  Bages,  que  hemos  transcrito 

en  el  cap.  IX,  §  II,  pág.  285  y  nota  72,  de  la  presente  obra. 


—  544  — 


aunque  poco  conocida  y  apenas  estudiada,  debido  tal  vez  a  su  enorme 
extensión  y  a  que  hasta  nuestros  días  no  ha  sido  impresa  en  su  texto  ca- 
talán original. 

En  otro  lugar  nos  hemos  detenido  en  el  aspecto  lógico  del  Libre  de 
contemplado,  reconstituyendo  a  través  ¡de  sus  páginas  la  prehistoria  del 
Arte  general  (57).  También  hemos  explorado  parte  de  su  caudal  psico- 
lógico en  el  'bosquejo  de  la  psicología  luliana  que  acabamos  de  presentar. 
Vamos  a  emprender  ahora  el  estudio  de  esta  obra  en  su  aspecto  místico, 
que  es  el  principal  y  más  interesante.  "El  día  en  que,  finalmente,  Lull  sea 
conocido  y  en  que  la  inmensa  síntesis  del  Libre  de  contemplado  haya 
sido  estudiada — ha  es'crito  E.  Longpré  (58)—,  la  teología  mística  y  la 
crítica  literaria  no  vacilarán  en  colocarle  al  lado  del  príncipe  de  la  teo- 
logía contemplativa,  San  Buenaventura :  Ramón  Lull  tiene  pleno  dere- 
cho a  este  rango  de  honor".  Es  preciso,  ante  todo,  dar  una  idea  del  sim- 
bolismo y  la  arquitectura,  del  contenido  y  la  significación  de  aquella  obra 
singular. 

Dos  intenciones — se  lee  en  el  prólogo — mueven  a  Ramón  a  escribir : 
dar  alabanza  a  Dios  y  obtener  de  él  gloria  y  bendición ;  y,  en  seguida, 
explica  la  estructura  simbólica  de  la  futura  obra.  Constará  de  cinco  li- 
bros en  memoria  de  las  cinco  llagas  ¡de  Jesucristo  en  la  cruz,  y  estos  cin- 
co libros  estarán  distribuidos  en  cuarenta  distinciones  en  recuerdo  de  los 
cuarenta  días  que  el  Señor  ayunó  en  el  desierto.  Y  deseando  ofrecer  ma- 
teria contemplativa  para  cada  día  del  año,  la  obra  se  compondrá  de  tres- 
cientos sesenta  y  cinco  capítulos  y  además  un  capítulo  complementario, 
atendido  que  las  seis  horas  sobrantes  de  cada  año,  al  llegar  al  cuarto  año, 
forman  un  día.  Cada  capítulo  constará  de  diez  párrafos  en  memoria  de 
los  diez  mandamientos  dados  a  Moisés,  y  cada  párrafo,  en  reverencia  a 
la  Unidad  trina,  se  dividirá  en  tres  partes ;  de  dodde  resulta  que  cada  ca- 
pítulo tendrá  treinta  partes,  en  memoria  de  los  treinta  dineros  en  que 
Jesús  fué  vendido.  El  primer  libro  contendrá  nueve  distinciones  en  re- 
presentación de  los  nueve  cielos ;  el  segundo  tendrá  trece  por  el  número 
de  Cristo  con  sus  doce  apóstoles ;  el  tercero  constará  de  diez  por  los  cin- 
co sentidos  corporales  y  por  los  otros  cinco  espirituales ;  el  cuarto  tendrá 
seis  por  las  seis  carreras  en  las  cuales  Dios  ha  puesto  al  hombre,  y  el 
quinto  y  últi'mo  tendrá  dos  por  razón  de  las  dos  intenciones  dadas  al 
hombre.  Estos  cinco  libros,  distribuidos  en  tres  volúmenes,  se  incluyen. 


(57)  Véase  el  capítulo  XI,  §  II,  núms.  7-1 1,  de  la  presente  obra. 

(58)  Raymond  Lidie  (en  "Dictionnaire  de  théologie  catholique"  cit.,  tom.  IX,  col 
1132). 


en  recuerdo  de  la  Unidad  divina,  debajo  de  un  solo  nombre :  Libre  de 
contemplado  en  Déu. 

10.  Veamos  ahora  el  contenido  de  estos  cinco  libros.  Comienza  Lull 
el  libro  primero  desarrollando  la  triple  tesis  de  que  el  hombre  debe  ale- 
grarse de  que  Dios  exista,  de  la  propia  existencia  y  también  de  la  exis- 
tencia del  prójimo.  Inmediatamente  pasa  a  tratar  de  las  1 'propiedades' ' 
del  Ser  divino,  empezando  por  aquellas  que  se  refieren  a  Dios  exclusi- 
vamente: la  infinidad,  la  eternidad,  la  unidad,  la  Trinidad,  el  poder,  la 
ciencia,  la  verdad  y  la  bondad.  Examínanse  en  el  libro  segundo  las  pro- 
piedades divinas  consideradas  en  orden  a  las  criaturas :  la  creación,  la 
ordenación,  la  recreación  o  redención,  la  voluntad,  la  soberanía,  la  sabi- 
duría, la  justicia,  la  largueza,  la  asistencia,  la  humildad,  la  misericordia, 
la  gloria  y  la  perfección.  Exploradas  las  alturas  divinas,  desciende  Lull  a 
tratar  de  la  existencia  humana ;  y  lo  primero  en  que  se  fija  son  los  ins- 
trumentos del  conocer,  esto  es,  los  cinco  sentidos  corporales  y  los  cinco 
sentidos  espirituales :  tal  es  el  asunto  del  libro  tercero,  de  una  riqueza 
psicológica  imponderable.  El  psicólogo  espontáneo  oculto  bajo  el  sayal 
del  misionero  ha  sabido  acumular,  en  este  libro,  todas  sus  experiencias 
de  hombre  mundano  y  de  viajero  curioso  e  infatigable;  la  observación 
realista,  así  introspectiva  como  social,  fronteriza  de  la  sátira  que  no  se 
detiene  ante  ningún  estamento  ni  jerarquía,  llega  a  un  alto  grado  de  ma- 
durez, sin  perder  de  vista  jamás  la  intención  mística;  el  estilo,  vivacísi- 
mo, acaba  de  imprimir  carácter  documental  a  esas  páginas  memorables. 
"Bastaría  y  sobraría — dice  un  crítico  lulista  (59) — con  que  Lull  hubiese 
escrito  nada  más  que  aquellos  ciento  veinte  capítulos  del  libro  tercero  de 
Contení  plació,  para  merecer  la  consideración  de  gran  escritor,  de  filósofo- 
poeta,  de  vidente  "iluminado"  que  la  fama  ha  divulgado  respecto  de  él 
a  través  de  los  siglos".  Pero  el  hombre,  además  de  conocer,  cree.  El  pro- 
blema de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón  constituye  el  asunte  princi- 
pal del  libro  cuarto.  La  solución  a  este  problema  viene  preparada,  con 
gran  aparato  filosófico,  en  cuatro  distinciones  preliminares  que  tratan, 
respectivamente,  del  ser,  la  necesidad  y  la  privación;  de  las  sensualida- 
des y  las  intelectuidades ;  de  la  causa  final  en  las  cosas  sensuales  y  en  la^ 
cosas  intelectuales;  de  las  cualidades  y  los  significados.  Vemos  confirma- 
da aquí  y  ampliamente  desarrollada  aquella  tendencia,  que  hemos  regis- 
trado en  la  psicología,  a  desconfiar  del  conocimiento  sensitivo  y  a  refu- 
giarse en  el  conocimiento  intelectual  puro  para  explicar  aquellas  cosas 
que.  como  los  artículos  de  la  fe,  están  fuera  del  curso  natural.  Adentra- 


do)   M.  Obrador  y  Bennassar,  proemio  del  tomo  I.  pág.  XVI. 


-  55'  — 


•do  ya  en  el  problema  central,  estudia  Lull  cómo  la  fe  y  la  razón  están 
-en  el  hombre  en  potencia  y  en  acto,  y  trata  de  la  fe  verdadera  y  de  la 
falsa,  de  la  fe  natural  y  de  la  que  no  lo  es,  y  otro  tanto  hace  respecto  de 
la  razón.  Después  de  esto,  entra  ya  en  la  demostración  de  los  catorce  ar- 
tículos de  la  fe  y  de  los  diez  mandamientos.  En  la  última  distinción  em- 
biste bravamente  el  problema  de  la  predestinación.  El  hombre  no  sólo 
•conoce  y  cree,  sino  que  además  ama  y  siente  la  necesidad  de  ascender  a 
su  origen  divino,  que  es  también  su  término.  Esta  parece  ser  la  idea  di- 
rectriz del  quinto  y  último  libro,  de  extensión  desproporcionada  en  rela- 
ción con  los  anteriores,  y  que  consta  sólo  de  dos  distinciones,  las  cuales 
versan,  respectivamente,  sobre  el  amor  y  la  oración.  La  primera  distin- 
ción contiene  una  vasta  enciclopedia  mística  del  amor  (6o).  En  ella  se 
trata  extensamente  del  almor  que  Dios  tiene  a  sí  mismo,  del  que  existe 
entre  la  naturaleza  divina  y  la  naturaleza  huimana  en  Jesucristo,  del  que 
la  humana  naturaleza  de  Jesucristo  tiene  a  sí  misma,  del  amor  que  Jesu- 
cristo profesa  a  los  ángeles  y  éstos  a  aquél,  del  que  Dios  tiene  al  hombre 
y  Jesucristo  al  humano  linaje,  del  que  los  ángeles  tienen  a  sí  mismos  y 
a  los  hombres,  y  del  que  el  hombre  tiene  a  Dios  en  este  muntáo  y  en  el 
•  otro  y  también  a  la  humana  naturaleza  de  Jesucristo.  Trata  asimismo  de 
"las  cosas  y  personas  que  el  hombre  está  obligado  a  amar,  del  arte  de  ena- 
morarse de  Dios,  del  amor  que  tiene  el  hombre  a  loar  a  Jesucristo  y  del 
•que  tiene  el  hdmbre  mundano  a  las  cosas  mundanas.  Sigue  el  examen 
del  amor  entre  Jesucristo  y  la  Virgen  María  y  del  que  ésta  profesa  a  los 
ángeles  y  a  los  hombres.  Otra  serie  de  capítulos  versan  sobre  el  amor 
-que  el  hombre  tiene  a  su  ley,  el  que  el  mismo  hombre  tiene  en  este  mun- 
do y  el  que  tienen  los  santos  en  la  gloria  celestial,  el  amor  que  el  cuerpo 
siente  hacia  el  alma  y  viceversa,  y  el  que  el  hombre  tiene  a  la  sabiduría, 
los  honores,  a  la  salud,  a  la  santidad,  a  la  oración,  a  la  libertad,  al  or- 
den, a  la  felicidad,  a  la  pobreza  y  a  la  riqueza,  a  la  vida  y  a  la  muerte. 
Se  puntualiza  la  distinción  entre  el  amor  sensual  y  el  amor  intelectual, 
entre  el  verdadero  y  el  falso  amor,  entre  el  amor  perfecto  y  el  defectuo- 
so. Se  analiza  el  amor  que  el  hombre  tiene  a  sí  mismo  y  son  estudiadas 
las  fortmas  sociales  del  amor:  el  que  se  da  entre  el  príncipe  y  su  pueblo, 
entre  padres  e  hijos,  entre  marido  y  mujer,  entre  parientes,  vecinos  y  ex- 
traños, entre  amigos  y  enemigos.  Se  enseña  a  buscar  el  amor  en  la  forma 
(natural,  artificial  y  compuesta) ;  trátase  del  amor  a  conocer  la  forma  del 
paraíso  y  la  forma  de  velar,  de  dormir  y  de  soñar,  y  a  indagar  la  bondad 
*que  hay  en  el  amor,  y,  por  último,  se  precisa  la  limitación  del  amor  en 


<6o)    Ocupa  todo  el  tomo  VI,  que  tiene  48o  páginas. 


el  tiempo  y  del  tiempo  en  el  amor.  La  segunda  y  última  distinción  del 
libro  quinto  versa  sobre  la  oración  (61).  En  esta  parte  de  la  obra  es  ex- 
puesto propiamente  el  arte  de  contemplar  y  son  descritos  los  métodos  de 
ascensión  mística.  En  el  capítulo  primero  (que  es  el  315  de  la  obra)  tra- 
ta Lull  de  las  formas  de  la  oración,  distinguiendo  entre  la  oración  sen- 
sual, la  oración  intelectual  y  la  oración  compuesta  de  una  y  otra,  que 
es  la  que  propone;  y  advierte  que  este  capítulo  viene  a  ser  como  el  mol- 
de en  que  serán  vaciados  los  restantes.  Pero  aunque  el  autor  permanece 
fiel  a  este  propósito,  su  desarrollo  es  lento  y,  a  veces,  difuso.  Además,  a 
partir  del  capítulo  328,  Lull  introduce  y  aplica  de  un  modo  intermitente,, 
pero  con  entusiasmo  cada  vez  mayor,  su  método  lógico-algebraico  (62)  a 
las  materias  que  va  exponiendo ;  y  esto  es  causa  de  que  la  lectura,  más 
que  difícil  (63),  llegue  a  hacerse  insoportable. 

El  capítulo  366,  que  es  el  último,  es  de  autocrítica,  y  ofrece  mucho 
interés,  porque  en  él  se  descubren  la  significación  de  la  obra  y  los  propó- 
sitos del  autor.  Está  dividido  en  cuatro  partes.  En  la  primera  trata  de  la 
bondad  de  la  obra.  Lull  se  muestra  satisfecho  de  la  labor  realizada :  el 
volumen  segundo — dice  ingenuamente — es  mejor  que  el  primero,  y  el 
tercero  mejor  que  el  segundo,  y  la  razón  de  ello  es  que  este  libro  ha  sido- 
hecho  por  gracia  y  con  la  ayuda  de  Dios.  Enumera  las  múltiples  venta- 
jas de  la  obra,  pasando  rápidamente  revista  a  las  materias  tratadas.  Por 
este  libro,  afirma,  puede  el  hombre  ser  sanado  de  enfermedad  sensual  e  in- 
telectual. Es  bueno  este  libro,  añade,  porque  enseña  a  disputar  y  a  con- 
vertir a  los  que  están  en  error,  volviendo  a  aquella  devoción  que  existía 
en  tiempo  de  los  apóstoles  para  predicar  la  santa  fe  católica.  Todo  el" 
mundo  podría  ser  convertido  a  esta  fe  siguiendo  el  arte,  la  regla  y  la 
manera  de  este  libro,  el  cual,  por  otra  parte,  sirve  para  aumentar  el  ho- 
nor, el  poder  y  la  riqueza  de  la  Santa  Iglesia  de  Roma.  En  fin,  la  manera 
de  este  libro  incita  al  hombre  a  enamorarse  de  Dios  hasta  morir  por  él 
por  amor.  Trata  en  la  segunda  parte  de  la  manera  de  entender  el  libro, 
deteniéndose  Lull  en  largas  y  minuciosas  explicaciones.  Aconseja  al  que 
quiera  aprenderlo  que  comience  por  el  primer  volumen  y  pase  al  segun- 
do y  luego  al  tercero,  "car  lo  segon  volum  es  .pus  escur  e  greu  d  entendre 
que  1  primer,  e  lo  ters  pus  que  1  segon".  Encarece  la  conveniencia  de 

(61)  Llena  todo  el  tomo  VII  y  último,  que  consta  de  653  páginas. 

(62)  Véase  el  capítulo  XI,  §  II,  núm.  6,  8.°,  y  núm.  10,  1,  de  la  presente  obra. 

(63)  Una  de  las  razones  con  las  que  Lull  justifica  el  uso  de  su  método  lógico-alge- 
braico es  que  "pus  breument  es  dita  una  letra  que  no  es  encarnado  o  trinitat  e  axi  de 
les  altres  coses"  (cap.  335,  párr.  30,  pág.  251).  El  secreto,  por  tanto,  para  poder  efectuar 
la  lectura  consiste  en  reconstruir  el  texto  con  los  términos  sustituidos  por  las  letras. 


—  553  — 


aprender  los  vocablos  de  filosofía  y  teología  en  él  usados,  si  ge  quiere  en- 
tender "aquesta  sciencia  de  contemplado  novellament  ab  novella  manera 
demostrada".  En  la  tercera  parte  explica  las  cuatro  maneras  de  contem- 
plar en  este  libro,  a  saber :  leer  un  capítulo  cada  día  durante  todo  el  año ; 
elegir  párrafos  al  azar,  con  la  probabilidad  ¡de  experimentar  el  placer  de 
quien  encuentra  una  flor;  seguir  la  tabla  de  materias,  y,  por  último — y 
ésta  es  la  mejor  manera — ,  extraer  toda  la  sustancia  posible  de  un  pá- 
rrafo elegido  y,  si  éste  es  insuficiente,  añadirle  otro,  como  se  echa  agua 
una  vez  triturado  el  agraz  ("agrás")  a  fin  de  obtener  más  rendimiento. 
En'  la  cuarta  y  última  parte  Lull  da  gracias  a  Dios  y  se  preocupa  extra- 
ordinariamente de  la  perpetuación  y  divulgación  de  su  obra,  "tan  cordial 
y  adentrada  en  el  amor  de  su  alma"  y  que  "es  al  mundo  tan  necesaria". 
Teme  que  perezca  o  sea  destruida  por  hombres  sin  conciencia,  mordedo- 
res  de  la  honra  ajena,  y  por  eso  la  encomienda  a  Dios  y  a  sus  Santos 
para  que  la  guarden  y  la  defiendan  y  sea  esparcida  por  el  mundo  en  mu- 
chos lugares,  y  vaya  a  manos  de  los  hombres  amantes  de  la  verdad.  No 
recata  su  condición  de  pobre  pecador  y  de  hombre  sin  saber  ni  autoridad. 
Esta  razón  y  la  nobleza  y  santidad  de  la  obra,  la  cual  no  es  suya  sino  de 
Dios  en  aquellas  cosas  en  que  es  buena,  le  quitan  la  amlbición  de  poner 
en  ella  su  nombre. 

ii.  Afirma  Lull  que  su  libro  ha  sido  compuesto  con  razones  de  filo- 
sofía y  de  teología  (64).  Y,  efectivamente,  el  filósofo  escolástico  popular 
hace  acto  de  presencia  desde  los  primeros  momentos  y  se  nos  revela  do- 
bletmente  por  un  afán  no  contenido  de  agotar  las  materias  con  divisiones 
prolijas  y  enrevesadas  distinciones,  y  por  la  vena  inagotable  de  sus  re- 
cursos plásticos — a  veces  pueriles — y  :de  su  léxico.  Abundan  en  la  obra 
las  repeticiones,  y  hay  páginas  de  difícil  y  desesperante  lectura.  Sorpren- 
den, en  cambio,  la  facundia  y  la  sutileza  de  la  argumentación  y  una  in- 
saciable curiosidad  intelectual  que  deja  huellas  geniales  en  no  pocas  ma- 
terias desfloradas  al  pasar.  Pero,  por  encima  de  todo,  el  Libre  de  con- 
templacio es  un  libro  de  confesiones  que,  si  por  la  exuberancia  y  la  apa- 
sionada vitalidad  del  personaje  que  lo  escribe  y  por  las  circunstancias  de 
su  conversión  tumultuosa  empareja  con  las  Confesiones  de  San  Agus- 
tín, por  la  gracia  desaliñada,  pero  inconfundible,  del  estilo  evoca  el  nom- 
bre de  Santa  Teresa  de  Jesús.  El  interés  del  libro  se  mantiene  vivo  y  pal- 
pitante, porque  el  autor  ni  un  solo  momento  deja  de  hacernos  la  historia 
de  sus  estados  interiores.  El  lector  asiste  al  espectáculo  de  un  libro  que 


(64)  Cap.  366,  párr.  16  (tom.  VII,  pág.  364).  En  otro  lugar  dice  que  "es  compost 
de  sciencia  theological  e  de  sciencia  natural"  (cap.  230,  párr.  30;  tom.  V,  pág.  45)- 


~  554  - 


se  está  elaborando  en  su  presencia  y  va  creciendo  y  lomando  proporcio- 
nes insospechadas  para  el  mismo  autor,  que  en  perpetuo  aprendizaje, 
pero  asistido  por  la  gracia  divina,  es  el  primero  en  mostrarse  sorpren- 
dido. Por  eso  es  tan  instructivo,  antes  de  explorar  su  fondo  místico,  se- 
guir el  que  podríamos  denominar  itinerario  patético  de  la  obra. 

12.  "Comenzamos  esta  obra — 'exclama  Ramón  en  el  prólogo — con 
gran  alegría  y  con  gran  audacia,  forzados  por  gran  amor.  Y,  a  ejemplo 
del  hombre  que  se  aventura  con  el  objeto  de  conseguir  aquello  que  tanto 
ama,  nosotros  de  buen  grado  nos  abandonamos  a  la  aventura  cuanto  a  la 
manera  de  tratar  esta  obra.  Así  como  la  liebre  acosada  por  el  lebrel  ne- 
-cesita  sus  cuatro  pies,  también  ahora  en  esta  obra  necesitamos  de  todas 
nuestras  fuerzas.  Pero,  así  como  yo  no  he  venido  al  ser  por  mis  fuerzas, 
así,  Señor,  la  carga  tan  pesada  de  esta  obra  no  puede  llegar  a  término 
por  mí"  (65).  Por  eso,  todo  el  proceso  de  la  obra  es  un  monólogo  ininte- 
rrumpido en  alabanza  al  Artífice  supremo,  entrecortado  por  sollozos  y 
alaridos  del  alma  que  se  traducen  en  una  efusiva  y  policromada  letanía : 
"¡Ah,  Señor  glorioso  y  maravillo.-o !",  "¡  Ah,  Señor  que  enamoras  a  tus 
siervos!",  "¡Ah,  Señor  grande,  fuerte,  excelente  sobre  las  altezas  y  hon- 
rado sobre  todos  los  honores!",  "¡Oh,  Rey  franco,  donde  reside  toda 
franqueza  y  caridad!",  ¡"Sabio  Señor,  dulce,  paciente!",  etc.  La  obra  va 
creciendo :  su  humilde  operario  trabaja  día  y  noche  (66),  como  la  hor- 
miga que  por  exceso  de  voluntad  lleva  sobre  sí  un  cuerpo  mayor  que  el 
suyo  (67),  y  tanto  le  absorbe  esta  obra  que  hace  en  honor  de  Dios  que 
no  puede  ocuparse  en  ninguna  otra  cosa  (68).  Y  así  como  la  enormidad 
<le  la  carga  acaba  por  cascar  y  destruir  el  dorso  de  la  bestia,  también  Ra- 
món ha  estado  muchas  veces  a  punto  de  perecer  "por  la  larga  continua- 
ción y  por  las  grandes  sutilezas  de  esta  obra"  (69).  "Tanto  me  place,  Se- 
ñor— exclama — ,  esta  obra  de  Contemplado,  que  de  ningún  modo  quisie- 
ra morir,  si  os  place,  hasta  que  la  obra  esté  acabada"  (70).  Por  eso,  al 
terminar  cada  distinción  y  cada  libro,  su  alma  desborda  en  exclamacio- 
nes gratulatorias ;  y  en  el  momento  de  dar  fin  a  la  tarea,  puesto  de  hino- 
jos y  besando  la  tierra,  levanta  sus  imanos  y  sus  ojos  y  su  pensamiento 


(65)  Prólogo,  párrs.  20,  23,  25  y  26  (tom.  I,  págs.  5  y  6). 

Í66)  Cap.  131,  párr.  20  (tom.  III,  pág.  187). 

(67)  Cap.  220,  párr.  21  (tom.  IV,  pág.  436). 

(68)  Cap.  131,  párr.  21  (tom.  Ili,  pág.  188). 

(69)  Cap.  366,  párrs.  23  y  29  (tom.  VII,  págs.  638  y  642). 

(70)  Cap.  160,  párr.  28;  v  también  el  cap.  131,  párrs.  20  y  21,  y  el  cap.  146,  párr.  19 
<tom.  III,  págs.  365,  187  y  277,  respectivamente). 


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hacia  el  cielo  para  adorar  y  contemplar  a  Dios  por  la  ayuda  y  gracia  con 
la  cual  su  siervo  ha  podido  acabar  la  obra  (71). 

Afluyendo  a  este  itinerario  central — que  no  es  más  que  el  proceso 
afectivo  de  la  obra — ,  hallamos  un  conjunto  de  temas  interferentes  de 
orden  sentimental.  Un  primer  tema  es  el  de  la  propia  conversión :  el  re- 
cuerdo de  su  vida  disoluta  y  escandalosa,  evocado  constantemente  por 
Ramón,  imprime  a  la  obra  un  carácter  personal  y  autobiográfico,  aun  sal- 
vadas ciertas  exageraciones — que  el  autor  muy  discretamente  confie- 
sa (72) — ,  necesarias  para  provocar  el  contraste  con  la  nueva  vida  de  con- 
verso. Ábrese  el  drama  familiar:  Lull  escribe  estando  sometido  todavía 
a  estado  de  matrimonio,  aunque  deseoso  de  huir  de  las  obras  y  de  los 
hechos  en  los  cuales  la  lujuria  le  ha  corrompido  y  ensuciado  (73).  Tiene 
que  subvenir  a  las  necesidades  de  su  imujer,  de  sus  hijos  y  de  sus  amigos, 
y  todo  eso  es  un  obstáculo  insuperable  para  la  vida  contemplativa  (74). 
No  lo  es  menos  tener  que  vivir  en  poblado  y  en  trato  diario  con  los  hom- 
bres, y  no,  según  quisiera,  como  el  religioso  ermitaño,  lejos  de  las  vani- 
dades del  mundo  (75).  Otro  tema  es  el  de  la  conversión  de  los  infieles  y 
la  conquista  de  Tierra  Santa,  tanto  más  inquietante  cuanto  mayor  es  la 
falta  de  fervor  que,  en  este  punto,  advierte  y  censura  Ramón  en  los  clé- 
rigos, los  prelados,  los  cardenales  y  el  Papa,  así  como  en  los  príncipes 
y  caballeros  (76).  Pero  hay  un  tema  dominante  y  que  llega  ha^ta  la  obse- 
sión :  es  el  tema  del  martirio  que  retumba  en  cada  página  y  estalla  perió- 
dicamente como  expresión  de  situaciones  tempestuosas  del  alma  del  au- 
tor, dando  lugar,  dentro  de  la  obra,  a  pasajes  escalofriantes  (77).  Es  que 
la  muerte  voluntaria  y  por  amor  o,  como  dice  Ramón,  el  derramamiento 
de  sangre  para  la  conversión  de  los  infieles  constituye,  según  veremos, 
un  trámite  abreviativo  para  llegar  a  la  ansiada  unión  con  el  Amado. 

(71)  Cap.  365,  párr.  30  (tom.  VII,  pág.  624). 

(72)  "En  molts  de  loes  en  esta  obra  nos  guabam  de  esser  vertuós  e  de  esser  vicios, 
■e  assó  fem  per  tal  que  la  obra  ne  sia  milis  afigurada",  y  añade  que  ha  procedido  "axí 
com  lo  trobador  se  guaba  de  bé  esser  enamorat  per  tal  que  sa  cansó  ne  sia  mellor" 
(cap.  366,  párr.  26;  tom.  VII,  pág.  640). 

(73)  Cap.  143,  párr.  24,  y  también  el  cap.  138,  párr.  7  (tom.  III,  págs.  261  y  227), 
y  otros. 

(74)  Cap.  316,  párr.  7  (tom.  VII,  pág.  14). 

(75)  Cap.  151,  párr.  30  (tom.  III,  pág.  310). 

(76)  Cfr.  cap.  106,  párrs.  28  y  29,  y  cap.  110,  párrs.  28,  29  y  30  (tom.  III,  págs.  25 
y  50);  cap.  309,  párrs.  19-21  y  22-24  (tom.  VI,  págs.  417-420);  cap.  346,  párrs.  10,  17 
"v  18,  y  cap.  360,  párrs.  7-9  (tom.  VII,  págs.  370-374  y  546),  et  passim. 

(77)  Entre  estos  pasajes,  véanse:  cap.  129,  párr.  29,  y  cap.  131,  párrs.  20  y  21 
<tom.  III,  págs.  176  y  187),  y  asimismo  los  caps.  220  y  222  (tom.  W,  págs.  431-43Q  y 
447-454). 


Gracias  a  estos  antecedentes,  nos  será  fácil  sorprender  la  línea  mís- 
tica esencial  dentro  de  esa  inmensa  selva  de  ideas  y  afectos  que  se  de- 
nomina Libre  de  contemplado  en  Déu. 

13.  ''Si  el  ¡hombre  que  encuentra  una  piedra  preciosa  se  alegra  mu- 
cho por  este  hallazgo,  porque  la  ve  bella  y  sabe  que  es  muy  buena,  con 
razón  nosotros  que  sabemos  que  vos  existís  heimos  de  alegrarnos  en  vues- 
tro ser,  por  lo  mismo  que  está  en  el  ser  y  no  está  en  privación.  Porque 
quien  se  alegra  del  hallazgo  de  las  cosas  finitas,  gran  maravilla  sería  si 
no  se  alegrase  del  hallazgo  de  la  cosa  infinita"  (78).  Con  esta  proclama- 
ción jocunda  de  la  existencia  de  Dios  comienza  la  obra.  "Pero  ¿  qué  co- 
razón podría  comprender  ni  la  virtud  ni  la  bondad  de  vuestro  ser?  Nin- 
guno" (79). 

Somos  finitos  en  el  mundo :  finitos  en  cuanto  al  ser  y  en  cuanto  a  las 
obras,  dentro  de  la  grandeza  de  la  esencia  divina  (80).  Lull  ha  proclama- 
do en  términos  muy  elocuentes  la  limitación  del  conocimiento  humano  y 
la  profunda  ignorancia  en  que  nos  hallamos  respecto  de  la  esencia  de  las 
criaturas  y  de  nuestra  propia  alma,  cuanto  más  de  la  esencia  divina :  "¡Es 
tan  grande  la  deficiencia  de  nuestro  saber !  Porque  por  deficiencia  de  sa- 
ber nos  ufanamos  y  nos  gloriamos  en  procurar  saber  aquello  que  no  sa- 
befmos,  y  afirmamos  que  sabemos  el  ser  de  las  cosas,  que  no  sabemos,  y 
no  paramos  mientes  en  que  nos  falta  el  saber  para  saber  nuestro  propio 
ser."  No  sabemos  qué  es  la  materia  en  sí  misma.  Tampoco  sabemos  qué 
cosa  es  el  tiempo :  ignoramos  el  pasado  y  el  futuro,  incluso  el  momento 
presente,  puesto  que  el  ahora,  por  su  poquedad  y  por  la  rapidez  con  que 
va  del  tiempo  pasado  al  tiempo  futuro,  escapa  a  la  apercepción  del  en- 
tendimiento. También  la  sustancia  angélica  permanece  oculta  a  nuestro 
saber,  puesto  que  de  ella  no  se  hace  representación  a  nuestros  cinco  sen- 
tidos espirituales  por  los  sentidos  corporales.  Y  lo  mismo  cabe  decir  de 
la  esencia  de  nuestra  propia  alma.  "Esto  es  casi  maravilla :  que  tengamos 
alma  y  no  sepamos  lo  que  ella  es  en  sí  misma...  Pues  si  el  entendimiento 
y  el  saber  desfallecen  en  cuanto  a  saber  lo  que  somos,  ¡cuánto  más,  Se- 
ñor, nos  debe  faltar  para  saber  y  conocer  lo  que  sea  vuestra  substancia 
en  sí  misma!...  Por  eso  os  ruego  que  me  guardéis  y  me  salvéis  este  saber 
que  míe  habéis  dado,  para  conocer  la  escasez  y  la  mezquindad  de  mi  sa- 
ber... Si  los  hombres  orgullosos  y  vanos  supiesen  la  poquedad  y  la  frivo- 

(78)  Cap.  I,  párr.  1  (tom.  I.  pág.  7). 

(79)  Ibid.,  párr.  19,  pág.  9. 

(80)  "On,  con  nosaltres  siam  dins  lo  mon  fenits,  som,  Sényer,  fenits  en  esser  e  en 
obres,  dints  la  granea  de  la  vostia  sancta  essencia...  Nos  som  en  vos  fenits"  (cap.  5,  pá- 
rrafos 2  y  3;  tomo  I,  pág.  23). 


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lidad  de  su  saber,  no  serían  tan  altivos  con  su  Creador  y  su  Señor  ni  tam- 
poco con  su  prójimo...  Pero,  Señor,  aunque  yo  no  sepa  lo  que  es  vuestra 
esencia,  ni  mi  ser  ni  el  de  las  criaturas,  bástame  a  lo  imenos  que  sepa  que 
vos  existís,  bástame  que  me  sepa  sometido  a  amaros,  honraros  y  serviros 
con  todas  mis  voliciones  y  todas  mis  fuerzas"  (81). 

14.  Pero,  ya  que  no  en  su  esencia,  Dios  se  manifiesta  por  sus  vir- 
tudes, propiedades  o  atributos  en  las  criaturas  y  de  un  modo  especial  en 
el  hombre.  "Así  como  el  príncipe  ordena  el  pregón  antes  de  ahorcar  al 
condenado,  y  el  pregón  significa  que  el  príncipe  es  justiciero,  así  también 
vos,  Señor,  habéis  mandado  y  querido  que  las  criaturas  os  signifiquen 
por  aquello  que  sois,  a  fin  de  que  el  hombre  os  pueda  recordar  y  enten- 
der y  conocer  por  quien  sois  y  no  por  otro  que  no  sois"  (82).  Sin  embar- 
go, Dios  se  manifiesta  más  en  unas  criaturas  que  en  otras :  "Así  como  la 
potencia  sensitiva  es  más  virtuosa  en  unos  lugares  del  cuerpo  que  en 
otros...,  así  también  vuestra  santa  vida  gloriosa  mejor  demuestra  su  vir- 
tud por  unas  criaturas  que  por  otras :  tal  sucede  con  el  alma  que  recibe 
más  virtud  de  vuestra  vida  que  el  cuerpo,  y  el  cuerpo  más  que  la  man- 
zana, y  la  manzana  más  que  la  piedra,  y  el  paraíso  más  que  el  infier- 
no" (83).  Lull  se  lanza  ávidamente  a  la  tarea  de  "demostrar"  cada  una  de 
las  virtudes  o  atributos  divinos  por  los  "significados"  de  las  criaturas, 
consideradas  en  sus  diversas  categorías :  el  firmamento  y  los  ángeles,  los 
elementos,  los  metales,  los  vegetales,  los  animales  y  el  hombre  (84).  La 
demostración  culminante  y  cuyo  eco  resuena  en  todos  los  ámbitos  de  la 
obra,  es  la  Trinidad  (85).  Estas  "demostraciones"  lulianas  son,  más  que 
otra  cosa,  una  interpretación  simbólica  del  Universo,  en  la  cual  la  lógica 
de  la  analogía  predomina  notoriamente  sobre  la  lógica  silogística.  Más 
que  una  demostración,  lo  que,  en  realidad,  intenta  Lull,  es  una  "mostrá- 


is 1)  Los  textos  del  presente  párrafo  han  sido  extraídos  o  extractados  del  cap.  20: 
"Com  Deu  sab  totes  coses  que  son  ni  quines  son"  (tom.  I,  págs.  97-100).  Insiste  Lull 
sobre  el  mismo  tema,  con  no  menor  elocuencia,  en  los  caps.  19,  168,  170,  párrs.  24  y  25, 
cap.  171,  párrs.  22,  23  y  24,  caps.  177,  206  y  219,  y  en  muchos  otros  pasajes  de  la  obra. 

(82)  Cap.  350,  párr.  6  (tom.  VII,  pág.  419). 

(83)  Cap.  320,  párr.  18  (tom.  VII,  pág.  63). 

(84)  Cfr.  todos  los  capítulos  de  los  libros  I  y  II,  los  cuales  versan  sobre  las  "pro- 
piedades" o  atributos  divinos;  también  los  capítulos  245-254  del  libro  IV,  en  los  cuales 
se  insiste  sobre  algunos  de  aquellos  atributos  con  motivo  de  la  demostración  de  los  ar- 
tículos de  la  fe  católica;  y,  por  último,  los  capítulos  319-336  de  la  segunda  distinción  del 
libro  V,  donde  son  revisadas  las  virtudes  divinas  desde  el  punto  de  vista  contemplativo 
o  de  la  oración,  y  especialmente  el  cap.  339 :  "Com  hom  adora  e  contempla  lo  honrat 
Deus  gloriós  per  tal  que  li  do  conexensa  e  demostracio  de  ses  virtuts  glorioses". 

(85)  Cfr.  especialmente  los  caps.  11-13,  179-181,  246,  317  y  327. 


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ción"  de  la  presencia  divina  en  todas  las  criaturas  y  en  cada  rango  de 
ellas. 

"Vuestra  vida  gloriosa,  Señor  Dios,  está  dentro  y  fuera  de  todas  las 
criaturas  y  es  infinita  y  substancial  en  todas  las  cosas,  y  de  vuestra  vida 
reciben  gracia,  sustentación  y  bendición  todas  las  ciiaturas"  (86).  Esta 
presencia  divina,  ignorada  por  las  criaturas  inferiores,  reviste  caracteres 
especiales  al  manifestarse  en  el  hombre:  "No  es  preciso  que  el  hombre 
vaya  a  buscaros  lejos,  porque  estáis  muy  cerca,  ya  que  nosotros  somos 
finitos  en  vos.  Como  quiera  que  vos,  Señor,  sois  infinito  y  nosotros  fini- 
tos, fácil  cosa  es  a  los  que  os  aman  que  os  encuentren  a  toda  hora  que 
os  quieran,  porque  por  todos  los  caminos  os  podrán  encontrar.  Y,  por 
tanto,  Señor,  no  es  preciso  a  los  hombres  justos  servidores  vuestros  que 
vuelvan  su  cara  de  una  a  otra  parte  cuando  os  querrán  encontrar;  por- 
que, puesto  que  ellos  son  finitos,  dentro  de  su  corazón  os  podrán  encon- 
trar. El  lugar  más  cercano  en  que  sois  encontrado,  es  ciertamente  el  co- 
razón del  justo;  el  lugar  más  lejano  en  el  que  no  sois  encontrado,  es  en 
verdad  el  corazón  del  pecador"  (87).  El  alma  humana  es  un  espejo  en  el 
cual  son  revelados  los  secretos  de  Dios  cuando  ella,  desembargada  de  las 
cosas  sensuales,  se  eleva  intelectualmente  a  la  contemplación  de  las  vir- 
tudes divinas.  Al  ver  las  virtudes  divinas,  se  ve  a  sí  misma ;  y,  viéndose 
a  sí  misma,  tiene  conocimiento  de  cosas  divinas  que  antes  le  eran  secre- 
tas, porque  ella  no  se  veía  a  sí  misma  en  la  perfección  de  Dios.  "Así  como 
el  espejo  no  puede  demostrar  ninguna  figura  que  no  le  sea  puesta  delan- 
te, así  el  alma  humana  no  podría  apercibir  ninguno  de  vuestros  secretos 
si  vos  no  le  dieseis  gracia  para  que  pudiese  tener  conocimiento  de  vues- 
tra bondad  y  de  vuestra  perfección"  (88). 

15.  El  alma  humana  está  dotada,  en  efecto,  de  instrumentos  adecua- 
dos que  le  certifican  no  sólo  ese  sentimiento  de  la  presencia  divina  en 
nosotros,  sino  que  le  permiten,  ¡mediante  ciertos  trámites  y  precauciona, 
llegar  hasta  la  intimidad  y  la  unión  con  Dios.  Tales  instrumentos — que 
lo  son,  no  de  una  parte,  sino  de  toda  la  vida  espiritual — son  las  tres  vir- 
tudes del  alma  y  los  cinco  sentidos  espirituales,  servidos  en  parte  y  con- 
dicionadamente por  los  sentidos  corporales. 

Lull  se  esfuerza  en  demostrar  que  las  tres  virtudes  o  potencias  de! 
alma,  tanto  por  su  naturaleza  como  en  su  ejercicio,  son  imagen  de  las  vir- 


(86)  Cap.  320,  párr.  30  ftom.  Vií,  pá?.  68).  Cfr.  también  el  texto  de  la  nota  80. 

(87)  Cap.  5,  párrs.  13-16  (tom.  I,  pásr.  24). 

(88)  Cap.  174,  párrs.  6     7  (tom.  IV,  pág.  50).  El  símil  del  espejo  es  frecuentísimo 

en  toda  la  obra. 


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tudes  divinas  y  muy  especialmente  de  la  Trinidad  (89).  A  la  propia  na- 
turaleza del  alma  pertenece  la  generación  que  la  memoria  hace  del  enten- 
dimiento y  la  procesión  que  la  voluntad  recibe  de  la  memoria  y  del  en- 
tendimiento. La  memoria  genera  el  entendimiento,  porque,  si  las  cosas 
no  fuesen  recordadas,  no  podrían  ser  entendidas.  De  la  memoria  y  el  en- 
tendimiento es  generada  la  voluntad,  porque,  si  la  cosa  no  fuese  recor- 
dada y  entendida,  jamás  podría  ser  querida,  amada  o  desamada.  "Estas 
tres  naturalezas  están  unidas  para  constituir  una  sola  alma  del  hombre". 
Sin  embargo,  una  virtud  no  es  la  otra;  cada  virtud  tiene  su  propiedad, 
con  la  cual  ejerce  su  oficio  propio  a  fin  de  dar  su  acabado  cumplimiento- 
ai  alma.  La  memoria  recuerda  las  figuras  y  los  colores,  los  estados  y  las 
cosas  pasados;  el  entendimiento  entiende  las  diversidades  y  las  diferen- 
cias que  hay  entre  unas  figuras  y  otras,  entre  un  color  y  otro,  entre  una 
y  otra  situación,  y  asimismo  las  cosas  futuras ;  la  voluntad  ama  u  odia 
aquellas  cosas  que  el  alma  recuerda  y  entiende,  y  quiere  que  unas  cosas 
sean  mejores  o  peores,  antes  o  más  tarde,  o  bien  que  sean  o  no  sean.  En 
las  cosas  en  que  el  hombre  usa  de  sus  sensualidades  con  los  cinco  sen- 
tidos corporales,  usa  de  las  tres  virtudes  del  alma  en  tal  manera  y  en  taí 
división  que  la  obra  de  la  una  no  es  parecida  a  la  obra  de  la  otra.  Pues 
mucho  más  se  diferencian  las  obras  de  las  tres  virtudes  del  alma  cuando 
el  hombre  se  ocupa  en  las  cosas  sensuales  que  no  cuando  se  ocupa  en  las 
cosas  intelectuales.  La  causa  y  la  razón  de  ello  es  que  las  sensualidades 
son  tratadas  por  manera  de  composición,  mientras  que  las  intelectuida- 
des  lo  son  por  manera  de  simplicidad.  Y,  puesto  que  las  tres  virtudes  es- 
tán en  el  alma  unidas  simplemente  en  una  substancia,  por  eso  su  obra 
está  más  unida  en  las  cosas  simples  que  en  las  cosas  compuestas,  ha?ta 
el  punto  que,  cuando  ellas  se  ocupan  en  las  cosas  intelectuales,  apenas  :  e 
puede  conocer  la  diversidad  que  hay  en  sus  obras.  "Cuando  el  hombre, 
Señor,  piensa  en  el  ser  de  vuestra  gloriosa  deidad,  la  memoria  del  hom- 
bre recuerda  vuestra  gran  bondad  y  vuestra  gran  nobleza  y  las  grandes 
noblezas  que  hay  en  vuestras  perfectas  virtudes.  El  entendimiento  del 
hombre,  Señor,  cuando  trata  del  ser  de  vuestra  deidad,  entonces  hace 


(8o)  "Com  home  es  cogitant  que  en  la  anima  racional  memoria  no  es  enteniment  ni 
volentat,  ni  enteniment  no  es  memoria  ni  volentat,  ni  volentat  no  es  memoria  ni  ente- 
niment" (cap.  164,  §  30,  tom.  III,  pág.  386).  "On  beneyt  siats  vos,  qui  tant  unides  havets 
les  virtuts  de  la  anima,  per  tal  que  en  lur  unitat  sia  significada  la  unitat  de  les  tres  per- 
sones divines"  (ibid.,  pág.  392).  Mientras  otra  cosa  no  se  indique  expresamente  por  citar 
la  doctrina  que  sigue  en  el  texto  acerca  de  las  tres  virtudes  del  alma,  es  extractada  de 
este  capítulo  y  del  siguiente,  o  sea  el  165:  "Com  hom  cogita  en  la  manera  segons  la 
qual  les  tres  vertuts  de  la  anima  se  unexen  e  son  una  substancia  simpla". 


—  5^o 


otra  cosa  que  no  hace  la  memoria ;  porque  la  'memoria  recuerda  vuestra 
bondad,  pero  el  entendimiento  entiende  por  qué  razón  vuestra  bondad  es 
tan  excelente  sobre  las  criaturas  y  qué  razones  hay  para  que  vos  debáis 
ser  el  Creador  y  nosotros  las  criaturas.  Mas,  puesto  que  la  memoria  y 
el  entendimiento  tratan  en  vos  intelectualmente,  por  eso  nos  parece  que 
casi  no  hay  diferencia  entre  lo  que  hace  la  memoria  y  lo  que  hace  el  en- 
tendimiento. En  aquella  hora  y  en  aquel  tiempo  en  que  la  memoria  y  el 
entendimiento  del  hombre  están  pensativamente  en  la  contemplación  de 
vuestra  bondad,  en  la  misma  hora  y  tiempo  la  voluntad  del  hambre  está 
contemplando  en  vuestra  bondad ;  y  si  la  memoria  contempla  en  vuestra 
bondad  recordando  y  el  entendimiento  piensa  en  ella  entendiendo,  la  vo- 
luntad, Señor,  contempla  queriendo  y  amando  y  de.-eando  estar  con  vos 
•en  vuestra  gloria". 

Las  tres  virtudes  del  alma  son  iguales  en  naturaleza.  Ninguna  es  más 
virtuosa  que  la  otra,  y  por  eso  sus  obras  son  iguales  en  el  tietmpo  y  en 
virtud  y  en  fuerza  y  en  honor  y  en  gracia ;  ninguna  es  antes  que  la  otra, 
ni  puede  actuar  sin  el  concurso  de  las  otras  dos.  Esa  concurrencia  de  las 
tres  virtudes  del  alma  se  da  aun  en  el  caso  de  que  el  hombre  caiga  acci- 
dentalmente en  el  pecado.  Parece  a  primera  vista  que  la  memoria  y  el 
entendimiento  actúan  entonces  sin  el  querer,  puesto  que  recuerdan  y  en- 
tienden cosas  que  no  amamos  sino  que  odiamos.  Nótese,  empero,  que 
cuando  el  hombre  comienza  a  recordar  o  entender  alguna  cosa,  también 
comienza  a  querer ;  y  cuando  la  ha  recordado  y  entendido,  si  la  odia,  en- 
tonces la  comienza  a  desquerer  ("devoler").  Hay,  pues,  dos  volunta- 
des que  se  suceden  en  un  tiempo  imposible  de  discernir :  aparece  la  prime- 
ra cuando  la  memoria  y  el  entendimiento  son  ligados  a  querer  recordar  o 
entender  alguna  cosa ;  surge  la  segunda  cuando  el  querer  se  liga  con  la 
memoria  y  con  el  entendimiento  para  odiar  aquella  misma  cosa  (90). 

Pero,  aunque  las  tres  virtudes  del  alma  sean  iguales  en  naturaleza, 
.<es  mayor  la  actualidad  de  la  voluntad  en  cuanto  al  ejercicio:  "Es  el  amor 
tan  grande  y  noble,  verdadero  y  justo  en  el  animal  racional,  que  es  ¡mu- 
cho mayor  la  actualidad  en  que  viene  el  querer  que  la  actualidad  en  que 
vienen  la  memoria  y  el  entendimiento,  aunque  en  cuanto  a  potencia  sean 
en  cantidad  igual  por  creación.  La  causa  por  la  que  el  querer  sobrepuja, 
Señor,  al  recuerdo  y  al  entendimiento,  es  porque  la  voluntad  puede  amar 


(90)  Esta  explicación  es  el  origen  de  los  dos  términos  "voluntad  amante"  y  "volun- 
tad odiante"  que  entran  en  la  segunda  figura,  o  sea  del  alma  racional,  en  el  Ars  magna 
primitiva.  Véase  el  cap.  XI,  §  III,  núm.  16,  de  la  presente  obra. 


-  5*1  - 


aquello  que  el  alma  no  puede  recordar  ni  entender,  como  vuestro  ser  di- 
vino, al  cual  el  alma  quiere  y  ama,  sea  cual  fuere  la  cosa  que  él  sea  en  sí 
mismo,  y  la  memoria  no  lo  puede  recordar  ni  el  entendimiento  lo  puede 
entender"  (91).  Lull  añade  todavía  una  doble  explicación  psico-fisiológi- 
ca  y  teológica.  "Accidentalmente — dice — ,  por  razón  del  corazón  que  es 
instrumento  mejor  dispuesto  para  servir  al  querer  que  la  cabeza  para  re- 
cordar y  entender,  el  querer  puede  querer  más  que  la  memoria  recordar 
y  el  entendimiento  entender"  (92) ;  y,  remontándose  a  la  rebelión  del  de- 
monio y  al  pecado  de  Adán,  afirma  que  "así  como  el  querer  había  errado 
muy  grandemente  por  sobre  querer,  debía  también  desear  subir  ¡más  (que 
la  memoria  y  el  entendimiento)  para  poseer  el  lugar  del  que  cayó  el  de- 
monio por  desordenado  querer  y  de  donde  salió  Adán  por  culpable  que- 
rer" (93). 

Esa  triple  doctrina  de  la  igualdad  de  naturaleza  de  las  tres  virtudes 
del  alma,  de  la  concurrencia  simultánea  de  las  mismas  en  el  obrar  y  de 
la  mayor  actualidad  de  la  voluntad,  constituye  la  llave  de  la  mística  lu- 
liana. 

16.  No  menos  importante  es  la  doctrina  de  los  cinco  sentidos  espiri- 
tuales, los  cuales  vienen  a  suplir  la  deficiencia  radical  de  los  sentidos  cor- 
porales :  "En  aquello  que  los  cinco  sentidos  corporales  no  pueden  sa- 
ber ni  alcanzar  referente  a  la  verdad  de  vuestro  ser,  alcanzan,  Señor,  los 
cinco  sentidos  espirituales...,  porque  el  no  veros  no  viene  de  defecto 
vuestro,  sino  de  insuficiencia  de  los  cinco  sentidos  corporales...  Vos,  Se- 
ñor, habéis  ordenado  que  os  entendamos  con  los  sentidos  del  alma"  (94). 
Cinco  son  los  sentidos  espirituales  o  intelectuales,  a  saber,  la  cogitado, 
•el  apercibimiento,  la  conciencia,  la  sutileza  y  el  coraje  o  fervor.  En  la 
actuación  de  cada  uno  de  ellos  concurren  las  tres  virtudes  del  alma  (95). 
Hay  diversidad  entre  los  cinco  sentidos  intelectuales,  porque  cada  uno 
tiene  su  propiedad  o  manera  de  certificar  la  verdad  que  le  corresponde 
según  su  naturaleza  y  su  oficio  propio  (96). 

"Cogitado"  es  sinónimo,  en  el  lenguaje  luliano,  de  pensamiento,  re- 


tel)   Cap.  312,  párr.  13  (tom.  VI,  pág.  449). 

(92)  Cap.  328,  párr.  19  (tom.  VII,  pág.  164),  y  también  el  cap.  326,  párr.  12, 
pág.  135- 

(93)  Cap.  358,  párr.  17  (tom.  VTI,  pág.  525). 

(94)  Cap.  23,  párrs.  13,  14  y  18  (tom.  I,  pág.  114). 

(95)  Cfr.  cap.  164,  párrs.  10  y  20  (tom.  III,  págs.  388  y  390). 
<96)    Cfr.  cap.  193,  párrs.  5  y  6  (tom.  IV,  pág.  221). 

3« 


—  562  — 


ííexión,  meditación  (97).  Lull  la  denomina  también  "vista  intelectual"  y; 
"ojos  del  alma",  superiores  a  los  ojos  y  a  la  vista  corporales,  pues  nos 
permiten  ver  aquello  que  estos  últimos  no  pueden  ver.  "En  este  mundo,. 
Señor,  el  hombre  ve  vuestra  humanidad  intelectualmente,  pensando  (co- 
gitant);  pero  no  la  puede  ver  sensualmente  en  aquella  figura  en  la  cual 
ella  es.  Y  así  en  esto  se  puede  conocer  la  mayor  nobleza  que  en  el  hom- 
bre tiene  la  vista  intelectual  respecto  de  la  sensual ;  porque  los  ojos  del 
alma  alcanzan  y  consiguen  ver  aquello  que  los  ojos  corporales  no  pueden 
alcanzar  ni  conseguir"  (98).  Esta  vista  intelectual  está, mucho  más  cerca 
del  amor  que  la  vista  corporal,  "porque  la  vista  corporal  embarga  el  pen- 
samiento ("cogitado")  durante  todo  el  tiempo  en  que  el  hombre  ve  de  pre- 
sente aquello  que  ama,  y  por  eso  el  hombre  se  enamora  con  más  inten- 
sidad viendo  intelectualmente  que  sensualmente"  (99).  A  diferencia  de 
la  vista  corporal,  la  "cogitado"  no  está  embargada  ni  impedida  por  el 
tiempo  ni  el  lugar  (100);  no  obstante,  es  finita  y  limitada:  "Tan  escasa  y 
mezquina  es  la  "cogitado"  del  hombre  que  cualquier  cosa  la  llena  y  la 
limita"  (101).  Por  eso  exige  reflexión,  esfuerzo  intelectual  persistente  y 
continuado:  "Así  como  el  hombre  que  extrema  todas  sus  fuerzas  cuando 
levanta  un  peso  y  despliega  todo  su  poder  para  conseguirlo,  así,  Señor, 
por  gracia  vuestra,  mi  alma  se  entrega  tan  intensamente  día  y  noche  a 
la  meditación  de  vuestras  altezas  y  honores,  que  toda  la  fuerza  de  su  "co- 
gitado" agota  y  aporta  hasta  los  límites  más  allá  de  los  cuales  carece  de 
todo  poder"  (102).  La  meditación  hace  al  alma  más  libre,  más  poderosa 
y  más  virtuosa  y,  hecha  solitariamente  y  en  lugar  apartado,  recoge  fru- 
tos de  amor,  de  devoción,  de  contrición,  de  lealtad,  de  verdad  y  de  las 
otras  virtudes  (103).  Un  último  fruto  es  el  placer  y  la  dulzura:  "Quien 
medite,  Señor,  en  vos  con  todas  las  fuerzas  de  su  alma,  sin  embargo  ni' 
impedimento  de  las  cosas  sensuales,  sus  meditaciones  son  buenas  y  lle- 
nas de  dulzura  y  de  placer  y  de  amor;  porque  entonces  el  alma  está  uni- 
da y  próxima  a  vos,  contemplando  en  vuestra  gloriosa  deidad"  (104). 

07)  Véase  la  dist.  XXVHT:  "De  cogitado  qui  es  seny  esperituál  entellectual  en 
borne"  Clib.  III,  tom.  III,  págs.  202-418). 

(q8)  Cap.  150,  párr.  15,  pág.  301.  En  el  cap.  168,  párrs.  1-6  ípágs.  412  y  413)  se 
establece  un  paralelo  entre  la  "vista  deis  ulls  corporals"  y  la  "vista  de  la  cogitado".  Luir 
denomina  también  a  este  sentido  "cogitado  intellectiva"  <cap.  150,  párr.  5,  pág.  200). 

(qo)  .  Cap.  150,  párr.  10,  pág.  300.  .  . 

íioo)    Cap.  i4o.  párrs.  13  y  14,  pác.  205. 

fioj)    Cap.  168:  "Com  home  cogita  en  les  termenacions  dints  les  quals  es  termenada: 
la  cogitació  humana"  fpárr.  25,  pág.  416).  Es  muy  interesante  todo  el  capítulo. 
^102)    Cap.  168-,  párr.  17,  pág.  416.  Véase  también  el  cap.  t4q,  párr.  8,  páz.  2Q4- 
^103)    Cap.  149,  párrs.  11  y  iq,  págs.  294  y  296. 
fio4)    Ibid..  párr.  q,  pác.  206. 


-  5(>3  ~ 


El  apercibimiento  (105)  se  refiere  propiamente  a  la  función  intelec- 
tiva. Apercibir  y  entender  son  términos  sinónimos  (106).  Aunque  Lull  no 
la  haya  señalado  expresamente,  la  distinción  entre  la  "cogitado"  y  el 
apercibimiento  se  desprende  de  los  textos  lulianos.  Para  que  la  "cogita- 
do" tenga  toda  su  eficacia  contemplativa,  es  condición  indispensable  des- 
asirse inicialmente  de  las  cosas  sensuales  y  mundanas,  y  de  ahí  la  conve- 
niencia de  aislarse  y  de  huir  del  trato  de  los  hombres ;  realizada  esta  pre- 
caución elemental,  el  que  medita,  como  el  ave  que  lejos  de  la  tierra  vue- 
la por  el  aire  sin  límite  y  en  la  dirección  que  mejor  le  place,  ve  exten- 
der y  ampliar  su  "cogitado"  al  meditar  sobre  las  virtudes  y  las  obras  di- 
vinas (107).  El  apercibimiento,  en  cambio,  necesita  indispensablemente 
las  sensualidades,  sobre  todo  en  los  primeros  pasos  de  la  ascensión  in- 
telectual. "El  apercibimiento  y  el  conocer  del  hombre  comienzan  a  subir 
desde  las  cosas  sensuales  a  las  cosas  intelectuales"  (108).  Por  eso  obser- 
va Lull  agudamente  que  los  hombres  que  viven  en  las  ciudades  y  en  los 
lugares  poblados,  tienen  más  apercibimiento  de  las  cosas  intelectuales  que 
los  hombres  que  habitan  en  lugares  agrestes  o  despoblados,  y  la  razón 
de  ello  es  que,  donde  hay  multitud  de  gentes,  las  sensualidades  son  más 
numerosas  y  más  diversas  y  que,  cuantas  más  sean  las  sensualidades, 
más  son  las  intelectuidades  por  ellas  significadas  (109).  Cuando  el  hom- 
bre está  en  posesión  de  las  cosas  intelectuales  que  son  conocidas  por  las 
sensuales,  sube  otro  escalón  y  conoce  y  apercibe  otras  intelectuidades  por 
las  intelectuidades  primeras  y  después,  cuando  está  en  el  tercer  escalón, 
puede  subir  al  cuarto  escalón  por  la  fe ;  pero  el  conocimiento  del  hombre 
no  puede  llegar  a  este  cuarto  escalón,  porque  la  razón  no  puede  subir 
tanto  corno  la  fe;  y  esto  se  explica  porque  la  razón  y  el  entendimiento 
pertenecen  a  la  naturaleza  del  hombre,  mientras  que  la  fe  está  por  en- 
cima de  la  naturaleza  humana  (110). 

Lull  distingue  insistentemente  entre  las  cosas  que  van  según  el  curso 
dé  la  naturaleza  y  las  cosas  que  están  fuera  del  curso  natural.  Pertene- 
cen a  estas  últimas  la  creación,  la  resurrección,  la  Trinidad,  la  unidad  di- 


dos)  Véase  la  dist.  XXIX:  "En  qual  manera  home  ha  apercebiment  d'aver  cor.c- 
xensa  d'aquelles  coses  que  vol  entendre  e  conéxer"  (lib.  III;  tom.  TV,  págs.  3-332). 

(106)  Cfr.  el  cap.  ióg,  párr.  9,  pág.  6.  Además,  las  rúbricas  de  una  eran  parte  'de 
los  capítulos  referentes  a  es*e  sentido  espiritual  comienzan  así:  "Com  hom  aperceb  e 
en  ten..." 

Í107)  Cfr.  cap.  168,  párrs.  19-21,  y  también  el  cap.  149,  párrs.  7,  8  y  19-21,  pági- 
nas 416  y  293. 

(108)    Cap.  169,  párr.  19,  pág.  8. 
Cioo)    Cap.  169,  párr.  13,  pág.  7. 
(tío)    Cap.  169,  párr.  19,  pág.  I. 


-  504  - 


vina,  su  generación,  su  procesión,  la  Encarnación,  la  Eucaristía  y  otras. 
Apercibimos  y  entendemos  las  cosas  que  están  dentro  del  curso  natural 
mediante  las  "cuatro  causas":  la  causa  eficiente  ("faedor"),  la  materia, 
la  forma  y  la  causa  final ;  apercibimos  las  cosas  que  están  fuera  del  cur- 
so natural  con  el  auxilio  de  las  "cuatro  virtudes  divinas",  a  saber:  el  po- 
der, la  sabiduría,  la  voluntad  y  la  perfección.  "Vuestro  servidor,  vuestro 
súbdito,  Señor,  confiando  en  vuestra  ayuda,  para  gloria  y  en  reverencie 
y  en  hunor  de  vuestro  nombre,  se  esfuerza  tanto  como  puede  en  aperci- 
bir aquello  que  está  fuera  de  la  naturaleza  con  los  significados  que  toma 
<ie  vuestro  maravilloso  poder  y  de  vuestra  verdadera  sabiduría  y  de  vues- 
tra bendita  voluntad  y  de  vuestra  gloriosa  perfección"  (ni).  Semejante 
tarea  ha  de  ser  tratada  exclusivamente  con  las  tres  virtudes  y  los  cinco 
sentidos  espirituales  del  alma,  "porque  las  cosas  sensuales  naturales  em- 
bargan el  alma  del  hombre  para  indagar  las  cosas  que  están  fuera  de 
los  términos  de  la  naturaleza".  Y,  a  fin  de  dejar  puntualizado  que  no 
hay  contradicción  con  lo  expuesto  anteriormente,  se  hace  en  seguida  esta 
salvedad :  "Empero,  así  como  el  alma  es  emJbargada  por  las  cosas  sen- 
suales en  una  manera,  así  también  es  encaminada  por  ellas  en  otra  ma- 
nera" (112). 

El  tercer  sentido  espiritual,  que  es  la  conciencia  (113),  tiene  por  ob- 
jeto la  dirección  de  la  conducta  práctica.  "Así  como  habéis  dado  ojos  al 
hombre  para  que  vea  los  lugares  a  que  quiere  ir  o  sepa  tocar  y  palpar 
las  cosas  que  le  son  necesarias,  así,  Señor,  os  ha  placido  dar  al  hombre 
■conciencia  para  que  con  ella  y  por  ella  sepa  qué  cosas  debe  dar  por  vues- 
tro amor  y  cuáles  deba  guardar  por  amor  de  vos...  Los  ojos  con  los 
•cuales  ve  y  guarda  la  conciencia  del  hombre  son  la  justicia  y  la  rectitud, 
y  el  cierre  y  la  ceguera  de  estos  ojos  son  la  injusticia  y  la  -malevolen- 
-cia"  (114).  La  conciencia  nos  hace  temerosos  para  realizar  malas  obras 
y  voluntariosos  para  hacer  el  bien ;  remuerde  y  acusa ;  manda  y  amo- 
nesta, y  despierta  la  compunción  y  el  arrepentimiento  de  nuestras  fal- 
tas (115).  Pero  la  conciencia,  como  los  otros  sentidos  espirituales,  es 
finita  y  limitada   (116),  y  por  eso  duda.   En  un  delicado  capítulo 


(111)  Cap.  172,  párrs.  1-3,  pág.  30. 

(112)  Cap.  172,  párrs.  i-6,  págs.  30  y  31. 

(113)  Véase  la  dist.  XXX:  "De  consciencia"  (lib.  III;  tom.  IV,  págs.  333-382). 

(114)  Cap.  211,  párr.  1,  y  cap.  212,  párr.  13  (págs.  361  y  371). 

(115)  Cfr.  cap.  207,  párrs.  1  y  2,  pág.  333;  cap.  208,  párr.  3,  pág.  240,  y  cap.  209, 
párr.  iq,  pág.  351. 

(116)  Véase  el  cap.  213:  "Com  la  consciencia  d'ome  es  termenada  e  fenida"  (pági- 
nas 376-382). 


{ii7),  que  es  un  esbozo  de  higiene  de  la  conciencia,  analiza  Lull  las  cau- 
sas de  la  "conciencia  dudosa"  y  al  mismo  tiempo  señala  algunos  reme- 
dios para  poder  llegar  a  la  situación  de  "conciencia  certificada".  Son 
aquellas  causas:  la  discordancia  entre  la  potencia  sensitiva  y  la  poten- 
cia racional;  el  olvido  y,  en  general,  la  debilitación  de  la  memoria,  el  en 
tendimiento  y  la  voluntad,  a  la  cual  opone  la  abundancia  del  recuerdo  y 
el  ejercicio  de  aquellas  tres  potencias;  el  amor  excesivo  ("sobre  amor") 
hacia  el  objeto,  y  de  ahí  que  aconseje  el  "templado  recuerdo,  entendi- 
miento y  querer  en  las  cosas";  el  imiedo  insuperable,  que  se  cura  sitúan 
do  el  alma  en  el  término  medio  entre  la  audacia  y  el  miedo ;  la  percep- 
ción confusa  de  la  injusticia  y  la  malevolencia  junto  con  la  justicia  y  la 
rectitud,  contra  la  cual  procede  alejar  de  los  dos  primeros  estos  dos  úl- 
timos términos,  pensando  en  ellos  perseverantemente ;  el  desconocimien- 
to de  las  propiedades  y  verdaderos  significados  de  las  criaturas,  a  lo  cual 
opone  el  saber ;  la  mescolanza  y  la  proximidad  entre  la  verdad  y  la  fal- 
sedad en  las  cosas ;  el  desconocimiento  de  lo  que  es  posibilidad  y  de  lo 
que  es  imposibilidad  en  las  cosas ;  el  desacuerdo  entre  la  intención  y  la 
obra;  la  tentación,  que  impide  discernir  entre  la  amonestación  angélica 
y  la  diabólica,  y  la  opinión  vacilante  y  turbadora. 

Respecto  a  la  sutileza,  que  es  el  cuarto  sentido  espiritual,  hemos  de 
referirnos  a  lo  que  dejamos  expuesto  en  la  psicología  (118).  Para  Lull 
sutileza  es  sinónimo  de  ingenio,  de  habilidad,  de  agudeza  (119).  Recorde- 
mos que  la  sutileza  intelectual  no  sólo  es  superior  a  la  sutileza  sensual, 
sino  que,  en  último  resultado,  es  la  única  verdaderamente  eficaz;  sólo  ella 
nos  sirve  para  aguzar  nuestro  conocimiento  de  la  naturaleza  divina : 
"Quien  quiera  sutilizarse  en  vuestra  naturaleza  divina,  conviene,  Señor, 
que  exalte  y  suba  su  pensamiento  hasta  las  cosas  intelectuales  por  enci- 
ma de  los  límites  sensuales,  porque  el  alma  del  hombre  no  podría  ser  su- 
til en  vuestra  deidad  si  tuviese  el  pensamiento  ocupado  en  las  cosas  sen- 
suales" (120). 

El  quinto  y  último  sentido  espiritual  es  el  coraje,  fervor  o  animosi- 


(117)  Cap.  212:  "Com  la  conGciencia  del  home  no  es  certificada  e  es  duptosa"  (pá- 
ginas 369-375). 

(íi8)    Véase  el  §  I,  n.°  6,  del  presente  capítulo. 

(119)  Cfr.,  ya  desde  la  rúbrica,  el  cap.  214:  "Com  home  ha  subtilea  e  enginy  na 
turalment  o  accidentalment"  y  el  cap.  216:  "Com  hom  pren  manera  segons  la  qual  agua 
asubtila  e  endressa  a  son  enversari  son  enginy  e  son  enteniment  per  tal  que  en  la  espu 
tacio  li  fassa  entendre  raó"  (págs.  383  y  397). 

(120)  Cap.  215,  párr.  16,  pág.  393. 


566  - 


dad  (121).  Lull  lo  ha  definido  con  un  término  de  su  invención:  "sobre 
voler",  esto  es,  la  voluntad  que  se  sale  de  madre  (122).  Para  que  nazca 
el  coraje,  es  necesaria  la  concurrencia  de  las  tres  virtudes  del  alma: 
"Como  quiera  que  el  coraje  del  hombre  está  en  el  alma  potenciaknente, 
quien  quiera  amar  animosa  y  fervientemente  conviene  que  con  la  me- 
moria y  con  el  entendimiento  y  con  la  voluntad  haga  pasar  el  coraje  y 
el  fervor  de  la  potencia  al  acto"  (123).  Pero,  así  como  el  vaso  vacío  está 
dispuesto  a  recibir  toda  suerte  de  cosas,  bellas  o  feas,  así  también  las 
tres  virtudes  del  alma  son  vasos  dispuestos  para  recibir  aquellas  cosas 
que  queramos  meter  en  ellas  recordando,  entendiendo  y  queriendo,  y,  se- 
gún cuáles  sean  las  cosas  de  que  se  las  llene,  sobreviene  el  coraje  o  fer- 
vor en  amar  estas  cosas  (124).  El  pensamiento  en  Dios  suscita  el  fervor 
en  su  grado  máximo :  "A  vos  estoy  clamando  en  gran  manera  por  imi 
gran  coraje  que  día  y  noche  me  inquieta  para  amaros ;  porque  es  tan 
grande  el  coraje  y  el  fervor  que  mi  alma  tiene  en  amaros,  que  quiere 
amar  más  allá  de  los  límites  de  su  fuerza  y,  puesto  que  ella  no  puede 
amar  más  allá  de  estos  límites,  por  eso  me  inquieta  y  me  estropea  y  me 
manda  que  yo  ame  más  allá  de  los  poderes  de  mi  fuerza"  (125). 

Lull  ha  expuesto  un  "arte  por  la  cual  el  hombre  puede  vivificar  o  mor- 
tificar su  coraje  y  su  fervor"  (126).  Este  arte  es  una  terapéutica  moral, 
pues  así  como  el  medico  cura  al  enfermo  atemperando  sus  cualidades  y 
complexiones,  del  mismo  modo  el  que  quiera  vivificar  o  mortificar  su 
fervor,  ha  de  aplicar  su  potencia  imaginativa  a  trece  cualidades,  a  sa- 
ber :  la  memoria,  el  entendimiento,  la  voluntad,  la  sensualidad,  la  inte- 
lectuidad,  la  potencia,  la  actualidad,  la  frivolidad,  la  infinidad,  la  causa, 
la  aventura,  la  intención  primera  y  la  intención  segunda.  El  excesivo  fer- 
vor en  amar  los  placeres  temporales  y  las  vanidades  del  mundo  se  cura 
olvidando  las  cosas  demasiado  recordadas  y  esforzándose  en  recordar 
aquellas  cosas  poco  recordadas ;  por  el  contrario,  cuando  hay  falta  de 
fervor  hacia  la  cosa  que  se  desea  amar  mucho,  para  aumentarlo  conven- 
drá recordar  perseverantemente  dicha  cosa  en  sus  buenas  cualidades  con 
eliminación  de  las  malas.  El  que  tiene  gran  fervor  y  gran  voluntad  para 
entender  alguna  cosa  que  no  puede  entender  ni  saber,  para  amenguarlo 

(121)  Véase  la  disL.  XXXII:  "De  la  coratgia  o  frevor  qui  es  en  home"  (lib.  III; 
tom.  IV,  págs.  431-483). 

(122)  Cfr.  el  cap.  220,  párrs.  io  y  27,  págs.  436  y  438,  y  otros  pasajes. 

(123)  Cap.  220,  párr.  2,  pág.  431. 

(124)  Ibid.,  párr.  4,  pág.  432. 
<X2$)    Ibid..  párr.  10,  pág.  434- 

<T26)    Título  y  asunto  del  cap.  221,  págs.  43Q-446. 


mortifique  su  animosidad  imaginando  los  límites  de  su  entendimiento, 
-que  es  finito  y  limitado;  si,  por  el  contrario,  desea  aumentar  su  anúnostj 
dad  para  entender  o  saber  alguna  cosa,  imagine  la  virtud  y  la  gracia  que 
Dios  ha  dado  al  entendimiento,  del  hombre,  y  el  arte  y  la  (manera  como 
entendemos.  Con  la  misma  sutil  delicadeza  expone  Lull  el  tratamiento 
para  vivificar  o  mortificar  el  fervor  de  la  voluntad,  de  la  sensualidad,  de 
la  intelectuidad  y  de  las  demás  cualidades  ántes  enumeradas.  No  es  de 
extrañar,  por  tanto,  que,  después  de  haber  sometido  el  coraje  a  reglas, 
Lull  proclame  vigorosamente  la  necesidad  de  que  en  todo  momento  el 
fervor  sea  iluminado  por  el  saber:  "Quien  es  animoso  y  voluntarioso  de 
llegar  hasta  vos,  tenga  su  pensamiento  puesto  en  la  ciencia  y  la  sabiduT 
ría ;  porque,  así  como  por  la  vista  corporal  el  cuerpo  es  iluminado  y  enT 
-caminado  para  ir  donde  quiera  que  sea,  así,  Señor,  la  ciencia  y  sabiduría 
son  ojos  del  alma  con  los  cuales  ésta  puede  llegar  hasta  vos"  (127). 

Finalmente,  Lull  puntualiza  las  relaciones  entre  el  fervor  y  el  amor, 
Tanto  son  una  misma  cosa,  dice,  amor  y  coraje,  cuando  el  hombre  ama, 
que  el  uno  no  puede  existir  sin  el  otro.  Sin  embargo,  pueden  tener  ob- 
jeto contrario  cuando  el  hombre  odia,  porque  podemos  fervientemente 
amar  unas  cosas  y  con  el  mismo  fervor  odiar  otras  cosas  (128). 

Antes  de  dar  por  terminada  la  exposición  de  la  doctrina  de  los  sen- 
tidos espirituales,  queremos  notar  que,  dentro  de  la  mística  luliana,  el  tér- 
mino "sensibilidad"  adquiere  una  extensión  considerable  de  acuerdo  con 
la  extensión  dada  al  término  "sentido".  Lull  habla  de  "sentidos  comunes" 
y  de  la  "comunidad  de  los  sentidos  sensuales  y  de  los  sentidos  espiritua- 
les" (129).  Hay  en  el  hombre — dice — tres  maneras  de  sensualidades:  las 
sensualidades  sensuales,  que  provienen  del  cuerpo ;  las  sensualidades  in- 
telectuales, que  vienen  de  parte  del  alma,  y  la  sensualidad  común,  que 
nace  de  la  naturaleza  corporal  y  de  la  naturaleza  espiritual.  Cuando  con- 
sideramos en  la  Santa  Pasión  las  llagas  y  los  trabajos  y  la  muerte  dolo- 
fosa  sufrida  por  el  Señor,  somos  sensibles  sensualmente;  cuando  por  la 
sensualidad  sensual  comenzamos  á  recordar  la  pasión  y  la  muerte  de  Je- 
sucristo, entonces  sentimos  intelectualmente;  y  cuando  comenzamos  a 
llorar  y  a  suspirar  y  á  tener  contrición  y  devoción,  entonces  tenemos  el 
sentimiento  compuesto  corporal  e  intelectualmente.  Cuando  el  cuerpo  del 
"hombre  siente  ardimiento  y  fervor  y  llora,  y  el  alma  siente  amor  y  que- 
rer y  recuerdo  y  pensamiento  y  devoción,  entonces  de  estas  dos  sensua- 


(127)  Cap.  225,  párr.  16,  pág.  472. 

(128)  Cap.  226,  párr.  3,  pág.  -475- 

(129)  Cap.  170,  párrs.  1  y  2  (tom.  IV,  pág.  12). 


—  — 

lidaues  se  hace  en  el  hombre  la  sensualidad  compuesta  de  las  cosas  cor- 
porales y  de  las  cosas  espirituales  (130).  Gracias  a  esta  extensión  del 
concepto  de  sensibilidad,  Lull  ha  podido  distinguir  tres  tipos  de  oración,, 
como  veremos,  y  hablar  de  las  dulzuras  y  placeres  de  la  contemplación. 

17.  Si  en  este  mundo,  afirma  Lull,  cada  hombre  tiene  arte  y  mane- 
ra de  usar  de  su  oficio,  aquéllos  que  quieran  amar  a  Dios  convendrá  que 
tomen  arte;  porque  si  el  peletero,  el  zapatero  y  el  juglar  lo  tienen,  ¡con 
cuánta  mayor  razón  no  ha  de  tenerlo  el  hombre,  que  está  tan  intensa- 
mente obligado  a  amar  y  servir  a  Dios !  Y  así  como  el  arte  de  la  carpin- 
tería se  basa  en  las  herramientas  y  la  sabiduría  del  carpintero  y  en  la- 
materia,  esto  es,  la  madera,  así  también  el  arte  de  amar  a  Dios  se  funda 
primeramente  en  la  gracia  divina  y  en  las  tres  virtudes  del  alma  que  la 
reciben  y,  además,  en  las  nueve  cosas  siguientes  que  sirven  de  instru- 
mentos:  1.a  Continencia  y  abstinencia  en  el  comer  y  beber  y  en  las  de- 
más cosas  sensuales  (131).  2.a  Subordinación  de  los  sentidos  sensuales 
a  los  sentidos  intelectuales.  3.a  Que  la  potencia  imaginativa,  dentro  de 
su  oficio  de  usar  de  las  cosas  temporales,  imagine  la  vileza  del  mundo  en 
vez  de  los  placeres  y  vanidades.  4.a  Que  la  potencia  racional  no  sea  es- 
clava de  la  potencia  sensitiva.  5.a  Que  la  potencia  motriz  obedezca  a  la 
potencia  racional  y  no  a  la  potencia  sensitiva.  6  a  Que  se  dé  al  alma  un 
"bello  y  noble  y  grande  y  virtuoso  recordar,  entender  y  querer".  7.a  Amar 
a  Dios  por  la  primera  intención  y  a  las  demás  cosas  por  la  segunda  in- 
tención. 8.a  Que  la  memoria  y  el  entendimiento  aprendan  el  contraste 
entre  perfección  y  defecto,  a  fin  de  que  la  voluntad  se  decida  a  amar  la 
cosa  perfecta.  9.a  Soledad  y  contemplación,  porque  "así  como  la  natu- 
raleza inclina  al  buey  a  que  coja  la  yerba  y  después  la  rumie  y  la  mas- 
tique, y  la  naturaleza  hace  esto  porque  el  buey  no  tendría  tiempo  de  mas- 
ticar toda  la  yerba  que  ha  pacido  para  su  menester,  así  también  puede  el 
hombre  por  arte  y  por  manera  coger  con  los  cinco  sentidos  sensuales  los 
significados  que  significan  vuestra  nobleza,  y  después  conviene  que  el 
hombre  se  aisle  a  fin  de  que  con  los  cinco  sentidos  espirituales  os  pueda. 
con templar"  (132). 

A  este  "Arte  de  enamorarse  de  Dios"  sucede  el  "Arte  de  orar  y  con- 


(130)  Cap.  147,  párrs.  4,  5  y  6  (tom.  III,  páe.  280). 

(131)  El  tema  de  la  continencia  es  tratado  de  un  modo  especial  y  amplio,  más  ade- 
lante, en  el  cap.  348 :  "Com  hom  adora  e  contempla  e  prega  nostre  Senyor  Deus  que  li 
do  continencia"  (tom.  VII,  pájrs.  393-404). 

(132)  El  presente  párrafo  ha  sido  extractado  del  cap.  282:  "Com  hom  tracta  de  la 
art  e  de  la  manera  per  la  qual  hom  se  pot  enamorar  de  son  Deus  ploriós"  (tom.  VX 
págs.  121-132). 


templar",  más  reglado  y  mucho  más  ceñido  e  intencionado,  porque  per- 
sigue la  unión  del  alma  con  Dios  y  la  fruición  mística;  y,  aunque  Lull 
denomina  indistintamente  su  obra  "Libre"  o  "Art  de  contemplado",  el 
contenido  y  las  líneas  precisas  de  esta  arte  se  hallan  especialmente  en  la 
extensísima,  difusa  y  a  la  vez  luminosa  distinción  "De  oració",  del  li- 
bro V,  que  es  la  última  de  la  obra. 

Hay  tres  figuras  o  formas  de  oración :  la  primera  es  La  oración  sen- 
sual, y  tiene  lugar  cuando  el  hombre  nombra  o  habla  o  se  vale  de  otros 
medios  corporales,  adorando  las  virtudes  divinas  y  pidiendo  gracia,  per- 
dón y  bendición ;  la  segunda  es  la  oración  intelectual,  con  la  cual  el  alma 
devotamente  recuerda,  entiende,  ama,  contempla  y  goza  en  las  virtudes 
y  perfecciones  divinas;  la  tercera  es  la  oración  compuesta  de  sensuali- 
dades e  intelectuidades,  y  se  realiza  cuando  el  hombre  hace  buenas  obras 
y  practica  la  justicia,  la  misericordia,  la  verdad  y  las  otras  virtudes.  Esta 
tercera  figura  de  oración  es  la  más  perfecta,  por  cuanto  reúne  las  exce- 
lencias de  las  otras  dos ;  en  ella  el  hombre  adora  y  contempla  a  Dios  día 
y  noche  y  en  todo  cuanto  hace  sensual  e  intelectualmente  (133). 

Correspondiendo  a  la  oración  sensual  y  con  el  objeto  de  regularla. 
Lull  presenta  dos  artes  subalternas.  Es  la  primera  el  "Arte  de  llorar  los 
pecados"  (134)  que  enseña  al  hombre  a  "figurar"  figuras  sensuales,  a  fin 
de  que  con  su  entendimiento  pueda  subir  a  las  intelectuidades  por  las 
cuales  la  humedad  del  corazón  sube  hasta  los  ojos  corporales,  para  dar 
a  éstos  lágrimas  y  llanto;  bien  entendido  que  "ama  mucho  más  una  lá- 
grima de  aquéllos  que  lloran  por  fuerza  de  mucho  recordar  y  entender 
y  amar,  que  mil  llantos  de  aquéllos  que  por  abundancia  del  corazón  dis- 
puesto a  llorar,  lloran  con  escaso  recuerdo  y  entendimiento  y  querer".  Es 
la  segunda  el  "Arte  de  decir  palabras  retóricamente  ordenadas"  (135). 
"Cuando  el  hombre  os  adora  y  os  invoca  y  os  ruega  y  os  da  gracias  y  os 
alaba  y  os  bendice,  entonces  habla  con  los  más  bellos  dictados  y  con  las 
más  bellas  palabras."  Son  bellas  palabras  las  que  son  dichas  con  conoci- 
miento de  causa  y  no  al  azar ;  lo  son  también  las  palabras  nuevas  y  des- 
conocidas a  causa  del  placer  que  engendran  en  nuestra  alma  insacia- 


(133)  Cfr.  el  cap.  315:  "De  la  forma  d'oracio",  y  el  cap.  300:  "En  qual  manera 
orado  e  contemplado  ordonada  es  bona"  (tom.  VII,  págs.  1-12  y  544-557). 

(134)  Véase  el  cap.  344:  "Com  hom  adora  e  contempla  e  prega  son  gloriós  Deu  que 
Ii  demostré  la  art  e  la  carrera  segons  la  qual  puxa  plorar  sos  peccats  e  ses  culpes"  (pá- 
ginas 342-353). 

(135)  La  expone  en  el  bellísimo  cap.  353:  "Com  hom  adorant  e  contemplant  nostre 
Senyor  Deus,  sab  aver  art  e  manera  de  dir  paraules  rectoricalment  ordonades"  (págs.  532- 
544),  de  sabor  franciscano,  y  al  cual  pertenecen  los  conceptos  y  citas  del  texto. 


—  57o  — 


<la  (136).  Pero  el  que  quiera  encontrar  bellas  palabras  no  tiene  más  que 
recorrer  la  jerarquía  de  las  criaturas;  cuanto  más  altas  y  más  nobles  y 
de  mejores  obras  sean  éstas,  más  bella  es  la  palabra  que  las  expresa.  "El 
más  bello  y  el  más  virtuoso  vocablo  que  el  hombre  puede  nombrar — ex- 
clama Lull  como  San  Francisco  de  Asís — es  nombrar  a  Jesucristo". 

"Así  como  la  saeta  llega  hasta  cierto  límite  por  el  empuje  que  le  im- 
prime la  ballesta,  así  imi  memoria  y  el  entendimiento  se  mueven  intelec- 
tualmente  para  contemplar  y  adorar  vuestra  infinidad  según  la  virtud  y 
el  poder  que  vos  les  habéis  dado"  (137J.  Para  aumentar  artificialmente  ese 
poder,  hallamos  en  la  distinción  "De  oració"  un  conjunto  de  procedimien- 
tos a  los  cuales  podemos  denominar  comprensivamente  métodos  místicos, 
distinguiendo,  con  todo,  entre  los  métodos  de  exposición  y  los  métodos 
<le  ascensión.  Los  primeros  tienen  por  objeto  depurar  el  concepto  de  los 
residuos  sensuales  para  llegar  a  la  "simple  intelectuidad"  (138)  o  subs- 
tituir el  sentido  literal,  sensual  y  falible  de  la  palabra  por  un  sentido  es- 
piritual y  más  adecuado;  objeto  de  los  segundos  es  remontar  gradual- 
mente el  alma  a  las  alturas  de  la  contemplación  mística.  A  veces  se  com- 
binan los  unos  con  los  otros,  formando  un  solo  método  más  complejo. 

18.  Al  tratar  de  los  sentidos  corporales,  Lull  hace  una  crítica  a  fon- 
do del  valor  significativo  de  la  palabra  (139).  "Palabra  es  dicción  senti- 
da." Y  como  quiera  que  el  entendimiento  está  dentro  del  alma  y  la  pa- 
labra está  fuera  de  ella,  por  eso  la  verdad  está  más  cerca  del  entendi- 
miento que  de  la  palabra,  que  es  cosa  sensual.  Cuando  el  entendimiento 
actúa  con  arreglo  a  su  virtud  y  su  naturaleza,  y  la  palabra  le  sigue  y  no 
le  embarga  ni  le  da  significación  de  contrariedad,  entonces  la  palabra  se 
avigora  y  se  ordena  en  el  entendimiento,  y  a  su  vez  el  entendimiento  es 
significado  en  la  palabra.  Pero,  cuando  la  palabra  marcha  según  su  po- 
"bre  poder  y  se  desvía  del  entendimiento,  entonces  se  produce  el  contras- 


Í136)  "Aitant  com  occasió  s'acosta  més  a  esser  que  ventura,  aitant  paraules  qui  sien 
dites  occasionadament  son  pus  belles  que  paraules  qui  sien  diAes  a  aventura...  Car  per  so 
car  la  ánima  racional  no  's  pot  sadollar  en  est  mon  e  desija  son  cumpliment,  per  assó 
s'adelita  més  home  com  ou  paraules  novelles  e  estranyes...  On,  per  lo  plaer  que  la  ánima 
ha  com  hom  ou  novelles  raons  e  demostracions,  per  asso  son  les  paraules  embellides  en 
aquell  qui  les  diuv  (párrs.  25  y  26.  pág.  54i). 

(137)  Cap.  3ig,  párr.  7,  pág.  48. 

(138)  Término  correlativo  de  la  "simple  entellectuitat"  es  "entellectuejar",  esto  es, 
el  entender  puro.  Cfr.  el  uso  de  esta  terminología  en  el  cap.  352,  párrs.  3  y  7,  y  en  el  capi- 
llo 357,  párr.  30  (tom.  MI,  págs.  445,  446  y  505). 

(139)  En  el  interesante  y  agudo  cap.  155:  "Com  home  cogita  en  les  concordances 
«e  en  les  contrarietats  qui  son  entre  enteniment  e  paraula"  (tom.  III,  págs.  328-335),  del 
•cual  son  los  conceptos  que  siguen  en  el  texto. 


-  571  " 


te  entre  la  palabra  y  el  entendimiento  por  el  cual  la  primera  turba  al  ser 
gundo.  En  la  dicción  hay  muchas  veces  doble  entendimiento.  Por  eso,  el 
aluna  bien  dispuesta  a  recibir  la  verdad  ama  mucho  más  las  demostracio- 
nes que  se  engendran  en  su  entendimiento  que  no  aquéllas  que  se  ■eiigen*- 
dran  por  palabras  cuyos  significados  ignoramos.  Como  quiera  que  la  pa- 
labra es  deficiente  para  significar  todas  las  cosas,  y  por  su  parte  el  en- 
tendimiento tampoco  alcanza  a  entenderlas  todas,  por  eso  las  palabras 
tienen  dos  especies  de  significados :  los  unos  son  literales,  los  otros  son  es- 
pirituales. Los  significados  y  las  exposiciones  literales  son  sensuales;  los 
significados  y  las  exposiciones  espirituales  son  intelectuales.  En  fin,  puesr 
to  que  el  entendimiento  es  más  verdadero  y  más  noble  que  la  palabra,, 
por  eso  es  mejor  contemplar  por  entendimiento  que  por  palabra,  sobre 
todo  si  se  tiene  en  cuenta  que  la  palabra  embarga  al  entendimiento  de  su 
contemplar  en  la  esencia  divina. 

Esta  crítica  se  reanuda  en  la  distinción  "De  oració",  en  la  cual  se  pro: 
clama  que  "el  entendimiento  alcanza  más  que  la  palabra"  (140)  y  que 
"el  entendimiento  contiene  en  sí  más  verdad  que  la  palabra,  porque  la 
palabra  es  sensualidad  y  el  entendimiento  intelectualidad"  (141).  Y  ésta 
es  la  razón  profunda  que  decide  a  Lull  a  poner  su  imétodo  lógico-alge- 
braico al  servicio  del  Arte  de  contemplar.  Dicho  método  aspira,  ya  que  es 
imposible  la  eliminación  total,  a  la  reducción  de  la^palabra  a  su  mínimo, 
"porque  el  entendimiento  por  naturaleza  entiende  mejor  por  palabras 
breves  y  que  sean  suficientes  para  entender,  que  por  palabras  largas,  y 
es  más  brevemente  dicha  una  letra  que  no  Encarnación  o  Trinidad,  y  por 
este  tenor  las  demás  cosas"  (142). 

A  la  misma  tendencia  responde  primordialmente  la  doctrina  de  las 
"Cuatro  exposiciones"  o  "Arte  moral",  desenvuelta  en  seis  nutridos  ca^ 
pítulos  de  difícil  y  fatigosa  lectura  (143).  Además  de  la  exposición  "his? 
tonal",  que  es  la  literal,  Lull  admite  otras  tres  exposiciones  encaminadas 
a  revelar  el  sentido  espiritual  de  las  palabras  de  la  oración  contempla- 
tiva, y  son:  la  exposición  "tropológlca"  o  moral,  la  "alegoría"  y  la  "ani- 
gogía".  La  tropología  procede  por  comparaciones ;  así/por  montaña  en- 
tiende al  príncipe.  La  alegoría  por  un  hecho  entiende  otro  hecho,  pero 


(140)  Cap.  328,  párr.  21,  pág.  165. 
Íi4i)    Cap.  332,  párr.  25,  pág.  216. 

(142)  Cap.  328,  párr.  21,  pág.  165.  Esa  aplicación  del  método  lógico-algebraico  tiene 
lugar  en  los  capítulos  328-347,  359  y  361-364.  Para  no  incurrir  en  repetición,  remetimos 
«1  lector  al  capítulo  XI,  §  II,  n.°  10,  de  la  presente  obra,  donde  se  detalla  el  empleo  de 
dicho  método  y  la  formación  y  el  uso  de  las  "figuras"'  en  el  Libre  de  contemplació  en  Déu. 

(143)  Caps.  352-357,  págs.  444-519. 


572  — 


dentro  de  este  mundo ;  así  Jerusalén  es  la  Iglesia  santa.  La  anigogía  en- 
tiende por  este  mundo  el  otro,  o  por  las  sensualidades  las  intelectuida- 
des  (144).  Estas  tres  interpretaciones  del  sentido  espiritual  de  las  pala- 
bras se  completan  sucesivamente,  constituyendo  un  método  ascendente 
para  "entellectuejar" — pasando  de  la  "figura  sensual"  a  la  "figura  entel- 
lectual" — las  virtudes  divinas,  el  contraste  entre  el  cuerpo  y  el  alma,  la 
gloria  celestial  y  el  infierno,  que  son  los  temas  escogidos  ahora  para  la 
contemplación.  Advierte  Lull  que  "estas  semblanzas  y  moralidades  son 
duras  de  entender"  (145).  Efectivamente,  las  alegorías — en  las  cuales  en- 
tran obligadamente  las  tres  potencias  del  alma,  las  virtudes  teologales  y 
cardinales  y  los  siete  pecados  capitales — son  complicadísimas,  casi  abarro- 
cadas.  Asegura  Lull  que  todas  las  cosas  que  se  hallan  en  los  límites  po- 
tenciales de  la  razón,  pueden  ser  expuestas  y  sabidas  por  las  cuatro  ex- 
posiciones. Y,  ampliando  este  concepto,  añade  que  así  como  el  fuego,  sin 
querer  y  sin  saberlo,  desea  subir  hacia  arriba,  así  ta/mbién,  cuando  la  ra- 
zón no  puede  entender  lo  verdadero  y  lo  falso,  la  imaginación,  sin  sa- 
berlo, significa  a  la  razón,  por  las  cuatro  exposiciones,  lo  que  es  verdade- 
ro y  lo  que  es  falso,  con  tal  que  la  razón  esté  dispuesta  a  saber  lo  uno  y 
lo  otro ;  pero  de  todo  eso  no  se  sigue  que  la  imaginación  sepa  sin  la  ra- 
zón discernir  entre  lo  verdadero  y  lo  falso  (146).  Y  llega  a  tal  punto  esa 
rehabilitación  tardía  de  la  imaginación  que,  según  se  afirma,  "por  dicha 
manera  podemos  tener  conocimiento  de  las  visiones,  de  los  sueños,  de  las 
comparaciones,  de  los  apólogos  y  otras  cosas  parecidas"  (147).  Tal  vez 
se  refiere  Lull  a  estas  aplicaciones  insólitas,  cuando  califica  su  Arte  mo- 
ral de  las  cuatro  exposiciones  de  "novella  e  estranya  manera  de  oració  e 
contemplació"  (148) ;  y,  aunque  él  no  nos  hubiese  informado  indirecta- 
mente de  que  había  bebido  en  fuentes  arábigas  (149),  bastaría  lo  expues- 
to para  que  pudiéramos  registrar,  con  relación  a  esta  parte  de  la  obra, 
una  muy  acentuada  influencia  oriental. 

19.  Lull  denomina  a  los  métodos  más  característicos  de  ascensión 
mística  "carreras"  y  "escalas".  Así  como  por  las  cosas  sensuales  enten- 
demos las  cosas  intelectuales,  así  también  el  contemplador  puede  figurar 

(144)  Cap.  357,  párr.  i,  pac.  506. 

(145)  Cap.  353,  párr.  21,  pág.  467. 

(146)  Cap.  357,  párrs.  27  y  30,  págs.  517  y  SiQ- 

(147)  Cap.  356,  párr.  30,  pág.  506. 

(148)  Cap.  353,  párr.  1,  pág.  457- 

(149)  "...  la  esposicio  moral,  la  qual  es  apellada  en  lengua  arábiga  rams  qui  es  aitant 
a  dir  com  moral  o  allegoria  o  anigogia  esposicio"  (cap.  352,  párr.  7,  pág.  446).  Sobre  el 
aprendizaje  que  hacía  Lull  de  la  lengua  arábiga,  véase  el  cap.  125,  párrs.  20  y  21 
<tom.  IIT,  pág.  148). 


una  escala  con  "escalones"  sensuales  a  fin  de  que  por  la  escala  sensual 
pueda  figurar  en  su  alma  la  escala  intelectual  por  la  cual  ella  hace  subir 
sus  virtudes  a  adorar  y  contemplar  las  virtudes  divinas  (150).  La  diver- 
sidad de  las  escalas  proviene  del  número  de  escalones,  de  los  términos 
elegidos  para  que  sirvan  de  tales,  y  de  la  virtud  divina  que  se  quiere  con- 
templar. Alguna  vez  los  escalones  son  designados  por  letras  y  entonces 
la  descripción  de  la  escala  se  hace  por  el  método  lógico-algebraico  (151). 
He  aquí,  en  esquema,  tres  escalas  místicas: 

Escala  para  contemplar  la  gloria  de  Dios  (152). — Está  formada  por 
los  seis  escalones  siguientes:  i.°  Sensualidad,  esto  es,  los  actos  de  los 
sentidos  corporales  que  hay  que  saber  ofrecer  y  presentar  a  la  imagina- 
ción, para  contrastar  luego  los  más  grandes  placeres  que  tienen  los  hom- 
bres sensual  e  intelectualmente  en  la  gloria  divina,  que  es  infinita,  eter- 
na e  ilimitada.  2.0  Imaginación.  La  potencia  imaginativa  no  puede  ima- 
ginar sino  una  parte  de  lo  que  le  ofrecen  los  sentidos  sensuales,  que  es 
lo  que  ella  aporta  a  su  vez  a  la  potencia  racional.  Son,  pues,  muchos  más 
y  (mayores  en  las  criaturas  los  placeres  no  imaginados  y  que  la  razón  no 
puede,  por  tanto,  dar  a  recordar  a  la  memoria  ni  a  entender  al  entendi- 
miento. Por  contraste,  se  demuestra  la  grandeza  ilimitada  de  la  gloria 
divina.  3.0  Potencia  racional.  Hay  que  saber  sobrepujar  y  exaltar  esta 
potencia  sobre  la  imaginativa,  recordando  y  entendiendo  y  amando  la  glo- 
ria divina,  que  es  cosa  intelectual.  4.0  Memoria,  la  cual  hay  que  saber 
abrir  al  recuerdo  de  los  significados  sensuales  e  intelectuales  que  signifi- 
can la  gloria  divina  y  de  aquellos  otros  significados  que  "significan  al  en- 
tendimiento que  la  memoria  no  es  tan  poderosa  ni  tan  digna  ni  tan  vir- 
tuosa que  pueda  recordar  tanto  de  la  gloria  divina  como  lo  que  ignora  de 
ella".  5.0  Entendimiento.  Primeramente,  hay  que  hacer  descender  esta 
potencia  a  entender  la  mezquindad  del  recuerdo  acerca  de  la  gloria  di- 
vina y  de  sí  misma  y,  reforzada  con  este  acto  de  humildad,  hay  que  su- 
birla para  que,  por  contraste,  entienda  la  grandeza  de  aquella  virtud  di- 
vina. 6.°  Voluntad.  Hay  que  hacer  subir  el  poder  del  querer  sobre  el  po- 
der del  recordar  y  del  entender,  de  (modo  que  se  quiera  más  la  gloria  di- 
vina que  no  se  puede  recordar  y  entender;  porque  mucho  más  puede  el 
hombre  contemplar  la  gloria  divina  por  amor  que  por  el  recordar  y  el 
entender. 


(150)  Cfr.  el  cap.  328,  párr.  3,  pág.  156. 

(151)  Cfr.  el  cap.  328,  págs.  155-168. 

(152)  Véase  el  cap.  326:  "Com  hom  adora  e  contempla  la  gloria  gloriosa  de  nostre 
Senyor  Deus  gloriós"  (págs.  130-142). 


Escala  para  contemplar  la  bondad  divina  {13$)> — Comta  de  los  nue- 
ve escalones  siguientes:  i.°  Bien  sensual.  2.°  Bien  intelectual,  y  Bien 
compuesto  de  bien  sensual  y  de  bien  intelectual.  4."  Bien  y  mal  (inferido 
el  primero  por  contraste  con  el  segundo).  5.0  Bien  que  recibimos  de  la 
humanidad  de  Jesucristo.  6.°  Bien  que  recibimos  de  la  deidad  de  Jesu- 
cristo. 7.0  Bien  que  está  en  la  humanidad  de  Jesucristo.  8.°  Bien  que  la 
humanidad  de  Jesucristo  recibe  de  la  esencia  divina.  9.°  Bien  soberano. 
El  paso  difícil  está  en  la  subida  del  alma  desde  el  octavo  escalón  al  "so- 
berano escalón,  que  es  vuestra  bondad,  amando  a  ésta  más  que  no  la  pue- 
de recordar  ni  entender  y  llamando  a  la  puerta  con  golpe  de  amor,  el 
cual  es  oído  por  vuestra  justicia  y  vuestra  misericordia,  que  son  las  puer- 
tas por  donde  el  amor  entra  a  contemplar  vuestra  bondad".  . 

Escala  para  elevar  las  tres  potencias  del  alma-  hacia  la  contemplación 
del  ser  divino  í  1 54). — Comprende  los  cinco  escalones  siguientes:  i.°  Re- 
cordar, entender  y  desamar  los  pecados  que.  ha  hecho  el  alma  en  las  co- 
sas sensuales  sensualmente.  2.0  Recordar,  entender  y  desamar  los  peca- 
dos hechos  en  las  cosas  intelectuales  intelectualmente.  3.0  Recordar,  en- 
tender y  amar  las  virtudes  creadas,  esto  es,  el  poder,  el  saber,  la  fe,  la  es- 
peranza, la  caridad,  la  justicia,  la  sabiduría,  la  fortaleza,  la  templanza  y 
las  demás  virtudes.  4.0  Recordar,  entender  y  amar  la  unidad,  la  Trini- 
dad, las  virtudes,  las  obras,  la  Encarnación,  la  pasión,  la  resurrección  y 
las  demás  cosas  que  están  en  la  humanidad  y  en  la  esencia  divinas. 
5.0  El  ser  de  Dios.  "Mientras  las  tres  virtudes  se  esforzaban  cuanto  po- 
dían para  subir  al  quinto  escalón,  comenzó  la  memoria  a  recordar  qué  en- 
tendía el  entendimiento  en  el  quinto  escalón,  y  recordó  que  muy  poca 
cósa  era  lo  que  el  entendimiento  entendía  en  el  quinto  escalón ;  y  el  en- 
tendimiento comenzó  a  pensar  qué  entendía  de  lo  que  la  memoria  recor- 
daba del  quinto  escalón,  y  entendió  que  era  muy  poca  cosa  lo  que  la  me- 
moria alcanzaba  a  recordar  en  el  quinto  escalón ;  y  cuando  cada  virtud 
hubo  tratado  con  las  otras,  encontraron  que  el  querer  amaba  más  en  el 
quinto  escalón  que  la  memoria  y  el  entendimiento  no  podían  gozar  en  el 
mismo  quinto  escalón.  Y  mientras  las  tres-  virtudes  estaban  en  tal  frui- 
ción, quisieron  mover  a  la  potencia  motriz  sensual  para  que  nombra-e  y 
escribiese  en  este  lugar  lo  que  ellas  gozaban  del  quinto  escalón  :  y,  pues- 
to que  lo  que  de  él  gozaban  estaba  entre  la  potencia  y  el  acto,  por  eso  la 

(153)  Véase  el  cap.  32S:  "Com  hom  adora  e  contempla  la  subirana  bonea  de  nostre 
Senyor  Deus  qui  es  subirá  bé"  fpágs.  155-168).  - 

C154)  Véase  el  cap.  358:  "Com  hom  adorant  e  contemplant  puja  son  remembra- 
ment  e  son  enteniment  é  son  voler  a  nostre  Senyor  Deus"  fpágs.  519-531),  del  cual  son 

las  citas  del  tex+o. 


potencia  sensual  motriz  no  pudo  nombrar  ni  escribir  aquella  escasa  frui- 
ción de  que  aquéllas  gozaban  en  el  quinto  escalón,  porque,  si  lo  hubiese 
conseguido,  las  tres  virtudes  del  alma  habrían  gozado  total  y  actualmen- 
te en  el  quinto  escalón".  Y  añade  Lull,  a  guisa  de  comentario,  que,  si  la 
voluntad  en  este  mundo  no  sobrepujase  a  la  memoria  y  al  entendimien- 
to en  gozar  de  Dios,  nadie  podría  tener  verdadera  fe  ni  verdadera  creen- 
cia ni  querer  virtuoso  sino  en  aquellas  cosas  que  recordásemos  o  supié- 
semos. 

20.  Lull  nos  ha  dejado  acta  de  sus  experiencias  místicas  en  páginas 
emocionantes  (155),  que  son  documentos  psicológicos: 

"Como  hombre  casi  fuera  de  juicio  y  oomo  hombre  impedido  y  perplejo, 
quien,  Señor,  está  bien  poseído  de  animosidad  y  de  fervor  en  la  contemplación 
no  habla  sino  casi  como  hombre  sin  entendimiento,  porque  así  como  el  amor  que 
le  posee  rompe  las  maneras,  así  las  palabras  que  habla  no  siguen  ordenación  ni 
manera...  Tan  intensamente  han  venido  de  la  potencia  al  acto  mis  sentidos  inte- 
lectuales por  gran  fervor  y  gran  animosidad  de  contemplar,  que  todos  los  sen- 
tidos sensuales  me  hace  estar,  Señor,  casi  en  potencia  mi  gran  coraje,  de  modo 
que  mi  cuerpo  está  como  si  fuese  madera  o  piedra  inerte...  Tan  poseído  y  embe- 
bido está  mi  cuerpo  por  el  gran  fervor  y  la  gran  animosidad  que  tiene  mi  alma 
de  contemplaros,  que  no  puede  sostener  los  trabajos,  ni  los  afanes,  ni  los  desfa- 
llecimientos que  el  alma  le  da,  y  por  eso,  Señor,  mi  cuerpo  preferiría  morir  a  sos- 
tener los  languidecimientos  que  sufre;  y  puesto  que  mi  cuerpo  no  muere,  suspira, 
el  corazón  y  lloran  los  ojos  a  causa  de  los  trabajos  de  los  cualts  el  cuerpo  se 
queja  por  sobreabundancia  de  amores...  Aquello  por  lo  que  mi  animosidad  y  mi 
fervor  más  me  atormentan  y  me  destrozan,  es  porque  mi  alma  quiere,  en  este  mun- 
do, contemplar  en  vos  tan  fervientemente  como  hacen  las  almas  en  la  otra  vida 
1:1  presencia  de  vuestra  gloriosa  esencia.  Y  siendo  cosa  imposible  que  en  este 
mundo  el  alma  pueda  tener  tan  ferviente  recuerdo  ni  tan  entendido  entendimien- 
to ni  tan  ardiente  querer  como  en  el  otro,  entonces,  Señor,  ¿por  qué  mi  alma  me 
atormenta-  por  aquello  que  yo  no  puedo  poseer  ni  ella  comprender  en  este  mun- 
do?" (156). 

Por  eso,  cuando  las  tres  potencias  del  alma  personificadas,  después  de 
animado  coloquio,  tratan  de  dar  reposo  a  sus  males  y  desavenencias — a 
la  voluntad  por  exceso  de  amar  y  a  la  memoria  y  al  entendimiento  por  li- 
mitación en  su  recordar  y  en  su  entender — ,  deciden  abrir  una  vía  mís- 
tica extraordinaria,  sumarísima,  gracias  a  la  cual  la  igualdad  entre  dichas 

(155)  Véanse  los  caps.  220  y  222  (tom.  IV,  págs.  431-439  y  447-454),  de  los  cua- 
les en  el  texto  damos  sólo  una  muestra.  Lull  habla  de  la  dulzura  y  el  placer  del  enten- 
dimiento en  la  contemplación,  en  el  cap.  162,  párr.  30  (tom.  III,  pág.  378).  Recorde- 
mos, además,  la  descripción  de  la  semifruición  mística,  a  propósito  de  los  sentidos  espi- 
rituales y  de  las  escalas  místicas. 

(156)  Cap.  222,  párrs.  2,  7,  8  y  13,  págs.  447-45°- 


-  57¿  - 


Ires  potencias  llegará  a  ser  perfecta  no  sólo  en  cuanto  a  su  naturaleza 
sino  también  en  cuanto  a  su  ejercicio  actual:  "En  tanto  que  la  memoria 
oía  lo  que  decía  la  voluntad,  dijo  el  entendimiento  que  nunca  encontra- 
rían remedio  y  paz  con  la  voluntad  mientras  fuesen  en  este  mundo.  En 
vista  de  ello,  dijo  la  memoria  que  no  había  otro  consejo  sino  que  en  bre- 
ve tiempo  actuasen  tan  intensamente  que  muriese  el  cuerpo  adorando  y 
contemplando  y  predicando  a  los  infieles  la  santa  fe  romana,  para  dar  ala- 
banza a  su  Creador,  y  qre  después  de  la  muerte  corporal  las  tres  disfru- 
tasen y  contemplasen  en  la  gloria  celestial  en  presencia  de  la  esencia  di- 
vina" (157). 


(157)    Cap.  358  (cit.  por  su  rúbrica  en  la  nota  154),  párr.  30,  pág.  531. 


III 


Producciones  místicas  posteriores.  Caracteres  de  la  mística 

LULIANA. 

•Obras  que  versan  sobre  el  Arte  de  orar  o  contemplar. — Libre  de  macions  e  con- 
templacions  del  enteniment . — Art  de  contemplado. — Contemplatio  Raymun- 
di. — Libre  ée  oracions. — Compendiosa  contemplatio. — Los  cent  noms  de  Déu. 
Su  contenido,  significación  y  relaciones  genéticas  con  el  Libre  de  contemplado 
en  Déu. — Obras  que  versan  sobre  el  amor. — Libre  de  ande  e  tímvat. — Art  ama- 
Uva. — Flors  d'amor. — Arbre  de  filosofía  d'amor. — Su  contenido  y  significación. — 
Los  aspectos  teológico,  psicológico,  metafísico  y  simbólico  del  amor  en  el  con- 
junto de  la  mística  luliana. — Ciencia  y  amancia. — Ciencia  adquirida  y  ciencia 
infusa  o  sabiduría. — Caracteres  de  la  mística  luliana. 

21.  Sería  impropio  hablar  de  la  evolución  de  la  mística  luliana  e  in- 
tentar seguir  su  proceso,  como  hemos  hecho  con  el  Arte  general.  En  la 
•evolución  del  Arte  general  cada  momento,  representado  por  una  obra  tí- 
pica, substituye  e  invalida  en  ¿mena  parte  el  momento  anterior ;  por  eso, 
después  del  Ars  magna  primitiva,  pudimos  registrar  el  ciclo  del  Ars  de- 
monstrativa,  del  Ars  inventiva,  de  la  Tabula  generalis,  hasta  el  Ars  ge- 
neralis  ultima  que  anula  todas  las  tentativas  anteriores.  Más  que  el  pun- 
to de  partida  de  una  evolución,  el  Libre  de  contemplació  en  Déu  es  la 
«obra  troncal  de  la  mística  luliana,  de  cuya  savia,  siempre  lozana  y  fecun- 
da, se  nutren  una  serie  de  producciones  posteriores,  expresión,  por  otra 
parte,  de  las  diversas  situaciones  afectivas  y  casi  siempre  dramáticas  que 
caracterizan  la  larga  y  esforzada  existencia  del  Doctor  Iluminado.  Hay 
•que  concebir  la  mística  luliana  como  una  espléndida  e  inextinguible  vege- 
tación de  hojas,  flores  y  frutos  los  más  variados — a  veces  tropicales — , 
bajo  cuya  sombra  paternal  anidan  toda  clase  de  pájaros  cantores.  La  uni- 
dad y  la  vitalidad  de  la  mística  luliana,  considerada  en  el  conjunto  de 
sus  producciones,  proviene  de  que  todas  ellas  se  nutren  de  unos  mismos 
jugos  esenciales.  Por  eso.  después  de  haber  estudiado  el  Libre  de  con- 
templado en  Deu,  nos  parece  que  el  método  más  seguro  y  abreviado  para 
"hacernos  cargo  de  la  producción  mística  luliana  posterior,  será  dar  una 
idea  del  contenido  y  significación  de  cada  obra  y  puntualizar  sus  rela- 


37 


ciones  genealógicas  con  aquella  obra  principal,  subrayando  los  nuevos  as- 
pectos y  matices  por  ella  aportados  al  acervo  general  de  la  mística  lulia- 
na.  Más  instructivo  y  breve  que  atenernos  a  un  criterio  rigurosamente- 
cronológico  (158),  será  agrupar  las  producciones  según  dos  directrices: 
en  el  primer  grupo  estudiaremos  las  que  versan  sobre  el  arte  de  orar  y 
contemplar;  en  el  segundo,  aquéllas  cuyo  tema  principal  es  el  amor  (159). 

22.  Dentro  del  primer  grupo  y  en  orden  cronológico,  hallamos  et 
Libre  de  oracions  e  conteímplacions  del  enteniment  (160).  Es  una  obra  de 
no  mucha  extensión,  perteneciente  á  los  primeros  momentos  de  la  pro- 
ducción luliana — una  prueba  de  ello  es  que  el  autor  oculta  todavía  su 
nombre  bajo  el  diminutivo  de  "un  hominitxol  pecador" — ,  escrita  proba- 
blemente hacia  el  año  1276,  después  del  Art  abren  jada  d'atrobar  veritat, 
a  la  cual  cita  y  cuya  terminología  adopta.  De  ahí  un  cierto  tono  escolás- 

(158)  Para  esa  exposición  cronológica,  basada  en  la  biografía  de  Lull,  véanse  los 
excelentes  proemios  de  S.  Galmés  a  los  volúmenes  XVTI  y  XVIII  de  las  "Obres  de  Ra- 
món Lull"  de  la  gran  edición  de  Mallorca. 

(159)  Sin  duda,  por  no  haber  partido  del  estudio  del  Libre  de  contemplado  en  Deu 
y  por  no  haber  sido  publicadas  algunas  de  las  producciones  místicas  lulianas  hasta  re- 
cientemente, la  literatura  sobre  la  mística  luliana — sin  que  falten  obras  críticas  lumino- 
sas y  muy  instructivas— es  muy  incompleta.  Además  de  los  proemios  de  S.  Galmés  que 
acabamos  de  citar,  del  proemio  y  notas  de  M.  Obrador  y  Bennassar  al  tomo  I  del  Libre 
de  contemplado'  en  Déu  y  de  las  observaciones  de  Torras  y  Bages  sobre  la  misma  obra 
(véase  la  nota  56),  hemos  de  mencionar  los  siguientes  estudios:  M.  Menéndez  y  Pelayo: 
La  poesía  mística  española  (Discurso  de  recepción  en  la  R.  Academia  Española  de  la  Len- 
gua, 1881)  y  Raimundo  Lidio  (Discurso  leído  en  el  Instituto  Balear,  1884);  G.  Olzet: 
La  mística  luliana  (en  "Revista  luliana",  Barcelona,  1Q03,  tom.  III,  págs.  123-129); 
M.  Obrador  y  Bennassar,  proemio  y  notas  a  su  edición  del  Libre  de  amich  e  amat  (Bar- 
celona, 1904) ;  S.  Galmés,  introduccióii  y  notas  a  la  edición  de  la  misma  obra  (Barcelo- 
na, "Els  Nostres  Clássics",  1927);  J.  H.  Probst:  La  mystique  de  Ramón  Lull  el  l'Art  de 
Corúemplació  (en  "Beitrage  zur  Geschichte  der  Philosophie  des  Mitte'alters",  voL  XIII. 
cuad.  2-3,  Münster,  1914),  L'amour  mystique  dans  l'"Amic  e  Amat"  de  Ramón  Lull  (en 
"Arxius  de  l'Institut  de  Ciéncies",  año  ÍV,  191 7,  Instituí  d'Estudis  Catalans,  Barcelona,, 
págs.  293-322),  Lull,  mystique,  pour  Vaction  (en  "Miscel-lánia  .lul-liana",  Barcelona,  1935, 
págs.  436-445)  y  Ramón  Lulls'  Mystik,  ihre  Grundlage,  ihre  Form  (en  "Wissenschaft  und 
Weisheit",  M.  Gladbach,  Heft  4,  octubre  de  1935,  págs.  252-265);  J.  Bernhart:  Die  phi- 
losophische  Mystik  des  Mittelalters ,  München,  1922,  págs.  157-162;  Allison  Peers:  The 
Art  of  Contemplaron,  Londres,  1924,  y  La  universalitat  de  Ramón  Lull  (en  "La  Parau- 
la  Cristiana",  Barcelona,  octubre  de  1934,  págs.  340-350);  P.  Pourrat:  La  spiritualité 
chrétienne,  2.a  ed.,  París,  1925,  tom.  III,  págs.  124-127;  J.  de  Guibert:  La  méthode  des 
trois  puissances  et  V"Art  de  contemplation"  de  R.  Lulle  (en  "Revue  d'Ascétique  et  de 
Mystique",  Toulouse,  1925,  tom.  VI,  págs.  366-378);  E.  Longpré:  Raymond  Lulle  (en 
el  "Diction.  de  Théol.  cath.",  tom.  IX,  cit.,  cois.  1129-1132);  P.  Sáinz  Rodríguez:  ln- 
troduedón  a  la  historia  de  la  literatura  mística  en  España,  Madrid,  Ed.  Voluntad,  1927, 
cap.  IV;  G.  Etchegoyen :  La  mystique  de  Raymond  Lulle  d'aprés  le  livre  de  l'Ami  et 
de  VAimé,  "Bulletin  Hispanique",  1930,  págs.  3-7. 

(160)  Citamos  por  la  ed.  Galmés,  vol.  XVIII  (Mallorca,  1935),  de  las  "Obres  de- 
Ramon  Lull". 


—  579  — 


tico  que  caracteriza  a  esta  obra.  El  precedente  inmediato  de  la  misma  lo 
encontramos  en  el  capítulo  358  del  Libre  de  contemplado  en  Den,  al 
cual  nos  hemos  referido  hace  poco  (161).  En  efecto,  constituye  la  trama 
del  libro  un  constante  coloquio  entre  las  tres  potencias  del  alma  acerca 
de  su  capacidad  respectiva  para  subir  a  la  contemplación  de  las  virtudes 
divinas.  La  obra  está  dividida  en  diez  partes  o  capítulos :  la  primera  está 
dedicada  a  la  demostración  de  la  existencia  de  Dios ;  las  restantes,  a 
cada  una  de  las  dignidades  divinas  que  hay  que  contemplar,  y  son :  la 
bondad,  la  grandeza,  la  eternidad,  el  poder,  la  sabiduría,  la  voluntad,  la 
perfección,  la  gloria  y  la  virtud.  Proclámase  inicialmente  la  ignorancia 
del  entendimiento  acerca  del  ser  divino,  lo  que  no  excusa  a  la  voluntad 
de  la  obligación  de  amarle;  y  aunque  el  entendimiento  declara  que  le 
basta  saber  que  Dios  existe  y  que  es  el  ser  perfecto  (162),  estimulado 
por  las  otras  dos  potencias  y  especialmente  por  el  fervor  de  amar  de  la 
voluntad,  "se  esfuerza  con  todos  sus  poderes  para  subir  a  entender  las 
dignidades  de  su  Creador".  El  entendimiento  desciende  de  las  alturas 
de  la  ciencia  infusa  (iluminación  agustiniana)  más  capacitado,  provocan- 
do la  admiración  de  la  memoria  y  la  voluntad  (163).  Imprime  singular 
animación  y  sutileza  al  diálogo — que  llega  a  su  punto  álgido  al  tratar  de 
la  Trinidad  y  la  Encarnación — la  intervención  audaz  de  la  imaginación, 
que  desde  la  esfera  de  las  cosas  sensuales  va  formulando  objeciones  que 
son  contestadas  por  el  entendimiento,  el  cual,  situado  en  el  plano  supe- 
rior de  las  cosas  intelectuales,  hace  aplicaciones  del  consabido  principio : 
"la  imaginación  no  puede  imaginar  tanto  como  el  entendimiento  puede 
entender"  (164).  Son  adoptadas  las  tres  figuras  de  oración  (165)  y  no 
faltan  los  temas  de  la  conversión  de  los  infieles  y  el  martirio  (166). 

23.  De  menos  empuje  dialéctico,  pero  de  contenido  más  amplio,  es 
el  Art  de  contemplado,  que  constituye  un  tratado  propio  aunque  forme 
parte  del  Blanquema,  en  cuya  obra  sigue  inmediatamente  al  Libre  de 
Amic  e  Amat.  Hay  que  datar,  pues,  esta  obra  hacia  el  año  1285.  Blan- 
querna,  que  acababa  de  renunciar  al  papado  para  abrazar  la  vida  ermi- 
taña,  se  decidió  a  componer  esta  arte  de  contemplación  "para  que  le  ayu- 
dase a  tener  devoción  en  su  corazón,  y  en  sus  ojos  lágrimas  y  llanto,  y 
que  su  entendimiento  y  su  querer  subiesen  muy  alto  a  contemplar  a  Dios 


(161)  Véanse  las  notas  154  y  IS7  y  el  texto  a  ellas  correspondiente. 

(162)  Cap.  1,  párr.  8,  pág.  235. 

(163)  Cap.  6,  párr.  6,  pág.  250. 
C164)  Cap.  6,  párr.  q,  páer.  252. 

(165)  Cap.  8,  párrs.  4,  5  y  7,  págs.  25g  y  260. 

(166)  Cap.  7,  párr.  0,  y  cap.  8,  párr.  5,  págs.  257  y  259. 


-  5. So  - 


y  sus  honores  y  atributos"  (167).  Con  un  lujo  de  detalles  que  no  hallamos 
en  el  Libre  de  contemplado  en  Deu,  en  los  capítulos  del  Blanquerna  que 
son  como  el  preludio  del  Libre  de  Amic  e  Amat  y  de  este  tratado  (168) 
se  señalan  las  condiciones  materiales  o  externas  de  la  contemplación  y  se 
regula  minuciosamente  el  horario  cotidiano  del  contemplador.  Blanquer- 
na apetece  "los  altos  montes,  en  compañía  de  los  árboles,  de  los  pájaros 
y  de  las  bestias...,  cerca  de  una  fuente  muy  bella" ;  la  oración  y  la  con- 
templación alternan  con  el  cultivo  del  huerto  y  algunas  otras  cosas  en 
que  trabajaba  Blanquerna  "a  fin  de  que  no  estuviese  ocioso  y  su  persona 
se  conservase  más  sana".  También  se  recreaba  mirando  los  montes  y  las 
llanuras.  Después  del  sol  poniente,  subía  al  terrado  que  estaba  sobre  su 
celda,  y  permanecía  en  oración  hasta  el  primer  sueño,  mirando  el  cielo  y 
las  estrellas  con  los  ojos  llorosos  y  el  corazón  devoto.  En  la  obra  se  in- 
siste en  señalar  las  condiciones  del  arte  de  contemplar,  que  son :  buena 
disposición  para  contemplar  y  lugar  conveniente,  porque  por  exceso  de 
reflexión  o  de  aflicción  o  en  lugar  ruidoso  o  excesivamente  frío  o  calu- 
roso puede  la  contemplación  ser  embargada ;  pero  la  condición  principal 
es  que,  al  entrar  a  contemplar,  ni  la  memoria  ni  el  entendimiento  ni  la 
voluntad  sufran  embargo  de  las  cosas  temporales  (169).  La  materia  con- 
templativa es  distribuida  en  doce  partes,  que  versan,  respectivamente,  so- 
bre las  virtudes  divinas  (cuyo  número  se  hace  ascender  ahora  a  dieciséis), 
sobre  la  esencia,  la  unidad  y  la  Trinidad  divinas,  sobre  la  Encarnación, 
el  Padre  nuestro,  el  Ave  María,  los  Mandamientos,  el  Miserere  mci  Deus, 
los  sacramentos,  las  virtudes  y  los  vicios.  "El  arte  de  este  libro — se  lee 
en  el  prólogo — consiste  en  que  las  virtudes  divinas  sean  contempladas 
primeramente  las  unas  en  las  otras,  y  después  sean  contempladas  en  re- 
lación con  las  otras  partes  del  libro,  teniendo  el  alma  del  contemplador 
las  virtudes  divinas  por  objeto  en  su  memoria,  entendimiento  y  volun- 
tad". En  la  parte  dedicada  a  la  Trinidad  son  patentes  las  huellas  de  la 
terminología  de  Ricardo  de  San  Víctor  (170).  Toda  la  obra— perfecta 
xrontinuación.  en  este  punto,  del  Blanquerna — está  empapada  de  ternura  y 
de  espíritu  auténticamente  franciscanos.  Blanquerna  invoca,  a  veces,  la 
"infusa  gracia"  (171) ;  otras,  tiene  su  espíritu  inflamado  e  iluminado  por 

(167)  Prólogo  (Blanquerna,  edic.  de  Mallorca,  1914),  pág.  434. 

(168)  Véanse  el  cap.  104  y,  especialmente,  el  cap.  105 :  "De  la  vida  en  la  qual  es- 
lava Blanquerna  en  son  ermitatge". 

(1 69)  En  el  prólogo  antes  citado. 

(170)  "...  ma  ánima  pusca  pujar  en  ta  trinitat  contemplar  ab  tes  propries  essencials 
virtuts  comunes,  tes  proprietats,  tres,  essencials,  personáis"  (cap.  V,  pág.  453).  Compárese 
■con  los  textos  de  R.  de  San  Víctor  citados  en  el  cap.  XIV,  notas  14  a  18. 

(171)  Cap.  I,  pág.  436. 


la  luz  divina  (172).  Probst,  en  un  detenido  estudio  (  1 73),  ha  catalogado 
detalladamente  las  ideas  franciscanas  que  constituyen  la  trama  filosófica 
de  esta  obra. 

24.  Con  el  título  genérico  de  Contemplatio  Raymundi  han  sido  pu- 
blicadas recientemente  dos  obras  hasta  ahora  inéditas  (174).  I-a  primera, 
denominada  Quomodo  possumus  Deum  contemplan,  la  escribió  Ramón 
en  Pan's.  en  1297,  después  de  abandonar,  decepcionado,  la  corte  de  Roma 
y,  según  consta  en  el  explicit,  la  sometió  a  la  corrección  de  la  Universi- 
dad de  París  a  fin  de  poder  ofrecerla  luego  al  rey  Felipe  el  Hermoso.  Se 
propone  en  esta  obra  contemplar  de  diez  maneras,  a  saber:  1*  Por  las 
razones  o  dignidades  divinas.  2.a  Por  la  Trinidad.  3.a  Por  la  Encarna- 
ción. 4.a  Por  la  Recreación.  5.a  Por  la  Eucaristía.  6.a  Por  la  glorifica- 
ción. 7.a  Por  la  gracia.  8.a  Por  la  misericordia.  9.a  Por  las  preces.  10.a 
Por  la  Virgen  María.  Y  aunque  Lull  declara  que  se  propone  seguir  las 
reglas  del  Ars  inventiva  y  de  la  Tabula  gcncralis,  son  características  de 
esta  obra  la  efusión  mística  y  una  argumentación  clara  y  precisa,  libre, 
en  general,  de  forzadas  terminologías.  Una  de  las  partes  más  interesan- 
tes de  la  obra  es  la  dedicada  a  la  glorificación,  en  la  cual  Lull,  con  una 
lógica  perfecta,  lleva  su  doctrina  teológico-metafísica  de  las  dignidades 
hasta  las  últimas  consecuencias.  El  alma  humana — se  lee — ha  sido  crea- 
da a  imagen  y  semejanza  de  Dios,  quien  por  su  bondad  ha  creado  nues- 
tra bondad,  por  su  grandeza  nuestra  grandeza,  y  así  con  las  demás  ra- 
zones, a  fin  de  que  el  hombre,  movido  por  la  gracia  divina  y  moralmen- 
te  con  todas  sus  razones,  pueda  ascender  hasta  Dios  para  contemplar  las 
razones  divinas  (175).  Por  eso,  la  gloria  suprema  es  igualmente  recor- 
dable, inteligible  y  amable  para  el  alma  bienaventurada,  la  cual  es  seme- 
jante a  Dios,  porque  sus  potencias  son  iguales  en  bondad,  grandeza,  et- 
cétera, como  iguales  son  en  Dios  sus  razones  (176).  Y  así  como  el  vaso 
sumergido  en  el  fondo  del  mar  está  lleno  y  nada  más  puede  contener 
así  también  la  plenitud  de  la  gloria  del  alma  es  limitada,  pero  fuera  de 


(172)  Cap.  VI.  pág.  461. 

(173)  En  la  edición-estudio  de  esta  obra,  citada  en  la  bibliografía  de  la  nota  159. 

(174)  Véase  la  edición  de  S.  Galmés  en  el  val.  XVIII  (Mallorca,  1935)  de  las  "Obres 
de  Ramón  Lull".  El  original  catalán,  del  cual  el  texto  latino  parece  ser  una  versión,  se 
ha  perdido. 

(175)  Cap.  I,  "De  divinis  rationibus",  párr.  7,  pág.  307. 

(176)  "'Et  hoc  máxime  quia  suprema  gloria  equaliter  est  tibi  anime  beate,  recoli- 
bilis,  intelligibilis,  et  amabilis,  et  tu  Deo  es  similior  si  tue  potencie  sunt  equales  in  boni- 
tate,  magnitudine,  et  cetera,  quam  si  sint  inequales,  cum  omnes  raciones  Dei  sint  equa- 
les" (cap.  6,  "De  glorificacione",  párr.  5,  pág.  412). 


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ella  la  gloria  divina  es  en  sí  y  por  sí  infinita  (177).  Otros  aspectos  y  ma- 
tices interesantes  contiene  el  capítulo  De  glorificatione,  que  por  su  suti- 
leza recuerdan  los  primores  del  Paradiso  del  Alighieri  (178). 

Con  el  título  de  Quomodo  contemplatio  transit  in  raptum  se  da  como 
luliana  una  continuación  o  complemento  de  la  obra  anterior,  cuyo  objeto 
es — según  se  lee  en  su  breve  preámbulo — exponer  el  modo  por  el  cual, 
con  la  gracia  de  Dios,  se  puede  llegar  al  éxtasis  ( daré  modum  per  quem, 
mediante  gratia  Dei,  posset  fieri  raptum).  Siguen  dos  capítulos  referen- 
tes al  éxtasis,  un  tercer  capítulo  intitulado  "De  declaratione  conscientiae", 
completamente  desligado  de  los  dos  anteriores,  y  termina  la  obra  con  una 
extraña  "Oratio".  Un  examen  detenido  de  esta  segunda  obra  nos  ha  in- 
fundido  graves  sospechas  acerca  de  su  autenticidad,  no  sólo  respecto  de 
la  "Oratio",  que  alguien  había  puesto  ya  en  entredicho,  sino  también 
acerca  del  capítulo  tercero — que  ha  figurado  en  algún  catálogo  luliano 
como  obrita  independiente  con  el  título  de  Líber  de  conscientia  o  De  c/ra- 
dibus  conscientiae — ,  y  aun  del  resto  de  la  misma  referente  al  éxta- 
sis (179). 

25.  A  instancia  de  Jaime  II  el  Justo  y  de  su  esposa  la  reina  doña 
Blanca,  según  consta  en  el  explicit,  compuso  Lull  una  obra  intitulada 
Oracions  de  Ramón,  impropiamente  denominada  también  De  tredccim 


(177)  ''O  anima  beata,  que  es  in  conspectu  Altissimi !  Quam  magnam  gloriam  habes 
intellijrendo  et  amando  gloriam,  quam  supra  diximus,  cum  tuus  intellectus  et  tua  voluntas 
ita  magnam  habent  plenitudinem,  quod  magis  recipere  non  possunt:  sicut  vas  quod  est 
in  profundo  maris,  quod  ita  plenum  est  aqua,  quod  in  se  plus  continere  non  potest.  Et 
sic  plenitudo  crlorie  in  te  est  limitata,  sed  extra  te,  gloria  quam  prediximus,  de  se  et  in 
se  infinita  est"  (ibid.,  párr.  5  pág.  41 1).  La  misma  comparación  hallamos  en  el  Libre  de 
contemplado  en  Déu,  cap.  206,  párr.  9  (tom.  IV,  pág.  328). 

C178)  Los  precedentes  de  este  capítulo  "De  glorificatione"  en  el  Libre  de  contem- 
plado en  Déu  están  en  el  cap.  97 :  "Com  hom  glorieja  en  la  divinal  essencia"  (tom.  II, 
págs.  204-209)  y  en  el  cap.  277  :  "Com  es  tractat  la  amor  que  hom  ha  a  Deu  en  est  mon 
e  en  lautre"  (tom.  VI,  págs.  75-84). 

(179J  Respecto  al  capítulo  "De  declaratione  consciencie",  de  un  casuismo  enjuto  y 
en  el  que  se  define  la  conciencia  como  "habitus  ipsius  intellectus",  bastará  recordar  que 
Lull  trata  la  conciencia  como  un  sentido  espiritual  propio  (véase  el  §  II,  n.°  16,  del  pre- 
sente capítulo).  Littré  (Hist.  litt.  de  la  France,  tom.  XXIX)  dudaba  ya  de  la  autentici- 
dad de  esta  obrita,  que  figura  en  el  ms.  15.097  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París  y  en 
los  1.390  y  2.155  de  la  Mazarina  con  el  título  de  Líber  de  gradibus  conscientiae.  Cuanto 
a  los  capítulos  referentes  al  éxtasis,  nuestras  dudas  se  fundan:  i*  En  dichos  capítulos  se 
rompe  la  trilogía  de  las  potencias  del  alma  (se  establece  sólo  la  igualdad  entre  el  entendi- 
miento y  la  voluntad),  que  es  doctrina  básica  no  sólo  de  la  mística,  sino  de  toda  la  filo- 
sofía luliana.  2.0  Por  la  factura  esquemática  de  los  susodichos  capítulos — que  pugna  con 
la  manera  habitual  que  tiene  Lull  de  expresarse— parece  que  se  trata  de  un  añadido  o 
apostilla  a  una  obra  luliana.  3.0  El  ms.  15450  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París,  con 
el  nombre  de  Contemplatio  Raymundi,  contiene  sólo  la  primera  parte. 


«orationibiLS  (180),  cuyo  objeto  es  "dar  doctrina  ]>ara  muy  alto  y  orde- 
nadamente rogar  y  amar  a  Dios".  Está  dividida  en  trece  partes  (distri- 
buidas en  treinta  y  tres  capítulos)  que  tratan  respectivamente  de  Dios,  la 
Trinidad,  las  ¡dignidades  divinas,  la  Encarnación,  la  Virgen,  los  Santos, 
*4os  cristianos,  los  infides,  los  difuntos,  los  amigos  y  parientes,  nosotros 
mismos  (vicios  y  virtudes),  acción  de  gracias  y  doctrina  de  amor.  Esta 
última  parte  sirve  para  adiestrar  al  lector  en  la  práctica  y  meditación  de 
las  partes  anteriores,  pues  Lull  insiste  mucho  en  hacer  de  esta  obra  un 
libro  cotidiano  de  oraciones.  Doctrinalmente,  este  libro  no  aporta  ningu- 
na novedad,  si  se  le  compara  con  las  obras  examinadas  anteriormente; 
pero  el  alto  misticismo  intelectual  de  los  capítulos  referentes  a  Dios  cor. 
siderado  en  su  unidad,  trinidad  y  dignidades,  y  la  efusión  amorosa  y  el 
sentido  profundamente  humano  de  los  restantes  capítulos  denuncian  su 
próximo  parentesco  con  el  Libre  de  contemplado  en  Deu. 

De  menos  importancia  es  el  opúsculo  intitulado  Compendiosa  con- 
Jemplatio  (181),  inédito  hasta  hace  poco.  Fué  comenzado  en  el  mar,  du- 
rante la  travesía  de  Mallorca  a  Sicilia,  y  terminado  en  Mesina  en  mayo 
de  1313.  Está  dividido  en  dos  distinciones  que  versan,  respectivamente, 
sobre  la  Trinidad  y  la  Encarnación.  Cada  distinción  está  distribuida  en 
•diez  capítulos,  los  cuales  contienen  otras  tantas  meditaciones  mtuy  bre- 
ves de  contemplación  intelectual  acerca  de  la  unidad  de  Dios  y  las  nueve 
•dignidades  divinas  (bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  inteligencia,  vo- 
luntad, virtud,  verdad  y  gloria). 

26.  Consideración  aparte  merece  la  composición  que  lleva  por  título 
Los  cent  noms  de  Deu  (182),  escrita  en  Roma  en  1285,  la  cual  significa 
una  nueva  forma  de  oración  inspirada  directamente  en  modelos  arábigos. 
"Consta  de  tres  mil  versos,  en  estrofas  monorrimas,  distribuidos  en  cien 
capítulos.  Se  lee  en  el  prólogo  que  una  manera  que  tienen  los  sarrace- 
■nos  de  probar  la  verdad  de  su  ley,  consiste  en  asegurar  que  el  Corán  es 
tan  bellamente  escrito  que  nadie  puede  aventajarle  en  este  punto.  Ra- 
món, con  la  gracia  de  Dios,  escribe  este  libro  que  contiene  mejor  mate- 
ria que  el  Corán,  y  por  esta  misma  razón  significa  que  puede  haber  otro 
hombre  que  vista  el  libro  más  bellamente  que  el  Corán.  "Y  hago  esto 
— añade — a  fin  de  que  se  pueda  argüir  a  los  sarracenos  que  el  Corán  no 
lia  sido  dado  por  Dios,  puesto  que  cabe  un  más  bello  redactado ;  en  cam- 

(180)  Véase  la  ed.  Galmés  en  el  vol.  XVIII  cit.  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull". 

(181)  Véase  la  ed.  Galmés  en  el  cit.  vol.  XVIll  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull".  El 
texto  latiso  es,  según  todos  los  indicios,  una  versión  d 2I  texto  catalán,  que  se  ha  perdido. 

(182)  Véase  la  ed.  Galmés  en  el  vol.  XIX  (Mallorca,  1936)  de  las  "Obres  de  Ra- 
món Lull". 


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bio,  decimos  que  este  libro,  según  lo  que  hemos  establecido  antes,  es  todo* 
él  bueno  y  ha  sido  dado  por  Dios."  Y  añade :  "Los  sarracenos  dicen  que  en 
el  Corán  hay  noventa  y  nueve  nombres  de  Dios  y  que  quien  acertase  a 
dar  el  centésimo  sabría  todas  las  cosas ;  y  este  es  un  motivo  para  que  yo 
haga  este  libro  de  los  cien  nombres,  porque  yo  los  sé.  De  lo  cual  no  se 
sigue  que  yo  sepa  todas  las  cosas."  Advierte  que  pone  algunos  nombres 
más  propios  de  Dios  que  algunos  de  los  catalogados  por  los  sarracenos  y 
que  se  propone  hablar  de  aquellos  nombres  que  pertenecen  a  Dios  por  ra- 
zón de  sí  mismo  y  de  aquellos  otros  que  le  son  propios  en  orden  a  las 
criaturas.  Finalmente,  a  Lull,  aparte  del  interés  apologético  de  la  nueva 
composición,  le  preocupa  el  aspecto  afectivo  y  litúrgico,  adaptable  a  la 
devoción  cristiana :  "En  cada  uno  de  los  cien  nombres  de  Dios  nos  pro- 
ponemos poner  diez  versos,  que  podrán  ser  cantados  como  se  cantan  los 
salmos  en  la  Santa  Iglesia ;  y  hacemos  esto,  teniendo  en  cuenta  que  los 
sarracenos  cantan  el  Corán  en  la  mezquita,  y  a  fin  de  que  estos  versos 
puedan  ser  cantados  al  estilo  de  los  sarracenos." 

Esta  obra  y  alguna  otra  que  examinaremos  en  seguida,  delatan  cla- 
ramente que  Lull,  no  sólo  al  preparar  su  gran  Libre  de  contemplado  en 
Deu,  sino  más  tarde  y  constantemente  tuvo  a  la  vista  obras  de  la  teo- 
logía, de  la  filosofía  y  de  la  mística  arábigas,  cuyas  lecturas  supo  asimi- 
larse e  incorporar  a  las  líneas  esenciales  de  su  sistema.  Así,  la  doctrina 
de  Los  cent  noms  de  Deu,  con  ser  la  influencia  arábiga  tan  directa  y  ma- 
nifiesta, concuerda,  sin  embargo,  con  la  teoría  luliana  de  las  dignidades 
divinas.  Cada  nombre  divino  tiene  su  eficiencia,  su  virtud ;  y  hay  que  re- 
ferir todos  esos  nombres  con  sus  virtudes  a  la  virtud  suprema  de  Dios, 
que  es  la  dignidad  divina  que  ha  creado  las  "virtudes  naturales"  que  tie- 
nen las  palabras  y,  en  general,  todas  las  cosas  creadas  (183).  El  afato, 
el  sexto  sentido  que  sirve  para  nombrar  las  cosas,  alcanza  su  mayor  no- 
bleza cuando  nombra  a  Dios  ( 184). 


Í183)  "Membrá  memoria  con  gran  es  la  virtut  que  Deus  ha  donada  ais  angels  e  a 
les  animes  en  amar  e  entendre,  e  con  gran  virtut  es  en  los  corsos  celestials  en  los  ele- 
ments  paraules  pedrés  erbes.  e  en  totes  coses  qui  segueixen  cors  de  natura;  e  la  volentat 
ama  fortment  la  divinal  virtut  que  tantes  e  tant  grans  virtuts  ha  creades,  el  enteniment 
volch  puyar  contemplar  la  divinal  virtut  per  co  que  aquella  significas  per  les  virtuts  crea- 
des"  (Libre  de  oracions  e  contemplación^  del  enteniment,  cap.  10,  párr.  13,  pág.  268).  "O 
divina  virtus  gloria  excellens!  Tu  similitudinem  tuam  communicas  herbis,  lapidibus,  ver- 
bis"  (Contemplatio  Raymundi,  cap.  5,  párr.  7,  pág.  408).  Véase  también:  Arbre  de  filo- 
sofa d'amor,  VI  parte,  cap.  2,  párr.  8,  pág.  194,  y  todo  lo  que  dejamos  expuesto  refe- 
rente a  la  dignidad  divina  de  la  virtud,  en  el  cap.  XV,  §  Ii,  n*  14,  de  la  presente  obra. 

(1S4)  Véase  lo  expuesto  sobre  el  afato  en  la  Psicología.  §  1.  n.°  r,  del  presente  ca- 
pítulo. 


27.  Tema  central  de  la  mística  luliana  es  el  amor.  Amor,  coraje  o 
fervor  y  voluntad  son  términos  equivalentes  en  el  lenguaje  luliano  (185) ; 
y  parece  ocioso  advertir  que  aquella  mayor  capacidad  actual  que  tiene  la 
voluntad  para  amar,  erige  a  esta  potencia  en  impulsora  de  toda  la  vida 
espiritual.  No  ha  de  extrañar,  pues,  que  el  tema  del  amor  caldee  todos 
los  capítulos  del  Libre  de  contení  plació  en  Den  y  obtenga  una  dedicación 
apoteósica  en  la  extensa  distinción  "De  amor" — que  llena  la  primera  par- 
te del  libro  V — ,  de  la  cual  hemos  anticipado  ya  un  resumen.  En  térmi- 
nos generales,  podría  afirmarse  que  en  el  Libre  de  contemplado  en  Deu 
el  amor  es  tratado  según  las  dos  dimensiones  de  longitud  o  extensión  y 
altitud;  de  ahí  una  enciclopedia  del  amor  desenvuelta  preferentemente 
desde  un  punto  de  vista  teológico.  Las  tres  potencias  del  alma  y  los  cinco 
sentidos  espirituales,  movidos  por  la  primera  intención  y  teniendo  por 
objeto  las  virtudes  divinas  y  la  humanidad  de  Jesucristo,  tal  es  el  crite- 
rio constante  que  permite  distinguir  el  amor  celeste  del  amor  munda- 
no (186),  el  amor  intelectual  del  amor  sensual  (187),  el  amor  verdadero 
del  amor  falso  (188),  el  amor  perfecto  del  amor  defectuoso  (189),  clasifi- 
caciones básicas  que  son  como  los  nervios  de  aquella  vasta  exposición  lu- 
liana sobre  el  amor. 

Una  mayor  experiencia  de  la  vida,  la  concentración  sobre  sí  mismo 
después  de  amargas  decepciones,  nuevas  lecturas  y  el  afán  de  aplicar  los 
principios  del  Arte  general,  incitarán  al  filósofo  mallorquín  a  meditar 
acerca  de  las  raíces  humanas  y  la  naturaleza  del  amor,  en  tanto  que  su 
cálida  fantasía  pugnará  por  vestir  sus  concepciones  con  formas  más  plás- 
ticamente expresivas.  En  esta  segunda  etapa,  adquirirán  especial  relieve 
los  aspectos  psicológico,  metafísico  y  simbólico  del  amor  con  la  apari- 
ción sucesiva  de  tres  obras  importantes:  el  Libre  de  Amic  e  A\mat,  eí 
Art  amativa  y  el  Arbre  de  filosofía  d'amor.  Apresurémonos  a  advertir, 
sin  embargo,  que  los  precedentes  de  estas  tres  producciones  se  hallan 


(185)  Respecto  al  coraje  y  al  amor,  véase  la  nota  128  y  el  texto  correspondiente : 
y  en  cuanto  a  la  voluntad  y  al  amor,  véase  el  Libre  de  contemplado  en  Deu,  cap.  312, 
párr.  27  (tom.  VI,  pág.  453)  y,  también,  el  texto  correspondiente  a  la  nota  91  del  pre- 
sente capítulo. 

(186)  Véase  el  cap.  277:  "Com  es  tractat  del  amor  que  hom  ha  a  Deu  en  est  mon  e 
en  1'autre",  y  el  cap.  289 :  "Com  es  tractat  de  la  amor  que  home  ha  en  aquest  mon,  e  de 
la  amor  que  an  los  sants  de  paradís  en  gloria". 

(187)  Véase  el  cap.  294:  "Com  es  tractat  de  la  amor  sensual  e  de  la  amor  entellec- 
tual". 

(188)  Véase  el  cap.  300:  "Com  hom  ama  encercar  vera  amor  o  falsa". 

(189)  Véase  el  cap.  309 :  "Com  hom  tracta  de  la  amor  on  es  acabament  e  de  la 
amor  on  es  defalliment". 


—  586  — 


también,  como  veremos,  en  el  Libre  de  contemplado  en  Déu.  Tampoco  en 
<esta  obra  es  desatendido  del  todo  el  aspecto  psico-fisiológico  del  amor. 
Hay  concordancia  entre  amor  y  calor,  afirma  Lull,  porque  el  principal 
miembro  en  que  el  hombre  siente  el  amor  es  el  corazón,  que  es  el  lugar 
donde  reside  el  calor  del  cuerpo  humano  (190).  El  amor  y  el  desamor, 
naturalmente  considerados,  suponen  el  acuerdo  o  el  desacuerdo  natural 
entre  las  complexiones ;  así,  el  hombre  colérico  debe  naturalmente  amar 
a  todo  hombre  colérico  y  desamar  a  todo  hombre  flemático,  aunque  acci- 
dentalmente el  colérico  puede  amar  al  flemático  (191).  El  amor  sensual 
es  natural  en  los  sentidos  corporales  y  es  accidental  en  la  voluntad,  por- 
que el  querer  es  de  naturaleza  intelectual  (192) ;  por  eso  el  hombre  ve, 
oye,  olfatea,  gusta  y  toca  más  frecuentemente  y  de  buen  grado  las  cosas 
que  ama  sensualmente  que  aquellas  que  desama  (193).  El  amor  entre  un 
hombre  y  otro  hombre  se  basa  en  la  concordancia  de  naturaleza  y  de  es- 
pecie y,  tratándose  del  varón  y  de  la  hembra,  se  requiere  además  "el 
acercamiento  natural,  según  su  disposición  y  la  ocasión  en  que  se  ha- 
llan" (194).  En  fin.  de  algunas  páginas  ubérrimas  de  la  obra  podría  ex- 
traerse un  interesante  florilegio  sobre  el  amor  (195). 

28.  Refiérese  en  el  libro  de  Blanquenm  (196)  que  este  ermitaño,  a 
"instancia  de  un  ermitaño  de  Roma,  decidió  componer  un  libro  del  Amigo 
y  del  Amado,  en  el  cual  el  amigo  fuese  el  fiel  y  devoto  cristiano  y  el  ama- 
do fuese  Dios,  siguiendo  la  manera  de  los  sufíes  sarracenos,  "los  cuales 
tienen  palabras  de  amor  y  ejemplos  abreviados  que  dan  al  hombre  gran 
devoción,  y  son  palabras  que  necesitan  exposición".  Quiso  también  que 
las  maneras  de  este  libro  "fuesen  breves  para  que  en  breve  tiempo  el  alma 
pudiese  discurrir  sobre  muchas  de  ellas"  (197).  El  libro — compuesto  pro- 

(100)  Cap.  130,  párr.  7  (tom.  III,  pág.  17S). 

(191)  Cap.  202,  párrs.  13  y  14  (tom.  IV,  pág.  296). 

(102)  Cap.  294,  párr.  4  (tom.  VI,  pág.  254). 

(103)  Cap.  202,  purr.  23  (tom.  IV,  pag.  :q8) 

(194)  Ibid.,  párr.  17,  pág.  297. 

(195)  Véase,  por  ejemplo,  el  cap.  312:  "Com  hom  ama  encercar  e  saber  la  gran 
bonea  qui  es  en  amor". 

(196)  Véase  el  cap.  106:  "En  qual  manera  Blanquerna  herauta  feu  lo  Libre  de 
amich  e  Amat",  y  también  el  cap.  95. 

(197)  El  estado  actual  de  la  crítica  no  permite  señalar  el  modelo  o  modelos  que 
Lull  tuvo  presentes  ni  lo  que  de  ellos  imitó.  A.  González  Patencia,  en  su  Historia  de  la 
Literatura  arábigo-española  (Barcelona,  Editorial  Labor,  pág.  293),  dice  que  Lull  pro- 
bablemente tomó  por  modelo  el  Intérprete  de  los  amores,  de  Abenarabi,  pero  el  autor 
no  debe  estar  muy  convencido  de  sus  argumentos,  ya  que  e:i  la  página  siguiente,  refirién- 
dose a  las  posibles  fuentes  del  Libre  de  amic  e  am-at,  escribe :  "Muchos  son  los  sufíes  que 
Lulio  pudo  conocer:  Abensabín,  el  penitente  y  austero  Abenhud,  el  guadijeño  el  Xesto- 
ri...,  Abumedín,  Alafit  y  otros  varios."  Sobre  la  influencia  arábiga  en  el  Libre  de  amic 


-  587  - 


bablemente  en  Miramar  (Mallorca)  entre  1276  y  1278 — está  dividido  en 
tantos  versos  como  días  tiene  el  año,  bastando  cada  verso  para  un  día 
de  contemplación,  "según  el  arte  del  Libre  de  contemplado  en  Deu". 

En  esta  gran  obra  hay  que  buscar  asimismo  la  genealogía  doctrinal 
del  Libre  de  amic  e  amai.  "El  amor  de  este  mundo  no  puede  existir  sin 
pasión  y  sin  trabajo  del  amigo  y  del  amado ;  porque,  si  por  una  manera 
da  placer  al  amigo,  por  otra  da  malestar  y  trabajo  al  amado,  y  si  por  una 
manera  da  placer  al  amado,  por  otra  manera  da  malestar  y  trabajo  al 
amigo,  y  donde  el  amor  más  crece  y  mayor  es,  mayores  males  y  mayores 
trabajos  da"  (198) ;  he  aquí,  en  germen,  la  doctrina  del  amor  que,  al  pa- 
sar al  Libre  de  amic  e  úmvat,  será  objeto  de  detenidos  y  matizados  des- 
arrollos. Las  novedades  que  este  libro  aporta  a  la  mística  luliana  son  : 
1.a  La  substitución  del  amigo  y  el  amado — dos  hombres  iguales  en  natu- 
raleza y  en  especie — por  el  hombre  y  el  Creador ;  de  ahí  una  alegórica  y 
■esjpfiditual  comunicación  entre  uno  y  otro  que  permite  descubrir  algunos 
"'secretos  del  Amado"  y  enfocar,  con  nueva  luz,  el  problema  de  las  rela- 
ciones entre  el  hombre,  criatura  finita,  y  el  Ser  infinito.  2.a  La  personi- 
ficación del  amigo  en  Lull,  quien  desde  este  punto  y  hora  y  ante  la  pre- 
sencia del  Amado  se  convierte  en  pescador  de  perlas  de  su  propia  alma, 
entregándose  a  una  labor  de  sutiles  análisis — verdadera  orfebrería  espi- 
ritual— que  llega,  a  veces,  hasta  el  conceptismo.  3.a  El  simbolismo,  con- 
secuencia de  la  índole  y  propósitos  de  la  obra  antes  expuestos.  Lull  deno- 
mina a  los  366  versos  "metáforas  morales".  La  influencia  oriental  es  muy 
acentuada:  el  poema  se  desenvuelve  en  un  ambiente  de  poesía  perfuma- 
da y  embriagante. 

Pero  no  todo  es  influencia  oriental.  Explicamos  ya  (199)  que  la  con- 
versión no  significa  en  Lull  un  cambio  de  naturaleza  espiritual,  sino  sólo 
de  objetivos:  el  trovador  mundano  pasa  a  ser  el  trovador  de  Cristo.  En 
el  Libre  de  amic  e  amat  descúbrense  reminiscencias  provenzales  de  can- 
ciones de  mayo  y  alborada,  imágenes  y  alegorías  trovadorescas  y,  sobre 
todo,  la  casuística  de  las  "cuestiones  de  amor"  (200).  Sin  embargo,  en  el 


e  amat  véase  también  el  estudio  de  Probst  (citado  en  la  nota  159)  L'amour  mystiquc 
dans  l'"Amic  e  AmaV  de  Ramón  Lull,  especialmente  el  capítulo  "Lull  et  PIslamisme", 
págs.  31Q-322. 

(108)  Cap.  289,  párr.  26  (tom.  VI,  pág.  204).  Véanse,  también,  los  caps.  307  y  312, 
y  además  el  cap.  278,  párr.  16,  el  cap.  281,  párrs.  4,  19  y  28,  el  cap.  343,  párr.  24,  y  el 
cap-  349,  párr.  24. 

(199)  Véase  el  cap.  VIII,  §  I,  n.°  3,  de  la  presente  obra. 

(200)  Las  influencias  trovadorescas  sobre  el  Libre  de  amic  e  amat  fueron  advertidas 
ya  por  M.  Menéndez  y  Pelayo  en  su  citado  discurso  De  la  poesía  mística;  Nicolau  d'Ol- 
wer  las  puntualizó,  con  notable  precisión,  en  Entorn  de  Ramón  Lull  (en  "Paisatges  de 


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tránsito  del  cantor  del  amor  mundano  al  cantor  del  amor  divino  operan 
activamente  dos  nuevos  factores,  a  saber:  un  pensamiento  filosófico  y  un 
arte  mística  introspectiva.  El  pensador  y  el  artista  de  la  conciencia,  aun- 
que ocultos  bajo  holgadas  vestiduras  orientales  y  añejas  fórmulas  cor- 
tesanas del  arte  de  trovar,  ejercen  un  papel  primordial  e  imprimen  a  la 
obra  ese  sentido  transcendente  advertido  por  la  crítica,  pero  que  no  ha 
sido  objeto  de  examen  hasta  llegar  a  sus  raíces.  Misión  específica,  puesr 
del  historiador  de  la  filosofía  es  catalogar  el  contenido  doctrinal  del  Libre 
de  amic  e  amat,  no  sólo  a  fin  de  situar  esta  obra  dentro  de  la  mística  ge- 
neral y  de  la  luliana  en  particular,  sino  también  para  explicar  algunos 
versículos  obscuros  o  difíciles  y,  de  paso,  corregir  la  arbitrariedad  de 
cierto  género  de  "exposiciones"  (201). 

Comencemos  por  las  "carreras"  que  conducen  al  Amado : 

Las  carreras  por  las  cuales  el  amigo  va  en  busca  de  su  Amado  son  largas  y 
peligrosas  (vers.  2).  Son  muchas,  pero  el  amor  que  ayuda  y  mortifica  al  amigo 
es  solamente  uno  (v.  90) ;  hay  las  carreras  de  la  vegetación,  del  sentimiento,  de 
la  imaginación,  del  entendimiento  y  de  la  voluntad  (v.  314).  Donde  más  estrechas 
son  las  carreras,  más  anchos  son  los  amores,  y  donde  más  estrechos  son  los  armo- 
res,  más  anchas  son  las  carreras  (v.  329).  El  amigo  alivia  su  alma  de  los  pensa- 
mientos y  placeres  temporales,  a  fin  de  que  el  cuerpo  pueda  llevar  la  carga  más- 
ligeramente  y  el  alma  marchar  per  aquellas  carreras  en  compañía  del  Amado 
(v.  346). 

K\  mundo  de  las  criaturas  significa,  por  sus  semejanzas,  al  Amado: 

Todas  las  tosas  visibles  representan  al  Amado  (v.  40).  El  maestro  del  amigo 
son  los  significados  que  dan  las  criaturas  de  su  Amado  (v.  57).  El  amigo,  con  sus 
imaginaciones,  pinta  y  forma  las  facciones  de  su  Amado  en  las  cosas  corporales, 
y  con  su  entendimiento  las  pule  en  las  cosas  espirituales,  y  con  la  voluntad  las 
adora  en  todas  las  criaturas  (v.  332).  Mírase  el  amigo  en  sí  mismo  a  fin  de  que 
sea  espejo  donde  vea  a  su  Amado,  y  mira  a  su  Amado  para  que  sea  espejo  en  el 
que  tenga  conocimiento  de  sí  mismo  (v.  350).  Por  eso,  en  los  secretos  del  amigo 
son  revelados  los  secretos  del  Amado,  y  en  los  secretos  del  Amado  son  revelados 
los  secretos  del  amigo  (v.  160). 

Veamos  ahora  la  naturaleza,  virtudes  v  perfecciones  del  Amado: 

No  hay  ser  m¡ás  noble  aue  el  Amado,  el  cual  es  soberano  bien,  eterno,  infinito 
en  grandeza,  poder,  sabiduría,  amor  y  perfección  (v.  37).  El  Amado  es  glorioso. 

la  nostra  historia",  Barcelona,  1929,  págs.  83-99),  y  Manuel  de  Montoliu  ha  aportado 
las  pruebas  con  gran  sagacidad  en  su  estudio  Ramón  Lull,  trobador  (en  "Homenatge  a 
Antoni  Rubio  i  Lluch"',  vol.  1,  Barcelona,  1937,  págs.  363-398). 

(201)  Nos  referimos  principalmente  a  la  anónima  Exposició  del  Ámich  e  Amat,  com- 
puesta en  Mallorca  a  fines  del  siglo  XV,  y  a  otra  exposición  escrita  a  últimos  del  si- 
glo XVII  por  la  monja  mallorquína  Sor  Ana  María  del  Santísimo  Sacramento. 


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porque  es  la  gloria;  poderoso,  porque  es  el  poder;  sabio,  porque  es  la  sabiduría; 
amable,  porque  es  el  amor  (v.  39).  Con  muchos  nombres  la  palabra  del  amigo 
nombra  al  Amado  (y.  90). 

Proclama  Lull  el  criterio  de  atribuir  a  Dios  La  mayor  perfección  ca- 
paz de  ser  amada  : 

Dice  el  amigo  que  conviene  que  su  Amado  sea  simple  y  pura  actualidad  en 
esencia  y  perfección  (y.  269).  Ve  el  amigo  la  unidad  y  la  trinidad  de  su  Amado 
en  la  rniayor  concordancia  entre  uno  y  tres  respecto  a  cualquier  otro  número  y  en 
que  toda  forma  corporal  viene  del  no  ¡ser  al  ser  por  dicho  número  (y.  270),  y  ve 
asimismo  en  el  Amado  generación  eterna  sin  corrupción  (y.  267).  Loa  el  amigo 
al  Amado,  porque  le  plugo  tomar  su  semejanza  y  naturaleza  (y.  272).  También  ala- 
ba su  poder,  su  saber  y  su  querer,  que  han  creado  todas  las  cosas,  excepto  el  pe- 
cado (y.  271),  el  cual  es  intención  vuelta  e  invertida  contra  la  intención  final  y 
contra  la  razón  por  la  que  el  Amado  ha  creado  bodas  las  cosas  (v.  284). 

Pero  el  Amado  puede  ser  considerado,  además,  en  orden  al  mundo 
de  las  cosas  creadas  y  finitas : 

El  mundo  ha  sido  creado,  puesto  que  la  eternidad  conviene  mejor  al  Amado, 
que  es  esencia  infinita  en  grandeza  y  en  toda  perfección,  que  al  mundo,  que  tiene 
cantidad  finita  (y.  285).  Si  el  mundo  fuese  eterno,  no  habría  justicia  perfecta  al 
no  ser  restituido  a  cada  alma  su  cuerpo,  ni  el  mundo  sería  ordenado  a  un  solo 
fin  (v.  286).  El  Amado  ama  a  sus  amadores  con  amor  infinito,  eterno,  totalmen- 
te perfecto  (y.  111). 

Veamos  los  instrumentos  de  que  dispone  el  amigo  para  amar: 

Este  mundo  es  cárcel  de  los  amadores  servidores  del  Amado  (y.  366).  El  Ama- 
do demuestra  sus  cualidades  a  la  memoria  y  al  entendimiento,  y  se  da  a  la  vo- 
luntad por  objeto  (v.  107). 

Y  si  se  tiene  en  cuenta  la  prelación  lógico-genética  del  entendimiento 
respecto  de  la  voluntad  (202),  se  comprenderá  el  verdadero  sentido  del 
siguiente  verso : 

"Pidió  el  amigo  al  entendimiento  y  a  la  voluntad  cuál  estaba  más  cerca  del 
Amado,  y  corrieron  los  dos,  y  fué  antes  el  entendimiento  a  su  Amado  que  la  vo- 
luntad" (v.  19), 

lo  cual  no  excluye  la  concurrencia  de  las  tres  virtudes  del  alma  en  el 
momento  definitivo  del  amor: 

"Anúdanse  los  amores  del  amigo  y  del  Amado  con  la  memoria,  el  entendimien- 
to y  la  voluntad"  <y.  131).  Corazón  y  amor  nacieron  al  mismo  tiempo,  porque, 


(202)  Véase,  más  arriba,  la  exposición  de  esta  doctrina  en  la  nota  89  y  texto  a  ella 
correspondiente. 


—  59o  — 


si  no  fuese  así,  ni  el  corazón  habría  sido  creado  ipara  amar  ni  el  amor  para  me- 
ditar (v.  74).  Por  eso,  el  amor  calienta  e  inflama  al  amigo  en  el  recuerdo  y  el 
pensamiento  del  Amado  (v.  365).  A  veces,  la  voluntad  se  acompaña  de  la  me- 
moria, y  ambas  suben  al  monte  del  Amado  a  fin  de  que  el  entendimiento  se  exalte 
y  el  amor  se  doble  al  amar  al  Amado  (y.  103). 

He  aquí  toda  una  fenomenología  del  amor: 

Dos  fuegos  calientan  el  amor  del  amigo:  uno  está  formado  por  desees,  pla- 
ceres y  pensamientos;  el  otro  por  temor  y  sufrimientos,  lágrimas  y  llanto  (y.  45). 
Entre  los  trabajos  y  los  placeres  que  el  Amado  da  al  amigo  no  hace  diferencia 
{y.  8).  En  el  amor  del  amigo  hay  igualdad  de  placeres  y  de  sufrimientos*^.  178). 
Muere  el  amigo  por  placer  y  vive  por  sufrimientos,  y  por  eso  muere  y  vive  al 
mismo  tiemjpo  (v.  196).  Los  frutos  del  amor  son  placeres,  pensamientos,  deseos, 
suspiros,  trabajos,  peligros,  tormentos  y  sufrimientos  (y.  71).  Trabajos  y  dolo- 
res multiplican  los  amores  (y.  72).  El  reposo  del  amigo  es  el  sufrimiento  que  le 
da  el  amor  {y.  57).  En  el  mayor  sufrimiento  encuentra  el  amigo  placer  y  refuer- 
zo (y.  31).  La  paciencia  trueca  los  sufrimientos  en  amores  (y.  9).  Donde  más  cura 
el  Amado  al  amigo,  más  crece  su  sufrimiento,  y  donde  más  le  languidece,  más  sa- 
nidad le  da  (y.  51).  Los  placeres  que  sobrevienen  al  amigo  por  amor  le  hacen  ol- 
vidar la  desdicha,  y  los  tormentos  que  sostiene  por  amor  le  recuerdan  la  dicha 
que  experimenta  por  amor  (v.  188).  El  amor  es  mayor  en  el  amigo  que  muere 
por  amor  que  en  el  amigo  que  vive  por  amor  (y.  361).  El  amor  y  la  muerte  son  los 
portales  y  las  entradas  de  la  ciudad  del  Amado  (y.  342). 

Punto  sumamente  interesante  es  saber  cómo  se  realiza  la  unión  en- 
tre el  amigo  y  el  Amado : 

Iluminó  el  amor  la  nube  que  se  interpone  entre  el  amigo  y  el  Amado,  y  la  hizo 
luminosa  y  resplandeciente,  como  lo  es  la  luna  durante  la  noche,  y  la  estrella,  en 
el  alba,  y  el  sol  en  el  día,  y  el  entendimiento  en  la  voluntad,  y  por  aquella  nube 
tan  resplandeciente  se  hablaban  el  amigo  y  el  Amado  (v.  123).  Las  mayores  tinie- 
blas son  la  ausencia  del  Amado;  el  mayor  resplandor,  la  presencia  del  Amado 
(y.  124).  El  amor  aporta  al  amigo  bellas  semejanzas,  prerrogativas  y  valores  del 
Amado  (y.  79).  Loco,  el  amigo  no  habla,  y  está  embargado  y  pensativo  en  las 
bellezas  de  su  Amado  y  er  las  semejanzas  de  las  dichas  y  de  los  dolores  que  le 
aportan  y  dan  los  amores  (y.  73).  Oía  el  amigo  palabras  de  su  Amado,  en  las  cua- 
les le  veía  su  entendimiento,  puesto  que  la  voluntad  experimentaba  placer  con 
aquella  audición;  y  la  memoria  recordaba  las  virtudes  de  su  Amado  y  sus  pro- 
mesas {y.  335).  Propiedad  y  comunidad  se  encuentran  y  mezclan  para  producir 
la  amistad  entre  el  amigo  y  el  Amado  (v.  44).  Son  cosas  iguales  proximidad  y  le- 
janía entre  el  amigo*  y  el  Amado,  porque,  a  la  manera  como  se  mezclan  el  agua  y 
el  vino,  así  se  mezclan  los  amo- es  del  amigo  y  el  Amado  ;  y  a  la  manera  del  calor 
y  la  luz,  se  encadenan  sus  amores;  y  al  modo  de  la  esencia  y  el  ser  (203),  ambos 

(203)  Lull  distingue  entre  "esencia"  y  "ser".  "Esencia — se  lee  en  la  Taula  del  Art 
amiativa — es  aquello  por  lo  cual  el  ser  es,  así  humanidad  es  la  esencia  por  la  cual  el 
hombre  es".  Esta  misma  nota  siive  para  explicar  el  verso  que  se  cita  a  continuación  en 

el  texto,  o  sea,  el  211. 


-  59»  — 


convienen  y  se  acercan  (y.  50).  Amor  y  amar,  amigo  y  Amado  convienen  tan  in- 
tensamente en  el  Amado,  que  son  una  actualidad  en  esencia,  y  cosas  diversas  son 
el  amigo  y  el  Amado,  concordantes  y  sin  ninguna  contrariedad  ni  diversidad  de 
esencia  {y.  211).  El  amor  del  amigo  es  mezcla  de  placer  y  desdicha,  de  temor  y 
audacia  (y.  82) ;  el  amor  del  Amado  es  influencia  de  infinita  bondad,  eternidad,, 
poder,  sabiduría,  caridad  y  perfección  ejercida  sobre  el  amigo  (y.  83).  Nada  hay 
en  el  Amado  de  que  el  amigo  no  tenga  ansia  ni  tribulación,  ni  el  amigo  posee  cosa 
en  sí  de  que  el  Amado  no  tenga  placer  y  señorío;  y  por  eso  el  amor  del  Amado 
está  en  acción,  y  el  amor  del  amigo  en  sufrimiento  y  en  pasión  (y.  115). 

Se  alude  en  la  obra  a  "expertos  amadores"  (v.  155),  y  descúbrese  en 
ella  el  esbozo  de  un  arte  de  amar : 

Las  condiciones  del  amor  son  que  el  amigo  sea  sufrido,  .paciente,  humilde,  te- 
meroso, diligente,  confiado,  y  que  se  arriesgue  en  grandes  peligros  para  honrar  a 
su  Amado;  las  condiciones  del  Amado  son  que  sea  veraz,  liberal,  piadoso  y  justo 
con  su  amigo  (v.  33).  La  vergüenza  sin  pecado  proviene  de  desfallecimiento  de 
amor  en  aquél  que  no  sabe  amar  {y.  93).  El  secreto  ,de  amor  sin  revelación  da  pa- 
sión y  sufrimiento;  revelar  el  amor  da  temor  por  fervor  (y.  76).  El  amor  no  está 
contra  el  Ubre  albedrío,  porque  gran  mérito  y  gran  gloria  desea  a  sus  amadores 
(v.  222).  Poco  sabe  amar  quien  se  altera  en  la  adversidad  o  en  la  prosperidad 
(v.  294)  o  desespera  de  su  Amado  y  no  hace  concordancia  entre  amor  y  esperan- 
za (v.  80).  El  Amado  debe  ser  albergado  graciosamente  y  por  don  (y.  102).  Muere 
sin  amor  el  que  vivió  sin  amor  (y.  85). 

He  aquí  un  definicionario  del  amor : 

Desamor  es  muerte;  amor  es  vida  (v.  62).  El  amor  es  claro,  puro,  limpio,  ver- 
dadero, sutil,  simple,  fuert-,  diligente,  luminoso  y  abundante  de  nuevos  pensa- 
mientos y  de  antiguos  recuerdos  (y.  70).  Amor  es  mar  atribulado  de  alas  y  de 
vientos,  que  no  tiene  puerto  ni  orilla  (y.  235).  Amor  es  la  presencia  de  cualidades 
y  palabras  del  Amado  en  el  corazón  suspirante  del  amador;  y  sufrimientos  por 
deseo  y  por  llanto  en  el  corazón  del  amigo;  es  ebullición  de  audacia  y  de  temor 
por  fervor;  es  final  voluntad  para  desear  al  Amado  (vs.  170  y  171).  Es  aquella 
cosa  que  pone  a  los  libres  en  servidumbre  y  da  la  libertad  a  los  siervos  (v.  295).. 

También  han  sido  señalados  los  confines  del  amor: 

Aquello  que  está  más  cerca  del  coraje  del  amigo  es  el  amor;  aquello  que  está 
más  lejos  es  el  desamor  (v.  199).  La  posada  del  amigo  se  halla  entre  temor  y  es- 
peranza, iporque  la  misericordia  ád  Amado  le  hace  esperar  y  la  justicia,  temer 
(vs.  17  y  97).  El  amor  está  entre  creencia  e  inteligencia,  puesto  que  tanto  ama 
el  amigo  a  su  Amado,  que  cree  cuanto  le  dice,  y  tanto  le  desea  que  todo  lo  que 
se  atreve  a  decir  de  él,  quisiera  entender  por  razones  necesarias  (v.  198). 

De  ahí  la  cuestión  final,  que  consiste  en  saber  cuál  ciencia  es  supe- 
rior, si  la  ciencia  adquirida  que  se  basa  en  "razones  necesarias"  y  es  la  de 


-  592  — 


Jos  doctos,  o  la  ciencia  infusa  o  sabiduría  (204),  que  es  la  ciencia  de  los 

simples : 

La  ciencia  infusa  viene  de  voluntad,  oración  y  devoción,  y  la  ciencia  adquiri- 
da viene  de  estudio  y  de  entendimiento  (y.  241).  La  sabiduría  comienza  en  la  fe  y 
la  devoción,  que  sen  la  escala  por  donde  sube  el  entendimiento  para  entender  los 
secretos  del  Amado.  El  ¿\mado  ilumina  la  fe  y  calienta  la  devoción  (v.  288).  Sim- 
plicidad verdadera  es  aquella  que  encomienda  con  confianza  todos  sus  hechos  al 
Amado;  ella  se  nutre  más  de  la  fe  que  del  entendimiento,  por  cuanto  está  por 
encima  de  éste  y  esquiva  en  gran  manera  las  cosas  vanas,  superfluas,  curiosas  y 
demasiado  sutiles  v  presuntuosas,  en  todo  lo  pertinente  al  Amado,  porque  todas 
estas  cosas  son  contrarias  a  la  simplicidad.  La  ciencia  de  los  grandes  sabios  tiene 
mucha  hojarasca  y  pocos  granos;  pero  la  ciencia  de  los  simples  tiene  poca  hoja- 
rasca y  los  granos  son  innumerables.  Por  simplicidad  son  alcanzados  los  amores 
del  Amado.  El  Amado  abre  las  puertas  a  los  simples  y  las  cierra  a  los  sutiles;  y  la 
fe  solamente  muestra  les  secretos  deQ  Amado  por  la  ventana  del  amor  (205). 

Hay,  pues,  en  el  Libre  de  amic  e  amat  una  recia  contextura  filosófica; 
quien  la  desconozca,  no  puede  saborear  todas  las  bellezas  de  esta  obra 
singular.  No  sólo  la  mística,  sino  toda  la  filosofía  luliana,  auténticamen- 
te y  sin  desviaciones,  está  compendiada  en  este  breviario  del  amor  mís- 
tico y  es  presentada  según  un  nuevo  estilo,  y  vista — y  en  algunos  puntos 
ampliada — con  el  prisma  del  amor  divino.  Esta  obra,  quizás  corno  nin- 
guna otra,  conduce  hasta  la  cúspide  del  pensamiento  filosófico  luliano. 

29.  En  Montpellier,  y  en  el  año  1290,  compuso  Lull  su  Art  amati- 
va  (206),  cuyo  precedente  remoto  se  halla  en  aquel  propósito  esbozado 
ya  en  el  Libre  de  contemplado  en  Deu  de  "apercibir  y  conocer  artificial- 
mente si  se  es  amado  o  desamado"  (207).  Esta  obra  responde,  por  un 


(204)  Sobre  la  distinción  entre  ciencia  adquirida  y  ciencia  infusa  y  la  identificación 
de  esta  última  con  la  sabiduría,  véase  también:  Libre  d'Ave  Maña,  cap.  "Dominus  te- 
cum"  (ed.  "Els  Nostres  Clássics",  B  ,rcelona,  1927),  rág.  126;  Arbre  de  filosofía,  desi- 
derat,  dist.  III,  párr.  102,  pág.  460,  y  Libre  d'oracions  e  oontemplacions  del  eñtenwient, 
parte  VI,  párr.  6,  pág.  250. 

(205)  Estas  tres  últimas  "metáforas  morales"  no  figuran  en  la  edición  de  Galmés 
(Mallorca,  1914),  por  la  que  hemos  citado  siempre  el  Libre  de  amic  e  amat,  ni  en  la 
más  reciente  de  M.  Olivar  (Barcelona,  1927).  Figuran,  en  cambio,  en  la  edición  de 
M.  Obrador  (Barcelona,  1904),  con  los  números  329,  330  y  72.  Aunque  Galmés  los  decla- 
ra interpolados,  creemos  que  estos  textos  son  genuinamente  lulianos,  tal  vez  tomados  de 
una  obra  mística  distinta.  Así  permite  colegirlo,  aparte  la  singularidad  de  la  expresión, 
la  coincidencia  doctrinal  con  otros  pasajes  indubitables  de  Lull  (véanse,  para  cotejo,  las 
citados  en  la  nota  anterior). 

(206)  El  texto  catalán  ha  sido  publicado  por  vez  primera  en  la  edición  Galmés, 
vol.  XVII  (Mallorca,  1933)  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull",  que  es  la  que  utilizamos. 

(207)  Véase  el  cap.  202 :  "Com  hom  ha  apercebiment  e  conexensa  si  es  amat  o 
desamat"  (tom.  IV,  págs.  293-300).  En  el  Libre  de  amic  e  amat,  v.  143,  se  dice:  "Men- 


—  5<>3  ~ 


lado,  a  aquel  grandioso  proyecto  de  "objetar"  las  tres  potencias  del  alma, 
asignando  a  cada  una  un  arte  y  un  árbol  propios;  significa,  por  otra  par- 
te, el  intento  -de  explicar  la  doctrina  del  amor  con  los  principios  y  los 
procedimientos  del  Arte  general.  Compilamos  esta  Art  amativa — se  lee 
•en  el  prólogo — en  la  cual  se  muestra  la  "amancia",  así  como  en  el  Art 
inventiva  se  ha  dado  a  conocer  la  "ciencia",  porque  así  como  la  ciencia 
es  intitulada  por  razón  del  entendimiento,  la  amancia  lo  es  por  razón  de 
la  voluntad.  La  amancia  es  defectiva  sin  la  ciencia,  y  la  ciencia  sin  la 
amancia.  "Ajustamos  esta  amancia  a  la  ciencia  del  Art  inventiva,  para 
mejor  tratarla,  artificiarla  y  conocerla  por  ciencia ;  porque  cuanto  más 
la  podremos  conocer,  en  mayor  disposición  la  podremos  poseer  para  ser 
amada,  y  cuanto  mayor  conocimiento  tendremos  de  esta  amancia,  tanto 
mayor  será  la  ciencia  inventiva,  por  la  cual  el  conocimiento  nos  será  pla- 
centero y  amable  v  podremos  llegar  mejor  a  nuestro  propósito,  el  cual 
-es  que  podamos  ligar  la  voluntad  a  bien  amar  y  poseer  la  ciencia  de  las 
cosas  verdaderas".  Estas  dos  artes  se  mezclan,  conduciendo  la  una  a 
la  otra,  "de  modo  que  por  la  amancia  se  consigue  la  ciencia,  y  por  la 
ciencia  se  consigue  la  amancia".  Así  como  la  verdad  es  objeto  propio  del 
entendimiento  y  razón  propia  de  afirmación,  así  la  bondad  es  objeto  pro- 
pio de  la  voluntad  y  razón  propia  de  amar  la  bondad,  y  lo  contrario  de  la 
bondad  es  también  objeto  propio  de  la  voluntad  bajo  razón  de  odiabili- 
dad,  del  mismo  modo  que  lo  falso  es  objeto  del  entendimiento  bajo  ra- 
zón de  negación.  Por  eso,  ya  en  el  prólogo  y  en  el  curso  de  la  obra  se  es- 
tablece una  ecuación  perfecta  entre  los  términos  "verdadero",  "afirma- 
bilidad"  y  "amabilidad"  de  una  parte,  y  "falso",  "negabilidad"  y  "des- 
"amabilidad"  de  otra  parte. 

El  objeto  de  esta  amancia  es  amar  a  Dios,  a  nosotros  mismos  y  a 
nuestro  prójimo  (pues  las  cosas  que  están  debajo  de  estas  tres  cosas  son 
amables)  y  desamar  sus  contrarios,  esto  es,  las  cosas  odiables.  Los  prin- 
cipios de  esta  Arte  son  los  nueve  del  Art  inventiva,  a  saber:  bondad, 
•grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  voluntad,  virtud,  verdad  y  gloria. 
Y  son  tan  generales  y  tan  altos  estos  principios  que  m£s  no  pueden  serlo 
y,  además,  por  sí  mismos  son  manifiestos.  "La  razón  de  que  hayamos 
tomado  tan  altos  principios  y  tan  manifiestos,  está  en  que  esta  Art  ama- 
tiva es  general  para  amar  toda^  las  cosas  amables  y  desamar  todas  las 
cosas  desamables,  y  todo  eso  a  fin  de  que  el  amigo  pueda  ligar  la  volun- 
tad a  amar  las  cosas  generales  y  aun  las  especiales  que  desde  estas  últi- 

•saje  tenía  el  amigo  del  Amado  a  fin  de  que  mostrase  a  los  príncipes  cristianos  y  a  los 
"infieles  el  Arte  y  los  Principios  para  conocer  y  amar  al  Amado". 

3* 


—  594  — 


.mas  son  individuadas  o  descendidas"  (208).  La  obra  está  dividida  en  cin- 
co partes :  la  primera  trata  de  las  figuras ;  la  segunda,  de  las  reglas ;  la  ter- 
cera, de  las  definiciones;  la  cuarta,  de  las  condiciones:  y  la  quinta,  de  las 
cuestiones. 

Las  "figuras"  son  las  cuatro  del  Ars  inventiva  y  que  pasan  a  ser  de- 
finitivas en  el  Ars  generalis  ultima  (209). 

Las  reglas  son  dieciocho,  distribuidas  del  modo  siguiente : 

b.  i.a,  de  la  simplicidad  y  composición.        10.a,  de  la  contemplación. 

c.  2.a,  de  la  intención  y  el  fin.  1  r.a,  de  la  abstracción  y  contracción. 

d.  3.a,  de  la  definición.  12.a,  de  la  audacia  y  el  temor. 


e. 


4.a,  de  la  generación.  13.a,  de  la  esperan/a. 


f.  5.a,  de  la  realidad  y  la  razón.  14.a,  de  la  consolación. 

g.  6.a,  de  los  puntos  trascendentes.  15.a,  de  la  contrición  y  la  conciencia. 

h.  7.a,  de  la  substancia  y  el  accidente.  16.a,  de  la  paciencia. 

i.  8.a,  del  movimiento  y  el  ligamen.  17.a,  de  la  satisfacción, 
k.    9.a,  de  encontrar  lo  particular  en   lo      18.a,  de  la  consideración. 

universal. 

Nótese  que  las  nueve  primeras  reglas  tienen  un  carácter  lógico-meta- 
físico  y  provienen  especialmente  de  la  ciencia;  las  nueve  reglas  restan- 
tes tienen  un  carácter  preferentemente  moral  y  provienen  de  la  aman- 
cia.  Cada  letra  representa  a  la  vez  dos  reglas ;  así  b  designa  la  i.a  y  la  io.:\ 
c  la  2.a  y  la  11.a,  etc.  En  la  i.a  regla  se  considera  la  simplicidad  y  la  com- 
posición de  las  cosas  de  conformidad  con  los  nueve  principios  generales 
antes  mencionados,  ora  se  trate  de  las  cosas  generablcs  y  corruptibles, 
ora  de  las  cosas  intelectuales  e  incorruptibles.  En  la  2.a  regla  se  conside- 
ran las  cosas  con  las  cuales  el  amor  es  ligable  a  bien  amar  y  el  entendi- 
miento a  entender  bien,  por  razón  de  la  intención  y  el  fin.  En  la  3.a  regla 
se  da  la  manera  de  definir  las  cosas,  a  fin  de  que  sepa  el  hombre  ligar  su 
voluntad  a  amarlas  según  sus  definiciones.  En  la  4.a  regla  se  da  doctrina 
sobre  la  generación  del  amor,  con  la  cual  el  hombre  tendrá  conocimiento 
del  ligamen  de  amor.  La  5*  regla  es  considerable  en  dos  maneras,  que 
son  la  realidad  y  la  razón  :  por  la  realidad  consideramos  la  entidad  de  la 
cosa ;  por  la  razón,  la  semejanza  o  concepción  que  de  ella  hace  el  alma 
racional.  Esta  regla  da  doctrina  para  ligar  el  amor  a  bien  amar,  tratando- 
del  amor  según  su  entidad  y  conservando  la  concordancia  entre  la  razón 
y  las  cosas  reales  en  bondad,  grandeza  y  los  demás  principios  genera- 
les' Por  la  6.a  regla,  siguiendo  la  manera  del  entendimiento  cuando  so- 

(208)    i.a  parte.  "De  la  primera  figura",  párr.  3,  pág.  12. 

C209)  Véase  la  descripción  y  mecanismo  de  estas  cuatro  figuras  en  el  capítulo  XIII,. 
§  TI,  núm-.  7-T0.  de  la  presente  obra,  y  recomendamos  al  lector  que  las  tenca  a  la  vista.. 


—  595  — 


brepuja  a  las  potencias  que  le  están  debajo,  el  poder  de  amar  que  tiene 
la  voluntad  se  da  a  amar  sobre  sí  mismo  los  objetos  que  son  muy  altos 
y  excelentes.  En  la  7.a  regla  se  da  doctrina  para  que  el  hombre  pueda  li- 
gar su  voluntad  a  amar  lo  bueno  y  su  entendimiento  a  entender  lo  ver- 
dadero en  razón  de  las  cosas  substanciales  y  accidentales;  y  esta  doc- 
trina consiste  en  discurrir  según  los  principios  generales  de  esta  arte 
aplicados  a  los  diez  predicamentos.  En  la  8.a  regla  se  busca  la  naturaleza 
que  tienen  los  principios  bajo  la  razón  de  movimiento  y  ligamen,  a  fin 
de  conocer  el  movimiento  natural  que  tiene  la  voluntad  a  amar  y  de  pro- 
curar que  ella  sea  ligable  a  bien  amar.  Aunque  todo  el  proceso  de  esta 
arte  consiste  en  indagar  lo  particular  en  lo  universal,  en  la  regla  9.a  esto 
se  hace  de  un  modo  especial  y  abreviado,  haciendo  entrar  la  letra  k  que 
designa  esta  regla,  en  combinación  dentro  de  la  tercera  y  la  cuarta  figu- 
ras. En  la  10.a  regla  se  da  doctrina  sobre  la  contemplación  para  mejor  li- 
gar la  voluntad  a  bien  amar  y  el  entendimiento  a  entender  bien.  Con  la 
11.a  regla  se  abstraen  unas  co^as  de  otras  y  se  contraen  unas  cosas  con 
otras.  Así,  la  voluntad  en  abstracto  ama  la  amabilidad  umversalmente  y 
lo  hace  de  un  modo  natural,  puesto  que  en  cada  voluntad  hay  natural  y 
esencialmente  una  amabilidad  que  está  dentro  de  aquella  amabilidad  uni- 
versal ;  y  esta  arte  pretende  ligar  la  voluntad  particular  a  amar  la  uni- 
versal y  pública  amabilidad,  de  la  cual  desciende  lo  bueno,  lo  grande,  lo 
durable,  etc.,  que  ha  de  ser  amado.  En  la  12.a  regla  se  da  doctrina  para 
buscar  las  cosas  naturales  con  las  cuales  puede  el  hombre  naturalmente 
tener  audacia  y  temor  para  amar  y  entender  bien.  La  13.a  regla  da  doc- 
trina de  la  esperanza  en  Dios.  La  14.a  regla  da  doctrina  del  consuelo  en 
Dios,  en  nosotros  mismos  y  en  el  prójimo.  La  15.a  regía  trata  de  la  na- 
turaleza y  propiedades  de  la  contrición  y  de  la  conciencia,  y  de  los  há- 
bitos que  engendran  a  fin  de  ligar  la  voluntad  y  el  entendimiento  á  bien 
amar  y  entender.  La  16.a  regla  trata  de  la  paciencia  considerada  en  ra- 
zón de  mayoridad,  de  igualdad  y  de  minoridad  entre  las  personas.  La 
17.a  regla  trata  de  la  satisfacción  considerada  ora  como  una  necesidad 
de  las  cosas,  ora  en  orden  a  la  contrición  y  a  la  conciencia.  La  18.a  y  úl- 
tima regla  trata  de  las  cosas  regún  aquello  por  lo  cual  son  considerables. 

Las  definiciones  son  de  dos  maneras :  la  primera  manera  comprende 
las  dieciocho  definiciones  del  Art  inventiva,  por  las  cuales  los  principios 
de  las  dos  primeras  figuras  son  definidos  según  su  propia  definición ;  la 
segunda  manera  es  de  dieciocho  definiciones  atribuidas  al  amor  bajo  la 
forma  de  las  definiciones  primeras.  He  aquí  las  dieciocho  parejas  de  de- 
finiciones : 


—  59*  — 


1.  "Bondad  es  aquello  por  razón  de  lo  cual  lo  bueno  hace  el  bien...  Buen  amor 
es  aquél  por  el  cual  lo  bueno  hace  amoroso  bien..." 

2.  "Grandeza  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  eternidad,  la  duración  y 
los  demás  principios  son  grandes...  Grande  amor  es  aquél  que  está  lejos  de  po- 
quedad de  amor..." 

3.  " Duración  es  la  propiedad  por  razón  de  la  cual  duran  la  bondad,  la  gran- 
deza, el  poder  y  los  otros  principios...  Durable  amor  es  aquél  en  el  cual  la  du- 
ración hace  durar  la  bondad,  la  grandeza,  el  poder  y  los  otros  principios..." 

4.  " Poder  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  la  duración,  etc.,  pue- 
den estar  y  obrar...  Poderoso  amor  es  aquél  por  el  cual  la  bondad,  la  grandeza, 
la  duración,  etc..  pueden  estar  en  amar,  y  por  eso  el  amor  toma  semejanza  de 
poder..." 

5.  " Sabiduría  es  la  propiedad  por  razón  de  la  cual  el  sabio  entiende...  Sabio 
amor  es  aquél  en  el  cual  el  amante  sabe  la  bondad,  la  grandeza,  la  duración,  etcé- 
tera, de  su  amado..." 

6.  "Voluntad  es  la  propiedad  por  razón  de  la  cual  la  bondad,  la  grandeza, 
la  duración,  etc.,  son  deseables...  Deseable  amor  es  aquél  en  el  cual  son  amables 
la  bondad,  la  grandeza  y  los  otros  principios..." 

7.  "Virtud  es  el  nacimiento  de  la  unidad,  de  la  bondad,  de  la  grandeza,  de 
la  duración  y  de  los  otros  principios  en  lo  uno,  lo  bueno,  lo  grande,  etc....  Vir- 
tuoso amor  es  aquél  de  donde  nace  virtuoso  amar..." 

8.  "Verdad  es  aquella  cosa  que  es  verdadera  de  la  bondad,  la  grandeza,  la 
duración,  etc..  y  verificar  es  aquello  que  es  verdadero  de  bonificar,  magnificar, 
durificar,  etc....  Verdadero  amor  es  aquél  que  está  lejos  de  falso  amor  desamable. 
Cuando  la  verdad  verifica  la  bondad,  la  grandeza  y  los  otros  principios,  verifica 
también  el  amor..." 

9.  "Gloria  es  la  delectación  en  la  cual  reposan  la  bondad,  la  grandeza  y  los 
demás  principios...  Glorioso  amor  es  aquél  en  el  cual  se  glorían  el  amante  y  el 
amado..." 

10.  "Diferencia  es  aquello  por  lo  cual  la  bondad,  la  grandeza,  y  los  otros 
principios  son  razones  inconfusas,  y  por  lo  cual  el  bonificante  y  el  bonificable 
están  inconfusamente  y  distintos  el  uno  del  otro...  Diferencia  de  amor  es  aquella 
que  hace  estar,  en  el  amar,  distintos  el  amante  y  el  amado..." 

11.  "Concordancia  es  aquella  cosa  por  razón  de  la  cual  la  bondad,  la  gran- 
deza y  los  otros  principios  concuerdan  en  una  y  en  muchas  cosas...  Concordancia 
de  amor  es  aquella  por  la  cual  concuerdan  el  amante  y  el  amado  en  amar..." 

12.  "Contrariedad  es  el  contraste  entre  algunos  por  razón  de  diversos  fines... 
Contrario  amor  es  aquél  que  contrasta  a  la  bondad  y  gran  amor  del  amante  y  el 
amado..." 

13.  "Principio  es  aquella  cosa  que  se  halla  respecto  a  todas  las  otras  cosas 
en  razón  de  alguna  prioridad...  Los  principies  del  amor  son  el  amante,  el  amado, 

amable  y  amar..." 

14.  "Medio  es  el  sujeto  por  el  cual  el  fin  influye  en  el  principio,  y  el  prin- 
cipio refluye  en  el  fin...  El  medio  del  amor  es  amar,  con  el  cual  se  aman  el  aman- 
te y  el  amado..." 


—  597  — 


15.  "Fin  es  aquella  cosa  en  la  cual  el  principio  reposa...  El  fin  del  amor  . 
aquél  en  el  cual  reposan  el  amante  y  el  amado..." 

16.  "Mayoridad  es  imagen  de  la  grandeza,  de  la  inmensidad,  de  la  bondad, 
de  la  eternidad  y  los  demás  principios...  Mayoridad  de  amor  es  aquélla  en  la  cual 
el  amante  y  el  amado  son  iguales  en  amar..."  En  tal  caso,  el  amante  ama  tanto 
al  amado  como  a  sí  mismo,  y  el  amado  hace  lo  propio,  y  por  eso  la  mayor  mayo- 
ridad de  amor  es  aquélla  en  la  cual  no  hay  realmente  mayoridad  ni  minoridad. 

17.  "Igualdad  es  el  sujeto  en  el  cual  reposa  el  fin  de  la  concordancia  y  de 
la  bondad,  de  la  grandeza  y  los  otros  principios...  Igualdad  de  amor  es  aquélla  en 
la  cual  el  amante  y  el  amado  se  igualan  en  amar..."  Esta  igualdad  de  amor  tan 
alta,  tan  buena  y  tapa  grande,  es  propia  solamente  de  Dios  y  no  de  las  criatu- 
ras (210). 

18.  "Minoridad  es  cosa  próxima  al  no  ser...  Minoridad  de  amor  es  aquélla 
que  es  defectiva  en  amar;  y  por  eso,  la  mayoridad  de  amor  es  aquélla  que  es 
perfectiva  en  amar..." 

El  ligamen  entre  una  y  otra  definición  se  opera  en  cada  par,  aplican- 
do la  regla  del  número  correspondiente ;  así,  en  el  primer  par,  o  sea  la 
bondad,  se  aplica  la  regla  i.a  sobre  la  simplicidad  y  la  composición,  y  del 
mismo  modo  se  procede  en  los  pares  siguientes. 

Las  condiciones  se  forman  mezclando  unos  principios  generales  con 
otros,  de  tres  en  tres,  con  arreglo  a  las  combinaciones  de  los  tres  círcu- 
los de  la  cuarta  figura.  Cada  tres  principios  forman,  pues,  una  condición, 
así  por  ejemplo :  bondad,  grandeza  y  eternidad  es  una  condición ;  bondad, 
grandeza  y  poder  es  otra  condición.  Y  así,  de  grado  en  grado  y  artificial- 
mente, son  formadas  833  condiciones.  Cada  condición  es  universal,  y  en 
ella  pueden  ser  hallados  muchos  particulares,  concluyendo  de  tal  manera 
que  o  se  afirme  o  se  niegue.  Si  el  particular  contradice  las  condiciones  al 
afirmar  o  al  negar,  conviene  tomar  su  opuesto  en  la  conclusión.  En  cada 
condición  conviene  considerar  seis  definiciones,  a  saber,  tres  por  razón 
de  ciencia  y  tres  por  razón  de  amancia. 

Las  condiciones  constituyen  el  antecedente  necesario  para  resolver 
las  cuestiones.  "Cuestión  es  excitación  del  entendimiento  a  fin  de  que  re- 
pose en  su  entender,  y  es  excitación  de  amor  para  que  repose  en  su 
amar"  (211).  Las  cuestiones  son  referidas  a  las  condiciones  respectivas, 
como  lo  particular  a  lo  universal,  afirmando  o  negando  en  la  forma  antes 
explicada.  Por  eso,  son  enunciadas  también  833  cuestiones,  las  cuales  se 
corresponden,  en  cuanto  al  número  y  la  rúbrica,  con  las  condiciones.  Este 


(210)  Véase  la  3.a  parte,  cap.  17,  "De  egualtat",  párr.  2,  pág.  146. 

(211)  5*  parte,  "De  questions",  párr.  1,  pág.  236. 


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furor  quaestionandi  del  Ars  amativa,  además  de  responder  a  una  aspira- 
ción constante  y  final  del  Arte  general,  es  un  desenvolvimiento  lógico  de 
la  doctrina  luliana  del  amor,  la  cual,  a  partir  del  Libre  de  contemplació 
en  Den,  a  medida  que  se  va  enriqueciendo  con  nuevos  aspectos,  se  hace 
cada  vez  más  escolástica  (212).  De  las  833  cuestiones  enunciadas,  Lull  re- 
suelve 20  "en  las  cuales  da  ejemplo  y  doctrina  para  que  se  sepa  referir 
las  cuestiones  a  las  figuras,  a  las  reglas,  a  las  definiciones  y  a  las  condi- 
ciones", y  confiesa  que  algunas  de  ellas  "son  muy  difíciles  de  enten- 
der" (213).  Reproducimos  el  enunciado  de  estas  20  cuestiones  escogidas 
para  que  se  vea  hasta  qué  punto  la  sutileza  escolástica  invade  y  en  cierto 
modo  aprisiona  la  doctrina  luliana  del  amor : 

"1.a  cuestión:  El  amor  pidió  a  la  bondad  si  Dios  existía,  porque  mucho  desea- 
ba que  Dios  existiese  a  fin  de  poder  amarle  más."  "2.a  La  grandeza  pidió  al  amor 
si  amaba  tanto  el  obrar  de  la  eternidad  como  el  estar  de  ella."  "3.a  Pidió  el  ami- 
go al  amor,  por  cuál  naturaleza  el  durar  podía  alcanzar  a  comenzar  a  amar." 
"4.a  Amado,  dijo  el  amigo:  ¿puede  tanto  vuestro  amor  de  amar,  como  vuestro 
poder  de  poder?"  "5.a  Al  poder  del  amado  hacían  preguntas  la  sabiduría  y  la 
voluntad:  la  sabiduría  le  preguntaba  por  qué  era  "escible"  en  su  saber;  y  lai  vo- 
luntad le  preguntaba  por  qué  era  amable  en  su  amar."  6.a  Preguntaron  al  amigo 
si  amaba  la  obra  de  su  amado  en  tan  gram  grandeza  como  la  podía  saber  y  amar." 
"7.a  Preguntaron  al  amigo  si  su  amado  le  había  dado  cumplidamente  sus  seme- 
janzas." "8.a  Preguntó  el  amigo  a  diferencia  de  amor  si  en  su  amado  podían  ser, 
gloria  y  verdad,  razones  reales  e  inconfusas,  estando  la  una  y  la  otra  en  un  mis- 
mo número."  "9.a  Pidió  el  amigo  al  amor  si  en  la  gloria  de  su  amado  cesaría  de 
amar."  "10.a  Preguntó  el  amado  a  su  amigo  si  en  su  amar  había  poder  de  dife- 
rencia y  diferencia  de  poder."  "11.a  Amigo,  dijo  el  amado:  ¿tienes  tan  gran  po- 
der de  iamar  amando  en  mi  unir,  como  [amando]  la  unidad?"  "12.a  La  grandeza 
y  la  voluntad  del  amigo  preguntaron  al  amado,  si  en  sí  mismo  podría  mejor  ale- 
jar a  su  amigo  de  contrariedad  que  de  ninguna  otra  cosa."  "13.a  Venía  el  amigo 
de  amar,  y  un  otro  amigo  iba  a  amar,  y  es  cuestión  cuál  de  los  dos  está  más  cer- 
ca de  amar."  "14.a  Amor,  dijo  el  amigo:  este  mi  amar  ¿está  hecho,  o  lo  haces  to- 
davía, o  está  por  hacer?"  "15.a  Amigo,  dijo  el  amor:  ¿con  qué  ligas  mi  amar  a 
tu  amado?"  "16.a  Preguntaron  amores  a  amadores  cómo  se  hacía  mayor  igual- 
dad entre  el  amigo  y  el  amado."  "17.a  Amigo,  dijo  el  amor:  ¿habéis  puesto  vues- 
tro amado  en  igualdad  de  saber  y  de  amar?"  "18.a  La  minoridad  preguntó  a  buen 
amor  ?i  puede  existir  indivisible  diferencia  entre  el  amigo  y  el  amado."  "19.a  Amor, 
dijo  el  amigo:  ¿podríais  concordar  en  el  amar  sin  diferenciair?"   "20.a  Amiso 


(212)  En  el  Libre  de  arme  e  amat  son  planteadas  sutiles  cuestiones  acerca  del  amor 
con  locuciones  tales  como  "fué  hecha  cuestión"  o  "es  cuestión"  y  otras  parecidas,  cues- 
tiones que  muchas  veces  quedan  sin  resolver.  Véanse  especialmente  los  versos  132,  158- 
t6o,  223,  224,  236,  247,  250,  257,  264,  273,  315,  326,  336,  344,  347-349,  352  y  354. 

(213)  5-a  parte,  "De  questions",  párr.  4,  pág.  237. 


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«dijo  el  amor:  si  vuestro  amado  os  daba  más  de  lo  que  os  ha  dado  o  os  quitaba 
lo  que  os  ha  dado,  ¿crecería  o  disminuiría  vuestro  amar?"  (214). 

Después  de  un  animado  coloquio  entre  los  principios  del  Arte  general, 
personificados  a  la  manera  luliana,  que  se  desenvuelve  en  presencia  del 
amigo  y  del  amado,  termina  la  obra  con  una  interesantísima  "Taula"  de 
los  vocablos  usados,  que  alivia  la  lectura  de  este  tratado,  pesado  y  difí- 
cil por  su  tecnicismo  excesivo,  salvo  el  prólogo  que  es  de  una  luminosi- 
dad sugerente  muy  cercana  al  espíritu  de  nuestros  días.  Efectivamente, 
la  gran  intuición  luliana  de  la  unidad  y  la  integridad  de  la  vida  espiri- 
tual— que  no  otra  cosa  significa  el  gran  empeño  de  "objetar"  las  tres  po- 
tencias del  alma — ,  la  vindicación  de  la  vida  afectiva  y  el  feliz  consorcio 
entre  la  ciencia  y  el  amor,  que  cristaliza  en  la  "amancia" — tértmino  mu- 
cho más  expresivo  que  "estimativa"  y  algún  otro — ,  son  postulados  de 
la  actual  filosofía  de  los  valores.  Incluso  el  término  "valor"  adquiere  car- 
ta de  naturaleza  en  esta  obra  y  en  alguna  otra  de  la  misma  índole  (215), 
y  no  extraído,  a  guisa  de  préstamo,  de  la  esfera  económica,  sino  fluyen- 
do naturalmente  de  las  alturas  de  la  metafísica  del  amor :  "Dijo  el  amor  : 
...  Mas,  si  vos,  amigo,  os  amáseis  más  a  vos  mismo  que  a  vuestro  ama- 
do, entonces  no  podríais  usar  de  los  puntos  trascendentes,  porque  os  fal- 
taría poder  y  fuerza  para  poder  subir  más  arriba  de  vuestros  princi- 
pios... Y  puesto  que  casi  todos  los  hambres  de  este  mundo  están  en  este 
desfallecimiento  y  en  este  descenso,  dígoos,  amigo,  que  estoy  triste  y  do- 
lorido, y  lo  estaré  todos  los  días  de  mi  vida.  Lloró  el  amor  e  hizo  otro 
tanto  el  amigo,  y  ambos  gritaron:  ¡Oh,  amado!  ¡Oh.  amado!  ;  Cuándo 
tendrás  leales  amadores  que  por  todo  el  mundo  prediquen  tus  valo- 
res?" (216). 

30.  Derivación  inmediata  y  reducción  del  Art  amativa  es  el  opúsculo 
intitulado  Flors  d'amor  e  flors  d' entelligencia  (217),  escrito  en  Ñapóles 


(214)  Véanse  estas  cuestiones  y  la  manera  de  resolverlas  en  toda  la  secunda  mitad 
de  la  5.a  parte,  págs.  304-376. 

(215)  Véanse:  Libre  'de  contemplado  en  Deu,  cap.  118,  párrs.  13  y  15,  y  cap.  150, 
párr.  28  (tom.  III,  págs.  99,  100  y  303) ;  Libre  de  amic  e  amat,  versos  79,  150,  175,  216, 
243,  291  (donde  se  opone  al  "valor"  el  "desvalor"),  309,  317  y  318;  Arbre  de  filosofía 
d'amor,  i.a  parte,  2,  "Del  mesclament  de  les  rails  d'amor",  párr.  15;  3.a  parte,  "De  bo- 
nea  e  amor",  X;  4-R  parte,  "De  solas  de  amor",  párr.  12;  5.a  parte,  "Del  temor  d'amor", 
párr.  10,  y  "D'accidents  d'amor",  párr.  2;  6.a  parte,  "De  les  honors  d'amor",  párr.  12 
(págs.  81,  116,  143,  155,  ISO  y  2°2  de  la  ed.  Galmés).  Además,  en  el  cap.  78  del  Blan~¡ 
-quema  es  presentado  el  "Juglar  del  Valor"  (pág.  285,  ed.  de  Mallorca,  1914). 

(216)  Art  amativa,  5.a  parte,  "De  la  XXa  questió",  párr.  4,  pág.  376. 

(217)  Ha  publicado  el  texto  catalán  por  vez  primera  S.  Galmés  en  el  vol.  XVIII 
<Mallorca,  1935)  de  las  "Obres  de  Ramón  Lull". 


—  6oo  — 


en  1294.  Lull  lo  compuso  para  acompañar  la  Petició  que  dirigió  al  Papa. 
Celestino  V  y  al  Colegio  cardenalicio  instándoles  a  que  proveyesen  a  la 
conversión  de  los  infieles  (sarracenos  y  tártaros)  y  a  la  unión  de  los  cis- 
máticos griegos,  y  de  este  modo — según  se  lee  en  el  preámbulo — "tengan 
diligencia  y  recuerdo  con  los  amores  de  los  cuales  nacen  las  flores".  Está 
dividido  en  dos  partes,  como  reza  el  título :  la  primera  parte  son  cien 
flores  y  otras  tantas  cuestiones  de  amor,  extraídas  del  Art  amativa;  la 
segunda  parte  la  forman  cien  flores  y  otras  tantas  cuestiones  de  inteli- 
gencia, sacadas,  aunque  no  se  diga,  del  Art  inventiva.  Admítense  los 
dieciocho  principios  con  sus  definiciones  del  Art  amativa,  puestos  ahora 
en  alfabeto,  de  modo  que  cada  letra  designe  dos  principios,  así  b  =  bon- 
dad y  diferencia,  c  —  grandeza  y  concordancia,  d  —  eternidad  y  contra- 
riedad, etc.  De  la  mezcla  de  estos  principios,  aplicados  a  los  amores,  na- 
cen las  flores — cuyo  equivalente  en  el  Art  amativa  son  las  condiciones — , 
con  las  cuales  el  amigo  puede  conocer,  amar  y  contemplar  a  su  amado, 
que  es  Dios,  y  constreñir  su  voluntad  a  amar.  Las  cuestiones  se  pueden 
resolver  con  las  flores  (condiciones),  y  cada  cuestión  tiene  su  propia  flor 
significada  con  un  número  correlativo  y  con  las  letras  representativas  del 
alfabeto.  Del  mismo  modo,  en  la  segunda  parte,  las  cuestiones  de  inteli- 
gencia son  resueltas  en  las  respectivas  flores  de  inteligencia,  "puesto  que 
las  flores  son  máximas  universales  y  las  cuestiones  son  de  cosas  parti- 
culares''. 

Como  muestra  y  para  tener  una  idea  completa  de  esta  obra,  transcri- 
bimos dos  cuestiones  con  sus  correspondientes  flores.  El  primer  par  es  de 
Flores  de  amor;  el  segundo  par,  de  Flores  de  inteligencia: 

"Flor  1.a.  b  c  g.  La  bondad,  la  grandeza  y  el  amor  despertaron  al  amigo  que 
dormía  en  el  jardín  de  poca  bondad.  Despertóse  el  amigo  que  dormía,  y  excla- 
mó: amar,  amar,  amar." — "Cuestión  1.a  Amado,  dijo  el  amigo:  siendo  tu  bon- 
dad tan  grande.  ;por  qué  en  este  mundo  es  tan  poco  amada?  Solución:  b  c  g.*~ 

"Flor  1.a,  b  c  f.  Si  grandeza  no  fuese  tan  grande  en  bondad  como  en  sabidu- 
ría, sería  poca  en  bondad  y  grande  en  sabiduría." — "Cuestión  1.a:  Se  pregunta 
si  la  bondad  de  Dios  es  tan  grande  como  la  sabiduría.  Solución:  b  c  f." 

31.  Complemento  y  remate  del  Art  amativa  es  el  Arbre  de  filosofía 
d'amor  (218).  En  el  Libre  de  contemplado  en  Deu  se  apela  ya  a  la  ima- 
gen del  árbol  para  explicar  la  formación  de  la  ciencia  y  la  sabiduría  en  el 
alma  humana  (210),  y  en  el  Libre  de  amic  e  amat  la  idea  germinal  de  esta 

(218)  Citamos  por  la  ed.  Galmés,  vol.  XVIII  (Mallorca,  1935;  de  las  "Obres  de_ 
Ramón  Lull". 

(219)  Cap.  291,  párr.  3  (tom.  VI,  pág.  217). 


—  6o  i  — 


obra  aparece  claramente  delineada  (220).  Fué  escrita  en  París,  en  1298, 
en  un  momento  en  que  Lull,  deprimido  por  el  fracaso  de  su  Arte  y  de 
sus  proyectos  de  conversión  y  motejado  de  loco  por  las  gentes  doctas,, 
se  refugia  en  sí  mismo  y,  sin  otro  consuelo  que  el  Amado,  da  expansión 
a  la  pluma  para  poner  remedio  a  sus  congojas.  El  prólogo  es,  en  este 
punto,  harto  expresivo  y  muy  interesante.  Estando  Ramón  en  París  para 
que  pudiese  hacer  gran  bien  "por  la  manera  del  saber"  y  no  habiéndolo 
podido  conseguir,  pensó  hacer  un  gran  bien  "por  la  manera  del  amor". 
Fuese,  y  no  lejos  de  París  vió  a  una  mujer  que  se  quejaba  y  lloraba- 
"Yo — contestó  a  preguntas  de  Ramón — soy  llamada  Filosofía  de  amar, 
y  me  lamento  y  lloro  porque  tengo  pocos  amadores  y,  en  cambio,  mi  her- 
mana Filosofía  del  saber  tiene  muchos  más  que  yo...  La  causa  de  ello 
es  que,  cuando  los  hombres  comienzan  a  aprender  las  ciencias,  comien- 
zan a  amar  el  saber  por  mí,  y  cuando  saben  las  ciencias,  aman  la  filoso- 
fía de  éstas,  y  sobre  eso  han  hecho  muchos  libros  y  muchas  artes ;  y  de- 
léitanse  en  amar  las  ciencias  y  no  en  amar  a  mí  ni  a  mi  filosofía  de  amar, 
la  cual  es  propiamente  de  mi  esencia  y  naturaleza.  Y  por  eso,  cuando 
quieren  amar,  no  saben  amar  ni  a  mí  ni  a  mis  condiciones  con  tan  gran 
virtud  como  saben  entender  la  verdad  de  las  causas  que  aprenden,  y  eso 
es  debido  a  que  invierten  largo  tiempo  en  aprender  las  ciencias  del  en- 
tendimiento y  de  la  verdad,  y  no.  en  aprender  las  ciencias  del  amor  y  de 
la  bondad".  Asiente  Ramón  a  estas  quejas  y  dice  a  aquella  mujer  que 
él  había  hecho  ya  un  arte  de  bueno  y  verdadero  amor  denominada  Art 
amativa,  y  que  ahora  se  propone  hacer  un  Arbre  d'amor,  el  cual  llevará 
el  nombre  de  la  dama  y  contendrá  un  arte  de  amar  el  bien  y  de  esquivar 
el  mal.  Persiste,  pues,  con  igual  o  mayor  fuerza  si  cabe,  el  temía  del  ma- 
ridaje entre  la  ciencia  y  la  amancia ;  si  bien  Lull,  obligado  ahora  por  las 
circunstancias,  apea  provisionalmente  a  la  primera  y  concentra  todo  su 
interés  en  la  segunda  con  el  objeto  de  "conocer  e  indagar  la  esencia  y  la 
naturaleza  del  aimor,  y  sus  secretos"  (221). 

Fúndense  en  esta  obra  cuatro  tendencias  :  la  efusión  lírica  del  Libre  de 
arnic  e  amat,  los  procedimientos  del  Arte  general  tomados  del  Art  ama- 
tiva, el  simbolismo  del  Arbre  de  sciencia  y  la  forma  alegórica  y  las  imá- 
genes romancescas  de  los  trovadores  provenzales,  purificadas  y  sublima- 
das con  el  fuego  del  amor  divino.  De  donde  una  extraña  mescolanza  de 


(220)  "Preguntó  el  amigo  a  su  Amado  qué  cosa  era  mayor,  ¿amor  o  amar?  Res- 
pondió el  Amado  y  dijo  que  en  la  criatura  el  amor  es  el  árbol  y  amar  es  el  fruto,  y  los 
trabajos  y  los  sufrimientos  son  las  flores  y  las  hojas.  Y  en  Dios  amor  y  amar  son  una 
misma  cosa,  sin  ningún  trabajo  ni  sufrimiento"  (v.  86). 

(221)  i.a  parte,  "De  les  difinicions  d'amor",  pág.  74. 


602  — 


escolasticismo  aprisionador  y  pasión  desbordante,  de  filosofía  y  poesía, 
en  la  que  a  la  disquisición  metafísica  sucede,  a  veces,  el  episodio  cando- 
roso e  imaginativo.  La  obra  está  dividida  en  siete  partes,  a  saber :  raíces, 
tronco,  ramas,  ramos,  hojas,  flores  y  frutos,  siguiendo  la  manera  del  Ar- 
bre  de  sciencla.  He  aquí  el  sentido  de  algunas  semejanzas  que  serán  usa- 
das:  el  "amado"  es  Dios;  el  "amigo"  es  el  hombre  que  ama  a  Dios; 
"amor"  es  la  caridad;  las  "mujeres  de  amor"  son  las  raíces  de  este  árbol ; 
"donceles  de  amor"  son  bonificar,  magnificar,  etc.;  "águila  de  amor"  es 
alto  amor. 

Comienza  la  primera  parte  con  la  advertencia  de  que  los  dieciocho 
principios  del  Art  amativa  son  llamados  ahora,  y  constituyen,  las  "raíces" 
de  este  Arbol  de  amor.  Con  estas  dieciocho  raíces  de  amor  se  puede  in- 
dagar todo  lo  perteneciente  al  bueno  y  grande  amar.  Esta  primera  parte- 
está  dividida  a  su  vez  en  tres  partes  o  capítulos,  a  saber :  definiciones, 
mezclas  y  "cogitacions"  o  pensamientos  de  amor.  Las  "definiciones"  son 
simples  y  compuestas.  Son  definiciones  simples  aquellas  que  lo  son  de 
cada  raíz  de  amor,  y  son  las  dieciocho  mismas  que  en  el  Art  amativa  co- 
rresponden a  la  ciencia.  Las  definiciones  compuestas  se  forman  conju- 
gando las  dieciocho  definiciones  simples  con  la  siguiente  definición  del 
amor:  "Amor  es  la  cuerda  con  la  cual  el  amigo  está  ligado  a  su  amado." 
De  ahí  las  dieciocho  definiciones  compuestas  del  amor: 

"1.  Buena  ¿uerda  de  amor  es  aquella  que  liga,  con  buen  amar,  el  buen  ami- 
go al  buen  amado.  2.  Gran  cuerda  de  amor  es  aquella  que  liga  el  grande  y  buen 
amigo  al  bueno  y  grande  amado.  3.  Durable  cuerda  de  amor  es  aquella  que  liga 
en  todos  momentos,  a  todas  horas,  todos  los  días  y  las  noches,  el  amigo  bueno 
y  grande  al  bueno  y  grande  amado.  4.  Poderosa  y  fuerte  cuerda  de  amor...  5.  Sa- 
bia cuerda  de  amor...  6.  Volifiaida  cuerda  de  amor...  7.  Virtuosa  cuerda  de 
amor...  8.  Verdadera  cuerda  de  amor...  18.  Menor  cuerda  de  amor  es  aquélla 
que  es  de  poca  bondad  y  que  poco  dura,  porque  no  tiene  gran  poder  ni  virtud;  y 
por  eso,  los  amigos  que  con  tal  cuerda  están  ligados  al  amado,  siempre  están  fa- 
tigados de  amar  y  una  pequeña  adversidad  los  desliga  de  su  amado." 

Con  la  "mezcla"  de  las  raíces  de  amor  se  da  doctrina  para  aumentar 
el  amor  por  sus  raíces,  porque,  al  aumentar  el  amor,  aumenta  la  cuerda 
que  liga  el  amigo  al  amado.  El  amor  puede  mezclarse  con  cada  una  de 
sus  raíces  singularmente  tomadas: 

"1.  Mezcla  de  bondad  y  amor  hace  el  amigo  cuando  ama  a  su  amado  con 
buen  amar;  y  la  mezcla  tiene  lugar  porque  es  de  naturaleza  de  la  bondad  bonifi- 
car, y  del  amor  amar;  y  cuando  el  amado  premia  al  amigo  con  el  buen  amar,  en 
cuanto  le  ama  con  buen  amar  y  le  hace  tener  buen  amar,  entonces  se  mezclan  en 


—  Ó03  - 


buen  amar  la  ¡bondad  y  el  amor  del  amigo  y  del  amado..."  (.Sigue  la  mezcla  de  los 
restantes  diecisiete  principios  con  el  amor.) 

Si  la  mezcla  se  efectúa  con  tres  raíces,  el  amor  es  mayor  que  con  dos 
y,  si  se  realiza  con  todas,  el  amor  es  tan  grande  que  no  puede  serlo  más. 

Con  los  "pensamientos  de  amor"  se  da  doctrina  a  los  amadores  para 
que  sepan  tener  muchos,  buenos  y  grandes  pensamientos  sobre  el  amado  ; 
pues  hay  imuchos  hombres  que  desean  amar  y  no  pueden,  porque  no  sa- 
ben pensar  sobre  el  amor.  Hay  dos  clases  de  pensamientos:  unos  versan 
sobre  la  esencia  y  la  naturaleza  del  amor  y  sus  obras ;  otros,  sobre  las 
condiciones  pertinentes  al  amigo  y  al  amado.  Y,  cuanto  más  mezcladas 
sean  estas  dos  series  de  pensamientos,  más  intensamente  el  amigo  se  ena- 
mora de  su  amado : 

"1.  Pensaba  el  amigo  en  la  esencia  del  amor,  que  es  aquella  forma  que  mue- 
ve el  amigo  a  amar.  2.  Pensaba  él  amigo  en  la  naturaleza  del  amor,  y  dijo  que  la 
naturaleza  del  amor  es  aquella  cuerda  que  liga  el  amigo  a  su  amado.  3.  Pensó  el 
amigo  en  las  condiciones  de  su  amado  y  dijo  que  todas  son  amables  con  grande- 
za de  bondad,  duración,  poder  y  virtud,  a  fin  de  que  el  amado  pueda  ser  muy 
amado.  4.  Pensó  el  amigo  en  sus  condiciones  y  dijo  que  él  no  era  digno  de  amar 
al  grande  y  buen  amado,  porque  poco  bien  tenía  en  sí  mismo  y  muchas  veces 
había  pecado  y  errado  contra  su  aimado..."  (Siguen  otros  pensamientos  hasta  el 
número  16.) 

El  "tronco"  del  Arbre  d'amor,  segunda  parte  de  la  obra,  está  dividi- 
do a  su  vez  en  tres  partes,  a  saber :  forma  de  amor,  materia  de  amor  y 
-conjunción  de  ambas.  La  "forma"  de  amor  es  doble:  hay  la  "primera 
forma",  que  es  la  esencia  del  amor;  hay,  además,  la  "forma  efectiva", 
que  es  obra  de  la  primera  forma  en  cuanto  informa  las  raíces  de  amor 
y  las  ordena  y  dispone  para  ser  causas  de  amar,  ordenando  el  amigo  a 
amar.  La  primera  forma  recoge  de  las  raíces  la  bonificatividad,  la  mag- 
nificatividad,  la  duraficatividad,  la  posificatividad  y  las  demás,  y  con  to- 
das hace  la  segunda  forma  de  amor,  de  la  cual  vive  y  por  la  cual  se  sos- 
tiene. Cuantas  más  formas  recoge  el  amigo  de  las  raíces  de  amor,  tanto 
más  ama ;  si  recoge  muchas,  ama  mucho ;  si  pocas,  ama  poco ;  a  veces  re- 
coge tantas  que  su  cuerpo  no  las  puede  sostener  y  entonces  muere  el  cuer- 
po por  amor,  con  placer  del  amado,  puesto  que  así  es  muy  amado  (doc- 
trina de  la  pluralidad  de  formas  al  servicio  de  la  aspiración  del  martirio). 
La  "materia"  de  amor  es  también  doble :  la  una  es  de  la  esencia  del  amor ; 
la  otra  son  las  amabilidades  de  las  raíces  de  amor ;  así,  la  bondad  es  ama- 
ble, y  lo  mismo  la  grandeza  y  las  demás.  También  la  "conjunción"  es 
doble :  la  una  es  la  conjunción  de  la  esencia  del  amor  con  la  materia  esen- 


—   6o4  — 


cial  del  amor;  la  otra  es  la  conjunción  de  la  materia  del  amor  y  de  las 
amabilidades  del  amado.  Cada  una  de  estas  tres  partes  o  capítulos  es 
ilustrada  con  una  serie  de  versículos  al  estilo  del  Libre  de  amic  e  amat. 

Las  "ramas" — tercera  parte  del  Arbre  d'amor — son  muchas,  pero  bas- 
tará fijarse  en  las  tres  siguientes :  las  condiciones,  las  cuestiones  y  las 
plegarias  de  amor.  Por  las  "condiciones"  sabrá  el  amigo  condicionar  su 
amor  para  amar  y  desear  a  su  amado,  y  sabrá  también  resolver  las  cues- 
tiones de  amor;  por  las  "cuestiones"  de  amor  habrá  solaz  entre  el  amigo 
y  el  amor,  los  cuales  se  harán  cuestiones  por  amor;  por  las  "plegarias" 
sabrá  el  amigo  rogar  a  su  amado.  Condiciones,  cuestiones  y  plegarias  son 
presentadas  siguiendo  el  orden  y  las  definiciones  de  las  raíces  de  amor. 
Las  condiciones  son  distribuidas  en  rúbricas,  y  dentro  de  cada  rúbrica  e! 
amor  se  va  mezclando  con  cada  raíz  de  amor.  Así,  en  la  primera  rúbrica 
"Del  buen  amor"  entran  sucesivamente  en  combinación  la  grandeza,  la 
duración,  el  poder  y  las  restantes  raíces  de  amor ;  en  la  segunda  rúbrica 
"Del  gran  amor"  entran  en  combinación  la  duración,  el  poder,  la  sabi- 
duría y  las  restantes;  en  la  tercera  rúbrica  "De  la  duración  y  el  amor" 
entran  en  combinación  el  poder,  el  saber,  la  voluntad  y  las  restantes. 
Dentro  de  cada  rúbrica  las  condiciones  son  numeradas.  Esta  misma  di- 
visión en  rúbricas  e  igual  numeración  ?e  sigue  en  las  cuestiones  y  en  las 
plegarias.  Las  cuestiones  son  referidas,  para  su  solución,  a  las  condicio- 
nes correlativas  en  rúbrica  y  número  ;  y  lo  propio  se  hace  con  las  plega- 
rias, las  cuales  son  extraídas  de  las  condiciones  y  las  cuestiones  corres- 
pondientes. A  continuación  reproducimos  una  condición,  una  cuestión  y 
una  plegaria  correlativas  pertenecientes  a  la  rúbrica  primera  "del  buen 
amor" : 

Condición  1.a:  ''Todo  ainado  que  tenga  bueno  y  grande  amor  debe  ser  ama- 
do por  bueno  y  grande  amor." — Cuestión  1.a:  "Preguntó  el  amigo  al  amor  .por 
qué  su  amado  es  amado  por  tan  pocos  amadores,  siendo  digno  como  es  de  ser 
amado  por  muchos  amadores.''  Solución:  "Amigo,  dijo  amor,  la  solución  de  esta 
cuestión  está  en  la  primera  condición  "De  buen  amor",  y  del  mismo  modo  las 
otras  cuestiones  por  orden  de  rúbrica  y  de  número." — Plegaria  1.a:  "Dolorido  y 
triste  estaba  el  amigo,  porque  el  amado  tenía  tan  pocos  amadores,  siendo  así  que 
su  amado  está  en  tan  gran  bondad  y  amor  que  por  muchos,  buenos  y  grandes  ama- 
dores debería  ser  amado,  honrado  y  servido;  y  por  eso.  el  amigo  rogó  al  amor, 
con  muy  bueno  y  grande  amar,  que  enamorase  de  su  amado  a  muchos,  buenos 
y  grandes  amadores." 

Los  "ramos"  de  amor — cuarta  parte  del  Arbre  d'amor — son  tres :  li- 
beralidad, belleza  y  solaz  de  amor.  La  "liberalidad"  es  ramo  de  amor, 
porque  es  de  naturaleza  del  amor  el  dar  el  amar,  y  lo  da  con  bondad, 


—  ()05  — 


grandeza  y  las  demás  raíces,  excepción  hecha  de  la  contrariedad  y  la  mi- 
noridad; lo  es  también  la  "belleza",  porque  el  amar  requiere  la  belleza 
del  amigo  y  del  amado,  pues  sin  ella  el  amor  no  puede  florecer  ni  fruc- 
tificar en  su  árbol;  lo  es,  finalmente,  el  "solaz",  porque  el  amigo  v  el 
amado  sin  solaz  de  amor  no  pueden  juntarse  ni  acompañarse,  ni  el  uno 
puede  participar  con  el  otro.  Cada  uno  de  estos  ramos  da  motivo  a  oíros 
tantos  coloquios  entre  el  amor  y  el  amigo  con  alguna  intervención  del 
amado.  El  coloquio  sobre  la  belleza  se  basa  todo  él  en  la  distinción  entre 
la  "belleza  natural"  y  la  "belleza  moral"  de  las  criaturas,  y  exhala  aroma 
franciscano;  el  referente  al  solaz  es  apasionado  hasta  la  "embriaguez  por 
amor",  como  en  el  Libre  de  amie  e  amat  (222). 

Las  "hojas"  de  amor — quinta  parte  de  la  obra — son  suspiros,  llanto  y 
temores.  Los  "suspiros"  salen  del  corazón  del  amigo,  que  está  lleno  de 
amar  y  le  hace  suspirar  por  el  gran  deseo  que  tiene  del  amado  y  por  los 
trabajos  que  sostiene  por  amor.  El  "llanto"  de  amor  son  las  aguas  que  rie- 
gan y  mojan  los  ojos  por  amor,  el  cual  hace  sentir  al  amigo  los  trabajos, 
sufrimientos,  aventuras  y  peligros  que  padece  al  servir  y  honrar  a  su 
amado.  Los  "temores"  de  amor  son  los  testimonios  que  declaran  las  fal- 
tas que  el  amigo  ha  hecho  contra  el  amor  y  su  amado,  y  son  también  los 
flagelos  con  los  cuales  el  amor  y  el  amado  amenazan  al  amigo  cuando  tie- 
ne poco  amor  porque  tiene  ociosas  las  raíces  de  amor.  Suspiros,  llanto  y 
temores  suscitan  cada  uno  de  ellos  una  explanación  especial  que  brota  del 
amor  del  amigo  acuciado  por  las  raíces  de  amor.  Una  segunda  parte  de 
las  hojas  de  amor  son  los  "accidentes"  que  nacen  de  amor  y  por  amor  en 
el  amigo  que  ama  a  su  amado.  La  obra,  al  llegar  a  este  punto,  toma  una 
factura  francannente  romancesca,  como  indican  los  siguientes  epígrafes 
de  la  narración  alegórica :  "De  la  enfermedad  que  el  amigo  tuvo  por 
amor",  "Cómo  el  amigo  fué  juzgado  a  morir  por  amor"  (verdadero  jui- 
cio contradictorio  alrededor  del  tema  del  martirio),  "Cómo  el  amigo  mo- 
ría por  amor",  "Del  testamento  del  amigo  que  muere  por  amor",  "De  la 
oración  que  hizo  el  amigo  antes  de  morir",  "Cómo  el  amigo  no  podía 
morir",  "Cómo  el  amigo  expiró  y  murió",  "De  la  sepultura  del  amigo 
que  murió  por  amor",  "De  la  consolación  de  la  mujer  de  amor". 

Las  "flores"  de  amor,  que  es  la  sexta  parte  del  Arbre  d'amor,  son 
tres,  a  saber:  altezas,  loores  y  honores  del  amado.  Los  temas  de  forma- 
ción de  las  "altezas"  de  amor  son  preferentemente  las  raíces  de  amor  y 


(222)  Léese  en  esta  obra  (v.  364)  :  "Embriagábase  el  amigo  con  vino  que  recorda- 
ba, entendía  y  amaba  al  Amado.  Y  el  Amado  aguaba  aquel  vino  con  el  llanto  y  las  lá- 
grimas de  su  amigo." 


—  6o6  — 


las  virtudes  y  los  vicios,  y  son  presentados  en  forma  proverbial.  He  aquí 
algunos : 

"1.  Ninguna  alteza  está  en  gran  bondad  sin  alteza  de  amor  y  de  amar.'* 
"12.  Quien  comienza  su  amar  con  fin  de  alto  amor,  comienza  a  volar  al  cielo  don- 
de está  su  amado/'  "24.  Quien  tiene  caridad,  sube  a  ser  señor  de  todas  las  cosas." 
"47.  Sí  bajas  a  la  lujuria,  sube  a  amar  la  castidad  recordando  la  belleza  de  tu 

amado." 

Los  "loores"  de  amor  los  forma  el  amigo  con  las  virtudes  del  amado, 
loadas  por  razón  de  sí  mismas,  por  su  operación  y  por  la  obra  que  rea- 
lizan en  las  criaturas.  He  aquí  una  muestra : 

"3.  Amadores  de  gran  amor,  dijo  el  amigo,  la  grandeza  de  mi  amado  es  tan 
grande  que  es  infinita,  y  así  como  es  infinita  por  esencia  y  naturaleza,  es  grande 
por  la  infinita  operación  que  tiene  en  sí  misma,  y  con  esta  infinita  operación  po- 
dría "infinir"  todas  las  criaturas  si  éstas  tuviesen  capacidad  para  ello;  pero  nin- 
guna otra  grandeza,  sino  solamente  la  grandeza  de  mi  amado,  puede  ser  de  esta 
manera  infinita." 

Respecto  a  los  "honores"  de  amor,  el  amigo  pide  al  amor  que  le  en- 
señe la  manera  por  la  cual  sepa  honrar  al  amado.  Acompañado  de  las  mu- 
jeres de  amor,  el  amigo — renovando  la  figura  de  Blanquerna  y  la  de  Félix 
en  el  Libre  de  meravelles — emprende  una  larga  carrera  por  el  mundo,  re- 
corriendo los  diversos  estados  sociales,  después  de  la  cual  "decidieron 
salir  del  inundo  y  no  estar  más  entre  los  hombres,  sino  vivir  en  los  bos- 
ques con  los  pájaros,  las  bestias  y  los  árboles  que  no  hacen  deshonor  al 
amado"  ;  pero  un  peregrino  que  encontraron  a  su  paso,  les  reprende  gran- 
demente y  les  incita  "a  volver  al  mundo  a  vivir  con  los  hombres  a  fin  de 
que  no  estén  ociosos,  y  el  amado  tuviese  servidores  que  se  alegrasen  de 
sus  honores  y  sintiesen  dolor  y  tristeza  de  sus  deshonores".  Y  el  amigo 
y  las  mujeres  de  amor  volvieron  al  mundo. 

El  "fruto"  de  amor — séptima  y  última  parte  de  la  obra — está  dividi- 
do en  tres  partes  o  capítulos :  uno  se  refiere  a  Dios,  otro  a  su  obra  y  el 
tercero  a  la  bienaventuranza.  "Dios"  es  fruto  de  amor,  porque  es  fin  y 
cumplimiento  de  cuanto  existe  ;  lo  es  también  la  "obra  de  Dios",  porque 
es  fin  y  cumplimiento  de  todas  las  obras  creadas ;  lo  es  la  "bienaventu- 
ranza", porque  en  ella  encuentran  reposo  los  santos  bienaventurados  en  la 
gloria  perdurable.  Quiso  el  amigo  subir  al  fruto  de  amor,  pero  las  mu- 
jeres de  amor  dijeron  a  un  doncel  de  amor  que  antes  hiciese  cuestiones 
al  amigo  sobre  su  amado  y  el  amor,  "porque  no  conviene  que  sea  reco- 
gido el  fruto  de  amor  por  el  amigo  que  no  conozca  a  su  amado  ni  al 
amor  y  que  no  sepa  amar".  He  aquí  dos  de  esas  cuestione^ : 


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"1.a  Pidió  el  doncel  de  amor  al  amigo  si  conocía  a  su  amado.  Doncel  de  amor, 
dijo  el  amigo:  si  no  conociese  a  mi  amado,  no  tendría  gran  amor  ni  podría  por 
amor  sostener  grandes  trabajos.  2.a  Amigo,  ¿posees  algún  tesoro?  Dijo  el  amigo 
que  su  amado  era  su  tesoro  y  su  amar." 

Satisfechas  las  mujeres  de  amor  con  este  examen,  dijeron  al  amigo 
que  subiese  a  recoger  el  fruto  de  amor  con  cuestiones  de  amor.  Estas 
cuestiones  versan  sobre  los  tres  susodichos  frutos  de  amor,  esto  es,  Dios, 
las  obras  de  Dios  y  la  bienaventuranza ;  y  las  formula  el  amigo  a  las  mu- 
jeres de  amor  siguiendo  las  diez  reglas  del  arte  de  cuestionar:  ¿si  es?, 
¿qué  es?,  ¿de  qué?,  ¿por  qué?,  ¿cuánto?,  ¿cuál?,  ¿cuándo?,  ¿dónde?, 
¿cómo?,  ¿con  qué?  Las  respuestas  correspondientes  a  los  dos  primeros 
frutos,  aunque  matizadas  por  las  raíces  de  amor,  no  se  apartan  de  las 
líneas  generales  de  la  teodicea  y  de  la  metafísica  lulianas.  La  doctrina 
referente  al  tercer  fruto,  o  sea  la  bienaventuranza,  coincide  con  la  ya 
conocida  de  los  tratados  de  contemplación  antes  examinados ;  pero  aun 
así,  este  capítulo  es  uno  de  los  más  bellos  e  interesantes  de  la  obra. 

Un  breve,  pero  jugoso,  capítulo  intitulado  "de  la  abituació  del  Arbre 
d'amor"  resume  las  ventajas  de  esta  obra:  "Quien  conozca  bien  este 
Arbol  y  sepa  habituarse  a  él,  podrá  saber  fácil  y  artificiadamente  las  cien- 
cias ;  porque  con  aquella  misma  doctrina  que  hemos  dado  artificiadamen- 
te para  aumentar  el  amor  y  el  amar,  podemos  poseer  la  imanera  y  la  doc- 
trina para  aumentar  la  ciencia  y  el  saber  a  fin  de  conocer  al  amado  y  los 
secretos  de  él  y  de  las  criaturas,  como  quiera  que  amar  y  entender,  dis- 
curridos por  las  raíces  de  este  Arbol  y  por  las  otras  partes  del  mismo,  se 
ayudan  el  uno  al  otro  para  aumentar  la  ciencia  y  el  amor ;  y  por  eso,  por 
este  Arbol  pueden  obtener  gran  utilidad  los  amadores  de  la  filosofía  de 
la  ciencia  y  del  amor".  Desde  la  amancia,  pues,  vuelve  Lull  a  la  ciencia, 
proclamando  una  vez  más  la  unidad  y  la  integridad  de  la  vida  espiritual. 

Se  lee,  finalmente,  que,  cuando  Ramón  hubo  terminado  este  Arbre  de 
filosofía  d'amor,  lo  presentó  a  la  dama  de  amor,  y  ambos  lo  llevaron  a 
los  maestros  de  París  para  que  lo  revisasen  y  corrigiesen  según  su  filo- 
sofía de  amor  y  de  saber;  y  la  dama  de  amor  dijo  a  Ramón  que  presen- 
tase un  ejemplar  en  latín  al  rey  de  Francia,  que  era  Felipe  el  Hermoso,  y 
un  ejemplar  en  vulgar  a  la  reina.  Ya  durante  el  curso  de  la  obra,  Lull  ha- 
bía mostrado  especial  interés  en  que  fuese  divulgado  este  libro,  pues  "es 
común  a  todos  los  hombres,  a  los  cristianos,  judíos,  sarracenos  y  paga- 
nos, porque  es  de  filosofía  de  amor"  (223). 

El  Arbre  de  filosofía  d'amor  significa  el  momento  final  en  el  desen- 


(223)    4.a  parte,  "De  liberalitat  d'amor",  párr.  8,  pág.  133. 


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volvimiento  de  la  doctrina  luliana  del  amor,  la  cual  por  su  amplitud  y 
elevación,  por  su  arquitectura  y  trabazón  lógica  y  por  su  riqueza  de  doc- 
trina y  de  matices,  merece  una  consideración  preeminente  dentro  de  la  filo- 
sofía medieval. 

32.  Por  vía  de  epílogo,  resumiremos  las  características  de  la  místi- 
ca luliana,  que  son,  a  nuestro  juicio,  las  siguientes: 

1.  a  Es  integral.  Todas  las  fuerzas  de  la  vida  espiritual- — las  tres  vir- 
tudes del  alma  y  los  cinco  sentidos  intelectuales — concurren  con  todo  su 
poder  al  acto  de  la  contemplación.  A  diferencia  de  Jacopone  da  Todi, 
quien,  llevando  al  extremo  la  enemiga  de  los  Espirituales  contra  la  cien- 
cia, aspira  a  un  conocimiento  por  el  amor,  que  es  un  saber  sin  conceptos: 

"Conascerailo  sopra  lo  'intelletto 
Sensa  conoscimiento,  per  afetto, 
Lassando  ogni  lavor  ch'é  sopra  detto, 
Solo  l'afetto  tocchera  ¡ramore"  (224), 

en  Lull,  ni  en  los  momentos  de  embriaguez  mística  el  amor  eclipsa  al  en- 
tendimiento ni  cercena  sus  fueros  en  lo  más  mínimo.  Recordemos  la  doc- 
trina de  la  igualdad  natural  de  las  tres  potencias  del  alma,  y  la  persisten- 
cia con  que  es  llevada  nasta  sus  últimas  consecuencias  en  todos  y  cada 
uno  de  los  múltiples  aspectos  de  la  mística  luliana. 

2.  a  Es  activa,  Esta  nota  es  consecuencia  del  carácter  anterior.  A  se- 
mejanza de  las  virtudes  divinas,  tampoco  las  tres  virtudes  del  alma  pue- 
den estar  "ociosas",  y  por  eso  participan  "igualmente"  en  el  acto  de  la 
unión  mística  perfecta. 

3.  a  Es  humana.  A  imagen  del  Dios-Hombre,  en  el  cual  la  naturale- 
za divina  no  tuvo  inconveniente  en  encarnarse  y  vivir  en  la  naturaleza 
humana,  en  la  mística  luliana,  una  vez  subordinados  los  sentidos  corpo- 
rales a  los  sentidos  espirituales,  se  busca  expresamente  el  concurso  de 
todas  las  potencias  del  hombre,  así  espirituales  como  corporales.  De  ahí 
la  extensión  del  concepto  de  sensibilidad  a  la  vida  espiritual,  y  aquellos 
tres  tipos  de  oración :  sensual,  intelectual  y  compuesta,  que  es  la  más  per- 
fecta. De  ahí  también  aquel  apotegma  del  buen  contemplador:  "Es  cosa 
impropia  contemplar  altamente  sin  llorar"  (225). 


(224)  "Ciascuno  amante  che  ama  il  Siimore"  (Latide  Spirituali,  ed.  J.  Pacheu,  Pa- 
rís, iqi4,  pá£.  272). 

(225)  Art  de  contemplaáó ,  cap.  VI,  pácrs.  458-459. 


—  Oog  — 


4.  a  Es  social.  El  amor  luliano,  como  el  de  los  filósofos  franciscanos, 
tiene  sus  raíces  en  las  profundidades  de  la  vida  afectiva  y  es  eminente- 
mente social,  quizás  mejor,  cósmico.  Es  aquel  mismo  amor  de  San  Eran- 
cisco,  que  le  lleva  a  individualizar  todos  los  seres,  a  ordenarlos  y  jerar- 
quizarlos, formando  la  escala  de  las  criaturas  que  conduce  hasta  el  Crea- 
dor. Las  estrofas  del  Himno  al  Sol  resuenan  en  todos  los  ámbitos  de  la 
mística  luliana.  Este  carácter  voluntarista  del  amor  priva  a  Lull,  como  a 
los  filósofos  franciscanos,  de  incurrir  en  el  panteísmo.  La  unidad  de  los 
seres  dentro  del  lulismo  es  puramente  de  orden  práctico:  es  la  comuni- 
dad que  existe  entre  todos  ellos,  derivada  de  la  solidaridad  del  amor.  El 
amor  luliano  se  distingue  esencialmente  de  aquel  eroico  furore  de  Gior- 
dano  Bruno,  de  aquel  amor  Dei  intellecttudis  que  informa  más  tarde  el 
misticismo  intelectualista-panteísta  de  Spinoza  y  que,  en  el  fondo,  no  es 
más  que  el  reconocimiento  de  la  identidad  de  los  seres  en  el  principio  di- 
vino. 

5.  a  Es  práctica.  La  actividad  mística  luliana  es  expansiva,  no  reple- 
gada en  sí  misma  y  solipsista.  Iluminada  por  el  saber  e  impulsada  por  el 
fuego  del  amor  divino,  tiende  irresistiblemente  a  traducirse  en  hechos  in- 
mediatos. De  ahí  ese  afán  intervencionista  y  de  reforma  total  de  las  cos- 
tumbres— así  en  la  esfera  individual  como  en  la  vida  pública — ,  tan  vivo 
y  poderoso  en  el  Doctor  Iluminado  que  llega  hasta  la  utopía,  como  ve- 
remos en  el  próximo  capítulo. 


39 


CAPITULO  XVII 


LA  MORAL  Y  LA  PEDAGOGIA.  POLITICA,  REFORMA  SOCIAL. 
Y  UTOPIA.  EPILOGO  (i) 

I 

La  moral  y  la  pedagogía. 

Caracteres  de  la  ética  luliana. — Doctrinas  de  las  dos  intenciones,  de  los  dos  movi- 
mientos y  de  la  libertad —El  Libre  d'intenció. — Arte  general  y  ética. — Carac- 
teres de  la  pedagogía  luliana. — El  Libre  del  Orde  de  Cavalleria  y  la  Doctrina 
pueril.— -El  ideal  y  la  educación  del  príncipe. — Arte  de  aprender.— Doctrinas  co- 
rreccionalistas. — La  "medicina  del  pecado"  y  el  problema  teológico  de  la  gracia. 

i.  Hay  una  idea  que  juega  un  gran  papel  en  toda  la  filosofía  luliana : 
es  la  de  la  primera  y  la  segunda  intención,  expresiones  en  las  cuales  Lull 
compendia  la  solución  del  problema  de  la  finalidad  del  universo.  La  pri- 
mera intención  es  el  plan  divino  para  la  ordenación  de  las  criaturas ;  y  este 
plan,  según  vimos  (2),  ha  sido  establecido  por  la  dignidad  divina  del  fin.. 
Dios  ha  querido  que  la  primera  intención  sea  en  el  hombre  para  conocer- 
le, amarle,  honrarle  y  servirle,  y  que  por  la  segunda  intención  posea  el 
hombre  los  bienes  que  derivan  de  los  méritos  de  la  primera  intención. 
Así  como  Dios  ha  creado  este  mundo  por  razón  del  otro  y  no  el  otro 
por  razón  de  éste,  así  también  ha  querido  que  la  segunda  intención  esté- 
en  los  hombres  por  razón  de  la  primera  intención  y  no  que  la  primera 


(1)  Un  avance  parcial  del  contenido  del  presente  capítulo  fué  dado  en  los  dos-, 
siguientes  trabajos  He  Tomás  Carreras  y  Artau :  Revisión  filoso fiai  y  espíritu  del  Lu- 
lismo,  "Cruz  y  Raya",  Madrid,  1933,  págs.  65-83,  y  Fonaments  metafísics  de  la  filo- 
sofía lul-liana,  "Miscel-lánia  lul-liana",  Barcelona,  1035,  págs.  446-466,  publicados  am- 
bos en  versión  alemana  en  la  revista  "Wissenschaft  und  Weisheit",  M.  Gladbach,  1935,. 
con  los  títulos  de  Raymond  Lull  und  der  Geist  seiner  Philosophie  (Heft  III,  págs.  217- 
228),  y  Die  metaphysischen  Grundlagen  der  lullschen  Philosophie  (Heft  IV,  páys.  266-- 
287),  traducción  por  el  Dr.  Hans-Hermann  Cramer  von  Bessel. 

(2)  Véase  el  capítulo  XV,  §  IT,  n.°  16,  de  la  presente  obra. 


—  6 1 1  - 


intención  exista  por  razón  de  la  segunda  (3).  En  Dios  no  hay  división 
de  primera  y  segunda  intención,  porque  toda  su  intención  es  infinita  y 
eterna,  y  la  segunda  intención  implica  minoridad  (4).  Los  elementos, 
las  plantas,  las  aves,  las  bestias  y  todas  las  cosas  de  este  mundo  siguen 
el  orden  y  la  regla  de  la  intención  por  la  que  han  sido  creados ;  en  cam- 
bio, el  hombre,  a  quien  todas  esas  cosas  son  inferiores  en  la  intención, 
puede  ir  contra  la  intención  por  la  que  ha  sido  creado,  es  decir,  contra 
la  intención  de  Dios  (5).  "No  se  puede  pensar  ni  decir  ni  escribir  la 
bella  ordenación  que  existe  naturalmente  en  el  mundo;  todas  las  cria- 
turas hacen  aquello  para  lo  que  han  sido  creadas,  excepto  el  hombre 
pecador  y  el  demonio  que  hacen  todo  lo  contrario  de  aquello  para  que 
fueron  creados"  (6).  Efectivamente,  el  hombre  puede  obrar  de  dos  ma- 
neras: naturalmente  (riaturaliter),  esto  es,  como  las  demás  criaturas 
que  le  son  inferiores,  y  moralmente  (moraliter),  en  cuyo  caso,  haciendo 
un  mal  uso  de  su  libertad,  puede  desviarse  de  la  primera  intención  o 
"invertir  las  dos  intenciones",  anteponiendo  la  segunda  intención  a  la 
primera.  Esta  desviación  o  inversión  constituye  el  pecado  (7).  No  hay 
mayor  vileza  ni  mayor  falsedad  que  la  del  hipócrita,  porque  nadie  como 
él  tiene  su  intención  tan  desordenada  (8). 

La  teoría  de  las  dos  intenciones  se  completa  con  la  doctrina  de  los 
dos  movimientos  y  de  la  libertad  (9).  El  hombre  siente  en  sí  misftno  que 
tiene  libre  voluntad  para  hacer  el  bien  o  el  mal,  y  esto  sucede  así  por 
razón  de  los  dos  movimientos  que  se  engendran  en  él.  Por  el  primer 
movimiento  el  hombre  es  libre  para  hacer  el  bien,  por  el  segundo  movi- 
miento es  libre  para  hacer  el  mal.  Y  como  quiera  que  el  bien  fué  antes 
en  el  hombre  que  el  mal,  por  eso  el  primer  movimiento  hacia  el  bien  es 
accidente  inseparable  y  el  otro  hacia  el  ¡mal  es  accidente  separable. 
Cuando  el  hombre  se  mueve  a  hacer  el  bien,  lo  hace  según  naturaleza  de 
cosa  que  es  poseedora  del  ser;  cuando  se  mueve  a  hacer  el  mal,  proce- 


(3)  Libre  de  contemplaáó  en  Déu,  cap.  45:  "Com  Deu  ha  ordonades  dues  enten- 
cions  en  home",  párrs.  2  y  3  (tom.  I,  pág.  227). 

(4)  Libre  d'intenció  (edic.  S.  Galmés,  'Mallorca,  1935),  parte  II,  párr.  3,  pág.  8. 

(5)  Obra  citada,  parte  III,  párr.  7,  pág.  12. 

(6)  Arbre  de  füoisofüi  d'amor,  parte  5.a,  cap.  3,  párr.  7,  pág.  199. 

(7)  Libre  d'intenció,  parte  I,  párr.  14,  pág.  7.  Cfr.  Ars  generalis  ultima,  IX  pars 
princ,  caps.  XII,  XIII  y  XIV,  págs.  304.  385  y  443- 

(8)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  45  citado,  párr.  19,  pág.  230. 

(9)  Véanse,  en  el  Libre  de  contemplado  en  Déu,  el  cap.  46:  "Com  Deus  ha  ordo- 
nat  home  entre  dos  moviments"  y  el  cap.  51:  "Com  Deus  ha  ordonat  home  per  so  con 
li  ha  donada  franca  volentat"  (tom.  I,  págs.  232-238  y  259-266),  de  los  cuales  han  sido 
entresacados  los  conceptos  que  siguen  en  el  texto. 


—   612  — 


de  según  su  naturaleza  de  cosa  privada  de  ser :  el  bien  proviene  de  cosa 
existente,  el  mal  de  cosa  no  existente.  La  libre  voluntad  nace  de  dos 
contrarios,  que  son  ser  y  privación.  Estos  dos  contrarios  son  iguales  en 
acción.  Y  que  esto  es  así,  cada  hombre  puede  experimentarlo  en  sí  mis- 
mo, buscando  la  propiedad  que  nace  en  él  por  el  lado  de  su  ser  y  la  que 
nace  por  el  lado  del  no  ser.  El  libre  querer,  según  verdad,  no  es  algo  por 
lo  que  uno  pueda  hacer  ante  dos  contrarios  lo  que  quiera,  antes  bien 
es  aquello  por  lo  que  uno  siente  la  libertad  de  hacer  ante  dos  contra- 
rios lo  que  quiera;  y  este  sentimiento  es  sentido  totalmente  libre  en  la 
potencia  racional,  desde  que  ésta  comienza  a  discernir  entre  el  bien  y  el 
mal.  hasta  el  final  en  que  manda  a  la  potencia  motriz  que  haga  lo  que  ella 
ha  elegido.  El  libre  querer  ("franc  voler")  es  la  más  noble  criatura  que 
posee  el  hombre  (10).  Como  un  corolario  de  su  doctrina  de  la  mayor  ac- 
tualidad de  la  voluntad  que  ya  expusimos  en  la  mística  fu),  Lull  sos- 
tiene que  el  libre  querer  es,  en  este  mundo,  más  virtuoso  que  la  memo- 
ria y  el  entendimiento,  porque  la  libertad  está  más  cerca  del  querer  que 
de  aquellas  otras  dos  potencias  (12).  No  hay  defecto  tan  grande  ni  tan 
culpable,  afirma,  como  el  que  proviene  del  querer,  porque  el  defecto  que 
está  en  el  poder  o  en  el  saber  no  importa  culpa  y  es  excusable  en  el  hom- 
bre falto  de  poder  y  de  saber ;  "la  razón  de  ello  es  que  la  libertad  radi- 
ca mayormente  en  el  querer  que  en  el  poder  y  el  saber"  (13). 

2.  La  ética  luliana  es,  pues,  una  ética  de  la  primera  intención  y  vo- 
luntarista,  coincidiendo  también  en  este  punto  con  la  dirección  filosófi- 
ca franciscana.  En  una  obra  muy  característica,  escrita  para  la  forma- 
ción moral  y  religiosa  de  su  hijo,  probablemente  en  Montpellier  hacia 
1282,  sintetiza  Lull  y  amplía  a  la  vez  la  doctrina  de  las  dos  intencio- 
nes. Está  dividida  dicha  obra  en  cinco  partes  en  recuerdo  de  las  cinco 
llagas  de  Jesucristo.  Comienza  la  primera  parte  con  dos  diversas  defi- 
niciones de  la  intención :  "Intención  es  obra  del  entendimiento  y  de  la 
voluntad,  la  cual  se  mueve  a  dar  cumplimiento  a  la  cosa  deseada  y  en- 
tendida." "Intención — insiste  Lull — es  el  acto  del  apetito  natural  que 
busca  la  perfección  que  le  conviene  naturalmente."  La  primera  defini- 
ción es  específica  de  la  intención  humana ;  la  segunda  se  refiere  a  la  in- 
tención de  las  criaturas  no  racionales.  A  continuación  enseña  a  su  hijo 
a  distinguir  entre  la  primera  y  la  segunda  intención,  por  vía  de  ejem- 


(10)  Obra  citada,  cap.  294,  párr.  26  (tom.  VI,  pág.  262). 

(11)  Véase  el  cap.  XVI,  Q  II,  n.°  15,  de  la  presente  obra. 

(12)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  328,  párr.  19  (tom.  VII,  pág.  164). 
((13)  Obra  citada,  cap.  309,  párr.  23  (tom.  VI,  pág.  419). 


-• 6i3  — 


pilo,  .en  las  obráis  artificiales,  en  las  corporales  y  en  las  espirituales.  En 
la  segunda,  tercera  y  cuarta  partes  son  establecidos  los  fundamentos 
teológico-metafísicos  de  la  intención.  La  quinta  y  última  parte,  distri- 
buida en  treinta  capítulos,  hace  aplicaciones  de  la  doctrina  de  la  in- 
tención a  la  ética  individual  y  social,  esto  es :  a  las  virtudes  teologales  y 
cardinales,  a  los  pecados  capitales,  a  la  oración,  a  la  confesión,  a  la  misa, 
al  matrimonio,  a  las  ciencias  (en  donde  se  proclama  que  la  teología  per- 
tenece a  'la  ipriímera  intención  y  todas  las  otras  ciencias  a  la  segunda), 
a  la  conversión  de  los  infieles,  ail  uso  de  las  riquezas  y  ejercicio  de  Ja 
pobreza,  a  los  honores  y  a  los  estamentos  sociales  (prelacia,  vida  reli- 
giosa, clerecía,  el  príncipe,  los  caballeros  y  el  pueblo).  En  el  capítulo  24 
"De  los  elementos",  esporádico  a  primera  vista,  se  conexiona  hábilmen- 
te la  intención  en  el  orden  natural  y  en  el  orden  humano,  y  se  eleva  a  la 
categoría  doctrinal  la  ética  estamental  y  jerárquica  de  la  época:  "Los 
elementos,  hijo — se  lee — ,  existen  por  intención  de  la  obra  natural  y 
para  que  exi'sta  el  cuerpo  'humano  y  éste  sea  comipuesto  y  engendrado  y 
sostenido  por  dichos  elementos,  y  a  fin  de  que  el  ¡hombre  pueda  subsistiir 
y  vivir  conociendo  y  amando  a  Dios.  Estos  élementos,  hijo,  siguen  el 
curso  y  la  intención  por  la  que  existen,  para  significar  que  los  holmbres, 
en  sus  oficios,  sigan  la  intención  por  la  cual  dichos  oficios  han  sido  esta- 
blecidos; porque  si  los  eüemenítos,  que  carecen'  de  discreción  y  razón, 
siguen  la  intención  que  explica  su  existencia,  ¡  cuánto  más  el  hombre, 
dotado  de  discreción  y  razón,  debe  seguir,  en  su  oficio,  la  intención  in- 
herente a  dicho  oficio  y  la  razón  por  la  que  le  ha  sido  dado !". 

3.  Por  lo  que  dejam;os  expuesto,  la  ótica  kiliiana  no  disiente,  en 
cuanto  al  fondo  y  a  su  espíiritu,  de  la  ótica  cristiana  medieval.  La  parte 
original  de  esta  éitica  consiste  en  su  furor  constructivo  y  en  su  rigoris- 
mo deductivista,  no  puramente  lógico  sino  ontológico ;  es,  en  una  pala- 
bra, la  persistencia  en  ella  del  sentido  platónico  activado  por  el  ardor 
místico,  y  la  aplicación  inflexible  y  a  la  vez  iminuciosa  que  hace  Lull  de 
los  principios  del  Arte  general  al  mundo  moral,  jurídico,  político  y  so- 
cial. 

Es  preciso  recordar  aquí  que  el  Arte  general  luliana  es  no  sólo  un 
ars  inveniendi  veritatem,  sino  también  un  arte  de  vivir  bien.  Con  las 
cinco  figuras — se  lee  en  el  Ars  maguía  primitiva  (14) — "potest  homo 
contemplan  et  cognoscere  Dewm  et  vivificare  virtutes  et  mortificare  v'i- 
tia,\  Y,  efectivamente,  una  de  las  figuras  auxiliares  versa  sobre  las  vir- 


(14)  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem  (edic.  de  Maguncia,  tom.  I),  prólogo, 
páe.  t. 


—  6 1 4  — 


tudes  y  los  vicios  (15).  AJás  tarde,  al  ser  introducidos  los  "nueve  suje- 
tos" en  el  mecanismo  del  Arte  general,  vemos  que  el  último  de  ellos,  o 
sea  la  "instrumentativa",  tiene  por  objeto  sistematizar  la  ética  (16). 

4.  Dos  obras  de  la  primera  época,  rezumantes  de  ternura  paternal 
escribió  Lull  expresamente  para  la  educación  de  su  hijo :  la  Doctrina 
pueril  y  el  Libre  d'intenció  recién  examinado,  las  cuales  se  comple- 
tan con  el  Libre  del  Orde  de  Cavalleria  y  el  libro  primero  del  Blan- 
querna,  compuestos  estos  dos  últimos,  según  todos  los  indicios,  con  el 
mismo  propósito.  La  pedagogía  luliana  es  una  pedagogía  de  la  primera 
intención  (17),  que  comienza  por  las  cosas  generales  para  descender  a 
las  especiales  (18)  y,  auxiliada  por  el  Arte  general,  culmina  en  la  imi 
tación  de  las  virtudes  divinas  (19). 

Es  muy  significativo  que  el  antiguo  paje  del  rey  Jaime  I,  en  plena 
fiebre  de  converso,  se  lanzase  a  la  tarea  de  codificar  el  espíritu  de  la  Ca- 
ballería, ese  platonismo  de  adarga  y  espada,  concreción  viviente  del  idea- 
lismo cristiano  medieval.  En  el  Libre  de  contemplado  en  Den  (20)  Lull 
critica  muy  duramente  la  conducta  de  los  caballeros  como  clase,  por  ha- 
berse apartado  de  las  normas  de  su  oficio,  y  afirma  que  "este  desvío  y 
este  desorden  provienen  de  que  los  caballeros  cambian  la  manera  y  la 
causa  por  la  cual  son  caballeros".  Y  aunque  el  filósofo  mallorquín  patro- 
cina, como  más  excelente,  una  caballería  celeste  o  a  lo  divino,  acaba  de- 


(15)  Véase  el  capítulo  XI,  §  III,  n.°  16,  de  la  presente  obra. 

(16)  Cfr.  Ars  generalis  ultima,  IX  pars  princ,  caps.  LIV-XC,  págs.  443-487. 

(17)  "Un  hom  pobre  pecador  (Lull)...  fa  abreviadament,  com  pus  planerament 
pot,  aquest  libre  e  d'altres  al  seu  amable  fiH,  per  tal  que  pus  leugerament  e  enans  pus- 
que  entrar  en  la  sciencia,  en  la  qual  sapia  conexer  e  amar  e  servir  Déu"  (Doctrina  pue- 
ril, edic.  de  Mallorca,  1906,  prólogo,  pág.  4).  Versan  sobre  la  pedagogía  luliana  los  si- 
guientes trabajos:  M.  Obrador  y  Bennassar,  proemio  y  excelente  resumen,  que  utilizamos, 
a  su  edición  de  la  Doctrina  pueril  (Barcelona,  1907);  Lluis  Pastre :  La  pedagogía  de  Ra- 
món Lull,  "Quaderns  d'Estudi",  año  II,  vol.  I,  págs.  190-203;  Dr.  Pier  Enea  Guarne- 
rio:  Contributo  agli  studi  lulliani,  "Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans",  Barcelo- 
na, 1908,  págs.  497-519;  R-  d'Alós-Moner:  Un  nou  manuscrit  de  la  Doctrina  pueril, 
"Franciscalia",  Barcelona,  1928. 

(18)  "On  al  comensament  deu  hom  mostrar  a  son  ñll  les  coses  qui  son  generáis  en 
lo  món,  perqué  sapia  devallar  a  les  especiáis"  (obra  y  lugar  citados,  pág.  3). 

(19)  "E  vols  nodrir  l'enteniment  de  ton  ñll  a  esser  exalsat  e  levat  a  entendre? 
Mostre-li  sciencia  divina  e  natural.  E  vols  que  aja  molt  alt  enteniment  a  entendre  subtil- 
ment?  Mostra-li  Art  de  trobar  veritat  e  lo  Libre  de  peticions  e  de  comensamenls  e  de 
qüestions.  E  vols  que  ton  infant  am  molt  Déu?  fé-li  membrar  e  entendre  la  viltat 
'l'aquest  món,  e  la  bonea,  granea,  eternitat,  poder,  saviea,  amor  e  les  altres  virtuts  de 
Déu."  (Obra  citada,  cap.  91,  n.°  19,  pág.  179.) 

(20)  Véase  el  cap.  112:  -'Com  hom  se  pren  guarda  de  so  que  fan  los  cavallers" 
(tom.  III,  págs.  57-63)-  Véase,  también,  el  Libre  d'intenció,  parte  V,  cap  29:  "De  ca- 
vallers", págs.  61-63. 


-  6i5  - 


hendiendo  la  necesidad  de  la  caballería  mundana  y  del  oficio  de  caballe- 
ro, "puesto  que  por  los  caballeros  los  príncipes  poseen  la  tierra  y  man- 
tienen la  justicia,  y  por  los  caballeros  son  vencidos  y  dominados  los 
hombres  malos,  y  por  los  caballeros  es  sostenida  la  Iglesia,  y  así  como 
los  clérigos  tienen  por  oficio  alabar  a  Dios  y  rogar  por  el  pueblo,  el  ofi- 
'•cio  de  los  caballeros  es  combatir  por  la  fe  romana".  Tal  es  el  preceden- 
te inmediato  del  Libre  del  Orde  de  Cavalleria,  que  es  a  la  vez  un  ma- 
nual de  educación  caballeresca  y  un  código  de  los  derechos  y  obliga- 
ciones del  perfecto  caballero. 

En  el  opus  luliano  encontramos  un  conjunto  de  ideas  dispersas  acer- 
ca del  ideal  y  la  educación  del  príncipe.  "El  príncipe  debe  tener  la  pri- 
mera intención  en  ganar  mérito  en  su  oficio  por  obra  de  la  fe,  y  la  se- 
gunda intención  debe  tenerla  puesta  en  su  oficio"  (21).  "El  principado 
es  cosa  tan  noble  que  aquél  que  lo  posee  debería  ser  muy  verdadero  y 
muy  humilde  y  muy  justiciero  y  muy  dulce  y  sencillo  y  suave  y  lleno  de 
lealtad  y  misericordia...  La  cosa  mejor  en  el  mundo  es  que  el  buen 
príncipe  sea  hombre  de  mucha  convicción  y  entendido  y  lleno  de  bue- 
nos hábitos"  (22).  Como  Platón,  suspira  Lull  por  el  tipo  del  príncipe 
sabio,  educado  en  la  filosofía:  "Conviene  que  el  príncipe  sea  sabio..., 
y  por  eso  en  otros  tiempos  eran  sabios  los  príncipes  que  hacían  apren- 
der a  sus  hijos  la  filosofía,  porque  es  la  ciencia  general  que  ilumina  el 
-entendimiento  de  los  hombres  para  conocer  las  verdades  de  las  co- 
sas" (23). 

5.  En  el  libro  de  Doctrina  pueril  acomete  Lull  el  problema  de  la 
educación  en  un  sentido  total.  La  obra  está  distribuida  en  cien  capítu- 
los, pudiendo  distinguirse  dentro  de  la  misma  dos  partes :  una  que  po- 
dría ser  denominada  catequística  o  religiosa  (caps.  1  al  67),  y  la  otra, 
complementaria  de  la  anterior,  que  versa  sobre  la  instrucción  moral  y 
profana  de  la  juventud.  En  la  primera  parte  el  padre  explica  a  su  hijo 
los  artículos  de  la  fe,  los  mandamientos  de  la  ley  de  Dios,  los  sacra- 
mentos de  la  Santa  Iglesia,  los  dones  del  Espíritu  Santo,  las  bienaven- 
turanzas, los  gozos  de  Nuestra  Señora  Santa  María,  las  virtudes  teolo- 
gales y  cardinales  y  los  pecados  mortales,  terminando  esta  parte  con  unos 
capítulos  sobre  la  salvación  o  la  condenación  de  cada  uno  según  haya 


(21)  Libre  d'intenció,  parte  V,  cap.  28:  "De  princep",  párr.  2,  pág.  60. 

(22)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  ni:  "Com  hom  se  pren  guarda  de  so 
<iue  fan  los  reys  ni  los  princeps  d'aquest  mon",  párrs.  10  y  11  (tom.  III,  pág.  52).  Véa- 
se, también,  el  cap.  304 :  "Com  es  tractat  de  la  amor  qui  es  entre'l  princep  e  son  poblé'- 
<torrr.  VI,  págs.  359"37o). 

(23)  Arbre  de  sciencia,  "Arbre  imperial",  IV,  n.°  4;  vol.  I,  pág.  310. 


—  6f6  — 


servido  o  desobedecido  a  la  ley  cristiana.  La  segunda  parte  comienza  ex- 
poniendo el  autor  a  su  hijo  sucesivamente  las  tres  leyes :  la  ley  natural, 
la  antigua  (judía  o  mosaica)  y  la  nueva  (evangélica  o  cristiana).  Com- 
pleta esta  materia  con  dos  capítulos  sobre  mahometanos  y  gentiles,  y 
con  este  motivo  Lull  esboza  sus  planes  de  conversión  de  los  infieles.  En- 
tra seguidamente  en  la  exposición  compendiosa  de  la  ciencia  humana, 
a  saber :  la  gramática,  lógica  y  retórica,  e  inmediatamente  la  geometría, 
aritmética,  música  y  astronomía,  o  sea,  las  siete  artes  y  ciencias  que  en- 
tonces integraban  los  conocimientos  y  estudios  más  generales  (trivium 
y  quadrivium) ;  en  forma  parecida,  le  informa  seguidamente  sobre  la 
ciencia  de  la  teología,  sobre  los  principios  y  diferentes  ramas  del  dere- 
cho, le  explica  la  formación  y  la  composición  de  la  materia  (sciencia  de 
natures)  según  la  teoría  entonces  corriente  de  los  cuatro  elementos,  le 
da  una  breve  noticia  de  los  títulos  y  contenido  respectivo  de  los  libros 
más  divulgados  del  "filósofo"  (Aristóteles),  y  en  el  capítulo  siguiente,  o 
sea  el  78,  dedicado  a  la  medicina,  le  da  una  serie  de  noticias  sobre  en- 
fermedades, complexiones,  remedios  y  procedimientos  que  usaban  los 
médicos  (phisicians).  En  el  capítulo  79,  dedicado  a  las  artes  mecánicas 
o  manuales,  encarece  la  conveniencia  y  el  inmediato  provecho  de  los 
"mesters"  (oficios),  dignificando  la  condición  y  el  estamento  de  los  que 
los  profesan  ("maestrals"),  hasta  el  punto  de  aconsejar  el  aprendizaje 
de  un  oficio  manual  a  los  hijos  de  los  ricos:  "En  todas  partes  puede  vivir 
el  "maestral" ;  y  por  eso,  los  sarracenos  han  hecho  muy  bien  al  estable- 
cer que  todo  el  mundo,  por  rico  que  sea,  no  deje  de  hacer  aprender  a 
su  hijo  algún  oficio,  a  fin  de  que,  si  viniese  a  pobreza,  pudiese  vivir  de 
su  oficio".  Inculca  el  autor  a  su  hijo  las  nociones  de  las  potestades  civil 
y  eclesiástica  representadas  por  las  personas  de  los  príncipes  y  de  los 
clérigos  y  prelados,  y  le  expone  la  razón  de  ser  y  la  finalidad  de  la  vida 
monástica  y  ermitaña ;  le  explica  las  potencias  del  alma  y  la  vida  sensi- 
tiva del  cuerpo  humano ;  le  habla  de  la  vida  activa  y  contemplativa,  y 
de  la  muerte  corporal  y  espiritual ;  le  previene  contra  la  hipocresía  y  la 
vanagloria ;  le  pondera  la  eficacia  consoladora  de  la  oración ;  le  pone  en 
guardia  contra  los  peligros  de  la  tentación  angélica,  diabólica  y  huma- 
na; formula — en  el  cap.  91,  que  preludia  a  Locke — ,  una  serie  de  con- 
sejos y  máximas  acerca  de  la  alimentación  y  crianza  de  los  niños,  lle- 
nas de  buen  sentido  pedagógico ;  dedica  un  capítulo  a  narrar  las  siete 
edades  del  mundo ;  trata  de  los  ángeles,  del  advenimiento  del  Anticris- 
to,  y  acaba  la  obra  con  dos  capítulos  dedicados,  respectivamente,  al  in- 
fierno y  al  paraíso,  en  los  cuales  describe  con  vivos  colores  los  tormen- 
tos de  los  condenados  y  la  dicha  de  los  bienaventurados. 


-  6i  7  - 


6.  En  el  libro  primero  del  Blanquerna  insiste  Lull  sobre  los  pro- 
blemas de  la  educación  considerados  en  conjunto,  a  propósito  de  la  for- 
mación moral,  religiosa  y  social  del  protagonista  de  aquel  nombre,  el 
hijo  de  Evast  y  Aloma,  a  quien  sigue  desde  los  primeros  cuidados  de  la 
lactancia  hasta  que  adquiere  capacidad  para  regirse  a  sí  mismo. 

Hemos  de  dar  aquí  por  reproducido  el  interesante  esbozo  luliano  de 
psico-fisiología  de  la  sutileza  y  el  ingenio,  en  el  cual,  según  vimos,  se 
plantea  el  problema  de  la  vocación  (24).  Lull  ha  expuesto  asimismo  las 
condiciones  del  arte  de  entender  y  aprender.  El  discípulo,  lejos  de  ser 
un  mero  repetidor  de  las  palabras  y  conceptos  del  imaestro,  ha  de  poner 
algo  propio  que,  por  asimilación,  se  convierta  en  un  crecimiento  del  sa- 
ber. Así  como  los  alimentos  ingeridos  hacen  crecer  el  cuerpo  por  gene- 
ración cuando  éste  no  expulsa  todo  lo  que  la  potencia  retentiva  retiene, 
así  también  el  discípulo  cuando  por  sí  mismo  sabe  aprender  y  entender 
algo  más  de  lo  que  se  le  enseña,  sobrepuja  al  maestro  en  saber  y  enten- 
der. Y  añade  que,  así  como  es  conveniente  que  el  maestro,  por  el  pla- 
cer que  en  su  función  experimenta,  embellezca  sus  palabras  poniendo 
bella  cara  y  semblante  sonriente,  puesto  que  el  entendimiento  da  lo  que 
está  en  la  memoria,  en  cambio,  el  discípulo  que  quiere  aprender  y  enten- 
der "debe  hacer  cara  sabia  y  no  sonriente",  porque,  en  este  caso,  el  en- 
tendimiento almacena  en  la  memoria  y  no  despende  (25). 

7.  Fruto  de  la  teología  mística  y  afectiva  que  le  sirve  de  soporte, 
es  el  sentido  profundamente  correccionalista  que  caracteriza  a  la  ética 
luliana.  La  virtud  divina  de  la  misericordia,  que  hay  que  concordar  con 
la  justicia  divina,  inspira  a  Lull  páginas  llenas  de  confianza  y  piedad 
para  el  pobre  pecador — comenzando  por  él,  personalmente — ,  a  quien 
siempre  considera  capaz  de  rehabilitación  (26).  "Vuestra  misericordia 
— exclama — es  mucho  mayor  que  mis  pecados  y  mis  culpas...  Al  modo 
del  hombre  enfermo  de  grave  enfermedad,  que  no  puede  curar  ni  sa- 
nar sino  por  una  manera  y  por  un  remedio,  sabed,  Señor,  que  estoy  tan 
enfermo  que  sólo  puedo  curar  con  un  remedio  y  un  ungüento,  esto  es, 
por  los  ojos  de  vuestra  misericordia"  (27).  Lull  concibe  la  ética  como 
una  medicina  del  pecado:  "Así  como  el  médico  físico,  escribe,  si  quiere 
encontrar  y  conocer  la  enfermedad  del  enfermo,  es  preciso  que  la  bus- 


(24)  Véase  el  cap.  XVI,  §  I,  n.°  6,  de  la  presente  obra. 

(25)  Libre  de  contemplado  en  Déu,  cap.  359,  párrs.  28,  29  y  30  (tom.  VII,  pá- 
gina 543). 

(26)  Véase,  en  la  obra  citada,  toda  la  distinción  XX:  "De  la  gran  misericordia 
divinal"  (tom.  II,  págs.  182-213). 

(27)  Obra  y  lugar  cits.,  cap.  96,  párr.  20,  pág.  201,  y  cap.  95,  párr.  27,  pág.  197. 


—  6iS  — 


que  y  la  sorprenda  en  la  naturaleza  del  cuerpo  del  hombre,  así  el  médico 
teólogo,  si  quiere  descubrir  y  conocer  la  enfermedad  del  alma  pecado- 
ra, conviene  que  busque  la  enfermedad  en  la  naturaleza  del  alma...  Las 
cuatro  complexiones  del  enfermo  son  las  raíces  de  las  que  el  físico  ha 
de  tener  conocimiento,  porque  sin  este  conocimiento  no  podría  curar  al 
enfermo.  De  manera  semejante  es  menester  que  el  teólogo,  que  es  mé- 
dico de  las  almas,  adquiera  conocimiento  de  cuatro  cosas,  que  son  los 
dos  movimientos  y  las  dos  intenciones  que  radican  en  el  hombre,  por- 
que sin  estas  cuatro  cosas  no  podría  tener  conocimiento  del  peca- 
do'' (28).  Estas  mismas  ideas  constituyen  el  trasunto  de  la  composición 
rimada  intitulada  Medicina  de  peccat  (29).  Una  rama  de  esta  medicina 
espiritual  es  el  arte  de  consolarse,  basado  en  la  contemplación  de  las 
virtudes  divinas,  "porque  es  tan  grande  la  virtud  recordativa,  intelec- 
tiva y  volitiva,  cuando  el  alma  goza  de  las  virtudes  divinas,  que  ella 
mortifica,  destruye  y  sana  toda  tristeza  y  desconsuelo  sensual"  (30).  Re- 
cordemos, finalmente,  aquella  higiene  de  la  conciencia  y  aquella  tera- 
péutica del  coraje  o  fervor,  que  hemos  registrado  ya  al  tratar  de  los 
sentidos  espirituales  (31). 

La  misma  doctrina  luliana  de  la  conversión  de  los  infieles  es,  en 
cuanto  al  fondo,  eminentemente  correccionalista,  aunque  en  su  corteza 
aparezca  como  un  sistema  de  "razones  necesarias".  Lull  condena  termi- 
nantemente que  se  dé  muerte  al  hereje  y  al  infiel,  porque  con  ello  se 
frustraría  el  fin  esencial  de  la  conversión,  que  es  la  vivificación  espiri- 
tual del  uno  y  el  otro  para  la  vida  perdurable :  "Algunos  cristianos,  es- 
cribe (32),  no  tienen  tan  recto  recuerdo,  entendimiento  y  querer,  cuando 
aman  la  muerte  de  los  infieles  sensualmente,  como  tuvieron  los  após- 
toles y  los  mártires,  quienes  amaron  su  propia  muerte  a  fin  de  que  con 
la  muerte  de  su  sensualidad  fuese  enderezada  la  sensualidad  de  los  in- 
fieles, y  con  este  enderezamiento  fuese  vivificado  su  recuerdo,  entendi- 
miento y  querer  en  la  verdad  y  en  la  carrera  por  la  cual  el  alma  llega  a 
la  vida  verdadera  en  perdurable  bienaventuranza  gloriosa".  Lull,  des- 


(28)  Obra  citada,  cap.  115:  "Com  hom  se  pren  guarda  de  so  que  fan  los  metges", 
párrs.  25  y  28  (tom.  III,  pág.  81). 

(29)  Véase  en  la  edición  de  Mallorca,  1859,  o  en  la  edición  fragmentaria  de  Bar- 
celona, 1925. 

(30)  Véase,  en  el  Ubre  de  contemplado  en  Deu,  todo  el  bello  cap.  349:  "Com  hom 
adora  e  contempla  e  prega  son  Deu  gloriós  que  li  sia  conort  e  consolacio"  (tom.  VTT, 

págs.  404-417). 

(31)  Véase  el  capítulo  XVI,  §  II,  n.°  16,  de  la  presente  obra. 

(32)  Libre  de  contemplado  en  Deu,  cap.  304,  párrs.  13  y  15  ítom.  VI,  pág.  353). 
Véase,  también,  el  cap.  303,  párr.  10,  pág.  352,  en  el  cual  se  alude  a  los  herejes. 


—  6 1  íj  — 


pues  de  abominar  de  la  posesión  rutinaria  y  bestial  de  la  fe  (33),  con- 
sidera necesario,  para  conseguir  la  conversión,  que  se  intente  no  sólo 
lograr  una  convicción,  sino  además  poner  en  juego  todos  los  recursos 
afectivos  de  la  persuasión.  En  el  concepto  luliano  de  las  "armas  espi- 
rituales" entran  no  sólo  los  argumentos  y  las  razones  lógicas,  sino  tam- 
bién— siguiendo  el  ejemplo  de  los  apóstoles — el  amor,  las  oraciones  y  el 
derramamiento  de  lágrimas  y  de  sangre  (34).  Por  eso,  en  la  apologéti- 
ca luliana  el  tema  de  la  conversión  es  inseparable  del  tema  del  marti- 
rio, es  decir,  del  ejemplo  estimulante. 

Ese  anotado  sentido  correccionalista  de  la  ética  luliana,  si  por  un 
lado  no  es  más  que  una  aplicación  de  la  doctrina  del  amor,  por  otro  está 
íntimamente  ligado  con  el  problema  teológico  de  la  gracia.  "Vos  sois 
todo  caridad  y  en  caridad",  exclama  Ramón  (35).  En  la  concepción  lu- 
liana del  universo  se  extrema  el  poder  de  la  Causa  primera,  en  tanto  que 
se  rebaja  la  importancia  de  las  causas  segundas  (36).  La  asistencia  di- 
vina, mediante  la  gracia,  es  constante  no  sólo  en  la  esfera  del  conoci- 
miento humano  (iluminación),  sino  también  en  orden  a  la  conducta  prác- 
tica: "Así  como  el  alma  está  en  tres  cosas,  memoria,  voluntad  y  enten- 
dimiento, así  todas  las  virtudes  que  están  en  el  alma  derivan  y  vienen 
de  las  tres  virtudes  que  son  raíces  del  alma ;  porque  aquellas  tres  virtu- 
des reciben  de  Vos  gracia  y  bendición,  y  después,  con  la  recepción  que 
hacen  de  vuestros  dones,  engéndranse  en  ellas  todas  las  demás  virtu- 
des" (37).  El  Dios  de  Lull,  como  el  de  San  Agustín  y  San  Buenaven- 
tura, es  activo — ninguna  de  sus  virtudes  puede  quedar  "ociosa" — ,  muy 
providente  y  paternalísimo,  porque  así  lo  exigen  la  profunda  miseria  y 
la  radical  impotencia  de  la  criatura  humana :  "Así  coimo  es  cosa  natu- 
ral a  la  tierra  descender  y  no  subir  por  razón  de  su  pesadez,  así  es  cosa 


Í33)  "Mas,  car  (molts  homens)  an  gran  paor  que  no  fossen  enganats  si  d'aquella 
fe  se  partien,  per  assó  no  's  gosen  aventurar  ni  areegar  que  altra  fe  creen  e  cluquen  e 
exorben  los  ulls  entellectuals  e  están  com  a  besties  creents  en  la  fe  en  que  lurs  pares  e 
lurs  antecessors  los  han  mesos."  (Obra  citada,  cap.  240,  párr.  15;  tom.  V,  pág.  130.) 

(34)  Cfr.  obra  citada,  cap.  112,  párrs.  10,  11  y  12  (tom.  III,  pág.  59). 

(35)  Obra  citada,  cap.  360,  párr.  13  (tom.  VII,  pág.  549). 

(36)  "Molt  me  do  gran  maravella,  Sényer,  deis  filosophs  qui  son  passats  sa  enrere, 
con  pogren  tan  cogitar  ne  ymagenar  en  les  obres  de  natura  ni  com  se  pogren  oblidar 
de  cogitar  e  de  contemplar  en  les  vostres  obres,  com  sia  cosa  que  les  vostres  obres  valen 
tant  més  que  les  obres  de  natura"  (obra  citada,  cap.  151).  "Com  home  cogita  en  les 
obres  que  fa  la  divinal  essencia  e  en  les  obres  que  son  fetes  segons  cors  de  natura" 
(párr.  25;  tom.  III,  pág.  309).  Véanse,  también,  el  cap.  15:  "Com  lo  poder  divinal  for- 
sa  e  costreny  lo  cors  de  natura"  (tom.  I,  págs.  70-75)  y  el  cap.  78:  "Com  nostre  Senyor 
Deus  es  larc  a  totes  creatures"  (tom.  II,  págs.  104-108). 

(37)  Obra  citada,  cap.  165,  párr.  10  (tom.  III,  pág.  395). 


—   Ó20  — 


propia  del  hombre  que  está  desamparado  pecar  y  errar,  puesto  que  de 
parte  de  sí  mismo  está  lleno  de  defectos,  debilidades  y  mezquindades... 
Señor,  vuestra  ayuda  levanta  a  los  pecadores  del  pecado  y  los  sube  a 
hacer  penitencia,  a  la  cual  no  podrían  subir  sin  vuestra  ayuda...  Nadie 
hace  penitencia  por  obra  ni  por  naturaleza  de  sí  mismo,  sino  por  razón 
de  vuestra  ayuda  que  le  acerca  a  las  virtudes  y  le  aleja  de  los  vi- 
cios" (38).  "Si  no  fuese,  wSeñor  Dios,  vuestra  gran  misericordia,  el  hom- 
bre no  haría  sino  el  mal,  porque  es  el  hombre  tan  débil  que  no  haría 
otra  cosa  sino  errar  y  faltar;  pero  vuestra  misericordia,  Señor,  socorre 
y  ayuda  nuestra  miseria  y  nos  da  propiedad  y  naturaleza  por  la  gracia 
para  que  hagamos  buenas  obras"  (39). 


(38)  Obra  citada,  cap.  86:  "Com  nostre  Senyor  Deus  ajuda  a  tots  aquells  qui  farr 
penitencia"  (párrs.  7,  8  y  11;  tom.  II,  pág.  145). 

(39)  Obra  citada,  cap.  95 :  "Com  nostre  Senyor  Deus  es  misericordiós  per  rao  de 
nostres  grans  necessitats"  Cpárr.  2;  tom.  II,  pág.  193). 


II 


Política,  reforma  social  y  utopía. 

Aplicación  del  Arte  general  a  la  política  y  al  derecho. — Teoría  de  las  personas 
comunes  o  generales. — Orígenes  y  carácter  dél  imperialismo  luliano. — Dos 
momentos  en  su  proceso  genético. — Primer  momento:  la  Cruzada  espiritual. — 
El  tratado  De  fine. — Segundo  momento:  la  organización  de  la  paz  cristiana. — 
Orígenes  y  extensión  de  la  doctrina  pacifista  luliana. — Doctrina  sobre  'la  po- 
breza y  el  uso  de  las  riquezas. — Lull  reformador  social  y  utopista. — Estudio 
y  significación  del  Libre  de  meravelles  y  del  Ubre  de  Blanquerna. — La  idea 
de  comunidad  universal  y  el  arbitraje. — La  unificación  de  los  lenguajes  y  de 
las  costumbres. 

8.  Entrando  ya  en  la  esfera  de  la  vida  pública  o  social,  afirma 
Lull  (40)  que,  si  los  principios  del  Arte  general  son  principios  reales  y, 
en  último  resultado,  son  las  mismas  dignidades  divinas,  el  Arte  será  un 
instrumento  que  nos  acercará,  tanto  como  humanamente  sea  posible,  al 
conocimiento  de  la  verdad  substancial,  inmutable  y  eterna,  por  encima 
de  todas  las  manifestaciones  accidentales,  contingentes  y  temporales  de 
las  cosas.  La  Política  ha  de  nutrirse,  pues,  de  principios  substanciales  y 
a  la  vez  necesarios,  corriendo  peligro  de  muerte  cuando  está  edificada 
sobre  principios  accidentales  y  contingentes.  Hay  una  política  que  es  la 
forma  general  de  la  ciudad,  en  la  cual  se  contiene  la  política  doméstica 
que  es,  respecto  de  la  primera,  una  forma  especial,  y  de  esta  manera  se 
conjugan  la  forma  general  y  la  forma  especial,  como  las  especies  están 
contenidas  dentro  del  género.  La  política  metafísicamente  sana  se  sos- 
tiene por  la  mente  sana  de  los  gobernantes  virtuosos,  y  se  malogra  y  de- 
forma en  manos  de  gobernantes  viciosos  (41). 


(40)  Cfr.  las  notas  16  y  17  del  capítulo  XV  de  la  presente  obra. 

(41)  "Politica  in  civitate  est  forma  generalis  respectu  civitatis.  In  qualibet  autem 
domo  civitatis  est  forma  specialis:  et  hoc  cum  medio  in  quo  coniunguntur  forma  ge- 
neralis et  specialis...  Politica  metaphysice  sana  est  per  mentem  consulum  virtutibus 
habituatorum ;  infirmatur  autem  et  difformatur  per  cónsules  habituatos  vitiis.  Politica 
vivit  cum  principiis  substantialibus  et  necessariis:  sed  est  in  periculo  mortis  cum  prin- 
cipiis  accidentalibus  et  contingentibus"  (Ars  generalis  ultima,  X  pars  princ,  cap.  CV,  "De 
Politica",  pág.  543). 


Aplicación  de  estos  principios  y  feliz  combinación  de  la  doctrina  de 
las  dignidades  divinas  con  el  simbolismo  del  árbol,  es  la  teoría  luliana 
de  las  "personas  comunes  o  generales",  esto  es,  de  las  autoridades  je- 
rárquicas :  el  Papa,  los  cardenales,  los  patriarcas,  los  arzobispos,  los  obis- 
pos, los  abades,  etc.,  concernientes  al  Arbol  apostólico,  y,  respecto  del 
Arbol  imperial,  el  príncipe  y  sus  subordinados:  los  barones,  los  caba- 
lleros, los  burgueses,  el  Consejo,  los  procuradores,  los  jueces,  los  abo- 
gados, los  "saygs"  o  ejecutores  de  la  justicia,  los  "enquiridors"  o  ins- 
pectores y  el  confesor.  Al  modo  del  tronco  del  árbol,  cada  una  de  estas 
personas  comunes  contiene  en  potencia  las  "formas  generales"  que  han 
de  ser  actuadas  en  las  "personas  particulares"  que  están  debajo  de  su 
jerarquía  y  que  son  como  las  ramas.  La  conducta  de  las  personas  co- 
munes ha  de  basarse  en  las  dignidades  divinas  de  la  bondad,  la  gran- 
deza y  demás,  verdaderas  raíces  del  árbol  que  comunican  la  savia  al 
tronco,  como  éste  a  las  ramas:  "Régimen  común  significa  la  persona 
común  del  príncipe ;  y  en  este  régimen  común  están  dispuestos*  y  en  po- 
tencia los  regímenes  particulares  de  los  hombres  que  habitan  en  los  cas- 
tillos, en  las  villas  y  en  las  ciudades.  Dichos  regímenes  particulares  vie- 
nen en  acto  por  el  príncipe,  si  éste  usa  de  su  general  bondad,  de  su  ge- 
neral grandeza  y  de  las  otras  formas  comunes  multiplicadas  de  las  raí- 
ces del  árbol...  Y  por  eso,  es  el  príncipe  imagen  de  Dios  en  la  tie- 
rra" (42).  Si,  por  el  contrario,  el  príncipe  se  desvía  de  las  raíces  o  dig- 
nidades divinas,  entonces  su  conducta  aporta  la  privación  o  el  no  ser 
— la  "vacuitat" — a  la  conducta  de  las  personas  particulares,  las  cuales 
son,  de  este  modo,  desviadas  de  su  fin  principal :  "Cuando  el  príncipe 
es  malo,  su  tronco  común  aporta  en  acto  las  vaciedades  de  los  fines  de 
las  buenas  formas  que  le  están  debajo,  como  quien  las  vaciase  en  cuan- 
to las  desvía  del  fin  para  el  que  existen,  vaciando  de  bonificatividad  y  de 
bonificabilidad  el  bonificar,  y  de  magnificabilidad  y  de  magnificatividad 
el  magnificar,  llenándolas,  en  cambio,  de  malificar  y  parvificar,  con  el 
objeto  de  que  dicho  fin  sea  malificado  y  parvificado...  Y  a  este  paso  se 
puede  conocer  cómo  el  buen  príncipe  es  objeto  de  muchas  amati vida- 
des  al  ser  amado,  honrado  y  servido  por  muchos  y  loado  por  sus  gen- 
tes, y  cómo  el  mal  príncipe  es  objeto  de  muchas  odiabilidades  cuando  es 
desamado  por  sus  gentes,  censurado,  maldicho,  deshonrado  y  no  obe- 
decido" (43). 

Lo  mismo  puede  decirse  de  las  otras  personas  comunes,  y  muy  es- 


C42)  Arbre  de  Sciencia,  "Del  Arbre  imperial",  I  y  II,  vol.  I,  págs.  304  y  306. 
(43)    Obra  y  lugar  citados,  págs.  306  y  307. 


—  623  -- 


pecialmente  del  Papa,  quien,  por  ser  la  autoridad  más  alta  de  la  tierra 
y  participar  en  mayor  grado  de  las  dignidades  divinas,  asume  la  máxi- 
ma responsabilidad:  "El  tronco  apostólico  es  mayor  y  más  lleno  de 
grandeza,  de  bondad  y  de  las  otras  virtudes,  que  ningún  otro  tronco  ; 
porque  en  él  están  todos  los  demás  troncos  de  su  pueblo  ordenados  y 
dispuestos  para  el  fin  para  el  que  han  sido  creados.  Empero,  si  el  Papa 
es  malo,  no  hay  ningún  tronco  tan  dañino  ni  en  el  cual  se  pervierta  tan- 
to bien  en  mal  ni  que  sea  digno  de  mayor  pena,  así  como,  si  es  bueno, 
es  el  tronco  más  digno  de  gloria...  Y  por  eso,  es  gran  maravilla  que  los 
hombres  apetezcan  tanto  el  oficio  apostólico,  a  pesar  de  los  peligros  que 
ofrece"  (44). 

Los  principios  del  Arte  general  son  formas  de  la  justicia,  fuera  de 
las  cuales  no  puede  existir  la  justicia  perfecta.  El  derecho  escrito  será 
verdadero,  si  se  basa  en  los  principios  y  reglas  del  Arte ;  en  otro  caso, 
será  fantástico,  fingido  o  deformado.  La  razón  de  esto  es  que  los  prin- 
cipios y  las  reglas  del  Arte  son  indefectiblemente  verdaderos  y  necesa- 
rios, pues  la  esencia  no  puede  ser  de  otra  manera.  Y  así  como  el  cristal 
puesto  encima  de  diversos  colores  se  colorea,  así  también  las  leyes  o 
cánones,  cuando  derivan  o  son  aplicación  de  los  principios  y  las  reglas 
del  Arte,  se  colorean,  esto  es,  se  fortifican  con  las  diversas  razones  ne- 
cesarias (45).  Por  eso,  Lull  es  decidido  partidario  de  compendiar  en  un 
código  simplicísimo  la  enorme  balumba  de  leyes  existentes,  así  civiles 
como  canónicas.  Este  código,  tal  como  lo  proyecta  en  el  Arbre  de  ¿cien- 
cia, es  "un  libro  general  a  la  ciencia  y  retórica  del  derecho",  integrado 
por  cuarenta  "formas  primeras  generales",  verdaderos  conceptos  tron- 
cales o  categorías  del  derecho.  Y  convendría  que  el  príncipe  hiciese 
aprender  el  susodicho  libro  a  los  jueces  y  a  los  abogados,  "a  fin  de  que 
mediante  el  mismo  pudiesen  juzgar  y  abogar  y  resolver  muchos  pleitos 
en  breve  tiempo  y  por  razones  necesarias  y  naturales...  Y,  ordenada  de 
esta  manera  la  ciencia  del  derecho  que  versa  sobre  particulares,  podría 


(44)  Obra  citada,  "Del  Arbre  apostolical",  II,  vol.  II,  págs.  8  y  9. 

(45 )  "Principia  huius  artis  sunt  formae  ipsius  iustitiae,  sine  quibus  iustitia  per- 
fecta esse  non  potest...  Ius  scriptum  verum  est,  si  principia  et  regulae  huius  artis  in 
eo  esse  possint.  Si  autem  in  eo  esse  non  possunt,  tale  quidem  ius  phantasticum,  et  fic- 
tum  et  defformatum  est.  Principia  namque  huius  artis,  et  regulae,  verae  et  necessariae 
sunt  sine  aliquo  defectu.  Nam  unumquodque  verum  et  necessarium  est,  quod  id  quod 
est  non  potest  aliter  se  habere.  Sicut  crystallus  positus  supra  diversos  colores  colora- 
tur:  sic  leges  aut  cañones  quando  ponuntur  sive  applicantur  istis  principiis  et  regjulis 
huius  artis  colorantur,  hoc  est,  fortificantur  diversis  rationibus  necessariis"  (Ars  gene- 
ralis  ultima,  X  pars  princ,  cap.  CVI,  pág.  545)- 


-   (,24  — 


reducirse  a  sus  formas  generales,  dando  doctrina  en  las  cuestiones  para 
practicar  la  ciencia"  {46). 

9.  Lull  preconiza  el  imperio  como  medio  de  instaurar  la  paz  uni- 
versal y  cristiana.  Así  como  Platón  suprimía  la  familia  y  la  propiedad 
— a  las  cuales  consideraba  como  fautores  de  los  egoísmos  particulares — 
con  el  fin  de  ver  realizada  la  justicia  interior  de  su  República,  cree  Lull 
que  la  abundancia  de  reinos  y  la  igualdad  entre  los  príncipes  fomenta 
las  guerras  y  se  opone  a  la  utilidad  general :  "Y  puesto  que  no  reúne  el 
emperador  aquel  poder  que  solía  tener  cuando  los  césares  de  Roma  rei- 
naban, y  se  ha  llegado  a  la  casi  igualdad  de  poder  entre  los  príncipes  y 
las  ciudades,  el  imperio  está  dividido  en  muchas  partes  y  han  surgido 
muchos  príncipes  y  muchas  comunidades  ciudadanas,  y  por  eso  hay 
guerras  y  trabajos  en  el  inundo,  y  falta  en  el  mundo  un  poder  univer- 
sal que  ayude  a  amortiguar  aquellos  trabajos  producidos  por  las  gue- 
rras y  por  los  hombres  malos,  y  porque  las  utilidades  especiales  son  más 
apetecidas  que  las  públicas...  El  fruto  del  Arbol  imperial  es  la  paz  en- 
tre las  gentes,  a  fin  de  que  en  paz  puedan  vivir  y  a  Dios  recordar,  en- 
tender y  amar,  honrar  y  servir"  (47). 

La  idea  del  imperio  fascina  a  Lull,  como  atrae  al  Dante  y  a  otras 
grandes  mentes  de  su  época.  Pero  la  doctrina  imperialista  luliana,  aun- 
que estimulada  con  el  vago  recuerdo  del  imperio  romano,  latente  duran- 
te toda  la  Edad  Media,  es  una  derivación  lógica,  casi  rectilínea,  del  pla- 

(46)  Arbre  de  scienáa,  "Del  Arbre  imperial",  V,  vol.  I,  págs.  320-323.  Este  pro- 
pósito sistematizador  y  unificador  del  derecho  obsesiona  a  Lull  ya  en  su  primera  época, 
y  de  ahí  su  libro  Comencaments  de  Dret  (Liber  principiorum  inris),  el  cual  es  una 
rama  desprendida  del  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  (Ars  compendiosa  inveniendi  ve- 
ritatem).  Los  Comencaments  fueron  más  tarde  incorporados  al  Art  demostrativa  (edi- 
ción de  Mallorca,  1932)  e  inspiraron  la  "Figura  deis  Comencaments  de  Dret".  La  con- 
cepción jurídica  de  Lull  es  muy  simplista,  y  él  mismo  lo  reconoce  cuando  anuncia  que 
"leugerament  tracta  de  la  manera  general  qui  's  pertany  a  la  sciencia  de  dret,  car  com- 
phdament  no'n  podia  tractar  per  si  matex,  car  no  sabia  los  drets  particulars"  {Arbre  de 
Scienáa,  lug.  cit.,  pág.  231).  Sobre  la  concepción  del  derecho  en  R.  Lull,  véanse: 
Dr.  E.  Wohlhaupter :  Ramón  Lull  und  die  Rechtswissenschaft  (en  "Ernst  Mayer  Fest- 
schrift",  Weimar,  1932,  págs.  169-202),  Ramón  Lull,  ein  Vorlüufer  der  Postglossatoren 
('conferencia  publicada  en  los  "Atti"  del  Congreso  internacional  para  el  Derecho  roma- 
no celebrado  en  Bolonia  y  Roma  en  abril  de  1933)  y  Die  uArs  brevis,  quae  est  de  in- 
ventione  mediorum  inris  civilis"  des  Ramón  Lull,  "Miscel-lánia  lul-liana",  cit.,  págs.  36- 
55  5  P-  Andreu  de  Palma  de  Mallorca,  O.  M.  Cap.:  Sistema  jurídic  i  idees  juridiques  del 
mestre  Ramón  Lull,  en  "Quaderns  d'Estudi",  Barcelona,  192 1,  XIII,  págs.  32-50,  y  en 
"Estudis  Franciscans",  XXIX  (1923),  págs.  54-65  y  125-138,  y  Les  idees  jurídiques 
lul-lianes,  en  "Estudis  Franciscans",  vol.  43  (1931),  págs.  177-189.  Véase,  asimismo, 
la  bibliografía  que  se  cita  más  adelante,  en  la  nota  65. 

(47)  Arbre  de  Sciencia,  "Del  Arbre  imperial",  III.  n.°  1,  y  VII,  n.°  1;  vol.  I,  pá- 
ginas 308  y  329. 


-  625  - 


tonismo  cristiano  que  informa  la  filosofía  del  Doctor  Iluminado.  Exami- 
nada en  el  proceso  de  su  desarrollo,  dicha  doctrina  consta  de  dos  mo.- 
mentos  perfectamente  registrables  dentro  del  sistema  luliano.  Un  pri- 
mer momento  es  la  realización  de  la  idea  del  imperio,  esto  es,  el  trán- 
sito del  pluralismo  religioso,  político  y  social  de  la  época  a  la  unidad :  el 
instrumento  para  forjar  esta  unidad  es  la  "cruzada  espiritual".  El  se- 
gundo momento,  que  supone  el  imperio  ya  constituido  o  en  período 
•constituyente,  consiste  en  la  organización  de  la  paz  cristiana.  El  idealis- 
mo luliano,  al  acometer  esta  segunda  tarea,  acaba  por  ser  francamente 
utópico. 

10.    Ambos  momentos,  aunque  de  una  manera  embrionaria,  apa- 
recen ya  dibujados  en  el  Libre  de  contemplado  en  Deu.  En  el  capítulo 
dedicado  a  los  caballeros  y  a  la  Caballería,  Lull,  ante  el  fracaso  de  las 
Cruzadas,  desconfía  de  la  eficacia  de  las  armas  materiales,  sosteniendo 
•que  "el  Santo  Sepulcro  y  la  Tierra  Santa  de  Ultramar  deben  conquis- 
tarse con  la  predicación  mejor  que  por  la  fuerza  de  las  armas"  (48)  ; 
Tiacia  el  final  de  la  obra  y  cuando  en  la  mente  del  filósofo  mallorquín  se 
Incubaba  ya  el  Ars  magna  primitiva,  hallamos  todo  el  esquema  de  la 
-cruzada  espiritual.  Efectivamente,  en  el  capítulo  346  Lull  desenvuelve 
el  "arte  con  la  cual  todo  el  mundo  puede  ser  Convertido  a  la  santa  fe 
-católica"  (49).  Dentro  de  esta  arte  las  armas  sensuales  están  al  servi- 
cio de  las  armas  espirituales.  La  dirección  de  esta  empresa  incumbe  al 
Papa,  cabeza  de  la  Cristiandad,  auxiliado  por  los  cardenales,  los  prela- 
dos y  los  príncipes.  La  conversión  ha  de  ser  universal,  abarcando  desde 
los  judíos  y  sarracenos  hasta  los  idólatras  que  no  creen  en  Dios  e  ig- 
noran incluso  la  existencia  del  pueblo  cristiano.  El  Papa  y  sus  compa- 
ñeros deben  hacer  aprender  los  diversos  lenguajes  de  los  infieles  a  san- 
tos religiosos  dispuestos  a  sufrir  el  martirio,  proporcionándoles  maes- 
tros, libros  de  devoción  y  de  demostración  de  la  fe  cristiana  y  recursos 
materiales  para  realizar  su  labor  por  todo  el  .mundo.  Convendría  enviar 
mensajes  a  los  sarracenos  para  ver  en  qué  concuerda  su  ley  con  la  ley 


(48)  Cap.  112  antes  citado,  párr.  11,  pág.  59. 

(49)  Este  capítulo  346  (tom.  VII,  págs.  366-380),  del  cual  damos  un  extracto  en 
el  texto,  no  ha  sido  utilizado  y,  no  obstante,  es  el  precedente  de  los  opúsculos  y  pro- 
yectos del  Doctor  Iluminado  referentes  a  la  "Cruzada  espiritual".  (Véanse  estos  opúsculos 
y  proyectos  en  nuestro  Catálogo,  parte  II,  grupo  VIII,  del  capítulo  IX  de  la  presente 
robra).  Sobre  Lull  y  la  "cruzada  espiritual",  véanse:  A.  Gottron:  Ramón  Lulls  Kreuz- 
•zugsideen,  Berlín,  191 2;  J.  H.  Probst:  Lull  champion  universel  de  l'Unité  par  inspira- 
tion  et  par  tradition,  "Miscel-lánia  lul-liana",  cit.,  págs.  1 28-141;  H.  Wieruszowski : 
Ramón  Lull  et  l'idée  de  la  Cité  de  Dieu.  Quelques  nouveaux  écrits  sur  la  croisade,  "Mis- 
cel-lánia lul-liana",  cit.,  págs.  403-426. 


—  626  — 


cristiana,  y  sobre  aquello  en  que  discrepasen,  probar  con  razones  y  cues- 
tiones cuál  de  las  dos  leyes  es  más  excelente.  Y  dándose  cuenta  Lull  de 
que  la  discrepancia  estriba  principalmente  en  los  dogmas  de  la  Trini- 
dad y  la  Encarnación,  escribe:  "De  ahí  el  contraste  que  se  hace  con  el 
predicado,  cuando  se  dice :  Dios  es  uno  en  trinidad,  y  Dios  se  ha  encar- 
nado... Por  lo  cual  el  Papa  y  los  príncipes  deberían  transmitir  mensa- 
je a  los  infieles  para  explicarles  la  significación  del  predicado,  a  fin  de 
que  ellos  concordasen  con  los  cristianos  no  sólo  en  cuanto  al  sujeto  sino- 
también  respecto  del  predicado."  La  conversión  ha  de  ser  obra  de  la 
libertad  de  las  dos  partes:  "Jesucristo  no  quiere  estar  contra  el  libre 
querer  de  los  cristianos  ni  de  los  infieles,  porque  el  Creador  no  puede 
ponerse  contra  la  libre  voluntad  de  la  criatura."  De  ahí  la  preferencia 
decisiva  a  favor  de  las  armas  espirituales :  "Mayor  es  el  número  de  los 
infieles  que  la  humana  naturaleza  de  Jesucristo  y  los  apóstoles  convir- 
tieron con  las  armas  intelectuales,  que  el  de  los  infieles  que  la  Cristian- 
dad ha  convertido  a  sí  misma  con  las  armas  sensuales."  Sólo  es  lícito 
el  uso  de  las  armas  sensuales  cuando  ellas  están  al  servicio  de  las  armas 
intelectuales:  "Si  el  pueblo  cristiano  se  mueve  intelectualmente  para  en- 
derezar la  actividad  intelectual  de  los  infieles,  entonces  es  cosa  debida 
que  por  las  armas  y  por  la  fuerza  sensual  imueva  aquél  su  poder  sen- 
sual contra  el  poder  sensual  de  los  infieles  que  quiere  destruirlo."  El 
Papa  debería  reunir  tesoro  y  rentas  suficientes  a  costa  de  los  cristianos 
para  esta  empresa,  hasta  conseguir  que  todo  el  mundo  estuviese  some- 
tido al  poder  de  los  cristianos  para  alabar  y  glorificar  a  Jesucristo.  Se- 
ría conveniente  iniciar  la  conversión  con  los  judíos  y  sarracenos  cau- 
tivos, a  quienes  se  les  podría  enseñar  la  creencia  cristiana  y  demostrar 
la  significación  del  predicado,  aun  contra  su  voluntad,  de  la  misma  ma- 
nera que  el  niño  se  ve  obligado  a  aprender  la  lección  que  le  da  el  maes- 
tro. E^tos  judíos  y  sarracenos  conversos  se  encargarían  de  llevar  la 
conversión  a  los  demás  judíos  y  sarracenos,  sobre  todo  si  se  daba  a  unos 
y  otros  manera  de  vivir  y  no  fuesen  deshonrados  por  el  pueblo  cris- 
tiano. En  fin,  como  quiera  que  la  creencia  de  los  sarracenos  es  la  que. 
más  se  acerca  a  la  creencia  cristiana,  sería  más  fácil  comenzar  convir- 
tiendo a  éstos,  para  intentar  seguidamente  la  conversión  de  los  demás 
infieles. 

Todo  ese  enjambre  de  ideas,  así  como  los  proyectos  de  conversión 
de  los  infieles  reiteradamente  presentados  a.  la  Corte  pontificia,  son  sis- 
tematizados principalmente  en  el  tratado  De  fine,  terminado  en  Mont- 
pellier  en  1305.  En  él  Lull  expone  con  todo  detalle  su  proyecto  de  cru- 
zada, al  objeto  de  hacer  de  todos  los  pueblos  de  la  tierra  una  comuni- 


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dad  moral  y  reducirlos  a  una  misma  fe  católica:  "ad  bonum  staíum  re- 
ducere  universum  et  ad  unum  ovile  catholicum  adunir e"  (50).  La  obra 
está  dividida  en  tres  distinciones :  en  la  primera  se  trata  de  las  disputas 
con  los  infieles  (sarracenos  y  judíos ;  cismáticos,  esto  es,  griegos,  jaco- 
bitas  y  nestorianos ;  tártaros),  mostrando  los  dogmas  diferenciales  res- 
pecto de  la  fe  cristiana;  en  la  segunda  expone  la  organización  de  la  gue- 
rra por  tierra  y  por  mar;  la  tercera,  intitulada  "De  exaltacione  intel- 
lectus", está  dedicada  a  las  armas  intelectuales.  Preconízase  la  funda- 
ción de  cuatro  colegios  o  monasterios  "en  uno  de  los  cuales  sea  ense- 
ñada la  lengua  sarracena,  en  otro  la  judaica,  en  otro  la  cismática  y  en 
otro  la  tartárica  o  pagana"  (51),  y  redúcense  las  Ordenes  militares  n 
una  sola,  a  cuyo  frente  se  pone  un  bellator  rex.  Dentro  de  este  gran- 
dioso plan  de  cruzada,  juegan  un  papel  simultáneo  las  armas  (materia- 
les y  las  armas  espirituales.  Por  eso,  el  bellator  rex  y  sus  guerreros  van 
acompañados  de  los  predicadores  y  teólogos,  de  los  profesionales  de 
las  artes  liberales  y  de  los  artesanos,  en  una  palabra,  de  los  artífices  de 
la  paz  (52).  Todos  estos  hombres  han  de  ejercer  su  ministerio  siguiendo 
los  principios  del  Arte  general  y  de  las  veinte  artes  especiales  o  deriva- 
das, porque  de  esta  manera  conseguirán  destruir  los  errores,  el  mundo 
entrará  en  una  nueva  ordenación  basada  en  la  verdad  y  el  bien,  y  llega- 
rá a  ser  una  realidad  la  paz  y  la  concordia  universal  (53). 

11.  Lull  es  un  pacifista  convencido;  pero  el  pacifismo  luliano,  más 
que  una  idea  política,  es  una  aspiración  moral,  fruto  y  a  la  vez  aplica- 
ción de  la  doctrina  del  amor,  y  por  eso  hay  que  buscar  sus  raíces  en  la 
mística.  En  el  Libre  de  contemplado  en  Dea  el  filósofo  mallorquín  ex- 
plana "el  arte  por  la  cual  el  hombre  que  está  en  guerra  puede  tener  paz 


(50)  Prólogo,  edición  de  Mallorca  de  1665. 

(51)  Dist.  I,  pág.  10.  En  el  Líber  de  acqtásitione  Terrae  Sanctae,  escrito  en  1300, 
Lull  pedía  al  Papa  y  al  Sacro  Colegio  la  fundación  de  tres  monasterios:  uno  en  Roma, 
otro  en  París  y  el  tercero  en  Toledo,  "in  quibus  studerent  homines  sapientes,  devoti,  in 
variis  linguis,  et  postea  irent  praedicare  Evangelium". 

(52)  Véase  la  dist.  II,  pars  VI  y  VII,  págs.  98  y  104. 

(53)  "In  mundo  A rs  GeneraMs  est  multum  necessaria,  ut  intellectus  humanus  sit 
cum  ipsa  generalis  ad  omnes  scientias  speciales,  quoniam  quando  in  ipsis  errat,  cum 
Arte  Generali  se  potest  dirigere...  Sunt  etiam  in  mundo  necessariae  viginti  artes  spe- 
ciales, ut  pafet  in  eisdem,  et  etiam  quia  sunt  practica  Artis  Generalis...  Praeterea  cum 
praedictis  artibus  inventis,  et  cum  aliis  artibus  antiquis,  intellectus  potest  esse  artifioa- 
Kter  magis  altus,  in  tantum  quod  omnes  errores  mundi  citó  destruí  possunt.  Et  mun- 
dus  in  bono  veroque  statu  poní...  Non  dubito,  imo  firmiter  ego  credo,  quod  si  ordina- 
rio posita  in  hoc  libro...  ut  Regem  Bellatorem  possent  in  pluribus  adiuvare;  ratione 
cuius  iuvaminis  esset  pax  et  concordia  inter  Principes,  et  Praelatos,  et  inter  communita- 
tes  populares"  (dist.  III,  pars  II,  págs.  125  y  126). 


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y  concordia  con  sus  enemigos"  (54).  Tres  son  las  vías  o  carreras,  dice, 
por  las  cuales  los  hombres  guerrean  los  unos  con  los  otros :  una  es  sen- 
sual, la  segunda  es  compuesta  de  sensualidad  e  intelectuidad,  la  tercera 
es  simplemente  intelectual.  Amor  da  significación  de  paz  y  desamor  o 
enemistad  da  significación  de  guerra,  y  como  quiera  que  el  amor  o  el 
desamor  están  o  en  la  cosa  sensual  o  en  la  cosa  intelectual  o  en  la  cosa 
a  la  vez  sensual  e  intelectual,  por  la  significación  de  aquellos  dos  térmi- 
nos se  puede  conocer  "la  manera  y  la  carrera  por  la  cual  se  llega  a  la 
paz  o  a  la  guerra".  La  primera  precaución  es  ponerse  en  paz  consigo 
miismo :  "Todo  hombre  que  quiera  tener  paz  y  huir  de  inquietud,  debe 
mirar  cuál  de  las  potencias  domina  sobre  la  otra,  y  si  encuentra  que  su 
sensualidad  está  sobre  su  intelectuidad,  debe  bajar  su  sensualidad  y  su- 
bir su  intelectuidad  hasta  su  lugar,  porque  nunca  el  hombre  tendría  paz 
con  su  enemigo  si  fuese  obediente  a  su  sensualidad  y  desobediente  a  su 
intelectuidad."  Cuando  dos  hombres  están  en  guerra  por  alguna  cosa 
sensual  y  ambos  son  esclavos  de  la  potencia  sensitiva  y  desobedientes 
a  la  potencia  racional,  tenemos  la  peor  guerra  que  puede  darse.  En  este 
caso,  el  que  quiere  la  paz  es  preciso  que  con  su  racionalidad  mortifique 
la  sensualidad  a  fin  de  que  sea  amador  de  su  enernigo.  Si  por  esta  ma- 
nera tampoco  surge  la  paz,  convendrá  que  combata  con  su  enemigo, 
pero  no  sensualmente,  sino  intelectualmente,  esto  es,  con  razones  y  por 
derecho.  Si  ni  aun  así  consigue  su  objetivo,  probará  a  combatirle  en  su 
sensualidad  hasta  vencerla,  a  fin  de  que  por  la  mortificación  de  la  sen- 
sualidad sea  mortificada  la  mala  voluntad  que  está  en  la  intelectuidad. 
Y  si  por  tratarse  de  un  enemigo  a  la  vez  poderoso  y  que  no  admite  ra- 
zones, resultan  ineficaces  las  maneras  antes  expuestas,  no  queda  otro 
consejo  para  el  que  desea  la  paz  que,  venciéndose  a  sí  mismo,  abando- 
ne la  cosa  sensual  que  es  causa  de  la  guerra  a  su  adversario  y  huya  de 
su  presencia.  El  que  quiera  tener  paz  y  concordia  en  la  guerra  intelec- 
tual, deberá  concordar  su  memoria  y  su  entendimiento  y  su  voluntad  con 
los  de  su  adversario,  y  de  este  acuerdo  hecho  entre  las  dos  almas  so- 
brevendrá la  paz  y  la  concordia  entre  los  cinco  sentidos  espirituales  de 
una  y  otra  parte.  Cuando  se  está  en  guerra  intelectual  y  sensualmente,  el 
que  quiere  la  paz  búsquela  primeramente  en  las  cosas  intelectuales,  ha- 
ciendo a  la  potencia  racional  dueña  de  la  potencia  sensitiva,  y  si  no  se 
puede  pacificar  con  su  enemigo  en  las  cosas  intelectuales,  busque  la  paz 
en  las  cosas  sensuales,  mortificando  a  éstas  en  su  fuerza  y  naturaleza, 


(54)  Rúbrica  del  cap.  204  (tom.  IV,  págs.  310-318),  que  es  el  citado  y  extracta- 
do en  el  texto. 


—  Ó29  — 

a  fin  de  que  de  este  modo  sea  pacificada  la  naturaleza  intelectual.  To- 
mando ejemplo  de  la  manera  de  convertir  de  Jesucristo  y  sus  apóstoles, 
afirma  Lull  que,  para  llegar  a  la  paz  entre  los  cristianos  y  los  sarrace- 
nos, convendría  que  se  hiciese  primeramente  la  paz  en  la  naturaleza  sen- 
sual, "a  fin  de  que  sea  posible  la  convivencia  entre  unos  y  otros,  y  con 
la  paz  sensual  se  podría  concordar  en  la  guerra  intelectual ;  y  cuando  la 
guerra  intelectual  ¡hubiese  terminado,  entonces  surgiría  la  paz  y  la  con- 
cordia entre  ellos,  porque  tendrían  una  fe  y  una  creencia,  y  esta  unidad 
de  fe  y  de  creencia  sería  causa  y  razón  para  que  estuviesen  en  paz  sen- 
sualmente". 

12.  Todo  el  plan  luliano  de  "ordenación"  de  las  costumbres  con- 
siste en  instaurar  la  paz  en  los  varios  ámbitos  del  cuerpo  social  median- 
te el  vínculo  del  amor  entre  el  príncipe  y  su  pueblo,  entre  padres  e  hijos, 
entre  marido  y  mujer,  entre  los  parientes,  vecinos  y  extraños,  entre  los 
amigos,  entre  los  enemigos  (55).  Proclama  Lull  la  excelencia  del  ideal 
de  pobreza  de  los  ertmitaños  y  de  las  Ordenes  mendicantes,  y  estima  que 
sólo  es  lícito  el  amor  a  las  riquezas  cuando  éstas  son  poseídas  por  la  se- 
gunda intención :  "Los  hombres  que  adquieren  y  guardan  las  riquezas, 
dice,  y  después  las  distribuyen  y  las  dan  a  vuestros  servidores  y  a  vues- 
tros loadores  por  vuestro  amor,  éstos  aman  las  riquezas  por  la  segunda 
intención.  La  razón  y  la  causa  por  la  cual  los  hombres  justos  aman  las 
riquezas  sensuales  por  la  segunda  intención,  es  porque  aman  a  Vos  por 
la  primera  intención  y  se  aman  a  sí  mismos  y  a  su  prójimo  por  la  se- 
gunda intención.  Por  el  contrario,  quienes  se  aman  a  sí  mismos  por  la 
primera  intención  y  a  Dios  por  la  segunda,  y  aman  las  riquezas  sensua- 
les y  a  Dios  igualmente  por  una  misma  intención,  éstos  "son  ladrones, 
falsos  e  injustos  y  están  llenos  de  todos  los  vicios".  Y  añade  que  "el 
almor  de  los  pobres  es  cosa  excelente  aun  en  medio  de  los  harapos  mise- 
rables y  rotos  y  de  la  estrechez  de  la  comida,  en  tanto  que  el  amor  de 
los  malvados  ricos  se  halla  en  gran  vileza  y  corrupción,  aunque  ellos 
vistan  bien  y  tengan  untadas  sus  manos  con  la  grasa  de  los  manjares 
suculentos"  (56). 

Conocida  es  la  crisis  religiosa  de  los  siglos  xn,  xiii  y  principios 
del  xiv,  crisis  motivada  por  la  ola  de  mundanidad  que  invade  las  jerar- 
quías eclesiásticas  y  por  la  corrupción  de  las  costumbres  en  el  clero  no 

(55)  Véanse,  en  confirmación,  los  caps.  298,  304,  305,  306,  307  y  308  del  Libre  de 
contemplado  en  Déu. 

(56)  Véase  la  obra  citada,  cap.  301 :  "Com  es  tractat  de  la  amor  que  hom  ha  a 
pobrea  e  a  riquea"  (tom.  VI,  págs.  328-338),  del  cual  están  extraídos  los  conceptos  del 
texto. 


-  630  — 


regular.  Ella  provoca,  por  contraste,  el  nacimiento  de  un  conjunto  de 
sectas  (albigenses,  fraticelos,  lolardos,  begardos,  etc.)  parapetadas,  a  ve- 
ces, en  la  letra  y  el  espíritu  del  Evangelio,  francamente  subversivas  al- 
gunas de  ellas.  Un  ansia  general  de  reforma,  surgida  dentro  del  seno 
mismo  de  la  Iglesia  católica,  explica  la  aparición  de  las  Ordenes  men- 
dicantes y  la  rápida  propagación  de  actitudes  y  movimientos  audaces 
como  el  del  joaquinismo  y  el  de  los  Espirituales.  Extraordinariamente 
sensible  ante  esas  conmociones  religioso-sociales,  Lull  se  siente  poseído 
de  un  afán  formidable  de  reforma  social,  inspirada  en  un  ideal  de  per- 
fección absoluta.  El  Doctor  Iluminado  encarna  como  pocos  el  espíritu 
aventurero  y  visionario  de  la  época ;  pero,  si  las  singulares  condiciones 
de  su  psicología  le  impiden  caer  en  la  rebelión  demagógica  y  en  la  he- 
rejía, como  ya  explicamos  en  otro  lugar  (57),  por  otro  lado  su  integri- 
dad doctrinal  empuja  la  visión  que  él  tiene  de  la  Cristiandad  renovada 
por  el  Evangelio  hacia  la  región  serena,  pero  inocua,  de  la  utopía. 

13.  Es  preciso  subrayar — porque  no  se  ha  prestado  la  suficiente 
atención  a  este  punto — que  el  verdadero  utopista  de  la  época  es  Ramón 
Lull.  El  pensar  utópico  exige  un  raro  conjunto  de  cualidades:  sentido 
de  totalidad,  imaginación  y  un  enfriamiento  voluntario  de  las  pasiones 
que  se  traduce  en  una  fuente  de  serena  generosidad.  Todo  sistema  utó- 
pico es  en  el  fondo  una  idealización,  hecha  en  términos  absolutos,  de 
necesidades  y  aspiraciones  latentes  en  el  seno  de  la  misma  sociedad  du- 
ramente criticada.  Para  llegar  a  él,  es  indispensable  todavía  otra  cuali- 
dad primordial :  tener  temperamento  y  vuelo  filosóficos.  Dos  admira- 
bles producciones,  dentro  del  opus  luliano,  encierran  esas  cualidades  del 
pensar  utópico :  el  Libre  de  Blanquema,  compuesto  según  todas  las  pro- 
babilidades en  Montpellier  en  1283,  y  el  Libre  de  meravelles,  escrito  en 
París  hacia  1289.  Ambos  encierran  la  filosofía  luliana  puesta  en  acción, 
"novelada".  En  efecto,  aquellas  dos  obras  constituyen  el  primer  esbo- 
zo, en  Europa,  de  novela  filosófico-social  (58).  Por  añadidura,  tienen  un 
gran  valor  documental,  porque  presentan  una  serie  de  cuadros  fidelísi- 
mos y  animados  de  la  sociedad  de  su  época.  Y  si  anotamos,  además,  que 
en  ambas  producciones  el  personaje  central  y  que  absorbe  todo  el  inte- 
rés de  la  acción,  refleja  en  lo  fundamental  las  tendencias  sentimentales 
e  ideológicas  del  autor,  podremos  añadir  todavía  que  con  ellas  se  inau- 
gura la  novela  autobiográfica. 


(57)  Véase  el  cap.  VIII,  §  I,  n.°  5,  de  la  presente  obra. 

(58)  Véase  M.  Menéndez  y  Pelayo :  Orígenes  de  la  novela,  vol.  I  (Madrid,  1905), 
pá<?s.  LXXI-LXXXVIII. 


-  6ji  - 


Félix — tal  es  el  nombre  del  protagonista  del  Libre  de  meravelles — 
-es  el  tipo  del  hombre  curioso,  cuya  sed  insaciable  de  ver  y  de  saber  es- 
polea en  él  su  afán  de  aventuras.  El  joven  Félix  recorre  todos  los  lu- 
gares del  orbe  conocido  y,  si  se  extasía  ante  los  espectáculos  del  mundo 
de  la  naturaleza  inquiriendo  ávidamente  las  causas,  siente  también  la 
preocupación  de  los  problemas  religiosos,  morales,  políticos  y  sociales 
que  apasionan  a  los  hombres  de  sus  días.  De  ahí  el  carácter  enciclopé- 
dico que  reviste  la  obra.  Pero  todo  aquel  tejido  de  andanzas,  que  en- 
vuelven la  narración  en  un  ambiente  cosmopolita,  está  presidido  por  un 
ideal  de  perfección  que  ha  de  renovar  el  mundo  entero  bajo  el  imperio 
de  la  ley  cristiana.  Félix,  a  quien  su  padre  diera  oficio  de  ir  por  el  mun- 
do en  busca  de  maravillas  y  con  encargo  de  contarlas  a  su  vez,  antes 
de  morir  profesa  en  una  orden  religiosa  y  obtiene  licencia  para  seguir 
su  oficio  en  hábito  monacal.  A  su  muerte,  le  reemplaza  un  "segundo 
Félix",  y  el  abad  y  la  comunidad  perpetúan  el  oficio  estableciendo  que 
habrá  siempre  más  en  el  convento  un  monje,  de  nombre  Félix,  afecto  a 
su  desempeño  para  mayor  gloria  de  Dios  y  bien  de  las  almas  (59).  A 
guisa  de  episodio,  un  poco  forzado,  aparece  intercalado  el  Libre  de  les 
bésties,  narración  satírico-política  inspirada  en  el  Román  de  Renard  (60), 
muy  del  gusto  de  la  época,  pero  sin  intención  oculta. 

14.  El  Libre  de  Blanquerna,  una  de  las  obras  más  bellas  y  origi- 
nales de  la  producción  luliana,  significa,  doctrinalmente,  un  intento  de 
organización  de  la  paz  cristiana  dentro  del  imperio  papal.  El  asunto  de 
esta  obra  es  narrar  las  andanzas  de  Blanquerna,  el  hijo  de  Evast  y  Alo- 
ma, quien,  acuciado  por  un  ansia  creciente  de  perfección,  rehusa  el  es- 
tado de  "matrimonio"  en  que  viven  ejemplarmente  sus  padres  y  abraza 
sucesivamente  los  estados  de  "religión",  de  "prelacia"  y  "apostólico"  o 
papal.  Esta  trama  tan  sencilla  sirve  al  autor  para  exponer  un  plan  vas- 
tísimo de  reforma  religiosa,  moral,  política  y  social,  guiado  por  su  pro- 
pósito inicial  de  reducir  todos  los  pueblos  y  razas  de  la  tierra  a  la  uni- 
dad de  la  fe  cristiana.  Remate  de  aquel  anhelante  ideal  de  perfección 
es  el  estado  de  "vida  ermitaña",  que  Blanquerna,  después  de  renunciar 
solemnemente  al  papado  (61),  abraza  con  resolución,  volviendo  al  pun- 


(59)  Véase  el  cap.  último,  "De  la  fi  del  libre"  (edic.  "Els  Nostres  Clássics",  vol.  IV, 
págs.  313-317). 

(60)  Véase  el  proemio  de  M.  Obrador  a  la  edición  mallorquína  del  Félix  de  les 
Meravelles  (Palma,  1903),  y  el  prólogo  del  mismo  a  la  edición  separada  del  Llibre  de  les 
Bésties  (Barcelona,  1905). 

(61)  Véase  F.  Valls  y  Taberner:  Ramón  Lull  i  el  problema  de  la  renunciabilitat 
del  Papat,  en  "MisceMánia  lul-liana",  cit.,  págs.  467-476. 


632  - 


to  de  partida  de  su  pristina  vocación.  Desasido  de  todos  los  lazos  y 
afectos  terrenales,  el  protagonista,  cargado  de  años  y  de  experiencias 
del  mundo,  se  entrega  totalmente  a  la  vida  contemplativa  y  al  supremo 
amor  del  Amado.  La  obra  termina,  en  efecto,  con  el  Libre  de  atnic  e 
amat  y  el  Art  de  contení  plació,  que  hemos  estudiado  ya  en  otro  lu- 
gar (62). 

Según  es  característica  del  pensar  utópico,  en  esta  obra  hay  previ- 
dencias— sugestiones  que  se  consideraban  irrealizables  en  su  época — 
que  al  cabo  de  algunos  siglos  se  han  convertido  en  hechos  o  en  aspira- 
ciones de  realización  inmediata.  De  ahí  el  interés  de  palpitante  actua- 
lidad que  ofrece  su  lectura.  Los  capítulos  referentes  a  la  función  del 
cardenal  de  Domine  Fili  constituyen  el  precedente  de  la  actual  Congre- 
gación romana  De  propaganda  Fide  (63).  Lull  es  hoy  unánimemente 
considerado  como  uno  de  los  precursores  de  esa  nueva  ciencia  deno- 
minada "Misiología",  que  es  una  apologética  basada  en  la  etnogra- 
fía (64).  Excepcional  interés  ofrece  el  libro  cuarto  de  la  obra,  "De  apos- 
tolical  estament",  dedicado  a  describir  la  misión  del  papado,  en  el  cual 
aparece  estructurado  un  plan  de  comunidad  universal,  organizada  en 
sentido  religioso,  de  acuerdo  con  las  ideas  místicas  del  autor,  pero  con 
un  aspecto  político  al  mismo  tiempo.  Con  razón  se  ha  visto  en  este  plan 
un  preludio  de  la  actual  Sociedad  de  las  Naciones  (65).  Nervio  de  este 


(62)  Véase  el  capítulo  XVI,  §  III,  núms.  28  y  23,  de  la  presente  obra. 

(63)  Cap.  88,  págs.  342  y  siguientes;  véase,  ademas,  el  cap.  80,  págs.  295  y  siguien- 
tes, y  otros  varios  del  mismo  libro  TV  (edic.  de  Mallorca,  iqi4). 

(64)  Véanse  P.  Marcelino  da  Civezza,  O.  F.  M. :  Storia  universale  delle  missione 
Franciscane,  vol.  II  (Roma,  1858),  págs.  575-599;  S.  M.  Zwemer:  Raymond  Lull,  jirst 
missionary  to  the  MosUms,  New- York,  1902;  W.  A.  T.  Barber:  Raymond  Lull,  the 
illuminated  doctor.  A  study  in  medioeval  missions,  London,  1914;  G.  Valls:  O.  F.  M. : 
L'vdeale  missionario  del  B.  Ramón  Lull,  "Studi  Francescani",  XII  (1926),  págs.  1 17-128 
(del  cual  se  publicó  un  extracto  en  "Estudis  Franciscans",  1926,  2.0  semestre,  págs.  55- 
61);  Frediani:  Profili  di  Missionari,  "II  Pensiero  Missionario",  Turín,  vol.  V,  1933,. 
páginas  275-289;  Berthold  Altaner:  Raymundus  Lullus  und  der  Sprachenkanon 
(Can.  11  des  Konzils  von  Vienne.  1312)',  en  "Historisches  Jahrbuch  der  Górres  Gesell- 
schatf",  LUI,  1Q33,  págs.  190-219  (versión  en  extracto  en  "Estudis  Franciscans",  Bar- 
celona, XXVII,  vol.  45,  págs.  405-408)  ;  y  las  Actas  de  la  Semana  Misional  de  Barce- 
lona celebrada  con  motivo  de  la  Exposición  Universal  de  1929.  Se  hallará  más  biblio- 
grafía sobre  este  punto  en  el  artículo  del  P.  Andreu  de  Palma  de  Mallorca,  O.  M.  Gap.: 
Els  Fra-menors  Caputxins  i  el  Beat  Ramón  Lull  inserto  en  "Miscel-lánia  lul-liana", 
cit.,  págs.  321-340  (especialmente  en  las  págs.  328-332  y  338-339). 

(65)  Véanse  F.  Valls  y  Taberner:  La  Societat  de  les  Nacions  i  les  idees  de  comu- 
nitat  internacional  en  els  antics  autors  catalans,  en  "La  Paraula  Cristiana",  Barcelona, 
1929,  y  en  su  obra  "Estudis  d'História  Jurídica  Catalana",  Barcelona,  1929,  págs.  137 
y  siguientes;  Mariano  Puigdollers:  Doctrinas  pacifistas  de  Raimundo  Lulio  en  su  rela- 
ción con  la  comunidad  internacional,  en  "Anales  de  la  Universidad  de  Valencia",  1925- 


-  633  - 


plan  es  el  arbitraje  obligatorio.  Los  textos  no  dejan  lugar  a  dudas:  "Es- 
taba el  papa  Blanquerna — se  lee  (66) — pensando  la  manera  de  tratar  la 
paz  y  la  concordia  entre  las  comunidades  que  están  en  gran  discordia, 
porque  no  disfrutan  de  aquella  concordia  que  tendrían  si  obedeciesen 
solamente  a  un  príncipe  encargado  de  la  paz  y  de  la  justicia."  Estando 
el  Papa  en  esta  preocupación,  recibió  el  Imensaje  de  dos  frailes  arábigos, 
quienes,  a  causa  de  la  falta  de  seguridad  en  los  caminos,  no  habían  po- 
dido trasladarse  a  una  ciudad  en  donde  se  proponían  predicar  el  Evan- 
gelio. En  el  consistorio  papal  se  tomó  el  acuerdo  de  que  un  cardenal  se- 
encargase  de  enviar  mensajeros  que  fuesen  por  el  mundo  visitando  a 
los  príncipes  para  tratar  que  dichos  frailes  fuesen  bien  acogidos  y  pu- 
diesen pasar  libremente  de  una  a  otra  tierra.  "Cuando  el  cardenal  hubo 
dispuesto  todas  esas  cosas,  el  Papa  mandó  sus  mensajes  y  sus  joyas  a 
aquellos  príncipes,  a  fin  de  que  tuviesen  los  caminos  seguros  para  aque- 
llas personas  que  serían  enviadas  por  el  Papa.  El  cardenal  hacía  cons- 
truir hospitales,  puentes,  iglesias  y  edificios  por  los  caminos  para  ma- 
yor seguridad  de  los  viandantes,  a  fin  de  que  por  la  participación  entre 
unas  y  otras  gentes  hubiese  caridad  y  concordia  entre  ellas,  y  de  este 
modo  la  santa  fe  romana  fuese  predicada  en  tierras  de  los  paganos  y 
los  infieles/'  Para  subvenir  a  los  gastos  considerables  de  esa  empresa, 
fué  asignada  al  cardenal  y  sus  oficiales  una  renta  extraordinaria.  Es  ter- 
minante la  idea  de  la  institución  del  arbitraje  permanente  y  obligatorio. 
"¡Padre  santo! — dijo  el  cardenal  al  Papa — :  ¿De  qué  manera  podría- 
mos ordenar  nuestros  mensajes  para  tratar  la  paz  entre  las  comunida- 
des? El  Papa  contestó  y  dijo  que  los  mensajeros  fuesen  por  las  comu- 
nidades vigilando  cuál  de  ellas  atentaba  injustamente  contra  la  otra;  y 
el  Papa  expuso  que  una  vez  al  año  cada  potestad  fuese  a  un  lugar  se- 
guro en  donde  se  reunieran  todas  las  potestades,  y  a  manera  de  capí- 
tulo se  tratase  de  la  amistad  y  de  la  corrección  recíprocas  y  se  impusie- 
se una  multa  ("puniment  de  moneda")  a  aquéllos  que  no  acatasen  el 
fallo  de  los  definidores  del  capítulo.  Y  gracias  a  esta  ordenación  hecha 
por  el  Papa  en  la  forma  explicada,  sobrevino  la  paz  y  la  concordia  en- 
tre las  comunidades." 

Aparte  de  estas  grandes  innovaciones,  que  no  son  más  que  un  des- 
arrollo de  la  doctrina  pacifista  antes  expuesta,  en  la  sociedad  renovada 

26,  págs.  208-222;  R.  d' Alós-Moner :  Idees  de  comunitat  universal,  en  "Miscel-lánia  Pat- 
xot",  Barcelona,  1031,  págs.  35-47,  y  P.  Andreu  de  Palma  de  Mallorca,  O.  M.  C:  La 
doctrina  jftridióa  i  el  sistema  de  dret  internacional  de  mestre  Ramón  Lull,  "'Miscel-lánia 
Patxot",  cit.,  págs.  407-432. 

(66)    Cap.  95  y  último  del  libro  IV,  págs.  366-368. 


—  634  — 


<lel  Blanquerna  Lull,  sin  renunciar  al  recurso  de  la  sátira — una  sátira 
ingenua  y  sin  hiél,  que  recuerda  la  de  las  figuras  más  auténticamente 
franciscanas — ,  respeta  la  jerarquía  y  las  líneas  esenciales  de  la  orga- 
nización social,  política  y  eclesiástica  de  la  época,  pero  no  se  detiene 
sino  hasta  dejar  establecido  el  tipo  ideal  perfecto  de  cada  estado  y  de 
cada  una  de  las  instituciones  revisadas.  Su  acentuado  platonismo,  que 
se  traduce  en  una  irresistible  pasión  intelectual  hacia  la  unidad,  explica 
que  el  Doctor  Iluminado  llegue,  en  esta  obra,  a  conclusiones  paradójicas 
a  primera  vista.  Así,  aquel  hombre  que  con  su  genio  poderoso  plasmaba 
un  lenguaje  filosófico  y  que  por  vez  primera  en  la  Europa  medieval,  des- 
entendiéndose de  la  lengua  docta,  investía  el  romance  con  la  dignidad 
filosófica,  se  plantea  formalmente  el  problema  de  la  unificación  de  las 
diversas  costumbres  y  de  los  diversos  lenguajes.  En  una  escena  curio- 
sa (67),  el  Santo  Padre  reúne  a  los  cardenales  y  les  pide  "qué  consejo 
podría  ser  tomado  para  destruir  la  diversidad  de  los  lenguajes  y  hacer 
convenir  a  las  gentes  en  general,  a  fin  de  que  se  entendiesen  y  amasen 
y  en  servir  a  Dios  se  conviniesen".  He  aquí  la  respuesta  obtenida  por 
boca  de  uno  de  los  cardenales :  "¡  Señor  Apóstol !  Respecto  de  lo  que 
pedís,  es  necesario  que  vos  y  vuestra  corte  seáis  agradables  y  amables 
con  los  príncipes  cristianos,  y  que  a  ellos  y  sus  subditos  concordéis  en 
cuanto  a  las  costumbres,  eligiendo  las  mejores  costumbres,  y  que  den- 
tro de  cada  provincia  haya  una  ciudad  en  la  cual  sea  hablado  el  latín 
por  todos ;  porque  el  latín  contiene  muchas  palabras  de  los  otros  len- 
guajes, y  en  latín  están  compuestos  nuestros  libros...  Y  de  este  modo, 
por  larga  continuación  podréis  llevar  a  buen  término  que  en  todo  el 
mundo  no  haya  más  que  un  lenguaje,  una  creencia,  una  fe  y,  por  consi- 
guiente, un  Papa!'  Esta  última  lapidaria  afirmación  encierra  el  concep- 
to puro,  la  Idea  platónica,  de  la  Cristiandad. 


(67)    Cap.  94,  pág.  364. 


III 

Epílogo. 

Resumen  de  los  caracteres  de  la  filosofía  luliana. — La  influencia  arábiga  y  la 
cuestión  de  la  originalidad  de  Lull  como  filósofo. — El  espíritu  del  lulismo. — 
La  filiación  franciscana. 

15.  Terminada  nuestra  exposición  sistemática,  conviene  recoger, 
por  vía  de  epílogo,  los  "caracteres"  de  la  filosofía  luliana.  Para  ello  es 
preciso  puntualizar,  una  vez  imás,  las  "actitudes"  que  explican  la  apari- 
ción y  el  desenvolvimiento  de  dicha  filosofía.  Pero  no  hay  que  confun- 
dir estas  actitudes  con  las  "influencias  doctrinales"  registrables  ni  con 
la  "filiación"  de  la  filosofía  luliana. 

La  filosofía  luliana  es  una  "filosofía  de  la  conversión" :  es  la  filoso- 
fía del  converso  que  quiere  convertir.  Esta  conversión  comprende  dos 
grandes  capítulos  coincidentes.  Hay  una  conversión  inmanente  a  la  Cris- 
tiandad, o  sea  aquella  aspiración  a  reintegrar  la  conciencia  cristiana  a  la 
pureza  primitiva  evangélica ;  hay,  además,  una  conversión  trascendente  a 
la  Cristiandad,  que  tiene  por  objeto  conquistar  el  alma  del  infiel  (el  sarra- 
ceno, el  judío,  el  cismático,  el  tártaro,  etc.)  al  imperio  espiritual  cristiano. 
De  ahí  un  segundo  carácter  de  la  filosofía  luliana,  la  cual  es  también  una 
"filosofía  de  combate".  Pero  la  actitud  polémica  postula  otras  dos  ac- 
titudes con  las  cuales  se  completa  y  satisface,  y  son :  el  intelectualismo 
— la  "ciencia" — de  los  dominicos  y  la  espiritualidad  afectiva — la  "sa- 
piencia"— de  los  franciscanos.  Con  la  síntesis  de  estas  dos  actitudes  se 
forjan  las  "armas  intelectuales"  o  espirituales,  integradas  por  las  "ra- 
zones necesarias"  y  por  todos  aquellos  recursos  persuasivos,  afectivos  y 
ejemplares  que  culminan  en  el  martirio  voluntario. 

La  actitud  polémica,  así  fortificada,  al  ser  puesta  en  marcha,  gene- 
ra un  tercer  carácter  en  la  filosofía  íluliana,  üa  cual  es  asimismo  una 
"fiilosofía  fronteriza"  o  de  choque,  puesto  que,  según  hemos  probado 


-  036  - 


detenidamente  (68),  algunas  de  sus  doctrinas  más  características  han 
sido  formadas  definitivamente  y  de  una  manera  original  gracias  al  con- 
tacto y  a  la  presencia  armada  del  adversario.  Es  preciso  añadir  que  el 
adversario  son  principalmente  la  filosofía  y  la  cultura  arábigas,  en  cu- 
yas fuentes,  según  confesión  propia,  Lull  bebió  directamente  (69).  El 
filósofo  mallorquín  no  es,  pues,  ain  "sufí  cristianizado",  como  han  sos- 
tenido Julián  Ribera  y  Asín  Palacios;  pero  tampoco,  por  otra  parte,  es 
posible  explicar  el  caso  de  la  filosofía  luliana  sin  salir  del  ámbito  de  la 
filosofía  cristiana  medieval,  reduciendo  la  influencia  arábiga  al  aspecto 
puramente  formal,  como  han  defendido  Bové,  Probst,  Longpré,  Eijo 
y  otros. 

16.  En  el  fondo  de  esa  apasionada  polémica  se  debate  la  originali- 
dad de  Lull  como  filósofo  o,  en  otros  términos,  si  hay  una  filosofía  pro- 
piamente luliana.  Tenemos  por  indudable  que  los  últimos  progresos  de 
la  crítica  y  la  investigación  lulianas,  y  de  un  modo  especial  los  traba- 
jos de  los  arabistas  españoles,  han  servido  principalmente  para  mostrar 
los  estratos  profundos  en  la  formación  del  pensamiento  filosófico  del 
Doctor  Iluminado.  Un  sistema  filosófico  no  es  nunca  una  creación  arbitra- 
ria. La  función  personal  del  filósofo  consiste  en  dar  cohesión  y  unidad 
a  ideas  y  doctrinas  dispersas  o  desarticuladas — membra  disiecta — ,  or- 
denándolas y  jerarquizándolas  a  la  luz  de  uno  o  más  principios  funda- 
mentales. Este  principio  o  dirección  fundamental  del  nuevo  sistema 
— que,  cuando  no  se  trata  de  un  artificioso  sincretismo,  podría  denomi- 
narse la  intuición  del  filósofo  constructor — no  es  más  que  la  expre:ión 
lógica  de  necesidades  vitales  del  momento,  aunque  el  filósofo  actúe  siem- 
pre bajo  la  ilusión  de  resolver  los  problemas  de  una  vez  y  para  siem- 
pre, sub  specic  actemitatis.  El  eje  principal  de  la  filosofía  luliana  estriba 
en  la  importancia  del  combate  que  ella  se  ha  empeñado  en  librar;  y  en 
esa  lucha  titánica  ha  sido  modelada  su  fisonomía  inconfundible,  como 
la  roca  se  acantila  con  los  furiosos  embates  del  mar  que  la  rodea. 

I^a  exposición  que  acabamos  de  hacer  de  la  filosofía  luliana — en  la 
cual,  gracias  al  método  genético-objetivo.  hemos  podido  sorprender  eí 
ritmo  del  vital  desenvolvimiento  de  aquella  filosofía — nos  autoriza  para 


(68)  Véanse,  especialmente,  el  cap.  XV,  §  II,  núms.  19  a  21,  de  la  presente  obra, 
así  como  el  cap.  XVI,  §  III,  núms.  26  y  28.  Hemos  apreciado  o  debatido  también  acer- 
ca de  la  influencia  arábiga  en  el  cap.  XI,  §  II,  núms.  6  y  13,  en  e!  cap.  XIII,  §  I, 
n.°  1.  en  el  cap.  XIV,  §  I.  n.°  6.  en  el  cap.  XV,  §  I,  n.°  1,  en  el  cap.  XVI.  §  I,  n.°  8, 
y  en  el  presente  capítulo,  §  I,  n.ü  5. 

(69)  Cfr.  las  citas  de  la  nota  anterior,  y  además  el  cap.  VIH  (donde  se  enume- 
ran los  autores  árabes  citados  por  Lull),  §  II,  n.°  13. 


afirmar  que  nos  encontramos  ante  un  sistema  filosófico  perfectamente 
coherente  en  todas  sus  partes  y  con  soluciones  correctamente  lógicas 
para  todos  los  problemas  de  su  tiempo ;  tentativa  audaz  y  generosa  que 
significa  un  momento  interesantísimo  del  platonismo  medieval.  Pero  en 
todo  sistema  filosófico,  aparte  de  los  aspectos  temporales  y  caducos,  hay 
algo  permanente,  y  es  la  aspiración  inconmovible  del  filósofo  hacia  la 
verdad.  La  manera  específica  de  situarse  el  filósofo,  de  enfrentarse,  por 
decirlo  así,  con  la  verdad,  abstracción  hedha  de  todas  las  contingencias 
históricas  del  momento,  es  el  "espíritu"  del  sistema.  Hay,  ciertamente, 
un  espíritu  del  "lulismo",  que  es  un  término  consagrado  en  la  historia 
de  la  filosofía. 

17.  Podríamos  definir  el  espíritu  del  lulismo  diciendo  que  es  una 
filosofía  de  combate  espiritual — no  de  lucha  material  o  de  guerra — cuyo 
objeto  es  conseguir  la  paz  interior,  prenda  de  salud  eterna,  o  dicho  en 
otros  términos,  una  filosofía  mística  de  la  acción.  Lull,  como  todo  filó- 
sofo, busca  la  verdad,  pero  no  la  verdad  abstracta,  desinteresada,  sino 
la  verdad  práctica,  la  ventas  salutífera,  usando  una  expresión  agustinia- 
na  que  vemos  incorporada  al  léxico  luliano.  Verdad  salutífera  es  sinó- 
nimo de  felicidad  eterna.  Esta  filosofía — repitámoslo  una  vez  más — es 
incomprensible  sin  el  hombre  que  en  todo  momento  le  comunica  fuerza 
y  calor,  aunque  toda  ella  gravite  hacia  la  eternidad.  Es  una  filosofía 
tempestuosa  y  de  acentos  dramáticos,  especialmente  apta  para  las  si- 
tuaciones extraordinarias  de  la  vida.  Por  eso,  exige  un  temple  heroico 
y  se  desenvuelve  siempre  entre  la  doble  frontera  de  la  temeridad  y  la 
grandeza.  Es  también  una  filosofía  de  la  abnegación  personal  absoluta, 
aunque  jamás  pierda  de  vista  el  servir  a  la  pública  utilidad  de  la  Cris- 
tiandad; pero  su  órbita  de  acción,  iluminada  por  la  idea  pura  o,  tal  vez 
mejor,  divina,  tiene  por  teatro  el.  universo  entero. 

18.  Un  último  resultado  que  de  nuestra  exposición  cabe  recoger, 
es  la  filiación  franciscana  de  Ramón  Lull  y  su  filosofía  (70),  a  pesar  de 
los  trazos  vigorosos  que  imprimen  al  una  y  a  la  otra  un  carácter  perso- 


(70)  El  fondo  franciscano  de  la  filosofía  luliana  ha  sido  registrado  paso  a  paso 
en  cada  uno  de  los  capítulos  de  nuestra  exposición.  A  todos  ellos,  pues,  y  a  los  capí- 
tulos VII  y  VIII — psicobiográficos — ,  remitimos  al  lector. 

Sobre  la  estirpe  franciscana  de  R.  Lull  y  6U  filosofía  véanse,  especialmente,  E.  Gil- 
son:  La  phüosophie  de  saint  Bonaventure  citada,  cap.  II,  págs.  116  y  117,  y  La  phi- 
losophie  franciscaine  citada;  J.  H.  Probst:  Ramón  Lull,  philosophe  populaire  catalán 
el  franciscain,  "Criterion",  Barcelona,  1926-192 7,  vol.  II,  págs.  387-406,  y  vol.  III, 
págs.  182-210;  y  Tomás  Carreras  i  Artau:  Els  oarácters  de  la  filosofía  franciscana  i 
Vespeñt  de  Sant  Francesc,  citado. 


-  638  - 


nal.  Situado  fundamentalmente  el  filósofo  mallorquín  dentro  de  la  co- 
rriente agustiniana,  y  siendo  patentes  las  influencias  de  San  Ansel- 
mo (71)  y  de  los  Victorinos  (72),  es  fácil  descubrir  en  él  los  rasgos  co- 
munes de  familia  con  los  filósofos  franciscanos,  especialmente  con  San 
Buenaventura  y  Roger  Bacon.  La  concepción  de  la  vida  como  una  cons- 
tante e  ininterrumpida  ascensión  hacia  Dios,  realizada  en  diversas  eta- 
pas; la  doctrina  de  los  sentidos  espirituales,  y  el  vigor  con  que  el  autor 
del  Ars  magna  proclama  la  integridad  y  la  plenitud  de  la  vida  espiritual 
como  condición  indispensable  para  emprender  aquella  ascensión  desde 
el  punto  de  partida  terrenal  hasta  la  unión  beatífica,  son  trazos  esencia- 
les que  denuncian  el  próximo  parentesco  de  la  filosofía  luliana  con  la 
del  Doctor  Seráfico.  El  Itinerarium  mentís  está  implícito  en  toda  la  filo- 
sofía del  Doctor  Iluminado. 

Con  R.  Bacon  coincide  R.  Lull  en  su  pasión  por  el  saber,  apareja- 
da a  la  preocupación  metodológica  que  empuja  al  uno  y  al  otro,  desde 
sus  respectivas  posiciones,  hacia  la  enciclopedia  de  las  ciencias  de  la 
época  (73).  Aimbos  se  sienten  investidos  de  una  misión  providencial,  y 
de  ahí  sus  grandiosos  proyectos  de  renovación  interior  de  la  Cristian- 
dad, como  primer  trámite  para  la  realización  de  un  imperio  espiritual 
cristiano  extendido  por  todo  el  orbe.  En  su  común  afán  proselitista  los 
dos  preconizan,  en  lo  fundamental,  unos  mismos  medios :  la  conversión 
de  los  infieles  mejor  con  razones  y  con  la  predicación  que  por  las  armas 
materiales,  la  cruzada  espiritual — reforzada  en  Bacon  con  los  descubri- 
mientos secretos  de  la  ciencia  experimental — y  el  conocimiento  de  las 
lenguas  orientales.  La  difusión  del  movimiento  dominicano  explica  la 
adopción  de  estas  medidas,  sobre  todo  la  última,  en  R.  Bacon ;  pero  en 
R.  Lull,  situado  dentro  de  la  corriente  polémico-apologética  (74),  que 
mantuvo  relaciones  cordiales  con  los  dominicos  y  fué  aconsejado  per- 
sonalmente por  San  Ramón  de  Peñafort  (75),  la  sugestión  es  directa,  y 
sería  inadmisible  suponer,  respecto  de  este  punto,  que  se  trata  de  una 


Í71)  Véanse  el  cap.  XI,  §  II,  n.°  6,  el  cap.  XIV,  §  I.  r..°  2,  el  cap.  XV,  §  III.  n.°  22, 
y  el  cap.  XVI,  §  I,  n.°  1,  de  la  presente  obra. 

•  (72)  Véanse  el  cap.  XIV,  §  I,  n.°  6,  el  cap.  XV,  §  II,  n.°  19,  y  el  cap.  XVI,  §  IIIr 
n.°  23,  de  la  presente  obra. 

(73)  Véase  el  cap.  XII,  §  III,  n.°  26,  de  la  presente  obra. 

(74)  Véase  el  cap.  X,  §§  I  y  II.  núms.  3  y  4  de  la  presente  obra. 

(75)  Véase  el  cap.  VII,  núms.  4  y  12,  de  la  presente  obra.  Lull  invoca  reiterada- 
mente a  "Sent  Francesc  e  Sent  Domingo"  o  bien  "Sent  Domingo  e  Sent  Francesc"  (Li- 
bre de  contemplado  en  Déu,  cap.  359,  párr.  18,  cap.  360,  párr.  15,  y  cap.  366,  párr.  30; 
tom.  VII,  págs.  539,  550  y  644). 


—  639  - 


influencia  del  O  pus  maius  (76).  No  menos  sorprendente  es  la  actitud 
paradójica  adoptada  por  ambos  filósofos  frente  a  la  civilización  arábi- 
ga. Por  un  lado,  declaran  incompatible  esta  civilización  con  la  civiliza- 
ción cristiana,  y  éste  es  el  origen  remoto  de  su  imperialismo  religioso; 
pero,  por  otra  parte,  se  sienten  atraídos  en  lo  más  hondo  de  sus  aficio- 
nes por  la  cultura  oriental,  de  la  que  se  convierten  en  voceros.  Bacon 
es  uno  de  los  introductores  en  Oxford  de  la  ciencia  arábiga,  cuyas  ex- 
celencias no  se  recata  de  recomendar  a  los  estudiosos ;  en  tanto  que  Lull 
asimila  a  su  sistema  terminologías,  doctrinas  y  prácticas  sociales  de  los 
árabes  o  se  inspira  directamente  en  imaneras  de  devoción  de  los  "sufíes", 
con  ánimo  de  arraigarlas  entre  los  cristianos,  en  obras  tan  característi- 
cas como  el  Libre  de  amic  e  amat  y  Els  cent  noms  de  Deu  (77).  Desde 
otro  punto  de  vista,  la  filosofía  de  Bacon  y  la  filosofía  luliana  significan 
una  nueva  postura  adoptada  por  el  agustinismo  anselmiano  en  su  afán 
de  conseguir  una  demostración  racional  de  la  fe  católica  y  explicar  el 
sentido  espiritual  de  la  Sagrada  Escritura;  el  filósofo  inglés  aporta  en 
esta  empresa,  además  de  la  recomendación  filológica,  el  refuerzo  de  las 
matemáticas  y  de  la  nueva  ciencia  experimental ;  Lull  ofrece  su  Arte 
combinatoria — preludio  de  la  lógica  matemática — y  todo  su  Arte  gene- 
ral. Finalmente,  tanto  la  filosofía  de  Bacon  como  la  filosofía  luliana  lle- 
van impreso  en  sus  entrañas  el  signo  franciscano,  aprendido  de  San 
Buenaventura,  a  saber :  la  reducción  de  todas  las  artes  y  la  consiguien- 
te subordinación  de  la  filosofía  a  la  teología,  esto  es,  la  convicción  pro- 
funda de  que  por  encima  de  la  ciencia  "adquirida"  trabajosamente  hay 
la  "sabiduría",  nutrida  con  la  luz  perenne  de  la  ciencia  "infusa".  En  el 
uno  y  en  el  otro  su  carrera  filosófica  termina  en  el  misticismo. 

Pero  hay  alguna  notable  diferencia,  en  punto  a  franciscanismo,  en- 
tre R.  Lull  y  R.  Bacon,  diferencia  que  se  explica  por  la  diversidad  de 
temperamento  y  por  la  peculiar  manera  como  el  uno  y  el  otro  han  en- 
tendido lo  que  alguien  ha  denominado  el  "rigor  franciscano".  La  crítica 
luliana,  preludio  o  corolario  del  ansia  reformista,  es  siempre  imperso- 
nal :  en  toda  la  ingente  producción  del  filósofo  mallorquín  no  se  encuen- 


dó) No  nos  atreveríamos  a  afirmar  con  Probst,  Cartón  y  Longpré  que  Lull  co- 
noció el  Ofnts  maius  o  alguna  otra  obra  del  corpus  baconiano.  Sin  tampoco  negarlo,  a 
nuestro  juicio  las  sorprendentes  coincidencias  entre  R.  Lull  y  R.  Bacon  pueden  expli- 
carse por  el  fondo  platónico-agustiniano  que  anima  la  filosofía  de  ambos,  por  las  ne- 
cesidades y  las  tendencias  de  la  época  y  por  algunas  cualidades  comunes  de  la  psico- 
logía y  el  carácter  de  aquellos  dos  hombres  singulares. 

(77)  Véanse,  especialmente,  el  capítulo  XV,  §  II,  n.°  10,  el  cap.  XVT,  §  III,  nú- 
meros 28  y  26,  y  el  presente  capítulo  XVII,  §  I,  n.°  5. 


—  640  — 


tra  una  sola  diatriba  contra  personas  respetables,  como  son  frecuentes 
tn  Bacon  o  en  Jacopone  da  Todi  y  algunos  de  los  Espirituales.  Hay  pá- 
ginas lulianas  que  por  su  ternura  y  su  intención  moral  podrían  confun- 
dirse con  las  de  los  anónimos  autores  de  las  Fioretti :  la  razón  de  ello  es 
que  el  misionero  de  Mallorca,  por  su  profunda  ''humildad  franciscana", 
está  tan  cerca  cotmo  cualquiera  de  los  "primeros  compañeros"  de  su  pa- 
dre espiritual.  Un  último  rasgo,  que  sería  inútil  buscar  en  el  filósofo  in- 
glés, evidencia  la  mayor  identificación  del  filósofo  mallorquín  con  el 
Santo  de  Asís :  es  la  importancia  decisiva  que  en  el  opus  total  luliano 
adquiere  la  acción  personal,  el  ejemplo  fecundante,  el  gesto  heroico  que, 
en  la  mente  del  Doctor  Iluminado,  supera  a  todas  las  filosofías. 


APENDICES  I  Y  II  (i) 


L    CATALOGO  BIBLIOGRAFICO-CRONOLOGICO  DE  LAS  OBRAS 
TEOLOGICAS  DE  ARNALDO  DE  VILANOVA  (2) 

A)    Obras  auténticas. 

1.  Expositio  super  Apocalipsi.    Escrita  antes  de  1299,  es  considerada  como 

una  de  las  primeras  obras  teológicas  de  Arnaldo. 

2.  Introductio  m  librum  Joachim  de  semine  ieripturarum,  seu  de  prophetis 

dornvientibus .  Alrededor  de  1292. 

3.  Allocutio  super  signijicatione  nominis  thetragramvnaton.   Dedicada  a  fray 

Pedro  Puget,  O.  P.  Castillo  de  Meüülon,  20  julio  1292. 
Hay,  además  versión  griega. 

4.  Dyalogus  de  elementis  catholicae  fidei,  seu  Alphabetum  catholicorum  ad 

htclitwm  doniinum,  regem^  Aragoniae  pro  filiis  eruMendis  in  elementis  ca- 
tholicae fidei.  Entre  1295  y  1297. 

Editado  por  W.  Burger  en  Beitrage  zur  Ges'chichte  der  Katechese  im 
Mittelalter,  "Rómische  Quartalschrift...",  Roma,  1907,  fac.  4,  págs.  163 
y  siguientes. 

Hay,  también,  versión  griega. 

5.  TrOjCtatus  de  prudenti    oatholicorwm  scholarium.  Antes  de  1297. 

6.  Tractatus  de  tempore  advenbus  Antichristi  et  fine  mundi.  Texto  latino, 

1.a  parte  (1297)  y  2.a  parte  (1300). 
El  texto  catalán  se  ha  perdido. 


(1)  Véase  el  cap.  V,  §  I,  nota  12;  pág.  206,  de  la  presente  obra. 

(2)  Para  una  ampliación  de  las  noticias  incluidas  en  el  presente  catálogo,  consúl- 
tese el  artículo  de  Joaquim  Carreras  i  Artau:  Les  obres  teoló¿iques  d'Arnau  de  Vilano- 
va,  inserto  en  "Homenatge  a  Antoni  Rubio  i  Lluch.  Miscel-lánia  d'Estudis  Literaris, 
Histories  i  Lingüístics",  Barcelona,  1936;  vol.  II,  págs.  217-231.  Omitimos  aquí,  para 
mayor  brevedad,  la  mención  de  los  manuscritos. 

Con  carácter  general,  advertimos  que  las  referencias  a  manuscritos  existentes  en  ar- 
chivos y  bibliotecas  españoles,  que  se  contienen  en  la  presente  obra,  se  ajustan  a  las 
noticias  que  poseían  los  autores  en  el  año  1935. 


—  642 


7.  Protesta  contra  el  ojiáal  real  y  los  teólogos  de  la  Sorbona  ante  el  rey  de- 

Francia, Felipe  el  Hermoso.  Texto  latino;  París,  primer  semestre  de  1300. 

Publicada  por  M.  Menéndez  y  Pelayo:  Historia  de  los  Heterodoxos 
españoles,  2.a  edición,  vol.  III.  Madrid.  1918.  Apéndices,  págs.  LXXIV- 
LXXVIH. 

8.  Appellatio  ad  apostolicam  sedem  contra  cancellarium  et  collegium  theologo- 

rum  parisiensium.  París,  12  octubre  1300. 

Publicada  por  M.  Menéndez  y  Pelayo.  ob.  y  lug.  cits.,  págs.  LXXIX- 
LXXXII;  y  por  Denifle-Chatelain :  Chartularium  Universitatis  Parisien- 
sis,  II,  n.  616.  págs.  87-90. 

9.  Tractatus  de  mysterio  cvmbalorum.   Dedicado  al  prior  y  monjes  de  Scala 

Dei.  Scúlcola,  verano  de  1301. 

10.  Philosophia  catholica  et  divina  tradens  artem  mnichilandi  versutias  máxi- 

me Antichristi  et  omnvum  membrorum  ipsius.  Dedicado  al  Colegio  Apos- 
tólico. Verano  de  1302. 

Hay.  además,  versión  griega. 

11.  Apología  de  versutiis  et  perversitatibus  psendo-theologorum  et  religiosorum. 

Dedicada  al  maestro  Jaime  Blandí,  canónigo  en  Digne.  Gerona?,  a  fines- 
de  1302. 

12.  Eulogium,  de  notitia  verorum  et  pseudo-apostolorum.  Gerona?.  1302  o  1303.. 

Hay.  asimismo,  versión  griega. 

13.  Prima  denunciatio  Gerundensis.   Dirigida  al  obispo   gerundense  Bernardo- 

contra  el  dominico  B.  de  Puigcercós.  Gerona,  entre  1302  y  1303. 

14.  Secunda  denunciatio  Gerundensis.   Dedicatoria,  lugar  y  fecha  como  la  an- 

terior. 

15.  Tertia  denunciatio  Gerundensis.   Dirigida  al  oficial  del  rey.  contra  el  mis- 

mo. Lugar  y  fecha  como  las  dos  anteriores. 

16.  Confessio  Ilerdensis  de  spurcitiis  p  se  udo-r  eligió  sorum.  1303. 

17.  Denunciatio  prima  jacta  Massiliae.  Marsella,  11  febrero  1304. 

18.  Gladius  veritatis  adversus  thomatistas.   Dirigida  al  maestro  Jaime  Blanch,. 

antes  citado.  Marsella,  febrero  1304. 

19.  Denunciatio  secunda  jacta  Massiliae.  Marsella.  28  febrero  1304. 

20.  Carpinatio  poetrie  theologi  deviantis.   Dirigida  a  un  tal  Marcelo,  canónigo- 

de  Cardona.  Marsella,  1.a  quincena  de  marzo  1304. 

21.  Denunciatio  tertia  jacta  Massiliae.  Marsella,  14  marzo  1304. 

22.  Sobre  la  muerte  de  Bonifacio  VIII.  Opúsculo  latino  dirigido  al  papa  Bene- 

dicto XI.  Aviñón,  2  junio  1304. 

Editado  por  H.  Finke:  Aus  den  Tagen  Bonijaz  VIII.  Münster  i.  W.,. 
1902,  págs.  CLXXVII-CXCII. 


-  643  - 


23.  Protestatio  jacta  Perusii  coram  domino  carnerario  summi  pontificia.  Perú- 

ea,  18  julio  1304. 

Editada  por  H.  Finke,  ob.  cit,  págs.  CXCII-CXCVII;  y  por  A.  Ru- 
bio i  Lluch:  Docmrúents  per  la  historia  de  la  cultura  catalana  mig-eval, 
vol.  I,  Barcelona,  Institut  d'Estudis  Catalans,  1908,  págs.  33-37. 

24.  Tractatus  de  esu  carrdum  pm  sustentatione  ordinis  Carthusiensis,  contm 

iacobitas.  1304? 

Editado  en  la  colección  de  las  obras  médicas  de  Arnaldo:  Lyon,  1520; 
Basilea,  1585,  y  otras  veces. 

25.  Allocutio  christ'vim,  seu  de  dignitate  creature  rationalis.  Dedicada  al  rey  de 

Sicilia,  Federico.  Sicilia?,  fines  de  1304  o  comienzos  de  1305. 

26.  Dancia  illustris  domini  re  gis  Aragormm  cum  oommento.  Hacia  1305. 

Editada  por  Cesare  Lollis  en  "Revue  des  Langues  romanes",  vol.  31, 
1887,  págs.  291-295. 

27.  Super  jacto  adventus  Antichristi.   Opúsculo  catalán.  11  julio  1305. 

Editado  por  Ramón  de  Alós,  bajo  el  título  Cmfessió  de  Barcelona, 
en  "Quaderns  d'Estudi",  vol.  XIII;  Barcelona,  junio  1921. 

28.  Antidotum]  contra  veneim¡m\  ejjusum  per  jratrenv  Martimtm  de  Atheca  Pre- 

dicador em\  adversus  denwtciationes  finalium  temporuwi.  Dedicada  al  obis- 
po de  Mallorca.  Verano  de  1305. 

29.  Presentath  jacta  BurdegaUe  coram  sumwíp  pontífice  domino  Clemente  V. 

Burdeos,  24  agosto  1305. 

Editada  por  Finke,  ob.  cit.,  págs.  CCII-CCXI. 

30.  Injormatío  begumorum\y  seu  lecth  Narbone.  Posterior  a  agosto  de  1305. 

Hay  texto  latino,  catalán,  italiano  y  griego,  si  bien  los  dos  primeros 
no  coinciden. 

El  texto  catalán  fué  editado  por  Ramón  de  Alós  en  "Festgabe  Finke", 
München,  1925,  págs.  189-199. 

31.  Responshnes  ad  regem\  Francie  sobre  el  asunto  de  los  Templarios.  Ante- 

rior al  19  febrero  1308. 

Texto  desconocido;  Arnaldo  lo  cita  en  una  carta  a  Clemente  V. 

32.  Interpretatio  de  visionibus  in  somniis  dominorum  Jacobi  secundi  re  gis  Ara- 

gonwn\  et  Frederici  tertii  regís  Sicüiae  eius  fratris.  Aviñón,  octubre  1309. 

Editada  por  Francowitz:  Catalogus  testium  veritatis,  Strasburg,  1562, 
págs.  357-376;  por  J.  Wolf:  Lectiones,  I,  pág.  565;  y  por  M.  Menéndez 
y  Pelayo,  ob.  y  lug.  cits.,  págs.  XLIX-LXVIII. 

33.  Rahonament  d'Avinyó.  Almería,  enero  1310. 

Es  el  texto  catalán  que  corresponde  a  la  obra  anterior,  de  la  cual,  sin 
embargo,  le  separan  grandes  diferencias. 

Editada  por  M.  Menéndez  y  Pelayo,  ob.  y  lug.  cits.,  págs.  XCII-XCV; 
y  por  Faraudo,  en  "Recull  de  textos  catalans  antics",  fase.  XI,  Barce- 
lona, 1909. 


—  644  - 


34.  Letra  tramesa  al  rei  Jaume  II,  a  nom  del  seu  germá  Frederic  de  Sicilia, 

amb  un  pía  de  reforma  de  la  seva  casa  i  reiabne.  Anterior  a  octubre 
de  1310. 

Editada  por  M.  Menéndez  y  Pelayo.  ob.  y  lug.  cits.,  págs.  LXXXIII- 
XCII. 

35.  Constitutions  per  al  reialme  de  Sicilia  per  encárrec  del  seu  reí  Frederic,  es- 

pecialirtent  sobre  esclavitut,  jocs  i  drets  eclesiastics.  Mesina,  15  octu- 
bre 1310. 

Editada  por  H.  Finke  en  Acta  Aragonensia ',  vol.  II,  págs.  695-699. 

36.  De  la  humilitat  i  paciencia  de  Jesucrist. 

El  texto  catalán  es  desconocido;  pero  hay  versión  griega. 

37.  Epístola  ad  priorissam  de  charitate. 

El  texto  latino  es  inexistente  o  desconocido,  y  el  texto  catalán  se  per- 
dió. Se  conservan,  en  cambio,  las  versiones  italiana  y  griega. 

38.  De  eleempsina  et  sacrificio. 

El  texto,  que  estaba  en  catalán,  se  ha  perdido. 

39.  Una  exposición  de  la  vida  cristiana. 

El  texto  latino  y  el  catalán  están  perdidos,  pero  se  conocen  las  ver- 
siones italiana  y  griega. 

40.  Otra  información  sobre  los  beguinos. 

Texto  catalán  hoy  perdido. 

41.  Responsio  contra  Bn.  Sicardi. 

Texto  desconocido. 

B)  Epistolario. 

42.  Inclito  domino  regi  Francorum.  A  Felipe  el  Hermoso.  Génova,  17  noviem- 

bre 1301  (3). 

43.  Fratribus  ordinis  predicatorum  qui  sunt  Parisius. 

44.  Fratribus  predicatoribus  Montispesulani. 

45.  Fratribus  minoribus  Parisius. 

Editada  por  el  P.  José  M.a  Pou:  Visionarios,  beguinos  y  fratricelos 
catalanes  (siglos  xiii-xvj.  Vich,  1930,  <págs.  48-49,  nota  4. 

46.  Fratribus  minoribus  Montispesulani. 

Editada  por  el  mismo,  ibid.,  págs.  48-50. 


(3)  Es  la  carta  acompañatoria  del  tratado  De  adventu  Antichrisli.  Con  idéntico  ob- 
jeto fueron  escritas  las  cartas  catalogadas  con  los  números  -+3  al  53  que,  por  tanto,  se 
puede  suponer  con  toda  verosimilitud  hayan  sido  escritas  también  en  1301,  aun  cuando 

no  lleven  indicación  de  fecha. 


—  <M5  — 


47.  Abbatti  et  conventui  Sancti  Victoris  Parisius. 

48.  Fratribus  Vallis  Magnae.  A  los  cistercienses  de  Valmagne. 

49.  Dominis  Auxitano  et  Bwrdegalensi.  A  los  obispos  de  Aux  y  de  Burdeos. 

50.  Angelo  ecclesiae  Valentmae.  Al  obispo  de  Valencia. 

51.  Angelo  Ebredunensis  ecclesiae.   Al  obispo  de  Embrum. 

52.  Angelo  Altisidorensis  ecclesiae.  Al  obispo  de  Auxerre. 

53.  Inclito  domino  regi  Aragonum.  A  Jaime  II. 

54.  Domino  Bonifacio  simipvo  pontijici.   A  Bonifacio  VIII.   Niza,   29  agosto 

1302  (4). 

Editada  por  H.  Finke:  Aus  den  Tagen,  etc.,  págs.  CLX-CLXII;  y  por 
A.  Rubio  i  Lluch,  ob.  y  vol.  cits.,  págs.  29-31. 

55.  Collegio  dominorum\  cardinuliiím.  Los  mismos  lugar  y  fecha. 

Editada  por  H.  Finke,  ibid.,  págs.  CLXII-CLXIII ;    y   por  Rubio, 
ibid.,  págs.  31-32. 

56.  Al  rey  de  Aragón,  Jaime  II.  Anterior  a  febrero  1305. 

Texto  desconocido,  en  el  que  proponía  una  cruzada  contra  los  infie- 
les; el  rey  la  cita  en  su  respuesta. 

57.  Epístola  Bartholomeae  Montaneri.  Anterior  a  agosto  1305. 

Editada  por  P.  Diepgen:  Arnald  von  Villanova  ais  Politiker  und  Laien- 
theologe,  Berlín,  1909,  apéind.  I.  págs.  100-102. 

58.  A  Clemente  V,  sobre  la  caída  del  Temple.  Anterior  a  19  febrero  1308. 

Editada  por  H.  Finke:  Papstum.  und  Untergang  des  Templeordens, 
vol.  II.  págs.  93-94. 

59.  Al  rey  de  Aragón,  Jahne  II  (en  latín).  Marsella,  19  febrero  1308. 

Editada  por  H.  Finke,  ibid.,  págs.  94-98;  Pou,  ob.  cit.,  págs.  66-67; 
y  Rubio,  ob.  y  vol.  cits.,  págs.  42-44. 

60.  A  la  reina  Blanca  de  Frabtcia  (en  latín).  Aviñón,  verano  de  1309. 

Editada  por  H.  Finke:  Acta  Aragonensia,  vol.  II,  págs.  692-693. 

61.  Al  rey  de  Aragón,  Jaime  II  (en  catalán).  Marsella,  17  junio  1310. 

Editada  por  H.  Finke,  ibid.,  págs.  694-695. 

62.  Al  mismo  (en  latín).  Mesina,  9  enero  1311. 

Editada  por  H.  Finke,  ibid.,  págs.  701-702. 

63.  Domino  Bremundo  dcwin-o  Montisferrarii. 


(4)  Es  la  carta  acompañatoria  del  tratado  Philosophia  catholica.  Lo  mismo  vale 
de  la  carta  siguiente. 


—  646  — 


C)    Obras  dudosas. 

64.  Responsio  ad  cavilationes  adversarii  veritatis. 

El  texto  latino  es  desconocido,  pero  hay  versión  griega. 
Tal  vez  idéntica  al  núm.  41  o  a  una  parte  del  núm.  6. 

65.  Tratado  sobre  los  siete  espíritus  maléficos. 

Arnaldo  lo  cita  en  la  obra  núm.  37. 
Tal  vez  idéntica  al  núm.  6  o  al  núm.  9. 

66.  Un  escrito  sin  título. 

Citado  por  su  hncipit  en  la  sentencia  de  Tarragona  de  1316. 
Tal  vez  idéntica  al  núm.  11  o  a  otra  obra  ya  catalogada. 

67.  Lectio  Almerie. 

Citada  en  el  inventario  de  los  bienes  muebles  de  Arnaldo. 
Tal  vez  idéntica  al  núm.  33. 

68.  Lectio  Cathanie. 

Citada  en  el  mismo  inventario. 

Podría  ser  uno  de  los  escritos  sicilianos. 

69.  Cuestiones,  escritos  o  reglas  católicas. 

Citada  de  diversas  maneras  en  el  mismo  inventario. 
Tal  vez  idéntica  al  núm.  4  o  al  núm.  10;  o,  quizás,  obra  desconocida 
de  Amaldo. 

70.  Un  tratadlo  parecido  al  "De  charitate". 

Citado  en  el  mismo  inventario. 

Podría  ser  uno  de  los  opúsculos  ya  catalogados. 

71.  Regida  conjratrie. 

Opúsculo  en  lengua  vulgar  que  se  cita  en  el  mismo  inventario  y  po- 
dría ser  alguno  de  los  ya  catalogados. 

72-73-74-75.    Cuatro  escritos  sin  titulo. 

Citados  por  sus  incipit  respectivos  en  el  inventario,  tal  vez  idénticos 
a  otros  anteriores. 

76.  Un  libro  en  vulgar  rotulado  "Filii  IsmeV\ 

Citado  en  el  susodicho  inventario. 

77.  Libre  den  Estorgat. 

Otro  texto  en  romance,  que  se  cita  en  el  mismo  inventario. 

78.  Precepta  pro  amore  Dei  magistro  Sancti  Johattnis  de  Ultramare  ad  debe- 

llandwm>  contra  Sarracenos. 
De  dudosa  atribución. 


II. 


LISTA  DE  LOS  ESCRITOS  ORIGINALES  DE   ARNALDO  DE  VI LA- 
NOVA  EN  LENGUA  VULGAR  (5) 


A)  Textos  conocidos. 

1.  Conjessió  de  Barcelona  (27). 

2.  Informado  deis  begums,  o  Meó  de  Narbona  (30). 

3.  Rahonament  d'Avinyó  (33). 

4.  Letra  tramesa  al  rei  Jaume  II,  a  nom  del  seu  germá  Frederic  de  Sicilia, 

amb  un  pía  de  reforma  de  la  seva  casa  i  reialme  (34). 

5.  Carta  al  rey  de  Aragón,  Jaime  II  (61). 

-6.    Art  ¿'Agrimensura  (Libre  qu'ensenha  de  destrar,  de  atermenar,  de  agacho- 
nar  et  de  scairar  térras  et  antros  possesions) . 

M'ss.  en  la  Biblioteca  Mejana  de  Aix  y  en  la  municipal  de  Carpen- 
tras  (citados  por  M.  Menéndez  y  Pélayo:  Historia  de  los  Heterodoxos 
españoles,  2.a  ed.,  III,  Madrid,  1918,  págs.  193-194). 

B)  Textos  perdidos. 

7.  Tractat  de  VAntichrist  (6). 

8.  De  la  hitmüitot  i  paciencia  de  Jesucrist  (36). 

9.  De  la  caritat  (37). 

10.  De  l'alnwina  i  del  sacrifici  (38). 

11.  Exposició  de  la  vida  cristiana  (39). 

12.  Altra  infonnació  deis  begums  (40). 

C)  Textos  dudosos. 

Podría  estar  en  catalán  la  carta,  hoy  desconocida,  al  rey  de  Aragón  Jaime  II 
que  hemos  catalogado  en  el  número  56. 

Asimismo  podrían  estar  escritas  en  catalán  todas  o  algunas  de  las  piezas  ca- 
talogadas con  los  números  65  al  77. 


(5)  A  cada  escrito  se  acompaña,  entre  paréntesis,  una  referencia  al  número  que 
lleva  en  el  anterior  catálogo. 


INDICE  DE  MATERIAS 


Advertencia  preliminar  

PARTE  PRIMERA:  INTRODUCCION 

CAPITULO  I 
El  ambiente  cultural  en  la  España  del  siglo  xra. 

I.    La  corte  real  castellano-leonesa. 

Los  comienzos  de  la  cultura  nacional  en  el  reinado  de  Fernan- 
do III. — La  tradición  isidoriana  medieval  y  la  versión  de  las  Eti- 
mologías; el  Septenario. — Renacimiento  jurídico;  el  maestro  Já- 
com|e  de  las  Leyes. — Obras  didáctico-morales  de  influencia  orien- 
tal; el  Libro  de  la  Nobleza  y  Lealtad  y  las  Flores  de  Filosofía. 

Alfonso  X,  el  Sabio  y  el  apogeo  cultural  del  siglo  xm. — Facetas 
diversas  en  la  actuación  cultural  de  este  monarca: 

a)  Alfonso  X  en  relación  con  la  cultura  eclesiástico-latina  de 
su  tiempo. — Relaciones  con  Pedro  Gallego,  Pedro  Hispano  y  los 
teólogos  occidentales. 

b)  Protección  al  saber  científico. — La  segunda  escuela  de  tra- 
ductores en  Toledo. — Las  Tablas  Alfonsies,  los  Libros  del  Saber 
de  Astronomía  y  las  demás  obras  científicas  impulsadas  por  Alfon- 
so el  Sabio. — Su  repercusión  en  la  cultura  filosófica. 

c)  Florecimiento  de  la  literatura  didáctico-moral  en  este  rei- 
nado.— Consideración  especial  del  Poridad  de  Paridades  y  de  los 
Bocados  de  Oro. 

d)  La  obra  jurídica  de  Alfonso  X. — Consideración  especial  del 
Fuéro  Real,  del  Espéculo  y  de  Las  Siete  Partidas. — Valor  filosófico 
de  dichos  cuerpos  legales. 

Sancho  IV  el  Bravo. — El  Lapidario. — El  Libro  de  los  Castigos 
e  Documentos  atribuido  a  este  rey. — Su  influencia  en  los  Conse- 
jos del  rey  de  Mentón,  de  la  Historia  del  Caballero  Cifar,  y  en 
otras  obras  del  mismo  género  


II.  La  corte  real  catalano-aragonesa. 

Jaime  I  el  Conquistador. — Su  protección  a  la  cultura  literaria, 
jurídica  y  religiosa. — Sus  relaciones  con  San  Ramón  de  Peñafort. — 
San  Ramón  de  Peñafort  como  pensador  y  hombre  de  acción  y. 
en  especial,  como  creador  de  la  teología  moral. 

El  renacimiento  literario  catalán  en  tiempo  de  Jaime  II. — Di- 
fusión del  elemento  oriental. — El  Libre  de  Saviesa. — Jafuda  Bon- 
senyor  

III.  El  elemento  semita. 

Situación,  en  esta  época,  de  los  musulmanes  y  judíos  residentes 
en  tierras  de  cristianos. — Las  escuelas  de  traductores  y  sus  apor- 
taciones a  la  literatura  hispana. — Las  controversias  dogmáticas  con 
los  judíos  y  los  orígenes  de  la  nueva  apologética  cristiana. — Las 
polémicas  cristiano-musulmanas  

IV.  Los  nuevos  centros  de  cultura. 

Las  antiguas  escuelas  catedrales,  monacales  y  palatinas. 

Las  Universidades. — Fundaciones  en  Castilla  durante  los  si- 
glos xiii  al  xv. — Las  Universidades  de  Aragón  y  Cataluña. 

Las  Ordenes  mendicantes. — La  Orden  de  Predicadores  y  su  in- 
troducción en  España. — Los  comienzos  de  la  Orden  franciscana 
en  España. — Florecimiento  de  las  escuelas  conventuales  de  am- 
bas Ordenes. 

Organización  de  los  estudios  filosóficos;  cátedras,  métodos  y 
textos   

CAPITULO  II 

Las  bibliotecas  españolas  de  la  Edad  Media. 

Importancia  de  este  estudio  para  el  conocimiento  del  progre- 
so cultural  y  filosófico. — Fuentes  y  líneas  de  investigación. 

Los  antiguos  centros  de  cultura. — Los  cenobios  y  su  evolución 
en  la  Edad  Media.— La  Biblioteca  de  Ripoll.— Las  catedrales- 
La  Biblioteca  capitular  de  Toledo. 

Los  nuevos  centros  de  cultura. — Bibliotecas  de  las  Ordenes 
mendicantes —El  convento  barcelonés  de  Santa  Catalina. — Las 
Universidades  y  Colegios. 

Bibliotecas  de  particulares. — Gonzalo  Palomeque. — Arnaldo  de 
Vilanova. — Enrique  de  Villena  —  Francisco  Eiximenis— La  Biblio- 
teca papal  de  Peñíscola. 

Bibliotecas  cuatrocentistas. — Bibliotecas  reales:  de  Martín  el 
Humano,  de  Alfonso  V  el  Magnánimo,  de  la  reina  María:  del  prín- 


cipe  de  Viana.  del  condestable  de  Portugal;  de  Isabel  la  Católi- 
ca.— Bibliotecas  nobiliarias:  del  marqués  de  Sant ¡llana,  del  du- 
que de  Béjar,  del  ccnde  de  Benavente  

PARTE  II:  LA  FILOSOFIA  DEL  SIGLO  XII] 

CAPITULO  III 
La  Escolástica  en  la  Facultad  de  Artes. — Pedro  Hispano. 

I.  Su  personalidad. 

La  patria  de  Pedro  Hispano. — Su  condición  de  clérigo  secular. — 
Fecha  probable  de  su  nacimiento. — Su  identidad  con  el  papa 
Juan  XXI. — Nombre  y  familia  de  nuestro  autor  

II.  Su  vida. 

Estudios  en  Lisboa,  en  París  y  en  Italia. — Títulos  académicos 
que  obtuvo. — Magi  terio  en  Siena. — Dignidades  eclesiásticas. — 
La  elección  papal. — Política  civil  y  eclesiástica  de  Juan  XXI. — 
Su  intervención  en  'las  luchas  doctrinales  de  la  Universidad  de 
París. — Muerte  de  Juan  XXI  

III.  Sus  obras. 

Amlplitud  de  la  producción  literaria  de  Pedro  Hispano. — Cla- 
sificación de  sus  escritos. — 1."  Las  Sumpnulae  logicales;  su  origen, 
finalidad  y  estructura. — Su  extraordinaria  fortuna  en  la  Edad  Me- 
dia.— Originalidad  del  texto  latino. — 2.°  Los  comentarios  a  Aristó- 
teles.— 3.°  Obras  de  filosofía  natural. — 4."  Escritos  teológicos. — 
5.°  Obras  médicas;  comentarios  y  escritos  originales. — Conside- 
ración especial  del  Thesaurus  pauperum  

IV.  La  doctrina  lógica. 

Su  carácter  formal  y  verbalista. — La  lógica,  como  arte  de  la 
disputa. — Las  palabras  y  las  proposiciones. — Los  predicables  y  las 
categorías. — Los  silogismos. — Los  lugares  dialécticos  y  las  fala- 
cias.— Las  propiedades  de  los  términos:  suposición,  ampliación, 
restricción,  apelación  y  distribución. — 'Los  expanibilia. — Génesis 
histórica  de  las  Súmulas. — Su  aceptación  como  libro  de  texto  ofi- 
cial en  la  enseñanza  y  su  repercusión  en  la  literatura  posterior. — 
Los  comentaristas  españoles  de  Pedro  Hispano  

V.  Doctrinas  antropológicas  y  metodología  científica. 

Psicología  de  Pedro  Hispano. — El  alma  humana  y  las  formas 
vitales. — Vida  vegetativa,  sensible  e  intelectual. — Capacidades  cog- 
noscitivas y  volitivas. — Otras  doctrinas  psicológicas. 


-  ^52  — 


'  -  "Páginas 

La  doctrina  del  método  en  Pedro  Hispano. — Métodos  científicos 
generales:  la  via  experimenti  y  la  via  rationis. — Formas  y  condi- 
ciones de  la  experiencia. 

Significación  histórica  de  Pedro  Hispano  en  la  cultura  latino- 
occidental   138 

CAPITULO  IV 

La  Escolástica  ex  la  Facultad  de  Teología. 

Sección  I :  La  evolución  de  las  ideas  filosóficas  en  la  Orden  de  Predicadores. 

I.    Miguel  de  Fabra. 

Miguel  de  Fabra,  primer  lector  de  la  Orden  de  Predicadores. — 


Su  enseñanza  conventual  en  París   145 

II.  Ramón  Martí. 

Vida  y  obras  de  Ramón  Martí. — Análisis  de  la  Explanatio  Sym- 
boli  Apostolorwn  y  del  Pugio  fidei. — Relación  entre  esta  última 
obra  y  la  Sumnm  contra  Gentes,  de  Santo  Tomás  de  Aquino. — 
Influencia  de  Ramón  Martí  en  la  literatura  apologética  posterior.  147 

III.  Ferrer. 

El  catalán  Ferrer. — Su  magisterio  en  la  Universidad  de  París. — 
Examen  de  su  qiwlibet   171 

IV.  Bernardo  de  Trilla. 

Su  patria. — Su  vida. — Sus  escritos. — Sus  doctrinas  filosóficas.  176 

V.  La  escuela  tomista  en  Cataluña  y  Aragón  a  fines  del  siglo  xm   184 


Sección  II:  Las  doctrinas  filosóficas  en  los  teólogos  franciscanos. 

VI.  Gonzalo  de  Valboa. 

Gonzalo  de  Valboa,  un  maestro  español  de  Duns  Scot. — Su  pa- 
tria.— Su  actuación  en  la  Orden;  el  Generalato. — La  disputa  con 
los  uespirituales,,  en  Aviñón. — El  magisterio  en  París.— Relacio- 
nes personales  con  Juan  Duns  Scot— Escritos  de  Gonzalo— Sus 


doctrinas  y  posición  filosófica.— La  disputa  con  Eckehart   188 

VII.  Alfredo  Gunter. 

Alfredo  Gunter.  un  discípulo  de  Duns  Scot  en  España. — Noti- 
cias biográficas. — Producción  literaria. — Su  enseñanza  en  Barce- 
lona      197 


-  <>53  - 

Páginas 


CAPITULO  V 

El  anti-escolasticismo. — Arnaldo  de  Vilanova. 

I.  Vida  y  escritos  de  Arnaldo. 

Su  patria. — Sus  estudios. — Ejercicio  de  la  medicina  y  profeso- 
rado.— Los  últimos  doce  años  en  la  vida  de  Arnaldo. — Contiendas 
teológicas  con  la  Universidad  de  París. — Apelaciones  al  Papa. — 
Relaciones  con  los  reyes  de  Aragón  y  de  Sicilia. — Muerte  de  Ar- 
naldo.— Sus  escritos  médicos  y  teológicos  

II.  La  lucha  contra  el  escolasticismo. 

Orígenes  de  la  polémica. — Contiendas  con  los  dominicos  en  Ge- 
rona y  en  Marsella. — Actitud  de  Arnaldo  frente  a  la  filosofía  y  a 
la  teología. — Condenaciones  de  las  obras  de  Arnaldo  

III.  Filosofía  natural  y  medicina. 

Fama  médica  y  cultura  profesional  de  Arnaldo. — Empirismo  y 
especulación. — Medicina  y  teología. — Teoría  del  fluido  vital. — Los 
influjos  astrales. — Los  espíritus  puros. — Las  cosas  naturales  y  sus 
cualidades  ocultas. — La  magia  y  la  astrología  al  servicio  de  la  me- 
dicina; terapéutica  y  farmacopea  consiguientes  

IV.  La  reforma  social. 

Fuentes  para  el  conocimiento  de  la  actividad  reformadora  de  Ar- 
naldo.— Su  adhesión  al  movimiento  de  los  espirituales. — El  ideal 
de  la  vida  evangélica. — Crítica  de  la  sociedad  contemporánea. — 
Misión  de  los  laicos  en  la  renovación  religiosa. — Doctrina  del  Papa 
espiritual. — Iniciación  de  la  reforma  por  los  monarcas  de  la  dinas- 
tía aragonesa. — Plan  para  la  reforma  de  su  casa  y  reino  

PARTE  III:  EL  ESCOLASTICISMO  POPULAR.  RAMON 
LULL  (RAIMUNDO  LULIO) 

CAPITULO  VI 

Introducción. 

Importancia  del  factor  personal  en  la  filosofía  luliana. — El 
"enigma  luliano". — El  caso  de  Ramón  Lull  y  su  filosofía  a  la  luz 
de  la  historia  de  la  filosofía  y  de  la  cultura  medievales. — El  mé- 
todo histórico-genético. — Plan  de  este  estudio   233 


199 


207 


215 


224 


—  654  — 


Páginas 


CAPITULO  VII 
Vida  de  R.  Lull. 
Fuentes  y  bibliografía. 

Los  primeros  años  de  R.  Lull  hasta  su  conversión  ( 1 233 ?-l 263 ? ^ .- 
Los  tres  propósitos. — Vida  de  peregrino. — Período  de  contempla- 
ción y  estudios  en  Mallorca  (1 265-1 2 74;. --Fundación  de  Miramar.-- 
El  primer  periplo  luliano  (1277-1282). — Divulgación  del  Arte  lu- 
liana  en  la  Universidad  de  París  y  en  otros  centros  intelectuales 
de  Francia  e  Italia  (1286-1290). — Expedición  misionera  a  Túnez 
(1291-1292). — Proyectos  de  organización  de  la  Cristiandad  (1294- 
1296). — Segundo  viaje  a  París  (1 298-1 299). — Segundo  periplo  lu- 
liano Q300-1307). — Tercer  viaje  a  París,  misión  a  Bugía  y  pro- 
yecto de  Cruzada  a  Tierra  Santa. — Ultima  estancia  en  París  (1309- 
1311). — Lull  en  el  Concilio  de  Viena  (1311). — Ultimos  años  de  la 
vida  de  Lull. — Rectificaciones  a  propósito  de  la  fecha  tradicional 
de  su  muerte. — Dudas  acerca  de  su  martirio   237 

CAPITULO  VIII 

Psicología,  carácter  y  educación  de  Lull. 

I.  Psicología  y  carácter  de  Lull. 

Rasgos  psicológicos  y  cualidades  que  integran  el  carácter  de 
Lull. — Explicación  psicológica  y  efectos  de  su  conversión. — Para- 
lelo de  Lull  con  Arnaldo  de  Vilanova  y  con  otros  agitadores  de 
la  época   257 

II.  El  problema  de  la  educación  de  Lull. 

Fuentes  de  la  educación  de  Lull. — Graves  dificultades. — Educa- 
ción caballeresca  de  Lull. — Su  influencia  en  el  estilo  y  en  las  doc- 
trinas.— Grado  de  conocimiento  de  los  idiomas  arábigo  y  latino. — 
Formación  filosófica  de  Lull. — Autodidactismo. — Autores  registra- 
dos en  el  opus  luliano. — Otras  influencias. — La  experiencia  social 
de  Lull  y  el  valor  psicológico-moral  y  humano  de  su  obra   263 

CAPITULO  IX 
Las  obras  lulianas. 

I.    Cuestiones  de  bibliografía  luliana. 

Lengua  en  que  Lull  escribió  sus  obras. — La  cronología  y  la  geo- 
grafía de  las  obras  lulianas. — Noticia  crítica  de  los  principales  ca- 


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tálogos  y  de  las  diversas  clasificaciones  intentadas  de  La  produc- 
ción luliana. — Obras  inéditas. — Obras  perdidas. — Obras  apócrifas 
o  atribuidas. — Ediciones  Miañas. — Bibliografía   272 

II.  Catálogo  sistemático  de  las  obras  lulianas  con  indicaciones  filosóficas 
y  bibliográficas. 

I.  Obras  enciclopédicas. — II.  Obras  científicas. — III.  Obras  filo- 
sóficas.— IV.  Obras  teológicas  y  apologéticas. — V.  Obras  anti-ave- 
rroístas.  —  VI,  Obras  místicas.  —  VII.  Obras  pedagógicas. — 
VIII.  Obras  sobre  la  Cruzada  y  las  misiones. — IX.  Obras  litera- 
rias (de  fondo  social). — X.  Obras  rimadas. — XI.  Obras  perdidas. — 
XII.  Obras  apócrifas  y  atribuidas   285 


CAPITULO  X 

La  doctrina. — Orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  filosofía  luliana. 

I.  Las  controversias  religiosas  y  la  literatura  polémico-apologética. 

Orígenes  y  fases  de  la  literatura  polémico-apologética,  principal- 
mente en  España. — 'Doctrina  de  la  persuasión  de  San  Ramón  de 
Peñafort. — La  controversia  oral  y  escrita. — La  exégesis  escritu- 
raria.— El  argumento  de  autoridad  y  las  "razones  naturales". — Ra- 
món Lull  y  las  "razones  necesarias"   335 

II.  Orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  filosofía  luliana. 

El  luiismio,  producto  de  la  confluencia  de  las  corrientes  polémi- 
co-apologética y  franciscana. — El  injerto  arábigo  como  exigencia  y 
resultado  de  la  polémica. — Desarrollo  y  ponderación  de  las  tenden- 
cias racionalista,  crítica  y  mística  en  la  mente  de  Lull  y  en  el  opus 
luliano   339 


CAPITULO  XI 

El  Arte  luliana:  sus  orígenes  y  evolución. — El  "Ars  Magna"  primitiva. 

I.  El  Arte  luliana  y  la  lógica  medieval. 

Significación  del  Arte  luliana. — 'Crítica  del  punto  de  vista  de 
Prantl  y  otros   345 

II.  Prehistoria  del  Arte  luliana. 

El  Compendio  de  la  lógica  de  Algazel. — Cronología  y  versiones 
latina  y  rimada  catalana  de  esta  obra. — Cuestiones  metafísico- 
teológicas. — Procedimiento^  lógico-algebraicos. — Cotejo  del  Com- 


—  656  — 


Páginas 


pendió  con  la  lógica  occidental. — El  Libre  de  contemplado  en 
Den. — Doctrinas  y  procedimientos  lógicos  de  esta  obra. — Proce- 
dimientos plásticos. — Letras,  árboles  y  figuras  geométricos. — Dis- 
cusiones acerca  de  la  influencia  arábiga   348 

III.  El  "Art  abreujada  d*atrcbar  veritat"  ("Ars  compendiosa  invenien- 
di  veritateml")  o  "Ars  magna"  primitiva  (1271?). 

Denominaciones,  carácter  y  estructura  de  esta  obra. — Refundi- 
ción y  compendio  de  las  artes  particulares. — Las  figuras  y  el  Arte 
combinatoria. — Los  Modos,  las  Condiciones  y  las  Reglas. — Las 
Cuestiones. — Las  Definiciones   369 


CAPITULO  XII 

Desintegración  y  simplificación  del  Arte  general.  La  enciclopedia 

DE  LAS  CIENCIAS  Y  EL  "ARBRE  DE  SCIENCIA'\ 

I.  Proceso  de  desintegración  y  especialización  del  "Ars  magna"  primi- 

tiva. 

Interés  creciente  por  las  Cuestiones,  y  tratados  especiales  a  que 
da  lugar. — Aplicación  de  los  principios  del  Arte  a  la  filosofía  ge- 
neral y  la  metafísica,  a  la  lógica  estricta,  a  la  física  y  la  cosmolo- 
gía, a  la  geometría,  la  astronomía  y  la  medicina,  al  derecho,  a  la 
psicología,  a  la  teología  y  la  apologética,  a  la  contemplación,  la 
ética  y  la  filosofía  del  amor,  a  la  retórica  y  la  predicación. — Pro- 
ducciones fruto  de  esta  tendencia. — Su  valor   391 

II.  Proceso  paralelo  de  simplificación  y  perfeccionamiento  lógico  del 

Arte  general. 

Situación  dramática  de  Lull  ante  el  difícil  manejo  de  su  Arte. — 
Diversas  tentativas  para  simplificarlo  y  perfeccionarlo. — El  ciclo  de 
obras  del  Ars  demonstrativa  (1274?). — El  ciclo  del  Ars  inventi- 
va (1289). — El  ciclo  de  la  Tabula  generalis  (1293.). — Resultados 
de  esta  tendencia   397 

III.  Tránsito  a  la  enciclopedia  de  las  ciencias. — El   "Arbre   de  scien- 

cia"  (1296). 

Crisis  espiritual  de  Lull  que  explica  el  sentido  de  esta  obra. — 
Desviación  de  ciertos  procedimientos  del  Arte  general. — Triunfo 
de  la  lógica  simbólica  y  realista. — Arquitectura  y  estudio  de  la 
obra. — Significación  de  cada  uno  de  los  dieciséis  árboles. — Parale- 
lo con  el  Opiis  maius  de  R.  Bacon  y  significación  de  ambas  obras 
dentro  del  pensamiento  filosófico  medieval     403 


-  657  - 


Páginas 


CAPITULO  XIII 

La  ••Lógica  nova"  y  el  "Ars  generalis  ultima". — Producciones  posteriores, 

L    La  "Lógica  nova"  (1303)  y  sus  relaciones  con  el  Arte  general. 

Propósitos,  caracteres  y  novedades  de  esta  cbra. — Su  estructu- 
ra.— Examen  de  su  contenido. — Aplicaciones  del  Arte  general...  423 

II.  El  "Ars  generalis  ultima"  o  "Ars  magna"  definitiva  (1308). 

Arquitectura  e  interés  de  esta  obra. — Los  principios  generales. — 
El  alfabeto. — Las  figuras. — La  tabla. — La  evacuado  de  la  tercera 
figura. — La  multiplicatio  de  la  cuarta  figura. — La  mixtión  de  los 
principios  y  las  reglas. — La  aplicación. — Las  cuestiones  particula- 
res.— El  manejo  del  Arte  y  modo  de  enseñarla. — Significación  de 
esta  obra  dentro  del  total  proceso  del  Arte  general. — El  Ars  bre- 


vis  (1308)  y  sus  oficios  respecto  del  Ars  generalis  ultima   427 

III.  Las  producciones  posteriores. 

Carácter  y  significación  de  estas  obras  en  relación  con  el  Arte 
general. — Su  escasa  novedad   456 


CAPITULO  XIV 

Arte  general,  lógica  y  Método. — El  lenguaje  filosófico.— Nueva 
valoración  del  arte  luliana. 

I.    El  Arte  general  y  la  lógica. 

Diferencias  entre  el  Arte  general  y  la  lógica  señaladas  por  Lull. — 
Características  de  la  dialéctica  luliana. — El  criterio  de  la  mayori- 
dad.— Formas  y  grados  de  la  demostración  necesaria. — La  demos- 
tración per  aequiparantiamis. — Sus  formas  y  aplicaciones. — Estado 


actual  de  la  cuestión  acerca  de  sus  orígenes   457 

II.  Arte  y  método. 

Métodos  más  característicos  de  la  filosofía  luliana. — Métodos 
analógico-sirnbólicos. — Ascenso  y  descenso. — Examen  y  significa- 
ción del  Liber  de  asccnsu  et  descensu  iniellecUts. — Métodos  de 
divulgación  y  enseñanza. — Recursos  plásticos. — El  diálogo,  el  apó- 
logo,  el  ejemplo,  la  rima  y  el  proverbio   463 

III.  El  lenguaje  filosófico  luliano. 

Especial  interés  que  ofrece  el  lenguaje  filosófico  luliano  desde 
el  triple  punto  de  vista  de  la  lógica  matemát  ica,  la  lógica  pura  y  la 
psicología  lingüística   471 


4* 


—  658  — 


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IV.  Nueva  valoración  del  Arte  luliana. 

Lull  y  la  lógica  matemática. — Algunos  juicios  recientes  acerca 
de  la  filosofía  luliana,  y  especialmente  acerca  del  Arte  general. — 
El  soporte  metafísico  del  Arte  combinatoria   476 

CAPÍTULO  XV 

La  metafísica  y  la  teología. — La  polémica  con  los  averroístas. 

I.  Orígenes  y  caracteres  de  la  metafísica  luliana. 

Carácter  polémico  de  la  metafísica  y  la  teología  lulianas. — El 
fondo  franciscano  y  las  influencias  de  choque. — El  ejemplarismo. 
Cuestiones  especialmente  tratadas. — El  problema  de  los  univer- 
sales.— Líneas  esenciales  de  la  cosmología  luliana. — El  Liber  Chaos 
y  el  Liber  de  lumine   480 

II.  Caracteres  de  la  teología  luliana. 

Teoría  de  las  dignidades  divinas. — Operaciones  divinas  ad  in- 
tra  y  ad  extra,  y  cuestiones  derivadas. — Importancia  capital  de 
esta  teoría,  y  estado  actual  de  las  discusiones  acerca  de  su  ori- 
gen.— La  Cristología  y  la  Mariolcgía  lulianas   495 

III.  El  problema  de  las  relaciones  entre  la  fe  y  la  razón. 

Orígenes  y  desenvolvimiento  de  la  doctrina  luliana  acerca  de 
este  punto. — Estudio  especial  del  Libre  de  d&mostracions,  del  Li- 
ber de  articulis  fidei  sacrosanctae  et  salutiferae  legis  christianae 
y  de  la  Disputatio  fidei  et  intellectus. — Persistencia  del  fondo  agus- 
tiniano-anselmiano  y  pluralidad  de  tácticas  lulianas. — Sentido  y  al- 
cance de  las  llamadas  rationcs  necessariae   514 

IV.  La  polémica  con  los  averroístas. 

Momentos  de  la  campaña  luliana  antiaverroísta. — Importancia 
numérica  y  divulgación  de  las  obras  lulianas  estrictamente  anti- 
averroístas. — La  Declaratio  Raymundi  per  modum  dialogi  edita  y 
la  Lamentatio  duodecwi  prhicipiorum  philosophiae  contra  averroís- 
tas.— Impugnación  de  la  teoría  Ú2  la  doble  verdad  y  de  otras  te- 
sis averroístas. — Relaciones  entre  la  filosofía  y  la  teología,  y  defi- 
nición de  sus  respectivos  dominios. — La  Petitio  al  Concilio  de 
Viena:  contenido  y  alcance  filosófico  de  la  ordenación  sexta. — Sig- 
nificación personal  de  R.  Lull  en  el  movimiento  antiaverroísta...  524 


-  659  - 


Páginas 


CAPITULO  XVI 

La  psicología  y  la  mística. 

L    Líneas  esenciales  y  carácter  de  la  psicología  luliana. 

Fondo  agustiniano  y  elementos  aristotélicos. — Las  cinco  poten- 
cias del  alma  en  general. — Los  cinco  sentidos  corporales  y  el  sex- 
to sentido  llamado  "afato". — La  trilogía  de  las  potencias  del  alma 
racional,  y  sus  grandes  desarrollos. — El  Arte  memorativa.--  -Re- 
laciones entre  el  alma  y  el  cuerpo. — Vigilia,  sueño  y  ensueño. — Psi- 
co-fisiología  de  la  sutileza  y  el  ingenio. — Teoría  del  conocimiento. — 
Doctrina  de  los  puntos  trascendentes  y  sus  oficios. — Los  sentidos 
espirituales. — Tránsito  a  la  mística   532 

II.  La  mística  luliana  en  el  Libre  de  contemplado  en  Den. 

Simbolismo  y  arquitectura  de  la  obra. — Su  contenido  y  signifi- 
cación.— Escolasticismo  popular. — Itinerario  patético  del  libro. — 
Limitación  del  conocimiento  humano. — Ignorancia  de  la  esencia 
de  las  criaturas  y  de  la  esencia  divina. — Manifestación  de  las  vir- 
tudes o  atributos  divinos  en  las  criaturas. — Las  "demostraciones" 
lulianas  o  la  interpretación  simbólica  del  universo. — Igualdad  de  na- 
turaleza y  concurrencia  simultánea  de  las  tres  virtudes  del  alma. — 
Mayor  actualidad  de  la  voluntad  en  cuanto  al  ejercicio. — Los  sen- 
tidos espirituales. — La  "cogitado"  o  pensamiento  reflexivo. — El 
apercibimiento. — La  conciencia. — La  sutileza. — El  coraje  o  fer- 
vor.— Sus  oficios  y  relaciones  con  las  tres  virtudes  del  alma  y  con 
los  sentidos  corporales. — El  Arle  de  enamorarse  de  Dios  y  sus 
condiciones. — El  Arte  de  orar  y  contemplar. — Oración  sensual,  in- 
telectual y  compuest". — Arte  de  llorar  y  de  dictar  bellamente  'la 
oración. — Crítica  del  valor  significativo  de  la  palabra. — £1  método 
lógico-aleebraico.  auxiliar  del  Arte  de  contemplación. — El  Arte 
moral  o  las  cuatro  exposiciones  (literal,  por  tropología,  alegoría  y 
anigogía). — Las  "carreras"  y  las  "escalas"  místicas. — La  fruición 
mística,  terrena  y  ultraterrena. — La  vía  mística  extraordinaria. — 
El  amor,  la  muerte  y  el  martirio   548 

III.  Producciones  místicas  posteriores.  Caracteres  de  la  mística  luliana. 

Obras  que  versan  sobre  el  Arte  de  orar  o  contemplar. — Ubre  de 
oracions  c  contaiiplacions  del  enteniment. — Art  de  contempla  ció. — 
Conlemplatio  Rayrwmdi. — Libre  de  oracions. — Compendiosa  con- 
templatio. — Los  cent  noms  de  Den. — Síu  contenido,  significación  y 
relaciones  genéticas  con  el  Libre  de  contemplado  en  Den  —  Obra  ¡ 
que  versan  sobre  el  amor. — Libre  de  anúc  e  am>at  — Art  amativa. — 
Flors  d'amor, — Su  contenido  y  significación. — Los  aspectos  teo- 


—  66o  — 


Páginas 


lógico,  psicológico,  metafísico  y  simbólico  del  amor  en  el  conjun- 
to de  la  mística  luliana. — Ciencia  y  amancia. — Ciencia  adquirida 
y  ciencia  infusa  o  sabiduría. — Caracteres  de  la  mística  luliana...  577 

CAPITULO  XVII 

La  moral  y  la  pedagogía. — Política,  reforma  social  y  utopía. — Epílogo. 

I.  La  moral  y  la  pedagogía. 

Caracteres  de  la  ética  luliana. — Doctrinas  de  las  dos  intencio- 
nes, de  les  dos  movimientos  y  de  la  libertad. — El  Libre  d'intenció. — 
Arte  general  y  ética. — Caracteres  de  la  pedagogía  luliana. — El  Li- 
bre del  Orde  'de  Cavalleria  y  la  Doctrina  pueril. — El  ideal  y  la  edu- 
cación del  príncipe. — Arte  de  aprender. — Doctrinas  correcciona- 
listas. — La  "medicina  del  pecado"  y  el  problema  teológico  de  la 
gracia   610 

II.  Política,  reforma  social  y  utopía. 

Aplicación  del  Arte  general  a  la  política  y  al  derecho. — Teoría 
de  las  pegonas  comunes  o  generales. — Orígenes  y  carácter  del  im- 
perialismo luliano. — Dos  momentos  en  su  proceso  genético. — Pri- 
mer momento:  la  Cruzada  espiritual. — El  tratado  De  fine. — Se- 
gundo momento:  la  organización  de  la  paz  cristiana. — Orígenes  y 
extensión  de  la  doctrina  pacifista  luliana. — Doctrina  sobre  la  pobre- 
za y  el  uso  de  las  riquezas. — Lull  reformador  social  y  utopista. — 


Estudio  y  significación  del  Libre  de  meravellcs  y  del  Libre  de 
BUmquerm. — La  idea  de  comunidad  universal  y  el  arbitraje. — La 
unificación  de  los  lenguajes  y  de  las  costumbres   621 

III.  Epílogo. 

Resumen  de  los  caracteres  de  la  filosofía  luliana. — La  influen- 
cia arábiga  y  la  cuestión  de  la  originalidad  de  Lull  como  filósofo. — 
El  espíritu  del  lulismo. — La  filiación  franciscana   635 

Apéndices: 

I.  Catálogo  bibliográfico-cronológico  de  las  obras  teológicas  de  Arnaldo 

de  Vilanova   641 

II.  Lista  de  los  escritos  originales  de  Arnaldo  de  Vilanova  en  lengua 

vulgar   647 

Indice  de  materias   649 

Indice  de  grabados     ,   661 


—  66 1  — 

r.n"rr  -    !  i  I 

INDICE   DE  GRABADOS 

Del  "Art  abreujada  d atrobar  veritat"  (mArs  compendiosa  invehiendi  veri- 
tatem")  o  "Ars  magna''  primitiva: 

1.  a  Figura,  A:    De  Dios  y  las  virtudes  (atributos)  divinas. 

2.  a  Figura,  S:    Del  alma  racional  y  sus  potencias. 
Figura  auxiliar  de  la  2.a  Figura,  S:    De  los  objetos. 

3.  a  Figura,  T:    De  los  principios  y  los  significados. 
Figura  auxiliar  de  la  3.a  Figura,  T:    De  los  elementos. 

4.  a  F'gura,  V:    De  las  virtudes  y  los  vicios. 

Figura  auxiliar  de  la  4.a  Figura,  V:    De  las  virtudes  fundamentales  y  los 
v'cios  capitales  y  sus  contrarios. 

5.  a  Figura,  X:    De  los  opuestos  o  de  la  predestinación. 

(Entre  las  págs.  ¿68  y  369.) 

De  la  "Lógica  nova": 

Arbor  naturalis  et  logicalis. 

(Entre  las  págs.  422  y  423.) 

Del  "Ars  generalis  ultima": 

Primera  Figura. 
Segunda  Figura. 
Tercera  Figura. 
Cuarta  Figura. 

(Entr:  las  págs.  426  y  427.) 


ACABOSE  LA  IMPRESION  DK  ESTE  LIBRO, 
HECHA  EN  MADRID, 
EN  LOS  TALLERES  GRÁFICOS  DE  CANDIDO  BERMEJO 
CALLE  DE  LA  SANTÍSIMA  TRINIDAD,  NÚM.  J, 
EL  JUEVES  l6  DE  NOVIEMBRE  DE  I939. 
AÑO  DE  LA  VICTORIA 


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